Muy buenas tardes, amables amigos y hermanos presentes, ministros y todos los amigos y hermanos que nos acompañan en esta ocasión aquí presentes en Belem, y también a través del satélite Amazonas en diferentes naciones; es para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.
Aprecio y agradezco mucho esta Placa de Bienvenida, y también será para mí de recuerdo de mi visita a esta hermosa ciudad, Belem. El nombre Belén es muy importante para todos los cristianos, pues Belén significa: “La Casa del Pan de Dios;” y por consiguiente también es motivo de recuerdo del nacimiento de Jesús en Belén de Judea.
Leeremos una Escritura que nos habla acerca de la Casa de Dios; nos dice en Hebreos, capítulo 3, versos 5 en adelante (5 al 6), dice:
“Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir;
pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Nuestro tema para esta ocasión es: “LA CASA DEL PAN DE DIOS.”
Y en esta ciudad que lleva el nombre de Belén, lo cual significa: “La Casa del Pan de Dios,” este tema está muy adecuado para examinar y ver cuál es la Casa de Dios y el Pan que está en la Casa de Dios.
El Señor Jesucristo como individuo dijo: “Destruyan este templo, y en tres días yo lo levantaré.” Muchos le dicen a Jesús: “Señor, en cuarenta y seis años fue construido este templo, ¿y tú dices que en tres días lo vas a levantar?” [San Juan 2:19].
Pero Él no hablaba del templo de piedras, Él hablaba de Su Cuerpo; y cuando Cristo murió, fue sepultado y al tercer día resucitó, entonces comprendieron estas palabras; porque el Cuerpo de Jesús es Templo de Dios, porque en Él habitaba, habita y habitará eternamente Dios; por eso Él decía: “Las obras que yo hago, no las hago de mí mismo, el Padre que mora en mí, Él hace las obras.”
El ser humano siendo hecho a imagen y semejanza de Dios, por cuanto Dios es trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo, el ser humano también fue creado trino: alma, espíritu y cuerpo; y por cuanto el ser humano es un ser espiritual y es un templo de Dios, Jesús, todo ser humano es un templo de Dios.
Así como el templo, tabernáculo que construyó Moisés y templo que construyó el rey Salomón era trino también: atrio, lugar santo y lugar santísimo; el atrio en el ser humano corresponde al cuerpo físico, el lugar santo en el ser humano corresponde al espíritu de la persona, y el lugar santísimo corresponde al alma de la persona.
El alma de la persona tipificada en el corazón, es el lugar para Dios morar, por eso cuando se predica, se le da la oportunidad a la persona que reciba a Cristo en su alma, en su corazón, porque el alma tipificado en el corazón, es el lugar santísimo de la persona como Templo espiritual.
Y ahora, podemos comprender porqué el templo que construyó Salomón y el tabernáculo que construyó Moisés tenía atrio, lugar santo y lugar santísimo; lo más importante es el lugar santísimo, es el lugar de la presencia de Dios en ese templo; y lo mas importante de la persona es el alma, por eso Jesús dijo:
“Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?
Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.” (San Mateo, capítulo 16, verso 26 al 28; y también en San Marcos, capítulo 8, versos 36 en adelante, al 38).
Y ahora, podemos ver que el ser humano es lo más importante de toda la creación de Dios, es lo único creado por Dios a Su imagen y semejanza. La imagen es el cuerpo angelical, en Dios es el cuerpo angelical llamado el Ángel del Pacto que aparecía a los profetas del Antiguo Testamento; por ejemplo le apareció a Moisés y le dice: “Yo soy el Dios de tu padre (o sea, el Dios de Amram, el padre de Moisés), el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.”
¿Cómo podía ser ese Ángel, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob? Porque esa es la imagen de Dios, o sea, el cuerpo angelical de Dios llamado el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, el Ángel de Dios, en el cual Dios colocó Su Nombre.
En el Éxodo, capítulo 3, versos 1 al 16, está la historia de la aparición de ese Ángel a Moisés; y Moisés siendo enviado para la liberación del pueblo, y Dios habiéndole dicho que Él estaría con él, Dios estaría con Moisés, Moisés le pregunta a Dios: “Si ellos me preguntan cuál es Tu Nombre, ¿qué les voy a contestar?” Y el Señor le dice que le dirá al pueblo: “YO SOY EL QUE SOY.’ Y le dirás: ‘YO SOY me envió a vosotros. Este es mi Nombre, mi memorial para siempre.”
Y ahora, es Dios en Su cuerpo angelical, es Dios en Su imagen que es el Ángel del Pacto; y por esa causa luego encontramos en el libro del Éxodo también, capítulo 23, versos 20 en adelante, palabras del mismo Dios diciendo… vamos a leer ese pasaje que es muy importante y que nos enseña mucho acerca del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob; porque si predicamos el Evangelio de Cristo, el Hijo de Dios, al cual Dios, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob ha enviado para Salvación, entonces necesitamos conocer quién es el Dios de Abraham. En el capítulo 23, versos 20 en adelante, de Éxodo, dice:
“He aquí yo envío mi Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado.
Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él.”
Muchos seres humanos han deseado conocer el Nombre de Dios, encontrar dónde está el Nombre de Dios, pero miren dónde Dios dice que está: está en Su Ángel, el Ángel del Pacto, el Ángel que le apareció al profeta Moisés.
“Pero si en verdad oyeres su voz e hicieres todo lo que yo te dijere, seré enemigo de tus enemigos, y afligiré a los que te afligieren.
Porque mi Ángel irá delante de ti…”
Y ahora, es un misterio ese Ángel de Dios; ese Ángel de Dios es el Ángel más misterioso de todos los ángeles; en muchas ocasiones lo encontramos apareciéndole a diferentes personajes bíblicos, y esas personas han dicho que han visto a Dios.
Tenemos el caso de Jacob cuando luchó con el Ángel, el varón que le apareció, en el capítulo 32, versos 24 al 32, del Génesis, con el cual luchó Jacob y no lo soltaba, luchó toda la noche con ese hombre, ese Ángel, o sea, con un hombre de otra dimensión, un extraterrestre diríamos en nuestro tiempo.
Y el Ángel le dice ya amaneciendo, rayando el alba, el Ángel le dice: “Suéltame, déjame que raya el alba,” ya el Ángel tenía que irse; y Jacob le dice: “Yo no te dejaré, no te soltaré hasta que me bendigas.” Así es que todo cristiano tiene que agarrarse de Dios hasta recibir la bendición de Dios.
Y ahora, el Ángel le dice: “¿Cuál es tu nombre?” Jacob le dice: “Jacob.” El Ángel le dice: “No se llamará más tu nombre Jacob sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres y has vencido.” Y le cambió allí el nombre, y entonces Jacob lo dejó ir, lo soltó. Y luego Jacob dice la Escritura de la siguiente manera…
Tenemos que conocer al Dios de los hebreos, tenemos que conocer al Dios de Jacob; vean lo que nos dice, capítulo 32, versos 28 en adelante:
“Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.
Entonces Jacob le preguntó, y dijo: Declárame ahora tu nombre. Y el varón respondió: ¿Por qué me preguntas por mi nombre? Y lo bendijo allí.
Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma.”
La Escritura nos dice que él vio al Ángel, al Ángel de Dios, y aquí Jacob está diciendo que vio a Dios cara a cara, y no vamos a decir que está mintiendo.
Vamos a ver a través de la Escritura la verdad acerca de lo que Jacob está diciendo, pues no solamente Jacob habla acerca de esto, sino que hay otras personas que hablaron en la misma forma de Jacob; y por consiguiente hay una verdad divina que tiene que ser dada a conocer al pueblo de Dios, para que conozcamos quién es Dios y quién es el Ángel de Dios.
En el capítulo 13 del libro de los Jueces, encontramos al Ángel de Dios apareciéndole a Manoa y a su esposa, la señora Manoa, y hablándoles de un hijo que Manoa y su esposa van a tener, y ella era estéril pero el Ángel le dice que van a tener un hijo.
Y ahora, luego de la experiencia que tiene Manoa y su esposa viendo al Ángel, y sacrifica un cabrito y lo ofrece a Dios, porque el Ángel dice que no iba a comer de lo que Manoa preparara, cuando ofrece a Dios en ofrenda ese cabrito y el fuego sube, el Ángel subió por el fuego, la llama de fuego; y entonces Manoa dice a su esposa: “Hemos visto a Dios cara a cara.” Vean aquí lo que nos dice en este pasaje, dice capítulo 13, versos 15 en adelante del libro de los Jueces:
“Entonces Manoa dijo al ángel de Jehová: Te ruego nos permitas detenerte, y te prepararemos un cabrito.”
O sea, lo mismo que Abraham hizo: que le ofreció una ternera a los tres ángeles que le visitaron. Ahora Manoa está haciendo lo mismo, extendiendo una invitación igual.
“Y el ángel de Jehová respondió a Manoa: Aunque me detengas, no comeré de tu pan; mas si quieres hacer holocausto, ofrécelo a Jehová. Y no sabía Manoa que aquél fuese ángel de Jehová.”
O sea, el Ángel más importante, y luego vamos a ver el porqué es el Ángel más importante, es el Ángel donde está el Nombre de Dios:
“Entonces dijo Manoa al ángel de Jehová: ¿Cuál es tu nombre, para que cuando se cumpla tu palabra te honremos?”
Siempre queriendo conocer el Nombre, el Nombre que está en el Ángel:
“Y el ángel de Jehová respondió: ¿Por qué preguntas por mi nombre, que es admirable?
Y Manoa tomó un cabrito y una ofrenda, y los ofreció sobre una peña a Jehová; y el ángel hizo milagro ante los ojos de Manoa y de su mujer.”
Este Ángel dice que Su Nombre es Admirable, y en Isaías, capítulo 9, versos 6 a 7, dice que el niño que va a nacer, el cual será el Mesías por supuesto, Su Nombre es: Admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de Paz. En palabras más claras, ese Ángel va a aparecer en la Tierra en carne humana, eso será Emanuel que traducido es: “Dios con nosotros,” Isaías, capítulo 7, verso 14. “Porque la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y se llamará su nombre Emanuel, que traducido es: ‘Dios con nosotros.”
Cuando nació Jesús, encontramos que ya Dios había dicho a José que sería Emanuel, por eso tenía que tener el nombre correspondiente; y el nombre era JESÚS. Ahora, esto está en San Mateo, capítulo 1, verso 23, donde dice que:
“Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo:
He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo,
Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros.”
Y se está refiriendo a Jesús, y a la virgen que se refiere es a la virgen María, en la cual se está cumpliendo esa promesa, había concebido como estaba prometido en Isaías, capítulo 7, verso 14.
Y ahora, continuamos aquí con el caso de Manoa, continuamos en el capítulo 13, verso 20. Continuamos, dice, del libro de los Jueces, dice:
“Porque aconteció que cuando la llama subía del altar hacia el cielo, el ángel de Jehová subió en la llama del altar ante los ojos de Manoa y de su mujer, los cuales se postraron en tierra.
Y el ángel de Jehová no volvió a aparecer a Manoa ni a su mujer. Entonces conoció Manoa que era el ángel de Jehová.
Y dijo Manoa a su mujer: Ciertamente moriremos, porque a Dios hemos visto.”
Lo mismo que había dicho Jacob: que había visto a Dios cara a cara, ahora Manoa dice a su esposa: “Hemos de morir porque hemos visto a Dios cara a cara; hemos visto a Dios.” ¿Y por qué ellos pensaban que iban a morir? Porque Dios le dijo al profeta Moisés: “No me verá hombre y vivirá.” Y si Dios así se lo había dicho a Moisés, así era. Pero Moisés vio la espalda o espaldas de Dios, cuando Dios pasó frente a él, pero Dios le había dicho ahí en el capítulo 33, del Éxodo.
“No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá.”
Y ahora, la Escritura también nos dice que no hubo ningún hombre, ningún profeta como Moisés que haya visto a Dios cara a cara, que Dios haya hablado con él cara a cara, como habla un hombre con otro hombre; así hablaba Dios con Moisés.
Y ahora, si pasamos a San Juan, capítulo 1, verso 18, veremos una aparente contradicción, porque esas personas han dicho que vieron a Dios cara a cara; Abraham también hablaba con Dios, comió con Dios, con esos tres varones que aparecieron: uno de ellos era el Señor. Capítulo 1 de San Juan, verso 18, dice:
“A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.”
Lo que vieron fue el cuerpo angelical de Dios, en palabras más claras, vieron al Hijo de Dios, a Cristo en Su Cuerpo angelical. Recuerdan que Cristo dijo en San Juan, capítulo 8, versos 56 al 58.
“Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.
Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?
Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.”
Pero Su cuerpo físico tenía alrededor de treinta a treinta y tres años de edad y había nacido en Belén de Judea. ¿Y cómo este hombre, este joven Jesús puede decir que era antes que Abraham, y había nacido en Belén de Judea, en la Casa del Pan de Dios? Es que Cristo en Su cuerpo de carne tenía de treinta a treinta y tres años de edad en esos días; pero en Su Cuerpo angelical, es antes que Abraham y antes que Adán también. Vamos a verlo, capítulo 1 mismo, verso 1 en adelante de San Juan, dice:
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
Este era en el principio con Dios.
Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.”
Y luego en el verso 9, dice:
“Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.
En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.
A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron (o sea, vino a los judíos, a los hebreos).
Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.”
Los que creen en el Nombre del Verbo, de aquella Luz verdadera que alumbra a todo hombre que venía y vino en medio del pueblo hebreo; y en Él está el Nombre de Dios. Recuerden que Él dijo: “Yo he venido en Nombre de mi Padre,” y si Él vino en el Nombre del Padre, entonces el Nombre del Padre está en Él, y si está en Él el Nombre del Padre, entonces Jesucristo es la persona más importante que ha pisado este planeta Tierra.
“Yo he venido en nombre de mi Padre.” (San Juan, capítulo 5, verso 43).
Y ahora, veamos cómo vino aquella Luz verdadera que alumbra a todo hombre, cómo vino el Verbo en medio del pueblo hebreo, capítulo 1 mismo, verso 14, dice… nos faltó el verso 13:
“Los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.”
O sea, no aquellos que nacen por medio de la unión de un hombre y de una mujer, sino aquellos que nacen de Dios por medio del nuevo nacimiento al creer en Cristo y recibirlo como único y suficiente Salvador, ser bautizados en agua en Su Nombre y recibir el Espíritu de Cristo y así obtener el nuevo nacimiento; así han nacido de Dios, han nacido del Cielo.
Recuerden que Cristo dijo a Nicodemo en San Juan, capítulo 3, verso 1 al 6: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del agua y del Espíritu, no puede entrar al reino de Dios.”
Nacer del Agua es nacer de la predicación del Evangelio de Cristo, y nacer del Espíritu es nacer del Espíritu Santo, esa es la forma de entrar al Reino de Dios, esa es la forma de nacer de nuevo, esa es la forma de nacer del Cielo; porque el nuevo nacimiento no es terrenal, es celestial, y por esa causa los que nacen del Cielo pertenecen al Cielo. “Porque nuestra ciudadanía no está en la Tierra, está en el Cielo, de donde también esperamos al Salvador, el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya.” (Filipenses, capítulo 3, versos 20 al 21).
O sea, que para los creyentes en Cristo la promesa es que van a ser transformados cuando Cristo venga con los santos que han muerto físicamente, los cuales resucitarán en el Día Postrero, los resucitará en cuerpos inmortales, incorruptibles, glorificados; y luego los que vivimos y estemos en esos días vivos seremos transformados, y entonces todos seremos iguales a Jesucristo con cuerpos eternos, cuerpos glorificados y jóvenes para toda la eternidad.
Ser un creyente en Cristo nacido de nuevo es el privilegio más grande que un ser humano puede tener, pertenece a una familia celestial: a la familia de Dios; eso está en Efesios, capítulo 2, versos 17 al 22, nos enseña que no somos advenedizos, sino que somos ciudadanos con los santos, somos miembros de la familia de Dios, o sea, hijos e hijas de Dios.
Y ahora, esa familia es el templo espiritual de Dios, la Iglesia del Señor Jesucristo, esa es como Iglesia, como Cuerpo Místico de creyentes la Belén espiritual, y Cristo como persona es el Belén espiritual también. La Casa del Pan de Dios, el Templo espiritual de Dios como individuo, y la Iglesia como Cuerpo Místico de creyentes, es la Casa de Dios, el Templo espiritual de Dios.
San Pablo, dice en Primera de Corintios, capítulo 3, algo muy importante con relación a la Iglesia del Señor Jesucristo; capítulo 3, verso 16 al 17 de Primera de Corintios, dice san Pablo.
“¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?
Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.”
Ahora, podemos ver que hay un Cuerpo Místico de creyentes que es Templo de Dios, que es la Casa de Dios, la familia de Dios, la descendencia de Dios, y por consiguiente también es la Casa del Pan de Dios, en términos espirituales es Belén: “Casa del Pan de Dios.”
Les debo una Escritura, cité el contenido hace algunos minutos, pero no les dí el pasaje dónde se encuentra: se encuentra en San Juan, capítulo 2, versos 19 al 22, donde dice:
“Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.”
Y sigue ahí este pasaje bíblico hablando de ese Templo que es Jesús; cuando resucitó entonces comprendieron que se refería a Su cuerpo físico.
Ahora, recuerden que está el tabernáculo Casa de Dios que construyó Moisés, el templo que construyó el rey Salomón, Templo de Dios, Casa de Dios; está también el cuerpo físico de Jesús como Templo de Dios, como Casa de Dios; está cada creyente en Cristo como individuo, como Casa de Dios, Templo de Dios, y está la Iglesia del Señor Jesucristo como Casa de Dios; en ambas casas tiene que estar el Pan de Dios, porque es la Casa del Pan de Dios.
En el tabernáculo que construyó Moisés y luego el que construyó el rey Salomón, estaba el Pan de Dios, estaba en la mesa del pan de la proposición, y luego también en el lugar santísimo, en una urna o vasija de oro estaba el maná que fue guardado y colocado en el arca del Pacto, eso es el maná escondido, estaba escondido de la vista de todas las personas.
El sumo sacerdote era el único que entraba al lugar santísimo y era el único que tenía acceso a todo lo que estaba allí para verlo; y cuando mudaban el tabernáculo de lugar, el sumo sacerdote y sus hijos, que eran los sacerdotes; porque los sacerdotes eran descendientes de Aarón, eran los que llevaban a cabo todas las labores de desarmar el lugar santísimo, llevarlo y después montarlo en el lugar donde se detuviera la Columna de Fuego; luego en el templo los sacerdotes se encargaban también del lugar santísimo.
Y ahora, podemos ver que desde la muerte de Cristo en adelante se abrió una nueva dispensación; al abrirse esa nueva dispensación han estado entrando a formar parte de la casa de Dios, que es la Iglesia del Señor Jesucristo, millones de seres humanos.
Ahora, el Templo de Dios compuesto por seres humanos tiene tres partes: Atrio, Lugar Santo y Lugar Santísimo; de Adán hasta Cristo tenemos el Atrio; de los apóstoles, del Día de Pentecostés en adelante, el Lugar Santo, donde la Iglesia ha estado pasando por diferentes etapas; y para este tiempo final en el Templo espiritual de Cristo que es Su Iglesia, corresponde el Lugar Santísimo. Y recuerden que ese Templo espiritual está siendo construido con Piedras vivas, dice el apóstol San Pedro en Primera de Pedro, capítulo 2, verso 4 al 9.
Es un Templo compuesto por seres humanos, un lugar de morada de Dios. La Iglesia es la Casa del Dios viviente, de eso habla San Pablo, en Primera de Timoteo, y lo vamos a leer porque estamos hablando de: “LA CASA DEL PAN DE DIOS.” Primera de Timoteo, capítulo 3, verso 14 al 16, dice:
“Esto te escribo, aunque tengo la esperanza de ir pronto a verte,
para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad.”
¿Cuál es la Casa de Dios conforme a estas palabras que le escribe San Pablo a Timoteo? Dice:
“…que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad.”
En la Iglesia del Señor Jesucristo está la verdad para ser dada a conocer a todos los seres humanos, está el Evangelio de Cristo.
Y ahora, veamos lo que nos dice el mismo Jesucristo en San Mateo, capítulo 24, versos 44 al 47:
“Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis.
¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a tiempo?
Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así.
De cierto os digo que sobre todos sus bienes le pondrá.”
¿Cuál es la Casa del Señor sobre la cual Él coloca siervos fieles y prudentes a través de la historia del Cristianismo? Es la Iglesia del Señor Jesucristo.
Y ahora, en la Casa de Dios, la Iglesia del Señor Jesucristo, es donde se le da el alimento espiritual de la Palabra de Dios a los seres humanos, a los que entran a la Casa de Dios, a los que entran a formar parte de la Iglesia del Señor Jesucristo, y ese alimento no es literal, es espiritual. “No solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios.”
El Pan que en la Casa de Dios es dado a los que vienen a formar parte de esa familia de Dios, de esa Casa de Dios, es la Palabra de Dios para el tiempo en que la persona está viviendo, ese es el alimento espiritual para el alma de los seres humanos. “No solamente de pan vivirá el hombre.”
El pan es para el cuerpo físico, pero para el alma es la Palabra de Dios. En Deuteronomio, capítulo 8, también nos habla de que: “No solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios;” de ahí, es que Jesús toma la cita que utiliza en San Mateo, capítulo 4, verso 4.
Y ahora, hemos estado viendo que hay una Casa en donde está el Pan de Vida eterna, el Pan de Dios, la Palabra de Dios, y esa es la Iglesia del Señor Jesucristo, en donde Dios ha colocado siervos fieles y prudentes de etapa en etapa.
Hay mensajeros para diferentes etapas de la Iglesia, y también pastores para alimentar las ovejas que Dios le ha dado en el lugar donde están como pastores, deben ser alimentadas con la Palabra de Dios, no con ideas humanas, con la Palabra de Dios que es el alimento para el alma de las ovejas del Señor.
Y ahora, hay una bendición grande en la Casa de Dios, ahí es que están las bendiciones de Dios: en la Casa de Dios, la familia de Dios, la Iglesia del Señor Jesucristo. Miren ustedes este pasaje de San Lucas, capítulo 19, lo que nos dice, verso 11 en adelante dice:
“Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente.”
Recuerden que todos los que estaban siguiendo a Jesús en aquellos días, los cuales sabían que Jesús era el Rey, el Mesías, esperaban que Él restaurara el Reino a Israel. Antes de subir al Cielo en el libro de los Hechos, capítulo 1, versos 1 al 9, le preguntan a Jesús: “Señor, ¿restaurarás tú el Reino en este tiempo a Israel?”
¿Ven? Ellos estaban esperando la restauración del Reino. ¿Qué es la restauración del Reino? Es la restauración del Reino de David, en donde el Mesías Príncipe se sentará en el Trono de David y reinará sobre el pueblo hebreo y sobre todas las naciones; eso fue lo que le dijo el Arcángel Gabriel a la virgen María en San Lucas, capítulo 1, versos 30 al 36: “Y reinará para siempre.”
Recuerden que Cristo también dijo a Sus discípulos, enseñándoles cómo orar al Padre, ahí en la oración del Padre nuestro de San Mateo, capítulo 6, versos 9 en adelante, les dice que orando digan: “Padre nuestro que estás en los Cielos, santificado sea Tu Nombre. Venga tu Reino. Hágase tu voluntad como en el Cielo, también en la Tierra.”
Es en el Reino del Mesías que será establecido en la Venida del Reino de Dios a la Tierra y Venida del Señor a la Tierra, que se hará la voluntad en la Tierra como en el Cielo; en ningún otro reino se hará la voluntad de Dios como se hace en el Cielo, solamente en el Reino del Mesías; por eso es tan importante la Venida del Señor.
Y ahora, continuemos leyendo este pasaje:
“Dijo, pues: Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver.”
Y ese hombre noble es el Señor que estaba con ellos, el Mesías, el Rey de Israel; y recuerden que es descendiente del rey David, por medio de María a través de Natán hijo de David, del rey David, y por medio de José el cual lo adoptó como suyo y por consiguiente tiene todos los derechos de hijo, aunque no era hijo de José sino del Espíritu Santo y por consiguiente de Dios, pero al ser adoptado por José, tiene los derechos que tiene José, y José es un descendiente del rey David por medio de la línea de Salomón; y por consiguiente Jesús es un hombre noble, de la nobleza, de la realeza, descendiente del rey David, es hijo de David.
Y ahora, Él se fue a un lugar lejano, un país lejano; los discípulos no sabían, no comprendían que Él tenía que irse a un lugar lejano, pero Él ya se lo había dicho a ellos; vean aquí en San Mateo, capítulo 26, versos 63 al 64 dice, cuando estaba siendo juzgado, dice:
“Mas Jesús callaba. Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios.
Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.”
Y ahora, podemos ver que Él sabía que tenía que irse a un lugar lejano, a la Casa del Padre para recibir un Reino, para recibir el Reino celestial de Dios, y por eso luego de resucitado y subir al Cielo, luego en San Mateo, capítulo 28, versos 16 al 20, vuelve a estar con ellos durante cuarenta días, y dice a ellos: “Todo poder me es dado en el Cielo y en la Tierra.” Y el que tiene el poder es el que está en el Trono, es que se sentó en el Trono celestial de Dios. Y para tener más evidencia de que eso sucedió, Apocalipsis, capítulo 3, versos 20 al 21, lo confirma; y dice:
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.
El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”
Es un mensaje para la Iglesia del Señor a través de todos los tiempos.
Y ahora, Cristo promete sentar con Él en Su Trono, ¿cuál es el Trono de Cristo? El Trono de David. El Trono donde Él se sentó es el Trono del Padre en el Cielo, el Trono del Reino celestial; pero el Trono del Reino terrenal de Dios, es el Trono de David, eso usted lo puede confirmar si desea, en Primera de Crónicas, capítulo 28 y capítulo 29; vean aquí, dice capítulo 28 de Crónicas, verso 4 en adelante, dice:
“Pero Jehová el Dios de Israel me eligió de toda la casa de mi padre, para que perpetuamente fuese rey sobre Israel; porque a Judá escogió por caudillo, y de la casa de Judá a la familia de mi padre; y de entre los hijos de mi padre se agradó de mí para ponerme por rey sobre todo Israel.
Y de entre todos mis hijos (porque Jehová me ha dado muchos hijos), eligió a mi hijo Salomón para que se siente en el trono del reino de Jehová sobre Israel.”
El Trono del Reino de Dios sobre Israel es el Trono de David, donde luego se sentó el rey Salomón. Ahora, el Trono celestial de Dios está en el Cielo, donde Cristo se sentó con el Padre, pero el Trono de Dios terrenal, es el Trono de David, también lo confirma Primera de *Crónicas, capítulo 29, versos 22 al 23, donde dice:
“Y comieron y bebieron delante de Jehová aquel día con gran gozo; y dieron por segunda vez la investidura del reino a Salomón hijo de David, y ante Jehová le ungieron por príncipe, y a Sadoc por sacerdote.
Y se sentó Salomón por rey en el trono de Jehová en lugar de David su padre, y fue prosperado; y le obedeció todo Israel.”
¿En qué trono se sentó el rey Salomón? Dice que se sentó Salomón en el Trono de Jehová en lugar de David su padre. El Trono de Dios terrenal es el Trono de David, el Reino de Dios terrenal es el Reino de David, de ese Reino es que le preguntaban a Cristo: “¿Restaurarás tú el Reino a Israel en este tiempo?”
Ese es el Trono por el cual se ha estado luchando y se estará luchando en este tiempo. En los días de Jesús se estaba luchando por el Trono celestial, quién se sentaría en el Trono celestial, pero ya Cristo se sentó, ya no hay más lucha de quién se sentaría en el Trono celestial; pero ahora es quién se sentará con Cristo en Su Trono, así como Cristo se sentó con el Padre en el Trono celestial, pues Cristo dice:
“Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.” [Apocalipsis 3:21].
La contestación es sencilla, San Mateo, capítulo 24, versos 45 en adelante:
“¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa (y Su Casa es Su Iglesia) para que les dé el alimento a tiempo?”
O sea, para que les dé la Palabra a tiempo, o sea, la Palabra que corresponde ser dada al pueblo para alimentar el alma, el corazón de todos los miembros de la Iglesia del señor Jesucristo. ¿Quién es ese siervo fiel y prudente que estará viviendo en el tiempo final? Porque es para que el esté viviendo en el tiempo final, el cual cuando su Señor venga… vea:
“Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así…”
O sea, el siervo fiel y prudente, el mensajero de Dios para el tiempo final que esté dándole el alimento espiritual a tiempo, el mensaje final de Dios, tendrá la bendición que Cristo tuvo cuando venció, subió al Cielo y se sentó con el Padre en el Cielo, en esa misma forma es que Cristo dice: “Así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en Su Trono, yo le daré que se siente conmigo en mi Trono.”
O sea, que el siervo fiel y prudente que tendrá el alimento espiritual para el pueblo de Dios, para la Iglesia en el tiempo final, en el Día Postrero, tendrá esa bendición, estará dando el alimento espiritual de la Palabra de Dios, el Evangelio de Cristo, el Evangelio de la Gracia y el Evangelio del Reino, o sea, tendrá una doble porción de alimento espiritual para la Iglesia del Señor Jesucristo, para todo ser humano que recibirá el alimento para el alma.
Por lo tanto, eso será la lluvia temprana y tardía cayendo sobre la Iglesia, la lluvia temprana del Evangelio de la Gracia y la lluvia tardía del Evangelio del Reino, ese será el mensajero con el mensaje del Evangelio del Reino para predicarlo a los judíos.
Por eso es que en otros tiempos han tratado de convertir al pueblo hebreo, a los judíos o el pueblo hebreo a Cristo y no han podido, es que con el Evangelio de la Gracia no será que el pueblo hebreo escuchará la Voz de Dios, es con el mensaje del Evangelio del Reino y solamente el siervo fiel y prudente que estará en el Día Postrero, en la Casa del Pan de Dios, en la Casa de la Palabra de Dios para el pueblo, alimentando al pueblo de Dios, será con ese mensajero el cual tendrá el mensaje del Evangelio del Reino, el Pan de Dios para el pueblo hebreo, y saldrá de la Casa de Dios que es la Casa del Pan de Dios. Tan sencillo como eso.
Cuando veamos a ese mensajero, estaremos viendo quién estará sentado con Cristo en Su Trono; porque Cristo dijo que se sentará con Él en Su Trono, y ese será el siervo fiel y prudente al cual Su Señor pondrá sobre todos sus bienes, o sea, será el administrador, diríamos Virrey, o diríamos Primer Ministro del Reino del Mesías, del Reino del Señor.
O sea, que tendrá una posición muy importante en el Reino del Señor, estará con Él reinando; como Cristo subió al Cielo, se sentó en el Trono de Dios y ha estado reinando; todas las potestades, todos los poderes, todos: Arcángeles, autoridades, todo está sujeto a Cristo porque Él está sentado en el Trono, y al que está sentado en el Trono está sujeto todo, todas las autoridades; como en una nación que tiene la monarquía, todos los que están en diferentes posiciones de gobierno están sujetos al rey, y en un país en donde tienen presidente, los gobernadores, los alcaldes, los senadores, también los demás que tienen posiciones de gobierno, todos están sujetos al presidente. Tan sencillo como eso.
Y así también en el Cielo: todas las autoridades del Cielo están sujetas a Cristo, en Efesios usted encuentra sobre todo ese tema y en Colosenses también, y en otros pasajes bíblicos de las cartas apostólicas, y la Palabra de Cristo que dijo: “Todo poder me es dado en el Cielo y en la Tierra.”
Hemos visto cuál es la Casa del Pan de Dios y hemos visto cuál es el Pan de Dios: la Palabra de Dios. “Porque no solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios.” El siervo fiel y prudente lo que da es el alimento espiritual a tiempo, para eso es colocado en la Casa de Dios. “¿Quién es el siervo fiel y prudente al cual su Señor puso sobre su casa, para que les dé el alimento a tiempo?”
“LA CASA DEL PAN DE DIOS.”
Esa es la Iglesia del Señor Jesucristo como Cuerpo Místico de creyentes, a esa Casa entran por la puerta que es Cristo, el cual dijo: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo.” [San Juan 10:9].
Entran a esa Casa para tener la Salvación y Vida eterna y para ser alimentados con la Palabra de Dios. Si hay alguna persona que todavía no ha entrado a la Casa de Dios para formar parte de la Casa de Dios, de la familia de Dios… recuerden que esa Casa es una familia: la familia de Dios, la Casa de Dios. Si hay alguno que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador para ser parte de esa Casa, lo puede hacer en estos momentos y estaremos orando por usted, ya yo lo recibí como mi único y suficiente Salvador y Él me colocó en Su Casa, Su Iglesia. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también.
Si hay alguno que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, lo puede hacer en estos momentos y estaremos orando por usted para lo cual puede pasar acá al frente para que oremos por usted; los que están en otras naciones también pueden venir a los Pies de Cristo, los que todavía no han venido a los Pies de Cristo.
Dios tiene mucho pueblo en esta Ciudad de Belem y los está llamando; usted está escuchando el Evangelio de Cristo porque el nombre suyo está escrito en el Cielo en el Libro de la Vida, usted es una oveja del Señor, y aunque no lo sabía, así es.
Y ahora, usted ha escuchado la predicación del Evangelio de Cristo y nació la fe de Cristo en vuestra alma; está creyendo en Cristo.
Y ahora, se está cumpliendo en usted las palabras de San Pablo en Romanos, capítulo 9; él dice que la fe viene por el oír. Usted ha estado escuchando el Evangelio de Cristo, y vino la fe, nació la fe de Cristo en su alma, y con el corazón se cree para justicia, está creyendo en Cristo, pero con la boca se confiesa para Salvación.
Ahora, tiene la oportunidad de confesar a Cristo como su único y suficiente Salvador para Salvación; recuerden que Cristo dijo: “Mis ovejas oyen mi Voz y yo las conozco y me siguen, y yo les doy Vida eterna.” [San Juan, 10:27].
Es para recibir la Vida eterna que recibimos a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador. Los niños de diez años en adelante también pueden venir a los Pies de Cristo, Él dijo:
“Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos.”
El ser humano en su vida hace muchas decisiones y hace grandes decisiones, pero hay una que lo coloca en la Vida eterna, una sola, y esa es recibir a Cristo como único y suficiente Salvador, no hay otra decisión que el ser humano puede hacer que lo coloque en la Vida eterna. Recibir a Cristo como Salvador es un asunto de Vida eterna.
“Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?
Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.” (San Mateo, capítulo 16, versos 26 al 28).
Lo más importante es la vida, sin la vida no importan cuántas riquezas usted pueda obtener, sin la vida no importa la profesión que usted haya adquirido, la vida es lo más importante, si pierde la vida, perdió todo; y si así es con esta vida terrenal, ¿cuánto más con la Vida eterna?
Lo más importante es la Vida eterna, cuando se nos acaba esta vida terrenal continuamos viviendo, lo que se acabó fue la vida del cuerpo físico, pero el ser humano siendo alma, espíritu y cuerpo, solamente murió su cuerpo físico, sigue viviendo en otra dimensión; y si sirve a Cristo va al Paraíso a vivir, y luego regresará con Cristo en la Venida de Cristo, será resucitado en un cuerpo eterno y glorificado para vivir eternamente con Cristo en Su Reino. Tan sencillo como eso; porque usted hizo la decisión más importante de su vida: recibir a Cristo como único y suficiente Salvador.
“El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.” (San Juan, capítulo 5, verso 24).
Pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo; ya dentro de algunos segundos estaremos orando por todos ustedes.
La única esperanza que hay para el ser humano es Cristo, no hay otra esperanza, el mismo Cristo dijo: “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá; y todo aquel que vive y cree en mí no morirá eternamente.” Esas son las Palabras que le habló Cristo a Marta, la hermana de Lázaro, cuando Cristo fue a resucitar a Lázaro, ahí en el capítulo 11 de San Juan, versos 25 al 27.
La única esperanza para el ser humano es Cristo, sin Cristo usted no tiene esperanza de Vida eterna, usted no tiene esperanza de una vida eterna, usted no tiene esperanza de una resurrección en un cuerpo eterno; pero con Cristo tenemos la esperanza de vivir eternamente, y lo creemos con toda nuestra alma.
Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que están viniendo a los Pies de Cristo. En las demás naciones pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo para que queden incluidos en la oración que estaremos haciendo.
Dios tiene mucho pueblo en esta ciudad de Belem y en todas las ciudades de la República del Brasil y en todas las naciones, y los está llamando en este tiempo final.
Si oyes hoy Su Voz, no endurezcas tu corazón, tú eres una oveja del Señor, por eso estás escuchando la predicación del Evangelio de Cristo; es una buena noticia saber que nuestros nombres están escritos en el Cielo en el Libro de la Vida.
En una ocasión vinieron a Jesús Sus discípulos, los cuales habían sido enviados por Cristo a predicar el Evangelio y a sanar enfermos y a echar fuera demonios, y cuando regresan vienen contentos, felices diciendo a Jesús: “Señor, aun los espíritus se nos sujetan en Tu Nombre.” Cristo les dice: “No os gocéis de que los espíritus se os sujetan en mi Nombre, gozaos de que vuestros nombres están escritos en el Cielo.”
Y eso es lo que trae gozo: que nuestros nombres están escritos en el Cielo y Él dijo que Él llamaría a Sus ovejas por su nombre. Él está llamando, Él me llamó a mí también. ¿Y a quién más? A cada uno de ustedes también, y en esta ocasión les ha tocado a ustedes escuchar el llamado de Cristo y venir a los Pies de Cristo.
Vamos a orar por todos los que han venido a los Pies de Cristo que están presentes y los que están en otras naciones. Si falta alguno por venir, puede venir, es para usted el llamado.
Ser parte de la Casa de Dios, de la familia de Dios, es el privilegio más grande que una persona tiene; como en una nación ser parte de la realeza, es el privilegio más grande que una persona tiene, es la posición más alta: ser un miembro de la realeza; y ser un miembro de la Iglesia del Señor Jesucristo es ser un miembro de la realeza celestial, es ser un miembro de la familia del Rey del Cielo y de la Tierra, del Rey de reyes y Señor de señores.
Por eso es que dice la Escritura que Cristo con Su Sangre nos ha limpiado de todo pecado y nos ha hecho para nuestro Dios, Reyes y Sacerdotes, nos ha hecho miembros de la familia de Dios, nos ha hecho miembros de la realeza, eso es por medio del nuevo nacimiento.
Con nuestras manos levantadas al Padre, al Cielo, y nuestros ojos cerrados… si falta todavía alguna persona por venir, puede venir… nuestros ojos cerrados, ya vamos a orar por todos ustedes.
Y ahora, todos con nuestros ojos cerrados, los presentes y los que están en otras naciones, los que han venido a los Pies de Cristo en estos momentos, repitan conmigo esta oración:
Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón, creo en Ti con toda mi alma, creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo dado a los hombres en que podemos ser salvos, creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.
Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador. Doy testimonio público de mi fe en Ti y Te recibo como mi único y suficiente Salvador.
Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre.
Señor, Sálvame. Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén.
Y con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, todos decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén.
Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado, porque ustedes le han recibido como vuestro único y suficiente Salvador. Ustedes me dirán: “¿Cuándo me pueden bautizar?” Pues Cristo dijo:
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” [San Marcos 16:15-16].
Por cuanto ustedes han creído en Cristo como vuestro único y suficiente Salvador, pueden ser bautizados lo más pronto posible y el ministro les dirá cuándo tendrán bautisterios y ropas bautismales para que ustedes puedan ser bautizados.
Y los que están en otras naciones si tienen bautisterios y ropas bautismales, pueden ser bautizados en estos momentos; y donde no hay por el momento esas facilidades, entonces el próximo domingo pueden ser bautizados en agua. Pregunto si hay aquí bautisterios, agua, ropas bautismales. Me informan que sí, por lo tanto pueden ser bautizados. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.
El bautismo en agua no quita los pecados, es la Sangre de Cristo la que nos limpia de todo pecado, pero el bautismo en agua es un mandamiento del Señor Jesucristo, el mismo Cristo fue bautizado por Juan el Bautista; y si Cristo fue bautizado, cuánto más nosotros necesitamos ser bautizados porque es un mandamiento del Señor, en el cual nos identificamos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección.
Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; y cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, tipológicamente está siendo sepultado; y cuando lo levanta de las aguas bautismales, está resucitando a una nueva vida: a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno.
Tan sencillo como eso es la tipología, el simbolismo del bautismo en agua. Por lo tanto, bien pueden ser bautizados. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento, recordando que la meta es nacer de nuevo, nacer en el Reino de Cristo, y el deseo de ustedes es nacer en el Reino de Cristo lo más pronto posible.
Que Dios les bendiga y les guarde, y nos continuaremos viendo por toda la eternidad; dejo al ministro correspondiente para que les indique cómo hacer para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y en cada nación dejo al ministro correspondiente para que haga en la misma forma.
Fue un privilegio y bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, continúen pasando todos una noche feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.
“LA CASA DEL PAN DE DIOS.”