Muy buenas tardes, amados amigos y hermanos presentes, y los que están a través del satélite Amazonas o de internet en diferentes naciones. A todos los ministros y congregaciones, iglesias, mis saludos, y que Cristo les bendiga grandemente.
Aprecio y agradezco mucho el respaldo que le han estado dando al proyecto de La Gran Carpa Catedral. Que Dios les bendiga por eso, y les prospere grandemente espiritualmente y materialmente también; y quede registrado en el Cielo, en el Reino de Dios, para que Cristo les recompense en Su glorioso Reino. Sea como Cristo dijo, contado, lo que ustedes han hecho, sea contado como tesoros —que Cristo les enseñó a ustedes y a mí— que hagamos en el Cielo.
Para esta ocasión leemos un pasaje muy conocido por nosotros, que se encuentra en San Juan, capítulo 11, verso 21 en adelante, cuando Cristo fue a resucitar a Lázaro. Dice:
“Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto.
Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.
Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.
Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.
Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?
Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo”.
Y ahora, pasamos a este mismo capítulo 11, verso 38 en adelante (del mismo capítulo 11 de San Juan), donde dice:
“Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima.
Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días.
Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?
Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído.
Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado.
Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera!
Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir”.
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Nuestro tema es: “SI CREES, VERÁS LA GLORIA DE DIOS”.
“SI CREES, VERÁS LA GLORIA DE DIOS”.
Cuando Lázaro estuvo enfermo, le mandaron a decir a Jesús que Su amigo Lázaro estaba enfermo, pero Jesús dijo en el capítulo 11 mismo, versos 3 en adelante, dice:
“Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús: Señor, he aquí el que amas está enfermo.
Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”.
O sea que la muerte del amigo de Jesús, y amigo también de los apóstoles y demás discípulos de Jesucristo, no era para muerte; sin embargo, luego de unos días surgió la muerte física de Lázaro, y le mandan a decir a Jesús: “El que tú amas (o sea, Lázaro) ha muerto”. Vamos a ver…
Jesús también sabía que Lázaro tenía que morir físicamente, pero para los creyentes en Cristo la muerte es llamada “sueño” o “dormir”, porque los santos no mueren, sino que duermen, porque van a ser despertados por Cristo, el Hijo del Hombre, pues Él lo había enseñado en San Juan, capítulo 6, versos 39 en adelante (39 al 40), donde dice:
“Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero”.
O sea, ¿quién es el que va a resucitar a los muertos creyentes en Cristo? El mismo Cristo.
“Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”.
Por eso Cristo hablando de Lázaro, cuando llegó cierto momento en que Jesús supo que había muerto físicamente, y estaba en otro lugar (Jesús con Sus discípulos) y no había ido para ver a Su amigo Lázaro, cuando le mandaron a decir que estaba enfermo, vean, luego, pasado cierto momento, físicamente murió. Pero Cristo dice que no era esa enfermedad para muerte, sino para que la gloria de Dios fuese manifestada; y, sin embargo, físicamente Lázaro murió, pero esa enfermedad no era para muerte.
Cualquier persona puede decir: “Jesús dijo que no era para muerte, y se murió”. Pero miren ustedes, dice luego Jesús:
“Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro.
Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba.
Luego, después de esto, dijo a los discípulos: Vamos a Judea otra vez.
Le dijeron los discípulos: Rabí, ahora procuraban los judíos apedrearte, ¿y otra vez vas allá?
Respondió Jesús: ¿No tiene el día doce horas? El que anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo;
pero el que anda de noche, tropieza, porque no hay luz en él.
Dicho esto, les dijo después: Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle.
Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, sanará”.
Recuerden que pensaban: “Bueno, ya está aliviado, ya puede dormir, puede dormir tranquilo; y ya cuando despierte va a estar mejor”.
“Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño.
Entonces Jesús le dijo claramente: Lázaro ha muerto;
y me alegro por vosotros, de no haber estado allí, para que creáis; mas vamos a él”.
Y el Programa Divino era que Lázaro físicamente muriera para luego ser despertado por Jesús, cuando Jesús viniera a donde Lázaro estaba.
Lázaro, siendo un discípulo del Señor Jesucristo, no podía permanecer muerto por una o dos razones importantes: Todos los que murieron antes de la muerte de Cristo y del Día de Pentecostés pertenecen a los santos del Antiguo Testamento. Los muertos después del Día de Pentecostés, los muertos creyentes en Cristo después del Día de Pentecostés, que murieron, pertenecen a la Iglesia del Señor Jesucristo bajo un Nuevo Pacto, y están cubiertos con la Sangre del Nuevo Pacto, que es la Sangre de Jesucristo.
Cuando Lázaro murió en esa ocasión, no estaba cubierto con la Sangre de Jesucristo, por lo tanto todavía no había entrado a formar parte de la Iglesia del Señor Jesucristo, todavía no había nacido de nuevo, y por consiguiente todavía no pertenecía a la Iglesia del Señor Jesucristo, la cual nació el Día de Pentecostés. Esa es quizás la razón más importante.
Luego, la segunda razón es que Lázaro es tipo y figura de todos los creyentes en Cristo que morirían a través de los siglos, a través de los diferentes tiempos durante la Dispensación de la Gracia, durante estos dos mil años que han transcurrido del Día de Pentecostés hacia acá. Y por consiguiente, lo que Cristo iba a hacer allí —resucitando a Lázaro— iba a ser tipo y figura de la resurrección de todos los creyentes en Cristo que será llevada a cabo en el Día Postrero, que concuerda con el cuarto día en que Cristo resucitaría a Lázaro.
Ahora, veamos por unos momentos lo importante que es aquel momento en que Cristo aparece en Betania a Marta y María. Esa ocasión es tipo y figura del Día Postrero, del día en que Cristo va a resucitar a todos los muertos creyentes en Él que están en el Paraíso, y van a ser llamados para regresar a la Tierra en cuerpos eternos, cuerpos glorificados, para vivir por toda la eternidad con Cristo en Su Reino, los cuales serán a imagen y semejanza de Cristo, serán personas con cuerpos angelicales —como el cuerpo angelical de Cristo, llamado el Ángel del Pacto—, pues cada creyente en Cristo tiene su ángel.
Cuando Pedro estuvo preso y fue libertado por el Señor, y fue Pedro a la casa donde estaban orando por él, tocó la puerta, y una joven llamada Rode fue a abrir la puerta; y de gozo, al ver que era Pedro, no abrió la puerta, al escuchar que era Pedro; y dijo a los que estaban en la casa: “Es Pedro”; ellos le dicen a esta joven llamada Rode: “Rode, estás loca. Es su ángel”1.
Es que cada persona tiene su ángel, llamado por muchos “el ángel guardián” de cada persona. Ese es su cuerpo angelical, es la imagen de la persona, la cual es de otra dimensión2.
Así como la imagen de Dios es Cristo, el Ángel del Pacto, que aparecía a diferentes personajes de la Biblia, como Adán, Set y Noé, también a Moisés, y también a Manoa, cuando le apareció para darle la noticia que iba (Manoa y su esposa) a tener un niño, un hijo, el cual fue pues, por supuesto, Sansón; y Manoa le dice a su esposa: “Hemos de morir, porque hemos visto a Dios cara a cara”3.
Lo que ellos vieron fue el cuerpo angelical de Dios, que es llamado el Ángel del Pacto, donde está el Nombre de Dios, y a través del cual Dios le hablaba a Moisés, y les hablaba a los diferentes profetas; y fue visto Dios manifestado en ese cuerpo angelical, llamado también un cuerpo teofánico, una teofanía.
Y ahora, en la Escritura, luego de tener toda esta historia del Antiguo Testamento, donde hay personas que dijeron que vieron a Dios cara a cara, como Moisés también… y el mismo Dios dice, hablando acerca de Moisés, que Dios hablaba con Moisés cara a cara4, y no por visión; era un hombre muy especial.
Y en una ocasión Moisés le dice a Dios que le muestre Su gloria; y Dios le dice: “No me verá hombre, y vivirá; pero yo voy a pasar delante de ti, voy a colocar mi mano sobre ti (o sobre tu rostro), y te colocaré en una hendidura de la roca mientras yo pase; y luego quitaré mi mano, y entonces verás mis espaldas (o mi espalda)”5. Y así sucedió.
¿Qué vio Moisés? La espalda de Dios, que es la espalda del cuerpo angelical de Dios, el cual es el Ángel del Pacto o Ángel de Dios, en el cual está el Nombre de Dios.
Esa es la imagen del Dios viviente y ese es Cristo en Su cuerpo angelical; el cual en una ocasión, en San Juan, capítulo 8, versos 56 al 58, dijo: “Abraham vuestro padre deseó ver mi día; lo vio, y se gozó”. Le dicen los judíos: “Aun no tienes cincuenta años, ¿y dices que has visto a Abraham?”. Cristo les dice: “Antes que Abraham fuese, yo soy”.
Y entonces tomaron piedras para apedrearlo, cuando les da a conocer este gran misterio de quién es Él, pero pensaron que estaba hablando de que antes que Abraham fuese Él era en Su cuerpo de carne; pero no es en el cuerpo de carne, es en el cuerpo angelical, que es la imagen del Dios viviente, y que es el Ángel del Pacto, y por medio del cual Dios creó todas las cosas.
Miren aquí, en Hebreos, capítulo 1, el apóstol Pablo hablándonos de este gran evento, dice:
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,
en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo…”.
¿Cómo creó Dios el universo? Por medio de Cristo, el Ángel del Pacto. Antes de Cristo tener Su cuerpo de carne, tenía Su cuerpo angelical. Ese Ángel del Pacto es nada menos que Cristo en Su cuerpo angelical; dice:
“… el cual, siendo el resplandor de su gloria…”.
¿Quién es el resplandor de Su gloria? Cristo en Su cuerpo angelical.
“… y la imagen misma de su sustancia…”.
¿Cuál es la imagen de Dios, la imagen misma de la sustancia divina? Cristo en Su cuerpo angelical.
“… y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder…”.
¿Ven? Con la Palabra que sale de la boca de Cristo en Su cuerpo angelical, Dios sustentaba todas las cosas, porque por medio de Cristo en Su cuerpo angelical, que es el Ángel del Pacto, Dios hablaba la Palabra creadora y también sustentaba toda Su Creación. Por medio de Cristo en Su cuerpo angelical, que es el Verbo que era con Dios y era Dios, fue que Dios creó todas las cosas.
Vean, esto fue lo que dice aquí:
“… en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo…”.
Por medio de Cristo Dios hizo el universo, y Cristo es el heredero de todas las cosas, de toda la Creación. ¿Y qué somos nosotros? Coherederos con Cristo, coherederos de la vida eterna, y coherederos de toda la Creación. Sigue diciendo:
“… habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo (o sea, Cristo por medio Su cuerpo efectuó la purificación de nuestros pecados. Dice), se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas…”.
O sea, se sentó en el Trono celestial de Dios. Lo mismo que Él había dicho cuando lo estaban juzgando en el capítulo 26, verso 63 al 64 de San Mateo, en donde el sumo sacerdote le pregunta: “¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Dios viviente, el Hijo del Bendito?”. Cristo le dice que ya lo había dicho, y no habían creído (eso está también en San Marcos). Y les dice… (Vamos…, para que tengan la Escritura y la lectura de la Escritura en la forma correspondiente). San Mateo, capítulo 26, verso 63 en adelante (63 al 64), dice:
“Mas Jesús callaba. Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios.
Jesús le dijo: Tú lo has dicho…”.
También en San Marcos está este mismo momento importante allá, en el capítulo 14, verso 62:
“… Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.
Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: ¡Ha blasfemado! ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora mismo habéis oído su blasfemia.
¿Qué os parece? Y respondiendo ellos, dijeron: ¡Es reo de muerte!
Entonces le escupieron en el rostro, y le dieron de puñetazos, y otros le abofeteaban,
diciendo: Profetízanos, Cristo, quién es el que te golpeó”.
Ahora, vean que Cristo dijo que se iba a sentar a la diestra de Dios en el Cielo, o sea, en el Trono de Dios.
Y ahora, Cristo, por eso cuando ya hubo resucitado dijo a Sus discípulos en el capítulo 28, versos 16 en adelante, el 18, dice [San Mateo]:
“Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra”.
Es que el que está sentado en el Trono es el que tiene el poder, tiene toda potestad; y como está sentado en el Trono celestial tiene toda potestad, todo poder en el Cielo y en la Tierra; por eso es el Rey de reyes y Señor de señores.
Y ahora, hemos visto quién es Cristo; y si queremos un poco más de información, en San Juan, capítulo 1, versos 1 en adelante, dice:
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
Este era en el principio con Dios.
Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella”.
Y sigue diciendo:
“Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan (o sea, Juan el Bautista).
Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él.
No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz.
Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo”.
¿Y cómo venía esa Luz verdadera que alumbra a todo hombre, esa Columna de Fuego, esa imagen del Dios viviente, cómo vendría? ¿Cómo vendría el Ángel del Pacto? Vendría en un cuerpo de carne manifestado, el cual nacería a través de una virgen hebrea, descendiente del rey David, la cual fue la virgen María; y Él sería el heredero del Trono y Reino de David.
Por eso el Ángel Gabriel le dijo a la virgen María que tendría un niño, concebiría y daría a luz un niño, y le pusiera por nombre Jesús. Dice: “Y Dios le dará el Trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Israel (sobre Israel) para siempre”, o sea que la bendición que tendría ese niño sería la herencia del Trono y Reino de David.
“… reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”. Eso está en San Lucas, capítulo 1, versos 30 al 36.
Por eso Dios por medio del Mesías va a restaurar el Reino de David y Trono de David; y eso será la restauración del Reino de Dios en la Tierra, porque el Reino de Dios en la Tierra es el Reino de David, y el Trono de Dios en la Tierra es el Trono de David.
Cuando Cristo promete la restauración de ese Reino, está prometiendo el establecimiento del Reino de Dios en la Tierra, por lo cual Él dijo en San Mateo, capítulo 6, verso 10, que orando pidamos la Venida del Reino de Dios a la Tierra, para que se haga la voluntad, como en el Cielo también en la Tierra.
Y en Primera de Crónicas, capítulo 28, versos 4 al 6, y también en Primera de Crónicas, capítulo 29, versos 21 en adelante, dice que Salomón se sentó en el Trono del Reino de Dios sobre Israel; porque el Trono de Dios, del Reino de David sobre Israel, es nada menos que el Trono terrenal de Dios, ese es el Trono de David; y el Reino terrenal de Dios es el Reino de David.
Por eso ese es el Reino que va a ser restaurado, el único Reino que tiene promesa de ser restaurado para traer la paz para Israel y para todas las naciones.
Por eso la Venida del Mesías para el tiempo final traerá todas esas bendiciones para Israel y para todo el Medio Oriente, y para todas las naciones.
La paz permanente para Israel, para el Medio Oriente y para todas las naciones, solamente la podremos encontrar y recibir en el Reino del Mesías. Mientras tanto se lucha por conseguir la paz temporera, en lo que llega la paz permanente que traerá el Mesías Príncipe.
Ahora vean, sigue diciendo:
“Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.
En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.
A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron”.
O sea, vino al pueblo hebreo, Su pueblo… Dice la Escritura en Éxodo, capítulo 4, versos 21 al 22:
“Israel es mi hijo, mi primogénito”.
O sea, Jacob, Israel. Y Dios le dijo a Moisés que le dijera a faraón: “Israel es mi hijo, mi primogénito”.
El pueblo primogénito de Dios como pueblo, como nación, pueblo terrenal, es Israel, por eso tiene la Bendición de la Primogenitura; y en la Bendición de la Primogenitura está el Trono de David y el Reino de David, que le fue dado al pueblo hebreo; y la capital de ese Reino es Jerusalén. Por eso hay, por milenios, una lucha por Jerusalén.
El que tenga a Jerusalén en el tiempo del establecimiento del Reino, ese pueblo será cabeza de todos los pueblos, ese pueblo será al cual Dios le restaurará el Reino de David, y en el Trono se sentará el Mesías-Príncipe. Sigue diciendo:
“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios (esto es a los que creen en Cristo, a los que creen, reciben, a Cristo como su único y suficiente Salvador);
los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”.
Estos son hechos hijos de Dios, estos son lo que por medio del nuevo nacimiento nacen en el Reino de Dios como hijos e hijas de Dios.
Cuando hemos nacido en esta Tierra, hemos nacido como hijos de nuestro padre y nuestra madre; pero cuando nacemos de nuevo: nacemos de Dios por medio del Espíritu de Dios, al escuchar el Evangelio de Cristo, creer, al nacer la fe de Cristo en nuestra alma, y recibirlo como nuestro Salvador dando testimonio público de nuestra fe en Cristo; porque la fe viene por el oír, el oír el Evangelio de Cristo6. “Y con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa (¿para qué?) para Salvación”. Eso es lo que dice San Pablo, en Romanos, capítulo 10, versos 1 al 15.
Y ahora, el verso 14 de este mismo capítulo 1 de San Juan, sigue diciendo:
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros…”.
El Verbo fue hecho carne, o sea, el Verbo, que es el Ángel del Pacto, se hizo carne al hacer sombra sobre la virgen María, el Ángel del Pacto, que es el Espíritu Santo. Recuerden que un espíritu es un cuerpo de otra dimensión, un cuerpo angelical espiritual de otra dimensión, que no puede ser visto, excepto en los momentos en que Él lo permite para ciertas personas.
Pero cuando se hizo carne (creando un cuerpo en el vientre de María, que fue creciendo célula sobre célula, hasta que nació), cuando se le cumplió el tiempo de Su nacimiento, luego Dios dentro del Ángel del Pacto, dentro de ese cuerpo angelical, luego entró o habitó dentro del cuerpo de carne llamado Jesús; y ahí estaba la plenitud de Dios a la vista de todos los seres humanos: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Eso es la plenitud de Dios con todos los atributos divinos manifestados a través de un hombre llamado Jesús, porque a Dios le plació que en Él habitase toda plenitud7; y ese es el misterio de Dios el Padre, y de Cristo, que nos dice San Pablo en Colosenses, capítulo 2, versos 2 al 3; de lo cual dice que todos… hasta que todos lleguemos al conocimiento (vamos a leerlo) de Dios el Padre, y de Cristo. Dice:
“… para que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo,
en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento”.
¿Conocer qué? El misterio de Dios el Padre, y de Cristo. Por eso, vean, Cristo decía: “El Padre que mora en mí, Él hace las obras”8. No eran las obras de un hombre, eran las obras de Dios manifestado a través de un hombre. Y también decía que no hablaba nada de Sí mismo; que como Él escuchaba hablar al Padre, así Él hablaba9. Y también Él dijo en una ocasión… eso está en San Juan, capítulo 14, y en otros lugares de la Escritura; y también dijo en otra ocasión, en San Lucas, capítulo 4, versos 11 en adelante, dijo [verso 18]:
“El Espíritu del Señor está sobre mí,
Por cuanto me ha ungido…”.
Recuerden que Cristo, Mesías o Ungido significa y se refiere al Mesías ungido con el aceite del Espíritu Santo, porque el aceite representa el Espíritu Santo. Él estaba ungido con el Espíritu Santo para llevar a cabo las obras el Padre celestial a través del Mesías. Eran las obras de Dios todas las obras que Cristo hizo. Aun la crucifixión, la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario, fue una Obra de Dios por medio del velo de carne llamado Jesús.
Dios se proveyó de sacrificio, se proveyó de un cuerpo de carne para efectuarse el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados. Y luego que murió y fue sepultado, resucitó al tercer día glorificado, subió al Cielo y está sentado en el Trono celestial de Dios. De eso da testimonio, no solamente la lectura que tuvimos, de San Mateo, capítulo 26, versos 63 al 65, sino que también en San Marcos, capítulo 14, versos 61 en adelante, dice:
“Mas él callaba, y nada respondía. El sumo sacerdote le volvió a preguntar, y le dijo: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?
Y Jesús le dijo: Yo soy (¿Ven? En el Evangelio según San Marcos dice Cristo: Yo soy); y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.
Entonces el sumo sacerdote, rasgando su vestidura, dijo: ¿Qué más necesidad tenemos de testigos?
Habéis oído la blasfemia; ¿qué os parece? Y todos ellos le condenaron, declarándole ser digno de muerte.
Y algunos comenzaron a escupirle, y a cubrirle el rostro y a darle de puñetazos, y a decirle: Profetiza. Y los alguaciles le daban de bofetadas”.
Ese fue el cuadro, pero vean, dio la revelación grande de que se sentaría a la diestra de Dios en el Cielo, a la diestra del poder de Dios; y al sentarse en el Cielo a la diestra del poder de Dios, todo el poder de Dios fue dado a Cristo: “Todo poder me es dado en el Cielo y en la Tierra”.
Recuerden que el que está sentado en el trono es el que tiene el poder, como el que ocupa la silla presidencial en cada país es el que tiene el poder, así es. Y el rey, en los diferentes países que tienen reyes, el que tiene el poder es el rey.
Y ahora, viendo esto, miramos también en el libro del Apocalipsis la promesa que el mismo Cristo hace, en donde habla del Trono celestial de Dios, donde Él se ha sentado; y nos dice en el capítulo 3 del libro del Apocalipsis, verso 21:
“Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”.
El Trono del Padre está en el Cielo, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios; y el Trono de Cristo es el Trono de David, al cual es heredero, del cual el Ángel Gabriel le dice a la virgen María en el capítulo 1, versos 30 al 36, que Dios le dará el Trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob, sobre la casa de Israel, ¿para cuánto tiempo? Para siempre. Y eso será la restauración del Reino de Dios en la Tierra, eso será la restauración de Israel al Reino de Dios.
Por eso Cristo, ya estando resucitado (allá en el capítulo 1 del libro de los Hechos) y hablándoles a ellos acerca del Reino de Dios, ya el día que tenía Cristo que subir al Cielo, le preguntan Sus discípulos: “Señor, ¿restaurarás Tú el reino a Israel en este tiempo?”10. Restaurar el reino de Israel es restaurar el Reino de David, porque el Reino de David es el Reino de Dios en la Tierra.
A ellos no les tocaba saber acerca de ese momento, porque eso sería para luego que transcurrieran las diferentes etapas de la Iglesia; eso sería para el tiempo final, para el Día Postrero, en donde Dios va a resucitar a los muertos creyentes en Cristo en cuerpos glorificados, y a los vivos los va a transformar, conforme a Primera de Corintios, capítulo 15, versos 49 al 58; y eso será a la Final Trompeta: “Porque será tocada la Trompeta, y los muertos en Cristo resucitarán incorruptibles”, o sea, en cuerpos eternos, cuerpos glorificados, iguales al cuerpo glorificado de Cristo, y jóvenes para toda la eternidad.
Y a los que estén vivos, dice: “Y nosotros los que vivimos seremos transformados”, y entonces tendremos cuerpos jóvenes, inmortales, eternos, glorificados, como el cuerpo glorificado de Cristo nuestro Salvador; y así seremos a imagen (que es el cuerpo angelical) y a Su semejanza (el cuerpo físico glorificado). Tan sencillo como eso.
Y ahora, hemos visto quién es Cristo y hemos visto quiénes son los creyentes en Cristo: son los elegidos de Dios, los hermanos menores de Cristo, son nada menos que la Familia de Dios, los descendientes de Dios, son los que dicen: “Padre nuestro que estás en los Cielos”, ¿por qué? Porque son hijos del Padre celestial.
Por medio del nuevo nacimiento, vean ustedes, han nacido del Cielo; porque el nuevo nacimiento es del Cielo. Y por eso San Pablo dice: “Porque nuestra ciudadanía está en el Cielo, o en los Cielos, de donde esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria Suya”11.
Así tendremos la semejanza física del Señor Jesucristo, el cual tiene un cuerpo glorificado; y entonces nosotros seremos semejantes a Él, con cuerpos glorificados como el que Él tiene, y jóvenes para toda la eternidad; y entonces es que entraremos físicamente al Reino físico del Mesías. Luego de la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo, ya vendremos con Él para el establecimiento de Su Reino en la Tierra.
Tan sencillo como eso será el cumplimiento de todo ese Programa de la resurrección de los muertos en Cristo y de la transformación de los que estén vivos, creyentes en Cristo.
Ahora, ¿qué tiene que ver todo este Programa profético de la resurrección de los muertos en Cristo y de la transformación de los que vivimos? ¿Qué relación tiene con la resurrección de Lázaro? Lázaro es tipo y figura de todos los muertos en Cristo que serán resucitados en cuerpos eternos.
A través de la historia del cristianismo han muerto millones de creyentes en Cristo, y están en el Paraíso en sus cuerpos angelicales; pero Cristo dijo: “Yo los resucitaré en el Día Postrero”12.
El Día Postrero es el séptimo milenio de Adán hacia acá, que está también tipificado en el séptimo día de la semana; y en el Programa de restauración viene a ser el cuarto día; porque la restauración de la Iglesia comenzó, ese Programa de restauración que tiene cuatro etapas, comenzó en la etapa o edad en que Lutero apareció, esa fue la primera etapa para la restauración de la Iglesia; luego la segunda etapa fue cuando apareció Wesley, John Wesley; la tercera etapa fue cuando surgió el pentecostalismo o etapa pentecostal, que nació esa etapa allá en la Calle Azuza, en Los Ángeles, California, y luego… ahí ya tenemos el tercer día; y en el cuarto día, que corresponde a nuestro tiempo, en la etapa para y en la Edad de la Piedra Angular, será que la resurrección de los muertos en Cristo va a ser llevada a cabo, y en donde la Iglesia del Señor Jesucristo quedará completamente restaurada, a imagen y semejanza de Cristo; y por consiguiente, es en esa etapa donde la gloria de Dios va a ser vista.
La gloria de Dios iba a ser vista con la resurrección de Lázaro, y Lázaro representa a los muertos creyentes en Cristo que van a ser resucitados. Esa etapa va a tener la manifestación de la gloria de Dios al resucitar a los muertos creyentes en Cristo y transformar a todos los creyentes en Cristo nacidos de nuevo que estén vivos en este tiempo final; y así todos juntos, con cuerpos eternos y glorificados, estaremos aquí en la Tierra por un corto tiempo.
Recuerden que Cristo, luego de resucitado, estuvo con Sus discípulos unos 40 días, apareciéndoles a ellos no menos de ocho veces o en ocho ocasiones (lo menos). Y luego subió al Cielo para sentarse en el Trono celestial, y tener ahí todo poder y autoridad en el Cielo y en la Tierra. Ya transformado fue que obtuvo el Trono celestial y Reino celestial, el Reino de los Cielos y de la Tierra. Por eso Él es el Rey de reyes y Señor de señores, el León de la tribu de Judá.
Y ahora, para este tiempo final es que la gloria de Dios va a ser manifestada, va a ser vista, con la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos.
“SI CREES, VERÁS LA GLORIA DE DIOS”.
Está prometido para la Iglesia del Señor Jesucristo que habrá una Carpa Catedral gigante, y la gloria de Dios va a estar siendo vista manifestada, y será un tiempo también de apretura. Y lo que vimos manifestado en el mensajero de la séptima edad de la Iglesia, que fue vista esa manifestación en parte…, con la resurrección de un pececito, que representa la resurrección de los muertos en Cristo (y sobre todo los del tiempo final, porque aquel pececito tenía como media hora que había muerto). También la creación de ardillas.
Recuerden que Cristo también multiplicó los panes y los peces13. Y también Cristo hablaba, habló a la higuera palabras de maldición, que no comiera frutos de ella ningún hombre, porque no hubo fruto para Él cuando tuvo hambre; y la higuera se cerró, se secó de las raíces hacia arriba14. Y ahora, eso es poder sobre la naturaleza, sobre los árboles y todo lo que está en la Tierra.
Y también cuando habló la Palabra a una tormenta, eso es poder, la Palabra creadora poderosa sobre la naturaleza.
También cuando habló la desaparición de un tumor en un ovario de su esposa, eso es poder sobre toda enfermedad.
Y cuando habló salvación para dos jóvenes hijos de una creyente en Cristo, eso es —por la Palabra creadora— salvación para esos jóvenes, que representan los que en esta manifestación de la Palabra creadora van a creer en Cristo y lo van a recibir como Salvador.
Y todo eso corresponde a la Tercera Etapa, que culminará en una gran Carpa Catedral. Y no era una Carpa del séptimo mensajero, de la séptima edad de la Iglesia; él fue llevado en visión, de visita a ese lugar, donde estaban aconteciendo todas esas cosas. Él va a estar allí cuando resucite, no hay lugar a dudas. Pero esa no es una Carpa del séptimo mensajero; esa será una Carpa Catedral de uno que vendrá después del séptimo ángel mensajero de la séptima edad de la Iglesia entre los gentiles.
Ahí vamos a ver la gloria de Dios manifestada, vamos también a ver no solamente resurrecciones, sino también —por la Palabra creadora— un sinnúmero de maravillas, de milagros y de salvación para muchas personas. Será para ayudar a los seres humanos.
Por lo tanto, “SI CREES, VERÁS LA GLORIA DE DIOS”.
Es importante la evangelización, porque Cristo no puede terminar Su trabajo de intercesión en el Cielo hasta que haya entrado al Reino de Cristo hasta el último escogido de Dios. Hasta que se complete Su Iglesia, Cristo no puede salir del Trono de Intercesión en el Cielo, donde está como Sumo Sacerdote, haciendo intercesión con Su propia Sangre.
Y los que trabajan en esa labor están trabajando en la perfecta voluntad de Dios, no bajo una edad que ya pasó, sino en la etapa o edad correspondiente a nuestro tiempo, donde se completará la Iglesia del Señor Jesucristo. Y también estarán trabajando en el proyecto de la Visión de esa Gran Carpa Catedral que fue vista, para que se haga una realidad en medio del cristianismo.
Por lo tanto, esas dos cosas son muy pero que muy importantes.
La evangelización, porque a través de la predicación del Evangelio de Cristo, que es la Voz de Cristo por medio de los diferentes mensajeros de Dios, las ovejas escuchan la Voz de Cristo el Buen Pastor, son llamados, y Cristo los recibe en Su Reino, les da vida eterna, y vienen a formar parte de la Iglesia del Señor Jesucristo, nacen en el Reino de Cristo.
Y ahora, esas dos cosas son claves en este tiempo final en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo, en la etapa de la Edad de la Piedra Angular, que es la etapa de Oro de la Iglesia del Señor Jesucristo. Este es el tiempo de Oro, de la Edad de Oro para todos los creyentes en Cristo.
Así que, “SI CREES, VERÁS LA GLORIA DE DIOS”.
SI CREES, trabajarás en el Programa, en el proyecto de evangelización, hasta que se complete la Iglesia del Señor Jesucristo, hasta que entre hasta el último escogido de Dios, hasta que entre hasta la última oveja en el Redil del Señor.
Y SI CREES trabajarás también en el proyecto de la Visión de la Carpa, donde va a ser vista la gloria de Dios manifestada.
Así que, “SI CREES, VERÁS LA GLORIA DE DIOS”.
Así como todos los que creyeron cuando Dios le dijo a Moisés que construyera un tabernáculo, y le dio las medidas: todos los que trabajaron en ese proyecto divino, luego, cuando Moisés dedicó a Dios ese tabernáculo, vieron la gloria de Dios venir a ese tabernáculo y morar en ese lugar.
Cuando el rey Salomón construyó el templo… para lo cual… así como fue para el tiempo de Moisés en la construcción del tabernáculo: Dios le dio al pueblo la oportunidad y privilegio de que se pusieran brazo a brazo y hombro a hombro con ese proyecto divino, y con ofrendas voluntarias cada uno contribuyera para ese proyecto. A tal grado fue el deseo, la buena voluntad del pueblo, que ofrendaron tanto que Dios le dijo a Moisés: “Diles que ya no ofrenden más para el tabernáculo”15.
También así ocurrió cuando el rey Salomón fue a construir el templo. Aun, el más que contribuyó económicamente fue el rey David, que le dijo: “Mira, he amontonado oro, plata, bronce, hierro y madera, para la construcción del templo. Aquí está todo. Si falta algo, encárgate de completar lo que falta”16; y el pueblo pues tuvo la oportunidad de trabajar para que se completara lo que faltaba para esa construcción.
Y cuando fue construido ese templo allá en Jerusalén, y fue dedicado a Dios por el rey Salomón, la gloria de Dios en la Nube o Columna de Fuego, descendió y moró en el templo, dentro del lugar santísimo17, sobre el arca del pacto; sobre el propiciatorio, que es la tapa del arca del pacto, donde estaban los dos querubines de oro, y donde también estaban, al lado del arca, a cada lado, un querubín de madera de olivo cubierto de oro, y al otro lado otro querubín cubierto de oro, era de madera de olivo también. Ahí tenemos los dos olivos cubiertos de oro.
El oro representa la Divinidad en esos dos querubines de madera de olivo; y el olivo, la madera, pues representa los ministerios de los Dos Olivos, de los Dos Ungidos que están delante de la presencia de Dios, que son los ministerios de Moisés y Elías para ser manifestados en la Tierra, y que en el Cielo son nada menos que los Arcángeles Miguel y Gabriel.
Y ahora, teniendo todo este cuadro del Programa Divino, de las cosas que están prometidas que van a acontecer: Si crees, verás la gloria de Dios manifestada en esa etapa, resucitando a los muertos en Cristo y transformando a los vivos creyentes en Cristo, nacidos de nuevo.
Ese será el momento de la glorificación de la Iglesia: al ser glorificado cada miembro del Cuerpo Místico de Cristo, así como Cristo fue glorificado; y entonces seremos inmortales, en cuerpos inmortales, cuerpos glorificados y eternos, iguales al cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador.
Esa es una promesa para mí, ¿y para quién más? Para cada uno de ustedes también. No es solamente para mí, es para todos los creyentes en Cristo nacidos de nuevo a través de las diferentes etapas de la Iglesia del Señor Jesucristo. Y a nosotros nos ha tocado vivir en el tiempo final, y por consiguiente esas palabras que dice San Pablo: “Y nosotros que vivimos, seremos transformados”; por lo tanto, la mayoría de nosotros vamos a estar vivos para ser transformados, luego que los muertos en Cristo hayan resucitado.
Pero si alguno de los nuestros de nuestro tiempo se va antes, no se preocupe, va a regresar en un cuerpo eterno y glorificado y joven, para estar nuevamente con nosotros; y van a regresar también todos los de las etapas pasadas para estar con nosotros en este tiempo final. Cuando los veamos, vamos a ser transformados, y vamos a ser como ellos: inmortales, jóvenes, con cuerpos eternos y glorificados, como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador.
Estamos al final del tiempo, estamos en donde Cristo está llamando y juntando todos los escogidos que faltan para completar Su Iglesia, y después llamará 144.000 hebreos: 12.000 de cada tribu de los hijos de Israel.
Por lo tanto, ya estamos al final de todo el Programa Divino correspondiente a la Dispensación de la Gracia, donde se entrelaza la Dispensación del Reino con la Dispensación de la Gracia.
Ya ustedes vieron (en el video que fue proyectado para ustedes) cómo están las cosas en el Programa de Dios a favor del pueblo hebreo y de toda la humanidad. Pero la Iglesia del Señor Jesucristo tiene que ser transformada (los que estén vivos), y los muertos en Cristo tienen que ser resucitados en cuerpo glorificados; y ahí será donde la gloria de Dios va a ser vista.
“¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?”. Eso lo que Cristo ha prometido a Su Iglesia. Aun estando Él aquí en la Tierra hace dos mil años atrás lo prometió. Él dijo: “Y yo lo resucitaré en el Día Postrero”.
Y el Día Postrero, por cuanto un día delante del Señor es como mil años, y mil años como un día (dice Segunda de Pedro, capítulo 3, verso 8, y el Salmo 90, verso 4), así como de los siete días de la semana los tres días postreros son el quinto día (que es el jueves), sexto día (que es el viernes) y séptimo día (que es el sábado); de esos tres días postreros de la semana, el último, el postrero, es el sábado. Y por cuanto un día delante del Señor es como mil años, y mil años como un día, encontramos que de los días delante de Dios, que son días mileniales, el día o los días postreros son: quinto milenio, sexto milenio y séptimo milenio.
Ahí en el quinto milenio Dios habló por medio de Cristo, y por eso dice que en los días postreros Dios ha hablado por medio de Su Hijo, dijo San Pablo, en Hebreos, capítulo 1, versos 1 al 3; y también el apóstol Pedro en el capítulo 2, versos 14 en adelante, del libro de los Hechos, cuando dijo que Dios por medio del profeta Joel (en el capítulo 2 del libro del profeta Joel), dice que Dios derramaría de Su Espíritu sobre toda carne en los días postreros.
Los días postreros delante de Dios son: quinto milenio, sexto milenio y séptimo milenio. Y el séptimo milenio es el Día Postrero de los días postreros. Cuando se dice “los días postreros” son tres milenios: quinto milenio, sexto milenio y séptimo milenio; pero cuando se dice “el Día Postrero” es el séptimo milenio de Adán hacia acá, que también es el tercer milenio… séptimo milenio de Adán hacia acá o tercer milenio de Cristo hacia acá; o sea, tercer milenio del segundo Adán hacia acá. Cristo es el segundo Adán.
Y ahora, hemos visto este misterio del Día Postrero, que es el séptimo milenio de Adán hacia acá, en el cual hemos entrado conforme al calendario gregoriano, y ya llevamos unos nueve años dentro del séptimo milenio de Adán hacia acá.
Ahora, si lo sacamos de acuerdo al calendario judío o hebreo, hay que buscar en qué año estamos y los años que haya perdido ese calendario, los cuales tienen que ser añadidos, para saber exactamente en qué año estamos en el calendario judío.
Y ahora, para el Día Postrero es que Cristo ha prometido la resurrección de todos los creyentes en Él. Marta sabía que sería en el Día Postrero, y Cristo mostró que Él tiene el poder para llevar a cabo esa resurrección al resucitar a Lázaro de entre los muertos.
Por lo tanto, los que tienen familiares que ya partieron y son creyentes en Cristo, pueden estar esperándolos, pero en cuerpos eternos y jóvenes para toda la eternidad, cuerpos glorificados.
Y por cuanto ellos podrán comer, como Cristo pudo comer cuando ya resucitó18, recuerden, podrán comer de todo lo que nosotros comemos en la Tierra. Y por consiguiente, cuando preparamos la comida y nos sentamos a la mesa, podemos pensar y saber que algún día vamos a tener comiendo con nosotros a alguno de los creyentes en Cristo que partieron y que resucitará en cuerpo glorificado; y cuando lo veamos entonces seremos transformados. Entonces no va a ser un solo joven el que estará comiendo en la mesa, sino todos los creyentes en Cristo que estén comiendo ahí, serán transformados. Tan simple como eso.
Todo va a ser muy pero que muy sencillo. Así que podrán comer lo que nosotros comemos, cada uno en el país que vive.
Recuerden que Cristo comió lo que ellos estaban acostumbrados a comer: un pedazo de pescado y un panal de miel, era algo común entre ellos. Así que no se preocupen pensando que van a pedir algo muy especial y no van a tener dinero. Lo que tengamos a la mano, de eso van a comer: arroz, frijoles, carne, ensalada, vegetales, de todo lo que tengamos podrán comer; y nosotros cuando estemos ya transformados también podremos comer de todo lo que se coseche en esta Tierra.
Así que yo creo, y yo veré la gloria de Dios manifestada cuando Cristo resucite a los muertos creyentes en Él y nos transforme a nosotros los que vivimos. Ese será el momento culminante en que será vista la gloria de Dios en la Tierra: en medio de Su Iglesia. En medio del cristianismo será esa manifestación gloriosa que tanto ha estado esperando el cristianismo.
Por lo tanto, con nuestra fe puesta en Cristo, sigamos adelante todos los días de nuestra vida, que no desmayemos en la fe, que cada día nuestra fe esté más fuerte, nuestra fe en Cristo nuestro Salvador. Y sabiendo que nuestro trabajo en el Señor no es en vano19. Cristo recompensará a cada uno según sea su obra, dice Apocalipsis, capítulo 22, verso 12; y también en el capítulo 16, versos 26 al 28 de San Mateo.
“Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de Su Padre con Sus Ángeles, y entonces recompensará a cada uno según sea su obra”. Eso está en San Mateo, capítulo 16, versos 26 al 28.
Y en Apocalipsis, capítulo 22, verso 12, dice (vamos a leerlo para que lo tengan claro): “He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra”.
Por lo tanto, trabajemos en la Obra del Señor; y según sea su obra, su labor, será su recompensa. ¿Quiere una recompensa grande? Pues su labor tiene que ser grande también.
Por lo tanto, adelante trabajando en la Obra del Señor, en la evangelización, el proyecto grande que Dios le dio a Sus discípulos, lo cual continuaría hasta que entre hasta el último escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, hasta que entre al Reino de Dios, entre al Redil de Cristo, el Buen Pastor.
Y para el Día Postrero habrá una Gran Carpa Catedral, lo cual es un proyecto de Dios para ser llevado a cabo en medio de la Iglesia y por la Iglesia del Señor Jesucristo. Trabajemos también brazo a brazo en ese proyecto, y en todos los demás proyectos divinos del Programa de Dios correspondiente a la Iglesia del Señor Jesucristo.
Y que Dios les recompense grandemente en Su Reino cuando llegue el momento para esa bendición tan grande. Y que pronto se complete la Iglesia del Señor, sean resucitados los muertos en Cristo, y nosotros los que vivimos seamos transformados; y luego de ciertos días estrenando el nuevo cuerpo (porque lo vamos a estrenar estando aquí en la Tierra), luego nos lleve con Él a la Cena de las Bodas del Cordero, a la gran fiesta, a la fiesta más grande que se haya llevado a cabo en el Cielo, llamada la Cena de las Bodas del Cordero.
Iremos, no en automóvil, tampoco en aviones, tampoco en cohetes. Así como Cristo subió al Cielo, subiremos con Él en cuerpos eternos y glorificados, que es la única clase de cuerpo y único medio de transportación que nos puede llevar a la Casa del Padre celestial.
No hay otro equipo, no hay otro medio de transportación con el cual podamos llegar al Cielo, a la Casa del Padre celestial; solamente teniendo el cuerpo eterno y glorificado es que podremos ir a la Cena de las Bodas del Cordero; y eso es teniendo la doble porción, eso es teniendo la doble vestidura de boda, eso es teniendo lo que realmente necesitamos, lo cual es la plenitud de Dios, la plenitud de la adopción, de la redención. La redención del cuerpo es lo que nos falta para poder estar listos para ir con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero; y lo vamos a ver.
“SI CREES, VERÁS LA GLORIA DE DIOS”.
Si crees, trabajarás en el Programa de Dios para nuestro tiempo, para que se haga realidad todo lo que está prometido que será llevado a cabo en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo.
Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, puede hacerlo en estos momentos y estaremos orando por usted.
Recuerde que si usted está escuchando en estos momentos, es porque el nombre suyo está escrito en el Cielo en el Libro de la Vida. Y Él dijo: “Mis ovejas oyen mi Voz, y me siguen, y yo las conozco, y yo les doy vida eterna”20. Es para recibir la vida eterna que Cristo ordenó que se predicase el Evangelio a toda criatura; y el que creyere y fuera bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado. Tan simple como eso. San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16.
Por lo tanto, los que todavía no han venido a los pies de Cristo lo pueden hacer en estos momentos, y estaremos orando por usted para que Cristo le reciba en Su Redil, le reciba en Su Reino.
La buena noticia para todos los escuchan la predicación del Evangelio de Cristo, es que sus nombres están escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida; y eso trae gozo al alma, al corazón de la persona.
Recuerden que cuando Cristo ordenó a Sus discípulos ir predicando el Evangelio, Él les dijo que fueran a las ovejas perdidas de la Casa de Israel; y ellos fueron predicando el Evangelio del Reino, y muchos creyeron; y también sanaron muchos enfermos y echaron fuera espíritus malos, espíritus que tenían enfermos a muchas personas; y regresaron muy contentos, muy felices a donde Jesús, y le dicen a Jesús: “Señor, aun los espíritus se nos sujetan en tu nombre”, Cristo les dijo: “No os gocéis de que los espíritus se os sujetan en mi nombre, gozaos de que vuestros nombres están escritos en el Cielo”21.
Y eso es lo que causa gozo, regocijo, en el alma de la persona: que su nombre esté escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida; por lo cual es una oveja que escuchará la Voz de Cristo, el Evangelio de Cristo, y vendrá a los pies de Cristo.
Es un privilegio grande ser una oveja del Señor, ser una persona que recibirá la vida eterna por medio de Cristo nuestro Salvador.
“Mis ovejas oyen mi Voz, y me siguen, y yo las conozco, y yo les doy vida eterna”, dijo Cristo en San Juan, capítulo 10, verso 27. Y capítulo 10, versos 14 al 18, también Él dijo: “También tengo otras ovejas que no son de este redil (o sea, que están entre los gentiles); las cuales también debo traer, y oirán mi Voz; y habrá un rebaño, y un Pastor”.
El rebaño es la Iglesia del Señor Jesucristo, el Buen Pastor es Cristo, ¿y quiénes son las ovejas? Todos nosotros. O sea que Cristo tipificó a todos los hijos e hijas de Dios que formarían la Iglesia del Señor, los tipificó en y con ovejas. Y Él se tipificó, se representó en el buen pastor, y representó a Su Iglesia en el redil de las ovejas, porque esa era la forma común para el pueblo hebreo en aquellos días, era algo del común del pueblo las ovejas, los rebaños, el redil y los pastores.
Ya vamos a orar por las personas que están viniendo a los pies de Cristo. Los que están en otras naciones pueden también venir a los pies de Cristo para que queden incluidos en la oración que estaremos haciendo.
Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los pies de Cristo en esta ocasión. Si falta alguno por venir, puede venir para que quede incluido en la oración que estaremos haciendo.
Ahora, con nuestras manos levantas al Cielo, a Cristo, los que han venido a los pies de Cristo y están aquí presentes o en otras naciones, repitan conmigo esta oración; todos con nuestras manos levantadas al Cielo y nuestros ojos cerrados, repitan conmigo:
Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón, y creo en Ti ahora con toda mi alma, creo en Tu Primera Venida, creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados. Creo en Tu Nombre, como el único nombre bajo el Cielo, dado a los hombres, en que podemos ser salvos. Doy testimonio público de mi fe en Ti y te recibo como mi único y suficiente Salvador. Acepto Tu Obra de Redención en la Cruz del Calvario. Creo en ti.
Y Señor, te recibo como mi único y suficiente Salvador. Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego, y produzcas en mí el nuevo nacimiento.
Quiero nacer en Tu Reino, quiero vivir eternamente contigo. ¡Sálvame, Señor, te lo ruego! En Tu Nombre Eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén.
Y con nuestras manos levantadas al Cielo a Cristo, todos decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén.
Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado, porque ustedes le han recibido como vuestro único y suficiente Salvador.
Por cuanto ustedes han creído en Cristo, como dijo Cristo: “Id y predicad el Evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo”. Ustedes me dirán: “Escuché la predicación del Evangelio de Cristo y nació la fe de Cristo en mi alma, y lo he recibido como mi único y suficiente Salvador. Quiero ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo lo más pronto posible, porque Él así lo ordenó”.
El mismo Cristo, cuando Juan estaba bautizando Cristo fue, entró a las aguas del Jordán, para que Juan lo bautizara; y Juan dice: “Yo tengo necesidad de ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí para que yo te bautice?”. Y no lo quería bautizar. Cristo le dice: “Nos conviene cumplir toda justicia”. Y entonces lo bautizó.
Si Cristo, para cumplir toda justicia, era necesario ser bautizado, cuánto más nosotros, ¡cuánto más nosotros necesitamos ser bautizados! y cumplir así toda justicia.
Aun los apóstoles del Señor fueron bautizados por Juan el Bautista, y cuando Cristo predicaba, todos los que creían eran bautizados por los apóstoles del Señor Jesucristo.
Y el Día de Pentecostés, cuando Pedro predicó, como tres mil personas creyeron y fueron bautizadas en agua en el Nombre del Señor Jesucristo; y se añadieron a Su Iglesia como tres mil personas. Eso está en el libro de los Hechos, capítulo 2, versos 31 al 47. Y así es como Cristo añadía a Su Redil, a Su Rebaño, las ovejas que el Padre le había dado, para buscarlas y darles vida eterna.
Y ahora, ustedes como ovejas del Padre dadas a Cristo, para que Cristo les dé vida eterna, han venido a los pies de Cristo luego de escuchar el Evangelio de Cristo, para recibirlo como único y suficiente Salvador, para que Cristo les dé vida eterna.
Solamente a través de Cristo es que podemos obtener la vida eterna. No hay otra forma. Solamente hay un Salvador, y Su Nombre es: Señor Jesucristo. El mismo Nombre Jesús, que en hebreo es Yeshua, significa ‘Salvador’.
Por lo tanto, solamente hay un Salvador, y ese es nuestro amado Señor Jesucristo, el cual murió por mí, ¿y por quién más? Por cada uno de ustedes, y Él es el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.
El bautismo en agua no quita los pecados, porque el agua no tiene poder para quitar los pecados; es la Sangre de Cristo la que nos limpia de todo pecado; pero el bautismo en agua es un mandamiento de Cristo, y por consiguiente ha estado siendo obedecido, puesto por obra, desde el tiempo de los apóstoles hasta nuestro tiempo, que continúa siendo puesto por obra; ha continuado todo el tiempo el bautismo en agua en el Nombre del Señor, porque el bautismo en agua y en el bautismo en agua la persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección.
Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; y cuando es sumergido en las aguas bautismales, tipológicamente está siendo sepultado; y cuando es levantado de las aguas bautismales, está resucitando a una nueva vida: a la vida eterna con Cristo en Su Reino eterno.
Tan simple como eso es el simbolismo del bautismo en agua; cosa que todos necesitamos conocer para estar conscientes de lo que estamos haciendo al ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Y ahora, conociendo el significado del bautismo en agua, el simbolismo, bien pueden ser bautizados, y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento. Y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el glorioso Reino de nuestro amado Señor Jesucristo.
Los que están en otras naciones también pueden ser bautizados, los que han recibido a Cristo como Salvador en estos momentos. Y que Cristo también a ustedes les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y también nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el glorioso Reino de nuestro amado Señor Jesucristo.
Continúen pasando todos una noche llena de las bendiciones de Cristo, nuestro Salvador.
Dejo en estos momentos aquí al ministro correspondiente, para que les indique hacia dónde dirigirse cada uno de ustedes, para ser bautizados en agua, en el Nombre del Señor Jesucristo.
Que Dios les bendiga a todos, y continúen pasando una noche feliz llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.
Que Dios les bendiga a todos y les guarde, y nos veremos eternamente en el Reino de Cristo que será establecido en este planeta Tierra.
“SI CREES, VERÁS LA GLORIA DE DIOS”.
[Revisión noviembre 2020]
1 Hechos 12:13-15
2 Salmos 34:7
3 Jueces 13:2-25
4 Éxodo 33:11
5 Éxodo 33:18-23
6 Romanos 10:17
7 Colosenses 1:19
8 San Juan 14:10
9 San Juan 14:10, 12:49
10 Hechos 1:6
11 Filipenses 3:20-21
12 San Juan 6:39, 6:40, 6:44, 6:54
13 Alimentación de los cinco mil: Mt. 14:13-21, Mr. 6:30-44, Lc. 9:10-17, Jn. 6:1-13 / Alimentación de los cuatro mil: Mt. 15:32-38, Mr. 8:1-9
14 San Mateo 21:18-19, San Marcos 11:12-14
15 Éxodo 36:3-7
16 1 Crónicas 22:14-19, 29:1-5
17 2 de Crónicas 7:1-3
18 San Juan 21:1-14
19 1 de Corintios 15:58
20 San Juan 10:27
21 San Lucas 10:17-20