Mirando y viendo a Jesús en el Día Postrero

Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes aquí en Santiago de Chile. Es para mí una bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, disfrutando estos momentos de compañerismo espiritual, recogimiento espiritual, glorificando a Dios y escuchando Su Palabra.

Nos dice Dios por medio del profeta Isaías en el capítulo 45, versos 21 al 25, de la siguiente manera, y vamos a leer:

“Proclamad, y hacedlos acercarse, y entren todos en consulta; ¿quién hizo oír esto desde el principio, y lo tiene dicho desde entonces, sino yo Jehová? Y no hay más Dios que yo; Dios justo y Salvador; ningún otro fuera de mí.

Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más.

Por mí mismo hice juramento, de mi boca salió palabra en justicia, y no será revocada: Que a mí se doblará toda rodilla, y jurará toda lengua.

Y se dirá de mí: Ciertamente en Jehová está la justicia y la fuerza; a él vendrán, y todos los que contra él se enardecen serán avergonzados.

En Jehová será justificada y se gloriará toda la descendencia de Israel”.

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Dios aquí se identifica como el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob; y Él dice que a Él se doblará toda rodilla; y Él dice también que miren a Él todos los términos de la Tierra y sean salvos, porque solamente en Él hay salvación, en el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.

El Dios de Israel es el Dios creador de los Cielos y de la Tierra; y no hay otro Dios, solamente ese Dios.

Y ahora, Él dice:

“Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más”.

Muchas personas buscan a Dios, pero no lo encuentran porque no saben lo que están buscando; aunque dicen que están buscando a Dios, pero no conocen las promesas divinas, no conocen el Programa Divino para saber cómo Él estará velado y revelado en cada etapa, en cada edad, para poderlo ver manifestado y poder recibir las bendiciones de Él.

El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, podemos ver en el Antiguo Testamento que estuvo velado y revelado en el profeta Moisés, y por medio del profeta Moisés trajo los juicios divinos sobre el pueblo egipcio, y por medio del profeta Moisés libertó al pueblo hebreo. Y todos los que miraban a Moisés y creían su Mensaje, recibían su Mensaje y seguían la guianza de Moisés, ¿qué estaban haciendo? Estaban mirando a Dios en Moisés manifestado, y por consiguiente estaban viendo la guianza de Dios a través del profeta Moisés y estaban escuchando la Voz de Dios por medio del profeta Moisés.

Porque para Dios manifestarse en medio de los seres humanos y hablarle a Su pueblo, Él siempre lo ha hecho por medio de un hombre. En Deuteronomio, capítulo 18, verso 15 al 19, dice:

“Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis;

conforme a todo lo que pediste a Jehová tu Dios en Horeb el día de la asamblea (o sea, en el monte Sinaí), diciendo: No vuelva yo a oír la voz de Jehová mi Dios, ni vea yo más este gran fuego, para que no muera.

Y Jehová me dijo: Han hablado bien en lo que han dicho.

Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare”.

¿Dónde Dios coloca Su Palabra? En la boca del profeta que Él envía; y ese profeta habla al pueblo todo lo que Dios le mande para que lo hable al pueblo.

Y las personas que escuchan a ese profeta están escuchando la Voz de Dios por medio de un profeta, de un hombre, y son bendecidos; porque “el que recibe a profeta en nombre de profeta, recompensa de profeta recibe”1: recibe las bendiciones que Dios envía por medio de ese profeta.

“… y él les hablará todo lo que yo le mandare”.

¿Qué hablará? Todo lo que Dios le mande a hablar al pueblo.

“Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta”.

Ahora vean que todo ser humano tiene una responsabilidad delante de Dios, y es de escuchar la Voz de Dios.

Pero algunas personas dicen: “Yo quisiera oír desde allá, desde las nubes, la Voz de Dios”. Pero miren, no tiene que ir tan arriba, no tiene que subir tanto: busque el hombre de Dios, el profeta que Dios tiene en la Tierra, y escuche su Mensaje, y ahí estará escuchando la Voz de Dios. Pero quieren irse en un avión a las nubes, para escuchar allá la Voz de Dios; pero miren, Dios lo ha hecho tan sencillo.

Ahora, vean, Dios coloca Su Palabra en la boca de Sus profetas; y por eso cuando ellos la han hablado y luego ha sido escrita, la tenemos aquí, y es llamada la Biblia.

Ahora, gracias a Dios, porque ha enviado profetas en donde ha colocado Su Palabra; y ellos han hablado esa Palabra, y también ha quedado impresa esa Palabra; y por esa causa es que tenemos esta bendición tan grande de tener la Biblia, que es la Palabra de Dios, que ha venido por medio de hombres de Dios que han hablado inspirados por el Espíritu Santo.

Eso es lo que dice San Pedro en su primera carta, vamos a ver… San Pedro nos habla de esto. Primera de Pedro, capítulo 1, verso 10 en adelante, dice:

“Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación,

escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos (¿Qué espíritu era el que estaba en ellos? El Espíritu de Cristo, el Espíritu Santo), el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos”.

Ahora podemos ver que fue el Espíritu de Cristo en los profetas del Antiguo Testamento, y luego vino en Jesús en toda Su plenitud. El Espíritu Santo, el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, que había libertado al pueblo hebreo, luego vino en toda Su plenitud manifestado en ese joven carpintero de Nazaret llamado Jesús.

Y era tan grande la manifestación de Dios en Él que nadie podía hacer aquellas cosas que Jesús hacía (decía Nicodemo) “si Dios no fuera contigo”, le decía a Jesús Nicodemo2.

Pero ahora, vean ustedes que la gente de aquel tiempo tropezó con Jesús, porque era un hombre bien sencillo; a tal grado que no tenía universidad, ni tampoco tenía títulos humanos. Se maravillaban de Él y decían3: “¿Cómo sabe éste letras, sin haber estudiado?”. ¿Ven? No había estudiado, y sin embargo hablaba cosas que los grandes doctores en divinidad no entendían; y no las podían hablar en la forma que Jesús las hablaba y tampoco podían hacer las cosas que Jesús hacía.

Así que se estaba manifestando en carne humana el Dios Todopoderoso realizando las promesas, cumpliendo las promesas que Él había hecho para aquel tiempo; estaba en la Tierra el hombre ungido con el Espíritu de Dios en toda Su plenitud. Eso es la Venida del Ángel del Pacto, del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, que libertó al pueblo hebreo.

Por medio de ese cuerpo llamado Jesús, Él llevaría a cabo también la Obra de Redención en la Cruz del Calvario y así quitaría el pecado del mundo.

Pero las personas de aquel tiempo, muy pocas, sabiendo que el Mesías tenía que estar en la Tierra, muy pocas supieron cómo el Mesías tenía que estar en la Tierra, muy pocas sabían lo que estaban buscando; aunque decían que estaban esperando la Venida del Mesías, pero no sabían lo que estaban buscando; en el sentido de que no sabían que sería en un joven, y que sería un carpintero, y que estaría viviendo en Nazaret pero que había nacido en Belén de Judea, y así por el estilo; o sea, no sabían lo que estaban buscando.

Y no sabían que tenía que ser la Palabra, el Verbo, el Ángel del Pacto hecho carne en un hombre sencillo del pueblo hebreo. Y por cuanto no sabían lo que estaban buscando, ellos quizás esperaban un hombre con grandes doctorados universitarios, y principalmente en teología; pero miren, les vino un sencillo joven carpintero.

Y en ese joven carpintero de Nazaret estaba el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová hecho carne viviendo en medio del pueblo hebreo; y ya llevaba cerca de 30 años y todavía no se sabía acerca de la Venida del Mesías. Aunque unas personas sí sabían, como María, José, Elisabet la madre de Juan el Bautista, el sacerdote Zacarías, también Simeón y Ana, y aquellos pastores que fueron para ver a Jesús la noche en que Él nació. Muy pocas personas supieron que ya estaba en la Tierra el Mesías cuando estaba naciendo en Belén de Judea.

Y luego, cerca de 30 años después, fue que se manifestó en Su ministerio en medio del pueblo hebreo; pero la Venida del Mesías estaba allí en la Tierra por muchísimos años.

Ahora, vean ustedes que no sabían lo que ellos estaban buscando, pero sabían que el Mesías tenía que venir; pero no sabían cómo sería la Venida del Mesías, aunque las profecías estaban ahí en la Biblia.

Ahora, podemos comprender por qué ellos no miraron a Jesús para ver en Jesús el cumplimiento de la Venida del Mesías.

Pero ¿qué pensarían ellos?: “¿Mirar en este joven carpintero, en un joven carpintero, y decir que es nuestro rey? Nosotros estamos esperando un rey y no un carpintero, y menos de Nazaret”. Porque decían4: “¿De Nazaret ha salido algo de bueno? Nunca ha salido ni un profeta, ¿y ahora va a salir de allá el Mesías, cuando la Biblia dice que tiene que ser de Belén de Judea?”.

Pero “de Belén de Judea”, esa parte ya la cumplió cuando nació5.

Ahora, podemos ver cómo sucedió todo; y los ojos de los sabios y entendidos (o sea, de los teólogos y doctores en divinidad, del sumo sacerdote y sacerdotes de aquel tiempo) fueron cegados: fueron cegados por el velo de carne en el cual vino el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, velado y revelado en carne humana.

Pero, vean ustedes, hubo personas que tenían ojos para ver y oídos para oír, a los cuales Jesús les dijo… Ellos le preguntaban a Jesús: “¿Por qué Tú les hablas por parábolas?”. Jesús les dijo: “Porque a vosotros es concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, mas a ellos no es concedido; por eso les hablo en parábolas”6. Porque la revelación divina es para los escogidos de Dios.

Y ahora, Jesús también les dice a ellos7: “Mas bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen. Porque muchos de los profetas desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron”.

Todos desearon ver la Venida del Mesías cumplida; y los apóstoles y seguidores de Jesús estaban viendo la Venida del Mesías cumplida en un joven carpintero llamado Jesús, un sencillo joven.

Y todos habían deseado oír lo que estaban oyendo los apóstoles, deseaban oír al Mesías predicando el año de la buena voluntad de Jehová; pero no pudieron escucharlo los profetas y sabios del pasado, antes de Jesús, porque no era para el tiempo de los patriarcas y de los profetas, sino que era para aquel tiempo en donde Él apareció; donde el último profeta que estaba en la Tierra, antes de Jesús, era Juan el Bautista, y ese sí tuvo el privilegio de ver la Venida del Mesías, e identificar la Venida del Mesías diciendo8: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”; y decir también9: “Este es aquel del cual yo dije que vendría después de mí” (tuvo un privilegio grande); y también dijo10: “A Él le conviene crecer, y a mí menguar”.

Ahora vean todas las cosas que sucedieron en aquel tiempo; en una forma tan sencilla que algunas personas no podían concebir que la presencia de Jesús en la Tierra predicando era el cumplimiento de la Venida del Mesías.

Ahora, miren, de un obrero de la construcción a un predicador… Vean, todos podían decir: “Este no ha estudiado; no tiene preparación de la universidad o de los seminarios, no tiene credenciales religiosas de algún concilio. Él, de ser un carpintero de Nazaret, se ha convertido en un predicador, y ahora dice que es el Mesías”. Pero todas las promesas mesiánicas correspondientes a la Primera Venida de Cristo estaban cumpliéndose en Jesús.

Y donde usted vea la Palabra siendo cumplida, pues en ese velo de carne es que está el cumplimiento de lo que Dios prometió para ese tiempo, ahí está la Palabra velada en carne humana; y por medio de carne humana revelada al pueblo.

Recuerden que para ver a Jesús hay que buscar y ver la Palabra hecha carne.

Y ahora, encontramos que luego del ministerio de Jesús, de Su muerte, resurrección y ascensión al Cielo, luego llegó el Día de Pentecostés, donde 120 personas fueron llenas del Espíritu Santo, creyentes en Jesucristo; y de ahí en adelante encontramos que comenzó la Iglesia del Señor Jesucristo; allí nació, el Día de Pentecostés. Y luego comenzó la etapa con los gentiles, cuando el Evangelio pasó a los gentiles.

Y entre los gentiles, vean ustedes, Cristo estaba manifestado también; pues Él dijo que estaría con ellos, Él dijo11: “Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo”. Él también dijo que el mundo no lo vería más, pero dijo: “… pero vosotros me veréis”12.

Ahora, tenemos que saber lo que buscamos para poder ver al que estamos buscando.

A través de las diferentes etapas o edades de la Iglesia, el Señor Jesucristo en Espíritu Santo ha estado velado y revelado en cada edad por medio del mensajero de cada edad; y en el mensajero de cada edad ha sido visto Jesucristo, el Ángel del Pacto, en Espíritu Santo velado y revelado en el ángel mensajero de cada edad.

Y los que han visto esa manifestación y han creído y han seguido a Cristo: han estado mirando a Jesús en la edad que les tocó vivir; fue una manifestación en carne humana de Jesús a través del mensajero de cada edad.

Y por medio del mensajero de cada edad Jesucristo habló. Y los escogidos escucharon la Voz de Dios, porque “el que es de Dios, la Voz de Dios oye”13; y así fueron colocados en la edad que les tocó vivir, y estuvieron en el paso correspondiente al tiempo que les tocó vivir.

Pensemos que esto es – esta pirámide, es también como una escalera, como la escalera que vio Jacob. Y ahora cada escogido tiene que estar en el escalón que le corresponde con el mensajero que le corresponde. Si se coloca fuera del ciclo divino de la edad que le corresponde, está fuera, ¿está fuera de qué?, fuera de paso.

Ahora, podemos ver cómo vieron a Jesucristo en cada edad los escogidos de Dios: lo vieron velado y revelado en carne humana en el mensajero de cada edad. Y así fue como se cumplió cada edad de la Iglesia de Jesucristo entre los gentiles durante estas siete etapas correspondientes a la Dispensación de la Gracia.

¿Y ahora cómo vamos a ver a Jesús en este tiempo final, en este día en que vivimos? Pues lo vamos a ver en la Edad de la Piedra Angular, velado y revelado conforme a como Él ha prometido para este tiempo final.

El precursor de la Segunda Venida de Cristo, el reverendo William Branham, hablándonos acerca de la Venida de Cristo para el Día Postrero nos refiere el capítulo 19 del Apocalipsis, donde aparece el Jinete del caballo blanco, el cual tiene por nombre el Verbo de Dios, y tiene escrito en Su muslo y en Su vestidura Rey de reyes y Señor de señores. De ese Jinete del caballo blanco de Apocalipsis 19 dice el reverendo William Branham en el libro de Los Sellos, página 256:

“121. Pero cuando nuestro Señor aparezca sobre la Tierra, Él vendrá sobre un caballo blanco como la nieve, y será completamente Emmanuel —la Palabra de Dios encarnada en un hombre”.

Para poder ver a Jesús en el Día Postrero, hay que buscarlo manifestado en carne humana en un hombre, velado en un hombre y revelado por medio de ese hombre, en el cumplimiento de las promesas correspondientes al Día Postrero; porque Él estará presente en esta Tierra cumpliendo las promesas correspondientes a la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino, cumpliendo las promesas mesiánicas correspondientes a este tiempo final.

Pero ese hombre no será el Señor Jesucristo; ese hombre será el Ángel del Señor Jesucristo, a través del cual Jesucristo estará en Espíritu Santo —en Su Ángel Mensajero— velado y revelado, dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto. Y los escogidos de Dios estarán viendo y escuchando a nuestro amado Señor Jesucristo a través de Su Ángel Mensajero.

“Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas”, dice Apocalipsis, capítulo 4, verso 1. Con esa Voz de Trompeta es que Cristo nos habla en el Día del Señor.

En Apocalipsis, capítulo 1, verso 10 al 11, el apóstol San Juan dice:

“Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta,

que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último”.

¿Y quién es el Alfa y Omega?, ¿quién es el primero y el último? Nuestro amado Señor Jesucristo. Es la Voz de Jesucristo nuestro Salvador hablándonos en este Día Postrero (en el Día del Señor, que es el séptimo milenio), y dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto; y así llamando y juntando a todos los escogidos en la Edad de la Piedra Angular. Y los escogidos en la Edad de la Piedra Angular viendo cara a cara a Jesús velado y revelado a través de Su Ángel Mensajero.

Así como los escogidos de cada edad del pasado vieron a Jesús velado y revelado en la porción correspondiente a cada edad, a través del ángel mensajero que Dios les envió a ellos en la edad en que ellos vivieron.

Ahora vean lo sencillo que es todo el Programa de Dios, para que podamos así ver al Señor Jesucristo en cada edad, en cada tiempo, velado y revelado a través del mensajero de cada edad.

Por eso es que el Ángel del Señor Jesucristo, cuando Juan quiso adorarlo, le dijo que no lo hiciera14, porque él es un hombre redimido por la Sangre de Cristo, a través del cual Cristo estaría velándose y revelándose en el Día Postrero; para por medio de ese mensajero hablarle a Su Iglesia con esa Gran Voz de Trompeta del Evangelio del Reino todas estas cosas que deben suceder pronto; y así ser llamado y juntado cada escogido de Dios del Día Postrero, y ser preparados para nuestra transformación; y los muertos en Cristo ser resucitados en este Día Postrero; y cuando ellos sean resucitados, pues nosotros seremos transformados. Ya estaremos todos completos.

Mientras no esté completo el Cuerpo Místico de Cristo…, el cual se completa en la Edad de la Piedra Angular por medio del llamado de Jesucristo, ese llamado de la Gran Voz de Trompeta, del Evangelio del Reino revelándonos el misterio de Su Venida…; porque el Evangelio del Reino gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo; así como el Evangelio de la Gracia gira alrededor ¿de qué? De la Primera Venida de Cristo como el Cordero de Dios quitando el pecado del mundo en la Cruz del Calvario.

Ahora, hemos llegado al tiempo final, en donde los escogidos estarían viendo ¿a quién? A Jesús, al Señor Jesucristo, el Ángel del Pacto, en la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino velado y revelado por medio de Su Ángel Mensajero, dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto.

Pero Su Ángel no es el Señor Jesucristo; es uno de los redimidos por Jesucristo del Día Postrero, de la Edad de la Piedra Angular y de la Dispensación del Reino; y él es el mensajero de Jesucristo para la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino; a través del cual escucharemos en este tiempo final la Voz de Jesucristo, la Voz del Hijo del Hombre, esa Gran Voz de Trompeta o Trompeta Final.

Y ahora, el llamado de Cristo es, de Dios es, que miremos: lo miremos a Él en el Día Postrero, en la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino, y lo escuchemos a Él hablándonos todas estas cosas que deben suceder pronto, en este tiempo final.

Y para que lo podamos ver, pues Él tiene que velarse y revelarse en carne humana, a través de Su Ángel Mensajero. Es la única forma en que los escogidos podrán verlo y escucharlo en el Día Postrero.

Pero la promesa es que estaremos MIRANDO Y VIENDO A JESÚS EN EL DÍA POSTRERO.

Y para el pueblo hebreo también hay esa promesa. En Zacarías, por ejemplo, tenemos la promesa para el pueblo hebreo, donde dice… Vamos a ver: Zacarías, capítulo 12, verso 10 en adelante, dice:

“Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito.

En aquel día habrá gran llanto en Jerusalén, como el llanto de Hadadrimón en el valle de Meguido.

Y la tierra lamentará, cada linaje aparte; los descendientes de la casa de David por sí, y sus mujeres por sí; los descendientes de la casa de Natán por sí, y sus mujeres por sí…”.

Y sigue enumerando ahí las diferentes familias o casas del pueblo hebreo y cómo estarán llorando, cada familia.

Así sucedía el día de la expiación (el día 10 del mes séptimo de cada año) en medio del pueblo hebreo, cuando se sacrificaba el macho cabrío de la expiación; en esa ocasión, vean ustedes, en Levítico nos dice lo que el pueblo tenía que estar haciendo, porque el pueblo tenía que arrepentirse de sus pecados y clamar a Cristo, a Dios, por misericordia.

Ahora vean, en el capítulo 23 de Levítico, versos 26 al 32, dice:

“También habló Jehová a Moisés, diciendo:

A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová.

Ningún trabajo haréis en este día; porque es día de expiación, para reconciliaros delante de Jehová vuestro Dios.

Porque toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de su pueblo”.

¿Ven que es un día de afligirse, arrepentirse de sus pecados y afligirse por sus pecados y pedir misericordia a Dios? Eso se va a materializar en el pueblo hebreo y con el pueblo hebreo en este Día Postrero, cuando haya entrado la plenitud de los gentiles, o sea, cuando haya entrado hasta el último de los escogidos del Cuerpo Místico de Cristo, el cual entrará con el llamado de la Gran Voz de Trompeta o Trompeta Final, con la Voz de la Gran Voz de Trompeta del Evangelio del Reino llamando y juntando a todos los escogidos de Dios.

Y ya hay muchos escogidos que han sido llamados y juntados en la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino, y faltan muy pocos por llegar; pero les estaremos llevando el Mensaje por toda la América Latina y el Caribe, para que se complete el número de los escogidos de Dios.

Y cuando se complete, se cumpla lo que dijo San Pablo: “Y cuando haya entrado la plenitud de los gentiles, entonces será que vendrá de Sion el Libertador (¿A quién? Al pueblo hebreo) y quitará de Jacob la impiedad”15. Pero primero tiene que cumplirse la plenitud de los gentiles, o sea, primero tiene que entrar hasta el último de los escogidos al Cuerpo Místico del Señor Jesucristo.

Y luego, pues los muertos en Cristo serán resucitados en cuerpos eternos y nosotros los que vivimos seremos transformados.

Y estando con el cuerpo nuevo, pues ya estaremos adoptados; porque esa adopción es la redención del cuerpo, en donde obtendremos el cuerpo nuevo.

Y ya estando adoptados, pues estaremos de 30 a 40 días aquí en la Tierra; y durante esos 30 o 40 días, las manifestaciones de Dios en medio de Su Iglesia, estando todos con cuerpos eternos, será tan grande que estremecerá al mundo entero; y el pueblo hebreo mirará y verá al que ellos traspasaron, lo verán manifestado en medio de Su Iglesia en el Día Postrero.

Y ahora, vean cómo para el Día Postrero estará velado y revelado en Su Ángel Mensajero; y el pueblo hebreo verá esa manifestación tan grande, en medio de la Iglesia de Jesucristo, y ellos dirán: “Esto es lo que nosotros estamos esperando”.

Pero recuerden que Él viene con un nombre que ninguno entiende; no viene con el nombre Jesús.

Como cuando el pueblo hebreo vio a José, su hermano: los hermanos de José, cuando lo vieron en Egipto, lo vieron con un nombre nuevo y no sabían que era José; pero era José vestido con vestiduras gentiles, vestido de gentil, y hablando como gentil. La vida de José, vean ustedes, tipifica o representa la Primera y Segunda Venida de Cristo.

Ahora podemos ver que para este tiempo final Cristo, el Ángel del Pacto, que libertó al pueblo hebreo…, el cual les dijo a los hebreos: “Antes que Abraham fuera, yo soy. Abraham deseó ver mi día; lo vio, y se gozó”16. Le dicen: “No tienes cincuenta años, ¿y dices que has visto a Abraham?”; o sea, le están diciendo: “Tú eres mentiroso”. Pero verdaderamente, antes de Abraham era Jesús.

San Juan decía que el que venía después de él era antes que él; pero también era antes que Abraham, y era antes que Noé, y era antes que Set, y era antes que Adán también; porque “en el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios; por Él fueron hechas todas las cosas”17.

Así que antes de la Creación tenemos a Jesús, el Verbo, creando todas las cosas; porque Él es el Dios Todopoderoso, Emanuel, el cual se hizo carne y habitó en medio del pueblo hebreo.

Ahora podemos ver que el Verbo que se hizo carne era con Dios y era Dios. Es el mismo Dios con Su cuerpo teofánico, que luego se creó el cuerpo de carne y habitó en el cuerpo de carne llamado Jesús, Emanuel, Dios con nosotros.

Y ahora, vean la forma de mirar y ver al Ángel de Jehová, al Ángel del Pacto en medio del pueblo hebreo cuando se hizo carne: mirando a Jesús y reconociendo que era el Verbo hecho carne, que era el Ángel del Pacto en medio del pueblo hebreo vestido de carne humana en la forma de un profeta; y eso era el cumplimiento de la Primera Venida de Cristo, para llevar a cabo la Obra de Redención en la Cruz del Calvario. Era el Verbo, la Palabra hecha carne en un hombre llamado Jesús.

¿Vieron lo sencillo que es todo? Y así es para nuestro tiempo, en el cual nosotros vivimos, para que estemos mirando a Jesús en el Día Postrero, en Su manifestación final, y escuchando a Jesús en Su manifestación final dándonos Su Mensaje Final, que es el Mensaje del Evangelio del Reino, el Mensaje de la Trompeta Final, que gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo.

Pero el velo de carne a través del cual Él estará manifestado en medio de Su Iglesia en el Día Postrero no es el Señor Jesucristo: él es un redimido por la Sangre de Jesucristo; él es el profeta de la séptima dispensación, de la Dispensación del Reino, y mensajero de la Edad de la Piedra Angular. Y es el último de los profetas de Dios: después de ese, no vienen más profetas; con ese Cristo seguirá para el Milenio y para toda la eternidad.

Y ahora, podemos ver por qué es que Cristo le hace tan grandes promesas a ese último profeta. Pero de esas promesas no vamos a hablar ahora, sino que en otra ocasión hablaremos y veremos cómo Dios estará cumpliendo esas promesas al Ángel que Él envía para dar testimonio de estas cosas en las iglesias.

¿Cómo estaremos escuchando a Jesucristo hablándonos en este día? Por medio de Su Ángel Mensajero enviado para dar testimonio de todas estas cosas que deben suceder en este tiempo final.

“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias” [Apocalipsis 22:16].

Así es como escucharíamos a Jesús hablándonos: por medio de Su Ángel Mensajero; y así es como lo veríamos velado y revelado a través de carne humana: a través de Su Ángel Mensajero.

Y así es como estaríamos nosotros mirando a Jesús en el Día Postrero: velado y revelado hablándonos todas estas cosas que deben suceder en este tiempo final; pero siempre recordando que Su Ángel Mensajero no es el Señor Jesucristo, sino que él es Su instrumento. Él es uno de los hermanos, él es un elegido de Dios, él es uno del Cuerpo Místico del Señor Jesucristo.

La promesa es que de en medio de los hermanos Dios levantaría profeta como Moisés; así lo cumplió en Jesús y lo cumplirá en el Ángel de Jesucristo también; ya eso es en escala mayor. Y en escala menor, pues lo cumplió en cada profeta que Él envió para cada tiempo de la Dispensación de la Ley y para cada tiempo de la Dispensación de la Gracia.

Ahora lo importante en nuestro tiempo es estar mirando a Jesús en el Día Postrero; y para verlo, tenemos que saber a quién estamos buscando; pero ya el precursor de la Segunda Venida de Cristo nos dijo que el Jinete del caballo blanco de Apocalipsis, capítulo 19, versos 11 al 21 (el cual es Cristo viniendo), dijo:

“121. Pero cuando nuestro Señor aparezca sobre la Tierra, Él vendrá sobre un caballo blanco como la nieve, y será completamente Emmanuel —la Palabra de Dios encarnada en un hombre”.

En un hombre es que la Iglesia del Señor Jesucristo estaría esperando ver a Jesús en el Día Postrero, velado y revelado. No hay otra forma para cumplirse esa promesa.

Hemos llegado al Día Postrero o séptimo milenio, el Día del Señor, en el cual Juan escuchó esa Gran Voz de Trompeta, la cual escucharíamos también nosotros en este tiempo final.

Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también, y pronto se complete el número de los escogidos de Dios y pronto todos seamos transformados y llevados a la Casa de nuestro Padre celestial, a la Cena de las Bodas del Cordero. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Dejo con nosotros nuevamente a Miguel Bermúdez Marín, para continuar y finalizar nuestra parte en esta ocasión.

Ya hemos visto aquí (en lo que llega Miguel)… En la Edad de la Piedra Angular, ahí es donde estamos en este tiempo, y ahí es donde veríamos y estaríamos mirando y viendo a Jesús, y ahí estaríamos escuchándolo; y ya hemos visto cómo lo veríamos y cómo lo escucharíamos, y qué escucharíamos de Él; y todo esto para llamar y juntar a los escogidos, Sus escogidos, y prepararnos y transformarnos en este tiempo final.

Bueno, ya por aquí tenemos a Miguel. Que Dios les bendiga, que Dios les guarde, y con nosotros el reverendo Miguel Bermúdez Marín. Hasta mañana, Dios mediante.

“MIRANDO Y VIENDO A JESÚS EN EL DÍA POSTRERO”.

[Revisión abril 2020]

1 San Mateo 10:41

2 San Juan 3:2

3 San Juan 7:15

4 San Juan 1:46

5 Miqueas 5:2, San Mateo 2:5-6

6 San Mateo 13:10-15, San Marcos 4:10-12, San Lucas 8:9-10

7 San Mateo 13:16-17

8 San Juan 1:29

9 San Juan 1:15, 27, 30

10 San Juan 3:30

11 San Mateo 28:20

12 San Juan 14:19

13 San Juan 8:47

14 Apocalipsis 19:10, 22:8-9

15 Romanos 11:25-26

16 Juan 8:56-58

17 San Juan 1:1-3

Scroll al inicio