La bendición de hacer la Voluntad de Dios

Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes. Es para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.

Para lo cual quiero leer en San Juan, capítulo 7, verso 14 en adelante, donde nos dice:

“Mas a la mitad de la fiesta subió Jesús al templo, y enseñaba.

Y se maravillaban los judíos, diciendo: ¿Cómo sabe éste letras, sin haber estudiado?

Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió.

El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta.

El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en él injusticia”.

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Nuestro tema para esta ocasión es: “LA BENDICIÓN DE HACER LA VOLUNTAD DE DIOS”.

Toda persona llega a este planeta Tierra para hacer la voluntad de Dios, pero no toda persona hace la voluntad de Dios, y no toda persona conoce la voluntad de Dios. Se requiere conocer la voluntad de Dios, la cual está expresada en Su Palabra para cada edad y para cada dispensación.

De edad en edad y de dispensación en dispensación, Dios ha enviado a este planeta Tierra seres humanos, ha enviado Sus hijos a este planeta Tierra, para vivir aquí en la Tierra haciendo la voluntad de Dios.

En la oración que le enseñó Jesús a Sus discípulos, cuando ellos querían que Jesús les enseñase cómo orar, una de las cosas que Jesús enseñó a Sus discípulos fue a pedir que se hiciera la voluntad de Dios, así como en el Cielo, aquí en la Tierra: “Hágase Tu voluntad, como en el Cielo, aquí en la Tierra”1.

La voluntad de Dios debe ser hecha en toda la Creación; no solamente en este planeta Tierra, sino en toda la Creación; no solamente en el Cielo, sino en toda Su Creación aquí en la Tierra, en medio de los seres humanos.

Y ahora, cuando Dios envía a la Tierra un hijo Suyo, ¿es para qué? Para que haga la voluntad de Dios en la edad y dispensación que vive.

Y ahora vean ustedes, Jesús está predicando y sanando a los enfermos, y está enseñando a la gente el camino de Dios.

Algunas personas decían2: “¿Cómo sabe éste letras, sin haber estudiado?”. O sea que no era un líder religioso que había ido a un seminario o a un instituto religioso o a una universidad para formarse como un ministro, para obtener Su título de teólogo; más bien era un joven carpintero de Nazaret, el cual venía enseñando la Palabra de Dios, y venía haciendo la voluntad de Dios: cumpliendo el Programa Divino que Dios tenía en Él.

Y el Programa Divino que venía sellado en Jesús era el Programa de la Primera Venida de Cristo, la Venida del Mesías, la Venida del Rey de Israel en carne humana en medio del pueblo hebreo.

Allí estaba el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová hecho hombre en medio del pueblo hebreo; era Emanuel. ¿Y vino para qué? Para hacer la voluntad del Padre celestial y cumplir así la Obra de Redención, que fue la parte culminante de la Primera Venida de Cristo.

Sanar a los enfermos, echar fuera demonios, multiplicar los panes y los peces, y todas esas cosas maravillosas que Jesús hizo, son muy hermosas; pero lo más importante para lo cual Jesús vino fue para morir en la Cruz del Calvario, y luego resucitar y ascender al Cielo, y sentarse en el Trono de Dios. Y Jesús sabía todas esas cosas, Él la sabía para qué estaba en la Tierra.

Y cada hijo de Dios debe saber para qué ha venido a esta Tierra.

Jesucristo sabía que había venido al final de la Dispensación de la Ley, en donde una nueva dispensación se entrelazaba con la Dispensación de la Ley: la Dispensación de la Gracia se estaba entrelazando con la Dispensación de la Ley. Y el Mensajero para la Dispensación de la Gracia era Jesucristo nuestro Salvador; estuvo allí como un mensajero dispensacional, pues Dios tiene solamente siete mensajeros dispensacionales.

De tantos profetas que Dios tiene, los cuales están registrados a través de la historia bíblica, de todos ellos los mayores son siete, son los siete profetas dispensacionales; porque Dios tiene siete dispensaciones.

La primera dispensación es la Dispensación de la Inocencia, y su mensajero dispensacional fue el profeta Adán.

Estos profetas vienen con las dos consciencias juntas, por lo tanto, ellos tienen un espíritu teofánico de otra dimensión: son ángeles ministradores, espíritus ministradores.

¿Recuerdan a Samuel? Un poderoso profeta de Dios y último juez del pueblo hebreo. Bajo el tiempo de los jueces, el que reinaba sobre Israel, ¿sabe quién era? Dios; y por medio de los jueces…, de los cuales Sansón también fue uno de ellos, Gedeón también, Jehú también, y Samuel, que fue el último, y fue un profeta también, un profeta juez.

Por medio de esos hombres, de esos jueces, Dios estaba reinando sobre el pueblo hebreo. ¿Y saben cómo se llama esa forma de reino? La teocracia. Por eso es que para el Reino Milenial la forma en que Dios estará obrando será teniendo jueces.

Sobre el pueblo hebreo tiene los apóstoles, pues Cristo les prometió a ellos que se sentarían sobre doce tronos y juzgarían a las doce tribus de Israel3. Y así también es para los gentiles, porque Cristo tiene siete mensajeros en medio de Su Iglesia entre los gentiles; y luego en la Edad de la Piedra Angular tiene un mensajero dispensacional, el cual es el Ángel del Señor Jesucristo.

Y ahora, vean ustedes, en el capítulo 20, verso 4 al 6, nos enseña que se establecieron tronos, y se sentaron sobre los tronos aquellos que recibieron facultad para juzgar. Y nos dice la Escritura que los redimidos… Vamos a ver cómo lo dice aquí, porque esto es el Reino teocrático siendo establecido. Ese Reino Milenial es un Reino teocrático.

Capítulo 20, verso 4 en adelante, luego que el diablo es atado y colocado, arrojado al abismo, al final de la gran tribulación, luego viene el Reino Milenial [Apocalipsis]:

“Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años”.

Y serán reyes, y serán jueces también, y serán sacerdotes también. Y esas tres cosas también estarán en Jesucristo, porque Él es el Rey de reyes y Señor de señores; y Él también es el Sumo Sacerdote del Templo celestial; y Él también es el Juez de todas las cosas, Él es el Juez de toda la Tierra.

Y, vean ustedes, todo lo que Cristo es, lo somos también nosotros, porque somos coherederos con Él.

Y ahora, podemos ver este glorioso Reino Milenial, en donde el Trono de David será restaurado y en donde Cristo se sentará, porque Él es el heredero a ese Trono; y con Él, Él sentará al Vencedor en Su Trono, como dice Apocalipsis, capítulo 3, verso 21:

“Al que venciere, (yo) le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”.

En la misma forma en que Jesucristo se sentó en el Cielo, en el Trono de Dios, en el Lugar Santísimo del Templo celestial, encontramos que Jesucristo sentará al Vencedor en Su Trono terrenal, que es el Trono de David; y como Hijo de David él hereda el Trono de David; y ahí se sentará con Cristo el Vencedor.

También en la Iglesia del Señor Jesucristo, por cuanto es un Templo espiritual y es también un Reino, el Reino de Dios: tenemos el Atrio, Lugar Santo y Lugar Santísimo; y es en el Lugar Santísimo donde está el Trono de Dios, sobre el Arca del Pacto; y el Trono de Dios es el Propiciatorio.

Y ahora, vean ustedes, en la Iglesia del Señor Jesucristo estará el Arca del Pacto —Cristo, la Palabra— en el Lugar Santísimo; y ahí Cristo estará manifestado sobre Su trono humano que Él tendrá, donde estará Cristo, la Palabra, hecho carne en el Día Postrero, en la Edad de la Piedra Angular.

Así que en el Templo espiritual de Cristo tendremos el trono humano de Cristo, y ese es el que se sentará con Cristo en Su Trono literal en medio del pueblo hebreo.

¿Vieron lo sencillo que es todo? Así como cuando Jesucristo vino a la Tierra, Él fue el Templo humano de Dios y el Trono humano de Dios, y ese fue el lugar donde Dios moró en toda Su plenitud en la Primera Venida de Cristo; y desde ese trono humano el Padre celestial le hablaba al pueblo hebreo.

Por eso Él podía decir: “Las palabras que yo hablo, no las hablo de mí mismo”4</a>; era el Padre que moraba en Él, el cual le mostraba las cosas que Él debía hablar; y Él hablaba no conforme a Su propia voluntad, sino conforme a la voluntad del que lo envió, el cual colocaba en Él las palabras que Jesús tenía que hablar.

Por eso Él decía: “Las palabras que yo hablo no son mías; son del Padre, del que me envió”.

En la lectura que tuvimos al principio, Él dice5: “Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió”.

Ahora, podemos ver que Él no hablaba de Su propia voluntad. Él lo dice aquí:

“El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta”.

Y ahora, Jesús no hablaba por Su propia cuenta; Él hablaba las palabras que el Padre colocaba en Su boca.

Miren aquí, en el capítulo 14 de San Juan nos dice, versos 6 en adelante:

“Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.

Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto.

Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta.

Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?”.

Vean ustedes, la Primera Venida de Cristo, la Venida del Hijo de Dios, fue para revelar al Padre. El Padre estaba en Su Hijo, era la revelación del Padre a través de Su Hijo. Para el Día Postrero tenemos la promesa de la revelación de Jesucristo; y la revelación de Jesucristo viene en y por medio de Su Ángel Mensajero.

“La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan…” (Apocalipsis 1:1).

¿Por medio de quién viene la revelación de Jesucristo? Por medio del Ángel de Jesucristo, así como la revelación del Padre vino por medio de Jesús.

Y ahora, así como Jesús estaba revelando al Padre y eran las obras del Padre, y era la Palabra del Padre la que Jesús hablaba, y las obras del Padre las que Jesús hacía; para el Día Postrero las obras y Palabra que hablará el Ángel de Jesucristo, serán las obras de Jesucristo y las palabras de Jesucristo para el pueblo de Dios.

Y ahora, veamos aquí, le dice Jesús a Felipe:

“¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras”.

Las obras eran las obras del Padre a través de Jesús, y las palabras que Jesús hablaba eran las palabras del Padre por medio de Jesús; era el Padre hablando por medio de Su Hijo, por medio de Jesús.

Y ahora, para el Día Postrero, Jesucristo dice en Apocalipsis, capítulo 4, verso 1, con esa Voz de Trompeta:

“Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas”.

Es Jesús hablando. Y ahora, ¿cómo nos va a hablar en el Día Postrero y nos va a dar a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto? En Apocalipsis, capítulo 22, verso 6, dice la forma:

“Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto”.

¿A quién ha enviado? A Su Ángel, ¿para qué? Para mostrar a Sus siervos las cosas que deben suceder pronto. Es por medio de Su Ángel Mensajero que Jesucristo estará velado y revelado en el Día Postrero, hablándonos todas las cosas que deben suceder pronto, y llevando a cabo las obras que Él ha prometido realizar en el Día Postrero. Ese es el misterio de la revelación de Jesucristo para el Día Postrero, ese es el misterio contenido en el Ángel del Señor Jesucristo.

Con razón Juan quiso adorarlo en Apocalipsis, capítulo 19, versos 6 al 10, y Apocalipsis, capítulo 22, versos 6 al 10; porque vio a Jesucristo velado y revelado en Su Ángel Mensajero, dando a conocer por medio de Su Ángel Mensajero todas estas cosas que deben suceder pronto.

Por eso encontramos en algunas ocasiones a Jesucristo hablando en primera persona, y en otras ocasiones encontramos al Ángel hablando; pero es Jesucristo, el Ángel del Pacto, a través de Su Ángel Mensajero.

La revelación de Jesucristo vino a Juan por Jesucristo en Espíritu Santo a través de Su Ángel Mensajero, donde estaba velado y revelado Cristo en Espíritu Santo.

La revelación del Padre fue en Jesús, Su Hijo. La revelación de Jesucristo para Su Iglesia para el Día Postrero es a través de Su Ángel Mensajero; por eso es que viene dando testimonio de todas estas cosas que deben suceder pronto. Él fue el que le reveló a Juan el apóstol todo este libro del Apocalipsis, que es un libro simbólico, pero que cada uno de esos símbolos tiene un significado.

Y ahora, para el Día Postrero Jesucristo envía a Su Ángel Mensajero en medio de Su Iglesia, para dar testimonio de todas estas cosas que deben suceder pronto. Ese Ángel Mensajero, en el Día Postrero estará en carne humana en medio de la Iglesia de Jesucristo, dando testimonio de todas estas cosas que deben suceder pronto; y él viene en el Nombre del que lo envió, en el Nombre del Señor Jesucristo; y viene hablando las palabras de Jesucristo, y viene revelando a Jesucristo, y viene haciendo las obras del que lo envió.

“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”6.

Y ahora, veamos lo que nos dice en la página… vamos a ver… En el capítulo 10 de San Juan, vamos a ver algo ahí. Verso 32 en adelante, del capítulo 10 de San Juan, dice:

“Jesús les respondió: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis?”.

Vean ustedes, las obras que Jesús hacía eran las obras del Padre; las cuales el Padre había prometido realizar en ese tiempo, pero tenía que tener un velo de carne, un profeta, a través del cual llevar a cabo esas obras; y ese hombre era nuestro amado Señor Jesucristo.

“Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios.

Jesús les respondió: ¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois?

Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada)…”.

Vean ustedes, se refiere a los profetas: a los cuales llamó dioses7 porque la Palabra de Dios vino a ellos; ellos fueron la Palabra de Dios para el tiempo en que ellos vivieron.

Y ahora la Palabra estaba en toda Su plenitud en Jesús de Nazaret: era Emanuel, Dios con nosotros; era el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, el Verbo que era con Dios y era Dios, hecho carne en medio del pueblo hebreo; hecho hombre en medio del pueblo hebreo el Ángel de Jehová, que era con Dios y era el mismo Dios en Su cuerpo teofánico, el cual luego se hizo un cuerpo de carne llamado Jesús, y vivió en medio del pueblo hebreo.

Ahora sigue diciendo, Jesús:

“… ¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy?”.

“Porque dije: Hijo de Dios soy, ¿por eso ustedes dicen que estoy blasfemando?”. Miren ustedes lo que a continuación dice:

“Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis.

Mas si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre”.

Para que conocieran ese misterio de la manifestación del Padre en Su Hijo: en Jesús. Porque las obras del Padre prometidas para ser llevadas a cabo en ese tiempo estaban siendo llevadas a cabo por un hombre llamado Jesús, en el cual estaba Dios en toda Su plenitud manifestado.

Ahora podemos ver que la lucha fue grande para Jesús, pero Él obtuvo la victoria.

También encontramos en el capítulo 8, versos 56 al 58, que Jesús dice:

“Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.

Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?

Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy”.

Ahora podemos ver cómo Jesús nos dice que antes que Abraham estuviera en la Tierra, ya Jesús era; pero Su cuerpo nació en Belén de Judea… (!).

Pero Su cuerpo teofánico ya era: Le apareció en Su cuerpo teofánico a Abraham como Melquisedec8</a>; y luego el día antes de la destrucción de Sodoma y Gomorra, le apareció Dios como Elohim, con Sus Arcángeles Gabriel y Miguel, y comieron con Abraham9.

Dios se materializó delante de Abraham, y los Arcángeles también; y ese es un misterio, el cual para el Día Postrero se materializará en medio de la Iglesia de Jesucristo. Aquello es tipo y figura de lo que estará sucediendo en este tiempo final antes de la destrucción del reino de los gentiles, antes de la destrucción del reino del anticristo.

Ahora, podemos ver los tipos y figuras allá en el Antiguo Testamento.

La Escritura nos dice en Daniel, capítulo 12, que se levantará Miguel, el gran Príncipe que está de parte del pueblo hebreo. ¿Y quién dice eso? Lo dijo el Arcángel Gabriel al profeta Daniel. Miren cómo el Arcángel Gabriel habla de otro Arcángel, del Arcángel Miguel.

En otra ocasión también, le dijo al profeta Daniel que la oración de Daniel había sido escuchada en el Cielo, y que por esa causa él (Gabriel) había sido enviado, pero se había tenido que detener por veintiún días a causa de que tuvo una lucha, una pelea, con el príncipe de una nación, y el Arcángel Miguel vino para ayudarlo. Gabriel dice: “Y nadie me ayudó, sino Miguel, vuestro príncipe”10.

El reverendo William Branham nos dice que el Arcángel Gabriel anunció la Primera Venida de Cristo, le anunció la Primera Venida de Cristo a la virgen María11</a>; y también a los pastores que estaban aquella noche que nació Jesús: estaban en el campo, y el Arcángel Gabriel con un Ejército celestial, con un coro celestial vinieron cantando y dando así la bienvenida a Jesucristo, el Rey que estaba naciendo en Belén de Judea12.

Porque cuando nace un Rey, hay cánticos; y si los seres humanos no le cantan, Dios envía del Cielo un Arcángel con una hueste celestial cantando en el nacimiento del Rey.

Ahora, podemos ver al Arcángel Gabriel, él anuncio la Primera Venida de Cristo; él es el Arcángel para la Iglesia hebrea, pero también él es enviado a la Iglesia del Señor Jesucristo.

Vamos a ver en la página 33 del libro de Citas, párrafo 282, el cual es un párrafo del mensaje “La creencia de María” (predicado en el año 1960, en Phoenix, Arizona). Miren lo que dice aquí:

282 – “Y parado allí estaba un ángel: El poderoso Gabriel. Él es un mensajero a los judíos. Recuerden, Gabriel anunció la Primera Venida de Cristo, el Ángel Gabriel anunciará la Segunda Venida de Cristo”.

Ahí tenemos un misterio del Reino de Dios para ser revelado en este tiempo final, y para ser manifestado en este tiempo final.

Vamos a ver un poquito aquí: la página 17, vamos a ver lo que nos dice aquí… versos (vamos a ver cuál es el lugar aquí)…, 130 (el verso), dice:

130 – “Ese gran Jehová Dios, ¿usted sabe lo que Él dijo? Él tan solo se extendió y cogió una mano llena de átomos, cogió una poquita de Luz (luz cósmica), y la vació así y se fue; ‘¡Whoosh!’… un cuerpo, y entró en él, y fue todo”.

Eso fue cuando le apareció a Abraham, fue que Dios se hizo un cuerpo allí para Él; pero vean ustedes, ¿y luego qué pasó?

“Dijo: ‘Ven para acá Gabriel’ (ese Gran Arcángel) Fue (Dios le hizo otro cuerpo) ‘whoosh…’ entró en él. ‘Ven aquí Miguel’ (o sea, al Arcángel Miguel) (el Ángel en Su lado derecho)… (y ahí él hace) ‘whoosh’… (quiere decir que está ahí creándole un cuerpo al Arcángel Miguel también; y le dice) ‘para ti… entra en él’”.

Y entonces siguieron caminando, y le aparecieron a Abraham. Y Abraham cuando los ve, se postra delante de uno de ellos, y le dice: “Mi Señor”. Se postró delante de Elohim, Abraham le llamó Elohim.

Ahora, ese es un misterio; allí está establecido el tipo y figura para el Día Postrero; porque para el Día Postrero estarán los ministerios de Moisés, de Elías y de Jesús manifestados en la Tierra; y desde el Cielo estará obrando Elohim, Gabriel y Miguel.

Vean ustedes, desde otra dimensión, pero estarán obrando en medio de la Iglesia primeramente, y después en medio del pueblo hebreo. Y ahí tenemos visitando a Abraham, al Hijo del Hombre con Sus Ángeles. Vean ustedes, la representación en la Iglesia de Jesucristo, de los Ángeles Gabriel y Miguel, son los ministerios de los Dos Olivos, los ministerios de Moisés Elías.

Ahora, podemos ver que hay un misterio grande ahí; pero todo eso está en el Programa Divino, por lo tanto, será respaldado por Dios. Y los Arcángeles de Dios con Sus Ejércitos celestiales estarán luchando en favor de todo ese Programa Divino que Dios tiene para este tiempo final en favor de Su Iglesia, en la Edad de la Piedra Angular, y en favor del pueblo hebreo.

Ahora, podemos ver este misterio un poquito nada más. Recuerden que todo lo que sucede en el Cielo, luego en la Tierra vuelve y sucede entre seres humanos.

Ahora, podemos ver que para el tiempo final se levantará el Arcángel Miguel, conforme a Apocalipsis, capítulo 12, y Daniel, capítulo 12 también. En el Apocalipsis del Antiguo Testamento tenemos al Arcángel Miguel en el capítulo 12; y tenemos al Arcángel Miguel en el Apocalipsis del Nuevo Testamento en el capítulo 12 también; y ahora estará en favor del pueblo hebreo.

Ahora, aquí hay un misterio muy grande, que en alguna ocasión les estaré dando a conocer, cuando sea el momento para darlo a conocer.

Ahora, podemos ver que estamos viviendo en un tiempo en que los Arcángeles de Dios estarían bien ocupados trabajando en favor de la Obra de Dios, en favor de la Iglesia de Jesucristo y en favor del pueblo hebreo.

Ahora, podemos ver que hay grandes bendiciones celestiales para todos nosotros. Hay gran bendición para todos los que hacen la voluntad de Dios, los que reciben la Palabra de Dios correspondiente al tiempo que les toca vivir, y son colocados en la edad que les toca vivir, y sirven a Cristo en la edad que les toca vivir; y se mantienen perseverando, sirviendo a Cristo, con amor divino, trabajando en Su Obra todos los días de su vida, y recibiendo Su Palabra revelada para el tiempo en que viven.

Su Palabra revelada para los hijos de Dios es el alimento espiritual para el alma de cada hijo de Dios, “porque no solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”13.

Para este tiempo final, la Palabra que estaremos recibiendo y comiéndonos es la Palabra de Cristo; por lo tanto, es el fruto del Árbol de la Vida para vivir eternamente. Si permanecemos vivos hasta que los muertos en Cristo resuciten: seremos transformados, y así tendremos la bendición de recibir el nuevo cuerpo sin ver muerte.

Por lo tanto, nadie llorará por nosotros; porque siempre, miren ustedes, cuando la persona viene a este mundo viene llorando, y sus padres riendo, y sus familiares ríen; luego cuando la persona se va, él se va contento (si servía a Cristo), se va riendo y gozando, y sus familiares se quedan llorando. Dicen que el que ríe de último ríe mejor; y el que se va habiendo servido a Cristo ríe de último.

Primero rieron sus familiares, y él vino llorando; pero después ese que venía llorando, ese niñito, luego se va riendo, se va riendo para el Paraíso, porque servía a Dios; pero sus familiares se quedan tristes y llorando, aunque saben que se fue al Paraíso.

Es que las despedidas son tristes; pero San Pablo nos dice que nos consolemos en las palabras que él nos habla: que no estemos tristes como los que no tienen esperanza, porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también Él traerá con Jesús a todos los que han dormido en Jesús14 (o sea, todos los creyentes que han partido); y los traerá en cuerpos eternos, cuerpos glorificados; y a nosotros los que vivimos nos transformará; y así podemos ver la bendición tan grande que hay para toda persona que hace la voluntad de Dios en el tiempo que le toca vivir.

Es muy importante estar conscientes que hemos venido a este planeta Tierra para hacer la voluntad de Dios; y por consiguiente necesitamos escuchar Su Voz y ser colocados en Su Cuerpo Místico de creyentes, que es Su Iglesia, en la edad correspondiente a nuestro tiempo, para así vivir haciendo la voluntad de nuestro Dios.

Ahí está la bendición para todo ser humano: la bendición está en hacer la voluntad de Dios en el tiempo que le toca vivir a la persona; y así la persona está consciente del propósito por el cual vive en este planeta Tierra.

Hay personas que viven en este planeta Tierra sin saber el propósito para el cual han venido a este planeta Tierra; por lo tanto, viven una vida sin un propósito. Porque trabajar, dormir y comer, eso lo hace toda persona, hasta los animales; por lo tanto, la meta del ser humano no es esa. La meta del ser humano es hacer la voluntad de Dios, para morar con Dios por toda la eternidad en el Reino de Dios.

Necesitamos conocer la voluntad de Dios para el tiempo que nos toca vivir, para así tener LA BENDICIÓN DE HACER LA VOLUNTAD DE DIOS. Es una bendición muy grande hacer la voluntad de Dios, y es un privilegio hacer la voluntad de Dios.

Vean al salmista David, el cual es un rey, un rey de Dios; nos dice en los Salmos algo muy importante. Veamos el Salmo 40, verso 7 al 8; nos dice:

“Entonces dije: He aquí, vengo;

En el rollo del libro está escrito de mí;

El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado,

Y tu ley está en medio de mi corazón”.

Hacer la voluntad de Dios le agradó al rey David; y aquí está profetizando y se está reflejando —en el rey David— el Mesías, y lo que el Mesías cumpliría en Su Venida; y la Ley de Dios estaba en el corazón de David. Y ahora la Ley de Dios ha estado en el corazón de Jesucristo. Dice:

“He anunciado justicia en grande congregación;

He aquí, no refrené mis labios,

Jehová, tú lo sabes”.

Y ahora, leamos en el Salmo 143, lo que nos dice aquí el rey David en este Salmo. Vamos a ver, 143, verso 10, dice:

“Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios;

Tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud.

Por tu nombre, oh Jehová, me vivificarás;

Por tu justicia sacarás mi alma de angustia”.

Ahí podemos ver que el salmista le pide a Dios que le enseñe a hacer Su voluntad.

Y ahora, de edad en edad, por medio de la Palabra dada en cada edad al mensajero de cada edad, viene la enseñanza para el pueblo, de la voluntad de Dios, para que todos puedan hacer la voluntad del Dios Creador de los Cielos y de la Tierra.

Podemos ver la bendición tan grande que hay en hacer la voluntad de Dios.

Leemos en el Salmo 89, vero 20, para ver lo que nos dice ahí:

“Hallé a David mi siervo;

Lo ungí con mi santa unción”.

El verso anterior nos dice:

“Entonces hablaste en visión a tu santo,

Y dijiste: He puesto el socorro sobre uno que es poderoso;

He exaltado a un escogido de mi pueblo”.

Y el verso 21, nos dice:

“Mi mano estará siempre con él,

Mi brazo también lo fortalecerá.

No lo sorprenderá el enemigo,

Ni hijo de iniquidad lo quebrantará;

Sino que quebrantaré delante de él a sus enemigos

(Dios quebrantará delante de él a sus enemigos).

Y heriré a los que le aborrecen”.

Ahora miren cómo Dios defiende a Su Ungido. David fue ungido por Dios: tipo y figura de Cristo, y tipo y figura de cada ángel mensajero, y tipo y figura del Ángel del Señor Jesucristo.

Ahora, podemos ver que David era un hombre conforme al corazón de Dios, y ese fue el hombre escogido por Dios para ser rey sobre el pueblo hebreo. Cuando el pueblo hebreo pidió rey, todavía David era un niñito, un jovencito; y le fue dado un rey conforme al corazón del pueblo. Pero cuando Dios quiso dar un rey al pueblo, dio un rey conforme al corazón de Dios; y ese fue el rey David, él fue el octavo hijo de Isaí.

Y ahora, vean ustedes, tenemos los siete ángeles mensajeros de las siete edades de la Iglesia hebrea bajo la Ley, el séptimo fue Juan el Bautista, precursor de la Primera Venida de Cristo; y luego viene el octavo: Jesucristo, representado en David; y ahí vino el Padre revelado en Su Hijo, en el heredero al Trono de David.

Luego vienen las siete edades de la Iglesia, y vienen los siete ángeles mensajeros; y el séptimo fue el reverendo William Branham, precursor de la Segunda Venida de Cristo.

Y ahora, viene Cristo, el Ángel del Pacto, Jesucristo manifestado en Su Ángel Mensajero, en el octavo Ángel Mensajero, que es el Ángel Mensajero de la Edad de la Piedra Angular. Así como Jesús fue el Mensajero de la Edad de la Piedra Angular, y Mensajero para una nueva dispensación, ahora el Ángel de Jesucristo es enviado como el hijo número ocho.

Los siete hijos mensajeros son los siete mensajeros de las siete edades; y ahora aparece otro hijo: un octavo hijo, un octavo mensajero, pero es el mensajero dispensacional para la Edad de la Piedra Angular, la Edad del Lugar Santísimo del Templo espiritual de Cristo.

Y así como el Padre le dio el sentarse en Su Trono en el Cielo a Jesús, y luego dice la Escritura que Jesús es el heredero al Trono de David; ahora Jesús a Su octavo mensajero, que está representado también en David, el cual será un mensajero conforme al corazón de Jesucristo, la Escritura que dice: “Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en Mi Trono” (Apocalipsis, capítulo 3, verso 21), será cumplida en ese Ángel Mensajero, en ese octavo mensajero, que es un mensajero dispensacional; y será un mensajero conforme al corazón de Cristo, como lo fue David.

Por lo tanto, en David se reflejó Cristo en Su Primera Venida, y se refleja la Segunda Venida de Cristo, y se refleja la manifestación de Cristo a través de Su Ángel Mensajero para el Día Postrero. Por eso es que la Escritura dice que Dios levantará a David, que el pueblo hebreo buscará a David su rey15.

Y ahora, vean ustedes, eso se cumplirá en este tiempo final, cuando Cristo tome el Trono de David y siente con Él al Vencedor, a Su Ángel Mensajero. Y ahí tendremos, en medio del pueblo hebreo, en el Reino Milenial, al David, a Cristo y Su Ángel Mensajero, gobernando sobre el pueblo hebreo y sobre todas las naciones.

Y estaremos todos nosotros con Cristo y Su Ángel Mensajero, y con los siete ángeles mensajeros de las siete edades, en ese glorioso Reino Milenial de nuestro amado Señor Jesucristo; porque ha sido para nosotros la bendición más grande: “LA BENDICIÓN DE HACER LA VOLUNTAD DE DIOS”.

Al tener la bendición de hacer la voluntad de Dios en la edad que nos ha tocado vivir, así como los de las edades pasadas hicieron la voluntad de Dios en la edad que les tocó vivir, unidos al mensajero de su edad, a nosotros también nos ha tocado recibir la bendición de Dios haciendo la voluntad de Dios en nuestro tiempo, en la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino.

“LA BENDICIÓN DE HACER LA VOLUNTAD DE DIOS”.

¿Ven que hay una bendición muy grande? Es una bendición hacer la voluntad de Dios.

“Y el que me sirve, estará donde yo esté”, dice Jesucristo16. “Mi servidor estará donde yo esté”. Por lo tanto, vamos a estar con Cristo en el Cielo, en la Cena las Bodas del Cordero, y vamos a estar con Cristo en el Reino Milenial también, y por toda la eternidad; porque tenemos “LA BENDICIÓN DE HACER LA VOLUNTAD DE DIOS”.

Ha sido para mí un privilegio darles testimonio de LA BENDICIÓN DE HACER LA VOLUNTAD DE DIOS.

Que Dios les bendiga y les guarde a todos, y ¡adelante haciendo la voluntad de Dios!, ¡adelante con LA BENDICIÓN DE HACER LA VOLUNTAD DE DIOS!

Muchas gracias por vuestra amable atención, y pasen todos muy buenas noches.

Parece que a todos nos ha gustado mucho el cántico de los niños, el cántico que dice: “Tengo un corazón para creer”. Y también nos ha gustado mucho el cántico que dice: “Su misericordia es eterna”, ¿eterna para quién? Para todos nosotros.

Y ahí está la bendición para nosotros, para hacer Su voluntad: porque tenemos ojos para ver Su Obra hoy, oídos para oír Su Voz y corazón para creer Su promesa hecha real.

“LA BENDICIÓN DE HACER LA VOLUNTAD DE DIOS”.

[Revisión julio 2021]

1 San Mateo 6:10, San Lucas 11:2

 

2 San Juan 7:15

 

3 San Mateo 19:28

 

4 San Juan 12:49-50, 14:10

 

5 San Juan 7:16

 

6 Apocalipsis 22:16

 

7 Salmos 82:6

 

8 Génesis 14:18-20

 

9 Génesis 18:1-8

 

10 Daniel 10:12-21

 

11 San Lucas 1:26-38

 

12 San Lucas 2:8-20

 

13 San Mateo 4:4, San Lucas 4:4, Deuteronomio 8:3

 

14 1 Tesalonicenses 4:13-14

 

15 Oseas 3:5

 

16 San Juan 12:26

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