Muy buenos días Miguel y muchas gracias Miguel, muy buenos días amables amigos y hermanos presentes y ministros de diferentes lugares de la República Venezolana, y también de diferentes países en el Congreso de Ministros de este viernes y sábado pasados, y que hoy todos reunidos en este culto general para dar gracias a Dios y escuchar la Palabra de Dios, nos reunimos y le pedimos a Dios Sus bendiciones sobre cada uno de ustedes presentes y sobre mí también. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Y también para todos los que están a través de la linea telefónica, de internet o del satélite Amazonas, en diferentes naciones; que Dios los bendiga grandemente a todos los que están a través del satélite y de otros medios de comunicación en diferentes Iglesias de diferentes países.
Hoy leemos una Escritura muy conocida por todos, que se encuentra en San Juan, capítulo 10, versos 9 en adelante, donde dice Cristo:
“Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.
El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.
Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.
Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa.
Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas.
Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,
así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.
También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.
Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.
Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Nuestro tema es para esta ocasión, y el tema que tuvo el Congreso de Ministros: “SOMOS UN SOLO PUEBLO REDIMIDOS POR LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO.” “SOMOS UN SOLO PUEBLO REDIMIDO POR LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO.”
Un pueblo redimido por la Sangre de Cristo es la Iglesia del Señor Jesucristo, el cual también es llamado un Templo espiritual. El apóstol Pablo, conocedor de este tema y fiel predicador del Evangelio de Cristo, nos dice en Efesios, capítulo 2, versos 11 en adelante:
“Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne.
En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.
Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo.
Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación,
aboliendo en su carne (aquí nos muestra que de ambos pueblos hizo uno)…”
“…derribando la pared intermedia de separación,
aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz,
y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.
Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca;
porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre.”
Recuerden las palabras de Cristo en San Juan, capítulo 14, verso 6: “Yo soy el camino, la verdad, y la vida; y nadie viene al Padre, sino por mí,” y aquí nos dice que por un mismo Espíritu tenemos nosotros entrada al Padre:
“Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios.”
Todos los creyentes en Cristo forman la Iglesia del Señor Jesucristo, y por cuanto la Iglesia del Señor Jesucristo es la familia de Dios, cada creyente en Cristo es un miembro de la familia de Dios:
“…sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios,
edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo,
en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor.”
Aquí esta familia de Dios, que son los creyentes en Cristo, son personas que están siendo colocadas en la Iglesia del Señor Jesucristo, que es el Templo espiritual de Cristo como Iglesia, y cada creyente en Cristo está siendo edificado como templo espiritual como individuo; cada creyente en Cristo es un templo de Dios como individuo.
San Pablo dijo: “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” Esto concuerda con las palabras de Jesús en el capítulo 2 de San Juan, cuando frente al templo de Jerusalén, junto a Sus discípulos, los judíos le piden una señal a Jesús, del Cielo, y vean lo que allí aconteció, capítulo 2, verso 17 en adelante dice:
“Entonces se acordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me consume.
Y los judíos respondieron (esto fue cuando sacó a los mercaderes del templo)… y los judíos respondieron y le dijeron: ¿Qué señal nos muestras, ya que haces esto?
Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.
Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás?
Mas él hablaba del templo de su cuerpo.”
O sea, que estaba hablando del templo de carne que era Él mismo, el cual sería destruido físicamente por la muerte al ser crucificado más adelante, pero luego, en tres días, al tercer día, Él lo levantaría, lo resucitaría; porque el templo humano de Dios donde Dios habitó en toda Su plenitud, tiene un Nombre: Señor Jesucristo, y por consiguiente los creyentes en Cristo que forman Su Iglesia, Su Iglesia es un Templo espiritual compuesto de creyentes en Cristo en donde mora la presencia de Cristo en Espíritu Santo. Cristo dijo: “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” (San Mateo, capítulo 28, verso 20).
Por lo tanto, tenemos que comprender que no solamente un edificio de madera, de metal, o de concreto, o de cualquier otro material, se le llama un templo si es para la adoración a Dios, sino que también la misma Iglesia del Señor Jesucristo en la Biblia es llamada ‘el Templo de Dios.’
Vean lo que nos dice San Pablo, el cual habla mucho acerca de la Iglesia y que fue puesto por apóstol en la Iglesia, y también él fue el mensajero o apóstol de los gentiles; para que tengamos un cuadro claro de lo que es y quién es la Iglesia delante de Dios, y el respeto que toda persona y toda nación tiene que tenerle a la Iglesia del Señor Jesucristo, veamos lo que dice el apóstol Pablo en Primera de Timoteo, capítulo 3, versos 14 en adelante:
“Esto te escribo, aunque tengo la esperanza de ir pronto a verte,
para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad.”
Vean, la Iglesia es la Casa de Dios, la Iglesia es… la Iglesia del Dios viviente es columna y baluarte de la verdad; por medio del Evangelio de Cristo se da a conocer la verdad divina a todos los seres humanos, la verdad del Evangelio, la verdad, que es Cristo. Y ahora, dice:
“E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad:
Dios fue manifestado en carne…”
O sea, Dios se hizo carne en el velo de carne llamado Jesús, fue Emanuel, que significa ‘Dios con nosotros,’ conforme a Isaías, capítulo 7, verso 14, y también en el Evangelio según San Mateo.
Y ahora, hemos visto que la Iglesia del Señor Jesucristo es la Casa de Dios, es Templo de Dios, es columna y baluarte de la verdad: la verdad divina es Cristo revelado en Su Iglesia.
La ciencia está buscando el origen de la creación, la Iglesia del Señor Jesucristo tiene la revelación divina del origen de la creación, en la Biblia está, el Libro más importante que hay sobre el planeta Tierra, es el Libro que tiene la Iglesia: Antiguo y Nuevo Testamento, y es el mismo Libro de los judíos: la Torá, el Antiguo Testamento; y ahora juntamente con el Nuevo Testamento en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo para dar a conocer la verdad divina de salvación y Vida eterna para el ser humano.
Hablando en Hebreos también el apóstol Pablo en el capítulo 3, dice de la Iglesia y de Cristo de la siguiente manera, y lo vamos a leer para que tengamos el cuadro claro de lo que es y quién es el pueblo redimido por la Sangre del Señor Jesucristo. Dice capítulo 3, versos 1 al 6 de Hebreos:
“Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús.”
Aquí nos muestra que el llamado que hemos recibido ha venido de Dios, es un llamado del Cielo, por eso San Pablo decía: “No fui rebelde a la visión celestial.” Por lo tanto, usted, al recibir a Cristo como Salvador al escuchar la predicación del Evangelio de Cristo, ha escuchado el llamamiento celestial y ha respondido viniendo a los Pies de Cristo y recibiéndole como único y suficiente Salvador, y ha sido colocado en lugares celestiales con Cristo Jesús Señor nuestro, ha entrado en la etapa de una nueva creación que Cristo está llevando a cabo por medio de Su Espíritu en medio de la raza humana, y ha estado produciendo el nuevo nacimiento de millones de seres humanos que lo han recibido como único y suficiente Salvador.
Es el Programa de Salvación y Vida eterna, el Programa de Redención, que Cristo está llevando a cabo desde Su muerte en la Cruz del Calvario hacia acá, y sobre todo desde el Día de Pentecostés hacia acá, han estado naciendo millones de seres humanos en el Reino de Dios y por consiguiente la familia de Dios, los hijos e hijas de Dios han estado multiplicándose en el Reino de Dios.
Cristo dijo a Nicodemo: “De cierto de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios.” Nacer del Agua es nacer del Evangelio de Cristo, la Palabra, y nacer del Espíritu es nacer del bautismo del Espíritu Santo, y ahí obtiene la persona el nuevo nacimiento, nace a la Vida eterna en el Reino eterno de Dios; así como para estar aquí presentes, haber aparecido en esta Tierra, tuvimos que nacer: así es para aparecer en el Reino de Dios, en el Reino celestial, tenemos que nacer en el Reino celestial, del Agua y del Espíritu.
El Señor Jesucristo en una ocasión preguntó: “El bautismo de Juan, ¿era de los hombres o era del Cielo, de Dios?” No le podían contestar a Jesús, porque si contestaban que era de los hombres, la gente tenían a Juan el Bautista por profeta, y entonces los podían apedrear a ellos, o sea, a los que estaban preguntando; y si decían que “del Cielo,” entonces Jesús les iba a decir: “¿Y por qué no creyeron y se bautizaron?” entonces dicen: “No sabemos.” Que es la salida que tienen muchas personas cuando no quieren contestar sabiendo la verdad, y sabiendo las consecuencias al decir la verdad.
Y ahora, si el bautismo del Juan era del Cielo, no de los hombres, cuánto más el bautismo en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, ¿era del Cielo o de los hombres? Era del Cielo, revelado el Día de Pentecostés por medio del Espíritu Santo a Pedro, y por medio de Pedro al pueblo que allá escuchaba. Por eso Cristo había dicho:
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” (San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16). Y la otra cita anterior, vamos a continuarla aquí: Hebreos, capítulo 3, versos… el mismo verso 1 dice que Cristo es apóstol:
“Considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús.”
Cristo es el Sumo Sacerdote del Templo celestial según el Orden de Melquisedec, porque Él es el Melquisedec, Sumo Sacerdote del Templo celestial, y a ese Orden sacerdotal pertenecen todos los creyentes en Cristo, porque esa es la familia de Dios, la casa sacerdotal, y a todo lo que Cristo es heredero, también lo son los creyentes en Él.
Él es el Sumo Sacerdote, los creyentes en Él son sacerdotes también, del Orden de Melquisedec, por eso nuestras ofrendas y oraciones, alabanzas, y todo lo que hacemos para Dios en el Nombre del Señor Jesucristo, llega al Cielo, al Trono de Dios, en el Templo celestial. Primera de Pedro también nos habla de ese sacerdocio celestial al cual pertenecen los creyentes en Cristo, los cuales son de diferentes naciones: judíos y gentiles. Dice Primera de Pedro, capítulo 2, verso 9… o un poco antes, dice verso 4 en adelante:
“Acercándoos a él, piedra viva…”
O sea, que Cristo es la Piedra viva, la misma Piedra que fue representada en la piedra o roca que Moisés hirió allá en el desierto en el Sinaí, y la otra roca allá en Cades-barnea que él hirió dos veces.
La primera roca representa la Primera Venida de Cristo que tenía que ser herido en la Cruz del Calvario para redimirnos con Su Sangre, y la segunda roca representa la Segunda Venida de Cristo que no podía ser herido, no era para ser crucificado, y por eso es que cuando Moisés hirió la roca dos veces, como había hecho con la primera roca, Dios se enojó con Moisés, porque Dios le dijo: “Háblale a la roca y ella te dará aguas.”
Las aguas de la primera roca representan el bautismo del Espíritu Santo, sin el cual una persona no puede vivir eternamente, como tampoco puede vivir sin agua una persona; y la segunda roca representa la Segunda Venida de Cristo, y la Segunda Venida de Cristo vean para lo que es, tenemos que saber estas cosas, capítulo 3 de Filipenses, versos 20 al 21, dice:
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos (el creyente en Cristo, en adición de tener la ciudadanía terrenal del país donde nació, tiene una ciudadanía celestial, del Cielo, de la Jerusalén celestial, porque el nuevo nacimiento es celestial y por eso los creyentes en Cristo están sentados en lugares celestiales en Cristo Jesús Señor nuestro)…“mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo.”
¿De dónde esperamos que venga el Señor? Del Cielo, de la Jerusalén celestial, donde está como Sumo Sacerdote según el Orden de Melquisedec, haciendo Intercesión con Su propia Sangre por todos los que lo reciben como Salvador, y por todos los que ya lo recibieron como Salvador y cometen alguna falta, error o pecado y lo confiesan a Cristo, y Cristo con Su Sangre los limpia de todo pecado, y así mantiene limpio, sin mancha y sin arruga, a todo creyente en Él, a toda la familia de Dios, a todos los nacidos del Cielo, a todos los de la fe en Jesús; y los que son de la fe en Cristo, son hijos e hijas de Abraham:
“El cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra…”
Él en Su Venida a Su Iglesia en el Día Postrero nos dará la fe, la revelación, para ser transformados y llevados con Él a la Cena de las Bodas del Cordero, y esa revelación será la revelación de Su Venida como León de la tribu de Judá, Rey de reyes y Señor de señores, y eso será la apertura del Séptimo Sello a la Iglesia del Señor Jesucristo, a la familia de Dios, a ese pueblo redimido con la Sangre de Cristo nuestro Salvador. Sigue diciendo:
“El cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya…”
O sea, que va a transformar el cuerpo de los que estén vivos, creyentes en Él, para que sea nuestro cuerpo igual al cuerpo glorificado que Él tiene, inmortal, incorruptible, joven para toda la eternidad, y sin ningún problema de ninguna clase, no tendrá ningún problema ese cuerpo; el ejemplo lo tenemos cuando Cristo resucitó: podía ir de un lugar a otro, podía desaparecer y aparecer, podía pasar a través de las puertas o paredes sin que le abrieran la puerta, porque estaban encerrados los discípulos por miedo a los judíos, y Él entraba y salía sin que le abrieran la puerta.
Podía viajar sin necesidad de un animal o de algún otro medio de transportación, y aun se fue a la Casa del Padre celestial, a la Jerusalén celestial, allá a la séptima dimensión, la dimensión de Dios, y no tuvo que ir a un aeropuerto a sacar un boleto, no hubo en esos días aeropuerto, pero ángeles de Dios fueron con Él, lo llevaron.
Esa es la clase de cuerpo que Él ha prometido para mí, ¿y para quién más? Para cada uno de ustedes también, que son miembros del Cuerpo Místico de Cristo, del pueblo redimido por la Sangre del Señor Jesucristo; y ahí todos vamos a ser jóvenes, viviremos eternamente y seremos iguales a Jesucristo.
Así la familia de Dios, el pueblo redimido por la Sangre de Cristo, estará completo, y estará como dice la Escritura que va a estar la familia de Dios, el pueblo redimido por la Sangre de Cristo nuestro Salvador:
“El cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra…”
Recuerden que en este cuerpo terrenal, mortal, temporal, es que estamos pasando por una etapa de humillación, porque siendo los hijos e hijas de Dios, siendo los pertenecientes a la realeza celestial, a la realeza que cubre todas las dimensiones, estamos pasando por una etapa en donde aparecemos como simples personas, con oficios o profesiones comunes, como todas las demás personas.
Y en un reino los miembros de la realeza son diferentes, y la forma de vida que llevan es diferente. Pero los creyentes en Cristo han estado viviendo todo el tiempo una vida normal como las demás personas, y en esa vida terrenal es en la cual pasamos por las pruebas correspondientes para que se moldee el carácter de cada creyente en Cristo, que es lo que vamos a llevarnos, así como Cristo vino y vivió como las demás personas: trabajaba, comía, dormía, hablaba con los demás, se reía, se ponía bravo algunas veces también, con los que se oponían al Programa Divino, y así por el estilo.
Es que en el Programa Divino está escrita la trayectoria por la cual pasarían todos los miembros del pueblo redimido por Dios, y Cristo tenía que pasar por la parte que le correspondía a Él. Es como una película donde hay un libreto, y conforme a eso que está escrito es que se preparan los actores para presentar su rol, su parte.
Pero encontramos que toda esa película tan llamativa que se hizo, tuvo sus momentos difíciles para continuarla, o económicos, o problemas por falta de equipos o se dañaron equipos, o los personajes no hicieron, en algún momento, bien, y tuvieron que detener y hacerlo de nuevo, esos son los momentos que no van a contar en la película, para si fue buena o mala la película.
Esa parte de esa… son como los bloopers o algo, que los colocan al final para mostrar todo lo que se luchó para hacer la película, pero eso no contó como falla en la película que se pasó después, no aparece; la película aparece perfecta aunque tuvo sus problemas de algunos personajes, hasta tuvieron que ir al hospital por algún golpe que se dieron, pero tuvieron que volver para continuar luego.
Así pasa en la vida cristiana, hay un Programa Divino, hay un libreto, en el Libro de la Vida del Cordero está todo ya diseñado, lo cual es el pensamiento divino en el cual Él diseñó toda la trayectoria de Su Iglesia, del pueblo que sería redimido por la Sangre de Cristo, ¿y qué pasa con problemitas que surgen, problemitas o problemas grandes que surjan? La Sangre de Cristo nos limpia de todo pecado, y al final la película de la trayectoria del pueblo redimido por Dios, por la Sangre de Cristo, aparecerá limpia, sin los errores, sin las faltas y los pecados que hubo en su trayectoria.
Lo importante es no ser de las personas espectadores, sino actores, y los redimidos por la Sangre de Cristo, el pueblo redimido por la Sangre de Cristo, son los actores de esa película, de ese drama de amor divino para con todos los creyentes en Cristo, que son los hijos e hijas de Dios, por lo cual la oración que Cristo les enseñó cuando los discípulos dicen a Cristo: “Enséñanos a orar,” Jesús les dice: “Orando ustedes digan así: Padre nuestro que estás en los cielos.”
Si va a decirle Padre, es porque tiene que ser hijo, y esos son los creyentes en Cristo que han nacido del Agua y del Espíritu y por consiguiente han entrado a formar parte del pueblo redimido por la Sangre de Cristo nuestro Salvador:
“El cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra (o sea, nuestro cuerpo físico lo transformará), para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya (para que sea igual a Su cuerpo glorificado), por el poder (o sea, que tiene el poder, ¿con qué lo va a hacer?) …por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”
Porque Él es el heredero de todas las cosas, y también no solamente que es el heredero, miren lo que dice Dios por medio de San Pablo en Hebreos, capítulo 1, versos 1 al 2:
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,
en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo.”
Ahora, el heredero de todas las cosas es también por medio del cual Dios creó todas las cosas, por medio de Jesucristo fueron creadas todas las cosas, las que están en los Cielos y las que están en la Tierra, las invisibles y las visibles (Colosenses, capítulo 1, verso *16 en adelante, nos habla de eso):
“El cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia…”
El resplandor de la gloria de Dios es Cristo, y la imagen del Dios viviente es Cristo en Su cuerpo angelical; es el cuerpo angelical llamado el Ángel de Dios o Ángel del Pacto que le aparecía a los profetas desde Adán, y luego en Jesús se hizo carne el Ángel del Pacto.
La promesa de la Venida del Mesías en Malaquías, capítulo 3, es la Venida del Señor, la Venida del Ángel del Pacto, o sea, Dios el Padre en y con Su cuerpo angelical metiéndose dentro de un cuerpo de carne que Él va a crear, a formar, el cual fue el cuerpo de carne llamado Jesús, nacido a través de la virgen María, la mujer que tuvo el privilegio más grande al dar a luz, porque dio a luz a Jesús, una virgen:
“La virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel (que traducido es Dios con nosotros).”
Y ahí tenemos a Dios en medio de la raza humana como un niñito naciendo a través de una virgen, después creciendo, llorando, tomando leche, tomando del pecho de María, y jugando con los demás niños, yendo a la escuela, lo más probable, sus primeros grados para aprender, porque también María y también José le enseñaban a leer, así que no sabemos cuánto tiempo fue a la sinagoga a aprender o si nunca fue, eso lo veremos más adelante; cuando ya estemos transformados veremos el resto de la historia que nos falte conocer.
Y ahora, la imagen del Dios viviente es el cuerpo angelical de Dios, es el Ángel del Pacto, el cual es Cristo en Su cuerpo angelical, por eso Él podía decir: “Antes que Abraham fuese, yo soy.” (San Juan, capítulo 8, versos 56 al 58).
Así que, Jesucristo es la persona más importante, porque es el velo de carne donde Dios estaba habitando en toda Su plenitud; por consiguiente es Dios hecho carne, Dios en forma humana, en medio de Su pueblo Israel para llevar a cabo la Obra de Redención en la Cruz del Calvario y redimir al pueblo que estaba escrito en el Cielo en el Libro de la Vida del Cordero desde antes de la fundación del mundo, el pueblo que sería redimido, los cuales son los hijos e hijas de Dios.
Ser parte de ese pueblo redimido por la Sangre de Cristo es el privilegio más grande que una persona puede tener, porque es un hijo o una hija de Dios con promesa de Vida eterna; y si la vida en este cuerpo físico es tan buena, cuánto más en el cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, que Cristo nos va a dar en la resurrección de los muertos en Cristo y transformación de los que estén vivos.
Va a ser un tiempo muy glorioso, a lo cual le antecede un llamado divino de Aclamación, una Voz de trompeta, y Voz de Dios: tres cosas suceden antes del arrebatamiento o rapto de la Iglesia del Señor Jesucristo.
A este pueblo pertenecen también todos los judíos que han recibido a Cristo como único y suficiente Salvador. Dios ha hecho de judíos y gentiles, que han recibido a Cristo como Salvador, un pueblo redimido por la Sangre de Jesucristo. Por lo tanto, los judíos tienen una parte importante en la Iglesia del Señor Jesucristo.
En la Iglesia del Señor Jesucristo es que encontraremos la mayor parte de los creyentes de las tribus perdidas de Israel, en la Casa de Dios; y ahí es donde escucharán el llamado, porque la Iglesia del Señor Jesucristo es Casa de Dios y Puerta del Cielo porque ahí Cristo está, y Él es la Puerta, y nadie puede entrar al Reino de Dios si no es por la Puerta del Reino de Dios que es Jesucristo nuestro Salvador.
Él es el patriarca de la familia de Dios; Él es la cabeza de ese pueblo redimido por Su Sangre; Él con Su Iglesia es el David, y Su Casa, la Casa de David restaurada, la cual tendrá el Reino del planeta Tierra y de todo el universo. Él es el Mesías Príncipe; Israel es parte de ese pueblo, por lo cual Cristo dijo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen,” cuando estaba siendo Cristo crucificado, cuando fue tomado preso y fue crucificado, Él habló esas palabras.
El perdón fue extendido para Israel, todo eso tenía que cumplirse para que se pudiera llevar a cabo la Obra de Redención para Israel y para los gentiles escritos en el Cielo en el Libro de la Vida del Cordero.
Estamos en el tiempo más glorioso de todos los tiempos, en donde de un momento a otro se va a completar el número de los miembros del pueblo redimido por la Sangre del Señor Jesucristo, el pueblo que es coheredero con Cristo. Es heredero de Dios y coheredero con Cristo, nos dice San Pablo en Romanos, capítulo 8, versos 14 en adelante dice:
“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.”
¿Y qué de los que no tienen el Espíritu de Dios? Vamos a ver el verso 9 de este mismo capítulo 8 de Romanos:
“Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.”
Tan sencillo como eso es lo que dice la Escritura. Pero para los que tienen el Espíritu de Cristo porque lo han recibido como Salvador, sigue diciendo:
“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.
Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! (Abba significa: Padre: Abba, Padre)
El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.”
Y ahora, somos herederos de Dios ¿y qué más? Coherederos con Cristo, a todo lo que Cristo es heredero, también somos coherederos con Él; todo lo que Él herede, lo heredamos también nosotros:
“… si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.”
O sea, si pasamos esas etapas de sufrimientos por causa de Cristo, Su Evangelio y Su Nombre, también entonces nosotros seremos glorificados con Él, tendremos cuerpos glorificados como Su cuerpo, joven y eterno, por eso era que no lo conocían, porque una persona que representaba treinta y tres años o más, y ahora resucita joven, porque la resurrección es en cuerpos glorificados y jóvenes, ahora, los que estuvieron con Él, digamos en el ministerio de tres años y medio, no lo conocían, es raro, pero recuerden tampoco usted va a conocer sus familiares amados que eran creyentes en Cristo cuando resuciten, si murieron, a menos que no tenga en cuenta que van a resucitar en cuerpos jóvenes, cuerpos glorificados, cuerpos inmortales; y si no tenía cabello porque se le había caído, vendrá con cabello en la resurrección. O sea, que si usted no está consciente de que esto será así, usted no podrá darle la bienvenida a sus seres amados cuando regresen en la resurrección.
Cualquier persona que tenga, cincuenta años, digamos, y le aparezca a su papá o su mamá, una jovencita de dieciocho a veintiún años, y le diga: “Hijo, ¿cómo estás?” de seguro usted le va a decir: “Pero si más bien tú puedes ser hija o hijo mío, cómo me vas a decir hijo” “es que yo era tu papá (o) tu mamá en el otro cuerpo, cuando estaba aquí en la Tierra, pero ahora en la resurrección el cuerpo que Cristo me dio es joven, es eterno, es glorificado, y por consiguiente nunca más me pondré viejo (o) vieja.”
Cuando los veamos resucitados entonces seremos transformados; es una promesa divina para todos los miembros del pueblo redimido por la Sangre de Cristo. Ya yo entré a formar parte del pueblo redimido por la Sangre de Cristo por muchos años, muchas décadas, ¿y quién más? Cada uno de ustedes también.
Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador para que Cristo lo haga parte de Su pueblo redimido por Su Sangre, lo puede hacer en estos momentos recibiéndolo como Salvador, y estaremos orando por usted para que Cristo le reciba en Su Reino, le perdone, y con Su Sangre le limpie de todo pecado, y le haga un miembro del pueblo redimido por Su Sangre, por la Sangre del Señor Jesucristo. Para lo cual puede pasar al frente y estaremos orando por usted.
Y los que están en otras naciones también pueden venir a los Pies de Cristo para que queden incluidos en la oración que estaremos haciendo por todos los que están recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador; los niños también, de diez años en adelante, pueden venir a los Pies de Cristo para que Cristo les reciba en Su Reino. Cristo dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis porque de los tales es el Reino de los cielos.”
Los que están en diferentes países también pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo nuestro Salvador. Dios tiene mucho pueblo aquí en Venezuela, Él tiene mucho pueblo también en Colombia, en Ecuador, en Perú, en Bolivia, en Paraguay, en Chile, en Argentina, en Brasil, en todo el Caribe, Puerto Rico, República Dominicana, Haití, y demás países del Caribe, y también en las demás naciones, Norteamérica, Canadá, Hawai, Rusia, China, también en Alaska, y en todos los países Dios tiene pueblo y los está llamando en este tiempo final, y en Israel tiene mucho pueblo también.
Y también en todas las naciones tiene muchos hebreos, algunos pertenecientes a las tribus del Sur: Judá y Benjamín, y también tiene mucho pueblo de las tribus perdidas, de las diez tribus del Reino del Norte, y los está llamando también en este tiempo final, porque va a ser restaurado el Reino de David muy pronto en este planeta Tierra, en donde Jerusalén será la Capital del mundo, no solamente de Israel sino del mundo entero, e Israel será el Distrito Federal, y desde allí el Mesías Príncipe traerá la paz para Israel, para todas las naciones también, y se acabarán las guerras, se acabarán los problemas económicos, problemas financieros, problemas religiosos también, porque solamente habrá una forma de entender a Dios, de creer en Dios, “porque la tierra será llena del conocimiento de la gloria del Señor como las aguas cubren el mar,” dice Habacuc, capítulo 2, verso 14, y también Isaías, capítulo 11, verso 9.
Ese día, esa etapa, está muy cerca, esa era mesiánica está a la vuelta de la esquina; está a la vuelta de la esquina esa era mesiánica, por lo tanto Dios está preparando a Su pueblo Israel y está preparando a la Iglesia del Señor Jesucristo, está preparando al pueblo redimido por la Sangre de Cristo, para lo que Él ha prometido.
Las promesas de la Venida del Mesías, la promesa de la Aclamación, Voz de Arcángel y Trompeta de Dios, la fe para el rapto, la revelación del Sexto Sello que son Moisés y Elías, los dos Olivos, y la revelación de la Séptima Trompeta que son Moisés y Elías con Israel, y también la revelación del Séptimo Sello que es la Venida del Señor a Su Iglesia en el Día Postrero. Todo eso está prometido, y le dará fe de rapto y transformación a todos los creyentes en Cristo, miembros del pueblo redimido por la Sangre del Señor Jesucristo.
Todavía pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo nuestro Salvador antes que se cierre la puerta, porque algún día se cerrará esa puerta y ya no habrá más oportunidad para entrar por la puerta de salvación y Vida eterna. Esto está en la Escritura en el capítulo 13, versos 22 en adelante, dice [San Lucas]:
“Pasaba Jesús por ciudades y aldeas , enseñando, y encaminándose a Jerusalén.
Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo:
Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.
Después que el padre de familia…”
¿Quién es el Padre de familia? Cristo, el Padre de esta familia, de este pueblo, redimido por Su Sangre preciosa derramada en la Cruz del Calvario; Él es el Padre de familia, Él es el Padre de una nueva raza con Vida eterna, Él es el Padre de estos de los cuales San Pablo dice: “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es, las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas.”
“Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, él respondiendo os dirá: No sé de dónde sois.”
O sea, que vendrá un tiempo en que la Puerta de la Misericordia, de Redención, de Salvación, que es Cristo, ya no estará como Cordero con Su Sangre intercediendo por las personas, ya no estará como Cordero, como Sumo Sacerdote, haciendo Intercesión, ya estará como el León de la tribu de Judá, como Rey en Su Obra de Reclamo.
Por lo tanto, hay que aprovechar el tiempo que falta antes que se cierre la puerta, ¿para qué? Para entrar al Reino de Cristo, al Reino de Dios, para formar parte del pueblo redimido por la Sangre del Señor Jesucristo.
Él se fue, diez días después de Su resurrección, al décimo día de Su resurrección, para presentarse a Dios, al Padre, y sentarse en el Trono de Dios. Miren lo que dice capítulo 19 de San Lucas, verso 11 en adelante, dice:
“Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente.
Dijo, pues: Un hombre noble se fue a un país lejano…”
¿Quién es ese hombre noble? Era de la realeza: Jesucristo, descendiente del rey David y heredero al Trono y Reino de David; de eso fue que le habló el Arcángel Gabriel a la virgen María en San Lucas, capítulo 1, cuando le dijo a María que ella iba a concebir, iba a dar a luz, un niño, y que le pusiera por nombre Jesús. Dice capítulo 1, verso 30 en adelante, de San Lucas:
“Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.
Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS.
Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre;
y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.”
Por eso ahora acá en el capítulo 19 dice:
“…ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente.”
Ellos pensaban que el Reino de Dios iba a establecerse, ser restaurado, en esos días. En el libro de los Hechos, capítulo 1, dice que le preguntaron: “Señor, ¿restaurarás Tú el Reino a Israel en este tiempo?” Ellos pensaban que la restauración del Reino iba a ser en esos días; por eso entraron con Jesús, montaron a Jesús en el burrito blanco, y lo proclamaron el Rey, el Hijo de David, pero fue rechazado por el pueblo, y ahora en el Día Postrero es que se repite ese ciclo divino, es que vuelve el ciclo divino, e Israel lo recibirá, porque vendrá como Rey, como lo esperaban.
¿Qué lo van a recibir? Vamos a ver, capítulo 23 mientras llegan los que faltan por venir en diferentes países y aquí, capítulo 22 y 23 nos dice… capítulo 23, versos 37 al 39 de San Mateo, dice:
“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!
He aquí vuestra casa os es dejada desierta.
Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.”
Ya Él había tenido su entrada triunfal en el capítulo 21, y no lo recibieron; y ahora en esta ocasión del capítulo 23 les dice cuándo lo van a recibir: en Su segunda Venida; y en Su segunda Venida Él viene… vean aquí, para Israel será ya cuando la Iglesia está transformada. capítulo 19, verso 12 en adelante:
“Dijo, pues: Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver.”
Por lo tanto viene con el Título de Propiedad en Su segunda Venida, con el Librito de los siete Sellos abierto en Su Obra de Reclamo para reclamar el Reino, para reclamar a todos los que Él ha redimido con Su Sangre, para reclamar todo lo que le pertenece, y el planeta Tierra también, para establecer Su Reino milenial en donde yo voy a estar, y voy a estar muy cerca de Él, ¿y quién más? Cada uno de ustedes también.
Recuerden que hay una bendición grande para este tiempo en el cual nosotros estamos viviendo. Estamos en el tiempo de la Edad de Oro de la Iglesia del Señor Jesucristo, del pueblo redimido por la Sangre de Cristo. Ya las Edades de la Iglesia terminaron y estamos en la etapa de la Edad de Oro, etapa de Oro de la Iglesia, la etapa para la Adopción o Redención física de la Iglesia del Señor Jesucristo, y no sabemos cuánto tiempo estaremos en esta etapa de Oro.
Recuerden que esta etapa es eterna, por lo tanto, en algún año ocurrirá el completamiento o completación de la Iglesia del Señor Jesucristo, se completará, y entonces Cristo saldrá del Trono de Intercesión y hará Su Obra de Reclamo, tomará el Título de Propiedad, el Libro sellado con siete Sellos, de Apocalipsis, capítulo 5, lo abrirá en el Cielo, y reclamará todo lo que Él ha redimido, reclamará a todos los miembros del pueblo redimido por Su Sangre; y ahí entonces vendrá la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de los que vivimos, y habrá muchos carros de fuego en esos días para llevarlos a la Cena de las Bodas del Cordero; como Elías, que fue llevado en un carro de fuego, el cual es tipo y figura de los que van a ser raptados para ir a la Casa del Padre celestial.
Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo nuestro Salvador, los que están presentes y los que están en otras naciones. Con nuestras manos levantadas al Cielo, a Cristo, y nuestros ojos cerrados:
Padre celestial, vengo a Ti con todas estas personas que han recibido a Cristo como único y suficiente Salvador. Los presento a Ti, los traigo a Ti, recíbelos en Tu Casa, te lo ruego en el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Y ahora repitan conmigo esta oración, repitan conmigo los que han venido a los Pies de Cristo, repitan conmigo en estos momentos:
Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón. Creo en Ti con toda mi alma, creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo dado a los hombres en que podemos ser salvos; creo en Tu primera Venida y en Tu Nombre, creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados, nació Tu fe en mi alma.
Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador, un Redentor. Doy testimonio público de mi fe en Ti y de Tu fe en mí, y te recibo como mi único y suficiente Salvador. Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre, y produzcas en mí el nuevo nacimiento.
Quiero nacer en Tu Reino, quiero vivir eternamente contigo en Tu glorioso Reino. Haz realidad en mi la salvación que ganaste en la Cruz del Calvario para mí y para todos los escritos en el Libro de la Vida del Cordero. Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.
Y con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, todos decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén.
Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados, y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado, porque ustedes le han recibido como vuestro único y suficiente Salvador. Ustedes me dirán: “Cristo dijo: ‘El que creyere y fuere bautizado, será salvo.’ ¿Cuándo me pueden bautizar?” es la pregunta desde lo profundo de vuestro corazón. Por cuanto ustedes han creído en Cristo de todo corazón, bien pueden ser bautizados, y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.
En el bautismo en agua, el cual es tipológico, simbólico, el cual no quita los pecados, porque lo que quita el pecado es la Sangre de Cristo, es la que nos limpia de todo pecado. El bautismo en agua es tipológico y en él nos identificamos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección.
Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador mirando a Cristo y Su sacrificio en la Cruz del Calvario, muere al mundo, está muriendo como Cristo murió, y está como Pablo dice: “El mundo está siendo crucificado para Él, y Él para el mundo,” en términos espirituales.
Y cuando es sumergido en las aguas bautismales, tipológicamente está siendo sepultado; y cuando es levantado de las aguas bautismales, está resucitando a una nueva vida, a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno, y Cristo lo bautizará con Espíritu Santo y Fuego y producirá en la persona el nuevo nacimiento, es una promesa.
Vean, el mismo San Pedro habló en el capítulo 2 del bautismo en agua, lo cual era un mandamiento divino; capítulo 2, versos 36 en adelante, dice:
“Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.
Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?
Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.
Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.
Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.”
Como tres mil personas creyeron y fueron bautizadas, y se añadieron al pueblo redimido por la Sangre de Cristo; fueron añadidos al pueblo redimido por la Sangre de Cristo, fueron añadidos a la Iglesia del Señor Jesucristo, dice:
“Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.” Y el verso 46 y 47 dice:
“Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles.
Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas;
y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno.
Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón,
alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.”
¿A dónde son añadidos? ¿Dónde son colocados los que han de ser salvos? En la Iglesia del Señor Jesucristo, ese es el redil que Cristo dijo, y habrá un rebaño, un redil, habrá un rebaño y un pastor; el pastor es Cristo, el redil es el lugar donde se reúnen o donde están reunidos, todas las ovejas están reunidas, y las ovejas ¿quiénes son? Todos los redimidos por la Sangre de Cristo, o sea, nosotros, pertenecemos a un redil: al redil del Señor Jesucristo, que es el redil, el pueblo redimido por la Sangre de Cristo nuestro Salvador.
Así que bien pueden ser bautizados, y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento y así entren al Reino de Dios y estén colocados por Cristo en lugares celestiales con Cristo Jesús Señor nuestro, como miembros del pueblo redimido por la Sangre de nuestro Señor Jesucristo.
Dejo al misionero, reverendo Miguel Bermúdez Marín, para que les indique cómo hacer, qué hacer, para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo a todos los que lo han recibido como vuestro único y suficiente Salvador. Y en cada país dejo al ministro correspondiente para que haga en la misma forma.
Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también. Continúen pasando todos una tarde feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador. Dios les bendiga y les guarde a todos.
“SOMOS UN SOLO PUEBLO REDIMIDO POR LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO.”