Muy buenas noches, amables amigos y hermanos presentes aquí en esta actividad de esta ocasión en Zihuatanejo, República Mexicana; es realmente un privilegio y bendición grande estar con ustedes, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.
También un saludo para los que están a través del satélite Amazonas y de internet en diferentes naciones. Que las bendiciones de Dios sean sobre todos ustedes. Para esta ocasión leemos un pasaje de la Biblia muy conocido por todos nosotros, el cual se encuentra en el Evangelio según San Mateo, capítulo 16, versos 26 al 28, palabras de Jesucristo que dice:
“Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?
Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.
De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
En este pasaje Cristo nos habla de la importancia de la salvación del alma y nos muestra que de nada le sirve al ser humano, al hombre, si gana todo el mundo, si trabaja, si lucha; se esfuerza por hacer riquezas y luego se convierte en una persona multimillonaria y pierde su alma, o sea, no se ocupó de la salvación de su alma por medio de Cristo que es el Salvador, de nada le sirvió vivir en esta Tierra, perdió su tiempo en esta Tierra.
Porque el ser humano ha sido colocado en este planeta Tierra para obtener su salvación, obtener la Vida eterna, ha sido colocado el ser humano en la Tierra para ser rociado con la Sangre de Cristo al obedecer la Palabra de Dios, el Evangelio de Cristo y recibir a Cristo como único y suficiente Salvador, para eso es que estamos viviendo en este planeta Tierra: para recibir la Palabra de Dios, recibir a Cristo como Salvador, obedecer ese mensaje del Evangelio de Cristo, y Cristo dice:
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16.
Por lo tanto, lo más importante para el ser humano en la Tierra es la salvación de su alma, porque lo más importante que tiene el ser humano es su alma, eso es lo que en realidad es la persona: alma viviente.
El cuerpo físico es una casa terrenal donde vivimos, y es por poco tiempo, porque cuando se pone vieja y luego se muere, y algunos hasta en un accidente mueren teniendo la casa nueva, siendo bebés o siendo jovencitos.
O sea, que no hay tiempo que la persona puede decir: “Voy a durar tantos años, y después cuando ya esté al final de esos años, voy a buscar a Dios.” Se equivocó porque no sabe cuándo vendrán a pedir su alma, dice Cristo en la parábola del hombre rico que dijo: “Muchos bienes tienes alma, muchos bienes tienes,” y entonces dijo que iba a hacer unos graneros más grandes, y dice: “Alma regocíjate, deleitate, muchos bienes tienes,” y entonces el Señor en la parábola le dice: “¡Necio! Esta noche vienen a pedir tu alma, y lo que has almacenado ¿de quién será?”
¿Ven? Que la gente trabaja y trabaja y se vuelven ricos algunos, y después se mueren, o sea, que trabajaron y trabajaron para otro. Ahora, el que amacena tesoros en el Reino de los Cielos, en el Reino de Dios que son los que trabajan en la Obra de Dios, los que se ocupan de la salvación y Vida eterna y trabajan en la Obra de Cristo, esos han aprovechado bien su tiempo en este planeta Tierra; todo lo que han colocado en la Obra del Señor, será recompensado en el Reino del Mesías, y disfrutará en el Reino del Mesías de acuerdo a lo que almacenó en el Reino de Dios. O sea, será recompensado cada ser humano de acuerdo a su obra o a sus obras.
Y ahora, podemos ver que estamos aquí en la Tierra por y para un Programa Divino, usted no vino a la Tierra porque quiso venir, usted no escogió vivir en la Tierra, y menos en este tiempo en el cual nos ha tocado vivir, que es el mejor, el más importante de todos los tiempos, porque es el tiempo para la venida del Reino de Dios, es el tiempo para la Venida del Hijo del Hombre en Su Reino, es el tiempo para la Venida del Hijo del Hombre en gloria en Su Reino.
“LA VENIDA DEL REINO Y LA GLORIA DEL HIJO DEL HOMBRE,” Eso es lo que está prometido para ser manifestado en este tiempo final, el Reino de Dios del cual Cristo estuvo hablando tantas veces en Su predicación, predicando el Evangelio del Reino por todos los lugares conforme a San Mateo, capítulo 4, verso 17 y capítulo 4, verso 23, donde dice que Jesús predicaba el Evangelio del Reino.
Y ahora, encontramos que Él habla mucho acerca de la venida del Reino, por eso en la oración que enseñó a Sus discípulos hacer, porque ellos querían saber, aprender cómo orar a Dios, le dicen: “Enséñanos a orar,” y Cristo les dice: “Cuando ustedes oren, no estén usando mucha palabrería, porque Dios sabe qué necesitan ustedes, ustedes oren así: “Padre nuestro que estás en los Cielos, Santificado sea Tu Nombre, Venga Tu Reino, hagase Tu voluntad como en el Cielo también en la Tierra (o aquí en la Tierra).”
Y sigue enumerando las cosas que deben ser incluidas en la oración, no quiere decir que tengan que repetir esa oración, sino ahí está el contenido de las cosas que deben ser mencionadas, pero el que quiera repetir el ‘Padre nuestro’ completo, también lo puede hacer, no hay ningún problema, son palabras del Señor Jesucristo, y repetir lo que Cristo dijo es una bendición, un privilegio grande para los seres humanos. Y entender lo que Él dijo es un privilegio mayor.
Y ahora, siendo que Él dijo que oremos pidiendo la venida del Reino de Dios, ¿qué será la venida del Reino de Dios, y en qué tiempo será la venida del Reino de Dios? En el Cielo encontramos que Cristo está sentado en el Trono de Dios, y por consiguiente Él está como Rey de los Cielos y de la Tierra, está sentado en el Trono del Padre.
Ahora, la venida del Reino de Dios a la Tierra, será la restauración del Reino de Dios en la Tierra, y ese Reino de Dios en la Tierra va paralelo al Reino de Dios en el Cielo, así como en el Reino de Dios celestial está el Trono de Dios en el cual Dios ha sentado a Jesucristo, en y con Su cuerpo glorificado, y por consiguiente le ha dado todo el poder de los Cielos y de la Tierra. Ahora, Dios no se quedó sin poder, porque Dios está dentro de Cristo.
Y ahora, la venida del Reino de Dios a la Tierra veamos cuando el salmista y rey David ya estaba avanzado en edad, y para él avanzado en edad, pues fueron alrededor de 70 años, porque murió a los 70 años, y para ese tiempo era bastante edad y con tantas luchas que él había tenido, tantas guerras, imagínense, mucho había durado; Dios lo libró, lo salvó de muchos peligros, hasta su suegro se levantó en contra de él, hasta su propio hijo Absalón se levantó en contra de David. O sea, que estaba vivo de milagro.
Y ahora, cuando ya él ve que está en sus últimos días, recuerden que él decía que los días del hombre, del ser humano son 70 años, y en los más fuertes 80 años. Y ahora, y en los más fuertes que los fuertes, pues pasan de 80 años. Así que no se debe preocupar Miguel, porque más fuerte que los fuertes, duran más de 80 años.
Yo tampoco me preocupo en esa parte, porque yo no me voy a ir de la Tierra hasta que llegue el momento de irme, y ustedes también, y nos vamos a ir para la Cena de las Bodas del Cordero, para un lugar mejor.
Ahora, ¿qué es el Reino de Dios en la Tierra? El salmista y rey David cuando fue a pasar el cetro y Trono y Reino suyo a su hijo Salomón, el cual era el heredero elegido por Dios para ocupar el Trono de David, dice en Primera de Crónicas… es importante que sepamos lo que es el Reino de Dios para que sepamos lo que será la venida del Reino de Dios y la restauración del Reino de Dios en la Tierra, dice Primera de Crónicas, capítulo 28, verso 4 al 6, dice:
“Pero Jehová el Dios de Israel me eligió de toda la casa de mi padre, para que perpetuamente fuese rey sobre Israel; porque a Judá escogió por caudillo, y de la casa de Judá a la familia de mi padre; y de entre los hijos de mi padre se agradó de mí para ponerme por rey sobre todo Israel.
Y de entre todos mis hijos (porque Jehová me ha dado muchos hijos), eligió a mi hijo Salomón para que se siente en el trono del reino de Jehová sobre Israel.”
Y ahora, el Trono del Reino de Dios sobre Israel, es el Trono de David, o sea, el Reino de Dios sobre Israel es el Reino de David, y el Trono de Dios sobre Israel, es el Trono de David. Así como Cristo se ha sentado en el Trono del Reino celestial en el Cielo, ahora el Reino de Dios terrenal es el Reino de David, y el Trono del Reino de Dios terrenal, es el Trono de David. Tan sencillo como eso.
Vean, en el capítulo 29, verso 22 en adelante dice:
“Y comieron y bebieron delante de Jehová aquel día con gran gozo (estoy leyendo en Primera de Crónicas, capítulo 29, verso 22 en adelante); y dieron por segunda vez la investidura del reino a Salomón hijo de David, y ante Jehová le ungieron por príncipe, y a Sadoc por sacerdote.
Y se sentó Salomón por rey en el trono de Jehová en lugar de David su padre, y fue prosperado; y le obedeció todo Israel.”
¿En qué Trono se sentó el rey Salomón el hijo de David? Se sentó en el Trono de Jehová, el Trono terrenal de Dios es el Trono de David, el Reino terrenal de Dios es el Reino de David, y va a ser restaurado y cuando sea restaurado ese Reino, pues habrá llegado el Reino de Dios a la Tierra, porque el reino que la Tierra tiene, es el reino de los gentiles en donde se sentó el rey Nabucodonosor y donde se han sentado otro líderes políticos a medida que ha ido pasando ese reino de los gentiles por sus diferentes etapas, las cuales fueron mostradas en el sueño que tuvo el rey Nabucodonosor y le interpretó el profeta Daniel en el capítulo 2 del libro del profeta Daniel, en donde vio el rey una estatua grande, y vio que tenía la cabeza de oro que representa el reino o imperio de Nabucodonosor, y en ese imperio, la cabeza de ese imperio era el rey Nabucodonosor, porque siempre el rey es la cabeza del reino.
Y luego pasó a otra etapa el reino de los gentiles, a la etapa representada en el pecho y los brazos de plata que es el reino o imperio medopersa, y luego pasó a otra tercera etapa, la etapa del vientre y los muslos de bronce que corresponde al imperio griego o imperio de Grecia que comenzó con Alejandro el Grande y continuó con sus cuatro generales luego de la muerte de Alejandro el Grande.
Y luego se pasa a otra etapa: la cuarta etapa, y la cuarta etapa tiene dos fases, la cuarta etapa del reino de los gentiles tiene la parte de las piernas de hierro, que es el imperio romano de los césares, y luego viene la segunda parte de ese imperio cuarto, los pies de hierro y de barro cocido, y en los pies es que están los diez dedos que representa a los diez reyes y esa parte de los pies de hierro y de barro cocido comenzó cuando el reino o imperio romano terminó, y terminó aparentemente, porque continúan los pies de hierro y barro cocido, porque el hierro representa ese imperio romano.
Y ahora… y que muchos no lo verían como el imperio porque estaría cubierto ¿de qué? De barro, pies de hierro y barro cocido. Ahí es que aparecen los diez reyes con sus diez reinos, en los pies de hierro y de barro cocido, que le dan su poder a la bestia y luego aborrecen la bestia y la destruyen con fuego, con fuego atómico, con bombas atómicas. De eso es que nos habla tanto Daniel, capítulo 7, versos 9 al 27, y también el capítulo 2, verso 30 al 45. Luego encontramos lo mismo en Apocalipsis, capítulo 17, verso 11 al 18 y el capítulo 19 de Apocalipsis, versos 11 al 21.
Este reino de los gentiles en la etapa de las piernas de hierro, el imperio romano, le hizo la guerra a Cristo, crucificó a Cristo, tremendo problema para ese imperio de los gentiles, y Dios vengará la Sangre de Cristo del reino de los gentiles, ese reino o imperio que en este tiempo final estaría en los pies de hierro y de barro cocido, pero que esos pies de hierro y de barro cocido comenzaron hace mucho tiempo, cuando cayó el imperio romano.
Y ahora, ese fue la herida de muerte que recibió el imperio romano y luego fue curada, y se convierte en los pies de hierro y de barro cocido.
Y ahora, para este tiempo final la promesa es que el reino de los gentiles va a desaparecer, el reino de los gentiles en su etapa de los pies de hierro cocido va a ser desmenuzado por la Venida del Señor, la piedra no cortada de manos de Daniel, capítulo 2, verso 30 al 45; y esa piedra crecerá y llenará toda la Tierra, o sea, un Reino, el Reino del Mesías será establecido en la Tierra, eso será la restauración del Reino de David en la Tierra, la restauración del Reino de Dios en la Tierra.
Y ahora, esto también es de lo que nos habla el Ángel Gabriel en San Lucas, capítulo 1, versos 30 en adelante donde nos dice, esto fue cuando le apareció a la virgen María en el mes sexto, dice, verso 30 en adelante dice:
“Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.
Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS.
Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre;
y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.”
Ahí tenemos la promesa del Mesías, el heredero al Trono de David, para reinar sobre Israel para siempre, Su Reino no tendrá fin, y ahí tenemos la revelación divina de lo que es el Reino de Dios en la Tierra, del cual Cristo dijo que orando pidiéramos por la venida del Reino de Dios.
Este Reino es del cual nos habla Cristo por medio de Su Espíritu Santo en Apocalipsis, capítulo 3, versos 20 al 21 cuando dice:
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.”
Y ahora, vean, en la misma forma que Cristo se ha sentado con el Padre en el Trono celestial, y por consiguiente todo poder le ha sido dado en el Cielo y en la Tierra porque el Reino celestial es que el gobierna sobre toda la creación, y el que está sentado en el Trono es el que tiene el poder de ese Reino.
Por eso Cristo luego de resucitado, dice a Sus discípulos en San Mateo, capítulo 28, versos 16 al 20: “Todo poder me es dado en el Cielo y en la Tierra.” Y ahora, el Reino celestial desde el Trono celestial tiene el poder de los Cielos y la Tierra, y el que está sentado en el Trono, pues es el Rey, el que tiene el poder.
Y ahora, encontramos que Dios está en Su Trono vestido de un cuerpo angelical llamado el Ángel del Pacto, esa teofanía, y vestido de un cuerpo físico de carne, pero glorificado, llamado Jesucristo. Tan sencillo como eso. Pero ahora, Cristo dice:
“Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.”
Y ahora, ¿cuál es el Trono de Cristo? Ya que Él cuando habla del Trono en el cual Él se ha sentado, dice que es el que Trono del Padre, pero el Trono de Cristo es el Trono de David, al cual Él es heredero, y en la misma forma en que Dios le ha dado a Él que se siente en el Trono celestial con el Padre, Él dará al vencedor que se siente con Él en Su Trono, lo cual corresponde al siervo fiel y prudente al cual su Señor le dará autoridad, le dará autoridad sobre todo; le dice: “Quién es el siervo fiel y prudente al cual cuando su Señor venga, le halle haciendo así, de cierto os digo que todos sus bienes le pondrá.”
Así como Dios puso a Cristo en el Cielo en el Reino celestial sobre todos Sus bienes al sentarlo sobre Su Trono celestial, y en esa misma forma es que Cristo va hacer, es como hizo el faraón allá cuando sentó a José como segundo en el Reino, y le dio el anillo en el cual estaba el nombre del faraón, con el cual él sellaba todos los documentos, y le colocó como el administrador, como el virrey, como el primer ministro de ese imperio y así por elo estilo.
Eso es tipo y figura de Dios el Padre colocando a Cristo allá en Su Trono celestial para administrar todo ese Reino celestial; pero es Dios por medio de Su Espíritu en el cuerpo glorificado de Cristo gobernando en Su Reino celestial, que cubre esta Tierra también.
Pero ahora en este planeta Tierra será establecido o restaurado el Reino de Dios que será la restauración del Reino de David, y el Trono de ese Reino que es llamado el Trono de David, tan sencillo como eso. Y Cristo es el heredero a ese Trono y a ese Reino. Y ahora, Él es el que va hacer las cosas para la restauración de ese Reino en la Tierra.
Y ahora, la promesa es la venida del Reino de Dios, del cual Él dijo que orando pidamos la venida del Reino de Dios en la Tierra; ya sabemos que será la restauración del Reino de David, y la gloria del Hijo del Hombre, viniendo el Hijo del Hombre en la gloria del Padre, y entonces sentándose en el Trono de David.
Es un misterio muy grande, y ese misterio está bajo el séptimo Sello, porque el séptimo Sello es la Venida del Señor; y el Ángel que era diferente a los demás es el que tiene el séptimo Sello, el Ángel que vuela de Oeste a Este, y para volar de Oeste a Este, pues tiene que estar ¿dónde? Pues en el Oeste, así como la primera Venida de Cristo fue de Este a Oeste, ¿dónde tenía que estar en Su primera Venida? En el Este. Tan sencillo como eso.
¿Y el Ángel que tiene el séptimo Sello entonces dónde tiene que estar para volar del Oeste al Este? O sea, el Oeste que es el continente americano. Para volar de ahí al Este, al Medio Oriente, a la tierra de Israel, pues tiene que estar en el Oeste en el continente americano para volar con su mensaje al Este, o sea, dar su mensaje también al Este. Primero tiene que darlo ¿dónde? En el Oeste, tan sencillo como eso.
Y ahora, el Hijo del Hombre viniendo en la gloria del Padre, en la gloria de Dios, vean, el Hijo del Hombre viniendo en una nube de gloria, el Hijo del Hombre viniendo en y con la nube que acompañaba al pueblo hebreo de noche, una nube de luz, una Columna de Fuego alumbrándoles el camino, y de día una nube que los cubría del sol, era la presencia de Dios, la gloria de Dios.
Cuando fueron dados los diez mandamientos a Moisés para el pueblo hebreo, el monte tenía la presencia de Dios, la gloria de Dios estaba allí manifestada en la nube. Cuando Moisés quiso ver la gloria de Dios, vean, él vio el monte con la presencia de Dios envuelto en esa nube, y la nube de noche era fuego, el monte ardía en fuego, porque Dios es fuego consumidor, y el monte temblaba. ¿Y qué del pueblo? El pueblo también y Moisés también.
Y ahora, el monte temblando (vean, tembló la tierra), y muchas cosas pasaban cuando Dios estaba allí; lo describe San Pablo en Hebreos, capítulo 8, verso 18 en adelante, describe cómo estaba el monte y cómo estaba el pueblo cuando Dios estaba en el monte Sinaí.
Y ahora, eso era Dios viniendo allí en gloria, la gloria de Dios en el monte Sinaí, dándole al pueblo la Ley, la Palabra.
Y ahora, cuando Moisés construyó con el pueblo el tabernáculo y lo dedicó a Dios, la gloria de Dios entró al tabernáculo y los ministros, los levitas no podían ministrar a causa de la presencia de la gloria de Dios; había entrado la gloria de Dios, la Columna de Fuego, y había entrado y se había colocado sobre el propiciatorio que es la tapa del arca del Pacto. El propiciatorio hecho de oro con los dos querubines de oro sobre él.
Cuando en diferentes ocasiones aparecía la nube durante el día sobre el tabernáculo, o la veían de noche sobre el tabernáculo y alumbrando todo el lugar, dice la Escritura que veían la gloria de Dios. Cuando se rebelaron contra Moisés, y Moisés fue al tabernáculo muy preocupado, la gloria de Dios la vieron moverse y allí estaba con Moisés.
Y ahora, cuando Salomón también construyó el templo y lo dedicó a Dios, la gloria de Dios entró al templo, la presencia de Dios entró al templo y por consiguiente los sacerdotes no podían ministrar por la presencia de la gloria de Dios en el templo.
Cuando Ezequiel también vio la presencia de Dios en el templo, dice que vio la gloria de Dios en el templo, eso fue cuando vio la Columna de Fuego, la cual aparece en forma de una llama de fuego y de día también es vista por algunos como una nube que los protegía del sol en el desierto, la nube de Dios.
Y ahora, la Venida del Hijo del Hombre dice que será en la nube o en las nubes, vendrá en una nube, ¿qué nube? Esa misma nube que durante el día los protegía del sol, al pueblo hebreo mientras iban por el desierto, y de noche, era una nube, una Columna de Fuego que les alumbraba el camino.
En esa nube de gloria, de la gloria de Dios es la Venida del Hijo del Hombre, viene en las nubes, o en una nube, una nube de gloria, no es una nube de agua para que caiga lluvia, es la nube de gloria de la presencia de Dios, la Columna de Fuego; en esa nube de gloria es que viene el Hijo del Hombre en el Día Postrero, y por consiguiente lo veremos y lo conoceremos porque le acompañará la nube de gloria, la Columna de Fuego.
Estará Él viniendo en y con esa nube de gloria, y vendrá con los Ángeles, o sea, los ministerios de los dos Olivos, los ministerios de Moisés y Elías, será todo sencillo. También en San Lucas, capítulo 19, verso 12 dice que será como un hombre noble que se fue a un país lejano para recibir un reino y volver, y Cristo se fue a un lugar lejano, al Cielo, a la casa del Padre celestial para recibir un Reino, lo recibió, se sentó a la diestra de Dios en el Trono de Dios y por consiguiente recibió el Reino, porque Él que se sienta en el Trono es el que recibe el reino y recibe todo el poder de ese Reino.
Dice: “Para recibir un Reino y volver,” eso será la segunda Venida de Cristo, y viene como Rey, por eso es que aparece en Apocalipsis, capítulo 19 como Rey de reyes y Señor de señores, “teniendo escrito en Su vestidura: Rey de reyes y Señor de señores.” Y “viene con un Nombre que ninguno conoce, sino Él mismo” (eso está en Apocalipsis, capítulo 19); y Él va a escribir sobre el vencedor el Nombre de nuestro Dios, Nombre de la Ciudad de nuestro Dios y Su Nombre nuevo (Apocalipsis, capítulo 3, verso 12).
Y al vencedor le va a dar que “se siente con Él en Su Trono,” (Apocalipsis, capítulo 3, verso 20 al 21), y al vencedor “le va a dar autoridad sobre todas las naciones, y las regirá con vara de hierro,” (Apocalipsis, capítulo 2, verso 26 al 28), y le dará “la estrella resplandeciente de la mañana,” (Apocalipsis, capítulo 2, verso 28); y Apocalipsis, capítulo 22, verso 16, donde dice:
“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.”
Cristo es la estrella resplandeciente de la mañana, ¿qué le va a dar al vencedor entonces? ¿Qué va a recibir el vencedor? A Cristo, el Ángel del Pacto, la Columna de Fuego, el Espíritu Santo, el Ángel de Dios estará en él.
Por eso en Apocalipsis, capítulo 7, verso 2 en adelante, ese Ángel, ese mensajero que viene con el Sello del Dios vivo, o sea, viene con el Espíritu Santo, viene con la Columna de Fuego para llamar y juntar ciento cuarenta y cuatro mil hebreos, doce mil de cada tribu; y luego en Apocalipsis, capítulo 14, verso 1 al 5, aparecen ya llamados, recogidos y sellados con el Sello del Dios vivo en sus frentes, aparecen con el Nombre de Dios, o sea, del Padre, y el Nombre del Cordero escrito en sus frentes, o sea, en sus mentes con el conocimiento del Nombre eterno de Dios y Nombre del Señor.
Y ahora, en Apocalipsis, capítulo 14, verso 6 al 7, aparece un mensajero, un Ángel (y recuerden que un Ángel es un mensajero) con el Evangelio de Cristo para predicarlo a los moradores de la Tierra, a toda nación, pueblo y lengua, diciendo a gran voz que adoren a Dios: “Adorad a Dios, servid a Dios,” y el Evangelio eterno es el Evangelio del Reino, del cual Cristo dijo en San Mateo, capítulo 24, verso 14:
“Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.”
La señal del fin más grande será un mensajero, ese mensajero con el Evangelio eterno, el Evangelio del Reino predicándolo a todos los moradores de la Tierra, un mensaje para todas las naciones, para todas las lenguas, para toda la familia humana, y un mensaje que trae buenas nuevas a los creyentes en Dios; las nuevas de que el Reino de Dios va a ser restaurado en la Tierra y que el Trono de ese Reino es el Trono de David, y que ese Reino es el Reino de David que será restaurado, y estará ese Trono ¿dónde? En Jerusalén, porque de Jerusalén saldrá la paz para todas las naciones; porque de Israel viene la salvación, de los judíos viene la salvación para todas las naciones y para todos los seres humanos. Por eso la salvación y Vida eterna vino de Israel, de Jerusalén, donde Cristo fue crucificado.
Y ahora, de Sión saldrá la ley y de Jerusalén la Palabra de Dios, la Palabra del Señor, esto bajo un nuevo Pacto, bajo el Pacto eterno, tan sencillo como eso; porque la Palabra del Señor bajo el pacto de la Ley que fue dado por Dios a Moisés para el pueblo, fue desde el monte Sinaí, no desde el Monte de Sión, tan sencillo como eso.
Y ahora, la “VENIDA DEL REINO Y LA GLORIA DEL HIJO DEL HOMBRE,” y recuerden que cuando se habla del Hijo del Hombre o Hijo del Hombre, se está hablando de un profeta, un profeta en donde la manifestación de Dios por medio de la consiguiente, por medio del Espíritu Santo, se lleva a cabo en diferentes tiempos, por eso Dios llamaba a Sus profetas: Hijo del Hombre, “Hijo del Hombre escucha lo que te digo, Hijo del Hombre profetiza,” y así por el estilo: “Profetiza, dí, habla estas cosas, Hijo del Hombre come lo que ves, come ese Libro que te es mostrado.” Ezequiel, capítulo 2 y capítulo 3, y Apocalipsis, pues capítulo 10, verso 1 al 11, el que se lo comerá será un Hijo de Hombre, un profeta, un profeta dispensacional.
Y ahora, estamos en el tiempo para que todas estas promesas de la Venida del Hijo del Hombre en gloria, en una nube de gloria se hagan una realidad. En Daniel, capítulo 7, verso 13 al 14, fue visto lo mismo que fue visto en Apocalipsis capítulo 10, y lo que fue visto, mostrado por Cristo, profetizado en San Mateo, capítulo 24, verso 30 al 31, la Venida del Hijo del Hombre viniendo en una nube con poder y gloria.
Y ahora, nosotros estamos en el tiempo para ver la Venida del Señor en el Día Postrero, la venida del Ángel Fuerte que desciende del Cielo, la venida del Espíritu Santo, la Venida de Cristo en Su cuerpo angelical como León de la Tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, porque Él es el heredero al Trono de David y Él ya está como Rey en el Cielo, y ahora falta que en la Tierra Él esté como Rey sentado en el Trono de David, gobernando sobre el pueblo hebreo y sobre todas las naciones.
Todo va a ser en simplicidad, por eso tenemos que tener nuestros ojos bien abiertos, porque Él vendrá con las huestes celestiales, que son los muertos en Cristo que resucitarán en cuerpos glorificados, y los que estemos vivos, pues seremos transformados, y ese será el poderoso ejército del Hijo del Hombre, de Jesucristo, el Ángel del Pacto viniendo en el Día Postrero.
“LA VENIDA DEL REINO Y LA GLORIA DEL HIJO DEL HOMBRE.”
Tenemos que estar en el redil del Señor antes que se cumpla esta promesa, antes que venga Cristo, el Ángel del Pacto, y venga con los muertos en Cristo resucitados para transformarnos a nosotros los que vivimos, deben de estar todos los que van a ser transformados ya dentro del Cuerpo Místico de Cristo, dentro de la Iglesia del Señor Jesucristo.
Para lo cual tienen que escuchar la predicación del Evangelio de Cristo y por lo cual Cristo ordenó a Sus discípulos ir por todo el mundo predicando el Evangelio de Cristo, y el que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado, tan simple como eso.
Yo escuché la predicación del Evangelio de Cristo y lo recibí como Salvador, ¿y quién más? Y tengo asegurado en Su Reino un lugar. Si hay alguna persona que todavía no lo ha recibido como Salvador, lo puede hacer en estos momentos y estaremos orando por usted para que Cristo le reciba en Su Reino, le perdone y con Su Sangre le limpie de todo pecado, sea bautizado en agua en Su Nombre y Cristo lo bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en usted el nuevo nacimiento, y así tenga asegurado su futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno. Por lo cual puede pasar acá al frente y estaremos orando por usted.
Vamos a dar unos minutos mientras los que todavía no han recibido a Cristo pasan al frente para recibirlo y para orar por usted, para que Cristo le reciba en Su Reino. No hay nada más importante que la Vida eterna, y no podemos dejar que se nos escape la oportunidad de obtener la Vida eterna por medio de Cristo nuestro Salvador, pues:
“Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?”
No hay recompensa, no puede usted paga millones de dólares o de pesos para la salvación de su alma, el precio de nuestra salvación ya la pagó Cristo en la Cruz del Calvario, y nosotros aceptamos lo que Él hizo en la Cruz del Calvario, nosotros aceptamos la redención llevada a cabo en la Cruz del Calvario, nosotros aceptamos el pago que Cristo hizo en la Cruz del Calvario por todos nosotros.
No somos como algunas personas, que tienen una deuda y alguien bondadoso viene y le salda la deuda, y entonces viene la persona y dice: “No, no, yo no quiero que tu saldes la deuda, yo no acepto eso” y va al banco y el banco le dice: “Ya eso está saldado; y no pelees porque tú no podías pagar esa deuda, estabas atrasado, no podías cumplir con esa deuda, y ahora vino una persona bondadosa y la pagó; y al banco le conviene eso, así que no hay forma porque tú no tenías dinero.”
Y nosotros no teníamos con qué pagar esa deuda para redención de nuestra alma, y vino Cristo con Vida eterna y tomó nuestros pecados y se hizo mortal y pagó con Su propia vida, con Su propio cuerpo la deuda.
Por eso es que Él, Su cuerpo físico que tomó nuestros pecados, ya murió pero ahora tiene Su cuerpo glorificado, por eso Pablo decía: “A nadie conocemos según la carne, y si a Cristo conocimos según la carne, ya no,” pues ya está glorificado, y ahora nos conocemos los unos a los otros según la carne, pero algún día ya no nos conoceremos según la carne, nos conoceremos según el cuerpo glorificado que hemos de tener; tan sencillo como eso.
Y la cosa es que no tenemos que pagar ni un centavo por nuestra redención, por nuestra salvación, es gratuita. Gracias a Dios que es gratuita, porque si no, no tendríamos suficiente dinero para pagar por nuestra salvación, solamente los ricos podrían comprarla, y ni siquiera porque no tendrían lo suficiente para pagar por la salvación de su alma.
¿Qué recompensa dará el hombre por su alma? No hay ninguna recompensa que el ser humano pueda dar, ya Cristo pagó por nuestra salvación. Es que dice la Escritura: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (San Lucas, capítulo 19, verso 10); y San Mateo, capítulo 18, versos 11 al 14: “Porque no es la voluntad de nuestro Padre celestial que se pierda uno de estos pequeñitos,” uno de estos hermanos menores de Jesucristo, la voluntad es que nos salvemos por medio de Cristo que es el Salvador.
Ya vamos a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo, vamos todos a estar listos, nuestras manos levantadas al Cielo, los que están en otras naciones también con sus manos levantadas al Cielo, y los niños de diez años en adelante también, y nuestros ojos cerrados, repitan conmigo esta oración los que han venido a los Pies de Cristo en esta ocasión:
Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Palabra, de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón; creo en Tu primera Venida y creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo dado a los hombres en que podemos ser salvos, creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el único Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.
Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador, doy testimonio público de mi fe en Ti y te recibo como mi único y suficiente Salvador. Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre y sea producido en mi el nuevo nacimiento.
Me rindo a Ti en alma, espíritu y cuerpo, sálvame Señor, acepto Tu Obra de Redención en la Cruz del Calvario y Te pido que se haga una realidad en mi, sálvame, te lo ruego en Tu Nombre eterno, Señor Jesucristo. Amén.
Y ahora, con nuestras manos levantadas al Cielo, a Cristo, todos decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén.
Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado porque ustedes le han recibido como vuestro único y suficiente Salvador. Ahora, ustedes me dirán: “Quiero ser bautizado en agua lo más pronto posible, porque Cristo dijo: ‘El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.’ ¿Cuándo me pueden bautizar?” Es la pregunta desde lo profundo de vuestro corazón. Bien pueden ser bautizados, y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.
El mismo Cristo fue bautizado por Juan el Bautista, el cual cuando vio que Cristo llegó a donde Juan estaba bautizando, al Jordán, y entró a las aguas del Jordán, le dice Juan el Bautista a Jesucristo: “Yo tengo necesidad de ser bautizado por Ti, ¿y Tú vienes a mí para que yo te bautice?” y Cristo le dice: “Nos conviene cumplir toda justicia;” y entonces lo bautizó. Si Cristo dice que a Él le conviene cumplir toda justicia, le conviene ser bautizado para cumplir toda justicia, cuánto más a nosotros.
Los discípulos del Señor Jesucristo, vean ustedes, a todas las personas a los cuales les predicaban el Evangelio y creían, los bautizaban rápidamente, y Dios los bautizaba con Espíritu Santo y Fuego; así ha sido desde el tiempo de los apóstoles, así sigue siendo en nuestro tiempo.
Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo. Y cuando es sumergido en las aguas bautismales, tipológicamente está siendo sepultado. Y cuando es levantado de las aguas bautismales, está resucitando a una nueva vida: a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno. Tan sencillo como eso es el simbolismo del bautismo en agua.
Recuerden que el bautismo en agua es tipológico, simbólico. En el bautismo en agua nos identificamos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. Por lo tanto, bien pueden identificarse con Cristo siendo bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento, y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el Reino glorioso de Jesucristo nuestro Salvador.
Los que están en otras naciones, también pueden ser bautizados, y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en ustedes también el nuevo nacimiento, y nos continuaremos viendo por toda la eternidad.
Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio del Programa Divino, dándoles testimonio de: “LA VENIDA DEL REINO Y LA GLORIA DEL HIJO DEL HOMBRE.”
Dejo con ustedes al reverendo Josué Villaseñor Hernández, para que les indique cómo hacer para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Que Dios les bendiga y les guarde, y continúen pasando una noche feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.
“LA VENIDA DEL REINO Y LA GLORIA DEL HIJO DEL HOMBRE.”