Buenas tardes o buenas noches, valientes del Hijo de David. Es para mí una bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para saludarlos y pedirle a Cristo Sus bendiciones sobre cada uno de ustedes y sobre mí también:
Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, el Hijo de David, sean sobre todos ustedes y sobre mí también, y nos prospere espiritualmente y materialmente, y nos use grandemente en Su Obra en este Día Postrero, hasta que sea establecido Cristo en el Trono de David y reine sobre el pueblo hebreo y sobre todo el planeta Tierra. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Cristo en Su Primera Venida, vean ustedes, hizo la introducción para una nueva y a una nueva dispensación, para la Dispensación de la Gracia, la sexta dispensación.
Y miren ustedes, Juan introdujo a Cristo, y Cristo introdujo la sexta dispensación y el Nuevo Pacto que Dios establecería con Su pueblo, tanto con los hebreos como con los escogidos de entre los gentiles; y todo el trabajo que Cristo llevó a cabo vino a ser esa introducción para la Dispensación de la Gracia, la sexta dispensación.
Para el Día Postrero, Cristo bajo el Séptimo Sello estará haciendo la introducción a la séptima dispensación y al séptimo milenio; el Séptimo Sello es el que introduce el séptimo milenio y también introduce la séptima dispensación, la Dispensación del Reino.
Y al final del Séptimo Sello es el fin para el mundo, es el fin para los sistemas mundiales, es el fin para el reino de los gentiles, es el fin del tiempo; y es también el fin del Séptimo Sello y la introducción al Milenio. O sea que todas esas cosas están en el Séptimo Sello: se llega al final de toda esa labor de introducción de la Dispensación del Reino y de introducción al séptimo milenio.
Vean, es el Séptimo Sello, Cristo, el que hace la introducción al séptimo milenio y también a la séptima dispensación; y nos revela todos estos misterios por medio de Su Ángel en el Día Postrero, enviado para dar testimonio de todas estas cosas que deben suceder en este tiempo final.
Y por medio de ese Mensaje de la Gran Voz de Trompeta o Evangelio del Reino, que es el Evangelio del Reino, es que obtenemos el conocimiento de todas estas cosas que deben suceder pronto; y así obtenemos todo ese Programa de introducción para la séptima dispensación y para el Reino Milenial de nuestro amado Señor Jesucristo.
Y cuando trabajamos en la Obra de Cristo de este tiempo final estamos trabajando en esa labor de introducción al glorioso Reino Milenial de Cristo, y también a la séptima dispensación; así como trabajó Cristo y Sus discípulos en esa etapa de introducción.
Y por eso, vean ustedes, Cristo fue el mensajero de la sexta dispensación, y Sus discípulos fueron las personas que recibieron las bendiciones más grandes, pues doce tronos para esos doce líderes1. Uno de ellos pues falló, y otra persona vino y ocupó su lugar2; porque la bendición de Dios no se pierde. Alguien puede perder la bendición de Dios, pero viene otro y es colocado en ese lugar, y la bendición de Dios sigue hacia adelante.
Así que doce tronos, vean ustedes, doce tronos estaban ordenados por Dios para doce apóstoles, doce columnas, doce personas que estarían con Cristo trabajando en esa etapa de introducción a la sexta dispensación y de introducción a ese tiempo de días postreros, del quinto milenio y del sexto milenio.
Y ahora a nosotros nos toca estar en el ciclo divino paralelo a aquel ciclo divino. Ellos estaban en la Edad de la Piedra Angular de la Primera Venida de Cristo, y a nosotros nos toca estar en la Edad de la Piedra Angular de la Segunda Venida de Cristo, que es la etapa de introducción al séptimo milenio.
Y vean ustedes, si le añadimos al calendario los años de atraso que tiene, ya estamos en el séptimo milenio; y si lo dejamos tal y como está (el calendario que se usa entre los gentiles), miren, falta tan poquito que ese tiempo se nos va a Miguel y a mí tan rápido… Ya el programa de este año ya está completo; o sea que el programa de un año, ya desde el año anterior, ya Miguel ya lo va preparando; y ese tiempo se nos va volando.
Se nos va volando en los dos sentidos: se nos va volando así rápido, y se nos va volando porque estamos viajando en avión, volando todo el tiempo. Así que el tiempo se nos va volando y nosotros lo pasamos volando. Así que vamos al compás del tiempo: el tiempo va volando y nosotros vamos volando también.
No se puede hacer en otra forma. Imagínense, si fuera como en el tiempo de los apóstoles allá, o de los profetas del Antiguo Testamento: había que ir y buscar un burrito. Y por más que uno ajore, apure, al burrito, la velocidad no pasa ni a la velocidad donde dan multas en lugar de escuela, que es una velocidad – la más lenta; ahí pasan el burrito a toda velocidad, y no va ni a la mitad de la velocidad que dan multa.
Ahora, para este tiempo, por cuanto la Obra es a nivel internacional, pues Dios permitió tener los aviones. Y más adelante la Obra va a ser más rápida; y como no hay equipos más rápidos, pues Dios nos va a dar un equipo más rápido: un nuevo cuerpo; y en ese nuevo cuerpo, a lo mejor ni tengamos que usar aviones.
En el nuevo cuerpo no tendremos limitaciones. Así que para esa Obra de 30 a 40 días, yo creo que nos viene muy bien un cuerpo que tenga en sí el equipo de transportación, que venga equipado completo.
Vean, el de Jesús estaba equipado completo: pasaba a través de las paredes sin nadie abrirle la puerta, no tenía que tocar a la puerta3. Y cuando tuvo que irse…; o cuando tenía que ir de una ciudad a otra, después que resucitó, vean ustedes, los ángeles les dijeron a los discípulos: “Vayan a Galilea, y allí Él los verá”4, y les apareció allá; y les apareció en diferentes ocasiones. Y cuando se tuvo que ir, no le dijo a Pedro: “Pedro, llévame al aeropuerto en un burrito”, ¡no!, Él ascendió al Cielo5, porque el equipo lo tenía en Él.
Y así es el cuerpo eterno que vamos a tener: igual al cuerpo de Jesucristo nuestro Salvador. ¿Y para quién es ese cuerpo? Para cada uno de nosotros.
Y ahora, nosotros lo amamos. Y en nuestra alma todo el tiempo habíamos deseado conocer Su Programa y trabajar en Su Obra, y ahora Él nos ha dado la oportunidad; y ahora nos abre las Escrituras, y nos muestra quiénes somos, nos muestra la edad en que estamos: la Edad de la Piedra Angular, y nos muestra la dispensación que se está entrelazando con la Dispensación de la Gracia; y nos da el Mensaje de la Dispensación del Reino, que es la Gran Voz de Trompeta o Trompeta Final.
¿Quién sabía que la Gran Voz de Trompeta era un Mensaje? Nadie lo sabía. ¿Quién sabía que era el Mensaje del Evangelio del Reino? Mucho menos. Pero vean ustedes la forma tan simple que Dios nos ha abierto las Escrituras. Y nos muestra que en Apocalipsis, capítulo 1, verso 10 al 11, esa Gran Voz de Trompeta que escuchó Juan en el Día del Señor era la Voz del Alfa y Omega, la Voz de Cristo como una gran voz de trompeta hablando.
Y esa es la Gran Voz de Trompeta: la Voz de Cristo hablándonos en este tiempo final y dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto, en este tiempo final. Es la Voz de Cristo por medio de Su Ángel Mensajero revelándonos todos estos misterios, todas estas cosas que deben suceder en este tiempo final, cuando las edades, las siete edades o etapas, han terminado.
¿Y ahora qué? Ahora es lo mejor; porque es mejor el fin del negocio que el principio6. Si fue de grande bendición vivir en una edad y recibir el Mensaje de Cristo por medio del mensajero de cada edad, para este tiempo es mucho mejor.
Vean, en las bodas de Caná7 cuando se acabó el vino, toda persona pensó…, los que…; aunque no sabían que se había acabado, pero los que estaban bregando con el vino, los que estaban sirviendo, dijeron: “Aquí ya se nos presentó tremendo problema”. Pero era la etapa más gloriosa, porque ahora estaba allí uno el cual tenía el poder para dar vino para todos los que allí estaban presentes, para que así estuviera alegre la fiesta de boda.
Y ahora, María le dice a Jesús: “Mira, se acabó el vino”. Parece que tenían buena amistad con esa familia que los invitó a esa boda; y no se sabe si eran hasta familia de María o de José.
Y… es como ustedes: algunos de ustedes tienen familia aquí, pero también tienen familia en otras ciudades y en otros estados lejísimos; y algunas veces, cuando usted llega allá, conoce a personas que son familia suya y no las conocía:
—“Oye, ¿pero y de dónde tú eres? ¿Quién es tu abuelo, tu papá?”.
—“No, es que yo soy hijo de fulano o de fulana, y no nos habíamos visto antes”.
Pero, vean ustedes, luego se conocen.
Ahora vean, Jesús (¿subió o bajó, Miguel?)… [Hno. Miguel: Debió de haber sido: subió, ¿verdad? ¿No lo dice acá?].
Vamos a ver. Búscate en el mapa ahí a Nazaret y después búscate a Galilea, a Caná. Las dos ciudades estaban en Galilea; y Galilea se le llama “Galilea de los gentiles”, ¿verdad?, a todo ese territorio.
Subió [Hno. Miguel: Subió hasta allá], subió con Sus discípulos. No sabemos si todos los discípulos, o algunos, o los que tenía hasta ese momento; porque Él fue obteniendo los discípulos gradualmente; todos no llegaron el mismo día, sino llegaron gradualmente a Jesús.
Y ahora, dice: “Este principio de señal (o de milagro) hizo Jesús”… Esto fue cuando María le dijo: “Mira, no tienen vino, se acabó el vino”. Y entonces Jesús dice: “Mujer (¿cómo le dice?), mi hora no ha llegado” (¿Algo así?). [Hno. Miguel: Me parece que sí. Vamos a leerlo aquí rapidito]. Es que si lo leemos seguimos por ahí, y ya no es un saludo.
Bueno… [Hno. Miguel: “Mi hora no ha llegado”]. “Mi hora no ha llegado, no es todavía”. Y con todo y eso, ella, pues le dejó (como decimos nosotros) “la papa caliente” en las manos a Jesús.
Bueno… [Hno. Miguel: “Aún no ha venido mi hora”]. “Aún no ha venido mi hora”; pero aun con todo y eso, le dejó esa responsabilidad a Jesús.
Y ahora, o sacaba dinero del bolsillo y mandaba a comprar…, ¡y dónde! A esa hora… (no sabemos qué hora era, si era de día o de noche). Pero ahora Jesús ordena que llenen (¿esas tinajuelas de agua cuántas eran?, ¿6 o 7?) 6 tinajuelas de agua; y luego ordenó que sacaran y le llevaran al maestresala el agua convertida en vino.
Vean ustedes, el maestresala la probó y dijo al que se había casado: “Todo el mundo – todos los que se casan o todos los que llevan a cabo una fiesta o una boda, sacan el mejor vino primero”… Y después cuando ya la gente, pues, ya está un poquito mareada, que no importa lo que le den: dicen que está bueno (porque ya el sabor ya no lo tienen como al principio, no sienten).
Ahora, el maestresala, que sabe, sabía de vino, le dice al novio: “Ahora, toda persona saca el mejor vino primero (para que la gente que toma, como están todavía bien, pues prueban y le pueden captar bien su aroma y su sabor); pero tú has hecho al revés: tú dejaste el mejor vino para el final”. Y el maestresala no sabía de dónde había sacado el vino el novio.
Y ahora miren, el vino representa el estímulo que viene por medio de la revelación divina. El Agua de la Palabra siendo dada produce ese Vino, ese estímulo en la persona. Si no hay Palabra revelada para una edad, no hay estímulo, no hay Vino.
Y ahora, ha terminado el Vino de las siete edades de la Iglesia gentil: la revelación divina para las siete edades ya fue dada por medio de los siete mensajeros; y la Iglesia del Señor Jesucristo en este tiempo final buscando Vino.
Y muchos pensaban: “Es que ya toda revelación fue dada”. Pero Cristo toma el Agua de la Palabra, y toma esa Agua de la Palabra revelada, la abre: revela esos misterios de la Palabra Divina correspondiente a este tiempo final, y convierte el Agua en Vino: en estímulo para cada uno de nosotros.
Y así, en este tiempo final, estamos estimulados por la revelación de Cristo para este tiempo final, para la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino. En ningún otro lugar hay Vino: en ningún otro lugar hay revelación divina produciendo el estímulo que se necesita en este tiempo final.
Y allá estaban de boda; y para ellos allá, una boda sin vino era una boda que no tenía alegría; porque el vino alegra el corazón de la gente; y ellos usaban allá el vino.
Y ahora, el Vino de la revelación divina. La revelación divina siendo traída a los hijos de Dios produce el Vino. La Palabra revelada se convierte en estímulo para todos nosotros: se convierte en Vino en la vida de cada uno de nosotros.
Y ese principio de milagros hizo Cristo allá; y ese principio de milagro es el que Cristo ha hecho acá, en este tiempo final. Así es que ha comenzado la Edad de la Piedra Angular y la Dispensación del Reino: convirtiendo el Agua en Vino; y trayendo así la revelación divina y produciendo el estímulo en la Iglesia de Jesucristo en la Edad de la Piedra Angular.
Y ahora vean ustedes la bendición tan grande que tenemos. ¿Por qué? Porque Cristo convierte el Agua en Vino para nosotros. Y la revelación divina que viene para nuestra edad trae el estímulo en nuestras almas en este tiempo final. Sin la revelación divina del Día Postrero, no hay estímulo en el alma del ser humano.
Por eso es que para este tiempo final Cristo ha estado haciendo ese principio de milagros; y Él seguirá haciendo otros milagros a medida que va pasando el tiempo. Y nos va llenando del conocimiento de Su Programa; y los que eran ciegos espirituales, les abre los ojos, y entonces pueden ver y disfrutar el Día de la Edad de la Piedra Angular; ver el Día de la Edad de la Piedra Angular y ver el Día de la Dispensación del Reino y ver el Día Postrero, que es el séptimo milenio; verlo, entenderlo, lo cual antes no podíamos ver.
Así que comenzó convirtiendo el Agua en Vino; y seguimos tomando de esa Agua convertida en Vino: seguimos recibiendo el estímulo por la revelación divina de nuestro tiempo, de nuestra edad y de nuestra dispensación, y sigue Jesús haciendo otros milagros.
Todos aquellos milagros físicos que hizo, luego en el Día Postrero Él los hace en el campo espiritual; y después hará también en el campo físico. Y va a hacer un milagro grande, que cubrirá todos los milagros: nos transformará Cristo; y con ese milagro tendremos en nuestra vida todos los milagros más grandes que puedan ser hechos en nuestra vida, porque con ese milagro quedarán resueltos todos los problemas de nosotros, y todas las bendiciones de Dios las tendremos en nosotros.
Y no tendremos que estar pensando: “Me estoy poniendo viejo. El pelo se me está poniendo blanco”. A algunos se les pone blanco, a otros no: a otros se les cae, que es peor. Por lo menos el que lo tiene blanco, pues tiene todavía.
Pero en el nuevo cuerpo cada uno tendrá el color que Dios diseñó para él desde antes de la fundación del mundo, y estará jovencito para toda la eternidad con todo su cabello, y con el color que le corresponde, conforme a como Dios lo vio; y será un cuerpo jovencito y perfecto, igual al cuerpo de Jesucristo nuestro Salvador.
Así que vean ustedes cómo nuestro Señor Jesucristo en este tiempo final está obrando para llevarnos a la transformación de nuestro cuerpo y a la resurrección de los cuerpos de los muertos en Cristo; resucitarán en un nuevo cuerpo, en un cuerpo eterno y glorificado.
Y ahora, viviendo nosotros en este tiempo en el cual estamos, tenemos que estar con nuestros ojos espirituales bien abiertos, porque ya Él nos abrió los ojos. Y si nos abrió los ojos espirituales, eso es un milagro más grande que abrir los ojos físicos de una persona.
Y ahora, a través de la revelación divina correspondiente a nuestro tiempo vamos ejercitando nuestros ojos: viendo, leyendo; y escuchando ejercitamos nuestros oídos también. “El que tiene oídos para oír, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”.
Y lo que dice a Su Iglesia en este tiempo final, en donde nos da a conocer todas las cosas que deben suceder pronto, nosotros las estamos escuchando, y tenemos nuestro oído bien afinado a la Voz de Cristo.
Y estamos escuchando así como el profeta Elías en el monte allá de…, Sinaí, escuchó una voz, una pequeña voz8, así también nosotros escuchamos la Voz de Cristo; pero tenemos el oído bien afinado a esa Voz: conocemos esa Voz.
Y Su Voz entra a nosotros y llega hasta lo profundo de nuestra alma, de nuestro corazón. Y así nos mantiene Él, con Su Palabra revelada, estimulados todos los días de nuestra vida; nos mantiene en un avivamiento espiritual en lo profundo de nuestra alma.
Es el avivamiento del Día Postrero, el avivamiento de la Edad de la Piedra Angular, el avivamiento de la Iglesia del Señor Jesucristo por medio de la Voz de los siete truenos de Apocalipsis, capítulo 10; pues los Siete Truenos están profetizados por el precursor de la Segunda Venida de Cristo: que le darían a la Novia un despertamiento, un avivamiento9.
No hay otra forma para recibir un avivamiento, un despertamiento, no hay otra forma para recibir el estímulo que se requiere en el Día Postrero, para recibir la fe para ser transformados, la revelación para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero. Es por medio de la revelación divina que nos traen los siete truenos de Apocalipsis, capítulo 10, que es la Voz de Cristo hablándonos y revelándonos todas estas cosas que deben suceder pronto; y convirtiendo así el Agua, la revelación de la Palabra, convirtiéndola en nosotros en estímulo, en gozo, en un avivamiento espiritual en el alma de cada uno de nosotros.
Y ahora, nos ha dado Cristo el privilegio de trabajar en Su Obra en este tiempo final, en toda Su Obra, la cual es la antesala al Reino Milenial, la cual es la introducción a ese Reino Milenial. Y por eso los que trabajan en la Obra de Cristo en este tiempo final, tendrán las bendiciones más grandes que Cristo repartirá; así como los apóstoles tuvieron una bendición muy grande porque estuvieron con Cristo trabajando en la Edad de la Piedra Angular, la edad de introducción para la Dispensación de la Gracia, y luego continuaron trabajando.
Así que podemos ver que continuaron trabajando y continuaron disfrutando de las bendiciones de Dios. Y nosotros continuaremos disfrutando de las bendiciones de Dios en el Reino Milenial.
Y cada uno de ustedes y yo también estaremos en la posición correspondiente en ese Reino Milenial; porque nuestro trabajo en el Señor no es en vano, dice el apóstol San Pablo10.
Y Cristo también habla de esto cuando dice: “He aquí vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra”, o sea, conforme a su obra (o a sus obras). ¿Dónde está eso? [Hno. Miguel: Eso está en Apocalipsis 22:12]. Apocalipsis 22:12.
Y también dice Cristo: “Porque el Hijo del Hombre vendrá con Sus Ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras”. ¿Dónde está eso? San Mateo 16, verso 27.
Y el 28 también nos habla de que hay algunos de los que están allí que no gustarán la muerte, hasta que vean al Hijo del Hombre viniendo en Su Reino, o viniendo en la gloria de Su Padre (algo así)…
[Hno. Miguel: “Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras”. Ese es el 27].
¿Y el 28?
[Hno. Miguel: Y el 28: “De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte (o sea, que no verán muerte, que no se morirán), hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino”].
“… hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino”.
Y cuando nos habla de “algunos”, ya es más de uno; y fueron Pedro, Jacobo y Juan, que vieron la Venida del Hijo del Hombre en Su Reino en el Monte de la Transfiguración11.
Y luego, cuando Cristo habló de Juan el apóstol y le dijo a Pedro…, cuando Pedro quería saber (después de resucitado Cristo)… Y Cristo le dice a Pedro: “Apacienta mis ovejas” (unas cuantas veces) y después le dice: “Ven”.
Y van caminando; y entonces Pedro le dice… ve a Juan… Juan como que venía detrás de ellos…
[Hno. Miguel: Sí, se fue Juan también. Cuando Él le dijo: “Ven”, cuando Él le dijo: “Ven” a Pedro, se pegó también].
E iba también. Y a lo mejor Pedro quería ir solo con Jesús. Y Pedro le dice a Jesús: “Señor, ¿y este qué?”. O sea, no había sido invitado para seguir con ellos. “¿Qué? ¿O se queda o va con nosotros?”.
Y entonces Jesús dice: “¿Qué si yo quiero que él quede hasta que yo venga?”12. Y aquello significaba que Juan el apóstol quedaría hasta ver la Venida del Señor.
Pero los discípulos que escucharon, y luego los que escucharon —los otros— decir lo que Jesús había dicho de Juan, decían que Juan no iba a morir, hasta la Segunda Venida de Cristo. Pero Juan iba a permanecer hasta ver la Venida de Cristo en la visión apocalíptica; ahí fue que la vio.
Ya no eran “algunos”, ahora era uno solo. Uno de los tres que había visto la Venida del Hijo del Hombre en Su Reino allá en el Monte de la Transfiguración, ahora luego la vio en la isla de Patmos.
Y por eso, así como lo había visto en el Monte de la Transfiguración con Su rostro como el sol, lo vio con Su rostro como el sol en Apocalipsis, capítulo 1, verso 12 al 18, y en Apocalipsis, capítulo 10, verso 1 en adelante. ¿Ven? Y ahí Juan recibió toda esa revelación apocalíptica a través del Ángel de Jesucristo.
Y luego que él escribió todo, y luego fue libertado y llevado…, y fue luego a Éfeso; y allí continuó pastoreando (¿verdad, Miguel?), pastoreando la iglesia de Éfeso. Y ahí también la virgen María vivía también, de seguro, porque Cristo le había dicho a Juan y a María… Cristo le había dicho a María: “Mujer, he ahí tu hijo”, señalándole a Juan el apóstol; y a Juan le dijo: “Hijo, he ahí tu madre”13. La encomendó al cuidado de Juan el apóstol, y Juan el apóstol también quedó al cuidado de María, aunque también Juan tenía su madre; pero quién sabe si eran hasta familia; o por lo menos eran buenas amigas. Y luego, como estaban siguiendo a Jesús…; o sea que eran creyentes en Jesús también, la madre de Juan el apóstol.
Ella, ¿recuerdan?, ella fue la que vino con Juan y Jacobo, y quería que Jesús en Su Reino colocara a uno de sus hijos a un lado y el otro al otro lado. Los discípulos Juan y Jacobo le contaron a su madre lo que habían visto en el Monte de la Transfiguración; fue después del Monte de la Transfiguración.
Lo del Monte de la Transfiguración fue en Mateo, capítulo 17, y lo de la petición de Jacobo y Juan con su madre a Jesús fue en el capítulo 20 de San Mateo; y también aparece por ahí, no sé si es en el capítulo 10 de San Marcos. Y, vean ustedes, ellos deseaban una posición importante en el Reino de Jesucristo.
Y ahora, no nos vamos a enojar con ellos. Yo les pregunto: “¿Y quién no?”. En ese Reino de Jesucristo, ¿quién no desearía la mejor posición? Y si no consigue la mejor, pues la segunda; y si no consigue la segunda, pues la tercera; y así por el estilo.
Miren, hay personas que han deseado una posición bien importante en el Reino de Jesucristo.
Los mismos apóstoles luchaban el uno con el otro, de quién sería el mayor en el Reino. Y a lo mejor uno diría: “No, no, voy a ser yo”; el otro a lo mejor: “No, no, voy a ser yo”; y el otro: “No, voy a ser yo”.
Y Jesús los veía en esas discusiones…; porque ellos eran como nosotros así: eran personas comunes, pero que buscaban la bendición de Dios, amaban a Cristo y deseaban las bendiciones de Jesucristo, y deseaban tener la posición más alta que ellos pudieran obtener en el Reino de Jesucristo. Ellos creían lo que Jesucristo hablaba, y ellos sabían que Cristo iba a estar en un reino literal reinando como Rey, y ellos querían estar en ese Reino en una buena posición.
Cristo les dice a ellos que el mayor, el más grande, es el que sirve. El que sirve es el más grande. Y ahora… Dice (parece que, creo que dice a ellos): “El que quiera ser el mayor, sea el que les sirve a los demás”14. Y sirviendo a los demás, vean ustedes, la persona recibe mayor bendición; porque es mejor dar que recibir, es mejor servir que ser servido.
Cristo también dijo: “Yo no he venido para ser servido, no he venido para que ustedes me sirvan; yo he venido para servir”15.
Y así estamos nosotros también en nuestro tiempo: como valientes del Hijo de David para servir a Cristo y a Su Obra y a Su pueblo en este tiempo final.
Los valientes de David estuvieron en una posición muy importante luego que David subió al trono.
Y vean, Cristo habla a Sus discípulos, los cuales estaban buscando una buena posición; les dice… Cuando habla que el que no deje padre, madre, hijo y todo por causa de Él y del Evangelio, no es digno de Él, y les habla también de que, a los que han dejado todo, Él les dará el ciento por uno, ellos dicen: “¿Y a nosotros qué? Nosotros hemos dejado padre, madre, hemos dejado todo por Ti”. Cristo les dice: “Ustedes recibirán cien veces, y luego la vida eterna”16.
Y en otra ocasión, en que quieren tener una buena posición, les dice17: “Ustedes se sentarán en doce tronos”. Doce tronos están preparados en el Programa de Dios, para doce apóstoles de la Primera Venida de Cristo.
Y ahora vean ustedes, esos doce tronos, de veinticuatro que hay allá, para veinticuatro ancianos: doce pertenecen a los doce apóstoles, y los otros doce pertenecen a los doce patriarcas.
Y ahora, podemos ver también que en Apocalipsis, capítulo 20, verso 4, dice que se colocaron tronos y se sentaron sobre ellos a los cuales les fue dada potestad de juzgar.
Y ahora nosotros somos reyes y sacerdotes. Si somos reyes, recuerden, hay un lugar muy importante para cada uno de nosotros; y si somos sacerdotes, también hay una posición en el Sacerdocio para el Reino Milenial y para toda la eternidad, en la cual nosotros estaremos. O sea que estaremos en la administración de ese glorioso Reino Milenial.
Somos el Gabinete Ejecutivo de Cristo, del Rey de Israel y Rey del mundo entero; y Su Gabinete es Su Iglesia, los redimidos. Y en un gabinete unos tienen una posición y otros tienen otra posición; hay unos de una posición más alta y otros de una posición más baja, pero todas son posiciones importantes. No cualquiera puede ser del gabinete de un rey, y menos del Rey de reyes y Señor de señores.
Ahora miren, miren lo que sucede con un rey o con un presidente de alguna nación o un gobernador. En el tiempo en que se está en esa etapa de lucha, de esfuerzo, de trabajo, haciendo la política para que sea elegido presidente, los que trabajaron con él son los que después serán colocados en las diferentes posiciones. Él no va a tomar uno que no hizo nada para colocarlo en una buena posición. Los otros después —que trabajaron— van a decir: “Bueno, ese no trabajó nada y fue colocado en una buena posición. ¿Y nosotros qué?, que trabajamos todo el tiempo”.
Ahora, Cristo ha dicho: “El que me sirve, mi Padre le honrará”. Y también Él ha dicho que el que le sirve a Él estará donde Él está; donde Él esté, ahí estaremos nosotros con Él18.
Ahora podemos ver que tenemos una posición bien importante en el glorioso Reino Milenial de Cristo porque estamos trabajando brazo a brazo con Él.
Así que, valientes del Hijo de David, adelante trabajando en la Obra de Cristo en este tiempo final, en esta etapa de pre Reino Milenial, esta etapa que realiza la introducción al Milenio.
La etapa que hace esa introducción nos ha tocado a nosotros. Así que trabajemos con toda nuestra alma, con todo nuestro corazón, con amor divino, y dándole gracias a Cristo por el privilegio de trabajar en Su Obra en este tiempo final.
Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre ustedes, y les use grandemente en Su Obra en este Día Postrero, y les prospere espiritualmente y materialmente en este tiempo final. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.
“LA OBRA DE INTRODUCCIÓN AL MILENIO”.
[Revisión agosto 2020]
1 San Mateo 19:28, San Lucas 22:29-30
2 Hechos 1:21-26
3 San Juan 20:19
4 San Mateo 28:7, San Marcos 16:7
5 San Marcos 16:19, San Lucas 24:51, Hechos 1:9
6 Eclesiastés 7:8
7 San Juan 2:1-10
8 1 Reyes 19:12
9 Los Sellos, pág. 212, párr. 104
10 1 Corintios 15:58
11 San Mateo 17:1-8, San Marcos 9:2-8, San Lucas 9:28-36
12 San Juan 21:15-23
13 San Juan 19:26-27
14 San Mateo 20:26
15 San Mateo 20:28
16 San Mateo 19:27-29; San Marcos 10:28-30; San Lucas 18:28-30
17 San Mateo 19:28, San Lucas 22:29-30
18 San Juan 12:26