La importancia que Dios le da a Su Nombre

Muy buenas tardes, amables amigos y hermanos radioyentes y también los aquí presentes, en esta actividad en El Alto, aquí en La Paz, Bolivia.

Que las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también, y en esta ocasión Cristo nuestro Salvador nos hable directamente a nuestra alma y nos permita entender Su Programa. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Para esta ocasión tenemos un tema muy importante, el cual estaremos tratando en unos pocos minutos. Leeremos en el Salmo 118, donde nos dice, verso 14 en adelante:

“Mi fortaleza y mi cántico es JAH (o sea, Jehová),

Y él me ha sido por salvación.

Voz de júbilo y de salvación hay en las tiendas de los justos;

La diestra de Jehová hace proezas.

La diestra de Jehová es sublime;

La diestra de Jehová hace valentías.

No moriré, sino que viviré…”

Lo leo de nuevo:

“No moriré, sino que viviré,

Y contaré las obras de JAH (JAH es Jehová; aquí está en esta forma).

Me castigó gravemente JAH (puede leerse también ‘Yaj’),

Mas no me entregó a la muerte.

Abridme las puertas de la justicia;

Entraré por ellas, alabaré a JAH.

Esta es puerta de Jehová;

Por ella entrarán los justos.

Te alabaré porque me has oído,

Y me fuiste por salvación.

La piedra que desecharon los edificadores

Ha venido a ser cabeza del ángulo.

De parte de Jehová es esto,

Y es cosa maravillosa a nuestros ojos.

Este es el día que hizo Jehová;

Nos gozaremos y alegraremos en él.

Oh Jehová, sálvanos ahora, te ruego;

Te ruego, oh Jehová, que nos hagas prosperar ahora.

Bendito el que viene en el nombre de Jehová;

Desde la casa de Jehová os bendecimos.

Jehová es Dios, y nos ha dado luz;

Atad víctimas con cuerdas a los cuernos del altar.

Mi Dios eres tú, y te alabaré;

Dios mío, te exaltaré.

Alabad a Jehová, porque él es bueno;

Porque para siempre es su misericordia”.

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Para esta ocasión el tema que tenemos es: “LA IMPORTANCIA QUE DIOS LE DA A SU NOMBRE”.

No hay nombre más grande que el Nombre de Dios; y el Nombre de Dios ha sido un misterio para los seres humanos.

Encontramos que cuando el profeta Moisés fue llamado por Dios para ser el instrumento de Dios para la liberación del pueblo hebreo, de la esclavitud en que se encontraba allá en Egipto; una de las cosas que Moisés quiso saber y que solamente Dios era el único que le podía dar a conocer, era el Nombre de Dios.

En el Éxodo, capítulo 3, verso 9 en adelante, le dice Dios a Moisés cuando lo está enviando – cuando está hablando con él para enviarlo a Egipto para libertar al pueblo hebreo, Dios le dice:

“El clamor, pues, de los hijos de Israel ha venido delante de mí, y también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen.

Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel.

Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?

Y él respondió: Ve, porque yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte.

Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé?

Y respondió Dios a Moisés: Yo soy el que soy”.

En los originales, Dios aquí, el Nombre que le da son cuatro consonantes, que traducidas del hebreo a otros idiomas son la Y, la H, la W y la H. Ese fue el nombre que Dios le dio a Moisés.

Y Moisés escuchó la pronunciación de ese nombre, pero solamente Moisés sabía la pronunciación de ese nombre; y si no se la dio a conocer a ninguna otra persona, ninguna otra persona la sabía; si se la dio a conocer a Aarón, Aarón entonces la conocía.

Ahora, continuamos leyendo aquí, dice…

Vean, traducido al inglés y al español, lo tradujeron: Yo soy el que soy.

“Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: Yo soy me envió a vosotros”.

O sea, la traducción que han hecho de YHWH, ha sido Yo soy.

Ahora, en inglés sería: I am; o sea que depende el idioma.

Y ahora, vean lo que le dice Dios:

“Además dijo Dios a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: Jehová, el Dios de vuestros padres…”.

O sea que serían las cuatro consonantes aquí, donde dice “Jehová”, sería: YHWH.

“… el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre; (este es mi memorial) por todos los siglos.

Ve, y reúne a los ancianos de Israel, y diles: Jehová, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, me apareció diciendo: En verdad os he visitado, y he visto lo que se os hace en Egipto;

y he dicho: Yo os sacaré de la aflicción de Egipto a la tierra del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo, a una tierra que fluye leche y miel.

Y oirán tu voz; e irás tú, y los ancianos de Israel, al rey de Egipto, y le diréis: Jehová el Dios de los hebreos nos ha encontrado; por tanto, nosotros iremos ahora camino de tres días por el desierto, para que ofrezcamos sacrificios a Jehová nuestro Dios.

Mas yo sé que el rey de Egipto no os dejará ir sino por mano fuerte.

Pero yo extenderé mi mano, y heriré a Egipto con todas mis maravillas que haré en él, y entonces os dejará ir”.

Aquí podemos ver la comisión dada a Moisés para la liberación del pueblo hebreo. Y es tan importante el Nombre de Dios que ahí está el Nombre de Dios, y fue revelado al profeta Moisés.

El Nombre de Dios siempre es manifestado en toda la Obra de Dios, lo entiendan o no lo entiendan los seres humanos. Toda Obra de Dios realizada en toda edad o en toda dispensación es una manifestación del Nombre de Dios.

Ahora, encontramos que es tan importante el Nombre de Dios, que en la Primera Venida de Cristo y en la Segunda Venida de Cristo el Nombre de Dios estaría manifestado.

Por eso ustedes pueden ver que en el salmo que leímos, Salmo 118, el verso 26 dice: “Bendito el que viene en el Nombre del Señor”.

Y cuando se cumplió la Primera Venida de Cristo el Nombre de Dios estaba siendo manifestado allí para llevarse a cabo la Obra de Redención. Y por eso es que encontramos que el nombre Jesús, vean ustedes, que en hebreo es Yoshua o Yeshua, o Josué (traducido en la forma que se lee actualmente)… Cuando se dice Josué, Josué significa ‘Salvador’ o ‘Redentor’.

Ahora, ese nombre ya otras personas lo habían usado en el Antiguo Testamento. Y de entre todas las personas que habían usado ese nombre, tenemos dos personas muy importantes.

El primero fue Josué, el que fue ministro de Moisés; él permanecía en el tabernáculo y después también vino a ser el general del Ejército hebreo, comandado por Josué; y era el hombre de confianza de Moisés. Aunque también tenía Aarón la parte religiosa, la parte del sacerdocio.

Ahora, Josué, vean ustedes, fue el nombre que Moisés le dio a su ayudante, el cual se llamaba Oseas hijo de Nun; pero Moisés le dio por nombre Josué.

Ahora, con el nombre Moisés, el pueblo hebreo fue libertado de Egipto y fue llevado por el desierto hasta llegar frente al Jordán. Pero no podía pasar al otro lado del Jordán Moisés, había cometido un error, el error de herir la roca en aquella ocasión que Dios le dijo: “Háblale a la roca”1.

En la primera ocasión2 en que hubo una roca frente al monte Sinaí, de la cual Dios dijo a Moisés: “Hiere la roca con tu vara dos veces, y te dará agua para el pueblo”, y así lo hizo, y dio agua para el pueblo, y lo hizo conforme a la perfecta voluntad de Dios; pero para la segunda ocasión, que era en otro territorio allá en el desierto…

Miren ustedes, la primera ocasión fue frente…, allí, cerca del monte Sinaí; eso fue en Refidim, frente al monte Sinaí; a esa roca, Moisés, vean ustedes, con su vara la heriría y daría agua. Pero luego la otra roca, lo cual fue mucho más adelante, había pasado ya algún tiempo, y llegaron a Horma y a Cades-barnea; y allá en Cades-barnea hubo escasez de agua, el pueblo tuvo sed, clamó a Moisés y a Dios, pero lo hizo no en una forma correcta.

Como cuando usted necesita algo, ya sea que su mamá lo tenga o su padre, o un familiar suyo o alguna otra persona. Si usted necesita, digamos, un vaso de agua porque tiene sed, usted debe pedirlo en forma correcta; no debe pedirlo con ira y de mala gana, porque eso no hará que se sienta bien la persona que le va a ofrecer a usted lo que usted necesita.

Y más aún siendo usted el que necesita, y la otra persona el que tiene lo que usted necesita, usted debe ser bien cuidadoso en la forma en que usted se expresa para pedirle lo que usted necesita. Debe, a lo menos, decirle “por favor” y entonces hacerle el pedido.

Así era en esta ocasión (como también era para la ocasión anterior), Dios era el único que les podía dar agua en el desierto; donde no encontraban agua en esa ocasión, solamente Dios era el único recurso para obtener el agua. Y no crean que era un vaso de agua, pues eran unos dos millones de personas, contando niños y mujeres.

Así que ¿quién podía darle tanta agua para un pueblo que estaba sediento? Solamente Dios.

Y vinieron a Moisés, que era su representante, a través del cual Dios se manifestaba; y vienen llenos de ira, protestando, y vienen molestos con Moisés, protestando porque Moisés los había sacado de Egipto, y decían: “Y ahora vamos a morir en este desierto. ¿Por qué nos has traído hasta acá?”. Y esa no es una buena forma para ir delante del profeta de Dios, el cual es el representante de Dios, en el cual estaba el Espíritu de Dios representado.

Por lo tanto, toda actitud negativa que el pueblo hebreo asumió frente a Moisés fue contada como una actitud negativa, una actitud de rebelión en contra del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, y de Moisés, el cual estaba a través de Moisés llevando al pueblo a la tierra prometida, y tenían que ir por un camino el cual no era el camino que ellos habían trazado sino el camino que Dios había trazado.

Ahora, Dios tenía un propósito; para recibir una bendición tan grande como la que Dios les iba a dar, Dios tenía que probarlos para luego adoptarlos como nación en una tierra que Dios les daría. Y los que no pasaran la prueba no serían adoptados, no serían colocados en esa tierra prometida.

Y ahora, todos los que se rebelaron en contra de Moisés y todos los que actuaron incorrectamente también, allá en la fiesta de los moabitas (fiestas y fiesta que recomendó Balaam para hacer pecar al pueblo hebreo), todas esas personas de 20 años hacia arriba, y todos los que de Egipto habían salido que tenían de 20 años hacia arriba, no entrarían a la tierra prometida. O sea que todos los que se habían rebelado en contra de Dios no entrarían a la tierra prometida.

Y miren, rebelarse en contra de Dios era rebelarse en contra de Moisés, el cual era el profeta que Dios estaba usando en ese tiempo.

Porque de edad en edad y de dispensación en dispensación Dios ha estado llevando a cabo Su Obra correspondiente a cada tiempo, en medio de Su pueblo, a través del mensajero que Él ha enviado; por eso es que ha enviado tantos profetas de edad en edad; y de dispensación en dispensación ha enviado los profetas dispensacionales.

Por eso es que Cristo también dijo: “El que a mí recibe, recibe…” – “El que recibe al que yo envío, a mí recibe; y el que a mí recibe, recibe al que me envió”3.

Pero el que rechaza al Enviado de Jesucristo está rechazando a Jesucristo, y por consiguiente está rechazando al que envió a Jesucristo, al Padre celestial, a Dios.

Ahora, vean ustedes cómo Dios se representa en la Tierra.

Es muy importante entender esto, para así comprender que cuando Dios envía un mensajero a la Tierra: el que rechaza a profeta, ha rechazado la bendición de Dios; “el que recibe a profeta en nombre de profeta, recompensa de profeta recibe”4, y recibe todas las bendiciones que Dios tiene para ese tiempo que Él ha prometido enviar a Su pueblo para ese tiempo.

Vean quiénes son los que reciben la bendición de Dios: Los que reciben al Enviado de Dios. Y esa era la situación en medio del pueblo hebreo.

O sea que el pueblo para cada tiempo en que Dios envía un mensajero, debe decir: “¡Bendito el que viene en el Nombre del Señor!”.

Ahí se cumplirá también: “El que te bendiga, será bendito; pero el que te maldiga, será maldito”. Y “el que recibe a profeta en nombre de profeta, recompensa de profeta recibe”. ¿Ve? Será bendito; porque ahí viene la bendición de Dios para el pueblo de Dios, y ahí viene una manifestación del Nombre de Dios para ese tiempo, en la porción de la Palabra prometida para ese tiempo.

Cuando la Palabra se hace carne, se hace realidad, en cada edad y en cada dispensación, en el mensajero y en medio del pueblo, ahí hay una manifestación del Nombre de Dios, porque Dios está ahí presente. Y si Dios está presente y está manifestado ahí, pues ahí está una manifestación del Nombre de Dios.

Por eso es que si usted está en un lugar y ha prometido ir a un lugar para llevar a cabo una labor, cuando usted está ahí presente y lleva a cabo esa labor, las personas que ven la labor siendo realizada, y preguntan: “¿Y quién hizo o está haciendo esa labor?”, pues las personas dicen: “Pues, tal persona es la que está haciendo esa labor; pues él prometió que vendría a hacer esa labor; y ya está aquí haciendo esa labor”; y mencionan a la persona por el nombre.

Porque el nombre está presente, porque el portador de ese nombre está presente. Sin inseparables la persona y el nombre.

Usted no se puede ir a un lugar y decir: “Voy a dejar mi nombre acá en la casa, no me lo voy a llevar”.

Llega a un lugar… Cualquier persona ignorante viene y escribe el nombre, y lo metió ahí en una… en el closet; y le dice al otro: “Mira, yo dejé mi nombre allá, así que… ya sabes que dejé mi nombre allá guardadito, y le dices a los demás que se quedaron en la casa: cuiden bien ahí el closet, que dejé mi nombre ahí guardado, y el dinero también”.

Pues miren, el dinero sí se quedó; y si lo necesita de momento, no lo va a tener; en el viaje, si lo necesita no lo va a tener porque lo dejó; pero el nombre… el nombre, vamos a ver si lo dejó:

Llegó al aeropuerto y le piden su pasaporte, y leen y le preguntan:

—“¿Cuál es su nombre?”.

—“Fulano de Tal”.

¿Y no lo había dejado en su casa?

¿Ve que no lo pudo dejar? Lo lleva hasta en el pasaporte.

Y después le dice a la persona que va con usted:

—“Pero yo lo dejé en casa”.

Y por allá aparece una persona que lo conoce a usted, y le dice: “¡Fulano! ¿Cómo está?”.

¿Ve que no dejó su nombre en su casa? Su nombre lo acompaña a usted, el nombre que le pusieron a usted.

¿Y cuánto más el Nombre de Dios acompaña a Dios? Dondequiera que Él está, ahí está Su Nombre. Lo que sucede es que muchos no conocen el Nombre de Dios.

Moisés no lo conocía y quiso conocer el Nombre de Dios; y así por el estilo, encontramos a través de la Escritura que el Nombre de Dios ha sido un misterio para la raza humana. Pero ¿dónde está el Nombre de Dios? En Él.

Y ahora leamos en el Éxodo, capítulo 23 y verso 20 en adelante, y les voy a mostrar una persona que tiene el Nombre de Dios, les voy a mostrar una persona donde está el Nombre de Dios. Capítulo 23, verso 20 en adelante, del libro del Éxodo, Dios hablando dice:

“He aquí yo envío mi Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado.

Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él.

Pero si en verdad oyeres su voz e hicieres todo lo que yo te dijere, seré enemigo de tus enemigos, y afligiré a los que te afligieren.

Porque mi Ángel irá delante de ti, y te llevará a la tierra del amorreo, del heteo, del ferezeo, del cananeo, del heveo y del jebuseo, a los cuales yo haré destruir”.

Ahí les mostré una persona en el cual está el Nombre de Dios. Esa persona es el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, el cual apareció a Moisés en esa llama de fuego y le dijo: “Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, y el Dios de tu padre (o sea, Dios de Amram, el padre de Moisés)”. Capítulo 3 del libro del Éxodo, verso 1 al 16, ahí encuentran la aparición del Ángel de Jehová en esa llama de fuego en un arbusto, en una zarza en la cual apareció al profeta Moisés.

Y ahora, ese Ángel de Jehová o Ángel del Pacto es el Verbo que era con Dios y era Dios5:

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

Este era en el principio con Dios.

Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”.

O sea que el Verbo, que era con Dios, era el mismo Dios, y creó todas las cosas: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”6, el mismo Dios Todopoderoso.

El Verbo es el cuerpo teofánico de Dios; un cuerpo parecido a nuestro cuerpo pero de otra dimensión. Y Dios estando en ese cuerpo teofánico de la sexta dimensión, parecido a nuestro cuerpo, es ese Hombre, ese Varón llamado el Ángel del Pacto o Ángel de Jehová, que le apareció al profeta Moisés en forma de llama de fuego, porque puede aparecer en forma de llama de fuego; pero ahí está nada menos que el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.

Por eso es que de esa Columna de Fuego hay personas que han visto salir un Hombre, un Varón, ese es el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, el mismo Dios en Su cuerpo teofánico.

Cuando Moisés quiso ver a Dios… Vean, primero quiso saber Su Nombre, y Dios le dio a conocer Su Nombre; pero también quiso ver a Dios. Y Dios le dijo, en el capítulo 33 del libro del Éxodo, y capítulo 34… Veamos capítulo 33, verso 18 al 23:

“Él entonces dijo (Moisés): Te ruego que me muestres tu gloria.

Y le respondió (o sea, Dios le respondió): Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti (o sea, que va a proclamar el nombre YHWH); y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente.

Dijo más (o sea, Dios dijo): (Mas) No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá.

Y dijo aún Jehová: He aquí un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña;

y cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado.

Después apartaré mi mano, y verás mis espaldas; mas no se verá mi rostro”.

Y aquí Moisés iba a ver la espalda de Dios al Dios pasar; o sea que iba a ver a Dios en Su cuerpo teofánico luego de haber pasado frente a Moisés; pasaría Dios en esa Columna de Fuego, pero luego Moisés lo vería en la forma de un hombre, de un ángel, un cuerpo teofánico de la sexta dimensión.

Y cuando hubo pasado, entonces vio un hombre que iba caminando, vio la espalda, no lo vio de frente a él.

Ahora, vamos a ver a este Hombre en otros lugares de la Biblia.

Cuando Abraham obtuvo la victoria en contra de unos reyes que se llevaron cautivo a Lot su sobrino, cuando ya regresaba con Lot y con las demás personas que había libertado Abraham, se encontró con un personaje muy importante, al cual Abraham le llamó Melquisedec.

Este personaje llamado Melquisedec es nada menos que el mismo Dios en Su cuerpo teofánico; y por eso es que la Escritura nos dice que es sin padre y sin madre; Él es el mismo Ángel de Jehová.

Vamos a ver un poquito lo que nos dice San Pablo en su carta a los Hebreos, con relación a este Melquisedec. Y recuerden que Melquisedec, siendo el mismo Ángel de Jehová, Él es el que tiene el Nombre Eterno de Dios.

Nos dice, capítulo 7 de la carta de San Pablo a los Hebreos…, capítulo 7 de los Hebreos, verso 1 en adelante, dice:

“Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que salió a recibir a Abraham que volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo,

a quien asimismo dio Abraham los diezmos de todo; cuyo nombre significa primeramente Rey de justicia, y también Rey de Salem, esto es, Rey de paz;

sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre”.

Aquí podemos ver quién es este Melquisedec, este personaje sin padre y sin madre. Es el mismo Dios en Su cuerpo teofánico.

“Considerad, pues, cuán grande era este, a quien aun Abraham el patriarca dio diezmos del botín”.

Ahora, este Melquisedec, siendo el mismo Dios en Su cuerpo teofánico, vean ustedes, le apareció en forma visible a Abraham.

Luego, en otra ocasión, el día antes de la destrucción de Sodoma y de Gomorra, le apareció Dios nuevamente a Abraham en forma visible, y con Él también vinieron dos varones más, que son los Arcángeles Gabriel y Miguel; y esto lo encontramos en el capítulo 18 y 19 del libro del Génesis.

Lo de Melquisedec lo encontramos en el capítulo 14 del Génesis y en el capítulo 7 de Hebreos, verso 1 en adelante.

Y ahora, vean ustedes, Dios con Sus Arcángeles Gabriel y Miguel comieron con Abraham. Abraham les preparó un becerro tierno, tortas de harina amasada, leche también, mantequilla… o sea, todo lo que conlleva una buena comida. Y como estaban materializados delante de Abraham, comieron allí.

Ahora, en otras ocasiones también encontramos que le aparecieron a otros personajes como Jacob: en el Génesis, capítulo 32, dice versos 24 en adelante:

“Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón (o sea, un hombre) hasta que rayaba el alba (o sea, hasta que ya comenzaba a amanecer).

Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba.

Y dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices.

Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob.

Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.

Entonces Jacob le preguntó, y dijo: Declárame ahora tu nombre. Y el varón respondió: ¿Por qué me preguntas por mi nombre? Y lo bendijo allí.

Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma.

Y cuando había pasado Peniel, le salió el sol”.

Ahora, vean cómo aquí Jacob dice que él vio a Dios cara a cara al ver este Ángel, este Varón, este Hombre de otra dimensión con el cual luchó; porque este era nada menos que el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, el mismo Dios en Su cuerpo teofánico.

Ahora, Dios le dijo a Moisés: “No me verá hombre y vivirá”, “No verás mi rostro porque no me verá hombre y vivirá”.

Pero ahora Jacob dice que vio a Dios cara a cara.

Veamos otro pasaje donde nos habla otra persona de que vio a Dios cara a cara. Está en el libro de los Jueces. Fue cuando Manoa tuvo la visita de un Varón, Manoa y su esposa. Capítulo 13, verso 11 al 35, dice… vamos a ver (para no leer mucho), verso 16 en adelante dice:

“Y el ángel de Jehová respondió a Manoa: Aunque me detengas, no comeré de tu pan…”.

Vean por qué le dice así. El verso anterior dice:

“Entonces Manoa dijo al ángel de Jehová: Te ruego nos permitas detenerte, y te prepararemos un cabrito (o sea, lo invitó a una comida).

Y el ángel de Jehová respondió a Manoa: Aunque me detengas, no comeré de tu pan; mas si quieres hacer holocausto, ofrécelo a Jehová. Y no sabía Manoa que aquel fuese ángel de Jehová (no sabía Manoa que aquel era el Ángel de Jehová).

Entonces dijo Manoa al ángel de Jehová: ¿Cuál es tu nombre, para que cuando se cumpla tu palabra te honremos?

Y el ángel de Jehová respondió: ¿Por qué preguntas por mi nombre, que es admirable? (En otras versiones dice: ‘que es oculto’).

Y Manoa tomó un cabrito y una ofrenda, y los ofreció sobre una peña a Jehová; y el ángel hizo milagro ante los ojos de Manoa y de su mujer.

Porque aconteció que cuando la llama subía del altar hacia el cielo, el ángel de Jehová subió en la llama del altar ante los ojos de Manoa y de su mujer, los cuales se postraron en tierra.

Y el ángel de Jehová no volvió a aparecer a Manoa ni a su mujer. Entonces conoció Manoa que era el ángel de Jehová.

Y dijo Manoa a su mujer: Ciertamente moriremos, porque a Dios hemos visto”.

Porque el Ángel de Jehová es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob en Su cuerpo teofánico de la sexta dimensión.

Ahora, Jacob y también Manoa dicen que vieron a Dios cara a cara.

Y ahora vayamos a San Juan, capítulo 1, verso 18; dice:

“A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer”.

Ahora vean todas estas personas que hablaron en el Antiguo Testamento y dijeron que vieron a Dios cara a cara, ahora San Juan, capítulo 1, verso 18, dice: “Nadie jamás ha visto a Dios”. Y ellos dijeron que vieron a Dios. Y el que estaba allí con ellos era Dios: el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.

Ahora, hay una contradicción aquí. Si no podemos comprender esto, para nosotros hay una contradicción; pero no para Dios. Pero si lo podemos entender, entonces veremos que no hay ninguna contradicción. Vamos a ver.

Yo los estoy mirando a ustedes y ustedes a mí, yo estoy viendo el cuerpo de ustedes y ustedes están viendo mi cuerpo; pero ustedes no están viendo mi espíritu ni están viendo mi alma; y el ser humano es cuerpo, espíritu y alma; y el alma es lo que es en realidad el ser humano.

El cuerpo físico es una casa terrenal en la cual vivimos, en la cual nos manifestamos y a través de la cual actuamos en esta Tierra. Como cuando usted ve la tortuga, y ve que hay una tortuga allí dormida, y usted dice: “Mire, una tortuga, ¿dónde está?”. Lo que usted está viendo es la casa donde está la tortuga, pero la tortuga está dentro de esa casa.

Y cuando nos vemos el cuerpo el uno al otro, estamos viendo la casa donde nosotros estamos viviendo; y el espíritu (que está dentro de esta casa) es un cuerpo de otra dimensión; por eso es que la persona cuando nace en esta Tierra obtiene un cuerpo de carne mortal, temporal, y un cuerpo que se enferma y que su vida aquí en la Tierra es muy corto; no es un cuerpo eterno. Esto es a causa de la caída en el Huerto del Edén. Y recibe también un espíritu del mundo (digamos, de otra dimensión, de la quinta dimensión).

Pero para la persona vivir eternamente necesita un cuerpo eterno y un espíritu eterno; y por eso se requiere el nuevo nacimiento, del cual Cristo habló en San Juan, capítulo 3, a Nicodemo; y el que no nazca de nuevo, no puede entrar al Reino de los Cielos.

Cuando la persona cree en Cristo como su Salvador y lava sus pecados en la Sangre de Cristo, y recibe Su Espíritu Santo: ha nacido de nuevo, y ha nacido en la sexta dimensión, ha sido colocado en lugares celestiales en Cristo y con Cristo, y obtiene un cuerpo teofánico de esa sexta dimensión; un cuerpo teofánico y eterno, un cuerpo igual al cuerpo teofánico de Dios, un cuerpo teofánico igual al cuerpo que le apareció a Manoa y a Jacob y también a Abraham; un cuerpo teofánico como el cuerpo teofánico en que Dios le apareció a Abraham, a Jacob, a Manoa, a Moisés cuando vio sus espaldas, y a otros profetas.

De esa clase de cuerpo es que se recibe cuando se nace de nuevo. Y si la persona muere, pues sigue viviendo en ese cuerpo de otra dimensión, de la sexta dimensión (la sexta dimensión es el Paraíso).

Y ahora, todavía la persona continúa con el cuerpo físico, que es mortal, pero ya tiene un cuerpo teofánico inmortal, de la sexta dimensión. Y para el Día Postrero Cristo ha prometido que resucitará a los creyentes en Él que han partido, y nos transformará a nosotros los que vivimos. Esa es una promesa para este tiempo final, para el Día Postrero, que es el séptimo milenio.

Si le añadimos al calendario los años de atraso que tiene, ya estamos en el séptimo milenio; y si no le añadimos los años de atraso que tiene, pues solamente faltan, solamente 1 año con 10 meses y algunos días para comenzar el séptimo milenio de Adán hacia acá, y tercer milenio de Cristo hacia acá.

Ese es el Día Postrero delante de Dios, que para los seres humanos es el milenio postrero, el séptimo milenio, llamado también el Día de Jehová o Día del Señor.

Y ahora, cuando los muertos en Cristo resuciten, nosotros los que vivimos seremos transformados; o sea, todos los que hayamos creído en Cristo como nuestro Salvador, hayamos lavado nuestros pecados en la Sangre de Cristo y hayamos recibido el Espíritu de Cristo, el Espíritu Santo; y así hemos obtenido un cuerpo teofánico de la sexta dimensión, y solamente nos falta el cuerpo físico inmortal, incorruptible y glorificado, el cual recibiremos cuando los muertos en Cristo resuciten, y esto es para el Día Postrero, que es el séptimo milenio.

Ahora, nosotros estamos viviendo en el tiempo final. Les dije que solamente falta 1 año con 10 meses y algunos días (conforme al calendario que se usa en la actualidad) para llegar al séptimo milenio.

Ahora, no sabemos en qué año del séptimo milenio será la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos.

Miren, el año que sea, en ese año la vamos a recibir. Lo importante es que estemos preparados escuchando la Voz de Cristo, la Gran Voz de Trompeta del Evangelio del Reino, que gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, en Su Obra de Reclamo.

Y para ese tiempo en que recibamos el nuevo cuerpo seremos plenamente iguales a nuestro amado Señor Jesucristo. Seremos a imagen (ese es el cuerpo teofánico) y a semejanza (ese es el cuerpo físico), a imagen y semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo.

Tendremos la imagen —o sea, el cuerpo teofánico— como el cuerpo teofánico de Jesucristo, y tendremos la semejanza física del cuerpo físico de Jesucristo. Tendremos un cuerpo físico como el de Jesucristo: eterno, incorruptible, inmortal y glorificado. Esa es una promesa para cada uno de ustedes y para mí también.

Ahora, para el Día Postrero, así como para la Primera Venida de Cristo y para el tiempo de Moisés y demás profetas, en la Obra de Dios realizada en cada tiempo estuvo la manifestación del Nombre de Dios, pero no fue comprendido ese misterio divino.

Para la Primera Venida de Cristo Él dijo: “Yo he venido en nombre de mi Padre”. También Él dijo que las obras que Él hacía era en el nombre de Su Padre. Y la Obra que Cristo realizó fue una Obra en el nombre de Su Padre.

En San Juan, capítulo 12, vean ustedes, Cristo… luego de Su entrada triunfal, donde había entrado a Jerusalén sobre un pollino, un burrito que todavía ninguna persona se había montado en él (por eso llevaron a la madre del burrito adelante para que el burrito siguiera detrás), y…

¿Que Jesús se montó en un burrito que todavía nadie se había montado? Así lo dice la Escritura. Pero no hay ningún problema: Jesús no pesaba tanto, Jesús no era un hombre altísimo; era una persona bajita y delgado, de algunos 60 kilos, y de algún metro (diríamos), de algunos 63 a 65 centímetros [1,63 – 1,65], o sea que era una persona bajita, así que el burrito no llevaba tanta carga; más bien ese fue un burrito muy privilegiado; y la madre de ese burrito también, porque tuvo a un burrito que había sido profetizado que aparecería en la Tierra, y ella también había sido profetizada que aparecería en la Tierra; o sea que esa burra con su burrito fueron más privilegiados que los grandes sabios de aquel tiempo, que rechazaron a Cristo.

Así que podemos decirle al burrito y a su mamá… podemos darle los doctorados en Teología que tenían los grandes doctores que rechazaron a Cristo. Y los títulos del burrito y la burrita tenemos que dárselos a los grandes sabios y doctores que rechazaron a Cristo.

Así que Jesucristo entró a Jerusalén en aquel burrito: el teólogo más grande de todos los animales que había en aquel tiempo; un teólogo con más sabiduría que los teólogos de aquel tiempo, y su madre también (la madre del burrito).

Pero los que rechazaron a Cristo fueron en realidad los burritos: burritos chiquitos y burritos grandes; mientras más títulos, más grandes eran.

Porque a la verdad que hay que ser bien burro para ver todas las profecías que están ahí en la Escritura, y ver que un hombre cumple todas estas Escrituras, y decir que ese no es el hombre.

Cristo les decía: “Si no pueden creer en mí, crean a las obras; porque ellas dan testimonio de que Dios me ha enviado”7.

Ahora, esto de burrito no lo digo con intención de ofender, sino para que ustedes vean que sin la misericordia de Dios y la revelación de Dios para el ser humano, el ser humano no puede comprender a Dios y Su Programa para el día en que vive; y es aún peor que un burrito.

Es sin entendimiento, diríamos, no solamente como un burrito, sino como el avestruz: que no tiene sabiduría, está falto de sabiduría; y va huyendo del enemigo, ya sea de un león o de algún otro animal salvaje, va huyendo y se va a esconder, y puede ver un hueco, y mete la cabeza, y ya cree que se escondió; y quedó todo por fuera menos la cabeza.

Así sucede en el campo espiritual también, cuando no conocemos el Programa de Dios.

Las personas a través del tiempo han creído que con solamente decir que creen en Dios y asistir a alguna religión o secta religiosa, ya eso es todo; y eso es estar como el avestruz, escondiendo la cabeza, tratando de huir del juicio divino y escondiendo la cabeza sin saber que están todo al descubierto.

Se requiere tener el conocimiento del Programa de Dios para el tiempo en que la persona está viviendo.

Así fue en el tiempo de los profetas en el Antiguo Testamento, así fue en el tiempo de Jesús; pero siempre hubo, hay y habrá personas como Pedro, que cuando Jesús vio que todas las personas que le seguían se estaban marchando porque no entendieron algunas cosas que Jesús les habló…, y los discípulos de Jesús, Sus doce apóstoles, viendo eso (después que Jesús había ganado tanta gente, tantas miles de personas, ahora se le van porque no entendieron algunas cosas), los discípulos en su corazón pensaban: “Dura es esta Palabra, ¿quién la puede recibir?”8.

Jesús, conociendo los pensamientos del corazón de ellos, les dice: “¿Quieren ustedes también irse?”.

Pedro le dice: “¿Y a quién iremos? ¡Tú tienes palabras de vida eterna! Y nosotros sabemos y nosotros creemos que Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”.

O sea, tenían la revelación de quién era Jesús: el portador de la Palabra de vida eterna, porque Él era la Palabra, el Verbo hecho carne, y ahí estaba el Nombre de Dios manifestado.

Y ahora, todos los demás predicadores de todas las sinagogas, los sacerdotes de las sinagogas, predicaban la Palabra, la Biblia; pero no bastaba solamente con estar predicando y diciendo: “Aquí dice así, y aquí dice así; y Dios ha dicho así y así”; se requería estar proclamando lo que Dios había prometido para ese tiempo y estar mostrando el cumplimiento de eso que Dios prometió, lo cual estaba cumplido en Jesús de Nazaret.

Y eso era de lo que Jesús predicaba, de eso era de lo que Jesús les hablaba al pueblo; esa era la revelación de Dios, del Padre, a través de Jesús. Dios estaba en Jesús revelado, revelándose al pueblo hebreo. Era la manifestación del Padre celestial a través de carne humana. Dentro de ese velo de carne estaba nada menos que Dios con Su cuerpo teofánico habitando dentro de ese velo de carne.

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

Este era en el principio con Dios.

Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.

En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”.

Y luego el verso 14 de ese mismo capítulo 1 de San Juan dice:

“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”.

El Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, que había libertado al pueblo hebreo y que le había aparecido también a Abraham, a Isaac, a Jacob, y también le había aparecido a Manoa en forma visible, en la forma de un hombre, de un varón, y le había aparecido a otros profetas: ahora venía vestido de carne humana.

O sea, se materializó: de la sexta dimensión se pasó a esta dimensión terrenal en un cuerpo de carne llamado Jesús; se hizo hombre y habitó entre nosotros. Por eso Él es Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros.

“Porque el mismo Señor os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y se llamará su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros”9. (Isaías, capítulo 7, verso 14).

Ahora podemos ver quién es nuestro amado Señor Jesucristo: es el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el cual se hizo carne y habitó en medio de los seres humanos. Y nadie jamás ha visto a Dios, solamente han visto Su cuerpo teofánico, de la sexta dimensión, cuando le apareció a Abraham, a Isaac, a Jacob, a Manoa y a otros profetas, pero estaban viendo un cuerpo; o en otras ocasiones algunos vieron una luz o una llama de fuego; pero nadie ha visto a Dios en Su esencia; nadie ha visto al Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob en Su esencia. “Nadie jamás ha visto a Dios; el unigénito Hijo, que está en el Seno del Padre, Él le declaró”10.

Jesucristo nuestro Salvador, en San Juan, capítulo 8, verso 56 al 59, dice a las personas que estaban allí escuchándolo, pero que no estaban de acuerdo con Él. Dice:

“Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.

Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?

Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy”.

Y ahora, ¿cómo estaba Jesús antes de tener Su cuerpo de carne, el cual nació por medio de la virgen María? Pues estaba en Su cuerpo teofánico, el cual es el Ángel de Jehová o Ángel del Pacto, que le apareció a los profetas del Antiguo Testamento. Le apareció a Abraham, le apareció a Isaac, a Jacob, a Manoa, a Moisés, a todos esos hombres de Dios; y Él era el que le aparecía a Adán.

Él fue el que colocó a Adán en la sexta dimensión y le dio un cuerpo teofánico de la sexta dimensión igual a Su cuerpo teofánico, y luego le creó un cuerpo del polvo de la tierra, y colocó a Adán en ese cuerpo.

Él fue el que también guio – libertó al pueblo hebreo, y los guio por el desierto y los llevó a la tierra prometida.

Él es antes que Abraham también y antes que Adán también.

Y ahora, cuando el profeta Malaquías en el capítulo 3 nos habla de la venida de Juan el Bautista y de Jesús, nadie sabía que estos dos personajes de los cuales se habla aquí serían Juan el Bautista y Jesús, porque los nombres de ellos no estaban revelados aquí. Serían revelados cuando estuviera en cumplimiento esa profecía, ellos vendrían con esos nombres.

Ahora, dice Malaquías, capítulo 3, verso 1 en adelante:

“He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí (ese fue Juan el Bautista); y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis (o sea, el Señor Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el cual el pueblo hebreo en el templo buscaba, y cuando oraban a Dios estaban orando al Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob), y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros (o sea, el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, el cual había libertado al pueblo hebreo y le había aparecido a Moisés en esa llama de fuego, pero también lo había visto Moisés en la forma de un hombre luego que pasó frente a él y vio su espalda; y también Jacob lo había visto en la forma de un hombre, y también Abraham, y también Manoa más adelante lo vio en la forma de un hombre, un varón, un ángel, un hombre de la sexta dimensión)”.

Algunos hablan de que en este tiempo están apareciendo naves espaciales llamadas platillos voladores o llamados también ovnis; y están diciendo que estamos siendo visitados por extraterrestres. Pero los extraterrestres están en la Tierra antes de Dios colocar al ser humano en este planeta Tierra; o sea que los visitantes son los seres humanos.

Ellos han estado siempre acá en la Tierra, pero en cuerpos de la sexta dimensión: los ángeles de Dios; y ellos son los que tienen la custodia del planeta Tierra, como también de todos los demás planetas y de todos los demás sistemas solares y de todas las galaxias.

Por eso es que están siendo vistos, se están haciendo visibles en este tiempo, como se hicieron visibles en otros tiempos.

Vean, cuando le aparecieron a Abraham, a Isaac, a Jacob, a Moisés, a Manoa y a todas estas personas, son los ángeles de Dios que hoy se les llama extraterrestres u ovnis que aparecieron, o luces misteriosas.

Cuando aparecieron Gabriel y Miguel con Dios, y comieron con Abraham, era lo mismo: eran luces misteriosas, ovnis o platillos voladores que descendieron y estuvieron con Abraham allí, comieron con él; y le dieron a conocer lo que iba a suceder en Sodoma y Gomorra; y también le hablaron de la bendición que Abraham recibiría por medio de Sara: recibiría un hijo, nacería el hijo prometido, Isaac (el próximo año tendrían ese hijo).

Ahora, vean cómo las cosas que iban a suceder le fueron reveladas a Abraham, porque Abraham era el profeta de Dios dispensacional para ese tiempo; “y no hará nada el Señor Jehová sin que antes revele Sus secretos a Sus siervos Sus profetas”.

Y ahora, cuando una persona quiera leer acerca de platillos voladores o carros de fuego, ovnis y extraterrestres, y quiera tener un conocimiento claro, les voy a recomendar el libro más perfecto y que muestra claramente esos platillos voladores, muestra los extraterrestres y muestra todas las cosas que ellos hacen; ese libro es: la Biblia.

Fue un extraterrestre el que creó el universo completo, y luego se hizo terrestre cuando estuvo dentro de un cuerpo de carne que nació a través de una virgen llamada María, y Su Nombre todos lo conocemos: Jesús de Nazaret.

¿Ahora vieron quién fue el que creó el universo completo? ¿Dice eso la Biblia, que Él fue el que creó todas las cosas? De seguro San Pablo debe saber algo, ¿verdad? Dice Hebreos, capítulo 1, verso 1 al 3:

“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,

en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo…”.

¿Por quién? Por Jesucristo.

Pero si Jesucristo todavía no había venido a la Tierra, ¿cómo va a hacer el universo completo Dios por medio de Jesucristo?

Jesucristo es el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, el que libertó al pueblo hebreo. Y Dios por medio de esa manifestación en ese cuerpo teofánico Suyo, llamado el Ángel del Pacto o Ángel de Jehová, que es Jesucristo en la sexta dimensión, creó el universo completo.

“… el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia…”.

Cristo es el resplandor de la gloria de Dios, y la imagen misma de Su sustancia.

“… y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder…”.

¿Quién sustenta todas las cosas? Jesucristo.

“… habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo…”.

“Por medio de Sí mismo”: con Su cuerpo de carne que tuvo aquí en la Tierra.

“… se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas…”.

O sea, en el Trono de Dios en el Cielo se sentó Jesucristo, y allí colocó Su propia Sangre para hacer intercesión allí.

Siendo Jesucristo el Sumo Sacerdote Melquisedec del Templo que está en el Cielo, Él con Su propia Sangre, la Sangre de Su cuerpo de carne que fue crucificado, vean ustedes, ha estado haciendo intercesión en el Cielo. Así como hacía el sumo sacerdote en el templo terrenal, en el lugar santísimo, hace Jesucristo como Sumo Sacerdote en el Templo celestial.

Y ahora, Cristo, vean ustedes, está sentado en el Trono celestial, en el Trono o asiento de misericordia, el cual es un asiento de misericordia mientras Su Sangre está allí; y mientras Su Sangre está allí, Él está como Sumo Sacerdote haciendo intercesión, hasta que entre hasta el último de los escogidos de Dios. Y luego terminará Su labor allí y saldrá del Trono celestial.

Y ahora, ¿dónde está el Nombre de Dios en el Cielo? En el Trono. Porque allí está Dios en Su Trono. Y estando allí Jesucristo sentado en el Trono de Dios, allí está el Nombre de Dios.

Por eso es que en el templo que construyó Salomón y el templo o tabernáculo que construyó Moisés, allí estaba el Nombre de Dios, estaba en el lugar santísimo; porque allí estaba el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, que es Jesucristo en esa Columna de Fuego, estaba en medio de los dos querubines de oro que estaban allí en el propiciatorio.

Por cuanto el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, es el que tiene el Nombre Eterno de Dios, y estando Él sobre el propiciatorio, pues allí estaba, en el templo, el Nombre de Dios. Y Cristo estando sentado en el Trono de Dios en el Cielo, Él tiene el Nombre de Dios; porque allí está el Nombre de Dios.

Y ahora, en Apocalipsis, capítulo 2, verso 17, dice:

“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe”.

El Maná escondido es la revelación de Jesucristo en Su Segunda Venida; y darnos del Maná escondido es darnos la revelación de la Segunda Venida de Cristo. Y comer el Maná escondido es comer espiritualmente, recibir en nuestra alma la Segunda Venida de Cristo, comernos toda esa revelación de la Segunda Venida de Cristo.

Y la Piedrecita blanca que viene con un nombre nuevo es la Piedra que los edificadores desecharon: Cristo en Su Primera Venida fue rechazado, desechado por los edificadores, o sea, por los ministros de Su tiempo, por el Concilio del Sanedrín y el sumo sacerdote; y la mayor parte de los ministros, sacerdotes y rabinos de la religión hebrea, ellos eran los edificadores que edificaban espiritualmente al pueblo hebreo; pero la Piedra principal la rechazaron.

Y ahora, Daniel, en el libro de Daniel, en el sueño que tuvo el rey Nabucodonosor en el capítulo 2 de Daniel, donde vio una estatua con la cabeza de oro, el pecho y brazos de plata, y el vientre y muslos de bronce, y las piernas de hierro, y los pies de hierro y de barro cocido, el cual representa el reino de los gentiles; luego al final, luego vio una piedra no cortada de manos, cortada del monte, que vino e hirió a esa imagen en los pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó. Esa Piedra viniendo es la Segunda Venida de Cristo, esa es la Piedrecita blanca que viene con un nombre nuevo que ninguno entiende; porque la Segunda Venida de Cristo es con un nombre nuevo.

Para Su Primera Venida Él vino con el nombre de Redención, el nombre Jesús en español, que es Josué o Yoshua o Yeshua en hebreo; pero Él para Su Segunda Venida, para la Venida del Ángel del Pacto en el Día Postrero, será con un nuevo nombre; y ese será el nombre con el cual Él cumplirá todo Su Programa correspondiente al Día Postrero.

Y donde esté el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, en el Día Postrero, ahí estará Su Nombre.

En edades pasadas, en Sus manifestaciones, no pudo ser comprendido Su Nombre aunque estaba (pues el Ángel del Pacto es el que lo tiene, el Ángel de Jehová); pero esa revelación es para ser dada a conocer al Ángel del Señor Jesucristo del Día Postrero; y luego él lo revelará a la Iglesia de Jesucristo en este tiempo final.

Ahora, esto es una sorpresa para millones de seres humanos que profesan la fe cristiana pero que han visto en la Biblia que hay un nombre nuevo, pero que nunca han podido comprender ese misterio.

Y ahora, en el capítulo 3 del Apocalipsis, verso 12, dice:

“Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios (y la Iglesia de Jesucristo es el Templo de Dios aquí en la Tierra, es un Templo espiritual), y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo”.

Es Jesucristo el que dice que tiene un nombre nuevo y que lo va a escribir sobre el Vencedor. El Vencedor que estará en el Día Postrero, en la Edad de la Piedra Angular, el Siervo fiel y prudente que estará alimentando a la Iglesia en el Día Postrero con la revelación divina del Día Postrero, será ese Siervo prudente bienaventurado; y él será el que recibirá esa bendición; y él será el que conocerá ese misterio divino.

Y bajo el ministerio de Jesucristo, el Ángel del Pacto, a través de Su Ángel Mensajero, tendremos la manifestación del Nombre de Dios.

La Obra será una obra realizada por el Nombre de Dios, que es el Nombre Nuevo de Jesucristo, del cual Él habla, ese Nombre Eterno de Dios.

Ahora, para el tiempo final, las palabras de Jesucristo de San Juan, capítulo 12, y versos 28 al 29, se cumplirán plenamente. Ya una parte se cumplió en la Primera Venida de Cristo, y la otra parte se cumplirá en Su Segunda Venida. Cristo orando dijo:

“Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez”.

Lo glorificó en Su Primera Venida y lo glorificará en Su Segunda Venida.

Vean cómo aquí Cristo dice: “Padre, glorifica Tu Nombre”, o sea, el Nombre Eterno de Dios.

“Y la multitud que estaba allí, y había oído la voz, decía que había sido un trueno. Otros decían: Un ángel le ha hablado”.

Nadie entendió, solo Jesús. Fue hablado en otra dimensión, pero por cuanto rompió la barrera y pasó a esta dimensión, se escuchó como un trueno.

Y ahora, lo que nos dice también San Mateo, conforme al Salmo 118, verso 26, donde dijo: “¡Bendito el que viene en el Nombre del Señor! ¡Hosanna al que viene en el Nombre del Señor!”11 (así proclamaron también en la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén), esto es profecía: se cumplió en la Primera Venida de Cristo en Su entrada triunfal.

Y luego de estar cumplida ya, ¿saben lo que dijo Jesús? Vamos a ver. Luego de ya estar cumplida esa profecía, cuando se lamentó sobre Jerusalén, en el capítulo 23, verso 37 al 39, dijo:

“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!

He aquí vuestra casa os es dejada desierta.

Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor”.

Esta es una profecía para ser cumplida en la Segunda Venida de Cristo; porque ya la primera parte de la profecía del Salmo 118, verso 26, ya se cumplió cuando los creyentes en Jesús (y otros simpatizantes) le dieron la bienvenida en Jerusalén. No la nación como nación, ni el sumo sacerdote, ni el Concilio de la religión hebrea, sino gente sencilla fueron los que le dieron la bienvenida y proclamaron: “¡Bendito el que viene en el Nombre del Señor!”; y ya se cumplió la parte correspondiente a la Primera Venida.

Y para Su Segunda Venida esa profecía nuevamente será cumplida. Y será con el Nombre Eterno de Dios, en donde Dios glorificará otra vez Su Nombre. ¡Lo glorificó en Su Primera Venida y lo glorificará en Su Segunda Venida!

Ahora, podemos ver LA IMPORTANCIA QUE DIOS LE DA A SU NOMBRE.

Para Su Segunda Venida Su Nombre estará siendo glorificado por Dios, y estará en Su Segunda Venida Su Nombre siendo manifestado y glorificado por Dios; y revelado al Vencedor. Y será escrito sobre el Vencedor.

Y ese será el Nombre de nuestro Dios, el Nombre de la Ciudad de nuestro Dios, y Nombre Nuevo del Señor Jesucristo.

Por eso es que en Ezequiel, capítulo 48, verso 35, nos dice que el nombre de la ciudad, o sea, de Jerusalén (esto es para el Reino Milenial), será Jehová-sama, que significa ‘Jehová (o sea, Dios) está presente’. Jehová está presente; y si está presente, ¿estará presente qué? Su Nombre. Y el Nombre de la Ciudad será el Nombre de Dios.

Vean LA IMPORTANCIA QUE DIOS LE DA A SU NOMBRE. No hay otro nombre más grande que ese Nombre. Y ese es el Nombre Eterno del Señor Jesucristo.

Dios le dio un Nombre que es sobre todo nombre, sobre todo nombre que se nombre en el Cielo y en la Tierra; por lo tanto, no puede ser otro sino el Nombre Eterno de Dios.

Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de “LA IMPORTANCIA QUE DIOS LE DA A SU NOMBRE”.

Y por eso, si Dios le da importancia, nosotros también le damos importancia.

Y para este tiempo nuevamente estarán cumpliéndose las palabras proféticas del Salmo 118, verso 26: “¡Bendito el que viene en el Nombre del Señor!”.

¿Por qué? Porque Él lo escribirá sobre él.

Que las bendiciones de Dios prometidas para Sus hijos para este tiempo final sean sobre todos ustedes y sobre mí también, y se materialicen en ustedes y en mí en el Nombre Eterno de Dios, en el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Muchas gracias y pasen todos buenas tardes.

“LA IMPORTANCIA QUE DIOS LE DA A SU NOMBRE”.

[Revisión diciembre 2019]

1 Números 20:8

2 Éxodo 17:1-7

3 San Juan 13:20

4 San Mateo 10:41

5 San Juan 1:1

6 Génesis 1:1

7 San Juan 10:38

8 San Juan 6:60-68

9San Mateo 1:23

10 San Juan 1:18

11 San Mateo 21:9, San Marcos 11:9-10, San Juan 12:13

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