El Bautismo de Jesús y el cielo abierto

Muy buenas noches o buenas tardes, amados amigos y hermanos presentes y los que están a través del satélite Amazonas o de internet en diferentes naciones. Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes, y sobre mí también.

Para esta ocasión leemos un pasaje que se encuentra en San Lucas, capítulo 3, versos 21 al 22, cuando Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, dice de la siguiente manera:

“Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió,

y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.”

Que Dios bendiga Su Palabra en nuestros corazones y nos permita entenderla. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

“EL BAUTISMO DE JESÚS Y EL CIELO ABIERTO.”

El bautismo del Señor Jesucristo fue un evento muy importante en el Programa Divino, Dios había prometido que enviaría al Mesías Príncipe en Malaquías, capítulo 3, verso 1 al 2, y que ese sería nada menos que Emanuel, Dios con nosotros. Dios estaría con la raza humana en el Mesías Príncipe, en el velo de carne que nacería por creación divina a través de una virgen hebrea descendiente del rey David.

El Ángel del Pacto es el Espíritu Santo, el Ángel del Pacto es Cristo en Su cuerpo angelical, el mismo Ángel que le apareció a Moisés y libertó al pueblo hebreo a través del profeta Moisés; por eso hablando de este Ángel del Pacto en el Éxodo, capítulo 23, el mismo Dios dice, en el capítulo 23, versos 20 al 23, del Éxodo:

“He aquí yo envío mi Angel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado.

Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él.

Pero si en verdad oyeres su voz e hicieres todo lo que yo te dijere, seré enemigo de tus enemigos, y afligiré a los que te afligieren.

Porque mi Ángel irá delante de ti.”

Este Ángel es la imagen del Dios viviente; por eso las personas a las cuales les apareció el Ángel de Dios allá en el antiguo Testamento, tenemos el relato bíblico en los libros del antiguo Testamento como el libro del Éxodo, como también el libro del Génesis, donde le apareció a Jacob un Ángel del Cielo con el cual Jacob luchó toda la noche y no lo soltaba hasta que recibiera la bendición del Ángel de Dios.

Y cuando la recibió y lo soltó, luego le puso al lugar donde había tenido esa experiencia, le puso por nombre ¿cómo? Peniel, que significa: “El rostro de Dios;” porque dijo: “Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma.” También en Jueces, capítulo 13 tenemos la experiencia del padre de Sansón, Manoa, y la señora Manoa que vieron a este Ángel de Dios y cuando subió por la llama de fuego que consumía el holocausto que había ofrecido Manoa, entonces Manoa se dio cuenta que ese era el Ángel de Dios, el Ángel más importante, el cuerpo angelical más importante de todos porque es el cuerpo angelical de Dios, el cual es Cristo en Su cuerpo angelical, el cual dijo en San Juan, capítulo 8, versos 56 al 58: “Abraham vuestro padre deseó ver mi día; lo vio, y se gozó.”

Esto fue cuando los tres Ángeles le aparecieron a Abraham en el capítulo 17 y 18 del Génesis, y luego que comieron con Abraham fueron dos de ellos, Gabriel y Miguel, a Sodoma para llevar a cabo la orden, que era la destrucción de esas ciudades, y allí se encontraron con Lot. Lot habló con ellos, les invitó a cenar a su casa y a quedarse en su casa, ellos no querían pero a lo último aceptaron; por lo tanto estos dos Arcángeles Gabriel y Miguel almorzaron con Abraham y cenaron con Lot.

Estos Ángeles con Sus ejércitos cumplen las órdenes divinas, son los que estuvieron con el pueblo hebreo, en favor del pueblo hebreo, cuando Dios los libertó de la esclavitud en Egipto y luego los llevó por el desierto por cuarenta años, hasta que los introdujo en la tierra prometida.

Encontramos en una ocasión que Josué, por ahí por el capítulo 5, versos 14 al 15 del libro de Josué, allá en Jericó, encontramos que se encuentra con un hombre que tiene una espada en su mano, y Josué nunca tenía miedo, caminó hacia adelante hacia ese hombre que estaba con la espada en su mano, y vean lo que sucedió… capítulo 5, verso 13 al 15 de Josué, del libro de Josué:

“Estando Josué cerca de Jericó, alzó sus ojos y vio un varón que estaba delante de él, el cual tenía una espada desenvainada en su mano. Y Josué, yendo hacia él, le dijo: ¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos?

El respondió: No; mas como Príncipe del ejército de Jehová he venido ahora. Entonces Josué, postrándose sobre su rostro en tierra, le adoró; y le dijo: ¿Qué dice mi Señor a su siervo?

Y el Príncipe del ejército de Jehová respondió a Josué: Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo. Y Josué así lo hizo.”

Y ahora vean, ese es el comandante en jefe del ejército de Dios, ese Ángel que le apareció a Josué; ese es el Ángel del Pacto, el Ángel de Dios donde está el Nombre de Dios, y por consiguiente ese es el cuerpo angelical de Cristo en el cual estaba, está y estará eternamente Dios; por eso la Escritura dice en Hebreos, capítulo 1, verso 1 al 3 y también nos dice en Colosenses, capítulo 1, versos 12 en adelante, que Cristo es la imagen del Dios invisible.

Cristo en Su cuerpo angelical es la imagen del Dios invisible, o sea, el cuerpo físico, pero de otra dimensión, el cuerpo visible, que algunas veces aparece en forma de un hombre, un ángel y otras veces aparece en una llama de fuego. Pero el cuerpo físico que puede ser visto en esta dimensión, que es la semejanza física de Dios, es el cuerpo de Jesucristo que nació a través de la virgen María, Él es la semejanza física, y en Su cuerpo angelical la imagen de Dios. Tan sencillo como eso.

Dios hizo al ser humano a Su imagen y semejanza, por lo tanto le dio un cuerpo angelical que es la imagen, y le dio un cuerpo físico que es la semejanza física, igual que Dios tiene Su cuerpo angelical, el Ángel del Pacto, y tiene Su cuerpo físico que es el cuerpo de Jesús, el cual ya está glorificado. Tan sencillo como eso; por eso el ser humano se parece a Jesucristo y Jesucristo al ser humano, porque en Jesucristo tenemos la imagen y semejanza de Dios, está Dios en toda Su plenitud, por Él decía: “Yo no hago nada de mí mismo, el Padre, mi Padre que mora en mí; Él hace las obras.” Y también El dijo: “El Espíritu del Señor está sobre mí.” O sea, que estaba ungido, por lo tanto era el Mesías, el Ungido.

Y ahora, era Dios por medio de Su Espíritu a través de Jesús el que obraba todas aquellas maravillas y hablaba todas aquellas cosas tan hermosas, que luego fueron escritas por los apóstoles, por estos hombres de Dios, San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan.

Y ahora, cuando Jesucristo fue bautizado por Juan el Bautista, el Cielo se abrió y el Espíritu Santo vino sobre Él, y así comienza un ciclo nuevo en el Programa Divino, una nueva Dispensación, la cual se está entrelazando con la dispensación de la Ley; y ya llevamos unos dos mil años de Cristo hacia acá bajo la dispensación de la Gracia con el Cielo abierto, y ángeles de Dios subiendo y bajando por esa escalera que vio Jacob en el capítulo 28, del Génesis, versos 11 al 28, en donde vio ángeles de Dios bajando y subiendo, o subiendo y bajando por esa escalera. Cristo es la escalera, el camino a Dios. “Yo soy el camino, la verdad y la vida; y nadie viene al Padre sino por mí,” dice San Juan, dice Cristo en San Juan, capítulo 14, verso 6.

Por esa escalera, Cristo en Su Iglesia, han estado subiendo millones de seres humanos al Cielo, han estado naciendo del Cielo, porque el nuevo nacimiento es celestial; por eso es que dice Filipenses, capítulo 3, versos 20 al 21:

“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;

el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”

Y ahora, todos los creyentes en Cristo nacidos de nuevo, han nacido del Cielo, han subido en ese nuevo nacimiento, han subido por Cristo, esa escalera, y ahora son ciudadanos celestiales, nuestra ciudadanía como cristianos, como creyentes en Cristo, personas nacidas en el Reino de Dios, nuestra ciudadanía es celestial; porque el nuevo nacimiento es celestial, y nuestra ciudadanía terrenal es por el nacimiento físico que tuvimos en la nación que nos tocó vivir.

Y ahora, tenemos una doble ciudadanía: una terrenal y una celestial, y la más importante es la celestial; pero la terrenal nos ha dado la oportunidad de hacer contacto con Cristo para obtener la ciudadanía celestial por medio de Cristo produciendo en nosotros el nuevo nacimiento.

Es el sueño celestial, el sueño divino: nacer del Cielo, tener la ciudadanía celestial; fue un sueño también que Jacob vio, todo eso que sucedería; y ahora el sueño de Jacob se hace una realidad en la Iglesia del Señor Jesucristo en todos los creyentes en Cristo, se abre el Cielo para esas personas. Así como cuando usted nació en la Tierra se abrió para usted esta Tierra, comenzó a ver aunque no entendía nada, pero comenzó a ver este mundo terrenal, y al nacer de nuevo se abre el Cielo para usted, nace del Cielo, y comienza a ver las cosas del Cielo, las cosas de Dios.

Y ahora, siendo que nuestra ciudadanía es celestial, al creer en Cristo tenemos todos los derechos de ciudadanos celestial, de la Jerusalén celestial; por eso estamos esperando al Señor para que transforme nuestros cuerpos y nos lleve con Él a la Cena de las Bodas del Cordero; porque esos son derechos que tienen todos los creyentes en Cristo, y Cristo reclama nuestros derechos porque son también Sus derechos, somos herederos de Dios y coherederos con Cristo Jesús, Señor nuestro; somos hijos e hijas de Dios por medio del segundo Adán, Jesucristo nuestro Salvador; por lo tanto, la Escritura dice que somos herederos y coherederos, coherederos con Cristo, o sea, que no heredamos nada a menos que sea con Cristo, como coherederos con Cristo de esa herencia celestial.

Por lo tanto, como creyentes en Cristo estamos en lugares celestiales, el Cielo se abrió y somos ciudadanos celestiales, como creyentes en Cristo; y como nacidos aquí en la Tierra, pues somos ciudadanos del país que nos vio nacer; y algunas veces se obtienen otras ciudadanías de otros países también que no hay ningún problema, pero la más importante es la del Cielo, esa es la que nos coloca como hijos e hijas de Dios en el Reino eterno de Dios. El Cielo se abriría, lo dice Cristo también, lo vio Jacob en el capítulo 28 de *San Juan, y lo habló Cristo también en San Juan… en Génesis fue que Jacob lo dijo, capítulo 28, y Cristo habló de eso en el capítulo 1 de San Juan, verso 46… vamos a ver desde el verso 43 en adelante, del capítulo 1 de San Juan, dice:

“El siguiente día quiso Jesús ir a Galilea, y halló a Felipe, y le dijo: Sígueme.

Y Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro.

Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret.

Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve.

Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo de él: He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño.

Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.

Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel.

Respondió Jesús y le dijo: ¿Porque te dije: Te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que estas verás.

Y le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre.”

Aquí, así como Jacob vio el Cielo abierto, y vio una escalera que se posaba en tierra y la parte de arriba llegaba hasta Cielo, y vio ángeles de Dios bajando y subiendo por esa escalera y a Dios en la parte alta de la escalera, en la cúspide de la escalera, el cual le habló a Jacob y se identificó como el Dios de Abraham, de Isaac, y de Jacob, ahora todo eso que vio Jacob, ahora se materializa en Cristo y Su Iglesia.

Jacob dijo cuando despertó: “Esto es un lugar terrible, no es otra cosa que Casa de Dios y puerta del Cielo.” Y eso es la Iglesia del Señor Jesucristo: la Casa de Dios y puerta del Cielo, porque la puerta que tiene es Cristo, que es la puerta del Cielo. “Yo soy la puerta, el que por mí entrare será salvo; y entrará y hallará pastos.” (San Juan, capítulo 10, verso 9).Y en San Mateo, capítulo 7, versos 13 al 15, Cristo dice que Él es el camino, Él dice que la puerta que lleva a la perdición, y el camino que lleva a la perdición son anchos y muchos son los que entran por ese camino; pero que la puerta que lleva a la Vida es angosto y el camino es angosto, y pocos son los que lo hallan. Y Cristo es el camino: “Yo soy el camino, la verdad, y la vida; y nadie viene al Padre sino por mí.”

Por lo tanto, Cristo siendo el camino nos lleva al Cielo, y Él siendo la puerta, Él está abierto para que todas las personas entren al Cielo. Cristo es la puerta celestial por la cual hay que entrar para entrar al Reino de Dios; por lo tanto es importante que toda persona comprenda quién es Jesucristo, el Ángel del Pacto que se hizo carne para morir por nosotros en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por el pecado del ser humano para así redimirnos, para así perdonar nuestros pecados y con Su Sangre limpiarnos de todo pecado y colocarnos en el Reino de Dios con Vida eterna.

Con el bautismo de Jesús el Cielo fue abierto y todavía está abierto. Aun cuando Juan el apóstol lo ve, ve el Cielo arriba en esa visión apocalíptica del capítulo 4, dice que escuchó una Voz como de Trompeta que decía: “Sube acá, y yo te mostraré las cosas que han suceder.” Y cuando él miró vio una puerta abierta en el Cielo, la puerta representa a Cristo.

Y ahora, toda persona puede entrar al Cielo, puede entrar al Reino de Dios a través de esa puerta que es Cristo, recibiéndolo como único y suficiente Salvador, para lo cual los que todavía no lo han recibido pueden pasar al frente, y estaremos orando por usted para que Cristo le reciba en Su Reino y usted suba por esa escalera, entre por esa puerta y suba al Cielo, nazca del Cielo por medio del nuevo nacimiento y venga a ser miembro de la Familia de Dios, venga a ser un Hijo nacido en el Reino de Dios, en el Reino de los Cielos por medio del Agua y del Espíritu, por medio de la Palabra, el Evangelio de Cristo, y del Espíritu Santo.

Para lo cual pueden pasar acá al frente y estaremos orando por usted para que Cristo les reciba en Su Reino, les perdone y con Su Sangre les limpie de todo pecado, sean bautizados en agua en Su Nombre y Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.

El Cielo está abierto para ustedes, es para entrar al Reino de los Cielos que recibimos a Cristo como nuestro Salvador, “el que no nazca del Agua y del Espíritu (dice Cristo a Nicodemo), no puede entrar al Reino de Dios,” pero el que nazca del agua y del Espíritu, por consiguiente entra al Reino de Dios.

En las demás naciones pueden continuar también viniendo a los Pies de Cristo, y en las diferentes ciudades y diferentes auditorios que están conectados con el satélite Amazonas o internet, en estos momentos pueden también los que están allá venir a los Pies de Cristo, para que Cristo les reciba en Su Reino, les perdone y con Su Sangre les limpie de todo pecado.

Dios tiene mucho pueblo en esta ciudad y los está llamando, mucho pueblo tiene Cristo aquí en la ciudad de Saltillo, Coahuila, República Mexicana, y el Cielo se está llenando de mexicanos; y eso es una buena noticia para la República Mexicana, tienen una buena representación en el Reino de Dios la República Mexicana, tienen un pueblo celestial que está orando por la República Mexicana para que Dios derrame Sus bendiciones sobre la República Mexicana y sus ciudadanos.

Recuerden que cuando fueron los Ángeles a Sodoma, Abraham se quedó con Dios hablando, y Dios le dice: “¿Encubriré Yo a Abraham lo que voy a hacer?” Y comienza a revelarle a Abraham lo que Dios va a hacer, Dios mismo comienza a revelarle y Abraham le dice que Dios… le pregunta: “¿Destruirá Dios, el Juez de toda la Tierra al justo con el injusto? No haga así el Juez de toda la Tierra.” Y le dice Abraham: “Si hay cincuenta justos en la ciudad ¿destruirás la ciudad?” Dios le dice: “No la destruiré, por amor a esos cincuenta justos.”

Y ya pues Abraham ve que puede hablar del tema con Dios, puede hablar del tema con relación a lo que está señalado para Dios hacer en Sodoma, que es la destrucción de Sodoma y Gomorra; y entonces Dios al hablarle así a Abraham, Abraham entonces, como son amigos, dice la Biblia que Abraham es llamado: amigo de Dios, Dios le llama Su amigo; y entre amigos pues se hablan estos temas con confianza; y entonces Abraham le pregunta: “Si no hay cincuenta, sino solamente hay cuarenta justos, ¿los destruirás?” Dios le dice: “No los destruiré por amor a esos cuarenta justos.” Y entonces sigue Abraham: “Y si no hay cuarenta, sino que hay solamente treinta justos ¿destruirás la ciudad?” Dios le dice: “No la destruiré por amor a esos treinta justos.”

Y ya continúa hablando y le pregunta: “Si hay menos de esa cantidad, ¿digamos veinte justos?” Dios le dice: “No la destruiré por amor a esos veinte justos.” Y ya a lo último le pregunta: “Bueno, una vez más, otra pregunta, la última: “Si solamente hay diez justos, ¿destruirás la ciudad?” Dios le dice: “Si hay diez justos, por amor a ellos no la destruiré.” Y ahí Abraham no continúa preguntando, porque en el tiempo de Noé solamente hubo ocho justos, y Dios destruyó el mundo antediluviano, no hubo diez, solamente hubo ocho; y el mundo antediluviano fue destruido; por lo tanto, ya Abraham sabía que no podía bajar de diez justos.

Y ahora, en Nínive, en una ocasión la sentencia de juicio divino de que Dios destruiría esa ciudad, vino la noticia al profeta Jonás, y Dios le dijo que fuera y anunciara que dentro de cuarenta días la destrucción de Nínive se llevaría a cabo, y cuando el rey escuchó lo que estaba anunciando Jonás, se arrepintió él y el pueblo, oraron a Dios, hicieron ayuno, se vistieron de cilicio, se echaron cenizas sobre las cabezas y clamaron a Dios por misericordia; y Dios le dice a Jonás que no va a destruir la ciudad. Jonás no quería ir, porque dijo: “Yo sé que Tú eres misericordioso, y sé que te arrepientes del castigo,” se arrepiente cuando el pueblo se arrepiente y busca a Dios.

Y entonces le dio un tiempo más a Nínive, la sentencia continuó firme pero fue cambiada la fecha; y Dios puede ayudarnos en la América Latina a que la fecha la atrase un poquito como algunas veces sucede que para algunas actividades que ya están programadas, cambiamos la fecha por… para atrasarla un día, dos días o seis meses; solamente los que nacen del Cielo que forman la Iglesia del Señor Jesucristo pueden clamar a Dios en estos momentos difíciles por los cuales está pasando la América Latina y el Caribe, para que Dios extienda Su misericordia por un tiempo más. Si la extendió para Nínive y sus ciudadanos, atrasó la fecha de la destrucción, recuerden, puede hacerlo en nuestro tiempo también.

Así que, estaremos atentos orando a Dios para que Dios nos dé un poco más de tiempo, hasta que se complete todo el trabajo que falta por ser llevado a cabo, y que entren las ovejas que faltan, que tienen sus nombres en el Cielo en el Libro de la Vida, entren al Cuerpo Místico de Cristo, escuchen la Voz de Cristo.

Es una bendición y privilegio grande recibir a Cristo como Salvador. No hay otra persona que pueda salvarnos, solamente hay UNO, y Su Nombre es: SEÑOR JESUCRISTO, Él es el Salvador, Él es nuestro Redentor; no hay ninguna persona que nos pueda asegurar la Vida eterna, solamente hay UNO, y Su Nombre es: SEÑOR JESUCRISTO. Dice Cristo: “El que oye mi Palabra y cree al que me envió, tiene Vida eterna.” (San Juan, capítulo 5, verso 24).

Y ahora, estaremos orando por todos los que han recibido a Cristo en estos momentos como Salvador, los que están presentes y los que están en otras naciones, para lo cual levantemos nuestras manos a Cristo, al Cielo y con nuestros ojos cerrados los que han venido a los Pies de Cristo en estos momentos, repitan conmigo esta oración:

Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón. Creo en Ti con toda mi alma, creo en Tu primera Venida, creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo dado a los hombres en que podemos ser salvos. Creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.

Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador, doy testimonio público de mi fe en Ti, y te recibo como mi único y suficiente Salvador. Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre, y sea producido en mí el nuevo nacimiento.

Creo en Tu Sacrificio Expiatorio en la Cruz del Calvario, creo en la Salvación que ganaste para mí en la Cruz del Calvario, que se haga una realidad en mi vida. Sálvame, Señor, te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso Señor Jesucristo. Amén.

Y con nuestras manos levantadas al Cielo, a Cristo, todos decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén.

Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado, porque ustedes le han recibido como vuestro único y suficiente Salvador.

Ustedes me dirán: “Quiero ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo lo más pronto posible, pues Él dijo: ‘El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.’ (San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16). ¿Cuándo me pueden bautizar?” Es la pregunta desde lo profundo de vuestro corazón.

El bautismo en agua no quita los pecados, es la Sangre de Cristo la que nos limpia de todo pecado. El bautismo en agua es tipológico, simbólico; el bautismo en agua es a la semejanza de la muerte, sepultura y resurrección de Cristo; por eso en el bautismo en agua la persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección.

Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo. Y cuando la persona es sumergida en las aguas bautismales por el ministro, tipológicamente está siendo sepultado. Y cuando lo levanta de las aguas bautismales, está resucitando a una nueva vida: a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno. Tan sencillo como eso es el simbolismo, la tipología, del bautismo en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

Cuando Juan el Bautista predicaba y bautizaba en el Jordán, llegó Jesucristo para ser bautizado por Juan; y Juan le decía: “Yo tengo necesidad de ser bautizado por Ti, ¿y Tú vienes a mí para que yo te bautice?” Cristo le dice: “Nos conviene cumplir toda justicia,” y entonces Juan lo bautizó, y el Cielo se abrió y el Espíritu Santo descendió en forma de paloma sobre Jesús.

Por lo tanto, es importante ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Pedro cuando predicó el Día de Pentecostés como tres mil personas creyeron, y le preguntan a Pedro y a los apóstoles:

“Varones hermanos, ¿qué haremos?

Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.

Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos (para los que están cerca); para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.

Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.

Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas (y añadidos a la Iglesia del Señor Jesucristo).”

Y así comenzó la Iglesia del Señor Jesucristo con los apóstoles, y ciento veinte que seguían a Jesús que recibieron el Espíritu allí, más, luego, como tres mil personas más que fueron añadidas a la Iglesia, y así ha estado creciendo la Iglesia del Señor Jesucristo a medida que reciben a Cristo como Salvador, son bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo los bautiza con Espíritu Santo y Fuego y produce en las personas el nuevo nacimiento.

Recuerden las palabras de Juan, que después de él vendría Uno mayor que él, del cual Juan no era digno de desatar la correa de Su calzado; y Juan dice: “Él les bautizará con Espíritu Santo y Fuego; Ese es el que bautiza,” Cristo es el que bautiza. Por eso a la mujer samaritana le dice: “Si tú supieras quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a Él y Él te daría agua que salta para Vida eterna,” lo cual es el Espíritu Santo.

Por lo tanto, bien pueden ser bautizados, y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento, y ustedes que están en otras naciones también pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor en estos momentos. Y que Dios los bendiga y los bautice con Espíritu Santo y Fuego a ustedes también; y nos veremos por toda la eternidad en el glorioso Reino de Jesucristo nuestro Salvador.

Recuerden, el Cielo está abierto para nacer del Agua y del Espíritu, nacer en el Reino de Dios, nacer del Cielo; porque el nuevo nacimiento es del Cielo. Dejo al ministro en estos momentos para que les indique cómo hacer para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor; y nos continuaremos viendo por toda la eternidad.

Continúen pasando una noche feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.

Dios les bendiga y les guarde a todos.

“EL BAUTISMO DE JESÚS Y EL CIELO ABIERTO.”

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