Muy buenos días o buenas tardes, amados amigos y hermanos presentes aquí en Maipú, Chile, República de Chile. Es una bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.
También reciban saludos los que están a través de internet o del satélite, o de algún otro medio de comunicación; y que Dios les bendiga también grandemente a todos ustedes que están en otras naciones.
Para esta ocasión leemos en la carta de Santiago, el capítulo 2 de la carta a Santiago, o de Santiago; Santiago, capítulo 2, versos 14 al 26, donde nos dice:
“Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?
Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día,
y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?
Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.
Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.
Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.
¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta?
¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?
¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?
Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios.
Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe.
Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino?
Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta”.
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Nuestro tema para esta ocasión es: “OBRA DE FE” u “OBRAS DE FE”.
Para poder comprender, entender y ver las obras de fe, tenemos que saber, conocer, lo que es la fe.
También nos dice la Escritura que la fe no es de nosotros, sino que es un don de Dios[1]; así como la vida que tenemos no es de nosotros, es un don de Dios.
Dice la Escritura que “la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”[2].
¿Ven? La vida eterna es una dádiva de Dios dada a nosotros. ¿Cómo? En Cristo Jesús.
Y la fe también es un don de Dios dado a nosotros. ¿Dónde lo conseguimos? En Cristo; es la fe de Cristo.
Y ahora, fe es revelación.
A medida que nosotros recibimos la Palabra, en la misma forma en que nació la de fe Cristo acá —al oír la Palabra (porque la fe viene por el oír la Palabra)[3]—; luego la fe va creciendo: a medida que continúa escuchando la Palabra.
Por lo tanto, ya sabemos cómo es que nace la fe, y luego cómo es que crece la fe en la persona.
Y a medida que va creciendo la fe de la persona, sucede como el niño: luego que nace, para crecer tiene que comer. ¿Ven?
Y ahora, el niño, para ir creciendo, encontramos que va comiendo el alimento que le corresponde de acuerdo a la etapa en la cual está viviendo. No le pueden dar un pedazo de carne cuando todavía no tiene un mes; aún tiene que esperar (¿cuánto es?) como seis meses, en la mayor parte de los niños, porque su sistema digestivo no está todavía en condiciones para comer carne o cosas así. O sea, tiene que esperar cierta cantidad de tiempo. En algunos sitios quizás sean seis meses, en otros a lo mejor un poquito menos; todo depende también del doctor, del pediatra que lo atienda.
Ahora, encontramos que a medida que el niño va creciendo, le vamos viendo sus brazos, sus músculos, cada día más grandecitos, más fuertes; uno lo toca y dice: “Está durito ya”. Ya cuando gatea, ¿ve?, se ejercita, y ya se le ponen los bracitos más duros, las piernitas más duras; y sigue el niño comiendo.
No puede dejar de comer, porque el día que deje de comer, ya…, deja de comer un día, o dos días, o tres días, o una semana, y ya dejó de crecer; y deja también de estar fuerte. ¿Por qué? Porque se muere.
Ahora, encontramos que a medida que los niños en el Reino de Dios, luego de nacer…, luego de nacer su fe acá en su corazón, en su alma, y ellos nacer en el Reino de Dios, luego van creciendo: su fe va creciendo, y ellos van creciendo espiritualmente, pues van escuchando la Palabra de Dios; y continúan siguiendo a Cristo, y su fe sigue creciendo.
Y luego, encontramos a unas personas que tienen muchos músculos de fe. ¿Ve? ¿Por qué? Porque han estado comiendo la Palabra revelada para su tiempo.
Y así también es la Iglesia del Señor Jesucristo. A medida que la Iglesia en cada edad recibe la Palabra: la Iglesia va creciendo, y sus músculos se van poniendo más fuertes.
Ahora, encontramos también que no podemos quedarnos solamente diciendo que tenemos fe; porque la fe sin obras es muerta.
Tenemos que obrar basados en lo que creemos; basados en la fe, la revelación que tenemos. Tenemos que obrar de acuerdo a lo que hemos recibido de parte de Dios, de acuerdo a la revelación que hemos obtenido.
Vean, Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia[4]; pero encontramos que Dios vio la fe de Abraham acá en su alma, pero luego él tuvo que obrar. Si no obraba, esa fe de Abraham permanecía inactiva; tenía que obrar sobre lo que él creyó.
Es que la fe es como el ser humano y como Dios. Dios es trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo; y el ser humano es alma, espíritu y cuerpo; y la fe también es trina.
Por lo tanto, la fe tiene que tener esas tres partes para que esté en acción.
Por ejemplo, si la persona no tiene cuerpo, pues está muerto a esta vida terrenal. Si la persona que vivió aquí en la Tierra, murió, ya no tiene vida aquí en la Tierra; se le acabó la vida aquí en la Tierra. Puede ir al Paraíso si era un creyente en Cristo; y si no era un creyente en Cristo, pues entonces va a otra dimensión: a la dimensión donde están los incrédulos a Cristo, los que no verán la vida eterna; eso es la quinta dimensión, llamada el infierno.
¿Y quién se tiene que lamentar de que la persona, una persona, vaya al infierno? Pues la misma persona que no creyó. O sea que uno no se puede lamentar por la persona que no creyó y fue al infierno: fue al lugar que quería ir.
Ahora, uno se pone triste, sí, cuando son familiares de uno; pero la persona escogió ese lugar.
Tuvo años aquí en la Tierra (muchas personas) para decidir dónde querían ir; y no añadieron a su vida la fe de Cristo; no abrieron su corazón para ir y escuchar la predicación del Evangelio de Cristo, y que la fe de Cristo naciera en su alma, para recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador; y por consiguiente no tuvieron la fe de Cristo acá en su alma; y por consiguiente no obró la fe de Cristo en su alma, y no obró (¿para qué?) para recibir a Cristo como Salvador.
Cuando una persona recibe a Cristo como Salvador, ¿qué es eso? La Obra de la fe de Cristo que él recibió acá en su alma.
Son obras de fe todas estas manifestaciones exteriores de las personas. Pero hay obras también de incredulidad.
El que no cree en Cristo (vean lo que sucede): se negó a creer en Cristo, y las consecuencias pues son para él. El que se lamentará será la misma persona cuando terminen sus días aquí en la Tierra y se encuentre como el hombre rico, allá en el infierno, en la quinta dimensión; y entonces quiere una oportunidad, o quiera beneficios del Paraíso, del Cielo, los cuales no existen en ese lugar; ni siquiera un vaso de agua fresca, ni siquiera un dedo mojado en agua.
El hombre rico pedía a Abraham que le enviara a Lázaro al infierno con su dedo mojado en agua[5]; o sea que ni agua hay en ese lugar.
Y vean ustedes, quería que Abraham enviara a Lázaro al infierno; cuando al infierno van los que se ganan el infierno.
Y Lázaro el mendigo se había ganado el Paraíso, porque era un creyente en Dios, aun con todos los problemas de salud que él tenía.
Lo más importante no es la salud, como algunas personas piensan, la salud física; lo más importante es la salud del alma: la vida eterna, acá en el alma.
El hombre rico quizás no tenía problemas de salud, y económicamente estaba muy bien, y hacía fiestas cada día; pero acá en su alma tenía lepra: la lepra del pecado.
Y esa lepra le llevó a la muerte espiritual, la muerte del alma; y fue al cementerio de los muertos espirituales, que es la quinta dimensión, el infierno; y después irá ¿al qué? (¿al crematorio será?), al crematorio, que será el lago de fuego. ¿Ven?
Y los justos, dice la Escritura que caminarán sobre las cenizas de los malos; y eso habla ahí, en Malaquías, capítulo 4, para el Reino Milenial. Cuando regresemos con Cristo para el Reino Milenial caminaremos sobre las cenizas de los que van a ser quemados durante la gran tribulación.
Y después del Reino Milenial vendrá el Juicio Final, y serán quemados los malos, porque serán juzgados y llevados ante el Trono de Dios; y juzgados, condenados, y echados en el lago de fuego, que es la segunda muerte.
Y de la segunda muerte, el que sea echado ahí nunca más aparecerá en la historia de la raza nueva que existirá después del Reino Milenial; por lo tanto, la persona dejará de existir en cuerpo, espíritu y alma.
Pero los que tenían fe, la fe de Cristo, y fue expresada o fueron expresadas las obras de su fe (recibiendo a Cristo como su único y suficiente Salvador, siendo bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y recibiendo el Espíritu de Cristo), esas personas obtuvieron la salvación y vida eterna; esas personas vivirán eternamente con Cristo. Esas personas tuvieron las obras de la fe de Cristo manifestadas en su vida.
Y también cuando trabajaban en la Obra de Cristo en la Iglesia del Señor Jesucristo, toda la labor que hacen o hacían, y la que hacen los de nuestro tiempo, todo lo que se trabaja en la Obra de Cristo son obras de fe.
Todo lo que usted hace humanamente, de ir al trabajo a trabajar y eso, esas son obras cotidianas de la vida diaria. Pero las cosas que usted hace para Cristo en Su Reino, en Su Iglesia, son obras de fe, basadas en la Palabra de Dios; no son obras inventadas, sino obras basadas en la Palabra de Dios; por lo tanto, son nada menos que la manifestación de la fe de Cristo en vuestras vidas y en mi vida.
Es o son obras con fundamento. No son obras sin fundamento, sino obras con fundamento.
Las obras son el cuerpo de la fe; y la Palabra revelada, la Palabra de Cristo, es el espíritu. Cristo dijo: “Mis palabras son Espíritu y son Vida”[6]. Y el alma de la fe es Cristo, Dios.
Por lo tanto, tenemos a Dios; y por consiguiente tenemos el alma de la fe: a Dios, a Cristo, acá, dentro de nosotros.
Y tenemos el espíritu de la fe: la Palabra de Dios, la Palabra de Cristo, revelada a nosotros por medio del Evangelio de Cristo.
Y tenemos las obras de la fe, de la fe de Cristo que tenemos acá, que son el cumplimiento de la voluntad de Dios, el cumplimento de lo que Dios ha establecido en Su Palabra.
Por lo tanto, tenemos una fe ¿qué? Viva.
La fe sin obras es muerta.
Es como la persona que hace muchos planes; dice: “Yo tengo la fórmula de convertirme en el hombre más millonario de la Tierra”, y hace todos los planes, ¿ve? “Uno hace esto, y hace esto otro, y hace esto otro: se gana tanto. Hace esto otro: gana tanto. Y ya a los cinco años, ya es multimillonario”.
Tiene ahí algo que es real, pero está en otra dimensión: está en la dimensión acá, de la mente de la persona. Luego lo escribe y todavía es algo abstracto.
Y si la persona no hace nada, ¿qué sucede? Es un hombre rico en su imaginación; pero es un hombre tan pobre físicamente, porque no tiene las obras que tienen que acompañar todo eso que él pensó.
Y así es la persona que no obra conforme a la Palabra de Dios correspondiente al tiempo en que vive, la Palabra revelada de Dios.
Tiene que obrar conforme al Programa de Dios para el tiempo en que vive, y en la edad que le corresponde, y la dispensación que le corresponde en ese tiempo; y entonces tendrá las obras de fe; de las cuales Cristo en Apocalipsis habla acerca de esas obras.
Vamos a ver en qué pasaje encontramos estas obras de fe en el libro del Apocalipsis. Capítulo 2, verso 19, Cristo dice… vamos a ver del verso 18 al 19, dice:
“Y escribe al ángel de la iglesia en Tiatira: El Hijo de Dios, el que tiene ojos como llama de fuego, y pies semejantes al bronce bruñido, dice esto:
Yo conozco tus obras, y amor, y fe, y servicio, y tu paciencia, y que tus obras postreras son más que las primeras”.
¿Ven? A Cristo no se le pasa nada de lo que nosotros creemos y de lo que nosotros hacemos en Su Reino; Él conoce todo lo que creemos y todo lo que hacemos. Y Él elogia a los que creen y obran.
El que cree y no obra: se queda sin el cuerpo de la fe, que son las obras.
Y ahora, encontramos que es una bendición grande obrar, como creyentes en Cristo, las obras correspondientes al tiempo que nos toca vivir, basadas en la Palabra de Dios; tiene que tener el fundamento de la Palabra de Dios.
Por esa causa es que Dios a través de todos los tiempos ha enviado Sus mensajeros, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento; y por medio de esos mensajeros ha revelado a Su pueblo Su Palabra. Y el pueblo que ha recibido esa Palabra y cada creyente como individuo han – se han movido y han actuado, y han sido producidas las obras de la fe.
Vean, por ejemplo el caso de Abraham ofreciendo a Dios a su hijo Isaac[7]: esas son obras de fe, la obra de fe de lo que él creyó.
¿Y en qué estaba basada esa obra de fe? En lo que Dios le reveló a él: le dijo que ofreciera a Dios su hijo Isaac. ¿Ve? Estaba basado en la Palabra de Dios que le fue revelada.
Así también encontramos a Moisés yendo a Egipto para dar a conocer que el Dios de los hebreos le había aparecido y le había dicho que había Dios descendido para libertarlos, sacarlos de la esclavitud, y llevarlos a una tierra buena, que fluye leche y miel; y les indicó cuál era esa tierra: la tierra de Canaán, la tierra de las diferentes naciones que habitaban ese territorio.
Y Moisés no quería ir. O sea, Moisés ya tenía la revelación, Dios se la dio, pero no quería obrar sobre esa revelación. Pero Dios le dijo: “Ve”.
Él le dice: “Voy yo a ellos y les digo: El Dios de nuestros padres me apareció. Si ellos me preguntan: ¿Cuál es Su Nombre?, ¿qué les voy a responder?”. Y Dios le reveló Su Nombre[8].
Hay pocas personas, identificadas en la Biblia, que llegaron a conocer el Nombre de Dios; y uno es el profeta Moisés; el otro es Jesucristo; y probablemente el profeta Elías también; y quién sabe si también el profeta Samuel.
Y, vean ustedes, también oí por ahí que Josué. Josué, lo más probable, también; porque Moisés, de acuerdo a la revelación que recibió, le puso por nombre a su siervo…, el cual desde joven estaba sirviéndole a Moisés.
¿Cómo se llamaba? Oseas se llamaba el servidor de Moisés, que siempre estaba allí en el tabernáculo trabajando. Y después vino a ser el general del ejército de los hijos de Israel; y lo encontramos ya con un nombre nuevo que Moisés le colocó[9].
Josué significa ‘Salvador’, ‘Redentor’. Y con ese nombre es que entrarían a la tierra prometida.
Ese era un buen nombre para Moisés también (¿verdad, Miguel?). Un cambio de nombre para Moisés; pero Moisés tuvo ciertos problemas, y se quedó solamente con el nombre que tenía que ver con la salida del pueblo hebreo de Egipto.
¿Qué significa Moisés, Miguel? ‘Sacado de las aguas’.
¿Y qué fue lo que Dios hizo con el pueblo hebreo? Los sacó de las aguas del pueblo egipcio; porque aguas representa pueblos, naciones y lenguas; y sacó a Israel de Egipto, de las aguas egipcias, de la nación egipcia. ¿Ven?
Y entonces el mensajero tenía un nombre que tenía que ver con la Obra que Dios iba a hacer.
Y ahora, el que entraría con los hijos de Israel a la tierra prometida tenía que tener un nombre que tenía que ver con la entrada del pueblo hebreo a la tierra prometida.
Josué significa ‘Salvador’, ‘Redentor’.
Y redimir es ‘volver al lugar de origen’, ser retornado al lugar de origen.
Y por consiguiente, el que los iba a llevar a la tierra prometida, colocarlos en el lugar de origen; el que iba a ser el instrumento del Espíritu Santo (que es el que haría la Obra, pero usaría un velo de carne)… Por lo tanto, en el velo de carne estaría el nombre correspondiente para esa labor, que es Josué.
Y ahora, Dios luego, en el Nuevo Testamento, libertaría a Su pueblo del reino de las tinieblas; y por consiguiente, el instrumento a través del cual nos libertaría del reino de las tinieblas tendría el nombre de Redentor, de Salvador.
Y ‘Redentor’, ‘Salvador’, es Jesús.
Jesús es el mismo nombre Josué: Josué en hebreo y Jesús en griego. Vamos a decir: Josué en hebreo y Jesús en gentil.
Ahora, encontramos que ese nombre, vean ustedes, tiene que ver con la Obra que Dios haría.
Dios por medio de Cristo nos sacó del Egipto espiritual, del reino de las tinieblas, y nos colocó en Su Reino; porque Jesús fue obediente a Dios en todo, no tuvo el problema que tuvo Moisés.
Pero ahora nuestro Josué, o sea, nuestro Jesús, ahora Él nos llevará, nos sacará de este mundo, de esta vida terrenal, de esta dimensión terrenal, y nos colocará en la vida eterna. ¿Cómo lo hará Él? En Su Segunda Venida.
Y en Su Segunda Venida Él viene con un Nombre que nadie conoce, sino aquel que lo recibe[10].
Ese Nombre tiene que ver con la Obra que Cristo hará en este tiempo final: de resucitar a los muertos creyentes en Él y transformarnos a nosotros los que vivimos; y llevarnos con Él… sacarnos de este mundo, de esta dimensión terrenal, y llevarnos con Él a la Cena de las Bodas del Cordero, al Cielo, a la dimensión eterna.
Ahora, podemos ver que Jesucristo es nuestro Josué, nuestro Salvador, nuestro Redentor. Por lo tanto, Él en Su Segunda Venida nos va a redimir físicamente.
De esto es que nos habla Efesios, capítulo 4, verso 30; ahí San Pablo dice:
“Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención (o de redención)”.
Pero ¿ya Cristo no hizo la Redención? Claro que sí. Pero en Su Segunda Venida, a todos los sellados con el Espíritu Santo, a todos los nacidos de nuevo, Él los redimirá físicamente.
¿Y qué es la redención física? En Romanos, capítulo 8, nos dice cuál es esa redención física. Capítulo 8 de Romanos, versos 18 en adelante, dice:
“Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”.
O sea, las glorias venideras que han de manifestarse en nosotros cuando recibamos el cuerpo eterno; ahí todas serán glorias.
Pero mientras estamos en este cuerpo físico, hay sufrimientos físicos. Y eso es normal; porque el ser humano cuando pecó perdió la vida eterna y el derecho a la vida eterna, y perdió todas las bendiciones de Dios; y entonces le vinieron todos los problemas.
Sigue diciendo:
“Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios (o sea, aguardar la manifestación de los hijos de Dios en cuerpos eternos, en cuerpos glorificados).
Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza;
porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción…”.
Será libertada ¿de qué? De la esclavitud de corrupción, será libertada de la vida temporal o temporera. Y si será libertada de la vida temporal o temporera, entonces entrará a vida eterna.
“… porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.
Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora;
y no solo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo”.
¿Qué es la adopción? La redención del cuerpo: nuestra transformación, en donde obtendremos el cuerpo inmortal, incorruptible y glorificado, como el cuerpo glorificado de Jesucristo, y joven como el cuerpo glorificado de Jesucristo; y para los muertos en Cristo: la resurrección de ellos en cuerpos glorificados, en cuerpos eternos y jóvenes para toda la eternidad. Esa es la libertad gloriosa de los hijos de Dios, esa es la redención del cuerpo, esa es la adopción.
Y ahora, esto va a ser ¿para quiénes? Para aquellos creyentes en Cristo nacidos de nuevo, aquellos sellados con el Sello del Dios vivo. En palabras más claras: para las vírgenes prudentes, que tenían Aceite en sus lámparas.
Las vírgenes insensatas, que no tenían Aceite en sus lámparas: no serán transformadas, sino que pasarán por la gran tribulación; las que estén en esta Tierra viviendo.
Y las que vivieron en otras edades y murieron, esas personas no van a resucitar en cuerpos glorificados en este tiempo final cuando Cristo resucite a Sus escogidos; esas personas quedarán para la resurrección segunda, que será después que termine el Reino Milenial.
Al final del Reino Milenial será la resurrección general; y ahí resucitarán todos los cristianos, todos los creyentes en Cristo que no obtuvieron el nuevo nacimiento, porque no recibieron el Espíritu Santo.
No se van a perder, pero no pertenecerán a la primera resurrección; y por lo tanto no serán reyes y sacerdotes y jueces en el Reino Milenial de Cristo, y después en la eternidad.
Por lo tanto, los que resucitarán en cuerpos glorificados serán aquellos que recibieron el nuevo nacimiento: nacieron del Agua y del Espíritu; obtuvieron el nuevo nacimiento, obtuvieron el Espíritu Santo, y por consiguiente entraron al Reino de Dios.
Esas personas están selladas con el Sello del Dios vivo, con el Espíritu Santo, para el Día de la Redención; para el día en que Cristo resucitará en cuerpos inmortales y glorificados a los muertos creyentes en Él, que tenían el Espíritu Santo, que fueron sellados con el Espíritu Santo; o sea, que obtuvieron el nuevo nacimiento. Y a nosotros, los que vivimos, nos transformará en este tiempo final.
Por lo tanto, podemos ver que hay un Programa Divino para todos aquellos creyentes en Cristo que no solamente han dicho que tienen fe, sino que tienen las obras de la fe también.
Por lo tanto, es importante tener las obras de fe, las obras de la fe de Cristo; no solamente de palabras, sino de hechos también.
Por lo tanto, adelante trabajando en la Obra de Cristo, expresando las obras de la fe de Cristo.
Que las obras de la fe de Cristo sean expresadas a través de cada uno de ustedes y también de mí; y que Cristo nos acompañe todos los días de nuestra vida; y nos use grandemente en Su Obra en este tiempo final. Siempre con la manifestación de las obras de la fe en nuestra vida, mostrando que tenemos una fe viva; porque una fe viva es una fe que tiene obras.
Que Dios les continúe bendiciendo a todos, y adelante sirviendo a nuestro amado Señor Jesucristo.
Por lo tanto, todos necesitamos tener fe expresada, necesitamos tener fe con obras. Eso es fe en acción, fe viva, fe que muestra sus obras, fe que produce obras divinas.
No creer es fe negativa, incredulidad es fe negativa. Y creer en Cristo es fe positiva.
Por lo tanto, el que tenga fe negativa, pues todo lo que recibirá será negativo. El que tenga fe positiva, fe en Cristo, todo lo que recibirá será positivo: vida eterna con Cristo en Su Reino eterno, para vivir con Él jóvenes por toda la eternidad como reyes y sacerdotes y jueces también; para así pertenecer al Gabinete de Cristo, de ese Reino que Él establecerá en este planeta Tierra.
Por eso es que dice la Escritura que hemos sido lavados con la Sangre de Cristo, Cristo nos ha limpiado con Su Sangre, nos ha limpiado de todo pecado, y nos ha hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes; y reinaremos sobre la Tierra. Eso está en Apocalipsis, capítulo 1, verso 5 al 7; y también en Apocalipsis, capítulo 5, versos 8 al 11; y capítulo 20 del Apocalipsis, versos 4 al 6.
Así es como tenemos una fe viva, una fe con obras.
“OBRAS DE FE”.
Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de nuestro tema: “OBRA DE FE” u “OBRAS DE FE”.
Hemos visto lo que son las obras de fe, y hemos visto que sin obras la fe está muerta; pero con obras de fe, la fe está viva: es una fe viva acá, en nuestra alma.
Muchas gracias por vuestra amable atención, amables amigos y hermanos presentes aquí, y los que están en otras naciones.
Que Dios les bendiga y les guarde a todos.
Y con nosotros el reverendo Robert Clark para continuar.
“OBRAS DE FE”.
[Revisión agosto 2023 – DM-JR-PP]
[1] Efesios 2:8
[2] Romanos 6:23
[3] Romanos 10:17
[4] Génesis 15:5-6, Romanos 4:3, Gálatas 3:6
[5] San Lucas 16:22-24
[6] San Juan 6:63
[7] Génesis 22:1-13
[8] Éxodo 3:7-17
[9] Números 13:16
[10] Apocalipsis 2:17, 19:11-12