Muy buenas tardes, amables amigos y hermanos presentes, y los que están a través del satélite Amazonas e internet en diferentes naciones.
Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Para esta ocasión leemos en Filipenses, capítulo 3, versos 20 al 21, Palabra divina dada por Dios a través del apóstol San Pablo para la Iglesia del Señor Jesucristo, y dice de la siguiente manera:
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Nuestro tema es: “DIOS EN UNA NUEVA ETAPA MATERIALIZANDO SUS PROMESAS MARAVILLOSAS A SU IGLESIA.”
En la Escritura que leímos, el apóstol San Pablo nos enseña que nuestra ciudadanía está en los Cielos; y por consiguiente, tenemos una doble ciudadanía, porque tenemos una ciudadanía terrenal del país en el que hemos nacido, del país al cual pertenecemos terrenalmente por medio del nacimiento a través de nuestros padres terrenales.
¿Y cómo podemos tener nuestra ciudadanía en el Cielo si nuestra ciudadanía del nacimiento que obtuvimos por nuestros padres es del país donde hemos nacido?
Es que el nuevo nacimiento no es terrenal, es del Cielo, y toda persona creyente en Cristo, del cual el mismo Cristo hablando a Nicodemo en el capítulo 3 de San Juan, versos 1 al 6 dice: “El que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios.” San Juan.
Vamos a leer las palabras tan hermosas de Cristo a Nicodemo, enseñándole este misterio tan grande del Reino de Dios. Dice:
“Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos.
Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.
Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?
Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.
Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.”
Las palabras de Cristo son, que es necesario nacer de nuevo para entrar al Reino de Dios y por consiguiente ser un ciudadano celestial, del Cielo, tener su ciudadanía en el Cielo, en el Reino de Dios, nacer en el Reino de Dios.
¿Cómo ocurre esto, ya que Cristo dijo: “El que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios”?
Nacer del Agua es nacer del Evangelio de Cristo, la Palabra, para lo cual Cristo ordenó a Sus discípulos a ir por todo el mundo y predicar este Evangelio de gracia y salvación, y dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
Es un asunto de vida o muerte entrar o no entrar al Reino de Dios, y por consiguiente es un asunto de vida eterna escuchar la predicación del Evangelio de Cristo, nacer la fe de Cristo en el alma de la persona, creer, recibirlo como Salvador, ser bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo bautizarlo con Espíritu Santo y Fuego y producir en la persona el nuevo nacimiento.
Nacer del Agua es nacer del Evangelio de Cristo, y nacer del Espíritu es nacer del Espíritu Santo, recibir el Espíritu Santo; y así la persona obtiene el nuevo nacimiento, nace del Cielo y en el Reino de Dios; y por consiguiente, viene a ser parte de la Iglesia del Señor Jesucristo, la cual dice San Pedro y San Pablo que es la Casa de Dios.
Cristo dijo: “Sobre esta roca yo edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella,” San Mateo, capítulo 16, nos da testimonio de la Iglesia del Señor Jesucristo que Él dijo que edificaría.
Esta Iglesia es aquella de la cual el apóstol San Pablo nos dice en Primera de Timoteo, capítulo 3, verso 14 al 16, escribiéndole San Pablo a Timoteo:
“Esto te escribo, aunque tengo la esperanza de ir pronto a verte,
para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad.”
¿Qué es la Iglesia del Señor Jesucristo? Es la Casa de Dios y es columna y baluarte de la verdad, porque en ella está la verdad del Evangelio de Cristo y está Jesucristo, el cual dijo: “Yo soy el camino, la verdad, y la vida; y nadie viene al Padre, sino por mí.” (San Juan, capítulo 14, verso 6).
¿Cómo está Cristo en Su Iglesia? Él dijo: “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” San Mateo, capítulo 28, verso 20. Él en Espíritu Santo estaría en Su Iglesia. Él dijo: “Yo os daré otro Consolador,” el cual es el Espíritu Santo, “Él os enseñará todas las cosas.”
Es el Espíritu de verdad que enseña la verdad, y por lo tanto, la Iglesia al tener el Espíritu Santo viene a ser la Iglesia baluarte de la verdad, porque la verdad, que es Cristo, está en Su Iglesia en Espíritu Santo trayéndole la verdad, Su Palabra.
Desde el Día de Pentecostés nació la Iglesia del Señor Jesucristo, y desde ahí Cristo ha estado en Su Iglesia en Espíritu Santo; pero antes de eso, Cristo estaba con los que vendrían a formar Su Iglesia en el comienzo, en cuerpo de carne; pero el Espíritu Santo que estaba en Él estaría en Su Iglesia, y por eso Cristo en Espíritu Santo cuando aparece en diferentes ocasiones, como a San Pablo y también en otras ocasiones a otros apóstoles, el Espíritu Santo se identifica como Jesucristo, porque es Jesucristo en Espíritu Santo.
Cuando le apareció a San Pablo o Saulo de Tarso en el camino a Damasco, en el capítulo 9 del libro de los Hechos, y luego en el capítulo 22 y capítulo 26, San Pablo narra su experiencia del encuentro con Jesús: Le apareció una luz más fuerte que el sol, cayó del caballo, escuchó unas palabras desde esa luz, que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón.”
Saulo sabía que ese era Dios, el que le apareció a Moisés en la zarza que ardía y no se consumía (en el capítulo 3 del libro del *Éxodo), y San Pablo sabía que ese era Dios, porque le dice: “Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.” Éxodo, capítulo 3, versos 1 en adelante.
Y ahora, él sabe que el Señor, Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, que le apareció a Moisés, ahora le está apareciendo a él en una nube o columna de luz, de fuego, y le habla. Y ahora, Saulo conforme a esas palabras que escucha, está persiguiendo a Dios y Saulo le pregunta: “Señor,” lo reconoce como el Señor, como el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob: “Señor, ¿quién eres?” Y Él le dice: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues.”
Jesucristo había dicho en una ocasión con Sus discípulos: “Salí de Dios y vuelvo a Dios.” Por lo tanto, volvió a como estaba en el Antiguo Testamento: en una Luz, en una Columna de Fuego, en Espíritu Santo.
Y ahora, Saulo de Tarso sabe en la forma en que está Jesucristo en medio de Su pueblo, en medio de Su Iglesia: en Espíritu Santo. Su cuerpo glorificado está en el Cielo, en el Templo celestial, como Sumo Sacerdote haciendo intercesión con Su Sangre por todas las personas que lo reciben como único y suficiente Salvador, y son bautizados en agua en Su Nombre, y Él los bautiza con Espíritu Santo y Fuego y produce el nuevo nacimiento en esas personas; y así es como nacen de nuevo y así es como nacen del Cielo y su ciudadanía es celestial.
De eso era que hablaba Juan el Bautista cuando dijo que después de él, detrás de él vendría uno más poderoso que él, el cual bautizaría con Espíritu Santo y Fuego. Ese era Jesucristo, el que vendría después de Juan el Bautista; pues Juan solamente era el precursor de la Primera Venida de Cristo preparándole el camino al Señor, como lo dijo Malaquías, capítulo 3, verso 1 al 3: Y entonces vendría a Su Templo el Señor, “y el Ángel del Pacto, a quien deseáis vosotros.”
Y vino a Su Templo humano: el velo de carne llamado Jesús. En Él estaba la plenitud de la Divinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, todo estaba en Jesucristo. Por eso podía decir: “El Padre y yo una cosa somos,” y podía decir: “El Padre que mora en mí, Él hace las obras.” Él podía decir que no hablaba nada de Sí mismo, sino lo que escuchaba al Padre hablarle.
Por lo tanto, en Jesucristo estaba Dios en toda Su plenitud manifestado en Su semejanza física, Su cuerpo físico que Él creó en el vientre de la virgen María. Es un misterio grande: “Grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne.” Primera de Timoteo, capítulo 3, verso 16.
Y San Juan, capítulo 1, versos 1 al 18, donde nos dice:
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
Este era en el principio con Dios.
Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.”
Sigue diciendo en el mismo capítulo 1, verso 9: “Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le comprendió.”
Todo eso lo habla la Escritura, lo cual es una bendición grande para los seres humanos:
“Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.
En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.
A lo suyo vino (o sea, a Su pueblo Israel), y los suyos no le recibieron.
Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;
los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.”
Como hijos de Dios no nacemos por medio de carne y sangre, o sea, que no nacemos por medio de la unión de un hombre y de una mujer, sino que nacemos de Dios por medio del Espíritu Santo. Vean, esto es el nuevo nacimiento para todos aquellos que nacerán en los Cielos y de los Cielos, como hijos e hijas de Dios.
El verso 14 dice:
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.”
Y cuando el Verbo se hizo carne, cuando el Ángel del Pacto, cuando el Espíritu Santo se hizo carne, lo vimos en esta Tierra a través de la Escritura los que hemos vivido o estamos viviendo luego de la Primera Venida de Cristo; otros que vivieron en aquel tiempo, lo vieron.
Pero lo importante no es que usted haya vivido en aquel tiempo o en este tiempo, porque muchos que vivieron en aquel tiempo de Jesús, lo vieron pero no lo vieron: lo vieron como un hombre, un carpintero de Nazaret, pero no lo vieron como el Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios, no tuvieron esa visión divina; lo cual, es una revelación divina que viene a la persona para ver lo que Dios ha prometido, siendo hecho una realidad.
Es importante ver espiritualmente las promesas de Dios; y cuando se cumplen, ver el cumplimiento de ellas para recibir las bendiciones que hay en el cumplimiento de esas promesas.
La Escritura dice: “Bienaventurados los que no vieron y creyeron.” Y los que no vieron a Jesús personalmente, porque no vivieron en esos días o estaban viviendo en otro territorio o estaban viviendo en otra ciudad o pueblo, y no llegó Jesús a esa ciudad o ellos no llegaron a una actividad de Jesús, pero cuando se les predicó el Evangelio de Cristo creyeron, esa gente son más bienaventurados que los que lo vieron y no creyeron en Él.
Por lo tanto, la bienaventuranza está para los que creen en el Señor Jesucristo, no importa en el siglo o tiempo en que vivan, o territorio que les ha toca vivir; para eso es que se predica el Evangelio a toda criatura: “para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna,” pero como en todos los tiempos hay creyentes, también en todos los tiempos hay incrédulos, “mas el que no creyere, será condenado.”
Con la predicación del Evangelio de Cristo, Dios le está dando la única oportunidad de vida eterna al ser humano; y es una oportunidad que el ser humano no puede dejar pasar en su vida, pues la persona no sabe cuánto tiempo va a vivir en esta Tierra, la persona no sabe cuándo tiene que partir de esta Tierra, y debe asegurar su futuro en la vida eterna recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador antes que terminen sus días en esta Tierra; recordando que unos terminan sus días en la Tierra siendo unos ancianitos, otros terminan sus días en la Tierra teniendo de cincuenta a sesenta años, o de cuarenta a sesenta años, otros terminan sus días teniendo de veinte a cincuenta años, otros terminan sus días teniendo de diez a veinte años, jovencitos, otros terminan sus días teniendo de tres a diez años, otros terminan sus días teniendo un día de nacidos, de un día de nacido a tres años.
Pero ¿y qué vamos hacer con los que terminan sus días en su primer año de nacidos o en sus primeros años? La Escritura nos enseña que los niños son presentados al Señor para que el Señor los reciba en Su Reino, y así quedan asegurados en el Reino de Cristo: si mueren, no tienen ningún problema, los veremos nuevamente pero en cuerpos ya de jóvenes, de dieciocho a veintiún años de edad en apariencia.
Así que, hay una forma divina establecida para asegurar nuestro futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno. Toda persona debe entender esto, no debe estar ciego a esta verdad divina, porque si está ciego no podrá asegurar su futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno.
Todo ser humano desea vivir eternamente; por eso trabajamos para ganar dinero y comprar alimentos para nosotros y nuestra familia, y ropa también para cubrirnos, y autos en muchas ocasiones para ir y venir al trabajo, casa para tener un techo y las demás cosas que se colocan en el hogar; y mandar los niños a la escuela también, para que aprendan, sepan leer la Palabra de Dios, y se les enseña también el temor de Dios, se les enseña el medio de salvación y vida eterna que Dios ha provisto para el ser humano a través de Cristo y Su Sacrificio en la Cruz del Calvario.
Todos queremos tener a nuestros hijos en el Reino de Dios con vida eterna, todos queremos tener asegurada nuestra familia en el Reino de Dios. Todo lo que amamos: nuestros hijos, nuestra familia, Dios nos lo dará.
Después de esta vida terrenal, la vida no termina; lo que termina es la vida para el cuerpo físico, y en la resurrección nos dará uno nuevo eterno, inmortal, incorruptible, joven (y joven para toda la eternidad): un cuerpo glorificado como el que tiene Jesucristo nuestro Salvador, el cual está tan joven como cuando resucitó glorificado; por eso fue que no lo conocían a Cristo, porque resucitó glorificado, y el cuerpo glorificado representa de dieciocho a veintiún años de edad.
Y usted no va a conocer o reconocer a sus familiares que hayan tenido en esta Tierra, viviendo en esta Tierra, setenta ó noventa años y que eran creyentes en Cristo, cuando resuciten aparecerán en cuerpos glorificados y jóvenes, representando de dieciocho a veintiún años de edad.
Y le podrán decir: “¡Hijo!” o “¡Hija!” Y usted dirá, si tiene treinta o cuarenta o cincuenta años: “¿Cómo puede ser este joven mi papá y esta jovencita mi mamá?” Y si aparece la abuelita: “¿Y cómo puede ser esta jovencita mi abuelita? Más joven que yo.”
Es que en el cuerpo glorificado la apariencia es de dieciocho a veintiún años de edad, en la flor de la juventud; pero cuando los veamos resucitados seremos transformados, y entonces también seremos jóvenes, glorificados nuestros cuerpos, con vida eterna física.
Eso es lo que ha sido prometido para los creyentes en Cristo, porque “la ciudadanía de los creyentes en Cristo está en los Cielos, de donde esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo, el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya,” para tener la semejanza física, el cuerpo físico igual al cuerpo físico glorificado de Jesucristo.
Esa promesa es para los creyentes en Cristo: los que han partido resucitarán en cuerpos glorificados y los que estén vivos serán transformados, y entonces todos seremos físicamente jóvenes, con vida eterna física, la cual es la adopción, la redención de nuestro cuerpo, como dice San Pablo en Romanos, capítulo 8, verso 14 al 39: la adopción, la redención de nuestro cuerpo.
Por eso Cristo dijo en San Lucas, que cuando veamos suceder todas esas cosas que Él dijo que sucederían, levantemos nuestras cabezas al Cielo, porque nuestra redención está cerca.
Ya estamos viendo todas esas señales en el cielo, en el sol, la luna y las estrellas; estamos viendo también las señales en las naciones: guerras entre naciones y guerras también internas; estamos viendo también las naciones, los pueblos y por consiguiente los individuos, en una situación de desesperación.
Y con el problema económico que ha surgido, hay grande preocupación entre las naciones como también entre los individuos; y un grado de violencia muy alto en medio de la familia humana, como fue en los días de Noé, que hubo violencia en las naciones, en el pueblo, y el pensamiento del corazón de los seres humanos en aquel tiempo era hacia el mal.
Estamos viviendo en días como los de Noé, días muy peligrosos, en donde hay grande violencia en medio de la raza humana; la situación cada día está peor, como los días de Noé. Dice capítulo 6 del Génesis, verso 9 en adelante:
“Estas son las generaciones de Noé: Noé, varón justo, era perfecto en sus generaciones; con Dios caminó Noé.”
Y luego el verso 11 dice:
“Y se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia (como está en la actualidad).”
Y para ver esa profecía, la cual los profetas hablaron (incluyendo a Jesús y los apóstoles), ver que lo que Cristo dijo que el tiempo en el cual el Hijo del Hombre vendrá, será como los días de Noé; y los días de Noé, dice que no conocieron hasta que vino el Diluvio y se los llevó a todos.
¿No conocieron qué? No conocieron, una: que aquella generación, el mundo antediluviano había llegado a su final, que era el fin de aquella generación, de aquella civilización; y no conocieron que no hará nada Dios, el Señor, sin que antes revele Sus secretos a Sus siervos Sus profetas.” (Amós, capítulo 3, verso 7).
Por lo tanto, hubo un profeta de Dios llamado Noé; era justo, pues él ofrecía a Dios el sacrificio por su pecado y por el pecado de su familia; y sus pecados junto al pecado de su familia, no eran vistos por Dios porque estaban cubiertos con la sangre de los sacrificios que él efectuaba.
No es que no tenían sus fallas, sino que la sangre de los sacrificios cubría el pecado, aunque no lo quitaba; porque la sangre de animalitos sacrificados no puede quitar el pecado, solamente lo cubre de la presencia de Dios; y Dios no veía el pecado.
Lo único que quita el pecado del ser humano es la Sangre del Señor Jesucristo, porque regresa la vida de la sangre a la persona, que es el Espíritu Santo. En los sacrificios de animalitos, por cuanto los animales no tienen alma, no puede regresar a la persona el espíritu del animal; solamente con el Sacrificio de Cristo, recibiendo a Cristo como Salvador, la Sangre de Cristo nos limpia de todo pecado y el Espíritu de Cristo viene al creyente y produce el nuevo nacimiento.
Ahora, viendo que todas las señales correspondientes al tiempo final, a través de la prensa, radio y televisión las estamos viendo en pleno cumplimiento, aunque estamos viendo todos esos problemas y cosas malas que están pasando, hay una cosa buena que con nuestro ojo espiritual tenemos que ver: “Cuando veáis todas estas cosas suceder, levantad vuestras cabezas porque vuestra redención está cerca.”
Eso es lo bueno, que esas cosas que están sucediendo son señales de que nuestra redención, nuestra transformación, está cerca; y por consiguiente, la materialización de la promesa de la resurrección de los muertos en Cristo y de la transformación de los que estén vivos, está muy cerca, está para materializarse muy pronto esa promesa maravillosa que ha sido hecha para todos los creyentes en Cristo.
Nos dice el apóstol Pablo, que es el más que habla de ese evento tan maravilloso, que será a la Final Trompeta: Primera de Corintios, capítulo 15, verso 49 en adelante, donde dice: “Así como hemos traído la imagen del celestial, traeremos también la imagen del celestial.” Y más adelante dice: “He aquí os digo un misterio.” También dice: “Porque la carne y la sangre no pueden heredar el Reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción. He aquí os digo un misterio: no todos dormiremos.”
O sea, no todos moriremos físicamente; dice “dormir” porque los creyentes en Cristo no mueren, tienen vida eterna, lo que muere es el cuerpo físico; y Él les dará un nuevo cuerpo, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado en la resurrección; y a los que estemos vivos la promesa es que seremos transformados: de mortales a inmortales, de cuerpos mortales a cuerpos inmortales, cuerpos glorificados, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo.
“He aquí os digo un misterio (dice San Pablo): No todos dormiremos, mas todos seremos transformados, a la final trompeta, porque se tocará la trompeta y los muertos en Cristo serán resucitados incorruptibles, y nosotros los que vivimos seremos transformados.” Es un misterio, pero es una promesa para todos los creyentes en Cristo y por consiguiente para la Iglesia del Señor Jesucristo que es la Casa de Dios, la familia de Dios.
Con una promesa tan grande como esa, con su cumplimiento nos bastará para obtener las que falten después de esa, porque ya tendremos el cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, como el cuerpo glorificado de Cristo nuestro Salvador; y Dios por medio de Cristo en Espíritu Santo en medio de Su Iglesia, estará materializando Sus promesas maravillosas que Él ha hecho para Su Iglesia.
Su Iglesia ha estado siendo construida, Su Templo espiritual ha estado siendo construido de edad en edad, de etapa en etapa, durante estos dos mil años que han transcurrido del Día de Pentecostés hacia acá.
Allá comenzó la construcción produciendo el nuevo nacimiento en ciento veinte creyentes en Cristo, y después en las demás personas que fueron recibiendo a Cristo como Salvador por medio de la predicación del Evangelio de Cristo y recibiendo el Espíritu Santo y obteniendo el nuevo nacimiento.
San Pablo, en Primera de Corintios, capítulo *3, nos dice: “Yo como perito arquitecto puse el fundamento, y el que sobreedifique encima, mire cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner, colocar otro fundamento que el que está ya puesto, el cual es Jesucristo mismo.”
Ese es el fundamento para todos los creyentes en Cristo y por consiguiente para la Iglesia del Señor Jesucristo, que está siendo edificada de etapa en etapa. Y el que destruye el Templo de Dios, dice San Pablo que Dios lo destruirá a él; miren dónde van aparecer los que han perseguido a la Iglesia del Señor Jesucristo, los que han matado a través del tiempo a los cristianos.
Ahora, San Pedro nos dice en Primera de Pedro, capítulo 2, versos 4 al 9, que Cristo es la piedra viva; o sea, que no nos está hablando de piedras literales, sino de personas tipificadas en piedras. Dice capítulo 2, verso 4 en adelante, de Primera de Pedro:
“Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa,
vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.”
Cada creyente en Cristo es una piedra viva, una persona viva, con vida eterna; y es edificado como un Templo espiritual, porque el ser humano es un templo, y por eso la persona tiene que saber a quién tiene dentro: si a Dios o al enemigo de Dios.
Por lo tanto, cada persona tiene que ser edificada como un Templo espiritual, con la Palabra de Dios siendo usada por el Espíritu Santo edificando a la persona; y los creyentes en Cristo forman la Iglesia del Señor Jesucristo que está siendo construida con piedras vivas, que son creyentes en Cristo colocados en la Iglesia del Señor Jesucristo para ser un Templo de morada de Dios.
“Por lo cual también contiene la Escritura:
He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa;
Y el que creyere en él, no será avergonzado.
Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen,
La piedra que los edificadores desecharon,
Ha venido a ser la cabeza del ángulo;
y:
Piedra de tropiezo, y roca que hace caer,
porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados.
Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.”
Y ahora, como miembros de la Iglesia del Señor Jesucristo, piedras vivas con las cuales está siendo construido el Templo espiritual del Señor, la Iglesia, tenemos un sacerdocio: somos sacerdotes del Orden celestial de Melquisedec. Así como nuestro nacimiento en el Reino de Dios es del Cielo, obtuvimos también la bendición de ser parte del Sacerdocio celestial de Melquisedec, del cual Jesucristo es el Sumo Sacerdote. Él es el Sumo Sacerdote de ese Sacerdocio de Melquisedec del Templo celestial.
El apóstol Pablo en Hebreos, capítulo 3, nos dice también, versos 5 al 6:
“Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir;
pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza.”
Y ahora, Cristo está sobre Su Casa, la cual Casa somos nosotros. Cristo está sobre la Casa de Dios, la familia de Dios; Él es el primogénito, Él es la cabeza de la familia de Dios, Él es el segundo Adán, el cual se ha estado multiplicando, reproduciéndose en hijos e hijas de Dios por medio de Su Espíritu Santo en Su Iglesia.
Su Iglesia es la segunda Eva, por lo tanto, los creyentes en Cristo son hijos de Dios por medio del segundo Adán y la segunda Eva; esa es la familia de Dios, la Casa de Dios, es la Familia Real. Dios es el Rey de los Cielos y de la Tierra, y los hijos del Rey de los Cielos y de la Tierra, son reyes también, reyes y sacerdotes y jueces según el Orden de Melquisedec.
Miren también las palabras de San Pablo en Efesios, capítulo 2, verso 13 en adelante, dice:
“Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo.
Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación,
aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz,
y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.
Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca;
porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre.
Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios,
edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo,
en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor.”
Y ahora, cada creyente en Cristo va siendo edificado para ser parte de ese Cuerpo Místico de creyentes; y así el Templo espiritual de Cristo, Su Iglesia, va siendo edificado a medida que Dios va añadiendo a Su Iglesia los que han de ser salvos y que están escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.
A medida que un edificio que ya fue diseñado, a medida que van colocando piedras o concreto o bloques en ese edificio, va subiendo hasta que llega a la parte alta, a la última parte de esa construcción, de ese edificio.
Y la Iglesia del Señor Jesucristo va creciendo de etapa en etapa, de generación en generación, para ser un Templo santo en el Señor; va creciendo, o sea, de abajo: Desde el tiempo de los apóstoles ha ido pasando por diferentes etapas, donde Dios ha cumplido, ha vivificado, ha hecho realidad Su promesa para cada tiempo por la cual ha estado pasando la Iglesia del Señor Jesucristo.
Y para nuestro tiempo hay promesas divinas para la Iglesia del Señor Jesucristo, que tienen que ser cumplidas en el Día Postrero, o sea, en el milenio postrero, que es el Día Postrero o séptimo milenio de Adán hacia acá o tercer milenio de Cristo hacia acá.
Y tienen que ser añadidas esas piedras vivas, esas personas, al Templo espiritual de Cristo, para que se complete esa construcción del Templo espiritual de Cristo y se dedique a Dios como Moisés dedicó el templo a Dios (el tabernáculo) y vino la presencia de Dios en la nube o Columna de Fuego, y entró y se posó sobre el propiciatorio, que estaba sobre el arca del pacto y tenía dos querubines de oro, uno a cada lado; y allí moró Dios en esa Columna de Fuego, en esa nube de luz que le apareció a Moisés y al pueblo hebreo.
Luego cuando Salomón construyó el templo en Jerusalén y lo dedicó a Dios, vino la presencia de Dios en esa Columna de Luz, en esa Nube de Luz y entró al templo y se colocó sobre el arca del pacto, sobre el propiciatorio en medio de los dos querubines de oro, y allí moró Dios; Dios morando en medio de Su pueblo en Su Templo, el templo que construyó Salomón, el cual luego fue destruido y fue reedificado y así por el estilo, y siempre era dedicado a Dios cuando lo restauraban.
Y ahora, vean ustedes, en una ocasión Cristo dijo —hablando de Su cuerpo físico— en San Juan, capítulo 2, frente al templo dijo: “Destruyan este templo, y en tres días lo levantaré.” Los discípulos y los judíos que allí estaban presentes, los demás judíos que no creían en Cristo, le dicen: “En cuarenta y seis años fue construido, levantado este templo, ¿y tú dices que en tres días lo vas a levantar?” Pero la Escritura aquí mismo dice… Esto está en el capítulo 2, verso 19 en adelante. Dice [San Juan]:
“Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.
Dijeron luego los judíos: En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás?
Mas él hablaba del templo de su cuerpo.”
Estaba hablando de Su cuerpo: “Destruyan este templo,” lo cual sucedió cuando lo crucificaron, “y en tres días lo levantaré,” por eso Él hablaba siempre, que el Hijo del Hombre moriría, lo matarían, pero al tercer día se levantaría:
“Mas él hablaba del templo de su cuerpo.
Por tanto, cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron que había dicho esto; y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho.”
Y ahora, encontramos que la Iglesia del Señor Jesucristo también es un Templo espiritual, y cada creyente en Cristo también es un Templo espiritual. Cristo murió, fue destruido en Su cuerpo – Su templo físico, Su cuerpo, pero al tercer día lo levantó glorificado; y la gloria postrera, en ese cuerpo glorificado, fue mayor que la gloria primera en el templo de carne mortal.
También la Iglesia del Señor Jesucristo encontramos que ha tenido grandes persecuciones, pero la promesa es que la Iglesia tendrá la bendición de la transformación, de la glorificación, y por consiguiente cada creyente en Cristo; por lo tanto, la gloria postrera para los creyentes en Cristo, será mayor que la gloria primera en estos cuerpos mortales, la gloria en el cuerpo glorificado será mayor.
Y para la Iglesia la gloria será mayor cuando los que forman la Iglesia sean glorificados, los muertos sean resucitados en cuerpos glorificados, y los vivos sean transformados; entonces la gloria de la Iglesia será mayor que la que ha tenido estando sus miembros en cuerpos mortales, y así por el estilo.
La gloria postrera será mayor que la primera para el Templo espiritual de la Iglesia del Señor Jesucristo como Templo espiritual, y de cada creyente en Cristo como Templo espiritual, cuando seamos adoptados, seamos redimidos físicamente, que será la transformación, eso es la glorificación; y entonces la gloria será mayor que la primera gloria, que la gloria en cuerpos mortales; en cuerpos glorificados es mayor.
En Hageo, capítulo 2, verso 5 al 9, hablando de Zorobabel y el sumo sacerdote Josué, Dios les da ánimo para que restauren el templo, y por medio del profeta Hageo les dice que se pongan a trabajar; eso era la obra de Dios para aquel tiempo, la restauración del templo.
Y cuando se trabaja para la restauración y en la restauración y todo lo que tiene que ver para que ocurra la restauración del templo, esa es la Obra de Dios y son bendecidos todos los que trabajan en ese programa.
Vean cómo dice… Le dice Dios al profeta Hageo, en el capítulo 2, verso 2 en adelante:
“Habla ahora a Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y a Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, y al resto del pueblo, diciendo…”
Era un mensaje para todo el pueblo, líderes políticos, líderes religiosos, representados en Zorobabel los políticos y en Josué el sumo sacerdote para los religiosos, y a todo el pueblo; es para todo el pueblo trabajar en esa restauración.
Como para este tiempo final, para la restauración a la vida eterna física de todos los hijos de Dios en cuerpos glorificados: la Obra de Dios es para que todos trabajen en ella.
“¿Quién ha quedado entre vosotros que haya visto esta casa en su gloria primera, y cómo la veis ahora?”
Porque estaba arruinada, había sido destruido el templo, y pregunta: “¿Quién ha quedado vivo de los que vieron esta casa en su gloria primera?, ¿y cómo la ven ahora?” No se parecía aquella casa a aquella casa gloriosa del principio.
“¿No es ella como nada delante de vuestros ojos?
Pues ahora, Zorobabel, esfuérzate, dice Jehová (o dice el Señor, en otras versiones); esfuérzate también, Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote; y cobrad ánimo, pueblo todo de la tierra, dice Jehová, y trabajad; porque yo estoy con vosotros, dice Jehová de los ejércitos.”
Es una obra que Dios le ordena que hagan, es la Obra de Dios que tiene que hacer el pueblo, y Dios le dice: “¡Yo estaré con vosotros! ¡Voy a estar, estoy con ustedes! ¡Trabajen con ánimo, tengan ánimo!”
“Según el pacto que hice con vosotros cuando salisteis de Egipto, así mi Espíritu estará en medio de vosotros, no temáis.”
El Espíritu de Dios, el Espíritu Santo, el Ángel del Pacto, dice que estará con ellos. Por lo tanto, es un trabajo en el cual el Espíritu Santo estaría trabajando con ellos, estaría proveyendo para que se llevara a cabo el trabajo.
“Porque así dice Jehová de los ejércitos: De aquí a poco yo haré temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra seca;
y haré temblar a todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré de gloria esta casa, ha dicho Jehová de los ejércitos.”
Y ahora está hablando aquí de la venida del Señor a aquella casa cuando estuviera terminada y entrara a la casa la gloria de Dios; lo cual es tipo y figura también de la Segunda Venida de Cristo viniendo a Su Iglesia en el Día Postrero y llenando de gloria la Casa de Dios, la Iglesia del Señor Jesucristo, glorificando a todos los creyentes en Cristo del pasado y del presente.
“Y vendrá el Deseado de todas las naciones.” Para este tiempo final es Cristo, el Mesías prometido para venir a Su Iglesia y llevarla – transformarla y llevarla a la Cena de las Bodas del Cordero.
“Mía es la plata, y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos.
La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera, ha dicho Jehová de los ejércitos; y daré paz en este lugar, dice Jehová de los ejércitos.”
Y así como la gloria postrera en la casa que ellos restauraron fue mayor que la primera (la gloria de Dios en esa casa), así también la gloria de Dios en la Casa de Dios, en la Iglesia del Señor Jesucristo, será mayor que la primera, será mayor que en el tiempo de los apóstoles, será mayor que en el tiempo de los diferentes mensajeros que Dios ha enviado durante estos dos mil años de Cristo hacia acá. Será mayor, porque Dios glorificará Su Casa, Su Iglesia, glorificando a cada creyente en Cristo que esté viviendo en el Día Postrero, el cual será transformado, glorificado, y los que murieron serán resucitados en cuerpos glorificados.
Y por consiguiente, estando todos glorificados: la Casa compuesta por esas piedras vivas estará glorificada, y la gloria de Dios será mayor en esa Casa, la gloria de esa Casa será mayor; y la gloria del Templo de Dios, de la Casa de Dios, de la Iglesia del Señor Jesucristo será mayor que en aquel tiempo, porque en aquellos tiempos no estaban transformados físicamente, solamente espiritualmente, interiormente; pero para el Día Postrero viene una glorificación físicamente también: viene la adopción, la redención del cuerpo para todos los creyentes en Cristo que estén viviendo y escuchen la Trompeta Final o Gran Voz de Trompeta, que es el mensaje final de Dios a y en Su Iglesia; y así le dará la fe para ser transformados todos los creyentes en Cristo del Día Postrero.
Dios en una nueva etapa, una nueva etapa de Su Iglesia. Ya no en la etapa allá en el tiempo en que estaban los apóstoles, ya no una etapa allá del tiempo de los reformadores, no, una nueva etapa: la etapa de oro de la Iglesia del Señor Jesucristo, que es la Edad de la Piedra Angular, la Edad de Oro de la Iglesia, en donde estarán esas piedras vivas siendo colocadas en la Casa de Dios para completarse la Iglesia del Señor Jesucristo y ocurrir la resurrección de los muertos creyentes en Cristo en cuerpos glorificados, y los que estemos vivos ser transformados; y así ser glorificados, ser adoptados, así obtener la redención del cuerpo, tener el cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, igual al cuerpo glorificado de Cristo nuestro Salvador.
Por lo tanto, todo eso es Dios en una nueva etapa materializando, cumpliendo, haciendo una realidad Sus promesas maravillosas, Sus promesas maravillosas hechas a Su Iglesia, a Su Templo espiritual.
Por lo tanto, la gloria postrera para la Iglesia del Señor Jesucristo será mayor que la primera. ¿Por qué? Porque tendrá a los creyentes en Cristo cuando sean transformados, los tendrá glorificados y no habrá limitaciones en cuanto a lo que Dios hará por medio de Su Espíritu a través de todos los creyentes en Cristo cuando estén glorificados, cuando tengan sus cuerpos eternos, inmortales, jóvenes, glorificados, como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador; a tal grado que luego nos iremos con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.
“DIOS EN UNA NUEVA ETAPA MATERIALIZANDO SUS PROMESAS MARAVILLOSAS.” ¿A quién? A Su Iglesia, Su Templo espiritual, Su Casa, Su Familia.
Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo y nació la fe de Cristo en su alma en estos momentos, mientras escuchaba la predicación del Evangelio de Cristo, puede recibirlo en estos momentos como su único y suficiente Salvador, puede pasar al frente; y estaremos orando por usted para que Cristo le reciba en Su Reino y le coloque en Su Casa, la Casa de Dios, la Casa de Cristo, que es Su Iglesia, Su Templo espiritual.
Cristo es la única esperanza para el ser humano, Cristo es la única esperanza de vida eterna, Cristo es la única esperanza de salvación, Cristo es la única esperanza para ser adoptados, ser redimidos físicamente, Cristo es la única esperanza para la raza humana, Cristo es la única esperanza para nuestra transformación y el rapto o arrebatamiento de Su Iglesia, Cristo es la única esperanza para Su Iglesia, Cristo es la única esperanza para la familia humana. No hay otra esperanza para el ser humano.
Tenemos que despertar a la realidad de que la única esperanza es Cristo. “Él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno.” De judíos y gentiles ha estado haciendo Su Iglesia: un Cuerpo Místico de creyentes en Él.
Dios tiene mucho pueblo, muchos hijos e hijas en la República de Chile y en todos los países de la América Latina y del Caribe, también en Norteamérica y en todos los demás países, y los está llamando en este tiempo final para colocarlos en Su Templo espiritual, Su Casa, Su familia, que es Su Iglesia.
Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo en esta ocasión. En las demás naciones pueden continuar viniendo también a los Pies de Cristo y los niños también, para que queden incluidos en la oración que estaremos haciendo para que Cristo les reciba en Su Reino por medio de recibirlo a Él como único y suficiente Salvador.
En diferentes países, en estos momentos, también están recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador.
En algún momento se va a completar la Iglesia del Señor Jesucristo, se va a completar ese Templo espiritual y luego la dedicación; y Cristo vendrá a Su Templo, lo glorificará transformando los creyentes que estén vivos y también resucitando a los creyentes en Cristo que murieron físicamente, dándoles un nuevo cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado; y falta que nos hace. Y si alguien piensa que no le hace falta, yo sí pienso que me hace falta a mí y lo estoy esperando.
Todos sabemos que nos hace falta un nuevo cuerpo, un cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, porque con estos cuerpos no podemos vivir eternamente en esta Tierra, tienen un lapso de tiempo, de vida, aquí en la Tierra, pero ese tiempo es para que hagamos contacto con la vida eterna, con Cristo, al escuchar la predicación del Evangelio de Cristo, nacer la fe de Cristo en nuestra alma y recibirlo como nuestro único y suficiente Salvador.
Con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, nuestros ojos cerrados:
Padre celestial, en el Nombre del Señor Jesucristo vengo a Ti con todas estas personas que están recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador. Te ruego en el Nombre de Jesucristo los recibas en Tu Reino para la gloria y la honra del Señor Jesucristo. Amén.
Y ahora, repitan conmigo esta oración los que han venido a los Pies de Cristo en estos momentos:
Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón. Creo en Ti con toda mi alma, creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo, dado a los hombres, en que podemos ser salvos.
No hay otro nombre en que podamos ser salvos, lo reconozco, lo creo de todo corazón. Creo en Tu primera Venida, creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.
Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador, un Redentor. Doy testimonio público de mi fe en Ti y te recibo como mi único y suficiente Salvador. Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre, y produzcas en mí el nuevo nacimiento.
Te lo ruego en Tu Nombre Eterno, Señor Jesucristo. Te ruego produzcas en mí el nuevo nacimiento. Señor, te ruego hagas una realidad la salvación que ganaste en la Cruz del Calvario para mí, hazla una realidad en mi vida. Te lo ruego en Tu Nombre Eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.
Ustedes me dirán: “Quiero ser bautizado en agua en el Nombre del Señor, lo más pronto posible, porque Él dijo: ‘El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.’ Y la pregunta es: ¿Cuándo me pueden bautizar?”
Por cuanto ustedes han creído en Cristo como Salvador, bien pueden ser bautizados; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.
El bautismo en agua es tipológico, simbólico; el mismo Cristo fue bautizado por Juan el Bautista para cumplir toda justicia, y Él mismo es el que dijo: “El que creyere y fuera bautizado, será salvo,” por lo tanto, es un mandamiento de Cristo nuestro Salvador para todos aquellos que escuchan la predicación del Evangelio de Cristo y lo reciben como Salvador.
El bautismo en agua no quita los pecados, es la Sangre de Cristo la que nos limpia de todo pecado. En el bautismo en agua nos identificamos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección: Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; y cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, tipológicamente está siendo sepultado; y cuando lo levanta de las aguas bautismales, está resucitando a una nueva vida, a la vida eterna con Cristo en Su Reino eterno.
Tan sencillo como eso es el simbolismo, la tipología del bautismo en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, en donde nos identificamos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección.
Por lo tanto, bien pueden ser bautizados, y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el Reino glorioso de Jesucristo nuestro Salvador.
Los que están en otros países también, y recibieron a Cristo en estos momentos, pueden ser bautizados.
Dejo al ministro Patricio Lara con ustedes para que les indique cómo hacer para ser bautizados en agua. Y en cada país dejo al ministro correspondiente para que haga en la misma forma. Y como les dije, les reitero: Nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el Reino glorioso de Cristo nuestro Salvador.
Continúen pasando todos, una tarde feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador, y nos veremos en la próxima actividad de la noche, Dios mediante (¿a las qué?). En la actividad de las 7:00 de la noche nos veremos nuevamente.
Que Dios les bendiga y les guarde a todos.
“DIOS EN UNA NUEVA ETAPA MATERIALIZANDO SUS PROMESAS MARAVILLOSAS A SU IGLESIA.”