Muy buenas noches, amables amigos y hermanos presentes en la ciudad de Presidente Prudente del Brasil. Es para mí un privilegio y bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para darles testimonio de las cosas que en la profecía bíblica tienen que suceder en este tiempo.
Para esta ocasión tenemos el tema: “EL QUE TIENE MAYOR TESTIMONIO QUE EL DE JUAN EL BAUTISTA”. Y vamos a leer en San Juan, capítulo 5, verso 30 al 39, donde nos dice:
“No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre.
Si yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio no es verdadero.
Otro es el que da testimonio acerca de mí, y sé que el testimonio que da de mí es verdadero.
Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él dio testimonio de la verdad.
Pero yo no recibo testimonio de hombre alguno; mas digo esto, para que vosotros seáis salvos.
Él era antorcha que ardía y alumbraba; y vosotros quisisteis regocijaros por un tiempo en su luz.
Mas yo tengo mayor testimonio que el de Juan; porque las obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado.
También el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto,
ni tenéis su palabra morando en vosotros; porque a quien él envió, vosotros no creéis.
Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí”.
Nuestro tema es: “EL QUE TIENE MAYOR TESTIMONIO QUE JUAN (mayor testimonio que Juan el Bautista)”.
Que Dios nos abra la Escritura y nos hable directamente a nuestra alma, y que todos podamos entender Su Palabra. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.
El Señor Jesucristo, hablando de Juan el Bautista en el capítulo 11 de San Mateo, habló en una forma muy hermosa de este poderoso profeta, como habló también en la lectura que tuvimos, en donde dice que Juan era una antorcha que ardía, o sea, un candelero que estaba encendido, una lámpara encendida, alumbrando con su Mensaje el entendimiento de las personas que lo estaban recibiendo.
Y Dios había hablado acerca de Juan el Bautista cuando dijo: “He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz”1. Ese fue Juan el Bautista. Vino para preparar el camino al Señor.
Malaquías, capítulo 3, verso 1, y también Isaías, capítulo 40, verso 3 en adelante: Dios dio testimonio de Juan el Bautista; fue profetizado que vendría ese profeta.
Y ese profeta prepararía al pueblo para la venida de otro profeta mayor; estaría hablando de un profeta, de un hombre que vendría después de él, el cual era mayor que él y el cual los bautizaría con Espíritu Santo y Fuego2.
Y cuando apareció ese hombre —Juan el Bautista—, lo encontramos predicando y anunciando que después de él viene otro hombre, otro profeta, que es mayor que él. Y cuando apareció Jesús, él dijo: “Este es del que yo dije que vendría después de mí. Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo, del cual yo no soy digno de desatar la correa de Su calzado”3.
Todo eso está hablado en San Juan, capítulo 2; en el Evangelio según San Juan fue hablado todo esto. Pues San Juan estuvo presente cuando Juan el Bautista habló estas cosas acerca de Jesús, porque Juan el apóstol era un discípulo de Juan el Bautista. O sea, el apóstol San Juan, antes de ser un discípulo de Jesucristo fue primero un discípulo, un seguidor, de Juan el Bautista; y estaba apercibido esperando la venida del hombre que vendría después de Juan. Y cuando Juan dijo: “He aquí el Cordero de Dios”, Juan el apóstol, un seguidor del precursor de la Primera Venida de Cristo, juntamente con Andrés, el hermano de Pedro, se fueron detrás de Jesús4, se fueron detrás del mayor: [siguieron] a Jesucristo.
Juan el Bautista había dicho que después de él vendría uno mayor que él, el cual los bautizaría con Espíritu Santo y Fuego.
Los discípulos de Juan el Bautista, para poder recibir el bautismo del Espíritu Santo y Fuego, que produce en el individuo el nuevo nacimiento al creer en Cristo como nuestro Salvador y lavar nuestros pecados en la Sangre de Cristo y recibir Su Espíritu Santo; para poder recibir el Espíritu Santo se tenía que seguir al que da el Espíritu Santo: a Jesucristo nuestro Salvador.
Los discípulos de Juan que no siguieron a Jesús: no recibieron el Espíritu Santo hasta después de mucho tiempo, cuando San Pablo les enseñó que Juan el Bautista dijo que creyeran en el que vendría después de él. Y creyeron en Jesucristo, en el libro de los Hechos, capítulo 19, y fueron bautizados en el Nombre de Jesucristo, y entonces recibieron el Espíritu Santo; pero ya hacía años que los discípulos de Jesucristo habían recibido el Espíritu Santo.
Y para poder recibir el Espíritu Santo tenían que ser discípulos de Jesucristo, seguidores de Jesucristo; porque es para los seguidores de Jesucristo la promesa del Espíritu Santo, para producir el nuevo nacimiento en la persona.
Cristo dijo a Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca de nuevo, no puede entrar al Reino de Dios (o Reino de los Cielos)”. No lo puede ver. Nicodemo le dijo, en el capítulo 3 de San Juan, verso 3 en adelante… luego en el verso 4:
“Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?
Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.
Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo”.
Para entrar al Reino de los Cielos se requiere nacer de nuevo; y esto se efectúa en la persona al creer en Jesucristo como nuestro Salvador, lavar nuestros pecados en la Sangre de Cristo y recibir Su Espíritu Santo; y así se opera el nuevo nacimiento en la persona, y la persona nace en el Reino de Dios, nace en la Iglesia de Jesucristo.
Ninguna persona se puede unir a la Iglesia de Jesucristo: tiene que nacer en la Iglesia de Jesucristo por medio del nuevo nacimiento: creyendo en Jesucristo como nuestro Salvador, lavando nuestros pecados en la Sangre de Cristo y recibiendo Su Espíritu Santo. No hay otra forma.
Ahora, podemos ver el por qué Cristo siempre estuvo hablando acerca del Consolador, que vendría. Pero para venir el Consolador, el Espíritu Santo, Él dice: “Yo me tengo que ir”5. Los discípulos se ponían muy tristes cuando Jesucristo les decía que Él tenía que irse.
Es como sucede en las familias cuando el padre o la madre saben que ya le queda muy poco tiempo en la Tierra y le dicen a sus hijos: “Yo tengo que irme pronto, tendré que partir; pero ustedes pórtense bien. Yo los veré de nuevo cuando resucite. Ustedes estén preparados, viviendo conforme a la Palabra de Dios, sirviendo a Jesucristo con toda vuestra alma, siguiendo el Mensaje de Dios, siendo preparados para ser transformados; y entonces ustedes me van a ver cuando yo venga en el nuevo cuerpo, en la resurrección; y después nos iremos con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero”.
Ahora, podemos ver que todo padre y toda madre ama a sus hijos; y todos queremos que nuestros hijos vayan con nosotros al Cielo, a la Casa de nuestro Padre celestial, a la Cena de las Bodas del Cordero, y vivan por toda la eternidad con nosotros.
Ahora, es muy importante estar sirviendo a Cristo, sirviendo a Jesucristo nuestro Salvador todos los días de nuestra vida; apartados del mal, apartados del pecado, apartados de los vicios, apartados de todas las cosas malas, para servir con amor divino a nuestro Señor Jesucristo todos los días de nuestra vida. Cristo ha dicho que donde Él está, estará también el que le sirva, Su servidor6.
Ahora, podemos ver que hay grandes promesas para los que sirven a Jesucristo. Ninguna otra persona ha podido hacer las promesas que Cristo ha hecho. Por ejemplo, leemos en San Juan, capítulo 5, verso 24, donde dice:
“De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”.
¿Qué otra persona puede hacer una promesa como esa: que los que creen en Él, y oyen Su Palabra, tienen vida eterna; y no vendrán a condenación, mas han pasado de muerte a vida? Solamente nuestro amado Señor Jesucristo podía hablar esas palabras; porque Él es mayor que Juan el Bautista, y mayor que Abraham, y mayor que Jacob, y mayor que Salomón también.
Él dijo: “He aquí uno mayor que Salomón”. Eso lo dijo en una ocasión, en el Evangelio según San Mateo Él lo dijo; y esas palabras son muy grandes para un hombre hablarlas; pero estaba hablando la verdad. Y si era la verdad lo que Él hablaba, estaban correctas esas palabras. San Mateo, capítulo 12, verso 4, y San Lucas, capítulo 11, verso 31.
Vean cómo dice en San Mateo, capítulo 12, verso 4:
“… cómo entró en la casa de Dios, y comió los panes…”.
Está hablando aquí Jesús… Vamos a ver todo este pasaje que nos habla Jesús acerca de que Él es mayor que Salomón… Vamos a pedirle a Tirzo por aquí nos consiga también los demás pasajes… Vamos a ver, capítulo 12, verso 3 en adelante, para tener el cuadro claro, dice:
“Pero él les dijo: ¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y los que con él estaban tuvieron hambre;
cómo entró en la casa de Dios, y comió los panes de la proposición, que no les era lícito comer ni a él ni a los que con él estaban, sino solamente a los sacerdotes?
¿O no habéis leído en la ley, cómo en el día de reposo los sacerdotes en el templo profanan el día de reposo, y son sin culpa?
Pues os digo que uno mayor que el templo está aquí”.
Y ahora, ¿quién es mayor que el templo? Nuestro amado Señor Jesucristo; es mayor que el templo y también es mayor que Salomón.
Vamos a ver en otro lugar donde nos habla de Salomón: capítulo 6, verso 29, de San Mateo, donde nos dice:
“… pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos”.
Ahora, Salomón fue vestido con mucha gloria, como rey, pero los lirios son vestidos con más gloria que el mismo rey Salomón. Y Jesucristo es el Lirio de los Valles; por lo tanto, Jesucristo es uno mayor que Salomón.
Vamos a ver en San Lucas lo que nos dice por el capítulo 11, verso 31, acerca de Salomón (vamos a ver si nos habla aquí); dice:
“La reina del Sur se levantará en el juicio con los hombres de esta generación, y los condenará; porque ella vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y he aquí más que Salomón en este lugar”.
Vean ustedes a Jesucristo, uno mayor que el rey Salomón.
En el capítulo 12 de San Mateo, verso 42, también nos dice lo mismo de la reina del Sur, y también nos dice de la sabiduría de Salomón, y nos dice: “He aquí uno mayor que Salomón”. Jesucristo, el Lirio de los Valles, es uno mayor que Salomón.
Y si Salomón, aun con toda su gloria… Vean ustedes, dice Jesucristo: “Ni aun Salomón se vistió de tanta gloria como Uno de los lirios”. Y si Jesucristo es el Lirio de los Valles, mucho menos Salomón tiene mayor gloria que Cristo; más bien Cristo, el Lirio de los Valles, tiene más gloria que Salomón: “He aquí Uno mayor que Salomón”.
Ahora, vean ustedes que Jesucristo no es solamente mayor que Juan el Bautista: es mayor que Salomón, es mayor que el templo que construyó Salomón, y que el templo que construyó Moisés, y que el templo que construyó Herodes, y que cualquier templo que haya sido construido en la Tierra.
Y ahora, Jesucristo está construyendo un templo, un Templo espiritual, que es Su Iglesia; y Jesucristo es mayor que Su Iglesia: Él es la cabeza de Su Iglesia7. Porque ¿qué es mayor: un templo o el que construye el templo? El que construye el templo es mayor.
Y ahora, Jesucristo construyendo la Casa de Dios, ese Templo espiritual, es mayor que Su Iglesia: Él es la cabeza de Su Iglesia.
Y ahora, podemos ver que también Él es mayor que Abraham. Le preguntaron en una ocasión: “¿Eres tú mayor que Abraham?”8. ¡Claro que es mayor que Abraham!
Le preguntaron también (la mujer samaritana): “¿Eres tú mayor que nuestro padre Jacob, el cual nos dio este pozo, en el cual han bebido nuestros hijos, toda nuestra familia, toda la descendencia de Jacob y también sus animales?”9. ¡Claro que era mayor que Jacob! Porque Él es el hombre más grande que ha pisado este planeta Tierra.
Mayor que nuestro amado Señor Jesucristo no hay persona que haya vivido en este planeta Tierra.
¿Y quién es Jesucristo entonces? Jesucristo es nada menos que el Verbo, que era con Dios y era Dios. En San Juan, capítulo 1, verso 1 en adelante, nos dice:
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
Este era en el principio con Dios.
Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”.
Aquí podemos ver que todas las cosas fueron creadas por el Verbo, que era con Dios y era Dios.
“En el principio creó Dios los Cielos y la Tierra”, dice Génesis, capítulo 1, verso 1. Este mismo Dios, del cual habla San Juan, del cual dice: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Por Él fueron hechas (o sea, creadas) todas las cosas, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”. Toda la Creación la llevó a cabo el Verbo, que era con Dios y era Dios.
Y luego nos dice, en este mismo capítulo 1, verso 14, de San Juan:
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros…”.
El Verbo, Creador de los Cielos y de la Tierra, que era con Dios y era Dios, es nada menos que Dios en Su cuerpo teofánico de la sexta dimensión. Ese cuerpo teofánico de la sexta dimensión es un cuerpo parecido al nuestro, pero de otra dimensión.
En palabras más claras, Dios estando en la forma de un hombre de otra dimensión, de la sexta dimensión, creó todo el universo. Fue un hombre el que creó todo el universo, pero ese hombre es Dios; y luego se hizo carne, y habitó en medio de la raza humana, y fue conocido por el nombre de Jesús. El Señor Jesucristo es el Verbo hecho carne, Dios hecho carne.
Por eso el profeta Isaías dijo en el capítulo 7, verso 14:
“Por tanto, el Señor mismo os dará señal (¿y cuál será esa señal?): He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”.
¿Y qué significa Emanuel? Dios con nosotros10. Fue Dios con nosotros en la forma de un hombre, dos mil años atrás, en la persona de nuestro amado Señor Jesucristo.
Dios fue manifestado en carne humana, en la forma de un hombre, y era un profeta, el cual estuvo en medio del pueblo hebreo: estuvo como Cordero de Dios, para llevar a cabo la Obra de Redención en la Cruz del Calvario con Su cuerpo. Por eso es que nuestro amado Señor Jesucristo es nuestro Salvador: porque Él nos salvó.
Ninguna otra persona podía salvar al ser humano; porque el resto de los seres humanos vinieron a la Tierra: después de la caída del ser humano han venido por medio de la unión de un hombre y de una mujer, han venido por voluntad humana, y, por consiguiente, han venido contaminados con el pecado.
Pero Jesucristo, por cuanto Su cuerpo fue creado por Dios en el vientre de María…, Dios creando una célula de vida en el vientre de María, la cual se multiplicó célula sobre célula, y así fue creado el cuerpo de Jesús; y vino a esta Tierra sin pecado, porque no hubo intervención de un hombre, sino que fue Dios el que creó en el vientre de María esa célula de vida; y así se formó el cuerpo de Jesús, que nació en Belén de Judea por medio de la virgen María.
Esa bendición que María tuvo fue la que perdió Eva al pecar; y María es la primera mujer que trae a existencia una persona, un hijo, por medio de creación divina11; por eso es la mujer más bienaventurada de todas las mujeres que han vivido en la Tierra.
Ella trajo a esta Tierra, por medio de creación divina, el Hijo de Dios, que llevaría a cabo la Redención y tomaría nuestros pecados: y tomaría la paga del pecado, que tenía que caer sobre nosotros, y caería sobre Jesucristo; y cayó en la Cruz del Calvario.
La paga del pecado, el juicio divino, cayó sobre Jesucristo en la Cruz del Calvario, para que nosotros podamos tener vida eterna y podamos recibir en el Día Postrero un nuevo cuerpo, un cuerpo eterno, no por medio de la unión de un hombre y de una mujer, sino por creación divina; porque Jesucristo creará un cuerpo eterno físico, inmortal y glorificado para todos los creyentes en Él; y así tendremos un cuerpo como el de nuestro amado Señor Jesucristo, un cuerpo eterno y glorificado.
Ahora, ¿está eso en la Biblia? ¿Hay alguna promesa de que resucitarán los creyentes en Cristo? Cristo hizo la promesa en San Juan, capítulo 6, verso 40, diciendo:
“Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”.
Habrá una resurrección para los creyentes en Cristo que han muerto físicamente, todos los creyentes en Cristo desde los apóstoles hasta este tiempo final que físicamente han muerto.
¿Y qué será de los que estamos vivos para cuando ocurra la resurrección de los muertos en Cristo? No habrá ningún problema: seremos transformados, y entonces tendremos un cuerpo eterno.
En San Juan, capítulo 11, Jesucristo nos dice, en el verso… Vamos a ver el capítulo 11 de San Juan, donde estuvo hablando con María y con Marta…, principalmente con Marta, la hermana de Lázaro; le dice en el capítulo 11, verso 23 en adelante:
“Jesús le dijo: Tu hermano resucitará”.
Lázaro había muerto, y ya llevaba cuatro días de haber muerto, y ya estaba sepultado; pero Jesús le dice a Marta: “Tu hermano resucitará”.
Esas son palabras de consuelo para todos los que creen en Jesucristo y parte algún familiar creyente en Cristo; volverá a vivir, resucitará.
“Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero”.
Marta sabía que Jesucristo había prometido la resurrección de los creyentes en Cristo para el Día Postrero.
“Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”.
¿Ven la importancia que hay en creer en Jesucristo? Aunque muera su cuerpo físico, la persona volverá a vivir: será resucitado y volverá a vivir en este planeta Tierra en un cuerpo eterno.
Pero antes de resucitar la persona creyente en Cristo, cuando muere su cuerpo físico, la persona va al Paraíso a vivir; y va a vivir en un cuerpo teofánico, parecido a nuestro cuerpo pero de otra dimensión: de la sexta dimensión, el cual recibió cuando creyó en Cristo como su Salvador y recibió Su Espíritu Santo; y ahí recibió un cuerpo de la sexta dimensión, porque nació en la sexta dimensión: nació en el Cielo y del Cielo, y nació en el Cuerpo Místico de Cristo.
Ese es un cuerpo igual al cuerpo que Jesucristo tiene de la sexta dimensión, en el cual estaba cuando creó el universo completo; y en el cual estaba cuando le apareció a Abraham como Melquisedec12, y también cuando le apareció a Abraham como Elohim, el día antes de la destrucción de Sodoma y Gomorra13.
Ahora, miren ustedes, cuando le apareció a Abraham, encontramos que lo bendijo cuando le apareció como Melquisedec, y también lo bendijo cuando le apareció como Elohim.
Nos dice San Pablo que el menor es bendecido por el mayor. Eso está en el libro de los Hebreos o carta a los Hebreos, capítulo 7, ahí nos habla acerca de que el menor es bendecido por el mayor; capítulo 7 de su carta a los Hebreos, encontramos esa verdad divina14. Y podemos ver por qué Melquisedec estuvo bendiciendo a Abraham, el padre de la fe: porque el menor es bendecido (¿por quién?) por el mayor.
Ahora vemos por qué Melquisedec podía bendecir a Abraham. Y esa bendición, Abraham al creerla, se le materializaba en el tiempo correspondiente. Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia15, y se le materializó lo que Dios le prometió.
Y ahora, Jesucristo, encontramos que es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, al cual Abraham vio y se gozó.
En San Juan, capítulo 8, hubo una discusión de fariseos con Jesucristo; y Jesucristo dijo: en el capítulo 8, verso 56 en adelante:
“Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.
Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?
Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy”.
Antes que Abraham fuese, Jesucristo dice que Él era; porque Él es el Verbo, que era con Dios y era Dios, el cual estaba en Su cuerpo teofánico; y luego se hizo carne, y habitó entre los seres humanos, y fue conocido por el nombre de Jesús; pero ese es nada menos que el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, manifestado en un cuerpo de carne llamado Jesús, para llevar a cabo la Obra de Redención en la Cruz del Calvario.
A Jesús lo acusaban de que, siendo hombre, se hacía Dios16; pero la forma de entender ese misterio es que, siendo Dios, se hizo hombre para llevar a cabo la Obra de Redención en la Cruz del Calvario.
Ahora podemos ver este misterio de quién es nuestro amado Salvador Jesucristo.
Ahora, ¿qué es lo más que se parece al hombre? Pues lo más que se parece a Dios. Dios hizo al hombre a Su imagen y a Su semejanza; y cuando Dios visitó la raza humana para llevar a cabo la Obra de Redención, vino a semejanza del ser humano; porque lo más que se parece a Dios es el ser humano, y lo más que se parece al ser humano es Dios; porque Dios hizo al hombre a Su imagen y semejanza.
Y cuando Dios vino a visitar la raza humana en un cuerpo físico, ese cuerpo tenía que parecerse, ser igual, al cuerpo de los seres humanos, para estar en medio de la raza humana y así ser el Pariente Redentor que redimiría al ser humano; porque no podía hacerlo otra persona que no fuese un pariente redentor. O sea, uno de entre los seres humanos, pero perfecto. Y el único perfecto es nuestro amado Señor Jesucristo: uno mayor que Abraham, uno mayor que Jacob también y uno mayor que Adán también.
Él es el más grande de todas las personas que han vivido en este planeta Tierra, Él es el más grande de todos los hombres que han pisado este planeta Tierra; porque Él es Elohim, Él es el Melquisedec, Él es el Verbo que era con Dios y era Dios, y se hizo carne, y habitó en medio de la raza humana.
Ahora hemos visto el misterio de quién es nuestro amado Señor Jesucristo. Por eso podía decir que Él es mayor que el templo, y es mayor que Salomón, y es mayor que Juan el Bautista también.
Y de Juan el Bautista Jesucristo dijo que era el mayor, el más grande, de los que habían nacido de mujer17; pero Jesucristo es más grande, es mayor, que Juan el Bautista.
Ahora vean quién es nuestro amado Señor Jesucristo: Él es el mayor de todos los seres que han vivido en este planeta Tierra. Y nos amó con amor divino desde lo profundo de Su corazón, a tal grado que dio Su vida por cada uno de ustedes y por mí también, para que nosotros tengamos vida eterna y vivamos eternamente con nuestro amado Señor Jesucristo.
Y cuando nosotros tengamos el nuevo cuerpo, será un cuerpo igual al cuerpo de Jesucristo: un cuerpo glorificado y eterno, para vivir por toda la eternidad. Vean cuán grande amor tiene Jesucristo para cada uno de ustedes y para mí también. Él es nuestro hermano mayor.
En el libro de los Hebreos o carta a los Hebreos, San Pablo nos habla acerca de Jesucristo, y dice en el capítulo 2, verso 11 en adelante o verso 10 en adelante… Vamos a ver… Capítulo 2; vamos a comenzar en el verso 9 para que tengan el cuadro claro. Está hablando de Jesucristo y dice:
“Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por (nosotros)”.
O sea, para que muriera en lugar nuestro; porque los que estaban sentenciados a muerte éramos nosotros, todo ser humano; pero ahora Cristo toma nuestros pecados y por consiguiente toma el juicio divino, la paga del pecado, que es la muerte18, para que nosotros podamos vivir eternamente.
Cristo dijo: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, él solo queda; pero si cae en tierra y muere, mucho fruto lleva”19.
Cuando un grano de trigo cae en tierra y muere, nace una plantita, una planta de trigo; y por medio del proceso por el cual pasa: de siembra, nacimiento, crecimiento, y luego llevando fruto, y luego pasando al tiempo de cosecha, encontramos que esa plantita de trigo es el mismo grano de trigo ahora en la forma de una planta de trigo; y ahí está la vida del trigo, en esa plantita, para reproducirse en muchos granos de trigo.
Algunas personas dicen: “Qué bueno hubiese sido que Jesucristo hubiese tenido hijos”. La buena noticia es que Jesucristo es el hombre que más hijos ha tenido; pero no por medio de la unión con una mujer, sino por creación divina: por medio del nuevo nacimiento que efectúa en las personas; y son millones de hijos de Dios por medio de Jesucristo, el segundo Adán.
Ahora podemos ver que el Grano de Trigo, Jesucristo, al morir, ahora en Su Iglesia, donde está Su Vida, ha estado produciendo Su Vida, y ha estado produciendo el nuevo nacimiento de millones de seres humanos desde el Día de Pentecostés hasta este tiempo final: derramando de Su Espíritu Santo sobre todos los que creen en Él como su Salvador y lavan sus pecados en Su Sangre, y produciendo así el nuevo nacimiento; y así una nueva raza está siendo creada por Dios.
Y Cristo es el principio de esa Nueva Creación, de esa nueva raza que Él está creando; una raza a la cual, primeramente, le crea el cuerpo teofánico de la sexta dimensión, el cual recibimos al recibir el Espíritu de Cristo; y así obtenemos un cuerpo de la sexta dimensión, como el cuerpo de Jesucristo, en que Él le apareció a los profetas del Antiguo Testamento.
Y estando en ese cuerpo Jesucristo, y apareciéndole a Abraham, encontramos que fue que Abraham vio Su día y se gozó; de ese tiempo es que le habla Cristo. Pero el cuerpo físico de Jesús, ese no existía, no estaba todavía en el tiempo de Abraham: ese nació por medio de la virgen María y vino por creación divina, creando Dios en el vientre de María una célula de vida, la cual se multiplicó célula sobre célula, y así se formó el cuerpo de Jesús en el vientre de María, y nació luego en Belén de Judea.
Allí nació uno mayor que Abraham, uno mayor que Jacob, uno mayor que Salomón, uno mayor que el templo, uno mayor que Juan el Bautista y uno mayor que cualquier ser humano que haya vivido en este planeta Tierra.
Ese es el mayor, el más grande, de los que han nacido en este planeta Tierra; porque Él es el Verbo, que era con Dios y era Dios, y se hizo carne, y habitó entre los seres humanos, para tomar nuestros pecados y gustar la muerte por todos nosotros, para quitar así la muerte y darnos vida eterna.
Ahora, sigue diciendo San Pablo:
“Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos.
Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos,
diciendo:
Anunciaré a mis hermanos tu nombre,
En medio de la congregación te alabaré”.
Ahora vean cómo Él nos llama, y no se avergüenza: nos llama “hermanos”.
Él es nuestro hermano mayor; y por eso es que todos los que son nacidos en el Reino de Dios por medio de Jesucristo, todos son hermanos los unos de los otros. Por eso tampoco nos avergonzamos de llamarnos “hermanos” los unos a los otros. Si Cristo no se avergüenza de llamarnos a nosotros “hermanos”, aun con todas las imperfecciones que tenemos al estar en estos cuerpos mortales, tampoco nosotros nos avergonzamos de llamarle “hermanos” o llamarles “nuestros hermanos” a los redimidos por la Sangre de Jesucristo. De ahí viene el que se llamen “hermanos” los cristianos, los miembros de la Iglesia de Jesucristo.
Y también, miren ustedes, sigue diciendo San Pablo:
“Y otra vez:
Yo confiaré en él.
Y de nuevo:
He aquí, yo y los hijos que Dios me dio”.
Ahora vean ustedes quiénes son todos estos redimidos: son hijos e hijas de Dios por medio de Jesucristo, al creer en Jesucristo como nuestro Salvador y lavar nuestros pecados en la Sangre de Jesucristo.
“Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo (o sea que así como nosotros hemos venido en un cuerpo de carne y sangre, Él también vino en un cuerpo de carne y sangre, para tomar nuestros pecados y morir en la Cruz del Calvario), para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo”.
Por medio de la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario, Él obtuvo la victoria en contra del diablo, la cual había sido dada en Génesis, capítulo 3, verso 15, cuando Dios dijo que la simiente de la mujer heriría a la serpiente, y por consiguiente al diablo, en la cabeza; aunque el diablo heriría al Mesías, a la simiente de la mujer, en el calcañar (o sea, en los talones).
Ahora, podemos ver que eso se cumplió en la Cruz del Calvario, donde Jesucristo fue herido en Sus talones y también en Sus manos al ser crucificado; pero allí Cristo hirió al diablo en la cabeza, y allí Cristo obtuvo la victoria para cada uno de nosotros.
Encontramos que luego Cristo resucitó victorioso, ascendió al Cielo y se sentó a la diestra de Dios; uno mayor que Juan el Bautista, y que Jacob, y que Salomón, y que Abraham; y aun uno mayor que Adán, el primer hombre que Dios colocó en la Tierra.
Ahora, Jesucristo, siendo uno mayor que cualquier persona que haya venido a la Tierra, Él es el único que puede bendecir a los demás seres humanos, porque el mayor bendice al menor. Usted no puede conseguir la bendición de Dios en otra persona que no sea nuestro amado Señor Jesucristo, porque Él es el mayor; y Él es nuestro hermano mayor, que nos bendice cada día.
Ahora, Jesucristo, por medio de la Obra que Él ha realizado, encontramos que ha estado derramando Su bendición sobre la raza humana; y ha estado llamando y juntando a Sus hijos de etapa en etapa, que son las ovejas de nuestro Padre celestial, que le han sido entregadas a Cristo para darles Vida por medio de Su Sacrificio en la Cruz del Calvario y de Su Espíritu siendo derramado sobre la persona; para lo cual Él llama y junta, de etapa en etapa, de generación en generación y de edad en edad: Él llama y junta esas ovejas.
San Juan, capítulo 10, verso 14 al 16, dice Jesús:
“Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,
así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.
También tengo otras ovejas que no son de este redil (o sea, que no son del redil hebreo: son de entre los gentiles); aquellas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor”.
Ahora, ¿cómo Cristo, al morir, resucitar y ascender al Cielo, cómo va Él a llamar y a juntar Sus ovejas, si Él se fue al Cielo y se sentó a la diestra de Dios? Él, en Espíritu Santo, ha estado en la Tierra manifestado de etapa en etapa; y encontramos a Jesucristo en Espíritu Santo manifestado en medio de la Iglesia en el tiempo de los apóstoles entre los hebreos, y luego lo vemos entre los gentiles en Asia Menor; y encontramos que estuvo en San Pablo manifestado.
San Pablo decía: “No vivo ya yo, vive Cristo en mí”20. Cristo en San Pablo estuvo hablando Su Palabra, Su Mensaje; y estuvo llamando y juntando a Sus ovejas, Sus escogidos, de etapa en etapa; porque Él va llamando y juntando a los que están ordenados para vida eterna; y esas son las ovejas de Dios, las ovejas de Cristo, las cuales están ordenadas por Dios para recibir vida eterna.
Vean ustedes, el Día de Pentecostés, cuando recibieron la Palabra, fueron tres mil personas las que recibieron la Palabra; y fueron añadidas a la Iglesia como tres mil personas, las cuales estaban ordenadas para vida eterna21.
Tenemos también otros lugares de la Biblia donde nos habla de los ordenados para vida eterna; esas son las ovejas del Padre celestial, que le han sido dadas a Jesucristo para darles vida eterna.
En el libro de los Hechos, capítulo 13, verso 47 en adelante (47 al 49), dice San Pablo:
“Porque así nos ha mandado el Señor, diciendo:
Te he puesto para luz de los gentiles,
A fin de que seas para salvación hasta lo último de la tierra.
Los gentiles, oyendo esto, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor, y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna.
Y la palabra del Señor se difundía por toda aquella provincia”.
¿Quiénes creyeron? Los que estaban ordenados para vida eterna.
Por eso es que Jesús, a los que no querían creer en Él, les decía: “Ustedes no creen en mí porque ustedes no son de mis ovejas”. Es una palabra dura, pero es la verdad la que Jesucristo está diciendo a aquellas personas, que eran unos incrédulos, aunque tenían la Biblia del Antiguo Testamento, donde les hablaba de que Dios enviaría al Mesías; y allí estaba en medio de ellos, y no podían creer. Jesucristo les dice: “Ustedes no pueden creer, porque no son de mis ovejas. Mis ovejas oyen mi Voz, y me siguen”22.
Y ahora, de etapa en etapa… Vean ustedes, en el tiempo de San Pablo, entre los gentiles, las ovejas de Jesucristo están siendo llamadas y juntadas; y están creyendo los que están ordenados para vida eterna. Esas son las ovejas de Jesucristo; porque Dios le ha dado a todas esas personas para que les dé vida eterna.
De edad en edad, vean ustedes, Cristo en Espíritu Santo ha estado manifestado por medio del mensajero de cada edad, llamando y juntando a Sus ovejas:
Estuvo por medio de San Pablo manifestado entre los gentiles en Asia Menor; y San Pablo hablaba ungido por el Espíritu de Dios, por el Espíritu Santo; y los que eran de Dios escucharon la Voz de Dios, y fueron llamados y juntados en el Cuerpo Místico de Cristo. Y así ha sido de edad en edad.
Luego la segunda edad se cumplió en Francia y el mensajero fue Ireneo, a través del cual Jesucristo en Espíritu Santo habló, y llamó y juntó a Sus ovejas.
Y así por el estilo encontramos que habló por medio de Martín, por medio de Colombo, por medio de Lutero, por medio de Wesley y por medio del reverendo William Branham, durante las siete etapas o edades de la Iglesia de Jesucristo entre los gentiles.
Esas etapas corresponden al Lugar Santo del Templo espiritual de Cristo, o sea, del Cuerpo Místico de Cristo.
La primera edad se cumplió en Asia Menor; y cinco edades: la segunda, tercera, cuarta, quinta y sexta, se cumplieron en el territorio europeo; y la séptima se cumplió en Norteamérica.
Y ahora la Edad de la Piedra Angular se cumple en la América Latina y el Caribe, donde Él está llamando y juntando a todos Sus escogidos, a todas Sus ovejas del Día Postrero, y dándoles a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto, en este tiempo final.
Por eso es que dice la Escritura en Apocalipsis, capítulo 22, verso 16:
“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.
Este Ángel Mensajero de Jesucristo es el profeta de la Dispensación del Reino; por eso viene dando a conocer todas las cosas que deben suceder en este tiempo final. Y a Juan el apóstol le reveló —en estas visiones apocalípticas— todas las cosas que iban a suceder desde el tiempo de la Iglesia de Jesucristo, desde su comienzo allá, hasta este tiempo final, y las cosas que han de suceder en el Reino Milenial, y las cosas que han de suceder luego del Reino Milenial.
Esa revelación del Ángel de Jesucristo entra hasta la eternidad. Ese es el profeta llamado el Ángel del Señor Jesucristo, que viene dando testimonio de todas estas cosas que deben suceder pronto.
Por eso es que en Apocalipsis, capítulo 1, verso 10 al 11, dice San Juan el apóstol:
“Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor…”.
O sea, fue arrebatado y transportado al Día del Señor, que es el séptimo milenio; porque “un día delante del Señor es como mil años, y mil años como un día”. Nos dice Primera de Pedro… Y en Segunda de Pedro nos dice, en el capítulo 3, verso 8, que “un día delante del Señor es como mil años, y mil años como un día”. Y en Primera de Pedro, capítulo 1, verso 18 al 21, también nos habla de los días postreros, y nos señala que para los días postreros es que Dios enviaría a Jesucristo.
Pero los días postreros no son tres días de 24 horas cada uno, sino que son tres días delante de Dios, que para los seres humanos son tres milenios; cada milenio son mil años.
Por eso es que las palabras de San Pablo en Hebreos, capítulo 1, verso 1 al 2, están correctas cuando Él dijo:
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,
en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo…”.
Y ya han transcurrido dos mil años de Cristo hacia acá; y estaba hablando Dios por medio de Jesús en los postreros días. Es que los postreros días, para los seres humanos son los postreros milenios; y cuando Jesús tenía de 4 a 7 años de edad comenzó el quinto milenio, que es el primero de los milenios postreros; por eso ya se estaba viviendo en los días postreros.
San Pedro también, cuando habla de la Venida del Espíritu Santo, dice que Dios por medio del profeta Joel dijo que Dios derramaría de Su Espíritu sobre toda carne en los postreros días. El libro de los Hechos, capítulo 2, verso 14 al 20, lo dijo San Pedro.
Y ahora, podemos comprender qué son los días postreros: son el quinto milenio, sexto milenio y séptimo milenio. El séptimo milenio es el Día Postrero, para el cual Cristo resucitará a los muertos en Cristo, creyentes en Cristo que han partido, y transformará a los vivos creyentes en Jesucristo nacidos de nuevo; y el Día Postrero es el séptimo milenio.
Si le añadimos al calendario los años de atraso que tiene, ya estamos en el séptimo milenio; y estamos en el tiempo del llamado final de Jesucristo, en donde está llamando y juntando a Sus escogidos en la Edad de la Piedra Angular; y ese llamado se está efectuando en la América Latina y el Caribe, porque la Edad de la Piedra Angular se cumple en la América Latina y el Caribe.
Cristo está construyendo un Templo, que es Su Iglesia. Y en el templo que construyó Moisés o tabernáculo que construyó Moisés, y el templo que construyó Salomón, ¿en qué parte estaba el lugar santísimo? En el oeste, que es el occidente. Y en el Templo espiritual de Cristo, el cual comenzó en el este su construcción, con seres humanos…; porque es un Templo con piedras vivas, con seres humanos23.
Ahora, para este tiempo final hemos visto el recorrido de Jesucristo en Espíritu Santo de edad en edad. Estuvo en medio del pueblo hebreo; luego pasó a Asia Menor, por medio de San Pablo; y luego pasó a Europa, por medio de los mensajeros que Él envió, por medio de los cuales llamó y juntó Sus escogidos, y los colocó en Su Templo espiritual; y luego pasó a Norteamérica, y usó al reverendo William Branham, y por medio de él estuvo llamando y juntando a Sus escogidos de la séptima etapa o edad de la Iglesia gentil, y construyendo así esa parte de Su Templo espiritual.
Y ahora para el Día Postrero ha pasado a la América Latina y el Caribe, para la construcción de la Edad de la Piedra Angular, la construcción del Lugar Santísimo de Su Templo espiritual. La Edad de la Piedra Angular es el Lugar Santísimo del Templo espiritual de Cristo, es la parte más importante de Su Templo.
Y ahora, ¿por medio de quién es que Él llama y junta a Sus escogidos en el Día Postrero? Recuerden que para el Día Postrero tenemos la promesa de la Gran Voz de Trompeta o Trompeta Final.
Y ahora, el apóstol San Juan nos dice que se encontraba en el Día del Señor, o sea, en el séptimo milenio, recibiendo esta revelación divina:
“Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta (fue en el Día del Señor que él escuchó esa gran voz como de trompeta),
que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último”.
¿Quién es el Alfa y quién es el Omega? Nuestro amado Señor Jesucristo; Él es el primero y Él es el último. Es la Voz de Jesucristo en el Día Postrero en medio de Su Iglesia, hablándole a Su Iglesia.
Y ahora, en Apocalipsis, capítulo 4, verso 1, nos dice San Juan:
“Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas”.
Y las cosas que sucederán después de las que ya han sucedido en las siete edades de la Iglesia gentil van a ser dadas a conocer por Jesucristo en Espíritu Santo en la Edad de la Piedra Angular; serán dadas a conocer las cosas que han de suceder en la Edad de la Piedra Angular en el Día Postrero, en el séptimo milenio.
Y ahora, podemos ver que Cristo llama a subir a Sus hijos. Hay que subir a la Edad de la Piedra Angular; así como cada persona que vivió en cada una de estas edades subió a la edad que le correspondía y escuchó la Voz de Cristo en Espíritu Santo manifestado en el ángel mensajero de la edad que le tocó vivir a cada escogido de Dios. Y así es como Cristo ha estado llamando y juntando a Sus ovejas de edad en edad, y las ha estado colocando (¿dónde?) en Su Redil, que es Su Iglesia, Su Cuerpo Místico de creyentes.
Y ahora, Cristo en el Día Postrero, así como habló por medio de cada mensajero, y así escucharon la Voz de Cristo, la Trompeta de Jesucristo, de su edad, y siguieron a Cristo en Su edad; para el Día Postrero tenemos la Gran Voz de Trompeta, la Voz de Cristo, dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto.
Y ahora vamos a ver por medio de quién estará Cristo en Espíritu Santo manifestado en el Día Postrero dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto. Apocalipsis 22, verso 6 en adelante; ahí dice:
“Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto”.
¿Por medio de quién nos da a conocer las cosas que deben suceder pronto? Por medio de Su Ángel Mensajero. Es Jesucristo, el Buen Pastor, en Espíritu Santo manifestado en Su Ángel Mensajero, hablándonos todas estas cosas que deben suceder pronto, en el Día Postrero, en el séptimo milenio.
Apocalipsis 22, verso 16, nos dice:
“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.
Es la Voz de Jesucristo, el Buen Pastor, por medio de Su Ángel Mensajero, dándonos a conocer todas estas cosas en el Día Postrero, en el séptimo milenio, en la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino, en la América Latina y el Caribe, donde se está construyendo el Lugar Santísimo del Templo espiritual de Cristo con piedras vivas: con seres humanos latinoamericanos y caribeños.
Ahora, hemos visto este misterio del que es mayor que Juan el Bautista: nuestro amado Señor Jesucristo, manifestado de etapa en etapa por medio de cada uno de Sus mensajeros, llamando y juntando a Sus escogidos.
El mensajero de cada edad no es el grande: el grande es nuestro amado Señor Jesucristo, que está manifestado en el ángel mensajero de cada edad llamando y juntando a Sus escogidos; el grande es Jesucristo, el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová.
Y cuando ha estado manifestado en cada edad en el ángel mensajero de cada edad, ha estado presente uno más grande, uno mayor, que Juan el Bautista, uno mayor que Jacob, uno mayor que Salomón, uno mayor que Abraham, uno mayor que Adán también, uno mayor que cualquier ser humano; pero ha estado manifestado en un ser humano redimido por Su Sangre preciosa y lleno de Su Espíritu; y por consiguiente, Cristo lo puede usar para manifestarse por medio de él y hablarle a Su pueblo, y llamar y juntar a Sus escogidos en cada edad.
Ahora, hemos visto cómo es que se manifiesta Jesucristo en Espíritu Santo de etapa en etapa; y le habla a Su pueblo, a Sus hijos, a Su Iglesia, y los llama y los junta en Su Redil, que es Su Iglesia, de edad en edad.
Y ahora, hemos llegado al tiempo final, al Día Postrero, al séptimo milenio, si le añadimos al calendario los años de atraso que tiene. ¿Para qué? Para escuchar la Voz de uno mayor que Juan el Bautista, para escuchar la Voz de uno mayor que Salomón.
Y si la reina de Seba vino de tan lejos a escuchar a un hombre que tenía sabiduría de Dios24…; y sí que la tenía, porque Dios se la dio: él la pidió y Dios le dio esa sabiduría25; y con esa sabiduría fue que pudo construir el templo. Porque no hay otra sabiduría con la cual se pueda construir un templo para Dios, sino con la sabiduría de Dios. Y ese templo que construyó representaba el Templo que está en el Cielo y también representaba a la Iglesia de Jesucristo; porque la Iglesia de Jesucristo es el Templo espiritual de nuestro amado Señor Jesucristo.
Con esa misma sabiduría Moisés había construido el tabernáculo; y con esa sabiduría es que Jesucristo está construyendo un Templo para Dios, con seres humanos redimidos con Su Sangre preciosa, que de etapa en etapa han estado escuchando Su Voz: la Voz de uno mayor que Salomón y de uno mayor que Juan el Bautista.
Y para este tiempo final, esa Gran Voz de Trompeta o Trompeta Final, dándonos a conocer las cosas que deben suceder pronto, es la Voz del Alfa y Omega, la Voz del primero y el último, la Voz de nuestro amado Señor Jesucristo por medio de Su Ángel Mensajero; es la Voz de uno mayor que Juan el Bautista hablando por medio de Su Ángel Mensajero.
Es que Dios coloca Su Palabra en Sus profetas, en Sus mensajeros. Por eso es que en Deuteronomio, capítulo 18, verso 15 al 19, el profeta Moisés nos dice que Dios levantará profeta como él (como Moisés). Deuteronomio, capítulo 18, verso 15 en adelante:
“Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis”.
¿A quién dice Dios que el pueblo escuche? Al profeta que Dios envía. Vamos a ver por qué. Ese mismo capítulo 18, verso 18 en adelante, dice:
“Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú (o sea, profeta como Moisés); y pondré mis palabras en su boca…”.
¿Dónde Dios coloca Sus palabras? En la boca del profeta que Él envía. Por eso es que Él dice “a él oiréis”: porque el que escuche a ese profeta, está escuchando la Voz de Dios, la Palabra de Dios, para el día en que está viviendo. Y el que no lo quiera escuchar, pues no quiso escuchar la Voz de Dios.
¿Y cuáles serán las consecuencias para los que no escuchen la Voz de Dios?, ¿y cuáles serán las bendiciones para los que escuchen la Voz de Dios, la Voz de Cristo? Cristo dijo: “El que oye mi Palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas pasó de muerte a vida”.
Vamos a continuar leyendo; dice:
“… y él les hablará todo lo que yo le mandare”.
¿Qué hablará ese profeta enviado por Dios? Todo lo que Dios le mande a hablar. Toda la revelación de Dios para ese tiempo será dada por medio de ese profeta; porque Dios ha colocado en la boca de ese profeta y en el corazón Su Palabra; y ese profeta es la Palabra de Dios para el pueblo, manifestada en carne humana y por medio de carne humana esa Palabra Divina.
Y el que escuche ese profeta, recibe la recompensa de profeta: “El que recibe a profeta en nombre de profeta, recompensa de profeta recibe”26; recibe todas las bendiciones, todo el beneficio para lo cual Dios ha enviado ese profeta.
Y los que no lo reciban, ¿qué sucederá? El que recibe al profeta que Dios envía, recibe al que lo envió27. El que lo rechaza, no recibe al que lo envió, aunque diga que cree en el que lo envió28.
Los que recibieron a Cristo cuando vino en carne humana, estaban recibiendo al que había enviado a Jesús, el cual vino dentro de ese velo de carne; y los que lo rechazaron, estaban rechazando a Dios: al que envió a Jesús, el cual estaba dentro de Jesús.
Y ahora, los enviados de Jesucristo son los instrumentos de Jesucristo de edad en edad, y Cristo está en ellos manifestado en Espíritu Santo; y los que lo rechazan, han rechazado al que viene dentro de ese mensajero; y los que lo reciben, están recibiendo a Jesucristo hablándoles por medio de ese mensajero, y reciben las bendiciones que Cristo trae en esa manifestación a través de ese mensajero.
Y ahora, los que no lo reciben, vean ustedes lo que sucederá:
“Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta”.
Y San Pedro citando este pasaje, en el libro de los Hechos, capítulo 3, verso 18 al 23, dice: “… yo le desarraigaré del pueblo”. Dios le va a desarraigar del pueblo a los que no escuchen ese mensajero, ese profeta que Dios envía.
Y los que no escucharon a los mensajeros que Dios ha enviado, han perdido el derecho y privilegio de pertenecer al pueblo de Dios, y por consiguiente han perdido el derecho a la vida eterna; porque no escucharon la Voz de Dios por medio del mensajero que Dios envió.
Y ahora podemos ver la importancia de recibir el mensajero y escuchar su voz; porque su voz, su Mensaje, es la Voz de Jesucristo, el cual está en ese mensajero hablándole a Su pueblo y dándole a conocer las cosas que Jesucristo coloca en la boca de ese mensajero para que las hable; viene ungido con el Espíritu de Cristo para hablar esa Palabra Divina.
Ahora hemos visto cómo se manifiesta el que es mayor que Juan el Bautista: se manifiesta por medio de Sus mensajeros de edad en edad. Se manifestó por medio de los profetas en el Antiguo Testamento, se manifestó por medio de Jesús, y luego se ha manifestado por medio de los apóstoles y por medio de los siete ángeles mensajeros; y para el Día Postrero estaría manifestado por medio de Su Ángel Mensajero, dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto.
Y estos misterios correspondientes al Día Postrero serían abiertos, dados a conocer, y sobre todo el misterio más grande de todos los misterios: el misterio del Séptimo Sello, que es el misterio de la Segunda Venida de Cristo.
Ahora, este es el misterio más grande de todos los misterios de Dios. Es el misterio que en Apocalipsis, capítulo 8, verso 1, cuando fue abierto en el Cielo causó silencio en el Cielo como por media hora (o media hora del Cielo). Y ese misterio, el precursor de la Segunda Venida de Cristo (el cual estuvo preparando al pueblo para la manifestación de ese misterio, para el cumplimiento de ese misterio) dijo que ese misterio al ser cumplido sería la cosa más sencilla que una persona se pueda imaginar: sería en simplicidad.
Él dijo que cuando ese Séptimo Sello, el Sello del tiempo del fin, fuera manifestado, sería un misterio por completo al comienzo; así como fue un misterio para más del 99% de las personas la Primera Venida de Cristo: Solamente María, José, Elisabet y Zacarías, Simeón y Ana, los pastores que estuvieron en el nacimiento de Jesús y los magos que fueron a ver a Jesús cuando ya tenía como 2 años de edad; eran las personas que nos cuenta la Biblia que estaban enterados de la Venida del Mesías.
El Mesías ya estaba en la Tierra como un niñito, un bebé, pero el sumo sacerdote no lo sabía; tampoco lo sabía el Concilio de la religión hebrea.
Por eso cuando los magos llegaron a Jerusalén diciendo: “¿Dónde está el Rey de los judíos, que ha nacido? Porque Su estrella hemos visto en el oriente”29, ellos habían visto esa señal en el cielo, la señal de la Venida del Hijo del Hombre; que fue una estrella que fue vista en el cielo, le llaman “la Estrella de Belén”; y para ellos, esa fue la señal de que el Mesías ya estaba en la Tierra.
Pero muchas personas podían decir: “Cuando el Mesías esté en la Tierra, Él estará predicando”. Pero tenían que entender que primero tenía que nacer, y tenía que nacer en Belén de Judea; y tenía que ser un niño, después un jovencito y después una persona adulta para comenzar Su ministerio.
Y fue un misterio escondido de los sabios y entendidos: del sumo sacerdote, de los doctores en teología, en divinidad, del Concilio del Sanedrín (compuesto por setenta sabios hebreos en teología); fue un secreto, un misterio, la Primera Venida de Cristo. Estaba encubierta Su Venida de aquellos sabios.
Y miren ustedes, los magos preguntaron dónde estaba el Mesías, el Rey de Israel, el Rey de los judíos; y el sumo pontífice no pudo decirles: “Ya lo tenemos aquí. Ya tiene 2 años de edad”. Ni sabían que estaba ya en la Tierra el Mesías, no sabían que ya la Primera Venida de Cristo estaba cumplida.
¿Acontecerá lo mismo con la Segunda Venida de Cristo? Esa es una buena pregunta.
Ahora, miren ustedes cómo el Mesías fue creciendo, llegó a ser un joven, y cuando tenía cerca de 30 años vino a ser un creyente y seguidor de Juan el Bautista, el precursor de la Primera Venida de Cristo.
Y cualquier persona que lo veía con Juan el Bautista, siguiendo su Mensaje y siendo bautizado por Juan, decía: “Un creyente más de Juan el Bautista, un seguidor más, un discípulo más de Juan el Bautista”. Pero Juan el Bautista dijo: “Este es el hombre de quien yo dije que vendría después de mí”30. Para Juan el Bautista fue un privilegio que aquel al cual él le estaba preparado el camino, fuera uno de sus discípulos.
Ese es el privilegio más grande que puede tener el precursor: ¡que el precursado sea uno de sus discípulos! Ese es el orgullo más grande de un buen maestro: que uno de sus discípulos sea el que se lleve el premio grande.
Ahora podemos ver cómo uno de los discípulos de Juan, creyentes en el Mensaje de Juan, fue el precursado.
¿Acontecerá lo mismo con la Segunda Venida de Cristo?; porque para el Día Postrero esa profecía tiene que ser cumplida, y ya Dios envió al precursor de la Segunda Venida de Cristo.
Ahora, ¿por qué el Mesías fue un seguidor de Juan el Bautista dos mil años atrás? Porque tenía que hacer el entrelace. No podía salir de otro grupo: tenía que salir del grupo de Juan el Bautista; porque el grupo de Juan el Bautista era el grupo de la séptima edad de la Iglesia hebrea, de los escogidos de la séptima edad de la Iglesia hebrea bajo la Ley.
Para el Día Postrero, la séptima edad de la Iglesia gentil encontramos que estaría con un mensajero el cual vendría con el espíritu y virtud de Elías precursando la Segunda Venida de Cristo. Y ahí, en ese ciclo divino, es donde tiene que ser manifestado el precursor de la Segunda Venida de Cristo, y tienen que comenzar a venir los creyentes en el precursor de la Segunda Venida de Cristo.
¿No vendrá también el precursado entre los que estarán viniendo al precursor? ¿No será un creyente del precursor aquel en el cual se cumplirá la Venida del Ángel del Pacto, del Ángel de Jehová, de Jesucristo en Espíritu Santo, en el Día Postrero?
Vamos a ver lo que será la Venida del Ángel del Pacto, del Ángel de Jehová, del Verbo, para el Día Postrero; porque dos mil años atrás fue la Venida del Verbo, el Ángel del Pacto, el Verbo hecho carne, la Palabra hecha carne dos mil años atrás.
Cuando Jesús decía: “He descendido del Cielo”, ellos decían: “Nosotros sabemos que es hijo de José y María; es de Nazaret (!). Nació en la Tierra y dice que ha venido del Cielo”31. Pero el que estaba dentro de Él vino del Cielo: el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, descendió del Cielo en carne humana, se hizo carne y vivió en medio del pueblo hebreo. Ese es el que desciende del Cielo; y ese es el Ángel Fuerte de Apocalipsis, capítulo 10, viniendo en el Día Postrero.
Ahora vamos a ver qué será la Venida del Ángel Fuerte, la Venida del Ángel que era diferente a los demás, que apareció en esta nube con los siete ángeles mensajeros de las siete edades de la Iglesia gentil. Ese es el Ángel que forma el cabello blanco del Señor en esta nube que forma el rostro del Señor.
Ese Ángel que es diferente a los demás es el que tiene el Séptimo Sello, dice el precursor de la Segunda Venida de Cristo en la página 469 del libro de Los Sellos en español. Por lo tanto, el Séptimo Sello, que es la Venida del Señor, la Venida del Ángel del Pacto, es la Venida de ese Ángel que era diferente a los demás.
Para los siete ángeles mensajeros de las siete edades, que están aquí en cuerpos teofánicos, para tener sus ministerios en la Tierra, tuvieron que venir manifestados en carne humana en el tiempo en que Dios los envió. Y para este Ángel que es diferente a los demás, tener Su ministerio del Día Postrero en el cumplimiento del Séptimo Sello, tiene que tener un velo de carne aquí en la Tierra; así como tuvo un velo de carne dos mil años atrás para llevar a cabo la Obra de Dios como Cordero de Dios y quitar el pecado del mundo en la Cruz del Calvario.
Ahora, vean ustedes, de este Ángel dice el precursor de la Segunda Venida de Cristo que ese Ángel fue el que lo levantó, lo alzó y lo colocó en esa nube, esa nube formada por ángeles. Esa no es una nube de agua: esa es una nube de gloria, formada por ángeles mensajeros de las siete edades de la Iglesia gentil, y un Ángel que era diferente a los demás: el Ángel del Pacto, el Ángel que tiene el Séptimo Sello. Dice:
“154. Ahora, ¡aquí está! Era el que tenía el Séptimo Sello…”.
Ese Ángel es el que tiene el Séptimo Sello. Para el Séptimo Sello ser cumplido en la Tierra, ese Ángel tiene que venir a la Tierra vestido de carne humana, tener un cuerpo de carne a través del cual manifestarse y hablarle a Su Iglesia y darle a conocer este misterio del Séptimo Sello.
Vean ustedes lo que nos dijo el precursor de la Segunda Venida de Cristo, el reverendo William Branham, con relación al Séptimo Sello y la apertura del Séptimo Sello, o sea, la apertura de la Venida de Cristo. Dice en la página 482 y 483:
“[199]. Vemos, pues, que es un misterio por completo, y la hora todavía no ha llegado para que se diera a conocer este misterio (el misterio del Séptimo Sello). Hemos llegado hasta aquí, y lo demás nos será dado allí: en el tiempo cuando aparezca Jesús nuevamente sobre la Tierra para llevar a Su Novia…”.
¿Para qué viene el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová? Para llevarse a Su Novia, Su Iglesia redimida por Su Sangre preciosa: los que estamos vivos y a los muertos en Cristo, que resucitará en cuerpos eternos.
Y ahora, vean lo que nos dice en la página 474 y 475 del libro de Los Sellos en español:
“174. Quizás sea ahora el tiempo y la hora cuando aparezca esta gran persona que hemos estado esperando”.
Está hablando de una persona que vendrá; como Juan el Bautista dijo: “Después de mí viene uno, un varón, del cual yo no soy digno de desatar la correa de Su calzado”.
“Quizás este ministerio, por el cual he tratado de convertir a la gente a la Palabra ha servido de fundamento (el fundamento para la Venida del que vendrá después del precursor es el Mensaje del precursor). Si así es, entonces les estaré dejando para siempre. No habrá dos aquí al mismo tiempo (está hablando de otra persona). Y aun si así fuera, él crecerá y yo menguaré”.
Dijo lo mismo que dijo el profeta Juan el Bautista cuando estaban los dos en la Tierra y le dijeron acerca de Jesús: “Ahora aquel del cual tú diste testimonio, a él le siguen más personas que a ti y bautiza más personas que tú”. Juan dice: “A Él le conviene crecer, y a mí menguar”32.
Cristo es el Sol de Justicia. Él dijo: “Yo soy la Luz del mundo”33; y de Juan el Bautista dijo: “Él era antorcha que ardía”34, porque él era la luz de la séptima edad de la Iglesia hebrea bajo la Ley; pero aquella luz se tenía que apagar, como se habían apagado las otras luces, los otros mensajeros de las edades anteriores; así como los siete ángeles mensajeros han sido las luces encendidas en cada lámpara, en cada edad, de la Iglesia gentil, y se han ido apagando cuando han muerto sus cuerpos físicos.
Pero vean ustedes, Jesús dijo: “Yo tengo mayor testimonio que Juan”. O sea, tenía más luz y más profecías; y profecías más grandes, más importantes, estaban dadas en la Biblia con relación a Jesús: con relación al precursado. Las profecías contenían una bendición mayor, las que hablaban de Jesús, que las que hablan de Juan el Bautista.
Juan el Bautista, siendo la luz para la séptima edad de la Iglesia hebrea bajo la Ley, era como la luz del sol en la tarde: va cayendo, va menguando, hasta que desaparece, hasta que muere el sol; pero el sol de la mañana nace y le conviene crecer: va naciendo y va creciendo, y va en aumento su luz hasta que el día es perfecto. Así es con el precursado: a él le conviene crecer.
Al Sol de la Mañana le conviene crecer. Al Sol de la Tarde le conviene menguar: va menguando hasta que desaparece. Y los que siguen al Sol de la Tarde tienen que seguir luego al Sol de la Mañana; si no lo siguen se quedan en tinieblas.
Eso les pasó a los discípulos de Juan el Bautista. San Pablo cuando se los encuentra en Éfeso (en el capítulo 19), y les pregunta: “¿Ustedes recibieron el Espíritu Santo cuando creyeron?”, ellos dicen: “Ni sabemos que hay Espíritu Santo”. Estaban en tinieblas, aunque eran seguidores de Juan el Bautista. No podían comprender lo que Dios estaba realizando: que estaba llenando del Espíritu Santo a los creyentes en Jesucristo; no a los creyentes de Juan; a los creyentes de Jesucristo. Y los creyentes de Juan que después creyeron en Jesucristo: tenían la bendición de ser llenos del Espíritu de Dios.
Ahora podemos ver la importancia de creer en el precursor y luego caminar hacia adelante y ver al precursado, y creer en el precursado, y recibir Su Mensaje, para recibir las bendiciones que Dios tiene para ese tiempo.
¿Y qué bendiciones Dios tiene para el Día Postrero con la Venida del precursado, de este del cual habló el reverendo William Branham, precursor de la Segunda Venida de Cristo? Las bendiciones son que escuchará la Voz de Cristo dando a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto.
La Voz de Cristo estará manifestada hablándole a Su Iglesia; y serán preparados para ser transformados y raptados en el Día Postrero; serán colocados en la Edad de la Piedra Angular, la Edad Eterna de la Iglesia de Jesucristo; y por eso recibirán la transformación de sus cuerpos los que permanezcan vivos hasta que los muertos en Cristo resuciten en cuerpos eternos.
Estarán escuchando la Voz de Cristo por última vez en la Tierra antes de ser transformados, porque estarán escuchando esa Gran Voz de Trompeta, la Gran Voz de Trompeta del Evangelio del Reino, que gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, en Su Obra de Reclamo. Estarán escuchando la Voz de uno mayor que el templo, de uno mayor que Jacob, de uno mayor que Abraham, de uno mayor que Juan el Bautista y de uno mayor que el precursor de la Segunda Venida de Cristo también.
Uno mayor que los siete ángeles mensajeros; ese es el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, Jesucristo en Espíritu Santo, el cual se manifestó en edades pasadas; y para este tiempo final estaría manifestado por medio de Su Ángel Mensajero dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto.
Y ahora, el misterio del Séptimo Sello. Dice el precursor de la Segunda Venida de Cristo, página 472:
“164. Noten bien el Mensaje del tiempo del fin (este Sello)… Él nos ha revelado los seis Sellos, pero no dice nada del séptimo. El Sello del tiempo del fin, cuando empiece será algo completamente secreto, según la Biblia”.
“Cuando empiece”, y todo eso tiene que ver con su comienzo; pero llegará el tiempo en donde ya estará identificado el cumplimiento del misterio del Séptimo Sello; pero antes no es revelado.
Ahora, vamos a ver lo que es el misterio del Séptimo Sello; porque dice el precursor de la Segunda Venida de Cristo que viene como vino Juan el Bautista y como vino Jesús. Ahí mismo, en esa página que estábamos leyendo, dice:
“165. El domingo pasado, hace una semana hoy, cuando estaba predicando sobre: ‘Sed humildes, sed humildes, recuerden que Dios obra en cosas pequeñas’, en verdad no me daba cuenta de lo que estaba hablando, pero ahora lo veo bien. Será de una manera tan humilde. Uno pensaría que una cosa tan tremenda sería revelada allá en el Vaticano, pero más bien viene como vino Juan el Bautista, viene como el nacimiento de nuestro Señor, ¡allá en un establo! ¡GLORIA A DIOS! ¡La hora está a la mano! ¡Aquí estamos! ¡Oh hermano!”.
Ahora, vean, viene como Juan el Bautista: Juan el Bautista vino con el ministerio de Elías en su tercera manifestación; y Él viene como Juan el Bautista con el ministerio de Elías en su quinta manifestación. Y viene como el nacimiento de Jesucristo: viene con el ministerio de Jesús por segunda ocasión; y viene con el Espíritu Santo, el Espíritu de Jesús, manifestado en el Día Postrero. Así es que viene el Séptimo Sello.
Ahora, vamos a ver lo que es el Séptimo Sello: el Séptimo Sello es la Venida del Jinete del caballo blanco de Apocalipsis 19; y vamos a ver quién es ese Jinete de ese caballo blanco de Apocalipsis 19. En la página 277 del libro de Los Sellos en español, fue dicho por el precursor de la Segunda Venida de Cristo, hablando del Jinete del caballo blanco de Apocalipsis 19, orando dice:
[240]. … pedimos que el Espíritu Santo venga ahora mismo, el Jinete del verdadero caballo blanco (es el Espíritu Santo, el Ángel del Pacto, el que viene), mientras Su Espíritu, el Espíritu de Cristo, entre en confrontación con el anticristo, y Él llame los Suyos”.
Y ahora vamos a ver cómo vendrá el Ángel del Pacto, Jesucristo, el Espíritu Santo, en el Día Postrero, en el cumplimiento del Jinete del caballo blanco de Apocalipsis 19. Página 256 del libro de Los Sellos dice (en español):
“121. Pero cuando nuestro Señor aparezca sobre la Tierra, Él vendrá sobre un caballo blanco como la nieve, y será completamente Emmanuel —la Palabra de Dios encarnada en un hombre”.
Y si encontramos ese hombre, estaremos encontrando al Jinete del caballo blanco de Apocalipsis 19; estaremos encontrando a Jesucristo en Espíritu Santo manifestado en carne humana en un hombre de este Día Postrero; estaremos encontrando al Ángel del Señor Jesucristo, a través del cual estará Cristo en Espíritu Santo manifestado en el Día Postrero: el Verbo, la Palabra encarnada en el Ángel del Señor Jesucristo. Ese es el misterio del Séptimo Sello.
Por eso es que Juan el apóstol quiso adorar al Ángel de Jesucristo en dos ocasiones: Apocalipsis 19, verso 6 al 10, y Apocalipsis 22, verso 6 a 9, y el Ángel le dijo que no lo hiciera; porque el Ángel del Señor Jesucristo no es el Señor Jesucristo; él solamente es el profeta del Día Postrero: el profeta de la Dispensación del Reino, con el Mensaje del Evangelio del Reino, dando testimonio de todas estas cosas que deben suceder pronto, en este tiempo final.
Y él no necesita que las personas digan que él es Jesucristo. Él no es Jesucristo: él es el Ángel Mensajero del Señor Jesucristo, de la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino, enviado a la Iglesia del Señor Jesucristo en este Día Postrero.
Y es la primera ocasión en que el Señor Jesucristo envía a Su Iglesia un profeta mensajero dispensacional, la primera ocasión; el cual, como mensajero es mayor que los siete ángeles mensajeros de las siete edades de la Iglesia gentil: es mayor que San Pablo, es mayor que Ireneo, es mayor que Martín, que Colombo, que Lutero, que Wesley y que el reverendo William Branham; porque todos ellos fueron mensajeros de edades, ninguno de ellos fue mensajero dispensacional.
Dios solamente tiene siete mensajeros dispensacionales, que son Adán, Set, Noé, Abraham, Moisés, Jesús y el Ángel de Jesucristo. Esos son los siete profetas mensajeros dispensacionales.
Y los siete ángeles mensajeros, ninguno de ellos fue un profeta dispensacional. Por eso el Ángel del Señor Jesucristo es mayor que cualquiera de ellos; y es el mensajero en el cual Jesucristo viene manifestado en Espíritu Santo en el Día Postrero. En él es que viene el Verbo, la Palabra hecha carne en el Día Postrero.
Ese es el misterio del Séptimo Sello. Ese es el misterio de la Venida del Ángel que era diferente a los demás, del Ángel que tiene el Séptimo Sello: es la Venida del Ángel que tiene el Séptimo Sello, el Ángel del Pacto, Jesucristo viniendo en Espíritu Santo manifestado en carne humana en Su Ángel Mensajero, dándonos a conocer por medio de Su Ángel Mensajero todas estas cosas que deben suceder pronto; y así llamando y juntando a Sus escogidos en la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino, y preparándonos para ser transformados y raptados y llevados a la Cena de las Bodas del Cordero en este tiempo final.
Hemos visto el misterio más grande, que causó silencio en el Cielo por media hora y que sería revelado a la Iglesia de Jesucristo en este tiempo final.
Y ahora, hemos visto también quién es el que es mayor que Juan el Bautista y mayor que todos los profetas del Antiguo Testamento y todos los profetas del Nuevo Testamento: es nuestro amado Señor Jesucristo, el Ángel del Pacto. Y en Su manifestación del Día Postrero, Él sigue siendo el mayor: El Señor Jesucristo, el Ángel del Pacto, es mayor que Su Ángel Mensajero.
Ahora, podemos ver que Su Ángel Mensajero no tratará de ocupar o quitar el lugar a Cristo que le corresponde; solamente él estará dando el Mensaje de Jesucristo.
Y Jesucristo es el que lo honrará, lo bendecirá, lo usará y lo colocará en la posición correcta que le corresponde en el Día Postrero, en la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino; y luego, en el Reino Milenial, lo colocará en una posición tan alta y tan importante que ninguna otra persona podrá ocupar, sino el Ángel del Señor Jesucristo, el cual será colocado con Cristo y por Cristo en ese glorioso Reino Milenial. Pero en ese Reino, mayor que el Ángel de Jesucristo es nuestro amado Señor Jesucristo.
Ahora, hemos visto este misterio.
Y ahora, ¿a quién debemos escuchar nosotros? Al Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, que es el Espíritu Santo, Jesucristo en Espíritu Santo, el cual ha estado hablando de edad en edad y de dispensación en dispensación por medio de carne humana a través de Sus profetas mensajeros. Y para este tiempo final nos estaría hablando por medio de Su Ángel Mensajero todas estas cosas que deben suceder pronto, en este tiempo final; y así estaremos escuchando a uno mayor que Juan el Bautista: estaremos escuchando a nuestro amado Señor Jesucristo, el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, manifestado en carne humana a través de Su Ángel Mensajero.
Hemos visto quién es “EL QUE TIENE MAYOR TESTIMONIO QUE EL DE JUAN EL BAUTISTA”.
Es el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, que se hizo carne y fue conocido por el nombre de Jesús; y ha estado manifestado en Espíritu Santo, de edad en edad, a través de Sus ángeles mensajeros. Y en este Día Postrero estaría manifestado por medio de Su Ángel Mensajero en medio de Su Iglesia, en la Edad de la Piedra Angular, dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto.
Ese es mayor que Juan el Bautista y que todos los profetas que Dios ha enviado. Ese es mayor aun que el Ángel del Señor Jesucristo. Pero ese que es mayor que todos los seres humanos, estará manifestado en el Día Postrero por medio de Su Ángel Mensajero, dándonos a conocer todas esas cosas que deben suceder pronto, y llamando y juntando con la Gran Voz de Trompeta del Evangelio del Reino a todos Sus escogidos del Día Postrero.
Y el que es de Dios, la Voz de Dios oye, en el tiempo que le toca vivir. Y así están escuchando el que es mayor y tiene mayor testimonio que Juan el Bautista.
Ha sido para mí un privilegio grande darles testimonio de “EL QUE TIENE MAYOR TESTIMONIO QUE JUAN EL BAUTISTA”. Ese es nuestro amado Señor Jesucristo, el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.
Que las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también; y pronto complete el número de Sus escogidos; y pronto los muertos en Cristo sean resucitados por Jesucristo y nosotros los que vivimos seamos transformados, y seamos arrebatados al Cielo y llevados a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo en este tiempo final. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Muchas gracias por vuestra amable atención, amados amigos y hermanos presentes, y pasen todos muy buenas noches.
Que Dios les bendiga y les guarde a todos.
“EL QUE TIENE MAYOR TESTIMONIO QUE EL DE JUAN EL BAUTISTA”.
[Revisión septiembre 2021]
1 San Mateo 11:10
2 San Mateo 3:11, San Lucas 3:16; San Marcos 1:7-8
3 San Juan 1:27, 1:29
4 San Juan 1:35-37
5 San Juan 16:4-7
6 San Juan 12:26
7 Colosenses 1:18
8 San Juan 8:53
9 San Juan 4:12
10 San Mateo 1:23
11 San Lucas 1:26-35
12 Génesis 14:18-20
13 Génesis 18:1-8
14 Hebreos 7:7
15 Génesis 15:6; Romanos 4:3, Gálatas 3:6; Santiago 2:23
16 San Juan 10:33
17 San Mateo 11:11, San Lucas 7:28
18 Romanos 6:23
19 San Juan 12:24
20 Gálatas 2:20
21 Hechos 2:41
22 San Juan 10:26-27
23 1 Pedro 2:5
24 1 Reyes 10:1-13, 2 Crónicas 9:1-12
25 1 Reyes 3:5-12, 2 Crónicas 1:7-12
26 San Mateo 10:41
27 San Mateo 10:40, San Juan 13:20
28 San Lucas 10:16
29 San Mateo 2:2
30 San Juan 1:27
31 San Juan 6:38-42
32 San Juan 3:26-30
33 San Juan 8:12
34 San Juan 5:35