El misterio de la fe

Muy buenas tardes, jóvenes, y también las damas.

¿Y están aquí los valientes? ¿Cuántos son valientes aquí? Todos somos valientes del Hijo de David: nuestro amado Señor Jesucristo, para luchar en este tiempo y así trabajar en el Reino de Cristo, y obtener la Victoria en el Amor Divino que está prometida para este tiempo final.

Vean ustedes que ya antes de pelear una batalla, ya Dios dice que la Victoria en el Amor Divino será obtenida. Así que se lucha, se entra a una batalla, ¿cómo? Con la promesa de que habrá una victoria.

O sea que vamos a la segura en esta batalla del Día Postrero, en esta lucha del tiempo final, en donde Cristo obtendrá la Gran Victoria en el Amor Divino, y los muertos en Cristo resucitarán, y nosotros los que vivimos seremos transformados. Ahora, vean ustedes, con el corazón se cree esto y toda promesa que Dios ha hecho para este Día Postrero; y con la boca se hace confesión, o sea, se confiesa, se habla esa Palabra para salvación, para salud, para que se materialice lo que Dios ha prometido[1]; porque no se puede materializar en una persona lo que Dios ha prometido si esa persona no lo cree en su alma y lo habla con su boca.

Vean ustedes, Abraham tenía la promesa de tener un hijo por medio de Sara; y él lo hablaba, lo creía y lo hablaba; y vean ustedes, se cumplió esa promesa.

Porque nos dice San Pablo en su carta a los Hebreos, en el capítulo 11, que [RVR 1909]:

“Es pues la fe la sustancia de las cosas que se esperan, la demostración de las cosas que no se ven”.

En la versión pues antigua es que se habla así; pero en la moderna vamos a ver cómo lo dice. Dice:

“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.

Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos.

Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía”.

Vean, ¿fue hecho por qué? Por la Palabra de Dios; y eso es lo que no se veía. Pero luego, vean ustedes, de lo que no se veía fue creado todo el universo.

Y ahora, cada persona al recibir la Palabra en su alma, en su corazón (creerla ahí, tenerla ahí), y confesándola con su boca lo que dice esa Palabra, se tiene que materializar en la persona. Si la persona lo duda, pues no se puede materializar en él, y queda ante Dios como un incrédulo.

Por ejemplo, el hombre que tenía al niño enfermo, cuando Jesús bajó del monte y que Sus discípulos trataron de echar fuera el demonio, ¿cómo lo iban a echar fuera si el hombre no creía? Y ya a lo último lo confiesa a Cristo, cuando le pide ayuda a Cristo y le dice: “Ayuda mi incredulidad”[2].

Ahora, vean ustedes, Cristo también dijo: “¡Generación incrédula!”[3], le dijo a la gente de aquel tiempo.

Ahora, vean ustedes, para uno obtener una bendición de Dios prometida en Su Palabra, pues tiene que creerla allá en su alma, tenerla en su alma y confesarla; porque lo que se va a ver es hecho de lo que no se ve, de esa Palabra. Si es una promesa divina, pues tiene que ser hecho (eso que la persona espera) de esa Palabra, que es una promesa divina, que es la Palabra de Dios; tiene que tenerla allá en su alma y confesarla con su boca.

Si siempre la persona dice: “Bueno, Dios dice tal cosa, pero yo no sé si conmigo se cumpla así”, pues no se va a cumplir; no puede cumplirse porque la persona no lo cree.

Y por fe es que obtuvieron las grandes promesas, heredaron grandes promesas, los santos del pasado. Dice que seamos imitadores de los que por la fe heredaron grandes promesas.

Vamos a ver, esto lo encontramos en el mismo capítulo 11, donde nos dice… (Vamos a ver si Miguel lo encuentra primero). Vamos a leer, a seguir leyendo este pasaje, y así pues… Miren, y alcanzaron buen testimonio por la fe también. Dice [Hebreos]:

“Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella”.

Ahora, vean ustedes, la persona tiene que tener la fe allá en su alma, tiene que tener esa revelación allá en su alma, de esa Palabra prometida, de esa Palabra de Dios. Dice:

“Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios.

Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.

Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe.

Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba.

Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa;

porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.

Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido.

Por lo cual también, de uno, y ese ya casi muerto (ese es Abraham), salieron como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar.

Conforme a la fe murieron todos estos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra.

Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria;

pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver.

Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.

Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito,

habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia;

pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir.

Por la fe bendijo Isaac a Jacob y a Esaú respecto a cosas venideras.

Por la fe Jacob, al morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyado sobre el extremo de su bordón.

Por la fe José, al morir, mencionó la salida de los hijos de Israel, y dio mandamiento acerca de sus huesos.

Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres por tres meses, porque le vieron niño hermoso, y no temieron el decreto del rey.

Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón,

escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado,

teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón.

Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible.

Por la fe celebró la pascua y la aspersión de la sangre, para que el que destruía a los primogénitos no los tocase a ellos.

Por la fe pasaron el Mar Rojo como por tierra seca; e intentando los egipcios hacer lo mismo, fueron ahogados.

Por la fe cayeron los muros de Jericó después de rodearlos siete días.

Por la fe Rahab la ramera no pereció juntamente con los desobedientes, habiendo recibido a los espías en paz.

¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas;

que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas (por la fe, ¿qué?, alcanzaron promesas), taparon bocas de leones (vean, todo esto por la fe),

apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros.

Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección; mas otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección.

Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles.

Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados;

de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra.

Y todos estos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido;

proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros”.

Ahora, vean aquí cómo San Pablo nos enseña que debemos ser imitadores de aquellos que por la fe obtuvieron promesas que Dios había hecho.

Y vean ustedes, muchos de ellos, por cuanto el cumplimiento de las promesas, de algunas promesas, no era para aquellos tiempos, pero ellos por la fe la tuvieron, la creyeron.

Y cuando una persona tiene en su alma, en su corazón, lo que Dios ha prometido (lo tiene ahí, lo cree ahí), esa persona tiene ahí la revelación de eso que Dios ha prometido: ya esa persona tiene esa promesa allá en su corazón; lo que único que falta es que se materialice.

¿Qué es más fácil? Vamos a ver: ¿Qué es más fácil: la materialización de una promesa acá en la Tierra, o que esté allá en el alma, en el corazón de la persona, ahí, siendo una realidad ahí? Lo más grande, lo más importante: que esté ahí en el alma de la persona.

Miren, porque no importa cuántos años o milenios pasen, esa promesa se va a materializar; porque lo que se ve es hecho (¿de qué?) de lo que no se ve. Y si usted tiene lo que no se ve, lo tiene allá en su alma, esa Palabra: lo que esa Palabra dice se va a convertir en una realidad en cualquier momento de su vida.

Vean ustedes, Abraham salió buscando una ciudad, vivió en el territorio donde estaría esa ciudad, la vio de antemano; pero vivió en ese territorio como un extranjero y advenedizo, y murió sin recibir el cumplimiento pleno de esa promesa.

Pero miren ustedes, él estará en el glorioso Reino Milenial con nosotros ahí; y ahí estará cumplida esa promesa en la porción correspondiente a ese tiempo. Y luego del Reino Milenial también estará allí; luego, después del Reino Milenial, en la eternidad, estará allí también, donde estará la gran Ciudad que él vio.

Ahora, vean ustedes cómo Abraham creyó esperanza contra esperanza[4]. No importa que la Nueva Jerusalén fuera a venir a la Tierra o fuera a estar en la Tierra (vamos a decir) unos… diríamos ¿cuánto? Como más de tres mil años después de Abraham. Bueno, él lo vio de antemano, él recibió la promesa de antemano, la creyó y la guardó ahí en su alma, en su corazón; por lo tanto, esa promesa se tiene que cumplir.

Y él estará en la Jerusalén celestial; él estará en la Nueva Jerusalén, aquí en la Tierra, después del Reino Milenial también. Y él es una persona muy importante en esa Ciudad; es llamado el padre de la fe.

Y todos los escogidos de Dios, vean ustedes, son llamados también hijos de Abraham, por la fe en nuestro amado Señor Jesucristo.

Ahora, vean ustedes, dice también la Escritura que lo que no es de fe, ¿es qué?, pecado[5]. Y sin fe es imposible agradar a Dios.

Ahora vean ustedes lo importante que es tener la Palabra ahí revelada en nuestra alma y creída ahí en nuestra alma, y con nuestras bocas hacer confesión de eso que está ahí en nuestro corazón.

Y hacemos confesión dando testimonio de lo que creemos y trabajando en lo que creemos, para que así se complete el número de los escogidos de Dios que faltan por llegar a la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino; y así se completará el número de los escogidos de Dios, de Su Cuerpo Místico de creyentes en este Día Postrero.

Miren cómo Dios nos ha mostrado, nos ha revelado, que así como de edad en edad hubo un territorio donde se cumplió cada edad y donde estaban los escogidos de cada edad, los primogénitos de cada edad; para el Día Postrero, para la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino, también habría un territorio donde se abriría esa edad y donde se abriría esa nueva dispensación, y donde estarían los escogidos de esa edad siendo llamados y juntados.

Y este es uno de los misterios que está bajo el Séptimo Sello, bajo el Sello que es el Sello de la Venida del Señor.

Y este misterio no podía ser revelado antes; ¿por qué? Porque es revelado al pueblo que tiene que entender estas cosas. Por lo tanto, sería revelado en este tiempo final, en el territorio donde Dios estaría llevando a cabo Su Obra, que es donde estaría la revelación de Cristo manifestada para el Día Postrero, dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto; bajo el ministerio del Espíritu Santo, de Cristo en Espíritu Santo a través de Su Ángel Mensajero, dándonos testimonio de todas estas cosas que deben suceder pronto.

Y vean cómo la bendición más grande del Programa Divino ha caído en la América Latina y el Caribe. Y nosotros confesamos con nuestra boca esa revelación que está ahí en nuestra alma, en nuestro corazón; la cual creemos con toda nuestra alma, con todo nuestro corazón; esa es una revelación que está ahí, y que la damos a conocer a todos los seres humanos.

Y ahora vean cómo Dios ha hecho consciente lo que estaba escondido en Su Mente desde antes de la fundación del mundo; lo ha hecho consciente a nosotros, para que nosotros sepamos la bendición que nos ha tocado en el Programa de Dios, y caminemos con esta revelación divina correspondiente al Día Postrero; y así caminemos en y con fe en nuestra alma en el Programa Divino, trabajando, sabiendo que estamos en el territorio donde está la bendición de Cristo, donde están los siete rayos o los siete colores del arco iris siendo manifestados.

En ningún territorio hubo la manifestación de los siete colores del arco iris.

En las siete edades hubo un color del arco iris siendo manifestado, y no el círculo completo, sino medio círculo, que es un arco; pero para la América Latina y el Caribe, en la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino, el arco iris completo (en círculo completo) con sus siete colores sería manifestado ¿dónde? En el territorio donde se estaría cumpliendo la Edad de la Piedra Angular y donde se abriría la Dispensación del Reino; y ese territorio es la América Latina y el Caribe.

Hemos obtenido esa revelación divina de parte de Cristo en este Día Postrero; y hasta los niños la entienden.

Ahora, ¿por qué esto es así, que hasta los niños lo entienden, cosas que los teólogos y doctores en divinidad no han comprendido? Porque los niños que pertenecen al Reino de Dios obtienen la revelación divina de parte de Cristo para nuestra edad y nuestra dispensación; como sucedió en otras edades y en otras dispensaciones del pasado, que también los niños obtenían la revelación divina de parte de Dios[6]; y también los jóvenes y los adultos, y los ancianos también.

Porque es la misma revelación para niños, jóvenes, adultos y ancianos; no puede ser una revelación para los niños y otra para los adultos, tiene que ser la misma revelación.

Ahora, los niños la entienden en el nivel de ellos y en el lenguaje de ellos; y así es para los adultos y los ancianos.

Pero vean ustedes, la humanidad completa está esperando un sinnúmero de promesas divinas, pero no las comprenden, no tienen la revelación divina de estas cosas que deben suceder pronto; porque para eso necesitan recibir la revelación divina por medio de Cristo en Espíritu Santo a través de Su Ángel Mensajero, para así obtener esa revelación divina allá en lo profundo de sus almas, y poder ver (que es entender) todas estas cosas que deben suceder pronto.

Ahí es donde la persona capta en su alma estas cosas que deben suceder a medida que van siendo habladas, y el Espíritu de Cristo las lleva directamente al alma de las personas.

El Mensaje del Día Postrero, de la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino, es un Mensaje directamente al alma de los escogidos de Dios; es para que todo eso que es hablado luego se materialice en las personas, se materialice para el Cuerpo Místico del Señor Jesucristo, se haga una realidad.

Porque miren, hay ocasiones en donde es una realidad lo que Dios prometió, es cumplido; pero para muchas personas no es una realidad porque no lo entienden, no lo comprenden; por lo tanto, para esas personas allá en su alma no es una realidad lo que Dios prometió, o sea, no se ha convertido en una realidad.

Pero por medio de la revelación divina, llega al alma de las personas esa revelación de Dios de todas las cosas que Él ha prometido; y son abiertas todas esas cosas y son dadas a conocer las que ya están cumplidas, y las que están en proceso de cumplimiento, y las que están todavía para ser cumplidas más adelante. Y así es como cada hijo e hija de Dios obtiene esa revelación, esa fe, para ser transformados y raptados en este Día Postrero.

Así que adelante con la revelación en nuestras almas; y confesando con nuestras bocas lo que Cristo nos ha revelado allá en lo profundo de nuestra alma, lo cual nosotros creemos con todo nuestro corazón. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con su boca se hace confesión para salud, para salvación; para que así se materialice en las personas todo lo que Dios ha prometido, sea una realidad para las personas.

Que Dios les bendiga y les guarde.

Muchas gracias por vuestra amable atención; y dejo nuevamente a Miguel Bermúdez Marín con ustedes para continuar. Será hasta la noche, Dios mediante.

Bueno, que Dios les bendiga, que Dios les guarde; y muchas gracias por vuestra amable atención.

“EL MISTERIO DE LA FE”.

[Revisión abril 2023 –DM-RM]

[1] Romanos 10:10

[2] San Marcos 9:14-24

[3] San Mateo 17:17, San Lucas 9:41

[4] Romanos 4:18

[5] Romanos 14:23

[6] Mt. 11:25, Lc. 10:21

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