Muy buenas tardes, ministros, compañeros en la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino; es para mí una bendición muy grande estar con ustedes en esta ocasión, para saludarles y pedirle a Cristo Sus bendiciones sobre todos ustedes.
Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también, y nos use grandemente en Su Obra, y nos guíe siempre en el ministerio; y prospere nuestras congregaciones, y nos prospere a nosotros espiritualmente y materialmente también, y a nuestras congregaciones; y nos revele todo Su Programa correspondiente a este tiempo final; y nos prepare, y pronto seamos transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo.
En esta ocasión, de la lectura que tuvo Miguel aquí, en donde vimos el llamamiento de San Pablo y cómo le apareció Dios a San Pablo, podemos ver que Cristo hace el llamado.
Pablo se da cuenta que es Cristo, que es Dios el que lo está llamando, y le pregunta: “¿Quién eres, Señor?”.
Y esa Luz le dice: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón”.
San Pablo contesta: “¿Qué quieres que haga, Señor?”.
El Señor le dice lo que tiene que hacer: ir a la calle de la Derecha, a la casa de un hombre llamado Simón [Judas], y allí se le dirá lo que debe hacer[1].
“SEÑOR, ¿QUÉ QUIERES QUE HAGA?”, fue la pregunta de Pablo; y es la pregunta de cada persona que tiene un encuentro con Cristo.
Encontramos a Cristo diciéndole que vaya a aquella casa, de Simón [Judas], la cual se encuentra en la calle Derecha – de la Derecha; o sea, la carretera que se llama Derecha.
Y ahora, vean ustedes, Cristo no le dice ni que tiene que bautizarse, ni que tiene que recibirlo como su Salvador. Es un caso parecido al de Cornelio, en donde le apareció un Ángel y le dijo que llamara a Pedro, que Pedro le diría las cosas correspondientes[2].
Y ahora, Jesús envía a Saulo a la casa de Simón [Judas], en la calle de… llamada la Derecha, y allí se le dirá lo que debe de hacer.
¿Y por qué Cristo no le dijo a Saulo lo que tenía que hacer: que tenía que creer en Jesucristo y que tenía que ser bautizado en Su Nombre? ¿Saben por qué no se lo dijo (como tampoco se lo dijo a Ananías – digo a… [Hno. Miguel: A Cornelio] a Cornelio)? “Porque no hará nada el Señor, sin que revele Sus secretos a Sus siervos Sus profetas”[3].
Lo que tenía que hacer Cornelio y su familia le sería dicho por medio de San Pedro, el cual era apóstol y era profeta también.
Encontramos también, en el caso de Pablo, que un varón llamado Ananías (el cual era profeta) le diría a Pablo (a Saulo) lo que tenía que hacer. En el capítulo 22 del libro de los Hechos encontramos el caso de Pablo en la casa de Simón [Judas]. Dice… El apóstol San Pablo cuenta todo lo que sucedió. Capítulo 22, verso 6 en adelante, dice:
“Pero aconteció que yendo yo, al llegar cerca de Damasco, como a mediodía, de repente me rodeó mucha luz del cielo;
y caí al suelo, y oí una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
Yo entonces respondí: ¿Quién eres, Señor? Y (Él) me dijo: Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues.
Y los que estaban conmigo vieron a la verdad la luz, y se espantaron; pero no entendieron la voz del que hablaba conmigo.
Y dije: ¿Qué haré, Señor? Y el Señor me dijo: Levántate, y ve a Damasco, y allí se te dirá todo lo que está ordenado que hagas.
Y como yo no veía a causa de la gloria de la luz, llevado de la mano por los que estaban conmigo, llegué a Damasco.
Entonces uno llamado Ananías, varón piadoso según la ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que allí moraban,
vino a mí, y acercándose, me dijo: Hermano Saulo, recibe la vista. Y yo en aquella misma hora recobré la vista y lo miré.
Y él dijo: El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, y veas al Justo, y oigas la voz de su boca.
Porque serás testigo suyo a todos los hombres, de lo que has visto y oído.
Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre”.
Ahí se le dijo lo que tenía que hacer; porque Dios le reveló a Ananías lo que tenía que decirle a Saulo y lo que Saulo tenía que hacer.
Encontramos en el capítulo 26 también, donde él dice…, desde el verso 13 en adelante dice [Hechos]:
“… cuando a mediodía, oh rey, yendo por el camino, vi una luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol, la cual me rodeó a mí y a los que iban conmigo.
Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba, y decía en lengua hebrea: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón.
Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues.
Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti”.
En este pasaje dice que aquella luz era más fuerte, Su resplandor, que el del sol; ese detalle no está en los otros lugares.
Ahora, podemos ver que Saulo de Tarso era un creyente en Dios: el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob; pero no sabía que el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob se había hecho hombre, se había hecho carne, y había vivido en medio del pueblo hebreo, y había llevado a cabo la Obra de Redención en la Cruz del Calvario.
Saulo de Tarso estaba persiguiendo a todos los creyentes en Cristo, los perseguía hasta la muerte: a unos los metía en cárceles y a otros consentía que los mataran; era una persecución a muerte. Pero luego, con la experiencia que tuvo, vino a ser convertido a Cristo y vino a ser uno de los dos apóstoles mayores.
Porque San Pedro y San Pablo son los apóstoles mayores; por eso son tipo y figura de los Dos Olivos. Por eso, por medio de San Pedro y San Pablo, el Evangelio vino a los gentiles; y como vino a los gentiles por medio de Pedro y Pablo, regresará a los hebreos por medio de Moisés y Elías[4].
Ahora, San Pablo dice que Dios lo había escogido desde el vientre de su madre[5]. Pero sin embargo, tuvo esa etapa difícil en donde no conocía a Dios, no conocía el misterio de la manifestación de Dios en carne humana en la persona de Jesús.
Cuando una persona no conoce lo que Dios ha hecho para el tiempo en que vive, en muchas ocasiones persigue lo que Dios ha hecho y a los creyentes en lo que Dios ha hecho, sin darse cuenta que está persiguiendo al mismo Dios.
Cristo dijo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”. Estaba persiguiendo a Cristo al estar persiguiendo a la Iglesia de Jesucristo; porque la Iglesia de Jesucristo es el Cuerpo Místico del Señor Jesucristo, y Jesucristo es la Cabeza.
Ahora, vean ustedes que perseguir a la Iglesia de Jesucristo es perseguir al mismo Cristo. Recibir a la Iglesia de Jesucristo y Su Mensaje es recibir al mismo Cristo. Cristo dijo: “El que recibe a uno de estos pequeñitos, a mí recibe; y el que a mí recibe, recibe al que me envió”[6].
Ahora, podemos ver que —Cristo estando en Su Iglesia manifestado— perseguir a la Iglesia de Jesucristo es perseguir a Cristo.
En los días de Jesús, perseguir a Jesucristo era perseguir a Dios, porque Dios estaba en Jesús; y ahora Jesús está en Su Iglesia. Por lo tanto, perseguir a uno de los hijos de Dios es perseguir al mismo Cristo, porque somos parte del Cuerpo Místico del Señor Jesucristo.
En Jacob, el pueblo hebreo, está representado Cristo, y está representada la Iglesia del Señor Jesucristo, y está representado cada hijo de Dios como individuo también; porque el pueblo hebreo es el pueblo primogénito de Dios como nación, es la primera nación aquí en la Tierra que Dios ha creado. Para el Reino Milenial estará creando nuevas naciones; en la eternidad estará creando nuevas naciones.
Ahora, podemos ver que la primera nación creada por Dios es el pueblo hebreo: una nación creada por Dios con los siervos de Dios. Pero la nación creada por Dios con los hijos de Dios es la Iglesia del Señor Jesucristo; esa es la nación celestial, por eso es la Jerusalén celestial.
Y ahora, Cristo está creando esa nación celestial, materializándola aquí en la Tierra en la forma de Su Iglesia; y es una nación con una nueva raza: de inmortales.
Cuando decimos “de inmortales”, la gente se puede sorprender; pero Cristo es inmortal, y todos Sus hijos son inmortales también; porque Él dijo que Él nos da vida eterna[7]; y si nos da vida eterna, nos hace inmortales.
Y ahora, en Su Programa está que nosotros hagamos Su voluntad, así como Cristo hizo la voluntad del Padre.
Fue la voluntad del Padre que Él, estando en Egipto y siendo un niño, fuese llamado de Egipto a la tierra de Israel; lo mismo que hizo Dios con Israel: que lo llamó de Egipto y lo llevó a la tierra de Israel, la tierra prometida. Todo primogénito de Dios pasa por esas mismas etapas.
Encontramos a los primogénitos de Dios escritos en el Cielo, que son llamados del Egipto espiritual, que es el mundo, que es el reino de las tinieblas, que es el reino del diablo (y el faraón es el diablo); de ahí son llamados los escogidos de Dios y vienen a ser parte de esa nación celestial, del Israel celestial.
Y ahora, así como Jesús, el Primogénito de Dios, dijo que Él se agradaba en hacer la voluntad del que lo envió, y que esa era Su comida: hacer la voluntad del que lo envió; así es para todo primogénito de Dios y para la Iglesia de Jesucristo como la Iglesia primogénita de Dios, que tiene los primogénitos de Dios del Cielo, escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.
Ahora, hemos visto que nuestra Comida es hacer la voluntad del que nos envió: de Jesucristo nuestro Salvador, como individuos y como ministros; y todos juntos como Cuerpo Místico de creyentes, juntamente con nuestras congregaciones.
Por lo tanto, caminemos hacia adelante como hizo Jesús, como hizo San Pedro, como hizo San Pablo: haciendo la voluntad del que los envió a ellos, y así también el que nos envió a nosotros; es el mismo Señor que los envió a ellos. Por lo tanto, caminemos como ellos: haciendo la voluntad del que nos envió.
Nuestra pregunta era: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?”. La contestación es: Hacer la voluntad del que nos envió, la cual vamos conociendo a medida que vamos obteniendo conocimiento del Programa Divino para el tiempo que nos toca vivir.
Hemos visto que estamos viviendo en el tiempo final.
Y la voluntad de Dios es: que nosotros caminemos hacia adelante sirviéndole a Cristo con toda nuestra alma, trabajando en Su Obra, sirviéndole todos los días de nuestra vida, y manteniendo a la congregación que Dios nos ha dado bien alimentada con la Palabra de Cristo correspondiente a nuestro tiempo; y todas las demás cosas que nosotros sabemos que es la voluntad de Dios: viviendo vidas santas delante de Dios, agradándole en todo y sirviéndole con toda nuestra alma.
Y pronto seremos transformados, juntamente con nuestras congregaciones, y entonces Cristo se manifestará en toda Su plenitud en medio de Su Iglesia.
Ahí hemos visto cuál es la Iglesia del Señor Jesucristo que será transformada y que tendrá la manifestación de Cristo en toda Su plenitud; en donde se cumplirá la Visión de la Carpa; y en donde habrá señales, milagros y maravillas que nunca antes han sido vistos en la Iglesia de Jesucristo; juntamente con los milagros que también ya han sido vistos, los cuales se repetirán; pero otros, que no han sido vistos, serán realizados: como restaurarle alguna parte del cuerpo a una persona (como un brazo que le falte o una pierna que le falte, o algo así por el estilo).
Será tan grande la manifestación de Cristo, que Cristo restaurará —a los muertos en Cristo— un cuerpo: los restaurará en cuerpos eternos; y a nosotros nos transformará.
Hemos visto que todo eso está en el Programa Divino para cuando Cristo haya completado Su Cuerpo Místico de creyentes.
Ahora, hemos visto que Dios le mostró al reverendo William Branham, en la Visión de la Carpa, todas estas señales y maravillas que serán realizadas.
Y sin embargo, él dice, en la página 136 del libro de Citas, que los milagros serán para Moisés y Elías. ¿Por qué? Porque en la Iglesia de Jesucristo, en la Edad de la Piedra Angular, estará el ministerio de Moisés por [segunda] vez y de Elías por [quinta] vez. Esos serán los ministerios que mostrarán grandes milagros y maravillas; y eso será cuando ya la Puerta se haya cerrado.
Eso está en la página 114 o 115 del libro de Citas; 114, párrafo 1002[8] (que es el mil dos). Dice:
1002 – “[205] Y tiene que haber un ministerio que le predique. Pero recuerden, para ese tiempo ya todo habrá cesado. ¡Es una cosa horrenda!
206 Habrá un ministerio que mostrará grandes maravillas, Joel así lo dijo. Pero no habrá tiempo para la redención (hasta Joel habló de eso que Dios hará en este tiempo). Todo entonces es terminado, porque el Cordero ya habrá tomado Su Libro y la redención habrá cesado”.
Ahí es que entra de lleno la Dispensación del Reino; ahí es que entra de lleno la manifestación de Jesucristo en toda Su plenitud; ahí es donde tendremos en toda Su plenitud la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles, llevando a cabo esos grandes milagros y maravillas.
Ahí es donde la adopción estará realizada o siendo realizada. Ahí es donde Jesucristo adoptará a Su Ángel Mensajero y lo usará en esa manifestación gloriosa, de maravillas, milagros y señales con los cuales Dios estremecerá al mundo entero.
Habrá un ministerio que hará grandes maravillas: ese es el ministerio de Moisés y Elías (ya mismo lo vamos a mostrar); pero ya el Cordero habrá terminado Su labor de Intercesión.
1002 – “[206] Jesús predicó y fue rechazado; luego prosiguió hacia aquellos que estaban encarcelados y no podían arrepentirse; ya no había tiempo para la salvación. ¡Ese mismo ministerio tendrá que repetirse! ¿Qué tal si pudiera ser la Tercera Etapa, a los que están perdidos eternamente?”.
Eso es la Tercera Etapa para los perdidos, donde habrá grandes maravillas, grandes milagros.
Ahora veamos en la página 136, párrafo 1208[9], dice… o sea, le preguntan [Citas]:
1208 – “[Pregunta 253]: ‘¿La Novia, antes que venga Jesús, Ella tendrá todo poder del Espíritu Santo para hacer milagros, levantar muertos, y así sucesivamente, como en la lluvia tardía, y es esta lluvia tardía para los 144.000 judíos? ¿Tendrán todos los ministros esto, y estamos solo esperando la Venida?’”.
Esa es la pregunta que le hacen, y dice el hermano Branham:
1208 – “[197] [Respuesta] Ahora, lluvia tardía, 144.000 judíos, no; eso es cuando Elías y Moisés… Allí es donde los milagros tienen lugar. Las cosas que la gente ha estado buscando, los pentecostales, por milagros, pero donde eso tendrá lugar será bajo Elías y Moisés. (…)
198 Solo debemos esperar la Venida del Señor”.
Ahora, vean ustedes, para la Iglesia del Señor Jesucristo —que será transformada en el tiempo final—, no deben estar esperando milagros, sino la Venida del Señor, la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles, en esa parte donde Él llama y junta a Sus escogidos (¿cómo?) revelándonos el misterio del Séptimo Sello.
Para hacer milagros, el poder de Dios es manifestado; para revelar la Palabra, el poder de Dios es manifestado. Y es más glorioso ver el poder de Dios manifestado abriéndonos la Palabra, que sanando a un enfermo; porque cuando nos abre la Palabra, el milagro es para todos; cuando sana a un enfermo, el milagro es para esa persona nada más.
Hay muchos predicadores, muchos evangelistas, que hacen milagros; pero abrir la Palabra, solamente hay una clase de ministerio: el ministerio de profeta correspondiente a cada edad y a cada dispensación. No toda persona puede abrir la Palabra.
Y ahora, para el Día Postrero tenemos la promesa que el Séptimo Sello sería abierto a la Iglesia del Señor Jesucristo; para eso se necesita el poder de la revelación del Espíritu de Dios, para abrir ese misterio. Y eso es un milagro más grande que resucitar miles de muertos y dar la vista a miles de ciegos.
Ese es un milagro tan grande, que cuando fue abierto en el Cielo: causó silencio en el Cielo; porque ese es el misterio que Dios ha mantenido toda la eternidad en Su mente, en Su corazón. Nadie conocía ese misterio.
Por lo tanto, se requiere la manifestación del poder de Dios, del poder de la revelación divina, para abrir ese misterio tan grande, abrirlo a la Iglesia del Señor Jesucristo. Y eso es un milagro más grande que cualquier otro milagro que pueda ser realizado en algún enfermo necesitado.
Pero la Iglesia del Señor Jesucristo ha estado necesitada del milagro de la revelación del Séptimo Sello, para poder tener la fe, la revelación, para ser transformada y raptada con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero; para, cada miembro de la Iglesia de Jesucristo como individuo, tener la fe para ser transformado y raptado.
Así como hemos obtenido la fe para obtener nuestra salvación, para obtener el perdón de nuestros pecados, y recibir el Espíritu Santo… ¿Cuál es esa fe? La revelación de la Primera Venida de Cristo como el Cordero de Dios en Su Obra de Redención.
Y ahora, el misterio del Séptimo Sello nos da la fe, la revelación, para ser transformados: la revelación de la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, en Su Obra de Reclamo. Ahí está el misterio del Séptimo Sello.
Y ahora, ese misterio del Séptimo Sello está contenido en el Ángel que era diferente a los demás, el cual apareció en esta nube formada por ángeles.
Para el misterio de Cristo en cada ángel mensajero —los cuales están aquí en sus cuerpos teofánicos—, tuvieron que estar manifestados en carne humana en cada edad que les tocó vivir.
Para cumplirse el misterio del Séptimo Sello tiene que haber una manifestación en carne humana, y tiene que estar presente el Ángel que era diferente a los demás; para así abrirse ese misterio en cuanto a su cumplimiento, y ser revelado ese misterio a la Iglesia del Señor Jesucristo.
Vean ustedes, el misterio de Cristo en cada edad fue Su manifestación en Espíritu Santo en cada ángel mensajero, a través del cual llevó a cabo la Obra correspondiente a cada edad, y llamó y juntó a los escogidos de cada edad, dándoles la Palabra revelada para cada edad.
Cuando la Palabra es revelada para cada edad, a través del mensajero de cada edad, al cual viene la revelación, es que Dios llama y junta a Sus escogidos.
Y cuando Dios, para este tiempo final, nos abre Su Palabra, Él llama y junta a Sus escogidos con esa Palabra siendo revelada a los escogidos de Dios, ¿dónde? En Su Iglesia, en la edad correspondiente a este tiempo, que es la Edad de la Piedra Angular.
Con ninguna otra cosa puede ser llamado y juntado cada escogido de Dios en el Día Postrero; ni de los gentiles, ni de los hebreos tampoco. Tiene que ser con la revelación divina del Séptimo Sello, la revelación divina de la Venida del Señor como León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo. Esa es la fe, la revelación, para ser transformados en este tiempo final.
Así como hemos creído en la Primera Venida de Cristo como Cordero de Dios en Su Obra de Redención para obtener el perdón de nuestros pecados y obtener la salvación, obtener el Espíritu Santo, y así obtener el cuerpo teofánico (y así obtener el nuevo nacimiento, y tener un cuerpo teofánico de la sexta dimensión, y estar trasladados del reino de las tinieblas al Reino de Jesucristo); para obtener nuestro cuerpo físico eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, es la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo.
Todos los que serán transformados estarán creyendo en la Segunda Venida de Cristo como León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo. Y así es como recibimos la fe, la revelación, para ser transformados en el Día Postrero.
Ahora podemos ver este misterio del Reino de los Cielos.
Miren ustedes, ¿quiénes fueron los que el Día de Pentecostés recibieron el Espíritu Santo? ¿Los discípulos de Juan? Algunos de los discípulos de Juan que siguieron a Jesús; pero los que no siguieron a Jesús no fueron – no recibieron el Espíritu Santo, no recibieron esa transformación interior.
Los que recibieron al precursor, Juan el Bautista, hicieron bien; pero Juan el Bautista les enseñó que después de él vendría otro hombre, otro varón, el cual los bautizaría con Espíritu Santo y Fuego[10]. Y aquellos que seguirían a aquel Varón que vendría después de Juan, serían los que recibirían ese bautismo de Espíritu Santo y Fuego.
Los que no siguieron a Jesús: no recibieron el bautismo del Espíritu Santo y Fuego; ni siquiera fueron bautizados en el Nombre del Señor Jesucristo porque no eran creyentes en el Señor Jesucristo; eran creyentes de Juan, los discípulos de Juan.
Pero algunos, como Juan y Andrés, siguieron a Jesús; fueron aquellos dos discípulos que, cuando escucharon a Juan decir: “He aquí el Cordero de Dios”[11], dijeron: “¡Por aquí nos vamos! ¡Nos vamos con el Cordero de Dios!”.
Se fueron con el Cordero de Dios y dejaron a Juan. Pero no se fueron enojados con Juan; se fueron agradecidos a Juan de que les había mostrado Quién era el que vendría después de él; porque el secreto era seguir Al que vendría después de Juan, para recibir el bautismo del Espíritu Santo y Fuego, y obtener el cuerpo teofánico de la sexta dimensión.
Y para el Día Postrero ya Dios envió a Su precursor, el precursor de la Segunda Venida de Cristo. ¿Y quiénes serán los que serán transformados en el Día Postrero? Los que seguirán a Aquel del cual habló el precursor de la Segunda Venida de Cristo; esos son los que serán transformados, esos son los que recibirán ese bautismo físico de la transformación de sus cuerpos. Primero reciben el bautismo del Espíritu Santo, pero después recibirán ese bautismo pleno, que será la transformación de nuestro cuerpo.
El bautismo del Espíritu Santo son las primicias del Espíritu, las primicias. Pero para este tiempo —en adición— viene la plenitud, la plenitud de la adopción con la transformación de nuestros cuerpos; y entonces tendremos un cuerpo físico eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, como también tenemos un cuerpo teofánico de la sexta dimensión.
Con la Primera Venida Él nos da el cuerpo teofánico; hace el Programa, realiza el Programa, para darnos el cuerpo teofánico. Con Su Segunda Venida, en Su Obra de Reclamo, Él nos dará el cuerpo físico eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, para todos aquellos que estarán siguiendo a Aquel del cual habló el reverendo William Branham.
Ahora, podemos ver que los que estarán siguiendo a Aquel del cual habló el reverendo William Branham que vendría después de él, habrán preguntado: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?”.
¿Y cuál es la voluntad de Dios para este tiempo final? Así como San Pablo dice, en el libro de los Hechos, que Juan el Bautista enseñó al pueblo que creyeran al que vendría después de él (capítulo 19 del libro de los Hechos); el reverendo William Branham enseñó al pueblo que después de él vendría otro; y él dijo que él tomaría su congregación y diría: “¡Este es el hombre!”[12].
Ahora podemos ver que el reverendo William Branham está preparándole el camino a uno que vendrá después de él; le está preparando el camino a Cristo, el Ángel del Pacto, que vendrá manifestado en el Día Postrero en medio de Su Iglesia.
Vendrá la Palabra, el Verbo, a Su Iglesia; ese es al cual el reverendo William Branham le preparó el camino. Y el misterio que estará cumpliéndose en el Verbo viniendo en el Día Postrero, es el misterio del Séptimo Sello.
Los escogidos del Día Postrero entenderán más de ese misterio, de lo que entendieron los escogidos de Dios que siguieron a Jesús en Sus días, antes de Jesús ser crucificado, y aun después de Jesús ser crucificado.
Estaban las Escrituras habladas, pero estaban selladas; después Cristo les abrió las Escrituras cuando resucitó, y les mostró que todo lo que le había sucedido estaba en las Escrituras. Era necesario pasar por esas situaciones por las cuales pasó, en las cuales fue tomado preso, fue juzgado, fue condenado, fue crucificado, fue sepultado; luego resucitó, glorificado Su cuerpo, estuvo con Sus discípulos 40 días (apareciendo en diferentes ocasiones) y después ascendió al Cielo[13].
Todas esas cosas por las cuales pasó Jesús estaban selladas en la Biblia, y estaban selladas en Él, para ser cumplidas en Él; porque Él es el Verbo hecho carne.
Y ahora podemos ver que, para nuestro tiempo, nosotros estaremos entendiendo más de la Segunda Venida de Cristo de lo que entendieron los discípulos de Jesucristo de la Primera Venida de Cristo mientras Jesús estuvo con ellos.
Ahora, este misterio de la Segunda Venida de Cristo es el misterio por cuya razón hubo silencio en el Cielo. Los Truenos revelan ese misterio; por eso, los Truenos le dan la fe, la revelación, para ser transformados y raptados a los escogidos de Dios.
Darle la fe del rapto es darle la revelación para el rapto, para la transformación y el rapto, darle la revelación del Séptimo Sello, la revelación de la Segunda Venida de Cristo como León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, en Su Obra de Reclamo.
Ahora, hemos visto que ese es el Programa de Cristo para este tiempo final. Y en ese Programa: “SEÑOR, ¿QUÉ QUIERES QUE YO HAGA?”. Pues que estemos brazo a brazo con Cristo —en Su Programa correspondiente a este tiempo final— trabajando en Su Programa, y teniendo bien alimentados a los hermanos en nuestras congregaciones.
Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también, y nos use grandemente en Su Obra en este Día Postrero; y pronto se complete el número de los escogidos de Dios, y pronto Jesucristo se levante del Trono del Padre, resucite a los muertos en Cristo, nos transforme a nosotros, y se manifieste en toda Su plenitud en Su Iglesia, en esos 30 o 40 días prometidos para una manifestación plena de Cristo en medio de Su pueblo; y luego nos lleve con Él a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo.
Muchas gracias por vuestra amable atención. Y continúen pasando una tarde llena de las bendiciones de Jesucristo.
Nos veremos en la actividad con toda la congregación, dentro de algunos minutos, en que comenzará la actividad con toda la congregación.
Que Dios les bendiga y les guarde a todos.
“SEÑOR, ¿QUÉ QUIERES QUE HAGA?”.
[Revisión octubre 2025]
[1] Hechos 9:1-19
[2] Hechos 10:1-6
[3] Amós 3:7
[4] Las Edades, pág. 30, párr. 109
[5] Gálatas 1:15
[6] Mt. 10:40, Mr. 9:37, Lc. 9:48
[7] San Juan 5:24, 6:47, 10:27-28
[8] Citas, pág. 114, párr. 1002: 63-1110M “Almas encarceladas hoy”, párrs. 205-206
[9] Citas, pág. 136, párr. 1208: 64-0823M “Preguntas y Respuestas #1”, pregunta 253, párrs. 197-198
[10] San Juan 1:29-34
[11] San Juan 1:35-40
[12] Citas, pág. 71, párr. 614: 62-0601 “Poniéndonos al lado de Jesús”, párr. 35
[13] Hechos 1:1-11