Muy buenas tardes, amados amigos y hermanos presentes. Es para mí una bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios.
Para eso quiero leer el tema que ustedes tienen aquí marcado para hoy: “EL MISTERIO DE LA JUSTICIA DIVINA EN EL PLAN DE REDENCIÓN”.
Quiero leer en el Salmo 32, verso 1 al 2, donde dice:
“Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado.
Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad,
Y en cuyo espíritu no hay engaño”.
A través de la historia del ser humano, encontramos que el hombre ha buscado siempre estar sin pecado delante de Dios. El pecado comenzó en el Huerto del Edén, en donde el ser humano cayó de la gloria de Dios a causa del engaño de la serpiente a Eva; y de ahí en adelante el ser humano ha estado teniendo graves problemas en esta Tierra; y todo ser humano que ha nacido de Adán hacia acá, ha nacido por medio de la unión de un hombre y de una mujer, y por lo tanto ha nacido con pecado y en pecado.
El salmista decía: “… en pecado me concibió mi madre”1.
Ahora, eso es, vean ustedes, por medio de la unión de un hombre y de una mujer, que los seres humanos están naciendo en este planeta Tierra; y vean ustedes cómo vienen al mundo de edad en edad, de tiempo en tiempo; y vienen con la sentencia de muerte, “porque la paga del pecado es (¿qué?) muerte”2; y por eso el hombre nace y muere, esto es en lo físico; y en lo espiritual, vean ustedes, también viene con la sentencia de muerte y viene en muerte, viene muerto espiritualmente.
Por eso es que Cristo, vean ustedes, nos dice en el Evangelio según San Juan, capítulo 5 y verso 24; dice:
“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”.
Porque el ser humano viene muerto espiritualmente a este planeta Tierra: él viene con un espíritu del mundo, y luego también viene con un cuerpo corruptible, mortal y temporal, en la permisiva voluntad de Dios; sentenciado a muerte ese cuerpo también.
Y ahora, ¿cuál es la solución al problema del ser humano? Vean ustedes, a través de la historia del ser humano, él ha buscado diferentes formas para quitar sus pecados, pero no ha podido quitar su pecado el ser humano por sí mismo; pero Dios le dio un sustituto allá en el Huerto del Edén, le dio el sacrificio de animalitos.
Pero esos sacrificios y la sangre de esos animalitos no podían quitar el pecado, solamente cubría el pecado delante de Dios; pero el pecado estaba en la persona; por lo tanto, la persona no era justificada, no estaba justificada la persona, por cuanto el pecado estaba en él; solamente era cubierto de la vista de Dios.
Y ahora, vean ustedes cómo, a través de estas generaciones y dispensaciones que pasaron antes de la Dispensación de la Gracia, el ser humano luchaba en su vida por recibir la bendición de Dios, efectuaba esos sacrificios por el pecado; pero solamente podía cubrir sus pecados con la sangre de esos sacrificios, pero nunca quitar el pecado.
Pero Dios le dio esos sacrificios en lo que llegaba un cordero perfecto, que quitara el pecado del ser humano. Y por eso esos sacrificios eran efectivos cubriendo el pecado, porque representaban, tipificaban, a Jesucristo el Cordero de Dios, que vendría para quitar el pecado; para eso vino Cristo en Su Primera Venida.
Y en Isaías, capítulo 53, nos dice… vamos a ver aquí, dice [verso 1]:
“¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová?”.
Ahora, hablando de Cristo, dice:
“Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos.
Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos.
Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.
Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.
Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros (¿En quién cargó Dios el pecado de todos nosotros? En Jesucristo).
Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.
Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido.
Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca.
Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada.
Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos.
Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores”.
Ahora vean, este capítulo 53 de Isaías completo, habla del Mesías, habla de Cristo, el cual llevó nuestros pecados.
Él, vean ustedes, al llevar nuestros pecados: se hizo pecado por nosotros. Y Él no había cometido pecado, pero por cuanto tomó todos nuestros pecados, se hizo pecado por nosotros; y la paga del pecado es muerte, por lo tanto, Él tenía que morir, tenía que morir en aquel tiempo; y murió por nosotros, por nuestros pecados.
Pero Él llevando nuestros pecados ¿qué hace? Quita nuestros pecados; y así es como… dice Cristo… dice: “Y por Su conocimiento justificará Mi siervo justo a muchos, y llevará sus iniquidades”. O sea que nuestras iniquidades, nuestros pecados los lleva nuestro amado Señor Jesucristo; y murió por ellos allí en la Cruz del Calvario.
Y cuando recibimos a Cristo como nuestro Salvador y recibimos Su Palabra, ¿qué sucede? Él lleva a cabo en nosotros como individuos, o hace efectivo en nosotros como individuos, los beneficios de Su Sacrificio en la Cruz del Calvario.
Él murió allí por nuestros pecados, Él llevó nuestros pecados; y ahora Él justificará a todos los que creen en Él y confiesan sus pecados sobre el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario; esa es la base sobre la cual hacemos nuestra confesión de nuestros pecados. Y, por consiguiente, se hace efectivo el Sacrificio de Cristo en nosotros como individuos, cuando recibimos a Cristo como nuestro Salvador y confesamos nuestros pecados a Jesucristo. Y Su Sangre, vean ustedes, derramada en la Cruz del Calvario, se hace efectiva en cada uno de nosotros quitando nuestros pecados.
Y vean ustedes lo que hace Cristo en cada uno de nosotros; vamos a buscar en Gálatas, capítulo 4… Gálatas, capítulo 4, nos habla de este misterio de la justificación. Vamos a ver, Gálatas, capítulo 4, ahí está todo este misterio de lo que Cristo ha hecho por nosotros. Gálatas, capítulo 4, nos habla desde el verso 4 en adelante. Dice:
“Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley,
para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.
Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!
Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo”.
Ahora, vean cómo este misterio de la justificación se va aclarando en el Nuevo Testamento por medio de la Venida de Cristo, y por medio del Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario.
Vean ustedes cómo este misterio aquí, en Gálatas, y también en Romanos, se va haciendo más claro cada día. Dice en Romanos, capítulo 4, verso 1 al 8… vamos a ver lo que dice ahí para que vayamos teniendo un cuadro claro de todo este Programa. Dice capítulo 4 de Romanos… vamos a comenzar en el verso 1 hasta el 8, dice:
“¿Qué, pues, diremos que halló Abraham, nuestro padre según la carne?
Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué gloriarse, pero no para con Dios.
Porque ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia.
Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda;
mas al que no obra, sino (que) cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia.
Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras,
diciendo:
Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas,
Y cuyos pecados son cubiertos.
Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado”.
Ahora, por medio de la fe en Cristo nuestro Salvador, creyendo en Cristo como nuestro Salvador, creyendo en Su Sacrificio allí en la Cruz del Calvario muriendo por nuestros pecados: ahora nosotros somos justificados sin hacer obras por nosotros mismos para quitar nuestros pecados con nuestro propio esfuerzo, sino creyendo en el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario.
Así es como, al recibir a Cristo, nuestros pecados son lavados en la Sangre del Señor Jesucristo; y son quitados; no cubiertos, sino quitados de nosotros.
Y por eso es que en los escogidos de Dios sus pecados son quitados, han sido quitados por medio del Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario.
Y ahora, los hijos e hijas de Dios son la justicia de Dios, la misma justicia de Dios; así como Cristo fue hecho pecado por nosotros, y murió en la Cruz del Calvario por nuestros pecados, como un pecador, por causa de nuestros pecados; y fue al infierno en Su cuerpo teofánico por causa de nuestros pecados, donde nosotros teníamos que ir.
Y ahora, por cuanto Él tomó nuestros pecados y murió por causa de nuestros pecados, llevando nuestros pecados…; y ahora nos ha hecho la justicia de Dios, sin pecado delante de Dios, al creer en Cristo como nuestro Salvador y lavar nuestros pecados (¿dónde?) en la Sangre del Señor Jesucristo.
En Apocalipsis, capítulo 1, versos 5 al 6, dice:
“… y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre,
y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén”.
Y en Apocalipsis, capítulo 5, versos 8 al 10, dice:
“… cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos;
y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación;
y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra”.
Ahora vean que son los redimidos por Cristo, por el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario —donde derramó Su Sangre por nosotros y nos lavó de nuestros pecados—, que nosotros hemos venido a ser reyes y sacerdotes, y reinaremos con Cristo por mil años, y luego por toda la eternidad, en el glorioso Reino de nuestro amado Señor Jesucristo; porque Él nos lavó de nuestros pecados y nos ha hecho Su propia justicia.
De eso nos habla también la Escritura, y nos dice que “nos ha hecho justicia de Dios”. La justicia de Dios, vean ustedes, han sido hechos los escogidos de Dios, que han lavado sus pecados en la Sangre de Jesucristo el Cordero de Dios.
Y ahora, encontramos que hemos de reinar con Cristo por mil años y luego por toda la eternidad.
En Primera de Corintios, capítulo 15, verso 21, vean ustedes lo que nos dice San Pablo; dice así… verso 20 en adelante dice:
“Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho.
Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos.
Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados”.
Esto está en Primera de Corintios, capítulo 15, verso 20 al 22.
Pero ahora, en el capítulo 5 de Segunda de Corintios, verso 21, nos dice de la siguiente manera… Vamos a comenzar un poquito antes: verso 20 dice… Todavía un poquito antes: vamos a comenzar en el verso 14 hasta el 21, donde dice:
“Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron…”.
La muerte que teníamos que tener nosotros: la tuvimos allí en el cuerpo de Cristo. Cuando el cuerpo de Cristo murió: los escogidos de Dios, la muerte que tenían que tener, que recibir, la recibieron allí en el cuerpo de Cristo. ¿Para qué? Para que por medio de Cristo recibamos vida eterna.
“… y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así.
De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”.
Si alguno está en Cristo, pues ha nacido por medio del segundo Adán: por medio de Cristo ha recibido el nuevo nacimiento y es una nueva criatura; y pertenece a una Nueva Creación; a esa Creación de la cual el principio de ella es nuestro amado Señor Jesucristo.
Una Nueva Creación: una nueva raza que viene por medio del segundo Adán; una nueva raza con vida eterna, la cual recibe por medio de nuestro amado Señor Jesucristo.
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.
Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación…”.
Dios nos reconcilió Consigo mismo ¿por medio de quién? De Jesucristo, el Cordero de Dios, el que murió en la Cruz del Calvario por nuestros pecados.
O sea que el Sacrificio de la reconciliación del ser humano con Dios lo llevó a cabo Jesucristo, el Cordero de Dios; y por medio de ese Sacrificio viene la reconciliación con Dios, del ser humano. No hay otra forma para el ser humano ser reconciliado con Dios, para nacer de nuevo en una Nueva Creación, y sus pecados ser remitidos, ser quitados, y ser encontrada esa persona justificada delante de Dios, como si nunca hubiera pecado.
Porque cuando Dios justifica a la persona: los pecados (aun, que había cometido esa persona) no se encuentran ya en esa persona; porque Jesucristo tomó nuestros pecados y murió en la Cruz del Calvario; y ahora estamos justificados delante de Dios: como si nunca hubiésemos pecado.
Eso es la justificación: como si nunca hubiésemos pecado en esta vida; porque nuestros pecados han sido tomados por Jesucristo. Y Él, vean ustedes, los vuelve a lo que eran antes de estar en el ser humano.
Así como el blanqueador, tenga la marca que tenga (tenga la marca Clorox u otra marca): cuando usted toma una prenda de ropa manchada con alguna tinta o alguna otra mancha, y la echa en el cloro, luego descubre que esa mancha de tinta desaparece. ¿Y dónde está?, ¿hacia dónde se fue? Desapareció y volvió a lo que era antes de ser tinta.
Y nuestros pecados, al ser sumergidos, lavados en la Sangre de Jesucristo: desaparecen de nosotros, y vuelven a lo que eran antes de ser pecado; y vuelven a su lugar de origen, que es el diablo; y allí permanecen, en el diablo, en la forma en que eran antes de estar en el ser humano; hasta que el diablo sea juzgado y echado en el lago de fuego.
Ahora podemos ver lo que es la justificación para los hijos e hijas de Dios: que Dios los ve sin pecado, como si nunca hubiesen pecado o hubieran pecado en este planeta Tierra. Son justificados delante de Dios y están ante la presencia de Dios sin pecado; para, en el Día Postrero, los que ya han partido: ser resucitados en cuerpos eternos, y nosotros los que vivimos: ser transformados; y estar en cuerpos eternos para reinar con Cristo por mil años y luego por toda la eternidad.
Ahora, el misterio de la justificación, vean ustedes cómo es manifestado: es por medio de Jesucristo, el cual nos justificaría por medio de creer en Cristo y lavar nuestros pecados en la Sangre de Jesucristo; así es como somos justificados delante de Dios. Y somos “la justicia de Dios”, porque Cristo nos ha hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y somos la justicia de Dios.
Vamos a seguir leyendo aquí. Vean ustedes, este Programa de la Reconciliación con el ser humano, o del ser humano con Dios, es el Plan aquí de la Redención; dice [verso 18]:
“Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación;
que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación”.
O sea, la predicación del Evangelio; mostrando el misterio de la Venida de Cristo y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario, en donde murió tomando nuestros pecados y haciéndose mortal; y pagó por nuestros pecados allí en la Cruz del Calvario, para que nosotros no tengamos que pagar por nuestros pecados; ya Él pagó el precio y nos reconcilió con Dios.
Así que el pecado es quitado de la persona cuando confiesa su pecado sobre la base del Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario; ahí los pecados de la persona son echados en la Sangre de Cristo y desaparecen, y la persona queda como si nunca hubiese pecado, así queda delante de Dios.
Veamos, nos dice también la Escritura: “La Sangre de Cristo nos limpia de todo pecado”3.
Ahora, continuemos aquí leyendo:
“Así que, somos embajadores en nombre de Cristo…”.
Embajadores del Reino de los Cielos. Vean, estos embajadores son los predicadores de la Palabra de Dios, anunciando la reconciliación por medio del Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario; para que así la persona pueda recibir el Espíritu de Cristo, producirse en él el nuevo nacimiento, y nazca en una nueva raza que viene del segundo Adán.
Y ese nuevo nacimiento del cual le habló Cristo a Nicodemo, no es nacer de nuevo por medio de un hombre y de una mujer, sino obtener el nuevo nacimiento creyendo en Cristo como nuestro Salvador y recibiendo Su Espíritu Santo; y así naciendo en el Cuerpo Místico del Señor Jesucristo, que es Su Iglesia, y viniendo a ser un miembro de ese Cuerpo Místico de creyentes.
Porque por medio de un Espíritu: del Espíritu Santo, somos nosotros bautizados en un mismo Cuerpo, o sea, en el Cuerpo Místico del Señor Jesucristo; y así es que venimos a ser parte de la Iglesia del Señor Jesucristo.
Sigue diciendo… Bueno, dice:
“Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros…”.
¿Cómo rogaba Dios por medio… rogaba Dios a la raza humana?, ¿cómo ruega Dios a la raza humana para que se reconcilie con Dios? Por medio de los predicadores del Evangelio, dándoles a conocer la forma, el programa de reconciliación del ser humano con Dios, realizado por Cristo en la Cruz del Calvario.
Y ninguna persona puede tener paz para con Dios, y estar reconciliado con Dios, excepto por medio del Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario.
“Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios”.
Ese es el Mensaje de reconciliación para el ser humano: ser reconciliado con Dios por medio del Sacrificio en la Cruz del Calvario de nuestro amado Señor Jesucristo, lavando nuestros pecados en la Sangre del Señor Jesucristo. Dice:
“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”.
Y ahora, vean ustedes cómo somos “la justicia de Dios”, y cómo hemos sido justificados por Dios, como si nunca antes hubiésemos pecado; porque la Sangre de Cristo ha quitado nuestros pecados al nosotros creer en Jesucristo y confesar nuestros pecados en la base del Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario.
Ahora, podemos ver cómo somos reconciliados con Dios: por medio del Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario; porque en Él Dios cargó nuestros pecados, y Él es el que justifica a muchos; o sea, a todos los que creen en Él y lavan sus pecados en la Sangre de Jesucristo. Y son hechos la justicia de Dios, y son hechos reyes y sacerdotes, y reinaremos con Cristo… Somos hechos la justicia de Dios, y somos hechos reyes y sacerdotes, y reinaremos con Cristo por mil años y luego por toda la eternidad.
Ahora vean, ni en la Mente de Dios se encuentran recordados nuestros pecados; porque la Sangre de Cristo es tan poderosa que quita nuestros pecados y los desintegra: los vuelve a lo que eran antes de ser pecado en el ser humano.
Ahora, podemos ver la importancia del Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario, y podemos ver la justicia de Dios; y cómo la justicia de Dios sería manifestada para ser justificados los que creerían en Cristo como nuestro Salvador, y recibirían luego Su Espíritu Santo, y nacerían en el Cuerpo Místico del Señor Jesucristo.
Ahora, podemos ver la importancia de creer en Cristo y Su Sacrificio realizado en la Cruz del Calvario.
Ahora, el pueblo hebreo, por cuánto no creyó en Cristo y pidió Su muerte, encontramos que ha estado pasando por una etapa muy difícil por todos estos dos mil años que han transcurrido de Cristo hacia acá; dos mil años aproximadamente, en donde no han tenido sacrificio por el pecado, siendo realizado ese sacrificio que ellos realizaban allá en el templo, porque el general romano Tito destruyó el templo.
Y ahora, vean ustedes, casi por dos mil años el pueblo hebreo ha estado sin sacrificio por el pecado; por lo tanto, ha estado en enemistad con Dios; o sea, no ha estado reconciliado con Dios. Pero viene un momento, una etapa, para la reconciliación del pueblo hebreo con Dios. Esa etapa está profetizada también para ser cumplida en el Día Postrero.
Se encuentra en Zacarías, donde nos habla de esa etapa que viene para el pueblo hebreo, en y para el Día Postrero, en donde el pueblo hebreo recibirá una bendición muy grande. Capítulo 13 del libro del profeta Zacarías, dice [verso 1]:
“En aquel tiempo habrá un manantial abierto para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para la purificación del pecado y de la inmundicia”.
Ellos verán el Sacrificio por el pecado, o sea, verán el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario; o sea, sus ojos serán abiertos, y entonces ellos comprenderán lo que sucedió dos mil años atrás en la Primera Venida de Cristo.
Y en Isaías, capítulo 59, versos 17 en adelante, dice:
“Pues de justicia se vistió como de una coraza, con yelmo de salvación en su cabeza; tomó ropas de venganza por vestidura, y se cubrió de celo como de manto,
como para vindicación, como para retribuir con ira a sus enemigos, y dar el pago a sus adversarios; el pago dará a los de la costa.
Y temerán desde el occidente el nombre de Jehová…”.
¿Desde dónde temerán el Nombre de Jehová? Desde el occidente; porque la Segunda Venida de Cristo con Su Nombre Nuevo es en el occidente.
“… y desde el nacimiento del sol su gloria; porque vendrá el enemigo como río…”.
Eso será el diablo, que vendrá como un río manifestado en el anticristo, para destruir tanto al pueblo hebreo como a los escogidos de Dios de entre los gentiles.
“… porque vendrá el enemigo como río, mas el Espíritu de Jehová levantará bandera contra él”.
Y la bandera que será levantada contra el enemigo, en el Día Postrero, es la Segunda Venida de Cristo, como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo, para enfrentar al enemigo en el Día Postrero.
“Y vendrá el Redentor a Sion (ahí lo tienen: es la Venida del Redentor), y a los que se volvieren de la iniquidad en Jacob, dice Jehová.
Y este será mi pacto con ellos, dijo Jehová: El Espíritu mío que está sobre ti, y mis palabras que puse en tu boca, no faltarán de tu boca, ni de la boca de tus hijos, ni de la boca de los hijos de tus hijos, dijo Jehová, desde ahora y para siempre”.
Ahora, vean ustedes cómo el pueblo hebreo entrará al Pacto Divino. Esos son los que “se volvieren de la iniquidad” en medio del pueblo hebreo; que son 144.000 hebreos que en el Día Postrero recibirán a Cristo y obtendrán el conocimiento de la Segunda Venida de Cristo, y también el conocimiento de la Primera Venida de Cristo para quitar el pecado del mundo.
Y en Romanos, capítulo 11, el apóstol Pablo citando esa profecía de Isaías —que su cumplimiento es para el Día Postrero—, nos dice en el capítulo 11 y verso 25 en adelante; hablando del pueblo hebreo, dice:
“Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles”.
O sea, hasta que haya entrado hasta el último de los escogidos de Dios del Cuerpo Místico del Señor Jesucristo, el cual entra en la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino; ahí es donde entran los últimos escogidos de Dios. Y Él lo busca, el Buen Pastor. El Buen Pastor lo busca ¿dónde?
Así como buscó en la primera edad, en Asia Menor, a los escogidos de esa edad; y luego en las diferentes edades, en el territorio donde se cumplieron esas edades, buscó a Sus escogidos; en el Día Postrero ¿dónde buscaría Sus escogidos? En el territorio donde se cumple la Edad de la Piedra Angular:
En la América Latina y el Caribe estaría llamando y juntando con la Gran Voz de Trompeta, con el Mensaje del Evangelio del Reino, estaría llamando y juntando a Sus escogidos; los cuales son llamados y juntados en la Edad de la Piedra Angular y en la Dispensación del Reino, en el Cuerpo Místico del Señor Jesucristo.
Y esos son los que vienen en el Día Postrero, conforme a la promesa divina.
¿Y dónde estarán siendo buscados y juntados los escogidos de Dios, y estarán escuchando la Gran Voz de Trompeta o Trompeta Final, con la cual son llamados y juntados los escogidos de Dios? ¿Dónde están esos escogidos en el Día Postrero manifestados en carne humana? Estamos aquí, en la América Latina y el Caribe, escuchando la Voz de Cristo, la Gran Voz de Trompeta llamando y juntando a Sus escogidos, en la Edad de la Piedra Angular, en la Dispensación del Reino.
Y cuando se complete el número de los escogidos de Dios, que serán llamados y juntados en el Día Postrero, con los cuales se completará el Cuerpo Místico de Cristo en esta etapa final que corresponde al Lugar Santísimo del Templo espiritual de Cristo; cuando llegue el último: se ha completado el Cuerpo Místico de Cristo. Y viene bajo el ministerio del mensajero final: el Ángel del Señor Jesucristo con el Mensaje del Evangelio del Reino, llamando y juntando a todos los escogidos de Dios en el Cuerpo Místico de Cristo, en la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino.
Y cuando entre hasta el último de los escogidos de entre los gentiles en la Edad de la Piedra Angular: entonces habrá entrado la plenitud de los gentiles, habrá entrado hasta el último escogido del Cuerpo Místico del Señor Jesucristo; y vendrá entonces (¿qué?) la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos; y estaremos con nuestro cuerpo eterno y glorioso, como Cristo lo ha prometido.
Y así será que en el Día Postrero estará la Iglesia del Señor Jesucristo con cuerpos eternos; tanto los que van a resucitar en cuerpos eternos, como nosotros los que vivimos, que vamos a ser transformados en este Día Postrero.
¿Y dónde estarán los que serán transformados en el Día Postrero estando vivos? Estarán en la Edad de la Piedra Angular y en la Dispensación del Reino, escuchando la Gran Voz de Trompeta, la Trompeta de Dios, esa Trompeta del Cielo, esa Trompeta Final, que es el Mensaje Final: el Mensaje del Evangelio del Reino por medio del Espíritu Santo a través de Su Ángel Mensajero.
Y el territorio donde la mayoría de esas personas que serán transformadas estarán, será el territorio donde se está cumpliendo la Edad de la Piedra Angular, que es la América Latina y el Caribe.
Por eso es que el precursor de la Segunda Venida de Cristo dijo: “Yo me sorprendería si de tal o cual ciudad, o estado, son raptados, se van en el rapto cierta cantidad”. Y no voy a decir el número, pero busquen en los mensajes de nuestro hermano Branham, busquen en el libro de Citas (los que tengan el libro de Citas) y también en otros mensajes, y verán ahí los números tan pequeños que vio nuestro hermano Branham.
¿Y saben que aun en aquel momento en que él estaba hablando…? Si en aquel momento ocurría la resurrección de los muertos y tenía que ocurrir la transformación de los vivos, ¿saben ustedes que ninguna persona era transformada en ese momento, y ninguno de los que estaban vivos se podía ir en el rapto?
¿Y esto por qué? Porque los Truenos son los que dan la fe del rapto. Y los Truenos lo que revelan es la Segunda Venida de Cristo en su cumplimiento; y todo eso estaba en el futuro; no era para ser cumplido en la séptima edad de la Iglesia gentil.
Por eso la resurrección de los muertos no ocurrió en ninguna de las siete edades de la Iglesia gentil, y el rapto tampoco podía ocurrir en ninguna de las siete edades de la Iglesia gentil, y la transformación de los vivos tampoco podía ocurrir en ninguna de las siete edades de la Iglesia gentil; porque se necesitaba la fe para el rapto, la fe de rapto, que está en la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, en Su Obra de Reclamo. Y es para la Edad de la Piedra Angular, en la Dispensación del Reino, que este misterio es revelado a la Iglesia del Señor Jesucristo.
Y ninguna persona, que no tenga la revelación de la Segunda Venida de Cristo en el Día Postrero…, ninguna persona, que no tenga esta revelación de la Segunda Venida de Cristo en el Día Postrero, podrá ser transformado y rapado; porque la fe de rapto está contenida en la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, en Su Obra de Reclamo.
Ahora, podemos ver este misterio, y ahora podemos comprender entonces por qué San Pablo hablaba que tenía que ser completado el tiempo de los gentiles, y la plenitud de los gentiles tenía que entrar; o sea, la plenitud del Cuerpo Místico de Cristo: hasta el último de los escogidos de Dios.
¿Y luego qué? Luego, pues los muertos en Cristo serán resucitados en cuerpos incorruptibles, nosotros los que vivimos seremos transformados, y nos iremos de aquí a la Cena de las Bodas del Cordero.
¿Y qué estará sucediendo aquí en la Tierra? La gran tribulación estará cayendo sobre la Tierra; pero el pueblo hebreo tendrá la revelación de la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, y también tendrá el conocimiento de la Primera Venida de Cristo. Todo esto lo obtendrá por medio del ministerio de Jesucristo en Espíritu Santo a través de Su Ángel Mensajero en el Día Postrero.
Por eso es que ninguno de los siete ángeles mensajeros de la Iglesia del Señor Jesucristo: ni San Pablo, ni Ireneo, ni Martín, ni Colombo, ni Lutero, ni Wesley, ni el reverendo William Marrion Branham, podían convertir al pueblo hebreo a Cristo; no eran ellos los que tenían que llevarle el Mensaje del Evangelio al pueblo hebreo como nación, para convertirlos a Cristo como nación, porque el pueblo hebreo será convertido a Cristo como nación en el Día Postrero, en la Segunda Venida de Cristo.
Y por medio de la predicación del Evangelio del Reino es que ellos vendrán a Cristo y serán convertidos a Cristo; y sus pecados serán quitados —como dice la Escritura—, y entrarán a la Dispensación del Reino, y serán preparados para estar en el glorioso Reino Milenial de nuestro amado Señor Jesucristo; 144.000 hebreos están en el Libro de la Vida del Cordero destinados, predestinados, asignados para recibir a Cristo en el Día Postrero.
Y ahora, ¿quién le llevará el Mensaje al pueblo hebreo?, ¿por medio de quién recibirán el Mensaje en el Día Postrero? Por medio del ministerio de la Edad de la Piedra Angular, que es el ministerio de Cristo a través de Su Ángel Mensajero.
Ahora vean por qué ningún otro mensajero de Cristo podía convertir el pueblo hebreo a Cristo; vean ustedes, porque San Pablo estuvo en medio del pueblo hebreo y lo persiguieron y lo apedrearon también, y siempre estaban buscándolo para matarlo; y no pudo convertir al pueblo hebreo a Cristo como nación; porque eso será para el Día Postrero, para el séptimo milenio, bajo el ministerio de Cristo a través de Su Ángel Mensajero.
Y así como los judíos trajeron el evangelio a los gentiles por medio del ministerio de San Pedro y San Pablo: Pedro abrió la puerta a los gentiles en la casa de Cornelio, y San Pablo continuó entre los gentiles con el Mensaje del Evangelio de la Gracia.
Y hemos tenido dos mil años, en donde han estado entrando al Reino de Dios, al Cuerpo Místico de Cristo, millones de gentiles; han estado lavando sus pecados en la Sangre del Cordero, y han estado siendo (¿qué?) justificados; y han estado viniendo a ser (¿qué?) la justicia de Dios.
Y ahora, vean ustedes cómo Jesucristo nos justifica y nos deja…, al lavar nuestros pecados en Su Sangre, nos deja como si nunca hubiésemos pecado en este planeta Tierra.
Ahora, continuamos leyendo lo que dice San Pablo. Vamos a ver aquí… lo final decía que “el endurecimiento del pueblo hebreo sería (¿qué?) en parte”, ¿hasta cuándo?
“… hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles;
y luego todo Israel será salvo, como está escrito:
Vendrá de Sion el Libertador”.
Ahora, Isaías dice que “vendrá a Sion”, y ahora aquí dice San Pablo que “vendrá de Sion”.
Sion espiritual o celestial es la Iglesia del Señor Jesucristo; y la Segunda Venida de Jesucristo es para Su Iglesia: Sion espiritual.
El apóstol San Pablo en su carta a los Gálatas nos dice que estamos no en el monte Sinaí, sino en el Monte de Sion, en la Jerusalén celestial, y así por el estilo.
Y ahora, está Sion celestial —que es la Iglesia del Señor Jesucristo—, la cual viene en el Día Postrero manifestado como el Jinete del caballo blanco de Apocalipsis, capítulo 19; y es el Verbo, la Palabra encarnada en un hombre.
Viene “a Sion” en esa forma: Cristo velado por medio de Su Ángel Mensajero, como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores.
Y luego al pueblo hebreo irá ¿de dónde? “De Sion”: Irá de Sion celestial a Sion terrenal, que es el pueblo hebreo; y de la Jerusalén celestial a la Jerusalén terrenal.
“Vendrá de Sion el Libertador,
Que apartará de Jacob la impiedad.
Y este será mi pacto con ellos,
Cuando yo quite sus pecados”.
Ahora, dice: “Cuando quite sus pecados”. O sea que ha tenido, el pueblo hebreo, dos mil años (de Cristo hacia acá) con sus pecados; y por esa causa ha estado teniendo tantos problemas.
El juicio divino ha estado sobre el pueblo hebreo como nación, y por eso han sido aborrecidos por las naciones gentiles en diferentes etapas, en diferentes épocas; y por poco exterminan al pueblo hebreo en el tiempo de Hitler, Mussolini y Stalin, y otros dictadores.
“Y este será mi pacto con ellos,
Cuando yo quite sus pecados”.
Sus pecados serán quitados; porque dice que se abrirá una fuente en la casa de David; una fuente en la casa de David, dice el profeta Zacarías en el capítulo 13, donde leímos hace unos minutos. ¿Y será para qué? Dice [verso 1]:
“En aquel tiempo habrá un manantial abierto para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para la purificación del pecado y de la inmundicia”.
Ahora, vean ustedes lo que viene para el pueblo hebreo, pero tienen que esperar hasta que la plenitud de los gentiles entre; tienen que esperar hasta que entre hasta el último de los escogidos de Dios.
Y por eso es tan importante la Obra de Dios que está siendo llevada a cabo entre los gentiles en el Día Postrero; porque en esa Obra es que son llamados los escogidos de Dios del Día Postrero, para completarse el número de los redimidos por Jesucristo, de los escogidos de Dios en el Cuerpo Místico de Cristo, en la Edad de la Piedra Angular.
Vean que ¡el pueblo hebreo está esperando por nosotros!; está esperando por nosotros, que se complete el número de los escogidos de Dios.
Y por eso es que estamos trabajando en el Reino de Cristo llevando el Mensaje por todas partes; para que así como hemos llegado nosotros al Cuerpo Místico de Cristo, y estamos en la Edad de la Piedra Angular…
Hemos llegado por medio del Mensaje de la Edad de la Piedra Angular, por medio del Mensaje del Evangelio del Reino, y hemos sido colocados en la Edad de la Piedra Angular y en la Dispensación del Reino. Y así también los escogidos que faltan por llegar, los cuales tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida del Cordero: tienen que ser llamados y juntados; por lo tanto, tiene que llegarles el Mensaje a ellos, para que entre al corazón de ellos, y sean llamados y juntados en la Edad de la Piedra Angular y en la Dispensación del Reino; y así se complete el Cuerpo Místico de Cristo.
Y nuestra meta es llevar el Mensaje hasta que se complete el Cuerpo Místico de Cristo, llevar el Mensaje hasta que el último de los escogidos, hasta que el último de los escogidos sea llamado y juntado en el Día Postrero, en la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino.
Y mientras aparece el último: antes del último pues están antes, ahí…, quizás cientos están antes de llegar al último de los escogidos; o sea que alguien será el último que llegará, de los que tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida del Cordero.
Y cuando eso ocurra, los muertos en Cristo resucitarán, nosotros los que vivimos seremos transformados, estaremos aquí de 30 a 40 días, el pueblo hebreo verá a Dios manifestado en cada uno de esos escogidos que estarán en cuerpos eternos, y verán el ministerio que estará en medio de Sus escogidos, que es el ministerio de Cristo por medio de Su Ángel Mensajero, y dirán: “¡Este es al que nosotros estamos esperando! ¡Este es del cual la Escritura habla! ¡¿Y qué hace acá, entre los gentiles?!”.
Verán a Cristo entre los gentiles, como fue visto José entre los gentiles cuando sus hermanos lo vieron en el momento en que José se reveló a ellos.
Y ahora, vean ustedes cómo este gran evento, correspondiente al Día Postrero, está profetizado en el Antiguo Testamento y también en el Nuevo Testamento; y está también profetizado por el reverendo William Marrion Branham, que fue el profeta mensajero de la edad séptima, la Edad de Laodicea, y precursor de la Segunda Venida de Cristo.
Ahora podemos ver cómo Cristo vendría a Su Cuerpo Místico de creyentes, a Su Iglesia justificada, y a los miembros del Cuerpo Místico de Cristo, que son justificados por medio de creer en Cristo como nuestro Salvador y lavar nuestros pecados en la Sangre del Cordero.
Y recibimos Su Espíritu, y nacemos, hemos nacido en el Cuerpo Místico de Jesucristo: pertenecemos a una nueva raza; a una nueva raza de la cual Jesucristo es el primero. Por eso Él es el segundo Adán; el segundo Adán de esta nueva raza que Él ha comenzado por medio de creer en Cristo como nuestro Salvador y lavar nuestros pecados en la Sangre del Cordero, el cual llevó nuestros pecados y murió por nosotros en la Cruz del Calvario, y nos justificó. Él es el que nos justifica a todos delante de Dios, como si nunca antes hubiésemos pecado.
Ahora, hemos visto el misterio de la justificación. Él justifica a quién quiere; vean ustedes, tiene misericordia de quien quiere tener misericordia; y eso es refiriéndose a los escogidos de Dios: de quien tiene misericordia, y justifica a los escogidos de Dios —como si nunca antes hubiesen pecado— por medio del Sacrificio en la Cruz del Calvario, en el cual hemos lavado nuestros pecados y estamos justificados delante de Dios.
Hemos visto el misterio de la justificación; el misterio que, en dispensaciones antes de la sexta dispensación, estaba escondido de los ojos de los seres humanos.
“EL MISTERIO DE LA JUSTICIA DIVINA EN EL PLAN DE REDENCIÓN”. Eso es lo que nosotros hemos visto en esta ocasión.
Nos falta tiempo para citar todas las Escrituras, pero ustedes lean en sus hogares las Escrituras que hablan acerca de la justificación y del Sacrificio de Cristo; y tendrán así un cuadro más claro cada día, acerca del Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario, y la importancia de creer en Cristo como nuestro Salvador; y así permanecer creyendo en Cristo todos los días de nuestra vida; y sirviéndole con toda nuestra alma y con todo nuestro corazón.
Pueden leer ustedes en Romanos, capítulo 9, verso 14 en adelante. O si quieren les leemos un poquito así, donde dice:
“¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera.
Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca.
Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia”.
Y en los versos 23 en adelante, de este mismo capítulo 9, dice:
“¿… y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria,
a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no solo de los judíos, sino también de los gentiles?”.
Esto es una pregunta. Vamos a ver como la podemos hacer aquí, ya que es una pregunta muy larga:
“¿… sino también de los gentiles?
Como también en Oseas dice:
Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo,
Y a la no amada, amada.
Y en el lugar donde se les dijo:
Vosotros no sois pueblo mío,
Allí serán llamados hijos (de Dios) del Dios viviente”.
Vean ustedes, de entre los gentiles, donde no eran llamados los gentiles hijos de Dios; ahora entre los gentiles son llamados, los escogidos de Dios, los miembros del Cuerpo Místico de Cristo, son llamados “hijos e hijas de Dios”.
Vean dónde Dios colocaría a Sus hijos durante la Dispensación de la Gracia; y todavía en nuestro tiempo hay entre los gentiles hijos e hijas de Dios, que están siendo llamados y juntados en el Día Postrero, en la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino.
Y ahora vean la bendición tan grande que tenemos nosotros en este tiempo en la América Latina y el Caribe: tenemos el llamado de la Gran Voz de Trompeta llamando y juntando a los hijos e hijas de Dios, a los escogidos de Dios, a los últimos escogidos de Dios del Cuerpo Místico de Cristo, para completarse el número de los escogidos de Dios de entre los gentiles, para completarse el número de la Iglesia del Señor Jesucristo; o sea, para cumplirse la plenitud de los gentiles, y luego venir la oportunidad para el pueblo hebreo.
Ahora, San Pablo, vean ustedes cómo nos dice la causa por la cual el pueblo hebreo no creía en Jesucristo: y es que primero tiene que entrar la plenitud de los gentiles, que son los miembros del Cuerpo Místico de Cristo, entre los gentiles; y de vez en cuando entra un hebreo al Cuerpo Místico de Cristo. Pero al Cuerpo Místico de Cristo se entra como individuo: recibiendo a Cristo como nuestro Salvador y recibiendo Su Espíritu Santo, y así entrando al Cuerpo Místico de Jesucristo.
Bueno, hemos visto dónde nos encontramos en el Programa de la Justicia Divina en el Plan de Redención: nos encontramos ahora, en la actualidad, en la Edad de la Piedra Angular.
Que Dios les bendiga, que Dios les guarde; y recuerden este misterio: “EL MISTERIO DE LA JUSTICIA DIVINA EN EL PLAN DE REDENCIÓN”.
Y no se olviden de nuestro amado Señor Jesucristo, que murió en la Cruz del Calvario. Y cuando alguno cometa algún error, falta o pecado, recuerden: la Sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado; y Cristo nos justifica delante de Dios como si nunca hubiésemos pecado, cuando confesamos nuestros pecados a Jesucristo, y así lavamos nuestros pecados en la Sangre de Jesucristo. Porque nuestra confesión a Cristo es sobre la base de Su Sacrificio en la Cruz del Calvario; y así son quitados nuestros pecados, nuestras faltas, cualquier problema o error que cometamos luego de estar en Cristo, sirviéndole en el Cuerpo Místico de Jesucristo.
Que Dios les continúe bendiciendo, que Dios les guarde, y adelante siempre sirviendo a nuestro amado Señor Jesucristo en la edad que nos ha tocado vivir; sirviéndole con todo nuestro amor, desde lo profundo de nuestro corazón, con amor divino; y trabajando en Su Obra todos los días de nuestra vida hasta que llegue el último y hasta el último de los escogidos; y luego seamos nosotros transformados, luego de los muertos en Cristo ser resucitados.
Y que pronto llegue hasta el último de los escogidos, y se complete el Cuerpo Místico de Cristo, y seamos transformados, y seamos raptados y llevados a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo, a la Casa de nuestro Padre celestial. En el Nombre Eterno de nuestro amado Señor Jesucristo. Amén y amén.
Muchas gracias por vuestra amable atención, y dejo con ustedes al reverendo Miguel Bermúdez Marín para continuar y finalizar nuestra parte en esta tarde, dándole gracias a Jesucristo por Sus bendiciones, y por justificarnos delante de Dios, y por lavar nuestros pecados en Su Sangre derramada en la Cruz del Calvario.
Y ahora, vean ustedes cómo delante de Dios estamos justificados: como si nunca hubiésemos pecado.
Hemos visto: “EL MISTERIO DE LA JUSTICIA DIVINA EN EL PLAN DE REDENCIÓN”.
Que Dios les bendiga y les guarde a todos.
Con nosotros el reverendo Miguel Bermúdez Marín.
“EL MISTERIO DE LA JUSTICIA DIVINA EN EL PLAN DE REDENCIÓN”.
[Revisión abril 2022]
1 Salmos 51:5
2 Romanos 6:23
3 1 Juan 1:7