Muy buenos días, amados amigos y hermanos presentes, y los que están a través del satélite Amazonas en el canal WSS, o por internet en diferentes naciones. Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes.
Para esta ocasión leemos en San Mateo, capítulo 4, versos 12 en adelante, y dice de la siguiente manera:
“Cuando Jesús oyó que Juan estaba preso, volvió a Galilea;
y dejando a Nazaret, vino y habitó en Capernaum, ciudad marítima, en la región de Zabulón y de Neftalí,
para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo:
Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí,
Camino del mar, al otro lado del Jordán,
Galilea de los gentiles;
El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz;
Y a los asentados en región de sombra de muerte,
Luz les resplandeció.
Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”.
Y luego, en este mismo capítulo 4, verso 23 dice:
“Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo”.
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
“LA LUZ QUE DISIPA LAS TINIEBLAS”.
Cristo aparece, mostrado en el libro del Evangelio según San Juan, capítulo 8, verso 12, como la Luz del mundo. El mismo Cristo dice, capítulo 8, verso 12:
“Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”.
Cristo es la Luz del mundo, la Luz que resplandece en las tinieblas, tanto en el alma de las personas (y Él ilumina el alma de las personas) y también en los territorios donde Él iba, como la tierra de Zabulón y de Neftalí, donde tenía la promesa, ese territorio, la tenía allá en Isaías, capítulo 9, versos 1 al 3, y luego lo cumplió Cristo en San Mateo, capítulo 4, versos 12 en adelante, territorio de Zabulón y de Neftalí, donde dice:
“Camino del mar, al otro lado del Jordán,
Galilea de los gentiles;
El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz…”.
Vio gran Luz cuando vio a Cristo en Su ministerio trayéndoles, predicándoles, el Evangelio del Reino.
“Y a los asentados en región de sombra de muerte,
Luz les resplandeció”.
Ahora vean cómo la Luz resplandeció en esos territorios: fue con la Venida del Mesías, la Venida de Cristo, que es la Luz del mundo, siendo manifestado entre ellos, y predicando el Evangelio del Reino.
Vamos a ver un poco más aquí acerca de la Luz, que es Cristo. San Juan, capítulo 1, verso 1 en adelante, dice:
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
Este era en el principio con Dios”.
El Verbo es Cristo en Su cuerpo angelical, es el Ángel del Pacto, el cuerpo angelical de Dios.
“Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”.
O sea que toda la Creación fue hecha por medio del Verbo, del Ángel del Pacto, ¿por qué? Porque Dios estaba en ese cuerpo angelical llamado el Verbo de Dios, llamado el Ángel del Pacto.
“En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”.
Y la Luz es la que disipa las tinieblas en el corazón de las personas y también en las naciones, en los territorios donde llega la Luz del Evangelio de Cristo, dando a conocer a Cristo como el Salvador del mundo, dando a conocer a Cristo como el Redentor. Sigue diciendo:
“La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella”.
No prevalecieron contra la Luz. Cristo es el que quita las tinieblas del corazón, del alma, del ser humano, y de los pueblos, naciones y lenguas. Sigue diciendo:
“Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan (o sea, Juan el Bautista).
Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él”.
Todos creyeran por Juan el Bautista, creyeran ¿en quién? En el que él estaba anunciando que vendría después de él, el cual sería el Mesías, la Luz del mundo.
“No era él la luz (o sea que Juan el Bautista no era la Luz, no era esa Luz mayor), sino para que diese testimonio de la luz.
Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo”.
Esa Luz que alumbra a todo hombre, que es Cristo, el Ángel del Pacto, el Verbo, venía a este mundo. ¿Cómo iba a venir a este mundo? Vestido de un cuerpo de carne, y ese sería el Mesías, ese sería la Luz del mundo, ese sería el Verbo que era con Dios y era Dios.
“En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.
A lo suyo vino (o sea, al pueblo hebreo), y los suyos no le recibieron.
Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;
los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”.
Y ahora, el Verbo, la Luz del mundo, la Luz que alumbra a todo ser humano, se hizo carne, se hizo hombre en este mundo terrenal, y fue conocido por el nombre de Jesús. (Y ahora…). En hebreo, pues Yoshua o Yeshua.
Sigue diciendo… Juan anunciando a ese hombre, al Mesías que vendría, dice:
“Juan dio testimonio de él, y clamó diciendo: Este es de quien yo decía: El que viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo.
Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia.
Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.
A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer”.
Y ahora, a Dios nadie lo ha visto, pero el unigénito Hijo que está en el Seno del Padre, o sea, Cristo, el Ángel del Pacto, lo ha dado a conocer; porque estaba, está y estará en el Ángel del Pacto, que es Su cuerpo angelical, y que, por consiguiente, es Cristo en Su cuerpo angelical. Y luego, al tener un cuerpo de carne llamado Jesús, y luego de Su muerte y resurrección glorificado, está Dios con Su cuerpo angelical dentro del cuerpo glorificado de Jesucristo; por eso está a la diestra de Dios en el Cielo, por eso está sentado a la diestra de Dios.
Y ahora, tenemos a Dios en Cristo reconciliando consigo al mundo[1]; tenemos, por consiguiente, al Padre, Hijo y Espíritu Santo, todo en la persona de Jesucristo nuestro Salvador.
“A Dios nadie le vio jamás, pero el unigénito Hijo, que está en el Seno del Padre (o sea, Jesucristo), le ha dado a conocer”.
Y ahora, tenemos a Dios en toda Su plenitud en un cuerpo físico glorificado, en el cual mora para toda la eternidad; tenemos, por consiguiente, la plenitud de Dios en Cristo manifestada: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Por eso es que dice San Pedro que Dios ha hecho a Jesús: Señor y Cristo[2]; por eso se le llama a Jesús: Señor Jesu-Cristo, porque Él es Señor y Cristo.
Y ahora, Él es la Luz que disipa las tinieblas del corazón, del alma, de los seres humanos, y de los pueblos, naciones y lenguas.
Ahora, viendo que Jesucristo es la persona más importante que ha venido a este mundo, el que sigue a Cristo no andará en tinieblas; su alma está en luz, su espíritu está en luz, y todo su ser estará caminando en luz; estará caminando en Cristo, que es la Luz del mundo: la Luz que disipa las tinieblas.
Ahora, encontrando o mirando aquí lo que dice el apóstol Pablo en Segunda de Corintios, capítulo 4, verso 5 en adelante… Segunda de Corintios, capítulo 4, verso 3 en adelante, dice:
“Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto;
en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios”.
El Evangelio del Reino volverá a ser predicado conforme a San Mateo, capítulo 24, verso 14, que dice: “Y será predicado este Evangelio del Reino por testimonio en todo el mundo; y entonces vendrá el fin”. El Evangelio del Reino, que predicaba Juan el Bautista y Jesucristo, volverá a ser predicado.
Cuando Cristo murió, y comenzó San Pedro el Día de Pentecostés a predicar el Evangelio, fue el Evangelio de la Gracia, el Evangelio de Paz, el Evangelio de nuestra salvación. Pero el Evangelio del Reino predica y muestra a Cristo como Rey de reyes y Señor de señores, y heredero al Reino y del Reino de David, y por consiguiente del Trono de David; y muestra la restauración del Reino, muestra que está cerca esa restauración del Reino.
O sea que bajo la predicación del Evangelio del Reino, prometido aquí en San Mateo 24, verso 14, se volverá a escuchar todo lo relacionado al Trono de David y Reino de David, y su restauración para este tiempo final; y volverá a resplandecer la Luz del Evangelio del Reino en Israel y entre los gentiles; y así la Luz nuevamente estará resplandeciendo bajo la predicación del Evangelio del Reino.
Ahora, durante la Dispensación de la Gracia ha estado resplandeciendo la Luz, que es Cristo, en nuestros corazones, en nuestras almas; y ha estado iluminando nuestras almas con Su Luz Divina, y nos ha guiado al camino de la vida eterna, que es Cristo nuestro Salvador; y hemos visto el camino que lleva a la vida eterna; en palabras más claras, hemos visto a Jesucristo, que es el Camino. Él mismo dijo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida; y nadie viene al Padre, sino por mí”. San Juan, capítulo 14, verso 6.
Y ahora, para este tiempo final tenemos una promesa muy grande en la Escritura. Dice Segunda de Pedro, capítulo 1… (quiero leerlo), Segunda de Pedro, capítulo 1, versos 19 al 21, dice:
“Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones”.
Esta es una profecía, vean, dice:
“Tenemos también la palabra profética más segura…”.
La Palabra profética nos anuncia las cosas que Dios estaría llevando a cabo; por lo tanto, nos habla también de este tiempo final, como nos habló de las diferentes etapas o edades por las cuales la Iglesia del Señor Jesucristo pasaría.
Y ahora, examinando las profecías que hablan de nuestro tiempo y las grandes promesas llenas de bendiciones para los creyentes en Cristo, dice Pedro que esa Palabra profética es como una antorcha que alumbra en lugar oscuro, a la cual nosotros hacemos bien en estar atentos: atentos para ver el cumplimiento de esas profecías en este tiempo final. Dice:
“… hasta que el día esclarezca…”.
Es que viene un Día… Durante las diferentes etapas de la Iglesia, desde el día de los apóstoles hacia acá, se ha estado viviendo en la etapa de noche. Recuerden que los días, conforme al calendario hebreo, los días comienzan en la tarde, a la caída del sol, y luego de ese lapso de tiempo corto que hay de luz en la tarde, luego viene la noche; todo eso corresponde al tiempo de las diferentes etapas o edades de la Iglesia.
En los días de Jesús era allí el tiempo de la tarde, donde se estaba conectando o entrelazando la Dispensación de la Gracia con la Dispensación de la Ley; así como los días se entrelazan, se conectan el uno con el otro en la tarde de cada día, conforme al calendario hebreo. Conforme al calendario gregoriano eso es a la medianoche, pero conforme al calendario de Dios dado a los judíos, es en la tarde.
Y ahora, la humanidad ha estado viviendo un tiempo de noche, pero la promesa es que va el día a esclarecer, va a nacer un nuevo día: una nueva dispensación, un nuevo día dispensacional; y comenzará en la mañana a esclarecer, y dice:
“… hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones”.
El día prometido lo encontramos también en Oseas, capítulo 6… Ya que hoy es domingo, día de escuela bíblica, estamos en este estudio bíblico viendo nuestro tema correspondiente a esta ocasión, en el cual estamos viendo: “LA LUZ QUE DISIPA LAS TINIEBLAS”. Para este tiempo final va a disipar las tinieblas que hay en el mundo, luego de cierto tiempo.
Ahora, veamos lo que dice Oseas, capítulo 6; verso 1 en adelante dice:
“Venid y volvamos a Jehová; porque él arrebató, y nos curará; hirió, y nos vendará.
Nos dará vida después de dos días; en el tercer día nos resucitará, y viviremos delante de él.
Y conoceremos, y proseguiremos en conocer a Jehová; como el alba está dispuesta su salida”.
¿Ven? Como el alba; esto es, como la mañana. Y es en ese tiempo en que va a estar esclareciendo un nuevo día dispensacional, o sea, la parte del día, la parte de luz; y eso será el tercer día para los judíos, para los hebreos.
Ya han transcurrido —de Cristo hacia acá— dos días delante del Señor, que son dos milenios; y ahora el tercer milenio ha entrado. Recuerden que esos también son llamados los días postreros, los cuales son como los tres días postreros de la semana, los cuales son: quinto día (o sea, el jueves), sexto día (el viernes) y séptimo día (el sábado).
Delante de Dios, por cuanto un día delante del Señor es como mil años para los seres humanos, y mil años de los seres humanos es como un día delante del Señor (como nos dice Segunda de Pedro, capítulo 3, verso 8, y el Salmo 90, verso 4); ahora, siendo estos tres milenios los días postreros delante de Dios: quinto milenio, sexto milenio y séptimo milenio; Cristo nació unos tres a diez años antes de comenzar el quinto milenio, antes de comenzar los días postreros; pero ya luego entró de lleno el primero de los días postreros, o sea, el quinto milenio, y luego tuvo Su ministerio en ese quinto milenio, o sea, en el primer tercio del quinto milenio.
Por eso es que San Pablo nos dice, en Hebreos, capítulo 1, que aquellos días en los cuales Cristo estaba predicando eran ya los días postreros; o sea que los días postreros no son días de 24 horas, sino que son días de mil años cada uno. Ahora veamos, Hebreos, capítulo 1, verso 1 al 3, dice San Pablo:
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,
en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo…”.
Y ahora, San Pablo dice que aquellos días en que Jesús estuvo predicando eran los días postreros; era, por supuesto, el primero de los días postreros delante de Dios, o sea, de los milenios postreros delante de Dios. Dice:
“… el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia…”.
¿Quién es la imagen de Dios? Jesucristo en Su cuerpo angelical. ¿Y cuál es la semejanza de Dios? Jesucristo en Su cuerpo físico; en Él habitó la plenitud de Dios.
“… y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas”.
Aquí ya hemos visto que San Pablo dice que aquellos días en que Cristo estuvo predicando eran ya los días postreros.
Pero ahora veamos lo que dice San Pedro, porque siempre es importante tener dos testigos. Ya tuvimos a San Pablo como testigo de que los días postreros comenzaron en el tiempo de Jesús, y ahora vamos a ver a San Pedro como otro testigo de que aquellos días ya eran los días postreros. Dice, el Día de Pentecostés Pedro predicando, capítulo 2, verso 15 en adelante, dice [Hechos]:
“Porque estos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día.
Mas esto es lo dicho por el profeta Joel:
Y en los postreros días, dice Dios,
Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne”.
Dios derramó de Su Espíritu Santo el Día de Pentecostés, y eso es una promesa que Dios había dado para ser cumplida en los días postreros, señalando que aquellos días de Jesús y el Día de Pentecostés, donde vino el Espíritu Santo, eran los días postreros que habían comenzado. El quinto milenio es el primero de los días postreros delante de Dios; el sexto milenio es el segundo de los días postreros; y el séptimo milenio es el último de los días postreros.
Y conforme al calendario gregoriano ya estamos dentro del séptimo milenio, dentro del Día Postrero delante de Dios, y ya llevamos dentro 9 años; estamos en el año número 9 del Día Postrero.
Ahora, conforme al calendario hebreo estamos finalizando…, o sea, al fin del sexto milenio para comenzar el séptimo milenio, o sea, faltan algunos años para finalizar el sexto milenio; esto es conforme al calendario judío.
Ahora, hemos visto lo que son los días postreros, y hemos visto las promesas que Dios hizo para los días postreros.
En el primero de los días postreros se cumplió la Primera Venida del Señor, y fue la Luz que alumbra a todo ser humano. Para el Día Postrero se cumplirá la Segunda Venida del Señor, y será la Luz que alumbrará a todas las naciones, y alumbrará el entendimiento de todos los seres humanos.
Ahora, Israel está esperando la Luz.
En Isaías, capítulo 60, nos dice:
“Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti”.
Esto tiene doble cumplimiento: es cumplimiento de la Venida del Señor, y la Venida del Señor tiene dos partes: Su Primera Venida como Cordero, y Su Segunda Venida como León. En ambas Él es la Luz que viene, y en donde la Gloria de Dios nace sobre Su pueblo: resplandece Cristo, el Mesías, en medio de Su pueblo.
Su Primera Venida fue en medio de los judíos; y Su Segunda Venida surgirá en medio de Su Iglesia, y después lo verá el pueblo hebreo. Y así será llamada la Iglesia a levantarse para resplandecer, y luego el pueblo hebreo también. Por lo tanto, este es un tiempo muy pero que muy importante.
En la Primera Venida la Luz resplandeció en la tierra de Zabulón y Neftalí, y Cristo predicaba el Evangelio del Reino.
Para este tiempo final también, bajo la manifestación de la Venida del Señor resplandeciendo, el Evangelio de Cristo estará siendo predicado, y por consiguiente el Evangelio del Reino estará revelando los misterios del Día Postrero, el misterio de la Segunda Venida de Cristo, con todos los detalles correspondientes a Su Venida en el Día Postrero.
En el día o tiempo de Jesús, vean, Él tomó este pasaje (y vamos a leerlo, y después lo vemos cuando Él lo toma), este pasaje de Isaías, capítulo 61, verso 1 al 2; dice:
“El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel;
a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová…”.
Y ahí se detuvo. ¿Por qué se detuvo y no continuó leyendo? A continuación decía ese pasaje:
“… y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados”.
¿Por qué no leyó: “Y el día de venganza del Dios nuestro”? Porque eso es para Su Segunda Venida, para Su Venida en este tiempo final, por eso Él tenía que detenerse; y así lo hizo en San Lucas, capítulo 4, cuando le fue dado el libro del profeta Isaías, en el capítulo 4, verso 14 en adelante; y ya en el 17 dice:
“Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito:
El Espíritu del Señor está sobre mí,
Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;
Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;
A pregonar libertad a los cautivos,
Y vista a los ciegos;
A poner en libertad a los oprimidos;
A predicar el año agradable del Señor”.
El año agradable, el año de la libertad, el Año del Jubileo.
Recuerden que el Año del Jubileo se proclama dos veces: en la Primera Venida del Señor y en la Segunda Venida del Señor. O sea, el Mesías-Príncipe lo proclama, y luego el Mensaje que queda para el pueblo es el Mensaje que gira alrededor de ese Año del Jubileo.
Un Mensaje de liberación en Su Primera Venida para una liberación que las personas recibirían: siendo libertadas del reino de las tinieblas y trasladadas al Reino de Jesucristo, el Hijo de Dios, proclamándoles apertura de la cárcel a los presos que estaban (¿dónde?) en el reino de las tinieblas.
Y ahora, en Su Segunda Venida, en la etapa de la Edad de Oro, la Edad de la Piedra Angular (como fue allá también la Edad de Oro, la Edad de la Piedra Angular; porque Cristo es la Piedra Angular, y por consiguiente la etapa en la cual Él viene es la etapa de Edad de la Piedra Angular), acá se estará proclamando una liberación física que va a ser llevada a cabo, que será la resurrección de los muertos en Cristo en cuerpos glorificados, y la transformación de los vivos en Cristo siendo transformados y obteniendo así el cuerpo eterno y glorificado.
Y para el pueblo hebreo se proclamará la restauración del Reino, del Reino de David, en este tiempo final, y se proclamará que el Mesías-Príncipe se sentará en el Trono de David, el cual – al cual Él es heredero. O sea que todas estas cosas están en el Evangelio del Reino para ser predicado en este tiempo final por testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.
La predicación del Evangelio del Reino para el Día Postrero gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo como Rey de reyes y Señor de señores, y por consiguiente como León de la tribu de Judá, y como la Estrella resplandeciente de la Mañana.
Y cuando estemos viendo Su Venida, la Venida de Cristo, la Venida del Ángel del Pacto, en medio de Su Iglesia y después en medio del pueblo hebreo, ¿qué estaremos viendo tipológicamente? Estaremos viendo la Estrella resplandeciente de la Mañana, porque Cristo dice: “Yo soy la Estrella resplandeciente de la Mañana”. Apocalipsis, capítulo 22, verso 16. Y Apocalipsis, capítulo 2, verso 28, dice… dice que al que venciere Él le dará la Estrella de la Mañana. La Estrella de la Mañana es Cristo en Su cuerpo angelical, es el Espíritu Santo.
Y ahora, San Pedro dice [2 Pedro 1:19]:
“Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones”.
Así como tenemos en nuestros corazones la Primera Venida de Cristo, lo hemos recibido como nuestro único y suficiente Salvador, también tendremos la Segunda Venida de Cristo como la Estrella resplandeciente de la Mañana; la tendremos aquí, creyéndola con toda nuestra alma. Al estar creyendo en la Segunda Venida de Cristo, que es la Estrella resplandeciente de la Mañana, tendremos a Cristo aquí como la Estrella resplandeciente de la Mañana, y también como el Sol de Justicia prometido en Malaquías, capítulo 4, verso 2, donde nos dice:
“Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada”.
Aquí tenemos la promesa de la Venida del Señor para el tiempo final como el Sol de Justicia. Es que cuando la mañana de un día va a comenzar, primero vemos la estrella de la mañana, y se comienza a ver por el este, no solamente la estrella sino también una luz, un resplandor; y luego, si continuamos mirando, surge el sol por el este, por ese mismo lugar donde comienza a verse la luz. Así está tipificada la Venida del Señor: primero como el Lucero o Estrella de la Mañana, y luego como el Sol de Justicia, a medida que se va levantando el día. Así está tipificado y así tiene que suceder.
Por eso es que en Oseas, donde leímos, espera el pueblo hebreo la Venida del Señor. Dice capítulo 6 de Oseas [verso 2]:
“Nos dará vida después de dos días; en el tercer día nos resucitará, y viviremos delante de él.
Y conoceremos, y proseguiremos en conocer a Jehová; como el alba está dispuesta su salida…”.
O sea, como la mañana está dispuesta su salida. Y por la mañana vemos primero, cuando está para amanecer, el lucero de la mañana, lo vemos grande; y comenzamos a ver esa luz por el este, y luego sale el sol; y aún saliendo el sol, todavía se ve la estrella de la mañana, que es la única que queda a simple vista y grande, aun cuando ya está amaneciendo.
“… y vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia tardía y temprana a la tierra”.
O sea que vendrá como la Lluvia de la enseñanza del Evangelio de la Gracia, y como la Lluvia Tardía, que es la Lluvia de la enseñanza del Evangelio del Reino. Ambas Lluvias anuncian, predican, proclaman…: la Lluvia Temprana proclama la Primera Venida de Cristo, la Lluvia Temprana del Evangelio de la Gracia; y la Lluvia Tardía del Evangelio del Reino proclama la Segunda Venida de Cristo, como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo.
Así que hay dos enseñanzas que estarán siendo manifestadas y vistas en la Venida del Señor como la Luz, como… naciendo, viniendo como el alba, como la mañana, para el pueblo hebreo y para Su Iglesia: la mañana del Día Postrero, la mañana del séptimo milenio.
Es en la mañana del séptimo milenio en que todas estas cosas serán vistas, porque habrá Luz en medio del pueblo de Dios.
Por lo tanto, Cristo en Su Primera Venida y Cristo en Su Segunda Venida es la Luz que disipa las tinieblas; y va a disipar las tinieblas en Su Segunda Venida, las tinieblas de este mundo, eso está prometido también en la Escritura.
Por lo tanto, conforme a Habacuc, capítulo 2, verso 14, donde nos dice… en Habacuc, donde tenemos una profecía muy grande… Recuerden que tenemos que estar atentos a la Palabra profética como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, porque ahí es donde están las profecías de todas las cosas que Dios estará haciendo en este tiempo final; y no hay otra forma para poder comprender lo que Dios estará llevando a cabo, excepto a través de la Palabra profética. Habacuc, capítulo 2, verso 14, dice: “Porque la tierra…”. Leamos el verso 13 también:
“¿No es esto de Jehová de los ejércitos? Los pueblos, pues, trabajarán para el fuego, y las naciones se fatigarán en vano.
Porque la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar”.
Serán llenas del conocimiento de la gloria de Dios, serán llenas del conocimiento de la Segunda Venida de Cristo en el Día Postrero; y por consiguiente, van a tener Luz en este tiempo final.
También el profeta Isaías lo profetizó, en el capítulo 11, verso 9, de su libro, del libro de Isaías, donde dice:
“No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte (o sea, en la tierra de Israel y en Su Reino Milenial); porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar”.
La misma profecía.
Y ahora, viendo estas profecías tenemos que ir también a Zacarías, capítulo 14… al capítulo 14, que nos habla del Reino Milenial; y dice… capítulo 14, verso 8 al 9:
“Acontecerá también en aquel (tiempo), que saldrán de Jerusalén aguas vivas, la mitad de ellas hacia el mar oriental, y la otra mitad hacia el mar occidental, en verano y en invierno.
Y Jehová será rey (en) toda la tierra. En aquel día Jehová será uno, y uno su nombre”.
Nos está hablando del Reino del Mesías, del Reino de Dios, que será restaurado en medio del pueblo hebreo; y por esa causa, de año en año, en la Fiesta de los Tabernáculos, las naciones irán a Jerusalén a adorar a Dios[3].
Todo esto está prometido, y por consiguiente así va a ser cumplido, todas las profecías correspondientes a este tiempo final. Unas ya están cumplidas, otras están en proceso de cumplimiento, y otras se cumplirán un poco más adelante.
Por lo tanto, estemos bien agarrados de Cristo, como se agarró Jacob del Ángel del Pacto[4], el cual es Cristo en Su cuerpo angelical. Estemos agarrados de Cristo, el Ángel del Pacto, del Espíritu Santo, en este tiempo final.
Hemos llegado al tiempo donde todas estas profecías correspondientes al Día Postrero ya han comenzado a ser cumplidas; y tenemos que estar recibiendo la Luz del Evangelio del Reino para ser alumbrados en nuestras almas y en nuestra mente, para ver el Programa que Dios está llevando a cabo, y tener nuestra alma llena de la Luz de Dios; y así sean disipadas las tinieblas en nuestra alma, en nuestro corazón. Porque la Luz que disipa las tinieblas es Cristo nuestro Salvador en Su Primera Venida y en Su Segunda Venida; es Cristo en la Dispensación de la Gracia y es Cristo en la Dispensación del Reino.
Y podemos entonces decir: “Cristo, la Luz que disipa las tinieblas”. Cristo, la Luz que disipa las tinieblas, resplandeció en mi corazón y disipó las tinieblas que ahí estaban.
Y ahora, lo que Él dijo: “Yo soy la Luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, mas tendrá la Luz de la Vida”, o sea, tendrá el Espíritu Santo. Y Cristo ha resplandecido en mi alma y en mi corazón, y ha disipado las tinieblas que ahí estaban, y ahora estoy caminando en la Luz, que es Cristo nuestro Salvador. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también.
Continúen pasando todos una tarde feliz.
“LA LUZ QUE DISIPA LAS TINIEBLAS”.
[Revisión noviembre 2024]
[1] 2 Corintios 5:18-19
[2] Hechos 2:36
[3] Zacarías 14:16
[4] Génesis 32:24-30