Muy buenos días, amables amigos y hermanos presentes, y los que están a través del satélite Amazonas o de internet en diferentes naciones, ministros e iglesias.
Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre ustedes y sobre mí también, y en esta ocasión nos hable Su Palabra y nos permita entenderla. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Leemos en el libro de los Hechos, capítulo 1, versos 1 en adelante, donde nos dice de la siguiente manera:
“En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar,
hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido;
a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios.
Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí.
Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.
Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?”.
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
“LA RESTAURACIÓN DEL REINO DE DIOS”.
Esa es una pregunta muy grande que ha estado en el corazón de Israel, el pueblo hebreo, y también del cristianismo, porque la Escritura nos habla de la restauración del Reino de Dios en la Tierra.
El mismo Jesucristo dice a Sus discípulos, enseñándoles a orar a ellos, que cuando oren digan: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea Tu Nombre. Venga Tu Reino”. O sea, que les habla de la Venida del Reino y que oren por la Venida del Reino de Dios a la Tierra.
El Reino de Dios lo tuvo Adán al principio, y por causa del pecado perdieron la bendición del Reino y de toda la herencia divina; y el Título de Propiedad de toda la herencia de Dios para el ser humano, regresó a la diestra de Dios.
Y ese Libro sellado con siete sellos, que aparece en Apocalipsis, capítulo 5, y que el Cordero, que es Cristo, toma y lo abre en el Cielo y luego lo trae a la Tierra y lo entrega a un hombre: allá cuando lo entrega a Juan el apóstol es tipo y figura de Cristo entregándolo en la Tierra a Su Iglesia bajo el ministerio que tenga la Iglesia, o tenga Cristo en Su Iglesia, en el Día Postrero, en el tiempo en que esto ocurra en medio del cristianismo.
Así será que el reclamo del Reino de Dios que estaba en la Tierra y que le fue dado a Adán y que él lo perdió, será restaurado en el Día Postrero con la venida del Ángel Fuerte que desciende del Cielo; el cual es Cristo con el Librito abierto en Su mano, el Libro sellado con siete sellos, el cual ya lo habrá abierto en el Cielo en el Día Postrero o séptimo milenio de Adán hacia acá, o tercer milenio de Cristo hacia acá, que es el Día Postrero delante de Dios, que para los seres humanos… un día delante de Dios, para los seres humanos son mil años, un día milenial.
Segunda de Pedro, capítulo 3, verso 8, dice que “un día delante del Señor es como mil años, y mil años como un día”, y también en el libro de los Salmos nos habla de esto mismo.
Por lo tanto, es importante saber estas cosas para no fallar en este tiempo en el cual vivimos, y estar conscientes del tiempo en que vivimos y de las cosas que deben suceder en este tiempo.
Este es el tiempo más glorioso de la historia del cristianismo, es el tiempo más glorioso para el pueblo hebreo, es el tiempo más glorioso para y del Reino de Dios; por eso le he llamado siempre la Edad de Oro o Etapa de Oro del cristianismo, de la Iglesia del Señor Jesucristo.
Es el tiempo en donde las promesas correspondientes al Día Postrero van a estar cumpliéndose gradualmente y consecutivamente en la Iglesia del Señor Jesucristo; y también las que corresponden al pueblo hebreo también se cumplirán conforme al Programa Divino; porque así como hay una restauración para la Iglesia del Señor Jesucristo, hay una restauración también para Israel. El Salmo 80 es un clamor por esa restauración, pues dice:
“Oh Pastor de Israel, escucha;
Tú que pastoreas como a ovejas a José,
Que estás entre querubines, resplandece.
Despierta tu poder delante de Efraín, de Benjamín y de Manasés,
Y ven a salvarnos.
Oh Dios, restáuranos;
Haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos.
Jehová (o sea, Señor), Dios de los ejércitos,
¿Hasta cuándo mostrarás tu indignación contra la oración de tu pueblo?
Les diste a comer pan de lágrimas,
Y a beber lágrimas en gran abundancia.
Nos pusiste por escarnio a nuestros vecinos,
Y nuestros enemigos se burlan entre sí.
Oh Dios de los ejércitos, restáuranos;
Haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos”.
Es aquí un clamor por la restauración de Israel; lo cual será con Dios, el rostro de Dios resplandeciendo sobre Israel y para Israel.
Tenemos muchas bendiciones divinas prometidas para los creyentes en Cristo; y por consiguiente es importante saber cuáles son todas esas promesas, para que se hagan una realidad en medio de los creyentes en Cristo, en medio del cristianismo; y también las que corresponden a Israel se hagan una realidad con Israel, que como nación es el pueblo unigénito – primogénito de Dios; no unigénito: primogénito; porque después del primogénito vienen los demás; e Israel es el modelo de pueblo que Dios ha colocado para que los demás pueblos que vendrán a entrar al Reino de Dios, sean como Israel. Ahí tenemos el modelo.
Dios dijo en Éxodo, capítulo 4, verso 22: “Israel es mi hijo, mi primogénito”.Así también Israel es la Iglesia: los sacados fuera de Egipto y de la esclavitud allá en Egipto para venir a formar una nación poderosa.
La Iglesia del Señor Jesucristo es el pueblo bajo el Nuevo Pacto, la Iglesia del Nuevo Pacto, la Iglesia del Nuevo Testamento, la Iglesia primogénita de Dios. Los primogénitos escritos en el Cielo que la forman o la componen, esos son los creyentes en Cristo, primogénitos de Dios escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero; son los primeros, juntamente con Cristo, los primeros que estuvieron en la mente de Dios; son los primogénitos en la mente de Dios, son los primogénitos en el Libro de la Vida del Cordero, son los primogénitos del Nuevo Pacto que Él establecería con Su pueblo.
Así también hay una restauración para la Iglesia del Señor Jesucristo en el campo espiritual, y luego en el campo físico también habrá una restauración a la vida eterna física, de todos los creyentes en Cristo que forman la Iglesia del Señor Jesucristo. Y así será la restauración del Reino de Dios, al cual han estado entrando los hijos del Reino, representados en el trigo, de la parábola del trigo y de la cizaña de San Mateo, capítulo 13, en donde en el verso 38 (de ese capítulo 13 de San Mateo) Cristo dice que el trigo son los hijos del Reino.
Los hijos del Reino son colocados en el Reino de Dios por medio del nuevo nacimiento, del cual Cristo dijo a Nicodemo en el capítulo 3, versos 1 al 6, de San Juan: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios”.
Es naciendo del Evangelio de Cristo y del Espíritu Santo, que la persona entra al Reino de Dios. No hay otra forma para entrar al Reino de Dios: es naciendo en el Reino de Dios; así como para nosotros entrar a este reino terrenal en el cual vivimos tuvimos que nacer, para lo cual tuvimos que ser engendrados por nuestro padre terrenal en nuestra madre terrenal.
Y para nacer del Cielo, nacer en el Reino de Dios, es por medio de la unión de Cristo (el segundo Adán) con Su Iglesia (la segunda Eva). Por medio de la Palabra creadora que le es hablada a Su Iglesia, de edad en edad, el Espíritu Santo hablando esa Palabra de edad en edad, Cristo en Espíritu Santo en Su Iglesia produce el nuevo nacimiento de cada uno de los que nacerán en el Reino de Dios; Reino que está en la esfera espiritual.
Esos son los hijos del Reino, los creyentes en Cristo nacidos de nuevo, los cuales han sido trasladados del reino de las tinieblas, del reino de este mundo, al Reino de Dios. Colosenses, capítulo 1, nos habla de esto, verso 12 en adelante dice:
“… Con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz;
el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo”.
O sea que Dios por medio de Cristo nos trasladó al Reino de Jesucristo por medio del nuevo nacimiento producido en la Iglesia del Señor Jesucristo, que es Su Esposa, Su Novia, a través de la cual se ha estado reproduciendo Cristo en millones de hijos e hijas de Dios.
Los creyentes en Cristo nacidos de nuevo, desde el Día de Pentecostés hacia acá son los hijos del Reino, son los escogidos, los elegidos, los predestinados escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, de los cuales habla San Pablo en Hebreos, capítulo 12, versos 22 en adelante, donde dice:
“… sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles,
a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos”.
La congregación de los primogénitos que están inscritos en los Cielos son los creyentes en Cristo, los primogénitos, la congregación de los primogénitos, la Iglesia de los primogénitos: que son los creyentes en Cristo los cuales forman la Iglesia del Señor Jesucristo, los cuales han sido trasladados del reino de las tinieblas al Reino de Dios, al Reino de Luz, al Reino de Jesucristo nuestro Salvador. Por eso San Pablo dice en Filipenses, capítulo 3, versos 20 al 21:
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos…”.
¿Por qué nuestra ciudadanía está en los Cielos? Porque la persona es ciudadano del lugar que nace; como personas terrenales somos ciudadanos del país donde hemos nacido, y como creyentes en Cristo nacidos de nuevo somos ciudadanos del Cielo, porque el nuevo nacimiento es del Cielo; por eso San Pablo dice:
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya…”.
O sea, para que sea semejante, para que sea igual al cuerpo glorificado que Él tiene. O sea, para que tengamos un cuerpo glorificado eterno, inmortal, incorruptible y joven para toda la eternidad.
Esa es la meta de Dios, la meta de Dios por medio de Cristo: que todos seamos a imagen y semejanza de Jesucristo nuestro Salvador, y así seamos a imagen y semejanza del segundo Adán, de Cristo nuestro Señor. Sigue diciendo [Hebreos]:
“… a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos…”.
Los espíritus de los creyentes en Cristo, de los justos, porque han sido justificados por la fe, porque “el justo por la fe vivirá”; los espíritus de los justos hechos perfectos, tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, y tienen un cuerpo espiritual, angelical, un espíritu celestial, han recibido un espíritu celestial al recibir el Espíritu Santo; y por consiguiente tienen un espíritu perfecto: los espíritus de los justos hechos perfectos.
“… a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel”.
Ahora, vean todo esto tan grande que San Pablo habla de la Iglesia del Señor Jesucristo compuesta por todos los creyentes en Cristo. Lo más grande que Dios tiene es a Cristo, y lo más grande que Cristo tiene es Su Iglesia; por lo tanto, hay grandes bendiciones para los creyentes en Cristo.
Así como Él ha estado restaurándonos espiritualmente, produciendo el nuevo nacimiento en millones de personas que han escuchado la predicación del Evangelio de Cristo y lo han recibido como Salvador, han sido bautizados en agua en Su Nombre y Cristo los ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego; y ha producido el nuevo nacimiento en todas esas personas (que son millones desde el tiempo de los apóstoles hacia acá), los ha colocado dentro del Nuevo Pacto, han sido rociados con la Sangre del Nuevo Pacto, la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador, y así han sido limpiados de todo pecado y han sido justificados ante Dios.
Así hemos recibido una restauración espiritual, hemos sido reconciliados con Dios para vivir eternamente en el Reino de Dios.
Y luego viene una restauración física a la vida eterna física, que será la adopción o redención del cuerpo, de la cual habla San Pablo en Romanos, capítulo 8, versos 14 al 39, por la cual clama toda la Creación, clama toda la Creación por la manifestación gloriosa de los hijos de Dios; esto es por la adopción, la adopción como hijos e hijas de Dios con cuerpos eternos y glorificados, lo cual será la redención del cuerpo, en donde obtendremos la inmortalidad física al recibir nuestra transformación los que estemos vivos, y los que murieron: la resurrección en cuerpos eternos.
Y así estaremos restaurados físicamente en el Reino de Dios con vida eterna espiritual y vida eterna física también; y así estaremos con Cristo una temporada aquí en la Tierra, unos 30 a 40 días en el cuerpo nuevo; y después nos iremos con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero, por tres años y medio, mientras pasa la tribulación o juicios divinos sobre la humanidad, sobre este planeta Tierra; y será renovado el planeta Tierra para el Reino del Mesías con Su Iglesia, con los hijos del Reino; y gobernará sobre Israel y sobre todas las naciones, Cristo con Su Iglesia por mil años; y eso será la luna de miel, el regreso al Huerto del Edén.
Adán no pudo vivir mil años luego que pecó, pero Cristo con Su Iglesia vivirá en la Tierra por mil años, y mostrará que ya se ha llevado a cabo la restauración de todos los creyentes en Cristo; y luego vendrá el Juicio Final y luego se entra de lleno a la eternidad.
Y entonces en el territorio de Israel se levantará una montaña muy alta, que será de unos 1500 de alto, y lo mismo de ancho, y así por el estilo; y eso será la Jerusalén, la Nueva Jerusalén en la Tierra, serán los cuarteles generales del Mesías y Su Iglesia; también estarán ahí los patriarcas, también estarán allí Abraham, Isaac, Jacob; esa era la ciudad que Abraham estaba buscando.
Y el Mesías estará allí gobernando por toda la eternidad; Dios estará allí, en la parte alta de esa montaña y de ese Reino, gobernando por toda la eternidad, y así se convertirá el planeta Tierra en el centro de gobierno del universo completo.
El planeta Tierra es el más importante de todos los planetas, aunque sea tan pequeño y haya tantos problemas en la Tierra; no importa: los planes de Dios siguen hacia adelante y se cumplirá todo el Programa Divino.
Por lo tanto, Dios nos ha colocado en el mejor lugar, en el planeta más importante, para vivir y para Él llevar a cabo en nuestras vidas Su Programa, Su propósito de vida eterna.
Israel tiene una bendición grande también, porque como nación es el hijo primogénito de Dios, como nación; por lo tanto, para Israel hay grandes bendiciones en este tiempo final. Israel será restaurado al Reino de David, y por consiguiente el Reino de David será restaurado a Israel con las doce tribus completas; aunque se perdieron, pero Dios dice que Él es el Salvador, el Redentor; por lo tanto, tiene que perderse algo para que Dios pueda manifestarse como Redentor, como Salvador.
El cristianismo y el judaísmo van a tener un entrelace grande, porque en el tiempo final y para el tiempo final hay bendiciones que recibirá la Iglesia del Señor Jesucristo, las cuales también Israel las está esperando; como la Venida del Mesías, la Venida del Ángel Fuerte que desciende del Cielo en Apocalipsis, capítulo 10, que es la Venida del Señor. E Israel va a ver al Señor viniendo por Su Iglesia y dirá: “¡Ese es el que nosotros estamos esperando!”. Pero luego él va a conocer el misterio de por qué vendrá a la Iglesia el Señor.
Israel va a ser restaurado al Reino de Dios, al Reino del Mesías, al Reino de David; y el Reino de Dios, el Reino de David, será restaurado a Israel.
Luego también habrá una restauración a todo lo que perdió Adán y Eva en el Huerto del Edén, así estaremos restaurados al Edén al ser restaurados o colocados en el Reino del Mesías, el Reino Milenial.
Por lo tanto, conscientes de que hay una promesa de restauración de todas las cosas, le damos gracias a Dios por vivir en este tiempo. Por más que haya cosas por las cuales quejarnos en este tiempo, nos ha tocado el mejor tiempo; y si a alguien no le gusta este tiempo, pues no puede hacer nada, Dios fue el que determinó que usted viviera en este tiempo.
Este es el tiempo en que todos los profetas y justos desearon ver y vivir, porque este es un tiempo paralelo al tiempo de la Primera Venida de Cristo, este es un tiempo de edad o tiempo de oro del Programa Divino, este es el tiempo más glorioso de todos los tiempos.
Así como Él en Su Primera Venida vino a Israel —que es la Iglesia del Pacto Antiguo que fue dado en el monte Sinaí— para el Día Postrero está señalado venir a Su Iglesia del Nuevo Pacto. Al final de las diferentes etapas o edades de la Iglesia viene a Su Iglesia, y eso será una Edad de Oro para la Iglesia del Señor Jesucristo.
Así como vimos a Cristo viniendo a Su Iglesia del Antiguo Testamento, del Antiguo Pacto, lo vimos viniendo dos mil años atrás y teniendo un precursor llamado Juan el Bautista, que vino anunciando que después de él vendría uno mayor que él, del cual él no era digno de desatar la correa de Su calzado y el cual les bautizaría con Espíritu Santo y Fuego; así también envió en este tiempo final al reverendo William Branham como precursor de la Segunda Venida de Cristo, y con su Mensaje precursa la Segunda Venida de Cristo.
Por lo tanto, será como está señalado en el Mensaje del precursor de la Segunda Venida de Cristo, así como la Primera Venida de Cristo fue conforme a como fue predicado, anunciado, profetizado por Juan el Bautista, precursor de la Primera Venida de Cristo.
A través de la Escritura, del Evangelio, vemos la Venida de Cristo, del Mesías, allá en Israel, viniendo a Su Iglesia del Antiguo Pacto (el pueblo hebreo) en la Edad de Oro de la Iglesia del Pacto Antiguo que recibieron en el monte Sinaí.
Y así como hemos visto Su Venida para redimir muriendo en la Cruz del Calvario, viniendo al pueblo hebreo, el pueblo hebreo verá la Segunda Venida de Cristo viniendo a Su Iglesia del Nuevo Pacto en la Edad de Oro, luego del ministerio del precursor de la Segunda Venida de Cristo, el reverendo William Branham.
Tan sencillo como eso será todo, porque será paralelo en todo, a lo que fue la Primera Venida de Cristo enviando un precursor y después enviando al Mesías. Recuerden que Mesías lo que significa es: Ungido. El Ungido: el Mesías.
Por lo tanto, Israel va a ver algo grande en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo en este tiempo final; y todo eso va ligado a las visiones y profecías dadas por todos los profetas desde Adán hasta el reverendo William Branham, en donde todo va a llegar a la cúspide del Programa Divino y en donde se van a ver muchas promesas, muchas profecías, siendo cumplidas. Entre ellas: la Venida del Señor, la resurrección de los muertos en Cristo, la transformación de los que estén vivos, una manifestación plena de Dios en medio de Su Iglesia, el rapto o arrebatamiento de la Iglesia para ir a la Cena de las Bodas del Cordero, a la Casa de nuestro Padre celestial.
Y también viene la profecía de una Gran Carpa Catedral que le fue mostrada al reverendo William Branham. Él fue transportado al tiempo en que esa Carpa Catedral estaba funcionando, en donde se estaba predicando el Evangelio (por lo tanto es en medio del cristianismo) y en donde se estaba dando la oportunidad que las personas vinieran a Cristo; por lo tanto, habrá oportunidad de salvación, ya sea para las personas que pasarán por la gran tribulación pero que darán sus vidas sin negar a Cristo.
Si todavía no han sido transformados los escogidos, pues se completará el número de escogidos también ahí; si ya estarán completos y han sido transformados, de todos modos estaremos allí también, en el cumplimiento de esa Gran Carpa Catedral.
Siendo que corresponde al cristianismo, pues a Dios le corresponde cumplir lo que Él ha prometido, y al cristianismo, a la Iglesia, le corresponde construirla; tan sencillo como eso, porque las manos y la boca de Cristo son los miembros de Su Iglesia. Así como Dios obró por medio de Cristo, Cristo en Espíritu Santo obra por medio de Su Iglesia.
Se volverá a los días apostólicos, a los días de los apóstoles, se volverá a tener todo lo que tuvieron los – en el tiempo de los apóstoles todo lo que tuvo la Iglesia, más lo que le faltó tener, que será la resurrección y la transformación, porque será un tiempo de restauración de todas las cosas para la Iglesia del Señor Jesucristo y para, luego, el pueblo hebreo también.
El tiempo de restauración para todas las cosas, el tiempo para la Venida del Señor, para Él restaurar todas las cosas.
El libro de los Hechos, capítulo 3, versos 18 al 23, dice:
“Pero Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas, que su Cristo había de padecer.
Así que, arrepentíos y convertíos…”.
San Pedro predicando lleno del Espíritu Santo, dice:
“Así que arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio,
y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado;
a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas”.
Hasta el tiempo de la restauración de todas las cosas es que Él estará en el Cielo, pero en el tiempo de la restauración de todas las cosas Su Venida tiene que ser cumplida.
Y ya estamos en el tiempo para la restauración de todas las cosas: para la restauración de la Iglesia del Señor Jesucristo a la vida eterna física con cuerpos glorificados, a la restauración de la Iglesia a todo lo que se ha perdido durante todo el tiempo después del tiempo de los apóstoles, a la restauración de la Palabra, de la cual cayó la Iglesia del Señor Jesucristo, como Eva cayó de la Palabra allá en el Huerto del Edén.
Por lo tanto, la Iglesia del Señor Jesucristo, siendo la segunda Eva, será restaurada por el segundo Adán, Cristo, a como era en el tiempo de los apóstoles, y será restaurada físicamente también a la vida eterna en cuerpos eternos y glorificados.
Estando nosotros viviendo en el tiempo para la restauración de todas las cosas, es importante que estemos con nuestras cabezas levantadas al Cielo, nuestra mente levantada al Cielo, a las cosas de Dios, con nuestros ojos bien abiertos conociendo lo que Dios ha prometido para nuestro tiempo, para Su Iglesia; y creyéndolo todo para que se haga una realidad en la vida de cada creyente y en la vida de la Iglesia del Señor Jesucristo como Cuerpo Místico de creyentes.
Es para los días de la restauración de todas las cosas que la promesa de la Venida del Señor está marcada en el Programa Divino.
Vean, en el capítulo 17 de San Mateo, cuando Cristo descendió del Monte de la Transfiguración con Pedro, Jacobo y Juan, le preguntan Sus discípulos en el capítulo 17 de San Mateo, versos 10 en adelante:
“Entonces sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por qué, pues, dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero?
Respondiendo Jesús, les dijo: A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas”.
Para la restauración de todas las cosas, vean, el ministerio de Elías tiene que estar presente.
“Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron…”.
Habla de un Elías que vendrá para la restauración de todas las cosas, y luego habla de un Elías que había venido en esos días, el cual era Juan el Bautista.
“Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos.
Entonces los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista”.
Pero ya Cristo también, en el capítulo 11 de San Mateo, les había hablado de Juan el Bautista. Capítulo 11, verso 7 en adelante, dice:
“Mientras ellos se iban, comenzó Jesús a decir de Juan a la gente: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?
¿O qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que llevan vestiduras delicadas, en las casas de los reyes están.
Pero ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta.
Porque éste es de quien está escrito:
He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz,
El cual preparará tu camino delante de ti.
De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él.
Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan.
Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan.
Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir”.
Ya Jesús lo había identificado en el capítulo 11 hablándole a la gente, y todavía ellos no sabían, no se habían dado cuenta que Juan el Bautista era el Elías que tenía que venir en aquellos días.
Y él vino por cuarta vez: el Espíritu Santo operando ese ministerio en el reverendo William Branham; y a muchas personas se les escapó también, pero hubo gente que lo reconoció.
Y está prometido que vendrá por quinta ocasión juntamente con el ministerio de Moisés. Por lo tanto, el Espíritu Santo estará operando el ministerio de Moisés y el ministerio de Elías en el Día Postrero, en el tiempo para la restauración de todas las cosas.
Este es el tiempo más grande de todos los tiempos. Estos ministerios de Moisés para el Día Postrero, y de Elías por quinta vez, tendrá que ver con el pueblo hebreo. Serán esos ministerios de Moisés y Elías los que impactarán el corazón de Israel y el corazón de cada judío como individuo; pero primero le toca a la Iglesia del Señor Jesucristo.
“LA RESTAURACIÓN DEL REINO DE DIOS”.
En ese Reino de Dios, el Reino del Mesías, los creyentes en Cristo, los cuales han sido lavados por la Sangre de Cristo, nos dice la Escritura lo que será de ellos. Capítulo 1 del Apocalipsis, verso 5 en adelante, dice:
“… y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la Tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre,
y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén”.
Cristo nos lavó con Su Sangre preciosa, nos limpió de todo pecado con Su Sangre, y nos ha hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes; por lo tanto, esa posición de reyes y sacerdotes la veremos físicamente manifestada en el Reino del Mesías.
Y mientras llega esa etapa, por cuanto estamos en una etapa espiritual desde el Día de Pentecostés hacia acá, en el campo espiritual somos reyes y también sacerdotes y jueces. En el capítulo 5 del Apocalipsis, versos 8 en adelante, dice:
“Y cuando hubo tomado el libro…”.
Esto es cuando Cristo, el Cordero, toma el Libro de la diestra de Dios, ese Título de Propiedad sellado con siete sellos; y el que tiene el título de propiedad a su nombre es el dueño de la propiedad; y el que tiene el Título de Propiedad de los Cielos y de la Tierra, el Título de Propiedad de la vida eterna, es el dueño de los Cielos y de la Tierra, de toda la Creación, porque por medio de Él y para Él fueron creadas todas las cosas, por medio de Cristo, el Ángel del Pacto.
“Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos;
y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación;
y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la Tierra”.
Ahí es donde físicamente, literalmente o físicamente, el título de reyes, de sacerdotes y de jueces, estará manifestado en el Reino del Mesías. Y también en el capítulo 20 del Apocalipsis nos dice, versos 4 en adelante:
“Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años (Reinaron ¿con quién? Con Cristo).
Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección.
Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años”.
Así que en el Reino del Mesías, los creyentes en Cristo que forman la Iglesia-Novia del Señor Jesucristo estarán como reyes, como sacerdotes y como jueces, reinando con el Mesías-Príncipe sobre toda la Tierra, todas las naciones, toda la familia humana. El Reino pertenece al Mesías y Su Iglesia.
La capital será Jerusalén, y desde ahí se gobernará sobre todas las naciones, por eso será un Reino judío. Allí estarán todos y la Iglesia del Señor Jesucristo en cuerpos glorificados; no necesitarán nada de ninguna persona, sino que estará para ayudar a Israel y a todas las naciones. Estando en Israel, también, vean ustedes, es parte de Israel.
Todo creyente en Cristo es un hijo de Abraham, y por consiguiente es del Israel espiritual, que cree la Palabra, que cree no solamente el Pacto dado en el monte Sinaí, sino también en el Pacto dado en el Monte de Sion, dado allá en Jerusalén como estaba prometido que se llevaría a cabo allá en Jerusalén en el Monte de Sion. De allá saldrá la Ley, del Monte de Sion, de allá se escuchará la Voz de Dios, la Voz del Mesías, desde allá rugirá.
Podemos ver que desde allá salió el Mensaje de Dios para toda la humanidad, Mensaje de salvación y vida eterna, que es el Evangelio del Señor Jesucristo, el Evangelio de nuestra salvación.
“De Sión vendrá el Libertador,
Que quitará de Jacob la impiedad”1.
El monte de Sion también, que es todo Jerusalén, también representa tipológicamente a la Iglesia del Señor Jesucristo.
Por lo tanto hay una bendición grande para la Iglesia del Señor Jesucristo y para el pueblo hebreo también: son parte de Israel los creyentes en Cristo nacidos de nuevo, la Iglesia del Señor Jesucristo es parte de Israel, nació en Israel.
¿Vieron qué sencillo? Si la Iglesia del Señor Jesucristo nació en Israel, en Jerusalén, la Iglesia del Señor Jesucristo es de Israel, nació en Israel; y por el nacimiento que tuvo, vean, si le quieren llamar que es judía, es judía; pero que se compone de judíos y gentiles que son adoptados en el Reino de Dios. Ese es el Reino del cual Cristo dijo: “El Reino de Dios será quitado de vosotros y dado a otra gente que produzcan los frutos de él”. (San Mateo, capítulo 21, verso 43).
Y ahora, podemos ver todo nuestro tema: “LA RESTAURACIÓN DEL REINO DE DIOS”. Si hay un Reino, pues tiene que haber gente, los miembros de ese Reino, los creyentes en Cristo; y luego, en el Reino literal que se establezca en la Tierra, todas las naciones estarán bajo el gobierno de ese Reino.
Y así se llevará a cabo todo lo que corresponde a ese Reino por mil años, y luego el Juicio Final, en donde la Tierra luego pasará por fuego; luego todas las personas son juzgadas en el Juicio Final, luego el planeta Tierra pasará por fuego y habrá una transformación para el planeta Tierra también, como la habrá antes de la gran tribulación para los creyentes en Cristo que serán transformados de mortales a inmortales.
La Tierra también pasará por esa transformación, para luego por toda la eternidad existir, y estar Dios, estar Cristo; y desde ahí gobernar no solamente sobre el planeta Tierra, sino sobre todo el universo, sobre toda la Creación.
Así que, por lo que vemos, estamos comenzando; la raza humana es muy joven: ha entrado al séptimo milenio la raza humana, y lleva pocos años dentro del séptimo milenio de Adán hacia acá.
Si los científicos… como los científicos han encontrado esqueletos de seres que vivieron hace miles, miles y otros millones de años, y dicen que eso era el hombre, el ser humano antes… Antes del ser humano hubo una raza animal que hablaban, razonaban, tenían conocimiento; ese es el eslabón entre el ser humano y los animales, la raza animal.
Ese eslabón fue la raza de la serpiente, que, por la maldición que Dios le echó al hacer pecar al ser humano, vino a ser un reptil; pero antes era parecida al ser humano. La diferencia que hubo entre la raza de la serpiente y la raza humana, es que la raza animal no tenía alma, porque la raza animal no era a imagen y semejanza de Dios; el ser humano es el único creado a imagen y semejanza de Dios, por eso es tan importante el ser humano, por eso es la corona de la Creación.
Y ahora, “LA RESTAURACIÓN DEL REINO DE DIOS”.Ya todos desearíamos estar viviendo literalmente en el Reino del Mesías, el Reino Milenial, pero cada cosa tiene su tiempo.
Algunos dirían: “Bueno, ya queremos ser transformados para irnos de aquí”. Bueno, ¿y qué si falta algún hijo o alguna hija suya de venir a los pies de Cristo? Entonces ya diría: “No, no, pues entonces todavía…”. O su mamá o su papá o un tío suyo.
Por lo tanto, es importante hacerle llegar la Palabra, la Palabra de Dios, el Evangelio de Cristo, a nuestros familiares, porque deseamos que se complete la Iglesia del Señor; y si se completa con familiares nuestros, mucho mejor, porque todos buscan el bienestar de la familia; lo mejor siempre lo queremos para la familia. Y lo mejor de lo mejor es la salvación y vida eterna, no hay cosa mejor que la vida eterna, que podamos desear para nuestra familia.
“LA RESTAURACIÓN DEL REINO DE DIOS”, que perdió Adán y Eva, y luego que perdió Israel al perder el Reino de David, y luego que perdió también la Iglesia, perdió todo como era en el tiempo de los apóstoles, pero que será restaurado; y la vida eterna física que se perdió en el Huerto del Edén, pero que será restaurada en este tiempo final. No sabemos en qué año, pero oramos a Dios que nos dé fuerza y nos ayude para vivir hasta nuestra transformación.
No sabemos cuántos días, meses o años faltan para que se complete Su Iglesia y para que Cristo termine Su Obra de Intercesión en el Cielo, tome el Título de Propiedad, el Libro de los siete sellos, y lo abra en el Cielo, lo traiga a la Tierra y produzca la resurrección de los muertos creyentes en Él, los cuales están en cuerpos angelicales, cuerpos teofánicos, y que luego van a tener cuerpo físicos glorificados, y los que vivimos seremos transformados; y entonces seremos como los ángeles pero con un cuerpo glorificado como el cuerpo glorificado del Ángel del Pacto, que es Cristo.
Por lo tanto, tendremos la clase de cuerpo más importante: un cuerpo glorificado como el de Jesucristo nuestro Salvador. Por lo cual estamos bien agarrados de Cristo nuestro Salvador, pidiéndole a Cristo siempre que nos ayude y que también nos use en Su Programa correspondiente a este tiempo final; y trabajando siempre en el Programa Divino, en lo que corresponde a nuestro tiempo.
No construyendo un arca literal como Noé, porque esa fue la visión que tenía que ser realizada por Noé, y en eso tenía que trabajar él con su familia y todos los que quisieran trabajar en ese programa, que fueron pocos, por eso tardó tantos años.
En cada tiempo hay un Programa y hay algo físico para llevar a cabo, que lo tienen que hacer los creyentes. En el tiempo de Moisés en el desierto era la construcción del tabernáculo, y tenían que hacerlo ¿quién? Los creyentes que seguían el Mensaje de Moisés.
En el tiempo de Salomón era el templo y tenían que construirlo Salomón con su gente, y pagar también a los que tuvieran que pagarle; pero vean, se construiría con ayudas, ofrendas voluntarias del pueblo, siempre dándole al pueblo la oportunidad de contribuir con la Obra de Dios, con el Programa de Dios para el tiempo que les corresponde.
Dice la Escritura que hubo que decirle al pueblo que ya no ofrendaran más porque ya tenían suficiente, y hasta de más.
Que algún día podamos decir: “Tenemos de más”; pero mientras tanto hay oportunidad para trabajar en la Obra del Señor y colaborar y contribuir para los proyectos de evangelización, de imprenta, de grabaciones y también de la construcción del Templo, o sea, La Gran Carpa Catedral que se está construyendo en Puerto Rico y que será de bendición grande para todos los creyentes en Cristo, para al cristianismo, y también va a ser de bendición para los judíos, pues el reverendo William Branham habla de una visión que él tuvo, en donde la Tercera Etapa va a ser manifestada; por lo tanto, habrá una bendición grande en el cumplimiento de esa visión.
“LA RESTAURACIÓN DEL REINO DE DIOS”, que perdió Adán y Eva, que perdió Israel al perder el Reino de David, que perdió la Iglesia del Señor Jesucristo al desviarse después del tiempo de los apóstoles; y que la promesa es que será restaurada en este tiempo final. Y la restauración del Reino literal de Dios en la Tierra, del cual Cristo dijo que orando pidamos diciendo: “Venga Tu Reino. Hágase Tu voluntad, como en el Cielo también en la Tierra”.
En ese Reino se hará la voluntad de Dios:“Porque la Tierra será llena del conocimiento de la gloria del Señor, como las aguas cubren el mar”. Habacuc, capítulo 2, verso 14; e Isaías, capítulo 11, verso 9.
Necesitamos la restauración del Reino de Dios en la Tierra, donde están todas las bendiciones para la raza humana.
“LA RESTAURACIÓN DEL REINO DE DIOS”.
Mientras llega ese momento literal, se sigue predicando el Evangelio de Cristo y dándole la oportunidad a las personas que reciban a Cristo como único y suficiente Salvador; para lo cual, si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo, lo puede hacer en estos momentos y estaremos orando por usted. Puede pasar al frente.
Y también los niños de 10 años en adelante pueden venir a los pies de Cristo, los que están aquí presentes y los que están también en otras naciones, en otras iglesias, en otras congregaciones; donde usted se encuentre, puede venir a los pies de Cristo nuestro Salvador.
Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que están viniendo a los pies de Cristo en Puerto Rico y en otras naciones, pues Dios tiene mucho pueblo en Puerto Rico, en toda la América Latina y el Caribe, en Norteamérica, y en todas las demás naciones; y los está llamando en este tiempo final para colocarlos en Su Cuerpo Místico de creyentes y por consiguiente, para colocarlos en Su Reino, el Reino de Dios, el Reino de Cristo nuestro Salvador.
Con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, nuestros ojos cerrados:
Señor Jesucristo, vengo a Ti en el Nombre del Señor Jesucristo con las personas que aquí y en otros países están recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador. Te ruego los recibas en Tu Reino y los bendigas. En el Nombre del Señor Jesucristo te lo ruego, para quien sea la gloria y la honra por los siglos de los siglos. Amén.
Y ahora, repitan conmigo esta oración, los que están viniendo a los Pies de Cristo:
Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón. Creo en Ti con toda mi alma, creo en Tu Primera Venida y creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.
Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador. Doy testimonio público de mi fe en Ti y te recibo como mi único y suficiente Salvador. Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado y me bautices con Espíritu Santo y Fuego, y produzcas en mí el nuevo nacimiento.
Señor, quiero nacer en Tu Reino. Señor, haz una realidad en mí la salvación que ganaste en la Cruz del Calvario para mí y para todos los demás que están escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.
Sálvame, Señor. Haz realidad Tu salvación en mí. Te lo ruego en Tu Nombre Eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.
Con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, todos decimos: ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! AMÉN.
Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado, porque ustedes le han recibido com vuestro único y suficiente Salvador.
Me dirán: “Quiero ser bautizado en agua, en el Nombre del Señor Jesucristo, lo más pronto posible; porque Él dijo: ‘El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado’. ¿Cuándo me pueden bautizar?”; es la pregunta desde lo profundo de vuestro corazón.
Por cuanto ustedes han creído en Cristo de todo corazón, bien pueden ser bautizados, y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el Reino de Cristo nuestro Salvador.
El bautismo en agua no quita los pecados, es la Sangre de Cristo la que nos limpia de todo pecado. El bautismo en agua es tipológico. Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; y cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, tipológicamente está siendo sepultado; y cuando lo levanta de las aguas bautismales, está resucitando a la vida eterna con Cristo en Su Reino eterno.
En el bautismo en agua la persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. Aun el mismo Cristo fue bautizado por Juan el Bautista, el cual no lo quería bautizar y le decía: “Yo tengo necesidad de ser bautizado por Ti, ¿y Tú vienes a mí para que yo te bautice?”. Cristo le dice: “Nos conviene cumplir toda justicia”. Y entonces lo bautizó.
Si Cristo tuvo necesidad de ser bautizado por Juan el Bautista para cumplir toda justicia, ¡cuánto más nosotros! Por lo tanto, bien pueden ser bautizados los que están aquí presentes, que han venido a los pies de Cristo, y los que están en otras naciones; y que Cristo los bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el Reino glorioso de Cristo nuestro Salvador.
Continúen pasando todos una tarde feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador, y hasta el próximo domingo, Dios mediante, donde tendremos sorpresas; hay sorpresas para todos los que estarán presentes y los que estarán a través de la transmisión vía satélite o internet.
Que Dios les continúe bendiciendo a todos, y dejo con ustedes al reverendo José Benjamín Pérez para finalizar. Dios les bendiga y les guarde a todos.
“LA RESTAURACIÓN DEL REINO DE DIOS”.
1 Romanos 11:26, Isaías 59:20