Mas por causa de los escogidos aquellos días serán acortados

Muy buenos días, amables amigos y hermanos presentes, y los que están a través del satélite Amazonas o de internet en diferentes naciones. Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes.

Leamos ahora la Escritura. Y recuerden que la Escritura habla de la paz, habla de Tierra Santa y habla de Jerusalén como la Ciudad del Rey, la Ciudad de Dios; por eso Cristo dijo que no juremos ni por Jerusalén, porque es la Ciudad de Dios. San Mateo, capítulo 24, versos 13 en adelante, dice:

“Mas el que persevere hasta el fin, este será salvo.

Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.

Por tanto, cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda),

entonces los que estén en Judea, huyan a los montes.

El que esté en la azotea, no descienda para tomar algo de su casa;

y el que esté en el campo, no vuelva atrás para tomar su capa.

Mas ¡ay de las que estén encintas, y de las que críen en aquellos días!

Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en día de reposo;

porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá.

Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados”.

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

“MAS POR CAUSA DE LOS ESCOGIDOS AQUELLOS DÍAS SERÁN ACORTADOS”. Ese es nuestro tema para esta ocasión.

Cuando la Escritura nos habla que serán acortados aquellos días, podemos pensar: “Dios cambió de opinión”; o cuando se alargan los días o el tiempo, podemos pensar que Dios cambió de opinión. No. Veamos por la Escritura este tema del acortar o alargar el tiempo. En Génesis, capítulo 15, nos dice, versos 12 en adelante:

“Mas a la caída del sol sobrecogió el sueño a Abram, y he aquí que el temor de una grande oscuridad cayó sobre él.

Entonces Jehová dijo a Abram: Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años (¿Cuántos dice? ‘Será oprimida cuatrocientos años’).

Mas también a la nación a la cual servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza.

Y tú vendrás a tus padres en paz, y serás sepultado en buena vejez.

Y en la cuarta generación volverán acá; porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí”.

Ahora, vean ustedes cómo dice la Escritura que serán oprimidos por cuatrocientos años. Y ahora, cuando pasamos al Éxodo, capítulo 12, verso 40, dice:

“El tiempo que los hijos de Israel habitaron en Egipto fue cuatrocientos treinta años”.

O sea que tenemos 30 años añadidos a los 400 años que Dios dijo que estarían allí en Egipto los hijos de Israel. Había dicho que serían – morarían en tierra ajena, y que serían esclavos y oprimidos por 400 años; y luego encontramos que pasaron en Egipto 430 años, a los 430 años salieron de Egipto.

Encontramos también otro lugar en la Escritura donde Dios ordenó a un profeta para ir a Nínive, y este fue Jonás, para que proclamara que Nínive iba a ser destruida por Dios. Él no quiso ir, se fue a otro lugar; pero hubo una tempestad, y en el barco que iba todos se vieron en peligro, y todos dijeron: “Hay alguien aquí que es la causa de todo el problema”. Echaron suerte, y la suerte cayó sobre Jonás, el cual habiendo recibido la orden de ir a Nínive no quiso ir[1]. Tenía sus razones, y luego lo indica en otra ocasión, por el capítulo 4 del libro de Jonás.

La razón era que él sabía que Dios era clemente, era misericordioso y que se arrepentía del castigo si las personas se humillaban ante Dios, pedían perdón a Dios, pedían que Dios tuviera misericordia de ellos. Y Jonás sabía que Dios era misericordioso, y dijo: “Voy yo a Nínive, comienzo a predicar que va a ser destruida Nínive, y si ese pueblo se humilla ante Dios y pide perdón, entonces Dios no los va a destruir”.

Y entonces pensó: su prestigio de profeta, de decir: “Un hombre que fue en Nombre de Dios a decir que Nínive iba a ser destruida y después no es destruida…”. El orgullo de él lo llevó a huir del mandato divino.

Pero vean, hay algo que Dios no cambia: Dios no cambia un profeta que Él ha destinado para una edad, para un tiempo, y mucho menos un profeta dispensacional.

No hay dos profetas dispensacionales para una misma dispensación, se pelearían el uno al otro; tendrían, uno de ellos, un grupo, y el otro tendría otro grupo; y estarían peleándose los unos a los otros.

Dos profetas mayores, dos profetas dispensacionales, solamente pueden aparecer para una dispensación cada uno. Y solamente Dios tiene siete profetas dispensacionales.

Y ahora, ¿qué pasó con Jonás? La suerte cayó sobre Jonás cuando los del barco echaron suerte, y entonces le preguntan: “Tú eres la persona por la cual tenemos esta tempestad. Ahora dinos cuál es la causa y cómo… la solución a este problema, a que se calme esta tempestad”. Y les dijo que él era la causa y que echándolo al mar se calmaría la tempestad.

Lo echaron al mar y se calmó la tempestad. ¿Y qué pasó con Jonás? Bajó; pero Dios tenía un pez, una ballena, y se lo tragó; sería un submarino.

No podía ir en el barco: el barco iba para otro sitio; pero el submarino, ese pez, esa ballena, su ruta era hacia Nínive, y cogió un pasajero mientras iba; abrió su puerta, su boca, entró el pasajero y lo llevó rumbo a Nínive.

Jonás allá oró a Dios. Quizás él no sabía hacia dónde estaba Jerusalén, porque se suponía que oraran mirando a Jerusalén; pero si llegó a pensar que ese pez grande o ballena iba rumbo a Nínive, entonces podía pensar: “Pues entonces, si este pez va rumbo a Nínive, entonces Jerusalén queda hacia tal lugar”, y él oró a Dios. Dios lo escuchó. Y entonces el pez lo desembarcó en la playa allá de Nínive, en el área donde tenía que llegar.

Y de seguro las personas que lo vieron, dijeron: “¡Qué embarcación rara y qué pasajero raro!”. Ya, de seguro, si hubo personas allí, comenzaron a tener temor de esa persona que bajó allí. Y no bajó allí muy bien vestido; saliendo del estómago, vientre, de una ballena, donde se hace la digestión, pues no sale ni muy perfumado ni muy bien de apariencia.

Era un personaje raro ahora, en ese momento, pero tenía la Palabra de Dios; era un profeta de Dios; y comenzó proclamando el mensaje: que dentro de cuarenta días Dios destruiría la ciudad de Nínive[2].

Llegó la voz hasta el rey de Nínive; y de seguro, si vieron de dónde salió ese personaje, tuvo más temor. Y el rey convocó a los demás líderes del pueblo y al pueblo, y proclamó ayuno por tres días, y ceniza sobre su cabeza y todo; y se humillaron delante de Dios y pidieron perdón a Dios. Y Dios escuchó. Y la misericordia de Dios se extendió hacia el rey y su pueblo y su tierra, y no destruyó a Nínive.

Jonás se fue a cierto lugar para ver la destrucción de Nínive. Una calabacera creció, y ahí se cubría Jonás del sol esperando la destrucción de Nínive[3]. Y pasaron los cuarenta días y no ocurrió nada.

¿Falló el profeta cuando proclamó que dentro de cuarenta días sería destruido Nínive? No falló. ¿Hubo algún fallo? No hubo ningún fallo.

Hubo una acción de arrepentimiento de parte del rey y su pueblo: clamaron a Dios humillados, y ayunaron; hasta los animales entraron en ese estado de humillación ante Dios, sin comer. Dios vio esa humillación y arrepentimiento de todo corazón, y extendió Su misericordia hacia el rey y su pueblo y su tierra.

Y Jonás esperando la destrucción, y no venía.

Cualquier persona podía decir: “Era un falso profeta; dijo que iba a ser destruido dentro de cuarenta días Nínive, y miren, no fue destruido”.

Pero el rey no pensaba así, ni su pueblo tampoco. Pensaban: “Este era un verdadero profeta de Dios, nos dijo la verdad; pero nosotros hicimos lo que teníamos que hacer para la salvación del pueblo: nos humillamos delante de Dios”.

El rey de Nínive y su pueblo serán testigos y juzgarán a muchas naciones a las cuales han sido enviados profetas con un Mensaje de parte de Dios y no se arrepintieron.

Pero Nínive y su rey y su pueblo se arrepintió delante de Dios, y la misericordia de Dios fue extendida hacia ellos. Y eso no quiere decir que no sería destruida Nínive, pero Dios pospuso la destrucción de Nínive para otra ocasión; le dio, le añadió más años de vida a Nínive y a su pueblo; y eso fue una bendición para Nínive, su rey y su pueblo.

Dios puede atrasar o adelantar lo que va a hacer, Él sabe cómo hacerlo, y es justo y misericordioso. Por lo tanto, están envueltas la misericordia y la justicia de Dios cuando atrasa o adelanta un evento que Él ha dicho que va a hacer, sea de bendición o de juicio.

De bendición para Israel, que estaba esclavo: fue atrasado por treinta años el evento de la liberación; y de juicio para Egipto: fue atrasado el juicio del cual Dios dijo que castigaría a la nación que los tendría oprimidos; treinta años más de gracia y misericordia para Egipto.

El pueblo no estuvo preparado para el tiempo señalado, y fue atrasado por treinta años. Rechazaron al mensajero, a Moisés, que era el instrumento que Dios iba a usar y tenía en medio del pueblo hebreo.

Así que vemos que Dios puede adelantar o posponer cualquier profecía que ha sido dada por Dios a través de alguno de los profetas que Él ha enviado. Dios por amor a Su Nombre hace estas cosas. Dios por amor a Su Nombre hace cosas incomprensibles al ser humano.

La Escritura nos habla de un Dios amoroso, de un Dios misericordioso y justo, que por amor a Su Nombre, a Su pueblo y a los que se humillan delante de Él, hace cosas incomprensibles a la mente humana.

Estamos viendo que hay profecías para el tiempo final, en donde dice que si aquellos días no fuesen acortados, nadie o ninguna carne sería salva; “mas por causa de los escogidos (o sea, por amor a los escogidos) aquellos días serán acortados”.

Esta profecía tiene doble cumplimiento. Ya se cumplió en el año 70 de la destrucción de Jerusalén; Jerusalén fue destruida y el templo también, por el general romano Tito Vespasiano. Hubo un tiempo difícil, pero luego encontramos que por amor a los escogidos de aquel tiempo se acortó esa etapa difícil. Allí los escogidos del cristianismo, de la Iglesia del Señor, fueron librados, porque tenían la señal que Cristo dio: que cuando vieran a Jerusalén cercada de ejércitos, esa era la señal de que el tiempo para su destrucción había llegado[4].

Fueron unos dos años que fue cercada de ejército Jerusalén; por lo tanto, los discípulos, los creyentes en Cristo de aquel tiempo, cuando vieron a Jerusalén cercada de ejércitos, entendieron que la destrucción para Jerusalén había llegado, la señal ya la tenían.

Se fueron de Jerusalén los creyentes, los cristianos; y luego, en el año 70 de la Era cristiana o Era común, el general romano Tito Vespasiano destruyó a Jerusalén, destruyó los muros también, entró a la ciudad, crucificó miles de judíos colocándolos sobre las murallas, destruyó los edificios que estaban en ese territorio, con el templo juntamente, conforme a la profecía que dio Jesucristo, basado Cristo en la profecía de Daniel, capítulo 9, en donde dice que el templo sería destruido.

Esta profecía en que “los días serán acortados porque si no, ninguna carne sería salva, nadie sería salvo”, pero por causa de los escogidos aquellos días serán acortados… Están los escogidos del cristianismo, de la Iglesia del Señor Jesucristo: si estos días no son acortados, ninguna carne será salva, por causa de las bombas atómicas que existen; y que en una guerra, que está en la Escritura y que también ha sido profetizada por el reverendo William Branham, mataría aun a los cristianos escogidos, que van a ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero. Por causa de ellos, estos días tienen que ser acortados; y por causa de los escogidos del pueblo hebreo, de los judíos, que son 144.000 hebreos, 12.000 de cada tribu de las tribus de Israel.

Por lo tanto, Dios tiene motivo para acortar esos días, para acortar los días postreros (recuerden que un día delante del Señor es como mil años, y mil años como un día)[5]. Por lo tanto, Dios le pondrá fin a los días postreros, a los milenios postreros, al ponerle fin a los dos primeros milenios, que corresponden a la Dispensación de la Gracia; y al ponerle fin cuando entre hasta el último escogido que formará parte de la Iglesia del Señor Jesucristo, entonces le pondrá fin a los dos días postreros de los tres; y solamente quedará el Día Postrero, que es el séptimo milenio de Adán hacia acá, o tercer milenio de Cristo hacia acá.

Ya para ponerle fin a la Dispensación de la Gracia, la dispensación de la predicación del Evangelio de Cristo para salvación, Cristo saldrá del Trono de Intercesión en el Cielo y se convertirá de Cordero a León, a León de la tribu de Judá, y de Sumo Sacerdote a Rey y Juez, heredero al Trono de David, al Reino de David; por lo cual tomará el Título de Propiedad sellado con siete Sellos, que está en la diestra de Dios (en el capítulo 5 de Apocalipsis), del cual dice la Escritura que fue proclamado en el Cielo preguntando y pidiendo que alguien viniera y tomara ese Título de Propiedad, el Libro sellado con siete Sellos.

Juan miraba y no encontraba a nadie que pudiera tomar ese Libro, y lloraba mucho; porque si ese Libro no era tomado por una persona digna… Y no fue hallado digno nadie en el Cielo para tomar ese Libro.

No podía ser tomado por ángeles; y por los santos que resucitaron con Cristo y estaban en el Cielo, tampoco, porque habían nacido por medio de la unión de un hombre y de una mujer, y por consiguiente habían nacido sin vida eterna; y Adán tampoco podía tomarlo, el cual lo había tenido en una ocasión, y luego había regresado a la diestra de Dios, que es el dueño original, cuando Adán pecó. Por lo tanto, tenía que ser una persona sin pecado, que nunca hubiese pecado y que hubiera vivido en la Tierra.

Y solamente hubo uno: Jesucristo, y no aparecía. Y Juan lloraba mucho; miraba por todos los lugares y no aparecía Jesucristo, que era el único digno. Pero el anciano le dice: “No llores, Juan. He aquí el León de la tribu de Judá, el cual ha vencido para tomar el Libro y abrir sus Sellos”.

Y cuando escucha al anciano anunciándole: “He aquí el León de la tribu de Judá”, cuando mira, ve un Cordero ensangrentado, el cual era digno para tomar ese Libro.

Y cuando Juan lo ve, lo conoce; y por eso dice que vio un Cordero como ensangrentado. No vio un animal, porque viene y toma el Libro de la diestra del que está sentado en el Trono, de Dios, y lo abre; por lo tanto, él lo que vio fue un hombre: a Jesucristo, el cual lo conocía como el Cordero de Dios que había quitado el pecado del mundo, como lo proclamó Juan el Bautista cuando vio a Jesucristo y dijo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. San Juan, capítulo 1, verso 26 al 36.

Y ahora, encontramos que Juan ya conocía a ese Cordero que Juan está presentando. Juan lo conocía, y ahí en el capítulo 1, verso 29 en adelante, hasta el 36, presenta a Cristo como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; porque Él sería el Sacrificio tipificado en el cordero pascual que fue sacrificado allá en Egipto por cada padre de familia hebrea[6].

Por eso San Pablo dice en Primera de Corintios, capítulo 5, verso 7: “Porque nuestra Pascua, la cual es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros”. Cristo es el Cordero Pascual sacrificado por nosotros, tipificado en aquel cordero pascual que fue sacrificado en Egipto por cada familia hebrea.

Por lo tanto, en la celebración de la Pascua en medio del pueblo hebreo se conmemoraba el sacrificio del cordero pascual que cada padre de familia hebrea sacrificó para la preservación de la vida de cada hijo primogénito que estaba en el hogar. Y aun si cada padre de familia era primogénito también, por él fue hecho ese sacrificio. Y si en ese hogar estaban los hijos con sus hijos, también cubría, preservaba la vida del primogénito nieto del que hizo el sacrificio de ese cordero pascual.

Y el cordero pascual estaba dentro del hogar, asado en fuego y siendo comido durante la noche de la Pascua; fue sacrificado en la víspera de la Pascua, para la preservación de la vida la noche de la Pascua, la preservación de la vida de los primogénitos.

Todo eso fue conmemorado cada año el día de la Pascua o víspera de la Pascua; y luego, la Pascua en sí, daba testimonio y conmemoraba la noche de la Pascua, que pasaron todos con un temor reverente porque Dios visitaría Egipto, y el ángel de la muerte o el ángel que traería la muerte a todos los primogénitos pasaría por los hogares en Egipto y morirían todos los primogénitos, comenzando del hijo del rey, del Faraón, y también los primogénitos de los animales.

Pero en los hogares en donde estaba aplicada la sangre de ese cordero que habían ellos sacrificado (estaría en la puerta, en el dintel y los postes del hogar de cada familia hebrea), el ángel no podía entrar, porque tenían la señal requerida por Dios.

Y solamente el pueblo hebreo conocía cómo escapar, cada primogénito, de la muerte que vendría durante la noche de la Pascua; porque le fue revelado a Moisés, y Moisés dio esa revelación al pueblo. Nadie más conocía ese misterio; solamente los que obtuvieron ese conocimiento por medio de Moisés, y fue pasado a los hebreos; y personas que estaban relacionados con los hebreos, muy cerca a los hebreos, llegaron de seguro a conocer ese misterio y se refugiaron probablemente en los hogares hebreos, o algo hicieron; o murieron sus hijos primogénitos.

La celebración de la fiesta de la Pascua en medio del pueblo hebreo conmemora un evento histórico que ocurrió en Egipto en medio del pueblo hebreo, y que cubrió a todo Egipto; en donde la misericordia de Dios fue extendida a los hebreos, a sus hijos primogénitos, y en donde el juicio divino vino sobre el Faraón y todo su reino y los hogares egipcios.

También la conmemoración de la Pascua apunta proféticamente a un evento profético que va a ser cumplido con la Venida del Mesías como el Cordero de Dios, para quitar el pecado del mundo, y ser la Pascua nuestra, para la preservación de la vida de los primogénitos escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, que estarán bajo la Sangre del Sacrificio del Cordero de Dios; el cual, la Sangre de ese Cordero Pascual, limpia de todo pecado a todos los primogénitos escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, que vendrían a vivir a la Tierra para ser protegidos por el Sacrificio del Cordero de Dios, el Mesías, y Su Sangre limpiarlos, mantenerlos limpios de todo pecado.

Porque si están limpios de todo pecado, el juicio divino no puede caer sobre esas personas; la muerte espiritual no puede caer sobre esas personas, porque tienen la señal de la Sangre aplicada en la puerta del corazón, en el dintel y los postes del corazón.

Dios va a cerrar la Dispensación de la Gracia pronto. Eso será el cumplimiento de la parábola de las diez vírgenes, en donde se proclamó a medianoche: “He aquí el Esposo viene, salid a recibirle”[7]. Eso fue el Mensaje del reverendo William Branham preparando al pueblo para recibir la Venida del Esposo, la Venida de Cristo; y las diez vírgenes representando el cristianismo completo. No importa qué grupo religioso o denominación sea, están representados en las diez vírgenes: cinco prudentes y cinco insensatas.

Las insensatas: las que no tomaron aceite en sus lámparas, o sea, no tomaron o recibieron el Espíritu Santo; porque el aceite representa el Espíritu Santo.

Y las vírgenes prudentes: aquellas personas que recibieron el Espíritu Santo como individuos, y que para el Día Postrero despertarán espiritualmente las que estén viviendo; y los que murieron van a despertar físicamente en un cuerpo nuevo, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo; porque tuvieron Aceite: el Espíritu Santo, que es la señal de la Sangre, es la Vida de la Sangre; tuvieron el Espíritu Santo, el Espíritu de Cristo, en el tiempo que vivieron en la Tierra, y fueron parte de la Iglesia del Señor Jesucristo del tiempo en que vivieron; y por tanto estaban dentro de la Casa que tiene la Puerta con la señal de la Sangre, la señal de Cristo; y la Puerta es Cristo.

Cristo tiene la Sangre de Redención, la Sangre que limpia de todo pecado a todos los creyentes en Él; por lo tanto, todos los que están dentro de esa Casa están bajo la señal de la Sangre de Cristo, y por consiguiente están seguros en esa Casa.

Es la única Casa segura: la Iglesia del Señor Jesucristo, compuesta por los creyentes en Cristo. Esa es la Casa de Dios bajo el Nuevo Pacto, ese es el Templo espiritual de Dios, de Cristo, bajo el Nuevo Pacto; esa es la Familia de Dios, los descendientes de Dios, hijos e hijas de Dios.

Por lo cual, son los que tienen la promesa de una resurrección en cuerpos incorruptibles a la Final Trompeta, al Mensaje Final, a la Gran Voz de Trompeta, que es el Mensaje Final, el Mensaje de la Dispensación del Reino, el Evangelio del Reino, que estará siendo proclamado en el Día Postrero.

“Y será predicado este Evangelio del Reino, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin”. San Mateo, capítulo 24, verso 14.

Y ahora, por causa de los escogidos, esos días de la Dispensación de la Gracia serán acortados; porque si no, llegará el tiempo en que una Tercera Guerra Mundial, que será atómica, será desatada, y morirían también los escogidos de la Iglesia del Señor Jesucristo, primogénitos de Dios, escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.

Hebreos, capítulo 12, versos 22 en adelante, nos habla acerca de los escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida; y nos habla de la Sangre de Cristo. Y en Hebreos, capítulo 13, versos 20 al 21, nos habla de la Sangre del Pacto Eterno, que es la Sangre de Jesucristo.

Y ahora, por causa de los escogidos hebreos, que son 144.000, también los días de la Dispensación de la Gracia van a ser acortados; y luego Dios entrará a tratar con el pueblo hebreo en la segunda parte de la semana número setenta.

Le quedan tres años y medio de la semana número setenta, porque los primeros tres años y medio corresponden al ministerio de Cristo; y cuando murió, la semana número setenta se detuvo, y se abrió una brecha para entrar la Dispensación de la Gracia, para llamar de entre los gentiles un pueblo para Su Nombre, que formaría la Iglesia del Señor Jesucristo, y en donde entrarían también judíos o hebreos para formar parte también de la Iglesia del Señor Jesucristo.

Por eso comenzó con hebreos, o judíos, como les dirían en este tiempo; aunque judíos nos habla de la tribu de Judá, pero ya por el uso continuo por tantos años se les llama a todos los hebreos: judíos.

Y ahora, encontramos a Israel ya en su tierra como una nación libre y soberana, un Estado judío.

¡Que Dios bendiga al Estado judío de Israel!

¡Que Dios bendiga a todos los judíos!

¡Que Dios bendiga a sus políticos y a sus líderes religiosos!

¡Que Dios bendiga a todos los rabinos!

¡Que Dios bendiga la ciudad de Jerusalén, la Ciudad del Rey, y traiga pronto la paz para Jerusalén!

Y mientras se espera la Venida del Mesías y se espera la restauración del Reino de David: Que haya buenos tratados de paz entre el Estado de Israel y los demás Estados vecinos, y también con el pueblo palestino.

Y que la bendición de Dios sea sobre el Medio Oriente, para beneficio de los seres humanos que viven en ese territorio. Que puedan tener paz entre todos los habitantes del Medio Oriente, todos los Estados del Medio Oriente, todas las naciones del Medio Oriente; y tener un buen compañerismo con el Estado de Israel y con sus habitantes.

Pronto Dios acortará estos días postreros, por amor, por causa de los escogidos de Su Iglesia y de los escogidos de los judíos, que son 144.000 judíos o hebreos, 12.000 de cada tribu. Y van a estar los Dos Olivos. Los ministerios de los Dos Olivos, los ministerios de Moisés y Elías, van a estar para el llamado y recogimiento de esos escogidos del pueblo hebreo, 12.000 de cada tribu.

Por eso es que el Señor Jesucristo en San Mateo, capítulo 24, verso 31, dice: “Y enviará Sus Ángeles con Gran Voz de Trompeta, y juntarán a Sus escogidos, desde un extremo del Cielo hasta el otro”, dice en alguno de los Evangelios, o “de un extremo de la Tierra”… Vamos a leerlo: San Mateo, capítulo 24, verso 31:

“Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro”.

Esto está por hacerse una realidad en medio del pueblo hebreo.

Israel está en su tierra, sus rabinos están a la expectativa esperando que llegue Elías proclamando la paz imperecedera; porque Elías ha sido prometido en Malaquías, capítulo 4, verso 1 al 6, antes que venga el Día del Señor grande y terrible, antes que venga la gran tribulación; antes que venga ese momento tiene que aparecer Elías.

O sea, para el pueblo hebreo: un hombre (como lo esperan) de este tiempo final, con el ministerio de Elías siendo manifestado por el Espíritu de Dios en ese hombre; y estará proclamando la paz imperecedera.

Él sabrá cómo dar a conocer, la forma (conforme a las profecías) que la paz imperecedera, permanente, para Israel, va a ser traída por Dios; y eso será por medio del Mesías-Príncipe en Su Venida, para el establecimiento y restauración del Reino del Mesías o Reino de David y Trono de David.

Por lo tanto, Israel con sus líderes religiosos está vigilando por un hombre de este tiempo que tenga las cualidades y llene los requisitos que se requieren para ser reconocido como el profeta Elías; lo cual no será Elías literalmente, sino otro hombre, en el cual el Espíritu de Dios estará operando ese ministerio.

Así es concebido por todos o casi todos los rabinos que creen la profecía de Malaquías, capítulo 4: que Dios enviará a Elías para restaurar el corazón de los padres a sus hijos, y de los hijos a los padres.

Es un misterio cómo y de dónde aparecerá, pero para los creyentes en Cristo va a ser abierto ese misterio; y para 144.000 hebreos, 12.000 de cada tribu, va a ser abierto también ese misterio; ellos lo van a ver ministrando, lo van a reconocer y lo van a recibir.

Habrá grandes líderes religiosos, grandes rabinos, rabinos importantes, que lo van a reconocer. Lo van a reconocer en donde él aparezca y sea visto ese ministerio, en donde estarán siendo vistas no solamente palabras, el Mensaje que él trae, que es lo más importante, pero que también, a medida que pase el tiempo, van a ser vistas grandes manifestaciones de poder con grandes señales y maravillas a nivel mundial.

Porque los milagros y maravillas prometidos para ser manifestados en el Día Postrero por Dios, por el Espíritu de Dios, a nivel mundial, las cuales verán los escogidos del pueblo hebreo, 144.000, incluyendo grandes rabinos, esos milagros y maravillas corresponden a los ministerios de los Dos Olivos; los ministerios de los Dos Olivos que están prometidos en Zacarías, capítulo 4, verso 1 al 14, y Apocalipsis, capítulo 11, verso 1 al 14, y también Malaquías, capítulo 4, verso 1 al 6. Esas son las profecías que estarán cumpliéndose en este tiempo final, se estarán haciendo una realidad.

Ahora, ¿de dónde saldrá? Eso es importante. Lo veremos, lo reconoceremos; reconoceremos el espíritu ministerial de Elías operado en él por el Espíritu Santo.

Por lo tanto, todos tenemos que estar a la expectativa, vigilando lo que Dios ha prometido, para ver la forma en que Dios lo está cumpliendo, y decir: “¡Eso es lo que Dios prometió, y yo lo creo con todo mi corazón! ¡Yo lo estaba esperando!”.

Los judíos dirán: “¡Este es el que nosotros estábamos esperando!”. Lo van a reconocer. Por lo tanto, veremos grandes cosas acontecer en este tiempo final.

En este tiempo final, por causa de los problemas del medio ambiente, como terremotos, maremotos, volcanes y otros problemas del medio ambiente, la humanidad va a tener su vista puesta no solamente en casas de concreto o de madera, sino también en cabañas o casas de lona o carpa.

Se va a llegar a un momento en que eso va a ser lo más práctico; porque un terremoto puede estremecer un lugar, pero una casa de campaña o de lona no tiene problema. De concreto se rompe, de madera se puede romper también; pero la lona no, porque es flexible y tiene cierta forma en que se coloca para que tenga sus movimientos; es lo más seguro en tiempo de terremoto para las personas.

Por lo tanto, va a llegar el tiempo en que algunas familias van a tener su carpita (como decimos) para, en caso de problemas, instalarla en el patio; y mientras tanto, pues de seguro van a practicar.

Para los judíos eso es normal porque todos los años les toca la fiesta de las cabañas, y entonces están en esos días habitando en cabañas, como lo hicieron durante cuarenta años en el desierto en su recorrido rumbo a la tierra prometida.

Ese recorrido representa el recorrido o trayectoria de la Iglesia desde el Día de Pentecostés hasta que sea transformada. Cuando sea transformada en términos físicos: habrá entrado a la tierra prometida del cuerpo eterno y glorificado. En lo espiritual, cuando la persona recibe el Espíritu Santo ha entrado a la tierra prometida en términos espirituales, ha entrado al Reino de Dios.

Y ahora, por causa de los escogidos, ¿qué va a suceder? “Aquellos días van a ser acortados”, dice Cristo. Eso se cumplirá nuevamente en este tiempo final.

Algunos dirán: “Nadie sabe”. Pero sabemos que Dios sabe y que Dios es el que revela los misterios.

Y las cosas reveladas son para los padres, los creyentes, y para sus hijos; para todos nosotros, para judíos y gentiles; pero las ocultas pertenecen a Dios; y nadie las sabe hasta que Él las revela a través de un instrumento, que a través de la Escritura siempre ha sido un profeta, porque viene con las dos consciencias juntas para oír de Dios y recibir la revelación de Dios. “Porque no hará nada el Señor, sin que antes revele Sus secretos (¿a quién dice?) a Sus siervos Sus profetas”. Amós, capítulo 3, verso 7.

Y Deuteronomio, capítulo 29, verso 29, fue lo que les cité, donde dice: “Las cosas ocultas pertenecen a Jehová, a Dios; mas las reveladas a nosotros y a nuestros hijos”. Es para los creyentes en Dios y su familia.

Por eso hay que enseñarle a la familia el Programa Divino, enseñar la historia bíblica desde el Génesis hasta nuestro tiempo, y enseñar también el por qué se conmemoran fiestas en medio del pueblo hebreo, ordenadas por Dios en Levítico, capítulo 23 y capítulo 25; y mostrarles también la parte profética de esas fiestas, que señalan eventos futuros que serían llevados a cabo; y mostrarles cuáles son las profecías y fiestas que tienen que ser cumplidas en nuestro tiempo, y las que ya han sido cumplidas en tiempos pasados.

Es necesario que los padres de familia tengan al alcance de sus hijos todo este conocimiento; y por eso son las escuelas bíblicas en las iglesias, y para los judíos en las sinagogas: para que no olviden la historia de ellos, para que sus raíces no las olviden, y para que así mantengan el patriotismo como pueblo de Dios. Porque el que se olvida de sus raíces se ha olvidado de quién es, no sabe de dónde vino ni por qué está en la Tierra, ni a dónde va.

“Si aquellos días no fuesen acortados, ninguna carne sería salva”. ¿Por qué? Porque la radioactividad de las bombas atómicas aniquilarían aun a los escogidos, a los escogidos tanto del pueblo hebreo como también del cristianismo, de la Iglesia del Señor Jesucristo; porque nuestros cuerpos son mortales, son corruptibles, son temporales, y si le tiran una bomba atómica en un lugar donde usted esté, es normal que su cuerpo se desintegre; aunque su espíritu y su alma no tendrá ningún problema: pasa a otra dimensión a la cual pertenece el espíritu o cuerpo angelical suyo, que es del Paraíso o sexta dimensión.

Todos queremos ser salvos, todos queremos vivir eternamente. Si nuestra vida en este cuerpo mortal, corruptible y temporal es tan buena y la encontramos tan buena (excepto los problemas, que nadie los encuentra buenos, pero que todo obra para bien), ¿cómo será en un cuerpo eterno, un cuerpo inmortal, un cuerpo glorificado igual al cuerpo glorificado del Señor Jesucristo, y joven para toda la eternidad, y perfecto?

Allí cuando usted se mire en el espejo, no va a poder decir: “Me veo una espinilla por aquí naciendo”, o: “me veo una arruga por aquí saliendo”, o: “me veo una canita por aquí saliendo”. Nada de eso estará en el nuevo cuerpo; se mantendrá representando de 18 a 21 años de edad.

Así es el cuerpo glorificado que tiene el Señor Jesucristo. Cuando lo veamos literalmente en el cuerpo glorificado con el cual subió al Cielo, lo veremos como lo vieron los apóstoles cuando ya estaba resucitado y, por consiguiente, glorificado. No importa que hayan transcurrido dos mil años de Cristo hacia acá, pues está tan joven como cuando subió al Cielo.

Resucitó para nunca más morir. En el cuerpo glorificado no se muere. Él dio Su vida (del cuerpo de carne, que podía hacerse mortal tomando el pecado del ser humano), pero para nunca más tener ese cuerpo mortal, sino un cuerpo glorificado; resucitó glorificado. Así será la resurrección de los muertos creyentes en Cristo: en cuerpos glorificados.

Y ahora, hemos visto la causa por la cual estos días van a ser acortados.

Habrá ciertas señales que serán vistas. Cuando veamos surgiendo el ministerio de los Dos Olivos: abran sus ojos; porque nuestra redención estará cerca cuando los estemos viendo (esos ministerios) y estemos viendo en acción esos ministerios, los cuales tienen que aparecer.

Y por cuanto Dios prometió un Nuevo Pacto, van a estar hablando de ese Nuevo Pacto; por eso se va a requerir el ministerio de Moisés: para que sea aclarado todo lo relacionado al Nuevo Pacto y las demás cosas.

Todo esto corresponde a este tiempo final en el cual estamos viviendo. No se cumplió en las diferentes edades o etapas de la Iglesia, no se cumplió plenamente. Parcialmente se cumplió en el año 70, pero se cumplirá plenamente en este tiempo final.

Una profecía puede cumplirse, repetirse su cumplimiento, en cada ocasión en que lo que Dios va a hacer sea paralelo a lo que hizo en tiempo pasado; la misma profecía se vuelve a cumplir.

Por ejemplo, cuando dice: “De Egipto llamé a Mi hijo”[8]:

  • En Éxodo, capítulo 4, verso 22, se refiere a Israel, del cual dijo: “Israel es Mi hijo, Mi primogénito”. Dice: “De Egipto llamé a Mi hijo”.
  • Y luego cuando Jesús fue llevado a Egipto para protegerlo, porque Herodes quería matarlo, luego cuando Herodes murió, el Ángel le dijo a José: “Regresa a tu tierra, porque los que buscaban la muerte del niño han muerto”[9]. Y ahí se cumple que de Egipto llamó a Su Hijo Jesucristo, que estaba en Egipto, y fue llamado para ir de regreso a la tierra de Israel.
  • Y en lo espiritual: cada creyente en Cristo ha sido llamado de Egipto espiritual, del reino de las tinieblas, para regresar al Reino de Dios, al Reino de Cristo; y por consiguiente, del Egipto espiritual fuimos llamados para regresar al Reino de Dios, ser restaurados al Reino de Dios, que es la tierra prometida.
  • Y en lo físico: cuando seamos transformados se cumplirá nuevamente, con el llamado que es hecho en el Día Postrero; y por cuanto estamos en el reino de los gentiles, que viene a ser el Egipto en términos espirituales: para ser colocados físicamente en el Reino de Dios con cuerpos eternos; y eso será la entrada a la tierra prometida, al Reino de Dios.

Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión; y espero estar en muchas ocasiones más con ustedes, y aparecer así como aparecí hoy entre ustedes.

Bueno, esté yo o no esté, lo importante es que usted esté y que esté el Espíritu de Dios con ustedes, y que esté la Palabra de Dios con ustedes, ya sea por video, ya sea por satélite o sea en vivo desde cualquier país.

Esa es la parte de ustedes: estar presentes siempre en las actividades. La mía: la que me asigne La Gran Carpa Catedral.

Bueno, que Dios les bendiga y les guarde a todos; y continúen pasando una tarde feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.

Dejo con ustedes al reverendo José Benjamín Pérez, para que les indique todas las demás cosas que van a ser hechas.

Dios les bendiga y les guarde a todos los presentes, y a los que están en otras naciones.

“MAS POR CAUSA DE LOS ESCOGIDOS AQUELLOS DÍAS SERÁN ACORTADOS”.

[Revisión abril 2025]

[1] Jonás 1:1-17

[2] Jonás 3:1-10

[3] Jonás 4:1-6

[4] San Lucas 21:20

[5] Salmos 90:4, 2 Pedro 3:8

[6] Éxodo 12:3-13, 12:21-28

[7] San Mateo 25:6

[8] Oseas 11:1

[9] San Mateo 2:13-21

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