Josué pasando el pueblo a la tierra prometida

Entrega De Reconocimiento:

Aprecio y agradezco mucho este detalle tan significativo de la comunidad guambiana, que me ha sido otorgado en estos momentos; mi aprecio y saludo a todos ustedes de la comunidad guambiana, y que Dios les bendiga grandemente y les prospere espiritualmente y materialmente también.

Dios les bendiga, y sigan pasando un día feliz, lleno de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.

Muy buenos días, amables amigos y hermanos presentes, y los que están a través del satélite Amazonas o de internet en diferentes naciones; a todos los ministros y sus congregaciones, que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes.

Para esta ocasión quiero expresarles mi aprecio y agradecimiento por el respaldo que le están dando al proyecto de La gran Carpa-Catedral en Puerto Rico, y también el respaldo que le están dando a la obra misionera y evangelística en todas las naciones, los ministros con sus congregaciones junto al misionero Miguel Bermúdez Marín; y también el respaldo que le están dando a AMISRAEL, el cual aprecio y agradezco mucho a todos ustedes.

A la comunidad guambiana presente y también los que están allá en su comunidad, mis saludos, y que Dios los bendiga grandemente.

Para esta ocasión leemos un pasaje bíblico en el libro de Josué, capítulo 1, versos 1 al 9, donde nos dice:

“Aconteció después de la muerte de Moisés siervo de Jehová, que Jehová habló a Josué hijo de Nun, servidor de Moisés, diciendo:

Mi siervo Moisés ha muerto; ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel.

Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie.

Desde el desierto y el Líbano hasta el gran río Eúfrates, toda la tierra de los heteos hasta el gran mar donde se pone el sol, será vuestro territorio.

Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé.

Esfuérzate y sé valiente; porque tú repartirás a este pueblo por heredad la tierra de la cual juré a sus padres que la daría a ellos.

Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas.

Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.

Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.”

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

“JOSUÉ PASANDO EL PUEBLO A LA TIERRA PROMETIDA.”

Siendo que todo el Antiguo Testamento, todo lo que está escrito en el Antiguo Testamento, todo lo que está escrito desde Génesis hasta Malaquías, luego viene a ser tipo y figura de lo que en el nuevo Pacto, en el Nuevo Testamento, se lleva a cabo en el Programa Divino en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo. Por esa causa el apóstol Pablo nos dice en Romanos, capítulo 15, verso 4:

“Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza.

Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús,

para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.”

Y ahora, las cosas que se escribieron antes, están escritas para nuestra enseñanza. Y en esta ocasión, lo que ha sido escrito aquí en Josué, capítulo 1, verso 1 al 9, lo cual fue historia en aquel evento del cruce del Jordán, ahora hay una enseñanza para el Cristianismo, para todo ser humano; ya que así como hubo un pueblo esclavizado en Egipto en el imperio o reino del faraón, el pueblo hebreo, los descendientes de Abraham, hijos de Abraham por medio de Jacob y los doce patriarcas hijos de Jacob, ahora encontramos que en el nuevo Pacto hay un pueblo que fue reflejado en el pueblo hebreo que estaba esclavizado en Egipto.

Ahora, encontramos que este pueblo que surgió allá en el tiempo de Josué, fueron unos setenta a Egipto, de los hijos de Israel juntamente con Israel, que es Jacob; y ahora se multiplicaron allá en Egipto, en Gosén, vivieron muy bien en el tiempo de José, porque José era el virrey, era el primer ministro del imperio del faraón; pero luego que vino otro rey y también murió José, el pueblo hebreo allá en Egipto fue esclavizado.

Aun para el tiempo en que tenía que nacer Moisés, el faraón ordenó la muerte de todos los niños, todos los niños varones que iban a nacer para que no los dejaran nacer vivos, por causa de que el faraón con sus asesores pensaron que por cuanto este pueblo era muy grande y fuerte, en una guerra con un pueblo enemigo, el pueblo hebreo se podía poner de parte de ese otro reino y otro ejército que vendría, y derrotarían a los egipcios. Esa fue la razón política. Pero en sí la razón que hubo en otra dimensión, la dimensión del reino de las tinieblas, era que para ese tiempo el pueblo hebreo estaba clamando a Dios y Dios les había prometido libertarlos de la esclavitud en Egipto, y para eso tenía que tener un hombre en la Tierra a través del cual Dios se manifestara y libertara al pueblo.

Y por cuanto en el cielo Dios muestra las cosas que va a hacer en la Tierra, muestra las señales en el cielo, para ese tiempo los magos, los sabios del reino del faraón, vieron las señales o la señal del nacimiento del libertador; primero se ve en el cielo la señal y después aparece en la Tierra el libertador, el mensajero de Dios.

Como fue en el tiempo en que nació Abraham también y como fue en el tiempo en que nació Jesús, la señal del Mesías fue vista en el cielo, que fue llamada la “estrella de Belén,” pues “de Jacob (dice) que saldrá una Estrella” (eso está por allá por el capítulo 20 ó 24 de Números, verso 17). Y esa señal en el Cielo, esa estrella en el cielo, sería la señal para el nacimiento del Mesías.

Y ahora, para el tiempo de la liberación del pueblo hebreo para ese siglo, apareció una señal en el cielo que ellos interpretaron que era la señal del libertador. Y a Egipto no le convenía perder ese más de medio millón de personas, que estaban como esclavos sirviéndole al reino del faraón. Estaban como esclavos, no le tenían que pagar, sino que le daban comida y donde dormir.

Y ahora, Dios le había prometido a Abraham que su descendencia sería esclava en tierra ajena, no le dijo cuál sería ese territorio, pero que sería por cuatrocientos años esa esclavitud, no se cuentan los primeros años, porque en los primeros años no estaban como esclavos, porque José estaba con ellos; y luego dice que “Dios los libertaría con mano poderosa y castigaría a la nación que los tendría oprimidos.” Eso está en Génesis, capítulo 15, versos 12 al 19; y que saldrían con gran riqueza.

Ahora, todo eso es tipo y figura luego de los hijos e hijas de Dios, las ovejas del Padre que le serían dadas al Mesías, al Cristo, al Ungido, para que las buscara y les diera Vida eterna. Pues Cristo dice en San Lucas, capítulo 19, verso 10:

“Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.”

O sea, que vino a buscarme a mí, y a salvarme a mí, ¿y a quién más? A cada uno de ustedes también. También dice San Mateo, capítulo 18, versos 11 al 14, que el Hijo del Hombre vino a salvar, a buscar lo que se había perdido. Y dice: “Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿no va por los montes y collados buscándola? Y si la halla, ¿no la toma en sus brazos, en su hombro, y no va y lo anuncia a sus amigos, diciéndoles que ha hallado, ha encontrado la oveja que se le había perdido?” Vamos a leerlo para que tengan el cuadro claro de este pasaje bíblico que habla de mí y de cada uno de ustedes también; aquí estamos nosotros retratados en la Escritura. Capítulo 18 de San Mateo, versos 10 al 14, dice:

“Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos.”

Y ahora vean, hablando de los creyentes en Él, Cristo dice que los ángeles de estos pequeños ven el rostro de nuestro Padre celestial en el Cielo, ven el rostro de Dios el Padre, en el Cielo. Aquí Cristo muestra que cada creyente en Él tiene un ángel, el ángel de cada creyente es el Espíritu Santo, el espíritu, el cuerpo angelical que tiene cada persona.

“Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido.

¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado?

Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija más por aquélla, que por las noventa y nueve que no se descarriaron.

Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños.”

No es la voluntad de Dios que nos perdamos, no es la voluntad de Dios que una oveja del Padre se pierda; para evitar que se pierda una oveja del Padre, envió a Su Hijo Jesucristo como el buen Pastor para buscar y salvar esas ovejas que se habían perdido, que se habían perdido porque Adán y Eva pecaron allá en el Huerto del Edén; y por consiguiente todo ser humano que nace en la Tierra, nace perdido, porque nace sin Vida eterna; o sea, nace vivo a una vida temporera pero muerto a la Vida eterna.

Por eso Cristo también dijo que viene la hora y ahora es cuando los muertos escucharán la Voz del Hijo de Dios y se levantarán, resucitarán, saldrán a resurrección de Vida.

Y ahora, a través de los diferentes siglos de Cristo hacia acá, ha estado ocurriendo una resurrección a Vida eterna, por medio de Cristo nuestro Salvador obrando en cada creyente en Él, obrando esa redención, siendo restaurados a la Vida eterna de donde vinieron.

Ahora, esto es también lo que sucedió con el pueblo hebreo, que fue sacado del reino del faraón, pasado por el desierto, llevado al monte Sinaí para recibir la Ley divina, y luego llevado por el desierto hasta frente al Jordán, donde terminó su trayectoria el profeta Moisés, y solamente les repartió a las dos tribus y media la tierra antes de cruzar el Jordán. Pero Dios le había dicho que por cuanto hirió la roca dos veces allá en Cades-barnea y no glorificó a Dios, no pasaría Moisés al otro lado del Jordán, a la tierra prometida.

Moisés luego reconoció su error y quería que Dios lo dejara pasar al otro lado, a la tierra prometida, pero Dios le dijo que no pasaría. Fue triste para Moisés y para todo el pueblo, pero ya Dios dijo que no iba a pasar al otro lado, a la tierra prometida, sino que solamente la iba a ver desde un monte, donde Dios le dijo: “Sube al monte, y desde allí vas a ver la tierra que yo he prometido al pueblo.”

Ahora, ¿por qué por herir la roca como la había herido la primera vez allá en el monte Sinaí? Y ahora hiere la roca en la misma forma que lo había hecho, y ahora Dios le dice que por esa causa no va a entrar a la tierra prometida; es que para la primera roca allá en el monte Sinaí, Dios le dijo que la hiriera, pero para la segunda roca allá en Cades-barnea, Dios le dijo que le hablara a la roca delante de todo el pueblo y la roca le daría agua.

Es que las cosas hay que hacerlas como Dios dice, no es como usted y yo pensemos que debemos hacer las cosas; es como Dios dice que hay que hacer las cosas. Algunas personas dicen: “Pero es que en cierto tiempo se hacía de esta forma.” Sí, pero hay que hacer de la forma que corresponde al tiempo en que uno está viviendo, conforme a lo que Dios dice que hay que hacer para el tiempo en que uno está viviendo.

Por lo tanto, Moisés, al no hacer exactamente como Dios le dijo: hablarle a la roca para que le diera agua, sino que con ira hirió la roca… cuando se hace la Obra de Dios con ira la persona tiene problemas; algo le está añadiendo al trabajo que está haciendo. Al añadirle ira, entonces para que haya ira sale el amor, y la Obra de Dios tiene que ser hecha en y con amor.

Por lo tanto, Moisés tuvo ese grave problema, Dios se llenó de ira contra Moisés.

Ahora, ¿cuál es la enseñanza para nosotros? Porque las cosas que fueron escritas, han sido escritas para nuestra enseñanza. ¿Qué enseñanza hay ahí? Lo primero es que la roca en el Sinaí representa a Cristo, dice Pablo “y la roca que les seguía, era Cristo.” En la roca del monte Sinaí está tipificado Cristo en Su primera Venida.

Ahora, el pueblo sin agua iba a perecer, y el agua representa el Espíritu Santo; y el único que tiene el agua de Vida eterna es Cristo, la roca que los seguía. Ahora Cristo, la roca que los seguía, es el Ángel del Pacto, tipificado en la roca física que iba a dar agua para el pueblo. Cristo dijo en San Juan, capítulo 7 (y vamos a leerlo), versos 37 al 39, esto fue en el último y gran día de la fiesta, o sea, el día final de la fiesta de los tabernáculos. En el capítulo 7, verso 2, dice:

“Estaba cerca la fiesta de los judíos, la de los tabernáculos…”

Esto fue cuando Él fue para ese sitio, pero ya en el último día de esa fiesta (ya llevaba unos cuántos días allí), ahora, dice capítulo 7, versos 37 al 39:

“En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.

El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.

Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.”

Y ahora, para recibir el agua que Cristo está prometiendo aquí, que es el Espíritu Santo, hay que creer en Él como dice ¿quién? La Escritura:

“El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu Santo que habían de recibir los que creyesen en él…”

Esta es el agua que salta para Vida eterna, prometida por Cristo a la mujer samarita en el capítulo 4, verso 14 de San Juan, donde dice (del 13 al 14):

“Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.”

El agua que salta para Vida eterna es el Espíritu Santo.

Y ahora, encontramos que el Espíritu Santo está prometido para ser recibido por todos los creyentes en Cristo. Y el Espíritu Santo estaría obrando por medio de la Palabra que estaría siendo predicada, el Evangelio de la Gracia, el Evangelio de Cristo, para que todo aquel que en Él cree, en Cristo cree, no se pierda, mas tenga Vida eterna; y Cristo le daría el Espíritu Santo y produciría en la persona el nuevo nacimiento.

Y ahora, encontramos que entrar a la Vida eterna, vean ustedes, tiene un orden divino; y para obtener la Vida eterna la persona tiene que ir al que tiene la exclusividad de la Vida eterna, y ese es Jesucristo nuestro Salvador.

Dios nos ha dado Vida eterna y esta Vida está en Su Hijo Jesucristo; el que tiene al Hijo tiene la vida, o sea, tiene la Vida eterna; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida, no tiene la Vida eterna, lo que tiene es una vida temporera que se le va a terminar y la persona no sabe cuándo se le va a terminar esta vida terrenal que tiene. Cristo dijo: “Buscad primeramente el Reino de Dios y Su justicia.” O sea, que lo que el ser humano tiene que buscar primero aquí en la Tierra es el Reino de Dios y Su justicia para tener Vida eterna, para entrar al Reino de Dios.

¿Y cómo entramos al Reino de Cristo al Reino de Dios? Pues Cristo le dijo a Nicodemo, el cual estaba muy interesado en el Reino de Dios, y en San Juan, capítulo 3, verso 1 al 6, Nicodemo va a Jesús y le dice, va de noche y le dice: “Sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas cosas que tú haces si no está Dios con él.” Reconoció que las obras que Cristo hacía eran de Dios. No estaba en contra de Cristo Nicodemo, como tampoco José de Arimatea, y tampoco Gamaliel, el gran maestro de Israel. Ahora, Cristo le dice inmediatamente:

“De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.”

Ahora, nosotros para ver el reino terrenal en el cual vivimos, ¿qué tuvimos que hacer? Nacer. El que no nació, no ve el reino terrenal que nosotros vemos.

Y ahora, cuando Cristo le dice que tiene que nacer de nuevo para ver el Reino, “el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios, el Reino,” Nicodemo le dice: “¿Cómo puede hacerse esto?” Porque estaba interesado en ver el Reino de Dios. “¿Puede acaso el hombre ya siendo viejo, entrar en el vientre de su madre y nacer?” Estaba interesado, quería saber cómo nacer de nuevo.

Y Cristo le dice: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.” Y ahí le da la fórmula o el secreto de cómo entrar al Reino de Dios: naciendo del Agua y del Espíritu, esto es nacer del Evangelio de Cristo y del Espíritu Santo, para así entrar al Reino de Vida eterna que es el Reino de Cristo. Para lo cual Cristo con Su muerte en la Cruz del Calvario, llevó a cabo la Obra de Redención para libertarnos del reino de las tinieblas que está tipificado en el reino del faraón.

El reino de las tinieblas, del maligno, ha tenido desde la caída del ser humano en el Huerto del Edén, ha tenido cautiva y esclavizada a la humanidad; pero el libertador, representado en Moisés el libertador, que es Cristo, vino para buscar y salvar lo que se había perdido, o sea, que vino para llevar a cabo un segundo éxodo. Libertando del reino de las tinieblas a toda la descendencia de Dios, que también son los descendientes de Abraham, porque todos los creyentes en Cristo, todos son hijos de Abraham, dice San Pablo en Gálatas, capítulo 3, conforme a lo que está escrito. Y en el capítulo 4 también nos habla nos habla de lo mismo: “Y por cuanto sois hijos (dice en el capítulo 4 de Gálatas), Dios envió el Espíritu de Su Hijo, el Espíritu de Cristo a nuestros corazones.”

Y ahora, podemos ver que lo que pasó con el pueblo hebreo es tipo y figura de lo que pasaría con la Iglesia del Señor Jesucristo.

Y ahora, en el sentido espiritual, encontramos que aquella roca primera en el monte Sinaí siendo tipo y figura de la primera Venida de Cristo, tenía que ser herida por el profeta Moisés, porque el Mesías sería herido en la Cruz del Calvario para darnos el agua del Espíritu Santo. Sin el agua del Espíritu Santo el ser humano no puede vivir eternamente. Se requiere recibir el Espíritu Santo, el Espíritu de Dios para tener Vida eterna. El Espíritu es el que da vida, porque el Espíritu es la vida de la Sangre.

Y ahora, hemos visto el tipo y figura de la primera roca que hirió Moisés en el monte Sinaí; así como el pueblo hebreo sin agua moriría, y el pueblo, el ser humano, sin el agua del Espíritu Santo no puede vivir eternamente. Cuando pierde su vida terrenal muere, porque no tiene el Espíritu Santo, no puede continuar viviendo en el Paraíso, no puede ir al Paraíso a vivir; y entonces le espera luego, después del juicio final, la segunda muerte, que es la muerte del alma, la muerte del alma y del espíritu.

La primera muerte es la muerte física, pero esa si uno muere físicamente pero tiene a Cristo, tiene la Vida eterna, y en la resurrección de los muertos en Cristo lo cual Cristo prometió, nos resucitará en un cuerpo nuevo, en un cuerpo eterno. Pues Cristo dijo: “Y Yo le resucitaré en el día postrero.” Esto es para todos los creyentes en Cristo. San Juan, capítulo 6, versos 39 al 40; y San Juan, capítulo 6, versos 40 al 58. Y también en el pasaje donde Cristo fue a resucitar a Lázaro, allá en el capítulo 11, versos 21 al 27 de San Juan, en donde Cristo le dice a Marta: “Tu hermano resucitará.” Marta le dice: “Yo sé que resucitará en el Día Postrero.” Cristo le dice: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, como dice la Escritura…” Vean, vamos a leerlo:

“Yo soy la resurrección y la vida (San Juan, capítulo 11, versos 22 en adelante)…

Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará. Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.

Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.”

Como también nosotros sabemos que la resurrección será en el Día Postrero, que es el séptimo milenio de Adán hacia acá o tercer milenio de Cristo hacia acá; porque un día delante del Señor es como mil años y mil años como un día.

Y ahora sigue diciendo Cristo:

“Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí…”

Ahora mire: “Y todo aquel que vive y cree en mí,” no es que después de muerto la persona tenga la oportunidad de creer en Cristo, es que mientras vive aquí en la Tierra tiene que ser un creyente en Cristo.

“…Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente.”

Para el que vive en la Tierra y cree en Cristo, la muerte física no significa que ya dejó de existir la persona. La persona va al Paraíso a vivir en el cuerpo angelical, y en el Día Postrero en la resurrección que Cristo llevará a cabo de los muertos creyentes en Él, se levantará, resucitará la persona en cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado y joven para toda la eternidad; un cuerpo igual al cuerpo glorificado de Cristo; y entonces ya tendrá Vida eterna física.

Pero mientras tanto, obtenemos la Vida eterna espiritual, la Vida eterna para el alma y el espíritu, para el alma al recibir el Espíritu de Cristo y por consiguiente ya estamos sellados en el Reino de Cristo. Ya hemos entrado a la bendición de la tierra prometida y el nuevo Pacto, el cual fue establecido el Día de Pentecostés, de ahí en adelante comienza el nuevo Pacto.

En el día de la crucifixión de Cristo fue efectuado el Sacrificio para luego comenzar el nuevo Pacto. Cristo es el que da origen al nuevo Pacto, Cristo es el Ángel del Pacto, el cual le dio el Pacto allá en el monte Sinaí a Moisés para el pueblo hebreo.

Y ahora, Cristo en Jerusalén, que es también Sión como ciudad, y en donde está un monte también llamado el monte de Sión, ahí Él daría la Ley escrita en el corazón y para el corazón de los seres humanos, para ser escrita en el corazón, en el espíritu y toda la mente del ser humano.

Y ahora, el primer Pacto fue establecido allá en el monte Sinaí, y el segundo Pacto, el nuevo Pacto, en Jerusalén, en Sión como ciudad, el monte de Sión.

Y ahora, encontramos que la segunda roca… ahora vean, hemos estado tomando de la roca que es Cristo, tomando el Espíritu Santo, el agua de la Vida eterna; la primera roca, la primera Venida de Cristo nos da esa bendición. Por eso Pedro predicando el Día de Pentecostés dice a todos los allí presentes, en el capítulo 2 del libro de los Hechos… verso 29 en adelante del capítulo 2 del libro de los Hechos, dice:

“Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy.

Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono,

viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción.

A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.

Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís.

Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice:

Dijo el Señor a mi Señor:

Siéntate a mi diestra, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.

Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.

Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?

Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.

Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.

Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.

Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.

Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.”

Y luego el verso 47, dice:

“…alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.”

Los que han de ser salvos en el nuevo Pacto son añadidos a la Iglesia del Señor Jesucristo.

Y ahora, estas son las personas que reciben a Cristo como Salvador, al nacer la fe de Cristo en sus almas, al escuchar la predicación del Evangelio de Cristo, y al recibirlo luego son bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo arrepentidos de sus pecados, Cristo los perdona y con Su Sangre los limpia de todo pecado, y luego los bautiza con Espíritu Santo y Fuego y produce en las personas el nuevo nacimiento. Eso es nacer del Agua y del Espíritu: nacer del Evangelio de Cristo y del Espíritu Santo. Y así es como se nace en el Reino de Dios, el Reino de Cristo. Y esas personas fueron libertadas de la esclavitud en Egipto, en el Egipto espiritual, que es el reino de las tinieblas que domina el mundo.

El príncipe de este mundo es el maligno, dijo Jesucristo; y el reino del príncipe, del maligno, el reino de las tinieblas, domina la humanidad; pero son libertados por Cristo todos los que escuchan la predicación del Evangelio de Cristo y lo reciben como único y suficiente Salvador.

Y para ver esto mejor de lo que ocurre con los que reciben a Cristo como Salvador, San Pablo en Colosenses lo explica. Capítulo 1, verso 12 en adelante, dice:

“…con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz;

el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo,

en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.”

Vean, y ahora Cristo nos ha libertado de las tinieblas, de la potestad de las tinieblas, de la potestad: del poder y dominio del reino de las tinieblas, del reino del maligno, y nos ha colocado, nos ha trasladado al Reino de Su amado Hijo Jesucristo. Eso es lo que Dios ha hecho con los creyentes en Cristo, como hizo con el pueblo hebreo que los libertó de la esclavitud en Egipto, y los llevó por el desierto hasta el monte Sinaí; y luego del monte Sinaí los llevó rumbo a la tierra prometida. Pero tuvieron que hacer una parada, una de las paradas fue allá en Cades-barnea, en donde el pueblo volvió a tener problemas, aunque en casi toda la trayectoria tuvieron problemas. Por cuarenta años se tienen muchos problemas en la vida; ustedes lo saben.

Y ahora, cuando están cerca de la tierra prometida, tienen problemas allá en Cades-barnea, en donde el pueblo no encuentra agua, tiene sed el pueblo y claman a Moisés; o sea, que hubo una manifestación, una parada, una marcha, para reclamarle a Moisés, como la hacen en los diferentes países para ir frente al Capitolio para reclamarle al presidente de la nación ciertas cosas, ciertos derechos.

Y ahora, eso hacen con Moisés, frente a Moisés se reúnen, van a donde Moisés para clamar a Moisés. Y también le dicen: “Nos hubieras dejado allá, nos has traído acá donde ni hay agua, ni la tierra es buena, ni hay pan, para hacernos morir acá a nosotros y a nuestros hijos.” O sea, quejándose a Moisés, y ya estaban cerca de la tierra prometida.

Y ahora Dios le dice a Moisés: “Vé y háblale a la roca.” Y recuerden que así como la primera roca en el monte Sinaí, esa otra segunda roca allá en Cades-barnea, representa también a Cristo; al representar a Cristo, tenemos que entonces ver cómo es que representa a Cristo. Representa a Cristo en Su segunda Venida, y por esa causa Dios le dice a Moisés que le hable a la roca. No le dice: “Hiere a la roca con tu vara dos veces,” sino: “Háblale a la roca, y la roca te dará aguas para el pueblo.” Eso está en Números, capítulo 20, así como la roca anterior estaba en el libro del Éxodo.

Y ahora, en esta segunda roca representando a Cristo en Su segunda Venida, se requiere recibir el agua para obtener Vida eterna física. La Vida eterna física, así como al recibir la primera roca, recibir a Cristo: la primera Venida de Cristo y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario, obtenemos el agua del Espíritu Santo en donde obtenemos el cuerpo angelical, obtenemos el nuevo nacimiento, nacemos en el Reino de Cristo y por consiguiente nacemos a la Vida eterna. Nuestra alma obtiene la Vida eterna al recibir el Espíritu de Cristo, al recibir ese cuerpo angelical.

Cada creyente en Cristo tiene un ángel, su ángel, que es el cuerpo angelical o espíritu angelical. Recuerden que un espíritu es un cuerpo de otra dimensión.

Cuando Pedro el apóstol estuvo preso y lo libertó el Ángel del Señor, y lo llevó a través de las puertas, las cuales se abrían cada vez que iban a pasar frente a esas puertas en la cárcel, y lo sacó a la calle y ahí lo dejó. Pedro pensaba que era una visión lo que él estaba teniendo, pero cuando queda en la calle y se da cuenta que está solo, porque ya el Ángel lo llevó a donde lo tenía que llevar. Ya no vuelve para la cárcel, a decir: “No sé cómo me salí.” Al otro día pensaban matarlo. Ya entonces se va adonde están orando por él, a la casa de Juan Marcos, toca la puerta, y una joven llamada Rode va a abrir la puerta, y cuando escucha que es Pedro de gozo no abrió la puerta, sino que regresa a los que están en la casa y les dice: “¡Es Pedro el que está tocando la puerta!” Y ellos le dicen: “Rode, estás loca, ¡es su ángel!”

Ellos sabían que cada creyente en Cristo tiene su ángel, que es el cuerpo angelical, en el cual la persona continúa viviendo en el Paraíso; y antes de irse al Paraíso, pasa por esta dimensión terrenal en ese cuerpo angelical, que es llamado el espíritu también, y pasa al Paraíso, en donde están todos los creyentes en Cristo esperando por la resurrección. Están en esa dimensión sexta donde no tienen que madrugar para ir a trabajar, no tienen que madrugar para ir a tomar el tráfico, que es tan difícil en algunas ciudades, no tienen que regresar del trabajo para tomar el tráfico fuerte de nuevo; no se cansan tampoco, porque en el Paraíso ya no se está como se está aquí en la Tierra, trabajando.

Allí no se trabaja, allí no se come, allí no se duerme, allí no hay noche, ellos están en cuerpos angelicales, cuerpo espiritual, están muy felices allí, allí no se cansan; pero ellos tienen la promesa de que van a regresar a la Tierra, que van a resucitar en un cuerpo nuevo, glorificado, para poder compartir nuevamente con los que viven en la Tierra, que los están esperando, que son los creyentes en Cristo que están viviendo en la Tierra y que cuando los vean resucitados, van a ser transformados conforme a la promesa. Y todo eso será en el Día Postrero como Cristo ha dicho. Y el Día Postrero es el séptimo milenio de Adán hacia acá o tercer milenio de Cristo hacia acá.

Y cuando los veamos resucitados, seremos transformados, y entonces todos juntos estaremos unos treinta a cuarenta días aquí en la Tierra, así como Cristo luego de resucitado estuvo unos cuarentas días con los creyentes en Él, hablándoles acerca del Reino de Dios; pero a ellos. Y luego que estemos ya transformados juntamente con los resucitados, todos estaremos juntos ya en ese tiempo; luego de treinta a cuarenta días, nos iremos de aquí de la Tierra para la Cena de las Bodas del Cordero, la fiesta más grande que se haya llevado a cabo en el Cielo.

Apocalipsis, capítulo 19, hablándonos de esa fiesta tan importante, nos dice de la siguiente manera, y les quiero leer ese pasaje tan importante y de tanta importancia para los que van a estar en esa gran fiesta celestial. Capítulo 19, verso 9 al 10 del Apocalipsis, dice:

“Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero.”

Son bienaventurados los que son llamados a la Cena de las Bodas del Cordero. Con la predicación del Evangelio de Cristo, que es la Voz de Cristo hablándole a los seres humanos, se está extendiendo la invitación a la Cena de las Bodas del Cordero. En las parábolas de Cristo que hablaba acerca del padre de familia, un rey que hizo una cena de boda para su hijo, ahí lo está mostrando.

Y ahora, toda persona que ha recibido a Cristo como Salvador, ha lavado sus pecados en la Sangre de Cristo, ha sido bautizada en agua en Su Nombre y ha recibido el Espíritu de Cristo, estará en esa Cena de las Bodas del Cordero porque ha recibido y ha aceptado la invitación para esa gran fiesta de la Cena de las Bodas del Cordero. Son bienaventuradas estas personas, son los bienaventurados de Dios que han sido convidados, invitados, a la Cena de las Bodas del Cordero; y le ha sido dado el vestido de boda que es el Espíritu Santo, el cual es el cuerpo angelical que cada persona recibe.

Y luego, la segunda roca que también es Cristo, pero Cristo en Su segunda Venida, nos dará la ropa física que llevaremos, que es el cuerpo nuevo, el cuerpo glorificado y eterno que Él ha prometido para los que están vivos y para los muertos en Cristo también, porque los resucitará en cuerpos eternos, cuerpos glorificados. Y así estaremos con una doble vestidura de boda: la vestidura del cuerpo angelical y la vestidura del cuerpo físico glorificado. Una doble vestidura, una doble porción.

La segunda Venida de Cristo será para la resurrección de los muertos en Cristo y para la transformación de los que estamos vivos, por eso es tan importante la gran Voz de Trompeta, porque es la Voz de Cristo clamando como cuando ruge un león y siete Truenos emitiendo Sus voces. Es la gran Voz de Trompeta que aparece en Apocalipsis, capítulo 1, verso 10 al 11, para el Día Postrero, para el Día del Señor, y es la gran Voz de Trompeta de Primera de Corintios, capítulo 15, versos 49 al 58, donde dice:

“He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos (moriremos); pero todos seremos transformados,

en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos (los muertos en Cristo) serán resucitados incorruptibles (resucitarán primero, resucitarán incorruptibles, o sea, en cuerpos eternos, cuerpos incorruptibles), y nosotros (los que vivimos) seremos transformados.”

Para el tiempo en que esté sonando, siendo tocada esa Trompeta o gran Voz de Trompeta, va a ocurrir la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos. Esa es la gran Voz de Trompeta, la Trompeta de Dios, de la cual también nos habla San Pablo, en Primera de Tesalonicenses, capítulo 4, versos 13 al 17, en donde nos muestra en el verso 15 en adelante, dice:

“Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron.

Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero.

Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado (o sea, los que estemos vivos en ese tiempo) seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.

Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.”

Son palabras de aliento para el corazón de cada creyente en Cristo; y para los momentos en que un familiar nuestro parte de esta dimensión terrenal, estas son palabras de consuelo en donde nos dice que van a regresar en cuerpos eternos, glorificados, inmortales, y que todo esto será en el tiempo de la Trompeta de Dios, de la Trompeta final, de esa gran Voz de Trompeta. Es la misma gran Voz de Trompeta o gran Trompeta de Isaías, capítulo 27, verso13.

¿Y qué es la Trompeta final o gran Voz de Trompeta? La Voz de Cristo, la Voz de Dios, y eso será el mensaje del Evangelio del Reino siendo predicado en la Tierra.

En San Mateo, capítulo 24, verso 14, Cristo dice:

“Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.”

El Evangelio del Reino es el mensaje de Dios para la dispensación del Reino que gira alrededor de la segunda Venida de Cristo como Rey de reyes y Señor de señores, como el León de la Tribu de Judá, para llevar a cabo Su Obra de Reclamo, en donde reclamará todo lo que Él ha redimido con Su Sangre: a cada creyente en Él, y también reclamará el Reino de David, reclamará el trono de David, y reclamará todo lo que Él con Su Sangre ha redimido.

Todo le pertenece a Cristo, Cristo pagó el precio de la redención allá en la Cruz del Calvario. Por lo tanto, también los reinos de este mundo, van a pasar a ser los Reinos de nuestro Dios y de Su Cristo, conforme a Apocalipsis, capítulo 11, verso 15 al 19. Y esto será conforme a la Escritura.

Vean aquí en el capítulo 11 de Apocalipsis, verso 15 en adelante, dice:

“El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos.”

¿Cuándo es que ocurre esto? Cuando el séptimo Ángel esté tocando ¿qué? La trompeta.

“El séptimo ángel tocó la trompeta…”

Y entonces es que hay grandes voces en el Cielo. Esa es la Trompeta final, la séptima trompeta que toca el séptimo Ángel, y eso corresponde a los dos Olivos, los ministerios de Moisés y Elías repitiéndose en el Día Postrero; y con el mensaje de gran Voz de Trompeta del Evangelio del Reino van a llamar a ciento cuarenta y cuatro mil hebreos, doce mil de cada tribu.

Pero primero el llamado es para los creyentes en Cristo que van a ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero, ellos son los primeros que escuchan esa gran Voz de Trompeta o Trompeta de Dios, que les da la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.

La Voz de Cristo en Apocalipsis, capítulo 10, del Ángel Fuerte que desciende del Cielo, el cual es Cristo, dice que clamó como cuando ruge un león y siete Truenos emitieron Sus voces, la Voz de Cristo como León, ya no como Cordero, y ya no como Sumo Sacerdote, sino como León y Juez. Y por consiguiente, ahí es que Cristo en su segunda Venida cambia de Cordero a León, porque Él es el León de la Tribu de Judá, la raíz y linaje de David, y es también la Estrella resplandeciente de la mañana.

Por lo tanto, eso es la Venida del Señor para el Día Postrero clamando como cuando ruge un león. Y esa es la segunda roca, la roca de Cades-barnea representando la segunda Venida de Cristo.

Y se levantarán personas y grupos en contra de la Venida del Ángel Fuerte que desciende del Cielo, el cual es Cristo. Y toda persona que se levante en contra del Ángel Fuerte que desciende del Cielo, el cual es Cristo en Su manifestación final como León de la Tribu de Judá, será culpable de una segunda crucifixión, porque Moisés allí fue culpable poniendo el tipo y figura de lo que sería la segunda Venida de Cristo.

Por eso, vean ustedes, para la segunda Venida de Cristo no estaba ni está que Él sea crucificado. Pero Moisés rompió el tipo y figura, y por consiguiente habrá una crucifixión espiritual.

Toda persona que se levante en contra de la Venida del Ángel Fuerte que viene como León de la Tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores clamando como cuando ruge un león y siete Truenos emitiendo Sus voces, o sea, hablando en forma consecutiva, hablando ¿qué? Hablando el mensaje del Evangelio del Reino, toda persona que se levante en contra del Ángel Fuerte en Su manifestación final, estará siendo culpado de una segunda crucifixión, lo cual fue tipificado cuando Moisés hirió la roca de Cades-barnea dos veces.

Y ahora, encontramos que todos los que se levantaron en contra de Moisés, que también representa a Cristo en unos momentos y en otros momentos, representa al pueblo o representa también a los que se levantarían en contra de Cristo, ahí hiriendo la roca, está representando a los que herirán a Cristo en Su segunda Venida; lo herirán con palabras, levantándose en contra de la Venida de Cristo para el Día Postrero y Su Programa correspondiente al Día Postrero, en donde estará dando la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero. Hablarán en la misma forma en que hablaron en contra de Cristo en Su primera Venida.

Pero Cristo en su segunda Venida no viene con relación al pecado, no viene para morir y quitar el pecado, porque ya eso lo hizo dos mil años atrás. Él viene como Rey para reclamar todo lo que Él ha redimido con Su Sangre preciosa, para recibir la entrada a la tierra prometida del cuerpo nuevo y eterno que hemos de recibir.

Así como hemos recibido la entrada al cuerpo angelical, al Espíritu Santo, que es por medio de la primera roca: la primera Venida de Cristo que nos da por medio del Evangelio de Cristo nos da la fe para recibir esa transformación espiritual, y entrar en la esfera espiritual al Reino del Señor, pero luego viene la parte física para entrar físicamente al Reino del Señor, entrar a la tierra prometida del cuerpo nuevo, y glorificado: la segunda Venida de Cristo; gira alrededor de la segunda Venida de Cristo, misterio que estará siendo revelado en la predicación del Evangelio del Reino, en donde estará presentando a Cristo como León de la Tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo.

Ese es el Evangelio que van a escuchar los judíos también. Ese el mensaje que hablará de la restauración física del Reino de Dios en la Tierra, que será la restauración del Reino de David, donde van a estar todos los creyentes en Cristo como Reyes y Sacerdotes reinando con el Mesías por mil años y luego por toda la eternidad. Allí yo voy a estar con Cristo, ¿y quién más? Cada uno de ustedes también.

Todos los creyentes en Cristo pertenecen al Reino celestial y por consiguiente pertenecen a un orden celestial del Templo celestial, y son Sacerdotes de ese Templo celestial y de ese Reino celestial, son miembros del real Sacerdocio celestial.

Por eso Pedro dice que “somos real sacerdocio, gente santa, pueblo adquirido por Dios.” Adquirido ¿por medio de qué? Del Sacrificio de Cristo, “para que anunciemos las virtudes de Aquel que nos llamó de las tinieblas a Su Reino admirable.” Eso está en Primera de Pedro, capítulo 2, verso 4 al 9.

Así que, somos Sacerdotes según el orden de Melquisedec del cual Cristo es el Sumo Sacerdote, y somos Reyes de ese Reino celestial; y por consiguiente, vamos a estar con Cristo en Su Reino terrenal que será el Reino de David, al cual Él es heredero y es heredero al Trono de David. En ese Reino vamos a estar como miembros de la Realeza de ese Reino, miembros de la Realeza porque somos miembros de la Familia de Dios, que es el Rey de los Cielos y de la Tierra.

Y ahora, por cuanto la Escritura dice que las cosas que fueron escritas, fueron escritas para nuestra enseñanza, ahora hemos visto la enseñanza que tenemos en esta historia de Josué pasando el pueblo a la tierra prometida.

Josué tipifica al Espíritu Santo, el cual pasa al pueblo a la tierra prometida del bautismo del Espíritu Santo en donde la persona obtiene un cuerpo angelical, obtiene el nuevo nacimiento, y luego en el Día Postrero, nuestro Josué, el Espíritu Santo, nos pasará a la tierra prometida del cuerpo nuevo, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado. Y después de la gran tribulación vendremos a la Tierra para reinar con Cristo, con el Mesías, por mil años y luego por toda la eternidad.

Pero antes de comenzar el Reino milenial en la Tierra, hay una fiesta muy grande en el Cielo. Es que luego que ya ha obtenido la victoria Cristo habiendo redimido hasta el último escrito en el Cielo en el Libro de la Vida del Cordero, luego sale del Trono del Padre, reclama el Título de Propiedad, el Libro de los siete Sellos, lo abre en el Cielo, y hace Su Obra de Reclamo.

Y luego, hay una fiesta grande en el Cielo, luego que hace Su Obra de Reclamo resucita a los muertos en Cristo, luego a los vivos creyentes en Cristo los transforma, y nos lleva a la gran fiesta en el Cielo. Recuerden que cuando un candidato a presidente, gobernador o alcalde, obtiene la victoria, luego hay una fiesta grande del partido en donde lo proclaman el vencedor. Así ocurre también cuando coronan un rey.

Y ahora, la fiesta grande va a ser en el Cielo, por lo tanto ahí no va a estar ninguna persona que no haya sido invitada. Allí no va a estar ninguna persona que no tenga la vestidura de boda para estar en esa gran fiesta celestial llamada “la Cena de las Bodas del Cordero.” Como en las bodas de una pareja, de unos novios cuando se casan, luego viene la fiesta, la recepción. Así también es la fiesta de la Cena de las Bodas del Cordero: es la fiesta de recepción, la recepción de las Bodas del Cordero es la fiesta, la cena en el Cielo.

Una gran fiesta celestial en donde los ángeles van a estar allí también. Allí vamos a conocer por sus nombres a muchos Ángeles y Arcángeles, y también vamos a conocer a los creyentes de edades pasadas, sus mensajeros, van a estar también muchos personajes bíblicos como Abraham, Isaac, Jacob, los patriarcas, los profetas. Recuerden que ellos resucitaron cuando Cristo resucitó en San Mateo, capítulo 27, versos 50 al 53. Allí va a estar Adán también y Eva, muchos nos gustaría saber cómo eran ellos, allá los vamos a ver, no hay ningún problema. Allí van a estar todos esos profetas como Enoc, va a estar Moisés también, va a estar Elías, vamos a conocer a Noé, a todos esos personajes bíblicos los vamos a conocer en la Cena de las Bodas del Cordero.

Y luego, van a venir a la Tierra cuando vengamos a la Tierra; o sea, que podrán las personas decir: “Pero con los juicios de la gran tribulación casi todos los países, y sobre todo Europa y esos países que corresponden a edades pasadas, van a desparecer en su mayoría, ¿y con qué, quiénes van a vivir en la Tierra?” No se preocupen que el Cielo está lleno de gente: de todos los creyentes en el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, y van a venir a vivir a la Tierra nuevamente.

Por lo tanto, no hay preocupación, en el Reino del Mesías la Tierra tendrá habitantes. Y también los que escapen de los juicios que han de venir sobre la Tierra durante la gran tribulación, naciones que escaparán, van a entrar a ese Reino del Mesías también. Lo importante es asegurar nuestro futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno; y el resto se lo dejamos a Él que lo haga. Él ya tiene un programa, lo importante es que nos coloque en Su Programa, lo importante es que entremos a Su Programa, que lo recibamos como nuestro único y suficiente Salvador, y Él nos dé la Vida eterna. Por eso dice:

“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna…” (San Juan, capítulo 10, verso 27 al 30).

Y ahora, hemos estado escuchando la Palabra del Señor, el Evangelio de Cristo, la Voz de Cristo, los que están aquí presentes y los que están en otras naciones, por lo cual la fe de Cristo ha nacido en las personas que todavía no lo habían recibido. Y a los que ya lo han recibido, ha sido confirmada la fe de Cristo en su corazón y ha sido fortalecida la fe de Cristo en vuestra alma, en vuestro corazón.

Por lo tanto, ya tenemos Vida eterna porque hemos recibido a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador, y hemos asegurado nuestro futuro eterno con Cristo en Su Reino. Por consiguiente, el pueblo que tiene futuro es el pueblo creyente en Cristo. Tiene un futuro glorioso prometido por Cristo para todos los creyentes en Él: “El que oye mi Palabra y cree al que me envió tiene Vida eterna y no perecerá jamás.” Y dice Cristo: “Y Yo le resucitaré en el Día Postrero.” Esos son los que realmente tienen un futuro verdadero, un futuro seguro con Cristo en Su Reino eterno.

Yo aseguré mi futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también. Por lo tanto, podemos vivir tranquilos en ese sentido, dormir tranquilos; en los Salmos nos dice: “Aunque la Tierra tiemble y los montes se traspasen al corazón de la mar (o del mar), no temeré mal alguno porque Yavé o Jehová estará conmigo.” Él está con nosotros.

Y alguno se pregunta: “¿Y qué si muere?” No se preocupe, resucitaremos de nuevo, resucitaremos en cuerpos glorificados. No hay problema para los creyentes en Cristo. Hemos puesto nuestras vidas en las manos del Señor, y nuestro futuro está en Sus manos.

Estaremos con Él viviendo por toda la eternidad en Su Reino que Él establecerá en este planeta Tierra; lo veremos cara a cara. Veremos Su rostro y Su cuerpo glorificado y también veremos el nuestro, y cada uno verá el de los diferentes hijos e hijas de Dios de diferentes tiempos, verán sus cuerpos glorificados, jóvenes y eternos, y pasarán miles de años y millones de años, y siempre estará joven ese cuerpo, tanto el de todos los creyentes como el de la persona misma que es un creyente en Cristo. Ahí está el futuro verdadero y eterno para el ser humano: en el Reino de Cristo, habiendo recibido a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador.

Por eso Él dijo: “Buscad primeramente el Reino de Dios y Su justicia.” Eso es lo que el ser humano tiene que buscar primero para asegurar su futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno.

Y ahora, si hay alguna persona que todavía no ha asegurado su futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno, lo puede hacer en estos momentos y estaremos orando por usted. Los que están presentes pueden pasar acá al frente para orar por ustedes, los que todavía no han recibido a Cristo como Salvador, y los que están en otras naciones también, que no han recibido a Cristo todavía, lo pueden hacer en estos momentos para orar por ustedes dentro de algunos minutos. Todos queremos vivir eternamente, todos queremos ser salvos.

El carcelero de Filipo clamó a San Pablo y le dice: “¿Qué debo hacer para ser salvo?” San Pablo le dice: “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo tú y tu casa.” La salvación es lo más importante, porque lo más importante para el ser humano es la vida; y si esta vida terrenal es tan importante y es pasajera, cuánto más la Vida eterna.

La Vida eterna es lo más importante que un ser humano puede recibir, y lo recibe, recibe la Vida eterna recibiendo al dador de la Vida: a Cristo. Cristo es el que tiene la Vida eterna para todos nosotros. Él es el que tiene la exclusividad de la Vida eterna, y por eso venimos a Cristo que tiene la exclusividad de la Vida eterna para que nos dé Vida eterna, pues Él dijo que Él le da Vida eterna a Sus ovejas, cuando dijo: “Mis ovejas oyen mi Voz, y me siguen, y Yo las conozco; y Yo les doy Vida eterna.”

Es para recibir la Vida eterna que nosotros recibimos a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador. Dice la Escritura que Dios nos ha dado Vida eterna. Y esta Vida está en Su Hijo, en Jesucristo. Y dice: “El que tiene al Hijo, tiene la Vida (o sea, tiene la Vida eterna). El que no tiene al Hijo (a Cristo) no tiene la Vida eterna.” Lo que tiene es una vida temporera que se le va a terminar y no sabe ni siquiera cuándo se le va a terminar; porque a algunos se les termina a los 100 años o más, pero a otros se les termina a los 80, a otros a los 70, a otros a los 60, a otros a los 50, a otros a los 40, a otros a los 30 años, a otros a los 20 años ó 20 y algo de años, a otros en la década de los 10. A los 10 años ó 15 años, a otros a los 5 años, 7 años ó 10 años, a otros de 1 año a 5 años, y otros al nacer o cuando tienen algunos meses; o sea, porque nadie sabe cuántos días va a vivir en la Tierra, porque así es la vida temporera que hemos heredado de Adán: después que él perdió la Vida eterna, no nos pudo dejar algo mejor; lo que nos dejó fue una vida temporera que a unos les dura muy poco y a otros les dura un poquito más.

Pero todos queremos vivir eternamente. Dios ha provisto el camino para que podamos vivir eternamente, y el camino es Cristo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida, y nadie viene al Padre sino por mí,” dijo Cristo en San Juan, capítulo 14, verso 6.

Por lo tanto, el camino a la Vida eterna es Cristo, el camino a la felicidad es Cristo. El camino a la paz es Cristo, el camino a todas las bendiciones de Dios es Cristo. No hay otro camino. Cristo es el camino, Él es el camino de y a la Vida eterna. Y Él le llamó a ese camino “el camino angosto,” y “la puerta angosta;” porque el camino que lleva a la Vida eterna es angosto y la puerta es angosta, y el camino y la puerta es Jesucristo. Eso está en San Mateo, capítulo 7, versos 13 al 14; y San Juan, capítulo 10, verso 9, Cristo dice:

“Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo…”

La puerta de salvación es Cristo. Por lo tanto, todos necesitamos a Cristo, porque todos queremos vivir eternamente. No nos conformamos con 20, 30, 40 50, 60, 70, 80 ó 90 ó100 años ó 200 años y después morir. Queremos vivir eternamente para lo cual Él nos va a dar otro cuerpo, un cuerpo glorificado, porque en este de carne, la carne y la sangre no pueden heredar la incorrupción, la carne y la sangre no pueden heredar la Vida eterna; no puede ser eterno el cuerpo físico, mortal, porque es corruptible, está limitado al tiempo; pero el cuerpo nuevo es eterno, es inmortal, es glorificado, es interdimensional, como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador.

Pero antes de tener ese cuerpo, obtenemos la Vida eterna para nuestra alma, obtenemos la redención espiritual, la redención del alma, y somos colocados en el Reino de Cristo que está en la esfera espiritual. Y esas son las personas que luego van a ser resucitadas en cuerpos eternos, y los que estén vivos, serán transformados.

Todos queremos vivir eternamente, y ya hemos visto por medio de la predicación del Evangelio de Cristo que todos tenemos la misma oportunidad. Todos tenemos la oportunidad de vivir eternamente por medio de Cristo nuestro Salvador; todos tenemos un Sacrificio de Expiación por nuestros pecados para ser perdonados y limpiados de todo pecado con la Sangre de ese Sacrificio de Expiación, y ser reconciliados con Dios, y ser restaurados a la Vida eterna. Ese es el Sacrificio de Cristo nuestro Salvador en la Cruz del Calvario, el cual aceptamos como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados. Fuera de ese Sacrificio no hay otro Sacrificio de Expiación para el ser humano.

Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo nuestro Salvador.

En los demás países también pueden estar puestos en pie en estos momentos, para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo nuestro Salvador. Con nuestras manos levantadas al Cielo, a Cristo, y nuestros ojos cerrados los que han venido a los Pies de Cristo en estos momentos repitan conmigo esta oración:

Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón. Creo en Tu primera Venida, creo que Tú eres el Mesías Príncipe que viniste para morir como el Cordero de Dios en la Cruz del Calvario, y así quitar el pecado del mundo. Creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados, y creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo dado a los hombres en que podemos ser salvos; reconozco que soy pecador y necesito un Salvador.

Te ruego, Señor, extiendas Tu misericordia sobre mí; doy testimonio público de mi fe en Ti creyendo en Tu Sacrificio en la Cruz del Calvario, y doy testimonio público de mi fe en Ti y Te recibo como mi único y suficiente Salvador. Te ruego me perdones, y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego y produzcas en mí el nuevo nacimiento, luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre. Señor, sálvame, Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén.

Y con nuestras manos levantadas al Cielo todos decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén.

Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados, y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado, porque ustedes le han recibido como vuestro único y suficiente Salvador. Ustedes me dirán: “Quiero ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo lo más pronto posible, porque Él dijo: ‘El que creyere y fuere bautizado será salvo; mas el que no creyere será condenado.” (San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16).

Y la pregunta es: “¿Cuándo me pueden bautizar?” Por cuanto ustedes han creído en Cristo de todo corazón, bien pueden ser bautizados. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el Reino glorioso de Cristo nuestro Salvador.

El bautismo en agua fue instituido desde el principio en medio del Cristianismo; el mismo Cristo fue al Jordán cuando Juan estaba bautizando (Juan el Bautista), y entró a las aguas del Jordán para que Juan lo bautizara, y Juan le dice: “Yo tengo necesidad de ser bautizado por Ti, ¿y Tú vienes a mí para que yo te bautice?”

Ahora, Juan conocía a Jesús, pero él no sabía que Jesús era el Mesías hasta el día en que lo bautizó. Por eso cuando Juan anunciaba la Venida del Mesías, él decía: “Yo no sé quién será, no lo conozco.” Pero después vio que era uno de la familia, porque eran primos.

Y ahora Jesús le dice: “Nos conviene cumplir toda justicia.” Y entonces lo bautizó. Y si Jesucristo dice que conviene cumplir toda justicia, que lo bautice, nos conviene también a nosotros cumplir toda justicia, cuánto más nosotros. Por lo tanto, siendo un mandamiento de Cristo, el cual ordenó el bautismo en agua en Su Nombre para todos los creyentes en Él, nos conviene ser bautizados en agua en Su Nombre.

Y por eso el Día de Pentecostés Pedro predica en su mensaje y abre la puerta del Reino de los Cielos, y los que creyeron le dicen a Pedro: “Varones hermanos, ¿qué haremos?” Pedro dice:

“Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.

Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos…”

O sea, para todos. Así es en nuestro tiempo también. Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador muere al mundo; y cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, tipológicamente está siendo sepultado; y cuando lo levanta de las aguas bautismales, está resucitando a una nueva vida, a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno. Ahí tenemos la tipología, el simbolismo del bautismo en agua, en donde nos identificamos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección.

Por lo tanto, bien pueden ser bautizados. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el glorioso Reino de Jesucristo nuestro Salvador.

Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también.

Continúen pasando una tarde feliz llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador, ustedes que están presentes y los que están en otras naciones conectados con esta transmisión a través del satélite Amazonas y de internet.

Ustedes que están en otras naciones también pueden ser bautizados. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y también nos continuaremos viendo por toda la eternidad.

Dejo al ministro reverendo Mauricio Vivas para que les indique cómo hacer para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Y en cada nación dejo al ministro correspondiente para que haga en la misma forma. Dios les bendiga y les guarde a todos, y les guíe todos los días de vuestra vida.

“JOSUÉ PASANDO EL PUEBLO A LA TIERRA PROMETIDA.”

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