La razón de ser padre

Muy bue­nos días, ama­dos ami­gos y hermanos presentes aquí en Cayey, Puerto Rico, y también a través de la línea telefónica en los diferentes países de la América Latina, del Caribe y también de diferentes lugares de Norteamérica.

A todos los padres: ¡Un feliz Día de los Padres!, y que Dios nos bendiga grandemente a todos en todos los países de la América Latina, del Caribe y diferentes lugares de Norteamérica. Dios bendiga a todos los padres también en todos los países, y les permita ver el Programa Divino y dárselo a conocer a todos sus hijos también.

En esta mañana quiero leer aquí en el libro del Génesis, capítulo 1, verso 26 en adelante y dice así:

“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.

Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.

Y los bendijo Dios; y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y seño­read en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra”.

Y luego en Génesis, capítulo 2 y verso 7, dice:

“Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida; y fue el hombre un ser viviente”.

Y luego, el verso 18 del mismo capítu­lo 2 del Génesis, dice:

“Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él”.

Y el verso 20 dice:

“Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo; mas para Adán no se halló ayuda idónea para él”.

Y el verso 21 en adelante dice, del mismo capítulo 2:

“Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar.

Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre.

Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada.

Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.

Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban”.

“LA RAZÓN DE SER PADRE”.

Hay una razón para ser padre. Dios colocó al ser humano primeramente en la sexta dimensión, en la dimensión de la Palabra, de la teofanía; allí le dio, le creó un cuerpo, un espíritu teofáni­co, y allí le dio el mandato de multiplicarse y de henchir la Tierra, llenar la Tierra.

Luego, cuando fue traído al planeta Tierra, aquí en donde Dios le formó del polvo de la tierra un cuerpo terrenal, luego encontramos que más adelante, estando el hombre solo, Dios dijo: “No es bueno que el hombre esté solo”.

Dios entonces tomó del mismo Adán y formó de su costilla, de una costilla de Adán, dice: “formó una mujer, y la presentó a Adán”. Formó para Adán una ayuda idónea; siendo ella parte de Adán, sería una ayuda idónea para él.

Así que cuando Adán despertó de su sueño, tuvo un hermoso despertar: vio por primera vez aquí en la Tierra una persona que se parecía a él, una persona que era hueso de sus huesos y carne de su carne; y la llamó Varona, porque fue toma­da del varón. Y allí fue dicho: “Por esto, dejará el hom­bre a su padre y a su madre, y se unirá a ella, se unirá a su mujer, y serán una sola carne”.

Ahora, el hombre antes de estar en el cuerpo terrenal ya tenía el mandato de multiplicarse, tenía el mandato de reproducirse, porque en el Programa Divino estaba que el ser humano se multiplicase, para que así vinieran a la Tierra los hijos e hijas de Dios, y aquí en la Tierra entraran al Programa Divino que Dios estaría llevando a cabo aquí en la Tierra.

Ahora, el ser humano tuvo ciertos problemas allá en el Huerto del Edén, y por esa causa el ser humano ha estado apareciendo en la Tierra sin vida eterna.

Ahora, en esta Tierra tenemos la reproduc­ción, la multiplicación de la raza humana. El hombre lleva la simiente y se reproduce en su compañera; y así la raza humana ha sobrevivido, porque en este planeta Tierra se hallan padres que se han reproducido y han mantenido la raza humana viviendo por miles de años.

Esa es la razón de ser padre: para reproducir­se, para multiplicarse aquí en la Tierra la raza humana, y sobrevivir.

Ahora, el hombre para reproducirse debe hallar una mujer que esté libre, y el hombre estar libre también; y sentir la cosa más grande que un ser humano puede sentir por otro ser humano del sexo contrario: es amor, amor filio, amor terrenal; y el amor terrenal, el amor filio, es coronado por el amor de un hombre a una mujer.

Cuando el joven, el hombre, halla una mujer por la cual – una joven por la cual puede sentir amor en el nivel más alto, que es el amor de un hombre hacia una mujer, esa persona está en camino para estable­cerse, establecer su hogar, establecerse para formar una familia, establecerse para cumplir el mandato divino: “Fructificad y multiplicaos en la Tierra”, para reproducirse y traer hijos e hijas en este planeta Tierra, para que entren en el Programa Divino que se está llevando a cabo en este planeta Tierra.

Y por cuanto toda persona desea que sus hijos entren a la parte más importante del Programa Divino, debemos orar por la que será esa compañera y por los hijos que han de nacer, para que sean hijos, los hijos de ese amor; porque los hijos son los hijos del amor de ese hombre hacia esa mujer y de esa mujer hacia ese hombre.

Por lo tanto, podemos ver que cuando deci­mos: “El padre terrenal nuestro aquí en la Tie­rra”, estamos hablando de amor, y del amor terrenal en la escala más alta. Estamos hablando del amor terrenal en la escala más alta, porque en el amor terrenal lo más alto que un ser humano puede sentir es lo que siente por su esposa y por sus hijos. Más alto que ese amor, solamente está el amor divino.

El amor divino está sobre todo amor terrenal; por lo tanto, el amor divino también tiene un Padre y tiene unos hijos.

Ahora, así como nosotros humanamente somos el fruto, los atributos del amor humano de nuestro padre terrenal y nuestra madre terre­nal, así también en el amor divino: por cuanto Dios se presenta como Padre, el Padre celestial, y Dios es amor, por lo tanto, Dios como Padre y siendo amor, Sus hijos son el fruto del amor divino, los atributos del amor divino.

Y para la aparición de los hijos de Dios aquí en la Tierra hay un Programa, como también hay un programa para la aparición de los hijos de los padres terrenales.

Ahora, para la aparición de los hijos de Dios y pasar por ese proceso divino, se requiere lo que dijo Jesús a Nicodemo: el nuevo nacimiento1, el cual se opera en otra dimensión, con seres humanos que están en esta dimensión; se opera en otra dimensión, en donde cada uno de nosotros teníamos que ir pero por causa de la caída no pudimos pasar por esa dimensión antes de venir acá; por esa causa los seres humanos luego de la caída no pudieron tomar su cuerpo teofánico de la sexta dimensión, su cuerpo teofánico o espíritu teofánico, y por esa causa han aparecido en esta Tierra como mortales.

Ahora, en el Programa Divino, para el naci­miento, para la aparición de los hijos de Dios, así como para la aparición de los hijos de papá y mamá terrenal hubo un proceso, también para la aparición de los hijos e hijas de nuestro Padre celestial.

Ese proceso ha estado llevándose a cabo: durante las siete etapas o edades de la Iglesia gentil ha estado moviéndose esa etapa y se ha estado produciendo el nuevo nacimiento —en otra dimensión— de los hijos e hijas de Dios.

Y luego, en el fin del tiempo, habrá un naci­miento por creación divina, y aparecerán los hijos e hijas de Dios, hijos de nuestro Padre celestial, atributos de nuestro Padre celestial y frutos del amor divino expresado.

A través de las edades se ha estado expresan­do ese amor divino para el nuevo nacimiento, en nuestro tiempo también; y pronto aparecerán, nacerán en esta Tierra, surgirán en esta Tierra los hijos e hijas de Dios.

Para eso es la resurrec­ción de los santos en Cristo que duermen, que están en el Paraíso en sus cuerpos teofánicos, los cuales han de aparecer en este tiempo final en cuerpos eternos. Y nosotros los que estamos vivos seremos transformados, y estaremos manifestados aquí en la Tierra ya no más como hijos e hijas de papá y mamá terrenal, sino como hijos e hijas de nuestro Padre celestial: en cuerpos eternos, con un espíri­tu teofánico eterno, para vivir por toda la eterni­dad.

Eso será la manifestación de los hijos de Dios en cuerpos eternos, será la redención de nuestros cuerpos; lo que toda la Creación está esperando y gi­miendo por esta gloriosa manifestación de los hijos de Dios, como, no hijos de papá y mamá terrenal, sino como hijos de nuestro Padre celes­tial; ya no con el cuerpo que papá y mamá terrenal nos dieron, sino con el cuerpo que nuestro Padre celestial nos dará en este tiempo final conforme a Su promesa, el cual estamos nosotros esperan­do.

Así que como hemos nacido aquí en la Tierra de nuestros padres terrenales, hemos de nacer por creación divina de nuestro Padre celestial; y todo esto será visto en el fin del tiempo en el cual nosotros estamos viviendo.

Y la Esposa del Cordero tendrá Sus hijos; y será un grupo de hijos e hijas de Dios manifesta­dos con el cuerpo eterno que nuestro Padre celestial ha prometido para cada uno de nosotros, cuerpos incorruptibles con un espíritu teofánico eterno también, para vivir por toda la eternidad.

Este planeta Tierra solamente ha experimen­tado la presencia de dos seres que fueron creados por Dios. El primero: el primer Adán; el segundo: El segundo Adán, el Señor Jesucristo. Y pronto experimenta­rá el resto de los hijos de Dios que estarán aquí en la Tierra en cuerpos eternos, manifestados como hijos e hijas de Dios.

Ya estamos aquí, pero todavía no manifesta­dos como hijos e hijas de Dios, sino como hijos e hijas de papá y mamá terrenal; pero pronto estaremos en toda la plenitud de la manifestación de los hijos e hijas de Dios.

Ya sabemos que somos nosotros, por la Palabra, por la Palabra prometida y por la Palabra hablada en este tiempo final en el Mensaje del fin del siglo, el Mensaje del Señor Jesucristo por medio de ese espíritu teofánico del Ángel del Señor Jesucristo.

Así que ya sabemos que somos hijos e hijas de Dios pero que aún no estamos manifestados en cuerpos eternos, con un espíritu eterno teofá­nico en nuestro cuerpo; pero estamos esperando ese momento, el cual será un nacimiento aquí en la Tierra en cuerpos eternos. Eso ha de ser algo glorioso, maravilloso, que la Creación completa desea y gime por ese glorioso momento. Y vendrá, llega­rá ese momento, y tendremos un cuerpo eterno.

Si nuestros padres terrenales han podido darnos un cuerpo como el que nos han dado, ¡cuánto más nuestro Padre celestial nos dará el cuerpo eterno que Él ha prometido! Él lo ha prometido y Él lo dará a cada uno de Sus hijos primogénitos.

Y para eso estamos nosotros aquí en el fin del siglo viviendo, para estar en el Programa Divino en el cual Él producirá, por creación divina, esos cuerpos eternos; y estará unido el espíritu eterno teofánico para que poda­mos vivir eternamente y también tener las dos consciencias juntas, como las tuvo Adán y la tuvo Jesús, y estarán operando en toda Su plenitud.

Por lo tanto, el futuro nuestro es el más maravilloso que un ser humano pueda tener; y nuestro presente, que es un presente maravilloso en el campo espiritual…; aunque en el campo físico, en el campo económico, en el campo social y en estos campos terrenales no sea tan bueno, en el campo espiritual es el mejor, porque estamos en el Programa Divino correspondiente para nuestro tiempo, el cual nos introduce a la vida eterna, al cuerpo eterno, al espíritu teofánico eterno, a todo lo eterno que Dios ha prometido para cada uno de Sus hijos para este tiempo final.

Por lo tanto, nosotros hemos de experimentar ese cambio que ha de llevarse a cabo, y hemos de estar manifestados en el cuerpo que nuestro Padre celestial ha de darnos en este tiempo final.

No se preocupe que el cuerpo que nuestros padres terrenales nos hayan dado no sea tan perfecto, pues el cuerpo más perfecto de hombre o de mujer que haya en la Tierra no es perfecto (como algunas personas piensan que es perfecto). ¿Y por qué no es perfecto? Se enferma, se envejece y luego se muere; por lo tanto, ninguna persona tiene un cuerpo perfecto.

Así que nuestro padre terrenal y nuestra madre terre­nal no han podido darnos un cuerpo perfecto eterno. Un cuerpo perfecto es un cuerpo eterno.

Así que no desee ni envidie, ni la belleza ni la aparente perfección de otras personas, de otros cuerpos, porque nosotros tenemos un Padre celestial que, cuando nos dé el cuerpo que Él ha prometido para cada uno de nosotros, nos dará un cuerpo perfecto; y entonces tendremos un cuerpo perfecto, el cual ninguna otra persona podrá tener ni ha tenido, con excepción del Señor Jesucristo.

Ahora, veamos que el futuro nuestro es el futuro más hermoso, más maravilloso de cualquier ser humano; o sea, no hay ser huma­no que tenga un futuro más hermoso, más mara­villoso que el que nosotros tenemos. Y estar en el Programa Divino correspondiente para nuestro tiempo nos asegura ese futuro maravilloso.

Así que estaremos disfrutando de la completa perfección cuando estemos en ese cuerpo y en ese espíritu perfecto que Él ha prometido para cada uno de nosotros; porque Dios también es Padre; y cuando se habla del Padre celestial, se habla del amor divino y de Sus atributos: se habla de Dios, del Padre y Su Familia celestial.

Así que pertenecemos, aparte de pertenecer a una familia terrenal, pertenecemos a una Familia celestial, de la cual Dios es el Padre de esa Familia. Y somos, además de ser ciudadanos terrenales aquí, somos ciudada­nos celestiales, de la Ciudad de nuestro Dios, de la Jerusalén celestial. Así que nuestra ciudadanía, la verdadera ciudadanía está y es del Cielo, de donde es nuestro Padre celestial.

Así que teniendo tales bendiciones y tales promesas, en este Día de los Padres le damos gracias a Dios por nuestro padre terrenal, le damos gracias a Dios por aparecer en esta Tierra a través de nuestros padres terrenales en esa expresión, manifestación de ese amor terrenal al nivel más alto (que es el amor de un hombre hacia una mujer), y estar aquí manifestados como un atributo de nuestro padre terrenal. Y cuando vemos y pensa­mos en todo esto, pensamos también en nuestro Padre celestial, porque Él es el Padre celestial.

Y si, en y por ese amor terrenal que nuestro padre terrenal expresó, estamos aquí, y hemos recibido vida aquí temporera y un cuerpo temporero, nuestro Padre celestial en Su amor divino nos dará un cuerpo y vida eterna en la expresión de ese amor divino.

Así que esperamos que el amor divino siga expresándose, siga manifestándose, y en el amor divino sean creados los cuerpos de todos los escogidos que partieron en el pasado, y de noso­tros los que estamos vivos.

Así que hoy en Puerto Rico y en toda la América Latina y en Norteamérica (y no sé en cuántos países más), en el Caribe también, y quizás en otros países, hoy es el Día de los Padres; y todos recordamos a nuestro padre terrenal, sin dejar de pensar y sin olvidar a nuestro Padre celestial.

Nuestro Padre celestial está más arriba, a un nivel más alto que nuestro padre terrenal; y Su amor es el amor al nivel más alto en el Cielo: es el amor divino de Dios, el ágape de Dios. Las cosas que Dios hace por creación, la Creación y todos Sus hijos, son la expresión del amor divino.

Así que cuando decimos: “Padre nuestro que estás en los Cielos”, estamos hablando del amor divino. Y cuando podemos ver y reconocer a un hijo de Dios, podemos ver y reconocer el amor divino, porque somos el fruto del amor divino; aunque todavía no se ha manifestado, no se ha realizado, no se ha materializado plenamente lo que hemos de ser, pero pronto estará plenamente materializado: en la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos.

Ahora, hemos visto que hay una razón, es LA RAZÓN DE SER PADRE.

Si este planeta Tierra no tuviera padres, la raza humana allá en el Huerto del Edén se hubiese extinguido. Pero gracias a que en este planeta Tierra hay padres, la raza humana ha continuado multiplicándose en ese amor humano manifestado al máximo. Es el amor humano manifestado hacia una mujer, y luego se comparte con los hijos; es el amor humano al máximo de su manifestación hacia la esposa y sus hijos.

Que Dios bendiga a todos los padres, y les use para criar y enseñar y guiar a sus hijos en el Camino de Dios, para que también sean parti­cipantes del amor divino expresado, y así entren al Programa de Dios para nuestro tiempo y reciban las bendiciones del Padre celestial.

“LA RAZÓN DE SER PADRE”.

Hemos visto que la razón de ser padre es una razón muy importante, es una razón para la sobrevivencia de la raza humana, para que la raza humana no se extinga, y para que haya personas para el Programa Divino que se manifiesta aquí en la Tierra.

Por lo tanto, oramos a Dios que cada hijo de Dios, los hijos que tenga, vengan predestinados para el Programa Divino que Dios está llevando a cabo en este tiempo final; porque hay una razón para ser padre.

Así que le damos gracias a Dios por esta razón para ser padre, le damos gracias a Dios por los padres que hay en la Tierra; y que Dios guíe a los jóvenes a encontrar la compañera idónea.

¿Y saben cuál es mi deseo para todos los jóvenes, para todos los solteros? Que Dios los ilumine, y así como le trajo a Adán su compañera idónea, le traiga su compañera idónea a cada joven, de modo que sea esa joven la esposa para ese joven, para esa persona, no solamente aquí en este tiempo, sino en el Milenio y para toda la eternidad.

Por esa causa es que cada persona, cada joven debe orar a Dios por la compañera idónea para él, para que Dios obre como obró con Adán. Y ahí se cumplirá: “Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre”2, porque lo que Dios juntó es la compañera que Dios predestinó desde antes de la fundación del mundo para ese hombre.

Ahora, los que están casados no tienen que preocuparse ya. Tuvieron su tiempo de preocuparse en conseguir la compañera idónea, predestinada por Dios para él; pero si se apresuraron o no oraron o escogieron por las apariencias, ya no hay tiempo para arreglar eso; eso será arreglado en el Milenio. No traten de arreglarlo aquí, porque harían mucho daño y desagradarían a Dios.

Por lo tanto, adelante, sean felices. Los que ya están casados ámense los unos a los otros; el hombre ame a su esposa, la esposa ame a su esposo, y sigan hacia adelante; y en el Milenio cada uno estará correctamente con quien le toque; pero oren para que les toque el mismo que tengan aquí (los que ya están casa­dos), porque si le gustó aquí cuando la escogió, ¿saben ustedes una cosa? ¿Cómo será cuando esté con el cuerpo eterno? Le va a agradar más; y ya no habrá ese amor terrenal, sino el divino.

Por lo tanto, ocúpense de servir a Dios, de buscar a Dios unidos, de criar a sus hijos en el amor divino, guiarlos en el Camino de Dios para que ellos sean felices y ustedes también; y en el Milenio nos encontraremos nuevamente, y allí tendrán a su familia, a sus hijos, y ya no para multiplicarse en relaciones y por relaciones íntimas, sino para vivir felices por el Milenio y por toda la eterni­dad.

Y los jóvenes oren a Dios para que Dios les ilumine. El querer tener una compañera, no solamente ustedes lo han visto bien, yo lo veo bien también; y más que ustedes y más que yo, Uno dijo: “No es bueno que el hombre esté solo”, y ese es nuestro Padre celestial, el Creador de aquel cuerpo teofánico que le creó a Adán, y el cuerpo que le creó del polvo de la tierra. Él dijo: “No es bueno que el hombre esté solo”.

Así que es muy bueno tener el amor terrenal humano expresado, manifestado, en el máximo de su expresión, que es el amor hacia una compañe­ra y hacia sus hijos, su familia, eso está bien; y sobre ese amor, el amor divino.

Por eso el Señor Jesucristo en una ocasión dijo: “El que no deje padre, madre, hijo, por causa de mí y de mi Palabra, del Evangelio, no es digno de mí” [San Mateo 19:29, San Marcos 10:29, San Lucas 18:29], porque ese amor divino está más alto.

Papá y mamá nos pudieron ofrecer un cuerpo físico, pero nuestro Padre celestial tiene un cuerpo eterno. Papá y mamá no nos pueden llevar a la vida eterna, porque solamente Dios tiene vida eterna para darle al ser humano; pero nuestro Padre celestial sí nos lleva a la vida eterna, y nos lleva a nosotros y a nuestros padres también. Lo que nuestros padres no pueden hacer lo puede hacer Dios.

Ahora, sí podemos ayudar a nuestros hijos y guiarlos en el Camino de Dios, en el Camino de la vida eterna para que vivan por toda la eterni­dad.

Así que un buen padre guía a sus hijos al amor divino también, o sea, no se conforma con que sus hijos tengan el amor filio en su máxima expresión, sino que también desean que el amor divino los cubra y los lleve a la vida eterna.

Así que seamos buenos padres, enseñando y guiando a nuestros hijos en el Camino Divino, y así recibiendo el amor divino en su expresión, su manifestación en este tiempo final.

“LA RAZÓN DE SER PADRE”.

Hemos visto que hay una razón: La razón de ser padre. Tener una compañera, tener hijos, reproducirse el ser humano, llenar la Tierra, y que haya seres humanos para el Programa Divino; esa es la parte más importante y la razón de ser padre.

Que Dios nos continúe bendiciendo a todos los padres y nos use en el Programa Divino, en la crianza también de la reproducción humana que hemos realizado.

Dios nos bendiga también a todos, hombres, mujeres y niños, en esta hora final, en este Día de los Padres.

Y los hijos sed agradecidos, sean agradecidos a Dios y a vues­tros padres por lo maravilloso de ser hijos, de tener un padre y de estar viviendo en este plane­ta Tierra y estar disfrutando de todas las cosas que Dios creó, y de estar viendo el Programa Divino y estar viviendo en el Programa Divino con promesas para vida eterna.

Así que es algo maravilloso ser padre y es algo maravilloso ser hijo. Así que le damos gracias a Dios por estas bendiciones, le damos gracias a Dios por todo Su Progra­ma que Él ha estado desarrollando aquí en la Tierra. Y esperamos que Él siga derramando Sus bendiciones en la expresión de Su amor divino, y nos cubra a todos, y sean materializadas todas las promesas que Él ha hecho en el Antiguo Testa­mento y en el Nuevo Testamento; y así pronto tengamos a todos los hijos de Dios, los escogidos, expresados, manifestados en cuerpos eternos, en la manifestación gloriosa de los hijos de Dios conforme a la promesa divina; porque hoy domingo es el Día del Padre o de los Padres, pero les quiero decir, también, que en el campo espiritual estamos en domingo espiritual.

Por lo tanto, estamos espiritualmente en el Día del Padre celestial, hablando en términos espirituales, en el Día en que el Padre celestial creará cuerpos eternos para Sus hijos; y aparecerán, nacerán del polvo de la tierra hijos e hijas de Dios en cuer­pos eternos; y nosotros, los que estamos vivos, estamos viviendo en cuerpos del polvo de la tierra, por lo tanto, de este cuerpo del polvo de la tierra nacerá, por creación divina, un nuevo cuerpo, en el cual estaremos nosotros y estará ese espíritu teofánico nuestro. Y entonces este planeta Tierra verá no solamente lo que ha estado viendo comúnmente: hijos e hijas de papá y mamá terrenal, sino hijos e hijas de nuestro Padre celestial manifestados en el cuerpo que nuestro Padre celestial nos dará en este tiempo final.

Así que, si con la manifestación de los hijos de papá y mamá terrenal, este planeta Tierra tiene todo lo que podemos ver, ¿cómo será cuando estemos manifestados todos los hijos de Dios, los hijos de nuestro Padre celestial en el cuerpo eterno que Él nos dará? Será algo maravilloso.

Y luego tendremos un Reino de mil años de bendiciones divinas, de prosperidad y de enseñanza, y conocimiento del Dios nuestro. Dice: “Y todos me conocerán”. “La Tierra será llena del conocimiento de Jehová”, y “todos me conocerán”. “Y en aquel día Jehová será uno, y uno Su Nom­bre”3.

Así que estamos ya pegaditos, cerca de ese momento tan glorioso, porque estamos en el día, la edad, la dispensación señalada para la mani­festación de los hijos de Dios en cuerpos eternos.

Así que no solamente nosotros tenemos un padre terrenal, sino que tenemos también un Padre celestial; y no solamente nosotros tenemos el amor de nuestro padre terrenal en su manifes­tación máxima, sino que también tenemos a un Padre celestial y el amor de nuestro Padre celestial en Su manifestación máxima, en Su expresión máxima para cada uno de nosotros.

Así que, ¡gracias a nuestro Padre celestial, primeramente!, ¡y gracias a Dios por nuestro padre terrenal que Él nos ha dado aquí en la Tierra!

Que Dios nos permita, nos conceda la peti­ción del corazón de cada uno de nosotros, y es ver a nuestros padres terrenales en la vida eterna, viviendo eternamente.

Dios nos continúe bendiciendo a todos, Dios nos guarde.

Y hacia adelante siempre, padres presentes, sin desmayar. Y los hijos recordando las palabras del Señor: “Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa”4, es el primer mandamiento con promesa. Así que esperamos un buen comportamiento de los hijos hacia los padres, y una buena ense­ñanza y dirección de los padres a los hijos.

Y no deseo dejar a las madres fuera (ya que no estuve aquí el Día de las Madres): las ma­dres tienen un lugar muy importante en el hogar, junto a ese padre, junto a ese esposo. Que Dios las bendiga grandemente junto a sus esposos (a las casadas), y que puedan estar con ellos también en el Milenio y en la eternidad también.

Con nosotros nuevamente Miguel Bermúdez Marín para continuar y concluir nuestra parte en esta mañana.

Dios les bendiga a todos aquí en Puerto Rico, en los diferentes países de la América Latina, en el Caribe también, y también en diferentes lugares de Norteamérica. Pasen todos un Día de los Pa­dres feliz, lleno de las bendiciones de Dios.

Con nosotros Miguel Bermúdez Marín. Ya nos veremos en la noche, Dios mediante. Adelan­te, Miguel, que Dios te continúe bendiciendo grandemente a ti también.

“LA RAZÓN DE SER PADRE”.

[Revisión julio 2020]

1 San Juan 3:3-7

2 San Mateo 19:6

3 Jeremías 31:34, Hebreos 8:11 / Habacuc 2:14, Isaías 11:9 / Zacarías 14:9

4 Efesios 6:2, Éxodo 20:12

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