Jesucristo como Rey de reyes

Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes, y los que están también a través de internet. Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

En esta ocasión leeremos en Apocalipsis, capítulo 19, versos 11 al 21, donde nos dice:

“Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea.

Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo.

Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: El Verbo de Dios.

Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos.

De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso.

Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: Rey de reyes y Señor de señores”.

Nos detenemos ahí. Nuestro tema para esta ocasión es: “JESUCRISTO COMO REY DE REYES”.

Es muy interesante este personaje que viene en este caballo blanco, el cual debe ser bien estudiado, porque este es nada menos que Jesucristo.

Esta es una profecía apocalíptica para ser cumplida en este tiempo final: es la Segunda Venida de Cristo, la cual está aquí profetizada; y con Él viene una multitud, también en caballos blancos, y vienen vestidos de lino finísimo y blanco y limpio; ese Ejército es la Iglesia del Señor Jesucristo.

Así como con el pueblo hebreo Dios formó una nación con un grupo de gente que estaban esclavizados en Egipto… Y también nos dice en el Éxodo, capítulo 19, versos 4 en adelante…, esto es Dios hablándole a Moisés en el monte Sinaí:

“Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí.

Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra.

Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel”.

Un pueblo sacerdotal, un reino sacerdotal, un reino de sacerdotes. Esto lo habló Dios al profeta Moisés con relación al pueblo hebreo.

Y ahora veamos lo que San Pedro nos dice acerca de la Iglesia de Jesucristo, compuesta por los redimidos de Jesucristo. En Primera de Pedro, capítulo 2, verso 9, dice:

“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”.

Y ahora, la Iglesia del Señor Jesucristo es una nación santa, pero no es una nación terrenal; es una nación celestial, es el Israel celestial; y es un pueblo, una nación, de sacerdotes del Orden de Melquisedec, del cual Jesucristo es el Sumo Sacerdote.

Y todos los que han sido engendrados por Cristo han sido hechos una nueva criatura: “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”[1].

Y ahora, en esta Nueva Creación que Dios está llevando a cabo por medio de Jesucristo, el cual es el Sumo Sacerdote del Templo celestial, y es el Rey de reyes y Señor de señores, y es el Juez de toda la Tierra; encontramos que Sus hijos son reyes, porque Él es el Rey de reyes y Señor de señores, y son sacerdotes, porque Jesucristo es el Sumo Sacerdote del Templo celestial.

Él es Melquisedec, el cual le apareció a Abraham y le dio pan y vino[2]. Y Melquisedec es Rey de Jerusalén y Sacerdote del Dios Altísimo, y es Rey de Justicia y Rey de Paz[3].

Encontramos que Jesucristo tiene el Sumo Sacerdocio, tiene también el reinado, porque Él es el Rey, y tiene también la parte del poder judicial, porque Él es el Juez de toda la Tierra; por lo tanto, Jesucristo tiene la parte de la Realeza.

Como Rey Él es la cabeza de la Realeza celestial, la cual será establecida en este planeta Tierra; y por consiguiente, los miembros de Su Iglesia pertenecen a esa Realeza, porque son los hijos de Dios por medio de Jesucristo.

De la Realeza, Jesucristo es la cabeza, Él es el Rey de reyes y Señor de señores, sentado sobre el Trono de Dios en el Cielo. Si está sentado sobre el Trono de Dios, pues es Rey; y es Juez también, y es el Sumo Sacerdote.

En la teocracia es así: el rey, el sumo sacerdote y el juez es la misma persona.

Y en la monarquía, encontramos que Salomón siendo rey, sentado sobre el trono de David, hizo un juicio allí muy importante; por lo tanto, él juzgaba; por lo tanto, era juez también. Y lo encontramos dedicando el templo a Dios: lo encontramos obrando como sacerdote también, orando a Dios para que Dios recibiera aquel templo que él ofreció a Dios[4].

Encontramos también en Moisés lo mismo: lo encontramos como rey en medio del pueblo hebreo, él era el que gobernaba por medio de la unción del Espíritu de Dios en él; y estableció las leyes para Israel, fue Dios el que se las dio para Israel, y por eso Moisés aparece como legislador, un solo legislador; pero era Dios el Legislador de Israel. Por eso la Escritura señala que Dios es el Legislador de Israel[5]; pero usó a un hombre para dar esas leyes al pueblo hebreo, leyes y ordenanzas para todo el pueblo hebreo. Lo encontramos entonces como un gobernante en el cual se estaban manifestando esos grandes atributos divinos.

También lo encontramos juzgando al pueblo. En una ocasión llegó Jetro, su suegro, y vio a Moisés, que estaba juzgando todos los casos del pueblo, y le dice: “Moisés, tú vas a desmayar; estás echándote toda la carga del pueblo tú solo, y principalmente la carga de los problemas”[6]. Y le dio un consejo a Moisés, diciéndole que estableciera jueces, personas que juzgaran los casos pequeños, y cuando fuese un caso muy grande lo llevaran a Moisés. ¿Qué haría Moisés? Tomaría ese caso, lo presentaría a Dios, y Dios diría: “Haz esto”, y Moisés lo haría.

Hubo ocasiones en que Moisés llevó casos ante la presencia de Dios de personas…; hubo un caso en que uno, o blasfemó a Dios o blasfemó a sus padres, y le llevaron el caso a Moisés, y Moisés lo llevó ante la presencia de Dios. ¿Y qué Dios le dijo? “Maten a ese hombre”.

La Escritura dice que es muerte para la persona que blasfeme a Dios[7], y también es muerte para la persona que maldiga a sus padres[8]. Por lo tanto, maldecir a Dios o maldecir a los padres es muerte para las personas.

Ahora, podemos ver cómo Moisés gobernaba en medio del pueblo hebreo, y tenía esos atributos de rey; también estaba como legislador, también como juez, ¿y qué más? También como sacerdote, como sumo sacerdote, porque entraba al lugar santísimo; y el único que podía entrar al lugar santísimo era el sumo sacerdote.

Y Moisés entraba al lugar santísimo y tenía aún más privilegios que Aarón. ¿Por qué? Aarón podía entrar al lugar santísimo una vez al año; Moisés podía entrar todos los días, si tenía que entrar; y hablaba con Dios, y Dios hablaba con él.

Dios se enojó con Moisés en una ocasión, cuando le pidió un ayudante a Dios. Moisés, cuando fue enviado por Dios en el capítulo 3 del Éxodo, y Dios le dijo que fuera y le hablara al pueblo, y le hablara al faraón también, Moisés, por cuanto tenía un problema para hablar (era tardo para hablar), por lo tanto Moisés pensó que con ese problema no podía llevar el Mensaje; y su hermano Aarón era un buen orador, sabía hablar delante del pueblo, y no tenía ese problema. Y Moisés le pidió un ayudante a Dios: “Envía por el que debes de enviar”. ¿Por qué? Porque Moisés le dijo a Dios: “Yo soy tardo para hablar (o sea, tartamudo), no tengo facilidad para hablar”. Y Dios se enojó cuando Moisés pidió un ayudante; pero Dios le dio un ayudante en la permisiva voluntad de Dios[9].

La permisiva voluntad de Dios, ¿saben cuál es? La voluntad de la persona. Dios permite muchas veces que la voluntad de la persona, lo que desea la persona, sea hecho; eso es en la permisiva voluntad de Dios.

Cuando le dio rey a Israel, cuando el pueblo hebreo pidió un rey, un rey como los reyes de las demás naciones: un rey grande, un rey de apariencia, Dios le dio un rey conforme al deseo del pueblo, conforme al deseo del corazón del pueblo hebreo. Pero cuando Dios le dio un rey conforme al corazón Suyo, al corazón de Dios, le dio a David; ese fue un rey en la perfecta voluntad de Dios.

En el Programa Divino podemos ver que la teocracia se conectaría, se fusionaría, con la teocracia… – o sea, la teocracia con la monarquía; pero eso tenía un tiempo, todo eso estaba en el corazón de Dios.

Pero vean ustedes, cuando las personas se adelantan y desean algo antes de tiempo, da lugar a la permisiva voluntad de Dios.

Y ahora, ¿cuántos saben cuál es la permisiva voluntad de Dios? La voluntad de la persona; porque no está en la voluntad de Dios, sino en la voluntad de la persona; y Dios le concede, pero ahí hay problemas.

En la voluntad de Dios, Dios sabe cómo obrar para que todo obre para bien. Él sabe los problemas que vendrán, pero también sabe cómo los va a resolver; y ya eso Él lo tiene ya visto y determinado desde antes de la fundación del mundo.

Pero cuando se da lugar a la permisiva voluntad de Dios, que es la voluntad de la persona, la persona no sabe cómo va a resolver los problemas que le van a venir después; él solamente tiene un deseo: “Es que yo quiero…, yo quiero tal cosa”; y ahí la persona insiste, y Dios le concede el deseo de su corazón.

El mundo entero está caminando en el deseo de su corazón, por eso tienen problemas y tendrán problemas delante de Dios.

Ahora, veamos a Moisés: pidiendo un ayudante, eso es en la permisiva voluntad de Dios, porque eso fue la voluntad de Moisés; y Dios se enojó con Moisés. Y principalmente cuando es un asunto del Programa de Dios, meter una persona donde Dios no la ha colocado en el Programa de Dios, eso trae problemas.

Y Moisés pidió un ayudante, y miren lo que le hizo el ayudante: Trabajó bien hasta cierto momento, pero cuando Moisés se ausentó solamente por 40 días, se fue al monte a orar y a hablar con Dios: [Aarón] abajo fue guiado por el pueblo, ya no por Moisés, sino por el pueblo; y lo que el pueblo deseó, un grupo de líderes desearon, Aarón lo hizo: les hizo un becerro de oro.

Eso no estaba en el Programa de Dios para el pueblo hebreo: un ídolo. Y después fue dicho: “Aquí están tus dioses que te sacaron de Egipto”[10]; y el pueblo se desenfrenó y cayó en la idolatría. Miren, frente al monte Sinaí, donde estaría recibiendo las leyes divinas, donde Moisés estaba recibiendo los diez mandamientos.

Cuando descendió, Moisés se llenó de ira al ver lo que había sucedido; las tablas que traía en sus manos las rompió, las quebró[11]. Eso nos habla de que la Dispensación de la Ley con todo el Pacto de la Ley sería roto, y sería establecido un Nuevo Pacto para el pueblo hebreo y para todo ser humano.

Podemos ver también que Moisés tomó el becerro de oro, lo abolió y lo echó en el río; y el pueblo lo bebió, lo tomó, porque del río tomaba el pueblo; se lo dio a beber[12]. Moisés estaba muy triste y muy enojado; y era el más manso de todo el pueblo[13]; pero lo que había hecho el pueblo había enojado a Dios: se había tornado a la idolatría; y Aarón había consentido eso y le había fabricado un ídolo.

¿Ven? En la permisiva voluntad de Dios encontramos que se puede inclinar hacia Dios o hacia el mal.

El profeta Moisés, al pedir un ayudante a Dios, perdió una bendición grande; porque Moisés perdió el sumo sacerdocio para él y sus descendientes, y entonces vino a ser para Aarón y sus descendientes. ¿Ven lo que perdió Moisés? ¿Ven por qué Dios se enojó con Moisés? Esa fue la primera ocasión en que Dios se enojó con Moisés: cuando lo llamó, lo envió, y le pidió un ayudante a Dios (Moisés).

Ahora miren todos los problemas del ayudante de Moisés: le preparó un becerro de oro al pueblo. Luego, en otra ocasión, cuando Miriam (que es María) habló contra Moisés, allí estaba también Aarón hablando contra Moisés, y no se sabe quiénes más; pero como ellos eran personas principales, el juicio de Dios caería sobre ellos.

Hablar contra Moisés era hablar contra Dios, porque era el hombre a través del cual Dios se estaba manifestando. Era un profeta dispensacional, un hombre sencillo, pero era el profeta de Dios.

Miren ustedes, María (o Miriam) y Aarón hablaron porque Moisés se había casado con una mujer cusita o etíope, era una mujer de color más oscuro que el color de los hebreos, y no era del pueblo hebreo. Pero Dios se enojó por esa crítica que le hicieron a Moisés, al criticar a la esposa de Moisés.

Y también ellos dijeron: “¿No ha hablado Dios también por nosotros?”[14]. Pero Dios habla siempre por el mensajero de una edad, si es un mensaje para esa edad; y si es para una dispensación, Él habla por el mensajero dispensacional; las demás personas solamente pueden repetir lo que ha sido dicho.

Dios le dijo a Moisés: “Aarón será en lugar de profeta para ti, y tú serás para él en lugar de Dios”. Aarón solamente lo que hacía era repetir lo que Moisés le había dicho. Ni Aarón ni Miriam podían colocar algo nuevo en el Programa de Dios. La Palabra de Dios para el pueblo venía por medio del profeta Moisés.

Y ahora, ellos dicen: “¿No ha hablado Dios también por nosotros?”. ¡Pues no había hablado Dios por ellos! Por Moisés había hablado, pero no por ellos. Pero vean ustedes, quisieron hacerse grandes, como que eran grandes instrumentos de Dios; y al decir que Dios había hablado por ellos, molestó a Dios. “Porque no hará nada el Señor Jehová, sin que antes revele Sus secretos a Sus siervos Sus profetas”[15].

Y en Deuteronomio, capítulo 18, verso 15 en adelante, dice Moisés:

“Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis…”.

Y ahora, cuando Moisés habla estas cosas, él dice que oigan a ese profeta. Luego continúa hablando y diciendo el por qué le sería dado profeta. Dice:

“… conforme a todo lo que pediste a Jehová tu Dios en Horeb el día de la asamblea, diciendo: No vuelva yo a oír la voz de Jehová mi Dios, ni vea yo más este gran fuego, para que no muera.

Y Jehová me dijo: Han hablado bien en lo que han dicho.

Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare”.

Aquí Dios muestra dónde Él coloca Su Palabra.

Para escuchar la Voz de Dios en una edad o en una dispensación, hay que escuchar el Mensaje de Dios por medio del mensajero que Dios envía para ese tiempo; así es como Dios habla a Su pueblo en el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento.

Habló por medio de los profetas, luego por medio de Jesús, luego por medio de los apóstoles, luego por medio de los siete ángeles mensajeros; y para el Día Postrero estará hablando por medio de Su Ángel Mensajero. Esa es la forma establecida por Dios.

Nadie se puede meter y decir: “¿No ha hablado Dios también por medio de nosotros?”. Pues no. Dios tiene ya establecido cómo hablaría a Su pueblo: es por medio del mensajero correspondiente a ese tiempo. Si conseguimos ese mensajero en cada tiempo que Dios lo envía, encontraremos la Palabra de Dios siendo hablada para el pueblo, y encontraremos el pueblo que estará recibiendo esa Palabra. Se encontrarán ambos: el pueblo ordenado por Dios para recibir esa Palabra se encontrará con el mensajero de Dios para hablar esa Palabra.

Y como dijo Jesús: “Nadie puede venir a mí si el Padre que me envió no le trajere”[16]. Y cada mensajero en su edad puede decir lo mismo: nadie puede ir al mensajero si no está ordenado para ir al mensajero y recibir el Mensaje de Dios para ese tiempo.

Así es también para este tiempo final: nadie podrá ir al mensajero de Jesucristo, el Ángel del Señor Jesucristo, para recibir Su Mensaje, si Jesucristo no lo trae. Nadie puede hacer nada en cuanto a esto; es un Programa Divino, el cual ya está diseñado, ordenado por Dios y puesto en acción por Dios de edad en edad. La parte correspondiente a este tiempo también Él la pone en acción, para cumplir Su Programa correspondiente a este tiempo.

Hemos visto que la Palabra de Dios siempre es colocada en la boca del profeta mensajero correspondiente al tiempo en que Dios lo envía; de ahí es que viene esa Palabra de Dios para el pueblo, de ahí es que viene el alimento espiritual para el alma del pueblo de Dios, de los hijos de Dios. “Porque no solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”[17]. Ese es el alimento espiritual de parte de Dios para el pueblo.

“Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta”.

Allá se las arreglará con Dios, porque Dios le va a pedir cuenta. Allá se las arreglará con Dios, y no va a salir nada de bien; porque el que no oye la Palabra que Dios envía para su tiempo pierde el derecho a la vida eterna.

En el libro de los Hechos, San Pedro hablándonos acerca de ese pasaje que leímos de Moisés… En el pasaje de Moisés dice: “Mas a cualquiera que no oyere lo que él hablare en Mi Nombre, Yo le pediré cuenta”.

Ahora miren cómo lo explica San Pedro: en el capítulo 3 del libro de los Hechos, verso 22 en adelante:

“Porque Moisés dijo a los padres: El Señor vuestro Dios os levantará profeta de entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable,

y toda alma que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo”.

No pertenece más al pueblo de Dios, pierde el derecho a ser pueblo de Dios; y por consiguiente pierde el derecho a la vida eterna, la vida eterna que recibe el pueblo de Dios.

Ahora podemos ver la importancia de escuchar la Palabra de Dios.

Para el tiempo de Moisés, la Palabra de Dios vino por medio del profeta Moisés. Moisés fue rey, fue profeta, fue sacerdote; fue un sumo sacerdote, fue el que dedicó el templo a Dios; y fue un profeta dispensacional; y fue juez en medio del pueblo hebreo.

Ahora podemos ver estas posiciones de rey, de juez y de sacerdote operando en Moisés. Y ahora, en Jesucristo podemos ver estos atributos y posiciones siendo manifestadas.

Jesucristo es el Rey de reyes y Señor de señores: Rey en la séptima dimensión, sentado sobre el Trono del Padre; Rey en la sexta dimensión, Rey-Teofanía, Rey en Su cuerpo teofánico, el cual es el Ángel del Pacto o Ángel de Jehová; y Rey para el Reino Milenial, Rey Jesús, para sentarse sobre el Trono de David.

Es Rey en la séptima dimensión, Rey en la sexta dimensión y Rey en esta dimensión terrenal para el Reino Milenial; Rey de reyes y Señor de señores.

Él también es el Sumo Sacerdote del Templo celestial; por eso con Su propio Sacrificio y Su propia Sangre ascendió al Cielo para llevar a cabo la Obra de Sumo Sacerdote en el Lugar Santísimo del Templo celestial, en el Trono de Dios, la Silla de Misericordia, mientras está la Sangre de Cristo en ese Trono.

Ahora, podemos ver que el lugar santísimo del tabernáculo que construyó Moisés y del templo que construyó el rey Salomón representan el Lugar Santísimo del Templo celestial; y el arca del pacto con las tablas de la Ley dentro, la vara de Aarón que reverdeció y el maná en una vasija de oro allí colocado; y la tapa del arca del pacto, llamada el propiciatorio, con los dos querubines de oro; esa tapa es de oro, es el propiciatorio, y representa el Trono de Dios en el Cielo.

Y ahora, podemos ver que lo que está en el Cielo fue representado en el tabernáculo que construyó Moisés y el templo que construyó el rey Salomón.

Y ahora Jesucristo está construyendo un Nuevo Templo; por lo tanto, el modelo usado por Moisés y Salomón es actualizado en la Iglesia de Jesucristo, que es el Nuevo Templo, el cual está siendo construido de etapa en etapa; tiene que tener el Lugar Santo y el Lugar Santísimo.

El Lugar Santo corresponde al tiempo de Cristo hacia este tiempo final, y el Lugar Santísimo corresponde a nuestro tiempo.

Y ese Templo espiritual es construido con piedras vivas, con seres humanos, para Dios morar en ese Templo de seres humanos en toda Su plenitud. Y esas personas como individuos son templos de Dios también, para Dios morar en esas personas por medio del bautismo del Espíritu Santo, lo cual son las primicias; y cuando seamos transformados, entonces será la plenitud de Dios en todos nosotros; y en los muertos en Cristo, que resucitarán en cuerpos eternos.

Ahora, los creyentes de las edades pasadas pertenecen al Lugar Santo: el tiempo de los apóstoles y tiempo de los siete ángeles mensajeros; por eso esas siete etapas de la Iglesia entre los gentiles con sus siete ángeles mensajeros está representada en el candelero o candelabro con sus siete lámparas encendidas.

Pero ahora pasamos al Lugar Santísimo, que es la Edad de la Piedra Angular, en la Iglesia de Jesucristo.

Hemos visto que las piedras vivas son seres humanos del territorio donde Cristo cumple cada etapa, cada edad; de ese territorio se extiende el Mensaje para recoger las piedras vivas y colocarlas en el Templo de Jesucristo, que es Su Iglesia.

Para este tiempo final, el llamado de los escogidos es el llamado de las piedras vivas del Día Postrero, para ser colocadas en el Templo espiritual de Cristo, en la parte del Lugar Santísimo; para Cristo actualizar en Su Iglesia lo que estaba en el lugar santísimo del templo que construyó el rey Salomón y del tabernáculo que construyó el profeta Moisés; para así actualizar en la Tierra lo que está en el Cielo, en el Lugar Santísimo, actualizar en la Tierra lo que está en el Cielo.

Podemos ver que para las siete edades, las siete lámparas que están en el Cielo, siete lámparas de fuego, conforme a Apocalipsis, capítulo 4, verso 5, son los siete espíritus de Dios que están delante del Trono de Dios.

Y ahora, encontramos que son actualizados y manifestados en la Iglesia de Jesucristo durante las siete edades, en la manifestación del Espíritu de Dios en cada ángel mensajero de cada edad.

Cada lámpara con su mecha encendida es la edad de la Iglesia para cada tiempo, con el mensajero encendido con el Fuego del Espíritu Santo; y así se van actualizando en la Iglesia de Jesucristo las cosas que están en el Cielo.

Esas siete lámparas ya se han actualizado y se han materializado en la Tierra en carne humana, en la Iglesia de Jesucristo, con sus edades y sus mensajeros.

Pero tiene que actualizarse y materializarse en la Tierra, en la Iglesia del Señor Jesucristo, lo que está en el Lugar Santísimo. Ahí está el misterio grande, ahí está el misterio más grande de todos los misterios del Cielo, y del templo que construyó el rey Salomón, y del tabernáculo que construyó el profeta Moisés.

Por lo tanto, en el Cuerpo Místico de Cristo, en la Edad de la Piedra Angular, estará el misterio más grande de todos los misterios de Dios: el misterio que está en el Lugar Santísimo del Templo espiritual, donde solamente podía entrar el Sumo Sacerdote.

El Sumo Sacerdote Melquisedec, Jesucristo nuestro Salvador, entró al Lugar Santísimo y se sentó en el Trono de Dios, y ha estado haciendo intercesión desde el Trono de Dios con Su propia Sangre.

Ahora, podemos ver que es Sumo Sacerdote, pero también Él es Rey de reyes y Señor de señores. Y Él recibió todo poder y autoridad en el Cielo y en la Tierra también. Y Él también es el Juez de toda la Tierra, Él es el Juez de los vivos y de los muertos también.

¿Y cómo que de los muertos? Pues Él los va a resucitar para juzgarlos. Él tiene las llaves del infierno y de la muerte[18]. O sea que no se van a quedar muertos creyendo que ya todo se acabó; tendrán que presentarse delante del Trono de Dios para ser juzgados por Jesucristo, el Juez de vivos y de muertos también.

Podemos ver que del Trono de Dios saldrá el juicio de Dios. Cuando Cristo termine Su Obra de Intercesión como Sumo Sacerdote, entonces será el Juez de toda la Tierra y también Rey de reyes y Señor de señores, para llevar a cabo las labores como Rey de reyes y Señor de señores, y como Juez de toda la Tierra. Él tiene las labores correspondientes a esos ministerios, pero Él está en las labores de Sumo Sacerdote según el Orden de Melquisedec.

Y ahora nosotros estamos como sacerdotes ofreciendo sacrificios espirituales a Dios y trabajando en la Obra de Cristo, trabajando en las cosas espirituales en este planeta Tierra. Pero cuando Cristo esté como Rey sobre el Trono de David, entonces nosotros estaremos también en el Reino Milenial como reyes, y nuestra labor tendrá que ver con el Reino, con todas las cosas materiales también, y también las espirituales, y tendrá que ver con la parte judicial.

Miren ustedes: la política, la religión y la judicial. Y nosotros estaremos con Cristo manifestados en esas tres esferas, con las cuales se cubren todas las demás esferas de la raza humana. Cristo es Rey de reyes, y nosotros somos reyes con Él; Él es Sumo Sacerdote, y nosotros somos sacerdotes con Él; y Él es el Juez de toda la Tierra, y nosotros somos jueces también, Su Corte Divina.

Por eso San Pablo dijo: “¿No saben ustedes que los santos juzgarán al mundo y juzgarán a los ángeles también?”[19]. Eso es cuando entremos a esa fase del Programa de Dios en donde Cristo estará juzgando, y por consiguiente nosotros estaremos con Él.

Hay algo muy importante que estará sucediendo en esta Tierra cuando caigan los juicios divinos sobre el planeta Tierra durante la gran tribulación; todo eso tendrá que ver con Cristo como Juez de toda la Tierra con Su Iglesia.

Y ahí lo vamos a dejar, porque nuestro tema para esta noche es: “JESUCRISTO COMO REY DE REYES”.

Jesucristo como Rey de reyes es el Rey de la séptima dimensión, de la sexta dimensión y de esta dimensión; por eso Él tomará el Reino cuando termine Su labor como Intercesor en el Cielo.

Ahora, este misterio de Jesucristo como Rey de reyes y Señor de señores en Apocalipsis, capítulo 19, es sencillo. Cristo, el Ángel del Pacto, es el Rey de Israel, porque Él es el mismo Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.

Él se hizo carne y se manifestó en medio del pueblo hebreo; algunos lo reconocieron como el Rey de Israel.

Uno de los que lo reconoció como Rey de Israel fue un creyente, el cual vino a Jesús, y cuando se acercó a Jesús, Jesús dijo[20]: “He aquí un verdadero israelita”. Eso fue a Natanael. Y Natanael dijo: “¿Desde cuándo me conoces, Rabí? Maestro, ¿desde cuándo me conoces?”. Cristo le dijo: “Cuando estabas debajo de la higuera te vi”. Y cuando le dice así, Natanael dice: “Rabí, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel”.

¿Qué estaría haciendo Natanael debajo de la higuera? Orando a Dios; y estaría orando por la Venida del Mesías, por la Venida del Rey de Israel. En la oración que estaba haciendo Natanael incluía todas estas cosas, porque se encontró con el Rey de Israel, y lo reconoció como el Rey de Israel. Otros le reconocieron también, los cuales siguieron a Jesús.

Cuando hizo el milagro de los panes y los peces, hubo un grupo de personas que reconoció que Jesús era el Rey de Israel, quisieron tomarlo para coronarlo y proclamarlo el Rey de Israel[21]; pero no era el momento para eso, aunque parecía algo bueno.

Pero las cosas pueden parecer buenas a la vista humana, pero si no está conforme al momento señalado por Dios para que se lleve a cabo eso: no está en la perfecta voluntad de Dios, y Dios no respaldará eso.

Pero Jesús sabía que no era el momento todavía, por lo tanto se fue de en medio de ellos, se fue al monte a orar, y mandó a Sus discípulos adelante. Algo hizo, porque después la gente lo estaban buscando, y decían: “¿No se fue con los discípulos? ¿Dónde está?”. O sea, se les desapareció, en alguna forma se les desapareció; no le dijo a nadie que iba a estar arriba en la montaña orando.

Luego le apareció a los discípulos caminando sobre el mar; no tenía problemas. Quizás pensaban los discípulos: “¿Y ahora cómo va a venir a nosotros? Pero ¿y ahora?, ¡estamos dentro de una tempestad!”. Pero Jesús vino a ellos caminando sobre el mar, reprendió la tempestad y entró a la embarcación[22].

Ahora podemos ver que Jesús no tenía problemas. Él conocía el Programa de Dios. Y lo que aparentemente fueron problemas, en donde fue condenado y crucificado, era parte del Programa de Dios. Él tenía que morir; por lo tanto, Él tenía que dejar que las cosas sucedieran, para que se cumpliera el Programa de Redención.

El que perdió no fue Jesús; Jesús ganó cuando murió, y todos nosotros ganamos también: ganamos la salvación que Él nos dio gratuitamente, sin dinero y sin precio. Todo estaba en el Programa de Cristo. Por eso Él vino: para cumplir ese Programa.

Todo ese Programa estaba sellado en Él; Él conocía el Programa; y le daba a conocer algunas veces a Sus discípulos algunas partes de ese Programa, pero ellos no lo comprendían.

Ahora, podemos ver a Jesucristo nuestro Salvador llevando a cabo Su Obra de Redención, y ascendiendo al Cielo para hacer intercesión en el Lugar Santísimo del Templo celestial, hasta que entre hasta el último de los escogidos al Cuerpo Místico de Cristo, hasta que se materialice en el Templo espiritual de Cristo lo que está en el Templo celestial.

Eso es lo que Él está haciendo: materializando en Su Iglesia, que es Su Templo espiritual, lo que está en el Templo celestial.

Y en este tiempo las cosas que materializará son las que están en el Lugar Santísimo del Templo celestial; ese es el lugar que tendrá contacto directo con el Trono de Dios celestial.

Pablo, cuando habló del tabernáculo, él habló del lugar santo y explicó muchas cosas; pero cuando le tocó hablar del lugar santísimo, él dijo que allí en el lugar santísimo entraba el sumo sacerdote una vez al año y nadie más podía entrar al lugar santísimo, y entraba con la sangre de la expiación. Y dijo que allí en el lugar santísimo estaba el arca del pacto, las tablas de la Ley, la vara de Aarón que reverdeció y el maná en una vasija de oro; todo eso estaba dentro del arca del pacto; y sobre el arca del pacto: el propiciatorio con los dos querubines de oro.

Y dijo: “De las cuales cosas no se puede hablar con detalles”[23]. O sea, no podía explicar las cosas con más detalles, porque podía interrumpir el Programa de Dios correspondiente a la materialización del Lugar Santísimo del Templo celestial en la Iglesia de Jesucristo.

Ahora, podemos ver que San Pablo, siendo un apóstol y un profeta, tenía una visión clara de lo que Dios estaba haciendo; él comprendió que Dios estaba materializando el Templo celestial en el Cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia de Jesucristo, que esa Iglesia es el Templo espiritual de Jesucristo, lo cual fue reflejado en el tabernáculo que construyó Moisés y el templo que construyó el rey Salomón.

Ahora, podemos ver que hay un misterio grande en el templo que construyó Moisés y el que construyó el rey Salomón; y por consiguiente, ese misterio es revelado en otro templo: en el Templo espiritual de Jesucristo, porque ahí es donde Dios está obrando.

Ya no está obrando en el que construyó Moisés o el que construyó el rey Salomón, está obrando en el Templo espiritual, que es la Iglesia del Señor Jesucristo. Ahí es donde envía Sus bendiciones, ahí es donde Cristo obra, y donde llama y junta a Sus escogidos de edad en edad; y ahí se encuentran los que han obtenido la salvación, los que han alcanzado la misericordia de Dios por medio de Jesucristo nuestro Salvador, por medio de la Obra del Sumo Sacerdote en el Templo celestial allá en el Lugar Santísimo, donde hace la Obra de Intercesión con Su propia Sangre, derramada en la Cruz del Calvario cuando fue crucificado.

Ahora, Jesucristo algún día terminará Su labor de Intercesor en el Cielo y será el Rey de reyes y Señor de señores, el León de la tribu de Judá; se levantará del Trono del Padre, tomará el Título de Propiedad, el Libro de los siete Sellos, lo abrirá en el Cielo y reclamará todo lo que Él ha redimido con Su Sangre. Eso está por pasar muy pronto, cuando entre hasta el último de los escogidos de Dios.

Así como cuando Jesús estuvo en la Tierra; encontramos que el Programa de Redención se llevó a cabo cuando Jesús ya había comenzado Su ministerio y estaba llegando al final; fue tomado preso, juzgado, condenado y crucificado.

Al final de Su ministerio fue que se cumplió la Obra de Redención como Cordero de Dios; pero Él estaba en la Tierra por 33 años. Al final de Su vida terrenal fue que realizó la Obra de Redención como Cordero de Dios; pero Juan el Bautista lo había presentado como el Cordero de Dios cuando iba a comenzar Su ministerio, luego que lo bautizó.

Pero cuando Él nació en Belén de Judea ya estaba el instrumento a través del cual Dios llevaría a cabo la Obra de Redención. Ya estaba el Cordero en la Tierra, pero no podía manifestarse como el Cordero, no podía llevar a cabo la Obra de Redención, hasta terminar Su ministerio. Al terminar Su ministerio, allí estaba el Cordero de Dios realizando la Obra de Redención.

Fue adoptado en el Monte de la Transfiguración. Luego de la adopción entró a una nueva etapa, donde realizó la Obra de Redención como Cordero de Dios; pero estaba en la Tierra desde hacía 33 años.

La Primera Venida de Cristo estaba en la Tierra, el velo de carne estaba en la Tierra, pero no se había cumplido la Obra de Redención como Cordero de Dios muriendo en la Cruz del Calvario. Al final de Su vida terrenal fue que se cumplió esa labor de Cordero de Dios, muriendo en la Cruz del Calvario; pero estuvo en la Tierra todo el tiempo de Su vida terrenal en medio del pueblo, y no sabían que estaba con ellos la Venida del Señor.

La Venida del Señor tiene dos partes: la Primera es como Cordero de Dios en Su Obra de Redención, Su Segunda Venida es como Rey de reyes y León de la tribu de Judá en Su Obra de Reclamo. Esa es la Obra que Cristo realizará en este tiempo final cuando haya entrado al Cuerpo Místico de Cristo hasta el último de los escogidos de Dios.

Y Jesucristo como Rey de reyes estará llevando a cabo el reclamo, Su Obra de Reclamo de todos los que Él ha redimido con Su Sangre preciosa; resucitará a los muertos creyentes en Él y nos transformará a nosotros los que vivimos, si permanecemos vivos hasta que los muertos en Cristo resuciten.

Ahora, podemos ver que este misterio de Jesucristo como Rey de reyes es el misterio correspondiente al tiempo final; es el misterio de Dios que para el tiempo final será revelado a la Iglesia del Señor Jesucristo; y así el misterio de Dios será consumado, revelado a todos los escogidos de Dios; y así todo escogido de Dios conocerá este misterio, para ser transformado y llevado con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.

Toda persona que va a ser transformada y llevada con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero conocerá el misterio de Dios para el Día Postrero, conocerá el misterio de Jesucristo como Rey de reyes y Señor de señores, como el León de la tribu de Judá en Su Obra de Reclamo; y así tendrá la fe, la revelación, para ser transformado y llevado con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.

Tendremos todos esa fe, esa revelación, en nuestras almas, porque lo creeremos con toda nuestra alma; así como hemos creído en Su Primera Venida y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario para obtener el perdón de nuestros pecados, lavar nuestros pecados en Su Sangre, ser bautizados en Su Nombre y recibir el Espíritu Santo; y así obtener el nuevo nacimiento, y obtener el cuerpo teofánico de la sexta dimensión.

Y ahora, para obtener el cuerpo físico y eterno: la revelación de la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo. Sin esa revelación ninguna persona podrá ser transformada y llevada con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.

Esa es la revelación para nuestra transformación, esa es la revelación que los escogidos de Dios en el tiempo final estarán creyendo con toda su alma; así como creemos la revelación de la Primera Venida de Cristo como Cordero de Dios en Su Obra de [Redención].

Y no vamos a dar mucho detalle en esta ocasión acerca de este misterio del Jinete del caballo blanco de Apocalipsis 19.

Pero si ustedes quieren oír o leer lo que dijo el reverendo William Branham acerca del Jinete del caballo blanco de Apocalipsis 19, en la página 131 él dice que se necesita algo para ser transformados, y él muestra que ese algo es la Venida del Jinete del caballo blanco de Apocalipsis 19; en la página 131 del libro de Los Sellos.

Y luego, en la página 256 del libro de Los Sellos, él dice:

[121]. … cuando nuestro Señor aparezca sobre la Tierra, Él vendrá sobre un caballo blanco como la nieve, y será completamente Emmanuel —la Palabra de Dios encarnada en un hombre”.

Ahora, podemos ver que este misterio del Rey de reyes y Señor de señores de Apocalipsis 19, es el misterio más grande de los Cielos y de la Tierra, es el misterio por cuya razón hubo silencio en el Cielo como por media hora.

Cuando Cristo termine Su Obra de Intercesión en el Cielo, Él tendrá un velo de carne, a través del cual se manifestará en toda Su plenitud; y entonces lo tendremos como Rey de reyes y Señor de señores; y estará llevando a cabo una Obra muy importante para esa ocasión.

Los escogidos conocerán ese misterio; de otra forma no podrán ser transformados y llevados al Cielo, a la Cena de las Bodas del Cordero.

Ahora, podemos ver que Jesucristo estará en la Tierra en el Día Postrero, cuando termine Su Obra de Intercesión en el Cielo; y será Jesucristo, el Ángel del Pacto…, Jesucristo en Espíritu Santo, el Ángel del Pacto, manifestado en carne humana en la Tierra en medio de Su Iglesia, para darnos grandes bendiciones del Cielo, ya no como Cordero ni como Sumo Sacerdote, sino como Rey de reyes y Señor de señores.

Y en esa Obra de Reclamo es que los muertos en Cristo serán resucitados en cuerpos eternos, y los que vivimos seremos transformados; es una promesa para todos nosotros.

Primera de Corintios, capítulo 15, versos 49 al 58, y Primera de Tesalonicenses, capítulo 4, verso 12 al 17, encontramos esas promesas dadas por Dios a través de San Pablo, donde nos habla de la Trompeta Final, y de la transformación de los que estamos vivos, y de la resurrección de los muertos en Cristo.

Todo eso Cristo lo estará haciendo en medio de Su Iglesia por medio de Su manifestación en carne humana, para luego traer el rapto, realizar el rapto o arrebatamiento de los escogidos, y ser llevados a la Casa de nuestro Padre celestial, a la séptima dimensión, a la Cena de las Bodas del Cordero. Todo eso lo hará Cristo nuestro Salvador, el Rey de reyes y Señor de señores.

Este es un tema que necesitaríamos un mes completo para hablar de este tema y describir el significado de cada uno de estos símbolos que vemos en Jesucristo, como los ojos como llama de fuego, una espada saliendo de Su boca, también el cabello blanco del Señor, y todas estas cosas que son vistas ahí; cómo estarán materializándose en medio de Su Iglesia en este tiempo final; porque todo eso tiene un significado; por eso es que nos tomaría como un mes para tener todos estos diferentes ángulos del Jinete del caballo blanco de Apocalipsis 19, y cómo Él estará manifestando esos atributos que son vistos en Él. Y todo esto es para ser manifestado en este tiempo final.

Por lo tanto, estemos firmes sirviendo a Jesucristo, amándole con toda nuestra alma y esperando nuestra transformación.

Ya estamos en un tiempo muy avanzado, en donde, de un momento a otro, algo Dios llevará a cabo, en donde completará Sus escogidos, y en donde resucitará a los creyentes que han partido y nos transformará a nosotros los que vivimos.

Estemos firmes sirviendo a Cristo con toda nuestra alma, expresándole nuestro amor y trabajando en Su Obra todos los días de nuestra vida; porque Jesucristo es el Rey de reyes y Señor de señores, y nosotros somos reyes con Él.

Pertenecemos no al pueblo, no a la clase de… el pueblo se llama los plebeyos (¿le dicen?), ni tampoco pertenecemos a la aristocracia. ¿A qué pertenecemos entonces? A la Realeza, a la Realeza de los Cielos y de la Tierra. Y no es porque nosotros quisimos, sino porque somos hijos e hijas de Dios; por heredad, es herencia, porque somos hijos e hijas de Dios, somos hijos del Rey de reyes y Señor de señores.

Por lo tanto, pertenecemos ¿a qué? A la Realeza. Reyes y sacerdotes, príncipes y princesas, para reinar con Cristo por el Milenio y por toda la eternidad; reinar con el Rey de reyes y Señor de señores, que es nuestro amado Salvador Jesucristo.

“JESUCRISTO: EL REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES”.

Que las bendiciones de Jesucristo, el Rey de reyes y Señor de señores, sean sobre todos ustedes, reyes y sacerdotes del glorioso Reino de Dios. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Muchas gracias por vuestra amable atención, y continúen pasando una noche llena de las bendiciones de Jesucristo.

Dejo nuevamente al reverendo Miguel Bermúdez Marín para continuar y finalizar nuestra parte en esta ocasión. Que Dios les bendiga y les guarde a todos.

“JESUCRISTO COMO REY DE REYES”.

[Revisión febrero 2023 – septiembre 2024]

[1] 2 Corintios 5:17

[2] Génesis 14:18

[3] Hebreos 7:1-3

[4] 1 Reyes 8:22-35, 2 Crónicas 6:12-42

[5] Isaías 33:22

[6] Éxodo 18:13-27

[7] Levítico 24:10-16

[8] Éxodo 21:17, Levítico 20:9

[9] Éxodo 4:10-16

[10] Éxodo 32:1-8

[11] Éxodo 32:15-19

[12] Éxodo 32:20

[13] Números 12:3

[14] Números 12:1-2

[15] Amós 3:7

[16] San Juan 6:44

[17] Dt. 8:3, Mt. 4:4, Lc. 4:4

[18] Apocalipsis 1:17

[19] 1 Corintios 6:2-3

[20] San Juan 1:47-49

[21] San Juan 6:1-15

[22] Jesús anda sobre el mar: Mt. 14:22-33, Mr. 6:45-52, Jn. 6:15-21 / Jesús calma la tempestad: Mt. 8:23-27, Mr. 4:35-41, Lc. 8:22-25

[23] Hebreos 9:1-5

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