Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes aquí en Chillogallo, Quito, Ecuador. Es para mí una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.
Para eso quiero leer dos Escrituras: se encuentran en San Mateo, capítulo 16, verso 1 al 4, y el libro de los Hechos, capítulo 1, verso 6 al 7.
La primera dice así, en el libro de los Hechos, capítulo 1, verso 6 al 7, dice: “Entonces…”. Vamos a leer un poquito antes, para que tengan el cuadro claro de ese momento preciso en el cual Cristo habló estas palabras; dice… Vamos a comenzar capítulo 1, verso 1 en adelante hasta el 7, dice:
“En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar,
hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido;
a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios.
Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí.
Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.
Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás (tú) el reino a Israel en este tiempo?
Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad (los tiempos y las sazones que el Padre puso en Su sola potestad)”.
Y en San Mateo, capítulo 16, verso 1 al 4, dice:
“Vinieron los fariseos y los saduceos para tentarle, y le pidieron que les mostrase señal del cielo.
Mas él respondiendo, les dijo: Cuando anochece, decís: Buen tiempo; porque el cielo tiene arreboles.
Y por la mañana: Hoy habrá tempestad; porque tiene arreboles el cielo nublado. ¡Hipócritas! (que) Sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡mas las señales de los tiempos no podéis!
La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Y dejándolos, se fue”.
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra, y nos alimente, y nos abra el entendimiento para poderla comprender (y nuestro corazón) para poderla comprender, y recibirla allá en lo profundo de nuestra alma; y así obtener esta revelación, esa fe divina, en nuestra alma. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Nuestro tema en esta ocasión es: “EL MISTERIO DE LOS TIEMPOS Y SAZONES BAJO LA POTESTAD DEL PADRE”.
Los tiempos y sazones. Dios les ha establecido a los seres humanos tiempos y sazones, temporadas, en las cuales las cosas que Dios ha prometido realizar son realizadas.
Vean, San Pablo en el libro de los Hechos, capítulo 17, verso 26, nos dice (vamos a ver):
“Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación;
para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros.
Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos.
Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres.
Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan;
por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.
Pero cuando oyeron lo de la resurrección de los muertos, unos se burlaban, y otros decían: Ya te oiremos acerca de esto otra vez (así le dijeron a San Pablo allá en Grecia).
(…) Mas algunos creyeron, juntándose con él; entre los cuales estaba Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos”.
Ahora, vean ustedes, no todas las personas creen cuando se predica la Verdad de Dios.
Y ahora, vean cómo San Pablo les muestra que Dios les ha prefijado el tiempo a los seres humanos, ha designado el tiempo.
Y ahora, vean cómo al Dios prefijar el orden de los tiempos y los límites de la habitación del ser humano, ha establecido así, vean ustedes: tiempos, edades, dispensaciones, y diferentes temporadas o etapas en esas edades y en esas dispensaciones.
Dios para mostrar en una forma más sencilla este misterio de los tiempos y de las sazones, tomó cosas que nosotros conocemos: como el trigo y los árboles, y así por el estilo; y con esta parte del ser humano, de la siembra y de la cosecha, nos ha mostrado que hay tiempo para todo: hay tiempo para sembrar, hay tiempo para regar (para que lo que se sembró crezca), y hay tiempo para nacer el fruto en el árbol o la plantación que se ha sembrado, y luego hay tiempo para ese fruto madurar, y luego hay tiempo para ese fruto ser cosechado.
Vean que el fruto, después que ha nacido en la planta, pasa por diferentes etapas, en donde va creciendo ese fruto, llega a su tamaño correcto y madura, y luego es cosechado.
Ahí está la ley de la siembra y de la cosecha; porque “lo que el hombre sembrare, eso también segará (cosechará)”1.
Si siembra maíz, ¿qué va a cosechar? Maíz, en una forma multiplicada. O sea que cuando se siembra un grano de maíz, no se va a cosechar un grano de maíz, se va a cosechar cierta cantidad: o a treinta, o a sesenta, o a ciento; o sea, por un grano de maíz puede cosechar 30 granos de maíz o puede cosechar 60 granos de maíz o puede cosechar 100 granos de maíz (un ejemplo); o puede ser que esa planta que fue sembrada no produzca nada.
Todo depende en qué terreno fue sembrada esa simiente, esa semilla2:
• Si fue sembrada junto al camino, las aves se la llevan, se las comen: esos son aquellos que oyen la Palabra de Dios, y viene el diablo y la saca del corazón de ellos.
• Luego, los que son sembrados en pedregales: esos son aquellos que no tienen raíz; y al escuchar la Palabra, vean ustedes, la reciben con gozo, pero por no tener raíz, no estar arraigados (porque en pedregales las raíces no pueden crecer), esos son aquellos que oyen la Palabra y con gozo la reciben, pero ¿qué sucede? Cuando viene la temporada de la prueba por causa de la Palabra de Dios, son de corta duración, o sea, se van.
Al venir la aflicción y la persecución, dicen: “Pero yo no esperaba tener persecuciones y problemas y pruebas; y aun en mi propia casa, que mis propios familiares me critiquen por haber creído en Cristo como mi Salvador”; y se aparta del Señor.
• Luego encontramos aquellos que son sembrados ¿dónde? Son sembrados entre espinos: estos son los que oyen la Palabra, (¿y qué sucede?) pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas, ahogan la Palabra y se hace infructuosa (o sea que no lleva fruto), se hace solamente una planta ahí de lujo; que la persona dice: “Yo creo en Cristo, yo soy un cristiano”, pero no lleva el fruto que debe llevar, porque siempre está muy ocupado:
“Es que tengo por acá el negocio y tengo que atenderlo. Es que estoy muy ocupado, y tengo que estar haciendo esto y lo otro, y esto por acá y lo otro por allá, y no tengo ni tiempo para asistir a las actividades y para trabajar en la Obra misionera y para trabajar en el Reino de Dios (en las diferentes formas en que se trabaja); y no tengo tiempo ni siquiera para sentarme a leer la Biblia, a leer los mensajes, a escuchar los mensajes”.
Bueno, no tiene tiempo para nada, porque todo el tiempo lo ha dedicado ¿a qué? A los espinos y cardos, que son (¿qué?) los afanes de esta vida y las riquezas de este tiempo o de esta vida; cuando Cristo ha dicho: “Buscad primeramente (¿qué?) el Reino de Dios y Su justicia, y las demás cosas serán añadidas”3; las demás cosas son las añadiduras de la vida.
Ahora, no todo es negativo. Dice:
[San Mateo 13:23] “Mas el que fue sembrado en buena tierra, este es el que oye y entiende la palabra…”.
Algunas personas piensan que no es necesario entender la Palabra; pero aquí dice que la buena tierra es la que oye y entiende la Palabra.
“… y (lleva) fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno”.
Ahora, vean ustedes que se requiere que la persona entienda la Palabra para ser de esa buena tierra o para ser esa buena tierra.
Los demás, encontramos que Cristo no dice que ellos entendieron la Palabra; solamente ellos creyeron, pero no habían entendido la Palabra. O sea que son de los que oyen la predicación del Evangelio y se meten a la Iglesia, y quieren ser cristianos, y tratan de salvarse; pero la persona tiene que entender la Palabra, porque de otra forma viene a pertenecer a uno de esos otros tres grupos anteriores (o sea, de estos tres grupos anteriores de esta parábola de la cual habló nuestro amado Señor Jesucristo).
Ahora miren cómo en esta parábola —y en la otra parábola del trigo y de la cizaña4— Cristo nos muestra el Programa de siembra y cosecha; y así Él nos muestra que hay tiempo de siembra, tiempo de crecimiento y tiempo de cosecha.
Y así como en la agricultura hay esto, en el Programa Divino hay esto también, en la escala correspondiente al Programa Divino.
Y la Palabra se siembra en el alma de las personas, y tiene que crecer – nacer, crecer y llevar fruto en abundancia —esa persona— desde lo profundo de su alma hacia fuera; o sea que, en alma, espíritu y cuerpo, tiene que traer el fruto correspondiente. Y ahora, así es para toda persona y para toda nación, y para el mundo entero también.
Ahora, hay naciones, hay países, hay continentes, hay ciudades, hay familias y hay también personas (esto es como individuos), y hay también edades, en donde esta ley de la siembra y cosecha se cumple.
Y ahora, vean ustedes también aquí en Hebreos, capítulo 6, donde el apóstol San Pablo nos muestra esto; en el capítulo 6, verso 7 en adelante dice (7 al 8, dice):
“Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios;
pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada.
Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores, y que pertenecen a la salvación, aunque hablamos así”.
Ahora vean ustedes cómo esto que Pablo el apóstol habla acerca de la lluvia que cae sobre la tierra y produce hierba provechosa para los que siembran esa hierba o esas semillas, dice que está próxima a ser bendecida por Dios: eso es tipo y figura de los seres humanos donde se siembra la Palabra de Dios.
Y la tierra que produce espinos, esa tierra, dice San Pablo: “La tierra que produce espinos y abrojos es reprobada”; es reprobada esa tierra. ¿Y qué sucede con ella?:
“… está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada”.
Esto es así para personas, esto es así para ciudades, esto es así para naciones, esto es así para continentes también.
Ahora vean, cuando se trata de continentes, naciones y ciudades, las que producen espinos y abrojos, vean ustedes, están produciendo cizaña, que son los hijos del malo. Pero las naciones, pueblos y lenguas, y ciudades, y países, que producen buena simiente, que producen buen fruto, que producen buena hierba, que lleva fruto, esos son los territorios donde produce los hijos e hijas de Dios.
Y ahora, vean ustedes, para el Día Postrero, así como hubo bendición en cada edad de la Iglesia gentil, en los territorios donde se efectuó el llamado y recogimiento de los escogidos de Dios por medio del ministerio del Espíritu Santo a través del mensajero de cada edad, y donde se sembró esa Palabra, y nació y produjo fruto…; durante ese tiempo estuvo la bendición de Dios en ese territorio.
Luego encontramos que han transcurrido las siete etapas o edades donde Cristo estuvo manifestado; y esos territorios estuvieron produciendo buen fruto, o sea, hijos e hijas de Dios (aunque también hubo áreas donde producían mal fruto); encontramos que tuvieron la bendición en el tiempo en que eso estuvo sucediendo, en el tiempo en que estuvieron produciendo buen fruto, buena hierba: hijos e hijas de Dios.
Luego, Cristo se ha movido del continente europeo al continente americano (y el continente americano consta de: Norteamérica, Centroamérica, Suramérica y el Caribe); y estuvo manifestado en Norteamérica por medio del profeta mensajero: el reverendo William Branham; y estuvo produciendo ese territorio hijos e hijas de Dios, bajo el ministerio de Cristo a través de Su séptimo ángel mensajero.
Y luego se movió de ese territorio —Cristo— a la América Latina y el Caribe, para ahí sembrar Su Palabra, y el territorio latinoamericano y caribeño producir hijos e hijas de Dios para el Cuerpo Místico de Cristo en la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino.
Y ahora, ¿cuál es el territorio del tiempo presente que está produciendo buen fruto en el Reino de Dios? El territorio latinoamericano y caribeño, en donde está la bendición del Cielo, la bendición de Dios; y es tan grande la bendición de Dios, que todo el territorio latinoamericano tiene la oportunidad de entrar al glorioso Reino Milenial de nuestro amado Señor Jesucristo. ¿Ven por qué? Porque es el territorio que está produciendo buen fruto, que está produciendo buena hierba, trigo, hijos e hijas de Dios.
Y ahora, los territorios de otros continentes, vean ustedes, encontramos que están cerca de ser maldecidos y de ser quemados con fuego atómico en una Tercera Guerra Mundial. ¿Por qué? Porque en la actualidad no se está produciendo el fruto del trigo en esos territorios, sino en la América Latina y el Caribe.
Por lo tanto, la América Latina y el Caribe está bajo la bendición de Dios, y está a punto de recibir la bendición de entrar al glorioso Reino Milenial de Cristo; y por consiguiente el territorio latinoamericano y caribeño pues no tiene la promesa o sentencia del fuego para ser quemado, sino de la bendición de Dios.
Pero los demás territorios en donde se cumplieron las siete etapas o edades de la Iglesia gentil, por cuanto ya allí no se está produciendo el fruto del Día Postrero, están cerca a ser maldecidos y ser quemados. Es una cosa muy triste, pero esa es la verdad. Y hay tiempo y sazón para el cumplimiento del juicio divino también.
Ahora, vean cómo Dios ha establecido los tiempos y las sazones para llevar a cabo Él Su Programa. Hay tiempos y sazones.
Hay dispensaciones; y en las dispensaciones hay edades, sazones, épocas, temporadas.
Y ahora, los tiempos y las sazones del Programa Divino establecidas por Dios tienen siempre señales que son manifestadas y que dan testimonio que se ha llegado a ese tiempo.
Miren ustedes, para el tiempo de la liberación del pueblo hebreo, y aun antes de eso, para el tiempo del profeta Noé (en donde el Dios Todopoderoso iba a destruir la raza humana con un diluvio), hubo una señal grande, ¿cuál fue esa señal? La presencia de un profeta dispensacional en la Tierra.
Cuando aparece un profeta para una edad o para una dispensación, ahí está la señal más grande que Dios está mostrándole a la raza humana; porque la venida de un profeta es una señal verdadera que no debe ser pasada por alto, la cual está señalando o una nueva edad o una nueva dispensación, o sea, una nueva etapa o temporada del Programa Divino.
Cuando es un mensajero para una edad, vean ustedes, es la señal que la edad anterior ha llegado a su final y una nueva edad se está entrelazado con la edad anterior; y el pueblo es llamado a una nueva edad. Y hay un entrelace ahí; y el pueblo que estaba en aquella edad es llamado para pasar a una nueva edad, por el mensajero de esa nueva edad. Y así es también con las dispensaciones.
Cuando Dios envía un profeta dispensacional a la Tierra, esa es una señal mayor, una señal mayor para la humanidad completa; no solamente para un territorio, sino para la humanidad completa; porque una dispensación cubre la humanidad completa.
Y ahora, cuando Dios envía un profeta dispensacional es la señal de Dios para la humanidad; y no debe ser pasada por alto esa señal enviada del Cielo a los seres humanos.
Vean cómo Cristo les habló a estas personas allí en San Mateo, capítulo 16; y dice a ellos, dice… Cuando le pidieron una señal del cielo, vean, allí estaba la señal del Cielo más grande.
[San Juan 3:13] “Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo”.
Allí estaba la señal más grande del Cielo: la Venida del Hijo del Hombre, la Venida de nuestro amado Señor Jesucristo, la Venida del Mesías, la Venida del Rey de Israel.
Y Cristo dice, vean ustedes:
“Vinieron los fariseos y los saduceos para tentarle (o sea, no era con el propósito de creer), y le pidieron que les mostrase señal del cielo.
Mas él respondiendo, les dijo: Cuando anochece, decís: Buen tiempo; porque el cielo tiene arreboles.
Y por la mañana: Hoy habrá tempestad; porque tiene arreboles el cielo nublado. ¡Hipócritas! (que) Sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡mas las señales de los tiempos no podéis!”.
Es muy importante discernir las señales de los tiempos; porque para cada tiempo, en su sazón, Dios envía la señal de ese tiempo, la señal de esa dispensación o la señal de esa edad: que es el profeta mensajero para esa edad o para esa dispensación.
Y esas son las señales de los tiempos; porque cada tiempo, cada edad y cada dispensación, tiene un profeta mensajero en el cual viene Dios manifestado en Espíritu Santo.
“La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Y dejándolos, se fue”.
Vean, la señal de un profeta era la señal que les sería dada.
Y la señal del profeta Jonás, vean ustedes, era la señal en donde se había reflejado la muerte, sepultura y resurrección de Cristo: Así como Jonás estuvo en el vientre de un gran pez por tres días y tres noches5, el Hijo del Hombre estaría en el corazón la Tierra por tres días6; pero ¿qué sucedería después de eso? Resucitaría.
Vean la señal que les fue mostrada allí, pero tampoco lo creyeron; porque cuando Cristo resucitó, los soldados fueron al sumo sacerdote y a los demás sacerdotes, y les dijeron: “Ha resucitado Jesús”, les pagaron dinero para que se callaran la boca y dijeran que fue que los discípulos de Jesucristo se lo habían llevado cuando ellos se quedaron dormidos7. Vean ustedes, no quisieron reconocer la señal que les había dado Cristo: la señal de Jonás, la señal de un profeta.
Y ahora, en la resurrección de Cristo, la resurrección del Hijo del Hombre, vean ustedes, estaba confirmada esa señal; y no creyeron en esa señal. No creyeron en la resurrección de Cristo; no creyeron en los tres días que estuvo muerto, visitando allá a los que estaban en el infierno8, y luego pasando al Paraíso y visitando a los que estaban en el Paraíso, y resucitando el tercer día, o sea, el día domingo en la mañana.
Ahora vean cómo la humanidad se resiste a creer la señal del Cielo que Dios les da.
Vean también que cuando Cristo nació hubo una señal en el cielo9; la señal de que el Mesías, el Rey de Israel, ya estaba en la Tierra, había nacido en este planeta Tierra.
Y ahora, vean que esas señales están establecidas para los tiempos y las sazones, para edades y para dispensaciones.
Los tiempos dispensacionales son muy importantes, y las sazones de las edades de esas dispensaciones son muy importantes; porque en las diferentes sazones o temporadas, y diferentes dispensaciones, Dios ha enviado siempre un profeta; y esa es la señal mayor que aparece manifestada en el planeta Tierra en medio de los seres humanos.
También aparecen señales en el cielo; y esas señales en el cielo dan testimonio de que se ha llegado a una nueva edad o a una nueva dispensación, y que también se ha llegado al final de la edad o dispensación anterior.
Y ahora, vean que para el tiempo final Cristo nos dice en el capítulo 24, versos 30 al 31 [San Mateo]:
“Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo…”.
Esa señal, vean ustedes, fue manifestada en febrero 28 de 1963, de las 6:00 de la tarde en adelante; fue tomada en fotos (allá en el cielo)10; y se cumplió la señal del Hijo del Hombre en el cielo. Y esa señal no todas las personas la han reconocido como la señal del Hijo del Hombre en el cielo, la señal del fin del tiempo; la señal de la Venida del Hijo del Hombre vista en el cielo, dando testimonio —Dios con esa señal— que se había llegado al tiempo final.
Añadiéndole al calendario los años de atraso que tiene, encontramos que para el año 1965, finalizando el año 1965, se estaría finalizando el sexto milenio; y ya para el 66 se estaba entrando al séptimo milenio.
Ahora, vean cómo también cuando apareció la señal de la Primera Venida de Cristo en el cielo: la Estrella llamada La Estrella de Belén —la cual los magos vieron y siguieron—, encontramos que apareció de 4 a 7 años antes de comenzar el quinto milenio, antes de comenzar el primer milenio, que es el primero de los días postreros; porque los días postreros delante de Dios son tres, que para los seres humanos son: el quinto milenio, sexto milenio y séptimo milenio.
Y ahora, vean cómo de 3 a 7 años antes de comenzar el quinto milenio, y comenzar así los días postreros, apareció en el cielo una señal grande, la cual los magos vieron y reconocieron esa señal como la señal de la Venida del Hijo del Hombre en medio del pueblo hebreo; y salieron a buscar al Mesías, al Hijo del Hombre, y lo encontraron.
Ellos supieron lo que significaba esa señal en el cielo; y buscaron, el significado de esa señal lo buscaron en la Tierra cumplido en carne humana.
Y vean cómo unos dos o tres años aproximadamente antes de terminar el sexto milenio (esto es si le añadimos al calendario los años de atraso que tiene, y los números concuerdan con la realidad), vean ustedes cómo antes de comenzar el séptimo milenio (el último de los días postreros delante de Dios), ya en el cielo apareció la señal del Hijo del Hombre.
Ahora, cualquier persona puede decir: “Pero eso es una cosa muy sencilla para ser la señal del Hijo del Hombre en el cielo”. La Estrella de Belén, que fue la señal de la Primera Venida del Hijo del Hombre, era sencilla también; y ni siquiera tenemos fotos de ella, solamente tenemos la historia de la aparición de esa Estrella en el cielo. ¿Y creen ustedes que esa fue la señal de que el Mesías estaba ya en la Tierra? ¡Pues claro que sí!; pero todo el mundo no lo creyó en el tiempo en que se cumplió.
Y ahora, ¿qué misterio contiene esta nube? En esa nube hay ocho ángeles de Dios: están los siete ángeles mensajeros de las siete edades de la Iglesia gentil, y está el Ángel que era muy diferente a los demás: Jesucristo, el Hijo del Hombre, allí en Su cuerpo teofánico; para en el Día Postrero estar manifestado en la Tierra en carne humana, cumpliendo el ministerio del Día Postrero.
Y esa aparición del Hijo del Hombre allá en esa nube, envuelto en esa nube, es el cumplimiento de lo que fue dicho aquí; dice:
“Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria”.
Y en San Lucas dice que vendrá “en una nube”11. Y ahora, San Marcos también nos dice que vendrá “en las nubes” el Hijo del Hombre12. Y en Apocalipsis, capítulo 1, y Apocalipsis, capítulo 10, lo encontramos viniendo “en las nubes”.
Vean ustedes, en Apocalipsis, capítulo 1, versos… (vamos a ver aquí) verso 7, dice:
“He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén”.
Y luego Apocalipsis, capítulo 10, dice así [verso 1]:
“Vi descender del cielo a otro ángel fuerte, envuelto en una nube, con el arco iris sobre su cabeza; y su rostro era como el sol, y sus pies como columnas de fuego.
Tenía en su mano un librito abierto; y puso su pie derecho sobre el mar, y el izquierdo sobre la tierra;
y clamó a gran voz, como ruge un león; y cuando hubo clamado, siete truenos emitieron sus voces”.
¿Ven cómo la Escritura da testimonio de la Venida del Hijo del Hombre? Y aparece la señal del Hijo del Hombre en el cielo, y aparece el Hijo del Hombre en el cielo envuelto en una nube.
También el profeta Daniel tuvo la revelación de la Venida del Hijo del Hombre en las nubes, y él lo vio en visión. Dice capítulo 7, versos 13 en adelante (13 al 14), dice:
“Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él.
Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido”.
Ahora hemos visto la señal del Hijo del Hombre en el cielo, en donde estaban allí en esa nube (en esa nube formada por ángeles), estaban allí los siete ángeles mensajeros de las siete edades de la Iglesia gentil, y el Ángel que era muy diferente a los demás: el Hijo del Hombre, el Ángel del Pacto, Jesucristo en Su cuerpo teofánico.
Y así como estos siete ángeles de las siete edades fueron manifestados en la Tierra en carne humana para tener sus ministerios; el Hijo del Hombre, Jesucristo, el Ángel Fuerte, el Ángel que era muy diferente a los demás, que estaba en esa nube con Sus alas extendidas y que formaba la peluca blanca del Señor…
Cuando tornamos esta foto hacia la derecha, encontramos que forma el rostro del Señor; y la barba es formada por los siete ángeles mensajeros de las siete edades; y el cabello blanco es formado por el Ángel que era muy diferente a los demás, el cual aparece aquí volando.
Y ahora, vean ustedes cómo para formarse la barba del Señor, representada aquí en esta nube…; pues el cuerpo del Señor (vean ustedes) y el rostro aquí del Señor mostrado, encontramos que está mostrado o formado por los siete ángeles del Señor Jesucristo y por este Ángel que era muy diferente a los demás. Y para ser formado, vean ustedes, allí estuvieron presentes esos ángeles.
Y durante el ministerio de estos ángeles se fue formando o se fue cumpliendo el tipo y figura del rostro del Señor, de la barba del Señor. Y para el Día Postrero, con la manifestación del Ángel que era diferente a los demás, se cumple el tipo y figura del cabello blanco del Señor Jesucristo.
Por eso es que también, miren ustedes, los hebreos ¿saben lo que están esperando? La Venida del Mesías. Y están esperando al Mesías que aparezca, y están esperando que venga con el cabello blanco; es que ahí en Daniel dice que viene Uno como un Hijo del Hombre con el cabello blanco: viene el Anciano de días ahí.
Y sin embargo, el cabello blanco ahí no significa edad o vejez, sino experiencia, sabiduría; y representa a Cristo con la experiencia y sabiduría necesaria para juzgar, como Juez de toda la Tierra, a todos los seres humanos y a todas las naciones.
Ahora, podemos ver las promesas correspondientes al Día Postrero y cómo estas promesas serían cumplidas.
Vean, el cabello blanco del Señor es la manifestación del Ángel que era muy diferente a los demás viniendo en carne humana manifestado en el Día Postrero, y cumpliendo el tipo y figura del cabello blanco del Señor; así como la barba la forman los siete ángeles mensajeros. O sea que durante la manifestación de estos siete ángeles mensajeros se cumplió el tipo y figura de la barba del Señor.
Bueno, hemos visto que para el cumplimiento de estos tipos y figuras hubo tiempo y sazón: hubo dispensación y edades.
Hubo el tiempo de la dispensación correspondiente a las siete edades de la Iglesia gentil y hubo la sazón de las siete edades de la Iglesia gentil, la temporada de cada edad; y para cada temporada Dios envió un mensajero.
Toda sazón y tiempo tiene un mensajero de parte de Dios. Y al ver y recibir al mensajero, recibe el pueblo el conocimiento del tiempo y la sazón en que se está viviendo en el Programa Divino, para poder caminar en el Programa Divino correspondiente a ese tiempo y a esa temporada o sazón.
“Porque el que recibe a profeta en nombre de profeta, recompensa de profeta recibe”13: viene a ser amigo del mensajero, de ese profeta; y viene a recibir el conocimiento de todo el Programa Divino correspondiente a ese tiempo, el cual viene dando a conocer ese mensajero.
“Porque no hará nada el Señor Jehová, sin que antes revele Sus secretos a Sus siervos los profetas”14. Y viene el pueblo que lo recibe a tener el alimento espiritual para el alma, que es tan importante; y que es lo más importante que un hombre necesita, para poder vivir y no morir espiritualmente en el tiempo que le toca vivir, en el tiempo y la sazón del Programa de Dios.
Hemos visto que hay señales, tanto en el cielo como también en la Tierra.
Cuando Dios envía al mensajero, encontramos que Dios ha dado testimonio en el cielo de que ese mensajero está en la Tierra. Y la señal en la Tierra (ya no en el cielo, sino en la Tierra) es el mensajero que Dios ha enviado.
La presencia de un profeta de Dios para una edad o una dispensación es la señal de Dios en este planeta Tierra; una señal verdadera que no deben dejar pasar por alto los seres humanos que viven en esta Tierra.
Se requiere que las personas conozcan el tiempo y la sazón, o temporada o edad, que les ha tocado vivir en la Tierra, en el tiempo y temporada del Programa de Dios; porque la persona que no conoce y reconoce esa temporada, esa sazón y ese tiempo, no puede recibir las bendiciones de Dios, sino que recibe el juicio de Dios.
Vean ustedes que el pueblo hebreo no había podido entender las señales de los tiempos, no habían podido entender la presencia de Juan el Bautista en la Tierra como una señal: que la Dispensación de la Ley había llegado a su final, con el mensajero final de la Ley, que fue Juan el Bautista; porque los profetas profetizaron hasta Juan, o sea, la Ley y los profetas llegaron hasta Juan15. Allí estaba esa señal: Juan el Bautista.
Y luego apareció Jesús, como la señal, confirmando que aquella generación y dispensación había llegado a su final, y mostrando que una nueva dispensación estaba entrelazándose con la Dispensación de la Ley. ¿Qué dispensación estaba entrelazándose? La Dispensación de la Gracia; pues allí estaba el mensajero de la Dispensación de la Gracia: nuestro amado Señor Jesucristo.
¿No dijo Dios por medio del profeta Isaías, en el capítulo 7, verso 14: “He aquí el mismo Señor os dará señal (una señal): La virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y se llamará su nombre Emanuel (que traducido es: Dios con nosotros)16? Y luego, cuando iba a tener ese niño esa virgen, apareció el Arcángel Gabriel a la virgen María y le dio a conocer la promesa, y le dijo que ella y por medio de ella vendría ese niño. Y cuando la virgen concibió y dio a luz ese niño, allí estaba la señal que Dios había dicho que daría al pueblo hebreo.
Esa señal la pasaron por alto; no reconocieron el tiempo ni la sazón en que estaban ellos viviendo en el Programa Divino cuando Jesucristo estaba allí en la Tierra.
Y por no conocer el tiempo de esa visitación divina en carne humana, como la señal de que se estaba viviendo en el tiempo de una nueva dispensación que estaba comenzando, ¿qué sucedió? Que lo diga nuestro amado Señor Jesucristo, aquí en San Lucas, capítulo 19, verso 41 al 44 (cuando Jesucristo iba camino a Jerusalén, en Su entrada triunfal; antes de llegar a Jerusalén), dice así:
“… cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella,
diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos.
Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán,
y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti…”.
¿Por qué iba a suceder esto allá en Jerusalén? ¿Por qué iba a suceder? Dice:
“… por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación”.
No conoció el tiempo y la sazón de la Primera Venida de Cristo, la Venida del Mesías, la Venida del Rey de Israel en carne humana en la persona de Jesús de Nazaret (el carpintero de Nazaret). Se cumplió en una forma tan sencilla, en un velo de carne tan sencillo, que no pudieron ver esa señal, la señal manifestada en la Tierra: la señal del hijo de la virgen, que nació por medio de la virgen María.
Y por no reconocer esa señal, por no reconocer el día, el tiempo, y por no reconocer la visitación de Dios en ese tiempo para el cual estaba señalada la Primera Venida de Cristo (que sería la Venida del Dios Todopoderoso, del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, que es el mismo Ángel de Jehová manifestado en carne humana en el velo de carne llamado Jesús), vean ustedes, por no reconocer la Venida del Ángel de Jehová, de Dios en carne humana, Jerusalén sería destruida, incluyendo el templo del pueblo hebreo.
¿Por qué? Por cuanto no conoció el tiempo de su visitación, no lo conoció; y aquel era el tiempo.
En aquel tiempo en que Jesucristo tuvo Su ministerio en medio del pueblo hebreo, y al final murió en la Cruz del Calvario, era el tiempo y la sazón de la semana número setenta, la primera parte de la semana número setenta, que eran los primeros tres años y medio; y era también el comienzo de una nueva dispensación siendo entrelazada con la Dispensación de la Ley.
Aquel era el tiempo también de una nueva edad: la Edad de la Piedra Angular de aquel tiempo, en donde estaba la Piedra Angular Jesucristo, la Piedra que los edificadores desecharon17; y por cuanto allí estaba la Piedra Angular Jesucristo, el Mesías, pues la edad es la Edad de la Piedra Angular, la Edad de la Venida del Señor, de la Venida de la Piedra que los edificadores desecharon.
Ellos no reconocieron el tiempo y la sazón: no reconocieron la Dispensación de la Gracia, que estaba siendo introducida, que se estaba entrelazando allí con la Dispensación de la Ley; y no reconocieron tampoco la sazón: la Edad de la Piedra Angular allí manifestada, esa temporada de la Edad de la Piedra Angular, donde se estaba cumpliendo la Venida del Hijo del Hombre, la Venida del Mesías, la Venida del Rey de Israel como el Cordero de Dios para quitar el pecado del mundo.
Ahora vean lo importante que es conocer los tiempos y las sazones que están bajo la potestad de Dios; y que son manifestados esos tiempos y esas sazones, esas edades, esas temporadas, en el ciclo divino correspondiente para ese tiempo y esa sazón o temporada.
Y ahora, hemos visto lo que ha sucedido en el pasado; y hemos visto que la mayoría de las personas que viven en el planeta Tierra ni se han dado cuenta de lo que ha sucedido en el Programa Divino.
Pero siempre hubo un grupo de personas a los cuales vino la revelación divina, y despertaron a la realidad del tiempo y la sazón, del tiempo y la temporada, del tiempo y la edad que estaban viviendo, y recibieron la señal manifestada en la Tierra: que fue el mensajero de esa edad; y por consiguiente recibieron el conocimiento del Programa Divino para esa edad, entraron al Programa Divino y recibieron los beneficios que el Programa Divino les ofrecía para ese tiempo; y recibirán el beneficio que el Programa Divino de aquel tiempo les ofrecía para la eternidad, que es: vida eterna.
Y ahora, ¿qué de nosotros? ¿Cuál es el tiempo y la sazón correspondiente a esta época en la cual nosotros estamos viviendo? Este es el tiempo de la Dispensación del Reino, que se está entrelazando con la Dispensación de la Gracia; y esta es la sazón: la Edad de la Piedra Angular, esta es la temporada de la Edad de la Piedra Angular.
Y la señal en el cielo ya ha sido vista, y ahora les toca a los seres humanos ver la señal vista aquí en la Tierra; ya no en el cielo, sino en la Tierra.
Y ver el ministerio del Ángel que era muy diferente a los demás siendo manifestado en la Tierra a través de Su Ángel Mensajero, a través del mensajero de la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino, que es el profeta de la Dispensación del Reino; en el cual Jesucristo, el Hijo del Hombre, el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, el Ángel que era muy diferente a los demás (que estuvo allí en esa nube formada por ángeles), en el Día Postrero, aquí en nuestro tiempo…
Él, ese Ángel, siendo manifestado aquí en la Tierra en carne humana en Su Ángel Mensajero, en Su profeta mensajero, vean ustedes, como la señal del fin del tiempo, del fin de la Dispensación de la Gracia y el fin de la dispensación de la séptima edad de la Iglesia gentil, y el fin —como señal para el fin— del reino de los gentiles también.
La señal que el reino de los gentiles ha llegado a su final, al tiempo final, a su etapa final, es la Venida de esa Piedra no cortada de manos, es la Venida del Ángel que era muy diferente a los demás manifestado en carne humana en el Ángel del Señor Jesucristo, dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto; como prometió Cristo en Apocalipsis, capítulo 4 y verso 1, diciéndonos: “Sube acá (¿a dónde vamos a subir? A la Edad de la Piedra Angular), y yo te mostraré (¿qué cosas?) las cosas que deben suceder después de estas (después ¿de cuáles? Después de las que ya han sucedido en las siete etapas o edades de la Iglesia gentil)”.
Ahora, hay cosas que tienen que suceder en este tiempo y esta sazón o temporada, las cuales están prometidas tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento.
Y esas cosas son dadas a conocer por Cristo, el Ángel del Pacto, el Ángel que era muy diferente a los demás, en Su manifestación a través de Su Ángel Mensajero. Por eso en Apocalipsis 22, verso 6, nos dice:
“Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel (¿para qué?), para (manifestar) a sus siervos (¿qué cosas?) las cosas que deben suceder pronto”.
¿Ven que es por medio de Su Ángel Mensajero que son dadas a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto? ¿Por qué? Porque en Su Ángel Mensajero estaría el Ángel que era muy diferente a los demás, el Ángel del Pacto, Jesucristo en Espíritu Santo manifestado en Su Ángel Mensajero; en el tiempo y sazón correspondiente para esa manifestación, que es el tiempo de la Dispensación del Reino y la sazón o temporada de la Edad de la Piedra Angular, y el territorio de la América Latina y el Caribe.
Para ese territorio es el tiempo y sazón de estas cosas que deben suceder pronto, que para el Día Postrero estarían siendo manifestadas y estarían siendo reveladas a la Iglesia del Señor Jesucristo, en la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino.
Ahora hemos visto el misterio de los tiempos y sazones que el Padre puso en Su sola potestad.
En aquel tiempo los discípulos de Jesucristo querían saber si Cristo restauraría el Reino a Israel en aquel tiempo; pero el Reino a Israel no sería restaurado en el tiempo de la Dispensación de la Gracia, ni en las sazones de las siete edades de la Iglesia del Señor Jesucristo entre los gentiles.
Por eso aunque algunos de los mensajeros de las siete edades trataron de convertir el pueblo hebreo a Cristo, no pudieron: porque no era el tiempo ni la sazón para la restauración del pueblo hebreo, y del Reino de Dios en medio del pueblo hebreo.
No era tampoco el tiempo para la restauración del Trono de David, para reinar sobre el Trono de David, Cristo, el Mesías; porque la promesa de la restauración de Israel es para el tiempo de la Dispensación del Reino, y para la sazón o temporada de la Edad de la Piedra Angular.
No tocaba a ellos conocer ese misterio; porque el Padre puso en Su sola potestad esos misterios de los tiempos y de las sazones.
Y es para el Día Postrero que llega el tiempo y sazón para la restauración del Reino al pueblo hebreo; y por consiguiente llega el tiempo para ser revelado el misterio de la restauración de Israel y del Reino de Dios en medio del pueblo hebreo, en donde Cristo, el heredero al Trono de David, se sentará y reinará por mil años, y luego por toda la eternidad.
Y con Él se sentará en Su Trono el que venciere (dice Cristo), el Vencedor. Ahí se sentará con Cristo el Vencedor que estará en el Día Postrero, en el tiempo y sazón en que estas cosas tienen que ser cumplidas.
Y la señal de ese tiempo y sazón es: la Venida del Ángel del Pacto, del Ángel Fuerte, del Ángel que era muy diferente a los demás, que es Jesucristo viniendo en Espíritu Santo a y en Su Ángel Mensajero, a y en Su Iglesia, en la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino.
Por eso es que para este tiempo todas estas cosas son dadas a conocer a cada uno de nosotros: porque ha llegado el tiempo y la sazón para estas cosas ser cumplidas; y son dadas a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto, en el tiempo y sazón para la restauración del Reino de Dios en medio del pueblo hebreo.
Y lo que ha deseado el pueblo hebreo siempre, se convertirá en una realidad; y desde Jerusalén se gobernará el mundo entero; y el Mesías, o sea, el Ungido (porque Mesías o Cristo significa ‘el Ungido’), el Ungido con el Espíritu de Dios, se sentará en el Trono de David y reinará por mil años, y luego por toda la eternidad. Cristo estará allí manifestado como Rey de reyes y Señor de señores, como León de la tribu de Judá, sentándose en el Trono de David.
Así que vean ustedes: “EL MISTERIO DE LOS TIEMPOS Y SAZONES BAJO LA POTESTAD DEL PADRE”.
Podemos decir en esta noche, sin lugar a equivocación: “El Trono de David ¡no dejen que se llene de polvo!; manténganlo limpio, porque de un momento a otro se sentará el Ungido allí, el Mesías, que está esperando el pueblo hebreo. Así que mantengan bien el Trono de David; porque pronto, muy pronto, ese Trono será ocupado por el Hijo de David”. Porque el Hijo del Hombre vendrá como Hijo de David y se sentará en Su Trono, y con Él se sentará el Vencedor.
Así que vean ustedes cómo esta promesa se convertirá en una realidad en este tiempo final. Esta promesa está en Apocalipsis, capítulo 3 y verso 21, cuando dice:
“Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”.
Así como Jesucristo se sentó en el Cielo, en el Trono del Padre, ahora Cristo dice: “Al que venciere…”. Lo mismo que sucedió con Jesús: Cristo venció y se sentó con el Padre en el Trono, y recibió un nuevo nombre, y recibió toda autoridad. Y ahora Cristo dice: “Al que venciere”. ¿Ven? Lo mismo que el Padre hizo con Él.
Y ahora Cristo dice:
“Al que venciere (yo), le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”.
Por eso también encontramos que al que se sentará en Su Trono con Cristo, así como el Padre le dio un nombre nuevo (y ese Nombre es el Nombre del Padre), ahora Jesucristo dice: “Escribiré sobre él el Nombre de mi Dios, y el nombre de la Ciudad de mi Dios, y mi Nombre Nuevo”18. ¿Sobre quién? Sobre el Vencedor, sobre ese que se sentará con Cristo en Su Trono.
Bueno, esto es ¿para cuál tiempo? Para el tiempo de la Dispensación del Reino y Edad de la Piedra Angular; eso es para el tiempo y sazón del Día Postrero, de la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino.
Y hemos llegado al tiempo y sazón en que todas estas cosas tienen que ser cumplidas; y por eso están siendo dadas a conocer a todos ustedes y a mí también: para que veamos el misterio de los tiempos y sazones que el Padre puso en Su sola potestad.
Y nadie podía descubrir estas cosas correspondientes al Día Postrero, sino solamente Dios podía darlas a conocer en el tiempo señalado por Dios al mensajero, y el mensajero al pueblo de Dios.
Porque es enviado el Ángel de Jesucristo en Apocalipsis, capítulo 22, verso 16, por Jesucristo, ¿para qué? Veamos:
“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.
¿Quién lo envía? Jesucristo.
Y es en Su Ángel que Jesucristo, el Hijo del Hombre, se manifiesta en el Día Postrero, en el tiempo y sazón correspondiente para Su manifestación como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo; como Hijo del Hombre e Hijo de David, para reclamar Su Trono y sentarse en Su Trono, y reinar sobre el pueblo hebreo y sobre todos los gentiles, sobre todo el planeta Tierra. Y así, nosotros también con Cristo reinar como reyes y sacerdotes por mil años, y luego por toda la eternidad.
Hemos visto: “EL MISTERIO DE LOS TIEMPOS Y SAZONES BAJO LA POTESTAD DEL PADRE”, que en la actualidad están siendo dados a conocer.
Y en el tiempo y sazón correspondiente al tiempo en que vivimos, nos encontramos en el tiempo de la Dispensación del Reino y en la sazón o temporada de la Edad de la Piedra Angular, y territorio latinoamericano y caribeño; con el Mensaje del Evangelio del Reino, que es el Mensaje de la Gran Voz de Trompeta o Trompeta Final, dándonos a conocer —Cristo por medio de Su Ángel— todas estas cosas que deben suceder pronto, en este Día Postrero, en este tiempo final.
Ha sido para mí un privilegio estar con ustedes en esta noche, dándoles testimonio de: “EL MISTERIO DE LOS TIEMPOS Y SAZONES BAJO LA POTESTAD DEL PADRE”; los cuales están siendo dados a conocer en este tiempo, los correspondientes a este tiempo, o sea, las cosas correspondientes a este tiempo y a esta sazón o temporada de la Edad de la Piedra Angular.
¿Y dónde están los que estarían escuchando la revelación de las cosas que deben suceder pronto, en el tiempo y sazón correspondiente a este tiempo en que vivimos? ¡Aquí estamos!, en la América Latina y el Caribe. Aquí en el Ecuador – en Quito, Ecuador, hay un grupo; y en toda la América Latina y el Caribe están los que estarían viendo y escuchando el tiempo y sazón en que estaríamos viviendo, y las cosas que estarían sucediendo en este tiempo y temporada en el cual nos ha tocado vivir a nosotros.
Estas cosas no podían ser reveladas en otro tiempo y sazón, sino en este tiempo y sazón.
Que las bendiciones de Jesucristo prometidas para este tiempo y para esta sazón sean manifestadas en cada uno de ustedes, se conviertan en una realidad, y hasta el último de los escogidos sea llamado y juntado, y seamos todos transformados, y vayamos a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo, en la Casa de nuestro Padre celestial. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Muchas gracias por vuestra amable atención, y continúen pasando una noche llena de las bendiciones de Jesucristo.
Dios les bendiga y buenas noches.
Y antes que se me olvide: reciban un saludo de nuestro amado hermano Miguel Bermúdez Marín, el cual no pudo estar con nosotros aquí, porque tuvo que continuar para Perú, donde tenía compromisos. Pero, vean ustedes, en el compromiso que él tenía para estos días allá, no me incluyó para estos primeros días, sino que pude estar con ustedes acá; y luego me encontraré con él allá en el Perú.
Así que reciban saludos de nuestro hermano Miguel; y si ustedes tienen saludos para él, le llevaré saludos de todos ustedes también.
Bueno, ya nos veremos muy prontito, ya sea en este cuerpo mortal y en el cuerpo mortal que ustedes tienen, o en el nuevo cuerpo, el cual pronto vamos a recibir. Por eso siempre les digo: “Nos veremos nuevamente”, porque nos estaremos viendo por toda la eternidad. Así que nos veremos muy pronto, nuevamente.
Que Dios les bendiga y les guarde.
Y adelante, siguiendo a Cristo y sirviéndole con toda vuestra alma, hasta que obtengamos todo lo que Él ha prometido para todos nosotros en este tiempo y esta temporada.
Bueno, que Dios les continúe bendiciendo a todos.
Con nosotros nuevamente el reverendo Franklin Enríquez. Y que Dios te bendiga, Franklin, y también al reverendo Francisco, y también a todos los ministros y a cada uno… y a todos ustedes también, a cada uno de ustedes.
Bueno, que Dios les continúe bendiciendo.
“EL MISTERIO DE LOS TIEMPOS Y LAS SAZONES BAJO LA POTESTAD DEL PADRE”.
[Revisión noviembre 2022 -DM-RM]
1 Gálatas 6:7
2 Mt. 13:1-23, Mr. 4:1-20, Lc. 8:4-15
3 San Mateo 6:33, San Lucas 12:31
4 San Mateo 13:24-43
5 Jonás 1:17
6 San Mateo 12:40
7 San Mateo 28:11-15
8 1 Pedro 3:18-20
9 San Mateo 2:1-2
10 La aparición de esa nube fue fotografiada y publicada en dos revistas:
Revista CIENCIA (SCIENCE): Publicación del 19 de abril de 1963, volumen 140, número 3564. Autor: James E. McDonald / https://www.science.org/toc/science/140/3564.
Revista LIFE: Publicación del 17 de mayo de 1963. Título del artículo: “And a High Cloud – Ring of Mistery”. / https://bit.ly/3ureXyD
11 San Lucas 21:27
12 San Marcos 13:26
13 San Mateo 10:41
14 Amós 3:7
15 San Mateo 11:13, San Lucas 16:16
16 San Mateo 1:23
17 San Mateo 21:42
18 Apocalipsis 3:12