El tiempo de la Cosecha

Muy buenas tardes, valientes del Hijo de David, y también los jóvenes aquí reunidos y los niños también.

Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también, y nos llene del conocimiento de Su Programa y nos use grandemente en Su Obra. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Leemos en San Mateo, capítulo 9, versos 35 al 38, donde dice:

“Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.

         Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor.

         Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos.

         Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies”.

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla. Nuestro tema para esta ocasión es: “EL TIEMPO DE LA COSECHA”.

Para comprender este tema, tenemos que ir tanto al Antiguo Testamento como al Nuevo Testamento para ver el Programa Divino relacionado a la cosecha del trigo de Dios, que son los hijos e hijas de Dios.

Vean cómo Jesucristo reveló este misterio de la cosecha de los hijos e hijas de Dios con lo que el pueblo ya conocía, que era la cosecha del trigo, y también de otros productos o cereales o vegetales y cosas así de la tierra; con cosas naturales que el pueblo ya conocía, Él tipificó, representó las cosas celestiales, las cosas del Programa de Dios que Él llevaría a cabo.

Y ahora, vean cómo Él dice que envíe más obreros, que oremos que envíe más obreros porque la mies es mucha y los obreros son pocos.

En San Juan, capítulo 4, también nos habla, del verso 34 al 39, y nos dice… Capítulo 4, verso 34 al 39:

“Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra.

         ¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad (¿y mirad qué?) los campos, porque ya están blancos para la siega.

         Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna…”.

Ahora, el fruto que se recoge del trigo, de la siembra del trigo, que son los hijos de Dios, ¿es para qué? Para vida eterna; son colocados para vida eterna todos los hijos e hijas de Dios. Y el salario que se recibe no es dinero (o como ustedes dicen: “no es dinero”, “no es plata”), sino que es bendición divina en el Reino de Dios; no es plata de aquí de la Tierra, sino bendiciones y galardones del Cielo para toda la eternidad.

Cristo dijo en San Mateo 16, verso 27: “Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme (¿a qué?) a sus obras”.

Y en Apocalipsis, capítulo 22, verso 12, dice también: “He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra”.

O sea que habrá recompensa para toda obra que haya sido hecha por cada ser humano. Y los que sus obras han sido en el Reino de Dios, en la Iglesia de Jesucristo, en el Cuerpo Místico de Cristo, trabajando en la Obra de Cristo, la recompensa es para vida eterna; es recompensa en la cual la persona heredará grandes bendiciones de Dios, grandes galardones de Dios.

Ahora, sigue diciendo [San Juan 4:36]:

“Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega.

         Porque en esto es verdadero el dicho: Uno es el que siembra, y otro es el que siega.

         Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores.

         Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: Me dijo todo lo que he hecho (o sea, la mujer samaritana decía: ‘Me dijo todo lo que yo he hecho’, hablando acerca de Jesús)”.

Y ahora vinieron a escuchar a Jesús y a ver a Jesús; y ahora cuando lo oyeron… Vean ustedes, los que vinieron por causa de lo que la mujer había dicho y creyeron al ver a Jesucristo, ahora vean cómo lo escuchan —a Jesús— hablando acerca de la siembra y de la cosecha, y les explica a Sus discípulos que ellos habían sido enviados a cosechar lo que ellos no sembraron.

Vean ustedes, Moisés sembró, y Josué y los jueces y los profetas regaron, y luego vino Jesús con Sus discípulos a cosechar. Y ahora con el Hijo del Hombre vinieron los colaboradores que llevarían a cabo la labor de la Cosecha, con el Hijo del Hombre vinieron muchos colaboradores para cosechar allí. Y les dice:

“Y el que siega (o sea, el que cosecha) recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega.

         Porque en esto es verdadero el dicho: Uno es el que siembra, y otro es el que siega.

         Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores”.

Ahora vean cómo todos estos colaboradores con el Hijo del Hombre en Su Primera Venida vinieron a trabajar en la Obra de Cosecha para recoger el fruto de la Dispensación de la Ley y colocarlos con vida eterna en la Dispensación de la Gracia.

Y para las diferentes edades, vean ustedes, se sembró también para la Dispensación de la Gracia, y vinieron los mensajeros regando lo que fue sembrado. Y luego (ahora) nosotros hemos llegado de nuevo al tiempo de la Cosecha, y muchos colaboradores para el Día Postrero vendrían con el Hijo del Hombre.

Vean ustedes cómo en Apocalipsis, capítulo 14, verso 14 en adelante, nos habla acerca de la siega, o sea, de la cosecha; y nos dice capítulo 14, verso 14 al 20, del Apocalipsis:

“Miré, y he aquí una nube blanca; y sobre la nube uno sentado semejante al Hijo del Hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro, y en la mano una hoz aguda.

         Y del templo salió otro ángel, clamando a gran voz al que estaba sentado sobre la nube: Mete tu hoz, y siega; porque la hora de segar (o sea, de cosechar) ha llegado, pues la mies de la tierra está madura.

         Y el que estaba sentado sobre la nube metió su hoz en la tierra, y la tierra fue segada”.

Ahí podemos ver cómo el Hijo del Hombre es el que viene con la hoz aguda segando, cosechando; pero vean ustedes, con Él vienen los colaboradores para llevar a cabo la labor de la Cosecha en el tiempo final, en este Día Postrero.

Y ahora, vosotros habéis sido enviados a cosechar lo que otros sembraron y lo que otros segaron durante las edades de la Iglesia gentil; ahora nosotros estamos trabajando en la labor de la Cosecha, porque la hora de segar, la hora de cosechar, ha llegado.

Se cosecha en la Edad de la Piedra Angular como se cosechó en los días de Jesucristo en la Edad de la Piedra Angular, luego de pasadas las siete edades de la Iglesia hebrea bajo la Ley.

Y ahora, pasadas las siete edades de la Iglesia del Señor Jesucristo durante la Dispensación de la Gracia, ha llegado la Edad de la Piedra Angular, que es la Edad de la Cosecha, para cosechar con el Hijo del Hombre como colaboradores del Hijo del Hombre en esa gran labor de la Cosecha, donde son llamados y juntados todos los escogidos de Dios con la Gran Voz de Trompeta. ¿Dónde? En la Edad de la Piedra Angular. ¿Y en qué territorio? El territorio latinoamericano y caribeño.

Hemos llegado al tiempo más glorioso de todos los tiempos, al TIEMPO DE LA COSECHA. Y ahora, el que siega recibe salario, el que cosecha recibe salario; y cosecha, siega, para vida eterna.

Y vean ustedes, los que son llamados y juntados, es para vida eterna que son recogidos; y también los galardones que recibirán, que es el salario; porque el que trabaja recibe salario, el que sembró recibe salario, el que regó recibe salario (el que regó lo que estaba sembrado), y el que cosecha también recibe salario.

Y ninguno de los anteriores, ni el que sembró ni los que regaron, se pueden gozar hasta que se lleve a cabo la cosecha; porque cuando se lleva a cabo la cosecha, ahí es el regocijo grande; porque ahí todo el trabajo que hicieron los que vinieron primero, no se perdió.

Pero si no se lleva a cabo la cosecha y se pierde la cosecha, ¿de qué les valió a aquellos sembrar y a los otros regar? De nada les sirvió, porque se perdió todo el trabajo. Pero cuando se lleva a cabo una buena cosecha, los que sembraron y los que regaron se gozan juntamente (¿con quién?) con el que cosecha. O sea que el gozo lo produce el que cosecha con los obreros para esa cosecha, con los colaboradores para esa cosecha, porque se lleva a cabo una buena cosecha.

Y los que sembraron dicen: “No fue en vano nuestro trabajo. ¡Miren qué hermosa cosecha!”. Aunque no les toca a ellos llevar a cabo la cosecha, sino a nosotros en este tiempo, pero ellos ven que hubo una buena cosecha; por lo tanto, ellos tienen bendición, por haber sembrado algo que fue bueno y que tendría una buena cosecha.

Y ahora, nosotros estamos viviendo en el tiempo más grande y glorioso de todos los tiempos.

Miren, en Levítico, capítulo 23, verso 10 en adelante, nos habla de la siembra y también nos habla de la cosecha. Dice:

“Y habló Jehová a Moisés, diciendo…”.

Capítulo 23, verso 9 al 16, dice, de Levítico:

“Y habló Jehová a Moisés, diciendo:

         Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando hayáis entrado en la tierra que yo os doy, y seguéis su mies, traeréis al sacerdote una gavilla por primicia de los primeros frutos de vuestra siega.

         Y el sacerdote mecerá la gavilla delante de Jehová, para que seáis aceptos; el día siguiente del día de reposo la mecerá”.

El día siguiente al día de reposo pues es el día octavo, o sea, es domingo; y hubo siete edades de la Iglesia gentil, y tenemos – al tener siete edades tenemos siete días de edades, y el séptimo día de edades es la séptima edad; y después de la séptima edad viene el Día Octavo, que es representado en el domingo y que representa la Edad de la Piedra Angular.

Y hubo siete edades de la Iglesia hebrea bajo la Ley y después vino la Edad de la Piedra Angular, en donde en la cosecha que hubo en aquel tiempo (la cosecha de todo el fruto que había sido sembrado en la Dispensación de la Ley y se recogió al comienzo de la Dispensación allá de la Gracia), donde estaba en la introducción la Dispensación de la Gracia, y en donde estaba Jesús y Sus apóstoles en esa labor (cosechando para colocar todo el fruto en la Dispensación de la Gracia); en esa Edad de la Piedra Angular se presentó ante Dios una Gavilla de los primeros frutos de la siega, de los primeros frutos de la Cosecha se presentó una Gavilla; y esa Gavilla fue el Hijo del Hombre, Jesucristo.

Y ahora, para el tiempo final… Miren ustedes, esta gavilla, vamos a seguir leyendo:

“Y el sacerdote mecerá la gavilla delante de Jehová, para que seáis aceptos; el día siguiente del día de reposo la mecerá.

         Y el día que ofrezcáis la gavilla, ofreceréis un cordero de un año, sin defecto, en holocausto a Jehová.

         Su ofrenda será dos décimas de efa de flor de harina amasada con aceite, ofrenda encendida a Jehová en olor gratísimo; y su libación será de vino, la cuarta parte de un hin.

         No comeréis pan, ni grano tostado, ni espiga fresca, hasta este mismo día, hasta que hayáis ofrecido la ofrenda de vuestro Dios; estatuto perpetuo es por vuestras edades en dondequiera que habitéis.

         Y contaréis desde el día que sigue al día de reposo, desde el día en que ofrecisteis la gavilla de la ofrenda mecida; siete semanas cumplidas serán.

         Hasta el día siguiente del séptimo día de reposo contaréis cincuenta días; entonces ofreceréis el nuevo grano a Jehová”.

Aquí podemos ver que esto fue lo que sucedió luego de la Gavilla ser mecida delante de Dios, delante de Jehová, con la resurrección de Cristo el día octavo, en donde la Gavilla fue mecida delante de Dios; fue la Gavilla de los primeros frutos, ahora podemos ver, de la Cosecha del Antiguo Testamento.

Y ahora, vean ustedes cómo para la cosecha siempre se lleva al sacerdote una gavilla de los primeros frutos, siempre que hay una cosecha; eso es cada año en medio del pueblo hebreo. Dice:

“Cuando hayáis entrado en la tierra que yo os doy, y seguéis su mies, traeréis al sacerdote una gavilla por primicia de los primeros frutos de vuestra siega”.

O sea que, antes de llevarse a cabo toda la labor de la siega, y el fruto ser presentado delante de Dios, el nuevo grano ser presentado a Dios, antes de eso, se ofrece a Dios la gavilla mecida de los primeros frutos; y ese fue Cristo dos mil años atrás, el cual fue presentado a Dios, ascendió al Cielo y se sentó a la diestra de Dios.

Y ahora, ¿cuándo fue presentado a Dios?, ¿cuándo resucitó? En el Octavo Día.

Y ahora, para el tiempo final, con la cosecha del fruto del Nuevo Testamento tendremos una Gavilla mecida: el Hijo del Hombre en el Día Postrero, en Su Venida con Sus Ángeles.

Y luego, miren ustedes, luego que se presentó a Dios la Gavilla Mecida de los primeros frutos, que fue Cristo, luego se contarían 49 días, contando desde el día en que la Gavilla fue mecida; y luego se pasaría al día 50. Y al día 50, dice:

“Hasta el día siguiente del séptimo día de reposo contaréis cincuenta días; entonces ofreceréis el nuevo grano a Jehová”.

O sea que 50 días desde el día que fue ofrecida la Gavilla Mecida, desde el día en que Jesucristo resucitó hasta contar 50 días; y luego, el día 50, se ofrecería a Dios el nuevo grano, y eso fue el Día de Pentecostés, en donde se ofreció a Dios 120 personas, las cuales fueron llenas del Espíritu de Dios.

Y ahora, aquello es tipo y figura de lo que estará pasando en este tiempo final, en donde una Gavilla de los primeros frutos de la Cosecha del Día Postrero, del Nuevo Testamento, será presentada a Dios; y luego de cierta cantidad de tiempo, de días, vendrá el Grano, el nuevo Grano de la Cosecha, y será presentado a Dios. Esto nos habla de la adopción del Ángel Mensajero de Jesucristo y, después, de la adopción de todos los hijos e hijas de Dios.

Ahora podemos ver todo este Programa Divino, lo cual ya, vean ustedes, se cumplió dos mil años atrás con la cosecha que hubo en el tiempo de Jesús, donde se realizó la cosecha del fruto del Antiguo Testamento y fue recogido el fruto, y se presentó a Dios la Gavilla Mecida, que fue Cristo, la cual fue aceptada por Dios, y eso fue el día octavo (como dice aquí, sería presentada el día octavo); y fue el día octavo, el día domingo, que Jesucristo resucitó y fue presentado a Dios y fue aceptado.

Y ahora, contando 50 días desde ese día de la resurrección de Cristo, se contarían 50 días y se presentaría luego a Dios el nuevo Grano, dice ahí; y esos fueron los 120 en el Día de Pentecostés, los cuales recibieron el Espíritu Santo. Ese fue el día 50, y 50 significa Pentecostés.

Y ahora viene otro Pentecostés, pero no es Día de Pentecostés sino Año de Pentecostés, para recibir la plenitud del Espíritu Santo: la adopción de nuestro cuerpo, o sea, la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos.

Ahora también estará la Gavilla Mecida, el Hijo del Hombre. Vean, siempre es esa Gavilla Mecida. Y el Hijo del Hombre para el Día Postrero estará presente con Sus Ángeles, que son los ministerios de Moisés y Elías siendo manifestados en el tiempo final.

Y ahí tenemos la Gavilla Mecida, que es mecida delante de Dios en el Día Octavo, en la Edad de la Piedra Angular, que es el Día Octavo de los días de la Iglesia; tiene siete días la Iglesia, siete edades, y después tiene el Día Octavo, que es la Edad Eterna, la Edad de la Piedra Angular, donde es presentada esa Gavilla Mecida de los primeros frutos, el cual es el Hijo del Hombre en Su Venida con Sus Ángeles en este tiempo final; para así, luego que entre… Si él entra, en Su manifestación, la manifestación del Hijo del Hombre con Sus Ángeles en Su Ángel Mensajero, si él entra y llega la adopción y es adoptado, entonces el resto también es adoptado.

El bautismo del Espíritu Santo allá, representa para nosotros (acá también) la plenitud del Espíritu Santo. Allá son las primicias, y en el Día Postrero, en adición a las primicias, en adición al bautismo del Espíritu Santo, los escogidos luego recibirán la plenitud del Espíritu Santo; y ahí obtendremos todos la adopción: la transformación de nuestros cuerpos si estamos vivos, y para los que partieron: la resurrección de los escogidos en cuerpos eternos.

Pero habrá una gavilla, la Gavilla de los primeros frutos, la cual es presentada delante de Dios; y eso es el Hijo del Hombre con Sus Ángeles en Su Venida y manifestación en el Día Postrero, en Su Ángel Mensajero. Y si él entra, todos los escogidos entrarán; y serán adoptados y recibirán la plenitud del Espíritu de Dios: la transformación de sus cuerpos en este tiempo final; así como, si cada ángel mensajero entra, su grupo también entrará.

Eso fue lo que le dijeron a nuestro hermano Branham, cuando estuvo nuestro hermano Branham allá en el Paraíso antes de su partida definitiva. Le dijeron[1]: “Tú serás juzgado…”, porque él quería ver a Jesús, y le dijeron: “Ahora no lo puedes ver a Él. Él está más arriba”.

O sea, ellos estaban allí en la sexta dimensión, en el Paraíso, y le dijeron: “Él está más arriba”. ¿Y qué es eso? Él está más arriba: en la séptima dimensión, la dimensión de Dios, allá en el Trono de Dios haciendo intercesión por todos los que faltaban por llegar.

Y ahora le dicen: “Pero Él vendrá a ti y tú serás juzgado, Él te juzgará”. Y ahí él, que quería ver a Jesús, y cuando le dicen que Él vendrá a él y lo juzgará, ahí se asusta (¡cualquiera se asusta!), y ya entonces no estaba diciendo: “Yo quiero ver a Jesús”, sino: “¿Cómo va a ser eso?, ¡¿que yo tengo que ser juzgado?!”.

Entonces averiguó acerca de qué, de cómo él sería juzgado y por qué sería juzgado. Y pregunta: “¿Y los demás mensajeros?”. Y le dicen: “También ellos van a ser juzgados”.

Y ahora le dicen: “Y si tú entras, nosotros entraremos contigo y seremos tus súbditos; y entonces regresaremos a la Tierra, tomaremos cuerpos y entonces comeremos. Acá no se come ni se duerme ni se trabaja, ni ninguna de estas cosas que allá en la Tierra (en palabras nuestras), que allá en la Tierra pues hacíamos. Ni dormimos, ni comemos, ni nos cansamos, nada de esto (allí no hay noche); y ahora nosotros vamos a regresar a la Tierra. Si tú entras, nosotros entraremos contigo, y entonces tomaremos cuerpos y regresaremos a la Tierra, y entonces comeremos”.

Lo mismo que hizo Jesús. Cuando regresó a la Tierra creían que era un espíritu, y Él les dijo[2]: ¿Tienen ustedes algo de comer ahí?”. Le dieron un pedazo de pescado y también un pedazo de panal de miel, y Él comió delante de ellos, y se dieron cuenta que era Jesús en un cuerpo físico, eterno y glorificado.

Y cuando los santos en Cristo de las edades pasadas resuciten y aparezcan a nosotros, entonces comerán con nosotros, les ofreceremos, serán ellos nuestros invitados, nosotros somos sus anfitriones, lo cual será un privilegio para nosotros.

Todos están esperando que los muertos en Cristo resuciten; y ahora, ¿dónde aparecerán? Cuando Jesús resucitó aparecieron con Él en la ciudad de Jerusalén, porque allí fue donde resucitó Jesucristo; donde estaba el Hijo del Hombre, allí aparecieron con Él, resucitaron con Él y aparecieron a muchos en la ciudad de Jerusalén[3].

Donde estaba el Hijo del Hombre, la Gavilla que fue mecida, allí ocurrió la resurrección, allí resucitaron todos los santos; no importa que hubiesen muerto en otro lugar los santos del Antiguo Testamento, la resurrección en el nuevo cuerpo fue en Jerusalén.

Y la resurrección para el Día Postrero, de los santos del Nuevo Testamento, ¿será dónde? Será en la Edad de la Piedra Angular. ¿Y aparecerán a dónde? Aparecerán a sus hermanos en la Edad de la Piedra Angular; y entonces comerán con nosotros. Y que den la vueltita y les aparezcan a sus familiares si vivieron en otros territorios, no hay ningún problema; pero de seguro no van a querer irse mucho tiempo del lado nuestro, porque la familia verdadera es la celestial, esa es la Familia de Dios.

Y algunas veces pues tenemos una bendición grande, en la cual nuestros padres también son creyentes, y nuestros hermanos y hermanas según la carne son creyentes también; y entonces son familia nuestra, hermanos nuestros, dos veces: terrenalmente hablando y también del Cielo; y esa es una bendición grande cuando ocurre así en la familia.

Ahora, nosotros estamos viviendo en EL TIEMPO DE LA COSECHA, por lo tanto, trabajemos en esa labor de la Cosecha junto a Jesucristo, el Ángel del Pacto, el Espíritu Santo manifestado en el Día Postrero, en la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino, que viene para llevar a cabo la Cosecha. Pero siempre Dios envió, con Sus mensajeros, buenos y maravillosos colaboradores para trabajar en la labor que Dios le dio al mensajero para llevar a cabo en cada edad, la cual era la Obra de Dios para esa edad; y con él vinieron, fueron enviados de parte de Dios, muy buenos y maravillosos colaboradores. Así nos dice el reverendo William Branham en la página 254 del libro de Las Edades, y así es para nuestro tiempo también.

Ahora ¿dónde están esos maravillosos colaboradores que Dios envía en este tiempo para la Obra de la Cosecha, para cosechar con el Hijo del Hombre y Sus Ángeles en este tiempo final? Pues aquí estamos en este tiempo final, un grupo aquí en Xalapa, y también en diferentes lugares de la República Mexicana, y diferentes lugares de la América Latina y el Caribe.

Hay miles de buenos y maravillosos colaboradores enviados para este tiempo final, para cosechar con el Hijo del Hombre y Sus Ángeles en la Cosecha, en EL TIEMPO DE LA COSECHA.

Que Dios les bendiga, que Dios les guarde, y que les use grandemente en Su Obra trabajando en colaboración con el Hijo del Hombre y Sus Ángeles manifestado en este tiempo final, en la gran Obra de la Cosecha del tiempo final, de este tiempo de Cosecha. Y que Él recompense a cada uno de ustedes en el Cielo, en la Cena de las Bodas del Cordero, conforme a como haya sido su obra, su labor en el tiempo de la gran Cosecha del trigo de los hijos e hijas de Dios.

Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también, y nos use grandemente en Su Obra en este: “EL TIEMPO DE LA COSECHA”. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Bueno, que Dios les continúe bendiciendo a todos, que Dios les bendiga.

Ahora, nosotros estamos en EL TIEMPO DE COSECHA trabajando brazo a brazo con la manifestación de Jesucristo el Hijo del Hombre con Sus Ángeles en este tiempo final.

Y todo lo puedo en Cristo, en esta labor de la Cosecha, porque Él me fortalece. Miren, cuando es el tiempo de sembrar, ustedes pueden ver que hasta con un saco van dos o tres obreros y siembran un territorio grande: digamos que sembraron un millón de semillas; guardan el saco; y digamos que a los ocho meses, el mes octavo tienen que ir a cosechar (puede ser el mes séptimo, pero vamos para lo que quiero mostrarles), les toca el mes octavo ir a cosechar.

Y ahora el uno le dice al otro: “Bueno, llévate el saco que usamos para sembrar”, y si el otro no es inteligente se lleva un solo saco: “Vamos a cosechar”.

Pero viene otro que es inteligente y que está a cargo de la cosecha y le dice:

—“Para la cosecha ustedes usaron un solo saco lleno de semillas, pero esta siembra la presentamos a Dios y esta siembra tiene la bendición de Dios; y si ustedes necesitaron un saco para sembrar, lleno de semilla, y tenían un millón de semillas ahí…: un millón de semillas produciendo al ciento por uno, para la cosecha van a cosechar 100.000 sacos o 100.000 semillas, 100.000 granitos; por lo tanto, ustedes necesitan 100 sacos para ir a cosechar”.

—“Pero es que nosotros lo que sembramos fue un solo saco”.

Pero la bendición prometida por Dios es que esta siembra daría al ciento por uno. Por lo tanto, si tenían para sembrar ese saco de semillas, digamos que tenían doce personas; y después para cuidar esa semilla, que los pájaros no se la comieran, y para echarle agua y cuidar que creciera bien…

Ahora para este tiempo final, para la Cosecha, lo cual es una multiplicación al ciento por uno, ahora se necesitan muchos obreros para la Cosecha. Por eso Jesús dijo que la mies era mucha y pocos los obreros[4].

Y ahora, la mies es mucha y pocos los obreros; pero oremos a Dios que siga enviando más obreros a Su Viña para la Obra de la Cosecha en el tiempo de la Cosecha, y obtendremos esa Cosecha completa sin que se pierda ni un grano de trigo, ni un escogido de Dios.

Por eso es que se necesitan obreros para trabajar junto al Hijo del Hombre con Sus Ángeles, para que así no se pierda ni un solo grano de trigo; porque esos granos de trigo representan a los escogidos de Dios.

Cristo, el Hijo del Hombre, el Grano de Trigo que fue sembrado en tierra, dijo[5]: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, él solo queda; pero si cae en tierra y muere, mucho fruto lleva”, o sea, millones de hijos e hijas de Dios a imagen de Jesucristo.

Y ahora, todo lo puedo en Cristo en este tiempo de la Cosecha, para trabajar con el Hijo del Hombre en la labor de la Cosecha de este Día Postrero. Se lleva a cabo la cosecha de los escogidos como Cuerpo Místico de Cristo, y luego Cristo llevará a cabo la cosecha o recogimiento de los hijos e hijas de Dios como individuos, en cuerpos eternos, cosechados en cuerpos eternos en este tiempo final, y presentados a Dios en cuerpos eternos; porque este es EL TIEMPO DE LA COSECHA. Y para trabajar en el tiempo de la Cosecha con Cristo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”[6].

Vean ustedes, cuando se va a sembrar, una de las personas…, si es un saco de lo que van a sembrar de semillas, una de las personas puede con ese saco; pero cuando se va a la cosecha, todo lo que se recoge pesa más de lo que pesaba lo que se sembró, pesa cien veces más (como poco).

Y ahora, con tan grande labor y tan grande peso que tiene esa labor, solamente podemos decir: “Pero todo lo puedo en Cristo que me fortalece. Todo es posible para el que cree[7]. Y para Dios todas las cosas son posibles[8]”.

Eso es lo importante: que Cristo esté en mí, ¿y en quién más? En cada uno de ustedes también. Y todo lo puedo en Cristo. ¿Y ustedes? También.

Que Dios les bendiga. Y nos veremos ya en la próxima actividad, a las 5:00 de la tarde, Dios mediante.

Continúen pasando un día lleno de las bendiciones de nuestro amado Señor Jesucristo. Amén y amén.

“EL TIEMPO DE LA COSECHA”.

[Revisión noviembre 2019]


[1] SPN60-0515M “El Rey rechazado”, pág. 22;

Citas, pág. 35, párr. 296;

Los Sellos, pág. 321, párrs. 209-217;

Las Edades, pág. 228, párrs. 183-189

[2] San Lucas 24:36-43

[3] San Mateo 27:51-53

[4] San Mateo 9:37, San Lucas 10:2

[5] San Juan 12:24

[6] Filipenses 4:13

[7] San Marcos 9:23

[8] San Marcos 10:27

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