La Obra que permanece para siempre

Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes aquí en San José de los Campos,  República del Brasil; es para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final. Para lo cual quiero leer en el libro del Apocalipsis, capítulo 3, verso 14, donde nos dice:

“Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto.”

“LA OBRA QUE PERMANECE PARA SIEMPRE.” Ese es nuestro tema en esta ocasión, y gira alrededor del principio de la creación de Dios; y el principio de la creación de Dios es Jesucristo.

La Obra que permanece para siempre es la Obra de Dios, y la Obra de Dios comienza con el principio de la creación que es Jesucristo nuestro Salvador.

En el libro o evangelio según San Juan, hablándonos acerca de Jesucristo nos dice en el capítulo 1 de San Juan:

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

Este era en el principio con Dios.

Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.

En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.”

Leí en el capítulo 1 de San Juan, versos del 1 al 4. Y luego el verso 9, dice:

“Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.

En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.

A lo suyo vino (o sea, el pueblo hebreo), y los suyos no le recibieron.

Mas a todos los que le recibieron, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;

los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.

Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.”

El Verbo que era con Dios y era Dios y creó todas las cosas se hizo carne, se hizo hombre, y habitó en medio del pueblo hebreo y fue conocido por el nombre de Jesús. Nuestro amado Señor Jesucristo es el Verbo que era con Dios y era Dios y creó todas las cosas y se hizo carne y habitó en medio del ser humano, en medio del pueblo hebreo. Por eso El podía decir en San Juan capítulo 8, versos 56 al 58:

“Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.

Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?

Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.”

¿Cómo era Jesucristo antes de Abraham? Era el Verbo que era con Dios y era Dios. El Angel del Pacto, el Angel de Jehová, que le apareció al profeta Moisés en aquella Columna de Fuego, y le dijo: “Yo Soy el Dios de tu padre Amram (o sea, ‘el Dios de tu padre.’ que es Amram el padre de Moisés). Y Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.”

Esa Columna de fuego hablándole a Moisés, el cual es el Angel del Pacto, el Angel de Jehová, se identifica como el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Logos, la Shekinah, la Columna de Fuego, el Verbo que era con Dios y era Dios, le está apareciendo a Abraham en el Antiguo Testamento; luego le apareció a Jacob, como el Angel que bendijo a Jacob; y luego le aparece a Moisés en la Columna de Fuego, Moisés quiere saber Su Nombre, porque él sabe que en esa luz – y esa luz es un Personaje de otra dimensión, y es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.

Y ahora, en el capítulo 3 cuando Dios le ordena a Moisés ir a libertar al pueblo hebreo, porque Dios iría con él, y por medio del Profeta Moisés Dios libertaría al pueblo hebreo, porque la Obra no sería obra de un hombre sino que sería la Obra de Dios; pero tiene que usar siempre un hombre.

Y ahora, la clase de hombre que El usa para llevar a cabo una Obra como esta: de la liberación de un pueblo para comenzar una nueva dispensación, tiene que ser un Profeta dispensacional, la clase de profeta más grande que Dios tiene. De esa clase Dios tiene solamente siete profetas para siete dispensaciones: Adán fue el primero, Set fue el segundo, Noé fue el tercero, Abraham fue el cuarto, Moisés fue el quinto, Jesús fue el sexto y el Angel de Jesucristo es el séptimo profeta dispensacional.

Ahora, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob ordena a Moisés ir al pueblo hebreo que está en Egipto, para que saque de Egipto al pueblo hebreo. ¿Cómo lo va ha hacer Moisés? Por medio del Poder divino que estará en él manifestado.

Ahora, Moisés le dice a Dios: “Yo voy a los hijos de Israel, y les digo: ‘El Dios de vuestros padres me apareció.” Capítulo 3 del Exodo, verso 13 al 14:

“Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé?

Y respondió Dios a Moisés: Yo Soy El Que Soy. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: Yo Soy me envió a vosotros.”

Cuando vamos a los originales, YO SOY en el original son cuatro consonantes: YHWH, las cuales no han podido pronunciar correctamente los estudiosos de la Biblia del Antiguo Testamento y también del Nuevo Testamento; le han añadido algunas letras para que suene como ‘Jehová,’ pero realmente esa no es la pronunciación de esas cuatro consonantes. Pero Moisés escuchó la pronunciación de esas cuatro consonantes de ése Nombre de Dios, tanto en esta ocasión como también en el capítulo 34, también el 33 del Exodo… capítulo 33, verso 18 al 23, cuando Moisés quiso ver a Dios, vean ustedes, dice así:

“El entonces dijo: Te ruego que me muestres tu gloria (le dijo Moisés a Dios).

Y le respondió (Dios): Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti; y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente.

Dijo más: No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá.”

Moisés quería ver a Dios, pero Dios le dice: ‘No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá.’

“Y dijo aún Jehová: He aquí un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña;

y cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado.

Después apartaré mi mano, y verás mis espaldas; mas no se verá mi rostro.”

Moisés vería las espaldas de Dios, Moisés vería a Dios en Su cuerpo teofánico de la sexta dimensión, llamado el Verbo de Dios. El Verbo de Dios es el Angel de Jehová, el Angel del Pacto, Dios mismo.

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

Este era en el  principio  con Dios.

Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.” [San Juan 1:1-3 – Editor].

Génesis, capítulo 1, también dice:

“En el principio creó Dios los cielos y la tierra.”

Fue Dios en Su cuerpo teofánico, ese cuerpo teofánico llamado el Verbo es el cuerpo angelical de Dios, es ese Angel de Jehová que le apareció a los profetas del Antiguo Testamento. En ese Angel que es el cuerpo teofánico de Dios de la sexta dimensión está el Nombre de Dios, como está el nombre de cada uno de ustedes en el cuerpo de ustedes; cuando nació su cuerpo le pusieron el nombre, y cuando se muere ese cuerpo colocan: “Murió fulano de tal.”

Ahora podemos ver que en el cuerpo de Dios de la sexta dimensión que es un cuerpo angelical está el Nombre de Dios. Eso lo dice Dios en el capítulo 23 del Exodo, verso 20 al 23:

“He aquí yo envío mi Angel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado.

Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él.”

¿Dónde está el Nombre de Dios? En el Angel del Pacto, el Angel de Jehová, el Angel que le apareció al Profeta Moisés, el cual era el mismo Dios en teofanía. Y por eso ése Angel le pudo dar Su Nombre como YHWH.

“Pero si en verdad oyeres su voz e hicieres todo lo que yo te dijere, seré enemigo de tus enemigos, y afligiré a los que te afligieren.

Porque mi Angel irá delante de ti, y te llevará a la tierra del amorreo, del heteo, del ferezeo, del cananeo, del heveo y del jebuseo, a los cuales yo haré destruir.”

Esto es: “te llevará a la tierra prometida.”

¿Quién llevaría al pueblo hebreo a la tierra prometida? El Angel de Jehová. Porque el Angel de Jehová  es el mismo Dios en Su cuerpo teofánico. Se le llama el Angel de Jehová al cuerpo teofánico de Dios, ese es un cuerpo angelical de la sexta dimensión. La sexta dimensión es el Paraíso, esa es la dimensión de la Palabra.

Y ahora, ese Angel de Jehová que libertó al pueblo hebreo es el mismo Angel que le apareció a Jacob y bendijo a Jacob y le cambió el nombre de Jacob por Israel; y ese es el mismo Angel de Jehová que le apareció a Abraham como Melquisedec en una ocasión y en otra ocasión le apareció como Elohím, el día antes de la destrucción de Sodoma y Gomorra, y comió con Abraham; juntamente con Elohím aparecieron dos varones más, dos arcángeles: Gabriel y Miguel.

Ahora, podemos ver el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, que le apareció en diferentes ocasiones y el cual se gozó comiendo con Elohím el día antes de la destrucción de Sodoma y Gomorra, es nuestro amado Jesucristo en Su cuerpo teofánico. Por eso podía decir: “Abraham deseó ver mi día, lo vio y se gozó.” Le dicen: “No tienes cincuenta años, ¿y dices que has visto a Abraham?” Jesús dice:  “Antes que Abraham fuese Yo Soy.”

El es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob; pero también El es el Dios de Noé, El es el Dios de Enoc, El es el Dios de Adán también, El es el Dios Creador de los Cielos y de la Tierra. Por eso ustedes pueden ver que a Jesús toda la creación le obedecía. Cuando el mar estaba embravecido y quería destruir la embarcación de los apóstoles, Jesucristo reprendió los vientos y se calmó la tempestad. Los discípulos de Jesucristo se preguntan “¿Quién es este Hombre, que aún le habla a los vientos y al mar y le obedecen?” Pues El es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Verbo que era con Dios y era Dios y se hizo carne y estaba habitando en medio del pueblo hebreo, y estaba entre los discípulos, y los discípulos se preguntaban: “¿Quién es este hombre?” Era el Verbo que era con Dios y era Dios.

Por eso Isaías, capítulo 7, verso 14, dice que dará una señal: “He aquí os daré señal: la virgen concebirá y dará a luz un hijo y se llamará Su Nombre Emanuel —que traducido es Dios con nosotros. Dios con nosotros en un cuerpo de carne llamado Jesús.—”

Era el verbo que era con Dios, el Angel del Pacto, el que libertó al pueblo hebreo, el que también comió con Abraham; ahora estaba en medio del pueblo hebreo con Sus discípulos y se preguntaban: “¿Quién es este hombre?” Era Jesús, el cual era antes que Abraham. ¿Pero cómo era antes que Abraham? En Su cuerpo teofánico, en Su cuerpo angelical. En Su cuerpo de carne, pues era desde que nació en Belén de Judea; pero en Su cuerpo celestial, en Su cuerpo de la sexta dimensión, era antes que Abraham y antes que Adán también.

Y así como Dios estaba en Jesús en toda Su Plenitud, en Su cuerpo de carne, Dios estaba en toda Su plenitud en el cuerpo teofánico de Jesús para llevar a cabo la creación del universo completo. Ahí tenemos el origen de la creación del universo.

La ciencia está buscando el origen de la creación del universo, pero el origen de la creación del universo es Jesucristo, El es el principio de la Creación de Dios, tanto de la creación del universo completo, de toda la creación, como también de una nueva creación que El está llevando a cabo.

¿Y qué es esto de una nueva creación? Dios creó al ser humano, lo colocó en el Huerto del Edén, lo primero que le dio fue un cuerpo teofánico de la sexta dimensión, y eso es la imagen de Dios, el cuerpo teofánico de Dios; y Dios le dio un cuerpo teofánico al ser humano como el de Dios, un cuerpo angelical; después más adelante le creó un cuerpo del polvo de la Tierra y lo colocó dentro de ese cuerpo, y vino a ser el hombre alma viviente.

El ser humano es cuerpo, que es lo que nosotros vemos; espíritu, eso es un cuerpo de otra dimensión; y alma, y eso es lo que es la persona: alma, alma viviente, esa es la parte más importante de todo ser humano. El espíritu es un cuerpo de otra dimensión, y el cuerpo físico es un cuerpo de esta dimensión; cuando la persona muere, pues sigue viviendo, porque lo que murió fue su cuerpo físico, su casa terrenal, con la que él habita en esta dimensión. ¿Y qué ha pasado entonces con la persona? Pues se fue a vivir, continúo viviendo en su espíritu que es un cuerpo de otra dimensión, y se fue a vivir a la dimensión a la cual pertenece ese cuerpo espiritual que tiene.

Ahora vamos a ver algo muy importante: A causa de la caída del ser humano en el Huerto del Edén, el ser humano perdió el derecho a la vida eterna, y perdió el derecho a la herencia de Dios, por consiguiente de ahí en adelante el ser humano ha venido a ser mortal. “Por cuanto todos pecaron, todos están destituidos de la Gloria de Dios.” [Romanos 3:23 – Editor].

Por lo tanto el ser humano al venir a la Tierra no puede obtener un cuerpo teofánico de la sexta dimensión, un cuerpo de la Gloria de Dios no lo puede obtener, y tampoco puede obtener un cuerpo eterno, físico, porque está naciendo en una raza caída que perdió la vida eterna; por lo tanto el ser humano obtiene un cuerpo mortal, corruptible y temporal, y un espíritu del mundo el cual entra a ese cuerpo cuando nace, y viene a vivir el ser humano en esta dimensión terrenal que es un valle de sombra y de muerte. Y es en esta dimensión en donde el ser humano o toma o come del Arbol de la Vida —que es Cristo— y vive eternamente, o no come de El y muere para toda la eternidad.

El ser humano viene a esta Tierra para hacer contacto con la vida eterna, para que tenga la oportunidad de comer del Arbol de la Vida —que es Cristo— y vivir eternamente. La persona tiene que identificarse con Cristo, el Arbol, de la Vida, para poder sus pecados ser perdonados, ser lavado con la Sangre de Jesucristo, ser limpio de todo pecado, porque la Sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado, y así el Sacrificio que Cristo hizo en la Cruz del Calvario se hace efectivo en la persona. Hasta que la persona lo recibe como su Salvador y confiese sus pecados a Cristo arrepentido de sus pecados y se bautiza en el bautismo cristiano en Su Nombre, la persona tiene vida eterna. Pero cuando hace así entonces la promesa es que Jesucristo le dará el Espíritu Santo, y se efectuará en la persona el nuevo nacimiento. “Porque el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios.” Dijo Jesucristo a Nicodemo en el capítulo 3 de San Juan. “El que no nazca del agua y del espíritu…” Nicodemo pensó que era nacer de una mujer. Pero si vuelve a nacer de una mujer, vuelve a ser un pecador, porque la raza humana cayó cuando Adán y Eva cayeron en el Huerto del Edén.

Ahora por medio del nuevo nacimiento la persona obtiene un cuerpo teofánico, un espíritu teofánico de la sexta dimensión, un cuerpo teofánico como el cuerpo teofánico de Jesucristo, lo cual es un cuerpo angelical de la sexta dimensión, la sexta dimensión es el Paraíso, es la dimensión de los ángeles; y si la persona luego muere físicamente, no tiene ningún problema porque la persona nació de nuevo, y por consiguiente ahora tiene un espíritu teofánico de la sexta dimensión, la persona va a vivir al Paraíso en ese cuerpo teofánico, en ese cuerpo angelical, y esperará en el Paraíso hasta la resurrección, cuando Jesucristo resucitará los muertos creyentes en El, los resucitará en cuerpos eternos, y a los que estamos vivos y permanezcamos vivos hasta la resurrección, entonces seremos transformados los que vivimos, y entonces todos tendremos un cuerpo eterno, inmortal e incorruptible y glorificado igual al cuerpo glorificado de Jesucristo, el cual recibiremos en el Día Postrero. Porque en el Día Postrero es que Jesucristo dijo que El resucitará a los creyentes en El que han partido. San Juan, capítulo 6, verso 39 en adelante, dice:

“Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.”

¿Cuándo? En el Día Postrero, ‘Lo resucite en el Día Postrero.’ Porque la resurrección será llevada a cabo por Jesucristo en el Día Postrero.

“Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.”

Una resurrección en un cuerpo eterno y glorificado igual al cuerpo de Jesucristo; y eso es para el Día Postrero, para todos los creyentes en Cristo que han partido; y para los que estemos vivos en ese momento será una transformación y recibiremos un cuerpo eterno. El Día Postrero es el séptimo mileno de Adán hacia acá. “Porque un día delante del Señor es como mil años y mil años como un día.” Dice el apóstol San Pedro en Segunda de Pedro, capítulo 3, verso 8. Y el profeta Moisés también habla de esto en el Salmo 90 y verso 4.

Y ahora, para el Día Postrero Cristo llevará a cabo la resurrección de todos los creyentes en El de las edades pasadas que lo recibieron como su Salvador, que lavaron sus pecados en Su Sangre, que fueron bautizados en Su Nombre y recibieron Su Espíritu Santo. Por eso San Pedro cuando les predicó el día de pentecostés y preguntaron luego: “¿Qué haremos?” Pedro les dice de la siguiente manera, en el capítulo 2, verso 36 en adelante del libro de los Hechos:

“Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.

Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?

Pedro les dijo:  Arrepentíos , y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.

Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; y para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.

Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.

Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.”

Ahora podemos ver que hay un Orden divino para entrar a esta Nueva Creación de la cual Jesucristo es el Primero, El es la Cabeza. Por eso Jesucristo es la Cabeza de la Iglesia, como el esposo es la cabeza de la esposa.

Ahora podemos ver que la Obra que permanece para siempre es la Obra de Dios, es la Obra que Dios está haciendo, la creación de una Nueva Raza, una nueva creación con vida eterna, nos da vida eterna cuando lo recibimos como nuestro Salvador, lavamos nuestros pecados en Su Sangre, confesando a El nuestros pecados, somos bautizados en Su Nombre y recibimos Su Espíritu Santo; y así nacemos en el Reino de Dios, entramos al Reino de Dios, entramos al Cuerpo Místico de Jesucristo porque nacemos en el Reino de Dios, en la Iglesia de Jesucristo.

A la Iglesia de Jesucristo no se entra porque la persona diga: “Yo quiero ser miembro de la Iglesia.” Se entra por nacimiento, por medio del nuevo nacimiento, al creer en Cristo como nuestro Salvador, lavar nuestros pecados en Su Sangre, ser bautizados en Su Nombre y recibir el Espíritu Santo; y así nacemos en el Reino de Dios, recibimos el nuevo nacimiento y recibimos un cuerpo angelical, un cuerpo teofánico de la sexta dimensión; y en el Día Postrero en adición recibiremos el cuerpo físico, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, y entonces seremos a imagen y semejanza de Jesucristo en toda Su plenitud, y estará en pie una Nueva Raza, una nueva creación, con vida eterna, vida eterna física también; y será la nueva creación de los inmortales, será la nueva creación de Jesucristo, la cual El está llevando a cabo de etapa en etapa; porque El está llevando a cabo esa Obra que permanece para siempre.

Permanecerá para siempre toda persona, vivirá eternamente, porque pertenece a una nueva creación, a una Nueva Raza, y todos seremos iguales a Jesucristo, con vida eterna, con un cuerpo físico, eterno, y un cuerpo teofánico, cuerpo angelical eterno también.

Ahora podemos ver que lo que Jesucristo está haciendo es una Nueva Raza, está creando una Nueva Raza de seres humanos, creando una Nueva Raza que vivirá por toda la eternidad y reinará con Jesucristo por el milenio y por toda la eternidad.

Y hemos venido a este planeta Tierra para identificarnos con El, para identificar nuestro lugar en la vida eterna, y ocupar nuestro lugar en la vida eterna, ocupar nuestro lugar en la Edad y Dispensación que nos ha tocado vivir; y así estar en la Casa de Dios, que es la Iglesia de Jesucristo, el Cuerpo Místico de Cristo, el Reino de los Cielos.

Hemos llegado al fin del siglo, estamos en el siglo XX y año dos mil. Siempre que la humanidad ha llegado al fin de un siglo, el alma de los seres humanos recibe un estremecimiento de parte de Dios para buscar a Dios, y la humanidad se pregunta siempre: “¿Será este el fin del siglo del cual habló Jesucristo en donde enviaría a Sus ángeles con Gran Voz de Trompeta para juntar al trigo, para juntar los escogidos?”

Ahora, mirando todos los fines de siglos que han transcurrido, en ninguno de los fines de siglos anteriores envió a Sus ángeles con la Gran Voz de Trompeta. La Gran Voz de trompeta es la predicación del Evangelio del Reino, es la gran Voz de Trompeta del Evangelio del Reino revelándonos el misterio del Séptimo Sello, el misterio de la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo. Con ese Mensaje que da a conocer ese misterio y todas las cosas que giran alrededor de ese misterio son llamados y juntados los escogidos de Dios, el trigo de Dios, de este tiempo final, para completar Cristo Su Iglesia, Su Cuerpo Místico de creyentes. Y así Cristo completar Su Obra: LA OBRA QUE PERMANECE PARA SIEMPRE.

El en este tiempo está llamando y juntando a Sus escogidos. El séptimo milenio comienza el próximo año conforme al calendario gregoriano, aunque está atrasado y tiene 365 días y cuarto, y el calendario profético tiene 360. Pero pensemos conforme al calendario gregoriano y veamos: el próximo año comienza el siglo XXI y comienza el próximo milenio, comienza el tercer milenio de Cristo hacia acá y séptimo milenio de Adán hacia acá.

Ese séptimo milenio es donde Cristo resucitará a los muertos creyentes en El y a nosotros nos transformará; es el milenio donde la gran tribulación vendrá, el día de venganza del Dios nuestro. Pero también la resurrección de los muertos en Cristo, la transformación de nosotros los que vivimos, y luego el Rapto o arrebatamiento de todos los hijos e hijas de Dios para ir a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo, esa Gran Fiesta que durará tres años y medio en el Cielo, mientras en la Tierra estarán pasando por los juicios divinos.

Ahora, los que irán a la Cena de las Bodas del Cordero serán los que han nacido de nuevo en edades pasadas que serán resucitados en cuerpos eternos, y a nosotros los que vivimos y permanezcamos vivos hasta la resurrección, Cristo nos transformará y entonces tendremos un cuerpo eterno. Pero no sabemos en qué año del séptimo milenio Cristo resucitará a los muertos creyentes en El y nos transformará a nosotros, pero El ha prometido que será para el Día Postrero que es el séptimo milenio.

Ahora, podemos ver que estamos en un tiempo muy importante.

Antes de los muertos ser resucitados en cuerpos eternos y nosotros los que vivimos ser transformados, todos los escogidos de Dios tienen que ser llamados y juntados en el Cuerpo Místico de Jesucristo, que es Su Iglesia redimida por Su Sangre Preciosa.

La Obra que Cristo estaba haciendo es la Obra de recoger a Sus escogidos de edad en edad, produciendo el nuevo nacimiento de esas personas, y así las personas naciendo en la Iglesia de Jesucristo. Cristo dijo: “También tengo otras ovejas que no son de este redil (o sea, que no son del redil hebreo) las cuales también debo traer, y oirán mi Voz y habrá un Rebaño y un Pastor.” El Rebaño es la Iglesia de Jesucristo, el Pastor es Jesucristo y las ovejas pues son los que escuchan Su Voz, lo reciben como Su Salvador, lavan sus pecados en la Sangre de Cristo, son bautizados en Su  Nombre y reciben el Espíritu Santo y nacen de nuevo; esas son las ovejas que El resucitará de las edades pasadas y de los que estén vivos en este tiempo, pues la promesa es que nos transformará.

Y ahora, hemos visto la OBRA QUE PERMANECE PARA SIEMPRE, la Obra de Jesucristo, la creación de una Nueva Raza, la cual es la Iglesia del Señor Jesucristo.

Por eso San Pablo dijo: “La circuncisión y la incircuncisión, no valen nada, sino la nueva creación.” Es una nueva creación que Cristo está llevando a cabo, creando una Nueva Raza con vida eterna. Y esa es la Iglesia de Jesucristo compuesta por personas que han sido perdonados por Cristo, han sido salvos por Cristo, redimidos por Jesucristo; y Cristo ha producido en ellos el nuevo nacimiento, han nacido en la Familia de Dios como hijos e hijas de Dios.

Cuando nacimos a través de nuestros padres, nacimos como descendientes de Adán y Eva. Pero ahora al nacer de nuevo hemos nacido como hijos e hijas de Dios. Así es como la persona obtiene el nuevo nacimiento como un hijo o una hija de Dios, y es manifestado en esta Tierra como un hijo o una hija de Dios.

Todo eso ocurre en lo espiritual en otra dimensión, pero en este tiempo final también Cristo nos transformará y entonces la cosa será física también; y así tendremos nosotros un cuerpo con vida eterna, estaremos jovencitos para toda la eternidad, un cuerpo que representará de 18 a 21 años de edad, o sea, la flor de la juventud; eso es para todos ustedes y para mí también; para todos los que reciben a Cristo como Su Salvador, lavan sus pecados en Su Sangre y son bautizados en Su Nombre y reciben el Espíritu Santo y así nacen de nuevo en el Reino de Dios, y así vienen a ser la OBRA QUE PERMANECE PARA SIEMPRE, para toda la eternidad; es una Obra para toda la eternidad la que Cristo está llevando a cabo en cada uno de ustedes y en mi también.

Ha sido paras mi un privilegio grande estar con ustedes en esta noche dándoles testimonio de: “LA OBRA QUE PERMANECE PARA SIEMPRE.”

Los que todavía no han recibido a Cristo como su Salvador tienen la oportunidad de hacerlo lo más pronto posible, porque muy pronto la Puerta será cerrada y ya nadie más podrá obtener Misericordia de parte de Dios, nadie más podrá nacer en el Reino de Dios, porque Cristo terminará Su Obra de Intercesión en el Cielo y resucitará a los muertos en Cristo y nos transformará a los que vivimos y nos llevará con El a la Cena de las Bodas del Cordero.

Que Dios les bendiga y les guarde a todos, y pasen todos muy buenas noches. Dejo con nosotros nuevamente al Rvdo. Miguel Bermúdez Marín para finalizar nuestra parte en esta ocasión, mientras escuchamos el cántico que nos habla del Hombre que nos transformó interiormente y que nos transformará físicamente también.

Que Dios les bendiga y Dios les guarde.

“LA OBRA QUE PERMANECE PARA SIEMPRE.”

Scroll al inicio