Esta Semana Santa ha sido de grande bendición para nosotros, pues todos los que han creído en Jesucristo como nuestro Salvador y no habían sido bautizados en Su Nombre, han sido bautizados; y una demanda de una buena conciencia queda en el alma de cada uno de los que han sido bautizados, como nos dice Primera de Pedro, capítulo 3, versos 21 en adelante, donde dice:
“El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo,
quien habiendo subido al cielo está a la diestra de Dios; y a él están sujetos ángeles, autoridades y potestades”.
Y ahora, luego de ser bautizados la promesa es que, para todos los que han creído y han sido bautizados, el Espíritu Santo vendrá. Dice San Pedro en capítulo 2, verso 37 en adelante [Hechos]:
“Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?
Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare”.
O sea que la promesa del Espíritu Santo es para todos aquellos que han creído en Jesucristo: lavando sus pecados en la Sangre de Cristo y siendo bautizados en el Nombre del Señor Jesucristo, en donde ha sido invocado el Nombre del Señor Jesucristo; como dice en el capítulo 2, verso 21 del libro de los Hechos; predicando San Pedro dice:
“Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” (Y ahí citó lo que dice el profeta Joel en el capítulo 2, versos 31 al 32).
Y ahora vean cómo sería invocado el Nombre del Señor para ser salvo cada persona.
Y ahora vean ustedes el por qué también cuando Pablo o Saulo de Tarso fue convertido a Cristo… Dice en el capítulo 22 el apóstol San Pablo, dando testimonio de su conversión a Cristo. Dice capítulo 22:
[Hechos 22:6] “Pero aconteció que yendo yo, al llegar cerca de Damasco, como a mediodía, de repente me rodeó mucha luz del cielo;
y caí al suelo, y oí una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
Yo entonces respondí: ¿Quién eres, Señor? Y me dijo: Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues.
Y los que estaban conmigo vieron a la verdad la luz, y se espantaron; pero no entendieron la voz del que hablaba conmigo.
Y dije: ¿Qué haré, Señor? Y el Señor me dijo: Levántate, y ve a Damasco, y allí se te dirá todo lo que está ordenado que hagas.
Y como yo no veía a causa de la gloria de la luz, llevado de la mano por los que estaban conmigo, llegué a Damasco.
Entonces uno llamado Ananías, varón piadoso según la ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que allí moraban,
vino a mí, y acercándose, me dijo: Hermano Saulo, recibe la vista. Y yo en aquella misma hora recobré la vista y lo miré.
Y él dijo: El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, y veas al Justo, y oigas la voz de su boca.
Porque serás testigo suyo a todos los hombres, de lo que has visto y oído.
Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre (y se levantó y fue bautizado siendo invocado el Nombre del Señor sobre Saulo de Tarso)”.
Acá, cuando todo eso sucedió, en el capítulo 9, verso 18 al 19, del libro de los Hechos, dice:
“Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado (fue bautizado y ahí fue el Nombre del Señor invocado sobre Saulo de Tarso).
Y habiendo tomado alimento, recobró fuerzas. Y estuvo Saulo por algunos días con los discípulos que estaban en Damasco”.
Y ahora, en esta ocasión, en esta Semana Santa, el Nombre del Señor Jesucristo ha sido invocado sobre todas las personas que han sido bautizadas en el Nombre del Señor Jesucristo, y la promesa es que el Espíritu Santo vendrá sobre esas personas: “porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que el Señor nuestro Dios llamare”.
Han sido cumplidos los requisitos para que las personas reciban el Espíritu Santo y así obtengan el nuevo nacimiento: arrepentidos de sus pecados, lavando sus pecados en la Sangre de Cristo al recibirlo como su Salvador y siendo bautizados en Su Nombre.
Que el Espíritu Santo venga sobre todos ustedes que han sido bautizados en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo gobierne desde el trono de vuestro corazón toda vuestra vida todos los días de esta vida terrenal y luego por toda la eternidad. Que Cristo reine en y desde vuestros corazones, reine sobre toda vuestra vida. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Agradezco al reverendo Miguel Bermúdez Marín, mi amado hermano y amigo y compañero en el ministerio, que me haya ayudado en estos días para estos bautismos de todos ustedes que han sido bautizados. Que Dios bendiga grandemente a nuestro hermano Miguel Bermúdez Marín y lo siga usando cada día más y más en Su Obra.
Y ahora, los que han sido bautizados van a darse cuenta que dentro habrá de parte del Espíritu de Dios una demanda de una buena conciencia para caminar de acuerdo a la voluntad de Cristo, y habrá un temor reverencial dentro de sus almas, para así el Espíritu de Dios guiarlos; y en todo momento en donde alguno vaya a hacer algo incorrecto, sentirá ese temor, porque el Espíritu de Dios estará obrando en sus vidas y habrá una demanda de una buena conciencia delante de Dios: de estar bien delante de Dios todos los días de vuestra vida. El Espíritu de Cristo los guiará a todos ustedes y les ayudará. Y cuando pasen por las etapas de tentaciones: clamen a Él y Él les ayudará.
Vamos a dejar ya a nuestro hermano Miguel Bermúdez Marín con nosotros, para que él concluya nuestra parte en esta ocasión. Vamos a dejar a nuestro hermano Miguel Bermúdez Marín para finalizar en esta ocasión estas actividades de Semana Santa, las cuales han sido gloriosas para todos nosotros aquí en Cayey, Puerto Rico. Y así es también en todos estos recorridos para todos nuestros amados hermanos en toda la América Latina y el Caribe.
Lo que hemos visto suceder aquí está sucediendo también en todos los países de la América Latina y el Caribe; y esto es entrando de prisa porque la Puerta va a ser cerrada de un momento a otro. Pero Cristo no puede cerrar la Puerta estando nosotros fuera; pero estando dentro, la Puerta será cerrada. ¿Y luego qué sucederá? Pues la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de todos nosotros los que vivimos.
Así que no habrá problemas para nosotros, porque el Programa de Cristo es con y para nosotros. Así que todo esto estaba en el Programa de Cristo.
Quizás algunas personas preguntarán: “Estuvimos muchos años y ahora surgió todo esto”. No se preocupen. La Iglesia del Señor Jesucristo comenzó bautizando en el Nombre del Señor Jesucristo y después, cuando entró a cierta etapa, dejaron de bautizar en el Nombre del Señor Jesucristo, y luego al final fue restaurado el bautismo en el Nombre del Señor Jesucristo.
Todo eso que sucedió, reflejó lo que sucedería en nuestra edad. Y ahí no les explico más…, porque yo les he dicho otras veces que en nuestra edad y nuestra dispensación se recorren las siete etapas o edades de la Iglesia, pero en forma consecutiva.
Así que miren por dónde estamos en el recorrido de esas siete etapas por las cuales pasó la Iglesia del Señor Jesucristo.
Fue en la séptima etapa donde fue restaurado el bautismo en el Nombre del Señor Jesucristo. Miren por dónde estamos en nuestra edad y en nuestra dispensación.
Ahora veo que ya se están dando cuenta por qué todo esto está sucediendo en este tiempo final y tenía que ser de esa manera; ya estaba reflejado. Y no se puede luchar en contra de lo que ya está tipificado, de lo que ya está reflejado en el pasado; porque lo que sucedió en el pasado refleja lo que sucedería en nuestro tiempo.
Y ahí, pues, al saber estas cosas, pues estamos sabiendo la historia de nuestra edad, la Edad de la Piedra Angular, y de nuestra dispensación, así como cuando el reverendo William Branham dio a conocer la historia de las siete edades de la Iglesia a través de esas siete etapas.
O sea que nosotros estamos viviendo las etapas correspondientes a nuestra edad, y estamos también obteniendo el conocimiento de lo que está sucediendo en esas etapas. O sea que lo que ha estado sucediendo es la historia de nuestra edad, la cual fue reflejada en las siete etapas o edades de la Iglesia.
Bueno, vamos a dejarlo quietecito ahí y continuemos viviendo esta etapa la cual es gloriosa. Y luego de esta etapa, luego que sea terminada esta etapa…, y no sabemos cuándo será terminada, pero cuando entre hasta el último: terminará; y entonces: la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos.
No sabemos si en este año o el que viene, o en el otro arriba, o no sabemos en qué año; pero sabemos que en alguno de los años se completará esta etapa, y entonces seremos transformados.
Así que caminemos hacia adelante porque esta etapa es la que se conectará con la eternidad, esta etapa es la que se conectará con la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos; porque esta es la etapa en donde entrará hasta el último de los escogidos de Dios; y no sabemos si tomará meses o años esta etapa.
Recuerden que cada etapa tiene una cantidad de tiempo; y así ha sido en las etapas por las cuales ya hemos pasado. Yo deseo y espero que esta sea la más corta de todas las etapas, porque todos estamos deseosos de tener el nuevo cuerpo que tanto necesitamos.
Yo en estos días me he dado cuenta que si alguien necesita el nuevo cuerpo, el más que lo necesita soy yo. Por lo tanto, si alguien tiene la oportunidad de ser el primero en recibirlo, yo quiero ser esa persona.
Y ustedes dirían: “¿Y entonces te vas a ir y nos vas a dejar aquí?”. No. Entonces trabajaré más con ese cuerpo nuevo, para que ustedes también tengan el nuevo cuerpo y los muertos en Cristo también.
Cuando veía a Miguel bautizando a todas las personas en estos días —excepto anoche que no pude estar— yo decía en mi corazón y también lo hablaba: Señor, yo quiero que todos vayan conmigo a la Cena de las Bodas del Cordero, que todos sean transformados y nos vayamos todos, que no quede ni uno de ellos sin ser transformado e ir a la Cena de las Bodas del Cordero; y aun los niños, ancianos, jóvenes, todos; no solamente los que han sido bautizados aquí, sino en toda la América Latina y el Caribe y en todos los demás lugares.
Los que tienen la promesa para ser transformados estando vivos son los que estarán en el Día Postrero en la Edad de la Piedra Angular. Por lo tanto, estamos esperando esa transformación; por eso Él nos da la fe, la revelación del rapto, que es la revelación del Séptimo Sello bajo el Mensaje de la Gran Voz de Trompeta del Evangelio del Reino, para ser preparados y ser transformados en este tiempo final.
Cuando se complete esta etapa —que no sabemos cuánto tiempo tomará para ser completada—… Esta etapa corresponde a lo que sucedió en la séptima edad de la Iglesia gentil, o sea que corresponde a la etapa que se cumplió en la Edad de Laodicea. Por lo tanto, estaremos bien agarrados de nuestro amado Señor Jesucristo.
Sabemos que vendrán tiempos difíciles y habrá tentaciones, pero Él nos ayudará y nos librará de la hora de la tentación. Nos librará de la hora de la tentación: tanto de la tentación que el diablo llevará a cabo (como la llevó a cabo en el Huerto del Edén), como también nos librará de la gran tribulación. Él no nos va a dejar aquí pasando por la gran tribulación, nos va a llevar a una fiesta en el Cielo, llamada la Fiesta de la Cena de las Bodas del Cordero.
La Casa se llena en este tiempo final.
Luego que los siervos llenaron la parte correspondiente a cada edad, luego el Siervo, el Espíritu Santo que estuvo en cada mensajero, luego de las siete edades, dijo: “He hecho como mandaste y todavía hay lugar”.
¿Y dónde hay lugar? Pues en la Edad de la Piedra Angular. Y ese es el lugar que Él está llenando en este tiempo final. Y cuando se llene, entonces se cerrará la Puerta, porque tenemos que ir a la Cena de las Bodas del Cordero.
Así que, amados amigos y hermanos presentes que han sido bautizados, y los que ya estaban bautizados antes en el Nombre del Señor Jesucristo: mantengan sus vidas consagradas a Cristo, bien agarrados de Jesucristo, y sirviendo a Jesucristo como nuestro Salvador, sirviendo todos los días a Él, a nuestro Salvador, y manteniendo nuestras confesiones hechas a Cristo: Si alguno tiene problemas en su vida y falla en algún momento a Cristo, lo confiesa a Cristo para que la Sangre de Jesucristo lo limpie de todo pecado.
Y no se detenga por nada. Siga hacia adelante, con problemas o sin problemas; porque pronto vamos a ser transformados; no sabemos en qué año, pero sabemos que pronto; y nos vamos a ir con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
Que Cristo nos ayude a todos, Su Espíritu nos fortalezca y nos guíe en estos últimos días de nuestra vida terrenal en estos cuerpos terrenales, y nos mantenga unidos a Él como individuos, y nos mantenga unidos a Él como Cuerpo Místico de creyentes, nos mantenga unidos con Su Espíritu en el amor divino. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Bueno, dejo con nosotros nuevamente al reverendo Miguel Bermúdez Marín quien concluirá nuestra parte en esta ocasión.
Miguel, aprecio mucho toda esta labor que has llevado a cabo en favor de la congregación aquí en Puerto Rico. Ahora todos los que has bautizado te aman más y más, y yo también.
“PALABRAS DE SALUDO Y CIERRE DE BAUTISMOS”.
[Revisión enero 2019 – diciembre 2022]