Buenas noches, honorable gobernador del Distrito de Riobamba y también la vicealcalde… o alcalde, y demás autoridades de esta ciudad.
Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre ustedes, y les ilumine, y les use grandemente en este Día Postrero, que es un día difícil para la humanidad, pero que hay un faro de luz y de esperanza para el ser humano. Y nosotros estamos señalados a guiar a las personas hacia ese faro de luz, para que así nuestros pueblos puedan vivir en paz y prosperar, y nuestra juventud estudiar y ser buenos ciudadanos, de tal forma que nos sintamos orgullosos de nuestros jóvenes.
También saludos a todos los presentes y a los que a través de esta conferencia grabada la estarán viendo a través de la televisión, y la estarán escuchando a través de la radio, y la estarán leyendo a través de los folletos impresos.
Viendo que la raza humana tiene un problema, y es grande, tenemos que encontrar dónde está el problema; porque lo que a simple vista se ve, lo que se ve con nuestros ojos, no es el problema; son las consecuencias de un problema que la raza humana tuvo en el Huerto del Edén.
Y leemos en el Génesis, capítulo 3, verso 6 en adelante; dice:
“Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella.
Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales.
Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto.
Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?
Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí.
Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses?
Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí.
Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí.
Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida.
Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.
A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti.
Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida.
Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo.
Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.
Y llamó Adán el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era madre de todos los vivientes.
Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió.
Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre.
Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado.
Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida”.
Aquí vimos el problema y las consecuencias.
Nuestro tema es: “¿DÓNDE ESTÁS TÚ?”, esa fue la pregunta que Dios le hizo a Adán.
El ser humano, cuando fue colocado en este planeta Tierra, encontramos que primeramente Dios creó al ser humano un ser espiritual; o sea, un cuerpo espiritual le dio, el cual es llamado un cuerpo angelical.
Vean, en el Génesis, capítulo 1, dice Dios…; en el capítulo 1, donde Él creó todas las cosas, aquí Dios le da al ser humano la bendición de aparecer; pero vean aquí lo que Dios dice: capítulo 1 del Génesis, verso 26 al 27, dice:
“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.
Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”.
Aquí encontramos que Dios había dicho: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. Y aquí cuando Dios creó al hombre, lo creó a Su imagen, y lo creó varón y hembra. ¿Y dónde está la semejanza? La semejanza viene más adelante, porque primero es creado a imagen de Dios, esto es, cuerpo angelical, la misma clase de cuerpo de los ángeles; y fue creado varón y hembrea.
Luego, en el capítulo 2, leemos en el capítulo 2, verso 7, donde le da la parte física, el cuerpo físico; dice:
“Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”.
Vino a ser el hombre un ser viviente de esta dimensión terrenal con un cuerpo de carne; pero antes de eso tenía un cuerpo espiritual y tenía el cuerpo igual a los ángeles.
Ahora, encontramos que más adelante Dios le dio una compañera a Adán. ¿Pero de dónde la sacó? De Adán. En Adán estaba Eva; porque Dios había creado al ser humano varón y hembra, tanto en su cuerpo angelical o espiritual como en su cuerpo físico también.
Luego le creó a Adán una compañera; y colocó sueño sobre Adán, y abrió su costado, y sacó una costilla, y de ahí formó una compañera para Adán. Quizás cientos de años atrás las personas podían pensar que eso era imposible, pero para Dios no hay ninguna cosa imposible.
Y ahora la ciencia con alguna célula de una persona hace una clonación y trae una persona igual a la que había existido.
Pero ahora Dios aquí lo que hace es: del costado de Adán saca una costilla, forma una compañera para Adán, y coloca el espíritu femenino que estaba en Adán; porque Adán tenía espíritu masculino y espíritu femenino, eso era Adán en el cuerpo espiritual o angelical; y coloca el espíritu femenino que estaba en Adán, lo coloca en el cuerpo femenino que Dios creó para que fuera la compañera de Adán, para que Adán pudiese reproducirse en muchos hijos e hijas de Dios en el tiempo asignado por Dios.
Ahora, encontramos que luego de la caída del ser humano, cuando el ser humano pecó contra Dios…
Vean, el ser humano tenía vida eterna. Mientras el ser humano no hiciera contrario a como Dios le dijo, el ser humano continuaba viviendo; pero cuando pecó, ya Dios le había dicho: “El día que comas del árbol de ciencia del bien y del mal, ese día morirás”1. Y murió ese mismo día. Pero encontramos que Adán continuó viviendo y Eva también; y Adán vivió 930 años.
¿Pero Dios no había dicho: “El día que comas, morirás”?, y en la Escritura podemos ver que siguió viviendo. Pero murió: él murió a la vida eterna; y solamente le quedó vida temporal, que se le acabó a los 930 años2. Y el más que ha podido vivir en la vida temporal, permanecer aquí vivo en la vida temporal, fue Matusalén, que vivió 969 años3; porque el ser humano, al pecar, perdió la vida eterna.
“Por cuanto todos pecaron, todos han sido destituidos de la gloria de Dios”, dice San Pablo en Romanos, capítulo 3, verso 23.
Y en el capítulo 6, verso 23, dice, de Romanos: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”.
Todo ser humano desea vivir eternamente; porque si viviendo en estos cuerpos mortales (lo cual es una vida temporal, que es lo que le quedó a la raza humana) es bueno vivir, y luchamos por vivir y por superarnos, cuánto más en un cuerpo eterno: en un cuerpo eterno que no habrá limitaciones, en un cuerpo eterno que será como el cuerpo eterno y glorificado de Jesucristo nuestro Salvador. Esa es la clase de cuerpo que Cristo ha prometido para todos los creyentes en Él.
Ahora, el problema de la raza humana está no en la parte física; en la parte física se ven los efectos del problema que el ser humano tiene acá en el alma. Cristo dijo que del alma, del corazón, salen los pensamientos, los buenos y los malos4; del corazón salen todas las cosas, buenas o malas, ¿ven? Por lo tanto, el problema de los seres humanos está en el alma, en el corazón.
Por lo tanto, si queremos la solución al problema de los seres humanos, tenemos que ir a la raíz.
Encontramos que Cristo enseñó, cuando le preguntaron cuál es el mandamiento mayor, Él enseñó a Sus discípulos, juntamente con aquel que había hecho la pregunta, Él les enseñó cuál era el mandamiento mayor. En el capítulo 22, de San Mateo, versos 34 al 40, dice:
“Entonces los fariseos, oyendo que había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una.
Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo:
Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?
Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.
Este es el primero y grande mandamiento.
Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”.
Y ahora, el secreto está en amar a Dios con toda nuestra alma, con todo nuestro corazón, con toda nuestra mente y con todas nuestras fuerzas; y a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
Y para eso la persona necesita algo muy importante. El profeta Jeremías, en el capítulo 31, verso 31 en adelante, dice:
“He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá.
No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová.
Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo”.
Dios prometió en el Antiguo Testamento que establecería un Nuevo Pacto para el pueblo hebreo, en el cual entrarían también los gentiles que quisieran entrar al Pacto de Dios, en donde Dios escribiría Sus leyes en el corazón, en el alma y en la mente de las personas.
Este es el Nuevo Pacto que Cristo vino a establecer en la Tierra en Su Primera Venida. Por esa causa es que Cristo, siendo el Ángel del Pacto del Antiguo Testamento, el que le había dado el Pacto al pueblo hebreo por medio del profeta Moisés, ahora viene para establecer un Nuevo Pacto.
Y por esa causa es que Cristo en San Mateo, capítulo 26, verso 26 en adelante, dice en la última cena:
“Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo.
Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos;
porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados”.
La Sangre del Nuevo Pacto ya no es sangre de un animalito que se sacrifique, sino es la Sangre de Jesucristo derramada en la Cruz del Calvario.
Ya Dios no acepta sacrificios de animalitos por el pecado, los cuales en el Antiguo Testamento eran aceptados porque eran el tipo y figura del Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario; eran los sustitutos, en lo que llegaba el Sacrificio de Cristo; y un sustituto no es para siempre.
Pero el Sacrificio de Cristo ha provisto para el ser humano la Sangre del Nuevo Pacto; de la cual nos habla el apóstol Pablo, que es el apóstol con un conocimiento pleno de todo el Programa Divino. Vean, en el capítulo 13 de su carta a los Hebreos, nos dice de la siguiente manera: capítulo 13, verso 20 al 21, dice:
“Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno”.
¿Cuál es la Sangre del Pacto eterno? La Sangre de Jesucristo derramada en la Cruz del Calvario. Y por cuanto es la Sangre del Pacto eterno, toda persona para ser restaurado a la vida eterna tiene que ser lavado, limpiado, con la Sangre del Pacto eterno, que es la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador.
Ninguna persona puede obtener el perdón de sus pecados, ni la limpieza de sus pecados, a menos que sea a través de Jesucristo. Él es el único que puede perdonar tus pecados y mis pecados, y Él es el único que con Su Sangre te puede limpiar a ti de todo pecado y me puede limpiar a mí de todo pecado.
No hay ningún químico que pueda limpiar los pecados sino la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador. Y te coloca dentro del Nuevo Pacto; y el Nuevo Pacto es un Pacto eterno para que tú seas restaurado a la vida eterna; y vienes a ser una nueva criatura en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador.
Cristo dijo a Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios”5. Y el Reino de Dios es eterno; por lo tanto, el que no nazca de nuevo del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino eterno de Jesucristo para vivir eternamente.
¿Y cómo podemos nacer de nuevo?, porque todos queremos vivir eternamente, todos queremos tener un cuerpo eterno como el cuerpo eterno de nuestro amado Señor Jesucristo, para vivir con Él en Su Reino por toda la eternidad.
Vean, en San Lucas el mismo Cristo hablando, dice a Sus discípulos (ya Cristo resucitado): San Lucas, capítulo 24, versos 44 en adelante, dice:
“Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.
Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras;
y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día;
y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.
Y vosotros sois testigos de estas cosas.
He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto”.
Y ahora, hemos visto que el arrepentimiento y el perdón de pecados se predica en el Nombre del Señor Jesucristo, porque Él es el único que perdona nuestros pecados y Él es el único que con Su Sangre nos limpia de todo pecado.
Luego, en el Evangelio según San Marcos, capítulo 16, verso 15 al 16, ya resucitado Cristo, dice:
“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado”.
Es un asunto de fe el ser restaurado a la vida eterna; y es de fe no en cualquier imaginación, sino de fe en Jesucristo nuestro Salvador.
También el apóstol Pedro el Día de Pentecostés, lleno del Espíritu Santo, trajo su primer mensaje en el capítulo 2 del libro de los Hechos, versos 36 en adelante, diciendo (ya al final dice):
“Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo”.
Por eso llamamos a Jesús: Señor Jesu-cristo (Señor Jesús Cristo) por causa de que Dios lo ha hecho Señor y Cristo, porque en Jesús habitó la plenitud de Dios, la plenitud de la Divinidad, o sea, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Era el Padre que estaba en Él el que hacía las obras, no era Jesús de Sí mismo. Sigue diciendo:
“Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?
Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.
Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.
Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.
Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones”.
Aquí podemos ver el deseo de aquellas personas saber qué tenían que hacer, qué tenían que hacer para obtener el perdón de sus pecados y ser salvos y ser llenos del Espíritu de Dios, y obtener el nuevo nacimiento; porque “el que no nazca de nuevo del Agua y del Espíritu no puede entrar al Reino eterno de Dios”, en el cual Jesucristo es el Rey. ¿Qué haremos? Pedro les dice:
“Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa”.
Por lo tanto, para toda persona que escucha la predicación del Evangelio de Cristo y cree en Cristo en Su Primera Venida y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario, y recibe a Cristo como su Salvador, y le pide perdón a Cristo por sus pecados…: y Cristo lo perdona y con Su Sangre lo limpia de todo pecado, y el ministro bautiza a la persona en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, donde la persona es identificada con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección; y cuando sale de las aguas, sale para vivir una nueva vida, una nueva vida la cual es la vida eterna.
Cristo bautiza a la persona con Espíritu Santo y Fuego, y la persona obtiene el nuevo nacimiento, nace a la vida eterna en el Reino Eterno de Jesucristo nuestro Salvador; pero muchas personas que escucharon a Cristo, el cual en algunas ocasiones, como en el capítulo 5, verso 24, de San Juan, dijo:
“El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”.
Algunas personas pueden decir: “Pero todos los que creyeron en Cristo de aquel tiempo, luego murieron”. Murieron a la vida física mortal, corruptible y temporal, pero a la vida eterna no murieron; ellos dejaron de vivir en esta Tierra, en esta dimensión terrenal, pero están vivos en el Paraíso, en el cuerpo angelical, esperando hasta que Cristo complete Su Iglesia, hasta que entre al Cuerpo Místico de Cristo hasta el último que ha de recibir a Cristo como su Salvador: los cuales están escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero. “Porque no es del que quiere, ni del que corre sino de Dios que tiene misericordia”6.
Encontramos, en la lectura que tuvimos al principio, que luego que Adán pecó, no salió buscando a Dios; fue Dios el que vino y lo buscó, lo llamó, y luego que trajo ese juicio sobre la raza humana —representada en Adán y Eva—, luego le dio vestiduras de pieles de un animal para vestir a Adán y a Eva, y cubrir la desnudez de ellos.
Ahora, encontramos que es Dios el que busca al ser humano.
Cuando Cristo vino a esta Tierra, fue Dios en Cristo buscando al ser humano; vino a buscar y a salvar lo que se había perdido7.
Y le pregunta a todo ser humano: “¿Dónde estás tú? ¿Estás escondido detrás de árboles y cubierto con una religión superficial, que piensas que crees en Dios porque has ido en alguna ocasión a alguna iglesia? Eso no es suficiente”. “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espíritu no puede ver el Reino de Dios”.
Se requiere un nuevo nacimiento. Y ese nuevo nacimiento solamente lo puede producir una sola persona, y se llama SEÑOR JESUCRISTO, nuestro Salvador; y Él en Espíritu Santo descendió el Día de Pentecostés y produjo el nuevo nacimiento en 120 creyentes en Él; y de ahí en adelante ha estado produciendo el nuevo nacimiento en millones de seres humanos que lo han recibido como su Salvador.
Y cuando Cristo produce el nuevo nacimiento en la persona, por cuanto el nacimiento físico que tenemos es un nacimiento a la vida, pero a la vida temporal, pero nos da la oportunidad de hacer nuestra decisión, la decisión que sellará nuestro futuro eterno; y la decisión que sella el futuro eterno de todo ser humano es: recibe a Cristo o no lo recibe como su Salvador; eso es lo que sella el futuro eterno de todo ser humano.
Y ahora, por cuanto todos queremos que nuestro futuro eterno sea con Cristo en Su Reino, veamos lo que nos dice la Escritura en San Juan, capítulo 3, versos 16 en adelante; dice:
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.
¿Ven? Para que todo aquel que en Él cree, no se pierda; y el que no cree, pues se pierde.
“Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.
El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado”.
O sea, no tiene futuro con Cristo en Su Reino porque no creyó en el Rey de ese Reino eterno, el cual perdona a la persona y con Su Sangre lo limpia de todo pecado; y la persona es bautizada en agua en Su Nombre, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y obtiene la persona el nuevo nacimiento: nace a la vida eterna en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador, y obtiene un cuerpo angelical.
Porque cuando nacimos en esta Tierra, nacimos a la vida temporal; por lo tanto, obtuvimos un cuerpo físico, mortal, corruptible y temporal; por eso nacemos, crecemos, comemos, trabajamos, dormimos, vivimos un tiempo y después la muerte; pero tenemos la oportunidad, mientras estamos en el cuerpo físico, de decir: “Yo quiero vivir eternamente, yo quiero la vida eterna”.
Y Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida, y nadie viene al Padre sino por mí”, dijo Cristo en San Juan, capítulo 14, verso 6.
Por lo tanto, no hay muchos caminos que llevan a la vida eterna al ser humano, solamente uno, y ese es Jesucristo nuestro Salvador. El que en Él cree, no es condenado, sino que vivirá eternamente con Cristo en Su Reino. El que no cree, ya ha sido condenado, y luego será juzgado en el juicio final y será echado en el lago de fuego, que es la segunda muerte, donde dejará de existir en cuerpo, espíritu y alma; pero nadie quiere que eso le suceda, sino que todos queremos una vida mejor.
En lo físico queremos una vida mejor, y por eso trabajamos aquí en la Tierra, luchamos, estudiamos, nos esforzamos para tener una vida terrenal mejor.
¿Y qué de la vida eterna? Esa es la más importante. “Porque ¿de qué le vale al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?”8.
No hay recompensa que el ser humano puede darle a Dios y decirle: “Señor, toma todo este dinero y dame la vida eterna”. No. La vida eterna la compró Cristo para nosotros. La vida eterna que habíamos perdido, Cristo es el único que la puede restaurar a usted y a mí. ¿Y cómo? Por nuestra fe en Cristo, creyendo en Cristo como nuestro Salvador. No hay otra forma.
Por lo tanto, estas palabras de San Juan son muy importantes y no podemos desatender estas palabras:
“El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios”.
Y en Primera de Juan, capítulo 5, nos dice el mismo apóstol San Juan, pero en su primera carta, capítulo 5, versos 10 en adelante:
“El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo.
Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo”.
¿Dónde está la vida eterna? En el Hijo de Dios: Jesucristo. Para una persona obtener la vida eterna necesita recibir al que es la Vida Eterna y en quién está la vida eterna: Jesucristo.
“Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo.
El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida”.
El que tiene al Hijo de Dios tiene la vida eterna, o sea, tiene dos vidas: la vida temporal y la vida eterna.
La vida temporal en este cuerpo temporal se acabará en algún momento, pero la vida eterna nunca se acabará. ¿Y en qué cuerpo vamos a vivir? En un cuerpo que Cristo creará para nosotros: para los muertos en Cristo, Él los resucitará en cuerpos glorificados y eternos; y para nosotros los que vivimos, si permanecemos vivos hasta ese momento, nos transformará; y entonces seremos inmortales físicamente, como nuestro amado Señor Jesucristo.
“Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios”.
Ahora, hemos visto que el creyente en Cristo que ha pedido perdón a Cristo y Cristo lo ha perdonado, y con Su Sangre lo ha limpiado de todo pecado, y ha sido bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo lo ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego, esa persona ha obtenido el nuevo nacimiento: ha nacido a la vida eterna y en la vida eterna en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador; Reino que está en la fase espiritual, como estuvo Adán primero en la fase espiritual: en cuerpo angelical antes de tener el cuerpo de carne, y como Cristo estuvo en esa fase espiritual antes de tener Su cuerpo de carne llamado Jesús.
Cristo en el cuerpo angelical en el Antiguo Testamento es llamado el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, aquel Ángel que le apareció a Moisés y que le había aparecido a Jacob también, y bendijo a Jacob, y le cambió el nombre a Jacob por Israel.
El mismo Ángel que le había aparecido a Abraham también como Melquisedec, y que le había aparecido con dos Arcángeles más (el día antes de la destrucción de Sodoma y de Gomorra); los otros Ángeles eran los Arcángeles Gabriel y Miguel.
En el capítulo 14 de Génesis le apareció a Abraham como Melquisedec, Sacerdote del Dios Altísimo del Templo celestial y Rey de Salem, o sea, de Jerusalén. Él es el Rey de la Jerusalén celestial y Él es el Rey de la Jerusalén terrenal. Rey que establecerá Su Reino en este planeta Tierra y se sentará sobre el Trono de David; y con Él estarán todos los que, en el tiempo que les ha tocado vivir, lo recibieron como su Salvador.
Vean, en el capítulo 3, verso 20 al 21, de Filipenses, dice San Pablo:
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos…”.
¿Y cómo va a estar nuestra ciudadanía en los Cielos si nosotros tenemos una ciudadanía terrenal del país, de la nación, en la cual hemos nacido? Esa es la ciudadanía terrenal de este cuerpo terrenal, temporal, pero la ciudadanía celestial es a causa del nuevo nacimiento: hemos nacido del Cielo; por lo tanto nuestra ciudadanía es celestial, porque el nuevo nacimiento es del Cielo.
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra”.
¿Ven? Transformará el cuerpo de la humillación nuestra.
En estos cuerpos, siendo nosotros almas vivientes, hemos estado viviendo una vida de humillación; siendo los herederos de Dios, estamos viviendo como esclavos en esta Tierra; porque el diablo esclavizó a la raza humana. Y siendo los herederos de la vida eterna, vean, vivimos en esta Tierra un tiempo tan corto que a la mayor parte de las personas se le acaba antes de los 100 años.
Ahora, esto es a causa del problema que hubo en el Huerto del Edén; pero ahora ese problema es resuelto, fue resuelto por Cristo cuando apareció y Juan el Bautista lo vio y dijo: “He aquí el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. (San Juan, capítulo 1, versos 28 al 36).
Por lo tanto, ese es el problema del ser humano; las demás cosas son los frutos de ese problema. Si la persona abre su corazón a Cristo, Cristo resuelve el problema acá en su raíz y produce en la persona el nuevo nacimiento; y viene a ser una nueva creación, una nueva criatura, y viene a ser trasladado del reino de las tinieblas al Reino de Jesucristo nuestro Salvador.
Por lo tanto, esa es la forma bíblica establecida por Cristo para la solución a los problemas del ser humano, esa es la forma para la solución a los problemas de la juventud: es una labor acá en el alma.
Hemos escuchado sobre testimonios de jóvenes en diferentes países, que se dedicaban a una vida no productiva, a una vida de robos, de drogas y cosas así; y cuando han recibido a Cristo, sus vidas han cambiado, y han venido a ser personas productivas, de beneficio para sus hogares, para su comunidad y para toda su nación;porque el problema fue resuelto en el alma de la persona; porque en el alma y del alma es que salen todos los problemas.
Ahora, hemos visto que aun el problema físico (de que nos enfermamos, nos ponemos viejos y se nos acaba el tiempo de vida aquí en la Tierra), ese problema también va a ser resuelto por Jesucristo. Dice en la lectura que tuvimos:
“El cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya (para que sea un cuerpo inmortal, incorruptible y glorificado, el cual es un cuerpo interdimensional también)”.
Esa es la clase de cuerpo que todos deseamos tener; y no tenemos que pagar ni un centavo, ya Cristo pagó el precio de nuestra redención, el precio para nosotros ser restaurados a la vida eterna, para nosotros ser reconciliados con Dios.
En el Antiguo Testamento se efectuaba, el día diez del mes séptimo de cada año, en medio del pueblo hebreo, el sacrificio por el pecado, el sacrificio del macho cabrío por la expiación; y toda persona que venía arrepentida de sus pecados, afligido en su alma por haber pecado contra Dios, mientras ese día estaba vigente: obtenía el perdón de sus pecados y era cubierto con la sangre de la expiación; sangre que el sumo sacerdote llevaba al lugar santísimo, y esparcía sobre el propiciatorio (el propiciatorio es la tapa del arca del pacto, y el arca del pacto estaba en el lugar santísimo).
Las personas obtenían el perdón de sus pecados y eran cubiertos con la sangre de la expiación; y quedaban perdonados, y quedaban reconciliados con Dios por un año. ¿Por qué por tan corto tiempo? Porque los animales no tienen alma, y por consiguiente el sacrificio de esos animales no es un sacrificio perfecto, solamente es el tipo y figura, la sombra del Sacrificio de Cristo.
Por lo tanto, Dios estableció esa sombra para que los que esperaban ser perdonados y limpiados de todo pecado, y vivir eternamente, tuvieran el tipo y figura en el tiempo en que vivieron; hasta que llegara el Sacrificio perfecto.
Por lo tanto, todos tenían sus pecados cubiertos, los que ofrecían esos sacrificios a Dios; pero cuando Cristo vino (Cristo con Su Sangre, al derramarla en la Cruz del Calvario) no cubrió los pecados, sino que quitó los pecados de todos aquellos creyentes del Antiguo Testamento. Y los pecados de los creyentes del Nuevo Testamento, Cristo no los cubre, sino que los quita; porque la Sangre de Jesucristo el Hijo de Dios nos limpia de todo pecado.
La Sangre de Su Hijo, del Hijo de Dios, nos limpia de todo pecado (dice Primera de Juan, capítulo 1, verso 7). Por lo tanto, el Espíritu de Cristo viene al creyente y produce en la persona el nuevo nacimiento, y la persona nace en el Reino de Cristo como un bebé.
¿Recuerdan las palabras de Cristo cuando dijo: “Si no fueseis como uno de estos niños, no entraréis al Reino de Dios o al Reino de los Cielos”9? Y para eso, pues hay que nacer de nuevo. Y Cristo es el que produce ese nuevo nacimiento: y nos da un cuerpo angelical, del Cielo, del Paraíso, de la sexta dimensión; un cuerpo angelical como el cuerpo de los ángeles y como el cuerpo angelical de Jesucristo; y luego nos dará un cuerpo físico, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, como Su cuerpo glorificado y eterno; y entonces seremos inmortales físicamente, y viviremos con Cristo en Su Reino por toda la eternidad.
Y entonces es que la persona tiene la esperanza de volver a vivir; y entonces descubre que no es solamente esta vida la vida que existe: la vida existente (que tenemos aquí) es temporal, fue lo único que le quedó a Adán y a Eva, y a toda la descendencia de Adán y Eva, o sea, a la raza humana; pero el segundo Adán, que es Cristo, tiene vida eterna, porque Él murió y resucitó, y vive eternamente.
Por lo tanto, a Cristo no le quedó solamente la vida temporal sino la vida eterna; y esa es la vida que Él tiene para todos los creyentes en Él; y vienen a ser descendientes del segundo Adán a través del segundo Adán y la segunda Eva. ¿Y cuál es la segunda Eva? La Iglesia del Señor Jesucristo, donde nacen los hijos e hijas de Dios.
“¿DÓNDE ESTÁS TÚ?”.
¿Tienes a Cristo?, ¿lo has recibido como tu Salvador?, ¿le has pedido perdón a Cristo por tus pecados?, ¿y Cristo te ha perdonado, y con Su Sangre te ha limpiado de todo pecado, y has sido bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo?, ¿y Cristo te ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego? Si no puedes contestar afirmativamente a estas preguntas, ¿DÓNDE ESTÁS TÚ?
Si quieres vivir eternamente tienes que estar en Cristo y con Cristo en Su Reino, Su Iglesia. Y todos queremos vivir eternamente, y, por consiguiente, tener la esperanza de una nueva vida con Cristo en Su Reino eterno; y esto es para los ancianos, para los de edad media, para los jóvenes y para los niños también.
Todos necesitamos a Jesucristo para obtener el perdón de nuestros pecados, y ser limpios con Su Sangre de todo pecado, y ser bautizados en agua en Su Nombre, y recibir Su Espíritu Santo, y obtener el nuevo nacimiento; nacer así del Agua y del Espíritu, nacer del Evangelio de Cristo y de Su Espíritu Santo, en Su Reino eterno, el Reino de Cristo nuestro Salvador; y así ser vestido de una nueva vestidura, ser vestidos de una vestidura espiritual, el cuerpo angelical; y luego seremos vestidos de una vestidura física, un cuerpo físico glorificado, para vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino.
Por lo tanto, es importante que toda persona lave sus vestiduras, ¿dónde y con qué? Con la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador. De esto fue que nos habló en el capítulo 22 del Génesis, verso 14, del Apocalipsis; dice:
“Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad”.
Hay que lavar las vestiduras. ¿Y cómo las lavamos? Veamos en Apocalipsis, capítulo 7, nos dice, nos dice cómo… capítulo 7 del Apocalipsis, verso 13 en adelante, dice:
“Entonces uno de los ancianos habló, diciéndome: Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido?
Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero”.
La Sangre del Cordero, Jesucristo, es el único que puede lavar tus vestiduras; para así tener una vestidura blanca, un cuerpo angelical eterno, y luego tener un cuerpo físico glorificado. Todos necesitamos a Cristo y Su Sangre para que nos limpie de todo pecado.
“¿DÓNDE ESTÁS TÚ?”.
Si has recibido a Cristo como tu Salvador, has pedido perdón a Cristo por tus pecados: Cristo te ha perdonado y con Su Sangre te ha limpiado de todo pecado, ha limpiado tus vestiduras, y has sido bautizado en agua en Su Nombre y Cristo te ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego, y ha producido en ti el nuevo nacimiento; por lo tanto has nacido en el Reino de Cristo, has entrado en el Reino de Cristo y tienes vida eterna.
¿Y quiénes son esas personas que tienen vida eterna? Somos nosotros los creyentes en Cristo.
Pero si hay alguno que todavía no ha recibido a Cristo y desea vivir eternamente… porque Dios ha colocado delante del ser humano la vida y la muerte, por cuanto le ha dado libre albedrío al ser humano. La persona dice: “Yo quiero vivir eternamente”, por lo tanto no hay otra cosa que hacer sino recibir a Cristo como Salvador.
Por lo tanto, en esta noche, todos los que todavía no han recibido a Cristo como su Salvador, pueden hacerlo levantando sus manos; y yo estaré orando por ustedes, para que Cristo les reciba y les perdone, y con Su Sangre les limpie de todo pecado, y sean bautizados en agua en Su Nombre, y Cristo los bautice con Espíritu Santo y Fuego, y obtengan el nuevo nacimiento, y aseguren su futuro eterno, que es lo más importante; porque en estos cuerpo físicos nadie tiene futuro.
Algunas veces decimos: “Yo tengo que estudiar, hacerme de una profesión, porque yo tengo que tener un futuro”. Pero luego que se le pasan los años, se muere, ¿y dónde está el futuro? Es un futuro temporal; que lo aprovechamos y le sacamos el máximo de beneficio mientras estamos vivos, pero después que terminan nuestros días en este cuerpo, el futuro que habíamos creído que habíamos hecho era algo superficial: al morir no nos podemos llevar el título que obtuvimos para el otro lugar y decir: “Yo soy doctor, o yo soy abogado, por lo tanto yo quiero una oficina aquí, para atender los casos acá”. Allá no hay nada de eso. Y el rico no puede decir: “Yo quiero que todo el dinero que yo tenía en la Tierra me lo traigan acá”.
Cristo hablando de esto dijo que hubo un hombre rico que hacía fiestas cada día, banquetes; y también hubo un hombre pobre y lleno de llagas; y ambos murieron; el rico cuando murió, luego se encontró en el infierno10.
Y es mejor reconocer que hay un infierno y que hay un Cielo, reconocerlo estando aquí; porque después que la persona muere, va a despertar, a encontrarse, o en el infierno o en el Cielo (en el Paraíso), y va a depender de la decisión que hizo aquí. Y la decisión en sencilla: o cree en Cristo como Salvador, y luego vivirá con Cristo en Su Reino; o no cree, y se encontrará en donde se encontró el hombre rico.
Por lo tanto, no hay dinero que el ser humano – recompensa que el ser humano le pueda dar a Dios para que lo lleve al Cielo. Es su fe, su fe en Cristo. Y si no tiene y pone su fe en Cristo recibiéndolo como Salvador: no puede esperar que Cristo le diga: “Tú no creíste pero te voy a llevar al Cielo”. Dice: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado”11.
Por lo tanto, es mejor uno enfrentarse a esta realidad: que hay una vida después de esta vida terrenal, y va la persona a un lugar: o al Cielo (al Paraíso) o al infierno; depende el lugar que la persona haya escogido.
¿Y cómo lo escogió? Lo escoge (el Cielo) diciendo: “Yo recibo a Cristo como mi Salvador”. Y escoge el infierno diciendo: “Yo no creo”.
¿Ve? Para los incrédulos Dios tiene un lugar. Allí también va a estar, más adelante, en el lago de fuego, el incrédulo más grande, que es el diablo; por lo tanto, todos los incrédulos van a estar con el padre de la incredulidad: el diablo, en el lago de fuego, que es la segunda muerte; y ahí van a dejar de existir. Pero los creyentes en Cristo van a estar con Cristo en Su Reino por toda la eternidad. Y ahí es donde todos queremos estar.
Por lo tanto, los que levanten sus manos para – porque quieren recibir a Cristo como su Salvador, quieren que Cristo les salve, quieren que Cristo perdone sus pecados y con Su Sangre los limpie de todo pecado, y quieren ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo; porque Cristo dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo”.
¿Quieren ser salvos? Levanten sus manos los que todavía no han recibido a Cristo, y yo oraré por ustedes para que Cristo salve vuestras almas, y aseguren así su futuro eterno.
Recuerden, es el futuro de cada uno de ustedes; por lo tanto, usted como individuo es el que tiene que velar que su futuro sea con Cristo en Su Reino. Es algo individual. “El que creyere y fuere bautizado, será salvo”.
Por lo tanto, asegure su futuro eterno con Cristo en Su Reino, así como aseguramos la casa, el auto, la familia, tenemos un seguro también de salud, ¿ven?; porque queremos estar bien asegurados. Pero que no se nos olvide asegurar nuestro futuro eterno con Cristo en Su Reino; porque si se nos pasa asegurar con Cristo en Su Reino nuestra alma, de nada nos sirvió haber tenido tantos seguros en la Tierra.
El seguro más importante es el seguro de nuestra alma, el seguro nuestro en la vida eterna; y el único que tiene ese seguro tiene un nombre: Señor Jesucristo. Él es el único que te puede asegurar tu futuro eterno en Su Reino eterno para que vivas eternamente con Él en Su Reino.
Y así, para el glorioso Reino Milenial de Cristo y en la eternidad, estarán resueltos todos los problemas de la humanidad. Vean la forma en que Cristo resuelve los problemas: comienza trabajando acá dentro, en el alma de la persona; y por eso luego ocurren esos cambios en las personas, cambios positivos.
Vi manos levantadas que querían que los incluyera en esta oración que haré por todos los que desean que Cristo salve vuestras almas y les perdone, y les limpie con Su Sangre preciosa.
Veo manos levantadas a la parte de atrás. Pueden pasar al frente, y aquí estaré orando por ustedes para que Cristo les reciba y extienda Su Misericordia hacia ustedes en esta noche; y así aseguren vuestro futuro eterno con Jesucristo en Su Reino.
Los niños también, de 12 años en adelante, pueden pasar para que Cristo les reciba y extienda Su Misericordia sobre ustedes también; y luego también los bebés, los niños pequeñitos, pueden ser presentados al ministro para que él los presente a Cristo para que Él los reciba en Su Reino.
Estamos aquí porque deseamos vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino. Cristo dijo: “El que me confesare delante de los hombres, Yo le confesaré delante de mi Padre”. Por lo tanto, Él establece que cada ser humano necesita hacer una confesión pública de su fe.
Como en las bodas, el ministro le pregunta a la novia: “¿Recibes a este hombre como tu esposo?”. Y la novia dice: “Sí, señor. Yo lo recibo como mi legítimo esposo”. Es una confesión pública delante de todos los testigos. Y luego el novio es interrogado por el ministro, y el ministro le pregunta: “¿Recibes a esta mujer por tu legítima esposa?”. Y el hombre, el novio, dice: “Sí, señor. Yo la recibo como mi legítima esposa”. Y quedan unidos en el santo estado del matrimonio, porque el ministro dice: “Yo los declaro marido y mujer, yo los declaro unidos en el santo estado del matrimonio”.
Y así también es con la persona y Cristo: queda unida con Cristo para vivir con Cristo por toda la eternidad. Recuerden que Cristo es el Esposo de Su Iglesia.
Todavía esperaremos unos segundos para, cualquier otra persona que desea quedar incluida en esta oración: pase al frente y haga su confesión pública de que cree en Jesucristo como su Salvador: Cree que Jesucristo es el Hijo de Dios que ha venido al mundo para morir por nosotros en la Cruz del Calvario, y cree la persona que Cristo con Su Sangre nos limpia de todo pecado; cree que el único que puede salvar su alma es Jesucristo, porque no hay otro que pueda salvar nuestra alma y pueda colocarla en la vida eterna.
Ya estamos casi para orar por todos los que han pasado. Si falta alguna otra persona…
Recuerde que siempre hay una lucha en nuestra alma cuando llega el momento de toda decisión.
Cuando llegó el momento de decidir si íbamos a estudiar en la universidad, en nuestra alma hubo ahí un momento de indecisión; pero la persona que ha estudiado en la universidad, hizo su decisión y dijo: “Yo voy a estudiar en la universidad porque yo quiero ser un profesional”.
Y también en lo espiritual, para recibir a Cristo como Salvador, siempre hay ese momento: “Sí, lo recibo, porque deseo recibirlo; pero hay algo que me aguanta12”. El único que aguanta a la persona es el enemigo de Dios, que no quiere que la persona reciba el perdón de sus pecados, y que sea limpiado con la Sangre de Cristo, y que sea bautizado en agua en el Nombre de Jesucristo, y que Cristo lo bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en la persona el nuevo nacimiento. El único que no quiere que eso ocurra en la persona es el diablo.
Cristo quiere producir el nuevo nacimiento en todas las personas, por eso dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado”.
¿Ve? Los indecisos, que nunca se deciden: no creen, no pasan, no reciben a Cristo; y su final es la condenación, por no creer, por incrédulos. “El que no cree, es condenado; mas el que cree, será salvo”.
Por lo tanto, usted quiere vivir eternamente; por lo tanto, diga: “Yo quiero vivir eternamente. Yo quiero que Jesucristo salve mi alma. Yo quiero que Él me perdone y me limpie con Su Sangre preciosa”. Y levántese de su asiento y pase al frente; y Cristo lo recibirá, y extenderá Su Amor y Misericordia a usted.
Ya estaremos orando por los que han pasado, pero todavía continúan pasando más personas.
¿Por qué hay tantas personas aquí al frente? Porque así como yo quiero vivir eternamente, ustedes también quieren vivir eternamente; y así como yo quiero un futuro eterno mejor que el que tengo en la actualidad, ustedes también quieren tener un futuro eterno mejor que el que tienen en estos cuerpos mortales.
Quieren tener un futuro eterno en un cuerpo eterno en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador, en donde seremos reyes y sacerdotes y jueces también. ¿Ven? Estaremos ocupando la posición más alta que Cristo tiene en Su Reino; posición que será para los creyentes en Él. Y eso será una nueva civilización y una nueva raza con vida eterna en un Reino eterno, el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador.
Y ahora, la pregunta: “¿Dónde estas tú?”. Usted me dice: “Aquí estoy. Aquí estoy enfrentándome a la realidad de que necesito a Cristo como mi Salvador, para que Él me dé las vestiduras de gracia, me dé unas nuevas vestiduras y me dé vida eterna en Su Reino”.
Vamos a inclinar nuestros rostros, y repitan conmigo esta oración los que han pasado, los que en sus almas han recibido a Cristo:
Señor Jesucristo, ante Tu presencia vengo reconociendo que soy pecador, reconociendo que la vida que tengo es temporal y se me está acabando, y no sé cuándo terminarán mis días aquí.
Señor Jesucristo, he escuchado la predicación de Tu Evangelio, y mi fe la he depositado en Ti: ha venido, de parte Tuya, fe a mi alma. Y, Señor Jesucristo, confieso mi fe en Ti, confieso que en estos momentos te recibo como mi Salvador.
Señor Jesucristo, salva mi alma, en Tus manos encomiendo mi alma. Perdona mis pecados y con Tu Sangre límpiame de todo pecado; y, Señor Jesucristo, bautízame con Espíritu Santo y Fuego, porque deseo que produzcas en mí el nuevo nacimiento.
Luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre, te ruego me bautices con Espíritu Santo y Fuego, y produzcas en mí el nuevo nacimiento. Quiero nacer de nuevo, quiero nacer a la vida eterna, quiero nacer en Tu Reino eterno para vivir contigo por toda la eternidad. Te lo ruego, Señor Jesucristo, en Tu Nombre Eterno, Señor Jesucristo. Amén y amén.
Y ahora repitan conmigo: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado!
Cristo ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado. Voy a orar por todos ustedes al Padre celestial, para presentarlos a Dios en el Nombre del Señor Jesucristo. Inclinen vuestros rostros todos (no tienen que repetir esta oración).
Padre nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea Tu Nombre. Venga Tu Reino y hágase Tu voluntad, como en el Cielo aquí en la Tierra.
Dios Eterno, Padre celestial, en el Nombre del Señor Jesucristo vengo a Ti trayendo ante Tu presencia todas estas personas que han recibido a Tu Hijo amado, Jesucristo, como su Salvador. Recíbeles en Tu Reino, ¡oh, Padre celestial!, y bautízales con Espíritu Santo y Fuego luego que sean bautizados en agua en el Nombre de Tu Hijo amado Jesucristo nuestro Salvador; y cuídales todos los días de su vida, acompáñales, protégeles.
Y también, Señor Jesucristo, que sus vidas sean una bendición en esta Tierra para sus familias y para toda la nación en la cual están viviendo; y que dondequiera que vayan sean una bendición, y ayuden a otros también a encontrar el camino de la vida eterna, para que así tengan un futuro seguro, un futuro permanente, un futuro eterno.
También, Padre celestial, sus familiares en sus hogares y demás familiares: tráelos también a los Pies de Jesucristo, para que también cuando ellos estén en la eternidad los tengan en la eternidad con ellos viviendo en cuerpos eternos.
Padre celestial, en Tus manos encomiendo a todas estas personas que han recibido a Tu Hijo Jesucristo como su Salvador personal. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo los encomiendo en Tus manos, ¡oh, Padre celestial! Amén y amén.
Y ahora, siendo que Cristo dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo”, me preguntarán ustedes: “¿Y cuándo puedo ser bautizado? Porque ya he creído con toda mi alma en Jesucristo como mi Salvador, he hecho una confesión pública esta noche, lo he recibido de todo corazón aquí en mi alma, y ahora yo quiero ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo para cumplir el mandato de Cristo completamente, para que Él me bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en mí el nuevo nacimiento, y así yo entre al Reino eterno de Dios”.
¿Aquí hay agua en que puedan ser bautizados? ¿Hay bautisterios? ¿Hay ropas bautismales? Hay todo lo que ustedes necesitan para completar el mandato de Cristo: “El que creyere (ya ustedes han creído) y fuere bautizado (esa parte les falta)”. Y en esta noche el reverendo Miguel Alarcón les indicará dónde están los bautisterios y la ropa, para cambiarse de ropa y poder ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo conforme al mandato de Cristo y de los apóstoles.
Cristo dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo”. Y Pedro dijo13: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”.
Ese es el mandato divino por Cristo, y por San Pedro también, y los demás apóstoles, para obtener la bendición y vida eterna, y nacer en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador; y así asegurar nuestro futuro eterno, que es lo más importante; porque lo más importante es la vida eterna. No hay cosa más importante que la vida eterna.
Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta noche aquí en Ríobamba, dándoles testimonio de nuestro tema: “¿DÓNDE ESTÁS TÚ?”.
Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, nuestro Salvador, sean sobre todos ustedes y sobre mí también.
Y nos veremos nuevamente en otra ocasión, ya sea en estos cuerpos mortales o en el nuevo cuerpo cuando Cristo nos dé el nuevo cuerpo, y nos continuaremos viendo también en la eternidad en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador; y nos veremos jovencitos porque el cuerpo glorificado es joven: representa de 18 a 21 años de edad.
Y usted me dirá: “Ese es el cuerpo que yo siempre he deseado”. Ese es el cuerpo que todo ser humano ha deseado, y ese es el cuerpo que tiene Cristo, y ese es el cuerpo que Cristo también nos dará a todos los creyentes en Él.
Es una bendición exclusiva, tiene exclusividad, es exclusiva para los creyentes en Cristo. “El que creyere y fuere bautizado, será salvo”.
Dejo aquí al reverendo Miguel Alarcón con nosotros de nuevo, para que él les indique cómo hacer de aquí en adelante.
Muchas gracias por vuestra amable atención, y continúen pasando una noche llena de las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador.
“¿DÓNDE ESTÁS TÚ?”.
[Revisión junio 2021]
1 Génesis 2:16-17
2 Génesis 5:5
3 Génesis 5:27
4 San Mateo 15:18-19
5 San Juan 3:5
6 Romanos 9:16
7 San Lucas 9:16
8 San Marcos 8:36, San Mateo 16:26, San Lucas 9:25
9 San Marcos 10:15
10 San Lucas 16:19-31
11 San Marcos 16:15-16
12 Aguantar: detener.
13 Hechos 2:38