Bendito el que viene en el Nombre del Señor

Muy buenos días, amables amigos, hermanos presentes aquí en Fe Viva, Valencia, Venezuela; es un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.

Un saludo de todo corazón para todos ustedes. También para todos los venezolanos en toda la República de Venezuela, y los que están también en otras naciones; y para todas las iglesias que están en estos momentos conectadas con esta actividad, en toda la República de Venezuela, y también en todos los países de la América Latina, de Norteamérica, de África y demás naciones.

Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes.

Para esta ocasión quiero expresarles mi aprecio y agradecimiento por el respaldo que le están dando al gran proyecto de La gran Carpa-Catedral en Puerto Rico; y también por el respaldo que le están dando a AMISRAEL. Que Dios les bendiga por lo que están haciendo y que les quede acumulado en el Reino de Cristo, en el Reino de los Cielos para que en el Reino milenial disfruten todos los tesoros que hayan acumulado, almacenado, hechos en el Reino de Dios, en el Reino de los Cielos.

Hoy comienza el día del perdón, Yon Kipur para los hebreos y es el pasaje de… nos habla de Yon Kipur allá en Levítico, capítulo 23, verso 26 en adelante. Por lo tanto, es un día de recogimiento y de pedir perdón a Dios por faltas, errores y pecados que el pueblo hebreo haya cometido. Para esta ocasión vamos a leer en San Mateo, capítulo 23. Solamente les estaba dando la cita donde se habla del día del perdón, el cual para una nueva dispensación y un nuevo Pacto nos habla de un día dispensacional, el Día de la Dispensación de la Gracia, y también nos habla del Sacrificio para ese nuevo Pacto, que es el Sacrificio del Mesías, el cual tomaría los pecados del pueblo y moriría por los pecados del pueblo, pondría Su vida en expiación por los pecados, conforme a Isaías, capítulo 53, versos 1 al 15. Ese es un pasaje que lo cumpliría el Mesías.

Pero ahora vamos a leer San Mateo, capítulo 23, versos 37 al 39, y dice:

“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!

He aquí vuestra casa os es dejada desierta.

Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.”

“BENDITO EL QUE VIENE EN EL NOMBRE DEL SEÑOR.”

Esta es una profecía mesiánica que solamente el Ángel del Pacto, que es Cristo, el Mesías, cumpliría en Su Venida en carne humana. Dos mil años atrás sucedió un evento grande en medio del pueblo hebreo, cuando apareció Juan el Bautista predicando y diciendo al pueblo que se arrepintiera y que el Reino de Dios estaba cerca, y que después de él vendría uno del cual él no era digno de desatar la correa de su calzado; y les dijo: “Yo les bautizo con bautismo de arrepentimiento en agua, pero el que viene después de mí es mayor que yo, porque era primero que yo. Él les bautizará con Espíritu Santo.”

Y ahora, ¿quién es Juan el Bautista que habla en esta forma acerca de una persona que va a venir luego de Él y que va a bautizar a las personas con Espíritu Santo?. Juan el Bautista es nada menos que el cumplimiento de Malaquías, capítulo 3, verso 1, y la aparición de ese hombre del cual Juan el Bautista dijo de uno que vendría después de él, que era mayor que él, del cual él no era digno de desatar la correa de su calzado, y que esa persona los bautizaría con Espíritu Santo y Fuego. Vamos a ver la Escritura de Malaquías, capítulo 3, lo que nos dice, verso 1, dice:

“He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí…”

Esa persona es nada menos que este mensajero: Juan el Bautista es esta persona, el mensajero el cual prepararía el camino delante del Señor. Malaquías, capítulo 4, también, versos 5 al 6, nos dice:

“He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible.

El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga e hiera la tierra con maldición.”

Y ahora, veamos lo que dice Jesús acerca de Juan el Bautista, luego que Juan identificó a Jesús como la persona a la cual él le estaba preparando el camino. Dice en San Juan, capítulo 1, verso 28 en adelante, dice:

“Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo.

Y yo no le conocía; mas para que fuese manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando con agua.

También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él.

Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua,

aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo.

Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.”

Y ahora, podemos ver lo que Juan el Bautista dijo acerca de Jesús. Este hombre del cual Juan da testimonio, Jesús, es al cual él le estaba preparando el camino, y eran primos, pues Elisabet, la esposa del sacerdote Zacarías y la virgen María eran parientes, así nos dice en San Lucas, capítulo 1, verso 30 en adelante.

Y ahora, veamos ese mismo capítulo 3, verso 1 de Malaquías, lo que dice de aquél al cual este mensajero que sería enviado, lo que nos dice este pasaje de quién será ese mensajero, esa persona, al cual este mensajero le estaría preparando el camino. Dice:

“…y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros.

He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos.”

El que vendría después es este profeta mensajero precursor, sería el Señor, a quien el pueblo hebreo buscaba, y servía en el templo y en diferentes días festivos; y todos los días oraba al Señor, al Señor Dios de Israel.

“…y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros.”

El Ángel del Pacto que le apareció a Moisés en el Éxodo, capítulo 3, verso 1 en adelante, vendría. O sea, que vendría el Señor, Dios el Padre Celestial, y el Ángel del Pacto, que es el cuerpo angelical de Dios en el cual está el Nombre de Dios conforme a las mismas Palabras de Dios habladas por el mismo Ángel del Pacto en el capítulo 23 del Éxodo, versos 20 en adelante, versos 20 al 23 del capítulo 23 del Éxodo, dice:

“He aquí yo envío mi Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado.

Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él.”

Todos los seres humanos, y sobre todo el pueblo hebreo, han deseado saber el Nombre de Dios. ¿Y dónde va a ser hallado el Nombre de Dios? En el Ángel de Dios, el Ángel del Pacto; por esa causa cuando le apareció a Moisés en el capítulo 3, y le dice: “Yo soy el Dios de tu padre (o sea, el Dios de Amram, el padre de Moisés) el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob.”

Y ahora, ¿quién está hablando? Está hablando Dios por medio de Su Ángel, el Ángel del Pacto, que es el cuerpo angelical de Dios, que es la imagen del Dios viviente, y por consiguiente es ese cuerpo angelical de Dios, que es llamado también el Verbo que era con Dios y era Dios, por medio del cual Dios creó todas las cosas. “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.” San Juan, capítulo 1, versos 1 al 14, nos habla del Verbo, del Ángel del Pacto. “Era con Dios y era Dios;” Porque “era con Dios:” Su cuerpo, el cuerpo angelical de Dios, el Ángel del Pacto; “y era Dios:” Porque era Dios dentro de un cuerpo angelical hablándole a Moisés, el mismo que le había hablado a Adán, a Set, a Enoc, a Matusalén, a Noé, y a todos esos héroes de la fe de la historia bíblica.

Moisés siendo enviado a Egipto para libertar el pueblo hebreo, Dios le dice: “Y yo estaré contigo,” o sea, que Dios iba a estar con Moisés, iba a estar Dios con Moisés y en Moisés, Dios en y por medio del Ángel del Pacto, iba a estar en Moisés obrando la liberación del pueblo hebreo, pues Moisés no fue el que libertó al pueblo hebreo, fue Dios por medio de Su Espíritu Santo a través del profeta Moisés, usando a un hombre; pero la obra la hizo Dios. Por eso se da la gloria a Dios, que es el que obró esa maravilla de libertar a un pueblo que estuvo por cuatrocientos treinta años viviendo en una tierra ajena, la tierra de Egipto, para llevarlos a la tierra prometida.

En ese Ángel estaba, está y estará eternamente el Nombre de Dios, siempre ese Ángel ha obrado en el Nombre de Dios, porque el Nombre de Dios está en Él. Sigue diciendo:

“Pero si en verdad oyeres su voz e hicieres todo lo que yo te dijere, seré enemigo de tus enemigos, y afligiré a los que te afligieren.

Porque mi Ángel irá delante de ti, y te llevará a la tierra del amorreo, del heteo, del ferezeo, del cananeo, del heveo y del jebuseo, a los cuales yo haré destruir.”

Este Ángel libertador del pueblo hebreo llevaría al pueblo hebreo a la tierra prometida.

Ahora, Moisés estaba muy preocupado, porque ya había estado Moisés en Egipto en una ocasión por unos cuarenta años viviendo en Egipto; y cuando trató de hacer algo en favor del pueblo hebreo, defendiendo a un hebreo, luego cuando hubo otro problema, pero entre dos hebreos, el uno injuriando al otro, Moisés trató de poner la paz entre ellos, porque Moisés era un hombre de paz, un hombre manso, un hombre que amaba al pueblo hebreo (era también parte del pueblo hebreo); y él sabía que en él estaba una misión, él conocía las Escrituras, su madre le había enseñado y también su padre, que vendría un tiempo en que Dios libertaría al pueblo hebreo y que eso sería luego de cuatrocientos años de esclavitud en Egipto.

Por tanto, unos años antes, digamos unos 390 años después de la esclavitud (o de esclavitud) o de estar el pueblo hebreo en Egipto, Moisés siente ese deseo, ese llamado; y comienza a trabajar en pro del pueblo hebreo. Diez años era un tiempo razonable para hacer todos los trámites para hablar con el pueblo hebreo y sus líderes y preparar todo para su salida. Siendo Moisés muy inteligente y habiendo estudiado en Egipto, siendo una persona importante allá, cuando él quiere llevar a cabo su misión, en un problemita que hubo, ya luego, el otro día o en esos días, vuelve a suceder otro problema, pero ya entre hebreos y él quiere poner la paz. Esa es una característica de Moisés: es un hombre de paz, con un mensaje de paz, que quiere el bienestar de su pueblo.

Cuando ese ministerio de Moisés regrese a la Tierra para el pueblo hebreo estará hablándole también de paz, de unión, de amor y de restauración a y en su tierra. Moisés se había criado en territorio o tierra gentil. Eso es también muy importante, porque de entre los gentiles, por dos ocasiones vino Moisés: primero de Egipto y la segunda ocasión de Madiam; en la segunda ocasión fue libertado el pueblo hebreo.

Ahora, por cuanto Dios lo estaba enviando, Moisés sabiendo que ya Dios le dice que va a estar con él, le dice: “Bueno, si yo llego al pueblo, y les digo: el Dios de nuestros padres (o de vuestros padres) me apareció y me envió a vosotros para libertarles, me ha dicho estas cosas, y me llegan a preguntar: ¿Cuál es su nombre? ¿Qué voy a responder a ellos?” Y Dios le dice lo que tiene que responder, pues Dios se había revelado a Abraham, a Isaac y a Jacob, y a otras personas con el Nombre del Todopoderoso, del Omnipotente, pero con el Nombre Jehová, o con el nombre Y H W H (o sea, “i griega” H W *H) no se había dado a conocer ni a Abraham, ni a Isaac, ni a Jacob. Está traducido así al español: en cuatro consonantes; pero eso tiene una pronunciación que Moisés escuchó, y le dice: “Así dirás a los hijos de Israel.” Le dice: “YO SOY EL QUE SOY, y dirás a ellos…” Vamos a leerlo para que lo tengan claro. Éxodo, capítulo 3, verso 13 en adelante:

“Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé?

Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY.

Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros.

Además dijo Dios a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel…”

Esta versión bíblica dice: “Jehová.” Otras versiones dicen: “El Señor,” o así por el estilo, pero estamos leyendo aquí en una versión que dice: “Jehová.” Puede decir: “Yavé,” o “Yawé,” o el Señor. Pero recuerden, son cuatro consonantes, las cuales Moisés escuchó siendo pronunciadas como el Nombre de Dios; es que no hay vocales aquí en hebreo.

“…el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi memorial para siempre.”

Por lo tanto, con este nombre que le fue revelado a Moisés, Dios sería revelado para siempre. En el capítulo 6, verso 1 en adelante del Éxodo también dice:

“Jehová respondió (o sea, el Señor)

Jehová respondió a Moisés: Ahora verás lo que yo haré a Faraón; porque con mano fuerte los dejará ir, y con mano fuerte los echará de su tierra.

Habló todavía Dios a Moisés, y le dijo: Yo soy JEHOVÁ (o sea, ‘yo soy el Señor’ o el Eterno).

Y aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios Omnipotente, mas en mi nombre JEHOVÁ…”

O sea, más en el Nombre Y H W H. Recuerden que a la pronunciación de esas cuatros consonantes han tratado de darle una pronunciación; entre los judíos no se da una pronunciación a esas cuatro consonantes, porque para ellos no se debe mencionar el Nombre de Dios, y usan el Señor, o el Eterno, o Elohím, y así por el estilo.

Pero aquí, vamos a leerlo como está en esta versión de la Biblia. Ya hemos visto que Dios no se había dado a conocer a Abraham, a Isaac y a Jacob, con el Nombre con el cual se reveló a Moisés, o le reveló a Moisés diciéndole que ese es Su Nombre y que le daría al pueblo hebreo ese Nombre si ellos preguntaban cuál era Su Nombre; por lo tanto, el pueblo hebreo iba a tener por primera ocasión la revelación, el conocimiento del Nombre eterno de Dios y sería por medio de un hombre, de un profeta; porque primero el profeta tiene que recibir la revelación y luego la puede pasar al pueblo. “Porque no hará nada el Señor sin que antes revele Sus secretos a Sus siervos Sus profetas.” (Amós, capítulo 3, verso 7). Y algo tan grande como el Nombre de Dios para ser dado a conocer al pueblo hebreo, tenía que ser por medio de un profeta dispensacional: Moisés.

Y ahora, el Nombre eterno de Dios está en el Ángel del Pacto, y luego cuando el Señor, Dios el Padre en Su Venida con Su Ángel, el Ángel del Pacto en un cuerpo de carne para llevar a cabo la redención por medio del Sacrificio de Expiación por el pecado del ser humano, el Nombre de Dios estaría, ¿dónde? En el velo de carne que usaría.

Por esa causa, el Ángel Gabriel le dice a la virgen María que va ella a concebir y tener un hijo y dice que le ponga por nombre Jesús (Jesús traducido, traducción al español; en hebreo pues es Yoshua) y le dice que será llamado Hijo de Dios, y que Dios le dará el Trono de David y reinará sobre Jacob, o sea, Israel, para siempre y Su Reino no tendrá fin. San Lucas, capítulo 1, versos 30 al 36.

La Venida del Señor, hemos visto que es la Venida de Dios el Padre, con y en el Ángel del Pacto materializándose en un cuerpo físico de carne, y eso es Emanuel con nosotros, eso es Dios con nosotros. En el Mesías estaría Dios el Padre y estaría el Ángel del Pacto, y estaría llevando a cabo las Obras que cumpliría lo que Dios había prometido para Su pueblo. Y había prometido que pondría Su Vida en Expiación por el pecado (Isaías, capítulo 53, versos 1 al 15); y también en Daniel dice (hablando del Mesías), capítulo 9, versos 21 al 27, que setenta semanas están determinadas para el pueblo de Daniel, pueblo hebreo y para la santa ciudad de Daniel, que es Jerusalén. Capítulo 9 de Daniel, versos 22 en adelante, dice:

“Y me hizo entender, y habló conmigo, diciendo: Daniel, ahora he salido para darte sabiduría y entendimiento.

Al principio de tus ruegos fue dada la orden, y yo he venido para enseñártela, porque tú eres muy amado. Entiende, pues, la orden, y entiende la visión.

Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos.

Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas…”

Siete semanas y sesenta y dos semanas, ¿son? Sesenta y nueve semanas hasta el Mesías Príncipe. Dice:

“Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos.

Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí…”

La promesa es que al Mesías le va a ser quitada la vida, y será después de las sesenta y dos semanas, más las siete semanas anteriores, que son sesenta y nueve semanas. Y recordando que las setenta semanas que están determinadas para el pueblo hebreo, son semanas de años, no son semanas de días de veinticuatro horas, sino son semanas de años.

Por lo cual, son semanas de trescientos sesenta días, y si usted multiplica setenta por siete, le va a dar cuatrocientos noventa años; y por cuanto después de las sesenta y nueve semanas le sería quitada la vida al Mesías, entonces la vida del Mesías le sería quitada en la semana número setenta, para lo cual el Mesías tenía que estar en la Tierra, por eso dice que sesenta y dos semanas, más las siete anteriores, después de esas semanas de años dice, o hasta el Mesías Príncipe, habrá estas sesenta y dos semanas de años, más las siete anteriores.

En palabras más claras: que el Mesías Príncipe tenía que estar en la Tierra en Su ministerio mesiánico, en el año cuatrocientos ochenta y tres, ya tenía que comenzar Su ministerio o finalizando ese año, para entrar por consiguiente a la semana número setenta; y durante esa semana número setenta la vida al Mesías le sería quitada, pondría Su vida en expiación por el pecado del ser humano, de Su pueblo Israel, y de todos los que tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida.

Cuando Juan el Bautista estuvo bautizando durante su ministerio, digamos unos seis meses, uno de los que fue bautizado por él fue Jesús (o Yeshua en hebreo); y comenzó para ese tiempo la semana número setenta, tuvo un ministerio de tres años y medio, pues después de los tres años y medio murió, por consiguiente murió a la mitad de la semana número setenta.

Recuerden que estas setenta semanas comienzan a contar cuando es dada la orden por el rey, para restaurar a Jerusalén, la restauración de Jerusalén y del templo; y a los tres años y medio Jesús fue crucificado allá en Jerusalén.

Muchos pensaron que fue una desgracia que vino sobre Jesús, pero no: fue la Gracia de Dios en favor de la familia humana, en favor de Su pueblo Israel y de todos los seres humanos; fue la manifestación máxima del amor de Dios hacia los seres humanos. Por eso dice la Escritura en San Juan, capítulo 3, verso 16:

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”

Por lo tanto, tenía que llevarse a cabo en Jerusalén el Sacrificio de Expiación por el ser humano, por Su pueblo Israel, y por todos los seres humanos, y el único que podía realizar ese Sacrificio era el Mesías Príncipe en Su Venida.

La Venida del Señor, la Venida del Mesías tiene dos partes, Su primera Venida como Cordero de Dios, el cual fue identificado por Juan el Bautista cuando dijo: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.”

Vino para quitar el pecado, por medio del Sacrificio de Expiación que llevaría a cabo al tomar los pecados del ser humano, hacerse pecado por nosotros, y por consiguiente tenía que morir, porque la causa del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es Vida eterna para el ser humano, Vida eterna en Cristo Jesús.

Y ahora, encontramos que para aquel tiempo en que murió Jesús, en que tenía que morir el Mesías, no hubo otra persona que muriera por los pecados del ser humano, que fuera crucificado y que cumpliera la profecía de la Venida del Mesías; por consiguiente Jesús es el Mesías, conforme a las setenta semanas de Daniel que marcaron el tiempo en el cual el Mesías tenía que aparecer, tener Su ministerio y morir; y luego de eso la profecía de la destrucción de Jerusalén y del templo, tenía que ocurrir en algún momento, en algún año subsiguiente a la muerte del Mesías, pues la profecía dice:

“Y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones.

Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda.”

Por lo tanto, a mitad de la semana número setenta, vean, tenía que ocurrir el Sacrificio del Mesías.

Ahora, encontramos que Jerusalén y el templo tenían que ser destruidos, y serían destruidos por un príncipe, y ese fue Tito Vespasiano, ese general romano, que cercó por dos años a Jerusalén, luego entró a Jerusalén, la destruyó y crucificó miles de judíos sobre los muros (sobre el muro). En el año ‘68 de la era común o cristiana, comenzó el cerco con el ejército romano, encabezado por el general romano Tito Vespasiano, y por dos años estuvo cercada Jerusalén, y le era permitido a todo aquel que deseaba salir de Jerusalén, irse de Jerusalén.

Y ahora, esa profecía se cumpliría, esa profecía de Daniel y por esa causa ustedes encuentran a Jesús hablando acerca de la destrucción de Jerusalén, profetizando, o sea, dando, aumentando la profecía de ese evento que ya estaba en la profecía de Daniel, capítulo 9, versos 21 al 27.

Cristo fue interrogado por Sus discípulos acerca de la destrucción del templo, de todos aquellos edificios que allí estaban, en el capítulo 24, versos 1 al 3 [San Mateo], estando Jesús allá en Jerusalén con Sus discípulos, ellos le dicen a Jesús: “Señor, mira que edificios tan hermosos,” porque realmente Jerusalén es bella, es hermosa; y no sólo eso, sino que para Dios es la ciudad más importante del planeta Tierra, y del Universo entero. Y Jesús lo sabía y lo proclamó, cuando enseña a Sus discípulos a no jurar por el Cielo, porque es el estrado de Dios, y tampoco jurar por Jerusalén porque es la Ciudad de Dios, la Ciudad del gran Rey, porque ahí está el Trono de David y es la capital del Reino de David.

Y por esa causa es que Israel por milenios ha estado esperando la restauración del Reino de David, lo cual será la Venida del Reino de Dios en la Tierra; porque el Reino de Dios en la Tierra es el Reino de David; y el Trono de Dios en la Tierra es el Trono de David, al cual es heredero el Mesías, el Hijo de David.

Y ahora, Jesucristo sabía lo que vendría a Jerusalén y al templo, por eso en el capítulo 19 de San Lucas, cuando Él entra o ve a Jerusalén, llora sobre ella amargamente. Dice capítulo 19, versos 35 en adelante, dice (eso fue en su entrada triunfal, la cual se tenía que cumplir sobre un burrito hijo de asna)… dice:

“Y lo trajeron a Jesús (o sea, el burrito con su madre); y habiendo echado sus mantos sobre el pollino, subieron a Jesús encima.”

Recuerden que Él no tenia un tamaño grande, no era alto ni grueso. Un burrito sobre el cual nadie se había sentado, jovencito, si Jesús era una persona de cien kilos o de más kilos, el burrito no podría ni caminar. Pero eso es conforme a lo que hemos escuchado: Jesús tendría unas ciento treinta y cinco libras, que son unos sesenta y cinco a sesenta y ocho kilos, o sea, que era pequeño en estatura, pero la grandeza de un hombre no tiene nada que ver con su estatura; lo importante y la grandeza es como Dios ve a la persona, por ejemplo: cuando el Ángel Gabriel le habló al sacerdote Zacarías acerca del hijo que tendría y que vendría con el Espíritu y virtud de Elías, le dijo que sería profeta de Dios, y que sería grande delante de Dios. ¿Ve? El ministerio era lo grande, es lo que Dios ve; y lo que hay en el corazón de la persona es lo que Dios ve.

Nos preguntamos o le pregunto: ¿Quién era más grande? ¿El hermano mayor de David o David? Físicamente, su hermano mayor; pero Dios le dijo a Samuel, profeta y sacerdote y juez, le dice, cuando Samuel lo ve, dice: “Estoy delante de la presencia del ungido del Señor.” Y Dios le dice: “No mires lo grande de su estatura,” porque Dios no mira lo que se ve en la apariencia física, sino que Dios mira el corazón.

Pasaron siete hermanos de David, incluyendo al mayor. Y Samuel dice: “A ninguno de estos ha escogido Dios. ¿Queda alguno?” De los que parecían ser los candidatos para ser rey y sentarse en el Trono de Dios terrenal y reinar sobre el pueblo hebreo en el lugar de Saúl, ninguno de esos siete hijos de Isaí habían sido elegidos por Dios.

Y Samuel habiendo escuchado la Voz de Dios que le había dicho que fuera a Belén de Judea, para que allá ungiera al que sería rey en lugar de Saúl, y el cual sería conforme al corazón de Dios, ahora Samuel dice: “Bueno, algo está pasando, vine a ungir al que será rey en lugar de Saúl y ahora me ha presentado Isaí todos sus hijos y a ninguno de estos Dios ha escogido.”

Le pregunta: “ ¿Tiene algún otro hijo?,” porque si no algo estaba mal, le dice: “Sí, queda uno, está allá con las ovejas.” ¿Ven? Pastor de ovejas, es un pastor. El ministerio de pastor en lo físico ha sido muy importante para el pueblo hebreo, y para Dios porque Dios se tipifica, se representa, en el pastor, en un pastor. Por eso Dios es el pastor de Su pueblo, el pastor de Israel, y el rey David lo sabía y decía: “El Señor, Jehová (como está traducido en versiones en español) es mi pastor.”

Y cuando nos habla de los cuarenta años del pueblo hebreo por el desierto dice que “Dios por Su Espíritu los pastoreó por cuarenta años y nada les faltó.” Los problemas se los buscaron ellos; y tampoco les faltó problemas, porque el que desee que no le falten problemas, pues se los busca la misma persona.

Nunca se busque problemas, obre, actúe conforme a la Palabra de Dios, y entonces vendrán bendiciones para usted, porque la promesa es que si guardamos, cumplimos la Palabra de Dios, Sus mandamientos, Él enviará bendición sobre nosotros. Si actuamos contrario a la Palabra de Dios, entonces vendrán los juicios, las maldiciones; por lo tanto, cada persona debe de leer lo que fue hablado en el monte Gerizim y en el monte Ebal.

En Gerizim fueron habladas las bendiciones, y en el monte Ebal fueron habladas las maldiciones, y todo el pueblo las escuchó. Y así sería como sucedería con el pueblo hebreo y con individuos también; y así es para todos los seres humanos: hay bendiciones y hay maldiciones como fruto o resultado de la vida que viva la persona ante Dios. Lo que sembramos, cosecharemos. La ley de la siembra y cosecha.

Muchos quieren muchas bendiciones, pues ya saben cómo prepararse para recibir grandes bendiciones.

Ahora, estamos viendo en esta profecía de las setenta semanas de Daniel, que cuando le preguntaron a Cristo cuándo serían estas cosas (capítulo 24 de San Mateo, el cual citamos hace unos momentos), Cristo conociendo todas estas profecías; porque en Él, en Jesús, estaba el Ángel del Pacto, el cual dio a través de los profetas todas estas profecías. Dice, cuando le preguntan: “¿Cuando serán estas cosas, y que señal habrá de tu venida y del fin del mundo?” (La señal de la destrucción de Jerusalén y del templo), dice Cristo en San Lucas, capítulo 21, versos 20 al 24:

“Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado.”

Esa era la señal para la destrucción de Jerusalén, y en el año ‘68 de la era cristiana o común, se vio el cerco con ejércitos romanos que tendió el general Tito Vespasiano, sobre o contra Jerusalén, lo cual duró dos años. Y luego dos años después, en el año ‘70, entró y destruyó la ciudad. Pero los creyentes en Cristo ya sabían cuál era la señal de la destrucción de la ciudad de Jerusalén y del templo. Y Cristo les había advertido también que cuando vieran eso, salieran de Jerusalén los que estaban en Jerusalén y los que estaban fuera no regresaran a Jerusalén. Dice:

“Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en ella.

Porque estos son días de retribución, para que se cumplan todas las cosas que están escritas. Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días! porque habrá gran calamidad en la tierra, e ira sobre este pueblo.”

La destrucción del templo y toda esa matanza que hubo allí, fue la ira divina, el juicio divino; y con ira, el general romano Tito Vespasiano, con su ejercito destruyó la ciudad, el templo y a miles de judíos.

“Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan.”

Él está profetizando de acuerdo a lo que también ya otros profetas habían dicho, o sea, lo que el Espíritu Santo había hablado por medio de otros profetas, ahora lo está hablando por medio de Jesús, el cual es un profeta mayor. ¿Y qué está haciendo? Aumentando la profecía; así es como es aumentada la profecía, conforme a las Escrituras. No hay otra forma para las profecías ser aumentadas, eso lo dice Dios en Oseas, capítulo 12, verso 10, dice:

“Y he hablado a los profetas, y aumenté la profecía, y por medio de los profetas usé parábolas.”

Siempre que le es hablado al pueblo de Dios acerca de una profecía que fue hablada en el pasado, y es hablada nuevamente por un profeta enviado por Dios, siempre va a ser aumentada esa profecía, va a ser ampliada; va a ser entonces mejor entendida, va a tener la persona, las personas, más información sobre esa profecía. Miren aquí en el capítulo 12, verso 13 de Oseas, dice:

“Y por un profeta Jehová hizo (o sea, el Señor) hizo subir a Israel de Egipto, y por un profeta fue guardado.”

Es que a través de ése profeta estaba Dios guiando a Israel, guardando a Israel, dándole alimento en el desierto, maná del Cielo; y también, agua y carne.

Ahora, podemos ver que las cosas que sucedieron con la destrucción del templo y de Jerusalén, ya estaban profetizadas. Por cuanto todo obra para bien, la Venida de Jesús y Su muerte en la Cruz del Calvario, le dio Dios a la raza humana por medio de Jesús, el Sacrificio de Expiación por los pecados de todo ser humano, para redimir al ser humano. La redención para Israel, para todo ser humano y para todas las naciones, está en el Mesías.

Ahora, Dios ha estado trabajando, obrando con individuos, con los gentiles; porque con los gentiles Dios obra como individuos, con Israel obra como nación, hay una diferencia. De entre los gentiles, Dios ha estado juntando, buscando un pueblo para Su Nombre, y eso se cumple en todos los que escuchan la predicación del evangelio de Cristo y lo reciben como su único y suficiente Salvador. Son esas personas un pueblo para el Nombre del Señor, que ha estado siendo buscado, recogido, llamado de entre los gentiles.

Ahora, siendo que la Venida del Señor tiene dos partes, y ya la primera se cumplió, entró a Jerusalén en un animalito en un burrito hijo de asna, animal de carga, un pollino, y no fue bien recibido. Aunque el pueblo o el común del pueblo creía en Jesús, creía que era un profeta, pero la profecía señalaba que iba Su vida a ser quitada. Eso sería para ser puesta Su vida en expiación por el pecado del ser humano, y Jesús lo sabía.

Por lo tanto, Él accedió al Programa Divino de la redención por medio de la muerte de Jesús como el Sacrificio de Expiación por el pecado; lo cual fue tipificado en Isaac, el hijo de Abraham, cuando Abraham fue para sacrificar a su hijo allá en el monte Moriáh.

Ahora, Jesús tenía libre albedrío, por lo tanto, Él tenía que decidir: o se rendía a la voluntad del Padre, o no. Por eso Él decía: “Pasa de mí esta copa.” Pero también decía: “Pero no se haga como yo quiero, sino como tú quieras;” y fue hecho como Dios quería: Dios quería que muriera como la expiación por el pecado del ser humano; expiación que también estaba representada en el sacrificio del cordero pascual allá en Egipto, y que luego se conmemoraba, y también en el sacrificio de expiación, del día de expiación de Levítico capitulo 23, versos 26 en adelante.

Ahora, en Su Venida dos mil años atrás, Él entró a Jerusalén, como decía Zacarías, capítulo 9, verso 9; sobre un burrito o un pollino hijo de asna; y sería rechazado como rey. Él lo había dicho también en una parábola en donde mostró que el pueblo y sobre todo sus líderes religiosos, no deseaban que Él reinará sobre ellos. Y Él dijo, en esa parábola, que iban a decir que lo mataran y que se quedarían con la herencia. Todo eso sucedió. Pero fue una bendición, fue para bendición que Jesús muriera en la Cruz del Calvario.

Él dijo: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, el solo queda, pero si cae en tierra y muere, mucho fruto lleva.” (San Juan, capítulo 12, verso24).

Cristo es el grano de trigo, o en el grano de trigo Cristo está representado. Si no se siembra el grano de trigo, sino cae en tierra y muere, el grano de trigo no sale, no nace una plantita de trigo para producir o reproducirse el grano de trigo, a través de la plantita reproducirse en muchos granos de trigo.

Por lo tanto, si Cristo no moría, no nacería la Iglesia, y esa es la Iglesia en donde estarían los granos de trigo, los hijos e hijas de Dios y en donde estaría el Reino de Dios en la esfera espiritual. Recuerden que Cristo dijo: “No temáis, manada pequeña, porque al Padre le ha placido daros el Reino.” Y por consiguiente, a través de Su Iglesia, Cristo en Espíritu Santo se reproduciría en muchos hijos e hijas de Dios. Esos son los descendientes de Dios, los hijos e hijas de Dios, los cuales entrarían al Nuevo Pacto y llamarían a Dios: Padre nuestro “Abba Padre.” Por eso le enseñó Cristo a orar a sus discípulos, en San Mateo capitulo 6, versos 10 en adelante, diciendo:

“Ustedes oraran así: padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra…”

Y continuó enseñando a orar a sus discípulos. Capítulo 6, versos 9 en adelante. Ahí tienen el Padre nuestro enseñado por Jesús.

Y ahora ¿qué de la profecía de Zacarías capitulo 9, verso 9? Las profecías encontramos que algunas tienen un cumplimiento, y hay otras que tienen doble cumplimiento, y hay otras que tienen triple cumplimiento. Todo lo que se habla de Hijo primogénito encontraremos que tiene doble o triple cumplimiento. Por ejemplo, Dios dice: “Israel es mi Hijo, mi primogénito.” (Éxodo, capítulo 4, verso 22). Luego, el Mesías príncipe también es el Primogénito, y luego está el pueblo de los primogénitos a los cuales ha sido dado el Reino y los cuales vienen a ser descendientes de Dios por medio del segundo Adán, el Mesías príncipe.

Y así por el estilo encontramos profecías que tienen un doble o triple cumplimiento. Israel como nación, como pueblo, es la nación o el pueblo primogénito de Dios, eso es en el campo literal. No hay otro pueblo, otra nación o pueblo que pueda ser llamada: el hijo primogénito de Dios como nación.

Por lo tanto, Israel viene a ser el modelo para todas las demás naciones. Habrá una etapa donde veremos naciones entrando el Reino de Dios, pues la promesa a Abraham fue que sería padre de multitud de naciones, pero la nación primogénita es Israel.

Y ahora, en cuanto a la Venida del Mesías, y la promesa de que será bienvenido en Su primera etapa de la Venida del Señor no fue bienvenido en Su entrada triunfal. Pero tenemos aquí la promesa de la lectura o pasaje que leímos al principio que dice, en el capitulo 23, verso 37 al 39:

“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!”

Para juntar a las tribus perdidas, con las dos tribus, vean ustedes, recuerden que Él dijo: “Id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel.” Y también Él dijo: “Yo no he venido sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.” Eso está en el capítulo 10 de San Mateo y capítulo 15 de San Mateo; o sea, que Jesús sabía de lo que estaba hablando. Hay promesas de una restauración de las tribus de Israel, para la restauración del reino de David, lo cual será la restauración del Reino de Dios al pueblo hebreo. Por eso cuando Jesús estuvo en la Tierra todos esperaban que el Reino de David fuera restaurado. Esa ha sido siempre la esperanza de todo judío, creyente en la Palabra de Dios.

Ahora, continuamos aquí leyendo:

“He aquí vuestra casa os es dejada desierta.

Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.”

Esta profecía va a ser cumplida en este tiempo final en la Venida del Mesías, para el Cristianismo será… para el Cristianismo, el cual está esperando la Venida del Mesías, llamada por el Cristianismo la segunda Venida de Cristo; el pueblo musulmán también sabe, y sus líderes religiosos con los que hemos hablado, y a los cuales hemos entrevistado, y están grabadas sus respuestas, están esperando a Jesús que establecerá un Reino en la Tierra y que dicen que Jesús no está muerto sino que Él está vivo.

Y el pueblo hebreo está esperando la Venida del Mesías, lo cual para ellos será un hombre que aparecerá en el tiempo en que tiene que cumplirse la promesa de la Venida del Mesías; y a ése le van a decir: “¡Bendito el que viene en el Nombre del Señor!” En él va a estar el Nombre de Dios, el Nombre del Ángel del Pacto, del Ángel de Dios; y por consiguiente todo lo que él estará obrando conforme a las profecías bíblicas conforme a la Obra de Dios que tiene que ser llevada a cabo, será en el Nombre de Dios que estará en él.

Él no tendrá que estar diciendo “en el Nombre,” en él estará el Nombre; como Jesús. Jesús decía que las obras que Él hacía, no las hacía de sí mismo, las obras que Él hacía en Nombre de Su Padre. Pero encontramos a través de la historia bíblica en el evangelio de San Mateo, de San Marcos, de San Lucas y de San Juan que en ningún momento menciona que cuando Jesús hacía algún milagro, Él mencionaba el Nombre de Dios. Es que el Nombre de Dios estaba en Él.

Es como cuando un presidente o un rey de alguna nación dice o hace algo de gobierno, él no tiene que estar diciendo: “Yo hago esto en nombre del rey.” Y decir el nombre del rey. Él, al decirlo, todos saben que él es rey, y que eso fue dicho por el rey; por lo tanto eso fue dicho en el nombre del rey.

El pueblo hebreo está esperando la Venida de Elías, pues está prometido en Malaquías, capítulo 4, verso 5 al 6: “He aquí, Yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día del Señor, grande y terrible. No sea que Yo venga y con destrucción y hiera la Tierra.” Dice también: “Él convertirá el corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos a los padres.”

Así que, vean, Israel está esperando la Venida de Elías, por lo tanto, va a convertir el corazón del pueblo hebreo a Dios, y va a estar proclamando la paz imperecedera, la cual solamente vendrá al pueblo hebreo y a toda la humanidad en el Reino del Mesías. Dentro de ese contexto estará proclamando la paz imperecedera, Elías, lo cual para el pueblo hebreo y para cualquier persona que sepa que cuando Dios dice que va a enviar un profeta y usa el nombre de un profeta que ya vino, se refiere a aquel ministerio que hubo en aquel profeta; y el espíritu de Dios que estuvo en aquel profeta va a estar en otro hombre operando ese ministerio. Recuerde que el único que tiene y da y opera ministerios es el Espíritu Santo,

Y ahora, cuando el pueblo hebreo, los judíos, vean a ese hombre, van a reconocerlo. También están esperando un profeta como Moisés, por lo tanto, un profeta dispensacional. Y para ellos ése será el Mesías porque es el único que en toda su plenitud podrá cumplir esa profecía; un profeta como Moisés.

En todos los demás profetas se ha cumplido parcialmente, pero solamente en el Día Postrero se cumplirá, como también se cumplió en Jesús. El pueblo hebreo está esperando la Venida del Mesías, por lo tanto, vean, tanto el Cristianismo como el Islam y el Judaísmo están esperando a un hombre; y todos coinciden que será el mismo hombre. Y por consiguiente, Israel en cierto momento cuando lo vea, dice Cristo:

“Porque os digo, que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.”

Si viene en el Nombre del Señor, en él va a estar el Nombre del Señor. Y ahí yo creo que nos podemos detener para no abrir mucho ese misterio del séptimo Sello, porque el Ángel del Pacto, Dios obrando en el Ángel del Pacto va a visitar a Su pueblo que estará dentro del nuevo Pacto, lo cual se refiere al Cristianismo que está esperándolo y va a visitar a Su pueblo Israel, el cual lo está esperando y le va a decir: “¡Bendito el que viene en el Nombre del Señor!”

Pero antes lo va a ver la Iglesia del Señor Jesucristo, que ha estado dentro del nuevo Pacto y le corresponde verlo primero, porque Él viene por Su Iglesia para darle la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero; y cuando ya estén transformados, entonces físicamente siendo transformados luego van a ver a Cristo en su cuerpo glorificado.

Hasta que sean transformados, no van a ver a Cristo en Su cuerpo glorificado; es un cuerpo de otra dimensión y joven para toda la eternidad. Pero todos los creyentes en Cristo nacidos de nuevo van a ser transformados, los muertos en Cristo van a ser resucitados en cuerpos eternos y entonces todos vamos a ser a imagen y semejanza de Dios; la imagen es el cuerpo angelical y la semejanza es el cuerpo físico glorificado. La imagen de Dios es Su cuerpo angelical, llamado el Ángel del Pacto, el cual es Cristo en Su cuerpo angelical, el Mesías en Su cuerpo angelical.

¡BENDITO EL QUE VIENE EN EL NOMBRE DEL SEÑOR!

Es el evento más grande prometido para el Día Postrero para la familia humana. Y si es el evento más grande, pues cuando hay un evento grande en un hogar como la boda de uno de sus hijos, pues preparan todo, preparan la casa, preparan todas las cosas y tienen todo listo para la llegada de ese momento. Y ese evento de la Venida del Señor para el Día Postrero es para la unión, la boda del Mesías con Su Iglesia y después con Su pueblo Israel, con el pueblo hebreo.

Recuerden que el matrimonio es un pacto, se entra a un pacto cuando se entra en matrimonio, o se entra en matrimonio cuando se entra a un pacto. En el monte Sinaí fue un pacto matrimonial, por eso es que encontramos en las Escrituras por ejemplo, en el capítulo 13, verso 8 en adelante de Jeremías y otros pasajes que Dios habla de Su pueblo, como Su esposa, habla también de Dios como el marido de Israel; porque es un pacto matrimonial de unión de Dios con un pueblo.

Y ahora, bajo el nuevo Pacto es con la Iglesia del Señor Jesucristo que San Pablo dice: “Yo os he desposado a vosotros como una esposa o novia pura para Cristo, les he desposado con Cristo.” El nuevo Pacto es un pacto de unión matrimonial entre Cristo y Su Iglesia, compuesta Su Iglesia por todos los creyentes en Cristo.

“BENDITO EL QUE VIENE EN EL NOMBRE DEL SEÑOR.”

Israel lo va a ver viniendo pero Él viene por Su Iglesia que lo está esperando, lo necesita para ser transformada e ir con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero. Le va a decir: “¡Bendito el que viene en el Nombre del Señor!” Pero eso ya lo habrá dicho la Iglesia antes que Israel. Su Iglesia le habrá dado la bienvenida a Cristo, el Ángel del Pacto en el tiempo final, como también los creyentes en Cristo se la dieron allá en Jerusalén.

Y ahora, ya vamos a terminar aquí, sin mucha explicación aquí. Hebreos, capítulo 12, versos 22 en adelante, dice:

“Sino que os habéis acercado al monte de Sión, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos,

a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.”

Y también el capítulo 4 de Gálatas, versos 21 en adelante, dice:

“Decidme, los que queréis estar bajo la ley: ¿no habéis oído la ley? Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos; uno de la esclava, el otro de la libre. Pero el de la esclava nació según la carne; mas el de la libre, por la promesa.

Lo cual es una alegoría, pues estas mujeres son los dos pactos (¿ve? Hay dos pactos); el uno proviene del monte Sinaí (o sea, allá cuando Dios le dio la ley al pueblo hebreo a través del profeta Moisés), el cual da hijos para esclavitud; éste es Agar.

Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud.

Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre.

está escrito: Regocíjate, oh estéril, tú que no das a luz;

Prorrumpe en júbilo y clama, tú que no tienes dolores de parto;

Porque más son los hijos de la desolada, que de la que tiene marido.

Así que, hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa.

Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora.

Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre.

De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre.”

Y:

“Nuestra ciudadanía está en los Cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;

el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, con el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.” (Filipenses, capítulo 3, versos 20 al 21).

Por lo tanto, la bendición mayor, la bendición de la primogenitura, corresponde al pueblo, la Iglesia bajo el nuevo Pacto, que son los creyentes en Cristo. Pero como pueblo terrenal la bendición de la primogenitura corresponde al pueblo hebreo. El pueblo hebreo va a ser la cabeza de todas las naciones y la riqueza de todas las naciones van a ser llevadas a Israel, a Jerusalén; o sea, que va a convertir en la bolsa de valores o va a estar la bolsa de valores allá en Jerusalén, porque donde estén las riquezas, ahí está la bolsa de valores. Lo que tiene que ver con un reino terrenal, está ligado al pueblo hebreo, pero en ese reino terrenal van a estar los creyentes en Cristo como Reyes y Sacerdotes con el Mesías príncipe, el cual es el heredero al Reino y Trono de David.

En este tiempo final Cristo vendrá por Su Iglesia, el Ángel del Pacto y el pueblo hebreo lo va a ver, y va a decir: “Este es el que nosotros estamos esperando.” Tan simple como eso. Y para verlo más sencillo, más simple: así como los hermanos de José vieron a su hermano como segundo en el reino o imperio de faraón en Egipto, y no sabían que era su hermano; y como Jacob luego lo vio allá en Egipto como príncipe, y se postró y se postraron sus hermanos y también Jacob delante de José; todos doblaron rodilla delante de José, lo cual sucederá en el tiempo final: todos doblarán rodilla delante del Mesías en el tiempo final.

“BENDITO EL QUE VIENE EN EL NOMBRE DEL SEÑOR.”

Ha sido para mí un privilegio y bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de nuestro tema: “BENDITO EL QUE VIENE EN EL NOMBRE DEL SEÑOR.”

Dios, para este tiempo final estará preparando Su Iglesia y también el pueblo hebreo para darle la bienvenida al Mesías príncipe, el cual no vendrá como Cordero, sino que vendrá como Rey.

La primera etapa de la Venida del Mesías era como Cordero y como Sumo sacerdote, la segunda etapa de la Venida del Señor es como Rey, como León de la Tribu de Judá y como Juez de toda la Tierra.

Por lo tanto, estemos todos preparados para el evento más grande que experimentará el planeta Tierra y por consiguiente toda la familia humana para juntamente con Israel decir:¡Bendito el que viene en el Nombre del Señor! Por lo cual ya estamos ensayando; porque uno tiene que saber qué va a proclamar, qué va a cantar.

Y mientras todos de todo corazón cantamos, los que han recibido a Cristo como Salvador con regocijo cantamos, los que todavía no lo han recibido como Salvador pueden pasar al frente para que oremos por usted, para recibir a Cristo como único y suficiente Salvador.

Recuerden que estamos acercándonos al evento más grande que experimentará la raza humana en este tiempo final: el evento de la segunda Venida de Cristo.

Vamos a pedirle a los que dirigen cánticos que estén por aquí en los micrófonos y también el misionero doctor Miguel Bermúdez Marín esté también por acá. Él canta muy bien también, todos queremos estar bien ensayaditos para con nuestra voz y nuestro cántico decir:¡Bendito el que viene en el Nombre del Señor!

Dios tiene mucho pueblo en esta ciudad de Valencia y los está llamando. Y en todas las ciudades de la República Venezolana, como también tiene mucho pueblo en la República del Brasil, en la República Mexicana, en la República de Chile, en la República del Paraguay, en la República del Uruguay, en la República de Argentina, en la República del Perú, en la República de Bolivia, en la República de Colombia, en las demás Repúblicas como el Ecuador, también en la República de Panamá, en la República de Guatemala, en la República de Costa Rica, en la República de Honduras, en la República de Nicaragua, en la República de El Salvador. En todas las Repúblicas, en todas las naciones, Dios tiene mucho pueblo y los está llamando para colocarlos en el Cuerpo Místico de Cristo unidos en ese matrimonio espiritual con Cristo, para estar listos, preparados, para la Venida del Señor en el Día Postrero para darle la bienvenida cantando, proclamando: “¡Bendito el que viene en el Nombre del Señor!”

Vamos a pedirle al reverendo Benjamín Pérez también se acerque acá.

“//Bendito el que viene en el Nombre del Señor//

Estamos viviendo en el día de salvación,

Donde todo ser humano necesita a Cristo

Como su único y suficiente salvador.

Porque de tal manera amó Dios al mundo,

Que ha dado a su Hijo unigénito,

Para que todo aquel que en él cree, no se pierda,

Mas tenga vida eterna.

//Bendito el que viene en el Nombre del Señor.//

Este es el tiempo aceptable delante de Dios,

Donde Cristo está buscando sus ovejas.

Si escuchas la predicación del evangelio,

nacerá la fe de Jesucristo en tu alma.

Despierta ya: El hijo del hombre ha venido,

Acéptalo en tu corazón;

 Pues Jesucristo dijo:

‘Porque os digo que desde ahora no me veréis,

hasta que digáis:

//Bendito el que viene en el Nombre del Señor.//

Los que están en otras naciones también pueden venir a los pies de Cristo en estos momentos para que queden incluidos en la oración que estaremos haciendo por todos los que están viniendo a los pies de Cristo nuestro Salvador.

Los niños de diez años en adelante también pueden venir a los pies de Cristo en estos momentos, los que se encuentran aquí presentes y los que están también en otras naciones. Y también las personas, no importa la edad, pueden continuar viniendo a los pies de Cristo nuestro Salvador. Para darle la bienvenida acá en nuestra alma a Jesucristo el Rey de reyes y Señor de señores, y con nuestra alma, con nuestro corazón, darle la bienvenida diciéndole: ¡Bendito el que viene en el Nombre del Señor, entra Señor Jesucristo a mi corazón, eres bienvenido y bendito en mi corazón y a mi corazón!

Pueden continuar viniendo a los pies de Cristo para que queden incluidos en la oración que estaremos haciendo dentro de algunos momentos. En las demás naciones pueden continuar viniendo a los pies de Cristo nuestro Salvador.

Lo más importante es la salvación de nuestra alma, lo más importante es por consiguiente la Vida eterna y todos queremos vivir eternamente. Continuemos cantando este hermoso cántico: “¡Bendito el que viene en el Nombre del Señor!”

//Bendito el que viene en el Nombre del Señor//

Estamos viviendo en el día de salvación,

Donde todo ser humano necesita a Cristo

Como su único y suficiente salvador.

Porque de tal manera amó Dios al mundo,

Que ha dado a su Hijo unigénito,

Para que todo aquel que en él cree, no se pierda,

Mas tenga vida eterna.

//Bendito el que viene en el Nombre del Señor.//

Este es el tiempo aceptable delante de Dios,

Donde Cristo está buscando sus ovejas.

Si escuchas la predicación del evangelio,

nacerá la fe de Jesucristo en tu alma.

Despierta ya: El hijo del hombre ha venido,

Acéptalo en tu corazón;

Pues Jesucristo dijo:

‘Porque os digo que desde ahora no me veréis,

hasta que digáis:

//Bendito el que viene en el Nombre del Señor.//

Vamos a estar en pie en todas las naciones también para orar por las personas que están viniendo a los pies de Cristo. Si falta alguno por venir puede venir para que quede incluido en la oración que estaremos haciendo.

Algunas veces hay personas que son tímidas y les da timidez o vergüenza pasar al frente para recibir a Cristo como único y suficiente Salvador.

Recuerden que Jesucristo es el Rey de reyes y Señor se señores y está sentado en la Diestra de Dios en el Cielo, está en el Trono de Dios como Sumo sacerdote haciendo intercesión con Su Sangre por todos los que lo reciben como su único y suficiente Salvador; por lo cual recibir a Cristo como Salvador es recibir a la persona más importante de los Cielos y de la Tierra, al Rey de los Cielos y de la Tierra.

Por lo tanto, es el privilegio más grande que puede tener una persona recibirlo en su corazón, como su único y suficiente Salvador.

Ya vamos a orar por las personas que han venido a los pies de Cristo, con nuestras manos levantadas al Cielo. Si falta todavía alguna persona por venir puede pasar al frente. Recuerden que Cristo dijo: “El que se avergonzare de mí, el Hijo del Hombre se avergonzará del tal cuando venga en el Reino de Su Padre con Sus Ángeles.” (San Mateo, capítulo 16, versos 26 al 28). Y dice: “El que se avergonzare de mí (dice Cristo) me avergonzaré de él delante de mi padre que está en los Cielos.” Dice también: “El que me confesare delante de los hombres, yo le confesaré delante de mi Padre que está en los Cielos; más el que me negare delante de los hombres, yo lo negaré delante de mi padre que está en los Cielos.” (San Mateo, capítulo 10, verso 32 al 33).

Todavía vienen más personas de camino, todavía vienen más personas que como ustedes quieren recibir la Vida eterna por medio de Cristo nuestro Salvador. Solamente hay una persona que nos puede dar la vida eterna porque Él la recibió de parte de Dios el Padre celestial la exclusividad de la Vida eterna para darla a quien Él desea. ¿Y a quién Él desea darle la Vida eterna? A todos los que lo reciben como único y suficiente Salvador. Él dijo: “Mis ovejas oyen mi Voz y yo las conozco y me siguen y yo les doy Vida eterna.” Es para recibir la Vida eterna que escuchamos el Evangelio de Cristo y lo recibimos como nuestro único y suficiente Salvador.

Ninguna otra persona nos puede dar la Vida eterna. Con nuestras manos levantadas al Cielo y nuestros ojos cerrados los que están presentes, los que están en otras naciones, los que han venido a los pies de Cristo repitan conmigo esta oración:

Señor Jesucristo, escuché la predicación de tu Evangelio, y nació tu fe en mi corazón. Creo en Ti con toda mi alma, creo en Tu Nombre, como el único Nombre bajo el Cielo dado a los hombres en el cual podemos salvos. Creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el único Sacrificio de Expiación por nuestros pecados. Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador. Doy testimonio público de mi fe en Ti reconociendo que soy pecador.

Y Te ruego, Señor, me recibas. Yo Te recibo como mi único y suficiente Salvador. Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado y me bautices con Espíritu Santo y fuego, luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre, y sea producido en mí el nuevo nacimiento. Quiero nacer en Tu Reino; quiero vivir eternamente.

Sálvame, Señor, Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso Señor Jesucristo. Amén.

Y con nuestras manos levantadas al Cielo, a Cristo, todos decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado!¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén.

Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado, porque ustedes le han recibido como vuestro único y suficiente Salvador.

Ustedes me dirán: “Cristo dijo: ‘El que creyere y fuere bautizado, será salvo.’ ¿Cuándo me pueden bautizar? Pues he creído y lo he recibido como mi único y suficiente Salvador, quiero ser bautizado en agua lo más pronto posible.” Por cuanto ustedes han creído en Cristo de todo corazón, bien pueden ser bautizados. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.

Cuando San Pedro predicó el día de Pentecostés en el capítulo 2, verso 14 del libro de los Hechos, los que lo escucharon predicar, preguntan:

“Varones hermanos , ¿qué haremos?

Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.

Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.

Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.”

Y todos los que creyeron fueron bautizados y fueron añadidos a la Iglesia como tres mil personas; como tres mil personas creyeron, y fueron bautizados en esos mismos momentos.

En un sitio que no hay tanta agua, vean, fueron bautizados como tres mil personas. ¿Hay agua aquí? Aquí hay agua, hay bautisterios. Por lo tanto, bien pueden ser bautizados.

Recuerden, el agua no quita los pecados, es la Sangre de Cristo la que nos limpia de todo pecado. Pero el bautismo en agua es mandamiento de Jesucristo, el cual dijo:

“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” (San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16).

Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo, y cuando el ministro lo sumerge en las bautismales, tipológicamente, simbólicamente está siendo sepultado; y cuando lo levanta de las aguas bautismales está resucitando a una nueva vida, a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno.

El bautismo en agua es simbólico, tipológico, pero es un mandamiento del Señor Jesucristo. El mismo Jesucristo fue bautizado en el Jordán por Juan el Bautista. Al principio cuando Jesús entró a las aguas del Jordán, donde Juan estaba bautizando, Juan no lo quería bautizar y le dice: “Yo tengo necesidad de ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí para que yo te bautice.” Y Jesús le dice: “Nos conviene cumplir toda justicia,” y entonces lo bautizó. Y vino el Espíritu Santo en forma de paloma sobre Jesús.

En el bautismo en agua la persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. Si Cristo necesitó ser bautizado por Juan en las aguas del Jordán, cuánto más nosotros necesitamos ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Es un mandamiento del Señor Jesucristo, el cual ha estado siendo obedecido del tiempo de los apóstoles hacia acá: el bautismo en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, porque Él es nuestro Salvador, nuestro Redentor.

Bien pueden ser bautizados. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; porque para ustedes es la promesa del Espíritu Santo, luego de ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Bien pueden ser bautizados, y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el glorioso Reino de Jesucristo nuestro Salvador.

Dejo al misionero, doctor Miguel Bermúdez Marín, para que les indique a ustedes cómo hacer para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, para que les indique hacia dónde dirigirse para colocarse las ropas bautismales y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Y en cada nación y en cada auditorio, y en cada iglesia, dejo al ministro correspondiente para que haga en la misma forma. Y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el glorioso Reino de Jesucristo nuestro Salvador, al cual le hemos dado la bienvenida, le hemos dado la bienvenida acá en nuestra alma, en nuestro corazón.

Dios les bendiga, y les guarde, y continúen pasando una tarde llena de las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador.

“BENDITO EL QUE VIENE EN EL NOMBRE DEL SEÑOR.”

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