Del Cielo nos están apurando

Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes aquí en Bogotá, Colombia; y también los que están a través del satélite y a través de internet y diferentes medios de comunicación en los diferentes países: allá en Puerto Rico, en Venezuela, en Chile, en Guatemala, en Paraguay, en Argentina, en Perú, en El Salvador, en México; en Austin, Texas, también; y también allá en el África; y demás países que están en esta noche conectados con esta transmisión que estamos llevando a cabo.

Para esta noche leemos en Apocalipsis, capítulo 5, verso 1 en adelante, donde nos dice la Escritura:

“Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos.

Y vi a un ángel fuerte que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?

Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aun mirarlo.

Y lloraba yo mucho, porque no se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, ni de leerlo, ni de mirarlo.

Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos.

Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra.

Y vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono.

Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos;

y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación;

y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra”.

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Nuestro tema es: “DEL CIELO NOS ESTÁN APURANDO”.

En este pasaje bíblico del libro del Apocalipsis encontramos que cuando llegó el momento de una persona tomar el Título de Propiedad (que es el Libro de los Siete Sellos) de la mano derecha del que está sentado en el Trono, o sea, de Dios, no se halló en el Cielo a ninguno digno, ni tampoco en la Tierra, ni debajo de la tierra; no se halló a ninguno digno para tomar el Libro y desatar esos siete Sellos; y entonces Juan lloraba mucho.

¿Por qué lloraba mucho Juan? Dice aquí:

“Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aun (leerlo).

Y lloraba yo mucho, porque no se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, ni de leerlo, ni de mirarlo”.

Es que ese Libro es el Título de Propiedad de los Cielos y de la Tierra, es el Libro de la Vida Eterna, es el Título de Propiedad de la vida eterna; es el Libro de la Vida del Cordero, donde están escritos los nombres de todas las ovejas del Padre, que le fueron dadas a Cristo para que les dé vida eterna. Ahí en ese Libro está escrito todo lo que sería redimido por medio del Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario.

Y cuando llegó el tiempo de ese Libro ser tomado, el cual es el Título de Propiedad, no se halló a ninguno digno en el Cielo, ni en la Tierra, ni debajo de la tierra.

Este Libro, este Título de Propiedad, lo tuvo Adán cuando Dios lo colocó en este planeta Tierra; pero cuando pecó, Dios lo tomó de nuevo, y ha permanecido en la diestra de Dios desde aquel tiempo.

El enemigo de Dios, que es el diablo, no pudo tomar ese Título de Propiedad; si lo tomaba se adueñaba del planeta Tierra y del universo completo. Porque en una corte, el que tenga a su nombre un título de propiedad legalmente hecho, es dueño de esa propiedad. Y el que tenga el Título de Propiedad de toda la Creación, de los Cielos y de la Tierra, es el dueño del universo completo; por eso está en la diestra de Dios.

Ahora, Dios fue el que creó los Cielos y la Tierra, por lo tanto Él es el dueño, y Él tiene el Título de Propiedad.

Dios le había dado a Adán este planeta Tierra para que gobernara en este planeta Tierra sobre las aves, sobre los animales, sobre los peces y sobre todo el planeta Tierra; pero Adán perdió ese derecho, ese privilegio, cuando pecó; por lo tanto, el Título de Propiedad regresó a la diestra de Dios. Y ahora ese Título de Propiedad ha permanecido en la diestra de Dios.

Ahora, Cristo ha estado haciendo intercesión por todas las personas que están escritas en ese Título de Propiedad, en el Libro de la Vida del Cordero, que es el Libro de los Siete Sellos; por eso es —ese Libro— tan importante en el Cielo. Y por eso lloraba Juan mucho: porque si no se hallaba a ninguno digno de tomar ese Libro y abrirlo, entonces todo estaba perdido.

Como en una corte, cuando llega el tiempo para hacer el reclamo legalmente, de una propiedad, presentando las escrituras y presentándose el heredero a esa propiedad, hay un lapso de tiempo en el cual se puede hacer el reclamo de dicha propiedad. De otra forma, si no se hace el reclamo legalmente, luego se queda en las manos del que se apoderó de esa propiedad; y él la puede legalizar a su nombre, pues él estará presentando pruebas de que esa propiedad es de él.

Pero solamente la prueba del Título original de esa Propiedad… ¿y a quien pasó esa Propiedad del dueño original?, ¿a quién pasó? El dueño original es Dios, y ha pasado al segundo Adán, que es Jesucristo nuestro Salvador. Por eso es el Título de Propiedad de la vida eterna, es el Libro de la Vida del Cordero. Pero si no se presenta a hacer el reclamo en el tiempo establecido por Dios en la Corte celestial, entonces pierde todos los derechos.

Es como en una corte, en donde una persona puede tener derechos —derecho para obtener algo—, pero hay un lapso de tiempo para hacer el reclamo; y luego, si no aprovecha ese tiempo…, y luego llega: “Bueno, yo soy el dueño aquí de tal propiedad”, pero llegó tarde; y se le dice: “Usted ya no tiene derecho, porque el tiempo que se le dio a las personas que podían hacer el reclamo, usted no lo aprovechó. Ya no es tiempo para hacer reclamo”. Y así es en la Corte Suprema, en donde está el Juez Supremo: Dios.

Y por consiguiente, ese Título de Propiedad tiene que ser abierto en el Cielo, para que ahí se declare a Cristo como el Heredero, se le entregue el Título de Propiedad. Y todo pertenece a Cristo, y por consiguiente a los escogidos de Dios; porque Cristo es el heredero de Dios, y nosotros somos herederos de Dios y coherederos con Cristo Jesús, Señor nuestro[1].

Por lo tanto, Juan lloraba mucho porque todo estaba perdido si no aparecía el que podía tomar ese Título de Propiedad; y el único que lo podía tomar era Cristo, y no aparecía.

¿Y qué sucedía?, ¿cuál fue el motivo por el cual Cristo no aparecía? Ya vimos el motivo por el cual Juan lloraba: todo estaba perdido si no aparecía en ese ciclo divino, en ese lapso de tiempo que fue dado para alguien tomar ese Libro.

Y ahora, Jesús no aparecía, y no había otro que pudiera hacer el reclamo; y el diablo se había apoderado del planeta Tierra y del aire; y por lo tanto, el reino del maligno, que es el reino de las tinieblas, ha estado apoderado de toda la humanidad desde la caída del ser humano en el Huerto del Edén. Por lo tanto, los reinos de este mundo proseguirían hasta desaparecer gradualmente todo, y desaparecer la vida de la raza humana, si no aparecía alguien digno de tomar ese Título de Propiedad.

¿Y por qué todo iba a desaparecer? Porque siendo que la Corte celestial estaba en sesión, se había abierto, la raza humana sería juzgada, y por su pecado sería destruida. Pero Cristo siendo el Redentor, y habiendo muerto por el ser humano en la Cruz del Calvario, es el único que puede hacer el reclamo y recibir el Título de Propiedad, y por consiguiente, toda la herencia divina.

Y ahora, Cristo no aparecía y Juan lloraba mucho. Ese fue ahí, en esta visión, el momento más crítico de todos los momentos de esta revelación apocalíptica, y es el momento más crítico para la raza humana el cumplimiento de ese ciclo apocalíptico.

Porque este es el ciclo divino, en el cual estamos nosotros, en donde Cristo tiene que levantarse del Trono del Padre y tomar el Título de Propiedad en el Cielo, abrirlo en el Cielo, hacer Su Obra de Reclamo, resucitar a los muertos creyentes en Él y transformarnos a nosotros los que vivimos. Todo eso está en la Obra de Reclamo.

Él es el único que puede hacer esa Obra de Reclamo y restaurar físicamente al ser humano a la vida eterna; porque la muerte, bajo el juicio divino, viene para la raza humana durante el ciclo divino de la gran tribulación; pero antes Cristo tiene que levantarse del Trono del Padre y hacer Su Obra de Reclamo, y resucitar a los muertos en Cristo, creyentes en Cristo, en cuerpos glorificados y eternos y jóvenes, y transformarnos a nosotros los que vivimos; y luego estar en esos cuerpos glorificados y eternos y jóvenes un lapso de tiempo, digamos, de 30 a 40 días; como Cristo estuvo unos 40 días cuando resucitó de entre los muertos, estuvo entre Sus discípulos, y estuvo predicándoles, hablándoles acerca del Reino, y haciendo también maravillas y señales; pero algo privado, algo con Sus discípulos.

Y ahora, antes de la Iglesia del Señor Jesucristo, de todas estas personas que serán transformadas, antes de subir al Cielo con Cristo, de ir al Cielo con Cristo (de ir a la Cena de las Bodas del Cordero con Cristo luego que sean transformados y los muertos en Cristo resucitados), habrá un lapso de tiempo donde se estará experimentando la manifestación gloriosa de los hijos de Dios en cuerpos físicos glorificados, eternos y jóvenes, como el cuerpo físico glorificado y joven de nuestro amado Señor Jesucristo. Todos vamos a ser iguales a Jesucristo: a Su imagen y a Su semejanza.

Pero para que podamos obtener nuestra transformación y los muertos en Cristo recibir la resurrección en cuerpos glorificados, Cristo tiene que tomar ese Título de Propiedad y abrirlo en el Cielo; de otra forma todo estará perdido. O sea que es el ciclo divino más crítico para la raza humana y para la Iglesia del Señor Jesucristo.

Pero ¿qué está haciendo Cristo que no aparece y toma – para tomar ese Libro? ¿Tan ocupado estará que no aparece para tomar ese Libro, que es algo tan importante para Él y para la raza humana y para toda la Creación? ¡Claro que está en algo muy importante!

Desde que Cristo ascendió al Cielo y se sentó a la diestra de Dios, ha estado como Sumo Sacerdote, como el Sumo Sacerdote del Templo celestial, según el Orden celestial de Melquisedec, haciendo intercesión con Su propia Sangre, en el Propiciatorio (que es el Trono de Dios), por toda persona escrita en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, el cual es enviado a esta Tierra a vivir en cuerpo físico para, en ese tiempo de vida terrenal, escuchar la predicación del Evangelio de Cristo, del Evangelio de la Gracia, y creer en la Primera Venida de Cristo, en Su Nombre y en Su muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados.

Y la persona, por cuanto está escrita en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, es una oveja del Señor; y Cristo dijo: “Mis ovejas oyen mi Voz, y me siguen”. Es la Voz de Cristo, la Voz del Espíritu Santo, en la predicación del Evangelio de Cristo; porque a través de la predicación del Evangelio de Cristo por medio del Espíritu Santo en los mensajeros que Él envía, las personas están escuchando la Voz de Cristo por medio del Espíritu Santo hablando a través de seres humanos.

“Y el que es de Dios, la Voz de Dios oye”, dice Jesús en San Juan, capítulo 8, verso 47. Y en San Juan, capítulo 10, también nos dice: “Mis ovejas oyen mi Voz, y yo las conozco, y me siguen”.

Ahora, ¿por qué Cristo no aparecía y tomaba el Título de Propiedad en Apocalipsis, capítulo 5? Porque estaba haciendo intercesión por las últimas ovejas que Él llamaría en este tiempo final. Él se detuvo, ahí en la visión apocalíptica, se detuvo sin salir del Trono de Intercesión, sin salir de esa Obra de Intercesión, en donde Él como Sumo Sacerdote está intercediendo con Su propia Sangre ante Dios, en el Propiciatorio, que es el Trono de Dios, por toda persona que está escrita en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.

Por lo tanto, el Mensaje del Evangelio de Cristo tiene que llegar hasta el último escogido de Dios, hasta la última oveja del Señor Jesucristo. Y cuando se complete ese Rebaño, se complete la Iglesia de Cristo, entonces es que Cristo podrá salir del Trono de Intercesión.

Por lo tanto, lo que detenía a Cristo en el Trono de Intercesión, sin salir para tomar el Título de Propiedad, era que estaba haciendo intercesión, llamando y haciendo intercesión por todas las ovejas que faltaban en el Rebaño del Señor. Él dijo que ni una perecería[2]; por lo tanto, no podía salir antes de tiempo, porque entonces se perderían esas ovejas que todavía no habían recibido a Cristo como su único y suficiente Salvador.

Por lo tanto, hemos visto la causa por la cual no aparecía una persona digna de tomar el Título de Propiedad y tampoco Cristo aparecía: porque Cristo estaba muy ocupado haciendo intercesión como Sumo Sacerdote en el Templo celestial de Dios.

En el Cielo y desde el Cielo nos están apurando, que hagamos la labor que tenemos que hacer para que llegue el Evangelio de Cristo hasta el último escogido de Dios y se complete la Iglesia del Señor Jesucristo, el Redil del Señor, el Rebaño del Señor; para que Cristo pueda entonces salir del Trono de Intercesión, tomar el Título de Propiedad, el Libro de los Siete Sellos, abrirlo en el Cielo, y venir con el Título de Propiedad abierto en Su mano, para resucitar a los muertos creyentes en Él y transformarnos a nosotros los que vivimos.

Ese Título de Propiedad, también en Apocalipsis, capítulo 10, aparece: Cristo, el Ángel Fuerte descendiendo del Cielo con el Librito abierto en Su mano, y luego clama como cuando un león ruge. ¿Por qué? Porque ya no está como Cordero, sino como el León de la tribu de Judá; ya cambió: de Cordero y de Sumo Sacerdote a León y Rey, en Su Obra de Reclamo; ya ahí está en Su Obra de Reclamo.

Y ese Título de Propiedad, así como se lo entregó a Juan el apóstol, el cual representa a la Iglesia de Jesucristo y a los mensajeros de Jesucristo, ahí está representando a la Iglesia de Jesucristo del Día Postrero y al mensajero del Día Postrero.

Y por cuanto toda Palabra en cada edad viene a la Iglesia, primero al mensajero, y del mensajero pasa al pueblo, pasa a la Iglesia en esa edad: ese Título de Propiedad Cristo lo trae a la Tierra en Apocalipsis, capítulo 10, y lo entregará a un hombre, al mensajero que Cristo tenga en Su Iglesia en este tiempo final; y le será dicho: “Ve y pídele ese Librito”. Aquí… vamos a ver cómo lo dice aquí: dice Apocalipsis, capítulo 10, verso 8:

“La voz que oí del cielo habló otra vez conmigo, y dijo: Ve y toma el librito que está abierto en la mano del ángel que está en pie sobre el mar y sobre la tierra.

Y fui al ángel, diciéndole que me diese el librito (recuerden que el Ángel es Cristo). Y él me dijo: Toma, y cómelo; y te amargará el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel.

Entonces tomé el librito de la mano del ángel, y lo comí; y era dulce en mi boca como la miel, pero cuando lo hube comido, amargó mi vientre.

Y él me dijo (vean, el Ángel, Cristo)

Y él me dijo: Es necesario que profetices otra vez sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes”.

Y ahora, aquí el que recibe la orden de tomar el Librito de la mano del Ángel que está en pie sobre el mar y sobre la Tierra, cuando lo recibe: recibe la orden también de comerse ese Librito, para luego profetizar sobre muchos pueblos, naciones y lenguas, de acuerdo a lo que está escrito en ese Librito o ese Libro de los Siete Sellos, que al ser entregado a esta persona estará abierto. Por lo tanto, si estará abierto, él podrá entender todo el contenido de ese Título de Propiedad.

Es como en una corte: un título de propiedad puede ser llevado a una corte, pero hasta que el juez lo abra se sabe qué es lo que dice; la evidencia de lo que pueden decir que dice ese título de propiedad está escrito.

Y lo que está escrito en el Libro de los Siete Sellos es lo que conocerá el que se comerá ese Título de Propiedad en el Día Postrero para profetizar sobre muchos pueblos, naciones y lenguas; por lo tanto, tendrá el ministerio profético sobre todos los pueblos, naciones y lenguas de este planeta Tierra; por lo tanto, tendrá un Mensaje profético para todo ser humano que vive en esta Tierra.

Y eso concuerda con las palabras de Cristo en San Mateo, capítulo 24, verso 14, cuando dijo de la siguiente manera en este sermón profético de Cristo, de San Mateo 24, verso 14… 13 al 14, dice:

“Mas el que persevere hasta el fin, este será salvo.

Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin”.

Bajo el ministerio profético de la persona que se come este Título de Propiedad será que se cumplirá esta profecía de Cristo:

“Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin”.

Es la predicación del Evangelio del Reino. El Evangelio del Reino gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo, así como el Evangelio de la Gracia gira alrededor de la Primera Venida de Cristo y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario.

Por lo tanto, bajo el ministerio de este mensajero, que será un profeta dispensacional…; y por consiguiente será el profeta más grande que Cristo haya enviado a Su Iglesia en toda la historia de la Iglesia del Señor Jesucristo. Y para que tengan una idea, aunque sea una idea leve, este será el profeta más grande después de Jesucristo. Jesucristo es el más grande de todos, pero después de Cristo ese será el segundo.

Por eso es que Cristo le llama en la misma forma en que Jehová le llama en el Antiguo Testamento al Ángel de Jehová. El Ángel de Jehová en el Antiguo Testamento, a través del cual Dios se manifestaba, era nada menos que Cristo en Su cuerpo angelical.

Y ahora, así como Jehová en el Antiguo Testamento habla de Su Ángel, y tiene Su Ángel a través del cual Él se manifiesta, ahora Cristo en el Nuevo Testamento veamos lo que dice acerca de este tema. En Apocalipsis, capítulo 22, verso 16, dice:

“Yo Jesús he enviado mi ángel…”.

Y ahora Cristo dice que tiene un Ángel, así como Jehová en el Antiguo Testamento dice que tenía un Ángel.

“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.

Vean, el que viene dando testimonio (¿con qué?, con el Evangelio) de estas cosas, ¿quién es? El Ángel del Señor Jesucristo. ¿Y por qué…? Vamos a ver:

“Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana”.

Y ahora, en Apocalipsis, capítulo 4, verso 1, nos dice con esa Voz de Trompeta Cristo, vean cómo nos dice…, dice:

“Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas”.

Las cosas que sucederán después de las que ya han sucedido durante estos dos mil años de gracia y misericordia que Dios nos ha dado, todas las cosas que van a suceder después de las que ya han sucedido durante estos dos mil años de Cristo hacia acá, ahora Cristo dice: “Sube acá, y yo te mostraré las cosas que han de suceder después de estas”.

Recuerden que el libro del Apocalipsis es un libro simbólico, y contiene, en estas profecías simbólicas o en estas profecías en símbolos, todo lo que ha de suceder.

Y ahora vean, ¿cómo vamos a escuchar la Voz de Cristo?, ¿y a dónde vamos a subir para que Él nos muestre todas estas cosas? Los creyentes en Cristo, la Iglesia de Jesucristo, ha venido subiendo de etapa en etapa, de edad en edad, ha tenido una trayectoria ascendente; y ahora subimos a la etapa de la Edad de la Piedra Angular, la Edad Eterna, la Edad del Amor Divino, la Edad Eterna de Cristo y Su Iglesia.

Y ahora, es en esa etapa donde Cristo estará en Espíritu Santo hablándonos todas estas cosas que deben suceder pronto; y por consiguiente, será un Mensaje del Cielo, que viene a la Iglesia del Señor Jesucristo en la etapa de la Edad de la Piedra Angular.

Y ahora, Cristo en Espíritu Santo ha estado manifestado en Sus diferentes mensajeros y ha estado hablando a la raza humana por medio de esos mensajeros; y por consiguiente, los que escucharon esos mensajeros estaban escuchando la Voz de Cristo en medio de Su Iglesia, llamando y juntando a Sus ovejas en Su Redil.

Y ahora, vamos a ver por medio de quién estará hablándonos Cristo todas estas cosas que deben suceder pronto. En Apocalipsis 22, verso 6 en adelante, dice:

“Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto”.

Y ahora, ¿a quién dice Cristo que ha enviado? A Su Ángel. ¿Para qué? Para mostrar a Sus siervos las cosas que deben suceder pronto.

Las cosas que deben suceder, Cristo en Espíritu Santo las muestra a través de Su Ángel Mensajero; porque Cristo en Su Ángel Mensajero estará manifestado en Espíritu Santo, hablándonos todas estas cosas que deben suceder pronto.

Así como Cristo estuvo en San Pedro, en San Pablo y en los demás mensajeros que Él ha enviado; ellos predicaron el Evangelio de Cristo por el Espíritu Santo, ¿ven? Por lo tanto, fue Cristo en Espíritu Santo predicando a través de esos hombres de Dios, esos apóstoles y mensajeros que Él envió.

Cristo es el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, el cual en el Antiguo Testamento estuvo en medio del pueblo hebreo, y a través del cual Dios hablaba al pueblo hebreo: Dios le hablaba a los profetas, y a través de los profetas hablaba al pueblo hebreo, por medio de Su Espíritu, por medio de Su Ángel, el Ángel del Pacto.

Y ahora, encontramos que luego de estar hablando por medio esos profetas en el Antiguo Testamento, nos dice San Pablo en Hebreos, capítulo 1, versos 1 en adelante:

“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,

en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo”.

Vean, Dios, el cual habló por medio de los profetas al pueblo hebreo, dice:

“… en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo (o sea, por Jesucristo)”.

Dice “en estos postreros días”, y ya han transcurrido dos mil años. Es que los postreros días delante de Dios, para los seres humanos son los milenios postreros; “porque un día delante del Señor es como mil años, y mil años como un día”, nos dice el profeta Moisés en el Salmo 90, verso 4, y el apóstol San Pedro en Segunda Pedro, capítulo 3, verso 8.

Por lo tanto, los días postreros delante de Dios son los milenios postreros, que son: quinto milenio, sexto milenio y séptimo milenio; como los tres días postreros de la semana son: jueves, viernes y sábado.

Ahora, también dice Joel, y lo repite San Pedro en el libro de los Hechos, capítulo 2, versos 14 en adelante, y Joel, capítulo 2, dice que “en los postreros días Dios derramará de Su Espíritu sobre toda carne”. En los postreros días. Y vean, comenzó a derramar de Su Espíritu Santo sobre toda carne el Día de Pentecostés; y ya han transcurrido dos mil años desde que comenzó a derramar de Su Espíritu Santo y a producir el nuevo nacimiento en aquellas personas que recibieron a Cristo como su único y suficiente Salvador.

Y ahora, de los días postreros, encontramos que, siendo el quinto, sexto y séptimo milenio los días postreros, Cristo estuvo viviendo en el primero de los días postreros, que era el quinto milenio; el quinto milenio comenzó cuando Cristo tenía de 3 a 7 años de edad. Y por eso Pedro dice que “Dios ha hablado por medio de Su Hijo en estos postreros días”, ¿ve?, porque ya habían comenzado los días postreros delante de Dios, que son los milenios postreros.

Y ahora, nosotros estamos viviendo en el séptimo milenio de Adán hacia acá o tercer milenio de Cristo hacia acá; y por consiguiente, estamos viviendo en el Día Postrero delante de Dios.

Ya llevamos, conforme al calendario gregoriano, cuatro años: estamos en el 2004; por lo tanto, ya hemos entrado al Día Postrero delante de Dios, que es el séptimo milenio de Adán hacia acá o tercer milenio de Cristo hacia acá. Es el milenio sabático delante de Dios o día sabático delante de Dios, que es el milenio sabático para la raza humana, para la Iglesia del Señor Jesucristo.

Y ahora, encontramos que en los días postreros Cristo apareció, y Dios habló por medio de Cristo; y luego habló por San Pedro, y luego habló por San Pablo, y luego habló por cada mensajero que Cristo ha enviado en estos días postreros.

Para los días postreros, que son quinto, sexto y séptimo milenio, estaban las bendiciones más grandes de parte de Dios; y para este tiempo final están las bendiciones más grandes para la Iglesia de Jesucristo; porque es para el Día Postrero que Cristo resucitará a los muertos creyentes en Él y transformará a los creyentes que estarán vivos en este tiempo final, luego que Él haya completado Su Iglesia y haya tomado el Título de Propiedad, el Libro de los Siete Sellos, y lo haya abierto en el Cielo, y lo traiga a la Tierra y se lo entregue a un hombre para que se lo coma.

Pero por todos estos dos mil años que han transcurrido se ha estado predicando que Cristo vendrá por segunda vez, y que los muertos en Cristo van a ser resucitados, y que los creyentes en Cristo que estarán vivos van a ser transformados. ¿Pero por qué todavía no se ha cumplido esa profecía? Porque todavía faltan escogidos, ovejas del Señor, que sean llamadas y juntadas en el Redil del Señor.

Cualquiera que ya haya recibido a Cristo dirá: “Bueno, yo tengo mucha prisa y quiero que Cristo lo haga rápido, que se levante del Trono y tome el Título de Propiedad”. Pues póngase a trabajar en la Obra de Cristo llevando el Mensaje, para que llegue hasta el último escogido de Dios; porque del Cielo nos están apurando.

Ya en el Cielo se está requiriendo que una persona se levante del Trono y tome el Título de Propiedad.

Ahora, nadie podrá hacer que Cristo se levante del Trono del Padre y tome el Título de Propiedad; nadie lo podrá hacer. Solamente Él lo hará cuando hasta el último escogido haya sido redimido por Cristo.

Eso es lo que ha estado sucediendo; y gracias a Dios por eso. ¿Qué si cuarenta años atrás Cristo se levantaba del Trono del Padre y tomaba el Título de Propiedad?, ¿qué sería de nosotros? Pero estábamos en el Programa Divino: estábamos escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, y por eso Cristo se ha detenido en el Trono de Intercesión: para hacer intercesión por nosotros y limpiarnos de todo pecado con Su Sangre preciosa.

Y todavía está esperando hasta que entre hasta el último escogido de Dios. Él no se puede levantar del Trono del Padre, Él no se puede levantar del Trono de Intercesión, hasta que haya hecho la intercesión hasta por el último escogido de Dios; porque ni uno se perderá.

Recuerden el tema: “DEL CIELO NOS ESTÁN APURANDO”.

O sea que es un tiempo en – es un tiempo de apuro, para que entren las últimas ovejas de Cristo al Redil del Señor, a la Iglesia del Señor Jesucristo. Es un tiempo en que la Iglesia de Jesucristo está llevando a cabo una labor de emergencia, de apuro, porque faltan algunos escogidos por ser llamados y recogidos en el Reino de Cristo. Es una Obra rápida la que se está llevando a cabo, porque del Cielo nos están apurando.

Porque ya en el Cielo el Título de Propiedad debe ser tomado y abierto por un hombre; y el único hombre que puede tomar ese Libro es Jesucristo nuestro Salvador, pero Él está en el Trono de Intercesión como Sumo Sacerdote, haciendo intercesión por los que faltan por llegar.

Por lo tanto, en esta noche Él está haciendo intercesión por todos los que le han recibido como su único y suficiente Salvador: por los que están aquí presentes y por los que están en los diferentes países en esta noche y que han recibido a Cristo como su único y suficiente Salvador.

Que Dios les bendiga y les guarde a todos, y nos continuaremos viendo por toda la eternidad.

Dios les bendiga y les guarde a todos.

“DEL CIELO NOS ESTÁN APURANDO”.

[Revisión enero 2025]

[1] Romanos 8:17

[2] San Juan 10:27-28

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