El Atalaya del Día Postrero

Muy buenos días, amados hermanos y amigos presentes y televidentes.

Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre cada uno de ustedes y sobre mí también, y en este día nos hable directamente a nuestras almas y nos permita entender, y nos edifique interiormente y también exteriormente, y nos prepare para ser transformados y raptados en este Día Postrero. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Quiero leer en Ezequiel, capítulo 3, versos 16 al 21; y dice así:

Y aconteció que al cabo de los siete días vino a mí palabra de Jehová, diciendo:

Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, tú la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte.

Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano.

Pero si tú amonestares al impío, y él no se convirtiere de su impiedad y de su mal camino, él morirá por su maldad, pero tú habrás librado tu alma.

Si el justo se apartare de su justicia e hiciere maldad, y pusiere yo tropiezo delante de él, él morirá, porque tú no le amonestaste; en su pecado morirá, y sus justicias que había hecho no vendrán en memoria; pero su sangre demandaré de tu mano.

Pero si al justo amonestares para que no peque, y no pecare, de cierto vivirá, porque fue amonestado; y tú habrás librado tu alma”.

Nuestro tema para esta ocasión es: “EL ATALAYA DEL DÍA POSTRERO”.

Encontramos, en el Antiguo Testamento, que el profeta Ezequiel fue colocado por atalaya del pueblo hebreo, así como lo fue también Jeremías, lo fue Isaías y todos estos profetas que Dios envió en el Antiguo Testamento. Ellos fueron enviados con la Palabra de Dios para el tiempo en que ellos vivieron, y dieron a conocer al pueblo hebreo todas las cosas que Dios les hablaba a ellos para que (estos profetas) las dieran a conocer al pueblo hebreo.

Encontramos al gran profeta y atalaya del pueblo hebreo, el profeta Moisés, el cual le mostró al pueblo hebreo que Dios colocaba delante de ellos la vida y la muerte; y Dios recomendó, por medio del profeta Moisés, que las personas escogieran la vida para que vivieran, y así ellos pudieran vivir conforme a la voluntad de Dios, y la descendencia de ellos también1.

Ahora vean cómo Dios coloca delante del ser humano la vida y la muerte, la bendición y la maldición; en el capítulo 30 de Deuteronomio dice:

Sucederá que cuando hubieren venido sobre ti todas estas cosas, la bendición y la maldición que he puesto delante de ti, y te arrepintieres en medio de todas las naciones adonde te hubiere arrojado Jehová tu Dios,

y te convirtieres a Jehová tu Dios, y obedecieres a su voz conforme a todo lo que yo te mando hoy, tú y tus hijos, con todo tu corazón y con toda tu alma,

entonces Jehová hará volver a tus cautivos, y tendrá misericordia de ti, y volverá a recogerte de entre todos los pueblos adonde te hubiere esparcido Jehová tu Dios.

Aun cuando tus desterrados estuvieren en las partes más lejanas que hay debajo del cielo, de allí te recogerá Jehová tu Dios, y de allá te tomará;

y te hará volver Jehová tu Dios a la tierra que heredaron tus padres, y será tuya; y te hará bien, y te multiplicará más que a tus padres.

Y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas.

Y pondrá Jehová tu Dios todas estas maldiciones sobre tus enemigos, y sobre tus aborrecedores que te persiguieron.

Y tú volverás, y oirás la voz de Jehová, y pondrás por obra todos sus mandamientos que yo te ordeno hoy”.

Aquí podemos ver que Dios le muestra por medio del profeta Moisés al pueblo hebreo, que si no obedecen la Voz de Dios, la Palabra de Dios dada por medio de Moisés, ellos serán esparcidos: las maldiciones vendrán sobre los hebreos. Pero luego, aun estando ellos en otras tierras…, porque ser llevados en cautiverio era una de las maldiciones, ser esparcidos; pero, dice: “Cuando estando en las tierras lejanas te arrepintieres, entonces yo te traeré de esas tierras, aunque sean muy lejanas; y te colocaré nuevamente en tu heredad, en la tierra de Israel; y allí te bendeciré. Te daré un nuevo corazón, y te daré un corazón circuncidado (o sea, una circuncisión que Dios hará en el corazón del pueblo hebreo, de cada persona que arrepentido por sus pecados busca a Dios)”.

Ahora, encontramos que el pueblo hebreo está regresando a su tierra ya desde la década del 40 o mucho antes; y ya están nuevamente establecidos como una nación, con su propia bandera y su propia moneda y su propio gobierno; y están ahí los huesos unidos: cada uno al hueso que le corresponde; y los nervios también colocados en su lugar: esos líderes religiosos; y carne sobre los nervios, y piel también; pero le falta espíritu, el Espíritu de Dios, que regrese al pueblo hebreo2.

Porque cuando el pueblo hebreo rechazó a Cristo como su Rey, luego se tornó Dios a los gentiles; y ha estado caminando entre los gentiles, llamando de entre los gentiles un pueblo para Su Nombre3.

Y luego encontramos que el pueblo hebreo fue esparcido por todas las naciones de la Tierra. Encontramos que por poco Hitler, Mussolini y Stalin exterminan al pueblo hebreo; pero la promesa de Dios es que el pueblo hebreo no será exterminado, aunque se vea a punto de ser exterminado.

Y si Dios no acortaba aquellos días de tribulación del pueblo hebreo bajo Hitler, Mussolini y Stalin, ninguna carne hebrea podía ser salva. Pero, vean ustedes, por causa de los escogidos de Dios de en medio del pueblo hebreo, que son 144.000 hebreos que Dios tiene señalados para llamar y juntar en el Día Postrero, en este tiempo final; por causa de esos escogidos, Dios acortó aquellos días de tribulación del pueblo hebreo bajo Hitler, Mussolini y Stalin.

Y ya vean ustedes cómo han regresado a su tierra, no solamente de Alemania, sino de los diferentes países de Europa; y también de Rusia han estado regresando hace poco tiempo, porque se abrieron las puertas para ellos salir de Rusia, y han estado regresando a su tierra.

Ahora, Dios para el pueblo hebreo tiene un atalaya, un profeta mensajero señalado para hablar Dios por medio de él al pueblo hebreo, y darle a conocer todo el Programa Divino correspondiente a este tiempo final, todo lo relacionado al Reino de Dios para ser establecido en esta Tierra en medio del pueblo hebreo; y el Mesías sentarse sobre el Trono de David y reinar sobre el pueblo hebreo, y reinar sobre este planeta Tierra, sobre todo ser humano y sobre todas las naciones; y el pueblo hebreo ser la cabeza de todas las naciones; porque será Jerusalén la capital del mundo, y el territorio de Israel será el Distrito Federal.

El deseo que ha estado en el corazón del pueblo hebreo como nación, y de cada hebreo como individuo, está muy cerca de convertirse en una realidad con la Venida del Mesías para el Día Postrero, para sentarse en el Trono de David; Trono que reclamará en este Día Postrero en Su Venida como León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, porque ese Trono le pertenece al Mesías.

Y por eso es que han transcurrido miles de años y nadie se ha sentado en ese Trono desde que fue dejado vacío, porque están esperando la llegada del Mesías en este tiempo final, para que tome el Trono de David y reine sobre el pueblo hebreo y sobre todas las naciones.

Porque como Hijo de David, Él es el heredero al Trono de David, para sentarse en ese Trono y reinar sobre las tribus de Israel; pero como Hijo del Hombre, Él es el heredero al planeta Tierra con todos sus habitantes, con todas las naciones, para reinar sobre todas las naciones.

Ahora podemos ver que para este tiempo final hay un Programa profetizado, que será llevado a cabo; ese es el Programa de Dios correspondiente a este tiempo final.

Ahora, ¿por qué Dios no se ha tornado al pueblo hebreo todavía? Esto es porque para el pueblo hebreo hay un momento en específico en el Programa Divino; y hasta que llegue ese momento, Dios no enviará a Su Atalaya del Día Postrero al pueblo hebreo.

Ahora, ¿qué es lo que falta para que el pueblo hebreo reciba el Mensaje?

Muchos han tratado de convertir el pueblo hebreo a Cristo, muchos han tratado de llevarle un mensaje al pueblo hebreo, y sobre todo el Mensaje del Evangelio de la Gracia, pero el pueblo hebreo no ha creído; excepto algunos hebreos como individuos, porque de en medio del pueblo hebreo también hay personas que han sido predestinadas, ordenadas por Dios desde antes de la fundación del mundo, que tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida del Cordero, los cuales son también llamados y juntados y colocados en el Cuerpo Místico de Cristo en las diferentes etapas de la Iglesia del Señor Jesucristo.

En el tiempo de los apóstoles hubo muchos hebreos que recibieron a Cristo como su Salvador bajo la predicación de los apóstoles (la predicación de San Pedro, de Jacobo, de Andrés y todos estos apóstoles de Dios); en medio del pueblo hebreo hubo muchos hebreos que creyeron en Cristo como su Salvador, y lavaron sus pecados en la Sangre de Cristo, y recibieron el Espíritu Santo.

Ahora, vean, la Iglesia del Señor Jesucristo comenzó con hebreos, y vean cómo la Dispensación de la Gracia comenzó con hebreos. Y luego se tornó Cristo a los gentiles, y envió a San Pablo a los gentiles; y en Asia Menor Cristo llevó a cabo la primera etapa o edad entre los gentiles, representada en la iglesia de Éfeso; iglesia que existió en Asia Menor (allá en Éfeso, en Asia Menor).

Y ahora, vean ustedes cómo Cristo, al tornarse a los gentiles, ha estado llamando y juntando un pueblo para Su Nombre, de entre los gentiles, pero de vez en cuando han entrado algunos hebreos también.

En la Iglesia, en el tiempo de San Pablo allá en Asia Menor, también entraron bastantes hebreos al Cuerpo Místico de Cristo, pero luego cada día han sido menos hebreos en el Cuerpo Místico de Cristo, pero siempre hubo algunos en el Cuerpo Místico de Cristo; porque Dios está llamando y juntando un pueblo para Su Nombre.

Y ahora, hemos llegado al tiempo final, cuando las siete etapas o edades de la Iglesia gentil ya han transcurrido, y hemos llegado a la Edad de la Piedra Angular. ¿Y por qué todavía Dios no se ha tornado al pueblo hebreo?

San Pablo en su carta a los Romanos nos dice, en el capítulo 11, verso 25 al 28, dice:

Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio (vean, es un misterio del Reino de Dios), para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles…”.

Ahora, ¿qué es la plenitud de los gentiles? Cuando haya entrado la plenitud de los gentiles es cuando haya entrado hasta el último de los escogidos de Dios del Cuerpo Místico de Cristo de entre los gentiles, o sea, hasta que haya entrado el último miembro del Cuerpo Místico de Cristo escrito en el Libro de la Vida del Cordero desde antes de la fundación del mundo.

Y cuando eso ocurra, ha entrado la plenitud de los gentiles; y Cristo se tornará al pueblo hebreo, se abre la Puerta para el pueblo hebreo; porque cuando la plenitud de los gentiles entre, entonces los muertos en Cristo resucitarán en cuerpos eternos y nosotros los que vivimos seremos transformados.

Y estaremos en cuerpos eternos, o sea, estaremos adoptados como hijos e hijas de Dios; porque la adopción es la redención del cuerpo4, o sea, la transformación de nuestro cuerpo; para que así este cuerpo mortal sea transformado, y tengamos así un cuerpo inmortal, y los muertos en Cristo resuciten en cuerpos eternos. Y así todos, con cuerpos eternos, estaremos adoptados como hijos e hijas de Dios, con un cuerpo físico eterno y glorificado, y con un espíritu teofánico eterno también.

El espíritu teofánico lo recibimos al creer en Cristo como nuestro Salvador, y lavar nuestros pecados en la Sangre de Cristo, y recibir Su Espíritu Santo; ahí es donde ocurre el nuevo nacimiento, del cual Cristo le habló a Nicodemo cuando le dijo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca de nuevo, no puede ver el Reino de Dios”, o sea, no lo puede entender.

Nicodemo pensó que tenía que nacer por medio de su madre nuevamente, y le dice: “¿Cómo puede hacerse esto? ¿Puede acaso el hombre, ya siendo viejo, entrar en el vientre de su madre y nacer?”. Jesús le dice: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios (o en el Reino de Dios)”. Eso está en San Juan, capítulo 3, verso 1 al 6.

Y ahora, vean cómo se requiere el nuevo nacimiento para entrar al Reino de Dios, para poder entrar así al Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia del Señor Jesucristo.

Y cuando se nace de nuevo, al recibir el Espíritu de Cristo, la persona obtiene un espíritu teofánico, un cuerpo teofánico de la sexta dimensión; así es como obtiene la imagen de Cristo, viene a ser a imagen de Jesucristo; y solamente le falta la semejanza, el cuerpo físico y eterno, para ser completamente a imagen y semejanza del Señor Jesucristo.

Al nacer de nuevo ya somos a imagen de Jesucristo; porque la imagen es la teofanía, el cuerpo teofánico de la sexta dimensión.

Ese cuerpo teofánico de la sexta dimensión, lo tuvo primero Jesucristo; Él es el primero en tener un cuerpo teofánico de la sexta dimensión, el cual es el Verbo que era con Dios y era Dios, en el cual estaba Dios manifestado en toda Su plenitud.

Y así como estaba en Abraham, Leví: Cuando Abraham pagó los diezmos a Melquisedec, dice que también Leví diezmó a Dios; así nos dice el apóstol San Pablo5.

Ahora, vean ustedes, así como estaba Leví en los lomos de Abraham y diezmó a Melquisedec, ¿dónde estábamos nosotros cuando Dios estaba creando los Cielos y la Tierra6? Estábamos en el Verbo, que era con Dios y era Dios; estábamos ahí.

Y nosotros teníamos que ser manifestados en esta Tierra en la misma forma en que Jesucristo fue manifestado: en un cuerpo perfecto, inmortal, creado por Dios; pero por causa de la caída en el Huerto del Edén, encontramos que el ser humano —luego de la caída del Huerto del Edén— no ha podido venir a esta Tierra obteniendo primeramente un cuerpo teofánico; y por esa causa, encontramos que el ser humano, al nacer por medio de papá y mamá, obtiene un cuerpo mortal, corruptible y temporal, y obtiene también un espíritu del mundo; porque por medio de la unión de un hombre y de una mujer no puede venir a existencia un cuerpo eterno, porque está viniendo por medio de lo que fue el pecado allá en el Huerto del Edén, y viene contaminado con el pecado.

Y por cuanto la Escritura dice que el alma que pecare morirá7 y que la paga del pecado es muerte8, por eso, al venir una persona a la Tierra por medio de papá y mamá, viene sentenciado ya a muerte.

Ahora, cuando la persona cree en Cristo como su Salvador y lava sus pecados en la Sangre de Cristo, nos dice el mismo Jesucristo en San Juan, capítulo 5, verso 24:

De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”.

Ahora, vean ustedes, por medio del nuevo nacimiento pasa de muerte a vida; porque por medio del nacimiento natural a través de papá y mamá pasó la persona a muerte, pero por medio del nuevo nacimiento pasa a vida eterna; y aunque su cuerpo físico muera, la persona sigue viviendo en el cuerpo teofánico, ese cuerpo de la sexta dimensión, y en el Día Postrero resucitará en un cuerpo eterno.

Ahora, vean el por qué se necesita a Cristo, todo ser humano necesita al Señor Jesucristo. Él dijo9: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; y nadie viene al Padre, sino por mí”.

Cualquier persona que diga que no le interesa recibir a Cristo como su Salvador, no le interesa Cristo, puede ir a cualquier lugar menos al Padre celestial; porque el único camino al Padre celestial es Jesucristo. Él es el Redentor, Él es el que tomó nuestros pecados y pagó esa deuda; Él pagó el precio tomando nuestros pecados. Por cuanto la paga del pecado es muerte, Él, al tomar nuestros pecados, murió por nuestros pecados, para que nosotros podamos vivir eternamente10.

Ahora, vean ustedes, el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario se hace efectivo en cada uno de nosotros al recibir a Cristo como nuestro Salvador y lavar nuestros pecados en la Sangre de Cristo y recibir Su Espíritu Santo, y así producirse en nosotros el nuevo nacimiento.

Y ahora, al producirse el nuevo nacimiento en la persona, ese espíritu teofánico de la sexta dimensión lo va a guiar en toda su vida y lo va a estar dirigiendo; y ese cuerpo físico que tiene, lo va a controlar para que la persona camine en el camino de Dios.

La persona tiene que estar rendida a Dios y dejar que ese Espíritu de Dios, el espíritu teofánico, el Espíritu Santo, le guíe todos los días de su vida; y cuando la persona parta de este cuerpo terrenal, ese espíritu teofánico enviado por Jesucristo lo lleve al Paraíso, que es la sexta dimensión.

Ahora, ¿dónde estaba ese cuerpo teofánico? Estaba en Cristo, el Verbo, el cual se hizo carne; así como el cuerpo físico nuestro, vean ustedes por dónde viene: viene por medio de nuestro padre al unirse a nuestra madre.

Y ahora, vean ustedes, en la manifestación del Espíritu Santo, que es Jesucristo en Espíritu Santo en medio de Su Iglesia, Él llama y junta a las personas que están escritas en el Libro de la Vida del Cordero; y ellos le reciben como su Salvador, lavan sus pecados en la Sangre de Cristo, y Cristo produce el nuevo nacimiento y les da un espíritu teofánico de la sexta dimensión.

O sea que la persona obtiene ese espíritu teofánico: nace así la persona en el Cielo, en la sexta dimensión, y está colocado —en su espíritu teofánico— en lugares celestiales en Cristo Jesús11; y pertenece su espíritu a la sexta dimensión.

Y ese espíritu teofánico va a guiarlo para que así se refleje en la vida de la persona las cosas de la sexta dimensión; las cosas de la sexta dimensión, que son las cosas del nuevo hombre, de ese nuevo hombre interior, o sea, de ese nuevo cuerpo teofánico de la sexta dimensión.

Porque el viejo hombre interior, ese espíritu que recibimos cuando nacimos aquí en la Tierra, nos guiaba hacia el mal; pero el espíritu teofánico de la sexta dimensión nos guía en el bien, en el camino de Dios.

En las cartas del apóstol San Pablo y en los Evangelios, encontramos los hechos y frutos del viejo hombre, y también los del nuevo hombre.

¿Y quiénes son los que serán resucitados en cuerpos inmortales, de los que han partido? Los que nacieron de nuevo, los cuales habían recibido a Cristo como su Salvador y habían lavado sus pecados en la Sangre de Cristo; y estaban viviendo en esa manifestación del nuevo hombre, estaban vestidos del nuevo hombre.

¿Y quiénes serán transformados en el Día Postrero? Los que estarán vestidos del nuevo hombre. Esos serán luego vestidos físicamente del nuevo cuerpo también.

Para ser vestidos del nuevo cuerpo físico y eterno y glorificado, primero tenemos que ser vestidos interiormente con el nuevo hombre interior, que es el cuerpo teofánico, y permitir que él lleve los frutos del nuevo hombre.

Por eso es que San Pablo nos enseña que estemos vestidos del nuevo hombre y que nosotros no estemos en el viejo hombre con sus hechos, que son contrarios a Dios y Su Programa; pero los hechos del nuevo hombre son conforme a la Palabra de Dios12.

Y ahora, vean quiénes entrarán a la Nueva Jerusalén, y quiénes no entrarán. En el capítulo 21, versos 7 y 8, del Apocalipsis, dice:

El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.

Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda”.

Y ahora, en el mismo capítulo 21 del libro del Apocalipsis, versos 22 al 27, dice:

Y no vi en ella templo…”.

O sea, esto es en la Nueva Jerusalén, la cual estará aquí en la Tierra después del Reino Milenial; dice:

Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero.

La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera.

Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella.

Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche.

Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella.

No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero”.

Ahora vean ustedes quiénes entrarán a la Santa Ciudad, la Nueva Jerusalén, que estará luego del Reino Milenial aquí en la Tierra establecida: entrarán allí solamente los que tienen sus nombres escritos (¿dónde?) en el Libro de la Vida del Cordero. Esas son las personas que han recibido a Cristo como su Salvador y han lavado sus pecados en la Sangre de Cristo y han recibido Su Espíritu Santo, y por consiguiente han nacido de nuevo, y han vivido esa nueva vida del nuevo hombre con sus hechos, y han vencido.

Siempre hay una lucha, y por eso es que siempre se puede obtener una victoria. Usted no puede obtener una victoria si no hay una lucha.

Ahora, vean ustedes que estas personas que entrarán a la Santa Ciudad, la Nueva Jerusalén, tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida del Cordero.

Ahora, vean ustedes cómo todo esto ya está hablado por Dios en Su Palabra; y por eso es que estamos llamados a estar vestidos o revestidos del nuevo hombre con sus hechos, para así servir a Cristo con toda nuestra alma, con todas nuestras fuerzas, con todo nuestro espíritu, con todo nuestro ser, todos los días de nuestra vida.

Dice en el capítulo 22 del Apocalipsis, verso 14 en adelante:

Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad”.

¿Dónde lavamos nuestras ropas? En la Sangre del Cordero.

Mas los perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras, y todo aquel que ama y hace mentira.

Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.

¿Por qué ha enviado Su Ángel para dar testimonio de estas cosas en las iglesias? Porque ese es el Atalaya del Día Postrero.

Así como los profetas del Antiguo Testamento y los apóstoles y los ángeles mensajeros fueron los atalayas del tiempo en que vivieron; ahora, para el Día Postrero, el Ángel del Señor Jesucristo, el profeta mensajero del Día Postrero, para la Edad de la Piedra Angular y para la Dispensación del Reino, con el Mensaje del Evangelio del Reino, viene predicando todas estas cosas que deben suceder pronto; y así viene dando testimonio de todas estas cosas, para que así cada persona pueda ver el camino de Dios, pueda entender en qué tiempo estamos viviendo, y pueda ser colocado en el Cuerpo Místico de Cristo en la edad correspondiente a este tiempo, y en la dispensación correspondiente a este tiempo, y pueda así caminar conforme a la voluntad de Dios. Para eso es que Cristo envía Su Ángel Mensajero en este Día Postrero.

Jesucristo en Apocalipsis, capítulo 4, verso 1, con esa Voz de Trompeta dice: “Sube acá, y yo te mostraré las cosas que han de suceder después de estas”, o sea, después de las que han sucedido en las siete etapas o edades de la Iglesia gentil.

Y para Cristo darnos a conocer todas estas cosas que Él promete darnos a conocer, tiene un atalaya, un profeta mensajero, que es Su Ángel Mensajero, para —por medio de él— darnos a conocer todas estas cosas. Dice Apocalipsis, capítulo 22, verso 6:

Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto”.

¿A quién envía para mostrar a Sus siervos las cosas que deben suceder pronto? Envía a Su Ángel Mensajero; porque ese es el Atalaya del Día Postrero. Dice, sigue diciendo:

¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro.

Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas. Y después que las hube oído y visto, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostraba estas cosas.

Pero él me dijo: Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios”.

Ahora vean, Juan el apóstol quiso adorar a los pies de este Ángel que le mostraba todas estas cosas, pero él le dijo que no lo hiciera.

¿Por qué Juan quiso adorar a los pies de este Ángel? Porque este Ángel es el Atalaya de Dios para el Día Postrero, el que en el Día Postrero vendría dando testimonio de todas estas cosas que deben suceder pronto; de las cuales le dio testimonio al apóstol San Juan, en esta forma simbólica en que le mostró a Juan el apóstol todas estas cosas en el libro del Apocalipsis; pero esos símbolos apocalípticos tienen un significado, y ese significado de esos símbolos apocalípticos sería dado a conocer a la Iglesia del Señor Jesucristo.

Las cosas correspondientes al Día Postrero, por medio del Ángel del Señor Jesucristo, Jesucristo manifestado en Su Ángel Mensajero, ungiendo a Su Ángel Mensajero con Su Espíritu Santo, estará usándolo en el Día Postrero, para por medio de él hablarle a Su pueblo: a Su Iglesia primeramente, que es el Israel celestial, y luego hablarle también al Israel terrenal; y darle a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto, en este tiempo final; y mostrarles a todos los seres humanos todas estas cosas, y, sobre todo, a la Iglesia del Señor Jesucristo y al pueblo hebreo; para que así todos los que tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida, ya sea en una sección o en otra sección, tengan la oportunidad de entrar al Programa Divino en este Día Postrero; y así se cumplan las profecías correspondientes al Día Postrero, dadas en el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento.

Ahora, vean ustedes cómo el apóstol San Pablo hablándonos de este misterio del pueblo hebreo, él nos dice que esto que ha sucedido con el pueblo hebreo será hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles.

Sigue diciendo en Romanos, capítulo 11: leímos el verso 25, y ahora pasamos al verso 26 hasta el 29, donde dice:

… y luego todo Israel será salvo, como está escrito:

Vendrá de Sion el Libertador,

que apartará de Jacob la impiedad.

Y este será mi pacto con ellos,

Cuando yo quite sus pecados.

Así que en cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros; pero en cuanto a la elección, son (muy) amados por causa de los padres (o sea, por causa de Abraham, de Isaac y de Jacob).

Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios”.

San Pablo tomó la profecía de Isaías, capítulo 59, verso 17 en adelante (o sea, 17 al 21), para explicar lo que había sucedido con el pueblo hebreo, y lo que sucederá en este Día Postrero cuando haya entrado la plenitud de los gentiles.

Ahora, vean ustedes lo que dice Isaías, capítulo 59, verso 17 en adelante; dice:

Pues de justicia se vistió como de una coraza, con yelmo de salvación en su cabeza; tomó ropas de venganza por vestidura, y se cubrió de celo como de manto,

como para vindicación (o sea, como para venganza), como para retribuir con ira a sus enemigos, y dar el pago a sus adversarios; el pago dará a los de la costa.

Y temerán desde el occidente el nombre de Jehová…”.

O sea, ¿desde dónde comenzarán a temer el Nombre de Jehová? Desde el occidente, porque en el occidente será la manifestación de Dios del Día Postrero: será en el occidente la Venida del Hijo del Hombre, será en el occidente la Venida del Redentor de la Iglesia del Señor Jesucristo y Redentor del pueblo hebreo.

Y temerán desde el occidente el nombre de Jehová, y desde el nacimiento del sol su gloria; porque vendrá el enemigo como río…”.

¿Quién vendrá como un río? El enemigo, que es el diablo: el diablo se encarnará en el anticristo, en el hombre de pecado, en la bestia, y vendrá como un río, y vendrá con naciones y ejércitos; y nadie podrá comprar ni vender si no tiene la marca de la bestia, si no tiene el sello de la bestia (el número o su nombre), si no está sellado en su mano o en su frente: si no tiene su doctrina (eso es el sello en la frente) y si no hace su voluntad (eso es el sello en la mano)13.

Y ahora, vean ustedes, viene como un río ¿por qué? Porque los diez reyes, de Apocalipsis, capítulo 17, verso 11 al 18, le darán a la bestia el poder para que reine. Vamos a ver cómo lo dice aquí; capítulo 17 de Apocalipsis, verso 11 en adelante, dice:

La bestia que era, y no es, es también el octavo; y es de entre los siete, y va a la perdición.

Y los diez cuernos que has visto, son diez reyes, que aún no han recibido reino; pero por una hora recibirán autoridad como reyes juntamente con la bestia.

Estos tienen un mismo propósito, y entregarán su poder y su autoridad a la bestia.

Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados y elegidos y fieles”.

Aquí podemos ver que estos diez reyes le darán su poder y su autoridad a la bestia, para que la bestia reine; y la bestia, vean ustedes, estará reinando, porque el diablo estará encarnado en el anticristo, en el hombre de pecado; y estará esa etapa de los pies de hierro y de barro cocido del reino de los gentiles en su manifestación plena, en donde tomará el control total de estos Gobiernos terrenales, estos Gobiernos gentiles; y ahí es donde el enemigo vendrá en toda su plenitud como un río, con esos reyes y esas naciones y esos ejércitos, y traerá muerte sobre todos aquellos que no estén de acuerdo con el anticristo y su reino y sus leyes establecidas, y perseguirá a las vírgenes fatuas, que estarán durante la gran tribulación aquí en la Tierra.

En el capítulo 12 del Apocalipsis aparecen las vírgenes fatuas y también aparecen los hebreos. Capítulo 12, verso 17, dice:

Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo”.

Ahora, vean ustedes, “la mujer” es la nación hebrea. Y aquí “los que guardan los mandamientos de Dios” son los hebreos, son 144.000 hebreos que van a ser perseguidos y matados. Y “los que tienen el testimonio de Jesucristo”, esos son los creyentes en Jesucristo que no tenían aceite en sus lámparas, o sea, que habían creído en Cristo como su Salvador y lavaron sus pecados en la Sangre de Cristo, pero que no habían recibido el Espíritu de Cristo y por lo tanto no se había producido en ellos el nuevo nacimiento, no habían nacido de nuevo; por lo tanto, no podían ser transformados para ser raptados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero: tenían que permanecer aquí en la Tierra para pasar por la gran tribulación, y así ser pasados por esa etapa donde serán purificados, porque no tenían aceite en sus lámparas; y la bestia los matará.

Habrá una persecución muy grande sobre una sección del cristianismo y también sobre el pueblo hebreo; es llamado ese tiempo de la gran tribulación: “la apretura de Jacob”14.

Y ahora, vean ustedes cómo el pueblo hebreo en este Día Postrero va a despertar, y luego los que tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida del Cordero estarán recibiendo a Cristo como su Salvador, y luego darán sus vidas por Cristo (esos son 144.000 hebreos); pero ellos resucitarán luego, después de la gran tribulación, para entrar al glorioso Reino Milenial del Señor Jesucristo. Esos son los eunucos, que servirán al Rey y la Reina durante el Reino Milenial y por toda la eternidad.

Ahora, vean ustedes aquí cómo sigue diciendo:

[Isaías 59:19] … porque vendrá el enemigo como río, mas el Espíritu de Jehová levantará bandera contra él”.

¿Y qué significa esto: “levantará bandera contra él”? Esa bandera levantada es Apocalipsis, capítulo 11; esa bandera levantada es el ministerio de los Dos Olivos de Apocalipsis, capítulo 11, y de Zacarías, capítulo 4. Esos son los ministerios de Moisés y Elías, que estarán aquí presentes en la Tierra, en este Día Postrero, en favor del Israel celestial: de la Iglesia del Señor Jesucristo, y del Israel terrenal: el pueblo hebreo.

Y Dios levantará bandera en contra del anticristo en este Día Postrero; porque Dios se manifestará en Espíritu Santo por medio de estos ministerios que estarán en la Tierra manifestados en el Atalaya del Día Postrero, que es el Ángel del Señor Jesucristo. Y así será como Dios tendrá Su bandera levantada en este Día Postrero, para bendición de Su Iglesia y para bendición del pueblo hebreo.

Sigue diciendo:

Y vendrá el Redentor a Sion, y a los que se volvieren de la iniquidad en Jacob, dice Jehová.

Y este será mi pacto con ellos, dijo Jehová: El Espíritu mío que está sobre ti, y mis palabras que puse en tu boca, no faltarán de tu boca, ni de la boca de tus hijos, ni de la boca de los hijos de tus hijos, dijo Jehová, desde ahora y para siempre”.

Ahora vean cómo Dios se tornará al pueblo hebreo nuevamente, por medio de esta manifestación correspondiente al Día Postrero, en donde Dios estará manifestado en Espíritu Santo a través de carne humana, a través de Su Atalaya del Día Postrero; en donde este Atalaya Mensajero del Día Postrero estará hablando ungido con el Espíritu de Dios, con el Espíritu Santo, todas estas cosas que deben suceder pronto; y así estará dando a conocer a todos los hijos e hijas de Dios del Israel celestial (o sea, de la Iglesia del Señor Jesucristo) todas estas cosas prometidas para este Día Postrero, todas estas profecías que deben ser cumplidas; y luego estará dándole testimonio también al pueblo hebreo, de todas estas cosas correspondientes al Día Postrero.

Hemos visto este misterio correspondiente al Día Postrero: de cómo Dios obrará en el Día Postrero, de cómo levantará Dios bandera en contra del anticristo en el Día Postrero, en contra de la bestia, y cómo la victoria está prometida que será para el Rey de reyes y Señor de señores.

Porque el Cordero es Rey de reyes y Señor de señores; porque Jesucristo cambiará de Su Obra de Cordero y Su Obra de Intercesión en el Lugar Santísimo del Templo de Dios en el Cielo, en donde Él ha estado por todos estos años desde que ascendió al Cielo como Sumo Sacerdote según el Orden de Melquisedec; porque Él es el Sumo Sacerdote Melquisedec del Templo que está en el Cielo.

Él saldrá como salía el sumo sacerdote del lugar santísimo del templo que estaba en medio del pueblo hebreo en Jerusalén, y como también —antes de ese templo— salía el sumo sacerdote del tabernáculo que construyó Moisés: salía del lugar santísimo luego de haber realizado esa obra de intercesión allá, en el lugar santísimo, con la sangre de la expiación del macho cabrío, el día 10 del mes séptimo cada año (hacía el sumo sacerdote); porque aquel sacrificio o aquellos sacrificios de animalitos no eran perfectos, y por eso tenía que hacer ese sacrificio y esa expiación, siempre, el día décimo del séptimo mes de cada año15.

Pero cuando Cristo murió, resucitó y ascendió al Cielo, fue directamente al Templo que está en el Cielo (no fue al templo que estaba en Jerusalén, sino al Templo que está en el Cielo) para llevar Su propia Sangre; como lo hacía el sumo sacerdote cuando entraba al lugar santísimo el día 10 del mes séptimo.

Ahora, vean ustedes cómo Cristo ascendió al Cielo, entró al Templo que está en el Cielo, pasó al Lugar Santísimo, y llevó allí Su propia Sangre; y entró allí como Sumo Sacerdote.

Y allí, así como el sumo sacerdote entraba y permanecía cierta cantidad de tiempo allí, así Cristo ha estado en el Lugar Santísimo en el Templo del Cielo: en el Lugar Santísimo de ese Templo ha estado desde que ascendió al Cielo hasta este tiempo en el cual nosotros estamos viviendo; y ha estado haciendo intercesión por el Israel celestial, que tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida del Cordero en el Cielo.

Y cuando entre el último de los escogidos, entonces Cristo hace intercesión por ese último escogido y ya termina Su intercesión ahí en el Cielo; y sale del Lugar Santísimo del Cielo, y se convierte en el León de la tribu de Judá, en Rey de reyes y Señor de señores.

El sumo sacerdote entraba al lugar santísimo vestido de lino blanco; y luego, cuando salía del lugar santísimo, se colocaba las vestiduras doradas: se quitaba su ropa, su vestidura de lino blanco, y se colocaba su vestidura dorada. Y vestido con su ropaje o ropa o vestidura dorada, y todas las cosas que conllevaba esa vestimenta, estaba como el “novio” de Jehová para el pueblo hebreo.

Y Cristo, cuando salga del Trono de Intercesión en el Cielo, se vestirá con Sus vestiduras de Rey de reyes y Señor de señores, se vestirá con Sus vestiduras de Príncipe; así como el sumo sacerdote, siendo el príncipe, encontramos que se vestía sus vestiduras doradas cuando salía del trono de intercesión.

Y ahora vean ustedes cómo el sumo sacerdote vestido con su vestidura dorada representaba a Cristo como el Novio de la Iglesia Suya, Novio del Israel celestial, que es la Iglesia del Señor Jesucristo.

Ahora, vean ustedes cómo todo está tipificado allá, en el Antiguo Testamento.

Y así como hubo también más sacerdotes, encontramos que hay más sacerdotes… Así como hubo sacerdotes, más sacerdotes del orden levítico, encontramos que hay más sacerdotes del Orden de Melquisedec, del Orden celestial. Así como hubo sacerdotes, más sacerdotes del orden del templo terrenal y del Israel terrenal, hay también más sacerdotes del Orden celestial y del Israel celestial y del Templo celestial.

Pero el Sumo Sacerdote del Templo celestial y del Israel celestial, ¿saben cómo se llama? Nuestro amado Señor Jesucristo. Él es el Melquisedec que le apareció a Abraham, Él es el Melquisedec del Antiguo Testamento, el cual es el Sacerdote de Dios del Templo que está en el Cielo.

¿Pero saben ustedes una cosa? El Sumo Sacerdote Melquisedec, así como los sacerdotes y sumos sacerdotes se casaban y tenían hijos, el Sumo Sacerdote Melquisedec, ¿saben ustedes una cosa?, tiene hijos también; y por consiguiente, son sacerdotes.

¿Y quiénes son esos sacerdotes? Así como Melquisedec, el Sacerdote del Templo que está en el Cielo, ha sido manifestado en la Tierra en carne humana, ahora los hijos del Sacerdote Melquisedec son manifestados en la Tierra en carne humana también. Y por cuanto vienen en un cuerpo mortal, corruptible y temporal, ellos tienen que hacer contacto con Cristo, para así, con la Sangre de Cristo, ser lavados de nuestros pecados.

Vean ustedes, el sumo sacerdote por quienes primero hacía la expiación y por quienes primero intercedía, era por el mismo sumo sacerdote y por todos los sacerdotes.

Y ahora, Cristo, miren ustedes lo que ha hecho por los sacerdotes del Orden Suyo, o sea, del Orden de Melquisedec, del Orden del Templo que está en el Cielo. Apocalipsis, capítulo 1, verso 4 en adelante, dice:

Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono…”.

Esos siete espíritus que están delante de Su Trono son los siete espíritus de Dios, que también son las siete lámparas del candelero o candelabro que están delante de Dios. Y en su manifestación en la Tierra (de esos siete espíritus de Dios y de esas siete lámparas que están delante de la presencia de Dios, que son los siete ojos del Cordero, son los siete ojos de Dios), en su manifestación aquí en la Tierra (de esas siete lámparas y siete ojos y siete espíritus de Dios), en su manifestación aquí en la Tierra en carne humana, han venido a ser las siete edades con los siete ángeles mensajeros de las siete edades de la Iglesia del Señor Jesucristo.

Esos siete espíritus de Dios son las manifestaciones del Espíritu Santo en Sus siete ángeles mensajeros de las siete edades de la Iglesia del Señor Jesucristo; porque Cristo está materializando aquí en la Tierra, en Su Iglesia, que es Su Templo espiritual y que es el Israel celestial, está materializando en carne humana las cosas del Templo celestial. Vean cómo lo está materializando aquí en la Tierra.

Por eso la Iglesia del Señor Jesucristo es la representación del Templo que está en el Cielo, porque es el Israel celestial; es la representación aquí en la Tierra, y materialización aquí en la Tierra, del Templo que está en el Cielo y las cosas que están en ese Templo.

Y ahora, vean ustedes, dice [Apocalipsis 1:5-6]:

… y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre,

y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios…”.

¿Nos ha hecho qué? Reyes y sacerdotes. ¿Para quién? Para Dios. Somos reyes y sacerdotes para Dios, del Templo que está en el Cielo.

Y por eso, en el Templo que está en el Cielo materializándose aquí en la Tierra en la Iglesia del Señor Jesucristo, somos sacerdotes de Dios según el Orden de Melquisedec; porque somos hijos ¿de qué rey? Del Rey Melquisedec, que también es Sacerdote del Dios Altísimo.

¿Quiénes son los sacerdotes según el Orden de Melquisedec, hijos del Rey Melquisedec? Los lavados en la Sangre del Señor Jesucristo.

Apocalipsis, capítulo 5, verso 9 al 10, dice:

“… y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación;

y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra”.

Ahora vean lo que Cristo ha hecho por cada uno de nosotros: Cristo como Sumo Sacerdote entró al Templo que está en el Cielo, y ha estado haciendo intercesión por todos nosotros, y nos ha hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes; ese Nuevo Orden Sacerdotal de un Nuevo Templo: el Templo, que es la Iglesia del Señor Jesucristo, y del Templo que está en el Cielo.

Y ahora podemos ver el por qué es que vamos a reinar con Cristo como reyes y sacerdotes: porque somos hijos del Rey de reyes y Señor de señores, que es Melquisedec, el cual es el Mesías, el cual es nuestro amado Señor Jesucristo, el cual se hizo carne y habitó entre los seres humanos.

Y así como nuestro cuerpo terrenal estuvo en nuestro padre terrenal, ahora nosotros como hijos del Rey Melquisedec, tanto nuestro espíritu como nuestro cuerpo físico y eterno que hemos de tener, y el cuerpo teofánico, ¿dónde ha estado? En el Rey Melquisedec, que es el Verbo que era con Dios y era Dios.

Y ahora vemos que se hizo carne y habitó entre nosotros en medio del pueblo hebreo; y era nada menos que el Verbo hecho carne, Melquisedec hecho carne, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Ángel del Pacto hecho carne, vestido de carne humana; para llevar a cabo el Sacrificio por el pecado y con Su Sangre limpiarnos de todo pecado, expiar nuestros pecados, y así lavarnos de nuestros pecados, y hacernos sacerdotes de Dios y reyes también: reyes y sacerdotes para nuestro Dios.

Ahora vean, Dios tendrá un Rey sobre la Tierra, el cual es el Mesías; pero con Él estarán ministrando en ese Reino muchos reyes y sacerdotes lavados con la Sangre de Cristo, los cuales recibieron el Espíritu de Cristo (ese cuerpo teofánico) y se operó en ellos el nuevo nacimiento.

Y ahora, para este Día Postrero, Jesucristo envía Su Ángel Mensajero, el Atalaya del Día Postrero, para dar testimonio de estas cosas en las iglesias.

Hemos visto el Atalaya del Día Postrero, que es el Ángel del Señor Jesucristo, con el Mensaje de Jesucristo, el Mensaje del Ángel del Pacto, el Mensaje del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob; un Mensaje para gentiles (para la Iglesia gentil) y también para el pueblo hebreo.

Ese es el Mensaje del Evangelio del Reino, anunciando que la venida del Reino de Dios para este tiempo final se estará convirtiendo en una realidad, y que, luego de la gran tribulación, el glorioso Reino Milenial de Cristo estará establecido; y Cristo —el Cristo, el Mesías, el Ungido— reinará sobre el pueblo hebreo y sobre todas las naciones, sentándose en el Trono de David y reinando desde el Trono de David; y con Él estarán los reyes y sacerdotes que Él lavó con Su Sangre preciosa, y por consiguiente nos hizo reyes y sacerdotes.

Y estábamos en Él desde antes de la fundación del mundo, y nuestros nombres estaban escritos en Su Libro, en el Libro de la Vida del Cordero, el Libro de los Siete Sellos de Apocalipsis, capítulo 5, verso 1 en adelante; ese Libro que Él redimió, ese Libro que contiene los nombres de los redimidos de Dios; ese Libro que luego Él toma en Apocalipsis, capítulo 5, y lo abre, y hace Su reclamo de todo lo que Él redimió con Su Sangre preciosa.

Ese Libro de los Siete Sellos es el Libro de la Vida del Cordero. Ese es el Libro de la Redención, ese es el Título de Propiedad de toda la Creación; y le pertenece al Redentor: a Jesucristo nuestro Salvador. Él es el único digno para tomar ese Libro y abrir esos Sellos; lo cual Él hace cuando termina Su Obra de Redención, cuando termina Su Obra de Intercesión allá en el Lugar Santísimo del Templo que está en el Cielo.

Él, vean ustedes, por estos dos mil años que han transcurrido, ha estado intercediendo por todas las personas que tienen sus nombres escritos en ese Libro que está sellado con siete sellos en Apocalipsis, capítulo 5; y luego que termina Su Obra de Intercesión, Él sale del Lugar Santísimo del Templo que está en el Cielo, sale del Trono de Intercesión, y toma ese Libro y lo abre en el Cielo, y hace Su reclamo.

Pero vean ustedes, antes de eso ¿qué Él ha estado haciendo? Él ha estado llevando a cabo la Obra correspondiente a cada uno de esos Sellos. O sea que los Sellos son abiertos cuando los Sellos son cumplidos.

O sea que lo correspondiente al Séptimo Sello, y los escogidos que están bajo ese Séptimo Sello, y también los que están – y los ministerios que están bajo el Séptimo Sello y bajo el Sexto Sello, tienen que ser manifestados, para Cristo entonces llevar a cabo esa labor de tomar el Libro y abrir esos Sellos; y luego llamar y juntar también a los escogidos del pueblo hebreo, o sea, sellarlos en sus frentes; y el pueblo hebreo ver a Cristo manifestado en toda Su plenitud en el Día Postrero: ver a Cristo en Espíritu Santo manifestado llevando a cabo las obras prometidas para el Día Postrero; esas grandes obras, milagros y maravillas que están prometidos, para así el pueblo hebreo ver al Libertador viniendo a la Iglesia del Señor Jesucristo.

Porque el Ángel Fuerte, que es el Mensajero a Israel, que es el Ángel del Pacto, viene primeramente a Su Iglesia16 en el Día Postrero, para llamar a los escogidos del Día Postrero, juntarlos, y hacer el reclamo de todos los que Él ha redimido con Su Sangre preciosa, para ser transformados todos nosotros, y los muertos en Cristo resucitar; y estar todos con un cuerpo eterno, y ser todos a imagen y semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo. O sea, ser todos a imagen (o sea, cuerpo teofánico) y a semejanza (cuerpo físico glorificado y eterno), a imagen y semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo.

Y así estarán aquí presentes en la Tierra, en este Día Postrero, los reyes y sacerdotes que han sido redimidos con la Sangre del Señor Jesucristo, y han sido hechos reyes y sacerdotes; y estaremos vestidos de reyes con un cuerpo inmortal, con una vestidura inmortal; y todo poder será restaurado a cada uno de esos reyes y sacerdotes; pero estarán bajo la dirección del Rey de reyes y Señor de señores.

Y todo va a funcionar bien. Todo funcionará bien, porque será un Reino de sacerdotes, encabezado ese Reino por el Sumo Sacerdote y Rey de reyes y Señor de señores, Jesucristo, el Mesías, el cual tomará Su Reino en este Día Postrero.

Por eso Él envía el Atalaya del Día Postrero, Su Ángel Mensajero, para dar testimonio de estas cosas en las iglesias; y así ser llamados y juntados todos los escogidos de Dios, y ser preparados para ser transformados en este Día Postrero.

Seremos transformados ¿dónde?, ¿en qué edad? En la Edad de la Piedra Angular, donde somos llamados y juntados en este Día Postrero.

Ha sido para mí un privilegio muy grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de estas cosas prometidas para suceder en este Día Postrero, y así darles testimonio de EL ATALAYA DEL DÍA POSTRERO, que es el Ángel del Señor Jesucristo.

Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”. (Apocalipsis, capítulo 22, verso 16).

Ese es el Enviado del Señor Jesucristo, ese es el Atalaya del Señor Jesucristo.

Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado Su Ángel, para manifestar a Sus siervos las cosas que deben suceder pronto”. (Apocalipsis 22, verso 6).

¿Quién es el enviado por Dios? El Ángel del Señor Jesucristo. Su Ángel es el Enviado, y por consiguiente es el Atalaya del Día Postrero, proclamando con Su Mensaje —el Mensaje del Evangelio del Reino— todas estas cosas que deben suceder pronto.

EL ATALAYA DEL DÍA POSTRERO”.

Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, prometidas para este Día Postrero para Su Iglesia, para Sus escogidos, sean sobre cada uno de ustedes y sobre mí también, y se materialicen en cada uno de nosotros. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Estaré con ustedes nuevamente a las 3:00 de la tarde para la próxima actividad. Tendremos un receso, y luego estaremos a las 3:00 de la tarde para comenzar el devocional y luego la conferencia de la tarde.

Que Dios les continúe bendiciendo a todos, que Dios les guarde, y que nos ayude en este Día Postrero para estar escuchando la Voz de Dios por medio del Atalaya del Día Postrero.

¿Y dónde están los que escucharían la Voz del Atalaya del Día Postrero, los que le recibirían, los que le reconocerían en este Día Postrero? Aquí estamos en este Día Postrero escuchando la Voz de Dios, la Voz de Jesucristo por medio del Atalaya del Día Postrero: por medio de Su Ángel Mensajero.

Que Dios les bendiga y les guarde; y con nosotros nuevamente Félix Caro para continuar; y nos veremos a las 3:00 de la tarde, Dios mediante. Dios les bendiga y les guarde.

EL ATALAYA DEL DÍA POSTRERO”.

[Revisión septiembre 2020]

1 Deuteronomio 30:19

2 Ezequiel 37:1-14

3 Hechos 15:14

4 Romanos 8:23

5 Hebreos 7:9-10

6 Job 38:4-7

7 Ezequiel 18:4, 18:20

8 Romanos 6:23

9 San Juan 14:6

10 1 Corintios 15:3, 1 Juan 2:2, Isaías 53:5

11 Efesios 2:6

12 Efesios 4:17-32, Colosenses 3:5-17

13 Apocalipsis 13:16-17

14 Jeremías 30:7

15 Levítico 16

16 Los Sellos, pág. 57, párr. 18

Scroll al inicio