Palabras en el funeral del Hno. Adalberto Pérez Ortiz

Reciban mis condolencias más sinceras: la señora Abigail Martínez Tur de Pérez, su esposa; y también las familias Pérez Ortiz, las familias Pérez Rivera y la familia Pérez Rodríguez. Reciban mis más sentidas condolencias por la partida de Adalberto Pérez Ortiz, mi amigo personal y colaborador en el Reino de Cristo nuestro Salvador. Él está vivo.

El ser humano es hecho a imagen y semejanza de Dios. Así como encontramos que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo, también Dios creó al hombre alma, espíritu y cuerpo.

El alma es lo más importante que hay en el ser humano, es lo que es el ser humano en realidad; el espíritu es un cuerpo de otra dimensión, un cuerpo teofánico, un cuerpo angelical como el cuerpo de los ángeles; y el cuerpo físico es el que tenemos, que hemos obtenido a través de nuestros padres terrenales, el cual es temporal.

Por causa del pecado el ser humano perdió la vida eterna física, y lo que nos dejaron Adán y Eva fue una vida temporal, para que en ese lapso de tiempo en que vivimos en estos cuerpos temporales, busquemos el Árbol de la Vida, que es Cristo, para ser restaurados a la vida eterna; y en la resurrección de los creyentes en Cristo, regresen en cuerpos eternos, jóvenes, glorificados, igual al cuerpo glorificado que tiene Jesucristo nuestro Salvador.

Por lo tanto, en resumen, la vida terrenal que tenemos es una etapa en la cual la persona escoge: o la vida eterna o no vivir más (o dejar de existir en cuerpo, espíritu y alma).

Toda persona le gustaría vivir eternamente y sin los problemas que tenemos en estos cuerpos terrenales; y toda persona tiene a su alcance ese deseo, porque ése es el deseo del alma de toda persona, porque está disponible de parte de Dios para todo ser humano.

Por eso es que en San Juan, capítulo 3, verso 16, dice: “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”

Ese privilegio de obtener la vida eterna es para todos aquellos que escuchen la predicación del Evangelio de Cristo y lo reciben como único y suficiente Salvador.

Para todo aquel que en Él cree, dice la Escritura que Dios le dará vida eterna; esa es la única forma establecida por Dios para que el ser humano regrese a la vida eterna que tanto desea.

Por eso es que en la Escritura Cristo viene a ser el segundo Adán; con el primer Adán entró la muerte física al ser humano y con el segundo Adán entra la vida eterna para el ser humano, de adentro hacia afuera: Nos da vida eterna en el alma y al alma, y luego nos dará vida eterna al cuerpo físico, dándonos un cuerpo físico, inmortal, incorruptible, glorificado y joven para toda la eternidad.

Por eso fue que Jesucristo vino a esta Tierra, vino por mí y por cada uno de ustedes. Por lo tanto, todo ser humano tiene la oportunidad de recibir la vida eterna, pero por cuanto el ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios, así como Dios tiene libre albedrío le dio al ser humano libre albedrío para que él elija.

Y todos deseamos la vida eterna; por lo tanto, la elección es la vida eterna, que es Cristo, el cual dijo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida; y nadie viene al Padre sino por mí.”

No hay otro camino, solamente hay UNO; y el nombre de ese camino es Señor Jesucristo. Ese es el camino que mi amigo y hermano Adalberto Pérez Ortiz escogió; por lo tanto, él está en el Paraíso, que es la sexta dimensión, en cuerpo angelical, o sea, en espíritu, que es un cuerpo de otra dimensión; y desde allá nos está mirando y está viendo que entendemos que él está mucho mejor (físicamente) de lo que estaba aquí en la Tierra.

El apóstol San Pablo, conocedor de este misterio tan grande, en una ocasión en que murió una persona muy importante allá en la Iglesia de Tesalónica, nos dice en el capítulo 4 de Primera de Tesalonicenses, versos 13 en adelante:

Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen (o sea, de los que han muerto físicamente), para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza.

Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él.

Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron.

Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero.

Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.

Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras.”

Estas son palabras de aliento para toda persona que ha tenido la separación al Paraíso, de su esposo, su hijo o algún familiar querido; si es un creyente en Cristo, esto es lo que el apóstol San Pablo dice, y nos muestra lo que será para el futuro con estas personas: regresarán a la Tierra en cuerpos glorificados para ir con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.

Por eso es que el cristianismo ha estado esperando la Venida del Señor para el Día Postrero, porque hay un propósito: es una gran fiesta que hay en el Cielo, llamada la Cena de las Bodas del Cordero, a donde Cristo va a llevar a todos los creyentes en Él de todos los tiempos; los resucitará y los llevará con Él a la Cena de las Bodas del Cordero.

Por eso nos dará un cuerpo nuevo, joven, eterno y glorificado como el Suyo, porque no hay vuelos aéreos que nos puedan llevar a la Casa del Padre celestial, a esa gran fiesta; solamente Cristo es el que sabe cómo llevarnos allá: tiene que darnos un cuerpo interdimensional para ir con Él, como Él tiene un cuerpo interdimensional.

Todos, al leer la Biblia, podemos ver que cuando Cristo resucitó, le apareció a Sus discípulos (ellos estando encerrados) y luego desaparecía; esa es la clase de cuerpo glorificado que Él le va a dar a todos los creyentes en Él. Por lo tanto, la Venida del Señor para el tiempo final, para el Día Postrero, es con ese propósito.

Vean, Filipenses, capítulo 3, versos 20 al 21, nos habla claro sobre este tema, es el apóstol Pablo diciéndonos:

“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;

el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”

Aquí nos muestra claramente que la Venida del Señor para el Día Postrero es para transformar nuestros cuerpos, para que sea semejante al cuerpo glorificado que Él tiene. Y ahí terminarán todos los problemas de los creyentes en Cristo que estén viviendo cuando sean transformados; y los que murieron, resucitados en cuerpos iguales, glorificados, para nunca más tener problemas y nunca más morir.

Eso es lo que nos enseña la Escritura, por lo cual, en estos momentos de dolor, nuestro consuelo está en Jesucristo y Su Palabra. Consolaos los unos a los otros en estas palabras, y sobre todo sus familiares. Y que Dios les fortalezca en el alma, en el espíritu y también en el cuerpo.

Dejo con ustedes a la persona correspondiente, de aquí en adelante.

Con el permiso. Hasta mañana, Dios mediante.

“FUNERAL HERMANO ADALBERTO PÉREZ.”

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