Muy buenas noches, amables amigos y hermanos ministros en diferentes lugares de la República de Colombia presentes, y también en estos momentos en diferentes ciudades, y también los que están a través del satélite Amazonas o de internet en diferentes naciones; que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también. Para esta ocasión leemos en el libro del Apocalipsis, capítulo 3, versos 20 al 22, y dice Cristo por medio de Su Espíritu Santo:
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.
El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”
Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Para esta ocasión nuestro tema es: “LA PUERTA DE LA TEOFANÍA,” o “LA PUERTA A LA TEOFANÍA.”
A través de la Escritura encontramos que Cristo dijo que la puerta y el camino a la Vida eterna, es angosto. Capítulo 7, versos 13 al 14 de San Mateo:
“Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella;
porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.”
Y en el capítulo 13 de San Lucas nos habla nuevamente de la puerta, comenzando en el verso 22 en adelante (hasta el 30) dice:
“Pasaba Jesús por ciudades y aldeas, enseñando, y encaminándose a Jerusalén.
Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo:
Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.
Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, él respondiendo os dirá: No sé de dónde sois.
Entonces comenzaréis a decir: Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste.
Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad.
Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos.
Porque vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.
Y he aquí, hay postreros que serán primeros, y primeros que serán postreros.”
Aquí encontramos nuevamente que Cristo habla de esa puerta, la cual algún día va a ser cerrada, esa es la puerta para la cual Dios le dio por medio de Jesucristo, las llaves al apóstol Pedro en el capítulo 16 de San Mateo, y luego, vean, capítulo 16, versos 13 en adelante dice (Él pregunta):
“¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?
Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas.”
Esa era la impresión que tenía la gente acerca de Jesús, unos pensaban que era un profeta, que era Juan el Bautista, otros pensaban que era otro, Elías, otros pensaban que era Jeremías o alguno de los profetas, o sea, alguno de los profetas que había resucitado, y entonces Cristo le pregunta a Sus discípulos:
“El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.
Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.
Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijesen que él era Jesús el Cristo.”
Así fue para la primera Venida del Señor; un evento tan importante como ese y ahora Jesús le dice a ellos: “Ustedes no vayan a decir que yo soy Jesús el Cristo.” O sea, recuerden que Cristo significa: Mesías, Ungido, “no vayan ustedes a decir que yo soy el ungido, que yo soy el Mesías.”
Ojalá lo entiendan los del Día Postrero para la Venida del Señor a Su Iglesia. Cristo no quería fanatismo y tampoco… eso era una revelación ¿para quién? Para los creyentes en Él; por eso en las parábolas encontramos en San Mateo, capítulo 13, porque es que algunas veces las personas creen que si algo de Dios viene para Su pueblo, eso es para todo el mundo. Vamos a ver si es para todo el mundo la revelación, o es para algunos. Capítulo 13, verso 10 en adelante, dice (esto fue luego de la parábola del sembrador):
“Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas?”
Es lo que muchas personas algunas veces dicen: “¿Por qué, por qué no nos hablan abiertamente y para todos?” Eso es lo que están ellos hablando aquí, reclamando, porque hay quienes reclamaron al Señor que no les hable por parábolas sino que les hable abiertamente.
Y el que decide cómo va a ser hablado es el enviado, los demás no tienen ningún derecho a exigir nada en ese sentido, porque el que trae el mensaje es el enviado, y como Dios lo use a él, así tiene que ser hablado, y el que tiene oídos para oír, que oiga lo que el Espíritu esté diciendo por el enviado, y vean, la Escritura que leímos, dice: “El que tiene oídos para oír, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”
Es el Espíritu Santo hablando en medio de la Iglesia de edad en edad por medio del mensajero enviado para cada edad. Le podían reclamar a San Pablo a Ireneo, a Martin, a Colombo, a Lutero, a Wesley, y al reverendo William Branham que les hablara abiertamente, pero nos habla… por ejemplo, el séptimo mensajero nos habla por parábolas también, por sueños, visiones y que viene un jinete en un caballo blanco, eso es una parábola, eso es por simbolismo. “¿Por qué no nos habla abiertamente?” Así fue como el Espíritu Santo habló por medio del reverendo William Branham, y nadie tiene derecho a decir que tenía que hablar en otra forma.
Bueno, vamos a ver aquí a Cristo con el mismo problema, o… no al Cristo: los discípulos, porque el problema no lo tiene el mensajero, sino el pueblo; los problemas no los tenía Moisés en aquel tiempo, sino el pueblo, ¿ven? Reclamándole siempre al mensajero, a Moisés.
Y recuerden esto porque profeta… dice Moisés: “Profeta como yo os levantará el Señor vuestro Dios, a él oiréis,” no con él ustedes van a estar reclamándole y luchando, sino “a él oiréis, en la forma que hable, así, y ustedes oran a Dios para que Dios les abra el entendimiento.”
“Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas?
Él respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado.”
Más bien tenían que dar gracias a Dios: “¡Gracias a Dios porque a nosotros no es dado conocerlos, y a los demás no!” Dios es el que decide a quiénes les es dado y a quiénes no les es dado, Cristo mismo dijo: “Mis ovejas oyen mi Voz y me siguen, y yo les doy Vida eterna.” Eso está en San Juan, capítulo 10.
Y hubo muchos en aquel tiempo en ese mismo capítulo, que estaban molestándolo, y Él les dice… capítulo 10 de San Juan, verso 25 en adelante dice, o un poquito antes, verso 22 en adelante para que vean el cuadro de aquel tiempo, porque estos cuadros se repiten de edad en edad y de dispensación en dispensación, capítulo 10, verso 22 en adelante de San Juan, dice:
“Celebrábase en Jerusalén la fiesta de la dedicación. Era invierno.”
Si en todas las Escrituras se dijera la estación del año en que estaban viviendo, y si se dijera el mes y la semana y el día, y el día de la semana también, tendríamos de seguro un cuadro más claro, pero con lo que ha sido colocado en la Escritura es suficiente para tener un cuadro claro del Programa Divino:
“Y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón.
Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.
Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí.”
Vean, los incrédulos se levantaban en contra de Jesús, combatiendo a Jesús, y entonces ellos querían que Jesús les hablara claramente no para creer, sino para combatirlo más, para hacerle la guerra más… en una forma más fuerte contra Él, y Jesús les dice: “Les he dicho y ustedes no creen.”
Ahora vean, ¿cómo podía ser identificado el Mesías? No era necesario que Él dijera que Él era el Cristo, el Mesías, el ungido, dice:
“Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí;
pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho.”
Y esa es palabra dura, pero es la verdad, por más que veían las obras de Dios a través de Jesús, no creían, lo combatían más. En el capítulo 8, verso 45 en adelante dice, de San Juan:
“Y a mí, porque digo la verdad, no me creéis.
¿Quién de vosotros me redarguye de pecado? Pues si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis?
El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios.”
Tan simple como eso. Eso de que todos son hijos de Dios, ese reclamo se cae frente a las palabras de Cristo. Ahora veamos lo que a continuación dice ya en el capítulo 10 (pasamos al capítulo 10 de nuevo), dice verso 26:
“Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho (ya lo había dicho, lo leímos en el capítulo 8, versos 45 al 47).
Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen,
y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.
Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.
Yo y el Padre uno somos.
Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle.
Jesús les respondió: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis?
Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios.
Jesús les respondió: ¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois?
Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada),
¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy?
Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis.
Mas si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.
Procuraron otra vez prenderle, pero él se escapó de sus manos.”
Y ahora vean, era una lucha, una persecución la que tenían contra Jesús, una persecución religiosa.
Siempre que Dios envía un mensajero para una edad o para una dispensación, sucede lo mismo, y se ponen celosos porque no pueden hacer lo que ese mensajero hace; no podían hacer lo que Jesús hacía y se ponían celosos.
O sea, que lo que los demás tenían era solo religión, pero la presencia del Espíritu de Dios obrando, cumpliendo las obras prometidas para aquel tiempo, solamente se podían ver en Jesús siendo manifestadas. Por medio de las obras que Él hacía bajo el poder del Espíritu Santo, el Espíritu Santo obrando por medio de Él, era que se podía conocer que Él era el Mesías, porque estaba escrito lo que el Mesías haría en Su Venida.
Sin mirarle a la cara, solamente mirando las obras que Él estaba haciendo, todos estaban llamados a reconocer que ese era el Mesías, porque ninguna otra persona podía llevar a cabo esas obras que estaban prometidas para el Mesías realizar, y por eso Él decía: “Las obras que yo hago en Nombre de mi Padre,” y sin embargo no hay Escritura en donde se pueda leer que Él decía: “En Nombre del Padre sé sano,” o citar el Nombre que le fue revelado a Moisés. ¿Y por qué? Porque en Él estaba el Nombre de Dios, no necesitaba pronunciar el Nombre de Dios, estaba en Él.
Y ahora, les debo una Escritura en un lugar aquí, ya se nos pasó, ¿cuál fue Miguel? Era por San Mateo por ahí… aquí la tenemos. Y ahora, estamos en el capítulo 13, verso… es donde le preguntan: “¿Por qué les hablas por parábolas?” Aquí lo tenemos:
“El respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado.”
O sea, que no solamente con tomar una Biblia y ponerse a leer, ya la persona conoce los misterios de Dios, es por la revelación que viene de parte de Dios para la gente asignada de parte de Dios para conocer esos misterios divinos.
Así ha sido de edad en edad y de dispensación en dispensación, y ha venido la revelación de esos misterios por medio del Espíritu de Dios a través del mensajero de cada edad, para cada edad por la cual ha pasado el pueblo hebreo y por la cual ha pasado la Iglesia del Señor Jesucristo.
Y por medio de ese mensaje revelado para cada edad y para cada dispensación, viene el llamado de Dios para el pueblo de Dios, para las personas que formarán el pueblo de Dios, la Iglesia de Dios, tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo Testamento.
“Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
Por eso les hablo por parábolas (ahí está la explicación): porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden.
De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo:
De oído oiréis, y no entenderéis
Y viendo veréis, y no percibiréis.
Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado,
Y con los oídos oyen pesadamente,
Y han cerrado sus ojos;
Para que no vean con los ojos,
Y oigan con los oídos,
Y con el corazón entiendan (vean, con el corazón, con el alma es que se entiende),
Y se conviertan,
Y yo los sane.
Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen.
Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.”
Es una bienaventuranza poder estar escuchando la Voz de Dios por medio del Espíritu Santo a través del mensajero que Dios envía para ese tiempo; y si es una bendición grande para el tiempo de una edad a través de un mensajero de una edad, cuánto más para el tiempo de un mensajero dispensacional, a través del cual viene la revelación divina para esa nueva dispensación que está siendo entrelazada con la dispensación que está llegando a su final.
Tenemos que tener en cuenta todo esto que está en la historia de lo que pasó en otras edades y otras dispensaciones, porque se va a repetir con nuevos personajes, con personas del tiempo final, y por eso tenemos la historia de lo que pasó allá en tiempos pasados de edades y dispensaciones anteriores, para que así comprendamos que va a repetirse pero con gente nueva.
Vean, aun el mismo Jesús dice que la Venida del Hijo del Hombre será ¿cómo? Como en los días de Noé unos miles de años atrás, así va a ser; allá había, hubo un profeta mensajero dispensacional, hubo un mensaje que anunciaba el juicio divino que vendría sobre la Tierra, y era algo inconcebible para las personas de aquel tiempo, pero creíble para Noé; él lo creyó, él no lo razonó, él lo creyó, porque con el corazón es que se cree, y luego trabajó en el proyecto que tenía que llevarse a cabo para la salvación de las personas que iban a comenzar una nueva generación más adelante.
Noé quizás no podía explicar ni científicamente, ni siquiera intelectualmente lo que él estaba anunciando, pero él sabía que era verdad porque él conocía al que le había dicho esas cosas, y él ofreció el sacrificio a Dios de animalitos conforme a lo que ya estaba establecido, y Dios hablaba con él. Por lo tanto, él sabía que su mensaje era verdadero, lo había recibido de Aquel al cual él ofrecía esos sacrificios.
Y ahora, también nos dice Jesús que así como en los días de Noé, así será la Venida del Hijo del Hombre, así será el día en que el Hijo del Hombre se revelará, o sea, que será un tiempo paralelo al tiempo de Noé.
Y ahora, no será la destrucción con agua, aunque vendrán maremotos, tsunamis, también terremotos y todas estas cosas que hablan del juicio divino que ha de caer sobre la raza humana, y de las cuales Cristo también habló.
Y ahora, el mismo Cristo también dice que la Venida del Hijo del Hombre será como en los días de Lot, los días de Lot fueron los días de Abraham, un mensajero dispensacional también; por eso los días de Noé y los días de Lot hablan de un evento mundial para el tiempo final, por lo cual tiene que ser en un tiempo de entrelace dispensacional, porque en el tiempo de entrelace de dispensacional viene un mensajero dispensacional con un mensaje para todos los seres humanos, un mensaje profético de las cosas que han de suceder.
Siempre ha sido así, y recuerden que Dios tiene ¿cuántos mensajeros dispensacionales? Solamente tiene siete mensajeros. Para el Día Postrero Él enviará al último, al séptimo mensajero dispensacional, y por medio de él el Espíritu Santo estará hablando las cosas que han de suceder, y estará obrando también la promesa divina; las promesas divinas estará llevando a cabo, obrando para el cumplimiento de todo lo que Dios prometió.
Será esa la obra del Espíritu de Dios, de Dios por medio de Su Espíritu a través de un hombre, y por lo tanto, por medio de las obras o labores que estará haciendo en el Programa Divino, podremos conocerlo, porque ninguna otra persona podrá hacer esas Obras de Dios.
Por lo tanto, tenemos que saber qué Dios ha prometido para el tiempo final, qué Dios ha prometido por medio de los profetas, qué Dios ha prometido por medio de Jesús, qué Dios ha prometido por medio de San Pablo, San Pedro, San Pablo y demás apóstoles, qué Dios estará haciendo en este tiempo final, qué está prometido en el libro del Apocalipsis que será hecho en este tiempo final.
Y luego estaremos viendo esas obras siendo cumplidas por medio de la manifestación de Dios, por medio de Su Espíritu Santo a través de un hombre en el Día Postrero, y entonces van a conocer que ese es un profeta dispensacional.
Ahora, hemos tenido como tema: “LA PUERTA DE LA TEOFANÍA.” En la Escritura a través de Joel y otros pasajes bíblicos está prometido que Dios enviará Su Espíritu, “derramará de Su Espíritu sobre toda carne,” y luego cuando aparece Jesús, habla de ese tema y habla acerca de que va a ser enviado el Espíritu Santo, Él enviará el Espíritu Santo y así por el estilo, y los va a guiar a toda justicia y a toda verdad; y para recibirlo hay una puerta, hay que entrar por una puerta para obtener el Espíritu de Dios.
Y Cristo dice: “Yo soy la puerta, el que por mí entrare, será salvo,” y Él habló acerca del Espíritu Santo, del bautismo del Espíritu Santo también, pero hay que entrar por esa puerta, y esa puerta tiene una llave, y le fue dada a San Pedro la revelación de quién es Jesucristo, la revelación divina.
Y por lo tanto Pedro con la revelación el Día de Pentecostés abrió la puerta, ¿qué abrió? El misterio de la primera Venida de Cristo, el misterio de Dios el Padre y de Cristo para esa Dispensación de la Gracia que comenzó allí el Día de Pentecostés, basada en la primera Venida de Cristo y Su muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.
Para recibir entonces el Espíritu de Dios hay que entrar por esa puerta, eso de que cualquier persona puede recibir el Espíritu Santo, puede obtener el nuevo nacimiento sin entrar por medio de Cristo, es imposible. Que pueda recibir la salvación y Vida eterna, dice: “El que por mí entrare, será salvo.” Y que pueda llegar a Dios la persona, dice Cristo: “Yo soy el camino, la verdad, y la vida; y nadie viene al Padre, sino por mi” (San Juan, capítulo 14, verso 6).
Así que hay un Programa Divino, y de acuerdo a ese Programa Divino es que Dios obra y que la persona puede acercarse a Dios; para acercarse a Dios desde el Génesis encontramos que ha sido establecido un Sacrificio de Expiación para el ser humano. Por eso le fueron dadas pieles a Adán y Eva para cubrir su desnudez, tipo y figura del Mesías y Su Sacrificio en la Cruz del Calvario para cubrir nuestra desnudez.
Y ahora, ya sabemos que hay una puerta para entrar, para obtener la teofanía, el cuerpo angelical, obtener el nuevo nacimiento, y esa puerta es Cristo, el mismo Cristo dijo en San Juan, capítulo 3, versos 1 al 6 (a Nicodemo):
“De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca de nuevo, no puede ver el reino de Dios.”
Así como para ver este reino terrenal en el cual hemos aparecido y vivimos, tuvimos que nacer por nuestros padres terrenales, y ahora, para ver el Reino de Dios, ese mundo de Dios, hay que nacer de nuevo, nacer en ese Reino; y Cristo viendo que Nicodemo no entendía, pues le pregunta: “¿Cómo puede hacerse esto? ¿Puede el hombre ya siendo viejo entrar en el vientre de su madre y nacer?”
Pensó en términos humanos, pensó en los términos del nacimiento físico, y entonces Cristo le dice: “De cierto, de cierto, te digo que el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios.”
Para ver el Reino de Dios hay que entrar al Reino de Dios, y hay que entrar por medio del Agua y del Espíritu, o sea, por medio del Evangelio de Cristo y del Espíritu Santo, y así la persona obtiene el nuevo nacimiento, ¿y qué pasó? Nace en el Reino de Dios, en el Reino de Cristo, ha entrado al Reino de Dios y tiene entonces Vida eterna, ha recibido el Espíritu Santo porque escuchó la predicación del Evangelio de Cristo y lo recibió como Salvador, porque nació la fe de Cristo en su alma y dio testimonio público de su fe en Cristo recibiéndolo como Salvador, fue bautizado en agua en Su Nombre y Cristo lo bautizó con Espíritu Santo y Fuego y produjo en la persona el nuevo nacimiento, ha nacido del Agua y del Espíritu la persona, ha nacido en el Reino de Dios, el Reino de Cristo, y ha nacido a la Vida eterna, ya tiene Vida eterna.
Si muere su cuerpo físico no tiene ningún problema, sigue viviendo en el Reino de Dios, sigue viviendo en la sexta dimensión que es el Paraíso; y cuando llegue el tiempo, el momento de la resurrección de los muertos en Cristo que será cuando se complete la Iglesia, resucitará en cuerpo glorificado y entonces será inmortal, un cuerpo inmortal, joven; de 18 a 21 años de edad representará ese cuerpo nuevo, inmortal, glorificado, joven para toda la eternidad.
Y los que estén vivos en la Tierra creyentes en Cristo nacidos de nuevo cuando veamos a los muertos en Cristo resucitados, seremos transformados, y entonces todos seremos jovencitos representando de 18 a 21 años de edad, y los niños serán jóvenes también.
Será ese el tiempo donde, como dicen en la actualidad… pues los niños nacen pequeñitos, van creciendo y les llega el tiempo del desarrollo como por ahí de los 12 ó 13 años de edad hasta los 16 años de edad, en donde se dan un estirón, pero cuando llega la resurrección de los muertos en Cristo, ahí es que nos vamos a dar el estirón de lo mortal a lo inmortal.
Ese va a ser el tiempo más glorioso para los creyentes en Cristo de todas las edades, ese va a ser el tiempo en donde se esté sonando, donde el Espíritu Santo esté tocando, sonando la trompeta final, pues San Pablo dice: “Porque será tocada la trompeta y los muertos en Cristo resucitarán incorruptibles, y nosotros los que vivimos, seremos transformados.”
Así que, la Gran Voz de Trompeta o trompeta final que es el mensaje final de Dios, el cual es un mensaje dispensacional, que es el Evangelio del Reino para la Dispensación del Reino, la séptima dispensación.
Y por lo tanto, el Espíritu Santo estará en un mensajero dispensacional trayéndonos ese mensaje de Gran Voz de Trompeta, con el cual serán llamados y juntados todos los escogidos de Dios de en medio de los gentiles y de en medio del Cristianismo, y también luego serán también llamados y juntados los escogidos del pueblo hebreo que son ciento cuarenta y cuatro mil, doce mil de cada tribu.
Y todo eso para entrar físicamente al Reino de Dios con Vida eterna física, un cuerpo glorificado y eterno y joven para toda la eternidad, inmortal, la inmortalidad que han estado buscando por medio de la ciencia, vean, la va a recibir cada creyente en Cristo nacido de nuevo en el Día Postrero, Cristo dijo: “Y yo le resucitaré en el Día Postrero,” San Juan, capítulo 6, versos 39 al 40 y San Juan, capítulo 6, versos… hasta el 58 (digamos del 42 al 58), ahí nos habla del Día Postrero también, y en San Juan, capítulo 11, versos 25 al 27 nos habla ahí del Día Postrero: Marta sabiendo y diciéndole a Jesús que ella sabe que su hermano Lázaro va a resucitar en el Día Postrero.
Y ahora, la puerta de/o a la teofanía, es Cristo en Su primera Venida, y la puerta al cuerpo glorificado y eterno, es Cristo también, Cristo en Su segunda Venida. Veamos a ver si es Cristo o no, Filipenses, capítulo 3, verso 20 al 21 dice:
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra (¿para qué estamos esperando la Venida del Señor? Para nuestra transformación), para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya.”
O sea, para que sea igual al cuerpo glorificado que Él tiene, para que sea semejante, ahí es que obtendremos la semejanza física de Dios que es el cuerpo eterno, glorificado, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo, porque ese cuerpo glorificado es la semejanza física de Dios, que está sentado en el Trono celestial de Dios y que está como Sumo Sacerdote según el Orden de Melquisedec.
Y ahora, la puerta al cuerpo teofánico es Cristo, Cristo en Su primera Venida y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario, la puerta al cuerpo físico glorificado, igual al cuerpo glorificado de Cristo, es la segunda Venida de Cristo como el León de la Tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo.
Y Cristo dice en Apocalipsis, capítulo 3, verso 7 de la siguiente manera, y lo vamos a leer para tener el cuadro claro:
“Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre.”
Y ahora, hay una llave y por consiguiente tiene que haber una puerta, y la puerta al Reino, a la tierra prometida del Reino físico y a la tierra prometida del cuerpo físico glorificado, será abierta esa puerta en el Día Postrero para entrar físicamente al Reino de Dios, al Reino del Mesías con un cuerpo inmortal, glorificado, joven, eterno, como el cuerpo glorificado de Cristo nuestro Salvador.
Por lo tanto, así como la puerta a la teofanía es el Mesías, Cristo en Su primera Venida, lo cual es revelado en el Evangelio de la Gracia, todo ese programa de la primera Venida de Cristo como la puerta para entrar al Reino de Dios en la esfera espiritual, luego para entrar en la esfera física, físicamente en cuerpos eternos, es la segunda Venida de Cristo.
Por eso es que dice San Pablo que “esperamos a Cristo, el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya” (Filipenses, capítulo 3, verso 20 al 21), y también nos dice en Primera de Tesalonicenses, capítulo 4, versos 13 al 17 que el mismo Señor descenderá del Cielo con aclamación, Voz de Arcángel y trompeta de Dios, y los muertos en Cristo serán resucitados incorruptibles, nos dice la Escritura, y dice que nosotros seremos arrebatados juntamente con ellos para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.
Y también Primera de Corintios, capítulo 15, versos 49 al 58 nos habla de esa resurrección de los muertos en Cristo en cuerpos incorruptibles, o sea, glorificados, y también de la transformación de los que estamos vivos, y nosotros los que vivimos seremos transformados.
La trompeta final o Gran Voz de Trompeta es el mensaje final de Dios que es el Evangelio del Reino, que en el Día Postrero estará siendo proclamado, predicado, en donde los misterios del Reino de Dios para el Día Postrero y para la entrada a ese Reino físicamente con cuerpos eternos y glorificados, todo ese misterio va a ser abierto a los que van a ser transformados en el Día Postrero.
Ellos son los que necesitan tener la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero. El resto de la humanidad no necesita tener esa revelación, esa fe, sino los que van a ser transformados, ellos serán los que tendrán la revelación del séptimo Sello, la revelación de la Venida del Señor para el Día Postrero, y Su Venida será ¿cómo? En la noche, será como ladrón en la noche.
O sea, que el mundo estará viviendo en oscuridad, pero la Iglesia del Señor Jesucristo estará viendo la estrella resplandeciente de la mañana que es Cristo en el Día Postrero, y la estrella resplandeciente de la mañana se ve por el Este, dando testimonio de que un nuevo día, un nuevo día dispensacional, un nuevo día milenial y dispensacional está surgiendo, se está entrelazando con la Dispensación de la Gracia.
Todo eso va a estar viendo la Iglesia del Señor Jesucristo, va a comprender lo que es el lucero o estrella resplandeciente de la mañana, que es Cristo en Espíritu Santo en medio de Su Iglesia en el Día Postrero.
Y cuando lo veamos moviéndose por el Este, surgiendo por el Este, estaremos viendo ¿qué? La estrella resplandeciente de la mañana ya siendo vista por el Este como señal de que un nuevo día dispensacional y un nuevo día milenial está surgiendo en medio de la raza humana.
¿Y cómo vamos a ver la estrella resplandeciente de la mañana, resplandeciendo? Pues Cristo dice… ya les cité la estrella resplandeciente de la mañana que aparece en Apocalipsis, capítulo 22, verso 16, cuando Jesús dice, Cristo en Espíritu Santo hablando dice:
“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.”
Y Él es la puerta; y luego en Apocalipsis, capítulo 2, verso 28, dice:
“Y le daré (al vencedor) la estrella de la mañana.”
O sea, ¿qué le va a dar al vencedor? El Espíritu Santo, Cristo en Espíritu Santo va a estar en ese vencedor, y por eso en Apocalipsis, capítulo 7, verso 1 al 17 aparece un Ángel que sube de donde nace el sol, o sea, por el Este; cuando lo veamos surgiendo por el Este, sepamos que es el Ángel con el Sello del Dios vivo, o sea, con el Espíritu Santo, con la estrella de la mañana, el Espíritu Santo. Dice:
“Vi también a otro ángel que subía de donde sale el sol, y tenía el sello del Dios vivo.”
¿Ven? Tiene el Espíritu Santo que es el Sello del Dios vivo, Efesios, capítulo 4, verso 30, dice:
“Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.”
O sea, para el día en que los muertos en Cristo van a ser resucitados en cuerpos eternos, y los que vivimos vamos a ser transformados, porque ese es el día para la redención del cuerpo, la glorificación:
“Y clamó a gran voz a los cuatro ángeles, a quienes se les había dado el poder de hacer daño a la tierra y al mar,
diciendo: No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios.
Y oí el número de los sellados: ciento cuarenta y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel.
De la tribu de Judá, doce mil sellados. De la tribu de Rubén, doce mil sellados. De la tribu de Gad, doce mil sellados…”
Y así sigue enumerando doce mil sellados de cada tribu. Vean, solamente ese Ángel mensajero que como les he dicho en muchas ocasiones es un profeta dispensacional, el último profeta dispensacional, será el que puede llevar a cabo esa labor.
¿Por qué? Porque no será él de sí mismo el que estará llevando a cabo esa labor, sino el Espíritu Santo, el Sello del Dios vivo que estará en él, estará obrando a través de ese mensajero, y la labor de llamar y juntar y sellar ciento cuarenta y cuatro mil la vamos a ver realizada, y todos comprenderemos que no fue un hombre, sino el Espíritu de Dios que estaba en ese hombre llevando a cabo esa promesa, cumpliendo esa promesa.
Por lo tanto, ese es el que va a conquistar el corazón de los hebreos, de los descendientes de las doce tribus de Israel; lo van amar y se van agarrar de él como se agarró Jacob al Ángel de Dios en el capítulo 32, versos 24 al 32 del Génesis, y no lo quería soltar, y le decía el Ángel: “Suéltame porque raya el alba,” o sea, se tenía que ir.
Estará rayando el alba en el tiempo en que los judíos lo vean, rayando el alba de una nueva dispensación, un nuevo día dispensacional y de un nuevo día milenial.
Por lo tanto, en este tiempo final es que lo van a ver. Jacob no lo soltaba (al Ángel), así será que va a ser con los judíos, o sea, con los hebreos cuando vean a ese Ángel mensajero en el Día Postrero, en el cual estará el mismo Ángel que bendijo a Jacob, o sea, el Ángel del Pacto, el Espíritu Santo, la estrella resplandeciente de la mañana estará obrando por medio de ese mensajero dispensacional, y estará cumpliendo lo que ha sido prometido para este tiempo final; Dios por medio de Su Espíritu estará obrando de acuerdo a lo que Él ha prometido.
Y ninguna otra persona podrá realizar la obra que Dios ha prometido hacer en el Día Postrero, sino Dios por medio de Su Espíritu a través de ese mensajero dispensacional. Tan simple como eso. ¿Ven que es simple?
Y ahora, la puerta de la teofanía, la puerta para obtener el cuerpo teofánico angelical es Cristo en Su primera Venida, la puerta para entrar y obtener el cuerpo físico glorificado, será Cristo en Su segunda Venida en Su Obra de Reclamo, y estará Cristo en Su teofanía, Dios en Su teofanía que es el Ángel del Pacto, manifestado en el Día Postrero, el deseado de todas las naciones, el Ángel del Pacto.
Pero estará manifestándose en una nueva dispensación, introduciendo una nueva dispensación y estará usando a un mensajero dispensacional; ahí está el secreto para el Día Postrero, como estaba el secreto dos mil años atrás en un velo de carne llamado Jesús o Yeshua, en el cual estaba Dios el Padre y estaba el Ángel del Pacto, el Espíritu Santo en Él velado y revelado, hecho carne, el Espíritu Santo en un hombre llamado Jesús o Yeshua, un joven carpintero, un joven, un hombre de la construcción que sentía y conocía las luchas y sufrimientos de las personas que viven en la Tierra y que tienen que trabajar duro para conseguir el sustento de su familia, pero era un Príncipe descendiente del rey David, pero se hizo pobre para hacernos a nosotros ricos.
Y con Su Sangre nos ha limpiado de todo pecado y nos ha hecho para nuestro Dios Reyes y Sacerdotes, y ahora somos príncipes y princesas en el Reino del Señor, esa es la Casa del Señor, la casa de la cual habla San Pablo en Hebreos, capítulo 3, verso 1 al 6, donde dice que Dios colocó a Moisés como siervo sobre su casa, la cual casa, pues ya podemos ver que fue el pueblo hebreo, la Iglesia del Antiguo Testamento, y ahora dice que Dios ha colocado a Jesús, a Cristo como Hijo sobre Su casa, dice: “La cual casa somos nosotros,” la Iglesia de Dios del nuevo Pacto, del Nuevo Testamento.
Y ahora, siendo la Casa de Dios, la Iglesia del Señor Jesucristo y nosotros siendo los miembros de esa casa, los miembros de esa familia, cuando se habla de casa, se habla de una familia, como cuando se habla de la casa de Judá, se está hablando de seres humanos descendientes de las tribus del reino del Sur; y cuando se habla de la casa de Jacob o casa de Israel o casa o reino de Efraín, se está hablando de los miembros de las diez tribus del reino del Norte.
O sea, que tenemos que entender que cuando se habla de una casa, se refiere a seres humanos que forman una familia, por eso cuando se habla de la Iglesia del Señor Jesucristo como la Casa de Dios, se está hablando de gente que forman la Iglesia del Señor Jesucristo.
Y ahora, son los miembros de esa casa, la Casa del Señor, los descendientes de Dios por medio de Cristo el segundo Adán, por medio de Cristo el Hijo de David, y por consiguiente esa es la casa de Cristo, el Hijo de David, y por consiguiente es la casa de David, y ahí no les voy a explicar por el momento mucho; pertenecemos a una familia, somos descendientes bajo un nuevo Pacto de una familia: la familia de David por medio del Príncipe Hijo de David, Jesucristo nuestro Salvador.
“LA PUERTA DE LA TEOFANÍA, O A LA TEOFANÍA.”
Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de nuestro tema, y diciéndoles que todavía esa puerta está abierta, es la puerta angosta la cual Cristo dijo que todos entrarán por esa puerta, y Él dijo: “Yo soy la puerta, el que por mí entrare, será salvo;” para salvación y Vida eterna hay que entrar por esa puerta, hay que entrar por esa puerta para obtener el nuevo nacimiento, para obtener el Espíritu de Dios, el Espíritu Santo, o sea, obtener el cuerpo angelical o cuerpo teofánico, y después obtendremos el cuerpo físico glorificado.
Siempre Cristo es la puerta, Cristo en Su primera Venida y Cristo en Su segunda Venida, Cristo en Su primera Venida para el cuerpo angelical, y Cristo en Su segunda Venida para el cuerpo físico glorificado que hemos de recibir.
Si hay alguna persona que todavía no ha entrado por esa puerta, puede hacerlo en estos momentos y estaremos orando por usted. Yo entré por esa puerta abierta recibiendo a Cristo, entré por consiguiente por esa puerta que es Cristo, y recibí el cuerpo angelical, o sea, ese cuerpo teofánico, ¿y quién más? Cada uno de ustedes también.
Si hay alguna persona que todavía no ha recibido como Salvador para obtener el nuevo nacimiento y obtener el cuerpo angelical y después más adelante obtener el cuerpo físico glorificado, lo puede hacer en estos momentos y estaremos orando por usted.
Recuerde que recibir a Cristo significa Vida eterna para el ser humano. “Mis ovejas oyen mi Voz y me siguen, y yo las conozco y yo les doy Vida eterna.” Por lo tanto, pueden venir acá al frente para que oremos por usted y Cristo les reciba en Su Reino, y también los que están en otras naciones pueden pasar al frente para que queden incluidos en la oración que estaremos haciendo. Y los niños también de diez años en adelante, pueden venir a los Pies de Cristo nuestro Salvador.
Vamos a dar unos minutos en lo que pasan al frente los que han escuchado la predicación del Evangelio de Cristo y nació la fe de Cristo en su alma, porque la fe viene por el oír la Palabra, el Evangelio de Cristo, y con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.
Es un asunto de salvación y Vida eterna creer y recibir a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador. Algún día se cerrará la puerta y ya no habrá oportunidad para recibir a Cristo como su Salvador, porque cuando Él complete Su Iglesia, saldrá del Trono de Intercesión donde está como Sumo Sacerdote y ya no habrá Sangre en el Trono celestial para limpiar los pecados del ser humano, para Cristo como Sumo Sacerdote interceder por los seres humanos.
Pero todavía está abierta esa puerta, y por esa causa les extendemos la invitación de parte de Cristo para entrar por esa puerta que es Cristo, recibiéndolo como único y suficiente Salvador. Algún día ya no se harán llamados porque ya estará cerrada esa puerta.
Vamos a pedirle al misionero Miguel Bermúdez Marín, pase acá y esté con nosotros. Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo, puede pasar para que oremos por usted.
Si todos ya son creyentes en Cristo, pues dejaremos al reverendo Miguel Bermúdez Marín a continuación, y para las actividades del domingo próximo lleven sus invitados, sus familiares también, porque ustedes los aman y desean que ellos entren por la puerta, la puerta a la Vida eterna que es Cristo nuestro Salvador.
Y es escuchando el Evangelio que nace la fe de Cristo y creen y dan testimonio público de su fe en Cristo, recibiéndolo como único y suficiente Salvador. Recuerden que el domingo próximo estaremos todos reunidos.
Todavía hay oportunidad para recibir a Cristo como Salvador porque todavía la puerta de la misericordia, la puerta a la Vida eterna está abierta y hay que aprovechar de entrar por esa puerta.
Recuerden, las vírgenes prudentes y las vírgenes fatuas, las insensatas no entraron, cuando quisieron entrar ya estaba cerrada, las prudentes entraron y se cerró la puerta y entraron con Cristo, el Esposo, y se cerró la puerta.
Es importante que todos estemos dentro cuando se cierre la puerta, dentro de Cristo en la Dispensación de la Gracia, dentro del Reino de Cristo nuestro Salvador.
Vamos a pedirle al misionero Miguel Bermúdez Marín se acerque por aquí también, ya vamos a orar por las personas que han estado recibiendo a Cristo como Salvador, los que están en otros países también, los que han venido a los Pies de Cristo en estos momentos, todos los presentes también puestos en pie, y vamos ya a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo.
Con nuestras manos levantadas al Cielo, a Cristo, y nuestros ojos cerrados, los que han venido a los Pies de Cristo repitan conmigo esta oración:
Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón, creo en Ti con toda mi alma, creo en Tu primera Venida, creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo en que podemos ser salvos, creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.
Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador, doy testimonio público de mi fe en Ti y Te recibo como mi único y suficiente Salvador, Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego y produzcas en mi el nuevo nacimiento.
Quiero nacer en Tu Reino, quiero vivir eternamente, sálvame Señor. Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén.
Y con nuestras manos levantadas al Cielo, todos decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén.
Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado, porque ustedes le han recibido como vuestro único y suficiente Salvador.
Ustedes me dirán: “Quiero ser bautizado en agua lo más pronto posible, porque Cristo dijo: ‘El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
El mismo Cristo cuando estuvo aquí en la Tierra en Su cuerpo humano, fue donde Juan el Bautista estaba predicando y bautizando allá en el Jordán, y entró a las aguas para que Juan lo bautizara, y Juan al verlo le dice: “Yo tengo necesidad de ser bautizado por Ti, ¿y Tú vienes a mi para que yo Te bautice?” y no lo quería bautizar, y Jesús le dice: “Nos conviene cumplir toda justicia,” y entonces lo bautizó y vio el Espíritu Santo descender en forma de paloma sobre Jesús y permanecer sobre Él, y entonces dijo: “Éste es del cual yo dije que después de mi vendría un varón mayor que yo, Él es el que les bautizará con Espíritu Santo y Fuego.”
Y ahora, encontramos que si Jesús dijo que le convenía cumplir toda justicia siendo bautizado, cuánto más nosotros. El bautismo en agua fue un mandamiento del Señor Jesucristo y es un mandamiento del Señor Jesucristo que ha estado siendo obedecido por todos los que han recibido a Cristo como Salvador, y todos los ministros han estado bautizando a todas las personas que reciben a Cristo como su Salvador. Así ha sido siempre, así es en nuestro tiempo.
Ahora, el bautismo en agua no quita los pecados, es la Sangre de Cristo la que nos limpia de todo pecado.
En el bautismo en agua nos identificamos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo. Y cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, tipológicamente está siendo sepultado. Y cuando lo levanta de las aguas bautismales, está resucitando a una nueva vida: a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno.
Por lo tanto, el bautismo en agua es tipológico, pero es un mandamiento del Señor Jesucristo, es tipológico o simbólico, como también el Lavatorio o Lavamiento de Pies y también la Santa Cena, pero son mandamiento del Señor Jesucristo.
Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento. Por lo tanto, bien pueden ser bautizados, y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el Reino glorioso de Jesucristo nuestro Salvador.
Continúen pasando todos una noche feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.
Dejo con nosotros al misionero, doctor Miguel Bermúdez Marín.
“LA PUERTA A LA TEOFANÍA.”