Muy buenas noches, amables amigos radioyentes y los aquí presentes en este auditorio; es para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.
Para esta ocasión leemos en el Evangelio según San Juan, versos 20 al 29, donde nos narra el momento en que Jesucristo fue a resucitar a Lázaro, y allí se encontró con Marta, la cual llegó a donde Jesús estaba. Y más adelante Marta le hizo saber a María que Jesús, el Maestro, estaba allí y la llamaba.
Leemos en el Evangelio según San Juan, capítulo 11, versos 20 en adelante, dice:
“Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a encontrarle; pero María se quedó en casa.
Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto.
Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.
Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.
Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.
Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?
Le dijo (Marta contestándole, le dijo): Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.
Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está aquí y te llama.
Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y vino a él”.
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Nuestro tema para esta ocasión es: “EL MAESTRO ESTÁ AQUÍ Y TE LLAMA”.
En esta historia bíblica del ministerio de Jesucristo, en donde Cristo vino para resucitar a Lázaro, encontramos que todo eso que sucedió allí —lo cual fue una realidad— viene a ser luego tipo y figura de lo que Jesucristo estaría haciendo en este tiempo final.
Ahora, para poder comprender nuestro tema: “EL MAESTRO ESTÁ AQUÍ Y TE LLAMA”, por cuanto toda persona ha deseado escuchar la Voz del Maestro, y saber que el Maestro, Jesucristo, lo está llamando, tenemos que ver a través de la Escritura —viendo las Palabras de Cristo y de los apóstoles— cómo es que Cristo se presenta y llama a toda persona que está escrita en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.
En San Juan, capítulo 10, verso 14 en adelante, dice:
“Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,
así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.
También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquellas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.
Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.
Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre”.
En esta Escritura, Cristo claramente dice que Él tiene otras ovejas que no son del pueblo hebreo, del redil hebreo; son de entre los gentiles. Y Él dice: “Aquellas también debo traer, y oirán mi Voz; y habrá un Rebaño y un Pastor”.
El Rebaño es la Iglesia del Señor Jesucristo, el Buen Pastor es Jesucristo. Y esas ovejas que Él llamaría ¿quiénes son? Todos los que han recibido a Cristo como su Salvador.
Pero todavía quedan más ovejas que necesitan llegar a los pies de Cristo, necesitan recibir a Cristo como Salvador. Por lo tanto, las palabras de Marta son muy importantes para todo ser humano: “El Maestro está aquí y te llama”.
¿Cómo está Jesucristo, el Maestro, aquí en la Tierra llamando a todos aquellos que están tipificados en María, la hermana de Lázaro, la cual era una creyente en Cristo? Vean lo sencillo que es todo. En San Mateo, capítulo 28, Cristo dice a Sus discípulos, comenzando en el verso 16 hasta el 20, de San Mateo; ya Cristo resucitado, dice la Escritura:
“Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado.
Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban.
Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.
Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;
enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”.
La promesa de Jesucristo es que Él estará con Su Iglesia y —por consiguiente— con todos los creyentes en Cristo que forman Su Iglesia. Cristo estará en medio de Su Iglesia y —por consiguiente— en medio de todos los creyentes en Cristo; y estará llamando y juntando Sus ovejas; porque Cristo está aquí y te llama.
El llamado de Cristo a toda alma de Dios es en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo; porque es en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo que Cristo dijo que estaría: “Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo”.
Y ahora, vamos a ver cómo es que Él estará en medio de Su Iglesia, y el mundo no lo conocerá. Vamos a ver en el capítulo 14 del Evangelio según San Juan, dice versos 15 al 26:
“Si me amáis, guardad mis mandamientos.
Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre (¿Por cuánto tiempo? ¿Por cuánto tiempo sería enviado el Consolador, el Espíritu Santo? Para siempre):
el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.
No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros”.
Cristo enseña que el Espíritu Santo, el Consolador que Él enviará, está con ellos allí. ¿Y cómo estaba con ellos allí? Estaba en Cristo el Espíritu Santo, el Consolador. Sigue diciendo:
“No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros”.
¿Cómo vendrá Jesucristo a los creyentes? En Espíritu Santo, como el Consolador.
“Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis…”.
Y ahora, ¿cómo es que los creyentes en Cristo van a ver a Cristo, y el mundo no lo va a ver? Porque Cristo estará en medio de los creyentes en Él, en Espíritu Santo; y el mundo, por cuanto no conoce al Espíritu Santo, ni le ve, pues no sabrá que está Cristo en medio de Su Iglesia en Espíritu Santo. Sigue diciendo:
“… pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis”.
Por cuanto Jesucristo vive eternamente, nosotros también viviremos eternamente con Jesucristo en Su Reino.
“En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros”.
¿Y cómo estábamos en Cristo nosotros? Como una planta de trigo con muchos granos de trigo, antes de aparecer ¿dónde estaban? Pues estaban con el grano de trigo, la semilla que produjo esa planta de trigo. Así usted y yo estábamos con Jesucristo eternamente. Por esa causa es que somos redimibles, porque redimir – o una persona que es redimible es una persona que es llevada de regreso a su lugar original.
Una persona que estaba en la eternidad con Cristo…; por cuanto el ser humano pecó en el Huerto del Edén, todos pecaron cuando Adán pecó, porque estaban todos los seres humanos representados en Adán; y fueron destituidos de la gloria de Dios1: fueron destituidos del cuerpo angelical y cuerpo eterno, y destituidos de la vida eterna. Pero por cuanto somos ovejas del Padre celestial, por amor a nosotros el Padre celestial envió a Jesucristo, Su Hijo, en quien estábamos representados, y vino a buscar y a salvar lo que se había perdido, las ovejas del Padre celestial.
Y esas ovejas son restauradas al Redil, al Rebaño de Dios, que es la Iglesia del Señor Jesucristo, y por consiguiente son regresadas, restauradas esas ovejas a la vida eterna. Sigue diciendo Cristo… Vamos a ver:
“En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros”.
Y ahora, desde el Día de Pentecostés en adelante vino Cristo en Espíritu Santo, y ha estado en medio de Su Iglesia. El Día de Pentecostés nació la Iglesia del Señor Jesucristo como una planta de trigo, para llevar muchos granos de trigo, muchos hijos e hijas de Dios, a imagen y semejanza de Jesucristo nuestro Salvador; y por consiguiente estas personas son hijos del segundo Adán: Jesucristo nuestro Salvador, restaurados a la vida eterna. Son las ovejas que el Padre le dio a Cristo para que les dé vida eterna.
Y ahora, Cristo al llamar a cada una de esas ovejas; esas personas, por cuanto son ovejas de Dios dadas a Cristo, oyen la Voz de Cristo en el tiempo que les toca vivir.
¿Cómo escuchan la Voz de Cristo? La Voz de Cristo es la predicación del Evangelio de Cristo, el Evangelio de la Gracia, con el cual se da a conocer el misterio de la Primera Venida de Cristo y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario, llevando nuestros pecados sobre Su cuerpo y muriendo por nosotros en la Cruz del Calvario.
Nuestros pecados hicieron que Jesucristo muriera en la Cruz del Calvario. Cristo había dicho en San Juan, capítulo 12, verso 24: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, él solo queda; pero si cae en tierra y muere, mucho fruto lleva (o sea, muchos granos de trigo)”. Cristo es la Semilla de Trigo, Él es la Semilla de una nueva raza con vida eterna.
Y Cristo, al morir en la Cruz del Calvario, dio Su vida por nosotros; para así quitar nuestros pecados con Su Sangre, limpiarnos de todo pecado, y darnos vida eterna; y por eso es que el Día de Pentecostés, luego de Cristo haber muerto, ser sepultado y resucitar el domingo de resurrección, luego estuvo por 40 días apareciéndole a Sus discípulos en cuerpo físico pero glorificado2 (por lo cual no lo conocían); y luego ascendió al Cielo; y luego, diez días después de haber ascendido al Cielo, el Día de Pentecostés, que es el día cincuenta…
Día cincuenta, contando desde el día de la resurrección de Cristo hasta el día cincuenta: eso es el Día de Pentecostés, el cual fue domingo también. Resucitó domingo (y cincuenta días después es domingo también). Y el domingo de [pentecostés] Cristo vino a los creyentes en Él en Espíritu Santo, y produjo el nuevo nacimiento de 1203 creyentes en Él. Allí nació la Iglesia del Señor Jesucristo4; y nacieron de nuevo 120 creyentes en Cristo, como fruto del Grano de Trigo. Cristo reproduciéndose en hijos e hijas de Dios, como el grano de trigo se reproduce en muchos granos de trigo, en y a través de la planta de trigo; y Cristo a través de Su Iglesia se reproduce en hijos e hijas de Dios. Eso es el nuevo nacimiento.
Cuando Cristo bautiza al creyente en Él, que lo recibe como Salvador y lava sus pecados en la Sangre de Cristo, y es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo (que es el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo), esa persona luego es bautizada por Cristo con Espíritu Santo y Fuego, y se opera en la persona el nuevo nacimiento: y obtiene un cuerpo angelical de la sexta dimensión igual al cuerpo angelical de Jesucristo, y ha entrado la persona en el Reino de Cristo, en el Reino de Dios, ha entrado a ese Reino eterno, y por consiguiente ha entrado a la vida eterna, ha nacido en y a la vida eterna.
Porque cuando nacimos en esta Tierra, en estos cuerpos mortales, a través de nuestros padres mortales: nacimos a la vida, pero fue a la vida temporal, a una vida que es pasajera. Pero cuando nacemos en el Reino de Cristo, recibiendo Su Espíritu Santo, nacemos a la Vida. ¿A qué Vida? A la vida eterna.
Por eso Cristo dijo a Nicodemo5: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espíritu no puede entrar al Reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo”.
Y todo ser humano tiene que comprender esto: que es necesario nacer de nuevo para nacer en el Reino de Cristo, el Reino de Dios; y así nacer en la vida eterna a una nueva vida: a la vida eterna, para así asegurar su futuro eterno con Jesucristo en Su Reino eterno, en la vida eterna. No hay otra forma para entrar al Reino de Dios, al Reino de Cristo; y no hay, por consiguiente, otra forma para entrar a la vida eterna, para nacer en la vida eterna. Así como no hubo otra forma para usted y yo aparecer en esta Tierra; tuvo que ser por nacimiento.
Nacimos a través de nuestros padres terrenales: a través de nuestra madre fue que nacimos, por medio de la unión de papá y mamá, y aparecimos aquí. Por lo tanto, usted y yo estamos aquí, en esta vida terrenal, porque nacimos; fue necesario nacer para aparecer en esta vida terrenal. Pero nacimos por medio de carne y sangre, de papá y mamá uniéndose; y nos produjo una vida aquí terrenal, la cual es temporal.
Cuando nacimos en esta Tierra no nacimos en la vida eterna, nacimos en la vida temporal; por eso la persona nace, y a medida que van pasando los años se va poniendo vieja, y luego muere a cierta edad; y otros pueden morir por un accidente o por causa de alguna enfermedad. No hay edad específica en la cual la persona pueda morir.
Pero esta vida terrenal nos da la única oportunidad de obtener vida eterna recibiendo a Cristo como nuestro Salvador; nos da la oportunidad de hacer contacto con Cristo, que es la vida eterna, para nacer de nuevo.
Se requiere nacer de nuevo para nacer en la vida eterna y obtener esa herencia eterna; y ser restaurado así al Reino de Dios, y ser restaurados a la vida eterna y a la gloria de Dios.
Por medio del nuevo nacimiento es que entramos a la vida eterna. Por lo tanto, “os es necesario nacer de nuevo”.
Ahora, toda persona, por consiguiente, necesita a Jesucristo (que es el segundo Adán) para que lo perdone y con Su Sangre lo limpie de todo pecado; y la persona pueda ser bautizada en agua por un ministro, en el Nombre del Señor Jesucristo, que es el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
¿Cuál es el nombre del Hijo de Dios? Jesús, Jesucristo. Y Cristo dijo: “Yo he venido en Nombre de mi Padre”6. Ahí lo tienen. Y cuando Cristo habló del Espíritu Santo que sería enviado, Él dijo: “El cual el Padre enviará en Mi Nombre”7.
En Jesucristo, por cuanto moró, mora y morará eternamente la plenitud de Dios, la plenitud de la Divinidad, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo; en Él estando Padre, Hijo y Espíritu Santo, la trinidad de Dios tenía un Nombre, la Trinidad de Dios en carne humana manifestada en la persona de Jesús; y ese Nombre es: Señor Jesucristo.
Ahí tenemos el Nombre de la trinidad de Dios: Señor Jesu-Cristo, porque Dios ha hecho a Jesús: Señor y Cristo, dice San Pedro en el libro de los Hechos, capítulo 2, versos 34 al 41.
Ahora, vemos por qué los apóstoles llamaban al pueblo al arrepentimiento; y cuando recibían a Cristo los bautizaban en el Nombre del Señor Jesucristo, porque el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo es Señor Jesucristo.
Ahora, de edad en edad Jesucristo ha estado aquí en la Tierra en Su Iglesia, en Espíritu Santo, llamando a todos los escogidos de Dios, a todas las ovejas del Padre que le fueron dadas a Cristo para que las llame y les dé vida eterna. Él dijo: “Mis ovejas oyen mi Voz y me siguen”. Vean (luego continuaremos con el capítulo 14), vamos a ver lo que nos dice en el capítulo 10, versos 27 al 30:
“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen,
y yo les doy vida eterna”.
Jesucristo, el Buen Pastor es el único que le puede dar vida eterna a Sus ovejas, las cuales escuchan la Voz de Cristo, la predicación del Evangelio de Cristo, y reciben a Cristo y siguen a Cristo; y Cristo les da vida eterna. No es un asunto sectario; es un asunto de salvación y vida eterna para todo aquel que cree en nuestro amado Señor Jesucristo como su Salvador.
Por lo tanto, todo ser humano que desea vivir eternamente con Cristo en Su Reino, necesita recibir a Cristo como su Salvador, reconociendo la Primera Venida de Cristo y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario, para poder así obtener el perdón de sus pecados, y obtener salvación y vida eterna.
[San Juan 3:16] “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.
El que en Él cree, dice el mismo Señor Jesucristo:
“Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.
El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios”.
Las personas son condenadas si no creen en el Nombre del Unigénito Hijo de Dios, de Jesucristo. ¿No creen y no reciben a Cristo como Salvador? Son condenadas. Pero el que cree no es condenado. El que cree, recibe salvación y vida eterna. Esto está en San Juan, capítulo 3, versos 16 al 19.
Y ahora, continuando con el capítulo 10, verso… pasamos ahora: el verso 28 dice:
“… y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás (o sea, vivirán eternamente), ni nadie las arrebatará de mi mano.
Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.
Yo y el Padre uno somos”.
Nadie puede arrebatar las ovejas del Padre de la mano del Padre; y el Padre las dio a Jesucristo. Y nadie las puede arrebatar de la mano de Jesucristo. Y Cristo las llama, y escuchan Su Voz, y Cristo les da vida eterna.
Por eso es tan importante escuchar el llamado de Cristo: porque Cristo está aquí y te llama. Cristo está en la Tierra, en medio de Su Iglesia, en Espíritu Santo. Él vino para morir por nosotros, y así llamarnos y darnos salvación y vida eterna.
Ninguna persona puede obtener el perdón de sus pecados, a menos que sea a través de Jesucristo. Y ninguna persona puede ser limpia de todo pecado, a menos que sea por medio de la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador. Y no puede ser limpio de todo pecado, a menos que reciba a Cristo como su Salvador. Y no puede vivir eternamente ninguna persona, a menos que haya recibido a Cristo como su Salvador.
Vean, en San Juan, capítulo 12, vamos a ver lo que nos dice… capítulo 11, verso 51 en adelante, cuando el sumo sacerdote Caifás habló acerca de Cristo en el Concilio de la religión hebrea, el Concilio del Sanedrín…
Recuerden que Caifás quería que mataran a Cristo; aun siendo un sumo sacerdote, vean en la forma que pensaba acerca de Jesucristo. Era un sumo sacerdote, un hombre muy religioso, pero en su alma quería cometer un homicidio; y quería cometerlo usando otras personas. Y tan culpable es el que mata como el que pide que maten a una persona.
Vean cómo dice: Capítulo 11, verso 49 en adelante, dice:
“Entonces Caifás, uno de ellos, sumo sacerdote aquel año, les dijo (o sea, ‘les dijo’, al Concilio del Sanedrín): Vosotros no sabéis nada…”.
Estaba reunido el Concilio del Sanedrín y los escribas y fariseos, y todos esos líderes religiosos que no querían saber de Jesucristo; excepto José de Arimatea, Gamaliel y Nicodemo, que son los que abiertamente hablan en favor de Jesucristo. Sigue diciendo Caifás:
“… ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca.
Esto no lo dijo por sí mismo, sino que como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación;
y no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos.
Así que, desde aquel día acordaron matarle”.
Vean, líderes religiosos, pero en sus corazones homicidas. El que no ama a su hermano, dice la Escritura que es homicida8.
Y vean, cuando no – y por cuanto no amaban a Jesús, vean, eran homicidas; y luego lo fueron físicamente también, porque lo condenaron a muerte injustamente; y luego pidieron a Pilato, el líder o gobernador allí en Jerusalén, colocado por el imperio romano, o sea, el representante del imperio romano, el cual no halló causa justa para matar a Cristo, para aplicarle la pena de muerte; pero por conveniencia…
Primero quería soltarlo, y cuando su esposa le mandó a decir: “No tengas nada que ver con ese hombre justo; anoche tuve un sueño y fui atormentada por causa de él”9. Y tuvo miedo Pilato, y quería soltarlo; pero le decían que si algún hombre se hacía rey, se convertía en enemigo del César. Y por consiguiente, Pilato, si lo soltaba, lo iban a acusar de que a un hombre que se había hecho rey, él lo había protegido; y los judíos decían: “Nosotros no tenemos otro rey sino a César”10.
Por consiguiente, de ese imperio romano es que el anticristo en la profecía bíblica es manifestado; y a ese lo van a recibir, por conveniencia también; y harán un pacto con el hombre de pecado, el anticristo, sin saber que es el hombre de pecado de la profecía de Daniel, capítulo 9, y otros capítulos; el cual fue tipificado en otros grandes líderes políticos enemigos del pueblo hebreo, y fue tipificado en cada uno de los que fueron reyes, o fueron los líderes políticos del imperio de los gentiles, que comenzó con el rey Nabucodonosor, con ese imperio babilónico.
Luego del imperio babilónico, del cual Nabucodonosor era su rey, su emperador y también su líder religioso, luego vino el imperio medo-persa; y del imperio medo-persa, que fue el segundo imperio, vino el imperio de Grecia; y después del imperio de Grecia, el imperio romano.
Todos esos grandes líderes políticos son tipo y figura del anticristo; que estará, luego de las etapas de la cabeza de oro, el pecho y los brazos de plata… El pecho y los brazos de plata fue el imperio medo-persa; el vientre y los muslos de bronce fue el imperio de Grecia; la cabeza de oro había sido el imperio babilónico con Nabucodonosor; y las piernas de hierro, y los pies de hierro y de barro cocido, ese es el imperio romano; las piernas de hierro es el imperio romano de los Césares.
Y luego, la corona de los Césares y corona de Babilonia la hereda el anticristo, el hombre de pecado, luego de la etapa del imperio romano literal de los Césares. Y luego el anticristo, el hombre de pecado, será uno que estará encubierto en medio de este mundo, pero es el heredero al imperio y del imperio romano, y por consiguiente de la corona de los Césares, y también de la corona babilónica.
Por eso en la Escritura habla de Babilonia, y dice: “misterio: BABILONIA LA GRANDE”11; porque todo eso es un misterio. Pero el Ángel que le dio a Juan el apóstol la revelación del Apocalipsis, conoce ese misterio, y se lo dio a Juan en forma simbólica.
Pero para el tiempo final este misterio estará abierto completamente; y cuando llegue el tiempo señalado por Dios, el anticristo será quitado durante la gran tribulación, que corresponde a los tres últimos – tres años y medio últimos de la semana número setenta. Porque la semana número setenta, de la profecía de Daniel, capítulo 9, se detuvo cuando Cristo fue crucificado.
El ministerio de Cristo por tres años y medio corresponde a la primera parte de la semana número setenta. La semana número setenta consta de siete años; como cada semana de esa profecía de Daniel, capítulo 9, cada semana consta de siete años.
Por lo tanto, setenta semanas (70) se multiplica por siete (7), y da (¿cuánto, Miguel?) 490 años. Esas son las setenta semanas. Pero a los 486 años y medio, de la profecía de las setenta semanas, murió Cristo en la Cruz del Calvario; y se detuvo ahí la semana número setenta; y luego comenzó la Dispensación de la Gracia, y luego pasó el Evangelio, de los judíos a los gentiles. Y queda todavía, para el pueblo hebreo, tres años y medio, que corresponde a esa, a esos últimos tres años y medio de la semana setenta.
Por lo tanto, durante esos tres años y medio que faltan, Dios va a tratar con el pueblo hebreo. Durante esos tres años y medio la Iglesia del Señor Jesucristo estará con Cristo en la gloria, en la Casa de nuestro Padre celestial, en la gran fiesta de la Cena de las Bodas del Cordero. Antes de comenzar esa semana número setenta, Cristo completará Su Iglesia, se levantará del Trono del Padre, resucitará a los muertos creyentes en Él, y a nosotros los que vivimos nos transformará; y luego nos llevará con Él a la Cena de las Bodas del Cordero.
Por lo tanto, mientras Cristo todavía esté en el Cielo, en el Trono del Padre, como Sumo Sacerdote, haciendo intercesión por todos los escogidos escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, que faltan por ser llamados y juntados, Cristo está aquí en la Tierra en Espíritu Santo llamando a Sus escogidos, llamando a aquellos que están representados en María.
El Maestro, que es Jesucristo, el cual está en Espíritu Santo…; porque ahora vean lo que nos dice aquí Cristo, el Maestro. Era el Maestro cuando estaba aquí en la Tierra en carne humana; pero ahora, Cristo en Espíritu Santo, vamos a ver si es el Maestro. Sigue diciendo acá en San Juan, capítulo 14 (ahí nos detuvimos); versos 22 en adelante, dice:
“Le dijo Judas (no el Iscariote)…”.
El Iscariote no hacía esas preguntas. El Iscariote, cuando habló algo, lo que dijo fue en una ocasión que le derramaron un perfume, un ungüento muy oloroso a Jesús, él dijo: “Esto es un desperdicio, esto pudo haberse vendido por tantas piezas de plata, tantos denarios, o tanto dinero”12. ¿Ve? Y él estaba pensando: “Se vende en (¿cuánto fue? 300) 300; y por ahí yo agarro una parte, y me quedo con una parte o con casi todo”. O sea, estaba doliéndole que de lo que él iba a agarrar para él, ahí todo se lo estaban dando a Jesús; y se lo estaban dando en forma de perfume, no en dinero.
Sigue diciendo:
“Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?”.
Aquí está el secreto: cómo es que Cristo se iba a manifestar a los creyentes en Él pero no al mundo. El mundo no vería a Cristo, pero Cristo estaría aquí en la Tierra con los creyentes en Él.
“Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”.
Aquí les está hablando del bautismo del Espíritu Santo, porque Cristo en Espíritu Santo estará en el alma de cada creyente.
“El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió”.
Y ahora, todo lo que predicaba Jesús, ahora Él dice que no era de Él, sino del Padre que lo había enviado. Porque cuando Dios envía un profeta, un enviado, Dios coloca en el alma, en el espíritu y en la mente, y en la boca de ese hombre, Su Palabra revelada; y ese hombre lo que habla es la Palabra que Dios colocó en su boca. Por lo tanto, puede decir: “La Palabra que yo hablo no es mía, sino del que me envió”. Así decía Cristo.
Es como el Ángel del Señor Jesucristo cuando le habló a Juan toda esta revelación del Apocalipsis, podía decirle a Juan: “La Palabra que yo te hablo no es mía, sino del que me envió, de Jesucristo”. Porque ese Ángel vino con la revelación de Jesucristo; no con una revelación propia, sino con la revelación de Jesucristo. Así como Jesucristo vino con la revelación del Padre, y el Padre vino velado y revelado en Jesucristo.
Y en el Ángel de Jesucristo viene Cristo velado y revelado. La revelación de Jesucristo es en Su Ángel; como la revelación de Dios, el Padre, es en Jesucristo. Es paralelo en todo.
Sigue diciendo:
“Os he dicho estas cosas estando con vosotros.
Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”.
Y ahora, el Espíritu Santo, el cual el Padre enviará en el Nombre del Señor Jesucristo, dice: “… os enseñará todas las cosas”.
Y ahora, el Maestro es el Espíritu Santo en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo, el cual es Cristo en Espíritu Santo. Por lo tanto, ¡el Espíritu Santo, en medio de la Iglesia de Jesucristo, está aquí en la Tierra y te llama! Llama a cada oveja del Padre celestial dada a Cristo para que la llame y le dé vida eterna.
Es el Maestro, Cristo en Espíritu Santo, llamando y juntando Sus escogidos, Sus ovejas, de etapa en etapa, de edad en edad, por medio de los apóstoles en el tiempo de los apóstoles, cuando fueron llenos del Espíritu Santo; y luego por medio de cada ángel mensajero entre los gentiles, en quienes estuvo el Espíritu Santo velado y revelado, llamando y juntando las ovejas del Padre.
Y en cada edad los creyentes en Cristo podían decir a las personas: “El Maestro está aquí y te llama”. ¿Cómo estaba el Maestro? En Espíritu Santo, estaba en el mensajero de cada edad en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo.
El Maestro estaba en la Tierra para resucitar a Lázaro en aquel tiempo. Y el Maestro en Espíritu Santo está en medio de la Iglesia de Jesucristo todo el tiempo, en Espíritu Santo, para producir la resurrección espiritual de cada persona que recibe a Cristo como su Salvador.
Ahora, han transcurrido las siete etapas o edades de la Iglesia del Señor Jesucristo, desde Asia Menor y Europa y Norteamérica. En esos lugares se cumplieron las siete etapas de la Iglesia del Señor Jesucristo entre los gentiles, y hemos llegado al tiempo en que de un momento a otro Cristo resucitará los creyentes en Él que han partido, y nos transformará a nosotros los que vivimos; para lo cual Jesucristo está aquí en la Tierra en medio de Su Iglesia en Espíritu Santo, para llevar a cabo la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos.
Pero llama a María a través de Marta, a quien Cristo le habló de la resurrección, y le dijo: “Yo soy la Resurrección y la Vida”; y le dijo: “Tu hermano resucitará”. O sea, le está hablando de una resurrección que va a llevar a cabo en el momento. Pero Marta, por cuanto ya había escuchado que Jesús había enseñado en el capítulo 6, versos 39 al 58, de San Juan, que a todos los creyentes en Cristo Él los resucitaría en el Día Postrero… Vean cómo lo dice aquí: capítulo 6, versos 39 en adelante, de San Juan, dice:
“Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero”.
Esa es la voluntad del Padre, al darle esas ovejas a Cristo: que no se pierda ni una de esas personas, sino que Cristo las resucite en el Día Postrero, para que vivan eternamente con un cuerpo eterno. Esa es la bendición para todos los creyentes en Cristo, dice… sigue diciendo:
“Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”.
Tenemos la promesa, del mismo Cristo, que a todos los creyentes en Él, Él los va a resucitar en el Día Postrero, los creyentes en Él que han muerto en edades pasadas y los que mueran en nuestro tiempo. Y a los que quedemos vivos, la promesa es que nos va a transformar, y va así a darnos un cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, como Su cuerpo glorificado; y a los que Él resucite, los muertos creyentes en Él que resucite, los resucitará en cuerpos eternos, inmortales y glorificados y jóvenes para toda la eternidad.
Y todos entonces seremos jóvenes, representando de 18 a 21 años de edad, que es la edad de la flor de la juventud, la edad en la cual todos quisimos quedarnos sin movernos, sino representando siempre de 18 a 21 años de edad; pero por causa de que no estamos en cuerpos eternos, el tiempo ha estado dejando huellas en nuestro rostro, en nuestro cabello y en todo nuestro cuerpo.
Pero no se preocupen. Toda persona que ha recibido a Cristo como su Salvador, ha lavado sus pecados en la Sangre de Cristo, ha sido bautizado en agua en Su Nombre, y ha recibido el Espíritu Santo: ha obtenido el nuevo nacimiento y ha recibido salvación y vida eterna; y por consiguiente, si muere físicamente, Cristo lo resucitará, porque ya tiene vida eterna; aunque vida eterna física todavía no la tenemos, pero ya tenemos vida eterna espiritual, y pronto nos dará vida eterna física, dándonos un cuerpo eterno y glorificado.
Vean, aquí en San Juan, capítulo 11, sigue diciendo Cristo, cuando está hablando con Marta, aquí cuando dice:
“Jesús le dijo: Tu hermano resucitará (verso 23 en adelante).
Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero”.
Marta sabía eso; pero lo que Marta no sabía era que Cristo iba a tomar el caso de Lázaro para tipificar lo que Él va a hacer en el Día Postrero. Por lo tanto, una resurrección literal física que iba a hacer con uno de Sus discípulos, con Lázaro, va a tipificar lo que Cristo va a hacer en este tiempo final con todos los creyentes en Él que han muerto. Lázaro ya tenía cuatro días de muerto, ya la corrupción había entrado en su cuerpo.
Y no importa cuántos años lleven los creyentes en Cristo que han muerto, cuántos años lleven que hayan muerto; no importa que lleven 100 años, 500 años, 1000 años o 2000 años, eso no tiene ningún problema. Cristo ha prometido resucitar a todos los creyentes en Él que hayan muerto. La resurrección será en un cuerpo nuevo y eterno.
Por lo tanto, Cristo va a cumplir esa promesa; y en el caso de Lázaro, ahí está toda la promesa divina que Cristo ha hecho para la resurrección de los muertos en Cristo, ahí está todo tipificado; y ahí está la muestra de Su poder, de que lo que Él prometió que va a hacer con todos los creyentes en Él que mueran físicamente, Él va a probar que tiene el poder para hacerlo, resucitando a Lázaro. Con la resurrección de Lázaro queda confirmado que Cristo tiene el poder para resucitar a todos los creyentes en Él que hayan muerto.
Y ahora, Marta no sabía lo que Cristo iba a hacer. Pero Marta decía: “Si hubieses estado aquí, Lázaro no habría muerto”. Eso era así, porque Jesús reprendía la enfermedad y continuaba viviendo. Pero cuando Lázaro se pusiera viejito, como quiera iba a morir.
Pero ahora esta resurrección va a ser tipo y figura de la resurrección que Cristo va a llevar a cabo con todos los creyentes en Él; aunque después Lázaro va a morir ya más adelante; porque esa resurrección que va a hacer Cristo será en el cuerpo físico mismo que Lázaro tenía. Y lo otro, que Lázaro tenía que ser resucitado para poder pertenecer a la Iglesia del Señor Jesucristo, porque la Iglesia del Señor Jesucristo nació el Día de Pentecostés.
Si Lázaro no resucitaba, entonces pertenecía a los santos del Antiguo Testamento; pero por cuanto Lázaro resucitó, entonces Lázaro pertenece a los santos del Nuevo Testamento, que son los hijos e hijas de Dios pertenecientes a la Iglesia del Señor Jesucristo. Y la Iglesia del Señor Jesucristo es el Israel celestial, compuesta por los hijos e hijas de Dios; y la Iglesia del Antiguo Testamento es el pueblo hebreo, compuesto por los siervos de Dios, los hebreos.
Ahora, Cristo le dice a Marta:
“Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”.
Toda persona creyente en Cristo tiene la promesa, y tiene también la esperanza, de que si muere volverá a vivir; y aun al morir sigue viviendo en el Paraíso, en un cuerpo angelical.
Esa esperanza no la tienen los incrédulos, los que no creen en Cristo; porque el que no cree en Cristo es condenado, y cuando muere es llevado al mismo lugar que fue llevado el rico de aquel evento (ya fuera parábola o fuera algo que sucedió realmente), del hombre rico y Lázaro el mendigo.
Ahora, para los que no son creyentes en Cristo, cuando mueren, el lugar es el lugar a donde fue el hombre rico, y a donde fueron los antediluvianos, que no creyeron en Noé y su Mensaje. Cuando Cristo murió, los visitó; y dice que Cristo fue al infierno, bajó al infierno, al lugar de los perdidos, al lugar donde estaban los espíritus de los que fueron desobedientes en el tiempo de Noé. Eso está en la carta de San Pedro, capítulo… vamos a ver el capítulo aquí: Primera de Pedro, capítulo 3, verso 18 al 20, dice:
“Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu…”.
Cristo murió, pero fue en la carne, o sea, en Su cuerpo de carne; pero Él siguió viviendo en Su cuerpo angelical, que es el Espíritu de Cristo. Y cuando murió físicamente, dice:
“… en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados (o sea, que fue en Espíritu, en Su cuerpo angelical, al infierno, y predicó a los espíritus encarcelados),
los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua”.
Y ahora, esas personas que fueron incrédulas al Mensaje de Dios dado a Noé, el cual Noé predicó; esas personas que fueron incrédulas: cuando vino el diluvio fueron destruidas; y al morir, su cuerpo fue colocado sobre la tierra (sobre las aguas primero y después quedó sobre la tierra, o sepultados, o algunos quedaron visibles), pero el alma y el espíritu de esas personas bajó al infierno, que es la quinta dimensión; continuaron viviendo pero en espíritu, pero en el infierno, que es la quinta dimensión.
Y cuando Cristo murió, por cuanto Él llevó nuestros pecados, por cuanto todos los pecadores al morir tienen que ir a vivir al infierno, Cristo, por cuanto murió por nuestros pecados, murió como pecador, se hizo pecado por nosotros, Dios cargó en Él todos nuestros pecados: tuvo que ir al infierno también; y allí se encontró con todas esas personas, todas esas personas en esos cuerpos espirituales, y les habló: “De mí fue que habló Noé”. Les mostró que Él era aquella simiente de la mujer que vendría a la Tierra, y todas estas cosas; y también condenó la incredulidad de ellos. No era un Mensaje para salvación.
Luego también se encontró con el diablo, o sea, bajó a otra parte del infierno, donde estaba el diablo; y ahí el diablo pensó que lo había vencido, pero Cristo le quitó las llaves del infierno y de la muerte13 al diablo; y también todos los pecados del ser humano, que estaban sobre Cristo, fueron llevados al diablo; porque el diablo es el originador del pecado.
Y Cristo luego salió del infierno, pues tenía las llaves del infierno y de la muerte; y luego pasó al Paraíso, donde estaba Abraham, Isaac, Jacob, los patriarcas, y donde estaba también Juan el Bautista, todos los creyentes del Antiguo Testamento.
Y luego el domingo de resurrección resucitó, y con Él los santos del Antiguo Testamento, los cuales se aparecieron a muchas personas en la ciudad de Jerusalén. Por eso es que en San Juan y en San Mateo, Cristo nos habla tanto de la resurrección.
Ahora, vean, en San Mateo, capítulo 27, verso 51 en adelante, dice:
“Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron;
y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron;
y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él”.
Después de la resurrección de Jesucristo salieron de los sepulcros los santos del Antiguo Testamento que habían muerto.
“… vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos”.
Y aparecieron a muchas personas en Jerusalén. Y Jesucristo también, resucitado, apareció a Sus discípulos. Y dice la Escritura que en una ocasión apareció a más de 500 personas a la misma vez, que estaban reunidos14.
Ahora, encontramos que Cristo luego que resucitó no estuvo apareciéndole a Caifás y al Concilio del Sanedrín y al mundo, y a Pilato, para decirle: “Me condenaste y resucité”. No, nada de eso. Él había dicho: “El mundo no me verá más, pero vosotros me veréis”.
Y ahora, Cristo, luego que estuvo con Sus discípulos, luego les dijo: “Volveré a vosotros”. ¿Cómo volvería? En Espíritu Santo. Y el Día de Pentecostés vino en Espíritu Santo y estuvo con todos los creyentes en Él; y Él los bautizó con Espíritu Santo y Fuego. Juan el Bautista había dicho: “Este es el que bautiza con Espíritu Santo y Fuego”15. O sea, el precursor dijo lo que iba a hacer el precursado.
Pero mientras el precursado (Jesús) estaba en carne humana sobre la Tierra, no podía bautizar a nadie con Espíritu Santo y Fuego: tenía que morir, resucitar y ascender al Cielo, y entonces vendría el Espíritu Santo, Cristo en Espíritu Santo, para bautizar con Espíritu Santo a los creyentes en Él luego de hacer la Obra de Redención en la Cruz del Calvario, para luego poder producir el nuevo nacimiento en los creyentes en Él; y así producir esa vida nueva, la vida eterna, en todos los creyentes en Él, y darles un cuerpo angelical, producir así esa transformación interior.
Para el Día Postrero, para el tiempo final, tenemos la promesa de una resurrección física para los muertos en Cristo y una transformación para nosotros los que vivimos. Ya Cristo, así como hizo dos mil años atrás: que había enviado un precursor, Juan el Bautista, ya envió Cristo el precursor de la Segunda Venida de Cristo, el cual, para los que lo quieran recibir, si no saben quién fue, fue el reverendo William Branham, el cual vino con el espíritu y virtud de Elías, como el mensajero de la séptima etapa o séptima edad de la Iglesia, representada en la edad, representada en la iglesia de Laodicea, que era una de las iglesias de Asia Menor.
Y el precursor dijo que después de él vendrá Aquel al cual él le preparó el camino. Ese que vendrá después de él es el que traerá la bendición más grande; y con Su Venida vendrá la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos. Pero todo eso está dentro de un Programa Divino que tiene que cumplirse conforme a como fue diseñado por Jesucristo nuestro Salvador.
Dice San Pablo en Filipenses, capítulo 3, verso 20 al 21:
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra”.
¿Para qué es la Segunda Venida de Cristo? Para la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos, en la Obra de Reclamo que Cristo estará llevando a cabo en este tiempo final. Y esa Obra Él la llevará a cabo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, en Su Obra de Reclamo.
Por eso es que San Pablo también en otras profecías dice que será “a la Final Trompeta; porque será tocada la Trompeta y los muertos en Cristo resucitarán primero, y nosotros los que vivimos seremos transformados”. Eso está en Primera de Corintios, capítulo 15, versos 51 al 58. Y en el verso 49, dice:
“Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial”.
O sea que seremos a imagen y semejanza de Jesucristo nuestro Salvador, con cuerpos angelicales eternos, y cuerpos físicos glorificados y eternos. Así será para todos los creyentes en Cristo.
Ahora vean, acá en San Juan, donde estábamos leyendo hace algunos momentos atrás, sigue diciendo Cristo en el… vamos a repetir la lectura del verso 25, y pasaremos hasta el verso 27, dice [San Juan 11]:
“Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?”. Amén.
El que cree en Jesucristo, el que vive aquí en la Tierra y cree en Jesucristo, cuando muere, no muere eternamente; es solamente la muerte del cuerpo físico, pero la persona sigue viviendo en el Paraíso, en un cuerpo angelical.
Y cuando Cristo cumpla plenamente Su Segunda Venida, venga como el León de la tribu de Judá, cuando haya terminado de llamar y juntar a todos Sus escogidos en Su Iglesia, se levantará del Trono del Padre, tomará el Título de Propiedad, que es el Libro de los Siete Sellos, lo abrirá en el Cielo, y hará Su Obra de Reclamo: resucitará a los muertos creyentes en Él, y a nosotros, si estamos vivos, nos transformará; y entonces todos tendremos cuerpos eternos y glorificados.
Ahora, Cristo necesita completar Su Iglesia; por lo tanto, la resurrección de los muertos en Cristo será después que haya entrado al Cuerpo Místico de Cristo hasta el último escogido de Dios escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero. Y así como Él llamó a Sus escogidos en cada edad del pasado (Cristo en Espíritu Santo manifestado por medio de cada ángel mensajero, en quienes se veló y se reveló a través de ellos, en medio de Su Iglesia), en este tiempo final también Él estará haciendo lo mismo.
Por lo tanto, en cada edad, la Iglesia del Señor Jesucristo podía decir a cada persona: “El Señor está aquí y te llama”.
Luego, encontramos que también en el tiempo del precursor de la Segunda Venida de Cristo, en quien estuvo Cristo en Espíritu Santo manifestado, el grupo de escogidos que siguió al séptimo ángel mensajero de la séptima edad, podía decir por medio del Mensaje que trajo el reverendo William Branham: “El Maestro está aquí y te llama”. Como Marta le dijo a María.
Pero María no había visto a Cristo cuando llegó. Pero Marta lo vio y habló con Él, y Él le habló acerca de la resurrección de Lázaro; por lo tanto, había venido para llevar a cabo ese propósito. Pero estando Marta, y no estando María, no podía resucitar a Lázaro; porque María tipifica al grupo de escogidos del Día Postrero, el último grupo que llega antes de la resurrección de los muertos en Cristo.
Vean ustedes, en español, si ustedes se fijan bien: Marta, la “t”, y María, la “i”, una sola letra es la que hace diferencia. Por lo tanto, si le quitan la “t” a Marta, y le ponen una “i”, ¿qué dice? María. Si le quitan la “i” a María, y le ponen una “t”, ¿qué dice? Marta.
Ahora, encontramos que Marta pasó el Mensaje de Cristo a María, le dijo: “El Maestro está aquí y te llama”. Y María salió hacia donde su maestro; y ahí fue que Cristo fue conmovido en Espíritu, luego que María llegó; que tipifica al grupo de escogidos de este tiempo final.
Y para la resurrección de los muertos en Cristo tenía que estar ¿quién? María, presente, con el Señor Jesucristo, recibiendo al Señor Jesucristo.
Marta estaba muy cerca, pero no era María; tenía que ser María la que estuviera allí presente. No sabemos, porque la historia no lo dice, si Marta después vino, o si Marta se quedó de nuevo en los quehaceres y vigilando la casa; porque la casa no se puede dejar sola; y habiendo tanta gente en la casa, no se puede dejar sola; porque si hay dinero, uno no sabe si se puede desaparecer.
Pero sí sabemos que María fue donde estaba Jesús, y fueron también algunas personas de los judíos llorando; porque en esos tiempos se… como también sucede cuando muere una persona, que los familiares lloran. Antes, también, ¿como que alquilaban personas para que lloraran, Miguel? Parece que personas, “llorones”. Y eso pues… o que se echaran cualquier cosa en los ojos para llorar; porque cuando iban a un funeral, pues, iban a llorar también con los familiares, ya fuera que sintieran amor o no; pero ya eso era la forma.
Y ahora, cuando ven que María sale corriendo de la casa… salió de prisa; y cuando se sale de prisa, no se sale poquito a poco. Cuando la ven que sale de prisa, dicen: “Va a llorar al sepulcro”; y se fueron detrás de ella. Y cuando llegan a donde Jesús, ven a María recibiendo a Jesús. Y Jesús ve a María, y ve también un grupo de judíos llorando, acompañando a María; porque en esos tiempos guardaban ese tiempo de luto por unos cuantos días. Y Jesús se conmovió.
Vean, le había dicho a Marta primero: “Tu hermano resucitará”, pero no se había conmovido. Pero cuando ve a María… Vamos a leer este pasaje aquí, vamos a continuar aquí: verso 27 dice: “Le dijo…”. Cuando Jesús dice [verso 26]:
“Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?
Le dijo (Marta, por supuesto): Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.
Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está aquí y te llama.
Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y vino a él.
Jesús todavía no había entrado en la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta le había encontrado.
Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado de prisa y había salido, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro a llorar allí.
María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano.
Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu, y se conmovió,
y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve.
Jesús lloró.
Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba.
Y algunos de ellos dijeron: ¿No podía este, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera?
Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima.
Dijo Jesús: Quitad la piedra (Marta estaba allí; vean, Marta también había ido). Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días.
Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?”.
¿A quién se lo dice, Miguel? A Marta.
Ya primero le había dicho: “Tu hermano resucitará”. Y ella le dice: “Sí, yo sé que resucitará en el Día Postrero”.
Es como si para este tiempo, Cristo por medio de Su Espíritu Santo, al decirle a la Iglesia: “Ha llegado el tiempo para la resurrección de los muertos en Cristo”, o sea… o dice: “Todos los muertos en Cristo van a resucitar”. Y todos los ministros y todas las iglesias dicen: “Nosotros sabemos que van a resucitar en el Día Postrero. ¡Cristo lo prometió y los apóstoles también lo dicen!”. Pero si no comprenden que estamos viviendo ya en el Día Postrero, pues no saben que es para este tiempo.
Lo que le pasó a Marta: no había comprendido que estaba en el cuarto día; y al cuarto día era que Cristo iba a resucitar a Lázaro, porque el cuarto día es tipo y figura de la cuarta generación. En la cuarta generación Dios sacaría al pueblo hebreo del sepulcro egipcio, de la esclavitud en Egipto. Y en el cuarto día o cuarta generación, es donde Cristo llama a Sus escogidos de este tiempo final a subir a la Edad de la Piedra Angular. La Edad de la Piedra Angular es esa cuarta generación de Lutero hacia acá, del tiempo de Lutero hacia acá.
La primera etapa de esas cuatro etapas de restauración, corresponden a:
• la edad luterana, tiempo de Lutero; una generación luterana;
• luego, segundo día o segunda etapa o segunda generación: la generación wesleyana, con Wesley;
• tercera generación: la generación pentecostal, con el mensajero, el reverendo William Branham, en la séptima edad de la Iglesia;
• y ahora, la Edad de la Piedra Angular, que corresponde a la cuarta generación.
En la cuarta generación, fue que Dios le dijo a Abraham: “En la cuarta generación volverán acá (o sea, a la tierra prometida)”16.
En la cuarta generación, que es la Edad de la Piedra Angular, volverán a la tierra prometida del cuerpo eterno, entrarán a la tierra prometida del cuerpo eterno y glorificado. Y los muertos en Cristo resucitarán en cuerpos glorificados; tipo y figura allá, en el tipo y figura del cuarto día, en que Cristo apareció para resucitar a Lázaro. En el cuarto día es que María se encuentra con Jesús.
En ese mismo cuarto día, más temprano que el momento en que María se encontró con Jesús, más tempranito se había encontrado Marta con Jesucristo. Y “más tempranito”, eso es el grupo del precursor de la Segunda Venida de Cristo encontrándose con el Espíritu Santo manifestado en el precursor de la Segunda Venida de Cristo.
Y por eso es que de ese grupo es que vino el anuncio de que Jesucristo estaba en Espíritu Santo manifestado en el precursor de la Segunda Venida de Cristo. Y de ahí es que surge la noticia: “Cristo está aquí y te llama”, para el llamado de María, que representa el grupo de escogidos del Día Postrero, para la Edad de la Piedra Angular.
Fue cuando Jesús vio a María y al grupo de judíos llorando. El grupo de judíos llorando, pronto van a aparecer; va a aparecer un grupito de 144.000 por ahí, que está prometido que van a estar llorando.
Eso está por ahí por el capítulo 12 de Zacarías. Capítulo 12, verso 10 en adelante de Zacarías:
“Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito.
En aquel día habrá gran llanto en Jerusalén, como el llanto de Hadadrimón en el valle de Meguido.
Y la tierra lamentará, cada linaje aparte; los descendientes de la casa de David por sí, y sus mujeres por sí; los descendientes de la casa de Natán por sí, y sus mujeres por sí;
los descendientes de la casa de Leví por sí, y sus mujeres por sí; los descendientes de Simei…
(Miguel, ¿aquí qué dice? Los descendientes de la casa de Leví por sí, ¿y después?… antes de ahí… más abajo, el 13).
… los descendientes de la casa de Leví por sí, y sus mujeres por sí; los descendientes de Simei por sí, y sus mujeres por sí;
todos los otros linajes, cada uno por sí, y sus mujeres por sí”.
¿Ven? Ahí tenemos el gran llanto.
Ahora, estamos en el tiempo final. La noticia es que el Maestro, que es Cristo en Espíritu Santo, está aquí en Su Iglesia, en la etapa de la Edad de la Piedra Angular, y está llamando y juntando a todos Sus escogidos, está con Su Mensaje de Gran Voz de Trompeta llamando a Sus escogidos; y como Marta: vienen a los pies de Cristo recibiendo a Cristo como su Salvador.
Y pronto, a todos aquellos que están tipificados en Lázaro, el amigo de Jesús y hermano de Marta y María, pronto, cuando Cristo complete Su Iglesia, que está tipificado en María completa apareciendo a los pies de Jesús…; y también llegando Marta, Marta y María, o sea, el grupo de escogidos del Día Postrero de la Edad de la Piedra Angular, y el grupo del precursor, los que van a ser transformados.
Y va a haber una resurrección de los muertos en Cristo y una transformación de nosotros los que vivimos. Todo esto es exclusivamente para un grupo de personas. Y todo ser humano le gustaría ser parte de ese grupo de personas, que aunque mueran tienen la promesa de que van a ser resucitados en cuerpos glorificados, y que aunque mueran siguen viviendo con los santos de edades pasadas en el Paraíso.
Y si continúan vivos, pues tienen la promesa de que van a ser transformados si permanecen vivos hasta ese momento. Para ese grupo de personas es esa promesa. Son personas que tienen esa promesa. ¿Y quiénes son esas personas? Toda persona que ha recibido a Cristo como su Salvador, ha lavado sus pecados en la Sangre de Cristo, ha sido bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego, y ha obtenido el nuevo nacimiento. Esas son las personas de las cuales Cristo dijo y para las cuales Cristo dijo a los discípulos:
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado”. (San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16).
Toda persona desea vivir eternamente, toda persona desea asegurar su futuro eterno para tener una vida eterna en un cuerpo eterno. Y toda persona puede alcanzarlo recibiendo a Cristo como su Salvador. Así es como usted asegura su futuro eterno: con el único que le puede asegurar su futuro eterno, que es Jesucristo nuestro Salvador.
Para eso es que recibimos a Cristo como nuestro Salvador: para que Él perdone nuestros pecados, con Su Sangre nos limpie de todo pecado, y seamos bautizados en agua en Su Nombre, donde nos identificamos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección; y Él nos bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en nosotros el nuevo nacimiento, produzca en nosotros el nacimiento en la vida eterna; y así nos asegure nuestro futuro eterno con Él en Su Reino eterno.
Yo he asegurado mi futuro eterno con Jesucristo en Su Reino eterno. ¿Quién más lo ha hecho? Cada uno de ustedes aquí presentes también, y ustedes radioyentes, que han recibido a Cristo como Salvador, han sido bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y han recibido el Espíritu Santo; y Cristo ha producido en ustedes el nuevo nacimiento; porque es para todo aquel que cree en Cristo, lo recibe como Salvador, es bautizado en agua en Su Nombre, y recibe el Espíritu Santo.
Por lo tanto, usted tiene la promesa de una transformación en un cuerpo eterno y glorificado, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo, si permanece vivo hasta ese momento. Pero si muere físicamente no tienen ningún problema: va al Paraíso a vivir con los santos de edades pasadas, y cuando Cristo resucite a los muertos creyentes en Él, usted también será resucitado.
Pero si usted, que está presente, y los que están a través de la radio, o a través de la televisión, o leen esta conferencia en un folleto: si usted todavía no ha recibido a Cristo, usted no tiene esperanza de vivir eternamente, usted no tiene la esperanza de un día (si muere) resucitar en un cuerpo eterno para vivir eternamente; y si permanece vivo, usted no tiene la esperanza de una transformación, para así obtener un cuerpo eterno y vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino, con un cuerpo glorificado y eterno y joven para toda la eternidad.
Pero mientras usted está vivo en este planeta Tierra tiene la oportunidad de recibir a Cristo como Salvador, para tener así usted la esperanza de vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino eterno.
Por lo cual, en esta noche, ustedes que están aquí presentes y los que están a través de la radio, o a través de la televisión, o que lean esta conferencia en un folleto, tienen la oportunidad de levantar su mano y decir: “Yo deseo que usted ore por mí, para que Cristo me reciba, perdone mis pecados, y Cristo con Su Sangre me limpie de todo pecado. Quiero ser salvo, quiero vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino, quiero entrar al Reino de Cristo, quiero nacer de nuevo, quiero nacer en la vida eterna”.
Puede levantar entonces su mano, y yo oraré por usted en esta noche, si usted nunca ha recibido a Cristo como su Salvador. Si usted no lo ha recibido, en esta noche puede hacerlo, y yo estaré orando por usted. Puede levantar su mano, los que están aquí presentes, y los que están también a través de la radio, y los que están viendo esta conferencia.
Pueden también pasar al frente, para orar por ustedes en esta ocasión. Tanto los que están presentes como los que están a través de la radio, pueden colocar su mano sobre la radio; y los que están a través de la televisión, pueden colocar su mano sobre su televisor; y los que estén en una actividad pública y estén viendo esta conferencia a través de un proyector, pueden pasar al frente también, para así orar por ustedes; y que Cristo tenga misericordia de ustedes, les perdone, y con Su Sangre les limpie de todo pecado, y puedan luego ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Pueden continuar pasando al frente para orar por ustedes en esta noche, para que así ustedes aseguren su futuro eterno con Jesucristo en Su Reino eterno.
CRISTO ESTÁ AQUÍ Y TE LLAMA, Jesucristo en Espíritu Santo está en este planeta Tierra en medio de Su Iglesia, y te llama. Él ha estado llamándote en esta ocasión; por lo tanto, si oyes hoy Su Voz, no endurezcas tu corazón. Abre tu corazón y recibe a Cristo como tu único y suficiente Salvador, para que Él perdone tus pecados, y con Su Sangre te limpie de todo pecado, y puedas ser bautizado en agua en Su Nombre; y así te identifiques con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección; y Cristo te bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ti el nuevo nacimiento; y así tú nazcas en y a la vida eterna, a una nueva vida con Cristo en Su Reino eterno.
Cristo dijo: “El que me confesare delante de los hombres, yo le confesaré delante de mi Padre”. Todos queremos que Cristo nos confiese delante del Padre celestial; y para eso, confesamos a Cristo públicamente, lo recibimos públicamente como nuestro Salvador, damos testimonio de nuestra fe en Cristo, dando testimonio de que creemos en Jesucristo y lo recibimos como nuestro Salvador.
Y Cristo dice al Padre: “Padre, esta persona me ha recibido como Salvador, ha dado testimonio públicamente de su fe en Mí; y Yo le he perdonado sus pecados, y con Mi Sangre Yo le he limpiado de todo pecado. Padre, recíbele en Tu Reino”.
Y el Padre envía Su Espíritu Santo sobre la persona, luego que es bautizada la persona en agua en el Nombre del Señor Jesucristo; y la persona obtiene el nuevo nacimiento, nace en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador, entra al Reino de Dios.
También Cristo dijo: “El que me negare delante de los hombres, Yo le negaré delante de mi Padre”. Pero todos queremos que nos confiese delante de Dios, delante del Padre celestial, para lo cual confesamos públicamente a Jesucristo delante de todas las personas. Damos testimonio de nuestra fe en Cristo, recibiendo a Cristo como nuestro Salvador.
Todavía pueden pasar los que faltan por pasar, para orar por todos los que están al frente, para que Cristo les perdone, les reciba en Su Reino, y puedan ser bautizados en agua en Su Nombre, y Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego; y obtengan así el nuevo nacimiento, entren al Reino de Jesucristo; y así tengan asegurado el futuro eterno con Jesucristo en Su Reino eterno.
Lo más importante es la vida eterna, y solamente usted la puede conseguir con Jesucristo. Nadie más le puede otorgar a usted la vida eterna, nadie le puede asegurar a usted Su futuro eterno, excepto una sola persona, y se llama Señor Jesucristo.
Por eso es que lo recibimos como nuestro único y suficiente Salvador; porque Él es el único que puede salvar nuestra alma, para así darnos vida eterna, para que podamos vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino Eterno.
Todavía los que faltan por pasar pueden pasar. Vamos a dar unos segundos en lo que pasan los últimos que deben pasar. Y los que están a través de la radio pueden tener sus manos sobre la radio colocadas, en señal de que reciben a Cristo como Su Salvador: una mano en la radio y la mano derecha en alto, recibiendo a Cristo como su Salvador.
Ustedes también, los que están a través de la radio, y los que están presentes: la mano en el corazón, una mano en el corazón y la otra en alto, recibiendo a Cristo como Salvador; la mano derecha en alto y la izquierda en el corazón; y vamos ya a orar por los que han pasado, vamos a estar puestos en pie en estos momentos.
Si falta alguno, inmediatamente puede pasar para que quede incluido en esta oración, en donde hacen confesión de su fe en Jesucristo nuestro Salvador. Unos segundos ya, y ya estaremos orando.
Vamos a inclinar nuestros rostros, y los que han pasado también; y repitan conmigo esta oración:
Señor Jesucristo, reconozco que soy pecador, confieso a Ti mis pecados, los cuales Tú conoces. Te ruego me perdones y me limpies con Tu Sangre preciosa. Te reconozco y te recibo como mi único y suficiente Salvador. Te ruego salves mi alma. Límpiame con Tu Sangre preciosa, de todo pecado; y luego que sea bautizado en agua en Tu Nombre, bautízame con Espíritu Santo y Fuego. Ruego, te ruego, produzcas en mí el nuevo nacimiento. Quiero nacer en Tu Reino eterno para vivir eternamente contigo en Tu Reino. Te lo ruego, Señor Jesucristo. En Tus manos encomiendo mi alma. ¡Salva mi alma! Te recibo públicamente como mi Salvador. En Tu Nombre, Señor Jesucristo, te lo ruego. Amén y Amén.
Repitan conmigo: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado!
Cristo les ha recibido, ha perdonado vuestros pecados, y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado, por cuanto ustedes le han recibido como Salvador.
Cristo dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo”. Ustedes me dirán: “Ya he creído con toda mi alma, de todo corazón, en Jesucristo como mi Salvador. Pero todavía me falta ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. ¿Cuándo me pueden bautizar? Quiero cumplir el mandato de Cristo completo. Él dijo: ‘El que creyere (y ya he creído), y fuere bautizado’. Me falta ser bautizado todavía. ¿Cuándo me pueden bautizar?”.
Por cuanto habéis creído de todo corazón en Jesucristo como vuestro Salvador, pregunto al ministro si ¿hay agua?, ¿hay bautisterios y ropas bautismales? El ministro aquí, el reverendo, me dice que sí hay agua, hay dos bautisterios aquí, y ropas bautismales para que puedan cambiarse de ropa, colocarse las ropas bautismales, y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo; y están los ministros que les van a bautizar.
Por lo tanto, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo hoy mismo; para lo cual, dejo aquí al reverendo a continuación, para que les indique hacia dónde caminar para cambiarse de ropas.
Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta noche, dándoles testimonio de nuestro tema: “EL MAESTRO (o sea, CRISTO, CRISTO EN ESPÍRITU SANTO) ESTÁ AQUÍ Y TE LLAMA”.
A ustedes les ha llamado en esta noche, y ustedes han dicho a Cristo: “Aquí estoy presente, Cristo. Te recibo como mi Salvador, perdona mis pecados, límpiame con Tu Sangre preciosa; y quiero ser bautizado en agua en Tu Nombre, el Nombre del Señor Jesucristo”.
Por lo tanto, ahora tienen la oportunidad de ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Muchas gracias por vuestra amable atención, a todos los presentes y a todos los radioyentes.
Dejo al reverendo Robert Clark, para también despedirse de los radioyentes e indicarles la dirección aquí, para que puedan venir en alguna ocasión y ser bautizados también en agua; y a los presentes indicarles dónde cambiarse de ropas para ser bautizados en agua.
Dejo al reverendo Robert Clark con ustedes en esta noche. Muchas gracias por vuestra amable atención, y continúen pasando una noche llena de las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador.
“EL MAESTRO ESTÁ AQUÍ Y TE LLAMA”.
[Revisión febrero 2022]
1 Romanos 3:23
2 Hechos 1:3
3 Hechos 1:15
4 Hechos 2:1-4
5 San Juan 3:3-6
6 San Juan 5:43, 10:25
7 San Juan 14:26
8 1 Juan 3:15
9 San Mateo 27:19
10 San Juan 19:15
11 Apocalipsis 17:5
12 San Juan 12:4-6
13 Apocalipsis 1:18
14 1 Corintios 15:3-6
15 San Mateo 3:11, San Lucas 3:16
16 Génesis 15:16