El poder del Espíritu Santo encarnándose y obrando en Su Iglesia

Muy buenas noches, amables amigos y hermanos presentes, y los que están a través del satélite Amazonas y de internet en diferentes naciones. Que la bendición de Cristo, el Ángel del Pacto, sea sobre todos ustedes.

Para esta ocasión leemos en el libro de los Hechos, capítulo 1, versos 1 al 9, donde dice el doctor San Lucas (el cual acompañaba a San Pablo, y el cual es el autor del Evangelio según San Lucas, y también autor del libro de los Hechos), dice:

“En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar,

hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido;

a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios.

Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí.

Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.

Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?

Y (Él) les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad;

pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.

Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos”.

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

“EL PODER DEL ESPÍRITU SANTO ENCARNÁNDOSE Y OBRANDO EN SU IGLESIA”.

El Espíritu Santo lo encontramos en el Antiguo Testamento, en toda la Biblia lo encontramos obrando; fue Dios por medio del Espíritu Santo que creó los Cielos y la Tierra.

El Espíritu Santo es nada menos que el Ángel del Pacto, el Ángel que le apareció al profeta Moisés y lo envió para la liberación del pueblo hebreo.

Cuando Moisés le preguntó cuál era Su nombre…; porque Dios estaba en el Ángel del Pacto y hablaba a través del Ángel del Pacto; y Dios por medio del Ángel del Pacto le dio a conocer Su nombre, el cual fue traducido como Yo soy (en Éxodo, capítulo 3, versos 13 al 16), y que son cuatro consonantes, cuatro letras, las cuales son YHWH.

Y que, si usted va a leer esas cuatro consonantes, no sabe cómo leerlas, es porque en hebreo no hay vocales; pero Moisés escuchó el Nombre siendo pronunciado por Dios. Pero como en hebreo no se escriben… no hay vocales escritas, entonces esas cuatro letras, cuatro consonantes, tienen una pronunciación, la cual Moisés escuchó.

Y Dios por medio del Ángel del Pacto, que le apareció a Moisés, le dice que ese es Su nombre para siempre, Su memorial.

Y ahora, es Moisés la primera persona a quien le es revelado el Nombre Eterno de Dios. A Abraham, a Isaac y a Jacob, y a las demás personas, no les fue revelado ese nombre, sino que Dios se manifestó a ellos, se reveló a ellos, como el Dios Omnipotente y así por el estilo; pero nunca por el nombre Yahvé, Yahwé, o como lo traducen en la versión Reina Valera de la Biblia: Jehová.

Ahora, encontramos que Moisés en el capítulo 6 del Éxodo, versos 2 al 3, recibe la buena noticia de parte de Dios (que a Abraham, a Isaac y a Jacob, Dios no se había revelado con ese nombre).

Encontramos también, cuando Jacob luchó con el Ángel, que es el Ángel del Pacto (el mismo Ángel a través del cual le apareció Dios a Moisés), Jacob recibió la bendición de que su nombre fuera cambiado por Israel. Y ya que el Ángel le cambia el nombre a Jacob por Israel, ahora Jacob o Israel quiere saber el nombre del Ángel; y le pregunta: “¿Cuál es Tu nombre?”. Y el Ángel no le da a conocer Su nombre, porque no era el tiempo para Él dar a conocer Su nombre.

Vean, en el verso 26 en adelante, del capítulo 32 del Génesis, dice… 24 en adelante:

“Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba.

Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba.

Y dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices”.

Así es como uno tiene que agarrarse de Dios: ¡bien agarrado!, para recibir la bendición de Dios.

“Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob.

Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido”.

Tenemos que luchar para vencer.

“Entonces Jacob le preguntó, y dijo: Declárame ahora tu nombre. Y el varón respondió: ¿Por qué me preguntas por mi nombre? Y lo bendijo allí”.

Le dice a Jacob: “¿Por qué preguntas por Mi nombre?”; y allí lo bendijo, pero no le dio a conocer Su nombre. Y luego dice:

“Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma”.

Cuando luchó con ese Ángel y vio a ese Ángel, dijo: “Vi a Dios cara a cara”. ¿Por qué? Porque ese Ángel es el cuerpo angelical de Dios, ese Ángel es nada menos que el Espíritu Santo.

Un espíritu es un cuerpo de otra dimensión. Y ahora, el Espíritu Santo es el Ángel del Pacto, es ese cuerpo angelical; y por consiguiente, es nada menos que el Cristo, el Mesías, el Ungido, el cual ya existía en otra dimensión, en el cual estaba Dios.

Y ahora, encontramos que Dios nunca se reveló a ninguna persona, ni trajo Palabra para ninguna persona o pueblo, a menos que fuera a través del Ángel del Pacto.

Y ahora, veamos aquí algunos detalles importantes que necesitamos conocer.

Por ejemplo, en el libro de Jueces, capítulo 13, Manoa, el padre de Sansón, el cual había orado a Dios por un hijo, y su esposa no había tenido hijo, porque era estéril, la señora Manoa; y le apareció el Ángel de Dios, le habló que iba a tener un hijo ella; por lo tanto, ese matrimonio, iban a tener un niño, un hijo. Y ella se lo cuenta a su esposo, y su esposo ora a Dios para que Dios envíe a ese Ángel, a ese Varón que le había aparecido a su esposa y le había dado esa promesa; y Dios escucha la oración de Manoa y envía nuevamente al Ángel.

Y cuando le aparece de nuevo a la esposa de Manoa, la esposa de Manoa va y busca a su esposo, y le dice: “El Varón…”. ¿Ve? Es un Hombre, un Hombre de otra dimensión. “El Varón que me había aparecido, nuevamente me apareció, y está aquí en tal lugar”. Y enseguida va Manoa con su esposa a donde ese Hombre, a donde ese Varón.

Y vamos a ver…, le da nuevamente las instrucciones de cómo criar a ese niño; le dice… lo mismo que le había dicho a la señora Manoa se lo dice también a Manoa (el esposo de ella), y le dice que haga como le había sido dicho a ella; y que ella no tome vino ni sidra, y que críen al niño en el temor de Dios, y que el niño… Vamos a ver, dice… Capítulo 13, verso 11 en adelante [Jueces]:

“Y se levantó Manoa, y siguió a su mujer; y vino al varón y le dijo: ¿Eres tú aquel varón que habló a la mujer? Y él dijo: Yo soy”.

Ahora vean, está usando el Yo soy, está usando ahí ese Yo soy.

“Entonces Manoa dijo: Cuando tus palabras se cumplan, ¿cómo debe ser la manera de vivir del niño, y qué debemos hacer con él?

Y el ángel de Jehová respondió a Manoa: La mujer se guardará de todas las cosas que yo le dije.

No tomará nada que proceda de la vid; no beberá vino ni sidra, y no comerá cosa inmunda; guardará todo lo que le mandé.

Entonces Manoa dijo al ángel de Jehová: Te ruego nos permitas detenerte, y te prepararemos un cabrito”.

¿Ve? Era un Hombre; le está ofreciendo un cabrito, o sea, le está ofreciendo una buena comida. Como Abraham: le ofreció una… un becerro o una becerra tierna a Dios cuando apareció con Sus Arcángeles Gabriel y Miguel el día antes de la destrucción de Sodoma y Gomorra, en el capítulo 18 del Génesis.

Y ahora vean lo que el Ángel le dice:

“Y el ángel de Jehová respondió a Manoa: Aunque me detengas, no comeré de tu pan; mas si quieres hacer holocausto, ofrécelo a Jehová. Y no sabía Manoa que aquel fuese ángel de Jehová (no sabía que era el Ángel de Dios, el Ángel de Jehová).

Entonces dijo Manoa al ángel de Jehová: ¿Cuál es tu nombre, para que cuando se cumpla tu palabra te honremos?

Y el ángel de Jehová respondió: ¿Por qué preguntas por mi nombre, que es admirable?”.

En Isaías, capítulo 9, versos 6 al 7, dice que un niño va a nacer:

“Porque un niño… (…), hijo nos es dado (y dice), y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.

Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David”.

Y ahora, encontramos que el Imperio del Hijo de David, que es el Mesías, el Cristo, va a extenderse por el mundo entero cuando sea establecido ese Reino en la Tierra; y la paz no tendrá límite: se va a extender la paz desde Jerusalén por todo el Medio Oriente y por todas las naciones; porque ese es el Príncipe de Paz, el Mesías, y Él es el único que puede traer la paz permanente, la paz duradera, a Israel y a toda la raza humana.

Los seres humanos, por medio de los tratados de una nación con otra, traen una paz, pero que es temporera; porque cuando se rompen las relaciones entre una nación y otra, ya la paz también se afecta.

También la Escritura dice que cuando digan “paz y seguridad”, entonces vendrá destrucción repentina (Primera de Tesalonicenses, capítulo 5, versos 1 al 10).

Ahora, continuemos aquí el caso de Manoa:

[Jueces 13:19] “Y Manoa tomó un cabrito y una ofrenda, y los ofreció sobre una peña a Jehová; y el ángel hizo milagro ante los ojos de Manoa y de su mujer.

Porque aconteció que cuando la llama subía (la llama de fuego)… que cuando la llama subía del altar hacia el cielo, el ángel de Jehová subió en la llama del altar ante los ojos de Manoa y de su mujer, los cuales se postraron en tierra.

Y el ángel de Jehová no volvió a aparecer a Manoa ni a su mujer. Entonces conoció Manoa que era el ángel de Jehová (el Ángel de Dios)”.

“Y su mujer…”. Vean aquí:

“Y dijo Manoa a su mujer: Ciertamente moriremos, porque a Dios hemos visto”.

Habían visto a Dios; pero la Escritura aquí mismo dice que a quien habían visto era al Ángel de Dios.

¿Y por qué ahora Manoa dice que ha visto a Dios? Porque así como cuando usted ve el cuerpo de otra persona que usted conoce, usted dice: “Vi a Fulano de Tal en tal lugar. Estuve hablando con tal persona”, y dice el nombre de la persona; porque usted está viendo el cuerpo donde mora esa persona, en el cual está el nombre de esa persona, el cual fue registrado en las oficinas de Gobierno; y usted dijo que vio y habló con Fulano de Tal.

Pero el ser humano es alma, espíritu y cuerpo; lo que usted vio fue el cuerpo, no vio ni siquiera el espíritu de la persona, y mucho menos el alma de la persona, lo cual es en realidad la persona: alma viviente, que vive dentro de ese cuerpo de carne con su cuerpo espiritual.

Pero ahora, aquí en este caso, por cuanto no tenía un cuerpo de carne…, pero que más adelante lo iba a tener, lo iba a crear en el vientre de una virgen; lo cual ocurrió cuando la virgen María concibió y dio a luz un hijo, y le puso por nombre Jesús. Ese fue el cuerpo de carne de Dios, en quien moró, mora y morará eternamente Dios en toda Su plenitud. Padre, Hijo y Espíritu Santo lo tenemos en la persona del Señor Jesucristo.

Y ahora, veamos aquí lo que la esposa de Manoa le va a decir a Manoa. Él dice:

“Y dijo Manoa a su mujer: Ciertamente moriremos, porque a Dios hemos visto”.

Dios le había dicho a Moisés: “No me verá hombre y vivirá”. Y le dijo: “Yo voy a pasar delante de ti”, porque Moisés quería ver la Gloria de Dios; y pasó toda la Gloria de Dios delante de Moisés, pero Dios colocó Su mano frente a Moisés; y Moisés, mientras pasaba la Gloria de Dios, no veía nada; y luego, cuando Dios quitó Su mano de sobre el rostro de Moisés, entonces vio las espaldas de Dios[1]. ¿Qué vio? Vio las espaldas del Ángel del Pacto, las espaldas de un hombre.

Y ahora:

“Y su mujer le respondió (la señora Manoa le respondió a su esposo Manoa)… Y su mujer le respondió: Si Jehová nos quisiera matar, no aceptaría de nuestras manos el holocausto y la ofrenda, ni nos hubiera mostrado todas estas cosas, ni ahora nos habría anunciado esto (o sea, que iban a tener un hijo)”.

No les habría anunciado que van a tener un hijo; porque si después de recibir toda esa buena noticia, porque vieron a Dios cara a cara ahora van a morir, y entonces ¿qué del niño?; entonces no se cumpliría lo que el Ángel le dijo a Manoa.

Ahora, en San Juan (para que tengamos el cuadro claro), capítulo 1, nos dice… vamos a ver aquí… San Juan, capítulo 1, verso 1 en adelante, dice:

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”.

¿Quién es el Verbo? El Ángel del Pacto, el Ángel de Dios.

“Este era en el principio con Dios.

Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”.

Y ahora, todas las cosas Dios las hizo por el Verbo que era con Dios y era Dios; por medio del Verbo, que es el Ángel del Pacto.

“En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”.

Y ahora, Dios por medio de Su Ángel, el Ángel del Pacto, creó Dios los Cielos y la Tierra; pues dice Génesis, capítulo 1, verso 1: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”.

Y ahora, continuamos donde dice… el verso 9 [San Juan 1]:

“Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.

En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.

A lo suyo vino (o sea, al pueblo hebreo), y los suyos no le recibieron.

Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;

los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”.

Son engendrados en el nuevo nacimiento y para el nuevo nacimiento, por el mismo Dios a través de Su Espíritu Santo; así como fue creado en el vientre de María el cuerpo de Jesús, el Hijo de Dios, que sería manifestado en esta Tierra para llevar a cabo la redención del ser humano en la manifestación máxima del amor de Dios hacia el ser humano.

Y ahora, el verso 14 dice:

“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”.

Y cuando el Verbo, el Ángel del Pacto, el Ángel de Dios, se hizo carne y habitó en medio de la raza humana, allí en medio del pueblo hebreo, lo conocemos a través de la Biblia con el nombre y por el nombre de Jesús.

Y ahora, el verso 18 de este mismo capítulo de San Juan, dice:

“A Dios nadie le vio jamás…”.

¿Y qué de lo que dijo Jacob, que vio a Dios cara a cara? ¿Y qué de lo que dice Manoa, que él y su esposa vieron a Dios?

Dios también le dijo a Moisés: “No me verá hombre y vivirá”.

Es que lo que Moisés y lo que vio Jacob y lo que vio Manoa fue el cuerpo angelical de Dios, donde Dios habitaba, o sea, vio al Ángel del Pacto, y es un hombre de otra dimensión.

Por eso en Ezequiel, capítulo 9, aparece ese Hombre con el tintero de escribano en Su cintura, para sellar en sus frentes a los que gimen y claman en Jerusalén. Ese es el Ángel del Pacto, ese es el Espíritu Santo, yendo a Jerusalén.

Un espíritu es un cuerpo de otra dimensión.

Y ahora:

“A Dios nadie le vio jamás…”.

¿Ven? No hay una contradicción. No hay contradicciones en la Biblia.

Cuando alguna persona dice que encontró una contradicción, es que él hizo una mala interpretación de lo que dice la Biblia; el problema no está en la Biblia, está en la persona que malinterpretó lo que la Biblia dice. La Biblia no se contradice.

Jacob, Moisés, Manoa y todos estos hombres que vieron al Ángel del Pacto, dijeron que vieron a Dios; es que vieron el cuerpo de Dios; así como cuando nosotros vemos a una persona: lo que estamos viendo es el cuerpo donde vive esa persona, pero a la persona como alma viviente no la hemos visto, está dentro de ese cuerpo de carne. Así pasa con Dios.

Dios estaba morando dentro de Su cuerpo angelical; y luego, cuando se hizo carne el Verbo, el Ángel del Pacto…, como dice Malaquías, capítulo 3: “Y vendrá a Su Templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el Ángel del Pacto, a quien deseáis vosotros”.

O sea que vendrá (¿quién?) Dios el Padre con Su cuerpo angelical, que es el Ángel del Pacto; y vendrá para visitar a Su pueblo Israel. ¿Y cómo vendrá? Haciéndose carne, o sea, creándose un cuerpo de carne, el cual fue llamado Jesús.

Así como estaba el nombre de Dios en el Ángel, como dice el Éxodo, capítulo 23, verso 20 al 23, cuando dice: “He aquí Yo envío Mi Ángel delante de vosotros”; y dice que escuchen Su Voz. Y dice [verso 21]:

“… no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él”.

Y ahora, el nombre de Dios estaba en Su cuerpo angelical; y cuando se hizo carne, el nombre de Dios estaba en el cuerpo de carne. Por eso Jesús podía decir: “Yo he venido en nombre de mi Padre”[2].

El mismo nombre que estaba en Dios, el mismo nombre de Dios, fue colocado en Su cuerpo angelical llamado el Ángel del Pacto, y fue colocado en Su cuerpo de carne llamado Jesús.

Por eso es que Jesús decía: “Yo soy el Pan de Vida”[3], “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”[4]. Y siempre que Él usa el Yo soy, está usando ahí el mismo Yo soy que le fue hablado a Moisés como el Nombre de Dios.

Cuando estaba en el Getsemaní con Sus discípulos, luego de orar, vinieron para tomarlo preso; y cuando están buscándolo, Él dice: “¿A quién buscan ustedes?”. Dicen los guardias: “A Jesús”. Y Jesús dice: “Yo soy”. Cuando dijo: “Yo soy”, cayeron al piso sentados, cayeron al piso[5]. ¿Qué pasó ahí? Estaba identificándose y dando Su nombre, que es el Nombre de Dios.

El nombre del Señor Jesucristo es el Nombre de Dios; por eso Dios lo ha hecho Señor y Cristo[6].

Y ahora:

“A Dios nadie le vio jamás…”.

Por lo tanto, todos los que dijeron que vieron a Dios, lo que vieron fue el cuerpo angelical de Dios. Y luego, cuando se hizo carne, los que vieron a Jesús estaban viendo a Dios cara a cara en Su cuerpo de carne; por eso Jesús decía: “El Padre y Yo una cosa somos”. San Juan, capítulo 10, verso 30.

Y en San Juan, capítulo 14, verso 6, dice también (de ahí en adelante), cuando le preguntan y le dicen a Jesús: “Muéstranos al Padre y nos basta”, Jesús le dice: “Felipe, ¿tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido? ¿No sabes que el que me ha visto a mí, ha visto al Padre? ¿Cómo, pues, dices tú: ‘Muéstranos al Padre’?”.

Estaba ahí el Padre celestial, Dios, con Su cuerpo angelical llamado el Ángel del Pacto, dentro del cuerpo de carne; así como estamos usted y yo: como almas vivientes, con nuestro cuerpo espiritual dentro del cuerpo de carne. Somos alma, espíritu y cuerpo.

Y ahora, continuamos aquí: capítulo 1, verso 18, de San Juan, donde estamos leyendo, donde dice:

“A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer”.

Dios no ha sido visto por las personas; pero dice: “el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre”, o sea, el Ángel del Pacto; el cual lo daba a conocer en el Antiguo Testamento en cada ocasión en que Dios aparecía en y con Su cuerpo angelical. Y luego, cuando se hizo carne, también allí está siendo dado a conocer Dios: a través de Jesucristo, el Hijo de Dios; así como lo daba a conocer el Ángel del Pacto, que es Cristo en Su cuerpo angelical.

O sea, el cuerpo angelical de Cristo es el Ángel del Pacto; ese es el Espíritu Santo, que daba a conocer a Dios en todas esas ocasiones en que aparecía a diferentes profetas; y luego en el cuerpo de carne llamado Jesús continuó el Ángel del Pacto, el Hijo de Dios, dando a conocer a Dios, a través del velo de carne llamado Jesús. Tan simple como eso fue ver a Dios revelado al ser humano.

“… el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer”.

Ahora comprendemos este misterio del cual San Pablo en Colosenses, capítulo 2, verso 2 al 3, dice:

“… para que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo…”.

¿Y vieron lo sencillo que es el misterio de Dios el Padre, y de Cristo? ¿Quién lo ha dado a conocer? El Hijo de Dios, Cristo, el Ángel del Pacto.

“… en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento”.

Y ahora, a través de la historia de la raza humana, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, hemos estado viendo al Ángel del Pacto, en quien está Dios; y por consiguiente hemos estado viendo a Dios en el Ángel del Pacto operando, obrando, de edad en edad.

Él ha estado en los diferentes hombres de Dios en el Nuevo Testamento, como San Pedro y los demás apóstoles; excluyendo a Judas Iscariote, que se fue antes de la llegada del Espíritu Santo.

Y ahora, hemos estado viendo al Espíritu Santo, el cual se encarnó, vino encarnado en la persona de Jesús, en el velo de carne llamado Jesús; y luego ha estado viniendo manifestándose en carne humana en diferentes predicadores, en los diferentes apóstoles y diferentes ángeles mensajeros de la Iglesia del Señor Jesucristo.

Y para este tiempo final también tenemos la promesa que el Espíritu Santo vendrá encarnado en el Día Postrero en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo, hablándonos y revelándonos las cosas que deben suceder en este tiempo final; así como fue el Espíritu Santo el que reveló a través de San Pedro la Puerta para entrar al Cielo, que es Cristo nuestro Salvador, el cual había dicho: “Yo soy la puerta; y el que por mí entrare, será salvo” (San Juan, capítulo 10, verso 9).

“EL PODER DEL ESPÍRITU SANTO ENCARNÁNDOSE Y OBRANDO EN SU IGLESIA”.

Así como hemos visto a través de la historia bíblica esa manifestación del Espíritu Santo a través de velos de carne, y en el Antiguo Testamento culminó con la manifestación en carne humana en Jesús; para el Día Postrero, la manifestación del Espíritu Santo a través de velos de carne, culminará en un velo de carne a través del cual Él obrará y traerá a cumplimiento todas las cosas que han sido prometidas para Su Iglesia para este tiempo final; y lo veremos en el cumplimiento de la Visión de la Carpa.

A través de esa manifestación vendrá el cumplimiento de la Visión de la Carpa; por lo tanto, veremos al Espíritu Santo en ese velo de carne obrando en la Visión de la Carpa, tanto para que aparezca, o sea, para la construcción, como también para el ministerio que estará siendo operado en el cumplimiento de la Visión de la Carpa.

Tan simple como eso será la Obra del Espíritu Santo en este tiempo final, en la etapa de la Edad de la Piedra Angular, la Etapa de Oro de la Iglesia del Señor Jesucristo; la etapa de adopción para los hijos de Dios, o sea, la etapa para la resurrección de los muertos en Cristo en cuerpos eternos y glorificados, y para la transformación de los creyentes en Cristo que permanecerán vivos cuando ocurra la resurrección de los muertos en Cristo.

Los que permanezcan vivos, creyentes en Cristo nacidos de nuevo, serán transformados: tendrán un cuerpo eterno, joven, inmortal, incorruptible y glorificado, como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador; y entonces todos seremos iguales a nuestro Señor Jesucristo, todos seremos a imagen y semejanza del Señor Jesucristo, e iremos con Él a la Cena de las Bodas del Cordero, al Cielo, a la Casa de nuestro Padre celestial, que es la séptima dimensión.

Dios les bendiga y les guarde; y continúen pasando una noche feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.

“EL PODER DEL ESPÍRITU SANTO ENCARNÁNDOSE Y OBRANDO EN SU IGLESIA”.

[Revisión abril 2023 – mayo 2025]

[1] Éxodo 33:18-23

[2] San Juan 5:43

[3] San Juan 6:35

[4] San Juan 14:6

[5] San Juan 18:2-6

[6] Hechos 2:36

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