El Valor de la Vida

La paz del Señor sea con ustedes, y todas las bendiciones de Cristo sean manifestadas sobre cada uno de ustedes.

Nuestro Señor Jesucristo hace dos mil años atrás pasó por este planeta Tierra con una misión divina. Algunas personas piensan: “Siendo Jesús eterno, ¿por qué se dejó matar?” Él decía: “Nadie me quita la vida, yo la pongo por mí mismo para volverla a tomar.” Por lo tanto, hubo un propósito por el cual Él se dejó matar.

Él dijo en San Juan, capítulo 10, verso 17:

Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.

Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.”

O sea, que Cristo vino a la Tierra con una misión divina, con un mandamiento divino; y Cristo cumplió todos los mandamientos de Dios; y ése era el más difícil de todos, y lo cumplió también.

¿Por qué Jesucristo, el Hijo de Dios, fue enviado por Su Padre a este planeta Tierra? Y fue enviado no en un viaje de turismo, fue enviado para morir.

El valor de la vida del ser humano no puede ser palpado, no puede ser visto; pero Dios, el cual le dio la vida al ser humano, sabe el valor de la vida del ser humano.

Algunas veces nosotros, por ignorancia, al no saber el valor de la vida, descuidamos nuestra vida, nos descuidamos en diferentes formas al ignorar el valor de la vida; pero Dios no ignora el valor de la vida que le dio al ser humano, y por consiguiente Él envió a Jesucristo a la Tierra; aun siendo pecadores los seres humanos, Dios envió a Su Hijo para morir.

San Pablo nos explica en Romanos, capítulo 5, versos 6 al 11, el motivo por el cual Dios envió a Su Hijo:

Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos.

Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno.

Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.”

¿Por qué Dios envió a Su Hijo Unigénito a la Tierra para que lo mataran? Por cuanto Él (Dios) nos amó. El motivo fue el Amor de Dios hacia nosotros.

La expresión del Amor de Dios hacia el ser humano, es la Venida de Cristo para morir en la Cruz del Calvario. Esa es la expresión máxima del Amor de Dios hacia el ser humano; y esto es porque Dios conoce el valor de la vida que le dio al ser humano.

Algunas personas no se conocen a sí mismos, algunas personas piensan que son el pedazo de carne, hueso y sangre que vemos, pero eso no es usted. Usted es billones y billones de veces algo más grande que ese cuerpo de carne que usted tiene. Usted es alma viviente.

Y por consiguiente, siendo que Dios creó al ser humano alma, espíritu y cuerpo, y siendo el ser humano trino: alma, espíritu y cuerpo, Dios es trino también: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Si el hombre es trino y es a imagen y semejanza de Dios, Dios es trino también: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y esa trinidad de Dios fue manifestada en carne humana en la persona de Jesucristo nuestro Salvador para —Dios por medio de Jesucristo— expresar Su Amor hacia nosotros.

Por lo tanto, el valor de la vida del ser humano, para Dios es tan grande que dio a Su Hijo Unigénito para que muriera por nosotros y nos diera vida eterna; porque Dios quiere que nosotros vivamos eternamente con Él, porque Él nos creó a Su imagen y a Su semejanza.

¿Qué es lo más que se parece a Dios? El ser humano. Por eso cuando Dios vino manifestado en carne humana, ¿a quién se parecía? A los seres humanos. Vino manifestado en carne humana, no en un animal, sino en un hombre llamado Jesús; para expresar personalmente Su Amor hacia el ser humano, muriendo para darnos la vida eterna.

En el Antiguo Testamento el pueblo hebreo sacrificaba el macho cabrío de expiación el día diez del mes séptimo de cada año, para que el pueblo pudiera obtener el perdón de sus pecados y ser cubiertos con la sangre de aquel animalito.

Cubiertos los pecados, no quitados, porque los animales no son perfectos, y por consiguiente la sangre de un animal no puede quitar el pecado del ser humano. Pero aquello era tipo y figura de Jesucristo muriendo en la Cruz del Calvario y derramando Su Sangre para limpiarnos de todo pecado, y enviar Su Espíritu Santo a nuestra alma para producir el nuevo nacimiento, y así nacer en el Reino de Dios; y por consiguiente, nacer a una nueva vida: a la vida eterna, para que vivamos eternamente con Dios.

Ése ha sido el motivo por el cual Dios envió a Jesucristo a este planeta Tierra: para que Él pudiera morir y nosotros pudiéramos recibir la vida eterna. Porque Dios quiere que yo viva eternamente y que usted también viva eternamente.

Y ahora, encontramos que después de la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario, la raza humana tiene el Sacrificio perfecto de la Expiación por sus pecados; y por consiguiente, todo ser humano tiene derecho a la vida eterna.

Y para obtener el beneficio de ese derecho, usted lo obtiene recibiendo a Cristo como el único y suficiente Salvador, para que Cristo le reciba, le perdone y con Su Sangre le limpie de todo pecado; y sea bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo le bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en usted el nuevo nacimiento; y nazca a la vida eterna en el Reino eterno de Cristo.

De esto fue que le habló Cristo a Nicodemo en el capítulo 3 de San Juan, verso 1 al 6, cuando le dijo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.” Y no nos podemos maravillar de que Cristo diga que es necesario nacer de nuevo para entrar al Reino de Dios y vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino eterno.

Así como para usted y yo poder vivir en esta dimensión terrenal y disfrutar de todos los beneficios correspondientes, tuvimos que nacer (para eso fue que nacimos, para poder vivir en esta dimensión terrenal la cual es temporal), y para vivir eternamente tenemos que nacer de nuevo, nacer en un Reino eterno, para obtener la vida eterna.

El ser humano en su alma anhela la vida eterna, el ser humano en su alma clama por la vida eterna, porque hay vida eterna. El ser humano la perdió en el Huerto del Edén, el primer Adán la perdió, pero el segundo Adán, que es Jesucristo, la da para nosotros.

Por eso es tan importante escuchar la predicación del Evangelio de Cristo, para que nazca la fe de Cristo en nuestra alma, creamos en Cristo de todo corazón y demos testimonio público de nuestra fe en Cristo, recibiéndolo como nuestro único y suficiente Salvador, y ser bautizados en agua en Su Nombre; y todo eso es nacer de la Palabra.

Y luego, nacer del Espíritu es recibir el Espíritu de Cristo; y ahí tenemos el nuevo nacimiento, y entonces tenemos la vida eterna. Ya nuestra alma tiene vida eterna: la hemos recibido a través de Jesucristo al recibirlo como nuestro único y suficiente Salvador. Para eso es que se predica el Evangelio de Cristo y se le da la oportunidad a las personas de que den testimonio público de su fe en Cristo, recibiéndole como su único y suficiente Salvador.

Yo le recibí, he dado testimonio público de mi fe en Cristo y Él me ha dado la vida eterna. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también.

Si hay alguna persona que todavía no ha dado testimonio público de su fe en Cristo, puede hacerlo en estos momentos, y yo oraré por usted para que Cristo le reciba, le perdone y con Su Sangre le limpie de todo pecado. Puede levantar su mano y yo oraré por usted.

Hay manos levantadas en esta parte, hay manos levantadas también en esta parte, pueden venir aquí al frente para que estén más cerca, para orar por ustedes en estos momentos, para que Cristo extienda Su Misericordia sobre ustedes, perdone vuestros pecados y con Su Sangre les limpie de todo pecado.

Usted quiere vivir eternamente, y ese es el deseo de Dios, y por eso envió a Jesucristo al mundo para que muriera por todos nosotros. Porque el valor de la vida Dios se la ha dado, y lo ha mostrado enviando a Jesucristo para morir por nosotros en la Cruz del Calvario.

Si hay alguna otra persona que no ha dado testimonio público de su fe en Cristo, puede hacerlo en estos momentos, pues ya escuchó el Evangelio de Cristo, la fe de Cristo nació en su alma, ya está creyendo en Cristo de todo corazón, y ahora le falta dar testimonio público de su fe en Cristo.

Puede venir, si falta alguna otra persona por venir, a dar testimonio público de su fe en Cristo, para que quede incluido en esta oración.

También los que están a través de internet o del satélite en otras naciones, también pueden pasar al frente en las naciones donde se encuentran, para dar testimonio público de su fe en Cristo, recibiéndolo como su único y suficiente Salvador.

Vamos a estar puestos en pie, vamos a levantar nuestras manos al Cielo a Cristo, y los que han venido para dar testimonio público de su fe en Cristo, repitan conmigo esta oración. Los que están en otras naciones también pueden dar testimonio público de su fe en Cristo levantando sus manos, y repitan conmigo también esta oración:

Señor Jesucristo, he escuchado la predicación de Tu Evangelio, nació Tu fe en mi alma y creo en Ti de todo corazón.

Creo en Tu Primera Venida, creo en Tu Nombre, creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por mis pecados, y reconozco que Tú eres mi único y suficiente Salvador, reconozco que soy pecador.

Señor Jesucristo, ten misericordia de mí. Doy testimonio público de mi fe en Ti y te recibo como mi único y suficiente Salvador.

Me entrego en Tus Manos, Señor Jesucristo. Salva mi alma, Señor Jesucristo, te lo ruego. Perdona mis pecados y con Tu Sangre límpiame de todo pecado, y bautízame con Espíritu Santo y Fuego; y te ruego produzcas en mí el nuevo nacimiento. Quiero nacer en Tu Reino eterno, quiero vivir eternamente contigo.

Señor Jesucristo, en Tus Manos encomiendo mi alma. Salva mi alma, Señor Jesucristo. Te lo ruego. En Tu Nombre Eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén.

Padre celestial, en Tus manos encomiendo el alma de todas estas personas que han recibido a Jesucristo Tu Hijo amado, como único y suficiente Salvador; recíbeles en Tu Reino para que vivan eternamente contigo en Tu Reino. En el Nombre del Señor Jesucristo, Tu Hijo amado, Te lo ruego, ¡oh Padre celestial! Amén.

Que Jesucristo nuestro Salvador les bendiga grandemente; y a vuestros familiares: Cristo también los traiga a Sus Pies y les dé también la salvación y vida eterna. Y a ustedes les acompañe Cristo también todos los días de vuestra vida terrenal, y luego les tenga en Su Reino eterno viviendo con todos los creyentes en Cristo. En el Nombre del Señor Jesucristo.

Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de: “EL VALOR DE LA VIDA.” Valor que le dio Dios al enviar a Su Hijo amado a la Tierra, para morir por todos nosotros. Ése es el valor que Dios le dio a la vida.

Muchas gracias por vuestra atención prestada, y muchas gracias por la invitación que me hizo para estar aquí en esta ocasión.

Dios les bendiga y les guarde.

“EL VALOR DE LA VIDA.”

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