Jesucristo, el Restaurador de todas las cosas

Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes; ministros, hermanos y hermanas, jóvenes y niños presentes y los que están a través del satélite Amazonas o de internet en diferentes naciones.     Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.     Es una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.     Un saludo allá en Guatemala al misionero Miguel Bermúdez Marín y a todos los ministros que le acompañan allá, y a todos los hermanos y hermanas reunidos allá en el culto en Guatemala; y a todos los que están en diferentes naciones. Allá en Puerto Rico, los que están allá en Puerto Rico reunidos, que Dios les bendiga y les guarde grandemente, y les use grandemente en Su Programa en este tiempo final.     Para esta ocasión leemos una Escritura que se encuentra en el libro de los Hechos, capítulo 3, versos 18 en adelante (capítulo 3, verso 18 al 23), y dice de la siguiente manera, capítulo 3, verso 18 en adelante del libro de los Hechos:     “Pero Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas, que su Cristo había de padecer.     Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio,     y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado;     a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo.”     Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.     “JESUCRISTO, EL RESTAURADOR DE TODAS LAS COSAS.”     ¿Por qué se habla de una restauración? Porque el ser humano al pecar en el Huerto del Edén perdió la bendición de la Vida eterna y por consiguiente perdió la bendición del Edén que Dios le había dado, y perdió el Título de Propiedad el cual es el Libro de la Vida del Cordero, y el cual lo encontramos en el libro del Apocalipsis en la diestra de Dios, el cual es el dueño original, el cual lo había otorgado a Adán cuando lo colocó en la Tierra, y Dios le dijo a Adán que el día que comiera del árbol de la ciencia del bien y del mal ese día moriría; y luego cuando le dio una compañera a Adán, también le da a conocer a Eva el pacto que Dios a hecho con Adán y que el árbol de la ciencia del bien y del mal no puede ni tocarlo siquiera para evitar así la muerte.     El enemigo de Dios, que es conocido por diablo, o Satanás, o Lucero, o Lucifer, en el Cielo comenzó una batalla en donde se reveló en contra de Dios y allá se formó la primera guerra, fue una guerra de cuerpos espirituales, angelicales.     Y luego cuando Dios coloca al ser humano en la Tierra, la guerra pasa a los seres humanos, y por consiguiente causa que la primera pareja colocada en el Huerto del Edén desobedezcan la Palabra de Dios y pierdan la Vida, ese fue el primer crimen ocurrido en la Tierra en medio de la raza humana; y por eso es que ustedes pueden ver que la Escritura dice que el diablo ha sido homicida desde el principio.     Ahora, encontramos que Adán continuó viviendo luego de pecar, y él logró vivir unos 930 años. Y cualquier persona puede pensar: “Pero Dios le dijo que iba a morir el día que comiera y continuó viviendo.” Adán y Eva murieron el día que pecaron, murieron a la Vida eterna, que es más importante que la vida terrenal que tenemos, porque la vida que tenemos es temporera.     La Vida eterna la perdió Adán y Eva allá en el Huerto del Edén, y ahí vino a ser mortal Adán y Eva; y la herencia que le ha dejado a su descendencia Adán y Eva es vida temporera que surge en la Tierra entre los seres humanos; por medio de un hombre y una mujer, y luego de cierta cantidad de años desaparece; porque esa es la herencia de vida que le fue dejada a la descendencia de Adán, porque la raza humana pecó y fue destituida de la gloria de Dios; y por consiguiente el ser humano de ahí en adelante solamente ha estado viviendo cierta cantidad de tiempo, excepto aquellos que han sido arrebatados al Cielo como Enoc y como el profeta Elías.     Y ahora, encontramos que si murió Adán y Eva, murieron a la Vida porque la muerte es morir a la vida, perder la vida es morir; y perdieron la Vida eterna, que es más importante que la vida temporal o temporera que nos dejó Adán y Eva como herencia. Pero la Escritura dice: “Así como en Adán todos mueren, en Cristo todos son vivificados.”     Por lo tanto, Jesucristo es el que restaura al ser humano a la Vida eterna. “El que oye mi Palabra y cree al que me envió tiene Vida eterna y no vendrá a condenación, mas pasó de muerte a vida.” (Eso está en San Juan, capítulo 5, verso 24).     Y por eso podemos ver lo importante que es escuchar la predicación del Evangelio de Cristo para que nazca la fe de Cristo en el alma de la persona, crea, porque “la fe viene por el oír la Palabra, el Evangelio de Cristo; y con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.”(Eso está en Romanos, capítulo 10, por ahí, de ahí en adelante, capítulo 10, versos… digamos del 1 al 15).     ¿Y por qué en Adán todos mueren? Porque Adán pecó; y por consiguiente toda la descendencia humana murió a la Vida eterna y solamente tiene vida temporera; pero el que cree en Cristo y lo recibe como Salvador y es bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo, esa persona ha nacido a la Vida eterna por medio del Segundo Adán; porque en Cristo todos son vivificados, traídos a Vida eterna, restaurados a la Vida eterna. Por eso es que Cristo dice:     “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.     El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” (San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16).     Aun el mismo Cristo hablándonos acerca de Él nos dice en San Juan, capítulo 3, versos 13 en adelante, dice:     “Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.     Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado,     para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.     Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.     Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.     El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.”     Y ahora, el que cree no es condenado y el que no cree, es condenado. Sigue diciendo la Escritura acerca de Cristo, vamos a ver lo que nos dice, en este mismo capítulo 3 de San Juan. Todo el mundo quiere vivir eternamente, pero hay una forma para obtener la Vida eterna: creyendo en Cristo. Él dijo en San Juan, capítulo 14, verso 6:     “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.”     Por Cristo, no hay otra forma de llegar a Dios. La idea de algunas personas que todos los caminos llevan a Dios, si la persona es sincera, no está de acuerdo con las Palabras de Cristo, porque Cristo dice: “Yo soy el camino, la verdad, y la vida; y nadie viene al Padre, sino por mí.” Solamente por Cristo. Recordando que se está en un nuevo Pacto desde la muerte de Cristo en adelante y bajo ese nuevo Pacto, la entrada al Padre para llegarse a Dios es a través de Jesucristo; y para obtener el perdón de pecados y ser limpios de todo pecado es a través de Cristo y Su Sangre derramada en la Cruz del Calvario.     No hay otra cosa con la cual la persona puede ser limpia de todo pecado, solamente hay una cosa que limpia al ser humano de todo pecado y es la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador; y por medio de ese Sacrificio y Su Sangre derramada es que el ser humano es reconciliado con Dios, es restaurado a la Vida eterna, y por consiguiente al Reino de Dios; porque Jesucristo es el restaurador de todas las cosas, restaura al ser humano a la Vida eterna.     Cristo hablando a Nicodemo en el capítulo 3 de San Juan, versos 1 al 6, dice, leemos hablándole a Nicodemo, dice:     “Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos.     Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.     Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.     Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?     Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.     Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.     No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.”     Para entrar al Reino de Dios Cristo establece que la persona tiene nacer de nuevo, para la persona ser restaurada a la Vida eterna; y es por medio de Cristo, el restaurador de todas las cosas, que somos restaurados a la Vida eterna. No hay otra forma, y mucho menos en la Dispensación de la Gracia, la dispensación en donde un nuevo Pacto ha sido establecido y el fiador del nuevo Pacto es el Señor Jesucristo; y fue prometido un nuevo Pacto en Jeremías, capítulo 31, verso 31 al 36, en donde dice:      “He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá.     No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto…”     Y comienza a explicar sobre el nuevo Pacto; y Jesucristo sabía, conocía esa Escritura, pues Jesucristo en Espíritu Santo fue el que dio esa Escritura a través del profeta Jeremías. Era el mismo Cristo, el Espíritu Santo, Cristo en Su cuerpo angelical, el que aparecía a los profetas y el que hablaba a través de los profetas. En algunas ocasiones aparecía en la forma de un hombre, como le apareció a Moisés, apareció a Josué, apareció también al padre de Sansón, Manoa, y a la madre de Sansón, la señora Manoa; y le apareció a diferentes personas,  a Gedeón también; y la Escritura dice que era un hombre, una persona, el Ángel de Dios que le apareció a Gedeón y habló con él, apareció en Su cuerpo angelical, era el Mesías, el Cristo, pero en Su cuerpo angelical.     Por eso es que en San Juan, capítulo 8, versos 58 al 58, dice: “Abraham vuestro padre deseó ver mi día; lo vio, y se gozó.” Le dicen los judíos: “Aún no tienes cincuenta años, ¿y dices que has visto a Abraham?” Jesús les dice: “Antes que Abraham fuese, Yo soy.”     ¿Cómo era Jesucristo antes de Abraham? Era el Ángel del Pacto, porque Él es el Ángel del Pacto. Por eso es que en San Juan y en San Mateo, capítulo 26, versos 26 al 29 (y el capítulo 22 de San Lucas), Cristo en la última Cena que tuvo con Sus discípulos en la víspera de la Pascua, les habla allí tomando el pan y dando gracias al Padre, les da a ellos, les dice: “Comed, esto es mi cuerpo.” San Pablo dice: “Esto es mi cuerpo que por muchos es partido.” Y luego tomando la copa de vino y dando gracias al Padre dice a Sus discípulos: “Tomad de ella todos, porque esta es mi Sangre del nuevo Pacto que por muchos es derramada para remisión de los pecados.”     Y ahora, Cristo hablando del nuevo Pacto y hablando que Su Sangre es la Sangre del nuevo Pacto, también en Hebreos, capítulo 13, versos 20 al 21, el apóstol Pablo conocedor del nuevo Pacto que Dios dijo que haría con la casa de Israel y con la casa de Judá, y siendo ministro bajo el nuevo Pacto el apóstol San Pablo, y siendo el mensajero para los gentiles establece bien a la Iglesia, a los creyentes en Cristo de entre los gentiles mostrándole y estableciendo las doctrinas correspondientes al nuevo Pacto y presentando a Jesucristo como el Sumo Sacerdote del nuevo Pacto, Sumo Sacerdote del Templo celestial según el orden de Melquisedec.     Por lo tanto, la Sangre del nuevo Pacto dice San Pablo en Hebreos, capítulo 13, versos 20 al 21, que es la Sangre del Pacto eterno. Para que lo tengan claro ese pasaje lo vamos a leer para así quede grabado en nuestros corazones. Vamos a ver Hebreos, capítulo 13, verso 20 en adelante:     “Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno,     os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.”     Y ahora, aquí San Pablo da a conocer la Sangre de Cristo como la Sangre del nuevo Pacto que Dios ha establecido. No hay otra cosa con la cual nuestros pecados puedan ser quitados excepto la Sangre de Cristo.     Bajo el Pacto que fue dado por Dios a través del profeta Moisés allá en el Sinaí, encontramos que se usaban sacrificios y la sangre de esos sacrificios cubría el pecado de las personas, porque la vida de esos animalitos no podía ir a los creyentes, porque es vida animal, y por lo tanto no tienen alma, por lo tanto el espíritu de esos animalitos no podía ir a los creyentes, porque no sería el espíritu de un animal el que vendría a las personas sino el Espíritu Santo, el Espíritu de Dios que estaba en Jesucristo, el cual bautiza a la persona creyente en Él con Espíritu Santo y Fuego, como dice Juan el Bautista cuando señala a Jesús: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.” (San Juan, capítulo 1, versos 27 al 36).     El único que puede quitar el pecado es Jesucristo, Él quitó el pecado del mundo, el pecado original; y ahora cada persona responde por sus propios pecados ante Dios; y si alguno ha pecado, Abogado tenemos para con el Padre: a Jesucristo el Hijo de Dios, Él es nuestro abogado.     El abogado es el que intercede por una persona; y por consiguiente el que intercede por nosotros ante el Juez de los Cielos y de la Tierra, es Jesucristo. Ese es el único abogado que sabe lo que hay que hacer para salir o aparecer como inocente la persona, ¿por qué? Porque Él toma nuestros pecados y con Su Sangre nos limpia de todo pecado, y no hay caso en contra de nosotros ante el Cielo, ante Dios, ¿por qué? Porque delante de Dios estamos justificados como si nunca en la vida hubiésemos pecado; y estamos santificados por el Espíritu de Dios y por consiguiente delante de Dios estamos sin manchas, sin pecados.     No hay otra forma para ser limpios de todo pecado, solamente la Sangre de Cristo; y por eso es que en cada ocasión que un creyente en Cristo peca, lo confiesa a Cristo (su pecado) y Cristo lo perdona y con Su Sangre lo limpia de todo pecado y sigue adelante su vida cristiana; no se detiene, porque el que pone su mano en el arado y mira hacia atrás no es apto para el Reino.     Por lo tanto, vamos siempre hacia adelante. Estando en esa condición terrenal, humana, tenemos que comprender que tenemos un intercesor en el Cielo, en el Templo celestial, que es nuestro amado Señor Jesucristo; y por consiguiente Él está siempre atento a nuestras oraciones por lo que sea que le pidamos, y Él dice: “Todo lo que pidáis al Padre en mi Nombre, Yo lo haré,” dice Cristo.     Por lo tanto, “pedid y se os dará, buscad y hallareis,” dice la Escritura.     Cristo restaura al ser humano a la Vida eterna, lo restaura al Reino de Dios. Así es como se entra al Reino de Dios por medio de Cristo y la persona entonces ya deja de gemir, ya se va la angustia existencial de la persona porque ya sabe que sus pecados han sido perdonados, han sido limpios de todo pecado con la Sangre de Cristo y está en el camino divino, que es Cristo. Ese es el camino, el muevo camino que está prometido en la Escritura, en donde caminaría todos los redimidos de Dios, redimidos por Cristo nuestro Salvador, el cual es el restaurador de nuestra alma, nos restaura a la Vida eterna y por consiguiente al Reino de Dios.     Esa es la Obra de Cristo: restaurar; restaura al ser humano a la Vida eterna, y por consiguiente al Reino eterno de Dios; y restaurará también todas las demás cosas; porque dice que va a venir el tiempo de la restauración de todas las cosas, incluye la restauración física a un cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado como el cuerpo glorificado que tiene Cristo; y también serán restaurados el Reino de Dios en la Tierra, el cual encontramos que fue perdido por el ser humano; y ahora la promesa es que Dios va a restaurar el Reino en la Tierra. El mismo Cristo hablando de este tema en San Mateo, capítulo 6, verso 10 en adelante, dice que orando pidamos la Venida del Reino: “Venga tu Reino.” Ahí está en el Padre nuestro. “Venga tu Reino. Hágase tu voluntad, como en el Cielo, también en la Tierra.”     Por lo tanto, tenemos que orar por la Venida del Reino de Dios, el establecimiento del Reino del Mesías en la Tierra, lo cual será la restauración del Reino físicamente. En lo espiritual el Reino de Dios está con nosotros y nosotros estamos en el Reino de Dios, ya restaurados en la esfera espiritual, pero falta la esfera física en un reino físico, que será el Reino del Mesías, el cual tendrá Su Reino, Su Trono en Jerusalén.     Él se sentará en el Trono de David porque Él es el heredero al Trono de David y Él restaurará el Reino de David, que es el Reino de Dios en la Tierra y que tiene una Ciudad capital que es Jerusalén y que tiene un pueblo en medio del cual estará el Mesías Príncipe, el cual está siendo esperado por miles de año sobre el pueblo hebreo.     Para eso es la Venida del Señor en el Día Postrero: para la restauración física del Reino de Dios y la restauración física de los hijos de Dios a la Vida eterna física en cuerpos físicos glorificados igual al cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador.     El restaurador de todas las cosas ¿quién es? Jesucristo.     Ahora, cuando Cristo estuvo en el monte de la Transfiguración con Pedro, Jacobo y Juan, se transfiguró delante de ellos y Su rostro resplandeció como el sol y Sus vestidos se hicieron como la luz, y aparecieron a cada lado del Señor Moisés a un lado y Elías al otro lado. El dador de la Ley, Moisés, y el profeta Elías; ése es el orden de la Venida del Hijo del hombre, porque Cristo dijo: “Hay algunos de los que están aquí que no gustarán la muerte hasta que vean al Hijo del Hombre viniendo en Su Reino con poder y gloria.” (Eso está en San Mateo 16, versos 26 al 28; y San Mateo, capítulo 17, verso 1 en adelante).     Luego cuando bajan del monte de la Transfiguración le dicen los discípulos a Jesucristo: “¿Por qué dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero y restaure todas las cosas.” Jesucristo les dice a ellos, a Sus discípulos: “A la verdad Elías vendrá primero y restaurará todas las cosas.” Es que Elías, el cual restaurará todas las cosas es parte del Programa Divino correspondiente a la Venida del Señor. Él viene con Sus ángeles y dice la Escritura en San Mateo, capítulo 24, verso 31:     “Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro.”     Esos son los ministerios de Moisés y Elías que restaurarán a ciento cuarenta y cuatro mil hebreos, doce mil de cada tribu, los restaurarán a y en el Reino de Dios. Y los ministerios de Moisés y Elías estarán nuevamente en la Tierra en el Día Postrero, son los dos Olivos de Apocalipsis, capítulo 11, versos 1 al 14, conforme a la promesa de Dios dada por medio del profeta Zacarías en el capítulo 4, verso 1 al 14, en donde habla de los dos Olivos y dice: “Estos son los dos ungidos que están delante de la presencia de Dios,” son ministerios delante de la presencia de Dios, son los Ángeles que están delante de la presencia de Dios en los cuales en el Día Postrero estarán manifestados esos ministerios para llamar con gran Voz de Trompeta y juntar a los escogidos del pueblo hebreo, que son ciento cuarenta y cuatro mil.     Esa Voz o esa gran Voz de Trompeta es la Voz de Dios a través de esos ministerios trayéndole al pueblo el mensaje del Evangelio del Reino. Y para la Iglesia, la gran Voz de Trompeta o Trompeta final para la resurrección de los muertos y la transformación de los vivos es el mensaje del Evangelio del Reino siendo proclamado en el Día Postrero para la restauración de todas las cosas, la restauración a la Vida eterna física de los escogidos del Cristianismo, que serán transformados los que estén vivos y los que murieron serán resucitados en cuerpos eternos; por eso nos habla de “a la final trompeta, porque se tocará la trompeta y los muertos en Cristo resucitarán incorruptibles y nosotros los que vivimos, seremos transformados.”     Así que hay grandes bendiciones prometidas para los creyentes en Cristo que están vivos en este tiempo final, y para los que murieron está la bendición de una resurrección en cuerpo eternos, cuerpos glorificados, cuerpos inmortales, cuerpos incorruptibles; esa es la clase de cuerpo que yo necesito, porque el que tengo ya tiene unos cuantos años, unos 70 años, y ya yo prefiero que ya me dé el que ha prometido porque con el que tengo no puedo vivir físicamente, eternamente, porque es un cuerpo mortal, corruptible, temporero.     Todavía no he sido transformado pero tengo la promesa departe de Dios de que voy a tener un cuerpo glorificado. ¿Y esa promesa para quién más es? Para cada uno de ustedes también, para todos los creyentes en Cristo; exclusivamente para los creyentes en Cristo es esa gran Voz de Trompeta o Trompeta final que le dará la fe para ser transformados y raptados y llevados con Cristo a las Cenas de las Bodas del Cordero; la resurrección para los muertos en Cristo y la transformación para los vivos, eso es exclusivamente para los creyentes en Cristo.     Esa Trompeta está prometida para sonar en el Día Postrero en el tiempo final, y ya estamos en el Día Postrero que es el séptimo milenio de Adán hacia acá, es el séptimo milenio sabático de Adán hacia acá, y es también el tercer milenio de Cristo hacia acá.     Por lo cual cocientes de que estamos en el Día Postrero y que para este tiempo es que la gran Voz de Trompeta o Trompeta final tiene que sonar, tiene que dar ese mensaje final de Dios: el Evangelio del Reino siendo predicado para darnos la fe para ser transformados y raptados llevados con Cristo a la Cenas de las Bodas del Cordero.     Por lo tanto, eso es lo que Cristo estará haciendo en el Día Postrero, el cual dijo: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.” Él ha estado durante todos estos dos mil años que han trascurrido de Cristo hacia acá, Cristo ha estado en medio de Su Iglesia en Espíritu Santo todo ese tiempo, y continuará en medio de Su Iglesia hasta que resuciten los muertos creyentes en Él y trasforme a los que están vivos, para lo cual todavía está llamando y juntando los escogidos que corresponden a la Iglesia del Señor, y luego llamará y juntará ciento cuarenta y cuatro mil hebreos, y les dará lo que ellos están esperando.     Pero primero es la Iglesia del Señor Jesucristo, porque esos son los que van a ser transformados llevados a las Cenas de las Bodas del Cordero. Los ciento cuarenta y cuatro mil hebreos, doce mil de cada tribu, no tienen la promesa de ser transformados y llevados a la cenas de las Bodas del Cordero, ellos pasarán por la gran tribulación, que es la apretura de Jacob, y que es el mismo lapso de tiempo llamado en Jeremías, capítulo 30: “La apretura de Jacob,”en donde el pueblo hebreo va a sufrir mucho en ese lapso de tiempo que corresponde a tres años y medio, o sea, la segunda parte de la semana número setenta, pero los creyentes en Cristo ya estarán en el Cielo en las Cenas de las Bodas del Cordero cuando la humanidad esté pasando por la gran tribulación.     Cristo va a restaurar el Reino de David, Cristo va a restaurar el pueblo hebreo al Reino de Dios. El Mesías Príncipe va a restaurar al pueblo hebreo, pero primero resucitará a los muertos creyentes en Él y a los vivos los transformará; y luego tratará con el pueblo hebreo en la segunda parte de la semana número setenta.     La primera parte de la semana número setenta corresponde al tiempo de ministerio que tuvo Jesucristo de tres años y medio, y a la mitad de esa semana número setenta la vida le fue quitada el Mesías, ya eso se cumplió. Y después en el año ‘70 de la era cristiana Jerusalén fue destruida y por consiguiente el templo también fue destruido por el general romano Tito Vespasiano.     Ya esa parte se cumplió, solamente para el pueblo hebreo quedan tres años y medio de esa semana. Esa semana se detuvo allá con la muerte de Cristo y entró un lapso de tiempo, una brecha en donde Dios ha estado tratando con los gentiles, pero luego se va a tornar nuevamente al pueblo hebreo cuando se complete la Iglesia del Señor Jesucristo y resucite a los muertos creyentes en Él y a los vivos los transforme, luego tratará con el pueblo hebreo.     Hay que estar orando por el pueblo hebreo también, por la paz del pueblo hebreo, porque ése es el único pueblo como nación, como pueblo llamado “Hijo primogénito de Dios.” “Israel es mi hijo, mi primogénito.” (Capítulo 4, verso 22 del Éxodo).     El pueblo hebreo es el pueblo o nación modelo para que así sean también las demás naciones; por lo tanto deben seguir el modelo del pueblo hebreo, para que así haya muchos pueblos hermanos del pueblo hebreo; pueblos hermanos, pueblos hermanos de Israel, naciones hermanas de Israel. El que bendiga al pueblo hebreo será bendito, el que lo maldiga será maldito. Eso dice la escritura.     Es la misma bendición que le fue dada a Abraham, “el que lo maldiga a Abraham será maldito y el que lo bendiga será bendito,” así comenzó a hablarse de esa bendición, pasó de Abraham a Isaac, de Isaac a Jacob, de Jacob a los patriarcas y de los patriarcas a toda las descendencia de Jacob.     Y ahora, Jesucristo es el restaurador de todas las cosas, Jesucristo ama al pueblo hebreo, a Su pueblo, Su pueblo terrenal; por eso en la Cruz Cristo dijo: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen.”     Y ahora, la paz para todas las naciones vendrá de Jerusalén, por eso es tan importante entender la posición del pueblo hebreo en la profecía, la posición del pueblo hebreo en el Programa Divino.     Si Israel obtiene la paz divina, la paz permanente que está prometida para el pueblo hebreo, todas las naciones también la recibirán desde Jerusalén, se extenderá como un río desde Jerusalén para todas las naciones, porque la paz saldrá como un río de Jerusalén.     Y ahora, todo eso lo hará el Mesías Príncipe que para el Cristianismo es el Señor Jesucristo, para el pueblo hebreo pues es un hombre que aparecerá en la Tierra y que estará ungido con el Espíritu de Dios, el cual será el Mesías que Dios le prometió y que lo están esperando, así lo espera el pueblo hebreo.     Ahora, el Señor Jesucristo para el Cristianismo es el Mesías que vino para llevar acabo la obra de redención en la Cruz del Calvario.     Estamos en un tiempo muy importante en donde de un momento a otro algo grande va a pasar con la Iglesia del Señor: será la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de los vivos. Eso va a ser lo más grande, porque estonces ya saldremos de lo temporero y entraremos a eternidad física con cuerpos incorruptibles.     ¿Y cómo será la vida en un cuerpo eterno y glorificado como el de Jesucristo? Billones de veces superior a la que tenemos en la actualidad, porque aunque la vida en estos cuerpos mortales es buena, agradable, y toda persona ama esa vida, sino, no comería la persona, o sino no respiraría y se moriría; pero todos amamos esa vida terrenal, le damos gracias a Dios por ella y oramos a Dios cuando nos enfermamos para que Él nos dé salud.     Por lo tanto, hemos estado experimentando lo que es la vida en estos cuerpos mortales, y nos preguntamos: “¿Y cómo será en un cuerpo mortal, incorruptible y glorificado y joven para toda la eternidad?” Va a ser glorioso.     Cuando estemos en ese nuevo cuerpo vamos a recordar que hubo un restaurador: Jesucristo, el que restaura al ser humano a la Vida eterna, y por consiguiente reconcilia al ser humano con Dios.     “JESUCRISTO, EL RESTAURADOR DE TODAS LAS COSAS.”     Él es el restaurador de todas las cosas: el restaurador de nuestra alma, el restaurador de la Vida eterna a nosotros al creer en Cristo, y nos restaura a esa comunión con Dios el Padre. “Él es el camino, la verdad y la vida, y nadie viene al Padre sino por Jesucristo,” dice el mismo Cristo en San Juan, capítulo 14, verso 6. Él es el camino angosto también, del cual habla la Escritura en San Mateo, capítulo 7, versos 13 en adelante. Es el camino que todo ser humano está llamado a tomar para poder vivir eternamente, es el camino de la Vida, de la Vida eterna.     Por lo tanto, todos los que han recibido a Cristo han tomado el camino correcto, el camino de la Vida eterna. Yo he tomado el camino de la Vida eterna y estoy muy agradecido a Dios por haber tomado el camino de la Vida eterna, que es Jesucristo nuestro Salvador.     El que toma este camino de la Vida eterna, que es Cristo, tiene la esperanza de volver a vivir si muere físicamente, volver a vivir pero en un cuerpo eterno; y si permanece vivo hasta la resurrección tiene la esperanza o espera su transformación. Yo estoy esperando mi transformación y estoy esperando el arrebatamiento o rapto para ir con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también.     Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, y por consiguiente no ha tomado el camino de la Vida eterna, lo puede hacer en estos momentos y estaremos orando por usted; para lo cual puede pasar acá al frente y oraremos por usted. Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida, y nadie viene al Padre sino por Él, por Jesucristo nuestro Salvador.     Vamos a dar unos minutos para dar así la oportunidad a toda persona que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador para que lo reciba y orar por usted. En las demás naciones también pueden venir a los Pies de Cristo para que queden incluidos también en la oración que estaremos haciendo por todos los que están recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador.     Recordando que Jesucristo es el restaurador de todas las cosas, Él es el restaurador de nuestra alma, el restaurador a la Vida eterna, suyo y mío.     En las demás naciones también pueden venir a los Pies de Cristo. También los niños pueden venir a los Pies de Cristo, los niños de diez años en adelante, pues ya tienen conciencia del bien y del mal, y pueden recibir a Cristo como único y suficiente Salvador.     Cristo en una ocasión dijo: “Dejad a los niños venid a mí, y no se lo impidáis porque de los tales es el Reino de los Cielos.”     Tenemos que asegurar nuestro futuro eterno ¿con quién? Con Jesucristo, que es nuestro Salvador, que es nuestro restaurador a la Vida eterna. Solamente hay un Salvador y Su Nombre es Señor Jesucristo.     En la Tierra hay muchos caminos, pero solamente hay uno que lleva a la Vida eterna y es Jesucristo nuestro único y suficiente Salvador.     Dios tiene mucho pueblo aquí en la República de Chile y los está llamando en este tiempo final; y también en toda la América Latina Él tiene muchos hijos, mucho pueblo y los está llamando para colocarlos en Su Reino con Vida eterna.     Vamos a estar en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo, pueden continuar viniendo los que faltan por venir a los Pies de Cristo, pueden venir a los Pies de Cristo, y los que están en otras naciones también pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo, pueden pasar al frente allá donde se encuentran para que Cristo les reciba en Su Reino, les perdone y con Su Sangre les limpie de todo pecado.     Ya vamos a orar por las personas que están viniendo a los Pies de Cristo. En Guatemala ya están listos, no sé si tienen la comunicación, y los que están en otras naciones: Colombia, Venezuela, Perú, Ecuador, Argentina, Paraguay, Bolivia y demás naciones, la República Mexicana también, los que están en todos esos países pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo para que Cristo los reciba en Su Reino.     Vamos ya orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo. Con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, y nuestros ojos cerrados, los que han venido a los Pies de Cristo en estos momentos repitan conmigo esta oración:     Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón. Creo en Ti con toda mi alma, creo en Tu primera Venida, creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.     Creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo dado a los hombres en que podemos ser salvos. Doy testimonio público de *mi fe en Ti y te recibo como mi único y suficiente Salvador, luego de reconocer que soy pecador y necesito un Salvador.     Te ruego me perdones Señor, y te ruego que con Tu Sangre me limpies de todo pecado y me bautices con Espíritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre, y sea producido en mí el nuevo nacimiento.     Señor, haz realidad en mi vida la salvación que ganaste para mí en la Cruz del Calvario, sálvame Señor, te lo ruego en el Nombre eterno y glorioso Tuyo, en el Nombre maravilloso, en el Nombre de redención. Te lo ruego en Tu Nombre, Señor Jesucristo para quien sea la gloria y la honra por los siglos de los siglos. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén     Y con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo todos decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén.     Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado, porque ustedes han creído en Él y lo han recibido como vuestro único y suficiente Salvador. Recuerden que Él dijo:     “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.     El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” (San Marcos 16, verso 15 al 16).     Ustedes me dirán: “Quiero ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo lo más pronto posible, porque Él dijo: El que creyere y fuere bautizado, será salvo. ¿Cuándo me pueden bautizar?” Es la pregunta desde lo profundo de vuestro corazón.     Por cuanto ustedes han creído en Cristo de todo corazón, bien pueden ser bautizados. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el Reino glorioso de Jesucristo nuestro Salvador.     El bautismo en agua es un mandamiento de Jesucristo nuestro Salvador, aun el mismo Señor Jesucristo fue bautizado por Juan el Bautista; y si Cristo fue bautizado, cuánto más nosotros necesitamos ser bautizados conforme al mandamiento de Jesucristo.     Ahora el bautismo en agua no quita los pecados, es la sangre de Cristo la que nos limpia de todo pecado, pero el bautismo en agua es un mandamiento del Señor, y es tipológico. Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; y cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales tipológicamente está siendo sepultado; y cuando lo levanta de las aguas bautismales, está resucitando a una nueva vida, a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno. El bautismo en agua es a la semejanza de la muerte, sepultura y resurrección de Cristo.     Por lo tanto bien pueden ser bautizados. Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y nos continuaremos viendo por toda la eternidad.     Y el domingo próximo estaré con ustedes a través del satélite Amazonas y la actividad de domingo en la mañana, del próximo domingo.     Que Dios les bendiga y les guarde a todos, y continúen pasando una noche feliz llena de las bendiciones de Cristo nuestro salvador. Y para los que están en otras naciones, también pueden ser bautizados los que han recibido a Cristo como Salvador en estos momentos.     Dejo al ministro José Hernández Echevarría en estos mementos para que les indique qué hacer y cómo hacer para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Y en cada nación dejo al ministro correspondiente para que haga en la misma forma.     Continúen pasando una noche feliz llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.     Dios les bendiga y les guarde a todos.     “JESUCRISTO, EL RESTAURADOR DE TODAS LAS COSAS.”

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