Muy buenos días, amables amigos y hermanos presentes, y todos los que están a través del satélite Amazonas o de internet en diferentes naciones. Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Aprecio y agradezco mucho el respaldo que le están dando al proyecto de La gran Carpa-Catedral; y también el respaldo que le están dando a AMISRAEL, ya ustedes vieron el trabajo que está llevando a cabo AMISRAEL, el cual es un éxito, no solamente en la América Latina, Norteamérica, Europa y demás países, sino también en Israel.
Vamos a pedirle al ministro Margarito Hernández, reverendo Margarito Hernández González, su esposa y sus niñas, pasen por aquí a algún lugar, para orar, dedicar el auditorio, el templo; y también a ellos y a todos los que asisten a esta congregación; ya estamos listos, con nuestros ojos cerrados.
Dios eterno, Padre celestial, he aquí este auditorio, este templo ha sido construido para Ti, para Tu gloria y para que Tu pueblo aquí se reúna para escuchar Tu Voz, Tu Palabra, y para trabajar en Tu Obra y para adorarte.
Te ruego recibas este lugar para Tu gloria y Tu honra y también dedico al ministro reverendo Margarito Hernández González, su esposa y sus niñas, para Tu servicio en este lugar en favor de Tu pueblo, y para servicio este lugar con su ministro, su esposa, su familia y todos los que aquí se reúnen para bendición y para beneficio de toda la comunidad, y por consiguiente de toda la nación.
En el Nombre del Señor Jesucristo dedico a Ti al ministro, su esposa, sus niñas, este lugar y a todas la congregación que aquí se reúne siempre y Te pido que continúes añadiendo a esta congregación mas almas para Tu Reino. En el Nombre del Señor Jesucristo Te lo ruego, para quién sea la gloria y la honra por los siglos de los siglos. Amén.
Que Dios te bendiga, reverendo Margarito y que Dios te bendiga a ti también, que Dios les use grandemente en Su Obra en este lugar y de este lugar para bendición de toda la comunidad, toda la ciudad, todo el Estado y toda la Nación. Amén. Dios les bendiga.
Para esta ocasión vamos a buscar en el libro del Apocalipsis, el último libro de la Biblia, el libro que contiene lo que sería la historia de la Iglesia del Señor Jesucristo; porque es la revelación de Jesucristo en medio de Su Iglesia, capítulo 14, versos 6 al 7, y dice de la siguiente manera:
“Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo,
diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
“DESCUBRIENDO POR REVELACIÓN EL ÚLTIMO MENSAJERO DEL SEÑOR JESUCRISTO PARA SALVACIÓN Y VIDA ETERNA.”
Descubriendo el último mensajero que estará proclamando bendición, salvación y Vida eterna para los seres humanos.
Un ángel es un mensajero, ángel significa mensajero. Este mensajero viene con el Evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la Tierra. Si va a predicarle a los moradores de la Tierra, tiene que estar en la Tierra, y tiene que ser un hombre, un mensajero enviado por Dios para la familia humana con el mensaje del Evangelio eterno, que es el mensaje del Evangelio eterno, en el cual se conectará con el mensaje del Evangelio de la Gracia, o sea, se entrelazarán.
Y por cuanto se entrelazará este mensajero, conocerá el mensaje de la Ley, conocerá el mensaje del Evangelio de la Gracia y conocerá el mensaje del Evangelio del Reino, el Evangelio del Reino es el mensaje para la Dispensación del Reino, y por consiguiente para el Día Postrero.
Ese mensaje del Evangelio del Reino lo predicaba Juan el Bautista y también Jesús. Por eso nos dice en San Mateo, capítulo 4, verso 17 y verso 23, dice:
“Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.”
Y el verso 23, dice:
“Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.”
Cuando Cristo fue rechazado en Su entrada triunfal a Jerusalén, y luego más adelante fue tomado preso, juzgado por el concilio del Sanedrín, luego entregado al rey o al gobernador Pilato para que lo juzgará también y le fuera aplicada la pena de muerte, que es la pena máxima, pues los judíos no podían efectuar la pena de muerte, pues solo correspondía al Imperio Romano; y Pilato lo examina, juzga a Jesús y no encontró cosa digna de muerte, aun la esposa de Pilato tuvo un sueño en donde era atormentada grandemente a causa de Jesús y fue a Pilato, su esposo, le dice que tuviera cuidado con esa persona Jesús; porque había sido atormentada en sueño ella por causa de Jesús, o sea, que no fuera a tratarlo mal y Pilato estaba muy temeroso, pero a petición de los líderes religiosos que pedían la muerte de Jesús, muerte en la Cruz: ¡Crucifícale!¡Crucifícale! Incitaban al pueblo para que pidieran lo mismo.
Pilato le dice al pueblo y sus líderes religiosos que no hallaba causa de muerte en Él, y siguen exclamando: ¡Crucifícale, crucifícale! Pero Pilato no estaba interesado en crucificarlo, pero le dicen que se hacía enemigo del César si no actuaba en la forma en que ellos pedían, eso en palabras acá nuestras (pueden leerlo en sus biblias), porque Pilato les decía: “¿Cómo he de crucificar yo a vuestro Rey?” Pero ellos insistían en que fuese crucificado; dice la Escritura que luego Pilato lo crucificó.
Vean aquí, aquí encontramos en la Escritura que Jesús sabía que tenía que ser crucificado, tenía que morir. Él había aceptado la muerte en el Getsemaní cuando sudó allí gotas de sangre cuando estaba orando, y allí dijo a Dios: “Si puedes pasar de mí está copa, sea pasada; pero no como yo quiera, más bien como Dios quisiera.” Así Cristo deseaba, y luego que terminó ya se había entregado al plan de redención. Tomó nuestros pecados, se hizo mortal y entonces de ahí en adelante ya se llevó a cabo todo el proceso correspondiente para ser crucificado. Cristo sabía que la única forma de redención para el ser humano era Cristo dando Su Vida; por eso es que Cristo ya no tiene un cuerpo mortal como el que tenía, sino que resucitó glorificado.
Por lo tanto no criticamos a los líderes religiosos del pueblo hebreo, ni al pueblo hebreo por la muerte de Jesús; porque todo eso estaba en el Programa de Dios, y lo más grande que el pueblo hebreo ha hecho ha sido darnos un Salvador, un Redentor y haberse efectuado en Jerusalén la muerte en la Cruz de Jesús, o sea, que para los creyentes en Cristo esa fue una bendición grande que Cristo haya muerto en la Cruz del Calvario, que haya tomado nuestros pecados, haya sufrido por nosotros para que nosotros podamos tener Vida eterna, y por cuanto todo eso estaba en el Programa de Dios entonces no criticamos al pueblo hebreo por la muerte de Cristo. El mismo Cristo dijo: “Padre perdónalos, pues no saben lo que hacen.”
Así que, ninguna persona del Cristianismo o de algún otro grupo religioso, o político, debe criticar al pueblo hebreo por la Crucifixión de Cristo, todo eso estaba en el Programa Divino para que de Israel saliera la salvación para todos lo seres humanos. Así que, podemos ver que cuando hay un Programa Divino se va a llevar a cabo.
Y ahora, Cristo ha venido a ser el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados. De Israel, de Jerusalén salió la Salvación y Vida eterna para todos los seres humanos, y se ha estado predicando todo ese misterio que se cumplió en Jesús en medio del pueblo hebreo, se ha estado predicando, se ha estado dando a conocer en el Evangelio de Cristo, el Evangelio de nuestra salvación, el Evangelio de la Gracia; porque Dios acepta a toda persona que recibe a Cristo como único y suficiente Salvador, porque ha aceptado, ¿qué? Ha aceptado el Sacrificio de Expiación por sus pecados; sin el Sacrificio de Expiación por sus pecados el ser humano no puede acercarse a Dios; por eso Cristo dijo en San Juan, capítulo 14, verso 6.
“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.”
Por medio de Cristo es que nos acercamos a Dios, por medio del Sacrificio de Cristo, Sacrificio de Expiación en la Cruz del Calvario es que nos acercamos a Dios para ser reconciliados con Dios y tener paz con Dios; de eso fue que nos habló San Pablo en Romanos capítulo 5, versos 6 en adelante, cuando dijo:
“Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos.
Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno.
Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.”
La demostración del amor de Dios, la máxima demostración del amor de Dios hacia nosotros fue que Cristo murió por nosotros. Dice en San Juan, capítulo 3, versos 16.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”
La demostración máxima del amor de Dios hacia el ser humano es que envió a Su Hijo unigénito Jesucristo a este mundo, a esta dimensión terrenal para que muriera por nosotros en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados para que todo aquel que en Él cree no se pierda mas tenga Vida eterna. Eso es lo que proclama el Evangelio de la Gracia, el Evangelio de Cristo, el Evangelio de nuestra Salvación, el Evangelio de la paz, de la paz con Dios para el ser humano.
Ahora, el Evangelio del Reino nos habla del Reino de Dios, que será restaurado en la Tierra en el Reino del Mesías y corresponde su predicación para el tiempo en que el Mesías ha de venir; así como Juan el Bautista predicaba el Evangelio del Reino y luego también Jesús, y Juan el Bautista era Elías, el Elías de aquel tiempo, en este tiempo final estará el Elías que estará y vendrá con Moisés en los dos Olivos de Apocalipsis 11, y estará proclamando la paz imperecedera la cual vendrá en el Reino del Mesías; porque el Mesías es el Príncipe de paz que traerá la paz al pueblo hebreo y a todas las naciones; por eso es que Cristo en la oración que enseñó a Sus discípulos, el Padre nuestro, les dice que oren así:
“Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra (o aquí en la Tierra).”
O sea, que a todos los creyentes en Cristo le fue enseñado a orar por la Venida del Reino de Dios. En los días de Jesús cuando ya había resucitado, y aun antes, pensaban que el Reino de Dios iba a ser establecido en la Tierra, que el Reino de David iba a ser restaurado; porque el Reino de Dios en la Tierra es el Reino de David y el Trono de Dios en la Tierra es el Trono de David.
Ahora, Dios tiene Su Trono en el Cielo, ese es el Trono celestial de Dios; pero el Trono terrenal de Dios es el Trono de David y el Reino terrenal de Dios es el Reino de David, por lo tanto ese es el Reino del cual nos habla en Primera de Crónicas, capítulo 28, versos 4 en adelante, y Primera de Crónicas, capítulo 29, versos 21 en adelante. Ese es el Reino del Mesías, el cual va a gobernar sobre el pueblo hebreo, sobre el mundo árabe y sobre todas las naciones. Por eso cuando el Ángel Gabriel vino a la virgen María, allá en San Lucas, capítulo 1, versos 30 en adelante, dice:
“Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.
Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS.
Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre;
y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.”
Este Reino de David y Trono de David, es el Reino terrenal de Dios y Trono terrenal de Dios, al cual Jesucristo es heredero, por lo tanto ya podemos comprender este misterio del Reino de Dios, del cual Cristo dice que orando pidamos la Venida del Reino de Dios, y es el Mesías príncipe el que restaurará el Reino de Dios en la Tierra, restaurará el Reino de David sentándose sobre el Trono de David.
Ahora, para que eso ocurra tenemos la promesa de que será en el fin del tiempo, en el Día Postrero en el cual Cristo va a resucitar a todos los creyentes en Él que han muerto físicamente, pues Él dijo en San Juan, capítulo 6, versos 39 al 40:
“Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.
Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.”
La voluntad de Dios es que todo aquel que cree en Cristo tenga Vida eterna y Cristo lo resucitará en el Día Potrero si muere físicamente, pero si permanece vivo será transformado y entonces así obtendrá la inmortalidad física al tener un cuerpo inmortal, un cuerpo glorificado. También cuando Él fue a resucitar a Lázaro que ya llevaba cuatro días de haber muerto y ya estaba sepultado, dice la Escritura que Marta salió a recibirlo cuando llegó Jesús a Betania, dice: “Y Marta…” (versos 21 en adelante, del capítulo 11):
“Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a encontrarle; pero María se quedó en casa.
Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto.
Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.
Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.
Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.
Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?
Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.”
Ella sabía bien quién era Jesús, ¿y quién más sabe bien quién es Jesús? Todos nosotros también.
Ahora, tenemos la promesa de una resurrección para los muertos creyentes en Cristo en cuerpos glorificados, lo cual fue tipificado en la resurrección de Lázaro que ya llevaba cuatro días de muerto; por lo tanto, no importa cuantos años, o cuantos siglos, o cuantos milenios hayan transcurrido para los que ha muerto siendo creyentes en Cristo, Cristo los resucitará; y los que estamos vivos si permanecemos vivos hasta ese momento seremos transformados, seremos transformados sin ver muerte; y entonces tendremos el cuerpo inmortal, incorruptible y glorificado. Todo eso es un proyecto divino de una nueva raza con Vida eterna que Dios está creando, esos eran los hijos, los descendientes que Adán tenía que traer en la Tierra, y el primero tenía que ser Jesucristo.
Y ahora, podemos ver que hay una raza con Vida eterna, la cual está siendo creada por Dios, y a medida que pasan los años y los siglos, va creciendo esa familia, va naciendo en el Reino de Dios que está en la esfera espiritual, pues el nuevo nacimiento es del Cielo, nacen en esa dimensión espiritual primero.
Como Adán, antes de venir a la Tierra lo encontramos en otra dimensión; fue hecho el primer hombre, Adán, fue hecho en la imagen de Dios, a la imagen de Dios; eso es cuerpo espiritual, cuerpo angelical; y luego, más adelante en el capítulo 1, fue hecho a imagen de Dios y en el capítulo 2, fue hecha la semejanza física, el cuerpo de carne hecho del polvo de la Tierra.
También Cristo, el segundo Adán, lo encontramos antes de tener el cuerpo de carne, lo encontramos en Su cuerpo angelical llamado el Ángel del Pacto, Ángel de Dios o Ángel de Jehová, que aparece en diferentes ocasiones en el Antiguo Testamento, en Génesis, en Éxodo, en Levítico, en Números, en Deuteronomio y en Josué; ese fue el hombre con el cual Josué se encontró en el capítulo 5, versos 14 al 15, y le pregunta: “¿Eres tú de los nuestros o de nuestros enemigos?” Él le dice: “No, yo he venido como Príncipe del ejército de Jehová.”
Estaba con la espada en la mano, el Príncipe de los ejércitos de Dios es Jesucristo, el Ángel del Pacto. Por eso que Cristo en San Juan, capítulo 8, versos 56 al 58, dice a los judíos: “Abraham vuestro padre se gozó deseó ver mi día; y lo vio, y se gozó.” Le dicen los judíos: “Aún no tienes cincuenta años, ¿y dices que has visto a Abraham?” Cristo Jesús le contesta a ellos diciendo: “Antes que Abraham fuese, yo soy.” Y entonces, toman piedras para apedrearlo cuando les da a conocer una revelación tan grande.
Y recuerden que estamos hablando del tema: “DESCUBRIENDO POR REVELACIÓN EL ÚLTIMO MENSAJERO,” último mensajero de carne, último velo de carne del Señor Jesucristo; o sea, que Jesucristo enviará a la Tierra y será para bendición de unos, de los que descubrirán quién es ese mensajero.
¿Y cómo se va a descubrir, dar a conocer, o conoceremos un mensajero de Dios? Es sencillo. Dice la Escritura que Dios levantará profeta como Moisés de en medio del pueblo. Y Moisés dice: “A Él oiréis;” el mismo Dios hablando por Moisés y diciéndole a Moisés lo que se debe hacer cuando Dios envía un profeta como Moisés. Capítulo 18, del libro de Deuteronomio, versos 15 en adelante, dice:
“Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis.”
¿A quién está llamado el pueblo a escuchar en esta Tierra? Al profeta mensajero que Dios envía al pueblo un profeta como Moisés es la clase de profeta más grande que Dios envía, ¿por qué? Porque Moisés es un profeta dispensacional.
Ahora, en los demás profetas que no han sido profetas dispensacionales, se ha reflejado lo que Dios hará a través de un profeta dispensacional en el cual se cumplirá esta promesa. Esta promesa se cumple plenamente en el Mesías, se cumplió en la primera Venida de Cristo y se cumplirá en la segunda Venida de Cristo, un profeta como Moisés; por lo tanto tendrá que ser un profeta dispensacional, porque Moisés fue el profeta de la quinta dispensación, la Dispensación de la Ley; y Jesús el Profeta de la Dispensación de la Gracia; y tiene que venir el profeta de la Dispensación del Reino con el mensaje del Evangelio del Reino y ése será un profeta como Moisés. Sigue diciendo:
“…conforme a todo lo que pediste a Jehová tu Dios en Horeb (o sea, en el monte Sinaí) el día de la asamblea, diciendo: No vuelva yo a oír la voz de Jehová mi Dios, ni vea yo más este gran fuego, para que no muera.
Y Jehová me dijo: Han hablado bien en lo que han dicho.
Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare.”
La identificación de un profeta como Moisés es que Dios colocará Su Palabra en la boca de ese profeta, y él hablará todo lo que Dios le mandare. Moisés habló todo lo que Dios le mandó y lo que habló fue el mensaje de la Dispensación de la Ley.
Por lo tanto, para el Día Postrero tiene que aparecer un profeta como Moisés en el cual Dios coloque Su Palabra y él hablará todo lo que Dios le mande, todo lo que Dios haya colocado en su boca para habla él lo hablará. Por eso la lectura que tuvimos al principio de un Ángel mensajero con el Evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la Tierra, a toda nación, pueblo y lengua, diciendo a gran Voz (gran Voz de Trompeta, mensaje dispensacional): “Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado.” Viene enseñando a las personas a temer a Dios, a adorar a Dios, a servir a Dios, y anuncia que el día o la hora de Su juicio ha llegado, anuncia que estamos como en los días de Noé y como en los días de Lot, en donde el juicio divino vino en aquel tiempo y vendrá en este tiempo final también.
En los días de Noé hubo un profeta dispensacional que fue Noé, el mensajero de la Dispensación del Gobierno Humano; y en el tiempo de Lot cuando Dios destruyó a Sodoma y Gomorra hubo un profeta dispensacional también llamado Abraham, el mensajero de la Dispensación de la Promesa, con el mensaje de la promesa divina.
Y ahora, como Cristo dijo que será como en los días de Noé y en los días de Lot, así tiene que ser; y por consiguiente tiene que también aparecer un profeta dispensacional con el Evangelio eterno, el Evangelio del Reino, para predicarlo a toda nación, pueblo y lengua. De esto Cristo mismo habló también en San Mateo, capítulo 24, versos 13 al 14, y dice así:
“Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo.
Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.”
La señal del fin es un hombre, un mensajero con el Evangelio eterno, el Evangelio del Reino, predicándolo para todas las naciones, a todas las naciones; y luego que ese hombre termine su ministerio vendrá el fin, el fin para el reino de los gentiles, el fin de los sellos, el fin del séptimo Sello, el fin de las Trompetas, el fin de las plagas, entonces vendrá ese tiempo de la gran tribulación donde le pondrá fin a todas las cosas.
Por lo tanto, ese mensajero predicando el Evangelio del Reino estará anunciando todas las cosas que han de acontecer en este tiempo final, estará hablando a la Iglesia del Señor Jesucristo de las promesas de parte de Cristo para Su Iglesia, de la resurrección de los muertos en Cristo, de la transformación de los vivos en Cristo, del arrebatamiento de la Iglesia para ir con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero, les estará hablando de la Cena de las Bodas del Cordero; les estará hablando también del lapso de tiempo que habrá entre la resurrección de los muertos en Cristo y el arrebatamiento de la Iglesia, ese lapso de tiempo es muy importante como lo fue luego que Cristo resucitó al momento en que Él subió al Cielo que transcurrieron unos cuarenta días en los cuales Cristo estuvo apareciendo a Sus discípulos, no menos de ocho ocasiones y estuvo hablándoles acerca del Reino de Dios.
Ese lapso de tiempo es muy importante en el Día Postrero; porque los muertos en Cristo cuando resuciten van a estar con nosotros, van a comer con nosotros como Jesús comía con Sus discípulos luego de resucitado; y vean en San Juan, capítulo, vamos a ver aquí, San Juan, capítulo, vamos a leerlo, parte de este capítulo, San Juan, capítulo 21, versos 4 en adelante, fue cuando los discípulos escucharon a Pedro que dijo: “Me voy a pescar,” porque él era pescador, era su trabajo, su oficio y ya había muerto el maestro, Jesús.
¿Y ahora qué iban a hacer? No sabían qué hacer, y entonces va a regresar a pescar, porque hay que comer; si no hay dinero no hay con qué comprar, y Pedro como era pescador sabía cómo conseguir la comida, el alimento; y los otros compañeros de Pedro, los otros discípulos dijeron: “Nosotros vamos contigo,” eran pescadores también, la mayoría de ellos; Jacobo y Juan y otros de ellos eran pescadores, por lo tanto iban a trabajar.
Y dice la Escritura que aquella noche… vamos a ver, verso 3 en adelante del capítulo 21 de San Juan.
“Simón Pedro les dijo: Voy a pescar. Ellos le dijeron: Vamos nosotros también contigo. Fueron, y entraron en una barca; y aquella noche no pescaron nada.
Cuando ya iba amaneciendo, se presentó Jesús en la playa; mas los discípulos no sabían que era Jesús.”
Ya estaba resucitado, estaba glorificado, estaba jovencito representando de dieciocho a veintiún años de edad; porque así es el cuerpo glorificado: joven para toda la eternidad. Y Jesús les dijo:
“Y les dijo: Hijitos, ¿tenéis algo de comer? Le respondieron: No (no habían pescado nada y eran buenos pescadores, pero vamos a ver).
El les dijo: Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces.”
Y ahora, miren Jesús no era pescador y sabía más que Pedro y los otros apóstoles que eran pescadores.
“Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba (o sea, ese era Juan el apóstol, era un jovencito en ese tiempo)… entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la ropa (porque se había despojado de ella), y se echó al mar.
Y los otros discípulos vinieron con la barca, arrastrando la red de peces, pues no distaban de tierra sino como doscientos codos.
Al descender a tierra, vieron brasas puestas (o sea, un fueguito, o sea, tenían ya algo, había ahí con fuego, brasas y todo)…”
Dice:
“Al descender a tierra, vieron brasas puestas, y un pez encima de ellas, y pan.
Jesús les dijo: Traed de los peces que acabáis de pescar.”
Ahora, vean Jesús había cocinado, sabía encender el fuego, sabía colocar un pez encima para hacer asado, vean, Él que no era pescador, y los pescadores no habían pescado nada hasta que Jesús les dijo hacia dónde tirar la red.
Y ahora, les dice: “Traigan de lo que pescaron,” o sea, van a… “traigan,” ¿lo van a colocar dónde? En el fuego, dice:
“...Traed de los peces que acabáis de pescar.
Subió Simón Pedro, y sacó la red a tierra, llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres; y aun siendo tantos, la red no se rompió.”
Ciento cincuenta y tres es un número pequeño, pero si los peces son grandes, con poquitos peces se llena la red. Esa pesca milagrosa representa la pesca milagrosa de almas para este tiempo final; todo eso está ligado al tiempo en que ya Cristo había resucitado y estaba glorificado, por lo tanto en ese tiempo de la resurrección de los muertos en Cristo va a estar pasando algo pero que muy importante, y no vamos a explicar mucho de eso en esta ocasión.
“Les dijo Jesús: Venid, comed. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ¿Tú, quién eres?…”
¿Ve? No lo conocían, pero ninguno se atrevía a preguntarle: “¿Tú quién eres?” Porque había hecho como Jesús hacía en otras ocasiones cuando ellos no pescaban nada, les decía: “Tiren la red a tal lugar o boguen mar adentro y allá van a encontrar.” Era que Cristo creaba los peces para ellos pescarlos, así como multiplicó los panes y los peces y en esta ocasión fue en la misma forma; y aun si alguien no puede creer eso, entonces Cristo atraía a los peces grandes para cierto lugar, para que los discípulos los pescaran; y si todavía no pueden creer eso, entonces Cristo miraba de lejos y veía dónde estaban los peces grandes y les decía: “Tiren la red para ese lado.”
Así que, no hay problema de todas formas en que usted lo tome tiene a Cristo haciendo el milagro, ellos no veían para donde estaban los peces, pero Cristo sí, y Cristo estando fuera.
Y ahora, dice… pero ellos sabían que era el Señor, aunque no se pareciera a como estaba cuando ellos lo vieron en la Cruz, ellos sabían que era el Señor, había hecho todo en la misma forma en que Cristo lo hacía cuando estuvo con ellos.
“Les dijo Jesús: Venid, comed. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ¿Tú, quién eres? sabiendo que era el Señor.
Vino, pues, Jesús, y tomó el pan y les dio, y asimismo del pescado (les sirvió, si el pescado era grande, el que tenía Jesús en el fuego, pues no necesitaban usar de los pescados que habían obtenido).
Esta era ya la tercera vez que Jesús se manifestaba a sus discípulos, después de haber resucitado de los muertos.”
O sea, que no todos los días Jesús estaba apareciéndoles a ellos durante esos cuarenta días, no menos de ocho ocasiones les apareció a Sus discípulos, o sea, que no fueron cuarenta días apareciéndoles todos los días, fue de vez en cuando.
Ahora, hemos visto que el cuerpo glorificado no tiene limitaciones, Cristo ya glorificado en una ocasión estando los discípulos encerrados por miedo a los judíos, las puertas bien cerradas reunidos todos, Cristo le aparece a ellos, se para en medio de ellos y entonces se asustan: “Este es un fantasma, no estaba aquí y nos aparece de momento.” Y Cristo les dice… pensaron que era un espíritu porque ellos sabían que un espíritu es un cuerpo de otra dimensión, no tiene huesos ni carne así como nosotros en estos cuerpos, pero es un cuerpo de otra dimensión.
Dios “hace a Sus ángeles, espíritus, y a Sus ministros, llama de fuego.” Hebreos, capítulo 1, versos 5 al 7; y también dice que envía ángeles, dice:
“¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?” (Hebreos, capítulo 1, verso 14).
Y ahora, ven a Jesús, creen que es un espíritu, un fantasma, y Él dice: “El espíritu no tiene carne y hueso como yo tengo, como ustedes ven que yo tengo.” Le dan un pedazo de pescado, les pregunta: “Tienen algo de comer?” Le dan un pedazo de pescado y un panal de miel, come delante de ellos y se regocijaron, pero todavía no entendían ese misterio de ese cuerpo en el cual Jesús estaba; porque luego se desaparece delante de ellos y eso es un misterio para los seres humanos. Así es el cuerpo glorificado, es un cuerpo eterno, inmortal, incorruptible, la clase de cuerpo que nosotros teníamos que tener si Adán y Eva no pecaban, pero por causa del problema allá en el Huerto del Edén, de todos modos, hemos venido a la Tierra: teníamos que vivir en el tiempo en que vivimos, ya fuera con el cuerpo glorificado, el cuerpo eterno o con un cuerpo temporero.
Y ahora, hemos aparecido con un cuerpo temporero, mortal, corruptible; a medida que le pasan los años se va poniendo viejo pero es para que hagamos contacto con la Vida eterna, por medio del segundo Adán, que es Jesucristo y que es el Árbol de la Vida, el cual dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida y nadie viene al Padre sino por mí.” Él es la Vida, por lo tanto Él es el deseado de todo ser humano, porque es el segundo Adán para darnos Vida eterna, para colocarnos en el Reino de Dios, redimirnos, retornarnos a nuestro lugar, la Vida eterna, la eternidad en el Reino de Dios.
Y ahora, nuestra estadía aquí en la Tierra es sencilla, es para que hagamos contacto con Cristo y seamos rociados con la Sangre de Cristo, limpiados de todo pecado para así ser redimidos, así ser reconciliados con Dios y obtener la Vida eterna; así aseguramos nuestro futuro, nuestra inmortalidad, y ya la angustia existencial desaparece; porque ya sabemos de donde hemos venido: hemos venido de Dios, de la eternidad hemos venido de donde vino Cristo hemos venido también nosotros. Él dijo: “No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.” (Eso está por ahí por el capítulo 17 de San Juan).
Por lo tanto, así como Cristo dijo: “Descendí del Cielo, nadie subió al Cielo sino el que descendió del Cielo, el Hijo del Hombre que está en el Cielo,” también nosotros, nuestra alma ha venido de Dios y el cuerpo angelical que hemos recibido ha venido de Dios también; ya tenemos la parte espiritual, la imagen divina, que es el Espíritu Santo, el cuerpo angelical; y solamente nos falta la semejanza física de Dios, la imagen, la semejanza de Dios que es nada menos que el cuerpo físico de Jesucristo, el cual ya está glorificado; así recibiremos una semejanza física, seremos físicamente semejantes al cuerpo glorificado de Jesucristo; a todo lo que Cristo es heredero también nosotros somos coherederos con Él.
Por lo tanto, con esta bendición tan grande que Él nos ha dado estamos agradecidos a Dios por Jesucristo y adoramos a Dios y servimos a Dios todos los días de nuestra vida; y con nuestros ojos espirituales bien abiertos vigilando para por revelación divina descubrir el último mensajero de carne, del Señor Jesucristo, enviado por el Señor Jesucristo, el cual será para bendición, para salvación y Vida eterna de todos los que lo verán y recibirán Su mensaje.
Ese mensajero hablará de Cristo, de Su Sacrificio en la Cruz del Calvario, de todo el Programa Divino para la Dispensación de la Gracia y también hablará de todo el Programa Divino para la Dispensación del Reino, porque él viene con el Evangelio del Reino para predicarlo a todos los seres humanos, a todos los moradores de la Tierra.
Viene predicando el Evangelio del Reino, y por consiguiente la aparición de ese profeta mensajero será la señal del fin para la raza humana, como la señal del fin del mundo antidiluviano era un hombre: Noé, y el cual estaba anunciando la forma en que el ser humano podía recibir misericordia de Dios, y estaba anunciando el juicio divino también y enseñaba como adorar a Dios, y enseñó como escapar de los juicios divinos en el arca; porque el mundo antediluviano no se arrepintió de sus pecados.
Así también vendrá un profeta mensajero como Noé, un profeta mensajero como Abraham, un profeta mensajero como Jesús, un profeta mensajero como Moisés, un profeta mensajero como Elías; por eso la Escritura en Malaquías, capítulo 4, versos 1 al 6, nos dice que “Dios enviará a Elías antes que venga el día del Señor grande y terrible.” Por eso el pueblo hebreo está esperando a un hombre, a un profeta, un mensajero: a Elías.
Y sabe que no será literalmente el mismo Elías, sino un hombre del tiempo en donde se cumpla esa profecía, y también está esperando un hombre, un profeta como Moisés; y sabe que será un hombre del tiempo en que se cumpla esa profecía, y sabe que será un profeta Mayor, un profeta dispensacional, un profeta como Moisés y está esperando al Mesías.
Por eso cuando ustedes vean al pueblo hebreo buscando y acercándose a alguien que tenga un mensaje Dispensacional que esté predicando el Evangelio del Reino, el Evangelio eterno, y recuerden, los judíos lo van a identificar, los líderes religiosos del judaísmo lo van a identificar, porque un profeta como Moisés será identificado por la Palabra de Dios que estará hablando la Palabra que Dios habrá colocado en su boca. Él les hablará todo lo que Dios le mande a hablar, esa es la identificación más grande de un profeta como Moisés que está prometido para venir y el pueblo hebreo verlo y recibirlo.
Ese será el mensajero, el Ángel con el Evangelio eterno, predicándolo a todas las naciones y enseñándole y diciéndoles que adoren a Dios, porque la hora de Su juicio ha llegado, porque estará mostrando que es el tiempo para el juicio divino venir sobre la raza humana, es el tiempo para la gran tribulación venir sobre la raza humana, pero antes tiene que aparecer ese mensajero. “He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día del Señor, grande y terrible.” (Malaquías, capítulo 4).
Y ahora, hemos visto lo que está prometido.
¿Y cómo identificaremos? ¿Cómo descubriremos por revelación divina ese mensajero? Por el mensaje que él estará predicando, el mensaje del Evangelio eterno, el mensaje del Evangelio del Reino; esa será su identificación, en él estará el Espíritu Santo, Cristo en Espíritu Santo, él habrá recibido la Estrella de la mañana, pues Cristo dice que al que venciere le dará la estrella de la mañana, eso está en Apocalipsis, capítulo 2, verso 28, y en Apocalipsis, capítulo 22, versos 16, dice:
“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias…”
Cristo dice que Él ha enviado Su Ángel, ese mensajero es el que viene con el Evangelio eterno dando a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto. Y sigue diciendo Jesús:
“…Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.”
El que va a recibir a Estrella de la mañana, ¿qué va a recibir? A Cristo, Cristo estará en él, el Espíritu Santo obrando por medio de él; Cristo en Espíritu Santo, la Columna de Fuego estará con ese mensajero. Y en Apocalipsis, capítulo 7, versos 2 en adelante, dice de un Ángel que sube desde donde nace el sol y que tiene el sello del Dios vivo, y el sello del Dios vivo es el Espíritu Santo. Efesios, capítulo 4, verso 30, dice:
“Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.”
Ese Ángel viene con el sello del Dios vivo, con el Espíritu Santo, Cristo el Espíritu Santo estará en él y estará por medio de él, hablándole a Su Iglesia y después al pueblo hebreo y a todas las naciones; porque viene como León de la Tribu de Judá y siete Truenos emitiendo Sus voces, por lo tanto viene con el Evangelio del Reino proclamando todas las cosas que han de suceder. Por eso también en Apocalipsis, capítulo 22, verso 6, dice Cristo mismo:
“Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas (los espíritus de los profetas son los cuerpos angelicales de los profetas), el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto.”
¿Quién es enviado de Dios para dar a conocer, para mostrar las cosas que deben suceder pronto? El Ángel del Señor Jesucristo, ese Ángel de Dios enviado para dar testimonio de todas estas cosas, ese es el mensajero que viene con la revelación de Jesucristo para darla a conocer. Por lo tanto, por medio de ese mensajero que viene predicando el Evangelio del Reino, el Evangelio eterno, todas estas cosas que deben suceder serán dadas a conocer y los entendidos entenderán, y serán preparados para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
Que Dios nos ayude a descubrir por revelación divina el último mensajero, el último velo de carne del Señor Jesucristo, o sea, que el Señor Jesucristo envía para bendición, para salvación y Vida eterna, para mostrarles el camino de Dios, para enseñar a la gente y decirle a la gente que adore a Dios, que busquen a Dios para que obtengan la misericordia de Dios, y obtengan la salvación y Vida eterna.
Todo eso está en el mensaje que traerá ese mensajero con el Evangelio eterno, que viene predicando el Evangelio eterno, el Evangelio del Reino, y que también estará hablándonos del Evangelio de la Gracia, y también nos hablará del mensaje de la Ley; porque conocerá el mensaje de la Ley y el mensaje de la Gracia y el mensaje del Evangelio del Reino, el cual él conocerá y dará a conocer.
“DESCUBRIENDO POR REVELACIÓN EL ÚLTIMO VELO DE CARNE, EL ÚLTIMO MENSAJERO DEL SEÑOR JESUCRISTO PARA SALVACIÓN Y VIDA ETERNA.”
Porque estará hablando de salvación y Vida eterna para que recibamos a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador. Ya yo le recibí como mi único y suficiente Salvador y ya Él me dio Vida eterna, mi alma tiene Vida eterna y me falta recibir Vida eterna en el cuerpo físico que será la transformación y entonces tendré Vida eterna física al tener el cuerpo físico glorificado. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también.
Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador lo puede hacer en estos momentos y estaremos orando por usted para que Cristo le reciba en Su Reino y así Cristo le asegure a usted la Vida eterna en Su Reino eterno, para lo cual pueden pasar acá al frente y estaremos orando por usted. En las demás naciones también pueden venir a los Pies de Cristo para que Cristo les reciba en Su Reino. Todos los que están a través del satélite Amazonas o de internet, también pueden venir a los Pies de Cristo nuestro Salvador.
Lo más importante es la Vida eterna, no hay otra cosa más importante que la Vida eterna; sin la Vida eterna usted no podrá vivir eternamente, por lo tanto necesita recibir la vida eterna y solamente Cristo nos puede dar la Vida eterna. No hay otra persona que nos pueda dar la Vida eterna. Dice:
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” [San Juan, 3:16].
Es Vida eterna lo que Cristo nos da cuando lo recibimos como nuestro único y suficiente Salvador. Él dijo: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.” (San Juan, capítulo 10, versos 27 al 30). Usted es una oveja del Señor, pues ha estado escuchando la predicación del Evangelio de Cristo y ha nacido la fe de Cristo en vuestra alma.
Y ahora, solo le falta dar testimonio público de su fe en Cristo recibiéndole como único y suficiente Salvador, para que Cristo le reciba en Su Reino. Él dijo: “El que me confesare delante de los hombres, yo le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos.” Y también dice: “Y al que me negare delante de los hombres, yo le negaré delante de mi Padre que está en los cielos.” (San Mateo, capítulo 10, versos 32 al 33).
En las demás naciones también pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo, para que queden incluidos en la oración que estaremos haciendo por todos los que están viniendo a los Pies de Cristo nuestro Salvador. Dios tiene mucho pueblo en esta ciudad, en Hidalgotitlán, Veracruz, República Mexicana, y los está llamando, y también en toda la República Mexicana Dios tiene muchos hijos y los está llamando en este tiempo final. Por lo cual, no endurezcas tu corazón, eres una oveja del Señor, por lo cual has estado escuchando la predicación del Evangelio de Cristo. Él te está llamando, te está llamando directamente acá en tu alma, en tu corazón; y por esa causa el Evangelio de Cristo que has estado escuchando en esta ocasión ha llegado a tu alma, a tu corazón y ha nacido la fe de Cristo en tu alma, en tu corazón y estás creyendo en Cristo y ahora tienes la oportunidad de dar testimonio público de tu fe en Cristo recibiéndole como tu único y suficiente Salvador. La fe viene por el oír la Palabra del Señor, el Evangelio de Cristo y con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para Salvación.
Por lo tanto, tienes la oportunidad de confesar públicamente a Cristo como tu único y suficiente Salvador, recibiéndolo de todo corazón para que Él te reciba en Su Reino y te de la Vida eterna. No hay ninguna otra persona que nos pueda dar Vida eterna, solamente hay UNO y Su Nombre es SEÑOR JESUCRISTO. Él es nuestro Salvador, Él es el Hijo de Dios, la persona más importante en la Tierra y en el Cielo, está sentado en el Trono de Dios y todo poder le ha sido dado en el Cielo y en la Tierra, por lo tanto es un privilegio grande recibir al Rey de los Cielos y de la Tierra, al Rey de reyes y Señor de señores acá en nuestro corazón.
Siendo tan grande, vean, cabe en nuestro corazón. Le abrimos la puerta de nuestro corazón y Él entra para morar en nosotros y traer las bendiciones del Cielo a nuestra alma, darnos la Vida eterna lo más preciado.
Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo en esta ocasión, si falta alguno por venir, puede venir, todavía hay lugar. Y los niños de diez años en adelante también pueden venir a los Pies de Cristo nuestro Salvador. Cristo dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis porque de los tales es el Reino de los Cielos.”
Lo más importante es la Vida eterna, no hay otra cosa más importante para el ser humano; es tan importante que Cristo dijo en una ocasión: “¿De qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma? Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con Sus Ángeles, y entonces pagará a cada uno según sea su obra.” (San Mateo, capítulo 16, versos 26 al 28).
El ser humano cuando nace en la Tierra trae la angustia existencial, porque no sabe de dónde ha venido, no sabe porqué está aquí en la Tierra, y no sabe adónde va cuando muere su cuerpo físico; pero cuando recibe a Cristo como Salvador se le quita, desaparece la angustia existencial, porque ya sabe de dónde ha venido: ha venido del Cielo, de donde Cristo vino. Está aquí en la Tierra con un propósito divino: ser rociado con la Sangre de Cristo, limpiado de todo pecado y recibir la Vida eterna.
Para recibir la Vida eterna es que estamos aquí, y luego sabe que si muere físicamente va al Cielo, al Paraíso donde están los apóstoles y demás siervos de Dios y santos de Dios creyentes en Cristo que murieron en otras etapas o edades de la Iglesia y algunos de los nuestros que también ha partido y está en el Paraíso; por lo tanto, no tiene miedo de morir ni tiene miedo de vivir aquí en la Tierra, sabe que es un hijo de Dios o una hija de Dios, sabe que es una oveja del Señor y que Cristo dijo: “Nadie las arrebatará de mi mano.” O sea, nunca se va a perder la persona, va a vivir eternamente con Cristo en Su Reino eterno. Cuando uno sabe todas estas cosas los temores desaparecen.
Vamos a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo en esta ocasión, por los que están aquí presentes y los que están en otras naciones. Con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, y nuestros ojos cerrados, repitan conmigo esta oración los que han venido a los Pies de Cristo en esta ocasión, los que están en otras naciones también.
Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón, creo en Ti con toda mi alma, creo en Tu primera Venida, creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo dado a los hombres en que podemos ser salvos, creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados; reconozco que soy pecador y necesito un Salvador, un Redentor.
Señor, doy testimonio público de mi fe en Ti y Te recibo como mi único y suficiente Salvador, Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado y me bautices con Espíritu Santo y Fuego, luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre, quiero nacer de nuevo, quiero nacer en Tu Reino, quiero vivir eternamente. Sálvame, Señor, Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén.
Y con nuestras manos levantadas al Cielo, a Cristo, todos decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén.
Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado, porque ustedes le han recibido como vuestro único y suficiente Salvador. Ustedes me dirán: “Cristo dijo: ‘Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo.” Ustedes me dirán: “Escuché la predicación del Evangelio de Cristo, creí y lo he recibido como mi único y suficiente Salvador y ahora me falta ser bautizado en agua en Su Nombre, en el Nombre del Señor Jesucristo, ¿cuándo me pueden bautizar?” Es la pregunta desde lo profundo de vuestro corazón. Por cuanto ustedes han creído de todo corazón en Cristo bien pueden ser bautizados. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.
El mismo Cristo fue donde Juan estaba bautizando para que Juan lo bautizara, allá en el Jordán y Juan no lo quería bautizar, le decía: “Yo tengo necesidad de ser bautizado por ti, ¿ y Tú vienes a mí para que yo te bautice?” Y Jesús le dice: “Nos conviene cumplir toda justicia.” Y entonces lo bautizó. Si Jesucristo para cumplir toda justicia fue bautizado por Juan, cuánto mas nosotros necesitamos ser bautizados, aun los discípulos de Jesucristo fueron bautizados por Juan el Bautista. Cuando Cristo predicaba a todos los que creían los bautizaban los apóstoles; y luego, el Día de Pentecostés cuando llegó el Espíritu Santo sobre ciento veinte creyentes, San Pedro predicó, y como tres mil personas creyeron y fueron bautizadas en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, cuando le preguntan a Pedro esas personas que creyeron: “Varones hermanos, ¿qué haremos?” Pedro les dice:
“Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos (y para todos los que están cerca); para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.” [Hechos 2: 31 al 47].
Por lo tanto, es para ustedes también la promesa del Espíritu Santo luego de haber creído y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Por lo tanto, bien pueden ser bautizados. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.
Recuerden que en el bautismo en agua nos identificamos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; y todo muerto tiene que ser sepultado, por lo tanto cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, tipológicamente está siendo sepultado; y cuando lo levanta de las aguas bautismales, está resucitando a una nueva vida, a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno.
Comprendiendo el simbolismo del bautismo en agua, bien pueden ser bautizados e identificarse así con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. Y que Dios los bendiga grandemente y nos continuaremos viendo en Su Reino por toda la eternidad. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.
Continúen pasando una tarde feliz llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador. Dejo con ustedes al reverendo Margarito Hernández González para que les indique cómo hacer para ser bautizados; y en cada nación dejo al ministro correspondiente para que haga en la misma forma.
Que Dios les bendiga y les guarde. Y continúen pasando una tarde feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.
“DESCUBRIENDO POR REVELACIÓN EL ÚLTIMO MENSAJERO DEL SEÑOR JESUCRISTO PARA SALVACIÓN Y VIDA ETERNA.”