Tiempo de levantar nuestras cabezas al Cielo, porque nuestra redención está cerca

Muy buenas tardes, ministros, y esposas de ministros, y líder de jóvenes. Es para mí un privilegio grande estar con ustedes, ministros de diferentes iglesias, congregaciones, aquí en la ciudad de Tarapoto, Perú, para compartir con ustedes las bendiciones que Cristo está derramando sobre Su Iglesia en este tiempo final.

Para lo cual quiero leer en San Lucas, capítulo 21, versos 25 en adelante, donde dice (el mismo Jesús hablando dice):

“Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas;

desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas.

Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria.

Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca.

También les dijo una parábola: Mirad la higuera y todos los árboles.

Cuando ya brotan, viéndolo, sabéis por vosotros mismos que el verano está ya cerca.

Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios.

De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca.

El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día.

Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra.

Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre”.

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

“TIEMPO DE LEVANTAR NUESTRAS CABEZAS AL CIELO, PORQUE NUESTRA REDENCIÓN ESTÁ CERCA”.

“Nuestra redención” aquí se refiere a la transformación de nuestros cuerpos, en donde hemos de obtener un cuerpo eterno y glorificado, igual al cuerpo de nuestro amado Señor Jesucristo.

Esto es lo mismo de lo cual habla San Pablo en su carta a los Romanos, capítulo 8, versos 18 en adelante, dice:

“Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.

Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios.

Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza;

porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.

Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora;

y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo”.

Ahora, cuando se nos habla de la redención o día de redención, vean ustedes, la redención de nuestro cuerpo es cuando nosotros seamos transformados (nosotros los que vivimos) y tengamos un cuerpo igual al cuerpo de Jesucristo, inmortal, incorruptible y glorificado; y los muertos en Cristo resucitarán en cuerpos eternos también. Y esto es para el tiempo en donde todas estas señales correspondientes al tiempo final o fin del tiempo o fin del siglo, estarán cumpliéndose.

Y hemos visto, a través de las grandes cosas que han estado sucediendo, que las señales del fin del tiempo han estado cumpliéndose. Por ejemplo, cuando Cristo nos habla de la higuera siendo restaurada, reverdeciendo, la higuera es el pueblo hebreo; y hemos visto cómo el pueblo hebreo ha estado regresando a su tierra desde la década del 40, y en la actualidad es una nación libre y soberana. La higuera ha reverdecido: Israel.

Y ahora, Cristo dice: “Cuando ustedes vean suceder estas cosas, entiendan que vuestra redención está cerca”, o sea, la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos.

Por eso es que tenemos que estar nosotros despiertos, o sea, con nuestras cabezas levantadas al Cielo, porque nuestra redención está cerca: nuestra transformación está cerca y la resurrección de los muertos en Cristo está cerca también.

Ahora, tenemos que tener nuestra cabeza levantada al Cielo, nuestros rostros levantados al Cielo, nuestro pensamiento, nuestra mente levantada al Cielo; y estar pensando, meditando y escuchando y creyendo las cosas que Cristo ha prometido para este tiempo final; y estar sirviendo a Jesucristo como nuestro Salvador y habiendo lavado nuestros pecados en la Sangre de Cristo antes que se cierre la Puerta.

Como dijo Cristo en la parábola de las diez vírgenes1, que llegó el tiempo en que la puerta fue cerrada y las que quedaron fuera ya no tuvieron más oportunidad, por lo tanto se quedaron para pasar por la gran tribulación; y las que estaban dentro, con Cristo, con el Esposo, entraron con Él a las Bodas; y la puerta se cerró, ya no podía entrar ninguna otra persona.

Ahora, vean cómo también de esto nos habla Jesucristo en San Lucas, capítulo 13, y en los versos 22 en adelante; cuando pasaba por ciertas ciudades, dice:

“Pasaba Jesús por ciudades y aldeas, enseñando, y encaminándose a Jerusalén.

Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo:

Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.

Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, él respondiendo os dirá: No sé de dónde sois”.

Ahora, vean cómo también ahí, en esta parábola, nos habla Cristo de la puerta; y la Puerta es Cristo. Por lo tanto, llegará un tiempo en que no habrá más oportunidad de salvación entre los gentiles porque se habrá completado el número de los escogidos de Dios, de los miembros de la Iglesia de Jesucristo, y luego vendrá la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos.

Por eso este tiempo en que vivimos es muy importante, porque este es el tiempo de preparación para recibir las bendiciones de Dios y así pronto ser transformados, como Él ha prometido para llevar a cabo en este tiempo final.

Por ejemplo, cuando Él habló de los creyentes en Él y habló de la resurrección, miren lo que Él nos dijo: en San Juan, capítulo 4… vamos a ver… capítulo 6, vamos a leer; verso 39 al 40, dice:

“Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.

Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquél que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”.

Ahora vean cómo Cristo habla de la resurrección para llevarla a cabo en el Día Postrero, para todos aquellos creyentes en Él que han partido; y para nosotros los que vivimos y permanezcamos vivos hasta que resuciten los muertos en Cristo, la promesa es que seremos transformados.

Ahora, ¿cuál es el Día Postrero? Ya que Cristo lo mencionó aquí en estos dos versos, lo mencionó dos veces; y si leemos todo el capítulo 6 encontraremos que dos veces más fue mencionado en ese mismo capítulo.

Vean, San Pablo hablando de los días postreros, dice en el libro o carta a los Hebreos, capítulo 1, nos dice el apóstol San Pablo:

“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,

en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo…”.

¿Cuándo dice que Dios habló por medio de Su Hijo? Dice que habló en los postreros días. Y ya han transcurrido —de Cristo hacia acá— dos mil años, si le añadimos al calendario los años de atraso que tiene; y si no, pues solamente falta 1 año con 10 meses y algunos días para llegar al séptimo milenio.

Ahora, miren ustedes: dice que Dios ha hablado en los postreros días por medio de Jesucristo, y han transcurrido ya dos mil años. ¿Se equivocaría San Pablo al decir que aquellos días en que Jesús estaba sobre la Tierra predicando eran los días postreros? No se equivocó.

Miren, San Pedro también, hablando el Día de Pentecostés, en el capítulo 2 del libro de los Hechos, versos 14 al 20, dice:

“Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras.

Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día (o sea, era de 8 a 9 de la mañana).

Mas esto es lo dicho por el profeta Joel:

Y en los postreros días, dice Dios,

Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne,

Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán…”.

¿Para cuándo dice San Pedro que Dios dijo que derramaría de Su Espíritu Santo? Para los postreros días, y ya el Día de Pentecostés está derramando del Espíritu Santo. ¿Por qué? Porque ya habían comenzado los días postreros.

Cuando Jesús tenía de 4 a 7 años de edad comenzaron los días postreros, porque comenzó el quinto milenio cuando Jesús tenía de 4 a 7 años de edad; porque un día delante del Señor es como mil años para los seres humanos. Segunda de Pedro, capítulo 3, verso 8, dice: “Porque un día delante del Señor es como mil años y mil años como un día”.

Así que cuando se refiere la Escritura a un día delante del Señor, para los seres humanos son mil años.

Por lo tanto, los días postreros comenzaron cuando Jesús tenía de 4 a 7 años de edad, y por eso San Pablo puede decir que Dios ha hablado por medio de Su Hijo en los postreros días.

Y ahora, hemos visto que los días postreros delante de Dios, para los seres humanos son tres milenios, los tres milenios postreros, que son quinto milenio, sexto milenio y séptimo milenio.

Ahora, han transcurrido, de Cristo hacia acá, dos mil años, pero delante de Dios solamente han transcurrido dos días. Y para el Día Postrero, vean ustedes, es que Cristo ha prometido que llevará a cabo la resurrección de los creyentes en Él que sus cuerpos físicos han muerto o han partido. Y el Día Postrero es el último.

De los tres días postreros delante de Dios, que para los seres humanos son los tres milenios postreros (que son el quinto, sexto y séptimo milenio), siendo el Día Postrero delante de Dios el séptimo milenio, es para el séptimo milenio que Cristo resucitará a los muertos creyentes en Él de edades pasadas y a alguno de nuestro tiempo que ha partido; y luego nos transformará a nosotros los que vivimos y estemos creyendo en Jesucristo como nuestro Salvador, y habiendo lavado nuestros pecados en la Sangre de Cristo y habiendo recibido el Espíritu Santo, y por consiguiente habiendo nacido de nuevo.

¿Quiénes serán transformados? Los que hayan nacido de nuevo. ¿Quiénes serán resucitados? Los muertos físicamente que hayan nacido de nuevo en el tiempo en que vivieron aquí en la Tierra. Por lo tanto, todas esas personas son los que componen la Iglesia del Señor Jesucristo desde los tiempos pasados hasta este tiempo final, o sea, desde el Día de Pentecostés hasta este tiempo final.

Ahora, vean ustedes cómo hay grandes promesas en la Escritura para cada uno de ustedes y para mí también.

Este es el tiempo de estar despiertos, con nuestras mentes, nuestros pensamientos puestos en las cosas del Cielo; las de la Tierra son temporales, pero las del Cielo son eternas. Así que nos conviene entonces tener nuestra mente, nuestro pensamiento puesto en las cosas celestiales.

Este es el tiempo más grande y glorioso de todos los tiempos. Este es el tiempo que desearon vivir todos los profetas del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento. Este es el tiempo señalado como el Día Postrero delante de Dios. Si le añadimos al calendario los años de atraso que tiene, ya estamos en el Día Postrero; si lo dejamos tal y como está, solamente falta 1 año con 10 meses y algunos días para comenzar el Día Postrero.

Por lo tanto, tenemos que estar con nuestras mentes puestas en las cosas del Cielo, y estar conociendo, viendo lo que Dios ha prometido para este tiempo, y viendo cómo gradualmente Él lo va cumpliendo.

Él ha dicho que para el fin de siglo Él enviará Sus Ángeles con Gran Voz de Trompeta, y juntarán a Sus escogidos. San Mateo, capítulo 24, verso 31.

Sus escogidos son los que pertenecen al Cuerpo Místico de Cristo, son los que tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero; son las personas que serán transformadas si permanecen vivos hasta que resuciten los muertos en Cristo.

Ahora vean cómo serán llamados y juntados todos los escogidos de Dios del Día Postrero, del tiempo final: por medio de los ministerios de los Ángeles del Hijo del Hombre enviados con la Gran Voz de Trompeta del Evangelio del Reino, el cual gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo. Por eso es tan importante escuchar la Gran Voz de Trompeta.

No es una trompeta literal, sino que es la Voz de Cristo hablándole a Su Iglesia, a Su pueblo, en este tiempo final. Vean en Apocalipsis, capítulo 1, verso 10 al 11, lo que nos dice el apóstol San Juan:

“Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor (o sea, en el séptimo día delante del Señor, que es el séptimo milenio), y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta,

que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último”.

¿Quién es el Alfa y Omega?, ¿quién es el primero y el último? Nuestro amado Señor Jesucristo. Es la Voz de Cristo en el Día Postrero hablándole a Su pueblo, a Su Iglesia, hablándoles a todos aquellos que van a ser transformados en este tiempo final; y dándonos a conocer las cosas que deben suceder pronto.

En Apocalipsis, capítulo 4, verso 1 en adelante, dice:

“Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo (aquí tenemos de nuevo esa Voz de Trompeta), dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas”.

Es la Voz de Cristo hablándole a Su Iglesia, a Su pueblo, para que suba a un nivel o edad más alta, donde Cristo le va a mostrar a Su Iglesia todas las cosas que deben suceder pronto, en este tiempo final.

Y ¿por medio de quién Él estará dándole a conocer a Su Iglesia todas estas cosas que deben suceder pronto?, ¿a quién enviará? Vean, en Apocalipsis, capítulo 22, verso 16, dice:

“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.

¿A quién envía Jesucristo para dar testimonio de todas estas cosas que van a suceder pronto? Envía a Su Ángel Mensajero, el cual dos mil años atrás aproximadamente envió al apóstol San Juan.

Ese mismo Ángel, el cual estaba en su cuerpo teofánico en aquel tiempo, es enviado en el Día Postrero a la Iglesia de Jesucristo para darle testimonio de todas estas cosas que han de suceder pronto; y así ser llenas del conocimiento de todo el Programa de Dios, todos los hijos e hijas de Dios, y ser preparados para ser transformados y llevados a la Cena de las Bodas del Cordero.

La transformación, como les dije, y resurrección de los muertos en Cristo, es la redención del cuerpo. Y Cristo dijo: “Cuando ustedes vean suceder estas cosas, levantad vuestras cabezas, porque vuestra redención está cerca”, vuestra transformación, para ir a la Casa de nuestro Padre celestial, a la Cena de las Bodas del Cordero.

Ahora veamos nuevamente lo que nos dice aquí con relación a las cosas que van a ser reveladas y por medio de quién van a ser reveladas al pueblo de Dios. Capítulo 22, verso 6, de Apocalipsis, dice:

“Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto”.

¿A quién dice que ha enviado? A Su Ángel Mensajero. ¿Para qué? Para mostrar a Sus siervos las cosas que han de suceder pronto.

Las cosas que han de suceder pronto, en este tiempo final, son mostradas a la Iglesia de Jesucristo por medio del Ángel Mensajero de Jesucristo enviado a Su Iglesia.

Este Ángel Mensajero es el último profeta y es el último profeta dispensacional, para Cristo revelarle a él todas estas cosas y él revelarlas a la Iglesia del Señor Jesucristo. “Porque no hará nada el Señor Jehová, sin que antes revele Sus secretos a Sus siervos Sus profetas”, dice Amós, capítulo 3, verso 7.

Y ahora, hemos llegado al tiempo en que todos los hijos e hijas de Dios están llamados a tener levantadas sus cabezas al Cielo, pensando y ocupándose de las cosas celestiales, ocupándose primeramente de su salvación; porque eso es lo más importante para la persona: la vida eterna. No hay nada más importante que la vida eterna.

Y ahora, toda la esperanza del cristianismo descansa en la Segunda Venida de Cristo, para los muertos en Cristo ser resucitados y nosotros los que vivimos ser transformados y llevados a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo.

Por eso tenemos que tener nuestras mentes, nuestros pensamientos, nuestras cabezas levantadas al Cielo: a Dios, a Jesucristo, y las cosas del Cielo: para estar escuchando la Voz del Cielo, la Voz de Cristo en este tiempo final, esa Gran Voz de Trompeta del Evangelio del Reino, y obtener el conocimiento de todas estas cosas que deben suceder pronto, y así ser preparados para tener la fe para ser transformados y raptados y llevados a la Casa de nuestro Padre celestial.

Ahora hemos visto por qué es tan importante tener nuestras cabezas levantadas al Cielo: es porque nuestra redención, la transformación de nuestros cuerpos, está cerca.

Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de estas cosas que han de suceder y las que ya han sucedido, para que así estemos preparados para ser transformados y raptados, o sea, arrebatados al Cielo, y llevados a la Cena de las Bodas del Cordero.

Hemos visto cómo viene el Mensaje que revela todas estas cosas que deben suceder, cómo viene a la Iglesia de Jesucristo. Jesús dice:

“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.

Hemos visto quién es el que envía ese Mensaje: es Jesucristo. Y hemos visto a través de quién envía ese Mensaje: a través de Su Ángel.

Y hemos visto a quién Él envía ese Mensaje: a Su Iglesia, o sea, a los creyentes en nuestro amado Señor Jesucristo.

Y hemos visto en qué tiempo Él envía ese Mensaje: en el Día Postrero.

Y hemos visto para qué tiempo será la resurrección de los muertos en Cristo. Cristo dijo que Él los resucitará ¿cuándo? En el Día Postrero.

Y hemos visto cuál es el Día Postrero: es el séptimo milenio. ¿Por qué? Porque “un día delante del Señor es como mil años y mil años como un día”.

Y hemos visto quiénes serán resucitados. ¿Quiénes serán resucitados? Los muertos en Cristo, los que creyeron en Cristo como su Salvador, lavaron sus pecados en la Sangre de Cristo y recibieron Su Espíritu Santo, o sea, todos los nacidos de nuevo que han partido.

Y sabemos quiénes serán transformados en este tiempo final: todos los nacidos de nuevo, los cuales estarán escuchando la Gran Voz de Trompeta o Trompeta Final, la Voz de Cristo por medio de Su Ángel Mensajero:

“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.

Recuerden que ese es un profeta mensajero dispensacional; es la primera ocasión en que Jesucristo enviaría a Su Iglesia un profeta dispensacional. Y por consiguiente viene con un Mensaje dispensacional, que es el Mensaje del Evangelio del Reino, que gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo.

Y hemos visto, vean ustedes, qué son los días postreros: quinto milenio, sexto milenio y séptimo milenio. Hemos visto cuál de todos esos días es el Día Postrero: el séptimo milenio, que es el milenio postrero.

Y ahora, así como Dios obró: Jesucristo estuvo en medio de Su Iglesia allá en la tierra de Israel, luego en Asia Menor, luego en Europa, luego en Norteamérica; en este tiempo final se encuentra Cristo en Espíritu Santo manifestándose en medio de los latinoamericanos y caribeños, y está llamando y juntando a todos Sus escogidos, y está preparándonos para ser transformados y ser llevados a la Cena de las Bodas del Cordero.

Por eso nos abre todos estos misterios del Reino de los Cielos, todos estos misterios que corresponden a este tiempo final; y también nos habla y nos da a conocer de los misterios del Reino de los Cielos de etapas pasadas.

Ahora es el tiempo de levantar nuestras cabezas al Cielo, ¿por qué? Porque nuestra redención, nuestra transformación, está cerca.

Continuaremos en la noche, en la actividad de la noche, la cual se titula “LA NECESIDAD DE CONOCER LA OBRA DE DIOS”.

Porque uno no puede decir: “Yo amo a Dios y yo estoy sirviendo a Dios” sin conocer la Obra de Dios. La persona tiene que conocer la Obra de Dios para estar en la Obra de Dios sirviendo a Dios, alabando a Dios y escuchando Su Voz, y preparándose para ser transformado y llevado a la Casa de nuestro Padre celestial.

Porque Jesús dijo: “En la Casa de mi Padre muchas moradas hay; si no fuera así, yo lo hubiera dicho antes; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”: Nos llevará en el rapto o traslación a la Casa de nuestro Padre celestial. San Juan, capítulo 14, es donde nos dice: “En la Casa de mi Padre muchas moradas hay”.

Ahora, vean ustedes que es una promesa de Cristo para ser cumplida ¿cuándo? En este tiempo final.

Él viene para llevar Su Iglesia a la Cena de las Bodas del Cordero; por eso resucitará a los muertos en Cristo y nos transformará a nosotros los que vivimos. ¿Cuándo? A la Final Trompeta2, o sea, al Mensaje Final; esa Gran Voz de Trompeta del Evangelio del Reino, que es la Trompeta Final. En ese tiempo es que son llamados y juntados todos los escogidos de Dios, y son preparados para ser transformados y llevados a la Casa de nuestro Padre celestial.

Por lo tanto, levantad vuestras cabezas al Cielo, porque vuestra redención está cerca. Pronto Cristo resucitará a los muertos creyentes en Él de las edades pasadas y nos transformará a nosotros los que vivimos.

Ahora, la bendición está cayendo sobre la América Latina y el Caribe, la bendición y el llamado de Cristo llamando y juntando a todos Sus escogidos.

Este es el territorio que y del cual algunas personas pensaban que Dios se había olvidado, pero no se había olvidado: para este territorio es que Él tiene la bendición de este tiempo final.

Este es el territorio que corresponde al oeste, y “como el relámpago que sale del este (la tierra de Israel) y se muestra en el oeste (que es el occidente, la tierra de América)…”3.

Vean la bendición tan grande que hay para la Iglesia del Señor Jesucristo, para todos los creyentes en nuestro amado Señor Jesucristo.

Este es un tiempo para ser preparados para ser transformados; no hay nada más importante que eso luego de obtener la salvación; luego es la preparación para ser transformados y raptados y llevados a la Cena de las Bodas del Cordero.

Ha sido para mí una bendición grande estar con ustedes dándoles testimonio de estas cosas que están prometidas para suceder en este tiempo final.

Que Dios les bendiga, que Dios les guarde. Fue un privilegio conocerles, a los que no les había conocido; y que Dios nos ayude a todos para estar preparados para ser transformados en este tiempo final.

Todos queremos ser transformados. Y Él ha dicho: “Y enviará Sus Ángeles con Gran Voz de Trompeta, y juntarán a Sus escogidos”. ¿Para qué? Para ser preparados para ser transformados en este tiempo final.

“TIEMPO DE LEVANTAR NUESTRAS CABEZAS AL CIELO, PORQUE NUESTRA REDENCIÓN ESTÁ CERCA”.

[Revisión junio 2020]

1 San Mateo 25:1-13

2 1 Corintios 15:51-52

3 San Mateo 24:27

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