Las Obras del Enviado

Muy buenos días, amados amigos y hermanos presentes, y también cada uno de ustedes a través de la línea telefónica: muy buenos días para todos ustedes allá en Puerto Rico, en diferentes lugares del Caribe y también en los diferentes lugares de la América Latina, y también lugares de Norteamérica.

Es para mí una bendición muy grande estar con ustedes en esta ocasión, y tener la oportunidad de dirigirme a ustedes con la Palabra de Dios.

En San Juan, capítulo 9, verso 4, nos habla Dios; y quiero leer esta Escritura, la cual es muy importante para cada uno de nosotros. Dice:

“Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar (obrar)”.

Y también en el Evangelio según San Juan, capítulo 3, verso 34, nos dice de la siguiente manera:

“Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla; pues Dios no da el Espíritu por medida.

El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano”.

“… el que Dios envió, las palabras de Dios habla”.

Ahora, con estas dos Escrituras tenemos el tema para esta mañana: “LAS OBRAS DEL ENVIADO”.

Para toda edad o toda dispensación, a través de las generaciones Dios ha enviado un mensajero, y este mensajero ha hecho la Obra de Dios correspondiente para el tiempo en que ha sido enviado. Y él ha venido con la Palabra de Dios; porque cuando Dios envía un mensajero, la Palabra de Dios habla, la Palabra de Dios correspondiente para ese tiempo él la habla; y esa Palabra que habla es el Mensaje de Dios para ese tiempo.

Vea usted, no puede Dios enviar un mensajero sin darle un Mensaje. Si lo envía para una edad, lo envía con el Mensaje de esa edad; si lo envía para una dispensación, lo envía con el Mensaje de esa dispensación.

Por eso Dios no envía dos profetas mensajeros a la misma vez. Envía uno solo en cada edad y uno solo para cada dispensación, con las Palabras de Dios correspondientes para ese tiempo, para esa edad o dispensación, o sea, con el Mensaje de Dios para esa edad o dispensación.

Ahora, hemos visto cómo es conocido el Enviado de Dios: él trae la Palabra de Dios y la habla para esa edad o esa dispensación.

No es asunto de la persona decir: “Yo soy enviado de Dios”. Lo primero es que tiene que recibir el Mensaje, la Palabra de Dios para ese tiempo; porque ninguna otra persona puede recibir esa Palabra, sino el Enviado de Dios; porque el Enviado de Dios, la Palabra de Dios habla, el Mensaje de Dios para esa edad o esa dispensación.

Por eso San Pedro podía decirle a Jesús1: “Tú tienes (¿qué?) palabras de vida eterna”. Porque siendo el Enviado de Dios tenía la Palabra de Dios para ser hablada. Y la Palabra de Dios para cada edad o cada dispensación es Palabra de vida eterna para las personas de esa edad o de esa dispensación; porque “no solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”2, y la habla el Enviado de Dios.

Ahora, ¿qué otra cosa hace el Enviado de Dios además de hablar la Palabra de Dios que corresponde para ese tiempo, para esa edad o dispensación en que es enviado? Otra cosa muy importante que hace es: la Obra de Dios. El Enviado de Dios hace la Obra de Dios.

Vean ustedes, dice: “Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura”.

Ahora, hemos visto ahí que ninguna otra persona puede hacer la Obra de Dios, sino aquel que es enviado de Dios. Vean ustedes, en San Juan, capítulo 5, verso 19 en adelante, dice:

“Respondió entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente.

Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace; y mayores que estas le mostrará, de modo que vosotros os maravilléis”.

Ahora, vean ustedes, las obras del que lo envió hace el Enviado.

Ahora, Dios a través de Su Palabra ha mostrado, ha revelado las obras que Él llevará a cabo en cada edad y en cada dispensación; y esas son las obras que se realizan en el Programa Divino aquí en la Tierra, y esas son las obras de Dios, y las hace el Enviado de Dios para cada edad o cada dispensación.

Y cuando las personas pueden ver la Obra de Dios prometida para una edad o para una dispensación, siendo manifestadas esas obras en un hombre, esas personas que ven esas obras pueden decir: “Estamos viendo y recibiendo al Enviado de Dios; porque estamos viendo las obras de Dios manifestadas en este hombre. Y es el Enviado de Dios”.

Porque las obras de Dios ¿quién las hace? El Enviado de Dios. ¿Y quién habla las palabras de Dios para una edad o dispensación? El Enviado de Dios.

Así que podemos conocer al Enviado de Dios porque él viene hablando la Palabra de Dios correspondiente para la edad o dispensación en que aparece, y viene haciendo las obras de Dios prometidas para esa edad o dispensación, las cuales Dios ha prometido, y Él las cumple por medio de Su Enviado. Y la Palabra que Él prometió hablar, la habla por medio de Su Enviado.

Él dijo a Moisés: “Profeta como yo (dijo Moisés al pueblo) os levantará el Señor vuestro Dios; a él oíd”. Y Dios le dijo a Moisés: “Profeta como tú les levantaré, y pondré mi Palabra en su boca, y él hablará todo lo que yo le mandare”3.

Las palabras de Dios son encontradas entonces en el Enviado de Dios: él hablará todo lo que Dios coloque en su boca para hablarle al pueblo; y eso es el Mensaje de Dios para ese tiempo, para esa edad o dispensación en que aparece el Enviado de Dios; viene hablando la Palabra de Dios para ese tiempo y haciendo las obras de Dios para ese tiempo.

Y cuando el pueblo puede ver eso, puede decir: “Dios está manifestándose y Dios está llevando a cabo Su Obra, y Dios está hablándonos directamente al corazón, porque podemos escuchar la Palabra de Dios correspondiente para este tiempo a través del Enviado de Dios, y podemos ver las obras que Dios prometió hacer a través de Su Enviado, las podemos ver siendo realizadas”. Así es como Dios le habla a Su pueblo y como Dios lleva a cabo la Obra que Él prometió. Y eso es la Obra del Enviado.

Para cada edad Dios envió un mensajero y para cada dispensación Él también ha enviado un mensajero dispensacional; y un mensajero dispensacional es siete veces mayor que un mensajero de una edad; y cuando digo “siete veces”, eso no tiene límites.

Así que podemos ver cómo viene la Palabra de Dios al pueblo y podemos ver cómo viene la Obra de Dios al pueblo, cómo se realiza y cómo el pueblo ve la Obra de Dios que corresponde para ese tiempo. Así que podemos ver que “no hará nada el Señor, sin que antes revele Sus secretos a Sus siervos los profetas”4.

Ahora, vean ustedes, miren aquí, dice: “De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre”. “No hará nada el Señor, sin que antes revele sus secretos a sus siervos los profetas”. Y el Hijo, el Enviado, no puede hacer nada sin antes verlo, sin que el Padre se lo muestre; “porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente”.

Así que podemos ver que todo lo que Dios ha prometido hacer, lo hace el Enviado; porque para eso él es enviado. Y por esa causa, el que recibe al que Dios envió, al que el Padre envió, recibe al Padre5; y el que lo rechaza, rechaza al que lo envió, dijo Jesús; y el que escucha al Enviado, está escuchando al que lo envió.

¿Por qué? Porque el Enviado de Dios habla la Palabra de Dios dada para esa edad o dispensación. Así que está escuchando ¿qué? La Palabra de Dios, está escuchando a Dios para esa edad o para esa dispensación; porque el Enviado viene hablando la Palabra de Dios para esa edad o dispensación.

Por eso dice también: “El que recibe a profeta en nombre de profeta, merced de profeta recibe”6. O sea, recibe todo el beneficio por el cual Dios ha enviado ese profeta mensajero, recibe toda la Palabra que Dios ha colocado en su boca, recibe todas las bendiciones que Dios ha colocado en ese mensajero, y ve y recibe la Obra que Dios hace por medio de ese mensajero.

Ahora, hemos visto que todo lo que Dios hablará en una edad o dispensación, lo hablará por medio de Su mensajero. Por eso Jesús podía decir también: “Yo no hablo nada, sino lo que yo escucho al Padre hablar”7.

Así que si no habla nada, sino lo que escucha al Padre hablar, entonces podemos ver que todo lo que el Padre habla para una edad o dispensación es escuchado aquí en la Tierra a través del Enviado; y no hace nada, sino lo que ve al Padre hacer.

Por lo tanto, todo lo que el Padre ha programado para hacer en esa edad o dispensación, lo hace el Enviado; porque Dios no puede hacer nada a menos que sea a través de carne humana: para eso Él se vela en carne humana y luego se revela a través de carne humana y realiza toda promesa que Él ha hecho para esa edad o para esa dispensación.

Ahora, hemos visto cómo Él hizo en el pasado. Vean ustedes, citamos mucho el tiempo de Noé, pues el Señor Jesucristo también lo citó, y Él dijo que en la Venida del Hijo del Hombre sería como en los días de Noé, que comían, bebían, se casaban, se daban en casamiento, y no conocieron hasta que vino el diluvio y los destruyó a todos8.

¿Qué no conocieron ellos? Ellos no conocieron al Enviado de Dios, y ellos no conocieron la Palabra de Dios que el Enviado de Dios estaba hablando, y ellos no conocieron la Obra de Dios que estaba llevando a cabo el Enviado de Dios. Así que no reconocieron a Noé, no reconocieron la Palabra, el Mensaje que Noé predicaba, y no reconocieron la Obra que Noé estaba llevando a cabo, que era una Obra para salvación de aquellos que recibieran al Enviado de Dios y recibieran la Palabra del Enviado.

Vean ustedes, esas tres cosas eran muy importantes: Recibir al Enviado, recibir el Mensaje del Enviado y recibir la Obra del Enviado, que sería para bendición de las personas que la recibieran; porque esa Obra del Enviado: el arca que él estaba construyendo, era la salvación de las personas y de los animales que se iban a salvar. Por lo tanto, vean ustedes, no es un asunto de conocimiento humano, no es un asunto de muchos estudios terrenales, sino es un asunto de creer.

Cuando le preguntaron a Jesús: “¿Qué haremos para hacer la Obra de Dios?”, Él dijo: “Que creáis…”9. ¿Pero que creáis qué? Porque todo el mundo dice que cree en Dios, pero una cosa es decir (una persona o muchas personas): “Yo creo en Dios”, y otra cosa es creer en Dios cuando Él ha enviado a Su mensajero y ha colocado Su Palabra en la boca de ese mensajero, y ha colocado Sus obras en las manos de ese mensajero para que las lleve a cabo.

Cuando Él envía Su mensajero con la Palabra, y habla esa Palabra, y hace las obras del que lo envió, ahí es que las personas tienen que enfrentarse a la realidad del Programa Divino para creer o no creer en Dios, en la forma en que Él está manifestándose en medio de los seres humanos.

No un Dios lejano, sino un Dios manifestado en medio del pueblo, en medio de los seres humanos, manifestado por medio de Su Enviado, y hablándole al pueblo por medio de Su Enviado, y cumpliendo las obras que Él prometió que llevaría a cabo para esa edad o dispensación.

Vean ustedes, cuando el Señor estuvo aquí en la Tierra dos mil años atrás, en la tierra de Israel, Él decía: “Yo no hago nada de mí mismo, sino que como yo veo al Padre hacer, así es que yo hago. Y yo no hablo nada de mí mismo, sino lo que yo escucho al Padre hablar, eso es lo que yo hablo”.

¿Por qué? Porque no era un asunto de hablar lo que la persona quisiera hablar, sino lo que el Padre hablaba para ese tiempo, el Mensaje correspondiente para ese tiempo. Y no era hacer cualquier obra.

Hubo muchos ciegos en la tierra de Israel en el tiempo de Elías, en el tiempo de Eliseo, y también en el tiempo de Moisés y en el tiempo de Jesús; pero ¿a cuántos sanó Eliseo, y a cuántos sanó Elías, a cuántos sanó Moisés y a cuántos sanó Jesús? ¿Y Juan el Bautista? A nadie literalmente, pero le abrió los ojos espirituales a muchas personas, y eso es un milagro más grande que cualquier milagro literal.

Así que vean ustedes, Jesús no sanó en su ministerio terrenal a todos los ciegos que hubo en Israel, ni a todos los leprosos tampoco los limpió, los sanó; sino que Él llevó a cabo una Obra en el Programa Divino, la Obra correspondiente en el Programa Divino.

Miren ustedes, aquí mismo en San Juan, capítulo 9, verso 1, dice:

“Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento.

Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?

Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él”.

Dios había señalado en Su programa que Sus obras se manifestarían en ese hombre, pero hubo otros ciegos en los cuales no se manifestaron esas obras de Dios. ¿Por qué? Porque es como Dios haya señalado en Su Programa. “No es del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia”10.

Por lo tanto, las obras que Él había dicho que cumpliría, Él también tenía en quién cumplir esas obras. Por eso miren ustedes aquí en San Lucas (…) lo que aconteció cuando le dieron el libro del profeta Isaías; en el capítulo 4, verso 14 en adelante, dice:

“Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de alrededor.

Y enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado por todos.

Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer.

Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito:

El Espíritu del Señor está sobre mí,

Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;

Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;

A pregonar libertad a los cautivos,

Y vista a los ciegos…”.

Vean ustedes que era una promesa de que en el Ungido y Enviado de Dios se llevaría a cabo una Obra en donde pregonaría libertad a los cautivos y vista a los ciegos; pero vean ustedes que no en todos los ciegos del pueblo hebreo se cumplió esa Escritura, no en todos los ciegos del pueblo hebreo se manifestó esta Obra Divina, sino en los que fueron escogidos por Dios para la manifestación de las obras de Dios. Dice:

“A poner en libertad a los oprimidos;

A predicar el año agradable del Señor.

Y enrollando el libro, lo dio al (sacerdote) ministro, y se sentó; y los ojos de (todo el pueblo) estaban fijos en él.

Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”.

Ahora, vean ustedes, la Escritura que estaba cumpliéndose era la Escritura en donde señalaba que Dios enviaba a un hombre ungido, al Mesías; y señalaba también las obras que Él llevaría a cabo, que eran las obras de Dios manifestadas en el Enviado de Dios; y también mostró el Mensaje que Él predicaría.

Dice que Su Mensaje sería la predicación ¿de qué? Del año agradable del Señor. La Palabra de Dios Él hablaría, las palabras de Dios, el Mensaje de Dios del año agradable del Señor para esa nueva dispensación que estaba comenzando.

Ahora, podemos ver todo lo que estaba prometido para ese tiempo, la Obra Divina que estaba prometida para ser llevada a cabo, y las palabras divinas que tenían que ser habladas, predicadas, en el Mensaje que traería el Enviado de Dios.

Y cuando se estaban viendo aquellas obras manifestadas a través de Jesús, los discípulos podían decir: “Nosotros estamos viendo la Obra de Dios llevada a cabo, lo que Él prometió para nuestro tiempo”. Y podían decir cuando escuchaban a Jesús: “Nosotros estamos escuchando la Palabra de Dios para este tiempo”.

Por eso Pedro dijo: “Tú tienes palabras de vida eterna”. Y la única Palabra de vida eterna es la Palabra de Dios; “porque no solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”. Y esa era la Palabra que estaba saliendo de la boca de Dios para ese tiempo. Por lo tanto, ellos al escuchar la Palabra de Dios saliendo de la boca de Jesús, y ver las obras que Jesús estaba llevando a cabo, las cuales eran las obras de Dios, podían decir: “Nosotros tenemos al Enviado de Dios en medio nuestro”. El Enviado de Dios.

Por eso Pedro dijo cuando Jesús preguntó: “¿Quiénes dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?”11, los apóstoles comenzaron a decir: “Unos dicen que Tú eres Elías, otros dicen que Tú eres Eliseo, otros dicen que Tú eres Juan el Bautista que ha resucitado, y otros dicen que Tú eres alguno de los profetas, algún profeta”. Y Él preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que es el Hijo del Hombre?”. Pedro dijo: “¡Tú, tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente!”. El Cristo, el Ungido, el Enviado de Dios para el pueblo para ese tiempo.

Ahora, vean ustedes, es algo maravilloso cuando las personas pueden ver las obras de Dios siendo manifestadas a través de carne humana, en el Enviado de Dios; y pueden escuchar la Voz de Dios, la Palabra de Dios, por medio del Enviado de Dios; y así recibir las bendiciones que Dios tiene para ese tiempo.

Así fue en el Antiguo Testamento, así fue en el tiempo de Jesús, así fue en el tiempo de los apóstoles, así fue en el tiempo de los siete ángeles mensajeros, y así es hoy en nuestro tiempo.

¿Pero acaso tendremos la promesa de un Enviado para el fin del tiempo? Si la tenemos, Dios tiene que cumplirla. Y si tenemos la promesa de que Dios nos hablará en el fin del tiempo, Él tiene que hablarnos en el fin del tiempo. Por lo tanto, las palabras de Dios tienen que ser halladas y escuchadas en una persona.

Ahora, vamos a ver en la Escritura porque esto es lo más importante para nosotros, porque… haya hablado Dios en el pasado a través de uno o de otro, eso fue la Palabra de Dios para el tiempo en que Dios habló por medio de cada uno de los mensajeros del pasado; y los que escucharon, recibieron la bendición, recibieron vida; los que rechazaron, perdieron la bendición divina.

Pero ahora, ¿qué de nosotros en nuestro tiempo? ¿Tendremos la promesa de escuchar la Voz de Dios, la Palabra de Dios para nuestro tiempo? ¿Ha prometido Dios hablar nuevamente en el fin del tiempo? ¿Ha señalado Dios que tendrá un Enviado para el pueblo? Porque si no hay estas promesas, en vano nosotros esperaríamos estas cosas; pero si Él lo ha prometido, Él es fiel y poderoso para cumplir lo que ha prometido.

Ahora, veamos aquí en Apocalipsis, capítulo 22, verso 16, en donde nos dice Jesús: “Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.

Aquí tenemos la promesa del Enviado de Dios, el Ángel del Señor Jesucristo del fin del tiempo. ¿Para qué? Para dar testimonio de estas cosas, para hablar la Palabra de Dios correspondiente al fin del tiempo, al fin del mundo.

¿Y cuál es la Palabra de Dios prometida para el fin del tiempo? El Mensaje del Evangelio del Reino, el Mensaje de la Trompeta Final, la Gran Voz de Trompeta.

Una trompeta no puede sonar, un Mensaje no puede sonar, un Mensaje no puede ser escuchado, a menos que haya un Enviado de Dios con ese Mensaje para proclamarlo, y así sea oído en medio de los seres humanos.

Aquí podemos ver quién es el Enviado de Dios prometido para el fin del tiempo, para dar testimonio de estas cosas. Un Mensaje para todas las iglesias, un Mensaje para todos los seres humanos. Y en Apocalipsis 22, verso 6, dice:

“Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas”.

¿Por qué? Porque son la Palabra de Dios colocada en la boca de Su Ángel Mensajero.

“Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, (¿para qué?) para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto”.

¿Ve usted? “… ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto”.

¿Con qué lo ha enviado? Con la Palabra. Él hablará la Palabra de Dios, dada por Dios, colocada por Dios en su boca para dar a conocer así las cosas que deben suceder pronto: Las cosas que deben acontecer en el fin del siglo, en el fin del tiempo, las cosas que deben acontecer cuando ya han terminado las edades de la Iglesia gentil, cuando ya ha terminado la Dispensación de la Gracia, la dispensación de la Iglesia, y ha comenzado la Dispensación del Reino; todas las cosas que deben acontecer en la Dispensación del Reino son dadas a conocer por el Ángel Mensajero del Señor Jesucristo, en donde Él coloca Su Palabra para hablarle a Su pueblo.

Por eso en Apocalipsis capítulo 4, verso 1, dice:

“Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas”.

Aquí tenemos la promesa de subir más arriba, subir a una edad celestial, en donde una puerta es abierta y en donde la Voz oída es como de trompeta, y promete mostrarle todas las cosas que han de suceder. Y luego, en Apocalipsis 22, vean ustedes quién es el que muestra todas las cosas que han de suceder: el Ángel del Señor Jesucristo.

¿Por que? Porque la Voz del Señor Jesucristo estaría en Su Ángel Mensajero hablando la Palabra del Señor Jesucristo. Él podrá decir siempre: “La Palabra que yo hablo no es mía, sino del que me envió, del Señor Jesucristo, el cual me ha dado esa Palabra, ese Mensaje para dar testimonio de estas cosas a todas las iglesias, a todos los seres humanos, a todos los siervos de Dios, y darles a conocer las cosas que deben suceder pronto”.

También en Apocalipsis, capítulo 1, verso 1, dice:

“La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel (a Juan en estas visiones apocalípticas, en símbolos, y a nosotros en el fin del tiempo, en el contenido de esos símbolos)…”.

Ahora vean que la revelación de Jesucristo nadie la podrá obtener a menos que la reciba por medio de Su Ángel; y nadie podrá conocer las cosas que deben suceder y estar al tanto de esas cosas a menos que sea por medio del Mensaje de Su Ángel.

Y en el fin del tiempo, para el cual tenemos estas promesas, cuando los hijos de Dios estén escuchando el Mensaje del Ángel del Señor Jesucristo dando testimonio de estas cosas y mostrando las cosas que deben suceder pronto, entonces podrán decir: “Estamos escuchando la Trompeta Final, la Gran Voz de Trompeta; porque estamos escuchando las palabras que el Señor Jesucristo ha colocado en la boca de Su Ángel Mensajero”.

¿Y cómo conoceremos al Ángel Mensajero del Señor Jesucristo? Porque él tendrá las palabras de la profecía de este Libro, mostrándole a todos los siervos de Dios y a todas las iglesias las cosas que deben suceder pronto. Él es identificado por el Mensaje, con el Mensaje que Él trae, el Mensaje prometido para dar a conocer las cosas que deben acontecer pronto, para que todos los hijos de Dios conozcan las cosas que deben acontecer y estén preparados para recibir todas las bendiciones de Dios.

¿Y qué otra cosa estará haciendo el Enviado de Dios, el Ángel del Señor Jesucristo? Lo mismo que dijo el Señor Jesucristo: “Yo no hago nada, sino lo que yo veo al Padre hacer, eso es lo que yo hago. El Padre me muestra lo que Él hace, y eso es lo que yo hago. El Padre me dice lo que yo debo decir, y eso es lo que yo digo”. Y esa misma relación habrá entre Jesús y Su Ángel; Él no hablará nada de sí mismo, sino lo que escuche a Jesús hablar; y no hará nada de sí mismo, sino lo que vea a Jesús hacer.

Y entonces las personas estarán escuchando aquí en la Tierra las palabras de Jesús por medio de Su Ángel Mensajero, estarán recibiendo la revelación de Jesucristo a través de Su Ángel Mensajero, y estarán viendo las obras del Señor Jesucristo prometidas para el fin del tiempo por medio de Su Ángel Mensajero.

Y cuando el pueblo esté escuchando las palabras del Señor Jesucristo por medio de Su Ángel Mensajero, y viendo las obras del Señor Jesucristo por medio de Su Ángel Mensajero, podrán decir: “El Señor Jesucristo ha enviado a Su Ángel Mensajero. ¡Y nosotros hemos recibido al Enviado de Jesucristo, Su Ángel Mensajero!”.

Juan el discípulo amado, en la revelación apocalíptica pudo ver estas cosas, pudo escuchar las palabras del Señor Jesucristo por medio de Su Ángel Mensajero, pudo recibir y ver la revelación de Jesucristo por medio de Su Ángel Mensajero, y pudo ver las obras del Señor Jesucristo por medio de Su Ángel Mensajero; porque es el Enviado del Señor Jesucristo.

LAS OBRAS DEL ENVIADO son las obras del que lo envió, y las palabras del Enviado son las palabras del que lo envió. Así es que conocemos al verdadero Enviado de Dios.

Vean ustedes, hemos estado escuchando la Gran Voz de Trompeta y hemos estado experimentando el recogimiento de los escogidos. Y cuando examinamos cómo ha acontecido todo esto, podemos ver una cosa: Que era una promesa del Señor, era una promesa de una Obra que Él llevaría a cabo.

Y cuando en este tiempo final hemos visto esta Obra llevándose a cabo, podemos ver la forma en que se ha estado llevando a cabo; porque el Enviado no hace nada de sí mismo, sino lo que le muestra el que lo envió. Y él entonces siempre, el Enviado de Dios en cada edad o dispensación, siempre podrá decir: “Yo no hago nada de mí mismo, sino lo que yo veo al Padre (al que me envió) hacer, eso es lo que yo hago”.

Vean ustedes, Él dijo que tocaría la Trompeta; dice: “Porque el mismo Señor descenderá del Cielo con Aclamación, con Voz de Arcángel y con Trompeta de Dios”12.

Así que esas son las obras prometidas para el Señor Jesucristo llevar a cabo en el fin del tiempo. También dice San Pablo: “He aquí, os digo un misterio: No todos ciertamente dormiremos (moriremos); sino que todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la Final Trompeta; porque se tocará la Trompeta, y los muertos resucitarán primero, y luego nosotros los que vivimos seremos transformados”13.

Los muertos resucitarán incorruptibles y nosotros seremos transformados y tendremos un cuerpo incorruptible también.

Estas son obras prometidas para el fin del tiempo, la Obra de la Trompeta Final. La Obra de la Trompeta Final es la Voz del Señor Jesucristo hablándonos en el fin del tiempo; y esas palabras del Señor Jesucristo, siendo la Trompeta Final, estarían siendo escuchadas en este tiempo final; y para Él dejar escuchar Su Voz, y hacer sus obras, Él ha prometido: “Yo Jesús he enviado mi ángel”.

Y donde la Voz del Señor Jesucristo, la Trompeta Final, la Gran Voz de Trompeta, esa Trompeta del Año del Jubileo actualizado, esa Trompeta que llama y junta a los escogidos, la Gran Voz de Trompeta… en el que sea escuchada esa Trompeta, ese Mensaje, el Evangelio del Reino, ese es identificado como el Enviado de Dios; porque el Enviado de Dios la Palabra de Dios habla, y las obras de Dios hace para ese tiempo.

Así que vean ustedes, la Palabra de Dios y las obras de Dios van unidas; porque las obras de Dios son hechas por la Palabra hablada. Por eso el Enviado de Dios viene con esa Palabra siendo hablada y luego se va materializando esas obras divinas que Él prometió para ese tiempo.

Y las personas que no entienden, dicen: “Esas son palabras de un hombre”, y no se dan cuenta que son las palabras del que envió a ese hombre; y también dicen: “Esas obras son las obras de ese hombre”. O como dijeron en el tiempo de Jesús cuando Él estuvo haciendo aquellas obras: sanando a los enfermos, dándoles la vista a los ciegos y oído a los sordos, y también a los mudos dándoles que hablasen, sanándolos; pero ellos decían: “Por el dedo de Beelzebú él hecha fuera los demonios (le atribuyeron esas obras divinas al diablo)”, y Jesús dijo: “No, eso no es así; porque si el diablo se levanta en contra de él mismo, su reino no permanece. Así que si yo por el dedo de Dios echo fuera los demonios, el Reino de Dios ha llegado a vosotros”14.

¿Por qué? Porque allí estaba el Enviado de Dios, en donde estaba la Palabra de Dios en Su boca siendo hablada; y allí estaban las obras de Dios prometidas para aquel tiempo siendo llevadas a cabo.

Vean ustedes, toda la Obra de Dios correspondiente para ese tiempo hasta la redención en la Cruz del Calvario, encontramos que fueron hechas esas obras en Jesús de Nazaret.

¿Por qué? Porque las obras de Dios correspondientes para aquel tiempo fueron llevadas a cabo en y por medio del Enviado de Dios; y así es en cada tiempo. Pero algunas personas ven las obras de Dios prometidas para una edad o dispensación, y por cuanto ven que las está llevando a cabo un hombre, dicen: “Eso no es de Dios, sino es de ese hombre”. Pero no. Es Dios en el hombre mostrándole las obras que debe llevar a cabo; y Dios respaldando esa labor, respaldando a Su Enviado, y cumpliéndose así las obras de Dios a través de un hombre; porque siempre Dios ha usado hombres para manifestar Su Palabra y para manifestar Sus obras para cada edad y para cada dispensación.

Y vean ustedes, todo lo que Dios ha prometido hacer para una edad o dispensación siempre lo ha hecho por medio de un hombre.

Por eso cuando Dios prometió a Abraham que su simiente sería cautiva en tierra extraña, pero que a los cuatrocientos años Él los libertaría con mano poderosa15, luego cuando se cumplió el tiempo, llamó a Moisés, lo envió y le dijo: “Ve, liberta mi pueblo”16.

¿Pero Dios no había dicho que Él lo libertaría? ¿Por qué está mandando a un hombre? Porque a través de ese hombre se cumpliría la promesa divina, se cumpliría la Obra que Dios prometió hacer para ese tiempo. Y entonces aquí en la Tierra, todo lo que Dios dijo que haría lo llevaría a cabo a través del Enviado de Dios para ese tiempo.

Dios también dijo que libertaría al pueblo con mano fuerte, con mano poderosa, o sea, trayéndoles juicio. ¿Y quién fue el que trajo el juicio al pueblo egipcio? Moisés fue el que habló las plagas, pero Dios le decía: “Ahora habla esta plaga”. ¿Ven? Lo que Dios le decía que hablara, eso hablaba Moisés; lo que Dios le mostraba a Moisés, eso era lo que Moisés hacía. ¿Por qué? Porque Moisés fue el Enviado de Dios. Por esa causa aquellas obras se estaban manifestando a través de Moisés. Las obras del Enviado eran nada menos que las obras de Dios prometidas para aquel tiempo.

“LAS OBRAS DEL ENVIADO”.

Ahora, hemos visto las obras del Enviado: que no son las obras de él, sino del que lo envió; y hemos visto las palabras o Mensaje del Enviado: que no son las palabras de él, sino del que lo envió; y hemos visto entonces a Dios cumpliendo lo que Él prometió para cada edad y para cada dispensación, ¿por medio de quién? De Su Enviado.

Y toda Obra o Palabra que tenga que ser hablada en una edad o dispensación – será hablada toda Palabra que tenga que ser hablada y será hecha toda Obra que tenga que ser hecha, por medio del Enviado de Dios; porque para eso es que lo envía; no para que esté con los brazos cruzados sin hablar nada y sin hacer nada; porque hay una Obra para llevarse a cabo, llevarla a cabo, y hay una Palabra para ser hablada; y si no se habla esa Palabra: no se lleva a cabo la Obra que corresponde para ese tiempo.

Ahora, vean ustedes que la Palabra que habla el Enviado da testimonio de las obras de Dios prometidas para ese tiempo; y las obras prometidas de Dios para ese tiempo, a medida que van siendo realizadas van dando testimonio de la Obra que Dios prometió hacer para ese tiempo y van identificando al Enviado de Dios.

Así que vean ustedes cómo se mueve el Programa Divino para cada edad y para cada dispensación. Nosotros en este tiempo final, conforme a las promesas divinas, tenemos la promesa de escuchar la Voz del Señor, la Gran Voz de Trompeta, la Trompeta Final; y esa Trompeta Final, la Gran Voz de Trompeta, estaría llamando y juntando a Sus escogidos.

Y cuando nosotros en el fin del tiempo podemos escuchar la Trompeta Final, la Voz del Señor Jesucristo, podemos entonces ver que Su Voz, Su Palabra, ha sido colocada en la boca de Su Ángel. Y él no hablará nada, sino lo que escuche a Jesucristo hablar; y él no hará nada, sino lo que vea a Jesucristo hacer.

Por lo tanto, la Voz del Señor Jesucristo y las obras del Señor Jesucristo prometidas para el fin del tiempo, estarán en Su Ángel Mensajero, y serán las obras del Enviado del Señor Jesucristo.

Así continuará llevándose a cabo el Programa del Señor Jesucristo para este tiempo final, y será la Obra del Enviado; y esa Obra será la Obra del que lo envió; y ese Mensaje será el Mensaje del que lo envió, la Palabra del que lo envió; cumpliendo así el Señor Jesucristo las promesas de Su Mensaje Final, de la Trompeta Final y de las obras del fin del tiempo.

Y todos, así como en otras edades y dispensaciones escucharon la Voz del Señor y vieron las obras del Señor en el Enviado, así también nosotros en este tiempo final veremos las obras del Señor Jesucristo en Su Enviado, en el Ángel del Señor Jesucristo.

Aun todas las promesas, todas las obras que faltan por ser cumplidas, las veremos cada una en su tiempo siendo cumplidas por medio de Su Enviado: el Ángel del Señor Jesucristo. Y la Obra del Señor Jesucristo prometida para el fin del tiempo la veremos en la Obra del Enviado.

Así que para ver la Obra del Señor para una edad o dispensación, hay que verla en la Obra del Enviado; porque esa Obra del Enviado es la Obra del que lo envió. Algunos pueden ver a un hombre haciendo una obra, otros podrán ver al que lo envió haciendo la Obra a través del Enviado.

San Pablo decía: “No vivo ya yo, vive Cristo en mí”17. Por lo tanto, la Obra que San Pablo estaba haciendo era la Obra del que lo envió, y el que lo envió estaba llevando a cabo la Obra que Él prometió para la primera edad. Y así en cada edad de la Iglesia, la Obra del Señor Jesucristo fue llevada a cabo por medio del Enviado de Dios para cada edad.

Y la Obra prometida para el fin del tiempo ¿qué de la Obra para este tiempo? La Obra para este tiempo final, prometida por el Señor Jesucristo, será llevada a cabo a través de Su Enviado, a través de Su Ángel Mensajero que Él ha prometido para el fin del tiempo; y estaremos todos viendo la Obra del Enviado del Señor Jesucristo. LA OBRA DEL ENVIADO DEL SEÑOR JESUCRISTO.

Que Dios nos continúe bendiciendo a todos, que Dios nos guarde, y adelante escuchando la Voz del Señor Jesucristo, y viendo y recibiendo la Obra del Señor Jesucristo en la forma que Él siempre lo ha hecho: por medio de Su Enviado.

Ha sido para mí una bendición muy grande estar con ustedes y darles a conocer cómo el Señor siempre ha hecho Su Obra y cómo el Señor siempre le ha hablado a Su pueblo.

Así que tenemos para nosotros grandes promesas, tenemos para nosotros grandes bendiciones; y por esa causa estaremos escuchando la Voz del Señor Jesucristo que estará dándonos a conocer las cosas que deben acontecer, y estaremos viendo las obras del Señor Jesucristo en este tiempo final por medio de Su Enviado. Así que estaremos en la Obra del Enviado del Señor Jesucristo y recibiremos todas las bendiciones de Dios.

“LA OBRA DEL ENVIADO”.

Vean ustedes cuál es la Obra del Enviado: Hacer las obras que el que lo envió dijo que haría para este tiempo. O sea, por medio del Enviado se cumplen las obras que dijo el que lo envió que llevaría a cabo, y por medio del Enviado escucharemos las cosas que dijo el que lo envió que le hablaría a Su pueblo.

Eso es la Obra del Enviado. Lo cual en cada edad y dispensación ha sido de grande bendición para los hijos de Dios, y también lo es para cada uno de nosotros en este tiempo final.

¿Y ustedes creen que será de grande bendición para nosotros? ¿Vieron ustedes? El Enviado de Dios habla las palabras del que lo envió. Y hablando esas palabras del que lo envió, que es la Gran Voz de Trompeta o Trompeta Final, va a producir la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que estamos vivos; porque nos dará la fe para ser transformados y ser raptados. Y así se lleva a cabo la Obra del que lo envió.

Así que nosotros en este tiempo, como los hijos de Dios en otros tiempos podían decir cuando veían las obras de Dios prometidas para su edad llevándose a cabo, y podían oír la Voz del Señor por medio del mensajero dando el Mensaje, podían decir: “Nosotros tenemos al Enviado de Dios”, también nosotros en el fin del tiempo al estar escuchando la Voz de Gran Voz de Trompeta o Trompeta Final, la Voz de Cristo en Su mensajero, Su Ángel, y estar viendo las obras del Señor Jesucristo prometidas para el fin del tiempo llamando y juntando a los escogidos, y así por el estilo, también podremos decir: “¡Nosotros tenemos al Enviado de Dios y tenemos la Obra del Enviado!”.

“LA OBRA DEL ENVIADO”.

La Obra del Enviado del Señor Jesucristo para el fin del tiempo, la Obra del Ángel del Señor Jesucristo. Es una Obra tan y tan grande que Él ha prometido llevar a cabo en el fin del tiempo, que cada uno de nosotros recibirá las bendiciones más grandes que hijo de Dios haya recibido en alguna ocasión.

Así que la Obra de Dios para este tiempo final es la más grande de todos los tiempos. El Señor Jesucristo en este tiempo final está llevando a cabo la Obra que Él prometió, y está hablándonos directamente al corazón.

Las palabras que yo les he hablado por muchísimos años no son mías, son del que me envió; y las obras que yo he hecho no son mías, sino del que me envió, el cual me las ha mostrado y me ha dicho lo que debo hacer, y me ha dicho lo que debo hablar, el Mensaje que debo decirles, hablarles a ustedes.

Esta es la Obra prometida para el fin del tiempo, la Obra del Señor Jesucristo; y esta, siendo la Obra del Señor Jesucristo para el fin del tiempo, es la Obra del Enviado del Señor Jesucristo, el Ángel del Señor Jesucristo.

En la Obra del Señor Jesucristo es que es identificado el Ángel del Señor Jesucristo. Por eso San Juan, el discípulo amado, en dos ocasiones quiso adorar al Ángel. ¿Por qué? Porque escuchó la Voz de Cristo en él. El Mensaje de Jesucristo, la Trompeta Final, la Gran Voz de Trompeta, el Evangelio del Reino, lo escuchó en el Ángel de Jesús; y las obras de Jesús las vio manifestadas en el Ángel de Jesús. Lo que Juan el discípulo amado vio fue tan grande que quiso adorar a los pies del Ángel del Señor Jesucristo; porque él vio las obras del Enviado, y vio que esas obras eran las obras del que lo envió, del Señor Jesucristo.

Así que vean ustedes, también la Voz que escuchó del Ángel era la Voz del Señor Jesucristo, las palabras del Señor Jesucristo.

Es tan grande para nosotros la bendición que nos ha tocado, que no podemos perder la bendición que hay en las obras del Enviado; porque son de bendición para cada uno de nosotros.

Así que continuemos hacia adelante escuchando la Voz del Señor Jesucristo, y viendo y recibiendo y siendo participantes de la Obra del Señor Jesucristo, que es la Obra del Enviado del Señor Jesucristo.

“LA OBRA DEL ENVIADO”.

Continúen pasando todos un día feliz, lleno de las bendiciones de Dios, viendo las obras del que me envió, y escuchando las palabras del que me envió, para así recibir todas las bendiciones que Dios tiene para este tiempo final.

Que Dios nos continúe bendiciendo a todos, que Dios nos guarde, y estaremos nuevamente aquí a las 6:00 de la tarde o antes, para continuar escuchando la Palabra del Señor Jesucristo y viendo las obras del Señor Jesucristo prometidas en la Escritura. Él no hará nada, sino lo que está en la Escritura; y Él no le mostrará nada a Su Enviado, sino lo que Él ha prometido para este tiempo final.

Así que en la tarde continuaremos escuchando la Voz del Señor, y continuaremos viendo las obras del Señor Jesucristo prometidas para el fin del tiempo, y viendo las que ya están cumplidas, y viendo también las que faltan por ser cumplidas; porque son las obras que Él prometió para el fin del tiempo.

“LAS OBRAS DEL ENVIADO”.

Pasen todos una tarde feliz, todos ustedes allá en Puerto Rico y diferentes países del Caribe, y también a todos en los diferentes países de la América Latina, y diferentes lugares también de Norteamérica.

Que Dios nos continúe bendiciendo a todos en la Obra del Enviado. Con nosotros nuevamente Miguel Bermúdez Marín.

“LAS OBRAS DEL ENVIADO”.

1 San Juan 6:68

2 San Mateo 4:4, Deuteronomio 8:3

3 Deuteronomio 18:15-19

4 Amós 3:7

5 San Juan 13:20, San Mateo 10:40

6 San Mateo 10:41

7 San Juan 12:49-50

8 San Mateo 24:37-39

9 San Juan 6:28-29

10 Romanos 9:16

11 San Mateo 16:13-20, San Marcos 8:27-30, San Lucas 9:18-20

12 1 Tesalonicenses 4:16-17

13 1 Corintios 15:51-52

14 San Lucas 11:15-20; San Mateo 12:24, 12:27; San Marcos 3:22

15 Génesis 15:13-16

16 Éxodo 3:10

17 Gálatas 2:20

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