Muy buenos días, amados amigos y hermanos presentes aquí en El Belloto, Chile. Es una bendición grande estar con ustedes, para compartir unos momentos de compañerismo alrededor del Programa Divino, y poder comprender mucho mejor el por qué estamos viviendo en este planeta Tierra y para qué vivimos aquí.
Nos dice el libro del Apocalipsis, en el capítulo 3, verso 14, y también el libro o carta de los Hebreos, capítulo 2, verso 9 al 18, de la siguiente manera… Capítulo 3, verso 14, de Apocalipsis, dice:
“Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto”.
Y en Hebreos, capítulo 2, verso 9 al 18, dice:
“Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos.
Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos.
Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos,
diciendo:
Anunciaré a mis hermanos tu nombre,
En medio de la congregación te alabaré.
Y otra vez:
Yo confiaré en él.
Y de nuevo:
He aquí, yo y los hijos que Dios me dio.
Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él (o sea, Jesús) también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo,
y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.
Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham.
Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo.
Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados”.
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Para esta ocasión nuestro tema es: “EL MISTERIO DEL PRIMOGÉNITO DEL CIELO”. EL PRIMOGÉNITO DEL CIELO.
Para poder comprender que Jesús es el Primogénito del Cielo, necesitamos también comprender que hay en el Cielo registrados nombres de hijos e hijas de Dios.
Y ahora, vean ustedes, por medio de Cristo es que vienen a existencia los primogénitos de Dios.
Y ahora veamos a Jesucristo, el Primogénito de Dios. Dice San Juan, capítulo 1, verso 1 en adelante:
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
Este era en el principio con Dios.
Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.
Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan.
Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él.
No era él la luz (o sea, Juan el Bautista no era la Luz), sino para que diese testimonio de la luz.
Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo”.
Y ahora, ¿cómo venía la Luz verdadera a este mundo? Iba a venir en la forma de un hombre. Dice:
“En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho…”.
¿Quién hizo el mundo, el universo completo, toda la Creación? El Verbo que era con Dios y era Dios.
Y ahora, el Verbo venía a este mundo; y ya mismo vamos a ver cómo venía el Verbo a este mundo. Dice:
“En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.
A lo suyo vino (o sea, al pueblo hebreo), y los suyos no le recibieron.
Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;
los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”.
Pues los que creen en Cristo como nuestro Salvador y lavan sus pecados en la Sangre de Cristo: reciben el Espíritu de Cristo, y así reciben el nuevo nacimiento, así nacen por medio de Cristo; y nacen en una Nueva Creación: nacen en esa Nueva Creación llamada el Cuerpo Místico de Cristo, o sea, la Iglesia del Señor Jesucristo. Y vienen a ser ¿qué? Descendientes de Dios por medio del segundo Adán.
¿Ven? Por medio de Jesucristo, el segundo Adán, es que vienen los hijos e hijas de Dios a existencia en esta Tierra, obtienen el nuevo nacimiento; y así es como Él trae muchos hijos e hijas de Dios a existencia.
Dice, por ejemplo, cuando nos habló en Hebreos (San Pablo), dice:
“Y de nuevo:
He aquí, yo y los hijos que Dios me dio”.
¿Cómo Dios le ha dado estos hijos a Cristo? Por medio del nuevo nacimiento.
Cristo siendo el segundo Adán, así como el primer Adán tuvo hijos y tuvo una descendencia, ahora el segundo Adán, miren cómo tiene los hijos e hijas de Dios. No es por medio de la unión de un hombre y de una mujer, no es por medio de carne y sangre (nos dice San Juan), sino de Dios: por medio de creer en Cristo como nuestro Salvador, lavar nuestros pecados en la Sangre de Cristo y recibir Su Espíritu Santo; y así se opera el nuevo nacimiento del cual Cristo le habló a Nicodemo1.
Porque es imposible que una persona pueda ver (o sea, entender) el Reino de los Cielos sin haber nacido de nuevo, y es imposible que una persona pueda entrar al Reino de los Cielos o al Reino de Dios, que es la Iglesia del Señor Jesucristo, sin nacer de nuevo.
Se requiere el nuevo nacimiento, y ese lo opera Cristo en las personas que creen en Él y lavan sus pecados en la Sangre de Cristo; y Jesucristo nos da Su Espíritu Santo, y así obtenemos un cuerpo teofánico de la sexta dimensión; y así nacemos en el Reino de Dios.
Y para el Día Postrero nos dará un cuerpo físico y eterno, un cuerpo glorificado, un cuerpo interdimensional, para vivir en él por toda la eternidad, y también ahí tener el cuerpo teofánico de la sexta dimensión.
Y nosotros, siendo almas de Dios, viviremos por toda la eternidad con un cuerpo teofánico dentro del cuerpo eterno que hemos de tener; y seremos a imagen y semejanza de Jesucristo, y reinaremos con Cristo por toda la eternidad; porque somos herederos de Dios y coherederos con Cristo nuestro Señor.
Y ahora, vean cómo por medio de Jesucristo, el segundo Adán, el Primogénito, vienen los hijos primogénitos de Dios escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.
Y ahora, veamos aquí lo que a continuación dice acerca del Verbo. Estábamos leyendo aquí en San Juan, donde decía:
“… los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón (o sea, no son engendrados por medio de la unión de un hombre y de una mujer), sino de Dios”.
Esto es por medio de creer en Cristo, lavar nuestros pecados en la Sangre de Cristo y recibir Su Espíritu Santo; y así es como obtenemos el nuevo nacimiento.
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”.
El Verbo que era con Dios y era Dios, y creó todas las cosas, ahora vino y se hizo carne en medio de la raza humana, allá en medio del pueblo hebreo, y fue conocido por el nombre de Jesús.
¿Quién era Jesús?, ¿y quién es Jesús? Es el Verbo que se hizo carne, es el Creador de los Cielos y de la Tierra, es el Creador de toda la Creación; y era en el principio con Dios y era Dios, y sigue siendo Dios.
Y Dios se creó un cuerpo teofánico de la sexta dimensión, que es llamado el Verbo de Dios, o el Verbo que salió de Dios, o el Logos que salió de Dios. Y Dios estando en ese cuerpo teofánico es conocido como el Verbo, porque es el cuerpo de la Palabra ese cuerpo teofánico que Dios se creó. Y ese cuerpo teofánico pertenece a Dios, y es el primer cuerpo que vino a existencia: es el principio de toda la Creación. Y por medio de Dios estar manifestado en ese cuerpo creó toda la Creación, el universo; todo lo creó desde ese cuerpo.
Por eso es que el Creador de los Cielos y de la Tierra ¿saben quién es? Es ese Hombre llamado el Verbo de Dios, que era con Dios y era Dios. Dice, vean ustedes:
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
Este era en el principio con Dios.
Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”.
Ese Hombre llamado el Verbo de Dios es el Creador de todas las cosas. ¿Por qué? Porque era con Dios y era Dios. Era el mismo Dios en la forma de un hombre de otra dimensión.
Ahora, ¿qué pensará la ciencia?, ¿qué pensarán los científicos si escuchan que el Creador del universo completo es un Hombre?, ¿y luego si escuchan que ese Hombre era con Dios y ese Hombre es Dios? ¿Acaso no creó Dios al hombre a Su imagen y semejanza? Entonces ¿a quién se va a parecer Dios? Pues a un hombre.
Cuando Dios se creó Su cuerpo teofánico, lo hizo en la forma de un hombre, pero de otra dimensión. Y luego, cuando Dios se hizo Su cuerpo de esta dimensión, fue un cuerpo de carne; y tuvo un nombre. ¿Y saben cuál fue ese nombre? Jesús.
Y ahora, ahí está Dios con Su cuerpo teofánico dentro del cuerpo de carne llamado Jesús. Por eso cuando le decían a Jesús: “Muéstranos al Padre, y nos basta”, Jesús decía: “¿Tanto tiempo hace, Felipe, que estoy con ustedes, y todavía no me has conocido? ¿No sabes que el Padre está en mí, y yo estoy en el Padre (o viceversa)? ¿No saben, o no entienden ustedes esto? Y el que me ha visto a mí, ha visto al Padre”2. ¿Por qué? Porque vean ustedes, dice aquí en el mismo capítulo 1 de San Juan, verso 18, dice:
“A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer”.
¿Y cómo le ha dado a conocer? Por medio de Su manifestación en carne humana en la persona de Jesús fue dado a conocer el Dios Todopoderoso manifestado en carne humana.
Y ahora, vean ustedes cómo nuestro amado Señor Jesucristo es nada menos que el Verbo que se hizo carne, y por consiguiente es el Creador de todas las cosas; y es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.
Cuando le apareció a Abraham en diferentes ocasiones, encontramos que cuando le apareció al Abraham regresar de la victoria sobre aquellos reyes que se habían llevado preso o cautivo a Lot y su familia, y otras personas de la ciudad donde moraba Lot; encontramos que cuando regresó Abraham victorioso y con su sobrino de regreso, le apareció Melquisedec, Rey de Salem, y le dio pan y vino a Abraham. Melquisedec, Sacerdote del Dios Altísimo, vean ustedes cómo le apareció a Abraham y le dio pan y vino3.
¿Saben quién era ese Sacerdote del Dios Altísimo? Era el Señor Jesucristo en Su cuerpo teofánico.
Y por eso cuando Cristo murió, resucitó y ascendió al Cielo: entró al Cielo conforme al Orden de Melquisedec, Sacerdote conforme al Orden de Melquisedec, para ofrecer Su propia Sangre por cada uno de nosotros, para así interceder por cada uno de nosotros.
Y encontramos que el misterio de este Melquisedec es revelado en nuestro amado Señor Jesucristo; porque el Melquisedec del Antiguo Testamento es el Jesucristo del Nuevo Testamento, el cual murió, resucitó y ascendió al Cielo con Su propia Sangre, para presentarla en el Templo que está en el Cielo, en el Lugar Santísimo, sobre el Propiciatorio del Templo que está en el Cielo; al cual ningún sacerdote según el orden de Aarón o de Leví podía entrar.
Ellos podían entrar al templo allá, que estaba en Jerusalén, y antes de eso entraban al templo que había construido Moisés; pero al Templo que está en el Cielo no podían entrar; porque a ese Templo solamente entra Melquisedec, Sacerdote del Dios Altísimo, del Templo que está en el Cielo. Y por eso es que Cristo Jesús pudo entrar: porque es el mismo Melquisedec del Antiguo Testamento.
Luego encontramos que le apareció en otra ocasión también como Elohim, el día antes de la destrucción de Sodoma y de Gomorra: comió con Abraham; y con Él aparecieron también dos Varones más, que fueron Gabriel y Miguel. Comieron con Abraham, y le dio a conocer (Elohim a Abraham) que vendría el hijo prometido4.
Y luego encontramos que se fueron de la casa de Abraham hacia Sodoma y Gomorra; y Dios comenzó a decir: “¿Encubriré yo a Abraham lo que yo he de hacer?”. “Porque no hará nada el Señor Jehová, sin que antes (¿qué?) revele Sus secretos a Sus siervos los profetas”, nos dice Amós, capítulo 3, verso 7.
Y ahora, Dios comienza a decirle a Abraham la condición de Sodoma y Gomorra con sus habitantes, y le dice: “He descendido para ver si es así o no; para ver si es conforme al clamor que ha llegado hasta Mi presencia”5, o sea, conforme al clamor que ha llegado hasta el Trono de Dios en el Cielo.
Y ahora, Dios desciende en forma visible a Abraham, con Sus Arcángeles; y cuando eso ocurre, un evento mayor se lleva a cabo en este planeta Tierra.
Y aparecen a Abraham, hablan con Abraham… Vean, dirían en la actualidad: “Tres extraterrestres apareciéndole a Abraham”. Y hablan con Abraham, comen con Abraham, y le dan a conocer a Abraham no solamente lo del hijo prometido, sino también lo de la destrucción de Sodoma y Gomorra.
Sodoma y Gomorra vienen a ser luego tipo y figura de la humanidad, del mundo en el tiempo final. Y el hijo prometido de Abraham es tipo y figura de la Segunda Venida de Cristo.
Y por cuanto tiene dos partes muy importantes:
• Elohim primero comiendo con Abraham y discerniendo el corazón de Sara: esa parte ya ha sido cumplida bajo el ministerio del Espíritu Santo, de Jesucristo a través del precursor de la Segunda Venida de Cristo, a través del cual vimos al Espíritu de Cristo discerniendo el corazón de las personas; esto es, discerniendo el corazón de las personas de la Iglesia; y Sara representa la Iglesia.
Y ahora, encontramos que más adelante está Elohim con Sus dos Arcángeles. Porque ellos fueron caminando rumbo a Sodoma y Gomorra, pero Abraham se fue con ellos6; y la simiente de Abraham continuará con Elohim. Aunque Sara se haya quedado en la casa, la simiente de Abraham estará con Elohim, así como Abraham permaneció con Elohim.
¿Y dónde estaba la simiente de Abraham, el hijo prometido? Estaba en los lomos (¿de quién?) de Abraham.
Y ahora, encontramos que cuando le está revelando los secretos de la destrucción que ha de venir, allí está Abraham escuchando; y en Abraham está Isaac también, y está toda la simiente de Abraham. ¿Dónde? En Abraham. Está Leví también.
¿Cómo que está Leví allí? Bueno, si estaba cuando Abraham diezmó a Melquisedec (que fue mucho antes), todavía estaba allí7; porque estaba allí Isaac, Jacob, los patriarcas, y toda esa descendencia estaba en los lomos de Abraham.
• Y ahora, encontramos que la revelación de las cosas que iban a suceder sobre Sodoma y Gomorra, que representan al mundo de los gentiles, que representan para el tiempo final al reino de los gentiles en su etapa final…; vean ustedes, a Abraham le reveló la condición de Sodoma y Gomorra y las ciudades cercanas, y que habían llegado ya al colmo, o sea, ya habían llenado los requisitos para ser destruidos en aquel tiempo.
Y con la presencia de Elohim, de Gabriel y Miguel en la Tierra, sería confirmada la condición de la humanidad; o sea, ellos confirmarían que sí se había llegado a su fin el reino de Sodoma y Gomorra, y ciudades cercanas.
Como para el tiempo final, el día en el cual nosotros vivimos, la manifestación de Elohim, que es la manifestación de Jesucristo en el Día Postrero a través de Su Ángel Mensajero, estará siendo la confirmación de que el mundo ha llegado a su fin; porque ya vino el precursor, y se fue.
Y ahora estamos en el tiempo en que de un momento a otro el mundo se encontrará bajo el juicio divino, como Sodoma y Gomorra.
Recuerden que fue durante la mañana que la destrucción a Sodoma y Gomorra vino, o sea que fue durante la mañana de un nuevo día.
Dice Él en el Génesis… en el Génesis nos dice lo que sucedió en ese tiempo. Por ahí por el capítulo 19 nos dice… Vamos a ver, capítulo 19 dice, verso 13 en adelante (le dicen a Lot los Ángeles, los Arcángeles Gabriel y Miguel):
“… porque vamos a destruir este lugar, por cuanto el clamor contra ellos ha subido de punto delante de Jehová; por tanto, Jehová nos ha enviado para destruirlo.
Entonces salió Lot y habló a sus yernos, los que habían de tomar sus hijas, y les dijo: Levantaos, salid de este lugar; porque Jehová va a destruir esta ciudad. Mas pareció a sus yernos como que se burlaba.
Y al rayar el alba, los ángeles daban prisa a Lot, diciendo: Levántate, toma tu mujer, y tus dos hijas que se hallan aquí, para que no perezcas en el castigo de la ciudad.
Y deteniéndose él (Lot), los varones asieron de su mano, y de la mano de su mujer y de las manos de sus dos hijas, según la misericordia de Jehová para con él; y lo sacaron y lo pusieron fuera de la ciudad.
Y cuando los hubieron llevado fuera, dijeron: Escapa por tu vida; no mires tras ti, ni pares en toda esta llanura; escapa al monte, no sea que perezcas.
Pero Lot les dijo: No, yo os ruego, señores míos.
He aquí ahora ha hallado vuestro siervo gracia en vuestros ojos, y habéis engrandecido vuestra misericordia que habéis hecho conmigo dándome la vida; mas yo no podré escapar al monte, no sea que me alcance el mal, y muera.
He aquí ahora esta ciudad está cerca para huir allá, la cual es pequeña; dejadme escapar ahora allá (¿no es ella pequeña?), y salvaré mi vida.
Y le respondió: He aquí he recibido también tu súplica sobre esto, y no destruiré la ciudad de que has hablado”.
Ahora, miren cómo la misericordia de Dios se extiende aun a esa ciudad que iba a ser destruida, pero que Lot pide por esa ciudad para escapar a ella; y entonces es sacada de la lista de las ciudades que van a ser destruidas, y le es permitido a Lot ir a esa ciudad. Pero la orden era irse al monte, irse más lejos.
Luego, dice… le dicen:
“He aquí he recibido también tu súplica sobre esto, y no destruiré la ciudad de que has hablado.
Date prisa, escápate allá; porque nada podré hacer hasta que hayas llegado allí. Por eso fue llamado el nombre de la ciudad, Zoar.
El sol salía sobre la tierra, cuando Lot llegó a Zoar.
Entonces Jehová hizo llover sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego de parte de Jehová desde los cielos;
y destruyó las ciudades, y toda aquella llanura, con todos los moradores de aquellas ciudades, y el fruto de la tierra”.
Y ya salía el sol, dice que salía el sol:
“El sol salía sobre la tierra, cuando Lot llegó a Zoar”.
Cuando Lot llegó a Zoar, entonces ¿qué sucede? El fuego del cielo estaba cayendo sobre la Tierra.
“Entonces la mujer de Lot miró atrás, a espaldas de él, y se volvió estatua de sal.
Y subió Abraham por la mañana al lugar donde había estado delante de Jehová.
Y miró hacia Sodoma y Gomorra, y hacia toda la tierra de aquella llanura miró; y he aquí que el humo subía de la tierra como el humo de un horno (o sea, como se ve una explosión de una bomba atómica, y se ve el humo saliendo como de un horno: así).
Así, cuando destruyó Dios las ciudades de la llanura, Dios se acordó de Abraham, y envió fuera a Lot de en medio de la destrucción, al asolar las ciudades donde Lot estaba.
Pero Lot subió de Zoar y moró en el monte…”.
O sea, no se quedó en Zoar, en aquella ciudad pequeña, sino que después se fue al monte. O sea que solamente hizo una escala allí. Dijo: “No, aquí no me voy a quedar; no vaya a ser que, aunque no destruyeron esta ciudad, la contaminación llegue hasta aquí”. De seguro el humo podía llegar por allí también. Así que Lot cuando vio todas esas explosiones y el humo, después prefirió irse mejor al lugar donde los Ángeles le habían dicho que se fuera: al monte.
Siempre el monte es el mejor lugar.
Miren, Abraham vivía en el monte y no tuvo ninguna preocupación: durmió tranquilo. Y al otro día, pues cuando escuchó esas explosiones y fue a ver, se asomó para mirar hacia Sodoma y Gomorra desde allá desde la montaña: vio que de Sodoma y Gomorra subía el humo como de un horno. Se había cumplido lo que Dios le había dicho a Abraham.
Y no había Dios encontrado diez justos allí; si no los encontraba, Sodoma y Gomorra serían destruidos. Pero Dios no le dijo: “Solamente hay cuatro”, sino que dejó todo así.
Y Abraham dijo: “Bueno, si mi sobrino Lot se ha multiplicado y sus hijas se han multiplicado, de seguro que hay más de 10 personas; pero si no, ya mañana Sodoma y Gomorra serán destruidas”. Y cuando escuchó por la mañana las explosiones, y vio el humo y todo, y miró, vio que no había encontrado Dios diez personas justas.
¿Y por qué se requería a lo menos diez personas, como poco diez personas? Porque si Dios no había perdonado al mundo antediluviano con ocho personas justas que tenía (Noé, su esposa, sus tres hijos y sus tres yernas)8, pues Dios no perdonaría a Sodoma y Gomorra si tenían menos de diez personas.
Y ahora, vean ustedes cómo para el Día Postrero el mundo, el reino de los gentiles, está sentenciado a ser destruido. El reino de los gentiles será quitado y será establecido el glorioso Reino de nuestro amado Señor Jesucristo. Y eso significa que, para el tiempo final, el juicio divino del día ardiente como un horno ha de venir sobre el reino de los gentiles, que se encontrará en el Día Postrero, en el tiempo final, en los pies de hierro y de barro cocido, como en la estatua que vio el rey Nabucodonosor9.
Pero miren ustedes, hubo en el tiempo de Abraham, hubo un grupo que estuvo en la parte alta, estuvo allá en la montaña en donde Dios los visitó.
Y para el tiempo final estará la simiente de Abraham en la parte alta de la montaña, del Monte de Dios: estarán en la Edad de la Piedra Angular, seguros ahí, escuchando la Voz de Cristo, la Voz de Elohim, dándonos a conocer todas estas cosas que han de suceder pronto en medio del reino de los gentiles; pero estaremos a salvo, porque estamos en la cumbre del Monte de Dios, del Monte de Sion.
Y vamos a ser transformados y raptados para ir con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero, mientras la Tierra estará pasando por los juicios divinos; y luego regresaremos… después de los tres años y medio de la gran tribulación regresaremos a la Tierra, para estar en el glorioso Reino Milenial de nuestro amado Señor Jesucristo.
Ahora, ¿cuándo ocurrió la destrucción de Sodoma y Gomorra? Ocurrió en la mañana, cuando ya el sol había salido. Cuando rayaba el alba los Ángeles le dieron prisa a Lot para que se fuera, y lo sacaron fuera. No fue que Lot dijo: “Si ya yo me voy a ir antes que amanezca”, y la esposa de Lot: “Sí, vámonos antes que amanezca”. ¡No querían irse! Estaban muy apegados a las cosas que ellos tenían allí en Sodoma y Gomorra; y la posición de Lot allí era muy importante también.
Así que ellos estaban económicamente bien, y socialmente bien, políticamente bien, pero la ciudad, esas ciudades iban a ser destruidas; y si iban a ser destruidas, lo iban a perder todo ellos, y no tenían tiempo para sacar de allí ya nada, sino salir huyendo y escapar por sus vidas.
Y ahora, vean ustedes que esta es la condición de la humanidad en este tiempo final.
Pero recuerden que Abraham estaba seguro, estaba tranquilo allí arriba en la cúspide del monte con todo lo que él tenía; porque el juicio no venía para Abraham y su grupo ahí arriba, sino que venía para el mundo, para Sodoma y Gomorra, en donde, por desgracia, se encontraba Lot.
Y Lot con su familia, vean ustedes, es tipo y figura de las vírgenes fatuas, que pasarán por la gran tribulación y lo perderán todo; pero Abraham es tipo y figura de los escogidos de Dios que estarán viviendo en el Día Postrero.
Ahora, vean ustedes cómo Dios le apareció a Abraham antes de la destrucción de Sodoma y Gomorra, y le había aparecido a Abraham en muchas ocasiones anteriores también.
Y ahora, vean ustedes cómo luego, cuando Elohim —que es el mismo Melquisedec— se hizo carne, apareció en medio de la simiente de Abraham según la carne (el pueblo hebreo) dos mil años atrás; visitó al pueblo hebreo en carne humana.
Y por eso es que en una ocasión, por allá por el capítulo, vamos a ver, capítulo 10… Vamos a ver qué capítulo era. Capítulo 6 (déjenme buscarlo bien aquí)… Capítulo 8 (estábamos entre el 6 y el 10). Así que vamos a buscar el capítulo 8, verso 56 en adelante, y vamos a ver lo que Jesús dice aquí [San Juan]:
“Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.
Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?”.
O sea, le están diciendo: “Eres mentiroso. Pero no tienes cincuenta años, ¿y dices que has visto a Abraham?”.
“Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.
Tomaron entonces piedras para arrojárselas; pero Jesús se escondió y salió del templo; y atravesando por en medio de ellos, se fue”.
Tan buenas noticias que les está dando Jesucristo aquí: “Antes que Abraham fuera, yo soy. Él deseó ver Mi día; lo vio, y se gozó”. Lo vio y se gozó cuando comió con Elohim, y Elohim le habló, le reveló los secretos del corazón de Sara, le dio a conocer que el hijo prometido vendría (para el próximo año ya lo tendrían ellos), y le dio a conocer los juicios divinos que vendrían sobre Sodoma y Gomorra. O sea que les habló de la venida del hijo prometido y les habló también de la venida del juicio divino sobre Sodoma y Gomorra.
Y encontramos que de estas cosas también nos hablaría Elohim en el tiempo final: nos hablaría del Hijo prometido, o sea, de la Segunda Venida de Cristo, y nos hablaría también del juicio que ha de caer sobre la raza humana durante la gran tribulación.
Ese juicio divino de la gran tribulación que ha de venir sería revelado, dado a conocer a los escogidos de Dios, representados en Abraham; así que para la simiente de Abraham todas estas revelaciones serían dadas a conocer.
Y ahora, encontramos que Jesús dice: “Antes que Abraham fuera, yo soy”. No solamente era en el tiempo de Abraham, sino antes de Abraham también.
Juan el Bautista, en una ocasión en que estaba predicando, hablando acerca de Cristo, vean lo que dice (esto se encuentra por ahí por el capítulo 1 de San Juan). Dice… capítulo 1, versos 25 en adelante, dice:
“Y le preguntaron (a Juan), y le dijeron: ¿Por qué, pues, bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta?
Juan les respondió diciendo: Yo bautizo con agua; mas en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis.
Este es el que viene después de mí, el que es antes de mí…”.
Ahora miren, el que es antes de Juan el Bautista venía después de Juan el Bautista.
“… el que es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado”.
Ahora, sigue diciendo:
“Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.
El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo.
Y yo no le conocía; mas para que fuese manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando con agua”.
Y ahora, vean ustedes cómo Juan identifica a Jesús como el que vendría después de él.
“También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él.
Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquel me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ese es el que bautiza con el Espíritu Santo.
Y yo le vi, y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios”.
Ahora, vean cómo Juan el Bautista identifica a Jesús como Aquel del cual él está dando testimonio que vendrá después de él, pero que es antes que él, es antes que Juan el Bautista.
Jesús dice: “Antes que Abraham fuera, yo soy”. Es antes que Abraham, también es antes que Noé, fue antes que Moisés también, fue antes que Enoc, fue antes que Matusalén, fue antes que Adán también; porque Él es el Creador de todas las cosas: “Por Él fueron hechas todas las cosas, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”.
Porque nuestro amado Señor Jesucristo es el Jehová del Antiguo Testamento, el cual se creó un cuerpo de carne en el vientre de María; y cuando nació ese cuerpo de carne, ahí habitó el Jehová del Antiguo Testamento, y tuvo Su ministerio de tres años y medio.
Vino el Ángel de Jehová, como había sido prometido por Dios a través del profeta Malaquías, en el capítulo 3. Vino el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, en la forma de un hombre, de un profeta, llamado Jesús. Estaba prometido en Malaquías, capítulo 3, verso 1 en adelante, que vendría, cuando dijo:
“He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí…”.
Ese mensajero que enviaría delante de él ¿quién fue? Fue Juan el Bautista. Y después vendría ¿quién? El Mesías, el Ángel de Jehová. Veamos a ver:
“… y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis…”.
¿A quién buscaba el pueblo hebreo? Al Señor Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob; a Elohim, el cual le apareció a Abraham el día antes de la destrucción de Sodoma y Gomorra, y comió con Abraham, y Abraham le llamó Elohim, que es ‘Señor’.
Y ahora, el Señor vendría, Elohim vendría al pueblo hebreo.
“… y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros”.
¿Quién es este Señor que vendrá? Es el Señor Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, que es el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, que es el mismo Dios con Su cuerpo teofánico. Ahora, está prometido para venir en forma humana, en forma de hombre, en medio del pueblo hebreo, con un cuerpo de carne.
Y ahora, vean ustedes:
“He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos”.
¿Quién vendrá? “El Ángel del Pacto, a quien deseáis vosotros”. Ellos deseaban la Venida del Ángel del Pacto en carne humana, ellos deseaban la Venida del Ángel de Jehová, el cual estaba en un cuerpo teofánico de la sexta dimensión, y que aparecía en muchas ocasiones en esa forma visible, en la forma de un hombre de otra dimensión, y en otras ocasiones solamente se veía una luz; pero dentro, allí estaba un Hombre de otra dimensión que le hablaba a Sus profetas.
A Moisés le dijo el Ángel de Jehová en esa llama de fuego (estando), le dijo: “Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob”10. Y le apareció en forma visible en otras ocasiones a Moisés11; y también a Abraham le había aparecido, y también a otros profetas de Dios.
Y ahora, podemos ver que cuando envío Su mensajero delante de Él, que fue Juan el Bautista, luego apareció el Verbo que era con Dios y era Dios: apareció en forma visible, en forma humana, en aquel cuerpo que nació en Belén de Judea a través de la virgen María, y fue conocido por el nombre de Jesús. Ese era nada menos que el Ángel de Jehová en Su cuerpo físico en medio del pueblo hebreo, apareciendo en forma visible. Era nada menos que el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, apareciendo en la forma de un hombre, en la forma de un profeta.
Y por eso es que encontramos que Jesús le hablaba a los vientos o al mar y le obedecían12; y podía multiplicar los panes y los peces, porque era el Creador13. Él podía crear vista a los ciegos, podía sanar a los enfermos, podía echar fuera a los demonios.
Y aun hubo ocasiones en que esos espíritus que estaban en algunas personas le decían a Jesús que por qué iba Jesús a ellos para atormentarlos antes de tiempo, y le decían que sabían quién era Él. Ellos decían que ellos sabían que Él era el Hijo de Dios; y ellos temblaban cuando veían que Jesús llegaba, porque ellos estaban viendo que era el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, que estaba llegando en un cuerpo de carne; pero ellos sabían quién estaba dentro de ese cuerpo14.
Y ahora, vean ustedes que esos espíritus malos sabían más que los mismos líderes religiosos de aquel tiempo; porque los líderes religiosos decían que Jesús era Beelzebú, o sea que ellos decían que en Jesús estaba Beelzebú haciendo aquellos milagros y todas esas cosas15; pero cuando los que estaban con espíritus malos veían a Jesús, los espíritus malos que estaban en esas personas no decían que Jesús era Beelzebú, no decían que Jesús era el diablo, ellos decían: “Tú eres el Hijo de Dios”16. ¿Ven? Ellos sabían quién era Jesús.
Y ahora, vean ustedes cómo estuvo en medio de la raza humana Elohim, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob; y el mismo pueblo hebreo ni se dio cuenta de que allí estaba con ellos Elohim, el Melquisedec que le había aparecido a Abraham y le había dado pan y vino; y luego, más adelante, Abraham le dio pan y le dio carne de un becerro, y así por el estilo, a Elohim.
Ahora, vean ustedes cómo el Dios Todopoderoso con Su cuerpo teofánico de la sexta dimensión, que es en la forma de un cuerpo de esta dimensión, pero de otra dimensión; y Dios en ese cuerpo teofánico de la sexta dimensión ¿a qué se parece? Pues se parece a nosotros: a un hombre, pero es de otra dimensión; y Él es el Creador de los Cielos y de la Tierra.
Y apareció en la forma de un profeta, en medio del pueblo hebreo, llamado Jesús, para llevar a cabo la Obra de Redención en la Cruz del Calvario; con Su propio cuerpo y Su propia Sangre de Su propio cuerpo físico llevó a cabo Su Obra de Redención.
Y luego se presentó en el Trono que está en el Cielo como Sumo Sacerdote según el Orden de Melquisedec, llevando Su propia Sangre, la cual ofreció para limpiarnos de todo pecado; y la colocó en el Cielo, en el Lugar de Intercesión en el Cielo, en el Propiciatorio, para hacer intercesión así hasta que haya entrado hasta el último de los escogidos de Dios al Cuerpo Místico del Señor Jesucristo. Y cuando haya entrado hasta el último, termina Su Obra de Intercesión allá en el Cielo.
Y ahora, hemos visto que Jesucristo, vean ustedes, es el principio de la Creación de Dios: tanto en Su cuerpo teofánico como también en Su cuerpo físico, encontramos que es el primero, el principio, el Primogénito, el principio de la Nueva Creación, el principio de esa nueva raza.
Porque por medio de Adán, encontramos que hemos llegado a este planeta Tierra sentenciados a muerte, hemos venido a una humanidad que está en muerte, muerte espiritual, y con la sentencia de muerte para ser echados en el lago de fuego.
Pero por medio del segundo Adán, Jesucristo, al creer en Él como nuestro Salvador y lavar nuestros pecados en Su Sangre y recibir Su Espíritu Santo, obtenemos un nuevo nacimiento: nacemos en el Reino de Dios, nacemos en el Cuerpo Místico de Cristo con vida eterna; y así es como obtenemos un cuerpo teofánico de la sexta dimensión, un cuerpo como el cuerpo teofánico de Dios, de Jesucristo. Y así es como comenzamos bien: con vida eterna.
Porque cuando nacimos en esta Tierra obtuvimos un espíritu del mundo y un cuerpo por medio de la unión de un hombre y de una mujer, y por lo tanto, ese cuerpo es temporal, y el espíritu también es temporal.
Pero por medio del nuevo nacimiento, al creer en Cristo como nuestro Salvador y recibirlo como nuestro Salvador y lavar nuestros pecados en la Sangre de Cristo, recibimos el Espíritu Santo —el nuevo nacimiento lo recibimos así—; y ya pertenecemos a una Nueva Creación, de la cual Jesucristo es el primero, es el principio de esa Nueva Creación.
Por eso ustedes encuentran que Cristo, vean ustedes, Su cuerpo teofánico lo obtuvo antes de la creación del universo; y luego, Su cuerpo físico lo obtuvo por medio de creación divina en el vientre de María. No fue por medio de la unión de un hombre y de una mujer, sino por medio de creación divina. Y en ese cuerpo creado por Dios habitó.
Y Él decía: “Nadie me quita la vida; yo la pongo por Mí mismo, para volverla a tomar”17. Él dijo: “Si el Grano de Trigo no cae en tierra y muere, Él solo queda”18; o sea que Jesucristo estaría viviendo todavía aquí en la Tierra en aquel cuerpo llamado Jesús de Nazaret, mientras la raza humana estaría desaparecida: porque en el día en que Jesús murió en la Cruz del Calvario era el día en que todo ser humano tenía que morir bajo los juicios divinos.
Pero por cuanto Él tomó nuestros pecados, cuando llegó ese momento para Dios derramar Su juicio divino sobre la raza humana, todos los pecados estaban ¿dónde? Estaban en una sola persona: en Jesucristo; y el juicio divino cayó sobre Jesucristo. Y por eso es que, al morir, Él tuvo que ir al infierno, donde todos los seres humanos teníamos que ir. Fue al infierno, porque la paga del pecado es muerte19, y luego la persona tiene que ir al infierno (en espíritu) para vivir allá.
Pero Cristo, por cuanto tomó nuestros pecados, se hizo mortal, murió, y luego tuvo que ir en espíritu al infierno; pero allí, encontramos que obtuvo la victoria en contra del diablo también, y le quitó las llaves del infierno y de la muerte20.
Predicó allí en el infierno. ¿Que Cristo predicó en el infierno? Eso está en la Biblia. ¿Qué Cristo fue al infierno? Pues claro que sí, por causa de que había tomado nuestros pecados, para que nosotros no tengamos que ir al infierno, para que todo aquel que en Él crea no se pierda, mas tenga vida eterna.
¡Tonto es el que no recibe a Cristo como su Salvador y lava sus pecados en la Sangre de Cristo y recibe Su Espíritu Santo! La persona sería un tonto si no cree en Cristo y lava sus pecados en la Sangre de Cristo y no recibe Su Espíritu Santo. ¿Por qué sería un tonto? Porque entonces tiene que morir esa persona por sus propios pecados e ir al infierno. ¿Y quién lo va a sacar de allí?
Ahora, vean ustedes, en Primera de Pedro, capítulo 3, verso 18 en adelante, dice:
“Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu;
en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados…”.
¿En qué fue y predicó a los espíritus encarcelados? En espíritu. O sea, en ese cuerpo teofánico de la sexta dimensión Jesús fue al infierno, a la quinta dimensión, y predicó allí; le predicó a los espíritus encarcelados.
“… los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua”.
Solamente ocho personas se salvaron en el tiempo de Noé. ¿Ven?
Cualquier persona puede decir: “Pero es que si Dios derrama el juicio divino sobre la raza humana serían millones los que serían destruidos”. Miren el tiempo de Noé: solamente ocho personas se salvaron, y hubo millones de seres humanos; pero Noé ofrecía a Dios el sacrificio por el pecado —de esos animalitos que Dios había establecido—, y sus pecados estaban cubiertos con la sangre de esos sacrificios.
Y para el tiempo final se requiere que toda persona tenga sus pecados, no cubiertos, sino quitados; y solamente hay un sacrificio que quita el pecado del ser humano: y ese es el Sacrificio de Jesucristo.
Y toda persona que no haya recibido a Cristo como su Salvador y lavado sus pecados en la Sangre de Cristo y recibido Su Espíritu Santo: tendrá que pasar por los juicios de la gran tribulación durante los tres años y medio que han de venir.
Pero los que han lavado sus pecados en la Sangre de Cristo y han recibido Su Espíritu Santo: han nacido de nuevo, y se encuentran sin pecados; y Cristo los llevará a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo, que durará tres años y medio; e iremos en cuerpos eternos y glorificados que recibiremos pronto, en este tiempo final, en este Día Postrero: los muertos en Cristo resucitarán y nosotros los que vivimos seremos transformados; y nos iremos luego con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero, mientras la humanidad estará pasando por los juicios divinos de la gran tribulación.
Ahora, hemos visto que Jesucristo es el Primogénito del Cielo; y si Él es el Primogénito del Cielo, hay más hijos e hijas de Dios del Cielo. Esas personas son aquellos que tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero. De ellos habla el apóstol San Pablo en su carta a los Hebreos, en el capítulo 12, versos 22 en adelante, donde dice:
“… sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles,
a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos”.
“La congregación de los primogénitos que están inscritos en los Cielos”. La congregación de los primogénitos es la Iglesia del Señor Jesucristo, que tiene los primogénitos que tienen sus nombres escritos en el Cielo; y son hijos e hijas de Dios por medio del segundo Adán, por medio de Jesucristo, el Primogénito de Dios.
Y ahora, por medio de Jesucristo, el Primogénito de Dios, Él nos da de Su propio Espíritu, y así obtenemos un cuerpo teofánico de la sexta dimensión; un cuerpo teofánico de la sexta dimensión, que es un cuerpo como nuestro cuerpo, pero de otra dimensión: de la sexta dimensión, de la dimensión de Melquisedec; de esa dimensión sexta desde la cual Melquisedec, Elohim, el Verbo que era con Dios y era Dios y es Dios, creó todas las cosas.
Y encontramos que por tener Su Espíritu, de Su Espíritu somos primogénitos de Dios; por cuanto Él es el Primogénito de Dios, el Primogénito del Cielo.
Y ahora, todos los hijos de Cristo, por medio del nuevo nacimiento, pertenecen a la Familia de los primogénitos de Dios, de los primogénitos del Cielo, escritos en el Libro de la Vida del Cordero, para vivir por toda la eternidad con nuestro amado Señor Jesucristo, y ser reyes y sacerdotes en el Reino de Jesucristo. Reyes y sacerdotes ¿de qué orden?
Pues cualquier persona se preguntará: “¿Y cómo podrá ser eso, si yo no pertenezco a la tribu de Leví?, ¿si yo no soy un descendiente tampoco de Aarón, que eran los que tenían los oficios del templo?”. No se preocupe, hay un orden superior: el Orden de Melquisedec del Templo que está en el Cielo; y a ese Orden y de ese Orden es que nosotros somos reyes y sacerdotes; así como Melquisedec es Rey de Paz, Rey de Salem y de Justicia, y es Sacerdote del Dios Altísimo.
Y ahora, nosotros somos reyes y sacerdotes ¿de quién? Del Dios Altísimo, por ser hijos de Melquisedec, Jesucristo nuestro Salvador; y ser así hijos del Primogénito del Cielo, hijos de Jesucristo, el Primogénito del Cielo, el Primogénito de Dios, el principio de la Creación de Dios.
Y ahora, vean ustedes cómo nosotros por medio de Cristo estamos obteniendo —por creación divina— un cuerpo teofánico; y en el Día Postrero, en este tiempo en que vivimos, recibiremos un cuerpo físico creado por Dios, creado por Cristo; y los muertos en Cristo también, en el cual resucitarán.
Y tenderemos entonces el cuerpo teofánico eterno y perfecto, y el cuerpo físico eterno y perfecto y glorificado, para vivir con Cristo por toda la eternidad, por el Milenio y por toda la eternidad, como reyes y sacerdotes en Su Reino; y así heredar con Cristo todas las cosas.
Hemos visto: “EL MISTERIO DEL PRIMOGÉNITO DEL CIELO”, en donde también hemos visto que somos primogénitos escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero; y por eso hemos venido por medio de Jesucristo, el Primogénito de Dios, el principio de la Creación de Dios.
Que las bendiciones de Jesucristo, el Primogénito del Cielo, el principio de la Creación de Dios, sean sobre cada uno de ustedes y sobre mí también. Y pronto todos los escogidos que faltan por ser llamados y juntados sean llamados y juntados, y se complete el número de todos los primogénitos escritos en el Cielo; y pronto seamos todos transformados y tengamos el nuevo cuerpo; y los muertos en Cristo sean resucitados y estén con nosotros también aquí en la Tierra. Y luego de estar de 30 a 40 días aquí en el nuevo cuerpo, nos vayamos a la Cena de las Bodas del Cordero, como está prometido. En el Nombre Eterno de nuestro amado Señor Jesucristo. Amén y amén.
Que Dios les continúe bendiciendo a todos, que Dios les guarde. Y adelante sirviendo a Jesucristo nuestro amado Salvador, el Primogénito del Cielo, el principio de la Creación de Dios.
Y nos veremos en el glorioso Reino Milenial, reinando con Cristo, y nos continuaremos viendo por toda la eternidad.
Será hasta una próxima ocasión en que estaré nuevamente con ustedes, ya sea en este cuerpo mortal o en el nuevo cuerpo; de todas formas, nos vamos a ver nuevamente. Y cuando nos veamos en el nuevo cuerpo ya no tendremos los problemas terrenales que hoy en día tenemos. Pero vernos en estos cuerpos mortales también es una bendición grande, porque así compartimos la Palabra de Dios, y así podemos ver el Programa Divino que Él tiene para nuestro tiempo; y así ser preparados para pronto ser transformados y raptados, e ir a la Cena de las Bodas del Cordero.
Nunca se aparten de nuestro amado Señor Jesucristo; Él nos dará un cuerpo nuevo y Él nos llevará a la Cena de las Bodas del Cordero. No hay esperanza fuera de nuestro amado Señor Jesucristo. Así que adelante sirviendo a nuestro amado Señor Jesucristo con todo vuestro corazón.
Que Dios les bendiga, y pasen todos un día feliz, lleno de las bendiciones de Cristo.
Y nos veremos en la noche…; diríamos “en la noche”, aunque está de día a esa hora, pero en muchos lugares, después de las 6:00 ya se dice “en la noche”, aunque todavía esté de día.
Bueno, nos veremos en la próxima actividad, de 7:00 a 7:30 (por ahí es) nos veremos, para continuar viendo el Programa Divino correspondiente a nuestro tiempo y las grandes bendiciones que Él tiene para cada uno de ustedes y para mí también.
Que Dios les continúe bendiciendo a todos, que Dios les guarde. Y dejo nuevamente con ustedes al ministro de aquí de este lugar.
Que Dios les bendiga y les guarde a todos.
“EL MISTERIO DEL PRIMOGÉNITO DEL CIELO”.
[Revisión diciembre 2022 -RM-JR]
1 San Juan 3:1-7
2 San Juan 14:8-11
3 Génesis 14:17-20, Hebreos 7:1-3
4 Génesis 18:1-15
5 Génesis 18:16-21
6 Génesis 18:16
7 Hebreos 7:9-10
8 Génesis 7:13, 1 Pedro 3:20
9 Daniel 2:31-35
10 Éxodo 3:1-6
11 Éxodo 33:18-23
12 San Mateo 8:23-27, San Marcos 4:35-41, San Lucas 8:22-25
13 Alimentación de los cinco mil: Mt. 14:13-21, Mr. 6:30-44, Lc. 9:10-17, Jn. 6:1-13 / Alimentación de los cuatro mil: Mt. 15:32-38, Mr. 8:1-9
14 San Mateo 8:28-32, San Marcos 5:1-13, San Lucas 8:26-33
15 San Mateo 12:24, San Marcos 3:22, San Lucas 11:15
16 San Marcos 3:11, San Lucas 4:41
17 San Juan 10:17-18
18 San Juan 12:24
19 Romanos 6:23
20 Apocalipsis 1:18