Muy buenos días, amados amigos y hermanos presentes. Es para mí un privilegio muy grande estar con ustedes aquí presentes, y también con ustedes a través de Galaxy VII (canal 11), y PanAmSat, y el canal 22 de televisión local en Puerto Rico, y el canal 3 de Cable Buenavisión, y demás canales de televisión en los diferentes países. Y también radioemisoras amigas en los diferentes países y en Puerto Rico también.
Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre cada uno de ustedes y sobre mí también.
En esta ocasión quiero leer en el libro de Job, capítulo 19 y versos 23 en adelante; y dice así:
“¡Quién diese ahora que mis palabras fuesen escritas!
¡Quién diese que se escribiesen en un libro;
Que con cincel de hierro y con plomo
Fuesen esculpidas en piedra para siempre!
Yo sé que mi Redentor vive,
Y al fin se levantará sobre el polvo;
Y después de deshecha esta mi piel,
En mi carne he de ver a Dios;
Al cual veré por mí mismo,
Y mis ojos lo verán, y no otro,
Aunque mi corazón desfallece dentro de mí”.
“EL TIEMPO DE ESPERA PARA SER TRANSFORMADOS”.
En este pasaje, Job, este patriarca, este hombre de Dios, este hombre justo, da testimonio que su Redentor vive. Y su Redentor es Dios, el cual —conforme a lo que él está hablando aquí— dice que su Redentor se levantará al fin: “… se levantará sobre el polvo”.
Y encontramos que su Redentor, que es el mismo Redentor nuestro, nuestro Dios, el cual se hizo carne y fue conocido por el nombre de Jesús: Él murió y luego se levantó sobre el polvo, en la resurrección.
Y Job aquí, cuando Cristo murió y resucitó, Job había dicho que para ese tiempo…, dice:
“Y después de deshecha esta mi piel,
En mi carne he de ver a Dios”.
O sea, que él habla de una resurrección que él tendrá para ver a Dios nuevamente en un cuerpo. Y para eso Job tenía que resucitar. Dice:
“Al cual veré por mí mismo,
Y mis ojos lo verán, y no otro,
Aunque mi corazón desfallece dentro de mí”.
Ahora, esta esperanza que Job tenía, encontramos que se convirtió en una realidad para él cuando nuestro Señor Jesucristo se levantó sobre el polvo, o sea, resucitó; el Redentor resucitó, y allí también resucitaron con Él muchos de los santos del Antiguo Testamento.
Dice, cuando Cristo murió, dice en el capítulo 27, verso 51 al 53 [San Mateo]:
“Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron;
y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron;
y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él (o sea, después de la resurrección de Cristo), vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos”.
Aquí se cumplió lo que Job había dicho acerca de Cristo, acerca de su Redentor: que se levantaría sobre el polvo; y también se cumplió lo que Job dijo acerca de sí mismo, que él en su carne vería a Dios, vería a su Redentor, pues Job cuando resucitó pudo ver a su Redentor levantado sobre el polvo, resucitado su Redentor también.
Ahora, la fe y la esperanza de Job no terminaron, pues Job sabía que su Redentor vivía. Él vio la Venida, y la muerte, y la resurrección de Cristo, y por eso dijo: “Mi Redentor vive. Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo”.
Ahora, podemos ver que Job estaba esperando su mutación, o sea, Job estaba esperando un cambio de su cuerpo: un cuerpo nuevo, conforme a la promesa divina.
Miren cómo desde el tiempo de Job encontramos que se habla de la resurrección de los muertos creyentes en Dios, en el Redentor, y cómo Job supo por revelación divina que el Redentor vendría a la Tierra, moriría y luego resucitaría, y con Él resucitarían también los santos del Antiguo Testamento.
Ahora, Job estuvo esperando todos los días de su vida su cambio, su transformación, estuvo esperando un cuerpo nuevo y eterno; él estuvo esperando su mutación; y tuvo paciencia. Y mientras esperaba, estuvo sirviendo a Dios, guardando Sus mandamientos, estuvo creyendo en el sacrificio que él realizaba por el pecado, el cual era tipo y figura del Sacrificio de Cristo, de su Redentor y el nuestro, en la Cruz del Calvario.
Y toda su vida esperó su transformación, toda su vida esperó el nuevo cuerpo. Y mientras lo esperaba, no estuvo con los brazos cruzados, sino estuvo creyendo las promesas de Dios, estuvo sirviendo a Dios con temor y temblor, llevando a cabo la Obra correspondiente para su tiempo; estuvo enseñándole a sus hijos el camino de Dios, el camino de la vida eterna; y estuvo intercediendo por sus hijos también al ofrecer por ellos el sacrificio requerido por el pecado, lo cual Job realizaba y decía: “Por si acaso mis hijos han pecado contra Dios”1.
Y así Job vivió una vida santa y agradable ante Dios, y Dios dio testimonio de él: que era un hombre justo y temeroso de Dios, como ningún otro hombre hubo sobre la Tierra en sus días.
De tal manera que cuando el diablo miró a Job, y lo vio con tanta prosperidad, con tantas bendiciones de Dios, por cuanto Job servía a Dios, el diablo (el cual no quiere que los hijos de Dios reciban las bendiciones de Dios, y que obtengan la bendición divina a causa de creer en Dios y guardar Sus mandamientos), cuando miró a Job, le dijo a Dios: “Mira, Job te sirve a ti porque tú lo tienes muy bien”2. Pues miren, el diablo había recorrido la Tierra y había visto a Job.
Dios le dice: “¿No has considerado a mi siervo Job? ¿No lo has considerado, el cual me teme y me sirve, y no hay ninguno como él en la Tierra para un justo?”3. Y el diablo, el cual siempre está contradiciendo la Palabra de Dios, se puso a contradecir a Dios diciéndole: “Es que como Tú lo tienes muy bien, pues por esa causa él te sirve”; y le pidió que le permitiera quitarle todos sus bienes; y le dijo a Dios que si le quitaba todos sus bienes y le quitaba sus hijos (eso fue en diferentes ocasiones) Job lo negaría y dejaría de servirle a Dios.
Pero Dios conoce quiénes son Sus hijos y conoce que Sus hijos, no importan los problemas que tengan en la Tierra, no importa que estén ricos y de momento pierdan todo, y aun pierdan su familia: seguirán sirviéndole a Dios.
Y Dios le permitió al diablo quitarle a sus hijos e hijas, y también sus riquezas; y Job continuaba diciendo: “Jehová dio, Jehová quitó, sea el nombre de Jehová bendito”4. Así dijo cuando perdió todos sus bienes y cuando perdió a sus hijos e hijas; y no pecó Job con estas palabras delante de Dios.
Luego el diablo volvió ante Dios y le pidió que dejara tocar el cuerpo de Job, por supuesto, con plagas, con maldiciones, con enfermedades (o alguna enfermedad). Y Dios sabiendo que Job era justo y temeroso de Dios, y que por nada dejaría de servir a Dios, el diablo le dijo: “Déjame tocar su cuerpo y verás que te va a blasfemar, te va a negar y va a dejar de servirte”. Pero Dios sabía que Job no haría eso, y le dijo: “Vé y toca su cuerpo, pero su alma no la toques”, o sea: “En cuanto a su alma no te es permitido hacer nada, pero su cuerpo lo puedes tocar”5.
Y fue el diablo e hirió a Job con una enfermedad maligna, y Job se rascaba con una teja [tiesto] y estaba metido en las cenizas6.
Y su esposa le dice a Job… algunas versiones dicen así, otras no. Unas dicen: “Bendice a Dios, y muérete”, otras dicen: “Maldice a Dios, y muérete”. Job le dijo: “Como una mujer fatua has hablado”7. No le dijo que ella era una mujer fatua, sino que había hablado como una mujer fatua.
Ahora, era muy duro para Job estar en esa situación, enfermo, y sin una medicina que pudiera aliviar su situación. Y lo mejor que encontró fue la ceniza y una teja para rascarse; porque cuando se siente picor, todo el mundo quiere rascarse, y tuvo una teja para eso.
Ahora, su esposa viendo que Job había perdido sus riquezas y luego a sus hijos…, y lo único que le quedaba en cuanto a lo humano era su esposa; pero a Job le quedaba algo más grande, lo cual él nunca perdería, y ese sería y ese era Dios, su Redentor.
Ahora, su esposa deseó la muerte de Job, pero en el Programa Divino no estaba que Job muriera de esa enfermedad. Era una prueba por la cual Job estaba pasando, y luego Dios lo libertaría —porque Dios es el Redentor—, y lo volvería a buena salud, y también sus riquezas serían restauradas, y aún más, y también su familia.
Ahí podemos ver una restauración, no solamente para el justo Job, sino para todos los hijos de Dios: de todo lo que perdieron en la caída, lo cual está en el Libro de la Vida del Cordero; pues serán restaurados a su familia y a su parentela, y a todas las riquezas que el ser humano tenía antes de la caída.
Ahora, Job confiaba en su Redentor, en Dios, y recibió una restauración allí; tipo y figura de la restauración que recibiría en la resurrección, con la resurrección del Redentor, del Mesías, la cual se cumplió dos mil años atrás en la persona de Jesús de Nazaret.
Ahora, podemos ver que Job tuvo paciencia y se mantuvo esperando en su cambio, en su mutación, en su transformación.
Y ahora, todos los justos de Dios, hijos e hijas de Dios, a través de las edades han estado esperando su cambio, su mutación; y los santos, los justos del Antiguo Testamento, la recibieron con la resurrección de Cristo, donde resucitaron con Él muchos de los santos del Antiguo Testamento que habían dormido, o sea, que sus cuerpos habían muerto; y luego de resucitados aparecieron a muchos en la ciudad de Jerusalén.
Luego de la muerte, resurrección y ascensión de Cristo al Cielo, encontramos que nació la Iglesia del Señor Jesucristo el Día de Pentecostés. Pero todas aquellas personas estuvieron esperando el cumplimiento de la promesa divina, así como también Cristo.
Luego de nacer en esta Tierra, nuestro amado Señor Jesucristo, nuestro Redentor, tuvo que esperar 30 años para…, o como 30 años, para comenzar Su ministerio. Él sabía cuáles eran las promesas divinas que tenían que cumplirse en Él, pero Él tenía que esperar hasta que comenzara la semana número setenta de la profecía de Daniel.
Y Él esperó en Dios, en el Padre celestial; y comenzó casi a los 30 años Su ministerio. Y luego estuvo esperando por tres años Su adopción, la cual se llevó a cabo en el Monte de la Transfiguración.
Pero antes de llegar ese momento, ¿qué estuvo haciendo Jesucristo? Estuvo trabajando en los negocios de Su Padre celestial. Y permaneció fiel en esos negocios del Padre celestial, creyendo toda Palabra Divina correspondiente a ese tiempo y esperando el cumplimiento de cada promesa divina en Su vida; pues en Él estaban selladas todas las promesas mesiánicas correspondientes a la Primera Venida del Mesías, en Él estaba sellada la promesa del ungido con el Espíritu de Dios; y cuando se cumplió, allí se abrió esa promesa, y fue dada a conocer; y así cada promesa divina correspondiente a la Primera Venida de Cristo.
Y cuando fue adoptado en el Monte de la Transfiguración, encontramos que ya había hecho una labor muy importante en el Programa Divino, aunque todavía no había hecho la Obra de Redención en la Cruz del Calvario. Para la realización de esa Obra, se requería ser adoptado primeramente, y después sería llevada a cabo la Obra de Redención.
Ahora miren todo lo que tuvo que esperar nuestro amado Señor Jesucristo desde que nació hasta que comenzó Su ministerio: tuvo que esperar casi 30 años; pero a los 12 años, ya Él decía: “En los negocios de mi padre me conviene estar”8.
O sea que esos 30 años no los pasó de vago, sino trabajando en los negocios de Su Padre celestial, los que tenía que llevar a cabo en aquel tiempo. Y luego llevó a cabo los negocios del Padre celestial cuando comenzó Su ministerio, los correspondientes a esa etapa, por tres años, y fue adoptado.
Y luego de ser adoptado en el Monte de la Transfiguración, entonces, en unos seis meses aproximadamente, llevó a cabo toda la labor correspondiente para, como el Cordero de Dios, ir a Jerusalén y morir allí tomando el pecado de todos nosotros, el pecado del mundo, y así el juicio divino caer sobre Él. Morir por nosotros, para que nosotros no tengamos que morir eternamente.
Y luego resucitó, resucitó victorioso, estuvo unos 40 días… Miren, después de morir tuvo que esperar: murió viernes en la tarde, a las 3 de la tarde, y luego tuvo que esperar hasta el domingo en la mañana para resucitar; pero durante ese tiempo fue al infierno, le quitó las llaves del infierno y de la muerte al diablo, y por eso en Apocalipsis9 Él dice que tiene las llaves del infierno y de la muerte.
Y también encontramos que fue y predicó a las almas encarceladas que fueron desobedientes en los días de Noé; o sea, Él predicó a los antediluvianos un mensaje de juicio divino, condenándolos por ser incrédulos al Mensaje de Noé.
Luego pasó al Paraíso y allí Él recibió la bienvenida de Juan el Bautista, y él lo presentó a todos los que lo esperaban allí. Y allí estaba Abraham, Isaac, Jacob, los patriarcas y los profetas también, del Antiguo Testamento, los cuales se llenaron de alegría al ver al Mesías, al Redentor, allí en el Paraíso. Cuando ellos lo vieron allí, supieron que la resurrección se iba a llevar a cabo; porque cuando aparece el Redentor, la resurrección está para llevarse a cabo.
Ahora, encontramos que allí en el Paraíso estuvo poco tiempo, y en la mañana del domingo se levantó, y con Él todos los santos del Antiguo Testamento; y aparecieron a muchos en la ciudad. Juan el Bautista también se levantó.
La historia no nos dice si Juan el Bautista les apareció a sus discípulos o no; es posible que les haya aparecido. Pero nuestro Señor Jesucristo les apareció a Sus discípulos. No dice que les apareció a los discípulos de Juan el Bautista, no dice que les apareció a otras personas, aunque pudo hacerlo, pero no lo registra la Escritura. Pero de los cuales habla la Escritura, que recibieron la visita de nuestro amado Señor Jesucristo, del Redentor, fueron los apóstoles del Señor. Y dice que hubo como 500 personas que vieron a Jesucristo resucitado.
Ahora, miren, la resurrección de Cristo no fue para ser dada a conocer o para ser vista por todos los seres humanos. Luego, cuando fuera predicada Su resurrección, entonces tenía que ser creída por las personas. Ahora miren todo lo que Cristo tuvo que esperar.
Luego, ya resucitado, tuvo que esperar 40 días, y luego ascendió al Cielo con los santos que habían resucitado con Él. Y luego encontramos que los discípulos…, les había dicho que ellos también tenían que esperar en Jerusalén10. Y se fueron al aposento alto y allí esperaron sin saber cuántos días tenían que esperar, pues Cristo no les dijo: “De aquí a 10 días”, sino: “De aquí a poco tiempo o dentro de muy poco tiempo, dentro de muy pocos días, ustedes serán llenos de poder de lo alto”.
Ellos esperaron en el aposento alto, y Cristo esperó en el Cielo hasta allí presentar Su Sangre y llevar a cabo todos los preparativos para poder descender el Espíritu Santo sobre los que estaban esperándolo en el aposento alto.
Ahora, los discípulos de Juan el Bautista no estaban esperando ser llenos del Espíritu Santo, sino los discípulos de Jesucristo.
Juan el Bautista no les había dicho: “Yo les voy a enviar el Espíritu Santo, el cual está con vosotros”. Más bien, Juan el Bautista les había dicho a sus discípulos: “Detrás de mí viene uno, el cual es más poderoso que yo, del cual yo no soy digno de desatar la correa de Su calzado. Él les bautizará con Espíritu Santo y Fuego”. ¿Quién sería el que los bautizaría con Espíritu Santo y Fuego? Aquel al cual Juan le estaba preparando el camino, el Señor Jesucristo.
Así que los creyentes, los seguidores de Jesucristo, eran los que tenían la promesa de recibir el bautismo del Espíritu Santo, no los discípulos de Juan. Para recibir la promesa del Espíritu Santo se requería que los discípulos de Juan pasaran a ser discípulos de Jesucristo, discípulos de Aquel al cual él le preparó el camino.
Esto es muy importante entenderlo porque tenemos la promesa de la Segunda Venida de Cristo y también del precursor de la Segunda Venida de Cristo. Y los discípulos del precursor de la Primera Venida de Cristo tenían que pasar a ser discípulos del precursado, de Jesús, para poder tener derecho a ser llenos del Espíritu Santo, y así nacer de nuevo en el Reino de Dios.
La Iglesia del Señor Jesucristo no nació con los discípulos de Juan, sino con los discípulos de Jesucristo. Algunos de ellos habían sido discípulos de Juan el Bautista, pero luego habían pasado a ser discípulos de Jesucristo. Pues ese fue el privilegio para ellos: haber recibido al precursor de la Primera Venida de Cristo, Juan el Bautista, y luego recibir al precursado, nuestro amado Señor Jesucristo.
Ahora, miren cómo esperaron 10 días en el aposento alto, ¿quiénes? Los discípulos de nuestro amado Señor Jesucristo, los discípulos del precursado; no los discípulos del precursor.
Juan fue el séptimo mensajero de la séptima etapa o edad de la Iglesia hebrea bajo la Ley; pero Jesucristo fue el Ángel del Pacto, el Ángel Mensajero de la Edad de la Piedra Angular. Por eso Él fue la Piedra Angular, la Piedra no cortada de manos en Su Primera Venida, como Cordero de Dios en Su Obra de Redención.
Y Jesús, encontramos que por un tiempo fue un creyente y seguidor de Juan y su Mensaje, y fue bautizado por Juan el Bautista; pero luego continuó hacia adelante, comenzando Su ministerio lleno del Espíritu Santo.
Y cuando le dijeron a Juan el Bautista: “Mira, aquel del cual tú diste testimonio, ahora le siguen más personas que a ti, y bautiza más gente que tú”11. Aunque Jesús no bautizaba, sino Sus discípulos (o a Sus discípulos). Y Juan dijo: “A Él le conviene crecer, y a mí menguar”12.
Juan había comenzado a menguar, el ministerio de Juan iba decayendo, y el ministerio de Jesucristo iba creciendo. ¿Por qué? Porque Juan fue la Luz de la tarde, de la Dispensación de la Ley, pero Jesús fue la Luz de la Mañana, de la Dispensación de la Gracia.
Jesús dijo: “Juan era una antorcha que ardía y ustedes quisieron caminar a su luz”13. O sea, Juan era uno de los siete candeleros, o candelabros, o luces del candelero, la séptima; y ya se estaba apagando esa luz de esa séptima edad o etapa de la Iglesia hebrea bajo la Ley, bajo el judaísmo.
Y el pueblo, o muchos de ellos, quisieron caminar a la luz del Mensaje de Juan el Bautista; y muchos se quedaron con Juan; y viendo que Jesús había hablado, o viendo que Juan había hablado de otra persona que vendría después de él: “Después de mí viene uno del cual yo no soy digno de desatar la correa de su calzado. Él les bautizará con Espíritu Santo y Fuego. Yo les bautizo con agua, pero Él les va a bautizar con Espíritu Santo y Fuego”14.
¿A quién, entonces, estaban llamados a seguir? A Aquel del cual Juan estaba dando testimonio; porque ese del cual Juan estaba dando testimonio, era el hombre que, con la plenitud del Espíritu de Dios, vendría después de Juan el Bautista. Sería el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, vestido de carne humana, como lo prometió Dios por medio del profeta Malaquías en el capítulo 3, cuando dijo así:
“He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí…”.
Ese mensajero fue Juan el Bautista; al cual Dios, Cristo, envió; el Ángel del Pacto envió delante de Él, o sea, delante de la manifestación de Dios en carne humana, para que le preparara el camino y anunciara que después de él (después de Juan el Bautista) el próximo profeta que vendría sería el Mesías.
“… y vendrá súbitamente a su templo el Señor…”.
¿Quién vendría? El Señor. Por eso es que la Escritura dice que Dios hizo a Jesús, Señor y Cristo. Cristo es ‘Ungido’.
Cuando se nos habla del Señor, ese es el Padre celestial, el Dios Todopoderoso; y cuando se nos habla de Cristo, ese es el Espíritu Santo, el Ángel del Pacto; y cuando se nos habla de Jesús, se nos está hablando del cuerpo de carne que nació de la virgen María. Pero en la persona de Jesús de Nazaret estaba el Señor (o sea, el Padre celestial), allí estaba, dentro, el Espíritu Santo; Dios lo hizo Señor y Cristo, por eso se le llama el Señor Jesucristo.
Por eso es que la Escritura dice que nadie puede confesar que Jesús es el Señor, sino por el Espíritu15. Así que nadie puede entender y confesar que Jesús de Nazaret es el Señor Dios del pueblo hebreo, el Señor y el Ángel del Pacto, el cual se hizo carne y habitó entre los seres humanos.
“… y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos”.
Ahora, ¿quién vendría? El Señor, el Ángel del Pacto. O sea, vendría el Dios Todopoderoso con Su cuerpo teofánico metido dentro de un cuerpo de carne humana, el cual fue conocido por el nombre de Jesús. Allí estaba el Señor, el Ángel del Pacto en carne humana.
Por esa razón es que San Pablo dice: “Grande es el misterio de la piedad, Dios ha sido manifestado en carne”. También San Juan nos dice… Esto que les cité fue en Primera de Timoteo, capítulo 3, verso 15 en adelante. Y en San Juan, capítulo 1, verso 1 en adelante, dice:
“En el principio era el Verbo (o sea, el Logos), y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
Este era en el principio con Dios.
Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”.
¿Quién es el Creador de todas las cosas? El Verbo, el Logos, el cual es nuestro Señor Jesucristo; porque el Verbo, el Logos, se hizo carne y habitó entre nosotros. Dice el verso 14 de este mismo capítulo 1 de San Juan:
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”.
¿Quién fue el que se hizo carne en aquel cuerpo llamado Jesús de Nazaret? El Verbo, el Logos, el Dios Todopoderoso; porque el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
El Verbo era Dios, y era con Dios, y por Él fueron hechas todas las cosas; porque el Logos que salió de Dios, el Verbo que salió de Dios, es el cuerpo teofánico o teofanía de Dios: un cuerpo teofánico de la sexta dimensión, un hombre de la sexta dimensión, en donde habitó, habita y habitará el Dios Todopoderoso.
Y ese hombre de la sexta dimensión, llamado el Logos o el Verbo, y también llamado el Ángel de Jehová o Ángel del Pacto, se hizo hombre, se hizo carne (o sea, se vistió de hombre) y vivió en medio de los seres humanos, y fue conocido por el nombre de Jesús de Nazaret. “En el mundo estaba, y el mundo no le conoció”16.
Ahora, algunas personas no entienden, no saben, quién es nuestro amado Redentor, nuestro Señor Jesucristo. Es el mismo Dios Todopoderoso hecho hombre, como dijo el profeta Isaías en el capítulo 7, verso 14: “Porque he aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y se llamará su nombre Emanuel”. Que traducido es: Dios con nosotros17, Dios en medio de los seres humanos en la forma de un ser humano.
Miren, Dios hizo al ser humano a imagen y semejanza Suya. Y cuando Dios se hizo un cuerpo físico de esta dimensión, se lo hizo a semejanza de los cuerpos humanos de los hombres que viven en la Tierra, para así ser el Pariente Redentor de la raza humana, y ese cuerpo morir como Cordero de Dios, y quitar así el pecado del mundo.
Miren quién es realmente el Señor Jesucristo: “El que era, el que es y el que ha de venir”18. El que era, pues ese es Dios; y Él es el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios; era Dios manifestado en un cuerpo teofánico, y luego se manifestó en un cuerpo de carne.
Jesucristo es el personaje más grande, más importante, que ha pisado este planeta Tierra; porque es el mismo Dios, el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, que se hizo hombre, se vistió de carne humana, para llevar a cabo Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario. Así que podemos ver quién es nuestro amado Señor Jesucristo.
Por eso San Juan, en el capítulo 1, verso 18, dice:
“A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer”.
Ahora, por esa causa es que cuando Felipe dijo: “Muéstranos al Padre y nos basta”, Jesús dijo: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, Felipe, y todavía no me has conocido? ¿No sabes que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí, y el que me ha visto a mí, ha visto al Padre? ¿No sabes esto, Felipe?”19.
Acusaban a Jesucristo los judíos, los sacerdotes, los doctores de la Ley, los escribas y los fariseos, y el sumo sacerdote y el Sanedrín, de que Jesús siendo hombre se hacía Dios. Y era al revés. Pero por cuanto ellos entendieron mal quién era Jesucristo, por eso lo rechazaron; pensaban que siendo hombre se estaba haciendo Dios. Pero era lo contrario: siendo Dios, se había hecho hombre y estaba habitando entre los seres humanos.
Ahora, hemos visto que Cristo era nada menos que el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, el Señor Dios Todopoderoso. Y los que siguieron al Verbo, luego del ministerio de Juan el Bautista, fueron los que esperaron luego en el aposento alto por 10 días y recibieron el Espíritu Santo: nacieron de nuevo en el Cuerpo Místico de Cristo.
Cristo produjo el nuevo nacimiento en ellos, y ahí cada uno de ellos vino a tener un cuerpo teofánico también. Como Dios tiene un cuerpo teofánico, como Jesucristo tiene un cuerpo teofánico llamado el Ángel de Jehová o Ángel del Pacto, o el Logos o el Verbo; también cada hijo de Dios nacido de nuevo del Agua y del Espíritu. Ese es el Ángel de Jehová que acampa en derredor de los que le temen y los defiende20.
Ahora, viendo que fueron los seguidores de Jesucristo los que el Día de Pentecostés recibieron el Espíritu Santo, fueron los seguidores de Aquel del cual Juan el Bautista había dado testimonio que vendría después de él, los cuales esperaron…; porque para todas las cosas que Dios ha prometido hay un tiempo de espera.
Ahora, ellos habían esperado también estando bajo el ministerio de Jesucristo, y luego esperaron 10 días más. Pero vino el Espíritu Santo, vino la promesa dada a Abraham para su simiente, y se cumplió en ellos la Venida del Espíritu Santo en los días postreros.
Pero ya han pasado dos mil años, aproximadamente, ¿y eran aquellos los días postreros? Es que los días postreros son los últimos tres milenios; así como los últimos tres días de la semana, que son jueves, viernes y sábado, son los días postreros de la semana.
Y un día delante de Dios es como mil años de los nuestros. Los tres días postreros delante de Dios son los tres últimos milenios de los siete milenios que tiene una semana delante de Dios.
Ahora, para el Día Postrero Dios tiene grandes bendiciones para todos Sus hijos. A medida que ha ido pasando el tiempo, los hijos de Dios, luego de nacer de nuevo del Agua y del Espíritu, y así entrar al Cuerpo Místico de Cristo, han estado esperando en la Venida del Espíritu Santo en toda Su plenitud: han estado esperando en la resurrección de los muertos en Cristo y en la transformación de los vivos. Y para eso han estado esperando en la Venida del Verbo, del Logos, del Ángel de Jehová, del Ángel del Pacto, en el Día y para el Día Postrero, en donde Él, como León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, llevará a cabo Su Obra de Reclamo y así producirá la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos.
Ahora, hay una Obra que Él lleva a cabo en el Día Postrero; Obra que Él, por miles de años, ha esperado para llevar a cabo. Porque Él también ha estado esperando, como también Su Iglesia y toda la Creación también.
Ahora, hemos llegado al Día Postrero; hemos visto que ya Dios, conforme a Su promesa, envió al profeta Elías, un mensajero para la séptima edad de la Iglesia gentil, la Edad de Laodicea, con el espíritu y virtud de Elías en su cuarta manifestación, el cual vino a ser el precursor de la Venida del Ángel del Pacto, del Ángel de Jehová para el fin del tiempo, para una nueva edad y una nueva dispensación.
Y los creyentes en el precursor de la Segunda Venida de Cristo tienen la promesa que después de ese precursor vendrá otro mensajero con el Espíritu Santo, con el Sello del Dios vivo, conforme a Apocalipsis, capítulo 7. Y ese mensajero es el Mensajero a Israel, el cual viene con el Sello del Dios vivo para llamar, juntar y sellar en sus frentes a 144.000 hebreos, 12.000 de cada tribu.
Ese Ángel Mensajero, primeramente estará en la Iglesia gentil del Señor Jesucristo con el Espíritu Santo, con el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto ministrando a través de él, y manifestando Sus promesas correspondientes al Día Postrero. Y así estará cumpliendo todo lo que ha sido prometido por todos los profetas del Antiguo Testamento y también del Nuevo Testamento hasta el precursor de la Segunda Venida de Cristo.
La labor del Ángel del Pacto, del Ángel de Jehová a través del Ángel Mensajero, para el pueblo hebreo, es cumplir todo lo que ha sido prometido para ese ministerio final de Dios a través de carne humana, el cual comienza a ser manifestado en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo; y luego de terminada su labor en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo, pasará al pueblo hebreo.
Ese Ángel con el Sello del Dios vivo es el mismo Ángel de Jesús enviado para dar testimonio de estas cosas que deben suceder pronto, conforme a Apocalipsis, capítulo 22 y verso 6; y conforme a Apocalipsis 22 y verso 16, que dice:
“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.
Ahora, para la Iglesia del Señor Jesucristo está la promesa, de parte de Jesucristo, de un enviado por Jesucristo llamado el Ángel de Jesucristo, para dar testimonio de estas cosas que deben suceder en el tiempo final. Esa es la forma en que la Iglesia del Señor Jesucristo conocerá todas las cosas que han de estar sucediendo en el Día Postrero, en el fin del tiempo, en el fin del siglo y fin del mundo.
Porque ese Ángel Mensajero, ungido con el Espíritu Santo, estará revelando a la Iglesia del Señor Jesucristo todos estos misterios correspondientes al Día Postrero; estará dando a conocer a la Iglesia del Señor Jesucristo todas estas promesas hechas para Su Iglesia para el Día Postrero; y estará colocando todas esas Escrituras en el orden correcto en que la Iglesia del Señor Jesucristo debe entenderlas, para que así tenga el completo entendimiento de las cosas que estarán sucediendo en el Día Postrero, en el fin del siglo.
Porque todo lo que estará aconteciendo está aquí en la Escritura. Por eso es que Jesús, cuando predicó, tomó las cosas que estaban en la Escritura y las predicó y las colocó en esa nueva edad y en esa nueva dispensación.
Y ahora, para el Día Postrero, la Iglesia del Señor Jesucristo estaría esperando la Venida del Verbo, del Logos, del Ángel del Pacto, del Ángel de Jehová, manifestado en el Ángel que lleva el Mensaje al pueblo hebreo, o sea, en el Ángel Mensajero al pueblo hebreo con el Espíritu Santo en él, ungido con el Espíritu Santo y manifestando —el Espíritu Santo en él— los ministerios de Moisés, el ministerio de Moisés por segunda vez, y el ministerio de Elías por quinta vez.
Es el Espíritu Santo, el Ángel de Jehová, Jesucristo, el que unge a ese Ángel Mensajero Suyo; y a través de él es que Él estará cumpliendo toda promesa que Él ha hecho a Su Iglesia para el fin del siglo, fin del tiempo y fin del mundo, en el Día Postrero.
Y los que lo reconocerán y recibirán su Mensaje, estarán recibiendo al que lo envió, al Señor Jesucristo, y estarán recibiendo el Mensaje Final de Jesucristo: el Mensaje del Evangelio del Reino para la Dispensación del Reino.
Porque el que recibe a profeta en nombre de profeta, recompensa de profeta recibe21. Y el que recibe a uno de los Enviados de Jesucristo, está recibiendo a Jesucristo.
Y este Ángel Mensajero es el último profeta mensajero enviado por nuestro Señor Jesucristo para Su Iglesia gentil, y luego para el pueblo hebreo. Y el que lo esté recibiendo, estará recibiendo al que lo envió, al Señor Jesucristo, en el cumplimiento de toda promesa hecha por Cristo para el Día Postrero. Y estarán esperando juntamente con él, con este Ángel Mensajero, la transformación de sus cuerpos, estarán esperando ser llenos de toda la plenitud del Espíritu de Dios; con lo cual se efectuará un cambio de nuestros cuerpos y en nuestros cuerpos.
Habrá una transformación de nuestros cuerpos, y así seremos cambiados de seres mortales y de cuerpos mortales a seres inmortales en cuerpos inmortales; y los muertos en Cristo resucitarán en cuerpos inmortales también.
Ellos han estado esperando desde que recibieron a Cristo como su Salvador y nacieron de nuevo. Y aunque hayan partido, están en el Paraíso todavía, esperando el nuevo cuerpo, esperando su mutación, esperando ese cuerpo eterno, para ser así a imagen y semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo. Y nosotros los que vivimos estamos también esperando nuestra transformación.
Hemos subido a la Edad de la Piedra Angular, que es la Edad del Aposento Alto, para esperar nuestra transformación, esperar la plenitud del Espíritu de Dios.
Y mientras esperamos, estamos trabajando en el Reino de Dios, estamos recibiendo Su Palabra, y nuestra fe está basada en Su Palabra; y así recibimos la fe para ser transformados y raptados conforme a lo requerido por Dios para ser transformados.
Ahora, no nos quedamos con nuestros brazos cruzados, sino trabajando en el Reino de Dios, en Su Iglesia, porque lo que vendrá será la adopción de todos los hijos e hijas de Dios, de los que partieron en el pasado y de los que estamos vivos.
Y todo hijo, para ser adoptado, siempre se ha requerido que esté en los negocios de Su Padre trabajando, aprendiendo y trabajando en ellos, para luego ser adoptado.
Por eso estamos esperando nuestra adopción trabajando en los negocios de nuestro Padre celestial, trabajando en los negocios de nuestro amado Señor Jesucristo, en Su Iglesia, siendo instrumentos de nuestro Señor Jesucristo en las labores que Él esta llevando a cabo en Su Iglesia, que es Su Cuerpo Místico de creyentes.
Cuando trabajamos en la Iglesia del Señor Jesucristo, estamos trabajando en los negocios de nuestro amado Señor Jesucristo; porque Sus negocios son en Su Casa, en Su Iglesia, y ahí estamos nosotros trabajando con Él, siendo instrumentos de Él para pronto ser adoptados.
¿Quiénes serán adoptados en el Día Postrero? Los que habrán recibido la fe para ser transformados, para ser adoptados, la cual es dada por los Siete Truenos de Apocalipsis, capítulo 10. Y esos Truenos contienen la revelación divina de la Venida del Ángel Fuerte, de la Venida de Cristo, del Ángel del Pacto, del Ángel de Jehová en el Día Postrero, como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo.
Ese es el gran misterio del Séptimo Sello, y ese es el gran misterio del Ángel que apareció con los siete ángeles de las siete edades de la Iglesia gentil retratado en esa nube en el cielo, el 28 de febrero de 1963, a las 6 y algunos minutos de la tarde.
Ese Ángel es el que tiene el Séptimo Sello, Ese es el que tiene ese misterio del Séptimo Sello, el misterio de la Venida del Verbo, de la Venida del Ángel del Pacto, del Ángel de Jehová, de nuestro amado Señor Jesucristo como León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo.
Nosotros estamos en espera de nuestra transformación; así como estaban en el aposento alto 120 personas esperando esa bendición divina, la cual los cambió por dentro, y obtuvieron un cuerpo teofánico.
Y ahora hemos de obtener un cuerpo físico eterno, y estamos en espera de esa transformación; estamos en espera de la redención de nuestro cuerpo, prometido para el Día Postrero, para nosotros los que vivimos y para los que murieron creyendo en Jesucristo en otras edades, y algunos de los nuestros también que han partido; pues Cristo dijo: “Yo los resucitaré”, ¿cuándo? En el Día Postrero, que es el séptimo milenio y también es el Día del Señor.
Así como el sábado, que es el séptimo día, fue conocido en medio del pueblo hebreo como el día del Señor, para ser guardado y servir a Dios en ese día y nadie trabajar.
Estamos nosotros en este tiempo en el Día Postrero, esperando nuestra transformación.
Si alguno se va antes de ocurrir la transformación, no hay ningún problema: eso no cambia nada para usted, porque usted va a tener un cuerpo eterno y será a imagen y semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo; si murió su cuerpo, resucitará en un cuerpo eterno; y si no muere su cuerpo, sino que sigue viviendo usted en ese cuerpo, cuando ocurra la resurrección de los muertos en Cristo luego ocurrirá la transformación de nosotros los que vivimos. Así que no hay problemas para nosotros.
Estamos esperando ya por algunos años nuestra transformación, la redención del cuerpo, estamos en pie delante del Hijo del Hombre, delante del Ángel del Pacto, delante del Ángel de Jehová, de Jesucristo, del Espíritu Santo en Su manifestación final en el Ángel con el Sello del Dios vivo, para pronto ser transformados y raptados e ir a la Cena de las Bodas del Cordero en la Casa de nuestro Padre celestial.
Cada escogido de Dios, miembro del Cuerpo Místico de Cristo nacido de nuevo del Agua y del Espíritu, es como Job (el personaje del cual leímos al principio), que no importa que se pierdan sus bienes materiales, o su familia muera, o su cuerpo se enferme de alguna enfermedad que el diablo le traiga a su cuerpo: la persona siempre dirá: “Jehová dio, Jehová quitó, sea el nombre de Jehová bendito”. No se apartará de servir a Dios.
Dios tuvo confianza en Job, porque Job confiaba en Dios; y no estaba dispuesto a apartarse de Dios, no importa lo que le sucediera a él, a su familia o a sus bienes. Y así es cada hijo e hija de Dios: no importa lo que le pase a él o a su familia o a sus bienes, él siempre seguirá a Dios, servirá a Dios y recibirá su transformación; no se apartará de Dios.
San Pablo dijo: “Nadie o nada nos apartará del amor de Dios que es en Cristo Jesús, Señor nuestro. Ni hambre, ni persecución, ni espada, ni ángeles, ni principados, nada nos apartará del amor de Dios que es en Cristo Jesús, Señor nuestro”22.
Cuando las personas se apartan, dejan de servir a Dios, es porque no han nacido de nuevo. Porque cuando la persona nace de nuevo, ha sido sellada con el Espíritu Santo de la promesa hasta y para el Día de la Redención, o sea, para el día de la transformación de su cuerpo.
Así que adelante, como Job y como todos los héroes de la fe: sirviendo a Dios, temiéndole, y esperando nuestra transformación. Estamos en un tiempo de espera; pero el que prometió, cumplirá lo que Él ha prometido23.
Mientras llega ese momento, mientras llega nuestra transformación, Él ha estado y estará cumpliendo diferentes promesas hasta que llegue al cumplimiento de esa promesa gloriosa de nuestra transformación.
No hay lugar a dudas para los hijos de Dios. Hemos creído en Dios, en el Ángel de Jehová, en el Ángel del Pacto, que es nuestro amado Señor Jesucristo, el Dios de Israel, el Dios de Abraham, de Isaac y de Israel; y también el Redentor de Israel y el Rey de Israel. Ese es nuestro Redentor, nuestro amado Señor Jesucristo. Y en Él yo esperaré. ¿Y ustedes?
Continuaremos esperando el cumplimiento de la promesa hecha para todos sus hijos, de la transformación de nuestros cuerpos y de la resurrección de los muertos en Cristo.
Yo no me he cansado de esperar, y hoy yo digo: Desde 1959 (vamos a decir) he estado esperando mi transformación. ¿Y cuántos años van del 59 para acá? Como 36 años. Como 36 años van, y yo no me he cansado; 36 o más… vamos a ver cuántos son… 59… 36 años.
36 años van, que he estado esperando mi transformación y la resurrección de los muertos en Cristo, y no me he cansado. Hoy tengo más ánimo que el que tenía en el 1959, y en el 60, y en el 63, y aun en, y del, y que el ánimo que tenía en el 1994.
En este año 1995 tengo más ánimo y más esperanza, y mi fe está firme, está más fortalecida en este año que lo que estuvo el año pasado. Y el año que viene estará todavía más firme, más fortalecida. ¿Por qué? Porque Dios lo ha prometido. Y cada día recibo más entendimiento, más conocimiento de Su Programa; y veo que es un Programa maravilloso el que Él esta llevando a cabo para nuestra transformación.
Hoy, 1995, estoy más cerca de mi transformación de lo que estaba en el 1959. O sea que ya tengo 36 años adelantados, me he acercado a mi transformación 36 años. Así que para mi transformación me faltan 36 años menos que los que me faltaban en el 1959. Y no sé cuándo ocurrirá, pero cada año yo la espero. Y en alguno de los años se convertirá en una realidad materializada. Ya es una realidad aquí en mi alma, en mi corazón, porque ahí está esa Palabra, y se tiene que materializar. No solamente en mí sino también, ¿en quiénes? En cada uno de ustedes, en cada miembro del Cuerpo Místico del Señor Jesucristo, pues han nacido de nuevo del Agua y del Espíritu, y tienen la promesa de una transformación si están vivos en el momento de la resurrección de los muertos en Cristo.
Así que estamos consientes que estamos viviendo en un tiempo de espera, el tiempo de espera para ser transformados, el tiempo de espera para nuestra adopción, el tiempo de espera para ser redimidos nuestros cuerpos y entrar a vida eterna con un cuerpo eterno, y ser raptados y llevados a la Cena de las Bodas del Cordero.
“EL TIEMPO DE ESPERA PARA SER TRANSFORMADOS”.
Estamos en el tiempo de espera para ser transformados en el Aposento Alto del Cuerpo Místico de Cristo, que es la Edad de la Piedra Angular; ahí es donde estamos nosotros colocados esperando nuestra transformación.
Es un tiempo de espera en la Edad de la Piedra Angular, en el Aposento Alto del Cuerpo Místico del Señor Jesucristo, donde nos encontramos nosotros en este tiempo final.
“EL TIEMPO DE ESPERA PARA SER TRANSFORMADOS”.
Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre cada uno de ustedes y sobre mí también. Y pronto todos seamos transformados conforme a la promesa divina.
Yo esperaré siempre mi transformación, ¿y ustedes? Y esa transformación vendrá, se convertirá en una realidad para aquellos que le están esperando en el Aposento Alto del Cuerpo Místico de Jesucristo.
En la tarde continuaremos viendo estas cosas relacionadas a la resurrección y a la transformación de nuestros cuerpos, y a este tiempo de espera; para que así estemos conscientes del tiempo en que estamos viviendo y actuemos en la forma correcta, sin estar pensando que no vamos a ser transformados; no. Para estar siempre pensando que pronto vamos a ser transformados conforme a la promesa divina, creyéndolo con toda nuestra alma; porque creyéndolo con todo nuestro corazón perseveraremos y esperaremos nuestra transformación.
Que Dios les continúe bendiciendo a todos, que Dios les guarde. Muchas gracias por vuestra amable atención, amigos y hermanos presentes y televidentes. Y que Dios nos abra el entendimiento a todos, para entender Su Programa correspondiente a este tiempo de espera para ser transformados.
De modo que nadie se desespere, sino que espere con paciencia su transformación; así como Dios está esperando con paciencia ese momento en que Él transformará nuestros cuerpos mortales.
En la tarde estaré nuevamente con ustedes. A las 3:00 de la tarde, hora de Puerto Rico, ya estaremos aquí nuevamente; tendremos los cánticos y luego entraremos a través del satélite o de los diferentes satélites en la transmisión para Puerto Rico y todos los demás países de la América Latina, de Norteamérica, del Canadá, y demás países a donde llega esta señal de los satélites. Y también por diferentes canales de televisión en Puerto Rico y en otras naciones también.
Será hasta las 3:00 de la tarde nuevamente en que estaremos reunidos para continuar viendo el tiempo de espera para nuestra transformación.
Dejo nuevamente con nosotros a Miguel Bermúdez Marín para continuar y finalizar en este día nuestra parte, dándole gracias a Dios por Sus bendiciones.
Que Dios les continúe bendiciendo a todos, y hasta las 3:00 de la tarde, Dios mediante.
“EL TIEMPO DE ESPERA PARA SER TRANSFORMADOS”.
[Revisión diciembre 2020]
1 Job 1:5
2 Job 1:9-12
3 Job 1:8
4 Job 1:21
5 Job 2:5-6
6 Job 2:8
7 Job 2:9-10
8 San Lucas 2:49
9 Apocalipsis 1:18
10 San Lucas 24:49; Hechos 1:4
11 San Juan 3:26
12 San Juan 3:30
13 San Juan 5:35
14 San Marcos 1:7; San Juan 1:27
15 Primera de Corintios 12:3
16 San Juan 1:10
17 San Mateo 1:23
18 Apocalipsis 1:8
19 San Juan 14:9
20 Salmo 34:7
21 San Mateo 10:41
22 Romanos 8:35-39
23 Hebreos 10:23