Muy buenas noches, amables amigos y hermanos presentes, y los que están a través del satélite Amazonas o de internet en diferentes naciones, ministros y sus congregaciones en diferentes países.
Aprecio y agradezco mucho el respaldo que le están dando al proyecto de La Gran Carpa-Catedral en Puerto Rico y también el respaldo que le están dando al proyecto que dio Cristo dos mil años atrás: “La evangelización,” cuando dijo: “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura; el que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” La obra misionera y evangelística lleva a cabo esa labor; y por eso es tan importante el respaldo a esa labor, lo cual aprecio mucho; lo cual ustedes están haciendo y continuarán haciendo, y yo también, hasta que entre al Cuerpo Místico de Cristo hasta el último elegido de Dios, hasta la última persona escrita en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.
Estamos aquí creyendo en Cristo porque nuestro nombre está escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero. Así como pensamos en tener hijos y al pensar en ellos ya pensamos en el nombre, y en nuestra mente ya le pusimos el nombre; y después también lo escribimos para que no se nos olvide.
Ahora, a Dios no se le olvida nada, Dios pensó en tener Hijos, y también por consiguiente pensó en el nombre que le pondría a cada Hijo, y los escribió, esos nombres, en el Libro de la Vida del Cordero, en el Libro de la Vida del Hijo de Dios, Jesucristo, a través del cual vendrían a existencia esos hijos e hijas de Dios.
Hasta que haga intercesión hasta por el último de esas personas que tienen sus nombres allí escritos en ese Libro, Cristo puede salir del Trono de Intercesión en el Cielo, porque entonces se perdería alguno de esos hijos que Dios tuvo en Su mente, en Su pensamiento.
Estamos aquí porque estábamos en la mente de Dios desde antes de la fundación del mundo; y nuestro nombre, el nombre que Él nos colocó allá cuando pensó en nosotros, es el que está en el Cielo en el Libro de la Vida del Cordero; si no concuerda el nombre terrenal que tenemos con el nombre que Dios nos colocó, no se preocupen: en el nuevo cuerpo tendremos el nombre eterno, el nombre con el cual Dios nos conoció desde antes de la fundación del mundo.
Recuerden que cada padre, los padres son los que le colocan el nombre a sus hijos; así que del nacimiento terrenal nuestros padres terrenales nos colocaron el nombre terrenal y del nacimiento nuevo que tendríamos, ya Dios había escogido el nombre que tendríamos; así como antes de nacer en la Tierra y colocarnos el nombre terrenal, a muchos ya nuestros padres terrenales nos habían colocado el nombre sin todavía nacer. Y para no fallar, entonces colocaban, si es niño le pondremos este nombre y si es niña le pondremos este otro nombre; y algunos le ponían el nombre, el mismo nombre si era varón, si iba a ser varón, si iba a ser niña le ponían el mismo nombre, el nombre femenino o el nombre masculino.
Por ejemplo, a una persona que le pusieran por nombre Gabriel, pero si era niña le pondrían por nombre Gabriela; y así por el estilo, si querían que fuera varón pues tendrían un nombre para varón como Miguel y si salía niña, pues Miguelita o Miguelina, o así por el estilo. Ahí los padres no fallaban; ese sería el nombre ya fuera niña o niño; y si era niña, el nombre femenino, el mismo nombre pero femenino.
Ahora, Dios no falla y por consiguiente el nombre que Él nos colocó desde antes de la fundación del mundo, ese lo vamos a tener cuando tengamos el nuevo cuerpo, el cuerpo eterno; y eso de que tendremos un nuevo nombre eso es normal, vean Abram; y luego le fue añadida algunas letras y luego viene a ser Abraham. Y también a Jacob le fue cambiado el nombre por Israel.
Y la parte gloriosa de todo esto es que también el mismo Jesucristo, el mismo Cristo dice: “Y escribiré para el vencedor, sobre el vencedor, el Nombre de mi Dios y el Nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del Cielo de mi Dios, y ni Nombre Nuevo.”
Así que hasta Jesucristo dice que tiene un Nombre nuevo, así que por qué no estar conscientes de que también nosotros tenemos un nombre nuevo. Eso es bíblico. No bíblico sería combatir eso. Así que ya veremos cómo nos vamos a llamar los unos a los otros; y si algún recuerdo quedara de cuando estamos aquí, pues diríamos: “Tú eras allá en la Tierra fulano de tal,” y ahora eres una persona nueva y tu nombre es el que Dios tenía en Su mente desde antes de la fundación del mundo; pero podría ser que no haya memoria de todo eso, de lo que pasó, ya en la eternidad, que ya no haya memoria de eso; pero en el Milenio puede ser que tengamos memoria de todo eso.
Aprecio y agradezco mucho también el respaldo que le están dando a los proyectos de AMISRAEL. Ayer estuve con el grupo de AMISRAEL en un hotel, y también hoy en la mañana en una actividad en el “Salón Dorado.” Allá estuvimos en esta mañana. Así que aprecio mucho el respaldo que le están dando a AMISRAEL, el cual está trabajando efectivamente.
Para esta ocasión leemos en San Juan, capítulo 1, el cual es un pasaje muy pero que muy importante para el Cristianismo, y nos da un cuadro claro de quién es Jesucristo. Dice capítulo 1, verso 1 en adelante:
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
Este era en el principio con Dios.
Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.
Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan.
Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él.
No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz.
Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.
En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.
A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.
Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;
los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
“LA VIDA HA ESTADO, ESTÁ Y ESTARÁ SIEMPRE EN JESUCRISTO.”
Ese es nuestro tema para esta ocasión. Y para poder comprender nuestro tema, entonces tenemos que saber, conocer quién es Jesucristo. En este pasaje que hemos leído dice que Él es el Verbo que era con Dios y era Dios.
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.”
Y dice también que por Él fueron creadas, hechas, todas las cosas.
El apóstol Pablo, conocedor de este misterio de quién es Jesucristo, nos dice que en Él están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento. Veamos en Colosenses, capítulo 2, verso 2 al 3, dice:
“…para que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo,
en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.”
El misterio de Dios el Padre, y de Cristo, es donde están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento, pues en el Génesis, capítulo 1, verso 1, dice:
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra.”
Génesis, capítulo 1, verso 1; y en San Juan, capítulo 1, verso 1 en adelante, dice cómo todo eso sucedió. “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Todas las cosas por Él fueron hechas, y sin él nada de lo que fue hecho, ha sido hecho.” Y en Hebreos, el apóstol Pablo nos dice también lo mismo en otras palabras cuando nos habla acerca de Cristo; y dice capítulo 1, verso 1 en adelante de Hebreos:
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,
en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo…”
¿Por medio de quién Dios hizo el universo? Por medio de Cristo, el Verbo que era con Dios y era Dios, del cual dice en San Juan, capítulo 1, verso 14:
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros…”
Cuando el Verbo se hizo carne fue conocido por el nombre de Jesús o Jesucristo; era nada menos que el Verbo hecho carne en el cual estaba la Vida; por eso Él decía: “Yo soy el camino, la verdad y la Vida, y nadie viene al Padre sino por mí.” Él daba testimonio de que Él era la luz que alumbra a todo hombre, la luz de la Vida.
Y ahora, nos dice también Primera de Juan, capítulo 5, versos 6 al 10, que Dios nos ha dado Vida eterna y esta Vida está en Su Hijo. Y dice: “El que tiene al Hijo tiene la Vida (o sea, tiene la Vida eterna); el que no tiene al Hijo (al Hijo de Dios, a Cristo) no tiene la Vida, no tiene la Vida eterna, lo que tiene es una vida temporera que se le va a terminar y no sabe cuándo se le va a acabar. Y la buena noticia… ahí mismo dice: que Dios nos ha dado Vida eterna, Dios nos ha dado Vida eterna por medio de Cristo, así como por medio de Cristo Dios creó el universo; por eso ahí en Hebreos nos dice hablando de Cristo:
“…a quien constituyó heredero de todo (el heredero de toda la creación ¿quién es? Jesucristo), y por quien asimismo hizo el universo…”
Ahí tienen el misterio del Big Bang. Tan sencillo. Está en la Biblia ese secreto abierto para la humanidad.
Encontramos que Jesucristo dice en San Juan, capítulo 8, verso 56 en adelante, 56 al 58, hablando a los judíos les dice: “Abraham vuestro padre deseó ver mi día, y lo vio y se gozó.” Le dicen: “No tienes cincuenta años, ¿y dices que has visto a Abraham?” Jesucristo contesta: “Antes que Abraham fuese, yo soy.”
Y ahora, Cristo está diciendo que antes de Él tener Su cuerpo físico ya Él existía y que Abraham lo había visto y se había gozado.
¿Y cómo se puede comprender esto, ya que el cuerpo físico de Jesucristo nació en Belén de Judea a través de la virgen María? Es que Jesucristo es nada menos que el Ángel del Pacto, el Ángel que le apareció a Abraham con dos Ángeles más, los cuales son Gabriel y Miguel, comieron con Abraham y luego Gabriel y Miguel se fueron allá a Sodoma para encontrarse… para destruir a Sodoma y Gomorra y allí se encontraron con Lot el cual los llevó a su hogar, les preparó cena, o sea, que estos Ángeles almorzaron con Abraham y cenaron con Lot dos de ellos. Le dicen a Lot: “Hemos venido para destruir la ciudad.” Estos Ángeles son de bendición o de juicio cuando vienen a la Tierra y son los Ángeles de la diestra de Dios.
Encontramos que cuando Dios se ha manifestado en diferentes ocasiones, allí están presentes ellos. A través de Miguel o Gabriel Dios se manifiesta en diferentes ocasiones y aparece por consiguiente hablando con personas.
Por ejemplo, tenemos el caso del Ángel del Pacto apareciéndole a Moisés, libertando al pueblo hebreo también por medio del profeta Moisés. No fue Moisés el que libertó al pueblo hebreo, sino que fue el Ángel de Dios, el Ángel del Pacto, Dios por medio de Su Ángel, Dios por medio de Su cuerpo angelical a través del velo de carne llamado Moisés.
Dios le hablaba a Moisés y Moisés hablaba esa Palabra o la ponía en la boca (Moisés) de Aarón para que la hablara, porque Moisés decía que él no podía hablar muy bien y entonces esa Palabra creadora era hablada y venía a ser la Palabra de Dios. Mientras no es hablada por el profeta no es la Palabra de Dios: es el pensamiento de Dios; pero cuando el profeta capta ese pensamiento divino y lo habla, viene a ser la Palabra de Dios, mientras tanto es el pensamiento de Dios; luego que es hablado por el profeta viene a ser la Palabra y luego se hace realidad, se cumple, esa Palabra creadora.
Ahora, ese Ángel del Pacto o Ángel de Dios, llamado también por algunos el Ángel de Jehová que le apareció a Moisés, y le dice a Moisés: “Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.” Y también le dice: “Yo soy del Dios de tu padre,” el padre de Moisés: Amram.
¿Y cómo puede ser este Ángel el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob? Porque este Ángel es nada menos que el cuerpo angelical de Dios; y por consiguiente es Cristo en Su cuerpo angelical. En ese cuerpo angelical fue que Dios aparecía a los profetas en el tiempo de Adán y demás profetas, tanto dispensacionales como de diferentes edades o etapas.
Era nada menos que la imagen del Dios viviente, esa era la forma en que era visto Dios. Algunas veces aparecía en forma de luz; pero se dejaba ver también en forma de hombre, un hombre de otra dimensión. Y ese hombre de otra dimensión es el Hijo de Dios. Por eso la Escritura dice: “Pregunta cuál es Su Nombre, el Nombre de Su Hijo, si lo sabes.”
Y ahora, ese Ángel del Pacto, que es la imagen del Dios viviente, es Jesucristo; y en Él estaba, está y estará eternamente la Vida.
Ahora, podemos comprender por qué Cristo decía: “Antes que Abraham fuese, Yo soy.” Es que Él es el Ángel del Pacto, y por esa causa cuando está en el cuerpo de carne, ahí tenemos la plenitud de Dios en ese cuerpo de carne llamado Jesús; y ese cuerpo de carne es la semejanza física de Dios. Ya murió, resucitó, fue glorificado; y ese cuerpo está glorificado para nunca más morir. Esa es la semejanza física de Dios. Por eso es que ustedes lo encuentran hablando en diferentes ocasiones diciendo: “Yo y el Padre una cosa somos, el que me ha visto a mí ha visto al Padre.” Ahí tenemos el misterio del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Dios el Padre, el cuerpo angelical: la imagen de Dios, y el cuerpo físico: la semejanza física de Dios. Tan sencillo como eso.
Cualquier persona que vea a Dios en toda Su plenitud, a Dios en o con Su imagen y semejanza física, ¿qué estará viendo? A Jesucristo. “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre.” Por eso Él decía: “El Padre que mora en mí, Él hace las obras, Yo no hago nada de mí mismo.” Y decía también: “No hablo nada de mí mismo, como Yo escucho al Padre hablar, así Yo hablo.” También Él decía: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido.” San Lucas, capítulo 4. Y Él les está citando ahí lo que dice Isaías en el capítulo 61, verso 1 en adelante.
En Jesucristo encontramos a Dios en toda Su plenitud, por eso es que la Escritura dice que Dios habitó en Cristo en toda Su plenitud. A Dios le agradó que en Él habitase la divinidad, todo Dios habitó en Cristo, Dios Padre con Su cuerpo teofánico o angelical habitó en el velo de carne llamado Jesús. Tan sencillo como eso.
Cuando Dios hizo al hombre, al ser humano, a Su imagen y semejanza, le dio esta bendición tan grande de ser alma, espíritu y cuerpo; es el único ser a imagen y semejanza de Dios, el ser humano; por eso lo más que se parece a Dios es el ser humano y lo más que se parece al ser humano es Dios; por eso el ser humano es el socio de Dios en toda la Obra de Dios; y por eso cuando el Mesías vino dos mil años atrás, el Ángel del Pacto vino en medio de Su pueblo, vino en la forma de un hombre llamado Jesús. Esa es la semejanza física de Dios. Y la imagen de Dios es el Ángel del Pacto, el cuerpo angelical de Dios. Ahí tenemos el misterio de Dios el Padre, y de Cristo, abierto para nosotros.
Así también cada ser humano tiene un misterio y es que es alma viviente, alma, espíritu; o sea, tiene un cuerpo angelical o espiritual parecido a nuestro cuerpo físico pero de otra dimensión y tiene un cuerpo físico que es la semejanza física de la persona para poder vivir en esta dimensión visible, tangible, para poder compartir los unos con los otros todas las cosas de este planeta Tierra; y sobre todo compartir espiritualmente los unos con los otros.
Recuerden que así como necesitamos alimento para el cuerpo físico, necesitamos alimento para el espíritu y necesitamos alimento para el alma; el alimento para el alma es la Palabra de Dios. “Porque no solamente de pan vivirá el hombre sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios.” Cristo dijo o preguntó en San Mateo, capítulo 16, versos 26 al 28: “¿De qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma?” ¿De qué le vale al ser humano convertirse en una persona multimillonaria en la Tierra y perder su alma? Porque lo que es importante en la persona es el alma, eso es lo que en realidad es el ser humano: alma viviente. El espíritu es un cuerpo espiritual de otra dimensión; y el cuerpo físico es de esta dimensión terrenal, del polvo de la tierra; por eso de la tierra fue tomado y el polvo a la tierra volverá.
Lo más importante entonces es el alma de la persona tipificada en el corazón; por eso se dice: “Dale tu alma, tu corazón al Señor.” ¿Para qué? Para que Él te dé Vida eterna; porque el único que tiene Vida eterna es Él, porque Él es la Vida, la Vida eterna. “En Él estaba la Vida y la Vida era la luz de los hombres; aquella luz que alumbra a todo hombre venía a este mundo.” ¿Y cómo venía? En carne humana en la forma de un hombre llamado Jesús.
Ese es el Señor Jesucristo, la Vida manifestada en medio de la raza humana para impartir Vida eterna a todo ser humano. Él pagó el precio de nuestra redención, Él tomó nuestros pecados; y por consiguiente tomó nuestra deuda en la Cruz del Calvario, pagó allí nuestra deuda tomando nuestros pecados y muriendo por nosotros.
Por lo tanto, ahora por cuanto nuestra deuda fue pagada, no tenemos nosotros que morir. Él murió en lugar nuestro.
Ahora, nosotros al recibir a Cristo obtenemos la Vida eterna para vivir con Él en Su Reino por toda la eternidad, ese es el plan o programa de redención llevado a cabo por el Ángel del Pacto, el que le apareció a Moisés, el que libertó al pueblo hebreo de la esclavitud en Egipto y luego en el monte Sinaí le dio allí los diez mandamientos y le dio ordenanzas y leyes para todo Israel.
Ese es el Ángel del Pacto que se hizo carne y habitó en medio del pueblo hebreo y fue conocido por el nombre de Jesucristo y vino para establecer un nuevo Pacto; por lo cual en la última Cena con Sus discípulos tomando el pan, y dando gracias al Padre y partiendo da a Sus discípulos y dice a ellos: “Comed de él todos, porque esto es mi Cuerpo.” San Pablo dice: “Porque esto es mi Cuerpo que por muchos es partido o que por vosotros es partido.”
Y luego tomando la copa de vino y dando gracias al Padre, dice: “Tomad de ella todos, porque esta es mi Sangre del Nuevo Pacto que por muchos es derramada para remisión de los pecados.” En el pan tipificó Su cuerpo y en el vino tipificó Su Sangre. Tan sencillo como eso. Por eso la Santa Cena es con pan, representando el cuerpo de Cristo que fue crucificado por nosotros; y con vino representando la Sangre de Cristo que fue derramada para redimirnos de todo pecado y que nos mantiene limpios todo el tiempo; porque al confesar a Cristo nuestros pecados Él con Su Sangre nos limpia de todo pecado y Él nos mantiene limpios delante del Padre; por eso en el lavatorio de pies tipificamos que Cristo nos mantiene limpios todo el tiempo; por eso es que cuando toma el lebrillo y echa agua y toma una toalla y comienza a lavar los pies de los discípulos, Pedro le dice: “A mí nunca jamás me vas a lavar los pies.”
Recuerden que los que lavaban los pies de las personas que llegaban a una casa tenían el oficio más bajo de todos, y Pedro no quería que Cristo estuviera haciendo eso para él, estuviera en esa condición de humillación lavando los pies a Pedro.
Pero Cristo le dice: “Si no te lavare, no tendrás parte conmigo.” Y entonces Pedro le dice: “Pues no solamente los pies, sino la cabeza también, todo el cuerpo.” Es que es tipo y figura de Cristo lavándonos con Su Sangre de todo pecado cuando lo confesamos a Él nuestros pecados, luego de ya estar convertidos a Él, siempre nos mantiene limpios; por eso siempre confiesen a Cristo vuestras faltas, errores y pecados, y Cristo con Su Sangre los limpiará en todas las ocasiones.
Y ahora, viendo que Jesucristo es la persona más importante que ha pisado este planeta Tierra y que existe desde antes de la creación del mundo, eternamente, y que es el Verbo que era con Dios y era Dios, es el Ángel del Pacto que le dio la liberación al pueblo hebreo y que le dio los diez mandamientos y leyes y ordenanzas a Moisés para el pueblo hebreo.
Cristo es la persona más importante del Cielo y de la Tierra, es la persona en el cual mora Dios y está sentado a la diestra de Dios en el Cielo. Recibir a Cristo como único y suficiente Salvador es la bendición y privilegio más grande que una persona tiene en este planeta Tierra. No hay persona más importante que usted pueda recibir en su alma, en su corazón, en Él está Dios en toda Su plenitud. Por eso es que ustedes lo encuentran en diferentes ocasiones en el libro del Apocalipsis hablando como Dios, es Dios hablando a través de Él, porque ese es el tabernáculo o templo de Dios.
Recuerden allá en la ocasión en que Cristo estaba frente al templo, en el capítulo 2 de San Juan, y dice: “Destruyan este Templo y en tres días Yo lo levantaré.” Recuerden, eso era una de las acusaciones que hacían contra Cristo algunas personas cuando estaba siendo juzgado por el Concilio del Sanedrín allá en Jerusalén.
Pero Cristo cuando dice: “Destruyan este Templo y en tres días lo levantaré.” No está hablando del templo de piedras, está hablando de Su cuerpo, porque recuerden que el cuerpo físico es un templo para Dios morar en él. Por eso San Pablo dice: “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?”
Y ahora, Cristo estaba hablando de Su cuerpo como Templo; y cuando Cristo resucitó, entonces comprendieron lo que Cristo había dicho acerca de la destrucción del Templo y en tres días Él lo levantaría; resucitó al tercer día.
Y ahora, Dios habita en Su cuerpo angelical llamado Ángel del Pacto y en Su cuerpo físico llamado Jesús, templo o cuerpo que está glorificado. Viendo la persona tan importante que es Jesucristo, sabemos que de Él es que viene la Vida eterna de parte de Dios para todo ser humano.
A través de Cristo es que el ser humano puede obtener la Vida eterna. No hay otra forma. Para la persona llegar a Dios solamente hay un camino. Cristo dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la Vida; y nadie viene al Padre sino por mí.” O sea, que Cristo no dice que todos los caminos llegan a Dios o llevan a Dios al ser humano, él dice que solamente hay un camino: “Yo soy el camino, la verdad, (no hay otra verdad) y la Vida, (no hay otra vida) la Vida eterna es una y es Cristo. “Y nadie viene al Padre sino por mí.” El único camino que lleva a Dios es Cristo; la Vida eterna estuvo, está y estará eternamente en Cristo, Él es la Vida eterna. Y el que tiene a Cristo como Salvador, porque lo ha recibido, tiene la Vida eterna, el que no ha recibido a Cristo no tiene la Vida eterna, solamente tiene una vida temporera que se le va a terminar y no sabe cuándo se le va a acabar, que es lo triste; y si se le acaba sin antes recibir a Cristo como Salvador, no hay esperanza para la persona vivir eternamente.
Mientras estamos en esta Tierra es que tenemos que recibirlo como nuestro único y suficiente Salvador para ser reconciliados con Dios y ser restaurados a la Vida eterna, nacer en la Vida eterna, nacer de nuevo como le dijo Cristo a Nicodemo en San Juan, capítulo 3, cuando le dice: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios.”
Nacer de nuevo, nacer del Espíritu, es muy importante: no puede ver el Reino de Dios el que no nazca de nuevo, así como no puede ver este reino terrenal el que no nazca en esta Tierra, el que no nazca a través de sus padres no puede ver este reino terrenal; y para ver el Reino de Dios hay que nacer de nuevo, por eso Cristo dice a Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios.” Nacer del agua es nacer del Evangelio de Cristo y nacer del Espíritu es nacer del Espíritu Santo al recibir el Espíritu Santo.
Recuerden que cuando Juan el Bautista estuvo predicando y preparándole el camino al Señor, dice, señalando a Cristo: “He aquí del Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, este es del cual yo dije que después de mí vendría un varón del cual yo no soy digno de desatar la correa de Su calzado. Él es el que bautiza con Espíritu Santo y Fuego.” No hay otro que les pueda bautizar con Espíritu Santo y Fuego, Él fue el que prometió enviar a Su Espíritu Santo sobre todos los creyentes en Él para producir en ellos el nuevo nacimiento, y así colocarlos en el Reino de Dios, porque nacemos de nuevo en el Reino de Dios.
El nacimiento natural que hemos obtenido a través de nuestros padres terrenales, nos ha colocado en el reino terrenal, en este mundo; pero el nuevo nacimiento nos coloca en el Reino celestial, en el Reino de Dios.
Por lo tanto, reconociendo que la Vida eterna estaba, está y estará eternamente en Jesucristo, hemos recibido a la persona correcta, a Jesucristo como nuestro único y suficiente Salvador.
Si hay alguno que todavía no lo ha recibido como Salvador, lo puede hacer en estos momentos y estaremos orando por usted, para que Cristo lo reciba en Su Reino, lo perdone y con Su Sangre lo limpie de todo pecado y lo bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en usted el nuevo nacimiento y así reciba la Vida eterna.
Pueden pasar acá al frente si tienen la bondad para orar, para que oremos por usted, los que están en otras naciones también pueden venir a los Pies de Cristo para que queden incluidos en la oración que estaremos haciendo por todos los que están viniendo a los Pies de Cristo para recibirlo como único y suficiente Salvador.
Lo más importante para el ser humano es la Vida eterna; no hay otra cosa más importante. Por eso Cristo pregunta: “¿De qué le vale al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de Su Padre con Sus Ángeles y entonces pagará a cada uno según sus obras.” Sin la Vida eterna no hay esperanza de vivir eternamente, no importa el dinero, la cantidad de bienes materiales que el ser humano tenga, eso no le da derecho a la Vida eterna, solamente recibir a Cristo como Salvador nos da el derecho a vivir eternamente.
Todavía vienen más personas que como ustedes quieren vivir eternamente y son ovejas del Señor, todas están aquí escuchando la Palabra de Dios y Cristo dijo: “Mis ovejas oyen mi Voz y me siguen, y yo les doy Vida eterna.” (San Juan, capítulo 10, versos 27 al 30).
San Pablo dijo: “La fe viene por el oír la Palabra (o sea, la Palabra de Dios, el Evangelio de Cristo); y con el corazón se cree para justicia; pero con la boca se confiesa para salvación.” Ya ustedes escucharon la Palabra, el Evangelio de Cristo y nació la fe de Cristo en vuestras almas, están creyendo en Cristo; y ahora tienen la oportunidad de confesar públicamente a Cristo como vuestro único y suficiente Salvador; porque con la boca se confiesa para salvación, se confiesa a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador.
Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo.
Todavía pueden continuar viniendo las personas que faltan por venir para que queden incluidos en la oración que estaremos haciendo por todos los que están viniendo a los Pies de Cristo nuestro Salvador.
No podemos dejar este mundo sin antes haber recibido a Cristo como nuestro Salvador para estar seguros de que viviremos eternamente en el Reino del Señor.
De todas las decisiones que el ser humano hace, ninguna de esas decisiones coloca a la persona en la Vida eterna, excepto una: recibir a Cristo como único y suficiente Salvador; por lo tanto esa es la decisión más grande que un ser humano puede hacer en su vida, no importa su condición económica, académica, social, política; no importa su color, todos tienen la misma oportunidad de hacer la decisión más importante de su vida: recibir a Cristo como único y suficiente Salvador, para vivir eternamente.
Cristo decía: “El que oye mi Palabra y cree al que me envió tiene Vida eterna.” Y decía: “Yo le resucitaré en el Día Postrero.” Por lo tanto, después de la persona recibir a Cristo como Salvador, no importa si muere pronto o vive muchos años en la Tierra, ya está seguro en el Reino de Dios con Vida eterna. Si muere, Cristo lo va a resucitar cuando Él venga con Sus santos en el Día Postrero, lo resucitará en cuerpo glorificado, cuerpo eterno y joven para toda la eternidad; pero si permanece vivo hasta ese momento, será transformado. Todos los creyentes en Cristo nacidos de nuevo van a ser iguales a Jesucristo, con cuerpos jóvenes y eternos para vivir con Él en Su Reino por toda la eternidad.
Ya vamos a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo. Veo que todavía viene caminando personas, por lo tanto vamos a dar unos segundos mientras llegan los que faltan por venir, y en las demás naciones también pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo nuestro Salvador. Los niños de diez años en adelante también pueden venir a los Pies de Cristo. Recuerden que Cristo dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis, porque de los tales es el Reino de los Cielos.”
Con nuestras manos levantadas al Cielo, a Cristo, y nuestros ojos cerrados los que están presentes y los que están en otras naciones; los que han venido a los Pies de Cristo en estos momentos repitan conmigo esta oración:
Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón, creo en Ti con toda mi alma, creo en Tu primera Venida, y creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo dado a los hombres en que podemos ser salvos. Creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.
Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador. Doy testimonio público de mi fe en Ti y te recibo como mi único y suficiente Salvador. Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado y me bautices con Espíritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre y sea producido en mí el nuevo nacimiento. Quiero nacer en Tu Reino, quiero vivir eternamente, sálvame Señor, te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén.
Con nuestras manos levantadas al Cielo, todos decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén.
Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado, porque ustedes le han recibido como vuestro único y suficiente Salvador; ustedes me dirán: “Quiero ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo lo más pronto posible, porque Él dijo: ´Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo, más el que no creyere será condenado.” He creído en Cristo y quiero ser bautizado en agua en Su Nombre, pues es un mandamiento del Señor´”.
Ahora, el bautismo en agua no quita los pecados, es la Sangre de Cristo la que nos limpia de todo pecado. El bautismo en agua es tipológico, pero es un mandamiento del Señor. El bautismo en agua es a la semejanza de la muerte, sepultura y resurrección de Cristo; cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; y cuando la persona es sumergida en las aguas bautismales por el ministro, tipológicamente está siendo sepultado como Cristo fue sepultado; y cuando es levantado de las aguas bautismales, está resucitando a la Vida eterna como Cristo resucitó a la Vida eterna.
Tan sencillo como eso es el simbolismo, la tipología del bautismo en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Y Cristo les bautizará con Espíritu Santo y Fuego y producirá en usted el nuevo nacimiento; por lo tanto bien pueden ser bautizados y así identificados con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección; y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el glorioso Reino de Jesucristo nuestro Salvador.
Continúen pasando todos una noche feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador, ustedes que están presentes y los que están en otras naciones también, los cuales también pueden ser bautizados allá en el país donde ustedes se encuentran y en el auditorio o en la iglesia donde ustedes se encuentren en estos momentos.
Que Dios les bendiga y les guarde, y continúen pasando una noche feliz llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.
Dejo en estos momentos con ustedes al ministro para que les indique cómo hacer para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor, y en cada país dejo al ministro correspondiente para que haga en la misma forma.
Que Dios les bendiga y les guarde a todos.
“LA VIDA HA ESTADO, ESTÁ Y ESTARÁ SIEMPRE EN JESUCRISTO.”