Muy buenos días, amados amigos y hermanos presentes; es para mí una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.
Bueno, vamos a buscar nuestras Biblias: En el capítulo 4 del Apocalipsis y en el capítulo 22 del Apocalipsis. En el capítulo 4, verso 1, dice:
“Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas”.
Y en el capítulo 22 del Apocalipsis dice, verso 6:
“Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto.
¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro”.
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Nuestro tema es: “EL MISTERIO DEL ÁNGEL DE CRISTO EN SU IGLESIA”. Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
“EL MISTERIO DEL ÁNGEL DE CRISTO EN SU IGLESIA”.
Así como en el Antiguo Testamento encontramos un Ángel misterioso, el cual aparece en el capítulo 3 del Éxodo, verso 1 en adelante, donde dice:
“Apacentando Moisés las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a través del desierto, y llegó hasta Horeb, monte de Dios.
Y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía.
Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema.
Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí.
Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es.
Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios.
Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias,
y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel, a los lugares del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo”.
Aquí encontramos que este Ángel, el Ángel de Jehová, le dice a Moisés: “Yo Soy el Dios de tu padre (o sea, el Dios de Amram, que es el padre de Moisés), el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob”.
Ahora, el Ángel de Jehová diciendo que es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, ahora vean, dice:
“Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias”.
Era Dios hablando a través de Su Ángel, era Dios velado en Su Ángel; y Su Ángel es llamado el Ángel de Jehová.
También cuando Moisés pregunta en el mismo capítulo 3, verso 13 al 14, a Dios:
“Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé?
Y respondió Dios a Moisés: Yo soy el que soy. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: Yo soy me envió a vosotros”.
“Yo soy” ahí son cuatro consonantes, las cuales son: YHWH, eso es en el original o los originales.
Ahora, encontramos que este Ángel de Jehová se presenta a Moisés. Es el mismo que se había presentado a Jacob, y Jacob luchó con él, y no lo soltó hasta que bendijo a Jacob.
Vean, en Oseas, capítulo 12, nos habla de esta lucha que tuvo Jacob con el Ángel de Jehová. Y en el capítulo 32, verso 24 en adelante, del Génesis (hasta el 32), dice que era un varón con el cual Jacob luchó.
Pero ahora – y después que lo bendijo, Jacob llamó al lugar ‘Peniel’ porque dijo: “Vi a Dios cara a cara y fue librada mi alma”. Pero a Dios nadie jamás le vio, nadie jamás ha visto a Dios, pero cuando le aparece el Ángel de Jehová a Moisés, le dice: “Yo soy el Dios Abraham, de Isaac y de Jacob”. Es que Dios estaba dentro de Su Ángel.
Ahora, vamos a ver un poco más. Aquí: Capítulo 12, verso 2 en adelante, de Oseas (eso está en la página 888 de la Biblia grande), dice:
“Pleito tiene Jehová con Judá para castigar a Jacob conforme a sus caminos; le pagará conforme a sus obras.
En el seno materno tomó por el calcañar a su hermano (o sea, Jacob tomó por el calcañar a Esaú), y con su poder venció al ángel”.
Venció al Ángel de Jehová, ¿dónde? Cuando le apareció en el capítulo 32, versos 24 al 32. Obtuvo la victoria. No soltó al Ángel hasta que el Ángel lo bendijo.
Y el Ángel le pregunta: “¿Cuál es tu nombre?”. Y Jacob le dice: “Jacob”. El Ángel le dice: “No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido”.
Así es como hay que luchar: por la bendición de Dios. Cuando luchó con su hermano Esaú, fue por la bendición de Dios; cuando luchó con el Ángel, fue por la bendición de Dios. ¿Ven? Dice [Oseas]:
“Venció al ángel, y prevaleció; lloró, y le rogó; en Bet-el le halló, y allí habló con nosotros”.
Ahora, encontramos que Jacob es un ejemplo muy hermoso de toda persona que busca la bendición de Dios. No puede soltar al Ángel de Dios porque ese es el que tiene la bendición de Dios para toda persona que quiere la bendición de Dios.
Vean, Dios estaba en Su Ángel, y a través de Su Ángel le habló tanto a Abraham, a Isaac, a Jacob y también le habló a Moisés.
Veamos nuevamente este Ángel en el capítulo 23 del Éxodo, versos 20 al 23, y veamos lo que Dios dice acerca de Su Ángel. Dice:
“He aquí yo envío mi ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado.
Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él”.
¿Dónde está el Nombre de Dios? En Su Ángel, el Ángel de Jehová.
“Pero si en verdad oyeres su voz e hicieres todo lo que yo te dijere, seré enemigo de tus enemigos, y afligiré a los que te afligieren.
Porque mi ángel irá delante de ti, y te llevará a la tierra del amorreo, del heteo, del ferezeo, del cananeo, del heveo y del jebuseo, a los cuales yo haré destruir”.
Y ahora, toda la labor que Dios hizo, hace o hará en favor de Su pueblo, el pueblo hebreo como nación, es a través de Su Ángel; y fue a través de Su Ángel, el Ángel de Jehová, que Dios obró en el Antiguo Testamento.
En Zacarías también nos habla en la forma o nos muestra la forma en que Dios le habló al pueblo hebreo; pueblo que no quiso escuchar la Voz de Dios, o sea, la mayoría de ellos. En Zacarías, capítulo 7, verso 11 al 12, dice:
“Pero no quisieron escuchar, antes volvieron la espalda, y taparon sus oídos para no oír;
y pusieron su corazón como diamante, para no oír la ley ni las palabras que Jehová de los ejércitos enviaba por su Espíritu, por medio de los profetas primeros; vino, por tanto, gran enojo de parte de Jehová de los ejércitos”.
“Vino, por tanto, gran enojo de parte de Jehová de los ejércitos”.
Ahora, ¿cómo Dios le hablaba al pueblo hebreo? Dice que era por medio de Su Espíritu, era a través de Su Espíritu. Dios enviaba Su Palabra por Su Espíritu, por medio de los profetas primeros. O sea, que Dios por medio de Su Espíritu, que es el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová…
Un espíritu es un cuerpo pero de otra dimensión; por eso el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, aquí hablando Dios por medio de Su Ángel, por medio de Su Espíritu, encontramos que por cuanto no tenía Él personalmente un cuerpo de carne sino un cuerpo espiritual llamado el Ángel de Jehová o Ángel del Pacto, un cuerpo parecido a nuestro cuerpo pero de otra dimensión… Y el cuerpo espiritual, un espíritu, no tiene carne ni tiene huesos como nosotros tenemos; y por lo tanto no puede comer, no come, no necesita comer.
Ahora, por cuanto no tenía un cuerpo de carne y hueso, entonces tenía a los profetas a través de los cuales Él se manifestaba. “Porque no hará nada el Señor Jehová sin que antes revele Sus secretos a Sus siervos Sus profetas”. Y eso está en Amós, capítulo 3, verso 7.
Y en Deuteronomio, capítulo 18, versos 15 en adelante, dice:
“Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis”.
¿A quién dice Dios que el pueblo de Dios está llamado a escuchar? Al profeta que Dios levanta en medio de Su pueblo.
Un profeta nace profeta, nace con las dos consciencias juntas, y por eso puede escuchar la Voz de Dios, puede oír a Dios, puede recibir el Mensaje de Dios para el tiempo en que está viviendo y puede hablar ese Mensaje Ungido con el Espíritu Santo, o sea, el Espíritu Santo puede hablar a través de él. Dice:
“Conforme a todo lo que pediste a Jehová tu Dios en Horeb el día de la asamblea, diciendo: No vuelva yo a oír la voz de Jehová mi Dios, ni vea yo más este gran fuego, para que no muera.
Y Jehová me dijo: Han hablado bien en lo que han dicho.
profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca”.
Muchas personas dicen: “Yo quiero oír a Dios, yo quiero que Dios me hable”. Pues entonces lo único que la persona tiene que hacer es conseguir al profeta que Dios tiene para ese tiempo y escuchar todo el Mensaje que ese profeta está dando: y la persona está escuchando la Voz de Dios, la Voz de Dios a través de un velo de carne, a través de un hombre, pero es Dios en ese hombre, Dios por medio de Su Espíritu Santo manifestado en ese hombre trayéndonos Su Palabra, Su Mensaje para nuestras almas. “A él oiréis”, dijo el profeta Moisés.
Ahora, vean dónde es que Dios coloca Su Palabra: en la boca del profeta que Él envía.
“Y él les hablará todo lo que yo le mandare.
Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta”.
En el libro de los Hechos, capítulo 3, versos 18 al 23, San Pedro hablando acerca de este pasaje y siendo aplicado a Cristo, en el cual se cumple en toda Su plenitud… y se cumplió en los diferentes profetas que Dios envió, y en los apóstoles y en cada ángel mensajero que Cristo ha enviado; pero en Cristo se cumple en toda Su plenitud.
Ahora, dice que cualquiera que no escuche a ese profeta será desarraigado del pueblo: pierde el derecho a ser parte del pueblo de Dios y por consiguiente pierde el derecho a vivir eternamente con Cristo en Su Reino.
Ahora, ¿quién es el Ángel de Jehová? Vamos a ver más claramente quién es ese Ángel de Jehová tan importante que hasta el Nombre de Dios está en él. Y es el que guió a los profetas y guió al pueblo hebreo; es el que habló a través de los profetas.
En Malaquías, capítulo 3, verso 1, nos habla de la venida de Juan el Bautista como precursor de la Primera Venida de Cristo para prepararle el camino al Mesías, y nos habla del Mesías, nos habla del que vendrá después de Juan el Bautista; y aquí está la profecía, dice: Malaquías, capítulo 3, verso 1:
“He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí”.
Ese Mensajero fue Juan el Bautista; y el que lo envía dice:
“He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí”.
El que lo envía va a venir después de Juan.
“Y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el Ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos”.
¿Quién vendría después de Juan el Bautista? El Señor, el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová. ¿Ven? Y cuando vino Juan el Bautista, decía: “Después de mí viene uno mayor que yo, del cual yo no soy digno de desatar la correa de su calzado”. Vamos a leerlo aquí: Capítulo 1 de San Juan, verso 23, Juan el Bautista dando testimonio de quién él es, dice:
“Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías”.
Eso está en Isaías, capítulo 40, verso 3 en adelante:
“Y los que habían sido enviados eran de los fariseos.
Y le preguntaron, y le dijeron: ¿Por qué, pues, bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta?
Juan les respondió diciendo: Yo bautizo con agua; mas en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis.
Este es el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado.
Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.
El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo.
Y yo no le conocía; mas para que fuese manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando con agua.
También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él.
Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo.
Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios”.
Y ahora, el que vendría después de Juan el Bautista al cual Juan le estaba preparando el camino, fue presentado por Juan el Bautista a todo el pueblo; y era nada menos que el que había enviado a Juan, y el cual dijo: “Él preparará el camino delante de mí”. Y luego dijo: “Después vendrá a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el Ángel del Pacto a quien deseáis vosotros”.
Y cuando vino, es el Señor Jesucristo nuestro Salvador en el cual estaba nada menos que Dios con Su cuerpo angelical; el cuerpo angelical es llamado el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto; ese cuerpo angelical estaba dentro del cuerpo de carne de Jesús y dentro de ese cuerpo angelical estaba Dios. ¿Ven?
Allí tenemos a Dios con Su cuerpo angelical y con Su cuerpo físico de carne, que es el cuerpo de Jesús, y allí está el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob manifestado en carne humana.
“Grande es el misterio de la piedad (o sea, de Dios), Dios fue manifestado en carne”. Primera de Timoteo, capítulo 3, verso 16.
Dios fue manifestado en carne en la persona de nuestro amado Señor Jesucristo, y eso fue lo que Dios prometió en Isaías, capítulo 7, verso 14 cuando dice Dios por medio del profeta Isaías:
“Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”.
Y Emanuel significa: Dios con nosotros. Así que Dios estaba con nosotros (los seres humanos) dos mil años atrás, en un cuerpo de carne llamado Jesús. Estaba en toda Su plenitud, estaba velado y revelado en carne humana, el mismo Dios que estaba en el Antiguo Testamento en Su Ángel, Su cuerpo angelical, ahora estaba con Su cuerpo angelical dentro del cuerpo de carne llamado Jesús.
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
Este era en el principio con Dios.
Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”.
San Juan, capítulo 1, verso 1 al 4. Luego el verso 9, dice… Vamos a continuar leyendo aquí [verso 5]:
“La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.
Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan.
Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él.
No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz”.
La Luz Verdadera que alumbra a todo hombre no era Juan el Bautista sino el que vendría después de Juan el Bautista: el Verbo que era con Dios y era Dios, a través del cual Dios creó todas las cosas: los Cielos y la Tierra; porque “en el principio creó Dios los Cielos y la Tierra,” dice Génesis, capítulo 1, verso 1.
¿Y cómo los creó? Por medio del Verbo que era con Dios y era Dios, el cual es el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, y el cual luego se hizo carne de esta dimensión terrenal.
Ahora, continuemos leyendo. Dice:
“Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo”.
¿Y cómo venía a este mundo? Vamos a ver más adelante cómo es que venía a este mundo.
“En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció”.
¿Ven? El mundo fue hecho por el Verbo, por aquella Luz Verdadera que alumbra a todo hombre; porque en el Verbo, que es Cristo en Su cuerpo angelical, estaba Dios.
Hemos visto quién es el Ángel de Jehová: Es Jesucristo en Su cuerpo angelical. Ahora, continuamos leyendo, dice:
“A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.
Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;
los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”.
O sea, son engendrados de Dios por medio del Espíritu de Dios, el cual produce el nuevo nacimiento en la persona.
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”.
El Verbo que era con Dios y era Dios y creó todas las cosas, es nada menos que el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, en quien estaba Dios; y luego se hizo carne y fue conocido por el nombre de Jesús (el velo de carne).
Y ahí, en el velo de carne llamado Jesús, estaba Dios con Su cuerpo angelical, estaba Dios con Su Ángel, el Ángel de Jehová, dentro del velo de carne llamado Jesús; por eso Jesús decía: “Yo he venido en nombre de mi Padre”. Y también Él decía que las Obras que Él hacía no las hacía de Sí mismo, sino que el Padre que estaba en Él, que moraba en Él, era el que hacía las Obras.
Y siempre ha sido Dios, Dios manifestado en Su Ángel, el Ángel de Jehová, en los profetas del Antiguo Testamento, el que hizo aquellas Obras maravillosas que vemos en los profetas del Antiguo Testamento.
Por ejemplo, las cosas que hizo Moisés: esos milagros y esas plagas que vinieron sobre Egipto, y también la liberación del pueblo hebreo, y también abrir el Mar Rojo; todo eso fue Dios, pero estaba Dios en un profeta llamado Moisés.
Dios le decía a Moisés lo que tenía que hacer, lo que tenía que hablar; y Moisés hablaba, y era Dios el que hacía las cosas.
Ahora, veamos lo que nos dice… Vimos que aquel Verbo que era con Dios y era Dios, el cual creó todas las cosas, se hizo carne y habitó en medio de nosotros, en medio de la raza humana, en medio del pueblo hebreo, y por consiguiente en medio de la raza humana.
Ahora, en Hebreos, capítulo 1, San Pablo nos da más luz acerca de este misterio; y dice, capítulo 1, verso 1 al 3, dice:
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo”.
Dios por medio de Su Hijo Jesucristo creó el universo completo, y Jesucristo es el Heredero de toda la Creación. Dios constituyó a Jesucristo el Heredero de todo; así como cuando una persona tiene hijos, ellos son los herederos de esa persona.
Y ahora, siempre el primogénito en el Antiguo Testamento recibía una doble porción, el primero; y Jesucristo es el Primogénito de Dios y también Él es el Unigénito.
Ahora, encontramos que Jesucristo nuestro Salvador es el Heredero de toda la Creación, la cual Dios realizó a través de Él, de Jesucristo estando en Su cuerpo angelical. Y siendo el Ángel de Jehová del Antiguo Testamento, que aparecía a los profetas y les daba el Mensaje a los profetas para que lo hablaran al pueblo…; y ellos ungidos con el Espíritu Santo, con el Ángel de Jehová, hablaban el Mensaje Divino al pueblo; eso era Dios hablando a través de carne humana al pueblo hebreo, a través de los profetas; y luego habló Dios por medio de Su Ángel, por medio de Su Espíritu, a través de Jesús, en quien estaba en toda Su plenitud.
Y ahora, hemos visto que el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, el misterio del Ángel de Jehová es que el Ángel de Jehová es el cuerpo angelical de Dios; y es, por consiguiente, Cristo en Su cuerpo angelical. Y luego el Ángel de Jehová se hizo carne y fue conocido por el nombre de Jesús. Ese es el misterio del Ángel de Jehová en el Antiguo Testamento.
Y ahora, en el Nuevo Testamento leímos en el libro del Apocalipsis que Jesucristo tiene un Ángel. En Apocalipsis, capítulo 22, verso 16, dice Jesucristo:
“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana”.
Así como Jehová en el Antiguo Testamento, el Padre, dice que tiene un Ángel llamado el Ángel de Jehová, a través del cual Dios está manifestado y a través del cual Dios se manifiesta en los profetas, y luego se hizo carne y habitó en medio del pueblo hebreo…
Encontramos que todas las cosas Dios en el Antiguo Testamento las hizo a través de Su Ángel, pero usando diferentes velos de carne, y luego se creó un cuerpo de carne llamado Jesús. Este es el misterio de Cristo: Cristo es el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová.
Y ahora, ¿cuál es el misterio del Ángel de Jesús, del Ángel del Señor Jesucristo? Hemos visto que Dios dijo, Cristo dijo en Apocalipsis, capítulo 4, con esa Voz de Trompeta… Vean, la lectura que tuvimos al principio, dice:
“Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas”.
La promesa es que Él nos dará a conocer las cosas que han de suceder después de las que ya han sucedido en las edades pasadas. ¿Pero cómo es que Él nos va a dar a conocer todas estas cosas?
La segunda lectura que tuvimos al principio fue Apocalipsis, capítulo 22, verso 6, y aquí dice cómo es que nos dará a conocer todas estas cosas que han de suceder:
“Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto”.
Es por medio del Ángel del Señor Jesucristo que serán dadas a conocer las cosas que deben suceder pronto, de acuerdo a esta Escritura que es una promesa de Cristo.
“El Dios de los espíritus de los profetas”, o sea, el Dios de los cuerpos angelicales de los profetas; porque los espíritus de los profetas son los cuerpos angelicales de los profetas, que son cuerpos de otra dimensión, parecidos a nuestros cuerpos pero de otra dimensión.
Ahora, hemos visto que este Ángel es el Ángel del cual Jesús dice: “Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.
En Apocalipsis, capítulo 1, verso 1 al 3, también nos habla la Escritura de este Ángel. Vean, el libro del Apocalipsis en su primer capítulo comienza, su primer verso, hablando del Ángel del Señor Jesucristo; y el último capítulo del Apocalipsis, el capítulo 22, lo menciona dos veces; y el capítulo 19 del Apocalipsis lo menciona también.
Vamos a ver cuál leemos primero… (…) Capítulo 19, verso 9 en adelante – verso 7 en adelante, dice:
“Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos.
Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios.
Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía”.
Él es un consiervo con Juan y también con todos los que tienen el testimonio de Jesús, o sea, con todos los creyentes en Cristo; o sea, él es consiervo de Juan y de todos los miembros de la Iglesia del Señor Jesucristo.
Veamos también en Apocalipsis, capítulo 1, verso 1 al 3, lo que nos dice de este Ángel:
“La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan”.
¿La revelación de Jesucristo por medio de quién vino? Por medio del Ángel del Señor Jesucristo.
“Y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan, que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto. Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca”.
Y aquí tenemos, en el comienzo del libro del Apocalipsis, al Ángel del Señor Jesucristo con la revelación de Jesucristo; enviado para darle a Juan toda esa revelación divina, en donde le mostraría todo lo que Cristo estaría haciendo a través de la Dispensación de la Gracia, y también lo que hará en la Dispensación del Reino y lo que hará también luego del Reino Milenial.
Nos habla el libro del Apocalipsis del Reino Milenial, nos habla de los que estarán en el Reino Milenial, los que resucitarán en cuerpos glorificados y nosotros los que seamos transformados estando vivos; y nos habla también de ese Reino Milenial; y nos habla luego, al final, de una lucha que habrá así como la hay para comenzar el Reino Milenial.
Durante la gran tribulación hay una lucha entre Cristo y el diablo, y luego el diablo es atado y colocado en el lugar que le corresponde. Ahora, encontramos es encadenado. Dice, capítulo 20 del Apocalipsis:
“Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano.
Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años;
y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo”.
Eso es ya al final de la gran tribulación donde el diablo será atado y echado al abismo y encerrado allí; y luego viene el Reino Milenial… aquí lo tenemos: Verso 4 en adelante de este mismo capítulo 20 del Apocalipsis:
“Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años.
Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección.
Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años”.
Ese es el Reino Milenial de Cristo, en donde estaremos como reyes y sacerdotes y jueces, y en cuerpos eternos, inmortales, incorruptibles y jóvenes, que representarán de 18 a 21 años de edad; cuerpos glorificados igual al cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador; así es como estaremos en el Reino Milenial de Cristo.
Y viviremos esos mil años con Cristo en Su Reino, y al terminar los mil años estaremos tan jóvenes como cuando comenzamos el Reino Milenial; y después continuaremos con Cristo por toda la eternidad.
Aquí también nos habla al final del Reino Milenial lo que sucederá.
Recuerden que fue dicho que el diablo será atado por mil años y después de cumplidos los mil años será desatado por un corto tiempo. Capítulo 20, verso 7 en adelante, ahí mismo sigue diciendo:
“Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto de su prisión,
y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de reunirlos para la batalla; el número de los cuales es como la arena del mar.
Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada…”.
O sea, rodearon la ciudad de Jerusalén, que es el lugar donde estará el Trono de Cristo, y ese Trono de Cristo es el Trono de David. Esa será la capital del mundo entero, en ese Reino Milenial de Cristo, y luego en la eternidad ahí estará la Nueva Jerusalén también.
“… y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió”.
Dios ahí no le dio mucho tiempo. Llegaron a los alrededores de la ciudad y fuego del cielo cayó y los destruyó, como cayó sobre Sodoma y Gomorra.
“Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos”.
Ahí nos habla del final del diablo. Son echados en el lago de fuego el diablo…, donde está la bestia, el falso profeta. O sea que la bestia, el falso profeta, van al lago de fuego antes de comenzar el Reino Milenial, pero luego, después del Reino Milenial, el diablo será echado en el lago de fuego. Ese es el lugar donde irán todos los que no han creído en Cristo como su Salvador.
Y ahora viene el Juicio Final. Ahí es la resurrección de todos los que han vivido en la Tierra, exceptuando a los creyentes en Cristo, porque ya los creyentes en Cristo resucitaron antes de la gran tribulación y fueron llevados con Cristo al Cielo; y los vivos en Cristo, creyentes en Cristo nacidos de nuevo, también fueron transformados y fueron llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero al Cielo.
Pero ahora, la segunda resurrección es para esas personas (que resucitarán) ir al Juicio Final, donde Cristo los juzgará. Dice:
“Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos.
Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.
Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras.
Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda.
Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego”.
Esa es la segunda muerte, donde las personas que sean echadas al lago de fuego serán quemadas y dejarán de existir; serán quemadas en cuerpo, en espíritu y en alma: y dejarán de existir, como si nunca hubiesen existido.
Pero los que han recibido a Cristo como su Salvador nunca dejarán de existir: existirán por toda la eternidad con Cristo en Su Reino eterno. Esa es la bendición para los creyentes en Cristo.
Y todas estas cosas que fueron dadas a Juan el apóstol, se las trajo el Ángel del Señor Jesucristo. Fue el Ángel del Señor Jesucristo el que dio a Juan todas estas revelaciones apocalípticas y el que llevó a Juan por los diferentes lugares en esa visión apocalíptica.
Ahora, siendo que este Ángel del Señor Jesucristo es tan importante y Cristo dice: “Yo Jesús he enviado mi Ángel”, por lo tanto, ese es el Ángel principal de nuestro amado Señor Jesucristo.
Aunque Él tiene otros ángeles mensajeros de diferentes etapas o edades de Su Iglesia… tiene los siete ángeles mensajeros de las siete edades los cuales fueron los siete mensajeros que Cristo envió a Su Iglesia en las siete edades de Su Iglesia en medio de los gentiles.
El primero de ellos fue San Pablo, y el último de ellos fue el reverendo William Branham; el primero fue San Pablo y el séptimo el reverendo William Branham. Pero Cristo tiene un Ángel que aparece aquí en el libro del Apocalipsis dándole la revelación de Jesucristo a Juan, y es el Ángel que habla también de los otros ángeles.
Ese Ángel del Señor Jesucristo es un Ángel mayor que los demás ángeles de Jesucristo. Ese Ángel del Señor Jesucristo veamos quién es. El reverendo William Branham hablando de ese Ángel del Señor Jesucristo dice en el libro de Los Sellos, página 301 en español, de esta versión o traducción en español, dice:
“106. Noten bien: En el tiempo cuando Dios iba a librar al mundo antes del diluvio, Él mandó un águila (o sea, mandó un profeta; los profetas son tipificados con águilas o en águilas). Cuando decidió librar a Israel, también mandó un águila”.
¿Quién fue ese? Moisés. El que envió antes del diluvio fue Noé y el que envió para la liberación del pueblo hebreo fue a Moisés:
“¿No cree usted que cuando Juan estaba en la Isla de Patmos, este Mensaje era tan perfecto que aun no podía ser confiado a un ángel? Ahora, un ángel es un mensajero, pero ¿sabía usted que aquel mensajero era un profeta?”.
Aquí en estas palabras del reverendo William Branham es mostrado que el Ángel del Señor Jesucristo es un profeta, el cual para ese tiempo estaba en un cuerpo espiritual, un cuerpo angelical, y por esa causa es llamado el Ángel de Jesucristo. Sigue diciendo:
“¿Lo creen? Vamos a probarlo. Veamos Apocalipsis 22:9 para ver si no fue un águila. Él era un ángel, un mensajero, pero era un profeta, el cual reveló a Juan completamente este libro de Apocalipsis”.
Y pueden leer Apocalipsis 22, verso 8 al 9. Vamos a leerlo para que lo tengan ya completo aquí todo:
“ ‘Yo Juan soy el que ha oído y visto estas cosas. Y después que hube oído y visto, me postré para adorar delante de los pies del ángel que me mostraba estas cosas.
Y él (el ángel) me dijo: Mira que no lo hagas (ningún verdadero profeta recibiría adoración, o mensajero cualquiera) (o mensajero alguno): porque yo soy siervo contigo, y con tus hermanos los profetas, y con los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios’.
Apocalipsis 22:8-9”.
Y sigue en la página 302 diciendo:
“107. Ahora, el Libro era tan importante, y es la Palabra de Dios. ¡Cuidado! Cuando la Palabra de Dios es revelada, tiene que ser traída por el profeta porque solamente a él llega la Palabra de Dios”.
Y ahora, hemos visto que este Ángel del Señor Jesucristo, conforme a las palabras del reverendo William Branham (que es el precursor de la Segunda Venida de Cristo), dice que este Ángel del Señor Jesucristo que le dio a Juan el apóstol la revelación del Apocalipsis es un profeta.
Ahora él estaba en ese tiempo en su cuerpo angelical, su cuerpo espiritual; no tenía todavía su cuerpo de carne.
En el libro de Citas, el cual aquí contiene una cita del libro de Las Edades, el libro de Las Edades en español, página 15-N… (Ahí, el que no está editado, ahí nos habla esto que voy a leer aquí). Dice, página 41 del libro de Citas, párrafo 330, dice:
330 – “Y fue enviado al – ‘Y significó esto por su ángel a Juan’. No sabemos quién era el ángel. La Biblia no dice quién era el ángel. Pero sabemos que era un profeta, porque la Biblia enseguida dice: ‘Yo Jesús he enviado mi ángel para testificar de las cosas que han de acontecer brevemente (o sea, pronto)’. Luego vemos que cuando Juan comenzó a adorar al ángel, el ángel dijo: ‘Mira que no lo hagas’. Revelación 22 (o sea, Apocalipsis 22). Y Él dijo: ‘Porque yo soy siervo juntamente con los profetas’. Podía haber sido Elías. Podía haber sido uno de los profetas… Juan era un apóstol, pero este profeta fue enviado. Y Juan siendo un apóstol… mire la naturaleza de sus demás epístolas (o sea, su estilo literario de escribir); prueba que Juan no lo escribió”.
O sea, no fue Juan; esta revelación no era de Juan. ¿Ven? El estilo literario no era el que Juan usaba en las epístolas, era el estilo literario de un profeta; pero Juan tuvo que escribir, pero lo que escribió fue lo que el Ángel le reveló. Dice:
“Tome Primera de Juan, Segunda de Juan, y etcétera y léalo. Y mire la naturaleza de ellos, luego mire la naturaleza de esto. Juan era un escritor y un apóstol, pero éste es un espíritu de profeta. Es enteramente una persona diferente”.
Ahora, aquí hemos visto que este Ángel del Señor Jesucristo cuando le da la revelación del Apocalipsis a Juan el apóstol estaba en espíritu, o sea, en un cuerpo espiritual, lo cual es un cuerpo angelical parecido a nuestro cuerpo pero de otra dimensión.
Así como el Ángel de Jehová en el Antiguo Testamento estaba en espíritu, en un cuerpo espiritual, o sea, estaba en un cuerpo angelical, y era Cristo en Su cuerpo angelical; y cuando se hizo carne vino a ser nuestro amado Señor Jesucristo y el Profeta de todos los profetas.
Pero ahora acá, en el Nuevo Testamento, Jesucristo tiene un Ángel; le llama, Jesucristo le llama: “Mi Ángel”, así como Dios llamó a Cristo en Su cuerpo angelical, el Ángel de Jehová, le llamó: “Mi Ángel”: “He aquí yo envío mi Ángel”. Y ahora Cristo en el Nuevo Testamento, en Apocalipsis 22, verso 16, dice:
“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.
Así como Dios, Jehová, el Padre, envió a Su Ángel, que es Su cuerpo angelical y que es Cristo en Su cuerpo angelical, y por medio de Cristo trajo Su Palabra en el Antiguo Testamento a todos los del Antiguo Testamento desde Adán en adelante…; y aun la Creación de los Cielos y de la Tierra, la Palabra Creadora para crear los Cielos y la Tierra.
Y Dios no obró sino fue a través de Su Ángel, el cual era Jesucristo en Su cuerpo angelical; y luego se hizo carne y habitó en medio del pueblo hebreo y llevó a cabo la Obra de Redención en favor del ser humano. Luego que murió, fue sepultado, al tercer día resucitó y ascendió al Cielo glorificado y se sentó a la diestra de Dios.
Y luego Él ha tenido en Su Iglesia a Su Ángel todo el tiempo; y Cristo por medio de Su Ángel es que ha dado la revelación a Su Iglesia en todas las edades a los diferentes mensajeros.
A Juan le dio la revelación del Apocalipsis, que es la revelación de Cristo en donde muestra toda la Obra que Cristo llevaría a cabo durante la Dispensación de la Gracia y la que llevará a cabo en la Dispensación del Reino, y todo lo que llevará a cabo en el Reino Milenial y luego en la eternidad.
Ese Ángel todo el tiempo ha estado en la Iglesia del Señor Jesucristo, como estaba en medio del pueblo hebreo el Ángel de Jehová.
Para el tiempo final, cuando ya han terminado los ministerios de los siete ángeles mensajeros, Cristo envía a Su Ángel a Su Iglesia en carne humana, para darnos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto, luego de las que ya han sucedido en edades pasadas.
Toda revelación ha venido a la Iglesia de Jesucristo por medio del Ángel del Señor Jesucristo, y Él la ha pasado a Sus mensajeros de diferentes etapas o edades. Y luego, para este tiempo final, la revelación del Día Postrero la estará dando Cristo por medio de Su Ángel mismo en carne humana, sin utilizar a los ángeles mensajeros de las edades pasadas.
Y así como el Ángel de Jehová cuando se hizo carne y Dios cumplió en Él la Obra de Redención, fue adoptado, fue sentado en el Trono de Dios, fue colocado a la diestra de Dios y todo el poder en el Cielo y en la Tierra le fue otorgado al Ángel de Jehová, a Jesucristo en Su cuerpo glorificado… O sea, Cristo con Su cuerpo glorificado, el Ángel de Jehová con Su cuerpo glorificado recibió todo el poder de Dios.
¿Se quedaría Dios sin Poder? No. Pero, ¿y dónde está Dios? Dios está en Su Ángel, el Ángel de Jehová, que es Jesucristo en Su cuerpo angelical, el cual está en el Cielo. Pero Jesucristo ha dicho: “Yo Jesús he enviado mi Ángel”.
Y ahora Cristo en Apocalipsis, capítulo 3, verso 21, dice:
“Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”.
En la misma forma en que nuestro Padre celestial hizo con Su Ángel, el Ángel de Jehová, y lo ha sentado en Su Trono, y le dio todo poder y autoridad en el Cielo y en la Tierra, así Cristo ha prometido hacer con el Vencedor, que será Su Ángel, el que obtendrá la gran victoria en el amor divino, en la Edad del Amor Divino, que es la Edad de la Piedra Angular, y Cristo lo sentará con Él en Su Trono.
Ese es el único Ángel Mensajero de Jesucristo que estando en Su ministerio aquí en la Tierra será adoptado. Los demás ángeles no fueron adoptados físicamente; solamente tenían la adopción espiritual, al igual que todos los creyentes en Cristo nacidos de nuevo y al igual que todos nosotros en nuestro tiempo; porque la adopción espiritual es el nuevo nacimiento, donde recibimos el Espíritu Santo y obtenemos el nuevo nacimiento, nacemos en el Reino de Cristo y obtenemos el cuerpo angelical.
Pero para este tiempo final habrá un Ángel Mensajero que será adoptado, o sea, que recibirá su adopción física, que será la transformación; recibirá el cuerpo eterno glorificado.
¿Y quiénes más recibirán su adopción física? Todos nosotros también, todos los creyentes en Cristo del Día Postrero que estarán recibiendo la revelación de Jesucristo por medio del enviado de Jesucristo.
“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.
Ya Cristo no estará utilizando a ninguno de los siete ángeles mensajeros, sino que Cristo mismo en Su Ángel Mensajero estará manifestado dándonos Su revelación correspondiente a este tiempo final; y con esa revelación divina que Él nos estará dando estaremos recibiendo la Lluvia Tardía y la Lluvia Temprana a la misma vez.
Habrá un grupo pequeño, comparado con la población mundial, que estará siguiendo el Mensaje de este Ángel Mensajero, y por consiguiente estarán siguiendo a Cristo manifestado en Su Ángel Mensajero.
No estarán siguiendo a un hombre sino a Cristo manifestado en Su Ángel Mensajero; y no estarán siguiendo un Mensaje humano sino que estarán siguiendo el Mensaje Final de Jesucristo enviado a Su Iglesia a través de Su Ángel Mensajero.
Y así estaremos recibiendo la Lluvia Tardía y Temprana, como está prometida en Joel, capítulo 2, verso 23 en adelante, donde nos habla de esa Lluvia Tardía y Temprana cayendo a la misma vez en el tiempo de restauración.
Y ahora, la Lluvia Temprana es la Lluvia de la enseñanza de la Primera Venida de Cristo como el Cordero de Dios muriendo en la Cruz del Calvario, y así quitando nuestros pecados, limpiándonos con Su Sangre preciosa; o sea que la Lluvia Temprana es la predicación del Evangelio de la Gracia, que gira alrededor de la Primera Venida de Cristo y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario.
Y al escuchar la predicación del Evangelio de Cristo, el Evangelio de la Gracia, eso nos da la fe, la revelación, para recibir a Cristo como nuestro Salvador, pedirle perdón a Cristo por nuestros pecados, y Cristo nos perdona y con Su Sangre nos limpia de todo pecado, y somos bautizados en agua en Su Nombre, y Cristo nos bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y produce en nosotros una transformación espiritual: nacemos en el Reino de Cristo y obtenemos un cuerpo angelical; porque siempre que hay un nacimiento, un cuerpo tiene que ser obtenido.
Si alguien le dice a usted: “En mi hogar nació otro hijo”. Y usted va y no le pueden mostrar un bebé, usted dice: “No era cierto lo que me habían dicho”.
Y si en el Reino de Cristo, en el Reino de Dios, no ha nacido un bebé espiritual cuando la persona ha nacido de nuevo, pues usted no tiene representación allá en el Reino de Cristo; pero sí ha nacido un bebé en el Reino de Cristo cuando un creyente en Cristo ha nacido de nuevo: ha recibido el Espíritu Santo, ha recibido un espíritu, un cuerpo angelical de la sexta dimensión.
Y eso es la adopción espiritual, eso es una transformación espiritual; pero nos falta la transformación física, que gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo.
En Filipenses, San Pablo dice, en el capítulo 3, verso 20 al 21:
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas”.
La Segunda Venida de Cristo es para Él transformar nuestros cuerpos físicos y para resucitar a los muertos en Cristo en cuerpos glorificados, para así todos ser a imagen y semejanza de Jesucristo nuestro Salvador.
Y la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo; como la fe para ser transformados espiritualmente y obtener la adopción espiritual y obtener un cuerpo angelical, gira alrededor de la Primera Venida de Cristo. La fe viene por el oír, el oír la Palabra, el oír el Evangelio de Cristo.
Y ahora, por medio de la predicación del Evangelio del Reino, que gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo, recibimos la fe, la revelación, para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero: creyendo en la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
El Evangelio del Reino siendo predicado, el cual gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo, es la Lluvia Tardía de la enseñanza de la Segunda Venida de Cristo.
Y para este tiempo final ambas Lluvias están prometidas para estar cayendo sobre el pueblo que sería restaurado, que sería preparado para ser transformado y llevado con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero. Dios dijo: “Yo restauraré”; por tanto, es una restauración que Cristo prometió hacer: restaura Su Iglesia y restaurará a cada creyente a la vida eterna, y restaurará todas las cosas.
Ahora, ese grupo que viene con la Lluvia Tardía y Temprana es el grupo de este tiempo final.
El reverendo William Branham hablando también acerca de ese grupo que viene con la Lluvia Temprana y Tardía, dice en el libro de Citas, página 155, párrafo 1383 (el cual es un extracto del mensaje “¿Cual es la atracción en el monte?” o “¿Qué es la atracción en la montaña?”. Eso está por la página 18 a la 22 de ese Mensaje, o digamos 22 al 23). Ahora, vean el extracto aquí, dice:
1383 – “Oh, habrá una verdadera lluvia temprana y tardía en los postreros días sobre ese grupo pequeño que viene con Él, sobre ese asno (o sea, sobre ese burrito) manso y humilde, sin una denominación, clamando: ‘Hosanna al Rey que viene en el nombre del Señor”.
Ese grupo que viene con Él y que tiene las dos lluvias: la Lluvia Tardía y Temprana. ¿Cuál es ese grupo? ¿Quiénes son las personas de ese grupo? ¡Somos nosotros! Y no por vanagloria o por orgullo, sino como agradecimiento a Cristo, tenemos la Lluvia Tardía y Temprana.
El único grupo que tendría la Lluvia Tardía y Temprana sería el grupo que en este tiempo final estaría recibiendo la revelación de Jesucristo por medio de Su Ángel personalmente, sin usar otros ángeles mensajeros.
Ese Ángel del Señor Jesucristo es un profeta dispensacional; y profetas dispensacionales hay pocos. ¿Saben cuántos profetas dispensacionales Dios tiene? Solamente siete profetas dispensacionales, porque solamente tiene siete dispensaciones y siete Mensajes dispensacionales.
• Para la Dispensación de la Inocencia, que fue la primera dispensación, el Mensaje dispensacional era el Mensaje de la Inocencia, y su profeta dispensacional fue ADÁN.
• Para la segunda dispensación, que fue la Dispensación de la Conciencia, su mensaje fue el Mensaje de la Conciencia y su profeta mensajero fue SET.
• Para la tercera dispensación, la Dispensación del Gobierno Humano, su mensaje fue el Mensaje del Gobierno Humano y Su profeta dispensacional fue NOÉ.
• Para la cuarta dispensación, la Dispensación de la Promesa, el mensaje fue la Promesa, el Mensaje de la Promesa, y su mensajero fue el Padre de la Fe: ABRAHAM.
• Y para la quinta dispensación, la Dispensación de la Ley, el mensaje fue el Mensaje de la Ley, y Su profeta dispensacional fue MOISÉS, el quinto profeta dispensacional.
• Para la sexta dispensación, la Dispensación de la Gracia, el mensaje es el Mensaje de la Gracia, el Mensaje del Evangelio de la Gracia, y Su mensajero dispensacional es JESÚS.
• Y para la séptima dispensación, la Dispensación del Reino, el Mensaje es el Evangelio del Reino y su Mensajero es EL ÁNGELDEL SEÑOR JESUCRISTO.
Ese es el séptimo profeta dispensacional que estaría en la Tierra en este tiempo final en carne humana, el Mensajero que tiene la promesa de recibir la Piedrecita blanca con un Nombre Nuevo escrito, el Mensajero que tiene la promesa de recibir el Maná escondido: la revelación de la Segunda Venida de Cristo; y tiene la promesa de recibir de parte de Cristo el Nombre de nuestro Dios, de la Ciudad de nuestro Dios, y el Nombre Nuevo del Señor Jesucristo escrito por Cristo en Él. Dice que… Dice en Apocalipsis, capítulo 3, verso 12:
“Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios (o sea, le hará una persona muy importante en Su Templo, Su Iglesia, y por consiguiente en la Nueva Jerusalén), y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo”.
Hay personas que no saben que Jesucristo tiene un Nombre Nuevo; pero ahí Cristo mismo lo dice. Y también en el capítulo 2, verso 17, del Apocalipsis, dice:
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe”.
“Aquel que lo recibe”. Y el que recibirá esa Piedrecita blanca será el Ángel del Señor Jesucristo; porque esa Piedrecita blanca es la Segunda Venida de Cristo. Cristo es la Piedra no cortada de manos, la cual vio el rey Nabucodonosor que fue cortada del monte, del Monte de Dios, y vino e hirió a la imagen en los pies de hierro y de barro cocido.
Y eso es la Segunda Venida de Cristo en el tiempo de los pies de hierro y de barro cocido de la estatua que vio el rey Nabucodonosor, que es el reino de los gentiles en su última fase, en su última etapa, la etapa de los pies de hierro y de barro cocido en la cual está el reino de los gentiles.
Cristo también nos dice en Apocalipsis, capítulo 2, verso 26 al 28, dice:
“Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones,
y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre”.
Como Cristo la recibió del Padre, así la otorgará al Vencedor, que será el Ángel del Señor Jesucristo, el cual obtendrá la Gran Victoria en el Amor Divino en este tiempo final, ¿juntamente con quiénes? Con los escogidos de este tiempo final.
“Y le daré la estrella de la mañana.
El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”.
El Espíritu Santo es el que dice estas cosas a las iglesias.
Ahora veamos este misterio de la Estrella, la Estrella de la Mañana: Apocalipsis, 22, verso 16, dice:
“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana”.
Cristo le promete darle la Estrella de la Mañana, y la Estrella de la Mañana es Jesucristo. Este Ángel Mensajero recibirá la Estrella de la Mañana en Su Segunda Venida, recibirá a Cristo en Su Segunda Venida. Eso es lo que está prometido por el Espíritu Santo para ser cumplido en este tiempo final.
Hubo siete estrellas en la diestra de Cristo durante las siete edades de la Iglesia, conforme a Apocalipsis, capítulo 1. Las siete estrellas son los siete ángeles de las siete iglesias; pero ahora hay una Estrella mayor, que es Cristo; y Cristo estará en Su Ángel, el cual recibirá a Cristo, y Cristo se manifestará a través de él; y Cristo será la Estrella mayor, la Estrella resplandeciente de la Mañana resplandeciendo a través de Su Ángel Mensajero en este tiempo final. Y así es como la Estrella resplandeciente de la Mañana estará resplandeciendo en este tiempo final luego de las siete edades de la Iglesia.
Cuando Jacob se encontró con el Ángel luchó toda la noche con el Ángel, pero fue cuando rayaba el alba que el Ángel le dijo: “Suéltame que raya el alba; o sea, raya el alba y tengo que irme”. Y en el tiempo en que raya el alba, el Ángel del Señor Jesucristo también tiene que irse para una gran fiesta donde lo están esperando, que es la fiesta de la Cena de las Bodas del Cordero. ¿Y quiénes más van para esa Fiesta? Todos nosotros también.
Ahora, es al rayar el alba que también los hebreos van a ver la Estrella resplandeciente de la Mañana, van a ver a Cristo resplandeciendo a través de Su Ángel, y van a decir: “¡Pero si esto es lo que nosotros estamos esperando!”. Van a ver los ministerios de Elías manifestados por el Espíritu Santo en ese Ángel, y luego van a ver también el ministerio de Moisés manifestado en ese Ángel, y van a ser convertidos a Cristo 144.000 hebreos.
Porque el Ángel de Apocalipsis, capítulo 7, que viene con el Sello de Dios Vivo, es el Ángel del Señor Jesucristo, el cual viene con el Sello del Dios Vivo, que es el Espíritu Santo, para llamar y juntar 144.000 hebreos cuando llegue el momento para ellos; pero antes estará en medio de la Iglesia de Jesucristo dando a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto; y estará dándonos la fe, la revelación de la Segunda Venida de Cristo, la revelación para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
Hemos visto en esta ocasión: “EL MISTERIO DEL ÁNGEL DEL SEÑOR JESUCRISTO”, hasta donde hemos podido dar a conocer. Hay otras cosas que no pueden ser dadas a conocer por el momento, porque interrumpiría el Programa que Dios está llevando a cabo.
Pero recuerden una cosa: no hubo, ni hay, ni habrá revelación divina de parte de Jesucristo para Su Iglesia o para el pueblo hebreo, a menos que sea a través del Ángel del Señor Jesucristo. Este Ángel ha estado todo el tiempo en la Iglesia del Señor Jesucristo.
Ahora, Cristo dice en San Marcos, capítulo 16, verso 15 al 16, ya Cristo resucitado dice a Sus discípulos:
“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado”.
Tan simple como eso. Nadie tiene que ir a una universidad a estudiar y obtener un doctorado para luego decir: “Ahora estoy listo para entender el plan de salvación para recibir a Cristo como mi Salvador”, no.
Hasta los niños pueden entender, y hasta las personas que nunca han estudiado en una escuela y que no saben leer ni escribir pueden escuchar la predicación del Evangelio de Cristo y pueden recibir la fe que viene por el oír para en el corazón creer para justicia y con la boca hacer confesión de fe para salvación, y recibir a Cristo como su Salvador, el cual perdonará sus pecados y con Su Sangre lo limpiará de todo pecado; y será bautizado en agua por un ministro, en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautizará con Espíritu Santo y Fuego, y obtendrá así el nuevo nacimiento: nacerá en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador, nacerá a y en la vida eterna, porque el Reino de Jesucristo es eterno y tiene vida eterna, y todo el que nace en ese Reino nace a la vida eterna y tiene vida eterna.
El nacimiento que obtuvimos aquí en la Tierra a través de nuestros padres terrenales fue a la vida, pero no a la vida eterna sino a una vida temporal, corruptible, una vida que a la mayor parte de las personas en nuestro tiempo se les termina antes de los 100 años; son pocos los que llegan a 100 años, aun son pocos los que llegan a 70 u 80 años.
Por lo tanto, es necesario nacer de nuevo, nacer del Agua y del Espíritu para entrar al Reino de Dios, al Reino de Cristo, y así nacer en la vida eterna para vivir eternamente con Cristo en Su Reino.
No hay otra cosa que hacer para obtener la vida eterna: nacer de nuevo del Agua y del Espíritu, y eso es escuchando la predicación del Evangelio de Cristo, creyendo en Cristo como nuestro Salvador, lavando nuestros pecados en Su Sangre, siendo bautizados en agua en Su Nombre y recibiendo Su Espíritu Santo, y así obteniendo el nuevo nacimiento, así es como nacemos del Agua y del Espíritu.
Por eso San Pedro el Día de Pentecostés en el capítulo 2, versos 36, 34 en adelante del libro de los Hechos, dice:
“Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice:
Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi diestra,
Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”.
Por eso Cristo está sentado a la diestra de Dios.
“Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo”.
Por eso llamamos a Jesús: SEÑOR JESÚS CRISTO; y cuando lo decimos rapidito, decimos: SEÑOR JESUCRISTO (le quitamos la “s” y lo juntamos como un solo nombre). Señor Jesucristo, porque en Él, en Jesús, habitó la plenitud de Dios, la plenitud de la Divinidad, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Jesús decía: “El Padre que mora en mí, Él hace las obras”. ¿Ven?
Por lo tanto, en Cristo habitó la plenitud de Dios. Todos saben también que el Espíritu Santo estaba en Jesús, Dios le ungió con Espíritu Santo.
Ahora, por cuanto en Él estaba la plenitud de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo, Él recibió este Nombre. Dios lo hizo Señor y Cristo, SEÑOR JESUCRISTO.
“Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?
Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.
Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.
Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas”.
Como tres mil personas creyeron y fueron bautizadas en agua en el Nombre de Jesucristo, y Cristo los bautizó con Espíritu Santo y Fuego, y obtuvieron el nuevo nacimiento, y fueron añadidas a la Iglesia del Señor Jesucristo, que es el Redil del Buen Pastor, el Redil de las ovejas del Buen Pastor.
Y ahora, ¿cuántos ya han sido colocados en el Redil del Buen Pastor, en el Reino de Cristo? [La congregación respondió: “Amén” – Editor]. ¿Por qué? Porque hemos escuchado la predicación del Evangelio de Cristo y lo hemos recibido como nuestro Salvador.
“Porque no hay otro Nombre debajo del Cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. Solamente hay uno, y ese nombre es SEÑOR JESUCRISTO. Eso está en el libro de los Hechos, capítulo 4, verso 12. “No hay otro Nombre debajo del Cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. Ese Nombre es Señor Jesucristo.
Toda persona que ya ha recibido a Cristo como su Salvador y ha pedido perdón a Cristo, Cristo lo ha perdonado y Cristo con Su Sangre lo ha limpiado de todo pecado, y ha sido bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego, y ha obtenido el nuevo nacimiento: ha nacido en el Reino de Dios, en el Reino de Cristo y ha sido así reconciliado con Dios y ha sido restaurado a la vida eterna. De esto nos habló Primera de Juan, capítulo 5, verso 10 en adelante, cuando dice:
“El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo.
Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna (¿Ven? Dios nos ha dado vida eterna) y esta vida está en su Hijo”.
Para la persona obtener la vida eterna tiene que recibir a Cristo como su Salvador, porque la vida eterna está en Jesucristo, el Hijo de Dios. Cuando la persona recibe a Cristo, está recibiendo la vida eterna.
“El que tiene al Hijo, tiene la vida (o sea, tiene la vida eterna); el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida”.
Por lo tanto, aunque esté vivo en esta Tierra, está vivo a una vida temporal, a una vida que se le acabará en algún momento; pero no está vivo a la vida eterna, no está vivo en el Reino de Jesucristo; está muerto, muerto a la vida eterna. Pero Cristo dice en Efesios, capítulo 5, verso 14 por medio de San Pablo:
“Despiértate, tú que duermes,
Y levántate de los muertos,
Y te alumbrará Cristo”.
Es un despertar a una nueva vida, a la vida eterna, porque Cristo es el que alumbra a todo ser humano, Él nos alumbra.
“Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios”.
La buena noticia para los creyentes en Cristo es que tenemos vida eterna. Cristo dijo: “El que vive y cree en mí no morirá eternamente, ¿crees esto?” Amén.
Tenemos vida eterna acá en nuestra alma y tenemos vida eterna en el cuerpo angelical, y solamente nos falta recibir la Vida eterna física, que será nuestra transformación, donde obtendremos el cuerpo glorificado, y entonces seremos a imagen y semejanza de Jesucristo nuestro Salvador.
Por lo tanto, toda persona que ya ha recibido a Cristo como su Salvador tiene una buena noticia: Ya usted y yo tenemos vida eterna, y estamos esperando nuestra transformación, estamos esperando el nuevo cuerpo que Él ha prometido para nosotros, el cual Él ha prometido darnos en Su Segunda Venida.
Toda persona que no ha recibido a Cristo como su Salvador no tiene vida eterna, solamente tiene vida temporal, y por consiguiente no puede vivir eternamente en el Reino de Dios, porque no ha nacido en el Reino de Dios, que es el Reino con vida eterna para todos los que nacen en ese Reino.
¿Y qué puede usted hacer, usted que no ha recibido a Cristo todavía como su Salvador? Lo mismo que hemos hecho nosotros: Recibir a Cristo como su Salvador y Cristo lo recibirá, perdonará sus pecados, y con Su Sangre lo limpiará de todo pecado, y será bautizado en agua, en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautizará con Espíritu Santo y Fuego; y así obtendrá el nuevo nacimiento.
Por lo tanto, esta es la oportunidad para usted, en la cual usted hará la decisión más importante de su vida: recibir a Cristo como su Salvador, y yo estaré orando por ustedes en esta ocasión.
Pueden levantar sus manos los que en esta ocasión quieren vivir eternamente con Cristo en Su Reino y quieren recibir a Cristo como su Salvador.
Pueden pasar al frente y estaré orando por ustedes en esta ocasión para que Cristo les reciba, les perdone, y con Su Sangre les limpie de todo pecado, y puedan ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo como Cristo dijo: “El que creyere y fuere bautizado será salvo”. Y eso es lo que deseamos: ser salvos y vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino.
Cristo dijo: “El que me confesare delante de los hombres yo le confesaré delante de mi Padre”. Y queremos que Cristo nos confiese delante de nuestro Padre Celestial y diga: “Estas personas han creído en mí, me han recibido como su Salvador y yo les he perdonado y con mi Sangre, les he limpiado de todo pecado, y deseo que entren al Reino eterno, a Tu Reino, ¡oh Padre celestial!”. Y Él dirá: “Que entren al Reino”. Y les dará la bienvenida en el Reino nuestro Padre celestial.
Cristo dijo que cuando un pecador se arrepiente hay gozo en el Cielo, ¿por qué? Porque nace en el Reino de Cristo, esa persona nace en el Reino de Cristo; y si con uno hay gozo en el Cielo, ¡cuánto más con todos ustedes aquí presentes!
En el Cielo hay gozo porque ustedes están recibiendo a Cristo como su Salvador, para entrar al Reino de Jesucristo y obtener la salvación y vida eterna, y poder vivir con Cristo por toda la eternidad.
Todavía estamos esperando por las demás personas que vienen de camino; porque así como ustedes, hay más personas que quieren vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino.
Ya hemos visto que la única forma que hay para poder vivir eternamente es a través de Jesucristo. Cristo dijo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida; y nadie viene al Padre sino por mí”. No hay otro camino. Cristo es el Camino, y Él es la única Verdad y Él es la Vida Eterna.
Por lo tanto, recibir a Cristo como nuestro Salvador nos asegura nuestro futuro eterno en el Reino de Jesucristo, para vivir con Él por toda la eternidad en cuerpos eternos, cuerpos inmortales, cuerpos jóvenes, que representarán de 18 a 21 años de edad, cuerpos glorificados como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador.
También los niños de 12 años en adelante pueden recibir a Cristo como su Salvador, pueden pasar también al frente. Estamos esperando todavía porque todavía hay más personas que desean vivir eternamente con Cristo en Su Reino, y por consiguiente necesitan recibir a Cristo como su Salvador; y luego nos veremos en el Reino Milenial y en la eternidad, en ese Reino Eterno, en cuerpo jóvenes e inmortales y glorificados. Ahí nos veremos y diremos: “Recuerdo aquel día en que recibí a Cristo como mi Salvador, eso marcó mi futuro eterno con Cristo en Su Reino”.
Esta es la decisión más grande que ustedes han hecho en su vida, no hay decisión más grande que esa; es la decisión que les coloca en el Reino de Cristo con Vida eterna, para así tener seguro su futuro eterno en la Vida eterna con Jesucristo en Su Reino.
Todavía continúan viniendo más personas… Es que todos deseamos vivir eternamente, y el único Reino Eterno es el Reino de Jesucristo nuestro Salvador; y el único que nos ofrece vida eterna es Uno, y se llama nuestro amado Señor Jesucristo. Ninguna otra persona le puede ofrecer o prometer a usted la vida eterna, solamente Jesucristo nuestro Salvador. Y Él nos da esa vida eterna cuando lo recibimos como nuestro Salvador.
Todavía daremos unos segundos para que pasen las últimas personas que faltan por pasar, y estaremos orando por todos ustedes, para que Cristo les reciba y les perdone, y con Su Sangre les limpie de todo pecado, y puedan ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo como dijo Cristo: “El que creyere y fuere bautizado será salvo”. Y Pedro dijo:
“Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”.
Y así es como obtenemos el nuevo nacimiento, así es como nacemos del Agua y de Espíritu, nacemos a la vida eterna. Si falta alguna otra persona puede pasar y ya estaremos orando por todos los que han pasado.
Siempre hay una lucha acá en el alma y en la mente de la persona cuando escucha la predicación del Evangelio y llega el momento de recibir a Cristo como su Salvador; pero la persona tiene que decir: “Yo quiero vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino, por lo tanto, yo recibo a Cristo como mi Salvador”. Y se levanta y pasa al frente y confiesa que cree en Jesucristo como su Salvador”. “Y el que me confesare delante de los hombres, yo le confesaré delante de mi Padre que está en los Cielos”.
Unos segundos y ya oraremos por todos los aquí presentes. Todavía están pasando más personas. Esta es una oportunidad en donde cuenta para la persona para toda la eternidad. Vamos a inclinar nuestros rostros y vamos a orar por todas las personas que han pasado, veo personas que vienen caminando y algunos van a pasar, esperaremos por ellos…
Vamos a inclinar nuestros rostros y vamos a orar, y repitan, por favor, conmigo esta oración, esta petición a Jesucristo nuestro Salvador. Inclinemos nuestros rostros:
Señor Jesucristo, vengo a Ti reconociendo que Tú has venido a la Tierra para buscar y salvar lo que se había perdido: los seres humanos.
Señor Jesucristo, reconozco que Tu muerte en la Cruz del Calvario y Tu Sangre derramada en la Cruz del Calvario es la Obra de Redención, la Expiación, por mis pecados.
Reconozco que Tú eres el único que puedes salvar mi alma, reconozco que Tú eres el único que puedes perdonar mis pecados y puedes con Tu Sangre limpiarme de todo pecado.
Señor Jesucristo, salva mi alma, yo Te recibo como mi Salvador, en Tus manos encomiendo mi alma, reconozco que soy pecador y Te ruego perdones mis pecados, y Te ruego me limpies con Tu Sangre de todo pecado, y Te ruego me bautices con Espíritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre. En Tus manos encomiendo mi alma.
Deseo, Señor Jesucristo, salves mi alma. Deseo, Señor Jesucristo, produzcas en mí el nuevo nacimiento, deseo nacer en Tu Reino, deseo entrar a Tu Reino; por lo tanto, en Tus manos encomiendo mi alma y confieso públicamente, delante de todos estos testigos, que yo Te recibo como mi Salvador, Te he recibido como mi Salvador. Salva mi alma Señor Jesucristo, Te lo ruego, en Tu Nombre Señor Jesucristo. Amén.
¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén y amén.
Ahora, estaré orando por ustedes. Ya Cristo ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado, y les ha recibido Cristo en Su Reino. Ahora estaré orando por ustedes, no tienen que repetir esta oración. Inclinemos nuestros rostros.
Padre nuestro que estás en el Cielo, vengo a Ti en el Nombre de Tu Santo Hijo Jesucristo, trayendo a Ti todas estas personas que han recibido a Jesucristo Tu Hijo amado como su Salvador personal.
Dios Eterno, Padre Celestial, recíbeles en Tu Reino, ellos serán bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo como está ordenado por Cristo y por los apóstoles; y Señor, Dios Eterno, Padre Celestial, Te ruego les bautices con Espíritu Santo y Fuego, y produzcas en ellos el nuevo nacimiento; y nazcan en Tu Reino, la vida eterna, para vivir en Tu Reino contigo por toda la eternidad. Te lo ruego Padre Celestial en el Nombre de Tu Hijo amado Señor Jesucristo. Amén y amén.
Y ahora que ustedes han creído con toda vuestra alma, de todo corazón, recibiendo a Cristo como vuestro Salvador, siendo que Cristo dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo”. Ustedes ya han creído, y ahora ustedes preguntarán: “¿Y cuándo puedo ser bautizado?” .
Por cuanto han creído con todo vuestro corazón en Jesucristo como vuestro Salvador, bien pueden ser bautizados ya, en agua, en el Nombre del Señor Jesucristo, en cumplimiento al mandato de Cristo; y así se están identificando con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección.
Cuando van a las aguas bautismales y son sumergidos en las aguas, muestra que ustedes han muerto al mundo y son sepultados; y luego cuando el ministro los levanta de las aguas, eso muestra que ustedes han resucitado a una nueva vida, a la vida eterna en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador; y por cuanto es tipológico el bautismo, hemos visto lo que eso significa, y así nos estamos identificando con la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo nuestro Salvador.
Ahora, pregunto al ministro aquí, le pido pase acá, le pregunto aquí al ministro Patricio Lara, reverendo Patricio Lara: ¿Hay agua aquí en que puedan ser bautizados? Hay dos bautisterios con agua. ¿Hay ropas bautismales también? Hay ropas bautismales. ¿Y hay lugar dónde cambiarse de ropa? Hay también lugar dónde cambiarse de ropa.
En el tiempo, el día que San Pedro predicó, como tres mil personas creyeron y fueron bautizadas. Allí no podían decirles: “Tenemos ropas bautismales para tres mil personas”. Esas personas con la misma ropa que tenían entraron a las aguas, y fueron bautizadas, y cumplieron el mandato de Cristo, y Cristo los bautizó con Espíritu Santo y Fuego.
En muchos lugares también hemos visto que hay personas que han venido y se han acabado las ropas bautismales y han dicho: “Yo me bautizo con la misma ropa que tengo”. Y han sido bautizadas, y se han ido felices y contentos, gozosos, para sus hogares, llenos de la bendición de Jesucristo nuestro Salvador.
Pero hay ropas, hay lugar dónde cambiarse de ropa y también hay agua para ser bautizados. El eunuco le dijo a Felipe cuando creyó́ y vio agua, dijo: “Aquí hay agua, ¿qué impide que yo sea bautizado?”. Felipe le dice: “Si crees de todo corazón, bien puedes”. Y el eunuco dijo: “Yo creo que Jesucristo es el Hijo de Dios”. Y bajaron a las aguas y Felipe lo bautizó en el Nombre del Señor Jesucristo.
Así que dejo al reverendo Patricio Lara, para que les indique hacia dónde caminar las damas y los caballeros, para tomar las ropas bautismales y cambiarse de ropa, y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, en obediencia al mandato de Jesucristo nuestro Salvador.
Él es el que nos ha dicho qué tenemos que hacer: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo”. Y todos queremos la salvación para vivir con Cristo por toda la eternidad.
Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes, dándoles testimonio en esta ocasión de nuestro tema: “EL MISTERIO DEL ÁNGEL DE CRISTO EN SU IGLESIA”.
Muchas gracias por vuestra amable atención y continúen pasando una tarde llena de las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador.
Dejo con nosotros al reverendo Patricio Lara, para continuar. Que Dios les bendiga y les guarde a todos.
“EL MISTERIO DEL ÁNGEL DE CRISTO EN SU IGLESIA”.
[Revisión agosto 2019]