Muy buenas noches, amables amigos y amigas, y todos los que están a través del satélite Amazonas o de internet en diferentes naciones. Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes.
Para esta noche leemos una Escritura que nos llama mucho la atención en el libro del Apocalipsis, capítulo 10, versos 1 en adelante, donde dice:
“Vi descender del cielo a otro ángel fuerte, envuelto en una nube, con el arco iris sobre su cabeza; y su rostro era como el sol, y sus pies como columnas de fuego.
Tenía en su mano un librito abierto; y puso su pie derecho sobre el mar, y el izquierdo sobre la tierra;
y clamó a gran voz, como ruge un león; y cuando hubo clamado, siete truenos emitieron sus voces.
Cuando los siete truenos hubieron emitido sus voces, yo iba a escribir; pero oí una voz del cielo que me decía: Sella las cosas que los siete truenos han dicho, y no las escribas.
Y el ángel que vi en pie sobre el mar y sobre la tierra, levantó su mano al cielo,
y juró por el que vive por los siglos de los siglos, que creó el cielo y las cosas que están en él, y la tierra y las cosas que están en ella, y el mar y las cosas que están en él, que el tiempo no sería más,
sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él comience a tocar la trompeta, el misterio de Dios se consumará, como él lo anunció a sus siervos los profetas.
La voz que oí del cielo habló otra vez conmigo, y dijo: Ve y toma el librito que está abierto en la mano del ángel que está en pie sobre el mar y sobre la tierra.
Y fui al ángel, diciéndole que me diese el librito. Y él me dijo: Toma, y cómelo; y te amargará el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel.
Entonces tomé el librito de la mano del ángel, y lo comí; y era dulce en mi boca como la miel, pero cuando lo hube comido, amargó mi vientre.
Y él me dijo: Es necesario que profetices otra vez sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes”.
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Nuestro tema para esta ocasión es: “EL ÁNGEL CON LOS SIETE TRUENOS FINALIZANDO EL TIEMPO”.
Conforme a las Escrituras, Dios tiene tiempo para todas las cosas, Dios le ha asignado tiempo a todas las cosas: tiempo para nacer, tiempo para vivir en la Tierra y tiempo para morir; o sea que en la vida todo tiene su tiempo[1]. Y en este pasaje nos habla del tiempo de la redención, el tiempo en que todo ser humano tiene la oportunidad de obtener la salvación y vida eterna a través de Cristo nuestro Salvador.
Por lo tanto, todos los seres humanos estarán viviendo un lapso de tiempo de oportunidad, para obtener el perdón de sus pecados por medio de Cristo, ser limpiados de todo pecado, ser bautizados en agua en Su Nombre, y recibir el Espíritu de Cristo y obtener el nuevo nacimiento; o sea, nacer en el Reino de Cristo, y por consiguiente nacer a la vida eterna; y así es como Cristo dijo que se entra al Reino de Dios.
Cuando estuvo hablando con Nicodemo, este hombre sabio, miembro del Concilio del Sanedrín, en el capítulo 3 del Evangelio según San Juan (el cual reconoció que Cristo había sido enviado por Dios, porque nadie podía hacer las cosas que Jesús hacía si Dios no estaba con él), Jesús le dijo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca de nuevo, no puede ver el Reino de Dios”. “El que no nazca de nuevo”, o sea: “De cierto te digo que es necesario nacer de nuevo”.
Nicodemo pensó que tenía que nacer a través de su madre nuevamente. ¿Y qué de la edad que tendría su madre, si estaba viva? ¿O qué si ya había muerto? Sería entonces imposible nacer de nuevo a Nicodemo. Esa fue la forma en que pensó Nicodemo que sería el nuevo nacimiento.
Pero Cristo le dice: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios”. Nacer del Agua es nacer de la predicación del Evangelio de Cristo.
Por eso Cristo dijo a Sus discípulos, en San Marcos, capítulo 16, versos 20 al… capítulo 16, versos 15 al 16, de San Marcos:
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado”.
Tan simple como eso es el Programa para que el ser humano pueda obtener la salvación y vida eterna: escucha la predicación del Evangelio de Cristo, donde se da a conocer todo el Programa de Salvación, para el cual Cristo vino a la Tierra y murió en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.
Aquellos sacrificios que se realizaban allá en el templo, en Jerusalén, como también lo realizaban los hebreos en el tabernáculo que les acompañaba en el desierto, encontramos que todos esos sacrificios representaban el Sacrificio del Mesías, de Cristo, que realizaría en Su Primera Venida; en donde Él tomaría los pecados de los seres humanos, se haría pecado por los seres humanos al tomar nuestros pecados, y moriría como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.
De eso es que habla Isaías, capítulo 53, versos 10 en adelante. Vean aquí, para tener el cuadro más claro, lo que haría el Mesías-Príncipe en Su Venida. Vamos a dar un vistazo para tener el cuadro claro del Programa de la Redención por el cual estamos viviendo en la Tierra, y por lo cual se predica el Evangelio de Cristo. Isaías, capítulo 53, verso 10, hablando del Mesías, este pasaje mesiánico dice:
“Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada.
Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos”.
Esto nos habla de la Venida del Mesías, lo cual se cumpliría cuando Él estuviera en la Tierra. Y para encontrar el tiempo en que Él llegaría a la Tierra para poner Su vida en Expiación por el pecado, el Ángel Gabriel, el Ángel de las revelaciones divinas, le aparece al profeta Daniel en el capítulo 9; y vean la conversación que tuvo con el profeta Daniel. El profeta Daniel era un hombre muy importante allá en Babilonia. Dice, capítulo 9, verso 20 en adelante, del libro del profeta Daniel:
“Aún estaba hablando y orando, y confesando mi pecado y el pecado de mi pueblo Israel, y derramaba mi ruego delante de Jehová mi Dios por el monte santo de mi Dios;
aún estaba hablando en oración, cuando el varón Gabriel (o sea, el Ángel Gabriel), a quien había visto en la visión al principio, volando con presteza, vino a mí como a la hora del sacrificio de la tarde.
Y me hizo entender, y habló conmigo, diciendo: Daniel, ahora he salido para darte sabiduría y entendimiento.
Al principio de tus ruegos fue dada la orden, y yo he venido para enseñártela, porque tú eres muy amado. Entiende, pues, la orden, y entiende la visión.
Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad (si la iniquidad va a ser expiada, tiene que efectuarse un Sacrificio de Expiación, el cual le corresponde al Mesías en Su Venida), para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos.
Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas…”.
Siete semanas [7], y sesenta y dos semanas [62], son sesenta y nueve semanas [69]; y estas son semanas de años. Y sesenta y nueve semanas de años [69] son cuatrocientos ochenta y tres años [483]. O sea que el Mesías-Príncipe aparecería en Su ministerio terrenal al transcurrir este lapso de tiempo de cuatrocientos ochenta y tres años [483], y luego comenzaría la semana número setenta [70], que consta de siete años [7].
En esa semana número setenta sería el ministerio del Mesías, y le sería quitada la vida al Mesías a la mitad de esa semana número setenta; o sea, a los tres años y medio [3½] de esa última semana, que es la semana número setenta. Y luego quedarían tres años y medio [3½], que corresponden al tiempo llamado la gran tribulación, donde Dios volverá a tratar con el pueblo hebreo. Sigue diciendo…, dice:
“Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos.
Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí…”.
O sea que al Mesías le sería quitada la vida después de esas sesenta y dos semanas [62], que transcurren luego de siete semanas [7] que le anteceden; o sea, en total: luego de sesenta y nueve semanas de años [69] la vida al Mesías le sería quitada; le sería quitada entonces en la semana número setenta [70]. Y eso sería para efectuar el Sacrificio de Expiación por el pecado del ser humano. Por eso Jesús sabía el tiempo en que Él tenía que morir.
En los días del ministerio de Jesús se estaba viviendo en la semana número setenta de esa profecía de Daniel.
Ya fue efectuado el Sacrificio de Expiación por el ser humano, y todo ser humano ahora tiene la oportunidad de obtener la salvación y vida eterna: recibiendo a Cristo como su único y suficiente Salvador. Él, al morir en la Cruz del Calvario, es el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.
Y ahora no hay que ir a un templo y sacrificar animalitos por nuestros pecados. Ya el tiempo de los sacrificios de animalitos pasó, porque el Cordero de Dios, al cual Juan el Bautista señaló diciendo…, al ver a Jesús; y dijo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”[2]. Y lo quitó allá en la Cruz del Calvario.
Y luego de Su muerte, sepultura y resurrección y ascensión al Cielo, comienza el tiempo de la Dispensación de la Gracia, abriéndose allí, el Día de Pentecostés, la bendición de la Venida del Espíritu Santo para los creyentes en Cristo, y produciendo así el nuevo nacimiento para todos aquellos que reciben a Cristo al escuchar el Evangelio de Cristo, nacen del Agua del Evangelio de Cristo, y cuando (luego de ser bautizados en agua, y Cristo les bautiza con Espíritu Santo y Fuego) reciben la parte de nacer del Espíritu.
Y así es como ha estado siendo formada la Iglesia del Señor Jesucristo: con personas que han recibido a Cristo como único y suficiente Salvador, las cuales han estado entrando al Reino de Dios, al Reino de Cristo, que está en la esfera espiritual; y luego, cuando sea establecido literalmente en la Tierra el Reino de Cristo, ahí estarán esas personas con Cristo, como reyes, sacerdotes y jueces, o sea, como el Gabinete de Cristo en Su Reino.
Ahora, encontramos que ese lapso de tiempo de gracia, de misericordia, para el ser humano, comenzó allá con la muerte de Cristo y Su resurrección. Y el Día de Pentecostés, el Espíritu de Dios por medio de Pedro abrió las Puertas del Reino de los Cielos, pues las llaves le habían sido dadas a Pedro[3]. Abrió la Puerta, que es Cristo, con la llave de la revelación divina, dando a conocer el misterio de la Primera Venida de Cristo y Su muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por el pecado del ser humano.
Hemos tenido dos mil años de gracia, de redención, para todo ser humano, recibiendo la redención espiritual e interior primero; y en el Día Postrero recibirán la redención del cuerpo físico, que será la resurrección de los muertos en Cristo en cuerpos eternos, inmortales, jóvenes y glorificados, como el cuerpo de Cristo; y los que estén vivos, creyentes en Cristo, serán transformados; y entonces serán inmortales, serán jóvenes, serán personas con cuerpos glorificados, como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador.
Ahora, ese lapso de tiempo que hemos tenido, corresponde a la Dispensación de la Gracia: tiempo de redención para el ser humano, tiempo de salvación y vida eterna.
[San Marcos 16:15-16] “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado”.
Y ahora, Cristo desde que subió al Cielo está en el Cielo, en el Trono de Dios, sentado a la diestra de Dios como Él prometió; está como Sumo Sacerdote, haciendo intercesión con Su Sangre por toda persona que lo recibe como único y suficiente Salvador.
Cuando haya entrado hasta la última persona que entrará al Reino de Dios, entonces Cristo habrá terminado Su labor de Sumo Sacerdote haciendo intercesión con Su Sangre en el Templo celestial, y tomará el Libro sellado con siete Sellos que aparece en Apocalipsis, capítulo 5, lo abrirá en el Cielo…; es el Libro de la Vida del Cordero, es el Libro donde están escritos los nombres de todos los que recibirían a Cristo como único y suficiente Salvador.
¿Recuerdan que en una ocasión en que Cristo envió a Sus discípulos a predicar y a sanar a los enfermos, cuando ellos regresaron vinieron muy contentos diciendo a Cristo: “Aun los espíritus se nos sujetan en Tu Nombre”? Cristo les dice: “No os gocéis de que los espíritus se os sujetan en mi nombre, sino gozaos de que vuestros nombres están escritos en el Cielo”[4]. ¿Dónde en el Cielo? En el Libro de la Vida del Cordero, ahí es donde nuestros nombres están registrados.
De esto también nos habla el apóstol Pablo…, recuerden que Cristo también habló acerca de Sus ovejas, y que Él las llamaría por su nombre. Y ahora el apóstol Pablo nos habla también de estas personas, en el capítulo 12 del libro o carta a los Hebreos, diciéndonos, verso 22 en adelante:
“Sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles,
a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos…”.
Los primogénitos que están inscritos en los Cielos, en el Libro de la Vida del Cordero, son todas las personas que recibirían a Cristo como único y suficiente Salvador; y esas personas pertenecen al Cuerpo Místico de Cristo, que es Su Iglesia. Dice:
“… a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos,
a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel”.
Hemos visto que hay un Libro en el Cielo, que contiene los nombres de todos los que han de recibir a Cristo como Salvador, todos los que vivirán eternamente con Cristo en Su Reino.
En el libro del Apocalipsis nos habla mucho de ese Libro en el Cielo, y nos dice, hablándonos de las personas que adorarán a la bestia y a su imagen, dice:
“Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo”.
Ahora vean, los que están escritos en el Cielo no serán engañados, los que están escritos en el Cielo no adorarán a la bestia ni a su imagen. También… Eso fue el capítulo 13, verso 8 del Apocalipsis. Y Apocalipsis, capítulo 17, verso 8, también nos dice:
“La bestia que has visto, era, y no es; y está para subir del abismo e ir a perdición; y los moradores de la tierra, aquellos cuyos nombres no están escritos desde la fundación del mundo en el libro de la vida, se asombrarán viendo la bestia que era y no es, y será”.
Ahí nos muestra que hay un Libro que contiene los nombres de todas las personas que van a vivir eternamente. Esas son las personas que escuchan la predicación del Evangelio de Cristo, y lo reciben como único y suficiente Salvador; esas son las ovejas del Padre, que le han sido dadas a Cristo para que las busque y les dé vida eterna. Por eso Cristo dijo en San Juan, capítulo 10, verso 27 en adelante: “Mis ovejas oyen mi Voz, y me siguen, y yo las conozco, y yo les doy vida eterna”.
Usted estaba en Dios desde antes de la fundación del mundo, usted ha venido de Dios, su alma ha venido de Dios; por esa causa usted está escuchando en esta ocasión la predicación del Evangelio de Cristo, el Evangelio de nuestra salvación.
La redención se efectúa en y para aquellos que estaban eternamente con Dios, porque cuando la persona es redimida, es vuelta al lugar original, a su lugar de origen, es retornada a la vida eterna por el Redentor, que es Jesucristo nuestro Salvador.
Y ahora, cuando termine ese lapso de tiempo de salvación para los que reciben a Cristo como Salvador, entonces Cristo cambiará de Sumo Sacerdote a Juez y Rey, y por consiguiente tomará el Libro sellado con siete Sellos, de Apocalipsis, capítulo 5, lo abrirá en el Cielo, y hará Su Obra de Reclamo: reclamará todo lo que Él ha redimido con Su Sangre preciosa. Ya no estará como Cordero, sino como Juez; estará como Rey de reyes y Señor de señores.
Por eso el anciano le dice a Juan: “No llores, he aquí el León de la tribu de Judá, el cual ha prevalecido para tomar el Libro y abrir sus Sellos”. Capítulo 5 del Apocalipsis.
Y luego que abre esos Sellos, luego que abre ese Libro sellado con siete Sellos, en Apocalipsis, capítulo 10, lo trae a la Tierra en Su mano, teniéndolo abierto, y clama como cuando un león ruge, y siete truenos emiten sus voces.
Ese Ángel Fuerte que viene con el Librito abierto en Su mano en Apocalipsis, capítulo 10 (lectura que tuvimos al comienzo), es Cristo, el Ángel del Pacto, Cristo viniendo a la Tierra, el Ángel del Pacto, Cristo viniendo en Espíritu con el Librito abierto en Su mano; y luego que clama como cuando un león ruge, porque clama como león, como León de la tribu de Judá, como Rey, luego entrega ese Libro a una persona para que se lo coma y profetice sobre muchos pueblos, naciones y lenguas; y eso será el ministerio de los Dos Olivos, de Moisés y Elías, de Apocalipsis 11, que es lo que continúa luego de la apertura y de la entrega de ese Libro, de ese Título de Propiedad.
Por lo tanto, hemos visto ya, que el Ángel Fuerte es Cristo, el Ángel del Pacto, el Espíritu Santo viniendo en el Día Postrero con el Título de Propiedad, el Librito abierto en Su mano, para entregar ese Título a un hombre, que se lo coma y que proclame, profetice sobre muchos pueblos, naciones y lenguas, las cosas que han de suceder en este tiempo final, y dé a conocer que el tiempo de redención habrá terminado, que el tiempo ya no es más, lo cual dice Cristo, el Ángel Fuerte que desciende del Cielo.
Por lo tanto, todas las cosas que Cristo dará a conocer a los seres humanos, lo hará por medio de aquel al cual Él le estará entregando ese Título de Propiedad; y por eso tenemos la promesa que los Dos Olivos de Apocalipsis, capítulo 11, versos 3 en adelante, que son los mismos dos olivos de Zacarías, capítulo 4, verso 1 al 14, estarán profetizando sobre muchos pueblos, naciones y lenguas, todas las cosas que han de suceder en este planeta Tierra.
Estamos ya casi por llegar a ese momento en que Cristo terminará Su labor de intercesor en el Cielo y se convertirá en el León de la tribu de Judá, en Rey de reyes y Señor de señores, y tomará el Título de Propiedad, este Librito sellado con siete Sellos, lo abrirá en el Cielo, y hará Su Obra de Reclamo.
Por lo tanto, estemos muy atentos a los acontecimientos proféticos, acontecimientos bíblicos, correspondientes a este tiempo final; y sobre todo, asegurados con Cristo en Su Reino, para que no nos tome de sorpresa ese momento en donde ya no habrá más oportunidad para obtener la salvación y vida eterna.
Lo más importante para el ser humano es la vida. Y si esta vida terrenal es tan importante, cuánto más la vida eterna. Sin vida nada tiene valor. Por ejemplo, una persona puede obtener una profesión importante, pero si pierde la vida de nada le sirve la profesión. Por lo tanto, lo más importante es la vida; y ahora, ¡cuánto más la vida eterna!
Estar conscientes de que existimos, de que somos seres vivos, y saber que hay la oportunidad de vivir eternamente; si no aprovechamos esa oportunidad se nos habrá escapado la vida eterna.
¿Cómo podemos obtener la vida eterna? A través de Cristo nuestro Salvador. “Yo soy el Camino, la Verdad, y la Vida; y nadie viene al Padre, sino por mí”, dijo Jesucristo en San Juan, capítulo 14, verso 6.
Y también dijo: “Yo soy la Resurrección y la Vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. El que vive y cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente”. San Juan, capítulo 11, versos 25 al 27. Esto fue cuando estuvo hablando con Marta, la hermana de Lázaro, cuando fue a resucitar a Lázaro.
Así que tenemos que asegurar nuestro futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno. Y esto tenemos que hacerlo antes que aparezca el Ángel Fuerte descendiendo del Cielo y diciendo que el tiempo ya no es más. Cuando ocurra esto, el tiempo ya no será más para la persona obtener la salvación y vida eterna.
Continúen pasando todos una noche feliz, llena de las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador.
“EL ÁNGEL CON LOS SIETE TRUENOS FINALIZANDO EL TIEMPO”.
[Revisión septiembre 2024]
[1] Eclesiastés 3:1-9
[2] San Juan 1:29, 1:36
[3] San Mateo 16:13-19
[4] San Lucas 10:17-20