Muy buenos días, amables amigos y hermanos presentes y todos los que se encuentran en diferentes naciones, ministros, Iglesias, y diferentes creyentes en Cristo, y todas las demás personas que se encuentran escuchando en esta ocasión.
Les deseo a todos una feliz Navidad y un próspero Año nuevo 2013. Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también. En el Nombre del Señor Jesucristo nuestro Salvador. Amén.
Para esta ocasión leemos en la Carta de San Pablo a Filipenses, capítulo 3, versos 20 al 21, que nos dice de la siguiente manera:
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
“CIUDADANOS CELESTIALES PREPARÁNDOSE PARA SU REGRESO.” O sea, para el regreso del Señor Jesucristo y también para el regreso a la Vida eterna física también, de donde cayó, el ser humano.
“CIUDADANOS CELESTIALES PREPARÁNDOSE PARA SU REGRESO.”
Estamos esperando el regreso del Señor Jesucristo, por eso es muy importante conocer estas cosas porque todos queremos estar preparados para darle la bienvenida, así como nos enseña Cristo nuestro Salvador.
“CIUDADANOS CELESTIALES,” ¿de quienes habla aquí la Escritura, el apóstol San Pablo cuando dice: “Ciudadanos celestiales,”? porque dice: “Nuestra ciudadanía está en los Cielos, de donde esperamos al Salvador.”
Para estas palabras ser efectivas en una persona, así como para ser un ciudadano de un país se nace en ese país, pero ahora Cristo hace un milagro para que el ser humano pueda obtener esa ciudadanía celestial del Reino de Cristo, del Reino de Dios.
El sueño de muchos seres humanos es ser ciudadanos de países de primer mundo, como Francia, Inglaterra, algún país de Europa, o ser ciudadano de Norteamérica, por eso también le llaman “el sueño americano” muchas personas, porque muchas personas sueñan con ser ciudadanos americanos, de Norteamérica.
¿De Norteamérica por qué? Todos los que viven en el continente americano: Norte, Centro y Suramérica y el Caribe, son ciudadanos americanos pertenecientes a diferentes países del continente americano; pero hay personas que su sueño es ser ciudadanos de Norteamérica. Pero el sueño del alma de todo ser humano es ser ciudadano celestial, ser ciudadanos del Reino de Dios, del Reino de Cristo, para lo cual hay una forma, como hubo una forma para usted ser ciudadano del país donde nació.
¿Y cómo usted vino a ser ciudadano del país donde nació? Pues naciendo en ese país, es ciudadano de ese país automáticamente; por eso es registrado como nacido en ese país en tal ciudad o tal pueblo y queda registrado su nombre. Si la persona no es registrada, no es ciudadano, no aparece como ciudadano, aunque haya nacido en un país, pero no es reconocido porque no lo registraron.
Y para ser ciudadano celestial, de lo cual habla San Pablo, hay que nacer del Reino celestial, del Cielo. El nombre está escrito en el Cielo en el Libro de la Vida del Cordero, y eso hace de la persona un ciudadano celestial y eso es lo que son todos los creyentes en Cristo nacidos de nuevo.
Vean, toda persona que cree en Dios desea ser ciudadano del Reino de Dios. En medio del pueblo hebreo en los días de Jesús llegó una persona muy importante, un hombre muy importante, miembro del Concilio del Sanedrín, o sea, miembro de la religión judía, miembro del Judaísmo.
El concilio consta de setenta personas sabias y el sumo sacerdote (más el sumo sacerdote). Este hombre muy importante, dice San Juan, capítulo 3, verso 1 en adelante, de la siguiente manera:
“Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos.”
O sea, que no era cualquier persona, porque no solamente los pobres buscan a Cristo, no solamente los pobres buscan el Reino de Dios, sino que también hay personas ricas, hay personas bien educadas académicamente que también quieren entrar al Reino de Dios, quieren ser ciudadanos celestiales, del Reino de Dios. Sigue diciendo:
“Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.”
Aquí no solamente da a entender que él solamente creía que Jesús había venido de Dios, sino dice: “Sabemos,” por lo tanto en medio del Concilio de la religión judía hubo otros también como Gamaliel y otras personas más, José de Arimatea, el que suplió la tumba, la cueva, donde sepultaron a Jesús, y Gamaliel también era un hombre sabio, el cual era escuchado y el cual también creía en Jesús, y Nicodemo, y de seguro hubo otras personas de esa posición que creían en Jesús.
Por eso Nicodemo dice: “Sabemos que has venido de Dios como Maestro, porque nadie puede hacer estas cosas, estas señales, que tú haces, si no está Dios con él.” sabían que Dios estaba con Jesús; y no solamente eso, sino que Dios estaba dentro de Jesús por medio de la presencia de Dios en Espíritu Santo en Jesús, el velo de carne llamado Jesús.
Cuando Juan el Bautista estuvo bautizando a Jesús, y subió de las aguas bautismales, el Espíritu Santo descendió sobre Jesús en forma de paloma y reposó, se posó, sobre Jesús, y esa era la señal que a Juan el Bautista le había dado Dios para identificar al Mesías al cual él le estaba preparando el camino.
Siempre cuando está prometido que el Mesías vendrá, primero Dios envía un profeta que venga predicando y preparándole el camino al Señor, anunciando que viene el Señor, que viene el Mesías, para que el pueblo esté preparado, preparado para recibirlo. Sigue diciendo:
“Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios (o sea, no lo puede entender).
Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? (Y parece que Nicodemo tenía algunos años)… ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?
Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.
Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.”
Aquí está la clave para entrar al Reino de Dios y ser un ciudadano celestial. Para todo en la vida hay una forma, una fórmula, para obtener lo que la persona desea.
Y ahora, se requiere nacer de nuevo para entrar al Reino de Dios, nacer del Agua y del Espíritu, esto es nacer de la predicación del Evangelio de Cristo y del Espíritu Santo, no hay otra forma establecida por Cristo en la Biblia a través de la cual el ser humano pueda entrar al Reino de Dios, así está establecido. Por lo tanto, ya estamos viendo que para ser un ciudadano celestial se requiere nacer del Agua y del Espíritu, y la persona es ciudadano de donde nace.
El bautismo en agua en el Nombre del Señor ¿es del Cielo o es de la Tierra? Es del Cielo, como el bautismo que Juan el Bautista efectuaba, preguntó Cristo: “El bautismo de Juan ¿era de los hombres o de Dios, del Cielo?” Todos sabemos que era del Cielo porque fue ordenado de Dios, del Cielo, para ser llevado a cabo.
Y el bautismo en agua en el Nombre del Señor ha sido ordenado del Cielo por Dios a través de Su Espíritu Santo por medio de Jesús, y la predicación del Evangelio de Cristo, el Evangelio de Cristo ¿de dónde es? Del Cielo también, no fue un invento humano de algún seminario, de alguna religión, fue del Cielo, y pertenece al Programa divino para la salvación y Vida eterna del ser humano, no hay otra forma para el ser humano obtener la salvación y Vida eterna.
Vean, al apóstol San Pablo, conocedor de este misterio, lo que nos dice en Romanos, capítulo 5, verso 6 en adelante dice:
“Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos.
Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno.
Mas Dios muestra su amor para con nosotros (vean, la muestra del amor de Dios para y hacia el ser humano está aquí revelado)…
Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.”
La muerte de Cristo en la Cruz del Calvario fue la manifestación más grande del amor de Dios hacia el ser humano. El mismo Cristo en San Juan, capítulo 3, verso 16, dice:
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”
Para obtener la Vida eterna el ser humano recibe a Cristo como único y suficiente Salvador, es bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego y así la persona ha nacido de nuevo, ha nacido en el Reino de Dios, en el Reino de Cristo, y viene a ser un ciudadano celestial. ¿Ven lo sencillo que es ser un ciudadano celestial? No hay otra forma para la persona obtener la ciudadanía celestial, la ciudadanía de la Jerusalén celestial. Sigue diciendo el apóstol Pablo en este capítulo 5 de Romanos:
“Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.
Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.
Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.”
La reconciliación del ser humano con Dios es por medio de Cristo y Su Sacrificio en la Cruz del Calvario, no hay otra forma para el ser humano ser reconciliado con Dios; esto también está representado en Levítico, capítulo 23, versos 26 al 29, en donde se llevaba a cabo en medio de Israel, el día diez del mes séptimo de cada año, la Fiesta de la Expiación en donde se sacrificaba un macho cabrío por el Señor, y otro macho cabrío por Hazazel se dejaba vivo, y el sumo sacerdote confesaba los pecados del pueblo sobre ese macho cabrío que quedaba vivo, colocando sus manos sobre el macho cabrío, y luego lo soltaban lejos, lo enviaban lejos, llevando los pecados del pueblo.
Ambos machos cabríos, el que era sacrificado y también el otro que dejaban vivo y lo enviaban lejos por el desierto, representan al Mesías, a Cristo, el cual se haría pecado por el ser humano y moriría por el pecado del ser humano.
En los días de Jesús todos los seres humanos tenían que morir porque aquel era el tiempo del juicio divino sobre la raza humana, como fue en el tiempo de Noé; por eso Cristo dijo: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, él solo queda; pero si cae en tierra y muere, mucho fruto lleva,” o sea, muchos hijos e hijas de Dios. Si quedaba vivo Jesucristo, si no llevaba a cabo, no se llevaba a cabo la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario por el pecado del ser humano, la raza humana terminaba en ese tiempo.
Pero Cristo tomó el pecado de todos los seres humanos y murió por todos nosotros en la Cruz del Calvario, y eso dio lugar delante de la presencia de Dios que la raza humana continuara viviendo y entrara al Programa de Redención la raza humana, y todo ser humano tuviera la oportunidad de escuchar la predicación del Evangelio de Cristo, lo que Cristo hizo en la Cruz del Calvario muriendo por todos, para así creer en Cristo, recibirlo como Salvador, y confirmar su lugar en la Vida eterna entrando al Reino de Dios, naciendo en el Reino de Dios, porque se entra naciendo del Agua y del Espíritu, naciendo de nuevo, y así nacer como un hijo, como un hijo o una hija de Dios.
Así es lo que ocurre cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, es bautizada en agua en el Nombre del Señor, Cristo lo bautiza con Espíritu Santo, y produce en la persona el nuevo nacimiento. Por eso el Señor Jesucristo nos dice que hay que nacer de nuevo; aun San Juan, capítulo 1, nos dice, versos 11 al 13:
“A lo suyo vino (o sea, Cristo vino al pueblo hebreo, Su pueblo)…
A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.
Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;
los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.”
Y ahora, el nuevo nacimiento ocurre en la persona que recibe a Cristo como Salvador y nace de Dios; no es un nacimiento que él obtiene a través de sus padres terrenales, porque ese nacimiento terrenal no fue un nacimiento a la Vida eterna, sino a una vida temporal, en donde la persona, luego que ya tiene conocimiento; sabe que nació en tal fecha porque sus padres lo dicen y también su acta de nacimiento le dice la fecha de su nacimiento, y luego ese nacimiento terrenal es para vivir una temporada aquí, y no dice ningún libro cuándo será el tiempo en que el cuerpo físico de la persona morirá, porque algunos nacen y mueren a los poquitos días, otros nacen y viven diez, quince, veinte, treinta años, cuarenta años, cincuenta años, sesenta años, setenta años, ochenta años, noventa años, y algunos llegan a cien y otros pasan de cien.
O sea, que nadie puede decir: “Yo voy a buscar a Dios cuando ya tenga cincuenta años o setenta años,” porque no sabe cuándo van a terminar sus días aquí en la Tierra. El momento exacto para la persona buscar a Dios, recibir a Cristo como Salvador, ser bautizado en agua en Su Nombre y Cristo bautizarlo con Espíritu Santo, es cuando la persona escucha la predicación del Evangelio de Cristo y llega ahí al alma de la persona esa Palabra.
Es el Espíritu Santo llevando esa Palabra al alma de la persona y por consiguiente es Cristo por medio de Su Espíritu Santo llamando a la persona. “Si oyes hoy Su Voz, no endurezcas tu corazón,” te está llamando para efectuar el perdón de tus pecados, lo cual Él realizó en la Cruz del Calvario y se hace efectivo en la persona cuando recibe a Cristo como Salvador, y bautizarlo con Espíritu Santo y Fuego y producir en la persona el nuevo nacimiento.
Bien lo dijo Cristo en San Juan, capítulo 10, versos 1 al 30, y sobre todo verso 27 al 30, cuando dice: “Mis ovejas oyen mi Voz y me siguen, y yo las conozco y yo les doy Vida eterna; y no perecerán jamás. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.”
Por lo tanto, las ovejas del Señor son esas personas que tienen sus nombres escritos en el Cielo en el Libro de la Vida del Cordero, los cuales recibirían a Cristo como Salvador y nacerían del Agua y del Espíritu, nacerían en el Reino de Dios, porque ese nuevo nacimiento es del Cielo, del Reino de Dios, del Reino de Cristo.
Así es como la persona nace como un hijo o una hija de Dios, porque el nacimiento físico que obtuvimos en la Tierra no nos coloca como hijos e hijas de Dios que hayamos nacido, sino como hijos de papá y mamá.
El nuevo nacimiento es el que coloca a la persona en el Reino de Dios como un hijo o una hija de Dios. Por lo tanto, es necesario que toda persona conozca estas cosas para que pueda nacer en el Reino de Dios como un hijo o una hija de Dios. Veamos en Colosenses, capítulo 1, lo que nos dice el apóstol San Pablo. Capítulo 1, verso 12 en adelante, dice:
“Con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz;
el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo,
en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.
El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación.
Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la Tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.”
¿Y cómo es posible que por medio de Cristo Jesús haya sido creado el Universo completo y que haya sido creado para Él? Ese es uno de los misterios. Sigue diciendo:
“Y él es antes de todas las cosas…”
¿Recuerdan las palabras de Cristo en San Juan, capítulo 8, verso 56 al 58, cuando estaba hablando con los judíos y le dicen a Jesús ciertas cosas? Y Jesús les dice: “Abraham vuestro padre deseó ver mi día, y lo vio y se gozó.” Le dicen los judíos: “Aún no tienes cincuenta años, ¿y dices que has visto a Abraham?” ¿Jesucristo saben lo que les contestó? “Antes que Abraham fuese, yo soy.”
¿Y cómo era Jesucristo antes de Abraham? No solamente antes de Abraham, San Pablo dice que Él es antes de todas las cosas, antes de la creación, pues la creación fue hecha por Jesucristo antes de venir a la Tierra; billones de años antes de la creación, dice San Pablo, que Cristo era.
“Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten;
y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia;
por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud.”
El apóstol Pablo, un conocedor de las Escrituras, conocía a Jesucristo, y en Hebreos, capítulo 1, verso 1 al 3 dice San Pablo:
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,
en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo.”
El Universo dice San Pablo que fue hecho ¿por medio de quién? De Jesucristo, Él llevó a cabo la creación del Universo:
“…por quien asimismo hizo el universo;
el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia…”
La imagen de Dios es Jesucristo en Su cuerpo angelical, llamado el Ángel del Pacto, llamado el Ángel de Jehová, como lo llaman en muchas Iglesias; el mismo Ángel que le apareció a Moisés en una llama de fuego en un árbol, era nada menos que Cristo en Su cuerpo angelical, y Cristo en Su cuerpo angelical era antes de Abraham, era nada menos aquel que le apareció a Abraham como Melquisedec y bendijo a Abraham; era también el mismo que apareció con dos Ángeles o Arcángeles el día antes de la destrucción de Sodoma y Gomorra por el capítulo 17 y 18 del Génesis y también cuando apareció como Melquisedec en el capítulo 14 del Génesis.
O sea, que Jesucristo era antes que Abraham, antes aún que Adán, y aún antes que toda la creación. Jesucristo es la imagen del Dios viviente, el cuerpo angelical de Dios, el cuerpo teofánico de Dios, y por consiguiente Él en Su cuerpo angelical es el Espíritu Santo, porque un espíritu es un cuerpo de otra dimensión, y el Espíritu Santo es el Ángel del Pacto, y el Ángel del Pacto es Cristo en Su cuerpo angelical donde moraba, mora y morará eternamente Dios.
Por eso cuando aparecía el Ángel del Pacto a Adán, a Abel, a Noé, también a Abraham, a Jacob, con el cual luchó en el capítulo 32 del Génesis, versos 24 al 32, y no lo soltó hasta que el Ángel lo bendijo, ese era Dios en Su cuerpo angelical, y el cuerpo angelical de Dios es Cristo en Su cuerpo angelical.
Es el ser humano creado a imagen y semejanza de Dios, así como Dios es el alma eterna creadora de los Cielos y de la Tierra, creó al hombre, hizo al hombre alma viviente; y así como Dios tiene un cuerpo angelical llamado el Espíritu Santo, le dio al ser humano un cuerpo espiritual llamado el espíritu que tiene la persona.
O sea, que el ser humano interiormente tiene un cuerpo de otra dimensión llamado el espíritu de la persona, por eso cuando Pedro estuvo preso allá en su tiempo, y el Ángel de Dios, Cristo en Su cuerpo angelical, lo libertó de la cárcel, lo sacó fuera, Pedro se fue a la casa donde estaban orando por él, y tocó la puerta, y una joven llamada Rode salió a abrir la puerta, y cuando oyó que era Pedro, de gozo no abrió la puerta, sino que regresó donde estaban todos en la casa orando por Pedro, y les dijo: “Es Pedro el que toca la puerta,” le dicen a la joven Rode: “No es Pedro, estás loca, no es Pedro, es su ángel.”
El ángel de cada creyente en Cristo es un cuerpo angelical en el cual la persona va al Paraíso y sigue viviendo allí hasta la resurrección de los muertos en Cristo, es un cuerpo como el que tenemos nosotros, pero de otra dimensión.
Por eso Cristo en una ocasión dice a Sus discípulos y a las personas que estaban allí presentes, hablando de los creyentes en Cristo, Jesús dice: “Sus ángeles ven el rostro de mi Padre cada día,” Sus ángeles es el cuerpo angelical o espiritual que tiene cada persona que es llamado el espíritu de la persona, y tiene cinco sentidos.
El alma solamente tiene uno y es el libre albedrío para creer o no creer en Dios, en Jesucristo, y tiene el cuerpo físico con cinco sentidos también para desenvolverse en esta Tierra. O sea, que el ser humano es trino: alma, espíritu y cuerpo, porque Dios creó al ser humano a imagen y semejanza Suya. La imagen, el cuerpo espiritual llamado el espíritu de la persona, y en Dios el Espíritu Santo, el Ángel del Pacto, Cristo en Su cuerpo angelical.
Y el cuerpo físico de la persona, con el cual vivimos en esta Tierra y nos da la oportunidad de hacer contacto con Cristo para recibir la Vida eterna de parte de Cristo. El que no aprovecha su tiempo para hacer contacto con Cristo recibiéndolo como Salvador por medio de escuchar la predicación del Evangelio de Cristo, puede decir, si muere antes, puede decir después: “Tan buena oportunidad que tuve en la Tierra viviendo y escuché la predicación del Evangelio del Reino, de Cristo, donde escuché que el que recibe a Cristo como Salvador recibe de parte de Cristo la Vida eterna.” “Mis ovejas oyen mi Voz (el Evangelio de Cristo) y me siguen, y yo las conozco y yo les doy Vida eterna.” Recibimos a Cristo como Salvador luego de escuchar la predicación de Cristo, del Evangelio de Cristo, ¿para qué? Para obtener la Vida eterna, no hay otra forma para el ser humano obtener la Vida eterna y por consiguiente la reconciliación con Dios.
Ahora, vimos que Cristo es antes que todas las cosas, el apóstol Pablo, como el mismo Cristo dio a conocer, el apóstol Pablo está dando a conocer ahí el origen de la creación, y los científicos todavía están buscando el origen de la creación y han descubierto una partícula que le llaman la partícula de Dios, en donde establecen que ese es el comienzo y lo que dio comienzo a la creación.
Para descubrir eso tuvieron que hacer un túnel con un equipo para hacer experimentos con relación a la creación, al origen de la creación. Con una Biblia que vale menos de mil dólares puede leerlo y saber el origen de la creación; por Cristo fueron creadas todas las cosas, Cristo en Su cuerpo angelical, no es un cuerpo de carne, porque Él nunca tuvo un cuerpo de carne propio hasta que nació a través de la virgen María, la mujer más bienaventurada de todas las mujeres, porque tuvo un hijo sin intervención humana, un hijo que fue creado en el vientre de ella por el Espíritu Santo.
Estaba anunciado en la Biblia que una virgen concebiría y daría a luz un niño, y se llamaría Su Nombre: Emanuel, que significa Dios con nosotros.” (Isaías, capítulo 7, verso 14, y San Mateo, por ahí capítulo 2 también habla de lo mismo).
Ahora vean, algunas personas piensan o han pensado, y por eso no han recibido a Cristo como Salvador, que recibir a Cristo como Salvador es bajar de un nivel de la alta sociedad, o bajar de un nivel importante, para ser una persona sin importancia.
Jesucristo es la persona más importante que ha pisado este planeta Tierra, y las personas más importantes que han pisado este planeta Tierra son los creyentes en Cristo nacidos de nuevo, porque estas personas son ciudadanos celestiales, tienen una ciudadanía del Cielo, de Dios. Y vean aquí lo que dice de esas personas, Apocalipsis, capítulo 1, versos 5 al 6:
“Y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la Tierra (¿quién es el soberano de los reyes de la Tierra? Jesucristo)
Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre.”
No hay otra cosa con lo cual o con la cual usted pueda lavar sus pecados, solamente hay una cosa, y es la Sangre del Señor Jesucristo, y el que quiera estar sin pecados delante de Dios necesita la Sangre de Cristo, para lo cual necesita recibir a Cristo como único y suficiente Salvador:
“…y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.”
Vean, y nos hizo ¿qué? Reyes y sacerdotes, reyes y sacerdotes del Reino de Dios, ciudadanos celestiales con el título de reyes y de sacerdotes. Por esa causa el Reino del Mesías y en el Reino del Mesías estas personas que son ciudadanos celestiales estarán con Cristo gobernando en esta Tierra, porque el Reino de Dios celestial se manifestará en la Tierra, será establecido en la Tierra en cumplimiento a las palabras de Cristo que dijo que cuando oremos… en el Padre nuestro dice: “Orad, al orar decid así: Padre nuestro que estás en los Cielos, santificado sea Tu Nombre, venga Tu reino, hágase Tu voluntad como en el Cielo también en la Tierra, venga Tu reino.”
El Reino de Dios en el cual el Mesías Príncipe, Cristo, se sentará en el Trono de David y reinará sobre Israel y sobre todas las naciones, y en ese Reino y para el establecimiento de ese Reino vendrán con Cristo todos los ciudadanos celestiales creyentes en Cristo en el tiempo que les tocó vivir. En el capítulo 5 del Apocalipsis también nos dice, versos 8 en adelante:
“Y cuando hubo tomado el libro (o sea, el Libro de los Sellos), los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos;
y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación;
y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la Tierra.”
Estos son los creyentes en Cristo, los cuales por la Sangre de Cristo han sido limpiados de todo pecado y han sido hechos reyes y sacerdotes del orden celestial, del Orden de Melquisedec. En el capítulo 20 también, versos 4 al 6 del Apocalipsis, dice:
“Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen , y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años.
Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección.
Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.”
Aquí tenemos nuevamente las personas que han sido limpiadas con la Sangre de Cristo, los cuales son reyes y sacerdotes y jueces del Reino celestial, del Reino que va a ser establecido en la Tierra, y que será, ese Reino, representado en el Reino de David; así es representado en la Tierra el Reino de Dios, el Reino de Dios en la Tierra es el Reino de David.
Por eso la promesa de Ezequiel, capítulo 37, versos 15 al 29, será la restauración del Reino de David, en donde el Hijo de David, el Mesías, el Cristo, se sentará y gobernará sobre Israel y sobre todas las naciones, y traerá la paz para Israel y para todas las naciones; ahí es donde la paz permanente será traída a la raza humana, mientras tanto continuarán las guerras, continuarán los problemas militares y políticos y demás problemas en medio de la raza humana.
Habrá también una paz temporal que será establecida por convenios, pactos, humanos, pero que durará poco tiempo. Primera de Tesalonicenses, capítulo 5, versos 1 al 11, nos habla que “cuando digan paz y seguridad, entonces vendrá destrucción repentina como los dolores a la mujer encinta y no escaparán.” Esto ocurrirá, pero los creyentes en Cristo serán llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero con cuerpos eternos, inmortales, cuerpos glorificados y jóvenes para toda la eternidad.
Es importante saber estas cosas que han de suceder y también ver las que ya han sucedido, lo cual afirmará nuestra fe en Cristo y nos preparará para Su venida para la transformación de los que estén vivos, y para los que murieron ya, para su resurrección, y si alguno de nuestro tiempo muere, también para su resurrección.
Recuerden que Jesucristo es la persona más importante que ha pisado este planeta Tierra, Él es antes de todas las cosas y por Él fueron hechas todas las cosas, Cristo y por medio de Cristo en Su cuerpo angelical, el cual luego a través de la Escritura lo vemos manifestándose a través de diferentes hombres, de diferentes profetas, o sea, en cuerpos en donde estaría en forma temporal, y luego estaría en otro cuerpo de otro profeta hasta que tendría Su propio cuerpo de carne el cual es Jesús. Así que Jesucristo es la persona más importante que ha pisado este planeta Tierra, Él es el Rey de reyes y Señor de señores.
Si para una persona es un honor, un privilegio, una bendición, recibir al presidente de su nación, o pedir una cita, una audiencia, con él, y que él la acepte, cuánto mas con el Rey de reyes y Señor de señores, el Rey de toda la creación, y Su Nombre es Señor Jesucristo.
Los que todavía no han tenido una cita, un encuentro, con Jesucristo, lo pueden tener en estos momentos recibiéndolo como único y suficiente Salvador y Él los recibirá en Su Reino, “el que a mí viene yo no le echo fuera,” dijo Jesucristo, por lo tanto, los que todavía no han recibido a Cristo como Salvador, lo pueden hacer en estos momentos y estaremos orando por usted.
¿Cuántos ya lo han recibido, han tenido su encuentro con Cristo? El que no lo ha tenido todavía, lo puede tener recibiéndolo como único y suficiente Salvador. Aunque luego tenga que partir de esta Tierra, habrá sellado Cristo su vida y habrá asegurado a la persona en la Vida eterna en el Reino de Cristo nuestro Salvador.
La labor más grande que se hace en este planeta Tierra es la predicación del Evangelio de Cristo:
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
Es un asunto de creer en Cristo para que Cristo le dé la Vida eterna y así la persona vivir feliz en la Tierra dedicándose a Dios y a su trabajo, a su familia, y en el bien de sus semejantes. Si todos fueran creyentes en Cristo, si todos fueran cristianos creyentes en Cristo, el noventa y nueve por ciento de los problemas que los gobiernos tienen con los ciudadanos, desaparecería.
Los cristianos son la bendición más grande que una nación puede tener, a tal grado que el tiempo de Abraham, cuando Dios descendió con Sus Arcángeles Gabriel y Miguel para la investigación de juicio para luego venir la destrucción de Sodoma y Gomorra, Abraham, por cuanto tenía su sobrino viviendo allá en Sodoma, intercedió por su sobrino, y le dice a Dios, “El Juez de toda la Tierra, ¿destruirá al justo con el injusto? No haga así el Juez de toda la Tierra.”
Y le dice Abraham: “Si hay cincuenta justos allá en Sodoma, allá donde está mi sobrino, ¿destruirás tu la ciudad?” Dios le dice: “No lo destruiré si hay cincuenta justos.” Y Abraham vio que podía obtener misericordia para Lot y los siervos de Lot y para muchas personas allá en Sodoma, para los habitantes de esas ciudades, si Dios encontraba cincuenta justos.
Y Dios hablando con Abraham y Abraham con Él, Abraham le vuelve y le dice: “Y si no hay cincuenta y solamente hay cuarenta, ¿la destruirás?” Dios le dice: “No la destruiré si hay cuarenta justos en la ciudad.”
–“Y si no hay cuarenta, sino solamente treinta justos, ¿destruirás la ciudad?”
–“No la destruiré si hay treinta justos.” Y así sigue bajando Abraham, comienza de cinco en cinco y después de diez en diez, y a lo último… Abraham conocía el caso de Noé en donde ocho personas fueron salvas, salvadas, en el Arca, pero el resto de la humanidad fue destruida por el diluvio.
Por lo tanto Abraham no podía llegar a ocho, y él le pregunta: “Bueno, y si hay solamente diez justos en la ciudad, ¿destruirás la ciudad?” Dios le dice: “No la destruiré si hay diez justos.” Y ahí terminó, porque Abraham le dice: “Solamente una vez más, el último número, ¿si hay diez?”
–“Si hay diez no la destruiré.” Pues Abraham quizás pensó: “Ya Lot debe tener muchos hijos y nietos ya, así que si no tiene cincuenta, y solamente tiene cuarenta, pues se salvará la ciudad, y si no tiene cuarenta sino treinta, también se salvará, y si no tiene treinta sino veinte, se salvará, y si no tiene nada más que diez, se salvará.”
Pero no hubo diez, solamente Lot y su esposa y sus dos hijas: cuatro personas solamente, menos que en el tiempo de Noé, y esto es muy importante porque Cristo dijo que la venida del Hijo del Hombre será como en los días de Noé y como en los días de Lot. Por lo tanto, es muy importante ver que estamos viviendo en los días o como en los días de Noé y como en los días de Lot, la humanidad está como en los días de Noé y como en los días de Lot.
Y ahora, no hubo misericordia para esas ciudades porque no hubo ni diez justos en esa ciudad, solamente Lot, su esposa y sus dos hijas, y para colmo, la esposa de Lot con su corazón apegado a las cosas materiales, por lo cual se volvió una estatua de sal; cuando iba huyendo se puso a mirar hacia atrás. “El que pone su mano en el arado y mira hacia atrás, no es apto para el Reino,” no fue apta para sobrevivir al juicio que cayó sobre Sodoma y Gomorra.
Estamos viviendo como en los días de Noé y como en los días de Lot, porque estamos viviendo en el tiempo para la Venida del Hijo del Hombre. Y ese es un misterio muy grande, el tema de la Venida del Hijo del Hombre, pues dice Cristo: “Orad que seáis tenidos por dignos de evitar todas estas cosas que sobrevendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.” (San Lucas, capítulo 21, versos 30 al 36).
Por lo tanto, es importante estar preparado para la venida, para el regreso, del Señor, para la Venida del Hijo del Hombre, para la Venida del Ángel del Pacto que está prometido para venir en el Día Postrero que es el séptimo milenio de Adán hacia acá al cual ya hemos entrado conforme al calendario gregoriano, y ya llevamos doce años dentro del Día Postrero conforme al calendario gregoriano, el séptimo milenio de Adán hacia acá, porque un día delante del Señor es como mil años, y mil años como un día.” (Segunda de Pedro, capítulo 3, verso 8; y Salmo 90, verso 4).
En los diferentes países que están conectados vía satélite o por internet, pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo para que queden incluidos en la oración que estaremos haciendo dentro de algunos momentos. Vamos a estar puestos en pie para la oración por todas las personas que han venido a los Pies de Cristo nuestro Salvador.
Es una bendición grande confesar a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador, públicamente, recuerden que Cristo dijo: “El que me confesare delante de los hombres, yo le confesaré delante de mi Padre que está en los Cielos.” Pero también dice: “Mas el que me negare delante de los hombres, yo le negaré delante de mi Padre que están en los Cielos.” (San Mateo, capítulo 10, versos 30 al 33). Vamos a verificar esa cita para confirmarle la cita, pues cada persona tiene que enfrentarse a la realidad porque está en juego el futuro eterno de la persona y por consiguiente es lo más importante: la persona ocuparse de su futuro eterno, para lo cual lo asegura recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador. Estaba correcta la cita, capítulo 10, verso 32 al 33:
“A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos.
Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos.”
Todos queremos que Cristo nos confiese delante del Padre celestial como creyentes en Él, en Cristo, que lo hemos recibido como nuestro único y suficiente Salvador para que así el Padre nos dé entrada a Su Reino eterno, a Su Reino de inmortalidad, pues todos queremos vivir eternamente.
Ya estamos en esta Tierra y estamos conscientes de que existimos y tenemos que saber que hay la oportunidad de vivir eternamente con Cristo en Su Reino. Si el cuerpo físico muere, San Pablo dice: “Tenemos un edificio no hecho de manos,” o sea, un cuerpo espiritual, un cuerpo angelical, y un cuerpo físico inmortal, incorruptible, glorificado, que Él dará a todos los creyentes en Él en la resurrección de los muertos en Cristo y transformación de los que estamos vivos.
O sea, que la única esperanza para el ser humano es Jesucristo, y en cuanto a eventos: Su venida en el Día Postrero es la esperanza para los creyentes en Cristo, para la Iglesia del Señor Jesucristo.
Ya vamos a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo en los diferentes países, pueden estar puestos en pie también para la oración por las personas que han venido a los Pies de Cristo nuestro Salvador, para lo cual levantamos nuestras manos, y con nuestros ojos cerrados:
Padre celestial, en el Nombre del Señor Jesucristo vengo a Ti con todas estas personas que han recibido a Cristo como único y suficiente Salvador. Te ruego los recibas en Tu Reino. En el Nombre del Señor Jesucristo Te lo ruego.
Y ahora, repitan conmigo esta oración los que han venido a los Pies de Cristo:
Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón. Creo en Ti con toda mi alma, creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo dado a los hombres en que podemos ser salvos, creo en Tu primera Venida y creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.
Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador. Doy testimonio público de mi fe en Ti y de Tu fe en mí y Te recibo como mi único y suficiente Salvador. Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado y me bautices con Espíritu Santo y Fuego, luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre y produzcas en mí el nuevo nacimiento.
Quiero nacer en Tu Reino, quiero vivir eternamente contigo en Tu Reino, haz realidad en mí la salvación que ganaste en la Cruz del Calvario para mí. Te lo ruego Señor; Señor sálvame, haz realidad Tu salvación en mí, Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.
Con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, todos decimos: ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén.
Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados, y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado porque ustedes le han recibido como vuestro único y suficiente Salvador. Ustedes me dirán: “Quiero ser bautizado en agua en el Nombre del Señor lo más pronto posible, porque Él dijo: ‘El que creyere y fuere bautizado, será salvo.’ ¿Cuándo me pueden bautizar?” es la pregunta desde lo profundo de vuestro corazón. Por cuanto ustedes han creído en Cristo de todo corazón, bien pueden ser bautizados, y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.
Para lo cual es importante entender también que el agua en el bautismo no quita los pecados, es la Sangre de Cristo la que nos limpia de todo pecado. El bautismo en agua es tipológico: cuando le persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; y cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, tipológicamente está siendo sepultado; y cuando el ministro lo levanta de las aguas bautismales, está resucitando a una nueva vida, a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno.
Tan sencillo como eso es el simbolismo del bautismo en agua. El bautismo en agua es simbólico, tipológico, es un mandamiento del Señor Jesucristo, por eso en el bautismo en agua la persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección; ahí tienen el simbolismo del bautismo en agua en el Nombre del Señor.
Así es como nos identificamos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. Comprendiendo el simbolismo del bautismo en agua, el porqué Él ordenó que sean bautizados todos los que lo reciben como Salvador, bien pueden ser bautizados y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento, y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el glorioso Reino de Jesucristo nuestro Salvador.
Dejo al reverendo Andrés Cruz Gallego para que les indique cómo hacer para ser bautizados, y en cada país y en cada lugar dejo al ministro correspondiente para que así les indique cómo hacer para ser bautizados en agua en el Señor Jesucristo en estos momentos.
Continúen pasando todos una tarde feliz, y nos veremos eternamente en el Reino de Cristo nuestro Salvador.
“CIUDADANOS CELESTIALES PREPARÁNDOSE PARA SU REGRESO.”