Muy buenas noches, amables amigos y hermanos presentes, y los que están a través del satélite Amazonas o de internet en diferentes naciones.
Aprecio y agradezco mucho el respaldo que le están dando al proyecto de La Gran Carpa-Catedral en Puerto Rico, y también el respaldo que le están dando a la obra misionera y evangelística en todas las naciones, todos los ministros y sus congregaciones, juntos también al misionero Miguel Bermúdez Marín.
Y también aprecio y agradezco mucho el respaldo que le están dando a AMISRAEL. Los que estuvieron ayer en la noche en la actividad del lanzamiento del proyecto “Los pueblos del mundo escriben la Biblia,” pudieron ver la labor que está llevando a cabo AMISRAEL en favor de la familia humana.
Para esta ocasión, leemos un pasaje bíblico muy conocido que se encuentra en San Lucas, capítulo 21, versos 25 al 38, y dice de la siguiente manera:
“Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas;
desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas.
Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria.
Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca.
También les dijo una parábola: Mirad la higuera y todos los árboles.
Cuando ya brotan, viéndolo, sabéis por vosotros mismos que el verano está ya cerca.
Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios.
De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca.
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día.
Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra.
Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
“EN PIE DELANTE DEL HIJO DEL HOMBRE PORQUE NUESTRA REDENCIÓN ESTÁ CERCA.”
En este pasaje profético Cristo nos habla de las señales que estarán siendo manifestadas en y para el tiempo en que nuestra redención, la redención del cuerpo, va a ser llevada a cabo, o sea, cuando la resurrección de los muertos en Cristo en cuerpos glorificados va a llevarse a cabo, y la transformación de los vivos en Cristo que estarán en ese tiempo, por supuesto, en la Tierra.
Es importante conocer las Escrituras para saber cuáles son las señales que estarán viéndose en este planeta Tierra, las cuales estarán indicando que estamos en el tiempo para la redención nuestra; la redención física, que será la redención del cuerpo, de Romanos, capítulo 8, versos 14 al 31; en donde nos habla que la naturaleza, “toda la creación gime a una y aún está con dolores de parto hasta ahora, esperando la manifestación gloriosa de los hijos de Dios, esperando nuestra redención, la redención del cuerpo.”
Por eso es que Cristo en San Mateo, capítulo 16, habla acerca de las señales de aquel tiempo que tenían las personas que estar viendo y conociendo el significado de aquellas señales, que estaban dando testimonio de que el Mesías ya estaba en la Tierra. Y por consiguiente, la obra de redención iba a ser llevada a cabo con el Sacrificio Expiatorio del Hijo de Dios, el Cordero de Dios, el cual pondría Su vida en Expiación por el pecado para así todo ser humano tener la oportunidad de obtener la salvación y Vida eterna, obtener su redención.
Por eso vean, San Mateo, capítulo 16, verso 1 en adelante, dice:
“Vinieron los fariseos y los saduceos para tentarle, y le pidieron que les mostrase señal del cielo.
Mas él respondiendo, les dijo: Cuando anochece, decís: Buen tiempo; porque el cielo tiene arreboles.
Y por la mañana: Hoy habrá tempestad; porque tiene arreboles el cielo nublado. ¡Hipócritas! que sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡mas las señales de los tiempos no podéis!”
Las señales de los tiempos, que para aquel tiempo de Jesús estaban cumpliéndose. Por ejemplo, en los días en que nació Jesús una señal hubo en el cielo, la cual llamaron “la estrella del Mesías o la estrella de Belén,” o la estrella que había profetizado Balaam que “de Jacob saldría una Estrella.” Recuerden que esa señal, esa estrella, representaba, tipificaba al Mesías viniendo en aquel tiempo, naciendo en la tierra de Israel, que era la nación que tenía la promesa de la Venida del Mesías para aquel tiempo, y que tenía la promesa que una virgen concebiría y daría a luz un niño, un hijo, y se llamaría su nombre Emanuel, que significa: “Dios con nosotros.”
Y ahora, esa señal de una virgen que concibió divinamente y tuvo un niño sin intervención humana, era una señal muy grande para aquel tiempo. Vean cómo estuvo cumpliéndose cada profecía y cada señal que estaba en la Escritura para el tiempo de la Venida del Mesías, o sea que fueron unos 33 años de señales cumpliéndose en la Tierra y en el Cielo también, del tiempo mesiánico que estaba profetizado.
Ahora en ese lapso de tiempo se cumplieron muchas profecías, pero luego llega el momento para el ministerio del Mesías, que duró 3 años y medio, que se cumplió en la primera mitad de la semana número setenta. Recuerden que las setenta semanas del libro del profeta Daniel son 490 años, o sea, siete años por semana, cada semana tipifica siete años; y 70 por 7 son 490 años. En el año 483, el Mesías comenzaría Su ministerio, y luego le sería quitada la vida al Mesías. Y así sucedió. Y más adelante sería destruida Jerusalén y el templo, lo cual también lo profetizó Jesucristo. O sea, que Jesucristo sabía en qué tiempo de las setenta semanas de Daniel estaba Él teniendo Su ministerio, y las cosas que iban a suceder en esa primera parte de la Venida del Señor.
Y luego que Él fuera rechazado y llevara a cabo Su Sacrificio Expiatorio, más adelante sería destruida Jerusalén; los edificios aquellos que vieron los discípulos (en San Mateo, capítulo 24), vean cómo dicen ellos a Jesús. Capítulo 24, verso 1 en adelante de San Mateo, dice:
“Cuando Jesús salió del templo y se iba, se acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo.
Respondiendo él, les dijo: ¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada.”
Ya estaba profetizado en las setenta semanas de Daniel que el templo sería destruido, y que eso sería después de la Venida y muerte del Mesías, allá en la tierra de Israel.
“Y estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?”
Y ahora les interesó saber cuándo sería la Venida del Señor, ya la primera estaba entre ellos cumplida, y quieren saber cuándo será la Venida del Señor para establecer el Reino. Eso es la segunda Venida de Cristo.
Y ahora: “¿Qué señal habrá de Tu Venida?” Y luego Cristo comienza a explicar, a decir las señales que habrá; dice que habrá falsos profetas, falsos cristos, eso es falsos ungidos, o sea, ungidos pero no con el Espíritu de Dios, ungidos humanamente, ungidos también con otro espíritu; pero ungidos con el Espíritu Santo pues los apóstoles y todos los que predican el Evangelio de Cristo, llenos del Espíritu Santo.
Pero recuerden: a través de la Escritura cuando se nos habla “del Ungido,” se nos habla del Cristo, del Mesías: el Ungido con el Espíritu de Dios que vendrá en el Día Postrero, como vino en Su primera Venida; lo cual fue Dios el que estuvo en los profetas velado en carne humana, ahora vendría en un cuerpo que Él crearía en el vientre de una virgen, y nacería en Belén de Judea, y por consiguiente sería también de una virgen descendiente del rey David, por lo tanto Él sería descendiente del rey David y por consiguiente descendiente de la tribu de Judá.
Y ahora, todas esas profecías tenían que ser cumplidas en la primera parte de la vida del Señor, llamada la primera Venida de Cristo, en donde el Espíritu Santo, el Hijo de Dios, se encarnaría, vendría en carne Emanuel, que traducido es: “Dios con nosotros.” Y por consiguiente, vendría a ser el Hijo del Hombre, lo cual significa que el Señor, el Ángel del Pacto, vendría en un hombre de carne y hueso, que sería un Profeta, un Profeta dispensacional. El Título del “Hijo del Hombre o Hijo de Hombre,” corresponde a profeta.
Por eso ustedes encuentran en el libro del profeta Daniel, en el libro del profeta Jeremías y de Ezequiel, y en otros libros de los profetas, que Dios los llama “Hijo del Hombre,” como a Daniel también se le llama “Hijo del Hombre.” Y cuando se habla de la Venida del Mesías en Daniel, capítulo 7, también se le llama Hijo del Hombre.
Vamos a ver ese pasaje muy interesante del capítulo 7 de Daniel, para tener el cuadro claro; capítulo 7, verso 13 al 14, donde dice:
“Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él.
Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido.”
Ése es nada menos que la Piedra no cortada de manos que viene en el Día Postrero, y viene en la etapa de los pies de hierro y de barro cocido.
En Su primera Venida fue en la etapa de las piernas de hierro, o sea, del imperio romano representado ahí en las piernas de hierro de la estatua que vio el rey Nabucodonosor y la interpretó el profeta Daniel; su primera Venida corresponde a la etapa del reino de los gentiles, de las piernas de hierro, o sea, al imperio romano. Y Su segunda Venida o segunda parte de la Venida del Señor, corresponde a la etapa de los pies de hierro y de barro cocido de la estatua que vio el rey Nabucodonosor, estatua que representa el reino de los gentiles. Es en la etapa de los piernas de hierro que el Mesías tenía que morir; las piernas de hierro: el imperio romano, mataría al Mesías con la pena capital que era la crucifixión.
Y ahora para el Día Postrero, se cumplirá la Venida del Hijo del Hombre en la etapa de los pies de hierro y de barro cocido, pero ahí quien va a tener la victoria ¿quién será? Será Cristo, el Mesías, el Hijo del Hombre, a quien le será entregado el Reino; porque el Reino de Dios será entregado al Mesías. De eso es que nos habla Apocalipsis, capítulo 11, versos 15 en adelante, y esto será cuando haya sido tocada la séptima Trompeta. Capítulo 11, verso 15 en adelante de Apocalipsis:
“El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos.
Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus tronos, se postraron sobre sus rostros, y adoraron a Dios,
diciendo: Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder, y has reinado.
Y se airaron las naciones, y tu ira ha venido, y el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra.”
Y de destruir a los que destruyen la Tierra, a los que destruyen el medio ambiente, a los que destruyen la naturaleza; no importa que traten de justificar las cosas que hacen con las cuales le hacen daño a la naturaleza, al medio ambiente.
“Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo. Y hubo relámpagos, voces, truenos, un terremoto y grande granizo.”
Lo cual muestra que el Templo que está en el Cielo, ya el Trono de Intercesión, el propiciatorio en el Templo celestial, el Trono de Dios, ya está sin la Sangre de Cristo; ya ha salido el Señor del lugar de intercesión y se ha convertido en el León de la Tribu de Judá, en Rey de reyes y Señor de señores y Juez de toda la Tierra; y por eso los reinos de este mundo van a ser entregados al Mesías.
Y Él va a juzgar a todas las naciones como mostró en la parábola de San Mateo, capítulo 25, versos 31 al 46, donde el Hijo del Hombre se sentará en Su Trono, el Trono de David, y serán reunidas delante de Él todas las naciones; y pondrá a Su derecha unas naciones, representadas en ovejas, como el pastor coloca las ovejas a su derecha, y a Su izquierda coloca los cabritos; así colocará Cristo a unas naciones a Su diestra y a otras a Su mano izquierda. Las de la derecha entrarán al Reino del Mesías; las de la izquierda entrarán, pero al fuego: serán destruidas.
¿Cómo va a ser eso? El día ardiente como un horno va a destruir todas esas naciones que estarán a la izquierda. En palabras más claras: en el Reino de Dios y con relación al Reino, son de izquierda y de extrema izquierda. Y las que estarán a la derecha, pues son de derecha, de centro y de derecha, o sea, son de parte del Reino de Dios (para entenderlo mejor, para hacer una comparación con la política que se lleva a cabo en las naciones).
Y entonces, lo importante es que estemos de parte del Reino de Dios, que estemos en el centro del Reino de Dios, sin fanatismos, bien centrados en el Programa divino, para que así nuestras naciones también puedan ser colocadas a la diestra, a la derecha del Señor en el Reino del Señor. Al orar por nuestras naciones, para que Cristo tenga misericordia de nuestras naciones y su pueblo, sus habitantes, Su misericordia sea extendida a todas estas naciones que desean vivir en el Reino del Mesías.
Por eso es que la Escritura dice que se van a unir muchas naciones a Israel; es que Israel será el distrito federal del Reino del Mesías y Jerusalén será la capital del Reino del Mesías. Es la única nación que tiene, por decreto divino, la promesa de que la capital del Mesías será Jerusalén; será la ciudad, la capital de esa nación; y que esa nación será la cabeza de todas las naciones, pues la capital es la cabeza de toda nación. Tan sencillo como eso.
Y ahora, para el Día Postrero la promesa es que el Hijo del Hombre vendrá como el relámpago que sale del Oriente y se muestra en el Occidente; vean, se muestra, se revela, se manifiesta, se da a conocer el Hijo del Hombre, la manifestación del Hijo del Hombre (recuerden que eso es Título de profeta).
Cuando dos mil años atrás el Mesías estaba sobre la Tierra, Él mismo usaba el Título de Hijo del Hombre porque era un profeta. Es que el Mesías es Rey y Profeta, y por eso es que la Venida del Mesías, es identificada como la Venida del Hijo del Hombre.
Siempre Dios, a través de la historia del Programa Divino, ha tenido un velo de carne a través del cual Él se ha velado, se ha metido dentro del velo de carne y a través de ese velo de carne ha hablado al pueblo, y ha obrado por medio de ese instrumento como obró por medio del profeta Moisés; pero no era Moisés, era Dios en él, Dios por medio de Su Espíritu, por medio del Ángel del Pacto, hablando todas las cosas que tenían que acontecer allá en Egipto y que tenían que acontecer en toda la trayectoria del pueblo hebreo.
Por eso es que Moisés habló bendiciones y maldiciones. Y les enseñó al pueblo que si no obedecían la Palabra de Dios dada bajo el pacto establecido por Dios en aquel tiempo, las maldiciones vendrían para el pueblo. Pero si permanecían obedeciendo la Voz de Dios, la Palabra de Dios, guardando las palabras de ese pacto, las bendiciones divinas vendrían sobre el pueblo.
Es un asunto de siembra y cosecha: se siembra obedeciendo o desobedeciendo, y luego se cosecha de acuerdo a lo que la persona sembró. Si sembró desobedeciendo, desobediencia, segará muchos problemas: los juicios, las plagas divinas; si siembra obedeciendo la Palabra de Dios, siendo fiel a la Palabra de Dios, cosechará bendiciones. Tan sencillo como eso.
Y ahora, es importante conocer estas cosas, porque para este tiempo final la promesa es que serán bienaventurados todos aquellos que estarán orando y pidiendo ser tenidos por dignos de evitar todas estas cosas que vendrán durante la gran tribulación, estos juicios divinos, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre, o sea, delante del Mesías; delante del Rey Profeta o Profeta Rey, que será el Mesías Príncipe que está esperando el pueblo hebreo y que también lo está esperando el Cristianismo: el Príncipe de paz, el que se sentará en el Trono de David.
Y Cristo dice: “¿Quién es el siervo fiel y prudente, al cual su Señor puso sobre Su Casa para que les dé el alimento a tiempo? De cierto os digo que cuando su Señor venga y le halle haciendo así (o sea, para el tiempo de la Venida del Señor), de cierto os digo que le pondrá sobre todos Sus bienes.” En términos más sencillos: será colocado como administrador en el Reino del Mesías; será, en otras palabras, el virrey; pues la promesa también de Apocalipsis, capítulo 3, verso 20 al 22, es:
“Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.”
Vendrá a ser el primer ministro de ese Reino, o sea que es una promesa grande para ser cumplida en el Día Postrero.
También dice que pondrá sobre él, escribirá sobre él el Nombre de nuestro Dios, el Nombre de la ciudad de nuestro Dios, y también Su Nombre nuevo. Es que obligatoriamente el que se sienta en el Trono de Dios tiene que tener el Nombre de Dios, y por eso Cristo se sentó en el Trono celestial de Dios. Y para sentarse con Cristo en Su Trono terrenal, que es el Trono del Mesías, Él colocará el Nombre de Dios, el Nombre de la Ciudad de nuestro Dios, y Su Nombre nuevo sobre el vencedor. Apocalipsis, capítulo 3, verso 12, y Apocalipsis, capítulo 2, verso 17, donde dice: “Al que venciere Yo le daré a comer el maná escondido; y le haré columna en el Templo de mi Dios, y nunca más saldrá fuera.” También dice: “Y le daré una piedrecita blanca.” Vamos a leerlo, porque ahí estoy uniendo dos versos: el del capítulo 3, verso 12, y el del capítulo 2, verso 17. El capítulo 2, verso 17 de Apocalipsis, dice:
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe.”
Un Nombre nuevo, el Nombre nuevo del Señor. Por eso en Apocalipsis 19, el Jinete que viene en el caballo blanco con Su ejército, que son todos los creyentes en Cristo que resucitarán en cuerpos glorificados, viene con un Nombre que ninguno conoce sino Él mismo, y Su Nombre es EL VERBO DE DIOS. O sea que tendrá el Nombre del Ángel del Pacto, del Verbo que era con Dios y era Dios. Ahí vendrá nuevamente el Nombre de Dios, el Nombre para el glorioso Reino milenial, el Reino del Mesías; vendrá el Nombre que será usado por el Mesías como Rey y Profeta. Para revelar el Nombre, pues tendrá que tener un mensajero, un mensaje y un pueblo que reciba esa Palabra.
Y ahora, ese pueblo estará en pie delante del Hijo del Hombre escuchando Su mensaje, siendo alimentados en el Día Postrero, y recibiendo la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero; recibiendo la fe, la revelación de la Venida del Hijo del Hombre, de la Venida del Señor en el Día Postrero como León de la Tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo en la manifestación del Día Postrero, la manifestación del Hijo del Hombre, la manifestación de Cristo el Ángel del Pacto, el Espíritu Santo viniendo en medio de Su Iglesia, en medio de Su pueblo, en Su manifestación correspondiente; como vino dos mil años atrás el Verbo hecho carne.
El Jinete del caballo blanco de Apocalipsis 19, es nada menos que el Verbo hecho carne, el Verbo, la Palabra hecha carne en el Día Postrero. Y eso será la Venida del Hijo del Hombre, tan sencillo como eso; “como relámpago que sale del Oriente y se muestra en el Occidente, así será la Venida del Hijo del Hombre.”
Y habrá un pueblo que estará en pie delante del Hijo del Hombre; conocerá el misterio más grande de toda la Escritura que es el misterio de la Venida del Hijo del Hombre para el Día Postrero, en donde cumplirá la Venida del Señor que tanto ha estado esperando la Iglesia del Señor Jesucristo y también el pueblo hebreo.
Y en esa manifestación es que se realizará la manifestación del Príncipe de paz para traer la paz al pueblo hebreo y a todas las naciones. Con la revelación, la fe que nos dará en Su manifestación el Hijo del Hombre, nos dará la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero. Tan simple como eso.
Y así estaremos en pie delante del Hijo del Hombre en este tiempo final porque nuestra redención está cerca, y tenemos que recibir la fe, la revelación de la Venida del Hijo del Hombre para poder ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero. Sin la revelación de la Venida del Hijo del Hombre en el Día Postrero, no habrá transformación para los creyentes en Cristo.
Por lo tanto, es necesario que estemos en pie delante del Hijo del Hombre en el Día Postrero, porque nuestra redención está cerca. Y Él es, Cristo, el que nos va a transformar, pues en Filipenses, capítulo 3, dice el apóstol Pablo, verso 20 al 21:
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”
Y ahora, Su Venida en el Día Postrero será para transformar nuestros cuerpos y ser nuestros cuerpos como el cuerpo de la gloria Suya, o sea, como Su cuerpo glorificado ser la transformación que Él nos dará, y entonces seremos o estaremos en cuerpos glorificados, eternos y jóvenes para toda la eternidad. Es con cuerpos glorificados que será el rapto o arrebatamiento de la Iglesia del Señor Jesucristo, así como el rapto de Jesucristo fue en cuerpo glorificado.
Y ahora, la recomendación de Cristo, lo que Cristo dice es: “Que estemos en pie delante del Hijo del Hombre, orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que sobrevendrán y estar en pie delante del Hijo del Hombre.” Estar en pie delante del Hijo del Hombre bajo el nuevo Pacto y dentro del nuevo Pacto, cubiertos con la Sangre del nuevo Pacto, la Sangre del Pacto eterno, la Sangre del Señor Jesucristo.
Yo lo recibí como mi Salvador y entré al Programa de Redención y estoy en pie delante de Cristo, del Señor, del Hijo del Hombre, esperando mi transformación. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también, porque es para ustedes también.
Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, lo puede hacer en estos momentos y estaremos orando por usted para que Cristo le reciba en Su Reino. Para lo cual puede pasar acá al frente, y también los que están en las demás naciones pueden venir a los Pies de Cristo, para que Cristo les reciba en Su Reino.
Los niños de diez años en adelante también pueden venir a los Pies de Cristo, pues Cristo dijo:
“Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos.”
Vamos a dar unos minutos mientras vienen a los Pies de Cristo las personas que todavía no han venido a los Pies de Cristo. Es importante venir a los Pies de Cristo para estar en pie delante del Hijo del Hombre dentro del nuevo Pacto.
Lo más importante para el ser humano es la Vida eterna, no hay otra cosa más importante para la persona. Vean, una persona puede tener una profesión muy importante, convertirse en una persona millonaria, pero si se muere, todo lo que tenía se queda en la Tierra; de nada le sirve su profesión o su dinero cuando haya muerto, pues no se lo puede llevar de la Tierra ni su dinero ni sus propiedades ni su profesión. No va a ir a otra dimensión a tocar la puerta y decir: “Aquí esta el doctor Fulano de tal o el ingeniero Fulano de tal.” Ahí los títulos no cuentan, lo que cuenta es haber recibido a Cristo como único y suficiente Salvador.
Todavía hay oportunidad en el Reino de Dios para recibir a Cristo como Salvador, porque la puerta de la misericordia todavía está abierta. Fue abierta el Día de Pentecostés pues Pedro con las llaves del Reino de los Cielos, abrió la puerta del Reino de los Cielos y la puerta es Cristo, el cual dijo:
“Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo…”
Todavía hay tiempo para recibir a Cristo como único y suficiente Salvador. Pero algún día ya no habrá oportunidad, pues en la parábola de las diez vírgenes de San Mateo, capítulo 25, versos 13, ó 10 al 13, Cristo compara el Cristianismo con diez vírgenes, o sea, personas que han recibido a Cristo como Salvador, pero cinco de ellas no tienen aceite, o sea, no recibieron el Espíritu Santo, son cristianos profesantes; y cinco sí tienen aceite, o sea, recibieron el Espíritu Santo y por consiguiente nacieron de nuevo.
Y cuando llega el tiempo de medianoche en donde se escucha un clamor: “He aquí el Esposo viene, salid a recibirle,” las cinco que no tenían aceite, piden aceite a las que tenían aceite. Las que tenían aceite tenían el Espíritu Santo; le dicen a las otras: “Vayan ustedes a comprar, para que no les falte a ustedes y no nos falte a nosotras también.” Y mientras ellas iban a comprar, vino el Esposo, y las que estaban preparadas entraron con Él a las Bodas y se cerró la puerta.
Y luego vinieron las insensatas, y no dice si consiguieron o no aceite, y tocan a la puerta llamando: “Señor, ¡ábrenos!” Ya estaba la puerta cerrada. “¡Ábrenos, Señor!” Él dice: “Os digo que no os conozco, no sé de dónde ustedes son.”
Eso está en San Mateo, capítulo 25, verso 10 al 13, y luego en San Lucas, capítulo 13, verso 20 al 27, nos dice: “Cuando el Padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, entonces comenzaréis a tocar a la puerta y a decir: Señor, en nuestras plazas enseñaste…” Vamos a leerlo para que lo tengan claro, porque esto va a ser una realidad dentro de poco tiempo. Eso es cuando se cierre la Dispensación de la Gracia y por consiguiente ya no habrá oportunidad para recibir misericordia divina. Dice capítulo 13, verso 23 en adelante, dice:
“Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo:
Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.
Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta , y estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, él respondiendo os dirá: No sé de dónde sois.
Entonces comenzaréis a decir: Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste.
Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad.
Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos.”
Algún día se cerrará la puerta de la misericordia divina, la puerta de la Dispensación de la Gracia, y luego ya no habrá oportunidad de salvación. De ahí en adelante, todas las personas que no hayan recibido a Cristo como Salvador, pasarán por la gran tribulación; pero los creyentes en Cristo nacidos de nuevo serán llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
Cristo tiene mucho pueblo, muchos hijos en esta ciudad de Santa Cruz y en toda la República de Bolivia, y los está llamando en este tiempo final; y también Dios tiene mucho pueblo en toda la América Latina y los está llamando en este tiempo final; y en todas las naciones. Él está llamando Sus ovejas con las cuales completará Su Iglesia, así como llamó en tiempo pasados Sus ovejas en diferentes naciones y diferentes tiempos.
Y ahora, nos ha tocado a nosotros escuchar el llamado final de Dios, el llamado de la gran Voz de Trompeta o Trompeta final, con el cual se juntan en el Reino de Cristo los escogidos.
Todavía vienen más personas que como ustedes quieren entrar al Reino de Dios, quieren vivir eternamente con Cristo, y saben y han visto y han entendido que la puerta está todavía abierta para entrar al Reino de Dios.
En las demás naciones también pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo, pues Cristo tiene lugar en Su Reino para ustedes también; y los niños de diez años en adelante presentes y también en otras naciones, pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo. Recuerden que Él dijo:
“Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos.”
Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo nuestro Salvador. Todavía vienen más personas de camino, por lo tanto estaremos esperando unos segundos mientras llegan para orar por todos ustedes.
Lo más importante es la Vida eterna, recuerden que Cristo dijo:
“Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?
Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.” (San Mateo, capítulo 16, versos 26 al 28).
Y Apocalipsis, capítulo 22, verso 12:
“He aquí yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra.” (Apocalipsis 22, verso 12).
Ya vamos a orar por todos los que han venido a los Pies de Cristo, si falta alguno por venir puede venir, de los que están presentes y también de los que están a través del satélite Amazonas o de internet en diferentes naciones.
Vamos a estar en pie también en las demás naciones para la oración por los que han venido a los Pies de Cristo nuestro Salvador.
Recordando que de todas las decisiones importantes que el ser humano hace en su vida hay una sola que es la que le coloca en la Vida eterna y es recibir a Cristo como único y suficiente Salvador. Ninguna otra decisión coloca al ser humano en la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno. El mismo Cristo dijo en San Mateo, capítulo 10, verso 32 al 33:
“A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos.”
Y también dice:
“Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos.”
Y nosotros queremos que Él nos confiese delante del Padre celestial como personas que hemos creído en Él como nuestro Salvador y lo hemos recibido como nuestro único y suficiente Salvador.
Ya vamos a orar por todos lo que han venido a los Pies de Cristo, con nuestras manos levantadas al Cielo, a Cristo, y nuestros ojos cerrados los que están presentes y los que están en otras naciones, los que han venido a los Pies de Cristo repitan conmigo esta oración:
Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón. Creo en Ti, creo en Tu primera Venida, creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo dado a los hombres en que podemos ser salvos. Creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.
Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador, un Redentor. Doy testimonio público de mi fe en Ti y Te recibo como mi único y suficiente Salvador. Te ruego perdones mis pecados, y con Tu Sangre me limpies de todo pecado y me bautices con Espíritu Santo y Fuego, y sea producido en mí el nuevo nacimiento.
Quiero nacer en Tu Reino, quiero vivir eternamente Contigo en Tu Reino. Sálvame, Señor, Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén.
Y con nuestras manos levantadas al Cielo a Cristo, todos decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén.
Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados, y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado, porque ustedes le han recibido como vuestro único y suficiente Salvador.
Por lo cual ustedes me dirán: “Quiero ser bautizado en agua lo más pronto posible, pues Cristo dijo: ‘El que creyere y fuere bautizado será salvo.” (San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16).
Y la pregunta desde lo profundo de vuestro corazón es: “¿Cuándo me pueden bautizar?” Por cuanto ustedes han creído en Cristo de todo corazón, bien pueden ser bautizados en Cristo. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.
El mismo Cristo fue donde Juan estaba bautizando en el Jordán para que Juan lo bautizara. Juan no lo quería bautizar, y Cristo le dice: “Nos conviene cumplir toda justicia.” Y entonces Juan lo bautizó allí en el Jordán. Y si Cristo para cumplir toda justicia convenía que fuese bautizado, cuánto más nosotros.
El bautismo en agua en el Nombre del Señor Jesucristo es un mandamiento del Señor Jesucristo, el cual ha estado siendo obedecido por los apóstoles y por todos lo que han recibido a Cristo como único y suficiente Salvador. Así fue en el tiempo de los apóstoles, así ha sido a través de la historia de la Iglesia del Señor Jesucristo, y así por consiguiente es también en nuestro tiempo.
Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador muere al mundo tipológicamente; y cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, tipológicamente está siendo sepultado; y cuando lo levanta de las aguas bautismales está resucitando a una nueva vida, a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno.
En el bautismo en agua la persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. El agua en el bautismo no quita los pecados, es la Sangre de Cristo la que nos limpia de todo pecado; pero el bautismo en agua es un mandamiento del Señor Jesucristo y es tipológico, hay una tipología ahí, en donde la persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección.
Por lo tanto, bien pueden ser bautizados. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el glorioso Reino del Señor Jesucristo.
Los que están en otras naciones también pueden ser bautizados.
Y ahora dejo al ministro reverendo Joel Lara para que les indique cómo hacer para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo; y también dejo en cada nación al ministro correspondiente y él les dirá, allá en cada nación, cómo hacer para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre cada uno de ustedes; que las bendiciones del Hijo del Hombre, sean sobre cada uno de ustedes y sobre mí también. Y pronto se complete el número de la Iglesia del Señor Jesucristo, y los muertos en Cristo resuciten en cuerpos glorificados y los que vivimos seamos transformados por Cristo, y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero. En el Nombre eterno del Señor Jesucristo. Amén.
Continúen pasando todos una noche feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.
“EN PIE DELANTE DEL HIJO DEL HOMBRE PORQUE NUESTRA REDENCIÓN ESTÁ CERCA.”