El Nuevo Pentecostés

Muy buenos días, amados amigos y hermanos presentes, y televidentes por Galaxy VII, canal 11, y PanAmSat, y también por el canal 22 de televisión local en Puerto Rico, y también por el canal 3 de Cable BuenaVisión, y demás canales de televisión que están en esta ocasión transmitiendo esta actividad, y también estaciones de radio.

Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre cada uno de ustedes y sobre mí también.

Muchas felicidades a todos los padres en este nuestro día, y que Dios les bendiga grandemente a todos.

En esta ocasión vamos a ver la promesa del Padre celestial correspondiente al Día de hoy, y así ver cómo obtener esa promesa que Él ha hecho para cada uno de Sus hijos; porque Él es el mejor Padre que nosotros conocemos. Y en este, el Día del Padre, vamos a hablar de nuestro Padre celestial y la promesa que Él ha hecho para nosotros.

En San Juan (…). Vamos a comenzar a leer verso 15 en adelante, del capítulo 14 de San Juan. Dice:

“Si me amáis, guardad mis mandamientos.

Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre:

el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.

No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.

Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis.

En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros.

El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él.

Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?

Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.

El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió.

Os he dicho estas cosas estando con vosotros.

Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”.

Que Dios bendiga Su Palabra en nuestros corazones y nos permita entenderla.

En esta ocasión nuestro tema será: “EL NUEVO PENTECOSTÉS”.

Encontramos que esta Palabra o promesa que Cristo ha hecho aquí a Sus discípulos es una promesa de acuerdo a las Escrituras, en donde el cumplimiento de esta promesa estará produciendo el nuevo nacimiento de los hijos de Dios, a medida que ellos van recibiendo el Espíritu Santo de Dios.

Él prometió Su Espíritu para todos Sus hijos, y dijo que se manifestaría a ellos. Y Judas, no el Iscariote, le pregunta: “¿Y por qué te manifestarás a nosotros…?”. Dice: “¿Cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?”. Jesús explica aquí que el que ama a Cristo, Su Palabra guardará. Y dice: “… y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él”.

El Señor Jesucristo está hablando aquí del bautismo del Espíritu Santo. Y de esto fue también de lo cual le habló a Nicodemo cuando le dijo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca de nuevo, no puede ver el Reino de Dios”. El que no nazca del Agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de los Cielos.

Ahora, siendo que el Reino de los Cielos es la Iglesia del Señor Jesucristo, Su Cuerpo Místico de creyentes; para entrar y formar parte de ese Cuerpo Místico de creyentes, formar parte de la Iglesia del Señor Jesucristo, se requiere nacer de nuevo, o sea, se requiere recibir el Espíritu Santo de Dios.

No hay otra forma para ser parte del Cuerpo Místico del Señor Jesucristo; pues ninguna persona puede decir: “Yo me voy a unir a la Iglesia del Señor Jesucristo para ser uno de sus miembros”; porque la entrada al Cuerpo Místico de Cristo, para ser uno de sus miembros, es por medio de un espíritu: del Espíritu de Dios. Dice San Pablo que por un Espíritu todos tenemos entrada al Padre1, y todos tenemos entrada a ese Cuerpo Místico de creyentes, o sea, a la Iglesia del Señor Jesucristo.

Ahora, ¿cuándo sería que vendría el Espíritu Santo de Dios para aquellos que habían creído en nuestro Señor Jesucristo? Jesús, antes de ascender al cielo, luego de Su muerte, sepultura y resurrección, antes de ascender al cielo, 40 días después de Su muerte… Dice, libro de los Hechos, capítulo 1, verso 1 en adelante:

“En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar,

hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido;

a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios.

Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí”.

Aquí Jesucristo les habla de la promesa del Padre que Él les prometió enviar, o sea, la promesa del Espíritu Santo. Dice:

“Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días”.

Ahora, no les dijo dentro de cuántos días ellos serían bautizados con el Espíritu Santo, pero les dijo: “Dentro de no muchos días”.

Ahora, aquí también se cumpliría lo que Juan el Bautista dijo acerca de Jesús: “Yo les bautizo en agua, con bautismo de arrepentimiento; mas después de mí viene uno, del cual yo no soy digno de desatar la correa de su calzado, el cual es más poderoso que yo. Él les bautizará con Espíritu Santo y Fuego”2.

Ahora, para poder entender este misterio del bautismo del Espíritu Santo, nosotros tenemos que comprender que a causa de la caída en el Huerto del Edén, cada persona —de ahí en adelante— ha venido con un espíritu del mundo, el cual recibe cuando nace en esta Tierra; y ese espíritu del mundo lo lleva, lo inclina, siempre hacia el mal.

Y por esa causa se requiere un nuevo nacimiento, en donde la persona reciba un espíritu del Cielo, un espíritu de la sexta dimensión, un espíritu teofánico, que venga de Dios, para que así esa persona sea inclinada siempre hacia el bien y le guíe a toda justicia y a toda verdad. Ese es el Ángel de Jehová que acampa en derredor de todos los que le temen y los defiende3: ese Espíritu Santo que cada hijo de Dios recibe cuando nace de nuevo.

Y ahora, ese Espíritu Santo que cada hijo de Dios recibiría, conforme a la promesa de Jesucristo la cual habló de parte del Padre, es el que estarían recibiendo los discípulos de Jesucristo no muchos días después de la partida de Cristo al Cielo. Ese Espíritu que ellos recibirían sería lo que produciría en ellos el nuevo nacimiento, pues ellos todavía no habían nacido de nuevo.

Ahora, ¿cuando vendría el Espíritu Santo sobre los discípulos de Jesucristo? Hubo en aquellos días, conforme a lo que dice la Escritura, a lo que nos dice el apóstol San Pablo en el capítulo 15 de su carta primera a los Corintios… Nos dice San Pablo en el capítulo 15, verso 6, dice de la siguiente manera, hablando de las personas que estaban presentes en los días en que ya Jesús había resucitado y había aparecido a muchas personas. Dice, capítulo 15, verso 1 en adelante, vamos a leer, dice:

“Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis;

por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano.

Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras;

y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras;

y que apareció a Cefas, y después a los doce.

Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen.

Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles;

y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí”.

Ahora, aquí podemos ver que entre las ocasiones en que Jesús apareció a Sus discípulos, o sea, a todos los que lo habían seguido, hubo una o más ocasiones en que… Dice San Pablo aquí: “Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez”. O sea, a un grupo de personas de más de 500 hermanos reunidos, a la misma vez les apareció.

Ahora, Él prometió la venida del Espíritu Santo, porque esa es la promesa del Padre para Sus hijos, para que puedan entrar al Reino de los Cielos, para que puedan entrar a ese Cuerpo Místico de creyentes; y así que se produzca en ellos, por medio de la venida del Espíritu Santo a ellos, a los hijos de Dios, se produzca el nuevo nacimiento, sin el cual nadie puede entrar a formar parte de la Iglesia del Señor Jesucristo.

Ahora, hubo más de 500 personas reunidas en una o más ocasiones, que vieron a Jesucristo ya resucitado. Estuvo apareciendo por 40 días, con muchas señales; tanto las señales en Su cuerpo físico, como también los milagros y señales que hizo delante de Sus discípulos y delante aun de más de 500 personas reunidas a la misma vez.

Ahora, luego de cumplido este tiempo de 40 días, que es muy importante…, pues el pueblo hebreo estuvo 40 años en el desierto, y luego fue que entraron a la tierra prometida. Encontramos que luego de estos 40 días, en algún momento recibirían el Espíritu Santo; descendería el Espíritu de Dios sobre un grupo de personas que estarían esperándolo y que estarían listos para ser llenos del Espíritu Santo.

Ahora, Jesús no les dijo en qué día. Hay personas que si uno les dice: “Mira, en el día tal es que yo voy a dar esa bendición, esa promesa”, algunos dicen: “Bueno, pues en ese día yo voy a estar presente, pero ahora tengo muchas cosas para llevar a cabo en mi casa, en mi negocio, y estoy muy ocupado; pero ese día voy a estar allí”.

Ahora, Jesús no les dijo en qué día iba a descender el Espíritu Santo. Pero encontramos que hubo muchas personas que habían escuchado aun antes de Jesús ser crucificado, habían escuchado la promesa dada por Jesús de la venida del Espíritu Santo a los creyentes en Él y a los que guardan Su Palabra.

Ahora, encontramos que siendo más de 500 personas los que vieron a Jesucristo resucitado, y por 40 días estuvo Él apareciendo, encontramos que en el libro de los Hechos, en el capítulo 1, verso 12 en adelante, dice:

“Entonces volvieron a Jerusalén desde el monte que se llama del Olivar, el cual está cerca de Jerusalén, camino de un día de reposo.

Y entrados, subieron al aposento alto, donde moraban Pedro y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo.

Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos.

En aquellos días Pedro se levantó en medio de los hermanos (y los reunidos eran como 120 en número)”.

Ahora, aquí podemos ver que 120 personas estaban reunidas en el aposento alto esperando el cumplimiento de la venida del Espíritu Santo, para así nacer de nuevo ese grupo de personas que allí estaban esperándolo; y así nacer la Iglesia del Señor Jesucristo el día de la venida del Espíritu Santo que había prometido Jesucristo. Ahora, dice [Hechos 2:1]:

“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos.

Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados;

y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos.

Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.

Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo.

Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua.

Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan?

¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido?

Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia,

en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de África más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos…”.

En ese Día de Pentecostés encontramos que vino el Espíritu Santo.

Ahora, el día de Pentecostés era el día 50 desde el día que era presentado el cordero de la Pascua; desde ese día en adelante se contaban 50 días. O sea que el día 50 era el día de Pentecostés, la primera Gavilla mecida delante de Dios, el primero que llegó a madurez, en el cual estuvo el Espíritu de Dios, el Espíritu Santo en toda Su plenitud; había muerto la víspera de la Pascua y vino a ser el Cordero Pascual para todos los hijos de Dios.

El cordero que el pueblo hebreo sacrificaba, o que sacrificó allá para el éxodo, en la víspera de la Pascua, y que comió durante la noche de la Pascua, encontramos que era tipo y figura de Jesucristo. Y por esa causa encontramos que el pueblo hebreo luego guardaba esa fiesta, sacrificando un cordero la víspera de la Pascua y comiéndolo durante la noche de la Pascua, y luego quemando todo lo que sobraba antes del día, antes que amaneciera el sábado.

Y luego encontramos que ellos guardaban ese día de la Pascua y sacrificaban ese cordero en memoria de lo que sucedió en el éxodo del pueblo hebreo. Pero ellos no comprendían que a la misma vez ese cordero estaba tipificando al Cordero de Dios, al Cordero que tenía que venir en forma de un hombre; porque no sería un cordero, un animal literal, sino un hombre; el cual llevaría nuestros pecados, el cual moriría en la víspera de la Pascua, y el cual sería ofrecido a Dios como nuestro Cordero Pascual.

Él es nuestro Cordero Pascual; y así como tenía que ser comido el cordero en la noche de la Pascua, Él dijo: “El que no coma mi carne y beba mi sangre, no tiene vida permaneciente en sí”4.

La sangre de aquel cordero era colocada sobre el dintel y los postes de las puertas de cada casa, para así que el ángel de la muerte no entrara a esa casa y no muriera el primogénito que vivía en esa casa o los primogénitos que estaban reunidos ahí en esa casa; porque cuando la familia era pequeña se juntaba con otra familia en la casa y comían el cordero. O sea que en una casa podían estar dos familias, y ahí podían estar dos hijos primogénitos de esas dos familias, y a la misma vez los padres o el padre de esos hijos primogénitos también podía ser un primogénito de su padre; por lo tanto, podían estar dos o más primogénitos en esa casa.

Y lo único que protegía a esos primogénitos era el sacrificio de ese cordero pascual y su sangre aplicada sobre el dintel de la puerta y los postes de la puerta; o sea, el marco y la parte de arriba, el marco completo: los lados y la parte de arriba de esas puertas tenía que estar cubierta con la sangre del cordero pascual; y dentro estar comiendo ese cordero pascual.

Ahora, encontramos que Cristo siendo el Cordero Pascual murió la víspera de la Pascua; y encontramos que luego, el domingo de Resurrección, o sea, el primer día, que es domingo, el día que le sigue al sábado de Pascua, encontramos que es el primer día; y desde ahí se cuentan 50 días; y luego el día 50 es el día de Pentecostés, porque Pentecostés significa 50.

Ahora, Jesucristo siendo el primero que llegó a madurez, fue la Gavilla que fue tomada, el primer fruto de la Cosecha, que fue tomado y presentado delante de Dios el día domingo; y fue aceptado por Dios: el primer Hijo de Dios que llegó a madurez.

Ahora, si el primero llegó a madurez y fue aceptado delante de Dios, esto habla que habrá una buena Cosecha; porque si el primer fruto de la Cosecha, del comienzo de la Cosecha, si las Primicias son perfectas, si el primer fruto, la primera Gavilla, es perfecto esa Gavilla, que es Cristo: todo el resto de la Cosecha, todo el resto de los hijos de Dios, serán también perfectos, llegarán a madurez.

Ahora, encontramos que tenían que pasar 50 días. Durante esos 50 días encontramos que luego de tomar en la gavilla de los primeros frutos, tomar las primicias, de los primeros frutos que se recogían en la cosecha, encontramos que luego continuaba la cosecha, y por 49 días se iba llevando a cabo toda esa labor: la cosecha de las diferentes cosas que se efectuaban, cada una en su tiempo.

Encontramos que al final de la cosecha, cuando el fruto ya estaba recogido, el día 50 se llevaba a cabo una fiesta. Ese era el día de la “fiesta de la cosecha”, para darle gracias a Dios por la cosecha efectuada, por las bendiciones que Dios le había dado al pueblo hebreo en todas esas labores agrícolas llevadas a cabo; y teniendo una buena cosecha era motivo de alegría, de regocijo, y de acciones de gracias a Dios.

Era un día de acción de gracias, era un día de regocijo, era un día de victoria; porque todo el trabajo llevado a cabo no se había perdido, sino que se había recogido el fruto; y esto mostraba que la bendición de Dios estaba con el pueblo hebreo.

Ahora, este día de Pentecostés es tipo y figura del día en que el Espíritu Santo vendría sobre los creyentes en el Mensaje de Jesucristo, y que estarían esperando ser llenos del Espíritu Santo.

O sea que no era una cosa de decir: “Sí, yo creo en el Señor Jesucristo”, y no estar presente en ese Día de Pentecostés esperando el Espíritu Santo. No. Tenía que estar presente ese día.

Y la cosa había comenzado porque cuando Jesucristo se fue, ascendió al Cielo, los discípulos se fueron a Jerusalén, a la ciudad. Ellos estaban en el monte de los Olivos con Jesús; pero, miren ustedes, fue desde el monte de los Olivos que Jesús ascendió al cielo; y ahora es el Monte de los Olivos el que tiene la promesa de la Venida de Cristo colocando Sus pies sobre el Monte de los Olivos.

Ahora, miren aquí una cosa muy importante: Los discípulos se fueron al aposento alto, donde vivían, donde moraban Pedro, Jacobo y Juan; y allí ellos ordenaron bien aquel grupo en una nueva dispensación. Todo tenía que estar en orden para ellos recibir el bautismo del Espíritu Santo, ellos tenían que estar en una nueva dispensación y en una nueva edad.

Ellos estaban en la Dispensación de la Gracia, que había comenzado con el bautismo de Jesucristo en el Jordán por Juan el Bautista; ellos estaban también en una nueva edad: la Edad de la Piedra Angular, la Edad de la Venida del Hijo del Hombre, la Edad de la Venida de Cristo como Cordero de Dios en Su Primera Venida; ellos estaban también en y con un nuevo Mensaje dispensacional: el Mensaje del Evangelio de la Gracia; ellos habían pasado de la Dispensación de la Ley a la Dispensación de la Gracia.

Y ahora, miren ustedes esto tan importante aquí: Aunque hubo más de 500 personas seguidores de Cristo, que lo vieron resucitado, solamente hubo 120 personas en el aposento alto, y eran los que estaban esperando el Espíritu Santo en el sitio correspondiente, y estaban colocando todo en orden, conforme a las palabras de Jesús.

Y cuando llegó el Día de Pentecostés en la mañana, de 6 a 9 de la mañana, vino del cielo un viento recio y hubo un estruendo, o sea, un trueno fuerte, y fueron llenos del Espíritu Santo; el Espíritu Santo descendió sobre ellos en lenguas de fuego. O sea, la Columna de Fuego que había guiado al pueblo hebreo, ahora estaba repartiéndose allí en 120 personas.

Era la venida del Espíritu Santo, de la misma Columna de Fuego que le había aparecido a Moisés y le había hablado, y que había sacado al pueblo hebreo de Egipto; ahora estaba descendiendo sobre 120 personas que lo estaban esperando, y que estaban listos para recibirlo; y estaban en el sitio correcto para recibirlo: estaban en el aposento alto, que es tipo y figura también de la Edad de la Piedra Angular de aquel tiempo y de la Edad de la Piedra Angular del fin del tiempo.

Ahora, encontramos que Jesucristo les dijo que no se fueran de Jerusalén hasta ser llenos del Espíritu Santo.

¿Y dónde estaban los otros 380, o más, que habían visto a Jesucristo resucitado? No estaban allí presentes en el aposento alto el Día de Pentecostés. Y aunque eran creyentes en Jesucristo no pudieron recibir en ese momento el Espíritu Santo, porque no estaban en el lugar correcto para recibirlo, y no estaban esperándolo en ese momento, y no se habían arreglado para recibir el Espíritu Santo el día señalado por Dios, el cual Jesucristo no les dijo qué día sería ese, sino que les dijo: “No muchos días después de este. Dentro de no muchos días ustedes van a ser llenos del Espíritu Santo, llenos de poder de lo alto”.

Ahora, encontramos que era necesario estar presente allí, estar preparado y estar esperando el Espíritu Santo. El que no estaba allí presente, no lo recibió; tenía entonces que esperar más adelante.

Ahora, encontramos que fue el día de Pentecostés, pero nadie sabía que sería en ese día, como nadie tampoco sabía que la muerte de Jesucristo se llevaría a cabo la víspera de la Pascua; pero ya todo eso estaba representado, simbolizado, en la “fiesta de la Pascua”, en donde el cordero pascual se sacrificaba en la víspera de la Pascua; y luego, el bautismo del Espíritu Santo estaba tipificado en el día 50, que es día de Pentecostés, que era el día de acción de gracias a Dios por la cosecha que se había llevado a cabo.

Ahora, encontramos que el mismo Espíritu que estuvo en Cristo descendió el Día de Pentecostés y produjo así el nuevo nacimiento de 120 personas, entre las cuales estaba Pedro, Jacobo y Juan, y también estaba María (la virgen, la cual dio a luz a Jesús de Nazaret); ella fue una de esas personas que habló en otras lenguas, o sea, fue una de las personas que fue entendida, cuando glorificaba a Dios y hablaba las maravillas de Dios fue entendida en otros idiomas también.

Decían la gente allí: “¿Pero no son estos galileos, estos que hablan?”. Porque por el acento que tenían, todos sabían que eran galileos; hablaban el común que hablaba el pueblo, la ciudad o pueblo de Galilea; ese territorio tenía un acento, el cual se distinguía en dondequiera que un galileo estuviera hablando, así como el acento de toda persona lo identifica como de tal ciudad y de tal nación. Así también estos eran identificados por su acento galileo como personas galileas o galileos, pero que cuando ellos hablaban las maravillas de Dios, ungidos por el Espíritu Santo, hablando en el Espíritu Santo, estas personas que les escuchaban los entendían en sus propios idiomas; y era muy raro esto para todas esas personas.

Pero Pedro les dijo que eso era lo que había sido prometido por el profeta Joel cuando dijo que en los postreros días Dios derramaría de Su Espíritu sobre toda carne, y dijo: “y vuestros hijos profetizarán”. San Pedro sabía que era una promesa [Hechos 2:16-21]:

“Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán;

Vuestros jóvenes verán visiones,

Y vuestros ancianos soñarán sueños;

Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días

Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.

Y daré prodigios arriba en el cielo,

Y señales abajo en la tierra,

Sangre y fuego y vapor de humo;

El sol se convertirá en tinieblas,

Y la luna en sangre,

Antes que venga el día del Señor,

Grande y manifiesto;

Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo”.

Ahora, aquí tenemos la promesa de salvación para los días postreros invocando el Nombre del Señor, al creer en Él.

Ahora, podemos ver que allí en el Día de Pentecostés nació la Iglesia del Señor Jesucristo con 120 personas que recibieron el Espíritu Santo. Y comenzó así el Cuerpo Místico del Señor Jesucristo, dándole la bienvenida a 120 personas los cuales nacieron en el Reino de los Cielos, como le dijo Jesús a Nicodemo: “De cierto te digo, que el que no nazca de nuevo, no puede ver el Reino de Dios”, o sea, el Reino de los Cielos. El que no nazca del Agua y del Espíritu no puede entrar al Reino de los Cielos. Y allí estaban entrando 120 personas.

Y así también encontramos que toda persona que entra a formar parte de la Iglesia del Señor Jesucristo, pasa por el mismo proceso del nuevo nacimiento del Agua y del Espíritu: nace del Espíritu Santo, y así es como se cumple la promesa que es engendrado de Dios.

Y los que son engendrados no de voluntad de carne, sino de Dios, estos son hechos hijos de Dios, estos son llamados y les es dada potestad de ser hechos hijos de Dios5; así como para usted ser un hijo o una hija de sus padres, usted tuvo que nacer de ellos; y así para ser un hijo de Dios se nace del Agua y del Espíritu de Dios, y así entra a ese Cuerpo Místico de creyentes, que es la Iglesia del Señor Jesucristo.

Ahora, viendo cómo todo este Programa Divino comenzó allá el Día de Pentecostés…, y la Escritura nos dice que lo que se recibió el Día de Pentecostés y lo que se ha estado recibiendo para el nuevo nacimiento son las primicias del Espíritu; nos dice San Pablo, dice en Efesios, capítulo 1, verso 14 en adelante:

“En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,

que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria”.

Las arras son las primicias del Espíritu Santo, es el pronto pago, se le conoce también como el pronto pago.

Ahora, San Pablo nos dice en Efesios, capítulo 4, verso 30, hablándonos también del Espíritu Santo, dice:

“Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención”.

Aquí nos habla del Día de la Redención, para el cual hemos sido sellados; y acá en la lectura que habíamos tenido anteriormente, nos dice que hemos recibido “las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida”. La redención de la posesión adquirida es la redención de nuestros cuerpos, o sea, la transformación de nuestros cuerpos.

Ahora, para que se efectúe la transformación de nuestros cuerpos, o sea, la redención de nuestros cuerpos, y regresemos a vida eterna con un cuerpo eterno y con toda la herencia divina que nos corresponde como hijos e hijas de Dios, se requiere un Nuevo Pentecostés.

Ahora, ¿qué es esto de un Nuevo Pentecostés? Esto significa que se requiere que la Iglesia del Señor Jesucristo como Cuerpo Místico de Cristo, y también cada miembro del Cuerpo Místico de Cristo, reciba la plenitud del Espíritu Santo; porque lo que se ha recibido del Día de Pentecostés hacia acá son las primicias del Espíritu Santo, las arras del Espíritu Santo, pero no la plenitud del Espíritu Santo.

Con las primicias, con las arras del Espíritu Santo, se ha realizado un nuevo nacimiento en y de cada hijo de Dios, naciendo en el Cuerpo Místico de Cristo, y se ha producido un cambio interior en la persona, la cual ha recibido un nuevo Espíritu dentro, la cual ha recibido el Espíritu de Dios dentro, en su alma, en su corazón; y esa persona ha experimentado un cambio interior, el cual es manifestado exteriormente a través de su vida en el Cuerpo Místico de Cristo.

Con el nuevo nacimiento encontramos que la persona ha sido colocada en el Templo espiritual de Cristo, que es Su Iglesia, ha sido colocada en el Lugar Santo de ese Templo espiritual; en donde encontramos que la Iglesia del Señor Jesucristo ha pasado por siete etapas, en donde los siete candeleros con sus siete lámparas y siete luces representan las siete etapas o edades de la Iglesia gentil con sus siete ángeles mensajeros, que son las siete estrellas en la mano derecha del Señor; y por dos mil años la Iglesia del Señor Jesucristo ha estado en el Lugar Santo del Templo espiritual de Cristo, y así se ha construido esa parte del Templo espiritual de Cristo.

Pero ahora, cuando las edades terminan, llegan a su final, y la Dispensación de la Gracia llega a su final, se requiere un Nuevo Pentecostés; y se requiere un Pentecostés para cada hijo de Dios. Y para eso tenemos que tener la promesa en la Escritura.

San Pablo nos dice que nosotros llegaremos a tener la plenitud de Cristo en nosotros, y que nosotros llegaremos a ser perfectos y ser transformados, seremos redimidos, o sea, seremos transformados y así adoptados en el Reino de Dios, porque tenemos las primicias del Espíritu, que es el Espíritu de Adopción.

Ahora, encontramos que para recibir el Nuevo Pentecostés, para recibir la plenitud del Espíritu Santo dentro de nosotros, se requiere que haya un Nuevo Pentecostés prometido; si no, no puede venir un Nuevo Pentecostés y por lo tanto no puede venir la plenitud del Espíritu Santo sobre los hijos de Dios en el fin del tiempo.

En Levítico, capítulo 25, encontramos aquí un Nuevo Pentecostés. Capítulo 25 de Levítico, versos 8 en adelante, dice:

“Y contarás siete semanas de años, siete veces siete años, de modo que los días de las siete semanas de años vendrán a serte cuarenta y nueve años.

Entonces harás tocar fuertemente la trompeta en el mes séptimo a los diez días del mes; el día de la expiación haréis tocar la trompeta por toda vuestra tierra.

Y santificaréis el año cincuenta, y pregonaréis libertad en la tierra a todos sus moradores; ese año os será de jubileo, y volveréis cada uno a vuestra posesión, y cada cual volverá a su familia.

El año cincuenta os será jubileo; no sembraréis, ni segaréis lo que naciere de suyo en la tierra, ni vendimiaréis sus viñedos,

porque es jubileo; santo será a vosotros; el producto de la tierra comeréis.

En este año de jubileo volveréis cada uno a vuestra posesión”.

Ahora, este “año del jubileo”, que es el año 50, es el año que representa el ciclo divino en donde todos los hijos de Dios, los miembros del Cuerpo Místico de Jesucristo que estarán vivos en el fin del tiempo, serán llenos de la plenitud del Espíritu de Dios, conforme a la promesa divina, serán llenos de la plenitud divina, y serán cambiados, transformados, conforme a la promesa de Dios; y así serán adoptados en el Reino de Dios para administrar los negocios de nuestro Dios para el glorioso Reino Milenial y para toda la eternidad.

Así como cuando un hijo era adoptado en el Antiguo Testamento, luego de haber recibido la lección o lecciones del tutor (que es tipo y figura, el tutor, del Espíritu Santo); encontramos que luego que el tutor le decía al padre del niño que su hijo ya estaba listo y que se parecía a su padre en todo, y que hacía las cosas como su padre las hacía, y que conocía los negocios de su padre, la voluntad del padre, y llevaba a cabo esos negocios correctamente; el padre se llenaba de alegría y llevaba a cabo una fiesta de adopción, en donde presentaba a su hijo, el cual llevaría a cabo los negocios de su padre; y en el cheque el nombre de ese hijo era tan bueno como el nombre de su padre, pues llevaba el nombre del padre ese hijo, porque todo hijo viene en el nombre de su padre.

Ahora, podemos ver que esa fiesta de adopción que se llevaba a cabo allá, es tipo y figura de la Gran Fiesta de Adopción que llevará a cabo Dios en el fin del tiempo para la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos, con la llenura de la plenitud del Espíritu Santo en cada uno de los miembros del Cuerpo Místico del Señor Jesucristo.

Y para recibir la plenitud del Espíritu Santo, con la cual recibiremos una transformación de nuestros cuerpos y seremos adoptados en el Reino de Dios, en ese Reino de nuestro Señor Jesucristo que estará sobre la Tierra y reinará por mil años y luego por toda la eternidad, en donde nosotros estaremos como reyes y sacerdotes luego de ser adoptados por Cristo al recibir la plenitud del Espíritu de Dios; para esa bendición tan grande que Él ha prometido, todos queremos estar preparados.

No importa en qué religión o secta religiosa se encuentre la persona: todos queremos estar preparados, listos, para recibir la plenitud del Espíritu Santo, y así recibir el cambio de nuestros cuerpos, ser transformados, y así obtener el cuerpo eterno que Él ha prometido.

Todos queremos estar preparados, no importa en qué grupo esté la persona, no importa en qué país se encuentre la persona; lo importante es estar preparado para ese momento.

Ahora, es muy importante conocer bien cómo ser preparados para nuestra transformación siendo llenos del Espíritu Santo en toda Su plenitud. Ya tenemos las primicias, pero ahora, para el fin del tiempo, Él ha prometido la plenitud de Su Espíritu a todos Sus hijos, a todos Sus escogidos.

Ahora, no es asunto de la persona decir: “Yo creo en el Señor Jesucristo y voy a ser lleno de la plenitud del Espíritu Santo”, porque en los días de Jesús y en el Día de Pentecostés encontramos que hubo muchas personas que siguieron a Jesús, que creían en Jesucristo, y cuando Jesucristo resucitó hubo más de 500 personas que lo vieron, lo recibieron, y se gozaron con Él; pero para recibir el Espíritu Santo el Día de Pentecostés, solamente 120 personas estaban listos.

No todos los creyentes en Jesucristo estuvieron listos para el Día de Pentecostés recibir el Espíritu Santo. O sea, no todos cumplieron con los requisitos divinos para recibir el Espíritu Santo el Día de Pentecostés, aunque hubo más de 500 creyentes en Jesucristo que lo vieron resucitado.

Esto nos muestra que aunque el cristianismo es un grupo de millones de personas que han creído en Jesucristo, y que está distribuido en diferentes agrupaciones religiosas del cristianismo, diferentes sectas religiosas del cristianismo, encontramos que Jesucristo mostró que no todos van a recibir la plenitud del Espíritu Santo y a ser transformados y raptados, sino una porción del cristianismo.

Así como hubo una porción de los seguidores, de los creyentes en Jesucristo, que recibió el Espíritu Santo el Día de Pentecostés, así también habrá una porción del cristianismo que recibirá la plenitud del Espíritu Santo; y ese grupo de personas habrá cumplido con los requisitos de Cristo para recibir la plenitud del Espíritu Santo. Y a ese grupo es que todos desean pertenecer; porque todos queremos ser llenos del Espíritu Santo y ser transformados, y luego ser raptados e irnos con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.

Pero recuerden que Cristo representó el cristianismo, Él representó el Reino de los Cielos, que es el cristianismo, que es la Iglesia, lo representó en diez vírgenes: cinco fatuas y cinco prudentes.

Las fatuas, cuando llegó el momento de entrar con Cristo a las Bodas no tenían aceite en sus lámparas; pero las prudentes sí tenían aceite y tenían sus lámparas encendidas. Y mientras las fatuas salieron a buscar aceite, las prudentes entraron con el Esposo a las Bodas, y se cerró la puerta.

Porque la puerta se cierra para esa porción del cristianismo que no recibirá la plenitud del Espíritu Santo, se cierra mientras ellas están buscando aceite, o sea, mientras están buscando el Espíritu Santo; y no dice que consiguieron el aceite cuando regresaron y tocaron a la puerta, que ya estaba cerrada.

Esto nos muestra que una parte muy grande del cristianismo se dará cuenta que tendrá que pasar por la gran tribulación luego que las vírgenes prudentes sean llenas de la plenitud de Cristo, sean transformados sus cuerpos, y luego serán raptados o llevados a otra dimensión a la Cena de las Bodas del Cordero.

Dice de las vírgenes fatuas que tocaron a la puerta diciendo: “Señor, Señor, ábrenos”. Y Él les dijo: “De cierto os digo que no os conozco”. O sea: “No sé de dónde ustedes son. No les conozco”.

O sea, no les conocía como parte de las vírgenes prudentes, no les conocía como parte del grupo de los hijos de Dios que habían nacido de nuevo en el Reino de los Cielos y que tenían sus nombres escritos en el Libro de la Vida del Cordero desde antes de la fundación del mundo. Pues las vírgenes prudentes son los que tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida del Cordero y los que en el fin del tiempo recibirán la plenitud del Espíritu Santo, y así recibirán la transformación de sus cuerpos; y luego de estar aquí de 30 a 40 días, como estuvo Cristo en la Tierra luego de su resurrección, 40 días, y luego fue raptado, también nosotros luego seremos raptados y nos iremos a la Cena de las Bodas del Cordero con Cristo.

Ahora, esta es una realidad que no podemos negar, porque está así profetizado. Así como hubo un grupo mayor que el que recibió el Espíritu Santo, hubo un grupo mayor de más de 380 personas que habían escuchado también la promesa del Señor Jesucristo, de la venida del Espíritu Santo, pero que no estuvieron listos cuando el Día de Pentecostés vino el Espíritu Santo: no estaban donde tenían que estar.

Ahora, ellos, 120, habían subido al monte, o sea, a Jerusalén, que está sobre un monte, y ellos estaban en el aposento alto (en ese edificio en donde se encontraban), y estaban allí esperando la venida del Espíritu Santo.

Y ahora, Cristo en Apocalipsis, capítulo 4, verso 1, dice así, y vamos a leer esta Escritura porque es muy importante para todos nosotros. Dice:

“Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas”.

Aquí Él llama a Su Iglesia a subir donde Él está, donde Él está hablando con esa Voz como de trompeta. Es la misma Gran Voz de Trompeta del Día del Señor, de Apocalipsis, capítulo 1, verso 10, que Juan el apóstol escuchó, y que le dijo: “Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último”.

Es la Voz de Jesucristo hablando en el Día del Señor, en el séptimo milenio, y llamando a Sus escogidos a subir a donde Él está, o sea, a la Edad de la Piedra Angular, y a una nueva dispensación: la Dispensación del Reino, donde Él con esa Gran Voz de Trompeta llama y junta a todos los escogidos en el Día del Señor, o sea, en el séptimo milenio, y también en la séptima dispensación, en donde los muertos en Cristo resucitarán conforme a la promesa de Jesucristo de San Juan, capítulo 6, verso 39 y 40, donde dice:

“Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.

Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”.

Ese Día Postrero es el séptimo milenio, que está representado también en el séptimo día de la semana, o sea, en el sábado; y en donde la dispensación séptima del Reino se abre para que pueda llevarse a cabo el llamado de Jesucristo con la Gran Voz de Trompeta, en donde el ministerio de los Ángeles de Jesucristo, los ministerios que Él envía para recoger a los escogidos…; que son los ministerios de Moisés y Elías, los ministerios de los Dos Olivos, con la Gran Voz de Trompeta que el Hijo del Hombre envía cuando dice: “Y enviará Sus Ángeles con Gran Voz de Trompeta y juntarán a sus escogidos”. (San Mateo, capítulo 24, verso 31).

Es en el Día del Señor, en el séptimo milenio y en la séptima dispensación, donde Él lleva a cabo el cumplimiento de esta promesa y en donde el ministerio de los Dos Olivos se abre, son enviados estos ministerios a la Tierra, a la Iglesia del Señor Jesucristo, para llamar y juntar a todos los escogidos en una nueva edad: la Edad de la Piedra Angular, que es la Edad de la Cúspide del Monte de Sion, es la Edad de la Cúspide de la Iglesia del Señor Jesucristo, es la Edad del Aposento Alto, donde son llamados los escogidos de Dios para estar ahí y esperar ahí la venida del Espíritu Santo en toda Su plenitud, para nuestra transformación y rapto que Él ha prometido.

Por eso el año del Jubileo, que es el año 50, es tipo y figura de este ciclo divino en donde Jesucristo llenará de toda Su plenitud a Su Iglesia, y a cada persona como individuo, y transformará así nuestros cuerpos; y así tendremos un cuerpo nuevo, un cuerpo eterno, conforme a la promesa divina.

El Año del Jubileo (siendo el año 50, y 50 significando Pentecostés, y Pentecostés significando 50) es el Nuevo Pentecostés, en el cual los escogidos de Dios (los miembros del Cuerpo Místico de Cristo, que por medio del nuevo nacimiento pertenecen a la Iglesia del Señor Jesucristo), en ese Día o en ese Año de Pentecostés estarán listos en el Aposento Alto de la Edad de la Piedra Angular esperando la plenitud del Espíritu Santo, esperando la plenitud de la adopción, esperando la adopción; es, a saber, la transformación de nuestros cuerpos, como nos dice San Pablo en Romanos, capítulo 8, verso 14 al 32, hablándonos de nuestra adopción. Quiero leer aquí: vamos a leer verso 21 en adelante de Romanos, capítulo 8; dice:

“… porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios”.

Porque nosotros seremos libertados y estaremos entonces en cuerpos eternos, ya libres de la muerte, libres de las enfermedades, libres de los efectos de la edad; nunca más nos pondremos viejos, nunca más nos enfermaremos y nunca más morirá ninguno de nosotros.

“Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora;

y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu…”.

¿Qué son las primicias del Espíritu? El bautismo del Espíritu Santo que desde el Día de Pentecostés los hijos de Dios han estado recibiendo; y por medio de ese bautismo del Espíritu Santo han nacido en la Iglesia del Señor Jesucristo y han venido a formar parte de ese Cuerpo Místico de creyentes, con las primicias del Espíritu; pero ahora tenemos la promesa de la plenitud del Espíritu Santo.

Ahora, sigue diciendo:

“… nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo”.

¿Esperando qué? La adopción, la redención de nuestro cuerpo. Y para la redención de nuestro cuerpo, para la adopción, se requiere el Año de Redención.

El año de redención era el tiempo en donde todas las propiedades regresaban a su dueño original; y así toda persona que había sido vendida como esclavo, o que se había hecho esclavo, o que había vendido su propiedad o se la habían tomado por alguna deuda, el año del Jubileo quedaba libre completamente.

Ahora, esta era una ley divina para el pueblo hebreo, en la cual Dios estaba reflejando que en el Año del Jubileo actualizado, que es el Año de Pentecostés, o sea, el Año del Jubileo, todos los hijos de Dios serán libertados: sus cuerpos serán transformados, tendrán un cuerpo eterno, o sea, regresarán a su tierra y a su parentela, regresarán a su cuerpo eterno, al cual tienen derecho, y el cual por herencia divina les corresponde, pero por causa de la caída en el Huerto del Edén fue cancelado ese derecho parcialmente hasta llegar el Año del Jubileo actualizado, hasta llegar el Día de la Redención; ese ciclo divino en donde todos regresaremos a la vida eterna, a nuestra Familia, la Familia de Dios, a nuestra posesión como hijos de Dios, como reyes y sacerdotes con Cristo, y reinaremos con Cristo mil años y luego por toda la eternidad.

Todas estas bendiciones y privilegios están contenidos en el Año del Jubileo, están contenidos en el Año de Pentecostés, que habla del ciclo divino en donde nosotros regresaremos a la vida eterna, en donde nosotros seremos llenos de la plenitud del Espíritu Santo; y así recibiremos nuestra transformación, los muertos en Cristo recibirán su resurrección en el Día de la Redención, representado en el año del Jubileo; ese es un Nuevo Pentecostés para la redención de nuestros cuerpos, para que así podamos vivir con Cristo eternamente, con un cuerpo eterno, siendo a imagen y semejanza de nuestro Señor Jesucristo.

Para eso es EL NUEVO PENTECOSTÉS.

Pero recuerden que al Nuevo Pentecostés entran los que primeramente pasan por el Pentecostés de las primicias del Espíritu Santo. O sea, los que entran por las arras del Espíritu, por el bautismo del Espíritu Santo, y nacen en el Reino de los Cielos, en la Iglesia del Señor Jesucristo: luego, en el fin del tiempo, tienen derecho al Nuevo Pentecostés, o sea, a recibir la plenitud del Espíritu Santo, todos aquellos que tienen las primicias del Espíritu Santo.

Así que podemos ver lo que es el Nuevo Pentecostés, representado en el año del Jubileo, en el año de Pentecostés; porque Pentecostés es 50.

Así que hay un Nuevo Pentecostés para todos los hijos de Dios, hay un Nuevo Pentecostés para la Iglesia del Señor Jesucristo, donde recibiremos la plenitud del Espíritu Santo y seremos transformados, y luego nos iremos con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero, juntamente con los muertos en Cristo que resucitarán en cuerpos eternos incorruptibles en el Nuevo Pentecostés.

Ahora, esto es para todos los hijos primogénitos de Dios. No es del que quiere ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia6; esta es una promesa para la Iglesia del Señor Jesucristo, para los miembros del Cuerpo Místico de Cristo que han nacido de nuevo.

Primero la persona pasa por el nuevo nacimiento recibiendo las primicias del Espíritu, las arras del Espíritu, y después recibirá la plenitud del Espíritu Santo, recibirá la adopción y transformación de su cuerpo. Esto es así para el Cuerpo Místico de Jesucristo, para la Iglesia del Señor Jesucristo.

Por eso es que en este tiempo final Cristo ha estado llamando y ordenando a Su Iglesia a subir más arriba, donde Él está, en una nueva edad: la Edad de la Piedra Angular, y en una nueva dispensación: la Dispensación del Reino, para ser preparados y estar listos para recibir la plenitud del Espíritu Santo en el Nuevo Pentecostés, en el Año de Pentecostés, en el Año del Jubileo actualizado.

Ahora, sabiendo que el día de Pentecostés, que también es tipo y figura de este Pentecostés que en el fin del tiempo se lleva a cabo en el Programa de Dios, tenemos que observar que era después que se llevaba a cabo la cosecha que venía el día de Pentecostés. Y luego de todo el fruto estar recogido, entonces el día de Pentecostés se efectuaba esa gran fiesta de acción de gracias.

Y así también, luego de terminada la Cosecha de los hijos de Dios, del trigo, luego de recogido el trigo, entonces viene el Nuevo Pentecostés, viene la plenitud del Espíritu Santo sobre todos los hijos del Reino, sobre todos los hijos de Dios, sobre todos los elegidos, los escogidos, los primogénitos, los miembros del Cuerpo Místico de Cristo, que por medio del nuevo nacimiento son parte de ese Cuerpo Místico de creyentes en el fin del tiempo, como lo fueron los escogidos de las edades pasadas.

Ahora, luego que la Obra de Cosecha es llevada a cabo viene el Nuevo Pentecostés, viene la plenitud del Espíritu de Dios sobre cada uno de ustedes y sobre mí también; y así todos seremos transformados y luego raptados.

Es necesario estar en el Aposento Alto de la Edad de la Piedra Angular, de la Edad de la Venida del Hijo del Hombre, en una nueva edad y en una nueva dispensación, con y en un nuevo Mensaje: el Mensaje del Evangelio del Reino, bajo el ministerio de los Dos Olivos, el ministerio o ministerios de los Dos Candeleros, los ministerios de Moisés y de Elías, que son los ministerios de los Ángeles del Señor Jesucristo enviados en el fin del tiempo para la Cosecha.

Y al finalizar la Cosecha entonces vendrá el Espíritu Santo en toda Su plenitud sobre cada miembro del Cuerpo Místico del Señor Jesucristo en este tiempo final. Y así recibiremos un cambio, un cambio total; y nuestros cuerpos serán transformados, y los muertos en Cristo serán resucitados, en el Nuevo Pentecostés.

Para el Nuevo Pentecostés la persona también necesita tener el antiguo Pentecostés: para tener la plenitud del Espíritu Santo, la persona necesita primero tener las primicias del Espíritu Santo. Para tener la bendición de la plenitud del Espíritu Santo en el Año del Jubileo, se requiere tener primero las primicias del Espíritu Santo del Día de Pentecostés, tener las arras, las primicias, para luego tener la plenitud en el fin del tiempo, cuando la Cosecha ha terminado y se lleva a cabo ese día de acción de gracias a Dios.

“EL NUEVO PENTECOSTÉS”.

Es un tiempo en que así como estuvo el ministerio de Pedro allí presente, colocando en orden todas las cosas en medio de aquellos 120 que esperaban la venida del Espíritu Santo, en el fin del tiempo el ministerio de Moisés y Elías, de los Dos Olivos, ponen en orden al Cuerpo Místico de Cristo en una nueva edad y en una nueva dispensación; y es establecido así el Cuerpo Místico de Cristo esperando la llenura de la plenitud del Espíritu Santo, conforme a la promesa divina.

O sea, lo que estamos esperando no es una idea humana, sino una promesa divina que está en toda la Escritura: en el Antiguo Testamento y también en el Nuevo Testamento.

Por eso es que en Apocalipsis, capítulo 7, verso 2, viene este Ángel con el Sello del Dios vivo. Este es el Ángel que llama, junta y sella 144.000 hebreos. Este es el Ángel que viene con el Espíritu Santo colocando primeramente en orden a la Iglesia del Señor Jesucristo, para que reciba la plenitud del Espíritu Santo cada miembro de ese Cuerpo Místico de creyentes en Jesucristo.

Así que podemos ver el ministerio del Ángel del Señor Jesucristo, podemos ver el ministerio del Espíritu Santo por medio de este Ángel, el cual también fue tipificado en el ministerio de Pedro poniendo en orden todas las cosas allí, para recibir allá las primicias del Espíritu; y acá recibiremos la plenitud del Espíritu Santo en el Nuevo Pentecostés.

Por eso en este tiempo en el cual vivimos, tenemos que tener en orden nuestras vidas, tenemos que tener en orden todas las cosas que corresponden al Programa Divino, entenderlas correctamente, estar en la Edad correspondiente para este tiempo de la adopción, en la dispensación correcta para el tiempo de la adopción, y en el Día Postrero, en el cual ocurrirá la resurrección de los muertos y la transformación de nosotros los que vivimos.

Así que podemos ver todas estas cosas; y esto nos muestra que nosotros tenemos que estar en el Orden Divino establecido por Dios para recibir nuestra adopción, para recibir la plenitud del Espíritu Santo en el Nuevo Pentecostés.

“EL NUEVO PENTECOSTÉS”.

Ahora, el día décimo del año 50 se tocaba la trompeta del Jubileo; ese era el “día (también) de la expiación”, y ese era también el día en que el sumo sacerdote entraba al lugar santísimo del tabernáculo que hizo Moisés y del templo que hizo Salomón. Eso también él lo hacía cada año en esa misma fecha, en el mes séptimo; el día diez del mes séptimo era el “día de la expiación”.

Pero ahora, el “día de la expiación” del año 50 era el tiempo para la redención, era el ciclo de redención, que representa este tiempo final en el cual nosotros estamos viviendo.

En el “día de la expiación” el sumo sacerdote entraba al lugar santísimo. Esto lo hacía solamente el “día de la expiación”; en ningún otro día del año el sumo sacerdote entraba a ese lugar santísimo.

Ese “día de la expiación” en que el sumo sacerdote entraba al lugar santísimo era el único día en el cual el sumo sacerdote hablaba el Nombre de Dios; o sea, las cuatro letras o consonantes que fueron dadas a Moisés como el Nombre de Dios, pero que han interpretado esas letras como Yahveh, Yahweh o Jehová7; pero esa no es su pronunciación; pero el sumo sacerdote una vez al año hablaba esas letras, las pronunciaba, pronunciaba el Nombre Eterno de Dios.

Luego, más adelante, fueron haciéndole arreglos, le añadieron otras letras; y por esa causa es que tenemos en la Biblia el nombre Jehová.

Ahora, una vez al año era que se hablaba ese Nombre Eterno de Dios, y en el lugar santísimo. Y Dios ha prometido a Su Iglesia darle a conocer el Nombre Eterno de Dios y Nombre Nuevo del Señor Jesucristo, y escribirlo sobre el Vencedor. Y es en el Año del Jubileo, el Día de la Expiación, en donde eso es hecho posible para la Iglesia del Señor Jesucristo. Solamente el sumo pontífice en el lugar santísimo se encontraba, y nadie más podía ver o escuchar allí dentro cuando era hablado ese nombre.

Pero la Iglesia del Señor Jesucristo en el tiempo final, en el Día Postrero, ha estado siendo llamada y juntada en el Lugar Santísimo del Templo espiritual de Cristo, en donde estará viendo y escuchando todas estas cosas que estarán sucediendo en este Día Postrero, en el Año del Jubileo actualizado o materializado en la Iglesia del Señor Jesucristo.

Así como se materializó el Día de Pentecostés en la Iglesia del Señor Jesucristo, se materializa el Año de Pentecostés, el Año del Jubileo, en el fin del tiempo, en la Iglesia del Señor Jesucristo.

Y por esa causa es que entramos con Él al Lugar Santísimo, que es la Edad de la Piedra Angular, el lugar más importante del Templo espiritual de Cristo; y entramos porque somos reyes y sacerdotes con Cristo, porque Él es Rey y Sacerdote también, según el Orden de Melquisedec; y a ese Orden de Melquisedec pertenecemos nosotros también, pertenece la Iglesia del Señor Jesucristo; el Cuerpo Místico de Cristo pertenece a ese Orden de Melquisedec.

Por esa causa es que en el fin del tiempo escucharemos y entenderemos el gran misterio del Nombre Eterno de Dios y Nombre Nuevo del Señor Jesucristo, como Él lo ha prometido en Apocalipsis, capítulo 3, verso 12, donde dice:

“Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios…”.

Esas son esas cuatro consonantes: JHWH, que son las letras que están colocadas en la explicación de ese nombre. Y esas letras tienen una pronunciación; y esa pronunciación es el Nombre Eterno de Dios.

Ahora, sigue diciendo:

“… y el nombre de la ciudad de mi Dios”.

¿Y cuál es el nombre de la Ciudad de nuestro Dios, el nombre de la Nueva Jerusalén, cuál es? Jehová-sama, dice Ezequiel, capítulo 48 y verso 35; nos dice que la Ciudad tiene un nombre; dice: “Y el nombre de la ciudad desde aquel día será Jehová-sama”.

Y Jehová-sama significa Jehová-presente. Dios estando presente allí, en esa Ciudad, su Nombre será conocido; y ese Nombre de Dios presente allí será el Nombre de la Ciudad también.

“… la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo”.

Hay personas que no saben que Cristo tiene un nombre nuevo. Ese nombre nuevo es el Nombre Eterno de Dios con el cual Cristo reinará durante el glorioso Reino Milenial como Hijo de David e Hijo del Hombre; reinará sobre Israel y sobre el mundo entero.

Y eso será Jehová-sama; o sea, Jehová-presente ahí, en ese glorioso Reino Milenial y en esa Ciudad.

Y del Nombre Eterno de Dios y Nombre Nuevo de nuestro Señor Jesucristo será conocida la Ciudad también.

Así que podemos ver que todo esto que Él ha prometido es revelado en el Lugar Santísimo de Su Templo espiritual; así como en el lugar santísimo, una vez al año, el sumo sacerdote o sumo pontífice pronunciaba el Nombre Eterno de Dios; y así es como Cristo hablará, revelará, el Nombre Eterno de Dios y Nombre Nuevo que Cristo tiene para reinar en el glorioso Reino Milenial.

EL NUEVO PENTECOSTÉS es el tiempo donde todas estas cosas son reveladas, son dadas a conocer.

Miren, el Día de Pentecostés encontramos que allí se abrió la revelación del nombre de Jesucristo como Redentor, se dio a conocer ese Nombre, y se predicó en ese Nombre y se bautizó en ese Nombre, en la Dispensación de la Gracia que había comenzado. ¿Por qué? Porque se abrió el misterio de ese Nombre para la Dispensación de la Gracia.

Pero ahora Cristo dice que Él tiene un nombre nuevo; y eso es para una nueva dispensación, para una nueva edad y para un nuevo Día de Pentecostés y Nuevo Pentecostés.

Y durante el glorioso Reino Milenial, Jesucristo será conocido con y por Su Nombre Nuevo; porque el nombre Jesús es el nombre de Dios para Redención, como Cordero de Dios; pero el nombre nuevo del Señor Jesucristo es el Nombre de Cristo como León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo, para reinar por mil años y luego por toda la eternidad.

Por eso en Apocalipsis, capítulo 19, verso 11 al 21, encontramos a Cristo viniendo con un nombre nuevo, con un nombre que nadie conoce sino Él mismo, un nombre escrito que ninguno conoce. Y es el Verbo de Dios: el Verbo de Dios haciéndose carne nuevamente, en el fin del tiempo, para traer ese nombre escrito y revelarlo a los hijos de Dios.

Cristo viene a Su Iglesia en el fin del tiempo, revelándose en Su Iglesia y llevando a cabo Su Obra como León de la tribu de Judá. Y luego que Él concluya Su Obra en y con Su Iglesia, y haya recogido a todos los escogidos que están en la Tierra, luego así se concluirá la Cosecha; y luego viene el Nuevo Pentecostés, viene el Año de Pentecostés en el cumplimiento del derramamiento del Espíritu Santo en toda Su plenitud en cada hijo de Dios como individuo.

Como grupo, como Iglesia, es la Venida de Cristo, el Jinete del caballo blanco de Apocalipsis, capítulo 19, en Su manifestación final.

“EL NUEVO PENTECOSTÉS”.

Ahora miren todas las bendiciones que hay en el Nuevo Pentecostés. Si en el Día de Pentecostés la bendición fue grande recibiendo las primicias y formándose así el Cuerpo Místico de Cristo de edad en edad, produciendo el nuevo nacimiento de los miembros de ese Cuerpo Místico, ¿¡cómo será el Nuevo Pentecostés, donde estaremos recibiendo la plenitud del Espíritu de Cristo!?, en donde cada hijo de Dios será la Palabra, el Verbo hecho carne en toda Su plenitud; y en donde, a causa de esa manifestación, nuestros cuerpos serán transformados; y luego seremos raptados, juntamente con los santos de las edades pasadas del cristianismo que formaron parte del Cuerpo Místico de Jesucristo por medio del nuevo nacimiento, los cuales van a resucitar muy pronto, y nosotros muy pronto vamos a ser transformados.

Es muy importante ver cómo llegar a la plenitud del Espíritu Santo dentro de nosotros; porque esa es la única forma en que podremos obtener nuestra transformación y el rapto con nuestro Señor Jesucristo. No hay otra forma establecida en la Escritura para nosotros en este tiempo final.

Por no tener la plenitud del Espíritu Santo fue que los apóstoles y la Iglesia primitiva, y luego la Iglesia a través de las edades, ha tenido que partir. Sus miembros han terminado sus días aquí en la Tierra, han dormido, o sea, han muerto, porque no tenían la plenitud del Espíritu Santo, sino solamente las primicias; porque la plenitud es para este tiempo final. Y muy pronto la hemos de recibir todos nosotros, conforme a la promesa divina.

Las mismas promesas hechas por Cristo sobre la venida del Espíritu Santo para el Día de Pentecostés, son también para recibir la plenitud del Espíritu Santo en este tiempo final. Será el Espíritu Santo pero en toda Su plenitud, para nuestra transformación y rapto, conforme a la promesa divina.

Hemos visto en esta ocasión lo que es el Nuevo Pentecostés, lo cual no invalida ni menosprecia o menoscaba el Pentecostés del Día de Pentecostés, allá en el aposento alto, sino que lo engrandece; porque luego de tener las primicias tenemos la promesa de recibir la plenitud del Espíritu Santo para este tiempo final. Y eso es, para todos nosotros, el Nuevo Pentecostés.

Ha sido para mí un privilegio muy grande estar con ustedes en esta ocasión, y estar dándoles testimonio del Nuevo Pentecostés que ha de ser manifestado en cada hijo de Dios, en cada miembro del Cuerpo Místico de Jesucristo, de la Iglesia del Señor Jesucristo, en este tiempo final.

Todavía falta que recibamos la plenitud del Espíritu Santo y seamos transformados, pero eso tiene un Orden Divino; y hay que estar listos para recibir la plenitud del Espíritu Santo para ser transformados y luego raptados.

Ahora, el primer momento en que un grupo de escogidos reciba la plenitud del Espíritu Santo, esto dará lugar a unas grandes bendiciones divinas que están prometidas para ese tiempo; y grandes maravillas serán llevadas a cabo en este planeta Tierra.

Y así como entendieron en sus propios idiomas a aquellos 120 que hablaban las maravillas de Dios ungidos por el Espíritu Santo, y hablaban en su propio idioma y en el común que hablaban en Galilea; así también, los que recibirán la plenitud del Espíritu Santo, al hablar, las personas los entenderán, no importa qué idioma ellos hablen; porque será la plenitud del Espíritu Santo siendo manifestada en la Iglesia del Señor Jesucristo nacida de nuevo en el fin del tiempo, en donde recibirán la plenitud del Espíritu Santo los miembros del Cuerpo Místico de Jesucristo.

Por eso es que tenemos que estar preparados, listos, para recibir la plenitud del Espíritu Santo.

Yo les he dado testimonio de estas cosas a ustedes en esta ocasión, porque son las promesas que Cristo ha hecho para cada uno de nosotros. Y no podemos recibir el cumplimiento de una promesa si no la entendemos y si no la estamos esperando. Por eso les he dado testimonio de esta promesa, de este Nuevo Pentecostés que Él ha prometido para los miembros de Su Cuerpo Místico, de Su Iglesia, para este tiempo final.

Ha sido para mí un privilegio muy grande que Dios me ha dado, el tener la oportunidad de darles testimonio de estas cosas que van a suceder, y para las cuales nosotros estamos siendo preparados con el Mensaje del Evangelio del Reino en una nueva edad: la Edad de la Piedra Angular, que es la Edad del Aposento Alto, donde será derramado el Espíritu Santo en toda Su plenitud sobre los miembros del Cuerpo Místico del Señor Jesucristo en este tiempo final.

Estemos preparados. El Mensaje nos prepara para estar listos en este tiempo final, pues todos queremos recibir la plenitud del Espíritu Santo.

Sin la plenitud del Espíritu Santo no hay ni transformación ni rapto para los escogidos; ni tampoco resurrección de los muertos en Cristo. Estas son cosas que deben suceder en este tiempo final.

Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean derramadas sobre cada uno de ustedes y sobre mí también; y pronto sea derramado el Espíritu Santo en toda Su plenitud sobre cada uno de ustedes y dentro de cada uno de ustedes, y sobre mí también y dentro de mí también, en este, el Nuevo Pentecostés que Él ha prometido para cada uno de nosotros.

Que Dios les continúe bendiciendo a todos, que Dios les guarde; y será hasta las 3:00 de la tarde, Dios mediante, en que estaré nuevamente con ustedes para seguir dándoles testimonio de estas cosas que deben suceder, y cómo estar preparados para recibir tan grande bendición que Él ha prometido para Su Iglesia en y para este tiempo final.

Así que en la tarde, a las 3:00 de la tarde, seguiremos viendo cómo estar listos para recibir la plenitud del Espíritu Santo en este tiempo final, en este, el Día Postrero, y Dispensación del Reino y Edad de la Piedra Angular.

Que Dios les continúe bendiciendo a todos, que Dios les guarde; y con nosotros nuevamente Félix Caro para continuar y finalizar nuestra parte en esta tarde, y luego regresar a las… luego de ese receso de dos horas, regresar para la próxima actividad a las 3:00, donde estaremos viendo más detalles de este Nuevo Pentecostés que Él ha prometido, y de cómo estar listos, preparados, y de cómo prepararnos para recibir la plenitud del Espíritu Santo en este Nuevo Pentecostés que Él ha prometido.

Con nosotros Félix Caro, y que Dios les continúe bendiciendo a todos los presentes y a todos los televidentes.

[Después de salir del aire, vía satélite, el Dr. Soto continuó hablando –Editor].

Bueno, hemos visto en esta tarde esta gran promesa de este Día, de este Nuevo Pentecostés; y queremos estar listos para recibir toda la plenitud de Dios. Es para cada uno de ustedes y para mí también.

En esta semana que comienza hoy, ya para el martes estaré viajando para cumplir algunos compromisos en México; y desde allá les estaré transmitiendo a ustedes. Pero Miguel estará aquí en Puerto Rico, él llega el jueves 22. Yo me voy el martes 20 y él llega el jueves 22. Así que él estará con ustedes aquí el viernes 23, y el domingo 25 también estará con ustedes acá; y el miércoles es que él sale para México, ¿verdad? Así que Miguel tendrá solamente el próximo viernes y domingo para estar con ustedes aquí, y para completar toda la labor que se está haciendo para el compromiso que nos ha tocado a nosotros en este mes.

Bueno, que Dios les bendiga por todo lo que ustedes están haciendo, les prospere materialmente y espiritualmente también, y les continúe usando grandemente en todas las formas en que estamos trabajando en el Reino de Dios.

Trabajamos en lo espiritual y también en lo material en el Reino de Dios; y nuestro trabajo en el Señor no es en vano: estamos almacenando tesoros, ¿dónde?, en el cielo.

¿Recuerdan al hombre rico al cual Jesús le dijo…? Porque él dijo: “¿Qué haré para poseer tesoros en el cielo? ¿Qué yo haré para tener la vida eterna y tener tesoros en el cielo?”. Jesucristo le preguntó acerca de los mandamientos: los había guardado todos. Y le dijo: “Bueno, ahora una cosa te falta: vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás tesoros en el cielo; y ven y sígueme, y tendrás tesoros en el cielo”. Y allí se puso muy triste, porque no quería usar en la Obra de Dios lo que él tenía.

Pero nosotros sí queremos usar en la Obra de Cristo todo y de todo lo que Él nos ha dado, tanto lo espiritual como también lo material; y también todos nuestros talentos: sean talentos en lo económico o sean talentos como el cántico y otros talentos y habilidades que Dios nos ha dado. Queremos usarlas en la Obra de Cristo.

Bueno, hagan eso así, pero con todo vuestro corazón; que sea algo de lo profundo de vuestro corazón. Y así yo también lo hago, lo que corresponde a mi parte. Y luego cuando estemos en la Cena del Cordero vamos a ver todo lo que hemos almacenado en el Reino de los Cielos.

Bueno, yo les hablo y les doy testimonio a ustedes de estas cosas, no vaya a ser que después que estemos allá, me diga alguien: “Pero ¿por qué no me dijiste que almacenara tesoros en el cielo? Y no nos dijiste la forma en que podíamos hacer todas estas cosas. Y ahora yo pude haber recibido un galardón grande, y ahora no lo recibo tan grande porque no supe estas cosas; y ahora se quedó todo allá en la Tierra, todo el dinero que tenía, las propiedades, todo se ha quedado allá para la gran tribulación”.

Todo lo que almacenemos o usemos en la Obra de Dios, queda almacenado en el Reino de los Cielos. “Haced tesoros (¿dónde?) en el Reino de los Cielos”, dijo Jesucristo. Y por esa causa es que yo les enseño a ustedes lo mismo que Él enseñó, para que así los galardones más grandes y hermosos sean los de todos ustedes y el mío también, que sean mayores que todos los galardones que puedan recibir los santos del pasado.

Yo deseo siempre lo mejor para la gente de mi edad y de mi dispensación; así como también ustedes desean lo mejor para mí.

Bueno, que Dios les continúe bendiciendo a todos, que Dios les guarde. Muchas gracias por vuestra amable atención, y dejo con nosotros nuevamente a Félix Caro para finalizar nuestra parte; y nos veremos a las 3:00 de la tarde, Dios mediante.

Si pueden comenzar un poquito antes, pues mucho mejor; pero si no, pues entonces comenzaríamos a las 3:00 de la tarde. Pero si estamos aquí a las 2:30 de la tarde, comenzaríamos a las 2:30 de la tarde; aunque es un poquito difícil, poco tiempo de receso.

Van a tener que traer en sus autos… como los niños cuando van a la escuela, que llevan la merienda, así van a tener que traer en sus autos algo, para usarlo en el receso; y los demás, pues entonces aprovechar las oportunidades y facilidades que los jóvenes tienen por aquí cerca, en donde también suplen algunas cosas de comer, cosas ligeras, lo cual nos ayuda a todos nosotros para estar listos aquí en el horario de la segunda actividad.

Bueno, que Dios les continúe bendiciendo a todos, que Dios les guarde, y muchas gracias por vuestra amable atención.

“EL NUEVO PENTECOSTÉS”.

[Revisión abril 2020]

1 Efesios 2:18

2 San Juan 1:26-36

3 Salmo 34:7

4 San Juan 6:53-54

5 San Juan 1:12-13

6 Romanos 9:16

7 También escrito popularmente en otras formas como: Yavé, Yaveh, Yawé, Yaweh

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