El Árbol de la Vida en medio del Paraíso de Dios – Parte 2

Muy buenas tardes, amables amigos y hermanos reunidos aquí en Palpalá, en Argentina. Es para mí un privilegio grande estar con ustedes, para compartir con ustedes unos momentos alrededor del Programa Divino correspondiente a este tiempo final en el cual nosotros estamos viviendo.

Para lo cual quiero leer en el libro del Apocalipsis, capítulo 2 y verso 7, donde nos dice Dios, Cristo:

“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios”.

Que Dios bendiga Su Palabra y la vivifique para nosotros, la haga viva, y bendiga así nuestras almas con Su Palabra.

Esta Escritura que hemos leído es una buena noticia para la raza humana.

El ser humano, cuando estuvo en el Huerto del Edén, tuvo el Árbol de la Vida en medio del Huerto del Edén, en medio del Paraíso que Dios había establecido en la Tierra; y esto era la bendición más grande que el ser humano tenía allí, en el Huerto del Edén, en el Paraíso, donde Dios había colocado al ser humano.

Y ahora, vean ustedes, conforme a lo que dice el Génesis, cualquier hombre que coma del Árbol de la Vida vive eternamente; y no hay cosa más importante para el ser humano que la vida eterna.

Todos los seres humanos han deseado vivir eternamente (con un cuerpo eterno, por supuesto, porque no se puede vivir eternamente con un cuerpo que no sea eterno). Y ahora, encontramos que luego de la caída del ser humano en el Huerto del Edén el ser humano perdió el derecho a comer del Árbol de la Vida. Si el ser humano comía del Árbol de la Vida, vivía eternamente.

El ser humano había sido colocado en el planeta Tierra, en el Huerto que Dios había hecho allí, y estaba a prueba el ser humano; Adán junto a su esposa estaban a prueba: tenían que vivir una temporada en la Tierra, y después de eso serían adoptados.

Ahora, vean ustedes, el Árbol de la Vida estaba allí; pero para el ser humano poder comer del Árbol de la Vida, el Árbol de la Vida tenía que hacerse carne. Porque el Árbol de la Vida que aparece en el Génesis, como el que aparece en el libro del Apocalipsis, es el mismo, es el mismo Árbol; y ese Árbol es nuestro amado Señor Jesucristo. Por eso es que Cristo dice1: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; y nadie viene al Padre, sino por mí”. Él es el Árbol de la Vida.

Y vean ustedes, a través de la Escritura encontramos también que Dios representa a los seres humanos en árboles también. Por ejemplo, encontramos en San Mateo, capítulo 3, Juan el Bautista predicando; dice capítulo 3, verso 10 en adelante:

“Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego”.

¿De qué está hablando? De seres humanos siendo tipificados en árboles. Dice:

“Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí (o sea, después de mí), cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.

Su aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero…”.

Y el trigo que Él recogerá en Su Granero son los hijos e hijas de Dios. En la parábola del trigo y de la cizaña, el trigo representa los hijos del Reino, los hijos de Dios, y la cizaña representa los hijos del malo2. Y dice:

“… y quemará la paja en fuego que nunca se apagará”.

Ahora podemos ver cómo Dios compara o representa o simboliza los seres humanos con árboles, con trigo, con cizaña; y también encontramos que al pueblo hebreo, compuesto por seres humanos, lo compara con la higuera también3.

Y ahora, el Árbol de la Vida es Cristo, el cual es el que da Vida al ser humano.

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

Este era en el principio con Dios.

Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.

En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”.

¿Y de quién está hablando aquí? Del Dios creador de los Cielos y de la Tierra, el cual en Génesis, capítulo 1, verso 1, dice:

“En el principio creó Dios los cielos y la tierra”.

Eso está en Génesis, capítulo 1, verso 1; y acá en San Juan, capítulo 1, verso 1 al 18, nos habla acerca del Verbo que era con Dios y era Dios, el cual creó todas las cosas.

Es el mismo Dios, el cual estando en Su cuerpo teofánico, llamado el Verbo de Dios, estando en Su cuerpo teofánico creó todas las cosas; el universo completo fue creado por el Verbo que era con Dios y era Dios.

Y luego el verso 14 de ese mismo capítulo 1 de San Juan dice: “Y aquel Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros”. Y cuando se hizo carne y habitó entre los seres humanos lo conocimos por el nombre de Jesús.

Vean quién es nuestro amado Señor Jesucristo: es nada menos que el Verbo hecho carne.

Y el Verbo es el mismo Dios en y con Su cuerpo teofánico, el cual luego creó un cuerpo de carne en el vientre de María creando una célula de vida, la cual se multiplicó célula sobre célula y formó el cuerpo de Jesús, en el cual habitó Dios, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.

Por eso es que Isaías, en el capítulo 7, verso 14, lo llama Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros. Dice: “Porque el mismo Señor os dará señal (o sea, una señal): He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y se llamará su nombre Emanuel (que traducido es: Dios con nosotros)4”.

O sea que, así como Dios hizo al ser humano a Su imagen y semejanza, ahora Dios visitando a los seres humanos se hace a la semejanza del ser humano haciéndose un cuerpo de carne, el cual creó en el vientre de María, el cual nació por medio de la virgen María en Belén de Judea.

Eso fue la visitación de Dios, la visitación divina en medio del pueblo hebreo, Dios entre los seres humanos para llevar a cabo la Obra de Redención del ser humano; para ese cuerpo ser crucificado y morir, como morían los animalitos que eran sacrificados en medio del pueblo hebreo por el pecado.

Por eso es que aquellos animalitos que eran sacrificados en medio del pueblo hebreo, a Dios (por el pecado), funcionaban, cubriendo el pecado la sangre de aquellos animalitos; y Dios lo aceptaba, porque eran el sustituto de los seres humanos, el sustituto del pecador, eran aquellos animalitos.

Y ahora el sustituto del ser humano ya no son animalitos: el sustituto del pecador es nuestro amado Señor Jesucristo, el cual tomó nuestros pecados y murió por ellos en la Cruz del Calvario, para que nosotros podamos recibir vida eterna, para que nosotros podamos vivir eternamente con Dios.

Ahora podemos ver quién es nuestro amado Señor Jesucristo y podemos ver el por qué el pueblo hebreo ofrecía a Dios aquellos sacrificios, los cuales eran efectivos en la forma correspondiente a aquel tiempo; pero después que Cristo murió en la Cruz del Calvario, de ahí en adelante ya Dios no acepta sacrificios de animalitos por el pecado, porque ya tenemos un Sacrificio perfecto, hecho por nuestro amado Señor Jesucristo; y lo único que el ser humano tiene que hacer es aceptar, recibir ese Sacrificio por sí (o por él), y así lavar nuestros pecados en la Sangre de Cristo y recibir Su Espíritu Santo, y así recibir vida eterna.

El que no lo recibe como su Salvador, ¿qué sucede con la persona? Sus pecados están ahí, en la persona, y son vistos por Dios; por lo tanto, esa persona tiene graves problemas delante de Dios, porque la paga del pecado es muerte5. Y por eso, cuando muere el pecador, no puede ir al Cielo, no puede ir al Paraíso, ¿por qué? Porque sus pecados no fueron quitados de él; por lo tanto, tiene que ir a la quinta dimensión, que es el infierno.

¿Y la culpa quién la tuvo? La persona, porque no tomó el Sacrificio por el pecado, hecho por Jesucristo para quitar sus pecados, para que se haga efectivo en la persona el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario.

Ahora vean cómo lo mismo que el pueblo hebreo hacía en el tiempo allá de Moisés y el tiempo de los reyes, encontramos que es lo que el ser humano hace, pero ahora no con sacrificios de animalitos sino con el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario, el cual ya fue realizado; y ahora nosotros, recibiéndolo como nuestro Salvador, se hace efectivo Su Sacrificio en la vida de nosotros.

¿Vieron lo sencillo que es todo? Ahora no tenemos que estar buscando animalitos para ser sacrificados, ni tenemos que estar yendo al templo allá en Jerusalén, sino que ya fue efectuado el Sacrificio.

Y Jesucristo, el cual es el Cordero de Dios y es también la Expiación nuestra (representada en el macho cabrío del sacrificio que se efectuaba el día 10 del mes séptimo de cada año en medio del pueblo hebreo), ahora, Cristo también es el Sumo Sacerdote. Ya no se necesitan sacerdotes ni sumos sacerdotes del pueblo hebreo para que lleven la sangre de la expiación al lugar santísimo, porque ya tenemos un Sumo Sacerdote, llamado el Señor Jesucristo.

Pero cualquier persona puede decir: “Pero es que Jesucristo no pertenecía a los levitas; no era descendiente de Aarón para ser un sumo sacerdote”. Pero es que Jesús no es Sumo Sacerdote del templo que estaba en Jerusalén: Él es el Melquisedec que le apareció a Abraham6, y Melquisedec es Sacerdote del Dios Altísimo del Templo que está en el Cielo.

Y por eso cuando Cristo murió y resucitó, ascendió al Cielo y presentó Su propia Sangre allá en el Cielo; la colocó sobre el Lugar Santísimo, la colocó allí en el Lugar Santísimo del Templo de Dios en el Cielo, sobre el Trono de Dios, sobre el trono o asiento de intercesión; y ha estado haciendo intercesión como Sumo Sacerdote allá en el Cielo, ante la presencia de Dios, para la reconciliación del Israel celestial, los cuales tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.

Y esos son los que vienen a esta Tierra, a este planeta Tierra, pasan en esta Tierra una temporada de tiempo…; y el propósito de venir a este planeta Tierra es hacer contacto con la vida eterna.

Así como nuestro cuerpo físico, para venir a existencia ha tenido que hacer contacto en esta Tierra en una forma que ya los científicos han descubierto; o sea que nuestros genes han tenido que ser manifestados en esta Tierra por medio de la unión de papá y mamá, y así nuestro cuerpo físico pudo venir a existencia. De otra forma no puede venir a existencia nuestro cuerpo físico, en el cual hemos aparecido en este planeta Tierra para vivir una temporada de tiempo aquí y hacer contacto con la Vida Eterna, que es Cristo; y así comer del Árbol de la Vida, que es Cristo.

Y cuando la persona cree en Cristo como su Salvador y lava sus pecados en la Sangre de Cristo y recibe Su Espíritu Santo: ha comido del Árbol de la Vida, y Cristo dice que tiene vida eterna. ¿Por qué? Porque ha comido del Árbol de la Vida.

Por eso es que en San Juan, capítulo 5, verso 24, Cristo dice:

“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”.

Y en San Juan, capítulo 6, verso 40, dice:

“Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquél que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”.

¿Ven la bendición tan grande que hay en creer en Cristo como nuestro Salvador, lavar nuestros pecados en la Sangre de Cristo y recibir Su Espíritu Santo? La bendición es vida eterna. ¿Por qué? Porque Él es el Árbol de la Vida.

Y cuando creemos en Él y lavamos nuestros pecados en Su Sangre y recibimos Su Espíritu, hemos recibido vida eterna, porque hemos comido del Árbol de la Vida Eterna, el cual estuvo en el Huerto del Edén; y el cual se hizo carne dos mil años atrás y vivió en medio del pueblo hebreo y fue conocido —el Árbol de la Vida— con el nombre de Jesús. Ese es el nombre del Árbol de la Vida cuando fue manifestado en carne humana dos mil años atrás en medio del pueblo hebreo.

Y cuando recibimos Su Palabra creyendo en Él, estamos comiendo de Él. Él dijo7: “El que no coma mi carne y beba mi Sangre, no tiene vida permaneciente en sí mismo”. Porque ninguna persona tiene vida permaneciente en sí mismo; la vida que tiene es una vida temporal, pero no obtiene una vida eterna; ni siquiera puede hacer nada para evitar la muerte. La persona que vive en esta Tierra nada puede hacer para evitar morir; cuando le llegue ese momento, muere.

Pero los que han creído en Cristo han nacido de nuevo, y tienen la promesa de una resurrección en el Día Postrero; y el Día Postrero es el séptimo milenio, el cual ya ha comenzado si le añadimos al calendario los años de atraso que tiene.

Ahora, podemos ver que hay una bendición grande en el Árbol de la Vida. ¿Qué tiene el Árbol de la Vida? Pues vida eterna; y el que come de este Árbol, vive eternamente.

Ahora, cualquier persona puede pensar: “Hay millones de personas que han creído en Cristo, y Cristo ha dicho que tienen vida eterna, y han muerto”. Lo que ha muerto es solamente su cuerpo físico, pero la persona ha continuado viviendo: está en el Paraíso viviendo, en el cuerpo teofánico que recibió cuando recibió el Espíritu de Cristo, al creer en Cristo. Y para el Día Postrero, que es el séptimo milenio, será resucitado en un cuerpo eterno y glorificado, igual al cuerpo de nuestro amado Señor Jesucristo. Y entonces ya permanecerá joven por toda la eternidad: nunca se enfermará, nunca se pondrá viejo y nunca morirá; tendrá un cuerpo que estará representando, por toda la eternidad, de 18 a 21 años de edad en apariencia.

Ahora vean el por qué el ser humano, luego que cayó, tuvo que ser sacado del Huerto del Edén; porque dice en el capítulo 3, verso 22 y verso 24, del Génesis:

“Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre.

Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado.

Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida”.

Porque ninguna persona podía comer del Árbol de la Vida para vivir eternamente, hasta que el Árbol de la Vida se hiciera carne y muriera así en la Cruz del Calvario y pagara el precio de la redención. Ninguna persona podía vivir eternamente con el cuerpo mortal, corruptible y temporal, continuar viviendo aquí en la Tierra; el más que vivió fue Matusalén8.

Y ahora, vean ustedes cómo Cristo murió en la Cruz del Calvario, ¿para qué? Para que el ser humano pueda comer del Árbol de la Vida, que es Cristo. Y el que pasa por este planeta Tierra tiene la oportunidad de comer del Árbol de la Vida.

Cristo dijo9: “Yo soy el Pan vivo que he descendido del Cielo; y el que come de este Pan, vivirá eternamente”. O sea que toda persona ha escuchado estas cosas y ha tenido la oportunidad de comer del Pan vivo que ha descendido del Cielo: de Cristo, el Árbol de la Vida; y el que no lo ha hecho y muere, pues perdió su oportunidad de vivir eternamente; y el que aprovechó esa oportunidad y comió, vivirá eternamente. Tan sencillo como eso.

Ahora podemos ver quién es el Árbol de la Vida: nuestro amado Señor Jesucristo. Por eso siempre Él, hablando de la vida eterna, se identificaba como el que tenía la vida eterna; se identificaba como la Vida Eterna y el que daba vida eterna a los seres humanos.

Por ejemplo, en el caso de Lázaro, cuando fue a resucitar a Lázaro, estuvo hablando con Marta la hermana de Lázaro, en el capítulo 11 y verso 23 en adelante [San Juan]; y Jesús le dijo a Marta:

“Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.

Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero”.

¿Por qué Marta dice que sabía que iba a resucitar en el Día Postrero? Pues Jesús ya había enseñado que, a los creyentes en Él, Él los resucitaría en el Día Postrero, los creyentes en Él que físicamente morirían luego.

Siendo que es para el Día Postrero la resurrección, todos los creyentes en Jesucristo, del tiempo de Cristo y los apóstoles hacia este tiempo final, todos los que vivieron en esos tiempos pasados tenían que morir; por lo tanto, serán resucitados en el Día Postrero, que es el séptimo milenio.

Pero en el séptimo milenio habrá un grupo de escogidos que van a ver la Segunda Venida de Cristo y van a permanecer vivos la mayoría de ellos; algunos se irán, partirán, pero la mayoría permanecerán vivos.

Y cuando los muertos en Cristo resuciten, esas personas que permanecerán vivos pero que habrán visto el cumplimiento de la Segunda Venida de Cristo con Sus Ángeles, y habrán escuchado la Gran Voz de Trompeta, la Voz de Cristo, que es la Gran Voz de Trompeta del Evangelio del Reino: esas personas, por cuanto han sido elegidas por Dios para permanecer vivas y ser transformadas, serán transformadas cuando los muertos en Cristo resuciten; y eso será la mayoría de los escogidos de Dios del Día Postrero. Aunque algunos tendrán que partir, pero no todos; y serán, esos que partirán, serán testigos de la resurrección cuando resuciten en el cuerpo eterno.

Ahora vean cómo Cristo continúa diciendo aquí:

“Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”.

La persona, aunque muera físicamente, será resucitada en el Día Postrero en un cuerpo eterno; porque lo único que ha muerto de la persona es el cuerpo físico, pero su espíritu está viviendo, porque su espíritu es un cuerpo de otra dimensión: un cuerpo teofánico de la sexta dimensión, un cuerpo parecido a nuestro cuerpo pero de otra dimensión, y por eso va al Paraíso en ese cuerpo; pero la persona en sí es alma viviente.

El ser humano es cuerpo, espíritu y alma. Lo que es en realidad la persona es alma, pero tiene dos cuerpos: un cuerpo llamado espíritu y otro cuerpo llamado el cuerpo físico.

Y ahora Dios ha prometido para todos los creyentes en Jesucristo, que han lavado sus pecados en la Sangre de Cristo y han recibido Su Espíritu Santo, ha prometido un cuerpo físico eterno y un cuerpo teofánico de la sexta dimensión eterno también.

Y el cuerpo teofánico de la sexta dimensión es el primero que recibimos, y lo recibimos cuando creemos en Cristo como nuestro Salvador y lavamos nuestros pecados en la Sangre de Cristo y recibimos Su Espíritu Santo; y por consiguiente recibimos el nuevo nacimiento.

Ahí recibimos ese cuerpo teofánico de la sexta dimensión: al creer en Cristo como nuestro Salvador, al creer en la Primera Venida de Cristo y Su Obra de Redención. Y el Evangelio de la Gracia es el que contiene la revelación de la Primera Venida de Cristo y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario.

Y para el Día Postrero recibiremos, en adición al cuerpo teofánico de la sexta dimensión, recibiremos el cuerpo físico y eterno.

Y por eso es que la Segunda Venida de Cristo es tan importante para el pueblo de Dios; porque con la Segunda Venida de Cristo siendo cumplida, y los escogidos de Dios viéndola cumplida y creyendo en Su Segunda Venida y en Su Obra de Reclamo, en el Día Postrero y para el Día Postrero recibimos la fe, la revelación, para ser transformados y raptados.

Así recibimos la fe de rapto, la revelación de rapto y transformación: por medio de escuchar la Palabra de Dios, la predicación del Evangelio del Reino, que gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo y Su Obra de Reclamo para el Día Postrero.

Y ahora, vean ustedes, ya hemos creído en la Primera Venida de Cristo y hemos recibido el cuerpo teofánico de la sexta dimensión; y nos falta solamente recibir el cuerpo físico eterno. Y esa bendición está ligada a la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo.

Y los que verán Su Venida en el Día Postrero serán los que recibirán esa revelación, esa fe, para ser transformados y raptados y llevados a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo. Ellos estarán comiendo del Árbol de la Vida en Su Segunda Venida para ser transformados y raptados, y así ser llevados a la Casa de nuestro Padre celestial, a la Cena de las Bodas del Cordero.

Así como hemos comido del Árbol de la Vida en Su Primera Venida, también para este tiempo final los escogidos estarían comiendo del Árbol de la Vida en Su Segunda Venida; en adición de comer del Árbol de la Vida en Su Primera Venida y recibir la salvación, recibir el nuevo nacimiento.

Ahora, podemos ver la bendición tan grande que tiene el Árbol de la Vida para cada uno de ustedes y para mí también.

Yo necesito ser transformado, para así tener un cuerpo eterno y glorioso como el cuerpo de nuestro amado Señor Jesucristo, y ustedes también lo necesitan.

Por lo tanto, cuando se cumpla y se complete el número de los escogidos de Dios en el Cuerpo Místico de Cristo, entonces Cristo saldrá del Trono de Intercesión en el Cielo y hará el reclamo de todo lo que Él ha redimido con Su Sangre, y resucitará a los muertos en Cristo en cuerpos eternos, y a nosotros los que vivimos nos transformará; y todo eso será así porque hemos comido del Árbol de la Vida, que es Cristo, así como los que han vivido en edades pasadas también han comido del Árbol de la Vida, que es Cristo.

Ahora vean, para este tiempo final todos estaríamos comiendo del Árbol de la Vida; tanto del Árbol de la Vida en Su Primera Venida, creyendo en Cristo como nuestro Salvador y lavando nuestros pecados en la Sangre de Cristo, como comiendo del Árbol de la Vida en Su Segunda Venida como el León de la tribu de Judá, para en el Día Postrero tener la fe para ser transformados y raptados, conforme a la promesa divina.

Ahora vean la bendición tan grande que hay para todos nosotros en este tiempo final.

Necesitamos comer del Árbol de la Vida, Su Palabra, recibir Su Palabra y comernos esa Palabra, para así recibir las bendiciones de nuestro amado Señor Jesucristo.

Hemos visto que para este tiempo en el cual vivimos, el ser humano tendría a su disposición el Árbol de la Vida para comer de Él; así como desde los días de Jesús hacia acá el ser humano ha tenido la oportunidad de comer del Árbol de la Vida, que es Cristo, creyendo en Cristo como nuestro Salvador y lavando nuestros pecados en la Sangre de Cristo y recibiendo Su Espíritu Santo, y así recibiendo vida eterna.

El que come de este Árbol, tiene vida eterna; porque Él es el Árbol de la Vida que estuvo en el Huerto del Edén y es el Árbol de la Vida del libro del Apocalipsis.

Él estuvo en el Huerto del Edén en Su cuerpo teofánico pero tenía que hacerse carne para que el ser humano pudiera comer de Él y vivir eternamente. Pero antes de eso el ser humano cayó, no pudo ser adoptado, no pudo comer del Árbol de la Vida y vivir eternamente, y ser adoptado y continuar viviendo y traer sus hijos —Adán y Eva— por medio de creación divina.

La forma para venir hijos con cuerpos eternos y con vida eterna es por creación divina. Y eso es lo que el segundo Adán con la segunda Eva, que es Su Iglesia, ha estado haciendo: están siendo traídos por creación divina los hijos e hijas de Dios.

Primeramente obtenemos el nacimiento en la sexta dimensión, al nacer un cuerpo teofánico de la sexta dimensión para nosotros, al creer en Cristo como nuestro Salvador y lavar nuestros pecados en la Sangre de Cristo y recibir Su Espíritu. Y para el Día Postrero vendrá a existencia, por creación divina, el cuerpo físico y eterno que Él ha prometido para cada uno de ustedes y para mí también.

Y así estarán todos los hijos e hijas de Dios, los descendientes del segundo Adán, con cuerpos eternos y vida eterna, para vivir por toda la eternidad y reinar con Cristo en el Milenio, en el Reino Milenial, como reyes y como sacerdotes, y por toda la eternidad.

Ahora, hemos visto al segundo Adán trayendo hijos e hijas por creación divina.

Algunas personas han pensado: “Nuestro amado Señor Jesucristo nunca se casó y nunca tuvo hijos”. ¿Y quieren saber ustedes una cosa? Es el hombre que más hijos e hijas ha tenido, pero por creación divina; no por medio de unirse a una mujer sino por medio de creación divina: produciendo una nueva creación en las personas que creen en Él como su Salvador y lavan sus pecados en Su Sangre, Él dándoles Su Espíritu y produciendo así el nuevo nacimiento. Y ahora pertenecemos a una nueva raza, de la cual Cristo es la cabeza, Cristo es el primero10.

En Apocalipsis, capítulo 3, verso 14, dice que Jesucristo es el principio de la Creación de Dios; es el primero de esa Nueva Creación de seres con vida eterna. Y ahora lo único que nos falta a nosotros es el cuerpo físico y eterno y glorificado que Él nos dará en este tiempo final, en el Día Postrero, que es el séptimo milenio.

Ahora, ¿en qué año del Día Postrero? No sabemos, pero Él lo ha prometido. Él ha prometido resucitar a los muertos en Cristo en el Día Postrero y luego transformar a todos los creyentes que estamos viviendo en este tiempo final, y que estén escuchando la Gran Voz de Trompeta, que es la Voz de Cristo hablándonos en este tiempo final y dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto, en este tiempo final; y revelándonos así el misterio más grande de todos los misterios: el misterio de la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo.

Y para que no haya confusión en medio de los seres humanos y no se levanten muchas personas, unos por un lado y otros por otro, diciendo que tienen la verdad o que tienen la revelación de Cristo, ¿saben lo que Cristo dice en la Escritura, en el libro del Apocalipsis? Capítulo 22, verso 16:

“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.

Dice que ha enviado Su Ángel; este Ángel es un profeta, el profeta de la Dispensación del Reino con el Mensaje del Evangelio del Reino, que es el Mensaje de la Gran Voz de Trompeta; para que así solamente haya un solo hombre, un solo profeta mensajero, que dé testimonio de todas estas cosas y todos puedan conocer el Programa de Dios correspondiente a este tiempo final.

Y es enviado para dar testimonio de estas cosas en y a todas las iglesias. O sea que todas las iglesias tienen la bendición más grande de todos los tiempos: un mensajero enviado por Jesucristo dando testimonio de todas estas cosas en este tiempo final, para que así no haya diferencias.

Así habrá un solo Mensaje: el Mensaje de Jesucristo por medio de Su Ángel Mensajero dando testimonio de todas estas cosas que deben suceder pronto, en este tiempo final; y así revelando el misterio de la Segunda Venida de Cristo, misterio que está contenido en el Mensaje del Evangelio del Reino; porque el Mensaje del Evangelio del Reino gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo, como el Mensaje del Evangelio de la Gracia gira alrededor de la Primera Venida de Cristo.

Ahora vean cómo para este tiempo final Jesucristo enviaría a Su Iglesia un profeta dispensacional con un Mensaje dispensacional, dando a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto, en este tiempo final; y así dándonos la fe, la revelación, para ser transformados y raptados, que es la revelación de la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo.

Ahora, hemos visto cómo el Árbol de la Vida es Cristo en medio del Paraíso de Dios. Así como el Paraíso de Dios era el Huerto del Edén allá, el Paraíso de Dios en esta Tierra es la Iglesia del Señor Jesucristo.

Y en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo ha estado Cristo, el Árbol de la Vida, dando vida eterna a todos los que lo han recibido y han creído en Él y han lavado sus pecados en Su Sangre; y han comido, por consiguiente, de Cristo; han recibido Su Espíritu y por consiguiente han recibido el nuevo nacimiento.

Y Cristo continúa en medio de Su Iglesia en este tiempo final, para darnos a comer de Sí mismo en este tiempo final; para que así comamos de Su Segunda Venida como hemos comido de Su Primera Venida; y eso es estar comiendo del Árbol de la Vida Eterna.

Ha sido para mí un privilegio muy grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de EL ÁRBOL DE LA VIDA EN MEDIO DEL PARAÍSO DE DIOS; y esto es para que comamos del Árbol de la Vida.

Comiendo del Árbol de la Vida en Su Primera Venida obtenemos el nuevo nacimiento y obtenemos un cuerpo teofánico de la sexta dimensión. Y en adición a eso, para el Día Postrero, al comer del Árbol de la Vida en Su Segunda Venida, recibiremos, en adición al cuerpo teofánico de la sexta dimensión, recibiremos el cuerpo eterno y glorificado y físico, igual al cuerpo de nuestro amado Señor Jesucristo.

¿Vieron lo sencillo que es todo? ¿Y vieron la bendición tan grande que hay para los que comen del Árbol de la Vida, el cual está en medio del Paraíso de Dios, en medio de Su Iglesia?; a la cual es enviado, por Jesucristo, el Ángel del Señor Jesucristo para dar testimonio de todas estas cosas que deben suceder pronto, en este tiempo final.

Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, nuestro Salvador, sean sobre todos ustedes y sobre mí también; y pronto se complete el número de los escogidos de Dios; y pronto todos los muertos en Cristo resuciten en sus cuerpos eternos, que Cristo les dará, y nosotros los que vivimos seamos transformados; y todos seamos llevados con Jesucristo a la Cena de las Bodas del Cordero, al Cielo, a la Casa de nuestro Padre celestial. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

“EL ÁRBOL DE LA VIDA EN MEDIO DEL PARAÍSO DE DIOS (Parte 2)”.

[Revisión mayo 2020]

1 San Juan 14:6

2 San Mateo 13:24-30

3 San Mateo 24:32, San Marcos 13:28, San Lucas 21:29-30

4 San Mateo 1:23

5 Romanos 6:23

6 Génesis 14:18-20

7 San Juan 6:53-56

8 Génesis 5:27

9 San Juan 6:51

10 Colosenses 1:18

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