Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes aquí en Ji-Paraná, Rondônia, Brasil. Es para mí una bendición grande estar con ustedes, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios; y así ver qué clase de tierra, de terreno, somos nosotros en este Día Postrero, conforme a la parábola del sembrador dada por nuestro amado Señor Jesucristo.
Luego de Jesucristo hablar esta parábola, Él estando con Sus discípulos, ellos le preguntaron por qué les hablaba por parábolas a la gente, y Él les dijo:
“Porque a vosotros os es dado (a conocer o) saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado”.
Y luego de decir esto, en el capítulo 13, verso 10 al 11, explicó la parábola del sembrador en el capítulo 16… o capítulo 13, verso 16 en adelante, donde dice [San Mateo]:
“Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen.
Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.
Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador:
Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino.
Y el que fue sembrado en pedregales, este es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo;
pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza.
El que fue sembrado entre espinos, este es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa.
Mas el que fue sembrado en buena tierra, este es el que oye (la Palabra) y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno”.
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla, y llevar fruto en abundancia.
Nuestro tema para esta ocasión es: “EL MISTERIO DE LAS CUATRO CLASES DE TIERRA” o de terreno.
Hay cuatro clases de terreno, o sea que hay cuatro clases de personas que escuchan la predicación del Evangelio; y en una de esas cuatro clases se encuentra usted y yo también.
Ahora, en esta ocasión vamos a ver dónde nos encontramos conforme a esta parábola de nuestro amado Señor Jesucristo.
Jesucristo dice que el terreno que está junto al camino representa aquellos que escuchan la Palabra y no la entienden. Esas son las personas representadas en el terreno junto al camino, donde la Palabra es sembrada.
Mientras sembraba, vean ustedes, parte de la semilla cayó junto al camino; o sea que cuando está sembrando, ustedes pueden ver que el viento se lleva parte de la semilla y es sembrada junto al camino, en un lugar donde no va a nacer ni va a llevar fruto.
Ese es el tipo de persona que escucha la predicación del Evangelio y no lo entiende, o sea que no comprende la necesidad que tiene de salvación para tener vida eterna; no comprende la necesidad que tiene de creer en Cristo como su Salvador y lavar sus pecados en la Sangre de Jesucristo, el Cordero de Dios, para así estar sin pecado delante de Dios, y recibir el Espíritu de Dios.
Cristo dijo: “El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna”[1]; pero el que no la escucha, o la escucha y no la entiende, y por consiguiente no la recibe en su alma y la atesora allí para que nazca y lleve fruto, ¿qué sucede? Pues no tiene vida eterna.
Y esa persona, habiendo tenido la oportunidad de obtener vida eterna por medio de la predicación del Evangelio, al escuchar el Evangelio y creer en Cristo como su Salvador, esa persona pierde esa oportunidad.
O sea que escucha la Palabra siendo predicada, pero no le da la importancia que tiene esa Palabra; porque no comprende que de recibir esa Palabra que es predicada, y aceptar a Cristo como su Salvador, y lavar sus pecados en la Sangre de Cristo, y recibir Su Espíritu para así nacer de nuevo, de eso depende la eternidad para esa persona. Pero esa persona que no entiende pierde la oportunidad de vida eterna que ha estado delante de él cuando ha escuchado la Palabra de Dios.
Luego se va la persona y el diablo arranca lo que fue sembrado allá en su corazón; y la persona se le olvida que necesita a Cristo como su Salvador, que necesita lo que fue predicado: a Cristo como su Salvador; y así la persona pierde la bendición de Dios, que es para toda la eternidad.
Porque: “El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna”; pero el que no la oye, y cree en Dios y en Jesucristo, pues no tiene vida eterna.
Y, por lo tanto, cuando muera la persona irá al lugar que nunca quisiera ir: a la quinta dimensión. Cualquier persona dirá: “¡Qué bueno que va para otra dimensión!”; pero ¿saben cuál es la quinta dimensión? El infierno, que es el lugar donde ninguna persona quiere ir.
El hombre rico que fue al infierno no quería estar allí; pero pidió a Abraham la oportunidad de salir del infierno. ¿Que le pidió una oportunidad a Abraham? Claro que sí, pero Abraham no se la dio; él pidió que un hombre fuera de entre los muertos a sus hermanos[2].
Y habló acerca de Lázaro resucitando; pero también estaba la posibilidad de que Abraham le dijera que fuera él mismo a sus hermanos, porque sus hermanos pues lo conocían a él. Pero ni Lázaro ni el hombre rico podían regresar a la Tierra para dar testimonio de cómo es allá.
Ahora podemos ver que no le fue permitida la petición a esa persona que fue al infierno, porque esa persona perdió todo derecho a la vida eterna y todo derecho a hacer pedidos a Dios. Cuando tenía que pedir a Dios era aquí en la Tierra; ya cuando una persona va al infierno, allí no tiene ningún derecho.
El infierno es una cárcel donde la persona va en lo que es llamado al Juicio Final; y la persona allí no tiene la oportunidad de una fianza para que lo dejen libre hasta que el Juicio Final se lleve a cabo. No. La persona tiene que permanecer en esa cárcel llamada el infierno.
Recuerdan que Cristo fue a los que estaban ¿cómo? Encarcelados, los cuales fueron desobedientes en el tiempo de Noé. Esto está en Primera de Pedro, capítulo 3, verso 18 en adelante, donde dice:
“Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu;
en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados…”.
Jesucristo fue en Espíritu (o sea, en Su cuerpo teofánico) al infierno cuando murió. Porque la paga del pecado es muerte[3]; y Cristo tomó nuestros pecados y murió; y por consiguiente tenía que ir al infierno, tenía que ir al infierno en Espíritu, como va al infierno en espíritu todo ser humano que muere sin salvación.
Pero si muere salva la persona, pues va en espíritu al Paraíso, que es la sexta dimensión.
Ahora, Cristo por cuanto llevó nuestros pecados y murió por nuestros pecados tenía que ir al infierno. Y dice:
“… y predicó a los espíritus encarcelados,
los (cuales) en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé”.
¿Cuáles eran esas personas que en espíritu estaban en el infierno, en la quinta dimensión, en esa cárcel?
Porque la quinta dimensión es la cárcel donde van los pecadores hasta que se lleva a cabo el Juicio Final, para el cual van a resucitar y van a ser presentados delante del Trono de Jesucristo para ser juzgados en el Juicio Final, en el Juicio del Trono Blanco, después del Reino Milenial[4].
Ahora, Cristo fue y les predicó a esas personas, no salvación sino condenación, dándoles testimonio de por qué estaban allí: dándoles testimonio de que estaban allí por ser incrédulos a la predicación de Noé.
Y ahora, Cristo luego de estar en el infierno…; encontramos que allí en el infierno luchó con el diablo, le quitó las llaves del infierno y de la muerte al diablo[5], para poder salir del infierno y de la muerte; porque el diablo tenía las llaves del infierno y de la muerte, pero Cristo las tomó, se las quito y pasó al Paraíso; salió del infierno, pasó al Paraíso.
Y después de estar en el Paraíso (donde estaba Abraham, Isaac, Jacob y todos los santos del Antiguo Testamento, incluyendo a Juan el Bautista), luego resucitó de entre los muertos, y con Él resucitaron los santos del Antiguo Testamento, conforme a San Mateo, capítulo 27, verso 50 al 53.
Y aparecieron a muchos en la ciudad de Jerusalén, después de la resurrección de Jesucristo. Y el mismo Jesucristo apareció a Sus discípulos en diferentes ocasiones, por 40 días; durante 40 días apareció en diferentes ocasiones; y luego ascendió al Cielo[6].
Y 10 días después derramó de Su Espíritu Santo sobre 120 personas que estaban en el aposento alto esperando la promesa del Espíritu Santo[7], para así producirse en ellos el nuevo nacimiento, del cual le habló Cristo a Nicodemo diciéndole: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca de nuevo, no puede ver el Reino de Dios”.
Nicodemo pensó de un nuevo nacimiento por medio de una mujer, y le dice: “¿Cómo puede hacerse esto? ¿Puede acaso el hombre ya siendo viejo entrar en el vientre de su madre, y nacer?”.
Nicodemo pensó en un nuevo nacimiento por medio de una mujer; pero Cristo le está hablando de un nuevo nacimiento por medio del Espíritu de Dios. Y le dice: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios (o al Reino de Dios)”; por lo tanto, no puede pertenecer al Cuerpo Místico de Jesucristo, que es la Iglesia del Señor Jesucristo; no puede pertenecer al Reino de Dios.
Ahora, vean ustedes cómo ahí en San Juan, capítulo 3, verso 1 al 6, Jesucristo le dio testimonio a Nicodemo del nuevo nacimiento.
Ahora, los discípulos de Jesucristo todavía no habían nacido de nuevo, aunque estaban creyendo en Jesucristo, pero tenían que pasar por sus diferentes etapas. Ellos habían recibido la semilla de la Palabra de Dios, la cual tenía que nacer y tenía que crecer para luego llevar fruto. Ahora, encontramos que el Día de Pentecostés fueron llenos del Espíritu Santo y nacieron de nuevo.
Ahora, vean ustedes, la Palabra tiene que tener en la vida de la persona que la recibe sus diferentes etapas.
Los de junto al camino, encontramos que no tuvieron la etapa del nacimiento de la Palabra en ellos y por consiguiente no nacieron de nuevo; ellos no esperaron las diferentes etapas por las cuales tenía que pasar esa buena semilla de la Palabra de Dios.
Así como toda semilla luego de ser sembrada en la Tierra tiene que nacer, y viene a nacer esa semilla en la forma de una plantita; y luego tiene que ir creciendo, y para eso tiene que ser regada esa plantita con agua, y el sol le tiene que dar su luz a medida que va pasando el tiempo, hasta que llega el tiempo en que echa fruto y produce fruto en abundancia.
Ahora podemos ver que las personas que están junto al camino —que representan a las personas que oyen la predicación del Evangelio y no la entienden, y por consiguiente no reciben a Cristo como su Salvador y no reciben la salvación—, encontramos que esas personas no han tenido en sus almas las diferentes etapas por las cuales tiene que pasar la semilla de la Palabra del Reino; la semilla de la Palabra de Dios que ha sido predicada para salvación de las personas. Y ahora, encontramos que esas personas son solamente oyentes olvidadizos.
Luego tenemos las personas representadas en el terreno lleno de piedras, un terreno pedregoso; esos son los que reciben la Palabra, el Evangelio con gozo, pero no tienen raíces, o sea, esa Palabra no se arraiga dentro de ellos, porque son personas representadas en terreno pedregoso.
Esas personas aparentemente vienen a ser cristianos, pero por un corto tiempo; esos son los que al venir las pruebas y aflicciones por causa del Evangelio que han recibido, se escandalizan.
Algunos dicen: “Pero yo no esperaba tener estos problemas en mi casa. Ahora mi esposa no cree, y yo creo en el Evangelio y ahora ella me critica; y ahora hasta los hijos me critican”; y ahí comienza la prueba para esas personas.
Porque toda persona tiene que ser probada, para demostrar si verdaderamente ha creído en Jesucristo y ha tomado Su Cruz para seguir a Jesucristo.
Jesucristo no dijo que no íbamos a tener luchas y problemas; Él dijo: “Si alguno quiere seguir en pos de mí, tome su cruz, y sígame”[8]. O sea que nos mostró que el camino de la vida eterna es de pruebas, de luchas, de aflicciones y de sufrimientos; pero por Cristo tenemos que estar dispuestos a sufrir lo que tengamos que sufrir.
“Y el que no dejare padre, madre y propiedades (y lo que tenga que dejar que le estorbe para seguir a Cristo), no es digno de Mi”, dijo Jesucristo. Y los discípulos de Jesucristo le dicen: “Bueno, nosotros hemos dejado todo, ¿qué de nosotros?”. Jesucristo les dijo que tendrían ¿cuánto? Cien veces lo que habían dejado y la vida eterna[9]; o sea que al ciento por uno Jesucristo les da a las personas.
Esa Palabra produce al ciento por uno para las personas que la reciben con toda su alma; y la vida eterna, que es lo más importante para toda persona.
Porque “¿de qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y pierde su alma?”[10], ¿de qué le ha servido ser un hombre multimillonario en la Tierra, con grandes bienes terrenales, y después que se muera esa persona?, ¿se acabó todo para esa persona?
Es echado al infierno hasta que sea llamado para el Juicio Final, para ser condenado y luego echado al lago de fuego.
¿De qué le sirvió vivir en la Tierra 70 o 100 años, o más de 100 años, y ser un multimillonario en la Tierra?
No le valió de nada. Fue un hombre que no valoró su alma, fue un hombre que fue mezquino con su alma, fue un hombre que no alimentó su alma con la Palabra de Dios, por lo tanto, perdió el derecho a la vida eterna; y tuvo la oportunidad aquí en la Tierra de la vida eterna, de agarrarse de la vida eterna.
¡Echa mano de la vida eterna![11] Para eso estamos aquí en la Tierra: para echar mano de la vida eterna; y las demás cosas son las añadiduras de la vida.
Necesitamos comprender el propósito de nuestra vida aquí en la Tierra. Cristo dijo: “Buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia, las demás cosas serán añadidas”[12].
Pero algunas personas buscan las añadiduras de la vida y se olvidan de buscar el Reino de Dios, y se les pasa el tiempo que Dios les dio, y después se mueren. Y después que están en el infierno, quieren que alguien del Paraíso vaya a ellos con un vaso de agua fría o con el dedo mojado en agua para que les dé a beber.
¿Saben lo que quería ese hombre rico? Que Abraham mandara a Lázaro al infierno; pero Dios le dijo que Lázaro no iba para el infierno, a llevarle agua ahí al infierno a él. Lázaro se iba a quedar en el Paraíso, y el hombre rico se iba a quedar en el infierno.
Y si no tenía agua, ¿por qué no buscó la salvación cuando vivió en la Tierra?; y hubiera vivido feliz, después de muerto su cuerpo físico hubiera vivido feliz en el Paraíso, en el Seno de Abraham.
Ahora podemos ver que la felicidad real no es en este cuerpo físico, es cuando uno termina su vida en este cuerpo físico la felicidad eterna: esa es la real. Lo que es aquí en este cuerpo físico es temporal.
Una persona puede ser muy rico aquí; pero miren, el hombre rico estando en el infierno no podía ni comprar un vaso de agua fría, su dinero se le había quedado en la Tierra y en el infierno era un pobre rico. Allí era un pobre, aunque había sido rico en la Tierra; y Lázaro era aquel mendigo pobre, pero ahora estaba rico en el Seno de Abraham.
Ahora, ¿cuál era el verdadero rico? El que en la Tierra era un pobre. ¿Y cuál era el verdadero pobre? El que en la Tierra había sido un rico. Pero el rico está representado en el terreno lleno de espinas.
Ese terreno lleno de espinos es el que oye la Palabra…; así como los demás la escucharon; así como la escuchó aquel que es representado en pedregales, pero cuando le vinieron las aflicciones se apartó del Señor.
Ustedes pueden ver personas que han estado en el Evangelio por un tiempo y después se apartan: son el terreno representado en pedregales, es un mal terreno; por lo tanto, es un mal cristiano. Estuvo en el cristianismo por un tiempo y luego se apartó; es una tierra mala, es un terreno de pedregales.
Pero ahora, el terreno que está lleno de espinos, ese es el terreno o la persona que escucha la Palabra…:
“El que fue sembrado entre espinos, este es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa”.
La Palabra es para llevar fruto en la persona, porque es una semilla que es sembrada en el corazón de la persona, y tiene que nacer, tiene que venir el nuevo nacimiento de la persona.
Pero miren ustedes, estas tres clases de personas de las cuales hemos hablado, ninguno de ellos obtuvo el nuevo nacimiento; todos se quedaron en la etapa de escuchar la Palabra.
Y ahora, vean ustedes, los dos (el segundo y el tercero) caminaron un poquito más, pero no llegaron al nuevo nacimiento.
Y ahora, vean ustedes cómo las riquezas y los afanes de esta vida terrenal ahogaron la Palabra que había recibido, y la persona —representada entre espinos— no siguió hacia adelante buscando a Dios y sirviéndole a Dios hasta obtener el nuevo nacimiento para así poder llevar fruto en abundancia. Sin el nuevo nacimiento la persona no puede llevar el fruto correspondiente como un cristiano.
Pero no todo es negativo, no todas son personas negativas; hay un grupo de personas que están representados en la buena tierra. Y dice:
“Mas el que fue sembrado en buena tierra, este es el que oye y entiende la palabra”.
Porque la Palabra de Dios es para escucharla y entenderla; porque la fe viene por el oír de la Palabra de Dios siendo predicada[13]; y el justo por la fe vivirá[14]. Y este que escucha la Palabra y la entiende es el que lleva fruto a ciento, sesenta y treinta por uno.
O sea que así como usted siembra un grano de trigo y nace ese granito de trigo, y comienza a verse esa plantita crecer, y luego al final (en el tiempo señalado para esa plantita dar fruto) comienza a verse el fruto de esa plantita y comienza a producir fruto; y cuando usted ve el fruto en esa plantita, usted dice: “Yo sembré un granito de trigo, y ahora yo estoy viendo muchos granitos de trigo en la parte de arriba de esa plantita de trigo”.
Ese trigo que ya nació ahí en la Planta tiene que madurar; y a medida que le da el Sol de la enseñanza de la Palabra va madurando, para luego ser cosechado. Y esas personas, vean ustedes, en la parte de arriba de la Plantita, llevan mucho fruto.
O sea, se siembra un granito de trigo, y hay plantas que producen cien granitos de trigo, hay plantas que producen sesenta granitos de trigo, y hay otras que producen treinta granitos de trigo. Unos a ciento por uno: se sembró un granito y produce cien granitos. Esa es la ley de la siembra y de la cosecha.
Y para eso es que se siembra: para cosechar en forma multiplicada lo que fue sembrado.
Así también Cristo nos habló del Hijo del Hombre, el Grano de Trigo, en Su Primera Venida; y nos dijo: “Si el Grano de Trigo no cae en tierra y muere, Él solo queda; pero si cae en tierra y muere, mucho fruto lleva”. Eso lo encontramos en el Evangelio según San Juan, capítulo 12, verso 24.
Ahora, vean ustedes, Jesucristo es el Grano de Trigo que fue sembrado en tierra: Él murió en la Cruz del Calvario, y luego el Día de Pentecostés nació en la forma de una Plantita de trigo, en la forma de Su Iglesia. Allí lo tenemos a Jesucristo el Grano de Trigo convertido en una Planta de trigo, convertido en Su Iglesia.
Y es en la Iglesia donde aparecerán los granos de trigo iguales al Grano de Trigo que fue sembrado en tierra.
Por eso es que Jesucristo, el Grano de Trigo, estaría multiplicándose conforme a la ley de la siembra y de la cosecha para producir muchos granos de trigo, millones de granos de trigo, millones de seres humanos a imagen y semejanza Suya, a imagen y semejanza de Jesucristo; como nos dice Primera de Corintios, capítulo 15, verso 49 en adelante, dice:
“… así como hemos traído la imagen del terrenal (de Adán), traeremos también la imagen del celestial (o sea, de Jesucristo)”.
Seremos a imagen y semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo; y entonces estaremos iguales al Grano de Trigo, Jesucristo, que fue sembrado en tierra.
Y en este Día Postrero se llevará a cabo la cosecha de los granos de trigo, se llevará a cabo la cosecha del producto del Grano de Trigo que fue sembrado en tierra; por eso es que para el Día Postrero los muertos en Cristo resucitarán en cuerpos incorruptibles y nosotros los que vivimos seremos transformados. Y todos estaremos iguales a nuestro amado Señor Jesucristo; y así estará, el Grano de Trigo que fue sembrado en tierra, multiplicado en millones de seres humanos iguales al Señor Jesucristo.
Ahora, vean ustedes el misterio de Jesucristo el Grano de Trigo que fue sembrado en tierra. Él es la Palabra que se hizo carne y habitó entre los seres humanos[15].
Y ahora, cuando nosotros escuchamos la Palabra del Reino, la predicación del Evangelio, esa Palabra entra a nosotros y se hace carne en nosotros; eso es en aquellos que oyen la Palabra, la entienden, para producir fruto en abundancia: a ciento por uno en algunos, en otros a sesenta por uno y en otros a treinta por uno; para producir el fruto de esa Palabra que fue sembrada en el corazón de cada persona que oyó y entendió esa Palabra. Esas personas están representadas en la buena tierra.
Ahora podemos ver en esta noche qué clase de tierra es usted. Examínese en el espejo de la Palabra de Dios y vea qué clase de tierra es usted.
Ahora, veamos estas cuatro clases de tierra como edades de la Iglesia del Señor.
Tenemos cada una de las edades de la Iglesia, en el tiempo en que estuvo vigente fue la buena tierra de ese tiempo; y tenemos las siete edades de la Iglesia gentil, las cuales se cumplieron cada una en su tiempo y fue la buena tierra donde fueron sembrados los granos de trigo, los hijos e hijas de Dios de cada edad.
Y encontramos que para el Día Postrero también estarán los escogidos de Dios en la edad correspondiente al trigo.
En cada edad encontramos que los granos de trigo, o sea, los hijos e hijas de Dios, estuvieron en esta Tierra sembrados y estuvieron en el territorio en donde se cumplió cada edad, bajo el ministerio del mensajero correspondiente a cada edad.
Las siete edades de la Iglesia gentil se cumplieron.
La primera en Asia Menor. Esa primera edad, representada en la iglesia de Éfeso, fue la buena tierra para aquel tiempo; y el territorio de Asia Menor, como territorio, fue la buena tierra para aquel tiempo.
Luego la segunda edad, representada en la iglesia de Esmirna (una de las iglesias de Asia Menor), fue la buena tierra para la segunda edad; y encontramos que esa segunda edad se cumplió en Francia, una nación europea. Esa fue la buena tierra como nación, como territorio, para la segunda edad, para tener los hijos e hijas de Dios, los escogidos de Dios, el trigo de Dios.
Y así hemos visto que en Europa se cumplieron cinco edades: la segunda, tercera, cuarta, quinta y sexta edad se cumplieron en Europa, en diferentes naciones europeas; y luego la séptima etapa o edad de la Iglesia gentil se cumplió en Norteamérica.
La séptima edad fue el buen terreno o buena tierra para esa séptima etapa de la Iglesia gentil, y el territorio fue Norteamérica como buena tierra, donde Dios colocó Sus hijos, Su simiente para la séptima edad; y de ahí se extendió el Mensaje a otras naciones.
Y ahora para este tiempo final ¿dónde se cumple la Edad de la Piedra Angular?; porque la Edad de la Piedra Angular es la buena tierra como edad, para tener la semilla de los hijos e hijas de Dios. Esa Edad de la Piedra Angular se cumple en la América Latina y el Caribe.
La América Latina y el Caribe como territorio es la buena tierra donde Dios ha colocado la buena simiente, la buena semilla de Su Palabra, Su Palabra, Su Mensaje Final; y ha colocado Su buena semilla, la simiente de Dios, que son los hijos e hijas de Dios.
Y ahora podemos ver: “EL MISTERIO DE LAS CUATRO CLASES DE TIERRA”.
Y nosotros estamos viviendo en la buena tierra, la buena tierra del Día Postrero.
Miren ustedes, para nuestro tiempo, donde se cumplieron las siete edades de la Iglesia gentil, en la actualidad ya no son la buena tierra para este tiempo final, para Dios colocar ahí Su simiente, Sus hijos correspondientes a la Edad de la Piedra Angular.
La buena tierra para este tiempo final es la América Latina y el Caribe. Y en la América Latina y el Caribe estarán los hijos e hijas de Dios, que también son la buena tierra donde la Palabra del Reino es sembrada, es colocada, para que produzca fruto en abundancia.
Ahora hemos visto quién es la buena tierra donde la simiente de la Palabra de Dios sería sembrada. La buena tierra son los escogidos de Dios, que tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida del Cordero desde antes de la fundación del mundo.
A vosotros es concedido conocer los misterios del Reino de Dios, del Reino de los Cielos; a vosotros es concedido escuchar la Palabra del Reino y entenderla. ¿Por qué? Porque ustedes son la buena tierra donde sería sembrada la semilla, la simiente de la Palabra del Reino, para llevar fruto en abundancia.
Y ahora nos encontramos en la etapa final del Programa Divino, y hemos visto las cuatro clases de tierra o de terreno.
Y hemos identificado la buena tierra como territorio para este Día Postrero: que es la América Latina y el Caribe, y como edad: que es la Edad de la Piedra Angular, y como dispensación: que es la Dispensación del Reino; y como individuos: que son los escogidos de Dios, que son llamados y juntados en este Día Postrero, en la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino, los cuales serán transformados cuando los muertos en Cristo resuciten en este Día Postrero.
Así que si estamos vivos todos los que estamos aquí presentes cuando los muertos en Cristo resuciten: vamos a ser transformados; pero si alguno se va antes, no hay ningún problema: regresará para estar con nosotros, y regresará en el cuerpo eterno que Cristo ha prometido para cada uno de ustedes y para mí también.
Así que no hay ningún problema si alguno de los nuestros se va en este tiempo final; él volverá, y volverá en un cuerpo eterno.
Ahora, todos, como decía San Pablo: “No queremos ser desvestidos de esta vestidura terrenal, sino revestidos”[16] con el nuevo cuerpo, sin ver muerte; y así nadie sufre por nosotros. Ni tampoco nosotros sufrimos la partida de aquí de la Tierra; porque al partir de aquí de la Tierra ya termina nuestro tiempo de trabajar en el Reino de Dios.
Tenemos que aprovechar bien el tiempo trabajando en el Reino de Dios, sirviendo a Cristo con toda nuestra alma y glorificando Su Nombre, y dándole gracias por Sus bendiciones que Él nos ha dado en este Día Postrero; dándole gracias por sembrar Su Palabra en nuestras almas y darnos a conocer los misterios del Reino de Dios, para así entender la Palabra del Reino y ser identificados como la buena tierra del Día Postrero.
¿Dónde está la buena tierra del Día Postrero? Aquí estamos presentes, con la Palabra de Dios colocada en nuestras almas y entendiendo esa Palabra de Dios correspondiente a este Día Postrero, para así estar llevando fruto en abundancia.
Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también; y que todas las etapas por las cuales tiene que pasar la Palabra del Reino se lleven a cabo en vuestras vidas y produzcan fruto en abundancia. Mi deseo es que todos produzcan fruto a ciento por uno; ese es el deseo mío para cada uno de ustedes.
Que Dios les bendiga, y pronto todos seamos transformados y llevados a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo.
Y los que faltan por llegar, que tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida del Cordero, sean llamados y juntados en este tiempo final, y también lleven fruto en abundancia en este Día Postrero, como buena tierra. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Muchas gracias por vuestra amable atención, amables amigos y hermanos presentes, y pasen todos muy buenas noches.
Dejo con ustedes al reverendo Miguel Bermúdez Marín, para continuar y finalizar en esta noche nuestra parte dándole gracias a nuestro amado Señor Jesucristo por darnos Su Palabra correspondiente a este Día Postrero: el Mensaje del Evangelio del Reino, por medio de la manifestación de Jesucristo en Espíritu Santo a través de Su Ángel Mensajero, con el cual está llamando y juntando a todos Sus escogidos, a toda la buena tierra, a todos los escogidos que escucharían Su Palabra, la Palabra del Reino, y la entenderían en este Día Postrero.
Que Dios les bendiga, y pasen todos muy buenas noches.
“EL MISTERIO DE LAS CUATRO CLASES DE TIERRA”.
[Revisión enero 2023 –RM-DM]
[1] San Juan 5:24
[2] San Lucas 16:19-31
[3] Romanos 6:23
[4] Apocalipsis 20:11-15
[5] Apocalipsis 1:18
[6] Hechos 1:1-9
[7] Hechos 2:1-4
[8] Mt. 16:24, Mr. 8:34, Lc. 9:23, 14:27
[9] Mt. 19:27-29, Mr. 10:28-30, Lc. 14:26, 18:28-30
[10] San Mateo 16:26, San Marcos 8:36
[11] 1 Timoteo 6:12
[12] San Mateo 6:33, San Lucas 12:31
[13] Romanos 10:17
[14] Habacuc 2:4, Romanos 1:17
[15] San Juan 1:14
[16] 2 Corintios 5:4