El poderoso Salvador

Muy buenas noches, amables amigos y hermanos presentes aquí en Cúcuta, República de Colombia, en donde estamos pasando una noche feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador. Para todos los que están a través del satélite Amazonas o de internet, también que Dios les bendiga y les guarde a todos.

Para esta ocasión, leemos en San Lucas, capítulo 1, versos 67 al 80, cuando el sacerdote Zacarías estuvo hablando ungido con el Espíritu de Dios. Y dice… esto fue cuando nació Juan el Bautista, dice:

 “Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó, diciendo:

Bendito el Señor Dios de Israel,

Que ha visitado y redimido a su pueblo,

Y nos levantó un poderoso Salvador

En la casa de David su siervo,

Como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio;

Salvación de nuestros enemigos, y de la mano de todos los que nos aborrecieron;

Para hacer misericordia con nuestros padres,

Y acordarse de su santo pacto;

Del juramento que hizo a Abraham nuestro padre,

Que nos había de conceder

Que, librados de nuestros enemigos,

Sin temor le serviríamos

En santidad y en justicia delante de él, todos nuestros días.

Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado;

Porque irás delante de la presencia del Señor, para preparar sus caminos;

Para dar conocimiento de salvación a su pueblo,

Para perdón de sus pecados,

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,

Con que nos visitó desde lo alto la aurora,

Para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte;

Para encaminar nuestros pies por camino de paz.

Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu; y estuvo en lugares desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.”

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Hemos leído el pasaje del nacimiento de Juan el Bautista, cuando su padre lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios y profetizó acerca del niño Juan, el cual le prepararía el camino al Señor; “porque Dios proveyó un poderoso Salvador (nos dice aquí), y nos levantó un poderoso Salvador en la casa de David su siervo.”

 “EL PODEROSO SALVADOR.”

Vamos a ver quién es ese poderoso Salvador que Dios proveyó para Su pueblo Israel. A través de la historia del pueblo hebreo encontramos que en todas las etapas difíciles por las cuales ha pasado, Dios ha tenido misericordia del pueblo hebreo cuando el pueblo ha clamado a Dios y les ha enviado un instrumento, un Salvador, o sea, uno a través del cual Dios se manifiesta y los libra del peligro, de la esclavitud, y así por el estilo.

Por ejemplo, tenemos el caso del pueblo hebreo en Egipto siendo esclavizado; pero ya Dios le había hablado a Abraham que su simiente viviría en tierra extraña y sería esclava allí por cuatrocientos años; pero Dios los libertaría a los cuatrocientos años, dice Dios a Abraham en el libro del Génesis, capítulo 15, verso 12 en adelante, donde dice:

“Mas a la caída del sol sobrecogió el sueño a Abram, y he aquí que el temor de una grande oscuridad cayó sobre él.

Entonces Jehová dijo a Abram: Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años.”

Es que Dios sabe hasta el tiempo en que uno va a estar en sufrimiento, no solamente de un pueblo sino de cada individuo también.

“Mas también a la nación a la cual servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza.

Y tú vendrás a tus padres en paz, y serás sepultado en buena vejez.

Y en la cuarta generación volverán acá.”

En la cuarta generación regresarían a la tierra donde Abraham estaba viviendo, la tierra que actualmente es llamada la tierra de Israel.

Ahora, Dios tiene en orden los tiempos y las cosas que Él va a hacer, tienen un tiempo en el cual Dios las hace, y tenemos por consiguiente que ir a la Escritura para saber qué Dios ha prometido para el tiempo en que uno vive, para entonces buscar la forma, el cumplimiento de lo que Dios ha prometido.

El pueblo hebreo tenía que estar en una tierra extraña y vino a ser Egipto, y estaría por cuatrocientos años como esclavo el pueblo hebreo allí, o sea, la descendencia de Abraham que vendría a través de sus hijos, su hijo Isaac, luego su hijo Jacob y luego los hijos de Jacob, los doce hijos de Jacob, los doce patriarcas, y se multiplicarían y formarían un pueblo muy grande.

Pero estarían allá en Egipto como esclavos por cuatrocientos años, y luego Dios los libertaría y los llevaría a la tierra prometida, y a la nación que los tendría esclavizadas Dios con mano fuerte la juzgaría, o sea, la juzgaría y traería esos juicios divinos, como las plagas que Dios le dio a Moisés que vendrían sobre Egipto y demás problemas que le siguieron a esas plagas, porque Egipto quedó arruinado luego de esas plagas.

Ahora, encontramos que Dios tenía un programa para la liberación de Su pueblo, Dios les levantó un hombre llamado Moisés, al cual llamó y lo envió, un hombre que nació para ese propósito. Porque en el Programa Divino no hay casualidades, en el Programa Divino Dios tiene ya ordenado todo lo que va a hacer y las personas que va a usar en ese programa.

Si Dios dice que los va a libertar después de cuatrocientos años, pues tiene que tener un libertador, pero Dios es el libertador, pero tiene que tener un velo de carne, un instrumento, un profeta, un hombre con las dos conciencias juntas al cual hablarle, enviarlo y hablar a través de ese hombre, y cumplir lo que Él prometió.

El Poderoso libertador de aquel tiempo fue Dios pero a través de un hombre llamado Moisés; Moisés no hizo milagros. Cualquier persona dice: “Pero todos los milagros que aparecen ahí en la Biblia que fueron realizados por Moisés.” No, fue Dios el que lo hizo manifestándose a través del profeta Moisés, esa es la forma en que Dios ha obrado siempre. Ningún hombre tiene poder para hacer aquellas maravillas que fueron hechas; solamente Dios, fue Dios obrando por medio de un hombre.

El ser humano es el socio de Dios en todos los programas de Dios. Usted y yo somos socios de Dios, y encontramos que Dios cumplió lo que prometió: libertó al pueblo y los llevó a la tierra prometida y allí se establecieron como una nación.

Luego, de vez en cuando tenían problemas cuando se apartaban de Dios, cuando adoptaban la idolatría (en algunas ocasiones), y entonces venían problemas para el pueblo, enfermedades y también guerras de los vecinos contra el pueblo hebreo; pero clamaban a Dios, y Dios tenía misericordia de ellos y les enviaba otro Libertador, otro Salvador. Ahí tenemos los diferentes jueces que fueron enviados, y luego más adelante vinieron los reyes también que fueron instrumentos de Dios.

Ahora, esto es la historia del pueblo hebreo con relación a Dios y Su Programa, o sea, vista su historia desde la perspectiva del Programa Divino. Y ahora, el ser humano que fue colocado en el Huerto del Edén, y le fue puesto por nombre Adán, tenía Vida eterna; pero por el problema que hubo en el Huerto del Edén, en el problema que se metieron Eva, y Eva metió a Adán, el mismo problema, perdieron la vida, la Vida eterna. Recuerde que Dios le dijo a Adán que no comiera del árbol de ciencia del bien y del mal, porque el día que comiera ese día moriría.

Ahora uno lee la Biblia y encuentra que después de haber pecado, Adán continuo viviendo, y Adán vivió novecientos treinta años. ¿Pero, se cumpliría lo que Dios le dijo a Adán? Sí se cumplió, porque Adán murió a la Vida eterna y solamente le quedó vida temporera, que es lo único que le ha podido ofrecer a su descendencia; y por eso es que nosotros nacemos en la Tierra, vivimos un tiempo y tenemos que físicamente morir, porque la herencia de vida que nos dejó Adán fue vida temporera, porque la eterna la perdió; y ahí perdimos todos nosotros esa bendición de Vida eterna.

Ahora, encontramos que el ser humano siempre ha deseado vivir eternamente, por eso es que comemos, dormimos, trabajamos, y así por el estilo, y respiramos; porque si alguien no quisiera vivir, lo único que tiene es que dejar de respirar, deja de respirar y se muere; pero todos queremos vivir.

La vida es hermosa, es agradable, y si la vida en estos cuerpos mortales es tan buena, ¿cómo será en un cuerpo eterno, joven, inmortal, incorruptible, un cuerpo en donde no tengamos problemas? Pues, el cuerpo eterno no tiene problemas, esa es la clase de cuerpo que tiene Jesucristo, el cual resucitó inmortal, glorificado, esa es la clase de cuerpo que yo necesito, ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también.

Por lo tanto, necesitamos un Salvador, uno que nos salve, que nos restaure a la Vida eterna, para lo cual y por lo cual el sacerdote Zacarías clamó que: “Dios nos ha levantado un Salvador, y nos levantó un poderoso Salvador en la casa de David su siervo.”

Y ahora, para la restauración del ser humano a la Vida eterna se requiere un Salvador, un Redentor. Tiene que ser nacido en la Tierra; y por consiguiente viene a ser parte de la familia humana. Un Redentor, tiene que ser un pariente de la familia humana y tiene que ser sin pecado; y ese tiene que ser el eslabón entre Dios y el ser humano.

Juan el Bautista fue el precursor de ese poderoso Salvador, de ese eslabón entre Dios y el ser humano, el que uniría al ser humano con Dios; y cuando nació Juan el Bautista, fue Juan el que le prepararía el camino a ese poderoso Salvador. Por eso, ya cuando nace Jesús allá en Belén de Judea y luego es presentado, vean el Ángel que aparece en la noche del nacimiento de Jesús, en el capítulo 2 de San Lucas, dice [San Lucas 2:8]:

“Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño.

Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor.

Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo:

que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor.”

Aquí el Ángel Gabriel está anunciando el poderoso Salvador, que estaba prometido que vendría a la Tierra, que nacería en la Tierra para redimir a Israel y a toda la familia humana: el Mesías Príncipe, el Redentor, el que donaría toda Su Sangre para darle vida al ser humano. Por eso, cuando las personas escuchan acerca de la Sangre de Cristo que limpia al ser humano de todo pecado, y lo recibe como Salvador, está recibiendo la transfusión de Sangre que lo limpia de todo pecado.

Y ahora, vean las noticias también que le había dado el Ángel Gabriel a la virgen María, en el capítulo 1 de San Lucas, versos 30 en adelante, cuando le apareció, dice:

“Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.

Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS.

Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre;

y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.”

Este es el poderoso Salvador que presenta el Ángel o Arcángel Gabriel para la familia humana, para redimir al ser humano, restaurar al ser humano a Dios y Su Reino y por consiguiente a la Vida eterna. No hay otro Salvador, no hay otro Redentor, solamente hay UNO, un poderoso Salvador, y Su Nombre es SEÑOR JESUCRISTO.

Ha sido provisto por Dios un poderoso Salvador para la familia humana y por consiguiente, para todo ser humano. Todos queremos vivir eternamente, y todos tenemos la misma oportunidad de obtener la Vida eterna por medio de este poderoso Salvador, de este poderoso Redentor.

Él dijo en una ocasión: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, el solo queda; pero si cae en tierra y muere, mucho fruto lleva.” [San Juan 12:24]. Cristo se está representando en ese grano de trigo. Recuerden que también Él en la parábola del trigo y de la cizaña, Él representó a todos los Hijos del Reino de Dios en el trigo.

Y ahora, Cristo siendo esa Simiente divina, el Hijo de Dios, a través del cual vendrían los hijos e hijas de Dios; porque Cristo es el segundo Adán para restaurar al ser humano al Reino de Dios y por consiguiente a la Vida eterna.

El grano de trigo siendo Cristo, al morir, luego el Día de Pentecostés nació la planta de trigo, que es la Iglesia; y en la planta de trigo es que nacen los granos de trigo, los hijos e hijas de Dios. Por eso la Iglesia del Señor Jesucristo está compuesta por los creyentes en Cristo, esos son los granos de trigo, en la planta de trigo, la Iglesia del Señor Jesucristo. De eso se trata las palabras de Cristo en San Juan, capítulo 8 al capítulo 12, verso 24, relacionadas al grano de trigo, que es Cristo.

Y ahora, todos tenemos la misma oportunidad de obtener la Vida eterna. No es que tenemos que hacer algo de nosotros mismos para ganar la Vida eterna, ya Cristo llevó a cabo la Obra de Redención, solamente falta que la persona escuche la predicación del Evangelio de Cristo, nazca la fe de Cristo en su alma y crea, y lo reciba como su único y suficiente Salvador; y entonces Cristo lo recibe y le da Vida eterna.

Vean, San Juan, capítulo 10, verso 14, en adelante, dice:

“Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,

así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.”

¿Por qué Cristo tenía que morir? Porque estaba poniendo Su Vida por Sus ovejas, o sea, por mí, ¿y por quién más? Por cada uno de ustedes también. Estaba poniendo Su Vida en Expiación por todos nosotros; porque el Mesías príncipe pondría Su Vida en Expiación, dice Isaías, capítulo 53, verso 10 al 15, que es un pasaje mesiánico que el Mesías cumpliría. Sigue diciendo:

“También tengo otras ovejas que no son de este redil…”

Esas son las personas que estarían entre los gentiles y escucharían la predicación del Evangelio del Cristo. Sigue diciendo:

“… aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.”

Esas ovejas, que son las que el Padre le dio para que las busque y les dé Vida eterna, conforme a San Lucas, capítulo 19, verso 10, donde dice:

“Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.”

O sea, que vino a buscarme a mí y a salvarme a mí, ¿y a quién más? A cada uno de ustedes también. Y ahora, esas son las ovejas que estarían entre todas las naciones, y dice Cristo que esas ovejas escucharían Su Voz. La Voz de Cristo es el Evangelio de Cristo siendo predicado por los ministros, los enviados de Dios llenos del Espíritu Santo, y eso es, en palabras más claras, Cristo en Espíritu Santo en esos predicadores, en los apóstoles y demás predicadores hablándole a la gente, llamando Sus ovejas, y ellas escuchando la Voz de Cristo, el Evangelio de Cristo y viniendo a los Pies de Cristo.

Recuerden que las personas que estarían escuchando Su Voz, tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida, o sea, que usted que está escuchando el Evangelio de Cristo porque el nombre suyo está escrito en el Cielo. Y ahora, veamos lo que a continuación nos dice:

“Aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.”

El pastor es Cristo, el rebaño es la Iglesia, y las ovejas de ese rebaño son ¿quiénes? Nosotros. Todo es sencillo. También aquí mismo en este mismo capítulo 10, verso 27 en adelante, Cristo dice:

“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna.”

¿Para qué Él nos llama por medio del Evangelio? Para que vengamos a Él. ¿Y qué Él hace al venir nosotros a Él? Nos da Vida eterna. No hay otra persona que nos pueda dar la Vida eterna, solamente hay UNO y Su Nombre es SEÑOR JESUCRISTO. Él es el poderoso Salvador que Dios nos ha dado para que obtengamos la Vida eterna.

Yo escuché la predicación del Evangelio de Cristo, nació la fe de Cristo en mi alma, porque la fe viene por el oír la Palabra, el Evangelio de Cristo, y con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para Salvación. Yo escuché, nació la fe de Cristo en mi alma y lo confesé como mi único y suficiente Salvador y Él me salvó, me dio la Vida eterna. Y ahora tengo mi futuro eterno asegurado con Cristo en Su Reino eterno. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también.

Por lo tanto, el poderoso Salvador tiene un Nombre, Su Nombre es SEÑOR JESUCRISTO.

Si hay alguno que todavía no ha recibido a este poderoso Salvador: al Señor Jesucristo, para que lo salve de la muerte y del infierno y le dé la Vida eterna, lo puede hacer en estos momentos y estaremos orando por usted en estos momentos. Para lo cual puede levantar su mano donde se encuentre (veo que aquí no hay mucho espacio), puede levantar su mano donde se encuentra y estaremos orando por usted.

Los niños de diez años en adelante también pueden levantar su mano para que queden incluidos en esta oración que estaremos haciendo por todas las personas que están recibiendo a Cristo como su único y suficiente Salvador.

Y en las demás naciones que están a través del satélite Amazonas o de internet, pueden también venir a los Pies de Cristo en estos momentos, los que todavía no lo han hecho. Pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo, pueden pasar acá al frente, ya estaremos orando dentro de unos minutos por ustedes.

Lo más importante para el ser humano es la Vida eterna. Los estudios son muy importantes, y recomiendo a todos los jóvenes que estudien; tener una profesión es importante, tener un buen trabajo es importante, ganar dinero es importante.

Pero lo más importante de todo es la vida; sin la vida las demás cosas no tienen valor, y la Vida eterna es lo más importante para todo ser humano, es tan importante que Cristo en una ocasión hablando en San Mateo, capítulo 16 hizo una pregunta, la cual todo ser humano tiene que contestarla en su corazón, y es la siguiente… capítulo 16, versos 26, en adelante, de San Mateo:

“Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?

Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.

De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino.”

Y ahora, ¿de qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y pierde su alma? Recuerden que el ser humano es trino, así como Dios es trino, el ser humano es trino. Así como encontramos Padre, Hijo y Espíritu Santo, encontramos al ser humano que ha sido hecho a imagen y semejanza de Dios también en forma trina: alma, espíritu y cuerpo, así es el ser humano, así está constituido.

Lo más importante, lo más grande de la persona es su alma, eso es lo que en realidad es su alma; por eso Cristo pregunta aquí: “¿De qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma?” Porque el alma es lo que en realidad es la persona; el cuerpo físico es una casa terrenal en la cual vive para poder estar participando de este planeta Tierra; y el espíritu de la persona es otro cuerpo pero de otra dimensión; pero el alma, eso es lo que en realidad soy yo y es usted: alma viviente.

Por eso es que se le dice a las personas que le den su alma a Cristo. Cristo también nos enseña que: “¿De qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma?” O sea, que no conviene que el ser humano pierda su alma, pierda su existencia.

Estamos conscientes de que existimos y queremos existir eternamente, para lo cual necesitamos un poderoso Salvador, un poderoso Redentor, para que nos dé la Vida eterna.

Cristo está tan joven como cuando subió al Cielo, está con un cuerpo glorificado, y esa es la clase de cuerpo que Él va a darle a todos los creyentes en Él que han muerto físicamente, y a los que estén vivos en ese tiempo creyentes en Él, los transformará y entonces todos los creyentes en Cristo tendrán la inmortalidad física, cuerpos inmortales, cuerpos glorificados. De eso es que habla Cristo en San Juan, capítulo 6, versos 39 al 40; y también San Juan, capítulo 11, cuando fue a resucitar a Lázaro, capítulo 11, versos 21 en adelante, dice:

“Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto.

Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.

Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.

Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.”

Vean, Marta sabía que la resurrección de los creyentes en Cristo es para el Día Postrero, que es el séptimo milenio de Adán hacía acá. “Porque un día delante del Señor es como mil años, y mil años como un día.” (Segunda de Pedro, capítulo 3, verso 8; y Salmo 90, verso 4). Ella sabía que la resurrección es para el Día Postrero, o sea, para este tiempo final:

“Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.

Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto? (Y Marta le contesta) Sí, Señor.”

Ella creyó, y yo también creo lo que dijo Jesús. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también. Todo aquel que vive y cree en Cristo no morirá eternamente; si su cuerpo físico muere, va a resucitar luego en un cuerpo eterno y glorificado en el Día Postrero, que es el séptimo milenio de Adán hacia acá; en algún año del séptimo milenio será la resurrección, y entonces nunca más moriremos físicamente.

Todavía vienen más personas que como ustedes quieren vivir eternamente, por lo cual estamos esperando unos segundos para orar por todos.

En las demás naciones pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo para que Cristo, el poderoso Salvador, les reciba y les dé la Vida eterna.

Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo en esta ocasión. Cristo tiene mucho pueblo aquí en esta hermosa ciudad de Cúcuta, y los está llamando; y también tiene mucho pueblo en toda la bella Colombia, y los está llamando en este tiempo final.

Ya vamos a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo, los que están en las demás naciones también puestos en pie, y los que están aquí presentes vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo.

Con nuestras manos levantadas al Cielo, a Cristo, y nuestros ojos cerrados, repitan conmigo esta oración los que han venido a los Pies de Cristo en esta ocasión:

Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón, creo en Ti con toda mi alma.

Reconozco de todo corazón que Tú eres mi único y suficiente Salvador, por lo cual doy testimonio público de mi fe en Ti, creyendo en Tu Muerte como el único Sacrificio de Expiación por mis pecados, y por los de todo ser humano, y creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo dado a los hombres en que podemos ser salvos.

Me rindo a Ti en alma, espíritu y cuerpo y Te recibo como mi único y suficiente Salvador. Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego, luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre y sea producido en mí el nuevo nacimiento. Quiero nacer en Tu Reino, quiero vivir eternamente. Sálvame, Señor. Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén.

Y con nuestras manos levantadas al Cielo, a Cristo, todos decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén y amén.

Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado, porque ustedes le han recibido como vuestro único y suficiente Salvador.

Y ahora, Cristo dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” Ustedes me dirán: “Quiero ser bautizado en agua lo más pronto posible, en el Nombre del Señor Jesucristo. ¿Cuándo me pueden bautizar?” Es la pregunta de ustedes, por cuanto ustedes han creído en Cristo, bien pueden ser bautizados. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.

El agua en el bautismo no quita los pecados, es la Sangre de Cristo la que nos limpia de todo pecado; pero el bautismo en agua es un mandamiento del Señor Jesucristo, aun Jesucristo fue bautizado por Juan el Bautista, y dijo: “Conviene que cumplamos toda justicia.”

Si Cristo fue bautizado, ¡cuánto más nosotros necesitamos ser bautizados! El bautismo en agua es tipológico. Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; y cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, tipológicamente está siendo sepultado; y cuando lo levanta de las aguas bautismales, está resucitando a una nueva vida: a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno.

En el bautismo en agua la persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. Por lo tanto, bien pueden ser bautizados. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el glorioso Reino de nuestro amado Señor Jesucristo.

Los que están en otras naciones también pueden ser bautizados, lo que han recibido a Cristo como Salvador en estos momentos, para lo cual dejo aquí al ministro, reverendo Vera; y también en cada nación dejo al ministro correspondiente para que haga en la misma forma, y les indiquen hacia dónde dirigirse para colocarse las ropas bautismales y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

Continúen pasando todos una noche feliz, llena de las bendiciones del poderoso Salvador, del Señor Jesucristo.

“EL PODEROSO SALVADOR.”

Scroll al inicio