Jesús entre la multitud

Muy buenos días, amables amigos y hermanos presentes, y los que están en otras naciones, ministros e iglesias, congregaciones y hermanos en diferentes lugares. Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

Para hoy hay unos documentales muy importantes, y algunos anuncios todavía. Es bueno que el reverendo José Benjamín Pérez los pase para que todos los veamos, y también lea unos anuncios a todos los ministros de todos los países. Vamos a dejar al reverendo José Benjamín Pérez un momentito para que les haga este anuncio o anuncios y también nos pase los videos, porque queremos saber cómo van los trabajos en la Obra del Señor. Con ustedes José Benjamín Pérez para pasarnos estos documentales y hacerles un anuncio especial para los ministros.

[Presentación de videos-documentales]

Leemos, luego de ver estos documentales para que estén al tanto de todo lo que está sucediendo, de todo el trabajo que se está llevando a cabo, ahora leemos en San Mateo, capítulo 14, versos 13 al 21, donde nos dice:

“Oyéndolo Jesús, se apartó de allí en una barca a un lugar desierto y apartado; y cuando la gente lo oyó, le siguió a pie desde las ciudades.

Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que de ellos estaban enfermos.

Cuando anochecía, se acercaron a él sus discípulos, diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya pasada; despide a la multitud, para que vayan por las aldeas y compren de comer.

Jesús les dijo: No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer.

Y ellos dijeron: No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces.

Él les dijo: Traédmelos acá.

Entonces mandó a la gente recostarse sobre la hierba; y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió y dio los panes a los discípulos, y los discípulos a la multitud.

Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, doce cestas llenas.

Y los que comieron fueron como cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.”

Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

“JESÚS ENTRE LA MULTITUD.”

Muchos desearían tener nuevamente a Jesús sobre la Tierra en aquel cuerpo de carne en el cual ministró por tres años y medio, desde la edad de alrededor de 30 años hasta los 33 años; pero ya ese cuerpo fue resucitado glorificado, inmortal, y está sentado en el Trono de Dios, está a la diestra de Dios, o sea, en el Trono de Dios con todo el poder de todo lo creado y sobre todo lo creado.

Quisiéramos ver a Jesús como en aquellos días, por ejemplo, partiendo el pan y los peces y alimentando a la multitud. Fue un milagro grande de multiplicación de la creación, de algo que había ya sido creado: los peces y el trigo que producía las plantaciones, o de lo que fueran aquellos panes con los cuales – los cuales fueron hechos para alimentar a las personas; fue una multiplicación de lo que ya estaba creado.

¿Cómo lo hizo? En Él estaba Dios en toda Su plenitud, en Él estaba el Ángel del Pacto, que es el Espíritu Santo; y por consiguiente, Jesús decía: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre,” y también Él decía: “Las palabras que yo os hablo, no os hablo de mí mismo; como oigo al Padre hablar, así les hablo; y como veo al Padre hacer, así yo hago. Mi Padre obra y yo obro.”

Por lo tanto, todo lo que hacía Jesús, primero lo estaba viendo en visión, estaba viendo al Padre hacerlo, y luego Jesús lo hacía también. O sea, Dios se lo mostraba, lo que iba a hacer, y luego Dios a través de Jesús, del velo de carne, llevaba a cabo esa labor. Por eso las obras que Jesús hacía, no las hacía de Sí mismo: el Padre que moraba en Él era el que hacía esas Obras.

Por eso Nicodemo, cuando lo visitó en el capítulo 3 de San Juan, le dice a Jesús… Y vamos a leer. Capítulo 3, verso 1 en adelante, de San Juan, dice:

“Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos.

Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.”

Nicodemo reconocía que Dios estaba con Jesús; y Jesús explica que las obras que Él hace o hacía, no las hacía de Sí mismo, sino que el Padre que moraba en Él hacía las Obras; o sea, que era Dios obrando por medio de Jesús.

Es que el velo de carne de Jesús es la semejanza física de Dios; y el Ángel del Pacto, que es el Espíritu Santo (pues un espíritu es un cuerpo de otra dimensión), es la imagen de Dios.

En palabras más claras: Cristo en Su cuerpo de carne es la semejanza física de Dios, el cuerpo físico de Dios; y Cristo en Su cuerpo angelical es la imagen de Dios, o sea, el cuerpo angelical de Dios, el cuerpo teofánico de Dios.

Por esa causa, cuando le apareció a Moisés el Ángel del Pacto, le dice: “Yo soy el Dios de tu padre (o sea, Dios de Amram), y el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.” Capítulo 3 del Éxodo.

¿Cómo podía ser —el Ángel— el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob? Porque ese es el cuerpo teofánico, cuerpo angelical de Dios, la imagen de Dios, y Dios estaba en ese cuerpo hablándole a Moisés.

Por eso es que dice también en el capítulo 32, verso 24 en adelante, hasta el 32, del Génesis, en el encuentro que Jacob obtuvo con el Ángel de Dios, el Ángel del Pacto… Se agarró del Ángel toda la noche y no lo soltaba, porque quería, deseaba, la bendición de Dios, que tenía que ser hablada a través del Ángel, que es el cuerpo angelical de Dios a través del cual Dios hablaría esa bendición para Jacob; al cual le había aparecido en otras ocasiones, como en el capítulo 28 del Génesis, versos 11 al 29, el capítulo 32 también, y el capítulo 35 del Génesis, en donde le había también aparecido. Y ahora le aparece en el capítulo 32. Antes de aparecerle en el capítulo 35, le aparece en el capítulo 32, le aparece en el cuerpo, Su cuerpo angelical, por eso es llamado el Ángel del Pacto.

Dios hace siempre el pacto a través de Su imagen, Su cuerpo angelical. Jacob no soltaba al Ángel, y el Ángel le dice: “Suéltame porque raya el alba,” o sea, tenía que irse. Jacob le dice: “No te soltaré hasta que me bendigas” o “no te soltaré si no me bendices” o “hasta que me bendigas.” El Ángel le pregunta: “¿Cuál es tu nombre?” Jacob le dice: “Jacob.” Y el Ángel le dice: “No se dirá más tu nombre Jacob sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, o con los hombres y con Dios, y has vencido.”

Fuera lucha con los hombres o fuera lucha con Dios, Jacob era un vencedor; así venció al Ángel.

Dice en Oseas, por el capítulo 12, que Jacob lloró. Capítulo 12, verso 4 en adelante, dice:

“Venció al ángel, y prevaleció; lloró, y le rogó; en Bet-el le halló, y allí habló con nosotros.”

Ahora vean, Jacob quiere saber el nombre de ese Ángel, pero le dice: “¿Por qué preguntas por mi nombre?, ¿por qué preguntas…?” Toda persona que se ha encontrado con el Ángel del Pacto quiere saber cuál es el nombre del Ángel del Pacto.

Encontramos que Jacob luego soltó al Ángel, y luego le colocó por nombre Peniel al lugar donde se había encontrado con el Ángel. Peniel significa “el rostro de Dios,” porque vio a Dios cara a cara. Dice el verso 30 del capítulo 32 del Génesis:

“Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma.”

Dice que vio a Dios cara a cara. Lo vio cara a cara en Su cuerpo angelical llamado el Ángel del Pacto o Ángel de Jehová.

También Manoa (en Jueces, capítulo 13) junto a su esposa, la señora Manoa, tuvieron un encuentro con el Ángel del Pacto, y no sabían que Ése era el Ángel de Dios, el Ángel del Pacto, el cual le estaba diciendo a Manoa y su esposa, que ellos iban a tener un niño, el cual pues Dios se los iba a dar, y éste vendría a ser Sansón; y le dijo cómo tenían que criar al niño que iban a tener.

Luego él le dice que se esperara… le pregunta por el nombre. En el verso 17 dice… del 15 en adelante también habla con el Ángel:

“Entonces Manoa dijo al ángel de Jehová (Manoa no sabía que ese era el Ángel de Jehová, recuerden): Te ruego nos permitas detenerte, y te prepararemos un cabrito.

Y el ángel de Jehová respondió a Manoa: Aunque me detengas, no comeré de tu pan; mas si quieres hacer holocausto, ofrécelo a Jehová. Y no sabía Manoa que aquél fuese ángel de Jehová.

Entonces dijo Manoa al ángel de Jehová: ¿Cuál es tu nombre, para que cuando se cumpla tu palabra te honremos?

Y el ángel de Jehová respondió: ¿Por qué preguntas por mi nombre, que es admirable?

Y Manoa tomó un cabrito y una ofrenda, y los ofreció sobre una peña a Jehová; y el ángel hizo milagro ante los ojos de Manoa y de su mujer.

Porque aconteció que cuando la llama subía del altar hacia el cielo, el ángel de Jehová subió en la llama del altar ante los ojos de Manoa y de su mujer, los cuales se postraron en tierra.

Y el ángel de Jehová no volvió a aparecer a Manoa ni a su mujer. Entonces conoció Manoa que era el ángel de Jehová.

Y dijo Manoa a su mujer: Ciertamente moriremos, porque a Dios hemos visto.”

Ahora Manoa, vean, dice que estaban viendo a Dios. Es que Dios estaba con Su vestidura angelical llamada el Ángel del Pacto, que es un cuerpo parecido al nuestro pero de la dimensión de los ángeles, de la sexta dimensión.

Su esposa le dice:

“Y su mujer le respondió: Si Jehová nos quisiera matar, no aceptaría de nuestras manos el holocausto y la ofrenda, ni nos hubiera mostrado todas estas cosas, ni ahora nos habría anunciado esto (o sea, anunciado que iban a tener un niño).”

En Malaquías, capítulo 3, verso 1 en adelante, dice:

“He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí (ese fue Juan el Bautista, precursor de la Primera Venida de Cristo); y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos.”

Y ahora, nos habla este pasaje del precursor de la Primera Venida de Cristo, que fue Juan el Bautista, hijo de un sacerdote. ¿Y luego vendría quien? Vendría el cual él le estaría preparando el camino: vendría el Señor y el Ángel del Pacto, o sea, Dios el Padre y Ángel del Pacto, o sea el cuerpo angelical de Dios. Dios vendría con Su cuerpo angelical.

¿Y cómo vendría y a quién vendría? Vendría en Su cuerpo angelical, dentro de un cuerpo de carne que Él se creó en el vientre de la virgen María; y eso sería Emanuel: Dios con nosotros, conforme a la promesa de Isaías, capítulo 7, verso 14:

“He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel (Emanuel, que traducido significa: Dios con nosotros).”

Dios visitando a Su pueblo Israel en un cuerpo de carne humana, como un pariente redentor del ser humano, con el propósito de llevar a cabo la Obra de Redención para redimir a Su pueblo, llevar a cabo la Obra de Redención de todos los escritos en el Libro de la Vida del Cordero.

O sea, que la Venida del Mesías sería la Venida de Dios dentro de un cuerpo de carne llamado Jesús. Por eso Jesús podía decir: “El Padre y yo una cosa somos,” y por eso podía decir también en San Juan, capítulo 8, versos 56 al 58:

“Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.

Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?

Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy (o sea, antes de Abraham).”

Cristo le dice: “Antes de Abraham, yo soy.” Antes de Abraham, antes de Noé, antes de Matusalén, antes de Enoc, antes de Set, antes de Abel, antes de Adán también; porque Él es el Verbo que era con Dios y era Dios, y creó todas las cosas, o sea, Dios dentro de ese cuerpo angelical habló a existencia toda la Creación.

Por eso es que nos dice la Escritura en Hebreos, capítulo 1, verso 1 en adelante:

“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,

en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo…”

El heredero de toda la Creación es Cristo; y por medio de Él, Cristo el Ángel del Pacto, fue que hizo el universo.

“..el cual, siendo el resplandor de su gloria (¿quién es el resplandor de Su gloria? Cristo en Su cuerpo angelical), y la imagen misma de su sustancia (la imagen de Dios, la imagen visible de Dios, pero en otra dimensión; la imagen angelical de Dios es Cristo) …y la imagen misma de Su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder (sustenta todas las cosas con la Palabra de Su poder. Recuerde que Él dijo: “Todo poder me es dado en el Cielo y en la Tierra.” San Mateo, capítulo 28, versos 16 al 20), habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo (lo cual realizó en la Cruz del Calvario y con Su Sangre nos limpió de todo pecado), se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas (se ha sentado en el Cielo, en el Trono de Dios).”

Y ahora, podemos entender ahora con más facilidad, cuando hablaba Cristo que Él y el Padre eran uno; podemos entender por qué Él podía decir también que Él era antes que Abraham: porque Él es el Ángel del Pacto; era, es y será siempre el Ángel del Pacto, la imagen del Dios viviente, el cuerpo angelical de Dios.

Y Su cuerpo de carne ya está glorificado; y es, por consiguiente, la semejanza física de Dios. “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre,” dice Cristo en San Juan, capítulo 14, verso 6 en adelante.

Ahora, vean cómo todas esas personas del Antiguo Testamento, o sea, desde el Génesis hasta Malaquías, decían que habían visto a Dios; y sí, vieron a Dios vestido de un cuerpo angelical llamado el Ángel del Pacto, el cual es Cristo en Su cuerpo angelical. Podía aparecer en forma de luz, una columna de fuego, o podía aparecer en la forma de un ángel, de un hombre de otra dimensión. Pero ver a Dios el Padre… Dice San Juan, capítulo 1, verso 18: “A Dios nadie le vio jamás…”

Parece que contradice lo que dijo Jacob y lo que dijo Manoa, pero no hay ninguna contradicción. Es que los que vieron a Dios, como Abraham, Jacob, Manoa y otras personas, otros profetas, lo que vieron fue el cuerpo angelical de Dios en donde Dios les estaba hablando y desde donde Dios se manifestaba y les hablaba a los profetas.

Por eso la Escritura dice que la Ley fue dada por comisión de Ángeles. Dios estaba allí en Su cuerpo angelical y una multitud de ángeles también le acompañaba. Eso lo encuentra usted en diferentes lugares de la Escritura. Capítulo 33 de Deuteronomio, dice [verso 1]:

“Esta es la bendición con la cual bendijo Moisés varón de Dios a los hijos de Israel, antes que muriese.

Dijo:

Jehová (o sea, el Eterno) vino de Sinaí,

Y de Seir les esclareció;

Resplandeció desde el monte de Parán,

Y vino de entre diez millares de santos,

Con la ley de fuego a su mano derecha.

Aun amó a su pueblo;

Todos los consagrados a él estaban en su mano…”

Ahora vean cómo vino con millares de ángeles. Y ahora, continuamos aquí [San Juan 1:18]:

“A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.”

El Hijo de Dios, Cristo en el cuerpo angelical, el Ángel del Pacto, el Espíritu Santo a través del Ángel del Pacto, el Espíritu Santo, es que Dios se ha dado a conocer. Es el Ángel del Pacto el que ha dado a conocer a Dios a través de la historia de la raza humana.

Y ahora, podemos ver en Su ministerio terrenal a Jesucristo diciendo que el Padre estaba, ¿dónde?, en Él: “El Padre que mora en mí, Él hace las obras.”

Y ahora, se va Cristo, pero antes de irse Él dice en San Mateo, capítulo 28, verso 20, dice:

“Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.”

Él ha dicho que estará con Sus creyentes, los creyentes en Él, que vendrían a formar Su Iglesia; y por consiguiente estaría con todos ellos todos los días, hasta el fin del mundo. En San Mateo, capítulo 18, tenemos el verso 20, donde nos dice Cristo:

“Porque donde están dos o tres (reunidos) congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.”

¿Y cómo estaría Cristo en medio de los creyentes en Él? En Espíritu Santo, que es el Ángel del Pacto, el cual viene llamando y juntando a todos Sus escogidos, de etapa en etapa de Su Iglesia, formada por los creyentes en Él; comenzando en Israel, continuando en Asia Menor, pasando a Europa, a diferentes países de Europa, pasando a Norteamérica y pasando a nosotros también, pasando al continente americano.

En Espíritu Santo es que Él estaría en medio de Su Iglesia, y por consiguiente estaría hablando por medio de instrumentos que Él tendría —llamados ‘mensajeros’— para la Iglesia Suya, o sea, del Señor Jesucristo; y por consiguiente estaría Jesús entre la multitud: estaría en Su Iglesia y con Su Iglesia; y desde ahí se revelaría al mundo.

Por eso Cristo les dijo: “Vosotros sois la luz del mundo.” Lo que Cristo es, también lo son los creyentes en Él, y también lo es Su Iglesia.

Por lo tanto, así como deseamos ver a Jesús nuevamente como estuvo allá entre la multitud, partiendo el pan y partiendo los peces para dar a Sus discípulos, para que ellos repartieran a la multitud… en donde encontramos que en esa ocasión comieron todos, y eran como cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños; así que podía pasar de diez mil personas esa multitud.

Y ahora, durante las diferentes etapas de la Iglesia del Señor, encontramos que es Él el que nos da el alimento espiritual, como les dio pan y pescado a aquella multitud.

Recuerden que Cristo dijo en San Mateo, capítulo 4, y San Lucas, capítulo 4, y Deuteronomio, capítulo 8: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.”

Por lo tanto, el alimento físico es tipo y figura del alimento espiritual para el espíritu y para el alma; trae vida al alma y al espíritu, la Palabra del Señor.

Y a través de la historia del cristianismo, encontramos a Jesucristo en medio de la multitud, llamando y juntando a Sus hijos y colocándolos en Su Redil, que es Su Iglesia, y alimentándolos con pan espiritual y pez o pescado espiritual, Palabra de Dios, alimento para el alma.

Y ese es un milagro más grande que el milagro literal de los panes y los peces, porque al otro día ya tenían hambre las mismas personas; y cuando siguen a Jesús, Jesús les dice: “Ustedes no me buscan sino porque comieron los panes y los peces.”

Y ahora, dice: “El que come de este pan, vivirá eternamente,” el pan espiritual, que es Cristo, la Palabra (San Juan, capítulo 6).

Por lo tanto, así como disfrutaron del pan espiritual y de los peces o pescado espiritual, aquella multitud en esa ocasión, y otra en otra ocasión de cuatro mil personas, cuatro mil hombres sin contar las mujeres y los niños, vean, ellos estaban viendo un milagro físico; pero desde el Día de Pentecostés hacia acá, la Iglesia del Señor Jesucristo ha estado viendo —lo haya entendido o no— un milagro espiritual: Jesucristo en medio de la multitud alimentando a todos los que le han recibido como Salvador, alimentándolos con la Palabra.

“Porque no solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.”

Y en nuestro tiempo también nos está alimentando con Su Palabra, alimentando nuestra alma y dándonos grandes bendiciones al abrirnos Su Palabra, Sus misterios prometidos para ser abiertos en el tiempo final.

En nuestro tiempo los creyentes en Cristo que reciben la Palabra, la revelación divina para nuestro tiempo, tienen más conocimiento (de esos temas que son abiertos en este tiempo) que el conocimiento que tuvieron los cristianos de edades pasadas; pero ese es el alimento nuestro espiritual, reservado para nosotros; es, nada menos, una cena espiritual de Palabra de Dios, porque estamos viviendo en el continente americano, lo cual corresponde al Oeste del planeta Tierra.

Y para nuestro tiempo, por cuanto estamos en el Oeste, donde se pone el sol… porque ya si se pasa al Este (a China, Japón y todos esos lugares), ya es otro día, porque allá sale el sol para comenzar el día mientras que en el continente americano se está – se pone el sol, y por consiguiente es el tiempo de la tarde. Y la cena, ¿cuando usted cena: en la mañana, al mediodía o en la tarde? En la tarde por supuesto, y algunos bien avanzada la tarde.

Por lo tanto, estamos cenando con el Señor, el cual nos está dando una cena espiritual, haciendo el milagro de darnos —por Su Palabra creadora— el alimento espiritual que necesitamos para este tiempo en el cual nos ha tocado vivir.

Cristo está en Espíritu Santo en medio de Su Iglesia todo el tiempo, desde el Día de Pentecostés hacia acá; y todavía permanece en medio de Su Iglesia haciendo el milagro de darnos el alimento espiritual para nuestra alma; así ha sido desde el Día de Pentecostés hacia acá, y todavía sigue alimentándonos con alimento espiritual; pero ahora cenando con el Señor, Él dándonos ese alimento espiritual, Su Palabra correspondiente a este tiempo final.

Por lo cual, le damos gracias a Cristo por esta bendición tan grande de estar con nosotros en este tiempo final, alimentando nuestra alma con Su Palabra. Esto lo está haciendo con Su Iglesia, y Su Iglesia está compuesta por todos los creyentes en Él.

Cristo en Espíritu Santo, en Su cuerpo angelical llamado el Ángel del Pacto, está con nosotros como estuvo con los creyentes en el aposento alto en Espíritu Santo, con la Iglesia hebrea, con la Iglesia compuesta por judíos; y luego que nació en el Día de Pentecostés, y con Su Iglesia entre los gentiles. Es Cristo en Espíritu Santo, el Ángel del Pacto, con Su Iglesia en el Día Postrero.

Y nos alimentará a tal grado que nos dará el alimento espiritual que producirá la fe para ser transformados y llevados con Él a la Cena de las Bodas del Cordero. Es Jesucristo con Su Iglesia.

Recuerden que cuando le apareció a San Pablo, Saulo de Tarso, en el capítulo 9, capítulo 16 y capítulo 26 [Hechos]… el primero fue la narración de su experiencia, y en el capítulo 16 y 26 narra de nuevo con más detalles esa experiencia.

Y le apareció una luz más fuerte que el sol, cae del caballo Saulo de Tarso, que iba buscando – para buscar a los cristianos allá en Damasco, para llevarlos presos a Jerusalén, porque estaba persiguiendo a la Iglesia del Señor Jesucristo, Saulo de Tarso. Cae del caballo y desde la Luz escucha las palabras: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón.”

Saulo sabía que esa era la misma Columna de Fuego, la misma Luz que le había aparecido al profeta Moisés en el Monte Sinaí; sabe que es el Señor, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, y le pregunta: “¿Señor, quién eres?” Porque Saulo a quien estaba persiguiendo era a los cristianos.

Y ahora, Dios en esa Luz le dice: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” Y Dios desde esa Luz le dice: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues.”

Recuerden que Cristo dijo que enviará el Espíritu Santo, y también dijo que el Padre enviaría el Espíritu Santo en Su Nombre, en el Nombre de Jesucristo. Y Cristo el Ángel del Pacto, el Espíritu Santo, es Jesucristo en Su cuerpo angelical, en Su cuerpo teofánico.

Por lo tanto, siendo que el Nombre de Dios, conforme a Éxodo, capítulo 23, verso 20 al 23, Dios lo colocó en Su Ángel, o sea, en Su cuerpo angelical; y luego, cuando se crea Su cuerpo de carne en el vientre de María, cuando nace, ya el Ángel Gabriel le había dado el nombre que le tenían que poner al niño que nacería de la virgen María, y le dijo que le pusiera por nombre Jesús.

Jesús, traducido al español y al griego; pero en hebreo: Yeshua; y allá en Israel, en Su ministerio terrenal, pues se llamaba o lo llamaban Yeshua. Entre los gentiles, los griegos, los europeos, y los del continente americano y otras naciones entre los gentiles, se le llama o le llaman Jesús. En inglés, Jesus [‘Yisus’]; y en otros idiomas, de acuerdo a como se pronuncie esa traducción del nombre Yeshua.

Por eso el Espíritu Santo vino en el nombre de Yeshua (Jesús al español); y por eso se identificó el Espíritu Santo, Cristo en Su cuerpo angelical, se identificó con el nombre Jesús o Yeshua.

Y estaba persiguiendo a Jesucristo, a Jesús, al perseguir a los creyentes en Cristo; porque Cristo está en Su Iglesia, en los creyentes en Él, por medio del Espíritu Santo que ha dado a todos los creyentes en Él.

El que hace un bien o un mal a un creyente en Cristo, que forma parte de la Iglesia del Señor Jesucristo, lo está haciendo a Cristo, y por consiguiente lo está haciendo a Dios el Padre. Tan sencillo como eso.

“El que recibe a uno de estos pequeñitos, o un niño, a mí me recibe; y el que a mí recibe, recibe (¿a quién?) al que me envió.” Eso es así. Capítulo 13 de San Juan dice, verso 20:

“De cierto, de cierto os digo: El que recibe al que yo enviare, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió.”

Es que Cristo por medio de Su Espíritu y en Espíritu Santo, estaría en cada creyente en Él; y por medio de él, de cada creyente, es que Cristo se revelaría al mundo.

Siempre tendrá instrumentos en Su Iglesia, de etapa en etapa; porque Su Iglesia y cada creyente en Cristo como individuo, está para reflejar a Cristo, como la luna refleja al sol. Por eso la Iglesia está representada en la luna y Cristo está representado en el sol.

Es importante que podamos ver, por medio de las Obras que Él dijo que haría en medio de Su Iglesia y por medio de Su Iglesia, podamos ver a Jesucristo entre la multitud en este tiempo final; porque lo que está sucediendo desde el Día de Pentecostés hacia acá es más maravilloso, más grande, que lo que sucedió en la multiplicación de los panes y los peces; porque aquello fue en el campo físico, y lo que ha estado haciendo en medio de Su Iglesia desde el Día de Pentecostés hacia acá, es en el campo espiritual: multiplicando el alimento espiritual a medida que nos da más Palabra y más Palabra; y no se acaba la Palabra, la cual y con la cual alimenta a todos los creyentes en Él.

Por lo tanto, yo estoy viendo a Jesucristo en medio de la multitud, estoy viendo a Jesucristo en medio de los creyentes en Él y en medio de la Humanidad, alimentando a una multitud muy grande, de etapa en etapa, de edad en edad, con el alimento espiritual de Su Palabra.

“Porque no solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.”

Y toda Palabra que sale de la boca de Dios viene por medio de Cristo el Ángel del Pacto, y pasa a Su Iglesia conforme al orden establecido por Dios a través de los diferentes mensajeros que Él ha enviado; y así alimenta a Su Iglesia, y así es como escuchamos también a Jesucristo hablándonos directamente a nuestra alma, de edad en edad, de etapa en etapa de la Iglesia del Señor Jesucristo.

“JESÚS ENTRE LA MULTITUD.”

Recuerden que no solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios: la Palabra que a vida eterna permanece y nos da esa vida eterna.

Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes que están presentes y los que están en otras naciones. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, lo puede hacer en estos momentos, y estaremos orando por usted para que Cristo le reciba en Su Reino, le perdone y con Su Sangre le limpie de todo pecado, sea bautizado en Su Nombre y Cristo lo bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en usted el nuevo nacimiento; por lo tanto, puede pasar al frente y estaremos orando por usted.

Y lo que están en otras naciones, también pueden pasar al frente para que queden incluidos en la oración que estaremos haciendo por todos ustedes.

Y los niños de 10 años en adelante, también pueden venir a los Pies de Cristo. Recuerden que Cristo dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos.” [San Mateo 19:14]

Dios tiene mucho pueblo en el continente americano, tiene mucho pueblo en toda la América Latina, en el Caribe, en Norteamérica y en todas las demás naciones; y los está llamando en este tiempo final para colocarlos en medio de Su Casa, Su Iglesia, y alimentarlos con el alimento espiritual de Su Palabra; y así estar cenando con Jesucristo en el Día Postrero, en este tiempo en el cual nos ha tocado vivir.

“Al tiempo de la tarde habrá luz,” dice Zacarías, capítulo 14; y esto nos indica que habrá Luz de la Palabra prometida para este tiempo final, siendo vindicada, siendo hecha una realidad y siendo dado como alimento espiritual a los creyentes del Día Postrero.

Estamos viviendo en el tiempo más importante de la Iglesia del Señor Jesucristo, estamos viviendo en el tiempo en que Cristo pronto saldrá del Trono de Intercesión en el Cielo, tomará el Título de Propiedad, el Libro sellado con siete sellos, que está en la diestra de Dios; estará Cristo como el León de la Tribu de Judá. Por lo tanto, ya no habrá más Intercesión en el Cielo, ya habrá terminado toda oportunidad para entrar al Cuerpo Místico de Cristo.

Pero todavía Él está en el Cielo, en el Trono de Intercesión, en el Trono de Dios, como Sumo Sacerdote haciendo intercesión con Su Sangre, por todos los que lo reciben como Salvador, y por todos los que ya le recibieron pero que cometen algún error, falta o pecado y lo confiesan a Cristo, y Cristo los limpia con Su Sangre y así los mantiene limpios delante de Dios, como si nunca en la vida hubiesen pecado.

Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han recibido a Cristo como Salvador en diferentes países.

Nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo:

Padre celestial, en el Nombre del Señor Jesucristo vengo a Ti con todas las personas que en esta ocasión han estado recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador; recíbelos en Tu Reino. Te lo ruego, en el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

Y ahora repitan conmigo esta oración:

Señor Jesucristo, escuché la predicación de tu Evangelio, y nació Tu fe en mi corazón.

Creo en Ti con toda mi alma. Creo en Tu Primera Venida como Cordero de Dios y creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo, dado a los hombres, y creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.

Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador, necesito un Redentor. Doy testimonio público de mi fe en Ti, y de Tu fe en mí, y te recibo como mi único y suficiente Salvador.

Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado; y me bautices con Espíritu Santo y Fuego, luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre; y produzcas en mí el nuevo nacimiento.

Quiero nacer en Tu Reino. Haz una realidad en mi vida la salvación que ganaste en la Cruz del Calvario.

Te lo ruego en Tu Nombre Eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén.

Con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, todos decimos: ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! AMÉN.

Cristo con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado y les ha recibido en Su Reino.

Ustedes me dirán: “Quiero ser bautizado en agua lo más pronto posible,” ustedes que en diferentes países lo han recibido en estos momentos como Salvador. “¿Cuándo me pueden bautizar?” Es la pregunta desde lo profundo de vuestro corazón.

Por cuanto ustedes han creído en Cristo como Salvador y lo han recibido como Salvador, bien pueden ser bautizados; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.

El bautismo en agua no quita los pecados, es la Sangre de Cristo la que nos limpia de todo pecado; pero el bautismo en agua es un mandamiento del Señor Jesucristo el cual dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo.” [San Marcos 16:15-16] Y aun el mismo Cristo fue bautizado por Juan el Bautista para cumplir toda justicia.

Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; y cuando lo sumergen en las aguas bautismales, tipológicamente está siendo sepultado; y cuando es levantado de las aguas bautismales, está resucitando a una nueva vida: a la vida eterna con Cristo en Su Reino eterno.

En el bautismo en agua en el Nombre del Señor, la persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. Ahí tenemos el simbolismo, la tipología del bautismo en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

Por lo tanto, bien pueden ser bautizados, conscientes del significado del bautismo en agua en el Nombre del Señor Jesucristo; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y nos continuaremos viendo eternamente en el Reino de Cristo nuestro Salvador.

Continúen pasando una tarde feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.

Dejo con ustedes aquí, al ministro José Benjamín Pérez, y en cada nación dejo al ministro correspondiente, para que les indique cómo hacer para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor, todos los que le han recibido como Salvador en estos momentos.

Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes; y hasta el próximo Domingo, Dios mediante.

“JESÚS ENTRE LA MULTITUD.”

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